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Memoria y Sociedad

Print version ISSN 0122-5197

Mem. Soc. vol.13 no.27 Bogotá July/Dec. 2009

 

RESEÑAS

Quevedo, Emilio et al.

Historia de la Medicina en Colombia.
Tomo I. Prácticas Médicas en Conflicto (1492-1782)

Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2007, 260 pp.
Marietta Mejía de Mesa
Pontificia Universidad Javeriana
mariettamejiadem@yahoo.com


La autoría del presente texto corresponde al llamado "Grupo de investigación y docencia de Historia de la Medicina y de la Salud", el cual está conformado desde 1995 por Emilio Quevedo, Germán Pérez R., Néstor Miranda C., Juan Carlos Eslava, Mario Hernández A. y un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Colombia.

Este libro es el primero de cinco volúmenes, cuyo prólogo fue escrito por Álvaro Uribe Vélez desde su condición de Presidente de la República. Es patrocinado por la compañía farmacéutica Tecnoquímicas, con una edición de lujo rica en ilustraciones y fotografías a color, lograda por el Grupo Norma, con un tiraje limitado a 15.000 ejemplares y al que sólo es posible tener acceso mediante un gesto de cortesía.

Los cinco tomos que constituyen la obra total han sido divididos en la siguiente forma:

    Volumen 1. Prácticas médicas en conflicto, 1492-1782.
    Volumen 2. De la medicina ilustrada a la medicina anatomoclínica, 1782-1867.
    Volumen 3. Hacia una profesión liberal, 1865-1946. Volumen 4. De la mercantilización a la renovación, 1947-2000.
    Volumen 5. Diccionario biográfico médico colombiano.

Aunque el tomo I reúne cuatro ensayos a modo de capítulos, no se aprecia delimitación entre los autores, de suerte que se presenta como si la redacción dependiera de uno solo. Llama la atención que el libro carezca de índice onomástico en orden alfabético, el cual se esperaría encontrar en un texto como este, con las características ya anotadas.

En esta obra, los escritores se proponen presentar el panorama de una historia social de la medicina, entendida como ocupación profesional y especializada, que a partir de un cuerpo de conocimientos se sustente en otras disciplinas que se reclaman, al igual que ella, como ciencias, para trabajar conjuntamente en la generación de nuevas tecnologías, con las cuales sea posible resolver los problemas de la salud. De esta manera, la medicina interpretada como moderna, universitaria y científica, y enfocada como un saber hacer, ha sido orientada hacia la superación de los problemas que surgen del malestar, la afección, la dolencia y la enfermedad en diferentes épocas y sociedades. Aparece, entonces, la figura social del médico, cual hombre-medicina que se enfrenta a múltiples concepciones y a la forma de verse a sí mismo, orientando su modo de actuar en la búsqueda permanente por controlar la enfermedad, para que al fin se posponga la muerte.

En franca oposición con la mayoría de los libros que han abordado la historia de la medicina en Colombia, en el presente estudio, los autores han querido recurrir a nuevas herramientas y diversas disciplinas que permitan acercarse tanto a la raigambre cultural, como a la naturaleza de la enfermedad y la historicidad de las representaciones sociales creadas en torno a ella, para los diferentes períodos. Con el interés de comprender mejor las medicinas indígenas y negra, el equipo de investigación ha procurado evitar que el análisis de la enfermedad y la medicina de estas culturas sean sometidos a la crítica narrativa desde la cultura hegemónica tradicional, que se amparó en ignorar o hacer desaparecer las fuentes primarias sobre las cuales aquellas se sustentaban.

Los investigadores han recurrido a la paleografía, la antropología, la sociología, la historia y otras ciencias sociales, para comprender tanto la forma como se ha conceptualizado la enfermedad, como la lógica que acompañaba a la acción sanadora en las medicinas antiguas y propias de otras sociedades. Además, se han propuesto narrar la enfermedad y la medicina europeas, pero rescatando algunos elementos remanentes de la enfermedad y la medicina precolombina y otros de la cultura negra, que en forma conjunta significaron aportes importantes dentro de las técnicas curativas de la época.

Para llevar a cabo una historia de la medicina en Colombia que consiga integridad temática y un alcance a largo plazo, este primer libro comienza su cronología en 1492, cuando se encuentran dos mundos con diversas medicinas: la indígena, la negra y la española, que interactúan durante los períodos de la Conquista y la Colonia. Allí, se ponen de manifiesto, por un lado, los procesos conflictivos debidos a la tradición médica de origen hipocrático-galena-árabe que llegó a América con los españoles, para sufrir un intercambio ideológico y epidemiológico, al poner a prueba conocimientos y resistencias inmunológicas de europeos, negros e indios.

Más adelante, la obra analiza los procesos llevados a cabo por la cultura y la medicina colonizadoras, que hicieron de las otras sus subalternas dominadas, hasta llegar a una crisis y el posterior agotamiento de esta disciplina durante la primera mitad del siglo XVIII. El libro finaliza en un período previo a la manifestación de los conocimientos médicos debidos a la ilustración española en la medicina de la Nueva Granada, frente al manejo de la epidemia de la viruela en 1782 en Santafé de Bogotá.

Con una agradable narrativa, el libro comienza describiendo los contextos sociales, económicos, religiosos, comerciales y tecnológicos de la península ibérica para la época del descubrimiento de América: mientras España intentaba expulsar a los árabes de su territorio, Portugal ampliaba fronteras hacia el suroeste africano, valiéndose de los conocimientos y técnicas aprendidos de los musulmanes del norte de África.

El relato se inicia como una historia social que presenta a sus protagonistas principales: los médicos, físicos y cirujanos que llegaron a América con las primeras expediciones. La obra quiere, entonces, demostrar la importancia que habría tenido su presencia en los viajes marítimos de exploración, para garantizar luego el establecimiento y preservación de los primeros asentamientos. Cuando el texto aborda el segundo viaje de Colón, aparece un primer eje temático: la enfermedad, con la que también llegaría la primera epidemia en tierras americanas, la cual sería, a la vez, la responsable de muchas muertes entre las comunidades indígenas.

A partir de los capítulos siguientes, se descubren otros dos ejes temáticos relacionados con el tema a tratar: por un lado, la educación y el ejercicio profesional de los médicos, los cuales estarían determinados por exigencias académicas, burocráticas y relaciones de poder y, finalmente, se tendría un tercer eje temático, representado por los hospitales como lugares que deberían dar cuenta de la atención médica, tanto en términos cualitativos, como cuantitativos, pero siempre sujetos, por una parte, a la ineficacia de una burocracia y, por otra, a una generosidad limitada, promovida desde la caridad cristiana.

La formulación de la propuesta lleva, entonces, por un lado, un hilo conductor que intenta presentar al médico,comenzando por la formación académica, enfrentada a otras escuelas curativas, siempre sometidas a las leyes y exigencias políticas de cada lugar y época. Por otro lado, se detiene en la vida de los hospitales como referentes del servicio de la atención médica, mientras a lo largo de la obra se intentan descubrir las enfermedades que acompañaron a españoles y americanos durante el período analizado.

Todos estos ejes temáticos se encuentran enclavados dentro de problemáticas políticas, sociales, culturales, económicas y religiosas, cuyas presiones determinan casi siempre el fracaso de unas iniciativas en beneficio de mejorar la educación médica, la idoneidad de los médicos, sus técnicas y la cobertura de la atención médica, la cual, finalmente, es privilegio de unos pocos, a menos que se trate de enfermedades contagiosas, o aquellas que son inherentes a los mendigos y pobres de la sociedad.

Los autores explican la medicina española renacentista desde el gobierno de los reyes católicos hasta la muerte de Felipe II, en la cual se materializan cuatro herencias culturales: la hispanorromana, la hispanogoda, la hispanojudía y la hispanoárabe. Pero cuando los españoles se encontraron con esta gran diversidad geográfica, étnica y cultural, interpretaron la conjugación de pensamientos mágicos, ciencia, prácticas, religión y medicina característicos del chamán como expresiones del demonio, cuyas versiones serían afianzadas por las mentalidades y las políticas religiosas de la época.

Así, tres razones explicarían la tendencia a ver tan negativamente a los aborígenes y las prácticas médicas de los chamanes: por una parte, la diversidad cultural, que sorprendía a los españoles, quienes sólo apreciaban desde sus propias concepciones mentales. En segundo lugar, la pugna desatada en torno a la conveniencia o inconveniencia de la Conquista, con dudas sobre la existencia del alma en los indígenas y el sometimiento de las comunidades, en torno al debate entre fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. En tercer lugar, la evangelización misma, que acabando de superar la reconquista sobre moros y judíos, sólo permitió que la presencia satánica explicara lo que no era comprensible.

Los indígenas tenían costumbres curativas y hacían tratamientos quirúrgicos y empíricos de cierto grado de complejidad. Sin embargo, la limitación de fuentes y la interpretación científica por parte de los españoles ha distorsionado la visión que se tiene sobre esas prácticas, al ubicarlas por fuera de su propio contexto y cosmogonía. Dentro de la cultura aborigen, tanto bienestar como malestar eran el resultado de la lucha entre poderes más allá de lo visible, que sólo serían percibidos por el chamán, quien contaría con capacidades innatas, sumadas a conocimientos adquiridos. Entre sus funciones, estaría el equilibrio de esos poderes, los cuales solían asociarse con ciclos de sequía o de lluvia. Este personaje actuaba dentro de un estado alterado de conciencia, por medio del cual se proponía controlar el mundo con la ayuda de plantas alucinógenas; pero si fallaba, era sancionado por la comunidad, que consideraba que el problema era exclusivamente suyo.

El permanente intento del Estado colonial por desarticular conceptos culturales y sociales de los pueblos indígenas recibió el apoyo incondicional de la Iglesia, en su pretensión por conseguir una hegemonía política y religiosa a lo largo de los períodos de la Conquista y la Colonia. En España, se impuso desde muy temprano el derecho canónico, factor que demuestra el poder de la Iglesia en lo social, lo cultural y lo político.

Médicos y cirujanos estaban obligados a sugerir la confesión antes de cualquier acción médica con el riesgo de recibir sanciones terrenales y espirituales, pero primando la salvación espiritual sobre la corporal. El médico debía reunir las virtudes del buen cristiano y las preparaciones doctrinales y científicas eran complementarias. De este modo, la medicina de la época visigótica fue la suma de tradiciones tribales centroeuropeas, la herencia hipocráticogalénica y las actitudes del cristianismo, pero despojada del elemento naturalista.

Durante la Edad Media, como la enfermedad pasó a ser una condición cada vez más frecuente en las vidas de los seres humanos, tanto las enfermerías de los conventos como los hospitales para curar pobres y recibir peregrinos se dedicaron a darle importancia a la enfermedad, con lo que se le dio origen a la institución del hospital general.

La racionalización de la existencia hospitalaria se dio como un proceso incompleto de secularización, en el cual los monasterios y cofradías religiosas pasaron poco a poco sus rentas al hospital general, bien bajo el patronato municipal o real, con juntas administradoras conformadas por seglares y religiosos. Este fenómeno se identificó con los hospitales de los reinos hispánicos y las ciudades del Nuevo Mundo. A la Nueva Granada llegaron entonces fundaciones religiosas ligadas a los monasterios y encargadas del cuidado de peregrinos pobres, además del alivio o recuperación de los enfermos bajo la inspiración religiosa, política y social de la Iglesia española de la contrarreforma.

A pesar de esos propósitos, los hospitales neogranadinos estaban ordenados para que atendieran tan sólo a españoles y cristianos.En la constitución de lo que debería llamarse el Nuevo Reino de Granada por parte de la metrópoli, se conjugaron en forma contradictoria y compleja dos fuentes de poder: la Iglesia y el Estado. Mediante el Real Patronato, la Iglesia estaba sujeta a la acción del Estado. Los grupos de indígenas y comunidades negras que estaban discriminados y apartados del Estado colonial siguieron manteniendo sus tradiciones, prácticas ancestrales y conoci mientos médicos, a pesar de las represiones y castigos.

Como en este texto, las secuencias temporales y espaciales no conservan un orden riguroso. Los lectores se han de encontrar con varios ensayos que parecen yuxtapuestos para intentar mantener una secuencia coherente, acorde con el diseño de los capítulos.

A juzgar por este primer libro, el trabajo parece más una recopilación de trabajos previos, que una labor investigativa de primera mano tras la historia de la medicina para Colombia. Es muy probable que se cuente con muy pocas fuentes primarias, las que sólo habrían podido reunirse a partir de otros autores, para darle coherencia a las temáticas.

En lo que se refiere al tema de las enfermedades contraídas durante los viajes transatlánticos, sorprende el poco espacio que se les deja a las enfermedades llamadas carenciales, que indudablemente significaron un factor común en estas largas travesías, en las cuales se tenía que prescindir de alimentos de origen animal y vegetal ricos en proteínas y vitaminas, sin los cuales no sólo se conseguiría un marcado nivel de desnutrición, sino, además, diferentes formas de avitaminosis, de las cuales el texto tan sólo menciona el escorbuto o falta de Vitamina C. Visto desde el siglo XXI, frente a este marcado grado de desnutrición, resultaría muy explicable el descenso en las defensas inmunológicas que, a su vez, facilitarían la propensión a otras enfermedades, en especial las de tipo infeccioso.

El libro deja algunas reflexiones: por un lado, la historia de la medicina no se presenta disgregada de la historia social, económica y política, como suelen presentarla otros autores. En cuanto a la medicina como objeto de estudio, el texto busca destacarla cuando toma diversos elementos temáticos: en primer lugar, a partir de la formación académica o empírica y la capacitación de habilidades. En segundo lugar, asociada con un segundo eje temático que parece ir de la mano de las enfermedades que se deducen como más frecuentes. Sin embargo, como no se insiste en buscar muchas pruebas, quedan algunos vacíos. Un tercer eje temático, y apoyado en el funcionamiento de los hospitales, indirectamente lleva a acusar a las autoridades civiles y religiosas, por su ineficiencia.

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