Introducción
En el presente artículo examinaremos el camino transitado por una peruana de nacimiento, María Margarita Magdalena Muñoz Seguí, la primera mujer que ingresó a la Universidad de San Marcos de Lima, donde obtuvo, en 1890, su título de Bachiller en Ciencias y Letras, luego continuó allí brevemente sus estudios de Medicina, recibiéndose en Chile de médica, una profesión que le dio un rol preponderante entre las primeras mujeres con título universitario en varios países latinoamericanos.
Fue una adelantada para su época en varios aspectos, no dudó en ser madre soltera de una hija y en emigrar tempranamente a Chile y luego a Argentina y Uruguay, para terminar sus días en una provincia norteña argentina. En los sitios del cono sur que transitó frecuentó a las elites intelectuales donde, en distintos momentos, fue desplegando sus ideas a partir de su rica formación.
Para realizar esta biografía nos hemos valido de su propia obra, de artículos periodísticos y de los investigadores que se ocuparon de ella, que figuran en la bibliografía anexa.
La metodología seguida en este trabajo ha consistido en analizar su producción intelectual, contextualizándola con relación a su formación académica para observar sus ideas, aplicación y cambio de su pensamiento a lo largo de su vida, que fue mutando de un férreo liberalismo laicista al catolicismo.
En síntesis, el personaje estudiado nos permitirá ahondar en el contexto histórico y educativo de las mujeres en los lugares que vivió y mostrar su activa participación en diferentes temas, lo cual nos permite atravesar sus intereses y los de aquellos que compartieron su vida, acercarnos a los problemas de su época, a la historia de las ideas y a la vida cotidiana de las primeras mujeres que se atrevieron a ingresar al mundo de los hombres.
Sus primeros años de vida
Según algunos biógrafos, María Margarita Magdalena Muñoz Seguín nació en Lima en 1862, aunque en su partida de bautismo, conservada en el Archivo Arzobispal de Lima (Folio 83 del Libro de bautizos españoles de la Parroquia de San Sebastián de Lima 18481852)2, se consigna que, en efecto, dicho nacimiento sucedió en esa ciudad, pero el martes 18 de julio de 1848, siendo sus padres José Muñoz y María Seguín, una familia de tradición liberal y laicista. Huérfana desde muy pequeña, fue criada por su familia materna e inscrita en un colegio laico donde cursó primaria y secundaria, lo cual le permitió ingresar a la Universidad de San Marcos en Lima.
Dicha formación no era usual en ese tiempo, aunque debemos recordar que, desde los años cuarenta del siglo XIX, el Estado peruano había dispuesto la creación de escuelas primarias y colegios nacionales gratuitos de niñas en casi todas las provincias del país y, a partir de 1866, estipuló que esa instancia era obligatoria para hombres y mujeres, mientras los estudios secundarios estaban reservados solo para varones. Por entonces, pensar que una mujer pudiera asistir a la universidad era una osadía, porque, como en otros lugares de América, se suponía que los estudios superiores estaban reservados a los hombres.
No obstante, Perú tenía el antecedente de una mujer que ya había osado transgredir esa regla, María Trinidad Enríquez Ladrón de Guevara, quien consiguió una resolución suprema el 3 de octubre de 1874, mediante la cual se la autorizaba a matricularse en la Universidad del Cusco para estudiar Derecho, aunque después de cursar tres años su título quedó en suspenso por el inicio de la guerra del Pacífico (1879-1884)3.
Del ámbito hogareño al espacio público
La recuperación del Perú después de su derrota en la guerra contra Chile coincidió con el resurgir de un movimiento de las mujeres del país en favor de la educación secundaria femenina, lo que propició la fundación de numerosas escuelas femeninas laicas, además de la aparición de publicaciones periódicas y encuentros quincenales en veladas literarias, ingredientes básicos para la formación de la opinión pública peruana. Con sus discursos comenzaron a dar gran difusión a la escolaridad secundaria, como un paso previo al ingreso a la universidad4.
Entretanto, Margarita, que tenía aspiraciones de contactarse con mujeres de avanzada, asistió entre 1876 y 1877 a las célebres tertulias literarias organizadas por la escritora argentina Juana Manuela Gorriti (1818-1892) que vivió temporariamente en el centro de Lima entre 1840 y 18805. En esas veladas se conversaba acerca del papel de la mujer en una sociedad moderna y se daban a conocer obras de autores varones que reivindicaban el papel de las mujeres y otros escritos de mujeres principiantes que reclamaban la necesidad de una educación laica, científica y moral, pero era necesario modificar el sistema educativo para conseguir la participación femenina en el espacio público, ideas basadas en el sistema de igualdad de John Stuart Mill y el positivismo de Comte.
En esos encuentros Margarita se relacionó con varias jóvenes limeñas que manifestaban ser feministas y estar dispuestas a luchar contra el patriciado, algunas incluso ligadas a la masonería como, por ejemplo, Clorinda Matto de Turner (1862-1909) o Mercedes Cabello (1845-1909)6.
El camino de Margarita a su graduación universitaria
Luego de terminar sus estudios secundarios la joven Margarita ingresó, en 1882, a la Universidad de Lima. En 1883 volvió a matricularse con el nombre de Margarita Práxedes por su admiración al gran maestro masón español Práxedes Mateo Sagasta y Escolar7. Obviamente, su presencia en ese mundo de hombres causó asombro y preocupación pues ni los docentes ni sus compañeros sabían cómo debían tratarla. Pero ella no se inmutó y pudo recibirse como Bachiller en Ciencias y Letras el 24 de octubre de 1890, cuando sustentó su tesis8 (imagen 1), aprobada por la mayoría del jurado. Dedicó su trabajo a Mercedes Cabello en reconocimiento de su amistad, con las siguientes palabras:
Señora: Fruto de vuestra elocuente pluma, mi primera inspiración, justo es que la mía os ofrezca hoy su primer ensayo. Las ciencias de la Naturaleza, cuyo desarrollo investigáis con tanto empeño, y cuyas gloriosas conquistas tanto os interesan, son las llamadas a cooperar más poderosamente en la obra gloriosa de nuestra regeneración, y al iniciarse la mujer en sus misterios, realiza nuestra Patria un nuevo e importantísimo progreso. A vos os toca despertar el entusiasmo de la mujer peruana con vuestra ilustrada y persuasiva frase, para que nuestro sexo conquiste aquí los lauros del saber, que hoy son ya su patrimonio en todas las Naciones cultas. Recibid, Señora, este pobre y desaliñado trabajo, como un tributo del amor y respeto que os profesa vuestra entusiasta admiradora. M. Práxedes Muñoz9
En su tesina Margarita analizó las doctrinas científicas del alemán Ernesto Haeckel, desde su intersección con la filosofía. Luego del impacto de la teoría darwinista de la evolución, Haeckel con su interpretación monista había intentado una explicación general de la evolución de la materia desde los elementos inorgánicos y los primeros organismos unicelulares hasta el hombre10. Apoyada en ese esquema y en la tesis de Herbert Spencer, que cimentó firmemente su creencia en la igualdad entre el hombre y la mujer y que las diferencias entre ambos no eran biológicas sino de carácter social. Muñoz encontró la idea de un principio rector que le servirá de base para la interpretación de la realidad.
Al día siguiente de obtener el bachillerato, el Congreso Nacional le aprobaba una pensión de gracia para que pudiese seguir sus estudios de medicina, monto que recibió durante algunos meses de aquel año, aunque ese incentivo no la retuvo en Lima.
De su paso por San Marcos rescatamos dos trabajos de Margarita, uno titulado La gracia y la influencia en el progreso de la humanidad y la Unidad sustancial de la materia o identidad sustancial de los reinos inorgánicos y orgánicos, este último publicado como libro en Lima en 1890.
La lucha por la educación de la mujer en el Perú
La presión ejercida por esta feminista y otras, obligó al gobierno peruano a dictar, en 1908, la ley n.° 801 que autorizaba a las mujeres que cumplieran con los requisitos necesarios a inscribirse en las universidades de la república y posteriormente, si obtenían su título, ejercer la profesión elegida. El camino estaba abierto para que las mujeres pudiesen ingresar a los estudios superiores.
En síntesis, la educación fue una demanda de la primera generación de mujeres ilustradas, cuyos mayores exponentes peruanos fueron Mercedes Cabello, Teresa González de Fanning, Clorinda Matto y Margarita Práxedes Muñoz. No les fue fácil a estas mujeres enfrentar al mundo masculino, pues debieron soportar discriminación, cárcel y hasta el exilio.
De Lima a Santiago de Chile
Luego de ese primer intento de estudiar Medicina en su país, Margarita se estableció en Santiago de Chile a fines de 1890, debido quizá a la incomprensión que debió sentir de sus compañeros en los pasillos de San Marcos. Fue su primer viaje y nunca más regresó a su país; de Chile pasó luego a Argentina y Uruguay.
Fue testigo entonces de la caída del Gobierno progresista de José Manuel Balmaceda, que gobernó Chile entre 1886 y 1891, año que mantuvo una controversia con el Congreso Nacional, que provocó una breve pero sangrienta guerra civil, que tuvo como corolario el suicidio del referido mandatario, en setiembre de 1891.
Mientras asistió como alumna en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, encontró el ambiente propicio para desarrollar sus potencialidades académicas11. Poco tiempo después empezó a trabajar como auxiliar en la Clínica de Enfermedades Nerviosas del doctor Augusto Orrego Lucco, padre de la neuropsiquiatría chilena, donde tuvo el primer acercamiento con esa especialidad, estudiando el tema del histerismo en las mujeres12.
Paralelamente, Margarita se incorporó a los ámbitos intelectuales y políticos de vanguardia que se desarrollaban en la Academia de las Bellas Letras y en la Sociedad de la Ilustración, entablando relaciones con los hermanos Juan y Enrique Lagarrigue, divulgadores de la filosofía positiva francesa con quienes siguió en contacto cuando emigró a Buenos Aires. Años después recordó ese tiempo de la siguiente manera:
Cada día un escogido auditorio, compuesto de médicos, servidores de la nación y comerciantes acude a oír el evangelio del futuro, saliendo siempre con nueva fe en el alma y más segura esperanza en la regeneración humana: Tales son las reminiscencias que me han quedado de la iglesia positivista chilena.13
En 1895 acogió en Chile a su amiga Clorinda Matto, que huía del Perú a raíz de la violência del gobierno de Nicolás de Piérola14. Entre 1889 y 1891 Matto dirigió el respetado semanario limeño El Perú Ilustrado, y escribió una novela de mucho éxito titulada Aves sin nido.
Durante los últimos tiempos de su etapa chilena (1895-1896), Margarita mantuvo un debate epistolar con su compatriota el coronel José Madueño, exgobernador de Iquitos, difusor de las doctrinas de Comte en el Perú y más tarde exiliado en Argentina y luego en España. El exgobernador era un defensor del parlamentarismo en América Latina frente a las dictaduras personalistas y cesaristas, mientras ella señalaba que los parlamentos en Iberoamérica habían sido, en muchas ocasiones, un arma usada por la reacción para agitar a la masa ignorante y derrocar a gobiernos progresistas. Por eso se pronunciaba a favor del sistema de dictadura “vitalicia”, formulado por Comte como la forma de gobierno más adecuada para Latinoamérica15.
La evolución de Paulina
En 1893, en Santiago de Chile, Margarita publicó La evolución de Paulina16, una novela sociológica que relata la vida de la joven Paulina -alter ego de la autora-, pretexto para exponer y comentar las ideas del sociólogo y filósofo francés Auguste Comte. La novela está dedicada al ilustre general peruano, Andrés Avelino Cáceres, ligado como ella a la masonería, con quien volverá a encontrarse en Buenos Aires.
La novela comienza con unas reflexiones que, a modo de una carta están dirigidas a su amiga Estela, en las que le cuenta cómo desde niña ha sentido una profunda inclinación por el estudio y las ciencias, que se han convertido en el motor de su vida.
Paulina experimenta una profunda metamorfosis cuando aparece en su vida un hombre capaz de encarnar sus fantasías. Al leer un artículo sobre geogenia que considera brillante, se enamora del autor, Alberto, y desde ese momento se produce una profunda relación donde se combinan el amor y ciencia. Paulina siente “un dulce estremecimiento [que] vibró en todo mi organismo” y esa sensación la lleva a buscar al futuro amante en un estado de “febril ansiedad”, que “no reconocía más leyes que las dictadas por mi pasión”.
Sin embargo, durante la primera etapa de enamoramiento, su amante la abandona por las tentaciones del mundo parisino. Él es dueño de su tiempo y su fortuna, mientras la protagonista carece de esa libertad y debe restringir sus actividades a la vida privada. Hecho que pone de manifiesto la desigualdad de la mujer con respecto al hombre17. En cuanto al rol de la mujer en la sociedad moderna, la novela pone de presente la idea de la mujer como “ángel guardián del hogar” y otros conceptos por el estilo. La única reivindicación que Margarita hace para las mujeres en ese momento es su derecho a acceder a la educación. Aunque debemos reconocer que, tiempo después, evolucionaría al pasar de la ortodoxia comtiana al feminismo librepensador.
Ante aquel desamor que la enferma, Paulina emprende un viaje por América del Sur durante el cual sostiene un encuentro con un sacerdote jesuita, el padre Esteban, quien le ofrece la respuesta a todos sus males. Formada en la tradición laicista del liberalismo peruano, Muñoz no terminaba de asimilar la reivindicación de la religión del último Comte, aunque hace suya la doctrina de la religión de la humanidad, lo que la distancia de las ideas del filósofo francés.
Sus actuaciones en Argentina
Margarita en Buenos Aires
Como en su novela, Margarita también eligió el camino de un viaje y cabe preguntarse si fue por cuenta del desamor de algún joven chileno o por haber tenido una hija de soltera, tema que no era bien visto en casi ninguna parte y lo que nos permite intuir el grado de marginación que pudo llegar a sentir esta joven en esa situación. Por eso piensa en emigrar nuevamente a un lugar donde fuera posible encontrar mayor libertad de pensamiento.
Su destino: la Argentina a comienzos de 1895, particularmente Buenos Aires, una ciudad cosmopolita que mantenía relaciones con muchos círculos europeos y norteamericanos, atrayendo por este motivo a muchas figuras de las letras americanas, liberales y laicistas.
Era este un momento especial de la república ya que en todos los ámbitos se sentía una euforia inusitada. Había fe en un progreso indefinido y en el campo de las ideas buena parte de ese periodo estuvo influenciado por Darwin, Spencer, Haeckel y Ameghino, entre otros, con el positivismo presente en los círculos intelectuales a través de las voces de José Ingenieros y Alejandro Korn18.
Por otra parte, a medida que avanzaba el siglo XX aparecían las doctrinas destinadas a defender al proletariado emergente que evidenciaba esa fiebre emprendedora que se mostraba por todas partes gracias al incremento inmigratorio. Las ciudades se poblaron de masas de trabajadoras, de perfil político variado, pero caracterizadas por lamentables condiciones de vida, lo que era denunciado por varias escritoras.
El espacio del liberalismo librepensador de cuño anticlerical se sentía en el campo de las letras y en la ciudad de Buenos Aires proliferaban los centros culturales donde convergían grupos de mujeres de un amplio arco ideológico, que iba desde el liberalismo anticlerical hasta las vanguardias obreras. En ese contexto Margarita se sentiría muy feliz y pronto se haría conocida como conferenciante de temas científicos y filosóficos. Invitada por el escritor Carlos Guido y Spano, expuso sus ideas en el Ateneo de Buenos Aires y en el Centro Socialista Obrero del recientemente fundado Partido Socialista, donde pronunció una conferencia titulada “Augusto Comte y el problema social”, en la cual sintetizaba la doctrina comtiana19.
El oficio de escribir
Las mujeres latinoamericanas que en el tránsito del siglo XIX al XX se inclinaron por el oficio de escribir, decidieron crear o participar en distintos medios de prensa, desafiaron las críticas y plantearon sus puntos de vista a los lectores desde distintas posiciones ideológicas. No fue fácil que las tuvieran en cuenta y las leyeran. Varias peruanas se habían destacado en este campo del saber, entre ellas Margarita P. Muñoz, que ya había dado a conocer su primera novela en Chile y en Buenos Aires publicara un folleto de corte anticlerical titulado
Dos mártires del Librepensamiento, centrado en las figuras de dos masones chilenos exiliados en Buenos Aires, el filósofo y político anticlerical Francisco Bilbao Barquín (1823-1865) y el filósofo Eduardo de la Barra Lastaría (1839-1900).
La Filosofía Positiva (LFP)
Entre junio y diciembre de 1898 Margarita dirigió una pequeña revista, La Filosofía Positiva (LFP), que si bien solo publicó siete números, contó con destacados colaboradores, entre otros, Enrique M. de Santa Olalla, Luis Alberto Mohr, el educador tucumano Maximio S. Victoria, defensor de la escuela laica y libre de todo tipo de dogmas, J osé Ingenieros, Alfredo Palacios, Juan Francisco Robinet, Ernesto Delbet, Paul Ritti y los exiliados chilenos Juan Lagarrigue y Zoila Aurora Cáceres20, hija del expresidente peruano Andrés Avelino Cáceres, y el ya mencionado José María Madueño, que envió colaboraciones desde su exilio en España.
También reflejó la actividad y la lucha ideológica que distintos grupos de educadores comtianos o afines venían adelantando desde espacios de poder acumulados en el área educativa de distintos gobiernos provinciales21. En ese orden mantuvo intercambios con la revista La Escuela Positiva de Corrientes, órgano oficioso de la Dirección de Escuelas de esa provincia, editada entre 1895 y 1899, en donde actuaba un grupo comtiano inspirado por Alfredo Ferreira22 y Ángel Bassi.
En las páginas de su revista se celebró la designación de Leopoldo Lugones como inspector general de Escuelas y se denunció la exoneración del comtiano Maximio Victoria de su cargo como director de escuelas de la provincia de Tucumán, fruto de las presiones del clero sobre el gobierno de esa provincia23.
En el último número de La Filosofía Positiva se reprodujo una interesante polémica entre el positivista chileno Juan Enrique Lagarrigue y el joven argentino José Ingenieros alrededor de la guerra hispano-norteamericana. Lagarrigue condenaba la ocupación norteamericana de las colonias españolas en el Caribe y el Pacífico como un acto bárbaro y regresivo dentro de la concepción comtiana del desplazamiento de las soluciones bélicas para las relaciones armónicas entre las naciones. Por su parte, Ingenieros introducía en el análisis de la guerra un esquema de interpretación marxista.
La revista Philadelphia
Pocos meses después vio luz en Buenos Aires la revista Philadelphia, órgano de la rama argentina de la Sociedad Teosófica que se editó mensualmente entre 1898 y 1902. Esta publicación contará entre sus colaboradores con Alejandro Sorondo, Carlos Collet, los jóvenes socialistas Leopoldo Lugones y Alfredo Palacios y con Margarita Práxedes Muñoz, activista de los derechos de las mujeres trabajadoras que, por entonces, adhería al espiritualismo luego de transitar una etapa de anticlericalismo24. Margarita publicó dos artículos, el primero una reseña bibliográfica y doctrinaria de la fundadora de la Sociedad Teosófica, la escritora ocultista rusa Helena Petrona Blavatsky25, y en el segundo, titulado “Una profecía por cumplirse”, expuso un tema que había tratado en una conferencia pronunciada en 1898 con motivo del centenario del nacimiento de Comte, en el que rescató el mensaje universalista de Jesús26.
A partir de este momento comenzó la revaloración que hizo del cristianismo al final de su vida.
La masonería y la logia 8 de marzo de 1895
En Buenos Aires, Margarita se vinculó con un pequeño núcleo de exiliados peruanos que venían huyendo del gobierno populista y proclerical de José Nicolás Baltazar Fernández de Piérola y Villena, apodado el Califa, político peruano que gobernó el Perú en dos ocasiones (1879-81 y 1895-99). El grupo estaba integrado por el expresidente de Perú, general Avelino Cáceres, su hija Zoila Aurora Cáceres, José Arnaldo Porras, Juan Márquez y José María Madueño. Más tarde se incorporarían sus viejas amigas, la escritora liberal y luchadora por los derechos de la mujer Mercedes Cabello de Carbonera y la novelista Clorinda Matto de Turner27. Justamente con ellas comenzó a desarrollar actividades como pionera de los movimientos por los derechos de la mujer en la Argentina y fundaron en Buenos Aires, con el patrocinio del Gran Maestre Tomás Puig Gomes, la primera logia masónica argentina, integrada por mujeres y niñas, titulada el Triángulo de Señoras 8 de marzo de 1895, presidida por Cecilia V. de Vilar en el seno de la Logia Hijos de Hiram28, donde participaría también su hija, Aspasia Muñoz, a la que educó y crio sola, una acción censurable en esa época.
El programa de esta logia era el de luchar por ampliar el trabajo de la mujer en el campo social, diferenciándose de las instituciones católicas de beneficencia. Su acción en el terreno social debía orientarse hacia la filantropía con los desvalidos y a dictar cursos para mujeres y adolescentes sobre ciencias y nociones útiles para la vida social.
La labor de esta agrupación, de gran trascendencia para el desarrollo del feminismo en la Argentina y para el progreso del movimiento librepensador argentino, fue saludada por las revistas masónicas que le atribuían la misión de luchar por la emancipación de la mujer de las garras del clero.
Por su apoyo a la masonería Margarita llegó a ser consejera honorífica del Supremo Concejo del Rito Ecléctico del Río de la Plata, fundado en 1894, designación honrosa por su condición de mujer y extranjera.
El 1.° de febrero de 1896 apareció Búcaro Americano. Periódico de las familias, dirigido por la peruana Clorinda Matto de Turner. La publicación, dedicada a la mujer, buscaba introducirse en el recinto del hogar y como expresó su directora, ser un lugar donde “se recogiera toda la flora literaria que había en América para ofrecérsela a los lectores”. A raíz de los problemas económicos se editó en forma irregular, mensual o bimensualmente, hasta 1908, y en ella tuvieron tribuna numerosas mujeres como Margarita29, así como algunos hombres que estaban a favor de las libertades femeninas.
En síntesis, en su paso por Buenos Aires nuestra biografiada se dedicó al oficio de escribir, reuniéndose con un grupo de mujeres destacadas en la prensa. Editó los artículos “Sobre las doctrinas de Augusto Comte. Respuesta al señor Mariano José Madueño” (1896)30 y “Sobre las doctrinas de Augusto Comte. Segunda carta al señor Mariano José Madueño” (1896).
Publicó los libros Dos mártires del Librepensamiento (1895), Mis primeros ensayos (1902), Devuelvo el obsequio y formulo mi profesión de fe liberal (1907), La novela de Juliano por Dimitry Merejkowsky y Cuatro palabras a los intelectuales (1908).
1902: un nuevo vuelco en su vida
De su libro Mis primeros ensayos, editado mientras vivía en Buenos Aires, en 1902, no es posible hacer referencia porque no se conserva ninguna copia.
Metida de lleno en las actividades de las logias teosóficas, en 1902 Margarita viajó a Montevideo donde dictó una serie de conferencias, al mismo tiempo que comenzó a trabajar con la rama uruguaya de la Sociedad Teosófica. En ese momento la teosofía era el centro de atención de artistas e intelectuales de Uruguay y Argentina pues había un profundo interés por los estudios de la filosofía oriental, el esoterismo y la alimentación natural, temas que la atraían tanto que, en el Ateneo de esa ciudad, pronunciaría la disertación titulada “La Ciencia Esotérica de Oriente”, cuyo punto de partida era el análisis de la antigua religión védica hindú, explicando cómo, en distintas vertientes del pensamiento antiguo, podían encontrarse intuiciones o aproximaciones hacia una verdad superior que condensaba el alma universal, que solo podía presentarse a la humanidad como revelaciones transmitidas en el lenguaje de las religiones y toscas creencias que los hombres ideaban para explicar lo indescifrable. En Uruguay publicó, en 1905, Cartas y conferencias científicas31.
Santiago del Estero en el ocaso de su vida
Muñoz regresó a Buenos Aires en 1905, para trasladarse a vivir al pequeño pueblo de Añatuya, hoy cabecera del departamento General Taboada, en la provincia de Santiago del Estero. A principios del siglo XX era un lugar inhóspito y lleno de carencias materiales, con grandes obrajes para la explotación del quebracho.
En la localidad de La Garza y luego en Añatuya fijó su residencia y un consultorio particular, donde creó, además, una academia mixta para la enseñanza rápida, preocupada por la educación de los niños en esos parajes tan humildes. Era difícil que los enfermos acudiesen a su despacho porque no estaban en condiciones de abonar sus consultas, aunque ella no les cobraba a los más pobres.
Paralelamente se desempeñó como médica de las compañías La Tintina y La Chaqueña, esta última una empresa inglesa nacida como The Forestal Land, Timber and Railways Company Limited, más conocida como La Forestal, dedicada a la explotación del árbol quebracho desde 1906 hasta 196332 Después de esquilmar la riqueza forestal que convirtió en durmientes y carbón de leña que vendía a las empresas ferroviarias, también inglesas33, la empresa se retiró de la provincia de Santiago del Estero en la década de 1930.
Los hacheros ingresaban al monte virgen y se transformaban en seres errantes, vagabundos, dispuestos a cargar sus enseres domésticos y escasas pertenencias. Si contaban con familia habitaban en taperas, asentamientos transitorios, en lo profundo del monte cerrado, sujetos al agotamiento del quebracho. La paga era a destajo, casi siempre con moneda o vales emitidos por la propia empresa que los contrataba, que debían cambiar forzosamente en la proveeduría de la misma compañía. Su trabajo forzado y su mala alimentación propiciaban frecuentes enfermedades y Margarita como médica trataba de aliviar esos males34. Ella atendía a los hacheros con ponderable eficacia, lo que le granjeó el respeto de sus convecinos.
Cuando la enfermedad tenía cierta gravedad los pacientes eran derivados a la ciudad de Tucumán o a Santa Fe, asunto nada fácil en medio de bosques sin caminos. Sumado a la falta de medicamentos y otros elementos que dificultaban la tarea, la doctora además tenía que recorrer grandes distancias para asistir a los enfermos35.
Como escritora polifacética también era reconocida por sus dotes intelectuales. En sus últimos años editó artículos en los periódicos de la capital santiagueña El Siglo y El Liberal36. Y su último libro, titulado Las calamidades del presente. Estudio crítico y filosófico del momento actual, vio la luz en Santiago del Estero en 1908, en el cual hizo referencia a autores católicos como Lamennais, Enrique Sienkiewicz, Cesare Cantú, el abate Constant y el conde De Maistre. En su ensayo describe un cuadro pavoroso que denominó “la disolución, el libertinaje y la anarquía” reinantes de la Argentina de aquel tiempo37.
En el prólogo de Las calamidades habla acerca de la “ley cíclica de las sucesiones” que - permiten albergar la esperanza que el advenimiento de una era de “Verdad y Justicia” pudiera regenerar a la humanidad de su decadencia y vacío de ideales. El libro concluye anunciando un futuro reinado de la fe aliada a la razón:
Margarita que, en sus comienzos había adscrito al liberalismo anticlerical en sus vertientes más moderadas, al final de su vida retrocedía espantada frente a lo que veía como una nueva fuente de intolerancia, pero aún más seria, como el desmantelamiento de un elemento que podía ser central para la evolución de la humanidad hacia formas superiores de civilización.
Conclusión
La participación de unas pocas mujeres peruanas en las aulas universitarias antes de la ley de 1908 fue un hecho decisivo para la apertura de espacios académicos para el colectivo femenino. Y Margarita Práxedes Muñoz fue un ejemplo de que se podía ingresar y concluir los estudios superiores en su país.
En poco más de dos décadas ella realizó su periplo por cuatro países del cono sur, donde fue adscribiendo sucesivamente a diferentes posiciones políticas y religiosas. Su labor intelectual fue intensa, estudió, crio sola a una hija, dictó conferencias y publicó libros y artículos en Chile, Argentina y Uruguay.
Una de sus últimas preocupaciones fue defender el derecho de la mujer para votar y eso la llevó a expresarlo, en 1908, en un artículo en el diario santiagueño El Siglo, donde también reivindicó el derecho de la mujer de actuar en política. Este proyecto sufragista coincidía con la presencia pública de varias mujeres en Argentina que comenzaban a reclamar lo mismo e implicaba el desplazamiento de los límites establecidos por la sociedad patriarcal que las intelectuales latinoamericanas se habían propuesto transgredir. Entre otros conceptos, dijo:
Volvamos la vista a un país esencialmente cristiano, y libre por fortuna de la influencia deprimente del islamismo; veamos lo que sucede ahora en Bélgica, esa monarquía modelo de la Europa civilizada, donde el catolicismo ha sembrado a manos llenas las semillas de las más preciosas libertades. Acaban estas de obtener su más grandiosa coronación con la ley del sufragio que acuerda a la mujer el derecho de elegir y ser elegida, de entrar de lleno en la vida ciudadana, aportando al estado el contingente de sus luces, de su entusiasmo y de su prudencia. (M. P Muñoz, “Los derechos de la mujer”, en El Siglo. Colección de recortes de la señora Maritxu Lafert. Sin indicación de fecha de edición).38
Así celebraba Muñoz la concreción por parte del catolicismo liberal belga de una propuesta que todavía era tabú para muchos de sus excorreligionarios librepensadores y que obviamente no contaba con la simpatía de la Iglesia católica, a la que le atribuía un rol tan importante en el futuro de la humanidad.
Su intensa vida llegó a su fin luego de trabajar durante varios años como médica en los obrajes santiagueños. Falleció víctima de una enfermedad contraída en el desempeño de su tarea como profesional de la salud en la localidad de Añatuya, el 21 de enero de 1909, a los 61 años.
De su muerte informó la prensa uruguaya, como la revista montevideana Apolo, dedicada a la cultura, el arte y la sociología, que lamentó su partida; en su país, ningún medio la recordó. Solo la educadora peruana Elvira García y García, tiempo después, le dedicó unas palabras: “No fue correspondida como merecía... su potencial intelectual, tan rico y espontáneo. Acabó sus últimos días en Buenos Aires, lejos de los suyos, y olvidada por sus compatriotas, que nada hicieron en su obsequio”39.
Invisibilizada durante muchas décadas, Margarita solo ha sido reconocida tardíamente por varios especialistas de las letras en Argentina, Perú y varios países europeos por su temprano rol de escritora de novela y ensayos, y ahora nosotros la rescatamos como la primera universitaria peruana.