Introducción
Los estudios críticos del discurso (ECD) se comprenden como “una empresa multidisciplinaria”3 o como “un campo interdisciplinar”4. Ellos “surgen como herederos del estudio del lenguaje en tanto práctica social en un contexto particular y con interés preponderante en la relación dominación y poder”5. De acuerdo con Vargas6, este tipo de estudios se constituyen en un campo inter y transdisciplinar que ha consolidado una red teórica y metodológica rica y compleja, cuyas raíces se hallan en la lingüística crítica y en otros modelos como la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt (Benjamín, Habermas, Althusser, Adorno, entre los más importantes) y de críticos literarios y filósofos sociales como Bajtín, Voloshinov y Foucault. Este campo se consolidó a partir de 1991 con los trabajos de Wodak, Van Dijk, Fairclough, Kress y Van Leeuwen.
Los estudios críticos del discurso son un campo teórico metodológico de gran importancia en la actualidad para la comprensión de diversos fenómenos discursivos en sus contextos de producción. Se destaca en ellos la concepción científica, compleja y profunda que orienta los análisis discursivos, los cuales incluyen diversos géneros de cualquier tiempo o lugar sobre los que es posible realizar análisis rigurosos y críticos. Sin duda, los estudios críticos del discurso constituyen un enfoque significativo para el examen crítico del discurso histórico, por la relevancia que le dan al análisis de los componentes del discurso, entre ellos, los lingüísticos, los retóricos, los contextuales, los sociales, los culturales y los comunicacionales, y por las diversas rutas metodológicas que ofrecen. Además, los estudios críticos del discurso, como lo han señalado en reiteradas ocasiones Meyer, Van Dijk y Wodak, trascienden la descripción y explicación de los fenómenos discursivos: apuntan a la transformación de las realidades sociales y culturales en favor de las comunidades más vulnerables, de las más necesitadas que son víctimas de la exclusión, el racismo y la pobreza7.
En este marco, en América Latina, algunos investigadores importantes de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México, Venezuela, entre otros, bajo la tutela de Van Dijk, se unen a este gran proyecto académico y científico inicialmente a través del programa análisis del discurso. Entre los investigadores destacados se pueden mencionar: de Argentina, a Elvira Narvaja, Laura Pardo, Irene Vasilachis, Mariana Cacutto; de Brasil, Viviane Melo de Resende, Carmen Aires Gomes, Michelini Tomazi; de Colombia, Neyla Pardo, María Cristina Martínez, Luis Alfonso Ramírez y Sandra Soler; de Chile, Teresa Oteiza, Paulina Meza; de México, María Eugenia Flores, Teresa Carbó, Ana de Fina; de Venezuela, Adriana Bolívar, Pedro Alemán y Martha Shiro. Y según Bolívar8, en el análisis del discurso latinoamericano se presentan las siguientes líneas investigativas: el lenguaje en contextos situados, la actividad lingüística en la interacción, el lenguaje como representación de grupos y el lenguaje en la construcción discursiva de patrones de dominación y resistencia.
Aunque se reconoce que “los analistas del discurso se han interesado bastante tempranamente por el discurso histórico”9, si se comparan los estudios del discurso histórico con otros tipos de discurso, en Latinoamérica son pocos los estudios de esta clase de discurso. Lo anterior puede colegirse con Pérez: “Hacen falta trabajos serios de tropología textual del discurso historiográfico”10. Algunos estudios se hallan publicados en libros y otros en artículos de revistas en especial en la Revista Latinoamericana de Estudios del Discurso.
Respecto de las publicaciones de libros, en el estado del tema sobre el análisis del discurso en Latinoamérica de Mendizábal11 se registran los siguientes trabajos: Narvaja (2006), Análisis del discurso: modos de abordar materiales de archivo. Plantea tres modos de abordar materiales de archivo: análisis contrastivo para delimitar formaciones discursivas, estudio de la conformación de objetos discursivos en el texto y el reconocimiento de operaciones de reformulación discursiva; b) Ponte (1999), Fragilidad de la memoria, representaciones, prensa y poder de una ciudad latinoamericana en tiempos del modernismo; c) Mendoza 1985-1910, su corpus de análisis es la prensa local y las crónicas modernistas; d) Goldman (1992), Historia y lenguaje: los discursos de la Revolución de Mayo; e) Dutra y Mollier (2006), Política, nação e edição: o lugar dos impressos na constcrução da vida política: Brasil, Europa e Américas nos séculos XVIII-XX; f) Mendoza (2006), Crear y sentir lo nuestro: folclor, identidad regional y nacional en el Cuzco, siglo XX; g) Makarán (2014), Paraguay: El nacionalismo y sus mitos. Estudia la mitología nacionalista paraguaya (mitos nacionales más relevantes a lo largo del tiempo) desde una mirada histórica; h) Kraudy (2001), Historia social de las ideas en Nicaragua: el pensamiento de la conquista primera mitad del siglo XVI; i) Olave (2016), La asimilación de la filosofía útil en Nueva Granada: el caso de José Félix de Restrepo, 1773-1791 . Realiza el estudio con base en la microhistoria en movimiento.
Este número es reducido en comparación con estudios de otros tipos de discurso, como el discurso político, discurso social y discurso de medios. Por otra parte, en lo referente a los artículos de revistas, las publicaciones sobre análisis de discursos históricos también son escasas.
Entre las que se pueden destacar tenemos: a) Salazar (1992), a partir de la arqueología de Foucault, ofrece una perspectiva crítica al problema de historia de las ideas; b) Ceruti (2011) se propone revelar la “americanización” del discurso historiográfico-educativo en Puerto Rico mediante el análisis de tópicos, estrategias argumentativo-discursivas y formas lingüísticas; Pérez (2015) busca crear un espacio de reflexión sobre la textualidad historiográfica de Katz a través de un examen semiótico, y propone que se puede hacer un análisis integral de los textos históricos en dos dimensiones, una arqueológica y otra semiótica; c ) Yalta, Robles y Lovón (2022), con base en el enfoque histórico del discurso de Wodak, analizan los discursos del diario Gaceta del Gobierno de Lima Independiente para conocer la representación de los acontecimientos de la independencia del Perú en 1821; d) Franzani (2022), a partir del análisis de discurso multimodal revisa la valoración sobre la ocupación y colonización de la Araucanía en textos oficiales de historia para la educación básica chilena.
1. Análisis crítico del discurso histórico (ACDH)
La propuesta de análisis crítico del discurso histórico que se establece aquí se basa en los modelos sociocognitivo de Van Dijk, el semiótico de Van Leeuwen y el histórico de Wodak, que posibilitan el análisis de los eventos y actores (en esta propuesta, actores socioculturales) representados en el discurso histórico, en especial a partir de categorías como la nominali- zación, predicación y argumentación respecto de tal representación o esquemas argumentativos. Aunque los estudios críticos del discurso se asumen aquí como horizontes teóricos y metodológicos, es posible considerar otros paradigmas, como los estudios decoloniales (ED) y la hermenéutica de Bajtín (HB), como perspectivas que hacen posible comprender los eventos históricos representados en el discurso, en especial sobre la manera en que se concibe y se representa a los otros. El corpus objeto de examen puede estar constituido por uno o más textos históricos12. También es pertinente recomendar el uso de herramientas de análisis de datos textuales; por ejemplo, Spad 4.5, Nvivo, T-LAB 7.5. Finalmente, es pertinente delimitar muy bien el corpus de discursos que se van a analizar.
Cuando se hace referencia al discurso histórico, en este se conciben y representan diversos actores. Para este tipo de discurso se sugiere el concepto de actor sociocultural, concepto más amplio que el concepto de actor social13. Un actor sociocultural, según Vargas14, es un agente-sujeto principalmente colectivo, “portador de rasgos identitarios, de conciencia y de valores culturales, quien realiza acción histórica, la cual transforma el devenir histórico y las realidades espaciotemporales en las que se ve inmerso. Él interactúa en un contexto intercultural”. El contexto intercultural implica la interacción de por lo menos dos culturas que harán posible la constitución de nuevos sujetos de naturaleza intercultural e histórica.
Vargas15 afirma que en los procesos históricos registrados en discursos históricos se hallan representadas las interacciones de los actores socioculturales que pueden ocurrir en dos marcos principales: uno intercultural consensual donde se da el encuentro entre culturas, en el cual los actores actúan según los principios de respeto, solidaridad y reconocimiento de la otredad; aquí las relaciones entre los sujetos pertenecientes a culturas diferentes no son extremadamente conflictivas y se rigen por el entendimiento, la razón y el consenso16. El segundo marco intercultural es el colonial 17 , que se orienta mediante las relaciones de poder y dominación que conducen a la invasión, la confrontación y la violencia; aquí se establece la imposición hegemónica de una cultura dominante o colonizadora que determina relaciones desiguales, la subordinación de otras culturas (colonizadas), “el dominio sobre los otros y sobre las realidades materiales y simbólicas, mediante la colonialidad: ontológica, epistémica, política, económica y lingüística”18; en este marco, los actores socioculturales (colonizadores y colonizados) se ven confrontados de manera violenta en diversos ámbitos; y la cultura hegemónica crea y establece el discurso del poder como un medio esencial en la constitución del mundo colonial.
En lo pertinente a la concepción y representación de los actores socioculturales en el discurso histórico es conveniente advertir con Vargas19 que, pese a que los actores socioculturales se constituyen en agentes sujetos humanos, la representación de estos puede ir más allá de los límites de lo humano a través del uso de estrategias discursivas específicas, entre ellas, el empleo de figuras retóricas como el símil (comparación de personas con animales o fenómenos naturales), la metáfora (objetualización y zoologización de las personas) y la personificación (que transforma en actores socioculturales a fenómenos naturales y a animales); así mismo, se usan otras estrategias discursivas y semánticas para atenuar o enfatizar la presencia y actuación de los actores socioculturales en determinados eventos, registrados en el discurso histórico.
En referencia a la nominalización es conveniente analizar cómo se nominalizan los actores socioculturales representados en el discurso histórico. Para el análisis de los actores socioculturales se pueden adoptar las siguientes categorías de representación de los actores sociales de Van Leeuwen20: la primera es la nominación, la cual posibilita la identidad única de los actores. Según este autor, la nominación puede ser formal, a través de nombres propios y apellidos acompañados o no de títulos honoríficos (por ejemplo, en la nominación de los colonizadores: su Alteza Carlos V 21, su Majestad Fernando de Aragón, Almirante Cristóbal Colón; en la nominación de los colonizados: Cacique Atabaliba, Cacique Careta, Anacaona, Quibian, Moctezuma); semiformal, se utiliza el nombre y apellido (Isabel de Castilla, Gonzalo Jiménez de Quesada, Francisco de Xerez); e informal, cuando se usan únicamente los nombres (por ejemplo, Isabel, Fernando; Cuzco, Guaxcar, Guacanasil).
La segunda es la categorización: es la representación de los actores en términos de funcionalización, es decir, de las funciones que cumplen los actores en campos como el trabajo (por ejemplo, para los conquistadores: gobernador, capitán, soldado; para los colonizados: cazador, pescador, lengua); identificación, que puede ser categorización, la cual incluye factores como clase, raza, grupo étnico, religión, entre otros (por ejemplo, la categorización de los colonizadores europeos: hidalgos, blancos, cristianos; para los colonizados: nobles, negros, caribes, infieles, sodomitas), la identificación relacional (nuestros españoles, indios amigos ) y la identificación física (por ejemplo, destacando rasgos físicos de los colonizados: rubios, barbudos, tuertos, loros) y categorizaciones muy generalizadas (para colonizadores y colonizados: gente, hombre(s), mujer(es)).
La tercera, la exclusión e inclusión, los actores socioculturales, en su representación, pueden aparecer vinculados o no a determinados hechos, acciones o prácticas como sujetos activos o pasivos. Su inclusión o exclusión obedece a intereses o intencionalidades de distinta naturaleza; también se les asocia de manera explícita o implícita a determinadas acciones o comportamientos. La exclusión o la inclusión de los actores se puede llevar a cabo mediante estrategias lingüístico-discursivas como la elisión, la pasivización, la activación, la personalización y despersonalización. Para Vargas22, en general los colonizadores son incluidos en los ámbitos de la civilización, la racionalidad, la ciencia y el cristianismo; mientras que los pueblos prehispánicos son excluidos de estas facultades, capacidades y producciones y creencias humanas.
La cuarta, asimilación e individualización. Según Van Leeuwen23, los actores socioculturales pueden ser representados como personas individuales, individualización, o como grupos, asimilación. La primera se da mediante la singularización (por ejemplo, Francisco Pizarro, Hernán Cortés, Cristóbal Colón; Careta, Bogotá), mientras que la segunda emplea la plurali- zación. La asimilación presenta dos clases, la agregación, cuantifica a grupos en estadísticas, se lleva a cabo mediante cuantificadores definidos o indefinidos; y la colectivización, que se realiza mediante sustantivos colectivos, por pronombres colectivos: nosotros, ellos. La asimilación y la individualización son usadas en el discurso histórico para representar a los actores socioculturales. La primera es predominante en la referencia a los colonizados y la segunda prevalece en la representación de los colonizadores. Estos se identifican en lo esencial con nombres propios (nombres y apellidos), jerarquizados e identificados plenamente, ante todo como sujetos de acciones heroicas en los “descubrimientos” y “conquistas”, mientras que los colonizados son identificados como grupos homogenizados (por ejemplo, indios, indias, naturales, bárbaros, salvajes, infieles).
La quinta es diferenciación e indeterminación. La diferenciación identifica de forma clara a un actor sociocultural de manera individual o grupal estableciendo diferencia entre sí mismo y los otros, entre nosotros (colonizadores) y ellos (colonizados). En el discurso histórico se representa a los actores colonizadores principalmente a partir de la diferenciación con el uso de nombres propios y de títulos honoríficos o de nombres y títulos de oficio (por ejemplo, sacra católica cesárea majestad del invictísimo don Carlos v, almirante visorey, don Diego Colom, Francisco Pizarro, Yo Don Cristóval Colón , el capitán Pedro de Alvarado). Por otra parte, la indeterminación oculta la identidad de los actores, pese a ser representados como individualidades (por ejemplo, un, una, alguien, cualquiera) o como grupos (por ejemplo, algunos, unos ).
En este contexto es pertinente señalar que los colonizados se representan generalmente como indeterminación, a través de los determinantes indefinidos, con nombres colectivos, determinantes indefinidos acompañados de adverbios de cantidad y pronombres indefinidos; incluso por construcciones de determinantes demostrativos y nombres colectivos, o adjetivos y nombres colectivos (por ejemplo, muchos indios, hartos indios, algún indio, algunos indios, algunas indias, unos indios, algunos naturales, muchos naturales, aquellas personas naturales, ciertos pueblos , ciertos indios , tan pocos de ellos , pocos o ninguno , muy pocos indios , muchos contrarios, muchos de ellos, muy muchos, todos los indios, todos del pueblo, todos en general, ciertos cuarecanos, ciertos caciques, una india, un indio, otros indios, contra infieles, grandes idólatras, grandes enemigos, muy crueles, aquellos indios, aquellos bárbaros, indios salvajes, bárbaras naciones, gentes salvajes é bestiales).
La sexta es la sobredeterminación. De acuerdo con Van Leeuwen24, hay sobredeterminación cuando los actores son representados como participantes, a la vez, de más de una práctica social. Para él, las modalidades más comunes de la sobredeterminación son la inversión, en la que los actores se pueden relacionar con dos prácticas que son opuestas entre sí; la simbolización, cuando un actor o un grupo de actores ficticios se representan como actores en prácticas sociales no ficticias; la connotación, cuando una determinación única (nominación o identificación física) se usa para una clasificación o una funcionalización; la síntesis, en esta se combinan la generalización y la abstracción; y la desviación, los actores socioculturales vinculados con ciertas actividades o ciertas características específicas son representados respecto de otras actividades o características propias de otros actores, como en los casos de personificación de animales (esto se aprecia en la representación de perros y caballos que fueron usados por los colonizadores para someter a los colonizados), la zoologización y la objetualización de los seres humanos: estas formas de representación son empleadas para hacer referencia a los pueblos sometidos en los procesos de colonización (por ejemplo, en las crónicas de Indias se hace referencia a los indígenas como perros guerreros, lobos rapaces, alud de bárbaros).
La predicación es un mecanismo lingüístico-discursivo relevante en la representación de los actores socioculturales respecto de lo que se dice de ellos, de su ser y su hacer. “Cómo se hace referencia a los actores, ¿Qué rasgos, características, cualidades y particularidades se les atribuyen?”25. Desde las perspectivas eurocéntricas y euroamericanas, en el contexto de la dominación imperial, los pueblos colonizadores son representados de forma positiva en los discursos históricos respecto de lo que se dice o se predica de ellos, donde se destacan sus cualidades humanas y heroísmo en las batallas de conquista y sometimiento a los pueblos; se destacan las acciones evangelizadoras, civilizadoras y tutelares sobre los pueblos “descubiertos y “conquistados”. Esta imagen positiva se puede apreciar en los siguientes ejemplos: “cristianísimos y muy altos y muy excelentes y muy poderosos príncipes, Rey y Reina de las Españas y de las islas de la mar”, los conquistadores “eran tan sabios como valientes”, “hombres de Dios, os envía a saludar, atento cuán esforzados e invencibles sois, y cómo castigáis a los malos”26.
Los colonizadores, a través de la predicación lingüística, se autorrepresentan en sus discursos históricos como héroes épicos, cristianos cruzados. Por ejemplo, Colón presenta el heroísmo de los cristianos: “Viéndolos venir corriendo a ellos, estando los cristianos apercibidos, porque siempre los avisava d’esto el Almirante, arremetieron los cristianos a ellos, y dieron a un indio una gran cuchillada en las nalgas, y a otro por los pechos hirieron con una saetada”27. En el mismo orden de ideas, Cortés expresa con júbilo: “y con la ayuda de Dios y del re ventura de vuestra alteza, siempre los desbaratamos y matamos muchos, sin que en toda la dicha guerra me matasen ni hiriesen ni un español”28; y su felicidad desborda ante la matanza perpetrada por los conquistadores, “y como viento era muy bueno, quebramos infinitas canoas y matamos y ahogamos muchos de los enemigos, que era la cosa del mundo más para ver”29. Es notorio el tono épico en la crónica de estos dos autores, en la presentación de las gestas cristianas contra los enemigos, contra los indios infieles e idólatras.
Vargas30 dice que un aspecto importante del heroísmo colonizador es que hasta los animales que participan en el sometimiento de los colonizados como héroes cruzados, gracias a estrategias discursivas de personalización (o personificación en términos literarios) y sobredeterminación, caballos y perros, como actores socioculturales adquieren el heroísmo y otras cualidades que son propias de los héroes humanos. Esto se puede constatar en los relatos de varios cronistas. Anglería, Oviedo y López de Gómara destacan el heroísmo canino, elogian a los “perros guerreros”. “Este fue un perro llamado Becerrillo, llevado desta Isla Española á la de Sanct Johan, de color bermejo, y el boço de los ojos adelante negro, mediano y no alindado; pero de grande entendimiento y denuedo” 31. Este perro “con los indios mansos tenía tanto conocimiento como un hombre” y ganaba un sueldo y medio para su amo, incluso fue “piadoso” con una india que le suplicó no le hiciera daño: “no me hagas mal, señor perro”32.
Al contrario, en los discursos históricos de los colonizadores predomina una imagen negativa de los colonizados, soportada en los rasgos y características identitarias imputados a estos, entre los que se destacan: inhumanidad, irracionalidad, inmoralidad, o sea, sus comportamientos censurables. Hay pocas excepciones de imágenes positivas de los individuos sometidos, se trata de quienes colaboran y ayudan a los “conquistadores” en sus empresas de “descubrimientos”, “conquistas” y colonización; por ejemplo, en las crónicas de Indias escritas por autores europeos son catalogados como “indios de paz”, “indios mansos”, “indios pacíficos”, “indios amigos”.
En este sentido, el mito del “buen salvaje” tiene sus raíces en los textos colombinos, en sus descripciones positivas sobre los pueblos prehispánicos. El Almirante categoriza a los indígenas como “gente desnuda”. Desde la percepción de Colón, es gente que carece de todo, de bienes, de razón, de buenas costumbres y de recursos económicos: “me pareció que era gente muy pobre de todo ”33; “gente farto mansa”, seres que no representaban peligro para los conquistadores; “muy rústicos”, eran incivilizados de acuerdo con los parámetros europeos; “muy medrosos”, es decir que eran muy cobardes y no se enfrentarían a los europeos: “Todos los indios huyeron y, huían como veían los navíos” 34 . Sobre las características físicas: “Luego que amaneció, vinieron a la playa muchos d’estos homares, todos mançebos, como dicho tengo, y todos de buena estatura, gente muy fermosa (...) y los ojos muy fermosos y no pequeños (...) Las piernas muy derechas, todos a una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha” 35 . Vargas 36 señala que a partir de estas cualidades “se crea la imagen de ‘buen salvaje’ que algunos cronistas, juristas y teólogos se encargaron de consolidar y mantener durante varios siglos a través de la polifonía discursiva, de la citación de las descripciones que hizo inicialmente Colón acerca de los pueblos que habitaban el Nuevo Mundo que había ‘descubierto’ sin saberlo”.
Es evidente que, en un mundo colonial representado en el discurso desde la perspectiva de los colonizadores euroamericanos, se construye y se da a conocer una imagen negativa de los colonizados para poder justificar la explotación, expropiación, violencia e incluso el exterminio de los pueblos sometidos. En este sentido, Vargas37 señala que en la representación de los pueblos prehispánicos por los cronistas europeos predomina la imagen negativa de los “conquistados” a partir de la predicación lingüística sobre su identidad y de sus acciones. Tal imagen negativa comenzó a ser construida discursivamente desde los textos de Colón y alcanzó niveles críticos a medida que avanzaba la “conquista” y aumentaba la resistencia de los pueblos precolombinos ante la invasión europea.
En contraposición a los colonizados que ayudan a los invasores en las empresas colonizadoras, se encuentran los “conquistados malos”, cuyos comportamientos y acciones son censurables desde perspectivas imperiales, especialmente euroamericanas. Por ejemplo, en las crónicas de Indias sobre los pueblos prehispánicos que resistieron a la “conquista” y colonización se dice que son “indios enemigos”, son “bárbaros”, “feroces”, “crueles” y “salvajes”:
“la gente que habita en estos llanos es grosera, sucia, no esforzada ni hábil” (...) “es cosa muy usada sacrificar hombres, é tan común comer carne humana; aquella gente es amiga de beber sangre humana” 38 . Asimismo, son censuradas algunas acciones y actitudes frente a eventos como las batallas, donde se les considera que “son cobardes como liebres”. Esto se puede colegir en la siguiente cita: Colón partió “al Occidente, más inclinado al Medio día, que primero por descubrir las islas de los caribes”, (...) “los cristianos no eran más de treinta y nueve y trece caballos, se mostraron tan valerosos y valientes, que los indios huyeron” 39 .
La puesta en perspectiva o enmarcado o representación del discurso, es decir, ¿desde qué perspectiva o punto de vista se expresan estas etiquetas, atribuciones y argumentos?, o ubicación del punto de vista de quien habla o enuncia38 39 40. Por ejemplo, el cronista colonizador desde una perspectiva eurocéntrica que ubica a los colonizadores como civilizados, racionales, humanos y de buenas costumbres, concibe a los otros, pueblos sometidos, como bárbaros y salvajes, quienes no alcanzan el nivel humano y la civilización de los “conquistadores”. Esto puede constatarse en el siguiente ejemplo:
los hombres de tierra firme de Indias comen carne humana, y son sodométicos más que generación alguna. Ninguna justicia hay entre ellos; andan desnudos; no tienen amor ni vergüenza; son como asnos, abobados, alocados, insensatos (...) no se guardan lealtad maridos a mujeres ni mujeres a maridos; son hechiceros, agoreros, nigrománticos; son cobardes como liebres, sucios como puercos; comen piojos, arañas y gusanos crudos donde quiera que los hallan; no tienen arte ni maña de hombres (...) hasta diez o doce años parece que han de salir con alguna crianza y virtud; de allí adelante se tornan como brutos animales; en fin, digo que nunca crió Dios tan cocida gente en vicios y bestialidades, sin mezcla de bondad o policía41.
La intensificación y atenuación, “intensificación o atenuación de la fuerza ilocucionaria de las afirmaciones”42. Desde la perspectiva ética y moral de los colonizadores, en el discurso histórico se suelen intensificar los comportamientos y acciones censurables propios de los pueblos sometidos; por ejemplo, en las crónicas de Indias, en algunos casos en que los cronistas representan las acciones de antropofagia de los pueblos prehispánicos lo hacen de manera intensificada, destacando la acción reprobable: “pero, ¡cosa horrenda de oírla!, se cree asqueros obscenos antropófagos han consumido en sus banquetes a miles de hombres. Encontraron los nuestros innúmeras islas paradisíaca, incontables regiones elíseas, arrasadas por aquellos miserables”43. Al contrario, cuando el canibalismo lo realizaron los conquistadores, los hechos representados son atenuados para minimizar su significación y los efectos sobre los receptores del discurso histórico: “cinco cristianos que estaban en el rancho en la costa llegaron a tal extremo, que se comieron los unos a los otros, hasta que quedó uno solo, que por ser solo no hubo quien lo comiese”44. Aquí no se usa la misma fuerza ilocucionaria para representar los hechos sobre la antropofagia que realizaron los “conquistadores”.
Las intensificaciones o atenuaciones de la representación de las acciones o eventos de los actores socioculturales no solo se dan por la fuerza ilocucionaria, sino también por estrategias discursivas como la selección léxica; por ejemplo, cuando los colonizados hurtan objetos o comida a los “indios”, el cronista-historiador usa palabras que denotan la falta punible: los caribes “tienen muchas canuas con las cuales corren todas las islas de India, roban y toman cuanto pueden ” 45. Al contrario, cuando los conquistadores “roban” a los indígenas, no se usa este verbo: “Otro dia fueron á la çabana de Guaçoco, é dio la gente en los mahizales, é truxeron mahiz verde , con que se alegraron Mucho”46. El acto de hurtar se minimiza por “dio la gente en los mahizales”, “é truxeron mahiz verde” no denotan acciones de hurtar.
En este contexto, de acuerdo con Vargas47, las acciones violentas de los colonizadores relacionadas con abusos, acosos y violaciones sexuales contra las mujeres indígenas son minimizadas y naturalizadas por los cronistas. Las mujeres esclavizadas sexualmente por los “conquistadores” son denominadas como “indias de servicio”, “sus indias” e “indias amigas”. Los abusos y violaciones son naturalizados con expresiones como “tener trato con indias”, “dormir con indias”, “haber indias”, “tomar indias”, “rescatar indias”, “pedir indias”, “tomar mujeres” y “servirse de indias”. Esto se puede apreciar en las siguientes citas: “Y en estas partes é Indias pocos chripstianos, é muy pocos digo, son los que han escapado deste trabajoso mal que hayan tenido partiçipaçion carnal con las mugeres naturales desta generaçion de indias”48. Como se puede observar, la expresión “participación carnal con mujeres indias” minimiza y naturaliza los actos sexuales violentos contra las indígenas. “Los de aquesta isla Española son todos bubosos, y como los españoles dormían con las indias, hinchiéronse luego de bubas, enfermedad pegajosísima y que atormenta con recios dolores”49. En la segunda cita, los crímenes sexuales se minimizan y se naturalizan mediante la expresión “los españoles dormían con las indias”.
Esquemas argumentativos, son las argumentaciones que justifican ciertas conductas, actitudes y acciones de los actores en las interacciones y participación en los hechos históricos. Asimismo, es la justificación de la concepción y representación de grupos de actores socio- culturales en el discurso histórico, en particular, “topoi utilizados para justificar la inclusión o exclusión política”. Según Wodak, estos esquemas argumentativos se usan para “justificar y legitimar la exclusión, la legitimación, la discriminación, la supresión y la explotación de otros” 50; por ejemplo, en las Crónicas de Indias, los cronistas usan topoi 51 discursivos que justifican las acciones de los colonizadores europeos en los hechos históricos del “Descubrimiento”, “Conquista” y colonización del Nuevo Mundo. Así, el topoi de las tierras despobladas (tierras habitadas por bárbaros, salvajes e infieles quienes, según el derecho romano y la teología cristiana, no tenían derecho a la propiedad), legitimó la ocupación y el despojo de las tierras a los pueblos prehispánicos, por lo cual “los cristianos pueden, sin cometer delito de hurto, sustraer, arrebatar, invadir, y ocupar los lugares y las tierras de los infieles que no reconocen a la Iglesia o a su dominio”; Alonso de Ojeda “envió a poblar el pueblo que tengo dicho (Calamar)”52. Donde “poblar el pueblo” supone que este pueblo no está habitado por seres humanos o es despoblado de civilizados, porque está ocupado por los “indios bárbaros”.
2. Conclusiones
En el campo de los estudios críticos del discurso latinoamericano es necesario realizar estudios analíticos sobre los discursos históricos, pues es uno de los géneros discursivos que menos se ha examinado en comparación con otros tipos de discursos.
Cuando se trata del análisis crítico del discurso histórico (ACDH), la interdisciplina- riedad es un factor de gran relevancia para el trabajo analítico y comprensivo. Al respecto, paradigmas como los estudios decoloniales y la hermenéutica de Bajtín son de gran ayuda para comprender las interacciones entre colonizadores y colonizados (nosotros/los otros) en el contexto de la colonialidad. La integración de estos enfoques permite trascender la comprensión eurocéntrica y euroamericana del discurso histórico sobre los hechos referentes a las empresas colonizadoras de los imperios desde 1492.
El análisis crítico del discurso histórico requiere tener en cuenta la perspectiva política e ideológica y las relaciones de poder desde las cuales se conciben y se representan tanto los actores socioculturales como su participación en los hechos históricos, así como la concepción y constitución de mundos coloniales soportados por los discursos de los colonizadores.
La comprensión de los hechos históricos en el ámbito del análisis del discurso histórico no puede ser acrítica y apolítica, ello supondría asumir una postura pasiva frente al discurso histórico y frente a los hechos ocurridos en los “descubrimientos”, “conquistas” y colonizaciones que han llevado a cabo los imperios sobre los pueblos sometidos y sobre los eventos que predominan en la representación de los discursos históricos.
El discurso histórico creado por los colonizadores no solo permitió la concepción y representación de los actores socioculturales, las acciones y los procesos de colonización; además, hizo posible la constitución de un mundo colonial. El discurso mediante sus componentes lingüístico-gramaticales, sus estrategias de representación y enunciación, crea realidades. En este caso, el discurso colonial soportado en relaciones de poder y dominación de los “civilizados” sobre los “bárbaros”, “salvajes” e “infieles” facilitó la creación e instauración de un mundo colonial desde 1492.