Introducción
La segmentación de la investigación y la docencia en disciplinas específicas, aunque se origina por la necesidad de generar conocimiento especializado en tomo a diversas áreas, puede traer consigo una riesgosa y poco fructífera separación entre disciplinas cuyos objetos de estudio son convergentes, como ocurre con las que se ocupan de estudiar discursos, entendidos como lenguaje en su contexto de enunciación. Así, hay disciplinas como la lingüística y la semiótica que, si bien permiten un estudio profundo y especializado del lenguaje verbal y de otros tipos de lenguaje, pueden incurrir en prestar poca o quizás ninguna atención al contexto o a los hablantes. En otro extremo, hay disciplinas que se ocupan de estudiar a los humanos y la sociedad en la que conviven, como la antropología, la sociología o la historia, enfocan buena parte de sus esfuerzos en comprender el contexto social, económico, político, cultural, mediático, religioso, educativo, entre otros, que rodea a los fenómenos estudiados, sin reparar demasiado en los discursos por medio de los cuales aquellos se materializan. Para decirlo en pocas palabras, con más frecuencia de la deseada, la investigación, la docencia y la formación en humanidades y ciencias sociales parecen caer en la tentación del estudio de textos (o discursos) sin contexto o de contextos sin texto.
El objetivo general de este trabajo es debatir, a partir de la experiencia directa, sobre el potencial y los desafíos que implica para la investigación, la docencia y la formación en ciencias sociales y las humanidades, la incorporación de la propuesta teórico-metodológica del análisis de discurso en la construcción de objetos de estudio donde se asuma que tienen la misma relevancia la materialización discursiva de los fenómenos y su contexto de enunciación.
Para ello, en primer lugar, se examinan los alcances del concepto de discurso y se revisa su importancia en distintas disciplinas y áreas del conocimiento, tales como lingüística, semiótica, antropología, sociología, historia, psicología, ciencias de la comunicación, ciencia política y en general, cualquier empresa académica que se interese por comprender la forma en que el lenguaje interviene en prácticamente todos los ámbitos de la vida. En segundo lugar, se exponen aspectos epistemológicos que conviene tener en cuenta para analizar discursos, a saber, la complejidad, lo interdisciplinario, lo multiescalar y el contexto. Por último, se ^ exploran algunas de las posibles aplicaciones de esta propuesta teórico-metodológica para aproximarse a distintos tipos de discursos.
¿Por qué analizar discursos?
Como punto de partida conviene examinar el concepto de discurso para clarificar a cuál de sus acepciones nos referimos en estas páginas. En su sentido más amplio y menos técnico, “discurso” significa simplemente “charla” o “conversación”, a veces con un matiz didáctico, similar a “sermón” o “tratado” dirigido a alguien sobre un tema en particular. Este último sentido va a contracorriente de la etimología de la palabra, que se remonta al verbo latino discurrere (discurrir), que alude al fluir de un río o corriente de agua por su cauce. Valiéndonos de esta metáfora, concebimos el discurso como lenguaje que, una vez enunciado, “corre por todas partes”, discurre por diversos cauces o sentidos. Se trata, en consecuencia, de un concepto polisémico (es decir, que tiene distintas acepciones o connotaciones según la perspectiva del observador) que alude al lenguaje puesto en acción, por medio del cual se hace posible que las personas, grupos, comunidades o sociedades interactúen para valorar, construir, percibir, representar o preservar su realidad; establecer relaciones de poder o construir identidades individuales y colectivas2.
Hay polémica entre quienes piensan que el concepto de discurso debería reservarse solo para el lenguaje verbal (ya sea oral o su representación escrita), y quienes afirman (con lo cual coincidimos) que este concepto abarca no sólo lo verbal, sino también lo paraverbal (volumen, entonación, tono, timbre de la voz), lo no verbal (gestos, señales, elementos proxémicos), lo visual (fotografía fija o en movimiento); lo sonoro, lo multimodal y lo semiótico, es decir, cualquier elemento capaz de crear sentido, como el color, el tiempo o el espacio, incluidos aquellos poco codificados en la cultura occidental, como los aromas o los sabores. Como ejemplos de lo anterior podemos referir documentos, conversaciones, testimonios, fotografías, películas, vestimentas, marchas de protesta, notas de periódico, programas de radio o televisión, blogs, tuits, posts, videos de TikTok, memes, etcétera. Por supuesto, cualquiera de los discursos anteriores sólo pueden ser significantes o adquirir sentido al ser captados, reflexionados o expresados por medio del lenguaje verbal, lo cual no invalida la importancia que tiene cualquier elemento cultural que, en conjunto con el lenguaje verbal, contribuye a crear el mundo de signos en el que está tejida la vida humana.
Precisamente por su gran alcance, la palabra discurso tiene un uso ampliamente extendido, tanto en la vida cotidiana como en el lenguaje científico. De hecho, cualquier ámbito de la acción humana puede servir para adjetivar el concepto de discurso; por ejemplo, discurso cotidiano, filosófico, educativo, científico, político, periodístico, religioso, estético, literario, poético, de la moda, de las redes sociodigitales, etcétera.
Por lo anterior, es ineludible que los discursos, en cualquiera de sus modalidades, se hagan presentes ante quienes se interesen por investigar o enseñar a otros a investigar a los seres humanos y a la sociedad en la que conviven. La empresa, sin embargo, no es sencilla, y puede dar lugar a una generalización excesiva o a miradas muy superficiales a los discursos. Para evitar lo anterior, es útil tener en cuenta que un análisis de discurso requiere, como cualquier investigación, la construcción de un objeto de estudio, es decir, definir con precisión qué, cómo y desde dónde pretendemos conocerlo, diagnosticarlo o comprenderlo. De acuerdo con Bourdieu, Chamboredon y Passeron3, un objeto de estudio está conformado por tres elementos: lo empírico o la realidad observable, lo metodológico o la forma en que nos aproximamos a esa realidad, y lo teórico o la red de conceptos y teorías que nos permiten percibir, observar o valorar dicho fenómeno.
Por tratarse de algo tan omnipresente como el lenguaje en su contexto de enunciación, es inexorable que el discurso, en sentido amplio, figure al menos como uno de los componentes de cualquier objeto de estudio. Así, por ejemplo, en cuanto al componente empírico, no parece exagerado afirmar que cualquier hecho social observable puede materializarse en discursos: conversaciones, opiniones, tradiciones, ritos, leyendas, saberes, costumbres, supersticiones, refranes, información masiva, campañas políticas, clases en el aula, interacciones cotidianas, producciones audiovisuales, reuniones, mítines... La lista de fenómenos sociales observables materializados en diversas formas de lenguaje es interminable. En cuanto a los otros dos componentes de un objeto de estudio, lo teórico y lo metodológico, el análisis de discurso se define precisamente como una propuesta que abarca ambas dimensiones, al plantearse como esencial recurrir a conceptos, teorías, enfoques, técnicas o instrumentos de investigación que permitan aproximarse al lenguaje, su estructura, su función o sus efectos en la vida social, para lo cual es necesario fijar la mirada en los niveles sintáctico, semántico y pragmático, que a continuación explicaremos brevemente.
La clasificación de sintáctico, semántico y pragmático proviene de la semiótica según la desarrolló Charles Morris, quien propuso que los signos deberían comprenderse a partir de tres niveles. En primer lugar, el nivel sintáctico, que abarca las relaciones entre signos sin tomar en cuenta el objeto al que aquellos se refieren o a sus intérpretes; pertenecen a este nivel las reglas gramaticales; la estructura, organización o combinación de los elementos de la oración, como los sustantivos, verbos, adjetivos, adverbios, o de sus funciones, tales como sujeto, predicado, objeto directo o indirecto; o las variaciones en diferentes dialectos, registros o estilos de habla, sin importar quien las emplee4. En segundo lugar, el nivel semántico, que estudia el significado de las palabras, frases, oraciones o, en general, estructuras lingüísticas en contextos determinados; a este pertenecen las definiciones de las palabras en un diccionario o las traducciones en diccionarios bilingües. Por último, el nivel pragmático, que se ocupa de “todos los fenómenos psicológicos, biológicos y sociológicos que se presentan en el funcionamiento de los signos”5, y que en conjunto determinan los sentidos que el lenguaje genera en sus usuarios. Si bien el nivel pragmático es el punto de partida necesario para analizar discursos, no se puede desligar de los dos niveles anteriores, pues la forma en que se construyen y transmiten sentidos depende de aspectos sintácticos y semánticos tales como la selección léxica o el orden de palabras en la oración. En todo caso, analizar discursos implica un constante ir y venir entre el lenguaje y sus niveles, y ello no requiere necesariamente de una formación lingüística especializada, sino que puede ser suficiente la observación atenta, el registro y la sistematización meticulosa de elementos detectados en un discurso, por nimios o intrascendentes que nos parezcan; planteemos, a manera de ejemplo, algunas preguntas: ¿por qué alguien, para referirse a sí mismo, emplearía la primera persona en singular (“yo”) m u optaría por emplear el plural (“nosotros”)?; ¿por qué alguien eludiría mirar a los ojos a su interlocutor?; ¿por qué se elige una palabra en lugar de otra?; ¿por qué una fotografía se tomó o se publicó con un encuadre específico en lugar de otro?; ¿por qué se elige un color u objeto distintivo específico para identificar un movimiento social?; ¿cómo se elige un nombre de usuario en redes?; ¿por qué en algunos ámbitos se concede demasiada importancia a un título profesional, de tal suerte que se vuelve parte integrante del nombre de una persona?
Ante la presencia avasalladora del lenguaje en los fenómenos de la vida social, es lógico que diversas ciencias incorporen los estudios del discurso entre sus tareas, lo cual implica tejer puentes entre el lenguaje y su contexto entre quienes han sido formados o buscan formar a otros en diversas disciplinas. Así, los lingüistas, aunque tienen como principal ocupación el estudio del lenguaje, no deberían dejar de lado la importancia de las condiciones de enunciación, los efectos sociales del lenguaje, la forma en que el lenguaje interviene en la construcción de relaciones de poder o de identidades. Para esto es necesario ir más allá del lenguaje y sumergirnos, hasta donde sea posible, en las condiciones en que fue enunciado, es decir, cómo ha sido usado, qué formas de comportamiento, acción social o vida humana se relacionan con su uso; qué factores sociales y culturales han propiciado cambios en su estructura y sus funciones; cómo se transforman sus reglas de uso; cómo se significan o resignifican los signos que lo componen, lo cual implica atender el nivel pragmático del lenguaje, que requiere, como sugiere Jef Verschueren en Para entender la pragmática, ver el lenguaje desde una perspectiva diferente6.
Por su parte, la semiótica, en cuanto ciencia que se ocupa del estudio de todos los signos, no se restringe a la materialidad verbal, sino que se ocupa también de gestos, objetos, escenarios o imágenes capaces de producir sentidos, es decir, generar procesos de semiosis. Ningún signo puede ser ajeno al conjunto social en el marco del cual se produce y se recibe, lo cual supone para la semiótica una empresa compleja que no solo debe refugiarse en los hallazgos de la lingüística para comprender los niveles del lenguaje (sintáctico, semántico y pragmático), sino que debe también recurrir a otras disciplinas que le permitan aproximarse a los contextos que dotan de sentido a los signos analizados. Resulta así pertinente reflexionar sobre cómo las ciencias sociales y las que se ocupan del lenguaje pueden establecer relaciones de ayuda mutua.
La antropología, concebida en sus inicios para ocuparse de forma holística del estudio del ser humano, transitó cada vez más hacia preocupaciones más acotadas, aunque no por ello fáciles de delimitar, como la cultura, los ritos, las tradiciones, los sistemas de parentesco e, inevitablemente, el papel del antropólogo, a su vez definido por su propia cultura, lenguaje y signos, en su afán por comprender otras formas de vida. De hecho, en la clase inaugural que en 1960 Claude Lévi-Strauss pronunció en el Colegio de Francia al asumir la cátedra de Antropología Social, recordó que Ferdinand de Saussure7, fundador de la lingüística moderna, avizoraba la creación de la semiología o ciencia de los signos en la vida social, tarea que por entonces todavía estaba pendiente. Ante ello, Lévi-Strauss concibió “la antropología como el ocupante de buena fe de ese dominio de la semiología que la lingüística no ha reivindicado como suyo”8.
Cualquier revisión somera sobre la antropología y sus campos de estudio lleva a pensar en la importancia de fijar la mirada en el lenguaje, en comprender que resulta fundamental para comprender cómo funcionan los humanos en sociedad. Al hacer etnografía, estrategia metodológica por excelencia de la antropología, es imposible no tener presente que el lenguaje se convierte en un elemento mediador entre quien se ocupa de la antropología y los sujetos estudiados, ya sea que se materialice en discursos recopilados (documentos, objetos) o construidos (entrevistas, testimonios, historias de vida, conversaciones informales o registros de observación participante). No obstante, aún subsiste cierta renuencia para pensar en los discursos como parte de objetos de estudio antropológico y asumir que su estudio es preocupación casi exclusiva de la lingüística y, si acaso, de la semiótica.
En el caso de la sociología, fijar la atención en la dimensión discursiva de la interacción humana permite una mejor comprensión de temas como la organización, relaciones y jerarquías sociales; en cómo inciden las estructuras sociales en el comportamiento individual; cómo se originan las transformaciones o movilizaciones sociales, ya sea presenciales o digitales; cómo se ejerce el poder en todos los niveles, incluido en la vida cotidiana; cómo interviene la cultura o la política en la conformación de identidades. Las evidencias empíricas que permiten al sociólogo acercarse a los temas de su interés se materializan en discursos, que pueden ser recopilados o construidos como producto del trabajo de campo, tales como documentos, materiales hemerográficos, literarios, entrevistas, sondeos, encuestas o, más recientemente, el gran alud de materiales almacenados de manera virtual en páginas web, blogs o redes sociodigitales. El estudio de estos materiales puede allanarse al recurrir a conceptos teóricos provenientes de la lingüística o la semiótica, que permitirían conocer de manera cercana los procesos por medio de los cuales se construyen sentidos sociales.
En cuando a la historia, como bien propone Paul Ricouer9, para los historiadores todo es susceptible de convertirse en documento: “listas de precios, gráficas, registros parroquiales, testamentos, bancos de datos estadísticos, etc. Se convierte en documento todo aquello que puede ser estudiado por un historiador con la idea de encontrar en ello una información sobre el pasado”. Todos estos documentos pueden ser mejor interpretados si se recurre al análisis de discurso, para una mejor comprensión de las evidencias discursivas que, consciente o inconscientemente, cada persona, grupo o comunidad proyectan en sus palabras; es decir, en su lenguaje puesto en acción. Pese a ello, las fuentes a partir de las cuales se reconstruye la historia no siempre son valoradas en su dimensión discursiva. Un caso muy ilustrador de lo anterior se advierte, por ejemplo, en los estudios de la prensa como fuente de análisis; más allá de pensar en un diario como un registro de datos para reconstruir qué ocurrió, cuándo o dónde, el escrutinio riguroso de la información hemerográfica ofrece evidencias muy valiosas sobre aspectos tales como las relaciones de poder o la construcción de identidades o de procesos de memoria colectiva.
Para la psicología social, ocupada en comprender como los pensamientos, los comportamientos, las valoraciones, las emociones o los sentimientos son construidos socialmente, el análisis de discurso, ya sea que se trate de entrevistas, testimonios de vida, registros de trabajo de campo, exploraciones psicoanalíticas, es una valiosa herramienta teórico-metodológica para comprender como cualquier fenómeno aparentemente individual está determinado socialmente.
La ciencia política es otro campo donde el análisis de discurso tiene gran potencial. Para comenzar, la actividad política no tiene otra forma de expresarse que no sea mediante discursos: documentos, consignas, minutas, desplegados, decretos, manifiestos, etcétera, dan cuenta de los diversos procesos y actores relacionados con el devenir político de una sociedad y sus formas de gobierno: democracia, autoritarismo, nacionalismo, empoderamiento, sociedad civil, procesos electorales, Estado, gobernantes, gobernados. Asimismo, los textos construidos como resultado del trabajo de campo con las comunidades estudiadas, por ejemplo, entrevistas o historias de vida, arrojan información muy valiosa por medio de una aproximación científica a los discursos en los que se materializan.
Ahora bien, en los párrafos anteriores y con fines meramente expositivos, dimos cuenta por separado de distintas disciplinas y sus posibles relaciones con el análisis de lenguaje. Ninguna disciplina podría abordar, por sí sola, el estudio del discurso; al menos no hay registro formal de algo llamado discursología o discursótica. Es lógico pensar que no exista una ciencia tan ambiciosa: “el discurso es un concepto tan complejo que para ocuparnos de él es preciso recurrir a las aportaciones de la filosofía del lenguaje, la lingüística, la semiología, la antropología, la sociología, la historia, la psicología social o la crítica literaria”10. Es perjudicial, como bien recuerda Patrick Charaudeau, que los defensores de una disciplina mantengan una actitud negacionista en relación con las disciplinas conexas que analizan los mismos fenómenos; “ningún fenómeno pertenece de manera exclusiva a una disciplina, y ninguna disciplina puede pretender agotar por sí sola la comprensión del fenómeno”11.
Si, pese a lo anterior, algún antropólogo, sociólogo, historiador, psicólogo social o politólogo siente cierta fragilidad ante el hecho de tener que analizar discursos, argumentando que sus intereses académicos están más cercanos a conceptos como ideología, percepción, poder, identidad, construcción social de la realidad, representaciones sociales, memoria social o percepción, una rápida revisión de estos nos hace advertir que no se trata más que de formas camaleónicas en las que el discurso se hace presente.
Ideología
Comencemos con ideología, concepto muy valioso para la antropología, la sociología o la historia, que alude a formas de pensamiento asumidas como verdaderas o válidas por una sociedad o cultura determinadas, a conocimientos o valoraciones que se dan por hecho, son parte del sentido común y no generan disputas significativas. La experiencia que las personas almacenan sobre el mundo que les rodea, permeada por sus sistemas de valores, se materializa en lenguaje. Por medio del lenguaje las ideologías se producen, se reproducen y se hacen observables; por lo tanto, el análisis del lenguaje puesto en acto es parte necesaria de toda tentativa de estudiar los procesos ideológicos, para lo cual se requiere de perspectivas que permitan identificar las presuposiciones en las que se basan los discursos y que, por ende, permitan reflexionar sobre las causas subyacentes de los fenómenos que estudia. Todos los componentes de un discurso están relacionados como parte de un sistema, “son parte de una teoría o ideología, es decir, de un sistema de conceptos y de imágenes que son una manera de ver y de aprehender las cosas, y de interpretar lo que se oye o se lee”12. En este sentido, si para un objeto de estudio se considera relevante el concepto de ideología, el análisis de discurso puede ser un valioso aliado teórico-metodológico.
Percepción
En cuanto a la percepción, es sabido que diariamente recibimos centenares o miles de estímulos, pero solo somos conscientes de una mínima parte. Esto no se debe a un fenómeno estrictamente individual, sino que responde a determinantes culturales. Así, por el hecho de pertenecer a una cultura o grupo específico, cada persona aprende a filtrar de manera selectiva muchos estímulos y percibir solo unos cuantos. Para aproximarnos a la forma en que los individuos perciben su realidad, el acercamiento a lo discursivo es clave, pues funciona de una manera muy interesante para llevar nuestra atención hacia ciertos elementos socialmente relevantes, en cuanto nos lleva a minimizar o incluso invisibilizar otros.
Poder
Otra forma muy poderosa de pensar en los efectos del lenguaje en acción es el poder. Si examinamos evidencias empíricas de naturaleza discursiva es posible aproximarse a los complejos procesos en virtud de los cuales el poder se ejerce, se busca, se disputa, se resiste en una multiplicidad de niveles: individual, cotidiano, grupal, institucional, nacional, global. Analizar discursos permite comprender cómo el lenguaje interviene para que los hablantes se posicionen a sí mismos o a los demás en relaciones de poder, asuman roles de autoridad, muestren supremacía o inferioridad con respecto a otros y, en suma, pongan en juego dinámicas de poder, incluso hacia ellos mismos, como explicaba Michel Foucault al acuñar el concepto de tecnologías del yo, por medio de las cuales los individuos efectúan, por cuenta propia o con ayuda de otros, operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta o cualquier forma de ser, “obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad”13. Comprender estas diversas dinámicas de poder es un elemento que suele estar presente en discplinas como la antropología, la sociología, la historia o la ciencia política.
Identidad
La identidad es otro fenómeno que no se puede comprender sin referirse al lenguaje, por medio del cual, en toda interacción social, las personas son aceptadas, reconocidas, apreciadas, imitadas o rechazadas. De acuerdo con Gilberto Giménez14, la primera función de la identidad es marcar fronteras entre nosotros y los otros, por medio de rasgos culturales distintivos, que se materializan en discursos: habla, gestos, expresiones, formas de vestir, marcas corporales. Stuart Hall también permite ver la imposibilidad de separar identidad y discurso, pues “las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él, debemos considerarlas producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el interior de formaciones y prácticas discursivas específicas, mediante estrategias enunciativas específicas”15.
Por lo anterior, el análisis de discurso se erige como una propuesta con gran potencial para la antropología, la sociología o la psicología social.
Construcción social de la realidad
Otro concepto muy valioso para las ciencias sociales es el de la construcción social de la realidad, acuñado por Peter Berger y Thomas Luckmann, el cual propone que la realidad como tal no existe, sino que deviene de los diversos conocimientos y su socialización en la vida cotidiana. Por medio del lenguaje la vida cotidiana adquiere significado, nombramos el lugar en el que nacemos o vivimos, denominamos las cosas que utilizamos, el vocabulario que empleamos interviene en las relaciones que establecemos, “marca las coordenadas de mi vida en la sociedad y llena esa vida de objetos significativos”16- Uno de los efectos de esta construcción social de la realidad es determinar lo que para cada grupo o sociedad es útil, agradable, importante, bueno o malo. Estas interpretaciones y valoraciones se transmiten, descubren o construyen por medio del lenguaje y por diversas vías, ya sea la familia, la sociedad, la escuela, los medios de comunicación, las redes sociodigitales, las instituciones. El análisis de discurso es un valioso mirador para aproximarse a dicha realidad socialmente construida.
Representaciones sociales
Las representaciones sociales se desarrollaron inicialmente en el campo de la psicología social, desde donde han transitado a muchas otras disciplinas. Se trata de una propuesta teórico-metodológica para comprender la forma en que se generan conocimientos, se captan las informaciones transmitidas por los medios, se desarrolla el conocimiento espontáneo, ingenuo o de sentido común y se elabora y comparte por la tradición o el conocimiento práctico. Estos procesos se expresan en actos y en palabras, en formas de vivencia, en discursos, en intercambios dialógicos, en afiliaciones y en conflictos17, todos los cuales pueden ser develados al analizar los discursos.
Mencionemos, por último, el concepto de memoria, especialmente el de memoria social, para advertir que el discurso es un camino insustituible para aproximarse a la forma en que las sociedades construyen su memoria, asociándola con eventos, objetos y emociones, los cuales, para ser compartidos entre los miembros del grupo social requieren ser materializados en lenguajes. Como señala Paul Ricoeur, la memoria es “nuestro único recurso para significar el carácter pasado de aquello de lo que declaramos acordarnos... no tenemos nada mejor que la memoria para significar que algo tuvo lugar, sucedió, ocurrió, antes de que declarásemos que nos acordamos de ello”18. Y la memoria se materializa en los discursos que producimos, compartimos o recibimos.
Por todo lo anterior, se reafirma que el análisis de discurso, visto en un sentido amplio e interdisciplinario, representa una propuesta teórico-metodológica valiosa para el conjunto de las ciencias sociales. Desde luego, no es tarea sencilla abordar el estudio del lenguaje en su contexto y se requiere tener presentes varios aspectos, que abordaremos en el siguiente apartado.
¿Cómo analizar discursos?
Para comenzar, hay que tomar en cuenta algunos señalamientos básicos y generales. En primer lugar, debemos recordar que el análisis de discurso es una metodología cualitativa, por lo cual es imposible negar la presencia del investigador, quien sólo puede confrontarse con los discursos a partir de su propia experiencia, percepciones o sistemas de valores. En segundo lugar, los resultados de cualquier análisis de discurso no son medibles o cuantificables. En tercer lugar, no existen reglas precisas para recoger, recopilar, analizar o interpretar los materiales. Por último, no se tiene que ser lingüista o experto en semiótica para analizar discursos, aunque sí es útil tener por lo menos una noción de cómo opera el lenguaje en sus diversos niveles (sintático, semántico y pragmático) para guiar nuestra curiosidad al confrontar discursos.
Una vez que se tiene la convicción de la necesidad de analizar discursos como una vía para conocer el contexto que los produjo y al cual contribuyen a modificar, y considerando la naturaleza interdisciplinaria de esta tarea, es muy probable que la desesperación se apodere 138 de quienes se ocupan del lenguaje y no sepan cómo aprehender el contexto y por otro lado, de quienes se ocupan del contexto y se pregunten cómo someter el lenguaje a un examen riguroso. Para ello nos centraremos en dos aspectos inherentes a cualquier discurso, y que pueden allanar la tarea de quienes pretendan analizarlos: quiénes son los actores de los discursos y cuál es el género discursivo, entendido como la relación entre el lenguaje y todas las esferas de actividad humana.
No se puede analizar un discurso sin identificar a las personas, actores o sujetos relacionados con este, es decir, quién o quiénes enuncian y a quién o quiénes se dirigen los enunciados. Es útil invocar a Émile Benveniste19 y el planteamiento central de la teoría de la enunciación: todo acto de comunicación es irrepetible, pues se produce en un aquí y en un ahora. Para comprender su posible sentido es fundamental tener en cuenta estos componentes. Puede haber variaciones en la forma en que se designa al enunciador (por ejemplo, hablante o emisor) o a quienes se dirigen los enunciados (por ejemplo, interlocutor, enunciatario u oyente) y que pueden estar o no presentes en el momento en que se da a conocer ¿el discurso? El tema de los actores del discurso no es sólo un registro automático de quién habla y a quién le habla, sino que implica reflexionar cómo y en qué escenario se construye a la persona, tanto gramaticalmente (por medio de palabras) como por medio de imágenes y otros elementos semióticos. De esta forma, podríamos disponer de importantes elementos para saber si el discurso refiere a actores individuales, colectivos, presentes, pasados, reales, virtuales, imaginarios, ideales; de igual forma, podríamos disponer de información sobre los escenarios en los que se sitúan, y que más adelante podrían ofrecer información importante respecto a cómo se construyen elementos tales como la ideología, la identidad o el poder.
En segundo lugar, al analizar discursos es muy útil pensar en el concepto de género discursivo, que debe mucho a las aportaciones de Mijail Bajtín, quien señala que “Cada enunciado separado es, por supuesto, individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos”20. La riqueza y diversidad de los géneros es tan inmensa como las posibilidades de la actividad humana, pues en cada esfera de la praxis hay todo un repertorio de géneros discursivos que se diferencian y crecen a medida que se desarrolla y complica la esfera misma.
El propio Bajtin ofrece, a manera de ejemplo, un inventario de la heterogeneidad que supone el concepto de géneros discursivos, tales como las réplicas del diálogo cotidiano, órdenes militares estandarizadas, oficios burocráticos, novelas... Este listado puede volverse interminable e infinito si tomamos en cuenta la diversidad de géneros que han resultado como consecuencia de la incesante y creciente interacción digital que caracteriza al siglo XXI. Bajtin propone diversas formas de clasificar los géneros, por ejemplo, primarios o secundarios, o relacionados con su materialidad o con los medios por los cuales se transmiten, o las unidades temáticas a los estilos a los que pertenecen.
Bajtín asegura categóricamente que si no existieran los géneros discursivos y no los domináramos, y si tuviésemos que crearlos cada vez dentro del proceso discursivo, libremente y por primera vez cada uno, “la comunicación discursiva habría sido casi imposible”21. Cabría añadir que, si no existieran los géneros discursivos, el análisis de los discursos sería casi imposible, pues al pensar que cada discurso no es una entidad aislada, sino que forma parte de un conjunto mayor, creado o modificado en un contexto social específico, avanzaríamos en la tarea de clasificar y sistematizar, que resulta muy valiosa para analizar discursos.
Además de considerar a los actores del discurso y el género discursivo al cual pertenecen, es muy útil que al acometer el análisis de discurso se atiendan tres aspectos consustanciales a este: la complejidad, lo multiescalar y el contexto, de las cuales nos ocuparemos a continuación.
La complejidad
Sin duda, se trata de un concepto frecuentemente invocado, no solo en las ciencias sociales sino en general en cualquier campo disciplinario. Como es evidente, la complejidad alude a lo complejo, lo cual se define desde el principio como algo compuesto por muchos elementos o aspectos y que, por ende, puede ser difícil de comprender o resolver. En este sentido, el ser humano, los productos culturales, los grupos o las sociedades son, por definición, complejos, como lo es, sin duda alguna, el mundo en el cual vivimos. Basta pensar en la acelerada irrupción tecnológica que ha transformado las formas de interacción en la vida cotidiana, donde lo presencial y lo digital se funden en mundos difíciles de separar entre sí, y que dio lugar a la acuñación del concepto on life, propuesto por Luciano Floridi22, para aludir a una realidad de humanos hiperconectados, donde se desdibujan distinciones entre lo real y lo digital, o entre humanos máquina y naturaleza, como lo ha probado recientemente el advenimiento de la inteligencia artificial. En un mundo complejo, no cabe reducir las relaciones entre elementos a sistemas aislados, fijos o binarios, sino que resulta más conveniente pensar que la realidad está formada por procesos y redes complejas, en constante estado de cambio.
Al hacer un breve recuento de los efectos de la complejidad, vemos cómo se desdibujan las fronteras entre lo público y privado, entre lo individual y lo colectivo, entre lo global y lo local, o entre lo digital y lo presencial. El constante y radical avance de la tecnología en distintas áreas de la vida implica cambios drásticos en las formas diversas de percibir y vivir el tiempo y el espacio. En consecuencia, se transforma también nuestra manera de entender los fenómenos que, lejos de ser delimitados, definidos, finitos o verificables, se tornan dinámicos, flexibles, no lineales, adaptativos, lejanos al equilibrio. En esta nueva manera de entender el mundo, las fronteras disciplinarias pierden razón de ser.
Para comprender el mundo complejo se requiere un pensamiento complejo. En Social Semiotics for a Complex World, Bob Hodge argumenta que el lenguaje, el sentido y la sociedad están llenos de formas complejas, que a su vez incluyen sistemas y redes; sus relaciones con los otros sistemas son también complejas y dan lugar a formas no lineales de causalidad; el todo tiene efectos que no pueden predecirse de la relación entre lo individual, y lo individual tiene diferentes propiedades y efectos como resultado de ser parte de un sistema complejo23.
El análisis del discurso desde las perspectivas de la complejidad permite mirar los fenómenos sociales como sistemas dinámicos, interconectados, no lineales. El lenguaje, sobre 140 todo a la luz de la constante emergencia y apropiación de nuevas formas de interacción digital, requiere ser abordado desde enfoques que permitan captar la forma en que los actores transforman y rediseñan constantemente los géneros discursivos, en función de las condiciones siempre cambiantes, interconectadas y emergentes de la esfera cotidiana, cultural, política, mediática y digital.
La dimensión multiescalar
La complejidad implica también la necesidad de pensar en perspectivas multiescalares. Bob Hodge24 propone que si el sentido se construye por medio del lenguaje en diversos niveles, que van desde lo más pequeño hasta lo más grande, el análisis de discurso tendría que ser capaz de captar todos esos rangos. De igual forma, las fuerzas sociales actúan en todas las escalas sociales, por lo cual se precisa incorporar perspectivas multiescalares. Los fenómenos no ocurren de manera aislada, sino que están relacionados con factores que operan en diferentes niveles, que pueden ir desde lo individual y local hasta lo regional o global, considerando estructuras amplias, tales como los sistemas socioeconómicos, políticos o culturales. Fenómenos como el estudio de la migración, la desigualdad económica, la discriminación, el racismo, la interacción en redes sociodigitales, la construcción de identidades y, desde luego, los discursos en los que se materializan todos estos fenómenos, adquieren mayor sentido si se les concibe como parte de interconexiones complejas e interrelacionadas en muy diversas escalas.
El análisis de discurso debe ser capaz de considerar distintos niveles. Por ejemplo, en un nivel macro, habría que atender los grandes patrones discursivos a partir de los cuales se construyen sentidos, tales como sistemas de pensamiento, sistemas socioeconómicos, formas de creencias, valores, normas, prácticas, costumbres o géneros discursivos característicos de un grupo social, y que se transmiten entre generaciones por medio de procesos como socialización y aprendizaje. Por cuanto en niveles micro, una conversación, una palabra, una señal, una imagen, un objeto o una conducta específica no están desvinculados de niveles mayores; quizás no son su réplica exacta, pero contrastar lo macro con lo micro nos permitirá identificar cómo se generan cambios y resistencias, cómo se van desplazando las formas de ejercer poder, cómo se articulan nuevas formas de resistencia, cómo se forman contradicciones entre lo social y los fenómenos individuales observados; cómo los fenómenos a gran escala pueden modificar los fenómenos individuales o cómo todos se interconectan. Hablar de una perspectiva multiescalar supone, en resumen, intentar ver tanto los grandes patrones o sistemas culturales como los hechos aislados (y la posible gama de fenómenos entre uno y otro extremo) y buscar posibles relaciones, interconexiones y contradicciones.
El contexto y su relevancia
Los fenómenos sociales y, por ende, los discursos, solo adquieren sentido si se toma en cuenta el contexto de enunciación; como sostuvieron Watzlawick, Bavelas y Jacson al sentar las bases de la comprensión de la comunicación humana, “un fenómeno permanece inexplicable en tanto el margen de observación no es suficientemente amplio como para incluir el contexto en el que dicho fenómeno tiene lugar”25. Hasta aquí, parece una tarea fácil: para comprender el sentido de algo, hay que tomar en cuenta su contexto; sin embargo, en la práctica las cosas son un poco más complejas, pues se plantean interrogantes tales como cuál es el contexto específico de un fenómeno, con qué otros fenómenos se relaciona. Con frecuencia, al hacer análisis de discurso se piensa que la reconstrucción del contexto se limita a una tarea mecánica, para la cual bastan algunas destrezas computacionales para seleccionar hechos, episodios, acontecimientos, tramas o eventos relacionados con los discursos analizados. Por el contrario, reconstruir el contexto remite a una fase analítica donde el investigador debe reflexionar una y otra vez en los discursos que analiza, identificar las circunstancias, situaciones o hechos que lo rodean, las condiciones de producción, recepción y apropiación que le permitan aproximarse a sus posibles sentidos.
El contexto puede referirse tanto a aspectos culturales (normas, valores, creencias, símbolos o prácticas compartidas por un grupo social); aspectos sociales (la forma en que se estructura y organiza la sociedad, cómo se distribuye el poder, qué instituciones la conforman, cómo está jerarquizada, qué rol específico desempeñan algunos de los individuos que la componen); aspectos económicos (cuáles son las condiciones económicas o los sistemas de producción y distribución de bienes que se relacionan con el hecho observado) y, desde luego, aspectos históricos (para saber cómo se ha originado o cómo ha evolucionado el hecho sujeto de estudio). Como bien lo sabe cualquiera que haya intentado analizar discursos, trátese de una respuesta a una entrevista, una observación, un objeto recopilado, un gesto percibido, solo se puede pensar en los sentidos que subyacen al discurso si se tiene en cuenta el contexto en el que se ha producido.
En conclusión, cualquier discurso debe considerarse como parte de una realidad compleja, debe contemplarse en perspectivas multiescalares, siempre enmarcado en un contexto y como producto de un conjunto de procesos históricos. A continuación compartimos algunas ideas respecto a las múltiples aplicaciones del análisis del discurso desde perspectivas interdisciplinarias.
Para qué analizar discursos
Tras haber reflexionado por qué y cómo analizar discursos, nos centraremos en ejemplos concretos del potencial que reviste la exploración de las evidencias discursivas, confrontadas con el contexto en el que fueron producidas, difundidas, apropiadas, compartidas, desafiadas, proscritas, en suma, las múltiples formas en que se entretejieron con las condiciones sociales que les dieron origen. Para ello, presentamos un suscinto recuento de dimensiones de la vida social que pueden ser exploradas mediante la propuesta teórico-metodológica del análisis del discurso.
Discursos cotidianos
Los discursos producidos en el ámbito cotidiano son un valioso mirador de múltiples fenómenos, por ejemplo, conversaciones informales que se producen de viva voz entre amigos y conocidos, conversaciones producidas y compartidas en el amplio espectro de redes sociodigitales, por ejemplo, Facebook, X (antes Twitter), Instagram, WhatsApp, TikTok o YouTube; las dinámicas familiares para satislacción de necesidades, tales como la hora de la comida, ir de compras, cómo transcurre el tiempo de ocio; los ritos y las celebraciones cotidianas o especiales; las dinámicas entre vecinos o amigos, ya sea presenciales o digitales; la forma en que se comunican o reprimen sentimientos y emociones; la forma en que se apropian o preservan objetos que remiten a la conservación de memorias individuales y colectivas.
Ejemplos como los anteriores son apenas un listado mínimo de una amplia variedad de discursos que permiten ver cómo se transmiten, reproducen o transforman las ideologías, entreveradas con prejuicios, supersticiones, refranes, bromas; cómo y quién ejerce el poder, y cómo y quién se le resiste; cómo se construyen identidades individuales, grupales, colectivas, profesionales, sexogenéricas, digitales; cómo y qué se percibe como relevante en el ámbito de lo cotidiano; cómo se transforman las prácticas de consumo y satisfacción de necesidades; cómo se confrontan las generaciones y qué papel tienen en ello las prácticas discursivas; cómo se ha ido transformando la sociedad frente a fenómenos como la ausencia presente o la presencia ausente propiciada por el uso cada vez más invasivo de los medios de interacción digital; qué dimensiones de la identidad de las personas son puestas en relieve por medio de formas de hablar, incluidas las palabras empleadas, la entonación o el volumen de la voz; cómo intervienen las palabras, imágenes, objetos, espacios o acciones para que cada individuo defina qué es útil, agradable, importante, bueno o malo, etcétera.
Discursos políticos
El ámbito del ejercicio político es también, y por excelencia, un campo de estudio que se beneficia con el análisis de discurso. Pensemos, por ejemplo, en los tradicionales análisis de discursos emanados desde el poder institucional (presidencial, legislativo), o bien en otras formas de resistencia y movilización, sobre todo a la luz de la creciente utilización de las tecnologías de interacción digital para la organización de movimientos globales. En este sentido, el análisis de discurso permite saber cómo opera el lenguaje para determinar, expresar, perpetuar o confrontar las relaciones de poder de un individuo o grupo sobre otros individuos u otros grupos; se pueden analizar los efectos de elementos de construcción identitaria, como objetos, gestos, imágenes, uso de espacios o acciones específicas para mostrar la adhesión, simpatía o rechazo hacia ciertos movimientos sociales; se puede advertir cómo operan las relaciones simbólicas por parte de quienes tienen el poder para obtener el consenso de sus dominados; cómo la esfera política permea en ámbitos como la educación, la religión o lo mediático; cómo el rescate, la preservación o la manipulación de las memorias sociales se convierten en un instrumento de control o, por el contrario, de resistencia; por qué se emplean unas palabras en lugar de otras, por ejemplo, países en vías de desarrollo y no países en la miseria, calentamiento global y no desastre ambiental, actos de corrupción y no delitos graves.
Discursos mediáticos y sociodigitales
El análisis de discurso tiene un amplio potencial para reflexionar sobre la forma en que ha ido cambiando la oferta de discursos mediáticos y la forma en que se les consume o, más aún, en que los consumidores se han vuelto prosumidores, es decir, productores de contenidos. Entre otros temas, se puede reflexionar sobre las modificaciones que ha traído consigo la evolución tecnológica, por ejemplo, el paulatino desplazamiento de medios impresos por medios digitales, que lleva a plantearse dilemas tales como los efectos de la multimedialidad, que se da a partir de la apropiación y reapropiación incesante de contenidos que transitan entre distintos diarios digitales, blogs, redes sociales, portales electrónicos, buscadores o navegadores; las distinciones entre periodistas, blogueros, youtuberos, reporteros ciudadanos o usuarios de redes sociodigitales; pensar en internet como un medio o como un canal; la forma en que aumenta la complejidad y la paulatina diferenciación entre los géneros de redes sociodigitales, por ejemplo, X (antes Twitter), Facebook, Instagram, TikTok, YouTube; la transformación en las formas de concebir la actualidad periodística, que antes tenía un rango de al menos 24 horas y que cada vez se torna más efímera; la naturaleza y sentidos que subyacen a fenómenos antes impensables como la viralidad de contenidos, la proliferación de noticias falsas, la inverosímil naturaleza de la inteligencia artificial; la hibridación y evolución constante de los géneros de información y de opinión; los efectos del streaming que, más allá de un aparente ejercicio de libertad de elección para los consumidores de contenidos, se convierte en un vehículo que facilita la transmisión y adopción de ideologías globales.
Discursos históricos
El análisis del discurso permitiría identificar procesos tales como la forma en que la memoria individual se mezcla o incluso se confunde con la memoria colectiva; cómo la percepción lleva a los sujetos a filtrar ciertos hechos y destacar otros, e incluso cómo estas percepciones son reactualizadas en función del presente; las representaciones sociales a partir de las cuales se ha dado relevancia a ciertas formas de captar la realidad y no a otras. Hay que tomar en cuenta además la forma en que se transforman las coordenadas temporales, de tal suerte que el presente es algo cada vez más inmediato y cómo proliferan los acervos digitales en torno a diversidad de temas de evidente interés histórico, los cuales requieren de acercamientos cualitativos, que permitan saber no solo cuáles han sido los discursos sociales en ciertos momentos específicos (algo que se puede reconstruir con softwares muy sofisticados de análisis cuantitativo de contenidos digitales), sino tratar de entender cuáles han sido los fenómenos que influyen en la producción de tales discursos.
La esfera educativa
El análisis de discurso reviste un amplio potencial para el diagnóstico y la reflexión en torno al ejercicio docente. Así, puede ser útil para analizar los resultados de propuestas metodológicas como las de la etnografía del aula para advertir las distintas dinámicas de interacción entre profesores, alumnos y autoridades educativas; también se pueden analizar los contenidos de los libros y materiales para tener una idea más certera de los sentidos que generan entre sus destinatarios; de igual forma, el análisis de discurso permitiría profundizar en resultados obtenidos con metodologías como cuestionarios, entrevistas, historias de vida, para conocer cuáles son los dilemas que debe afrontar la educación. Por último, al alentar en los estudiantes una mayor reflexión en torno a las condiciones de producción, recepción y apropiación de los discursos, se avanza hacia una educación más crítica.
Los propuestas anteriores son apenas una mínima muestra de las múltiples formas en que el analista podrá interrogar a sus materiales, una vez que los ha sistematizado, segmentado, registrado o comparado, con el fin de obtener respuestas que lo ayuden a comprender cómo es el mundo que lo rodea, cuáles son las problemáticas que lo aquejan, cómo se va transformando, cómo se ha reconfigurado y en última instancia, cómo puede contribuir a mejorarlo.
Conclusiones
La primera exigencia que se debe plantear el análisis de discurso es el borramiento de las fronteras disciplinarias. El discurso es un concepto tan rico y complejo que encasillarlo en los límites de la lingüística o la semiótica no hace más que empobrecer su potencial. Por otra parte, si desde otras ciencias sociales se invisibilizan o niegan los alcances del estudio científico del lenguaje en contexto, se estaría dejando de lado un potente instrumento teórico-metodológico que permite conocer desde diversas aristas la forma en la que se materializan fenómenos muy preciados para diversos campos de investigación, como lo son ideología, poder, identidad, percepción, construcción social de la realidad o representaciones sociales. Investigadores y estudiantes provenientes de todas las disciplinas se percatan de que el estudio de fenómenos tan diversos como movilizaciones sociales, democracia, estudios de género, impacto de la interculturalidad, globalización, migración, arte, sustentabilidad, formas de consumo, violencia, diversidad sexual, discriminación y exclusión, emociones colectivas y muchos otros temas no pueden estar encajonados en los límites de una sola disciplina. Algo que todos tienen en común son los discursos, palabras, imágenes y en general, sistemas de comunicación multimodales, que exigen un acercamiento sistemático a los discursos en los que se materializan para comprender y proponer soluciones a problemáticas ancestrales o emergentes.
Por otra parte, es incuestionable que a las tradicionales formas de interacción cotidiana y de comunicación se suman crecientemente muchas otras modalidades que propician formas diversas, antes inimaginables, de transmisión de contenidos, formas de vida, valoraciones y experiencias, las cuales imponen otras prácticas discursivas que requieren la inmediata atención de los analistas, como ocurre con las redes sociodigitales, la creciente penetración de contenidos en streaming, formas de interacción digital, o los vertiginosos avances de la inteligencia artificial, para entender en qué nuevos universos discursivos transcurre ahora la vida humana. Analizar discursos desde perspectivas complejas e interdisciplinarias se configura como un prometedor camino que, ya sea para la investigación, la docencia o la formación, vale la pena recorrer.