Introducción
La producción pecuaria tiene un impacto importante sobre los recursos naturales como son: agua, biodiversidad, suelo, etc.; la superficie de los bosques en el mundo se ha reducido en más de 40 millones de hectáreas desde el 2000, principalmente por la deforestación para establecer más pasturas (Sepúlveda, Ibrahim, Bach, & Rodríguez, 2011), que cubren más de 3,4 billones de hectáreas (Mahecha, Gallego, & Peláez, 2002), lo que equivale al 33 % de las tierras del planeta ( Jose, Walter, & Kumar, 2017). En Latinoamérica, las pasturas constituyen el principal uso del suelo en sistemas de producción extensivos de monocultivo, donde más del 50 % del área presenta estados avanzados de degradación que afectan la sostenibilidad del sistema, y con tendencia del incremento del número de productores ganaderos (Sepúlveda et al., 2011).
Las pasturas son reconocidas por su contribución al ambiente, la recreación y la eficiencia en la producción de leche y carne, en las que la sostenibilidad es crucial en el sistema para mantener la rentabilidad y un ambiente amigable, mientras se producen alimentos de alto valor económico destinados a la alimentación humana (Shakoor, 2008).
Una pastura sostenible es aquella en la que, a largo plazo, se mejoran las condiciones de calidad ambiental y base de recursos del ecosistema, al tiempo que provee alimento para satisfacer las necesidades humanas de una forma económicamente viable y que mejora la calidad de vida de productores y consumidores (Sollenberger, 2008; Stewart, Lal, & El-Swaify, 1991). La producción sostenible en sistemas agropecuarios es esencial para la vida humana, ya que siempre se necesitará de alimentos para la población creciente; por eso, es preciso cuidar el suelo y evitar su degradación o desertificación progresiva (Ramírez, Alvarado, Pujol, MaHugh, & Brenes, 2008).
La evaluación de la sostenibilidad ha utilizado una gran cantidad de indicadores que se centran en aspectos puntuales de las dimensiones económica, ambiental y social; no obstante, compilar todo lo relacionado con sostenibilidad puede reflejarse en pérdida de información (Londoño, 2015). Un indicador es una herramienta que permite la obtención de información sobre una realidad dada, mediante la síntesis de un conjunto completo de información, tanto de condiciones, como de procesos y del comportamiento de los sistemas (Gamboa-Tabares et al., 2009a).
La sostenibilidad se puede medir de manera parcial o global, como subsistema o sistema, respectivamente; si un subsistema es insostenible, también lo será el sistema que lo contiene (Fernández & Gutiérrez, 2013). En tal sentido, los indicadores son una herramienta para la toma de decisiones a cualquier escala, y su estudio debe hacerse de forma particular, según las condiciones de cada agro-ecosistema (García, Ramírez, & Sánchez, 2012).
Los objetivos del presente artículo de revisión fueron los siguientes: presentar el avance y la aplicación del concepto de sostenibilidad enfocado en pasturas, y relacionar indicadores para la medición de sostenibilidad en pasturas del trópico.
Método
En primer lugar, fue consultada literatura científica disponible, incluyendo artículos, libros, conferencias y tesis desde el primer documento publicado hasta el 2017, usando las siguientes bases de datos: Scopus, Springer Link, Science Direct, ebsco host, Scielo y Google Scholar, para los términos en inglés sustainability, sustainable agroecosystem, sustainable pasture y sustainable grassland. Además, se realizaron consultas sobre indicadores de sostenibilidad en pasturas y agroecosistemas, pasturas tropicales, pasturas en la Amazonia, así como los componentes principales de las pasturas destinadas a la producción bovina y la interacción de sus componentes.
Los criterios para la inclusión de la bibliografía a la presente revisión fueron los siguientes:
Que el tema de los documentos fuese sobre sostenibilidad de agroecosistemas o pasturas.
Que presentara indicadores o evaluaciones de la sostenibilidad en agroecosistemas o pasturas.
Que abordara temas relacionados con la implantación, producción o degradación de pasturas en la Amazonia.
Desarrollo del tema
Para los efectos de presente artículo, se empleó el término sostenibilidad y no sustentabilidad, porque, pese a los avances epistemológicos en su definición, el empleo del segundo término, para referirse a la esencia del bienestar económico, social y ambiental, es ambiguo y muchas veces mal empleado. No obstante, según lo descrito por Fernández y Gutiérrez (2013), el término adecuado para abordar los asuntos concernientes al bienestar social, económico y ambiental de las generaciones presentes y futuras es sostenible, puesto que el término sustentable se deriva de una inadecuada traducción del inglés al castellano, que no atiende el deterioro ambiental y social que se genera, además de que no pueden considerarse como términos sinónimos, pese a que en América Latina se tiene un uso indistinto de ambos términos.
En el presente artículo, el término indicador se refiere a la cualidad o concepto esencial en los componentes de la sostenibilidad, mientras que el término métrica, por el contrario, hace referencia a una propiedad específica del sistema que puede ser directamente medida (Smith et al., 2017), que puede ser entendida como una variable de medición.
Se incluyeron 78 referencias bibliográficas, de las cuales 22 (28,21 %) fueron publicadas entre el 2013 y el 2017; 37 (47,44 %), entre el 2008 y el 2012, y 19 (24,36 %) fueron publicadas antes del 2007. El idioma predominante de las referencias es el español, con 46 (58,97 %) artículos, seguido por el inglés, con 24 (30,77 %), y el portugués, con 8 (10,26 %).
Una vez consultadas cinco diferentes bases bibliográficas (tabla 1) para todas las áreas del conocimiento, incluyendo todas las publicaciones disponibles (artículos, libros y conferencias) desde el primer documento publicado hasta la fecha, el promedio de publicaciones recuperadas que han mencionado sostenibilidad es de 214.857, que representaría un 100 % dentro del muestreo; sin embargo, pese al elevado volumen publicado, solo el 7,96 % contiene el término sostenible en el título. No obstante, es más desconcertante el hecho de que el término agroecosistema sostenible (sustainable agroecosystem) solo represente el 1,64 % y el 0,004 % de las publicaciones con el término sostenibilidad contenido en el documento y el título, respectivamente.
Pese a lo que se pudiese pensar, los términos sustainable pasture y sustainable grassland empleados para referir la sostenibilidad de las pasturas son más frecuentes en las publicaciones que el término sustainable agroecosystem; sin embargo, las cifras no son las mejores, puesto que los términos solo representan el 0,01% con respecto a las publicaciones de sostenibilidad.
Concepto de sostenibilidad
El concepto de sostenibilidad es una corriente de pensamiento occidental reciente con implicaciones éticas, políticas, ambientales, económicas y tecnológicas (Gamboa-Tabares et al., 2009b). En tal sentido, dicho concepto surgió inicialmente ligado a un enfoque puramente económico en el que se quería complementar con aspectos medioambientales (Espinola, Plá, Montañez, Leyva, & Cáceres, 2017). En consecuencia, por el negativo impacto ambiental, social y cultural de ciertas prácticas de la agricultura moderna, se ha planteado la necesidad de cambio a un modelo más sostenible (Sarandón & Flores, 2009).
Existen diferentes niveles de análisis del concepto de sostenibilidad: es muy distinto hablar de un sistema de producción sostenible que de un ecosistema sostenible o una sociedad sostenible (García, Bienvenido, & Flores, 2009), el sistema de producción sostenible conserva los recursos de la tierra, el agua, las plantas y animales (agronómicamente eficientes); no degrada el medio ambiente (ambientalmente adecuado); además, es técnicamente apropiado, económicamente viable, socialmente justo y basado en un método científico holístico, en el que el medio ambiente y sus recursos naturales son la base de la actividad económica, garantizando la satisfacción de las necesidades humanas presentes y futuras (Bonnefón, 2016; Dias-Filho, 2011).
Para Espinola et al. (2017), la sostenibilidad tiene tres pilares o dimensiones básicos: el ambiental, el social y el económico (figura 1). Para que una actividad sea sostenible, ha de cumplir simultáneamente con varios objetivos: ser ambiental, social y económicamente sostenible a lo largo del tiempo. No se puede considerar sostenible si cumple ciertos aspectos y falla en otros, per se la sostenibilidad es indivisible; por lo tanto, deben confluir la sostenibilidad de los tres pilares (Casas-Cázares, González-Cossio, Martínez-Saldaña, García-Moya, & Peña-Olvera 2009; Rinehart, 2010; Sarandón & Flores, 2009; von Bernard, 2006).
La sostenibilidad demanda una nueva lectura y una adecuación del territorio a las necesidades humanas, mediante su adecuada gestión, conociendo primero y utilizando después los recursos ambientales, económicos, sociales, culturales y paisajísticos (Romero, 2009). Además, la sostenibilidad en los sistemas agrícolas está influenciada por muchos factores: biofísicos, económicos, sociales y políticos (Kroff, Bouma, & Jones, 2001), que deben involucrar una reducción de las entradas externas y promover la autosuficiencia interna (Tellarini & Caporali, 2000).
Indicadores para la medición de la sostenibilidad
Los indicadores se consideran instrumentos en procesos de decisión y seguimiento; además, se definen como parámetros que identifican y proporcionan información, que pueden ser cualitativos o cuantitativos y que permiten cuantificar y simplificar un fenómeno o proceso (Sánchez-Fernández, 2009). Los indicadores son percibidos como instrumentos analíticos que facilitan la medición de los cambios por los que atraviesa un sistema, además de ser herramientas que guían y permiten tomar decisiones sobre cómo usar los recursos naturales, económicos y sociales (García et al., 2009).
Los indicadores representan importantes herramientas para la comunicación científica y técnica, ya que pueden facilitar el acceso a esta por parte de diferentes grupos de usuarios. García et al. (2012) y Sánchez-Fernández (2009) sostienen que, para evitar sobrecarga de información, los indicadores deben ir dirigidos a un tema y desarrollados en un marco de evaluación, porque la falta de enfoque no permitirá darle solución al problema. Por lo tanto, los indicadores deben cumplir con una serie de requisitos:
De fácil medición.
Integradores.
Fáciles de entender.
Capaces de describir procesos en el agroecosistema.
Significativos al concepto de sostenibilidad de los agroecosistemas analizados.
Sensibles a los cambios del sistema (manejo, clima, plagas y perturbaciones).
Analizables en relación con otros indicadores.
La recolección de información no debe ser difícil ni costosa.
Los productores y técnicos deben participar en su diseño y medición.
Las medidas deben poder repetirse a través del tiempo.
Asimismo, los indicadores no necesitan cubrir toda la base de recursos y todos los elementos de la operación de un sistema; la estrategia es saber seleccionar los indicadores más importantes y sensibles en los tres pilares de la sostenibilidad y, de acuerdo con Sánchez-Fernández (2009), emplear procesos estadísticos para definir indicadores sensibles al sistema en evaluación.
En tal sentido, la investigación científica requiere ir más allá de la visión reduccionista que prevalece en muchos investigadores y profesionales, hacia una visión holística y sistémica con abordaje multidisciplinario en lo productivo, ambiental, ecológico, social, cultural y económico (Bonnefón, 2016; Sarandón & Flores, 2009). Además, es preciso entender que no existe un conjunto de indicadores universales que puedan ser utilizados para cualquier evaluación de sostenibilidad, para lo cual se deben construir y adaptar nuevos esquemas y unidades de acuerdo con la situación en análisis y ser adecuados para los objetivos propuestos (Casas-Cázares et al., 2009; Sarandón & Flores, 2009). Tal es el caso del subsistema de pasturas en el trópico húmedo, que son ecosistemas intervenidos y que, por tanto, requieren de medición de la sostenibilidad ajustada a las condiciones reales. Teniendo en cuenta lo referido por Gamboa-Tabares et al. (2009a), es imperioso buscar modelos que permitan estimar la sostenibilidad de manera práctica.
Para Hazard et al. (2017), la sostenibilidad solo puede ser evaluada in situ y su implementación es una fuente para la obtención de nuevo conocimiento. No obstante, según Sarandón y Flores (2009), la sostenibilidad se puede medir mas no comprobar, ya que no existe un valor real de referencia contra el cual testar los resultados obtenidos, por lo que la coherencia interna del análisis es esencial, siendo necesario definir qué es lo bueno y lo malo para la sostenibilidad.
En la medición de la sostenibilidad se distinguen dos enfoques metodológicos: el sistémico y el conmensuralista. El primero refiere a la elaboración de un grupo de indicadores que, en su conjunto, pueden arrojar tendencias o principales procesos que se desean comprender en la toma de decisiones; el segundo, implica agregar una serie de variables de diversa índole dentro de un solo indicador, utilizando una escala común de valor o contabilización a través de la construcción de índices (Ministerio de Vivienda Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente de Uruguay, 2010).
Pasturas en el trópico
Los recursos alimenticios locales en el trópico incluyen una gran variedad de alimentos, entre los que destacan, junto a las tradicionales gramíneas, los follajes de los árboles y arbustos leguminosos empleados como suplemento en la dieta, así como leguminosas rastreras. Desafortunadamente, no siempre se conoce su valor nutritivo, lo que es imprescindible para garantizar su adecuado empleo y lograr una producción animal sostenible (Martínez, Pedraza, Guevara, González, & León, 2009; Triana, Curbelo, & Loyola, 2017; Vásquez, 2008). No obstante, la gran variedad de forrajes disponibles para la alimentación de bovinos en el trópico, las de mayor impacto y diseminación son las gramíneas del género Brachiaria ( Juárez-Hernández & Bolaños-Aguilar, 2007).
Pero ¿qué se entiende por pastura? La pastura es tipificada por tener una composición botánica mixta, al incluir comunidades de plantas en las que las gramíneas (Poacea) son las especies dominantes, con especies herbáceas dicotiledóneas (Magnoliopsida) presentes en varias cantidades, y para zonas tropicales en asocio con plantas mono y dicotiledóneas, como leguminosas, arvenses, árboles y arbustos, de acuerdo con las condiciones agroecológicas del clima, fertilidad del suelo, presión de pastoreo, plagas y necesidades del ganado; además, se consideran las pasturas mejoradas como aquellas que han sido sembradas a partir de especies seleccionadas (Canto et al., 2010; Dignam et al., 2016; Sierra, 2005).
Juárez-Hernández y Bolaños-Aguilar (2007) afirman que los pastos empleados en las regiones tropicales pueden ser clasificados por el tipo de suelo en donde se pueden utilizar, teniendo gramíneas para suelos inundables, suelos no inundables y suelos de baja fertilidad. Asimismo, estos autores refieren que, dada su plasticidad e importancia económica, los géneros más difundidos son Brachiaria, Panicum y Paspalum.
Algunos ejemplos de gramíneas para suelos inundables son Brachiaria arrecta, B. humidicola, B. mutica, Echinochloa polystachya, entre otras. Para suelos no inundables, se destacan Andropogon gayanus, Brachiaria brizantha, B. decumbens, B. dictyoneura, Cynodon dactylon, C. nlemfuensis, C. plectostachyus, Digitaria decumbens, Hyparrhenia rufa, Panicum maximum y Pennisetum purpureum (pasto elefante). Para suelos de baja fertilidad existen los géneros Axonopus, Brachiaria, Hyparrhenia y Paspalum ( Juárez-Hernández & Bolaños-Aguilar, 2007).
Pasturas en el trópico húmedo de la Amazonia
Para la Amazonia, el área de pasturas cultivadas es superior a los 90 millones de hectáreas, donde más del 50% presenta algún grado de degradación (Silva et al., 2017). De acuerdo con Townsend, Costa y Pereira (2010) y Neves-Neto, dos Santos y Neto (2012), las pasturas cultivadas constituyen, después del bosque, el principal uso de la tierra en el bioma amazónico, constituyéndose en sistemas complejos formados por los componentes suelo-planta-animal, sujetos a modificaciones antrópicas a través de su manejo (figura 2), con introducción de gramíneas de los géneros Andropogon, Brachiaria, Hyparrhenia, Panicum, Pennisetum y Setaria, y con menor frecuencia leguminosas de los géneros Arachis, Cajanus, Centrosema, Desmodium, Leucaena, Pueraria y Stylosanthes.
En la Amazonia, la principal base de alimentación del ganado son las pasturas cultivadas, con predominio de las pasturas del género Brachiaria, con una alta diseminación de la B. brizantha, una de las gramíneas más adaptadas a las condiciones edafoclimáticas de la Amazonia (Guedes, Fernandes, Lima, Gama, & da Silva, 2009; Sarmento, Veiga, Rischkowsky, Kato, & Siegmund-Schultze, 2010). No obstante, existen trabajos de investigación con pasturas de los géneros Axonopus, Cynodon y Paspalum asociados a sistemas silvopastoriles (Castro et al., 2008; da Veiga & da Veiga, 2004).
La implementación de pasturas en la Amazonia (figura 3) sigue un diseminado sistema tradicional de tala y quema del bosque (Lindell, Åström, & Öberg, 2010), siembra de maíz o arroz o cultivos de subsistencia y el establecimiento de pasturas introducidas (García, 2014; Sarmento et al., 2010; Townsend et al., 2010).
Rivas y Holman (1999) hallaron en el departamento del Caquetá, ubicado en la Amazonia colombiana, los siguientes tipos de pasturas: naturalizadas (Axonopus compressus, Homolepsis aturensis, Paspalum notatum), Arachis pintoi (maní forrajero, solo y en diferentes asociaciones), Axonopus micay, A. scoparius (pasto imperial), Brachiaria brizantha, B. decumbens, B. dictyoneura, B. humidicola, B. mutica (pasto Pará), B. plantaginea, B. radicans (estas dos últimas conocidas en el área como braquipará), B. ruziziensis, Digitaria decumbens (pasto Pangola), Hyparrhenia rufa (pasto Jaragua), Pennisetum purpureum (pasto elefante), Panicum maximum (pasto India), Pueraria phaseoloides (kudzú), además de asociaciones entre brachiarias, y asociaciones de brachiarias con leguminosas rastreras como A. pintoi, Desmodium spp., y Pueraria spp. Asimismo, estos autores reportaron un incremento en las áreas dedicadas a la implementación de pasturas del género Brachiaria y la disminución de pasturas naturalizadas.
Sin embargo, el uso de prácticas de manejo inadecuadas, como las quemas, la implementación de praderas compuestas solo por gramíneas; la escasa utilización de árboles y arbustos para conservación de las características del suelo; las especies de pastos poco agresivos, de baja competencia, poco resistentes a la sombra, susceptibles a las plagas y de suelos pobres en nutrientes, generan baja sostenibilidad de las pasturas y baja productividad animal en la Amazonia (Grijalva, Ramos, & Vera, 2011).
No obstante la baja productividad de las gramíneas tropicales en la Amazonia, el uso de pasturas constituidas por especies forrajeras con el asocio de leguminosas implica aportes adicionales de nitrógeno y aumento de la calidad del pasto, favorece los procesos de mineralización, incrementa la capacidad de soporte de la pradera y prolonga su capacidad productiva, mejorando el valor nutritivo de la pastura y la respuesta animal (Steinwandter et al., 2009). Además, las pasturas mejoradas en asocio con sistemas silvopastoriles son mejor opción que los sistemas tradicionales (extensivos y en monocultivo), desde el punto de vista de la productividad, de la contribución a la conservación de los recursos naturales y del bienestar de las familias, al reducir el impacto de la ganadería sobre el medio ambiente (Benavides, 2011).
La sostenibilidad aplicada a las pasturas
Para Shakoor (2008), la sostenibilidad de los agro-ecosistemas se refiere a la capacidad del sistema para mantener su productividad a pesar de las perturbaciones económicas y naturales, externas o internas, satisfaciendo las necesidades presentes sin perjudicar las generaciones futuras. La sostenibilidad está en función de la interrelación de las características naturales del sistema y las presiones e intervenciones que sufre, así como aquellas intervenciones sociales, económicas y técnicas que se hacen para contrarrestar presiones negativas, destacándose la resiliencia del sistema (Martínez-Castillo, 2009). En tal sentido, un agroecosistema sostenible es aquel que posee los siguientes atributos: productividad, estabilidad, confiabilidad, resiliencia, adaptabilidad, equidad y autosuficiencia (Larrea, 2011; Masera, Astier, & López, 1999).
Pese a que existen amplios y claros conceptos sobre la sostenibilidad de los sistemas de producción, la definición de pastura sostenible aún no es acorde al concepto de sostenibilidad. Por ejemplo, Sánchez y Ara (1991) son la referencia primordial y única en la definición de pasturas sostenibles para Castro (2013), Clavijo (2015), Ríos-Atehortúa (2010) y Sierra (2005), investigaciones que afirman que la sostenibilidad en las pasturas es la capacidad de dicho ecosistema para suministrar productos pecuarios en volúmenes altos y estables en el tiempo, que sean al mismo tiempo económicamente rentables y que no produzcan efectos negativos en el medio ambiente, sino que conserven o mejoren los recursos naturales para las generaciones futuras. Esto puede traducirse en la habilidad del sistema de mantener la productividad cuando es sometido a una fuerza disturbadora mayor como, por ejemplo, plagas, enfermedades, problemas de erosión, sobrepastoreo, etc.
Sin embargo, en la anterior definición no se incluyen los componentes social y tecnológico esenciales para alcanzar la sostenibilidad. De igual manera, Hogdson y Silva (2000) llamaron la atención de la necesidad de considerar la sostenibilidad en un sentido estricto, con énfasis en el mantenimiento de la productividad y de la estabilidad como metas principales de las prácticas de manejo idealizadas, si bien se restringe el entendimiento de la sostenibilidad a los pilares económicos y ecológicos propios de la productividad de las praderas.
Según Giraldo (1993), una pastura es sostenible cuando mantiene la cobertura y garantiza el reciclaje de nutrientes manteniendo la fertilidad del suelo; sin embargo, para Casimir y Rao (1998), una pastura es sostenible si existe equilibrio entre el primer nivel trófico (pastos), los consumidores del segundo nivel trófico (herbívoros) y los consumidores del tercer nivel trófico (humanos), donde las densidades poblacionales tanto de plantas y herbívoros permanezcan relativamente constantes y que el consumo no exceda la productividad primaria de las plantas. De igual manera, Sherren, Fischer, Clayton, Schirmer y Dovers (2010) manifiestan que una pastura sostenible debe contemplar prácticas que equilibrarán los objetivos de producción con los valores sociales y necesidades ecológicas; por tanto, los últimos dos autores abordan el concepto de manera más holística y adecuada al concepto de sostenibilidad.
Algunos autores consideran que una pastura sostenible es aquella basada en prácticas y tecnologías como la labranza y prácticas adecuadas del uso de la tierra (Zuazo, Pleguezuelo, Flanagan, Tejero, & Fernández, 2011); el pastoreo racional con eficiente combinación de días de ocupación y descanso ( Jose et al., 2017; Osechas & Becerra, 2009); la combinación de gramíneas con leguminosas (Shelton, Franzel, & Peters, 2005); libre de arvenses, con resistencia a las enfermedades y plagas (Shakoor, 2008; Smith, Winograd, Gallopin, & Pachico, 1998); con producción sostenida, resiliente y adaptable a diferentes situaciones ambientales (Volaire, Barkaoui, & Norton, 2014); con cargas animales ajustadas que eviten el sobrepastoreo y reduzcan la degradación (O'Reagain, Scanlan, Hunt, Cowley, & Walsh, 2014), y económicamente viables (Kato, 2014), donde los sistemas silvopastoriles son el camino a mejores principios de manejo sostenible ( Jose et al., 2017).
Según lo planteado por Russo (2015), los Sistemas Silvopastoriles (ssp) son producto de la relación entre la biología, la sociedad y la cultura; sin embargo, la ambigüedad ha favorecido la aparición de “trampas discursivas” desplegadas a partir de conceptos complejos y densos como el de sostenibilidad. En tal sentido, algunos autores como González y Alcaraz (2013), Jose et al. (2017), Rueda et al. (2011) y Zepeda, Velasco, Nahed, Hernández y Martínez (2016) consideran a los ssp como sistemas de producción sostenible. Sin embargo, a pesar de que existen tecnologías como la agroforestería, en donde se enmarcan los SSP, estas son para el manejo sostenible (Wairiu, 2017); por tal razón, no se deben considerar los SSP como sistemas sostenibles, sino como herramientas para alcanzar la sostenibilidad de las pasturas y, por ende, de los agroecosistemas que los contienen.
En los sistemas de producción animal basados en praderas, tanto la producción de forraje como la persistencia de estas son factores importantes en la sostenibilidad de esos sistemas; la persistencia de las praderas depende de la capacidad de las plantas para renovar sus tallos muertos y mantener estable la densidad poblacional (Ramírez et al., 2011), así como la presión de pastoreo a la que es sometida. Sin embargo, Giraldo (1993) y Sánchez y Ara (1991) consideran que el componente más importante en la sostenibilidad de una pastura es el mantenimiento o mejoramiento de las características físicas y químicas del suelo. Por lo tanto, es necesario retornar al suelo los nutrientes removidos por la extracción animal, o por las pérdidas ocasionadas por el lavado y la erosión.
Además, la resiliencia es un factor esencial en la sostenibilidad. Esta se define como la capacidad del sistema de mantener la integridad o retornar a un punto de estabilidad luego de sufrir una alteración por causas internas o externas; de acuerdo con lo concluido por Anderies et al. (2002), un sistema resiliente depende fuertemente de parámetros ecológicos, económicos y de manejo. En tal sentido, las pasturas sostenibles deben conservar los recursos ecológicos como el suelo, agua y biodiversidad, además de mantener los niveles de ingresos al productor, que dependerán de la aplicación y apropiación de tecnologías y la intervención social en el manejo de las pasturas.
De acuerdo con Alves, Madari y Boddey (2017), la integración de sistemas forestales, pecuarios y agrícolas es una estrategia que permitirá alcanzar la sostenibilidad, porque generan sistemas más ecoeficientes, siendo necesario que en pasturas integradas se evalúen las emisiones de gases de efecto invernadero (gei), especialmente N2O y CH4.
Teniendo en cuenta que no hay una definición clara sobre una pastura sostenible, se consideró necesario proponer una, teniendo en cuenta las definiciones previamente expuestas y la percepción de los autores sobre dicho concepto.
Por lo tanto, una pastura sostenible es un ecosistema antropizado que debe proveer medios de vida, proporcionar tanto beneficios al suelo y a las plantas, como bienestar a los animales y la familia, a partir del uso y manejo racional del suelo, de modo que permita el reciclaje de nutrientes y evite su degradación biológica, para el suministro de productos vegetales y animales en volúmenes estables en el tiempo, con prácticas de manejo adecuadas (pastoreo racional Voisin), así como con la asociación de gramíneas, leguminosas, arbustos y árboles que permitan la resiliencia, productividad y estabilidad entre organismos productores y consumidores y, a la vez, conserven o mejoren los recursos naturales para las generaciones presentes y futuras, proporcionando rentabilidad para asegurar los medios de vida y el bienestar de la familia (figura 4).
Indicadores y métricas para la evaluación de la sostenibilidad en pasturas del trópico húmedo
La consecución de la sostenibilidad es cada vez más difícil, requiriendo nuevas formas de pensar y realizar el trabajo de investigación en pasturas (Sollenberger, 2008). Según Gamboa-Tabares et al. (2009b), para abordar la evaluación de la sostenibilidad se debe tener en cuenta la multidimensionalidad, que cubre cuatro dimensiones principales: ecológica, económica, social y técnica. No obstante, de acuerdo con Smith et al. (2017), en años recientes se han elaborado métricas para la evaluación de la intensificación sostenible de agroecosistemas, basadas en cinco dominios: productividad, económico, ambiental, social y bienestar humano.
Teniendo en cuenta que la evaluación de la sostenibilidad en agroecosistemas debe remitirse a objetivos claros enmarcados en la necesidad de análisis y que a la fecha es frecuente que se confunda procesos como la implementación de sistemas silvopastoriles con una pastura sostenible, se propone el empleo de indicadores y métricas para la valoración de pasturas sostenibles en el trópico a partir de los dominios/dimensiones: productividad (tabla 2), económico (tabla 3), bienestar humano (tabla 4), ambiental (tabla 5) y social (tabla 6), basadas en la compilación realizada por Smith et al. (2017), para la evaluación de la intensificación sostenible de agroecosistemas. Además, se integran los indicadores propuestos por Domínguez-Hernández (2013), Gamboa-Tabares et al. (2009a), González (2009), Ramírez et al. (2008) y Tommasino, García, Marzaroli y Gutierrez (2012), adaptados con el enfoque a las pasturas.
Fuente: elaboración propia con base en Domínguez-Hernández (2013), Gamboa-Tabares et al. (2009a), González (2009), Ramírez et al. (2008) y Smith et al. (2017)
De la tabla 2, algunos indicadores y métricas del Además, estos indicadores son equiparables con los dominio de productividad son compatibles con el indicadores de la dimensión técnica abordada por dominio ambiental, como es el caso de la diversidad. Gamboa-Tabares et al. (2009b).
Fuente: Elaboración propia con base en Gamboa-Tabares et al. (2009a), González (2009), Ramírez et al. (2008), Smith et al. (2017) y Tommasino et al. (2012).
De los indicadores y métricas relacionados en la tabla 3, dimensión social; de igual manera, productividad del elecciones del hogar es funcional para el dominio o capital es funcional para el dominio productividad.
De los indicadores y métricas relacionados en pues el tiempo liberado en una actividad debe la tabla 4, la reducción del tiempo promedio permitir la inversión de tiempo en otras activirequerido para la actividad de pasturas se debe dades de producción de alimentos diferentes a las ver reflejado en la autosuficiencia alimentaria, pasturas.
Fuente: Elaboración propia con base en Domínguez-Hernández (2013), Gamboa-Tabares et al. (2009a), González (2009), Ramírez et al. (2008), Smith et al. (2017) y Tommasino et al. (2012).
Fuente: Elaboración propia con base en Domínguez-Hernández (2013), Gamboa-Tabares et al. (2009a), González (2009), Ramírez et al. (2008), Smith et al. (2017) y Tommasino et al. (2012).
Fuente: Elaboración propia con base en Domínguez-Hernández (2013), Gamboa-Tabares et al. (2009a), González (2009), Ramírez et al. (2008), Smith et al. (2017) y Tommasino et al. (2012)
De la tabla 5, es amplio el conjunto de indicadores y métricas ambientales que posibilitan una evaluación enfocada en la sostenibilidad; sin embargo, como se mencionó, no es necesario abordar toda la base de recursos para una medición de sostenibilidad, sino que basta con escoger aquellos más sensibles al sistema y al contexto que serán evaluados.
Smith et al. (2017) sostienen que los indicadores y métricas asociadas son abrumadoramente estáticas, por lo que recomiendan puntos de vista más dinámicos para evaluar la sostenibilidad. Cabe aclarar que indicadores y métricas aquí relacionados deben ajustarse a los objetivos y al contexto de análisis de cada agroecosistema, así como deben ser empleados en marcos de evaluación de la sostenibilidad ya sean analíticos, sistémicos o normativos, como los refiere Sánchez-Fernández (2009).
Se propone que la medición de la sostenibilidad enfocada en pasturas se realice teniendo en cuenta que son un subsistema enmarcado en el agroecosistema ganadero; por lo tanto, si el subsistema es insostenible, también lo será el sistema. En este sentido, para el caso del trópico se sugiere que se apliquen los índices y métricas para evaluar la sostenibilidad de agroecosistemas ganaderos basados en la sostenibilidad de pasturas cuando se cumpla al menos uno de estos dos casos: 1) si el subsistema de pasturas representa más del 30% del área total del agroecosistema y 2) si las pasturas generan más del 40% de los ingresos brutos de la familia a través de la producción de leche o carne.
No obstante, las conclusiones de la evaluación de la sostenibilidad basada en pasturas en sistemas diversificados deben ser realizadas teniendo en cuenta el contexto, de modo que, si el subsistema de pasturas es insostenible, también lo será el sistema; sin embargo, si es sostenible, se deberán analizar los otros subsistemas. En el caso de agroecosistemas ganaderos de la Amazonia y los llanos colombovenezolanos, donde las pasturas representan más del 60% del predio y son la principal fuente de ingresos económicos, los resultados de la medición se pueden extrapolar al sistema completo.
Conclusiones
La sostenibilidad es un concepto de actualidad con un amplio desarrollo de marcos, indicadores y métricas para medir tanto la estabilidad como la armonía social, económica y ecológica de los agroecosistemas, siendo posible la medición de la sostenibilidad de los agroecosistemas ganaderos del trópico con enfoque en las pasturas. Además, existe un avance significativo en el desarrollo e implementación de herramientas para el manejo eficiente de las pasturas en las condiciones del trópico, como los sistemas silvopastoriles, el pastoreo racional y la restauración ecológica de praderas, que deben ser entendidos como un medio y no como un fin, en busca del siempre complejo y arduo camino de la sostenibilidad.
Asimismo, se debe entender que una pastura sostenible en el trópico debe cumplir al menos 12 condiciones, como proporcionar beneficios al suelo y plantas, bienestar a los animales y proveer tanto rentabilidad como medios de vida a la familia productora, mediante prácticas de manejo adecuadas que permitan el suministro de productos estables en el tiempo, la resiliencia del sistema de pastura y que conserven o mejoren los recursos naturales, así como la biodiversidad vegetal para las generaciones presentes y futuras.
Descargos de responsabilidad
El presente artículo fue desarrollado como parte de la revisión de literatura de la tesis de maestría del autor principal. Los autores declaran que no existieron conflictos de interés que comprometieran la validez de los resultados presentados en este artículo y en él se encuentran los aportes significativos de todos los autores, quienes están de acuerdo con su publicación.