Introducción
A partir de la segunda mitad del siglo XX, en Ecuador el proceso de extensión de la producción agrícola ha estado acompañado de la aplicación de tecnologías modernas, basadas en un alto uso de insumos químicos, entre los que destacan los insecticidas (Crissman, Espinoza, & Herrera, 2002; Naranjo, 2017). Sin embargo, la aplicación de esas tecnologías químicas generalmente no está sustentada con suficiente investigación acerca del impacto del uso frecuente de insecticidas sobre la estructura y funcionamiento de los agroecosistemas. Por consiguiente, el uso indiscriminado de plaguicidas químicos, en vez de disminuir los problemas de plagas, frecuentemente los incrementa, conllevando serios problemas en la producción, bien sea por desbalances ecológicos o por la surgencia de resistencia de insectos y ácaros a estos productos (Chirinos & Geraud-Pouey, 2011; Chirinos, Diaz, & Geraud- Pouey, 2014; Nicholls, 2008).
A pesar de las aplicaciones excesivas de productos químicos para el control de plagas en varias ocasiones, se han generado ataques devastadores por algunos insectos que no pudieron ser controlados (Chirinos & Geraud-Pouey, 2011). El costo elevado dentro de la economía de producción, junto con las pérdidas cuantiosas por plagas fuera de control, ha representado serias limitaciones para la producción de cultivos (Herrera, 2010; Nicholls, 2008; Pimentel, 2005). Además, las aplicaciones continuas de pro- ductos tóxicos plantean riesgos severos a la salud de los operarios agrícolas y de los consumidores (Del Puerto, Suárez, & Palacio, 2014; Fernández, Mancipe, & Fernández, 2010; Naranjo, 2017; Pimentel, 2005), así como graves problemas de contaminación de suelos y aguas (Aktar, Sengupta, & Chowdhury, 2009; Castillo, Subovsky, Sosa, & Nunes, 2007; Flores-García, Molina-Morales, Balza-Quintero, Benítez-Díaz, & Miranda-Contreras, 2011; Molina-Morales, Flores-García, Balza-Quintero, Benítez-Díaz & Miranda-Contreras, 2012).
Estos aspectos obligan a reconsiderar los enfoques de la producción agrícola, especialmente en lo referente a sus bases ecológicas y criterios socio-económicos relacionados con beneficios y pérdidas, con el fin de retomar formas ancestrales de manejo de plagas y hacerlas evolucionar dentro del marco de los nuevos conocimientos científicos y tecnológicos.
Como primer paso para reorientar los criterios del manejo de plagas, se requiere documentar la magnitud en el uso de insecticidas químicos, con el fin de generar ulteriores programas de manejo de plagas tendientes a disminuir el uso de estos agroquímicos de alto impacto ambiental. En este sentido, este trabajo tuvo como fin analizar la magnitud del uso de insecticidas en el manejo de plagas en cultivos de importancia económica, en localidades de algunas provincias de Ecuador.
Materiales y métodos
Durante el periodo marzo de 2015-abril de 2016, en Ecuador se aplicaron 539 entrevistas de un total de 578 agricultores distribuidos en 13 localidades, en las provincias Chimborazo, El Oro, Guayas, Loja y Santa Elena (tabla 1, figura 1). Los cultivos se seleccionaron de acuerdo con el listado de cultivos de importancia en las provincias en estudio (Instituto Nacional de Estadística y Censos [INEC], 2017): Cucurbitaceae: melón, Cucumis melo L., sandía, Citrullus lanatus (Thunb.); Fabaceae: frijol, Phaseolus vulgaris L.; Solanaceae: papa, Solanum tuberosum L., pimiento, Capsicum annuum L., y tomate, Solanum lycopersicum L. Dichos cultivos se siembran a cielo abierto y generalmente se utilizan para el consumo interno del país.
En la provincia de Chimborazo se realizaron encuestas en el cantón Pallatanga a productores de frijol, pimiento y tomate, y en el cantón Colta se entrevistaron productores de papa. En la provincia El Oro, se aplicaron encuestas en las zonas bajas de Arenillas, Chacras y Palmales para productores de melón, sandía, pimiento y tomate, mientras que en su zona alta, en Chillas, se encuestaron productores de papa. En el caso de la provincia de Guayas, las encuestas se aplicaron en Pedro Carbo, Sabanilla y Milagro a productores de melón, sandía, tomate y pimiento. En la provincia de Loja se entrevistaron productores de papa de malacatos y Vilcabamba. Finalmente, para la provincia de Santa Elena, fueron encuestados productores de melón, sandía y tomate de las zonas de Chanduy y El morro. Con base en el total de agricultores por región en las diferentes provincias, se calculó el tamaño de la muestra para las entrevistas, aplicando la fórmula 1 para poblaciones finitas.
Donde N es el total de la población, Zα es 1,96 al cuadrado (con seguridad del 95 % = 0,95), p es proporción esperada (en este caso 5 % = 0,05), q = 1 - p (en este caso 1-0,05 = 0,95) y d es precisión (5 % = 0,05).
El número de agricultores entrevistados para cada cultivo, obtenidos del calculo del tamaño de la muestra, están señalados en la tabla 2. Los requerimientos de las encuestas están referidos en la figura 2.
Con la información de los nombres de la especie de plaga tratada para cada cultivo, se les solicito que mencionaran los tres problemas de plagas mas relevantes en orden del 1 a 3, siendo el 1 el más importante. Con esto se calculó el porcentaje de importancia referido por el agricultor para cada plaga y el porcentaje de agricultores que utilizaban los insecticidas como principal alternativa de manejo, los productos más utilizados por cultivo, la frecuencia de uso (expresado en porcentaje de aplicaciones de este con respecto al número total de insecticidas aplicados), y separados por categorías de toxicidad (World Health Organization [WHO], 2009). Además, se determinó el promedio de aspersiones semanales de insecticidas para cada cultivo y dosificación de ingrediente activo (ia) por litro de mezcla.
Durante las visitas se colectaron muestras de adultos de insectos importantes asociados con los cultivos señalados, para corroborar las identificaciones de las especies mencionadas por los agricultores. Para identificar los adultos de parasitoides asociados con especies de Liriomyza (en fase de larva y pupario), fueron colocados en cría, en el Laboratorio de Entomología de la Universidad Agraria del Ecuador (Temperatura: 25-26 °C y Humedad Relativa: 66- 72 %). La metodología seguida para las crías ha sido referida por Chirinos, Castro y Garces (2017). Hojas colectadas en el campo con daños por Liriomyza spp. se colocaron en bandejas plásticas rectangulares (20 cm × 28 cm × 6 cm; ancho × largo × alto) que contenían papel absorbente humedecido, con el fin de extraer larvas y pupas de parasitoides desarrolladas de larvas de L. sativae parasitadas. Una vez formadas, las pupas de los parasitoides se colocaron individual- mente en cápsulas de gelatina transparente hasta la emergencia de los adultos. Por otro lado, de la bandeja también fueron obtenidos puparios del minador y se trasladaron a cápsulas Petri de plástico (9 cm de diámetro) que contenían en su interior papel absorbente humedecido. A partir del pupario se esperaba la emergencia del adulto del fitófago o de algún parasitoide.
Los adultos colectados fueron identificados mediante comparación con especímenes de referencia existentes en el Museo de Artrópodos, Universidad del Zulia, Maracaibo, estado Zulia, Venezuela, y están resguardados en la colección entomológica de la Universidad Agraria del Ecuador, Guayaquil, Ecuador.
Durante las encuestas, los insecticidas mencionados coincidieron por cultivo, independientemente de la provincia visitada, por lo que la situación de las aplicaciones de insecticidas fue analizada para cada cultivo por separado, excepto para el caso de cucurbitáceas, donde existen muchas similitudes en ciclo, especies de plagas y controles, por lo cual los cultivos (melón y sandía) son tratados en los resultados como cucurbitáceas.
Análisis estadísticos
Se llevó a cabo estadística descriptiva (medias) para las diferentes variables. Los plaguicidas se evaluaron según su toxicidad mediante la Prueba de Chi-Cuadrado (p < 0,05). Los problemas en orden de importancia fueron analizados mediante la Prueba H de Kruskal-Wallis (p < 0,05). Las dosificaciones usadas y recomendadas fueron comparadas mediante la Prueba de Wilcoxon (p < 0,05).
Resultados y discusión
El total de los entrevistados señalaron que basan el control de plagas insectiles en la aplicación de insecticidas químicos, cuyos resultados se analizan por cultivo a continuación.
Cucurbitaceae
Como principales problemas de plagas, los agricultores mencionaron áfidos, Aphis gossypii Glover (Hemiptera: Aphididae) y moscas blancas del complejo Bemisia tabaci (Gennadius) (Hemiptera: Aleyrodidae), seguido de los gusanos del género Diaphania (Lepidoptera: Crambidae), el gusano de la hoja, Diaphania hyalinata L., y el perforador del fruto, Diaphania nitidalis Stoll (tabla 3; p < 0,05), para cuyos controles refirieron realizar en promedio 2,6 aspersiones semanales de insecticidas (rango: 2-3; tabla 3). Estas frecuencias de aspersiones son muy superiores a las reportadas por Valarezo, Cañarte, Navarrete, Guerrero y Arias (2008), quienes señalaron que el 100 % de los productores de melón y sandía de la provincia de Santa Elena, Ecuador, aplicaban insecticidas aproximadamente una vez por semana para el control de la mosca blanca, lo que califican como “uso de insecticidas sumamente alto”.
Los agricultores indicaron que, para manejar las especies de insectos chupadores, usaban principalmente insecticidas neonicotinoides, lo que coincide con lo referido por Valarezo et al. (2008). Las especies de Diaphania eran controladas con metomilo, metamidofos, profenofos y fipronil; los tres primeros, muy tóxicos y con mayor porcentaje de uso (tabla 4) respecto al último (tabla 5). La frecuencia de aplicaciones semanales aquí obtenida representaría de 23 a 34 totales en un ciclo de cultivo (60-90 días). Vargas-González et al. (2016) señalaron 21 aplicaciones de plaguicidas durante un ciclo de cultivo de melón en Comarca Lagunera, México, lo que está por debajo de lo aquí estimado.
Fabaceae: Phaseolus vulgaris: frijol
Las plagas referidas por los agricultores para el cultivo de frijol fueron los minadores de hojas, Liriomyza sa- tivae y Liriomyza huidobrensis (Blanchard) (Diptera: Agromyzidae), así como áfido negro, Aphis craccivora Koch (Hemiptera: Aphididae), seguido de las especies moscas blancas B. tabaci y Trialeurodes vaporariorum (Westwood) (Hemiptera: Aleyrodidae) (tabla 3; p< 0,05). Tanto estas especies de minadores de hojas como de moscas blancas son considerablemente polífagas (Tong-Xian, Kang, Heinz, & Trumble, 2009; Abdul-Rassoul & Al-Saffar, 2014; Chirinos et al., 2014; Romay, Geraud-Pouey, Chirinos & Demey, 2016), pero independientemente de las plantas hospederas, durante este estudio se encontraron diferencias en cuanto a su distribución altitudinal. Así, L. sativae y B. tabaci estuvieron presentes en zonas bajas de El Oro y Guayas, mientras que L. huidobrensis y T. vaporariorum, en zonas altas de Chimborazo, Loja y El Oro. Para el control de minadores de hojas los agricultores utilizaban principalmente abamectina y cipermetrina más lambda cihalotrina (tabla 5), pero también organofosforados (metamidofos) y carbamatos (metomilo) (tabla 4), realizando una aplicación semanal en promedio, generalmente mezclando algunos de los insecticidas mencionados. En el caso del áfido negro y moscas blancas, señalaron aplicar acetamiprid y buprofezin, respectivamente (tabla 7).
La manera en que los agricultores refirieron utilizar insecticidas en frijol, especialmente para controlar minadores de hoja, resulta controversial, dada la presencia de controladores biológicos naturales, entre los que se encuentran especies de parasitoides detectadas en este estudio, tales como Closterocerus sp. y Chrysocharis sp. (Hymenoptera: Eulophidae) (parasitoides de larva), así como Ganaspidium sp. (Hymenoptera: Figitidae) y Halticoptera sp. (Hymenoptera: Pteromalidae) (parasitoides larva-pupario). Esta diversidad de parasitoides asociados con Liriomyza está ampliamente referida en la literatura (Abdul-Rassouly & Al-Saffar, 2014; Hernández, Guo, Harris, & Liu 2011; Osmankhil, Mochizuki, Hamasaki, & Iwabuchi, 2010).
Experimentos de campo realizados por Chirinos et al. (2017) con el minador de la hoja, L. sativae, en Ecuador mostraron que en parcelas de frijol libres de aplicaciones de insecticidas había alto parasitismo asociado con bajas poblaciones de este fitófago, lo que contrastaba con lo observado en otras parcelas tratadas con aplicaciones continuas de insecticidas químicos, donde los altos niveles poblaciones estuvieron asociados a bajos porcentaje de parasitismo. Esos resultados, junto con investigaciones realizadas en otras latitudes (Chirinos et al., 2014; Tran, 2009; Tran, Tran, Konishi, & Takagi, 2006), sugieren que las aplicaciones de insecticidas para el control del insecto son innecesarias e interfieren con el control biológico natural de estas especies, lo que puede generar riesgos de resistencia.
Solanaceae: Solanum tuberosum: papa
Los agricultores mencionaron como problema más relevante para el cultivo de papa al gusano blanco, Premnotrypes vorax Hustache (Coleoptera: Curculionidae). La pulguilla, Epitrix sp. (Coleoptera: Chrysomelidae) y varias especies de polillas minadoras (Lepidoptera: Gelechiidae) fueron referidas en segundo y tercer orden de importancia (p < 0,05), respectivamente. Para el control de estos insectos, refirieron hacer una aplicación de insecticidas cada 15 días, lo que es similar a lo señalado para otras zonas del país (Aldás, 2012). Premnotrypes vorax es considerado un problema importante de este cultivo (Gallegos, Avalos, & Castillo, 1997). Para controlarlo, a pesar de las restricciones legales (Agencia de Regulación y Control Fito y Zoosanitario [Agrocalidad], 2013), usaban carbofuran. También señalaron el uso de insecticidas que contenían mezclas de lambda cihalotrina y tiametoxam, así como otros usados individualmente (lambda cihalotrina, cipermetrina, metamidofos o profenofos). Estos resultados son similares a los obtenidos por Aldás (2012), quien observó que los insecticidas más utilizados en el control de plagas de este cultivo fueron formulaciones comerciales de mezclas de lambda cihalotrina y tiametoxam, o bien carbofuran y lambda cihalotrina.
Dada la importancia de P. vorax como plaga de este cultivo en Ecuador (Landázuri, Gallegos, & Barriga, 2005) y de las otras especies mencionadas, así como el impacto de los insecticidas utilizados para el control de estas, es necesario realizar estudios de la dinámica poblacional y de los daños causados, en lotes de observación no interferidos por plaguicidas, para definir los factores verdaderamente limitantes de la producción que permitan evaluar y proponer manejo más racionales. Existen experiencias previas en las que se han probado alternativas de menor impacto ambiental tanto para P. vorax (Landázuri et al., 2005) como para Tecia solanivora (Povolny) (Lepidoptera: Gelechiidae) (Bosa et al., 2008).
Solanaceae: Capsicum annuum: pimiento
Los principales problemas entomológicos señalados para el cultivo de pimiento fueron los áfidos A. gossypii y Myzus persicae Sulzer (Hemiptera: Aphididae), las especies de ácaros, Polyphagotarsonemus latus Banks (Acari: Tarsonemidae) y Tetranychus urticae Koch (Acari: Tetranychidae) (p < 0,05), difiriendo significativamente de la negrita o liendrilla, Prodiplosis longifila (Gagné) (Diptera: Cecidomyiidae). Para controlar estos problemas, los agricultores realizaban en promedio dos aspersiones semanales de insecticidas (tabla 3). Durante las inspecciones de campo realizadas para corroborar la presencia de las especies mencionadas, no se observaron infestaciones ni daños por P. longifila en ninguno de los cultivos de pimiento revisados (92 campos de pimiento), a pesar de ser referida como la segunda causa de aplicaciones de insecticidas. Valarezo, Cañarte, Navarrete y Arias (2003) refirieron que, en entrevistas realizadas a agricultores de diferentes provincias de Ecuador, estos listaron al menos 15 cultivos hospederos de esta especie, incluyendo el pimiento. Sin embargo, la misma investigación señaló que un porcentaje apreciable de agricultores (hasta 70 %) manifestó no conocer otros hospederos de “esta plaga” diferentes a tomate.
Prodiplosis longifila es un problema importante en tomate, pero no en pimiento. Según las observaciones realizadas en campos de pimiento, los daños más notorios en este cultivo son los causados por áfidos y ácaros, que de manera previa a evaluación podrían ser controlados fácilmente con aplicaciones selectivas de neonicotinoides y de acaricidas específicos, respectivamente. En otras palabras, para el pimiento no se observaron mayores limitantes fitosanitarias y, en consecuencia, no se justifica la cantidad de aplicaciones de plaguicidas, incluyendo algunos de alto impacto ambiental y toxicidad como carbofuran, metomilo y metamidofos (tabla 4).
Solanaceae: Solanum lycopersicum: tomate
En este cultivo, si bien los agricultores mencionaron a las moscas blancas (Hemiptera: Aleyrodidae) y a Liriomyza spp. como problemas, P. longifila resultó la razón principal de aplicación de insecticidas (p < 0,05), iniciadas pocos días después del trasplante, alcanzando en promedio 2,8 aplicaciones por semana (tabla 3) (rango: 2-4 aplicaciones/semana). Valarezo et al. (2003) señalaron que, desde hace unas tres décadas, P. longifila es la especie considerada como el problema principal de plagas del tomate en Ecuador, que fue detectada por primera vez en el país en 1986, en el Cantón Arenillas (provincia El Oro), y posteriormente determinada su presencia en 12 provincias, en la zona costera y valles interandinos, con una distribución altitudinal desde nivel del mar hasta 1.800 m s. n. m.
Los mismos investigadores expresaron que este insecto ha limitado la producción de tomate (unas 6.000 ha), por lo que la totalidad de los productores han aplicado indiscriminadamente productos químicos, llegando en algunas zonas al abandono del cultivo, debido a la pérdida de rentabilidad. Las 2,8 aplicaciones semanales aquí detectadas, representarían un total de 45 aplicaciones por ciclo de cultivo, lo que es muy superior a lo reportado por Valarezo et al. (2003), quienes refirieron como uso indiscriminado de plaguicidas el rango de 21 a 31 aplicaciones realizadas por ciclo de cultivo en varias provincias del país. En resumen, el alto uso de insecticidas para controlar P. longifila probablemente esté acentuando los problemas fitosanitarios, así como en salud humana y ambiental (Lindao, Jave, Retuerto, Erazo, & Echeverría, 2017).
Productos químicos utilizados
Los resultados mostraron aplicaciones frecuentes de insecticidas químicos realizadas por los agricultores, lo que corrobora lo mencionado en investigaciones previas realizadas en el país (Aldás, 2012; Crissman et al., 2002; Valarezo et al., 2003, 2008) y en América Latina (Chirinos & Geraud-Pouey, 2011; Ruiz, Ruiz, Guzmán, & Perez, 2011; Wesseling et al., 2003). Ninguno de los agricultores manifestó seguir las recomendaciones contenidas en la etiqueta de los envases, en cuanto al periodo de carencia, o intervalo de confianza antes de la cosecha, necesario para asegurar la descomposición del plaguicida.
De los insecticidas utilizados, 31,2, 46,8, 12,9 y 8,4 % están catalogados en toxicidad Clase I, II, III y IV, respectivamente (tablas 4-7) (χ²: 96,89; p < 0,09); es decir, los insecticidas más tóxicos, pertenecientes a las Clases I y II constituyeron aproximadamente 80 % de señalamiento de aplicaciones en los cultivos. De los cuatro productos de Clase I aquí referidos, metamidofos, metomilo y profenofos están restringidos, y carbofuran se prohibió en el país (Agrocalidad, 2013). Exceptuando profenofos, estos insecticidas están ubicados como las principales causas de intoxicaciones agudas en humanos en otros países (Fernández et al., 2010).
Todos los agricultores (tabla 8) mencionaron mezclar dos o más insecticidas en una aspersión. Esto es similar a lo obtenido por Vargas-González et al. (2016), quienes detectaron que el 95 % de los agricultores encuestados en la región productora de melón, Comarca Lagunera, México, mezclaban al menos dos plaguicidas en una aspersión. Cuando se utiliza más de un plaguicida en una aspersión, las escalas individuales de toxicidad pierden validez ante los efectos aditivos de las mezclas, lo que es especialmente relevante, porque todas las dosificaciones usadas fueron significativamente superiores (W: 4207; p < 0,05) a las recomendadas en el envase de producto (tablas 4-7). Los efectos aditivos de plaguicidas se presentan debido a que estos ejercen una acción en común y serán el resultado de la suma de cada uno de ellos (Stephens, Maige, Beltran, & González, 2005).
Fue común observar envases vacíos de insecticidas químicos, esparcidos en los campos de cultivo (figura 3). En cuanto, a las preparaciones y aspersiones, fueron hechas por parte de los operarios agrícolas, sin protección corporal, lo que podría comprometer la salud de estas personas en su mayoría jóvenes (Lindao et al., 2017), sin mencionar la manipulación de los frutos cubiertos de residuos de plaguicidas durante la recolección, selección, limpieza a mano desnuda y acomodo en las cestas de transporte, operaciones en que participan principalmente mujeres y niños. Estudios realizados en Ecuador detectaron la presencia de residuos de plaguicidas clorados en los productos finales de los cultivos de papa, pimiento y tomate, pero con cantidades que no superaron los límites máximos permitidos (Ministerio de Ambiente, 2004). Otras investigaciones efectuadas sobre la canasta básica familiar en muestras de tomate recolectadas en cuatro provincias del país determinaron que los residuos del plaguicida metamidofos se encontraban ocho veces sobre el Límite Máximo de Residuos (LMR) (Crissman et al., 2002).
Para el control de plagas agrícolas, el 58 % (rango: 42-69 %) de los entrevistados informó que son asesorados por representantes de las casas comercializadoras de plaguicidas (tabla 8). Valarezo et al. (2003) refirieron que las recomendaciones químicas hacia los agricultores provienen de vendedores de insumos agrícolas y, en otras ocasiones, obedecen a la experiencia del mismo agricultor.
Los resultados refieren un alto uso de insecticidas químicos en las localidades y los cultivos estudiados. Estos son ampliamente usados en agricultura porque son efectivos, tienen efecto rápido y son flexibles al adaptarse a muchas condiciones agronómicas y ecológicas. Además, es la única herramienta en manejo de plagas que puede ser utilizada cuando se exceden los niveles de daño y resultan una alternativa eficaz; para que puedan ser utilizados de manera armoniosa dentro del contexto del manejo de plagas es necesario sustituir los calendarios de aplicaciones por tratamientos necesarios y reconocer que no se requiere 100 % de control de insectos para prevenir las pérdidas económicas (Luckmann & Metcalf, 1975).
Adicionalmente, se debe mejorar la eficiencia de las aspersiones y, cuando la situación lo permita, realizar aplicaciones localizadas y dirigidas. También es importante reducir las dosificaciones a lo mínimo indispensable y respetar los periodos de carencia o tiempos de aplicación establecidos antes de la cosecha. Estos resultados demandan estudios de residualidad de plaguicidas en los productos agrícolas finales, así como del impacto en la salud de operarios y consumidores, y los efectos ambientales del uso de los plaguicidas químicos.
Ante esta situación de alta aplicación de insecticidas químicos, es esencial plantear alternativas, para lo cual son fundamentales los conocimientos acerca de la dinámica ecológica de los agroecosistemas, especialmente en lo referente a la fauna de artrópodos y sus interacciones tróficas, para así definir los verdaderos problemas que requieren ser manejados y la forma de hacerlo sin generar nuevos problemas (Chirinos & Geraud-Pouey, 2011). La primera alternativa que se consideró dentro de un programa de Manejo Integrado de plagas fue la acción del control biológico natural que, en algunos casos como el de especies del género Liriomyza, generalmente resulta suficiente para mantener la regulación poblacional de este fitófago en diferentes cultivos (Chirinos et al., 2014; 2017; Tran et al., 2006).
Cuando el control biológico natural no es suficiente, otras alternativas deben ser consideradas antes que el control químico. El control biológico aplicado ha sido exitoso en programas de manejo de algunas plagas agrícolas en varios países de la región neotropical (Colmenarez, Corniani, Jahnke, Sampaio, & Vásquez, 2018). Los insecticidas microbianos también forman parte del manejo de bajo impacto ambiental, por su selectividad biológica, cuyos ingredientes activos a base de hongos, bacterias y baculovirus, entre otros, han demostrado efectividad para el control de diferentes plagas de importancia en varios cultivos (Ayala & Henderson, 2017; Landaruzi et al., 2005; Portela-Dussán, Chaparro- Giraldo, & López-Pazos, 2013). Asimismo, los insecticidas botánicos y el uso de feromonas han mostrado su efectividad en el control de plagas agrícolas (Bosa et al., 2008; Campos et al., 2018).
Conclusiones
El manejo integrado de plagas es un sistema que, basado en el conocimiento del agroecosistema, utiliza en la forma más compatible posible todas aquellas alternativas necesarias y disponibles, para mantener a las poblaciones de plagas en niveles en que no causen daños de significancia (Smith & Reynolds, 1965); por lo tanto, este no representa una alternativa más, sino la continua aproximación al correcto enfoque y manejo de los problemas de plagas, es decir, consiste en acometer la solución de los problemas de plagas en forma racional desde los puntos de vista ecológico, económico y social (Luckmann & Metcalf, 1975; Vivas-Carmona, 2017).