INTRODUCCIÓN
En su aportación a la historia del periodismo en México, María del Carmen Ruiz Castañeda aseguró que la Gaceta Imperial de México, empezada a publicar con ese nombre el 2 de octubre de 1821, cuatro días después de la firma del Acta de Independencia, "no fue un órgano de opinión ni de polémica". De acuerdo con esta autora, se trató más bien de una publicación que contenía, de manera bastante aséptica, "noticias nacionales y extranjeras, documentos oficiales y frecuentes ditirambos en honor de Agustín I"1. Este trabajo pretende matizar dichas afirmaciones -especialmente la primera- a través del análisis de los números de la Gaceta durante los primeros momentos del México emancipado, que cerraremos aquí con la abdicación como emperador de Agustín de Iturbide el 19 de marzo de 1823.
En el examen propuesto vamos a rastrear una selección de noticias que se publicaron sobre España, en tanto que Estado-nación del que se acababa de independizar México y a cuyos acontecimientos se continuaba prestando una especial atención. Se siguió de cerca la agitada vida política de los años del Trienio Liberal, que acabó cristalizando, a partir de la primavera de 1822, en una guerra civil entre liberales y contrarrevolucionarios2. El fragor de esa disputa fue presentado como una muestra del caos y desgobierno imperantes en la Península, en contraposición al nuevo contexto mexicano. Al mismo tiempo, sirvió para criticar la postura de ambos grupos. En términos generales, a los liberales se les imputaba la promoción de medidas secularizadoras y su división entre moderados y exaltados, siendo estos segundos los mayores responsables de la inestabilidad política. Por su parte, se temían los planes de la reacción antiliberal para regresar a los años de la opresión absolutista con el auspicio de la Santa Alianza. Frente a esta disyuntiva entre revolución y contrarrevolución, la Gaceta apostó por encauzar la senda de un liberalismo moderado, pretendidamente exhibido como distinto del hispano. A medida que Iturbide concentró mayor poder en sus manos, primero como primer regente y después como emperador, la línea editorial del periódico oficial se decantaría por soluciones cada vez más conservadoras. En cualquier caso, debemos señalar que el progresivo rechazo de la situación peninsular no se tradujo durante los años del Imperio en la aplicación de políticas contra los españoles residentes en México, como sí ocurrió en otras partes de Hispanoamérica3.
En las siguientes páginas analizamos los significados de esa imagen negativa que se difundió de la realidad española en los reportes publicados, en los comentarios a los mismos que en ciertas ocasiones añadió el editor-impresor Alejandro Valdés Téllez-Girón, de quien después nos ocupamos, y en algunas de las reacciones que suscitó la aparición de todos esos datos en la propia Gaceta. Dejamos en esta ocasión fuera, por tanto, el examen de las reseñas sobre los acontecimientos políticos de otros espacios de Europa e Iberoamérica. Se argumentará que las noticias publicadas sobre España, en tanto que representaciones de su contexto, permiten conocer mejor los imaginarios en construcción durante el periodo del Primer Imperio y la orientación política que se pretendía seguir en el nuevo país desde las más altas instancias gubernamentales. A través del discurso de la prensa oficial podemos tener una visión más amplia de la cultura política en el México independiente. El interés del tema abordado se refuerza atendiendo a la coyuntura del bicentenario de la emancipación en la que nos encontramos.
De acuerdo con estos objetivos, el trabajo se organiza en cuatro partes y unas breves conclusiones generales. La primera sitúa el contexto de aparición de la nueva Gaceta en el momento de la independencia de México. Las tres siguientes se corresponden, sucesivamente, con los meses en que Iturbide fungió como primer regente (octubre 1821-mayo 1822); el periodo en que, tras su elección como emperador, convivió con el Congreso constituyente (mayo 1822-octubre 1822); y la etapa final en que centralizó la autoridad en su persona (octubre 1822-marzo 1823).
1. CUESTIONES PREVIAS
La Gaceta, como instrumento del discurso oficial que el Gobierno pretendía monopolizar, no solo fue un órgano informativo y un medio para dar difusión a las disposiciones de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. En ella encontramos también una estrategia de intervención en la opinión pública que pretendía guiar a sus lectores en la dirección ideológica de quienes ejercían el poder. En este sentido, resultó más bien un medio de legitimación política, un "actor" destacado -según la expresión de François X. Guerra- que hacía las veces, a través del poder de la palabra impresa, de "arma" en la lucha por hegemonizar los enconados debates del momento4. Como veremos, algunas de las noticias publicadas en la Gaceta generaron juicios encontrados, discusiones diversas y no pocos malentendidos.
El contexto en el que se produjo la independencia de México favoreció esta ampliación del espacio de debate. La recuperación de la libertad de imprenta, a raíz del inicio de la segunda etapa liberal en la Monarquía española, tras la revolución iniciada en enero de 1820, incrementó considerablemente la labor desempeñada por editores e impresores, al tiempo que abrió los cauces apropiados para que proliferara una diversidad de opiniones y un creciente interés por darlas a conocer. Resulta significativo que en Nueva España muchos impresos aparecieran publicados entonces de manera anónima, síntoma de las disensiones ideológicas y partidistas, a pesar de las garantías que ofrecía el nuevo marco legal5. El hecho de que en el primer periodo constitucional solo hubiera estado en vigor tres meses -entre octubre y diciembre de 1812- el Decreto IX de "Libertad política de la imprenta", promulgado en noviembre de 1810 por las Cortes de Cádiz, incentivó que, en la década siguiente, existiera un interés mayor por el intercambio de pareces y la polémica. Esa vitalidad de la crítica fue acompañada de medidas e intentos para controlarla cuando desbordó los límites esperados por las autoridades. El virrey Juan Ruiz de Apo-daca, siguiendo el ejemplo de sus antecesores, suspendió el Decreto mencionado el 2 de junio de 1821 para frenar la difusión de los impresos favorables al proyecto independentista de Iturbide. Este, por su parte, también impuso restricciones a la circulación de opiniones cuando, a finales de 1822, empezaron a proliferar las conspiraciones republicanas y las invectivas contra la deriva centralista de su mando. Dichos límites quedaron plasmados en el Reglamento Provisional Político del Imperio, aprobado por la Junta Nacional Instituyente el 23 de febrero de 1823, así como en el Decreto sobre "abusos de la libertad de imprenta" que dicho órgano publicó el 9 de enero de ese mismo año6. Todo ello, unido a los agitados cambios de la etapa y el rápido desarrollo de los acontecimientos, propició que los distintos periódicos y publicaciones tuvieran una vida bastante efímera, continuando, de alguna forma, la dinámica perceptible desde 18107.
En contraposición, la Gaceta Imperial de México, en tanto que vehículo gubernativo de comunicación, mantuvo de manera estable su publicación durante el periodo del que aquí nos ocupamos. Después de la sanción de la independencia, siguió apareciendo de manera regular tres veces por semana (martes, jueves y sábados), del mismo modo que hasta entonces lo había hecho la anterior Gaceta del Gobierno de México8. La cabecera de aquella pasó a Gaceta del Gobierno Imperial de México el 20 de abril de 18229, mientras que el pie de imprenta tuvo algunos cambios más: "Imprenta Imperial de D. Alejandro Valdés", del 2 de octubre de 1821 al 25 de mayo de 1822 (t. I, n° 1-71; t. II, n° 1-44); "Imprenta Imperial del Sr. Valdés", del 26 de mayo de 1822 al 20 de agosto de 1822 (t. II, n° 45 [extraordinario]-83); "Imprenta Imperial", del 22 de agosto de 1822 al 28 de diciembre de 1822 (t. II, n° 84-151), aunque en la Gaceta Extraordinaria del día 8 de ese mes (n° 137) aparece como "Imprenta Imperial de Valdés"; y, a partir de 1823, dentro de la cronología fijada, "Imprenta del Supremo Gobierno" (t. I, n° 1-39).
Como vemos en estos datos, la figura de Alejandro Valdés (1776-1833) estuvo continuamente presente en las tareas de edición e impresión de la Gaceta. Su trayectoria da cuenta del prestigio que había adquirido en el periodo de la independencia y su cercanía a los círculos del poder político. En 1814 heredó la imprenta de su padre, Antonio Manuel Valdés, y, tres años después, en 1817, incorporó a su negocio el material tipográfico y la librería de María Fernández de Jáuregui. Esa fusión le convirtió en el principal librero-impresor de la capital novohispana en vísperas de la revolución10. A partir del 22 de julio de 1820 formó parte del Ayuntamiento Constitucional como regidor11. Desde su taller salieron folletos favorables al proyecto de Iturbide, motivo por el cual, una vez consumada la ruptura con la Monarquía española, este, como presidente de la Regencia, le puso al frente de la Gaceta12. También se le comisionó para que se ocupara de las "disposiciones de la jura" de la independencia13 y obtuvo diferentes nombramientos, como el de "Impresor de Cámara del Gobierno Imperial"14 y, tras la proclamación del líder trigarante como emperador, el de impresor de la casa imperial15. Este apoyo a la causa de Iturbide favoreció que la empresa de Valdés viviera su momento más boyante durante los años del Imperio, pues, tras la caída del emperador, su declive es acentuado. Estamos, por tanto, ante un hombre que se comprometió con el nuevo régimen político, hecho que le dio notoria visibilidad pública, especialmente a través del medio de información oficial que estaba a su cargo.
Según podemos ver en la Gaceta, el tiempo que tardaban en llegar las noticias desde el puerto de Cádiz al de Veracruz era de 43 a 46 días y, hasta su publicación en la ciudad de México, en torno a dos meses. En el caso de los buques salidos desde Galicia el trayecto se acortaba unos diez días. En todo caso, cuando los reportes provenían de otras partes de España y/o Europa, entonces había un mayor desfase, no siempre fácil de calibrar. La práctica de recurrir a la información recogida en otras publicaciones era algo común en el quehacer editorial del periodo16. Para el caso que nos ocupa, la Gaceta se nutrió de cartas particulares y de una red de diversos periódicos españoles, aunque en muchas ocasiones no dio cuenta de donde obtenía la información. De acuerdo con su línea editorial, sus fuentes predilectas fueron la Gaceta de Madrid, El Universal y El Imparcial. Estas cabeceras participaban de los presupuestos del liberalismo moderado y, en su caso, del discurso oficialista, lo cual no significa que la Gaceta mexicana compartiera su punto de vista17. También se recurrió puntualmente a otras publicaciones de distintas sensibilidades ideológicas, como, por ejemplo, Redactor General de Cádiz, Diario gaditano de la libertad e independencia nacional, Aurora del comercio, El Espectador o, entre otros, El Liberal Guipuzcoano. Por su parte, se tomaron noticias de los acontecimientos peninsulares a partir de periódicos cubanos como Diario del Gobierno Constitucional de La Habana, Noticioso mercantil o Indicador Constitucional. Como veremos, también se tuvieron en cuenta los artículos aparecidos en otros periódicos de México. Todo ello permitía a la Gaceta presentarse como un periódico bien surtido de información y, por tanto, de pertinente lectura.
2. LOS INICIOS DE LA CRÍTICA
Tras la proclamación de la independencia, la Gaceta se hizo eco de tres debates que estaban en el aire desde que Agustín de Iturbide diera a conocer su proyecto emancipador en el Plan de Iguala, rubricado el 24 de febrero de 182118. Estos se referían a la defensa de la religión y del rey Fernando VII -con la invitación a que se trasladara a México como emperador constitucional- frente a los supuestos atropellos cometidos contra ambos por los diputados más exaltados de las Cortes de Madrid. Por su parte, en tercer lugar, se esperaba que estas aceptaran los Tratados de Córdoba, firmados en agosto de 1821 entre Iturbide y Juan O'Donojú -último jefe político de Nueva España-, en los que se reconocía la independencia del antiguo virreinato. A través de esos temas se empezó a articular la crítica a las actitudes de ciertos políticos españoles, a los cuales se figuraba agitando los ánimos y pretendiendo controlar la situación, con el fin de revelar la inestabilidad del contexto peninsular, al borde de un enfrentamiento armado. La emancipación podía así ser presentada como el mejor de los escenarios posibles para los habitantes del nuevo país. Aunque México y España compartieran aún en esos momentos la matriz común del liberalismo gaditano, vamos a ver cómo poco a poco hubo un interés por parte de Iturbide y sus círculos afines para desmarcarse de él19.
Los asuntos eclesiásticos habían venido preocupando a la opinión pública de México, especialmente a la conservadora y contrarrevolucionaria, desde el momento en el que se restableció la Constitución en el virreinato, el 31 de mayo de 1820. Pronto empezaron a publicarse numerosas críticas al programa reformista de tendencia secularizadora que desplegaron las Cortes. Ello explica, en buena medida, que un amplio grupo de los eclesiásticos mexicanos apoyaran el plan de independencia de Iturbide, en el que se les devolvían los fueros y preeminencias20. La Gaceta no se mantuvo al margen de estas cuestiones y por ello reforzó la imagen de una España asaltada por las fuerzas de la impiedad, a las cuales se vinculaba con quienes apostaban por mantener vivo el espíritu revolucionario. El tono moderado del órgano oficial de comunicación conectaba en este punto con el ideario más tradicionalista, incluso cercano a los postulados de la reacción antiliberal21. A partir de El Universal se reproducía la sentencia de "deportación y extrañamiento" de fray Francisco Solchaga, General de los Capuchinos en la Península, a quien se expulsaba -al igual que ocurrió con ciertos obispos- por haber manifestado públicamente sus opiniones contrarias a las directrices del Gobierno22. Su exposición crítica sobre el dictamen de reforma de las órdenes regulares fue visto como un cuestionamiento intolerable23.
Este reporte conecta directamente con la enfática publicidad que se realizó desde las páginas de la Gaceta a la reedición, en Puebla, de una ampliación póstuma a las Observaciones sobre reforma eclesiástica (1812), de fray Fernando de Cevallos. Este monje jerónimo fue uno de los más señeros representantes de la antiilustración española y su obra se caracterizó por defender a ultranza la exclusiva capacidad de la Iglesia para acometer innovaciones en su seno24. Cualquier otra iniciativa reformista era tachada como un intento para arruinar el Altar, dentro de los planes del complot tramado por los falsos filósofos. Claramente esta impugnación se dirigía contra las Cortes de Madrid, a las cuales se acusaba ahora de llevar al extremo la labor iniciada una década atrás por los diputados gaditanos. Se trataba de una oposición a las pretensiones del liberalismo para acabar con el lugar preeminente que la institución eclesiástica había gozado durante el Antiguo Régimen. A pesar de esta postura tan drástica, la Gaceta hablaba del "mérito y utilidad de esta obra" del padre Cevallos, pues, continuaba, "en los mismos puntos que promueve lleva el mayor estímulo y recomendación". No se dudaba de que su reimpresión tendría "la mejor acogida en las circunstancias presentes"25. Esta aprobación al contenido de semejante texto, así como el fallo contra el padre Solchaga, validaba las impresiones de aquellos para quienes la Asamblea española era el centro de operaciones de los enemigos de la religión. De acuerdo con esta potente interpretación, México, por el contrario, era el país que defendía el catolicismo y a los eclesiásticos de sus innumerables enemigos. La independencia tenía un sentido trascendente: constituía una victoria sobre los planes secularizadores de los revolucionarios peninsulares.
En España se vivieron a lo largo de 1821 importantes agitaciones políticas y militares que, según la Gaceta, a partir del Redactor General de Cádiz, tenían "comprometida la salud pública en algunas de las ciudades principales"26. Estos altercados amenazaban con desestabilizar al joven régimen liberal y, según se dejaba ver, ponían en peligro la continuidad del mando de Fernando VII. Resulta revelador que el órgano oficial de comunicación del Gobierno mexicano enfatizara el carácter constitucional del monarca español, alimentando así las esperanzas puestas en la posibilidad de que el rey -o un miembro de la familia Borbón- decidiera asentarse en el solio del Imperio, siempre y cuando reconociera la Ley fundamental que debían elaborar las futuras Cortes. Es decir, el uso instrumental que el hijo de Carlos IV realizaba de la Carta gaditana, en la cual se escudaba para salvaguardar sus prerrogativas, a pesar de aborrecerla, era presentado en la Gaceta como una muestra de su voluntad por mantenerse dentro de los cauces legales. Tal era la fuerza de los imaginarios monárquicos y de las esperanzas depositadas en Fernando VII en el periodo de la independencia. En este sentido, la Gaceta se esforzó en esta primera fase por salvar la figura del rey, tratando de amortiguar -de una forma bastante ingenua- el recuerdo de la deriva despótica de los años del sexenio absolutista. Según se reproducía en sus páginas, el monarca comunicó en su discurso de apertura de las Cortes, el 1 de octubre de 1821, que su intención era considerar a estas "como el primer apoyo de su trono constitucional"27. Un poco después se informaba sobre la asonada que hubo en Cádiz ese mismo mes, donde los insurrectos pasearon un retrato de Rafael de Riego -símbolo de la revolución triunfante28- y se opusieron a aceptar el cambio de jefe político propuesto por el Gobierno. La revuelta exaltada y las críticas a este se extendieron rápidamente a otros puntos de la Península, presentando, según la Gaceta, "una crisis sumamente peligrosa". Ante el estado de intranquilidad, y refiriéndose explícitamente al caso gaditano, el rey no titubeó a la hora de dirigirse a las Cortes para quejarse de que sus facultades, conforme a lo que sancionaba la Constitución, habían sido puestas en entredicho, debilitando la seguridad del Trono29. Fernando VII nunca dejó de desconfiar en la Asamblea, por más que esta se esforzara en mostrarle todo su respaldo30. Esos recelos fueron utilizados en México, en el contexto en que se fraguó el proyecto de independencia, como un argumento que sustentaba la posibilidad de que dicho monarca decidiera abandonar España31.
Ante semejante panorama, la Gaceta no dejó pasar la oportunidad de reproducir una carta del militar José Ruiz Huidobro a Iturbide, fechada el 25 de enero de 1822. En ella le aseguraba que los hechos que acabamos de describir, relativos a las insurrecciones de las provincias españolas, demostraban el estado de "anarquía" en el que se encontraban. Por ello, no dudaba en apuntar "que si aquella gente tuviera seguridad en este Imperio vendría mucha"32. A la barahúnda española se contraponía la tranquilidad del México emancipado, donde imperaban el orden y la estabilidad. Se abrían así las puertas a que todos aquellos que quisieran escapar de las turbaciones ideológicas del viejo continente pudieran refugiarse en el nuevo país. Allí se les garantizaba su seguridad, de acuerdo al presupuesto de la "unión" que, junto a la "religión" y la "independencia", formaron parte del programa de Iturbide. Estas representaciones, como veremos, todavía volverían a esgrimirse con más intensidad conforme el ambiente político de la Península se radicalizó.
Las expectativas puestas por los líderes mexicanos en la posibilidad de que Fernando VII aceptara la independencia del territorio fueron poco a poco desvaneciéndose, lo cual se tradujo también en un progresivo rechazo hacia la actitud de dicho monarca y, de una forma más acelerada, respecto a las Cortes. A través de las páginas de la Gaceta podemos conocer cómo fue el proceso de ese desencanto; aunque, en esta ocasión, no hubo matices para reconocer que los políticos y publicistas más cercanos al liberalismo exaltado sí se mostraron inclinados a favorecer las propuestas que daban un mayor autogobierno a los territorios americanos. El periódico oficial anunció a comienzos de febrero de 1822 que la opinión pública española y los diputados se mostraban favorables a cumplir los Tratados de Córdoba33. Sin embargo, dichas noticias rápidamente fueron desdichas cuando se conoció la desautorización al general O'Donojú para resolver el asunto de la emancipación34. Como es sabido, este llegó a México el 30 de julio de 1821 convencido de que las Cortes y el monarca estaban muy cerca de reconocer un proyecto para establecer monarquías constitucionales en América. Sin embargo, dicho plan, que fue promovido por los diputados mexicanos, se rechazó cuando llegaron noticias a Madrid sobre la insurrección de Iturbide35. La Gaceta dio a conocer el avance de estas complejas negociaciones reproduciendo -a partir del Diario del Gobierno Constitucional de La Habana- una carta del ministro de Ultramar -Ramón López Pelegrín- al jefe político de la capital cubana, fechada el 7 de diciembre de 1821. En ella se censuraba a O'Donojú y se afirmaba que "el rey y las Cortes se ocupan en la actualidad del importante punto de pacificación" de las provincias de Ultramar. Estas palabras fueron aprovechadas por la Gaceta para vincularlas con los rumores sobre la posibilidad de que se estuviera organizando un proyecto de "reconquista". La mención a esta amenaza era inmediatamente acompañada con un relato sobre los atropellos cometidos hasta entonces por parte de la "política ministerial" contra los americanos. Desde los tiempos de las Cortes de Cádiz, España había sido "injusta" y "cruel" con ellos, a quienes les negaba los "derechos" que les pertenecían36. De esta forma, quedaba sancionado en el diario oficial la ruptura con el liberalismo hispano, al tiempo que se disipaban las esperanzas puestas en las decisiones del rey. La deslegitimación de la política española resultó todavía más evidente con la publicación de un escrito del abogado gaditano Domingo Antonio de la Vega, en el que se apostaba por "rehacernos de la hermosa posesión de las Américas". Se negaba, así, cualquier reconocimiento de las independencias, proponiendo enviar comisionados para negociar la reincorporación de los territorios emancipados a la Monarquía37. El tiempo de la conciliación había terminado.
3. LA DIVISA DE LA MODERACIÓN FRENTE A LA "ANARQUÍA" GUERRACIVILISTA
Entre mediados de mayo y finales de octubre de 1822, tanto México como España vivieron momentos de cambio acelerado que trajeron aparejadas tensiones y nuevos retos. En el primer espacio, Agustín de Iturbide fue ensalzado como emperador la noche del 18 de mayo por medio de un golpe de Estado. En los meses siguientes mantuvo acalorados encuentros con el Congreso constituyente, al que comparaba con las Cortes madrileñas, hasta que se decidió a clausurarlo. Mientras tanto, en la Península, el clima de enfrentamiento se fue crispando a medida que tomaron fuerza los alzamientos del realismo contrarrevolucionario en las zonas de Cataluña, el norte y la propia capital. Al mismo tiempo, la pugna entre las dos familias del liberalismo dificultó la gobernabilidad y aceleró la forja de una imagen caótica del país. Desde México, algunos observaban que España estaba irremediablemente perdida. Como vamos a ver, la palabra "anarquía" fue una de las más presentes en la Gaceta para referirse a todos esos sucesos. Dicho medio de información, en un momento en el que el nuevo emperador mexicano necesitaba asentar las bases de su dudosa legitimidad, aprovechó todas las disensiones del ámbito peninsular para contraponerlas a la supuesta entereza del Imperio. Se pretendía así proyectar la idea de que la elección de Iturbide como soberano no solo había sido la decisión más adecuada, sino que constituía la culminación del proceso de la independencia.
La apuesta por la moderación quedó enunciada en la Gaceta del 31 de agosto de 1822. En ella se insertó una Representación del 15 de mayo dirigida a Fernando VII por comerciantes, hacendados y militares de Madrid, todos ellos vecinos "honrados" y conocidos por su ascendencia y proyección pública. El documento defendía la monarquía constitucional y la doctrina del justo medio frente a las acciones del liberalismo más radicalizado. Provenía de El Universal de ese mismo día, justo en un momento de abierta confrontación política en el que se respondía a la doble ofensiva propagandística de los exaltados contra Fernando VII y los políticos y publicistas moderados38. A quienes alimentaban esas críticas se les definía como "anarquistas" miembros de una "facción liberticida" que buscaba "sangre", "horrores", "guerra civil" y "el reinado del terror". Con sus escritos solo pretendían "corromper la moral y ofender la decencia pública". No es casualidad que a continuación de este escrito la Gaceta informara, a partir de un artículo del Noticioso General, sobre el descubrimiento de una conspiración contra Iturbide, "con la mira de establecer el republicanismo, o entregar el Trono a una dinastía extranjera". Su triunfo supondría la entronización de "los horrores a que el jacobinismo arrastró a la desgraciada nación francesa"39. Se vinculaba así a los exaltados españoles con los conspiradores mexicanos y los jacobinos de Francia, todos ellos unidos en sus funestos planes para desestabilizar el país y derrocar la monarquía. Para quienes apoyaban al emperador, este tipo de cultura política no convenía en el nuevo Estado-nación, motivo por el cual era menester desmarcarse de dicho liberalismo incontrolado. De acuerdo con estos presupuestos, justo en ese mes Iturbide había procedido a arrestar a los diputados que se consideraban sospechosos40. Las analogías que ofrecía la Gaceta sobre los sucesos de España, reforzadas con menciones al extremismo francés, continuaban influyendo en el México independiente y pretendían condicionar las percepciones de la opinión pública sobre la política interna.
Tanto en las semanas previas a la divulgación de esta Representación como, de manera más intensa, en los meses siguientes, la Gaceta incorporó noticias de la guerra civil que se estaba desarrollando en Cataluña. La mirada que se presentó venía principalmente desde las filas de los constitucionalistas resistentes. A partir del mes julio aparecieron los primeros reportes sobre los alzamientos de las partidas realistas, insertándose, incluso, documentos en catalán41. También se conocieron las acciones violentas de algunos facciosos en la franja litoral de Valencia y Murcia42. Pero fue a partir de septiembre cuando las páginas del periódico oficial se llenaron de extractos sobre la brutalidad de la contienda y la confusión de las operaciones bélicas43. Como presentación a los mismos, el editor Alejandro Valdés advirtió "que la Península está en completa anarquía, y los pueblos sufriendo todos los desastres de una revolución sin orden, y en la que el principal muelle es el desenfreno de las pasiones". La "divergencia de opiniones", continuaba, había producido ese funesto resultado. Ello era una consecuencia inmediata de que "el espíritu público no se uniforma al bien general"44. De acuerdo con su juicio, la polarización ideológica de la Península era la causante de esa inestabilidad fratricida. En algunos de los informes publicados en la Gaceta sobre la contienda podemos observar el dramatismo de la situación y la impresión que debió causar su lectura entre los mexicanos. Desde Vich se decía que "esto está hecho un infierno"45 o que "esto no es vivir, sino rabiar"46. En Tarragona se afirmaba que "esto está peor que en tiempos de los franceses"47, mientras que, un poco más adelante, se aseguraba -a partir de El Imparcial- que en Cataluña estaba a punto de estallar una nueva Vendée, que habría de causar "la pérdida total de estas hermosas provincias"48. La situación se vio agravada por el cordón sanitario que Francia impuso en la frontera, el cual fue aprovechado por los contrarrevolucionarios para sus actividades guerrilleras. Según se pudo ver en la Gaceta, los ejércitos franceses estaban esperando a que "los españoles se desgarren" para intervenir militarmente49. Tal era el estado de desconcierto en España que hasta se rumoreaba que las islas Canarias querían promulgar su independencia50.
También fue en septiembre de 1822 cuando se conocieron en México los hechos que tuvieron lugar en Madrid la conocida jornada del 7 de julio de ese año. Las diversas conspiraciones absolutistas -detrás de las cuales se encontraba Fernando VII y su camarilla- culminaron ese día con enfrentamientos entre los guardias reales y la milicia nacional. El resultado se saldó con el triunfo de esta última y la llegada al Gobierno de los liberales exaltados51. Estos sucesos fueron presentados por la Gaceta como la muestra más evidente de la fermentación política. A partir de un diario de La Habana -que no se especificaba- se habló de la "horrorosa anarquía" verificada ese día entre liberales y serviles, "no siendo ambos realmente otra cosa que esclavos de su opinión pervertida". Según este reporte, a todas luces exagerado, el resultado fue "de siete a ocho mil" muertos y el prendimiento de la chispa insurreccional en las provincias. Si en 1808 los españoles dieron muestra de una unidad encomiable en la lucha contra Napoleón Bonaparte y sus ejércitos, ahora estaban completamente divididos52.
Ante este desolador panorama, la Gaceta se hizo eco de la invitación que Iturbide ofreció a los peninsulares para que abandonaran "aquel triste hemisferio" y se trasladaran al Imperio mexicano: "aquellos habitantes -decía el emperador, según el reporte- siempre debían contar con esta patria, que los espera y convida, que los recibe, y que sabrá prestarles todo género de hospitalidad". La antigua colonia se alzaba sobre España con tal vigor que era capaz de acoger a sus habitantes. Las alteraciones políticas de la Península hacían imposible una convivencia sosegada en su seno. Por el contrario, se presentaba una imagen idílica de México como un territorio tranquilo y próspero: "comparad -continuaba comentando la Gaceta- aquel futuro e indefectible exterminio, con nuestro estado de paz admirable" al que les había conducido el emperador53. Semejante rasgo de magnanimidad fue correspondido por una Exposición laudatoria del fraile Francisco Benedito, de origen peninsular. Según este, los españoles vivían en una "nación desgraciada" y sometida a los "efectos horribles de su funesta anarquía", mientras que los mexicanos, gracias a Iturbide, habían podido escapar de esa cadena de horrores a través de la independencia54. La catástrofe española debía servir a los americanos para apostar decididamente por la vía de la moderación y del acuerdo, rechazando el conflicto entre revolución y reacción.
Durante la fase de la que ahora nos ocupamos, la Gaceta también continuó recurriendo a los temas eclesiásticos para desprestigiar a las Cortes hispanas por incrédulas. A partir del Diario de Veracruz, en el mes de octubre se reprodujo parte de un folleto de origen español, que fue presentado a dicha Asamblea y prohibido por las autoridades eclesiásticas. Los Lamentos de la Iglesia de España dirigidos a las Cortes por la Diputación de Galicia (1820) era un alegato anti-romanista en el que se cuestionaba la preeminencia del papado en asuntos religiosos, dando más peso a los obispos55. Parece que la aparición de este documento en la Gaceta hirió sensibilidades, pues, mientras que unos entendieron que se estaba defendiendo la postura de su contenido, otros vieron en ello un ataque frontal al Congreso mexicano, al que algunos conservadores equiparaban con el español en sus críticas. Fue preciso que el editor aclarara el por qué de su publicación, recurriendo a los estereotipos que ya vimos en el anterior epígrafe, aunque ahora llevados a un grado más elevado. Los que sustentaron dicho escrito buscaban "declararse abiertamente contra la cabeza de la Iglesia". Su contenido demostraba "que el trastorno de la España no solo consiste en la anarquía que la devora y lleva a su total ruina, sino también en la impiedad que diariamente hace los mayores progresos". Una vez más, remataba, era Iturbide quien había roto "el conductor por donde había de comunicarse el contagio a nuestro continente"56. Estos comentarios por parte de Alejandro Valdés, unidos a los precedentes, suponían un nuevo punto álgido en las acusaciones de irreligiosidad y desgobierno a la Asamblea madrileña.
La contraposición España/México servía para fraguar un imaginario que favorecía el proceso nacionalizador del país emancipado. En parte, su identidad se construía por oposición y referencia a los acontecimientos que estaban teniendo lugar en la Península57. Estos constituían un espejo deformado de la supuesta realidad mexicana. Todos los trastornos derivados del desconcierto y de la impiedad en aquel espacio eran presentados, de manera invertida, como muestras de concordia política y fervor religioso en México. Ello servía, a su vez, para legitimar la justicia de la independencia y desacreditar al Gobierno peninsular, presentándolo como enemigo de los intereses de los americanos. Ahora bien, como vamos a ver inmediatamente, no todo lo que ocurría en España era rechazado. Ciertas declaraciones políticas podían resultar útiles para los intereses de Iturbide.
4. LA ALTERNATIVA CONSERVADORA Y AUTORITARIA
El 31 de octubre de 1822 el emperador cerró el Congreso constituyente. A partir de ese momento, y hasta su reposición, el 4 de marzo del año siguiente, quince días antes de que abdicara del trono, Iturbide promovió medidas orientadas a incrementar su capacidad de mando. Para ello, de manera significativa, dispuso que la Constitución española de 1812 dejara de estar vigente en el país. La Gaceta contribuyó a justificar los motivos por los que había adoptado semejantes medidas. El extenso artículo titulado, significativamente, "Indicación de los extravíos del Congreso Mexicano, que han motivado su disolución" fue publicado a lo largo de cinco números del mes noviembre. De nuevo, en él vemos que la vida política de España, como reflejo negativo de la realidad, continuaba estando presente en el devenir del Imperio. A la Asamblea mexicana se la acusaba de haber usurpado la soberanía, del mismo modo que en su momento hicieron las Cortes hispanas, a imitación de los revolucionarios franceses. Además, se imputaba a ciertos diputados de estar conspirando junto al Gobierno español para la reconquista de México, al tiempo que se temía el auge de las ideas republicanas. Por todo ello, había sido necesario "purgar la representación nacional"58.
Los dos siguientes meses fueron momentos muy tensos en el Imperio, pues la deriva centralista y autoritaria de Iturbide fue contestada con diversas insurrecciones. En esos momentos los números de la Gaceta prestaron más atención a los asuntos políticos de Europa que a los internos de España. Ciertamente, todo el interés estaba puesto en la posibilidad de que la Santa Alianza finalmente se decidiera a intervenir en la Península para acabar con el régimen constitucional, hecho que sucedería en abril de 182359. A partir de la Gaceta de Madrid, del 27 de agosto, se tomaban las palabras del afamado abate y publicista Dominique de Pradt, en las que se anunciaba la convocatoria del congreso que se acabaría reuniendo en Verona, a partir de octubre, y en el que las potencias continentales acordaron apoyar a Francia en sus acciones bélicas sobre España60. La preocupación de los mexicanos estaba en que la vuelta de Fernando VII como rey absoluto alentara la preparación de una nueva expedición militar sobre América, al igual que ocurrió en 1814. La imagen del enemigo exterior fue instrumentalizada por Iturbide para propiciar una militarización del orden público que le permitiera controlar la compleja situación política y armada, algo que no consiguió del todo. A finales de 1822 tuvo que hacer frente a la conspiración republicana de Antonio López de Santa, desde Veracruz, y al creciente descontento de los sectores liberales de algunas provincias. A partir de entonces la Gaceta se volcó en la publicación de ciertas manifestaciones de lealtad hechas por algunos pueblos y ciudades para "conservar el orden y sostener el gobierno adoptado contra los alborotadores"61.
Según el biógrafo de Iturbide, este se percató a principios de febrero de 1823 de la extrema gravedad del momento y de los serios peligros que corría su continuidad en el trono62. Uno de los principales problemas que atravesaba el emperador era la falta de una definición clara del modelo de monarquía por el que apostaban él y sus círculos más afines. Esta es una cuestión sobre la que la historiografía todavía no ha reparado demasiado. No obstante, la Gaceta aporta nuevos datos sobre esta importante materia. El día 8 de ese mes publicó la "Proclama a los catalanes" que el 15 de agosto de 1822 había dado a conocer el barón de Eroles -Joaquín Ibáñez Cuevas y Valonga- desde Urgel (Cataluña), donde estaba instalada una Regencia realista para coordinar la guerra contra los liberales. El documento es interesante por la aplicabilidad que su contenido podía tener en el contexto mexicano y por las notas aclaratorias que añadió el editor, cuyos comentarios simpatizaban con los lineamientos doctrinales de Eroles. Como han resaltado estudios recientes, la propuesta del barón no planteaba una vuelta a los años del absolutismo fernandino63. La situación prerrevolucionaria debía ser superada por un nuevo sistema político en el que se reconocía la necesidad de adoptar una Constitución de corte templado. Esta no estaría fundada en teorías revolucionarias, sino en los antiguos fueros, usos, costumbres y privilegios, adaptados a las nuevas circunstancias. También se apuntaba hacia un modelo de soberanía compartida, pues el monarca debía refrendar el Código que le presentara la congregación de los españoles. Según remataba la Proclama, "los defensores del trono y del altar se han de distinguir por su moderación y virtud". En todo momento debía regir "el orden, la obediencia, la justicia". Por el contrario, la Constitución gaditana era el germen de todos los desmanes que se habían producido desde 182064.
Como decíamos, los comentarios al documento concordaban con algunos de los planteamientos teóricos del barón de Eroles. En ellos se rechazaba el Código de 1812, al que se acusaba de un "democratismo exaltado" que había deprimido la autoridad monárquica y destruido las "jerarquías naturales". El Congreso mexicano, al igual que el español, se declaró "soberano absoluto"; mientras que, a Iturbide, de manera idéntica a Fernando VII, se lo había relegado al plano de "un mero dependiente sujeto a los caprichos de su soberanía". Frente a la supremacía del legislativo, era menester que el monarca recuperara su "fuerza central", es decir, un amplio margen de maniobra. Igualmente, el gobierno de la plebe debía ser sustituido por otro en el que se respetaran los rangos sociales y la participación de los cuerpos más preparados en la vida política. Ninguna Constitución podía fundamentarse en los principios abstractos de los "filósofos iluminados" o en los "delirios franceses". La virtud de cualquier Ley fundamental se encontraba en la siguiente fórmula: "Toda Constitución es buena si los ciudadanos son dóciles y morigerados; y toda Constitución es mala si son salvajes, corrompidos, indómitos e ignorantes"65. Esta era la alternativa constitucional, conservadora y autoritaria por la que se decantaba la Gaceta para el Imperio mexicano, frente al modelo del gobierno de Asamblea del liberalismo gaditano. Era una apuesta por la monarquía moderada pensada para un escenario posrevolucionario, en el que el emperador compartiría su soberanía con un Congreso de diputados afines y gozaría de un amplio margen de autonomía66.
A los pocos días de que apareciera publicada la Proclama del barón de Eroles la Junta Nacional Instituyente aprobaba el Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, al que ya nos hemos referido antes. Sin duda, el documento aparecido en la Gaceta estaba participando en los debates del momento, tratando de imponer la dirección política que el emperador consideraba más apropiada. El espíritu de fondo de la Proclama y del Reglamento era bastante concordante y remite al problema constitucional que se había venido arrastrando en México desde que Iturbide se pronunciara por la independencia. Se trataba de la disyuntiva entre mantener el Código español de 1812 o elaborar una nueva Constitución "peculiar y adaptable al reino", según disponía el Plan de Iguala67. De acuerdo con el preámbulo del Reglamento, en sintonía con las palabras de Eroles, la Ley doceañista había sido el "origen y fomento de las horribles turbulencias y agitaciones políticas" en las que se encontraba España. La "experiencia", continuaba, "ha demostrado que sus disposiciones en general son inadaptables a nuestros intereses y costumbres, y especialmente, a nuestras circunstancias"68. Por todos esos motivos, era preciso formar una Constitución diferente que resultara apropiada al contexto específico del país. Es decir, una Ley fundamental basada en premisas históricas y en la tradición, y no así en principios ideales y especulativos, como se suponía que estaba formada la de Cádiz. La vida política debía orientarse en función de prácticas reconocibles -la "experiencia"- y de la realidad socio-cultural, y no, por tanto, en virtud de teorías abstractas y universalistas. En este sentido, se trataba de una filosofía política que conectaba con el conservadurismo británico, su idea de Constitución histórica y el rechazo a los presupuestos revolucionarios. De hecho, la influencia del constitucionalismo británico se había dejado sentir en México desde el momento de la emancipación69. Sin embargo, la reposición del Congreso y la abdicación de Iturbide frustraron dicha alternativa. La instauración de la República supuso también para la Gaceta el comienzo de una nueva etapa y línea editorial.
CONCLUSIONES
En estas páginas hemos analizado los discursos de la Gaceta Imperial de México durante el Primer Imperio, tiempo que coincidió con el Trienio Liberal español. Las noticias que se publicaron sobre dicho periodo en sus páginas pretendían fomentar ideas contrarias al liberalismo hispano para avalar la justicia de la independencia mexicana y promover otro tipo de orden político más moderado, tendente hacia planteamientos conservadores y autoritarios en los últimos momentos del régimen imperial. La voluntad de Iturbide por desmarcarse de la senda revolucionaria fue una constante en esos años. A ello contribuyó la línea editorial del periódico oficial que estaba a cargo de Alejandro Valdés.
Como se ha tenido la ocasión de examinar, a las Cortes reunidas en Madrid se las acusó de promover medidas radicales que socavaban a la Iglesia y reducían la capacidad de mando del monarca. Los liberales exaltados de España fueron equiparados con los jacobinos franceses y los republicanos mexicanos. Para las opciones moderadas, todos ellos eran enemigos del orden y de la estabilidad. Al mismo tiempo, en la Gaceta se denunciaba la obstinación de los diputados peninsulares a reconocer las demandas de autogobierno de los americanos. Por su parte, el estallido del conflicto armado en la primavera de 1822 demostraba a los mexicanos que la polarización ideológica y la división de opiniones estaban arruinando fatalmente a la antigua "Madre Patria". Todo ello resultó eficaz a la hora de desmontar la realidad política española e interpretar su contexto en términos de completa vorágine. A través de este desprestigio se reforzaban los sentidos atribuidos al proceso emancipador y se empezaban a sentar las bases teóricas que deberían guiar al nuevo país. La legitimación del régimen político instaurado tras la independencia fue acompañada de los intentos por crear una nueva cultura política y un novedoso ideario nacional. En todos esos sentidos, la Gaceta actuó como un medio de comunicación útil y no se mantuvo al margen de los acalorados debates del momento. Siempre buscó convencer a la opinión pública sobre los aciertos del nuevo régimen, a pesar de que finalmente no se consolidara la forma de gobierno monárquica. A través de sus páginas puede verse la evolución que se operó en el día a día del Imperio hasta la caída de Iturbide. Paralelamente, las noticias que se publicaron sobre España servían para marcar la agenta política del país independiente, hasta el punto de llegar a condicionar la alternativa de gobierno. En suma, el examen de su línea editorial nos ha permitido una aproximación poco explorada a una de las vertientes de la cultura política y del mundo editorial en el trascendental periodo en que México inició sus pasos como Estado-nación independiente.