Introducción
Las epífitas vasculares pueden representar hasta el 50% de la riqueza total de las especies vasculares en los bosques tropicales (Zuleta et al., 2016), las cuales representan un grupo especialmente vulnerable que requiere acciones urgentes de conservación (Carmona-Higuita et al., 2023). Debido a esta gran riqueza y a la presión por pérdida de hábitat, en Colombia algunas familias de epífitas vasculares (Orchidaceae y Bromeliaceae) y en general todas las especies no vasculares (líquenes y briofitos) presentan veda nacional según la Resolución 0213 de 1977 (Inderena, 1977), por lo cual se prohíbe su uso, transporte o comercialización.
La normativa ambiental en Colombia presentó algunas actualizaciones desde el Decreto No. 2106 de 2019 (DAFP, 2019), en donde en el Artículo 125 (Parágrafo 2) se indica que la autoridad ambiental competente impondrá dentro del trámite de la licencia, permiso, concesión o autorización ambiental y demás instrumentos de manejo y control ambiental, las medidas a que haya lugar para garantizar la conservación de las especies vedadas y en el anexo de la Circular 820122808 del 9 de diciembre de 2019 se presentan la metodología para la caracterización de especies de flora en veda (MADS, 2019), en donde la medida de manejo ambiental para mitigar la pérdida de especies vasculares epífitas (terrestres o rupícolas) se denomina rescate, traslado y reubicación de especies de flora en veda, la cual tiene como objetivo promover el establecimiento de estas plantas en bosques similares a los intervenidos (áreas de reubicación final) y así asegurar que se mantenga este acerbo genético.
Actualmente en Colombia son pocos los estudios realizados sobre rescate, traslado y monitoreo de epífitas. Entre estos, Fotosíntesis Colombia (2012) realizó una guía ilustrada de las plantas epífitas encontradas durante las actividades del proyecto Oleoducto Bicentenario en el tramo Araguaney-Banadía (departamentos de Casanare y Arauca), documento en el cual se acuñan varios términos como “rescate y traslado de epífitas” y “epifitario” (sitio definitivo donde se reubican las epífitas rescatadas). Así mismo, en el municipio de Aguazul, departamento del Casanare, Valencia (2013) realizó el rescate y traslado de epífitas e hizo tres monitoreos trimestrales a 119 individuos evaluando estados fenológicos, mortalidad, presencia de hojas, herbívora e interacción con insectos.
También se conoce un documental en el cual se refieren a las actividades de rescate y traslado de epífitas producto de las actividades de construcción de la doble calzada entre Barbosa y la vereda La Pradera (Antioquia), en donde además se resalta la importancia ecológica de estas plantas (TvAgro, 2015). Orozco et al., (2017) presenta la valoración de la transferencia de epífitas vasculares, como una estrategia de conservación en el municipio de Aguazul, Casanare, Colombia. Fotosíntesis Colombia (2017) publicó un libro llamado “Epifitario, un jardín dentro del bosque”, en donde hace hincapié en la importancia de continuar aplicando estas medidas de manejo (rescate y traslado de epífitas). Este libro se realizó en el marco de las actividades del proyecto Nueva Esperanza.
Sierra-Giraldo et al. (2018) presentan el “Protocolo para el rescate, traslado y monitoreo de epífitas vasculares en Colombia: Métodos y experiencias”, que describe las actividades y diferentes factores para tener en cuenta durante las actividades de rescate, traslado y reubicación de especies de flora en veda. Finalmente, Benavides et al. (2023) evaluaron durante ocho años la supervivencia de 16 especies de epífitas vasculares después de la reubicación (translocación) a un bosque secundario en Antioquia (Colombia), y sugieren que las epífitas vasculares pueden reubicarse con éxito en bosques andinos.
Este trabajo hizo parte de las medidas de manejo ambiental realizadas por Empresas Públicas de Medellín (EPM) para la construcción del proyecto Nueva Esperanza; línea de transmisión de energía a 230 kV entre la subestación de energía El Guavio en el municipio de Ubalá y la subestación de energía Nueva Esperanza en el municipio de Soacha. La presentación de estos resultados surge de la necesidad de conocer cuál es el porcentaje de supervivencia de las epífitas vasculares que se someten a las actividades de rescate, traslado y reubicación y si estas plantas continúan sus ciclos fenológicos reproductivos o no; además, debido a los pocos estudios de este tipo, esta información es base para los demás procesos de rescate, traslado y reubicación de epífitas realizados en el país.
Materiales y métodos
Área de estudio
Los bosques donde se rescataron las epífitas vasculares según Holdridge (1966) pertenecen a la zona de vida del bosque húmedo tropical (bhT) y según Cuatrecasas (1958) a la selva andina. Están ubicados en la región del Guavio, municipio de Gachalá (Cundinamarca), en la vereda Boca de Monte (Figura 1). Allí se registra una precipitación anual de hasta 7000 mm/año (Murillo-A. et al., 2008).
Rescate
El rescate de epífitas vasculares se realizó entre septiembre de 2014 y febrero de 2015 como una de las actividades de manejo ambiental para el proyecto de EPM: “Diseño, construcción y operación de la línea de transmisión a 230 kV; Diseño, construcción y operación de la Subestación Nueva Esperanza, y reconfiguración de las líneas Paraíso-San Mateo (230 kV), Paraíso-Circo (230 kV); líneas de doble circuito Paraíso-Nueva Esperanza, Nueva Esperanza-San Mateo y Nueva Esperanza-Circo”.
En este estudio se hace referencia a una parte del total de las epífitas intervenidas en este proyecto, las cuales cumplieron dos años de monitoreo. En la actividad de aprovechamiento se procedió a revisar el tronco y ramas de los árboles apeados con el fin de identificar y desprender de las cortezas de los árboles las epífitas vasculares (Bromeliaceae y Orchidaceae) que cumplieran con los criterios fenológicos y fitosanitarios mencionados en la Resolución 2135 de 2014 (MAVD, 2014). Adicionalmente se incluyeron individuos de Anthurium aff. caramantae Engl. (sensu Méndez et al., 2022), pertenecientes a la familia Araceae, ya que se mencionó la necesidad de crear estrategias que permitan conservarlas pues por su valor ornamental las poblaciones silvestres están disminuyendo (Sierra-Giraldo y Duque-Castrillón, 2014; Sierra-Giraldo y Sanín, 2014; Méndez-Urbano et al., 2022).
Las epífitas vasculares que cumplían con los criterios fenológicos, fitosanitarios y de abundancia eran dispuestas en canastas para transportarlas, posteriormente se etiquetaban con números consecutivos por cada sitio de rescate (Figura 2), para luego reubicarlas en bosques aledaños con características similares a los bosques intervenidos en un sitio denominado epifitario (Fotosintesis Colombia, 2012, 2017).
Traslado
Previo a las actividades de traslado se realizó la búsqueda de los epifitarios, los cuales debían cumplir con características similares a las de los bosques de rescate (como tipo de cobertura, altitud, humedad relativa, temperatura). Una vez elegidos estos sitios se realizó un inventario forestal en cada uno de los epifitarios. Cada árbol niñera, forófito final o nuevo hospedero fue georreferenciado, identificado y evaluado su estado fitosanitario. Para la elección de estos árboles se buscó que tuvieran condiciones fitosanitarias adecuadas, que no presentaran ningún tipo de alelopatía que pudiera repeler las epífitas a trasladar y que no estuvieran sobrecargados de epífitas. Se eligieron en total tres epifitarios, todos ubicados en el municipio de Gachalá (Cundinamarca) (Tabla 1, Figura 3).
Tabla 1 Datos generales del área de reubicación final o epifitarios utilizados.
Número de epifitario | Número de hospederos finales | Número de epífitas reubicadas | Área (m2) |
---|---|---|---|
1 | 54 | 501 | 398.5 |
2 | 37 | 249 | 230 |
3 | 78 | 727 | 588.5 |
Totales | 169 | 1477 | 1217 |
Las epífitas se ubicaron en estratos similares del árbol de donde se rescataron, con el fin de no alterar drásticamente su hábitat original. Las plantas que se encontraron en el suelo fueron trasladadas en este mismo sustrato. Las epífitas se amarraron a los nuevos árboles hospederos con un material compuesto de algodón conocido como “franela” “tripadepollo” o “tanga” (Figura 4), lo que permite que durante el amarre haya un menor maltrato a los tejidos de las plantas, este material es resistente y con su uso se evita la contaminación con plásticos, los cuales se utilizan en ocasiones para sostener las epífitas en los nuevos árboles hospederos. Los amarres se hicieron según el tamaño y forma de las plantas (Figura 4-C). Una vez ubicada la epífita vascular en el árbol se realizó el primer riego con hormonas para estimular el crecimiento de raíces y con fertilizantes para promover el crecimiento de hojas (Figura 4-D).
Monitoreo y mantenimiento
Desde el momento de amarre al nuevo árbol hospedero, a cada uno de los individuos trasladados se les realizaron dos monitoreos quincenales durante los primeros seis meses, y a partir de ese momento se realizó un monitoreo mensual durante los siguientes 18 meses, para así completar los dos años establecidos por la autoridad ambiental para esta medida de manejo (Resolución 2135 de 2014). El monitoreo se realizó entre noviembre de 2014 y febrero de 2017 (26 monitoreos en los epifitarios 1 y 2 y 18 monitoreos en el epifitario 3).
A cada individuo trasladado se le evaluaron estados fenológicos (SF: sin flor, IF: inicio de floración, FL; floración y FR: fructificación) y estados fitosanitarios (B: buen estado, R: regular estado, M: mal estado y MT: individuo muerto; Figura 5). Paralelo a estos monitoreos se realizaban actividades de mantenimiento que consistían en podar las hojas enfermas, mejorar los amarres y aplicar fertilizantes foliares (Ascofol) y hormonas para la raíz (Hormonagro®).

Figura 5 Ejemplo de epífitas en diferentes estados fitosanitarios. A. Buen estado. B. Regular estado. C. Mal estado. D. Muerta.
La identificación taxonómica se realizó durante las tres fases (rescate, traslado y monitoreo) y fue actualizada a medida que salían flores u otros órganos que permitieran seguir las claves taxonómicas y guías de campo (Smith, 1957; Smith & Downs, 1977; Gentry 1993; Betancur y García 2006; Giraldo y Betancur, 2011). También se realizó consulta con algunos especialistas en Orchidaceae y se revisó la correcta nomenclatura con ayuda de la base de datos W3TROPICOS (2023).
Resultados
En total se trasladaron 1477 epífitas vasculares entre los tres epifitarios, 501 se ubicaron en el epifitario 1, 249 en el epifitario 2 y 727 en el epifitario 3 (Tabla 1). De estas, 19 individuos y una especie pertenecen a Araceae, 383 individuos y 12 especies pertenecen a Bromeliaceae y 1075 individuos y 46 especies pertenecen a Orchidaceae, para un total de 59 especies registradas (Anexo 1: figs 6, 7 y 8; Anexo 2: tabla 3). Durante los dos años de monitoreo, en los tres epifitarios predominó el estado fenológico sin flor y el buen estado fitosanitario (Tabla 2, Anexo 3). En el epifitario 1 se registró en el último monitoreo 385 individuos vivos (76,4% de supervivencia) y 116 individuos muertos (23,15% de mortalidad), en el epifitario 2 se registraron 186 individuos vivos (74,6% de supervivencia) y 63 individuos muertos (25,3% de mortalidad) y en el epifitario 3 se registraron 414 individuos vivos (56,9% de supervivencia) y 313 individuos muertos (43% de mortalidad) (Tabla 2, Anexo 3: figs. 9, 10, 11, 12, 13, 14 y 15). Para los tres epifitarios, las especies que más mortalidad presentaron fueron Scaphyglottis sp. (63 individuos), Elleanthus sp. (49 individuos), Maxillaria sp. (47 individuos), Guzmania gloriosa (44 individuos) Stelis sp. (37 individuos) y Racinaea sp. (29 individuos). En general, para toda la población de epífitas vasculares trasladadas hubo una supervivencia del 66,7% (985 individuos) y una mortalidad del 33,3% (492 individuos).
Discusión
La mortalidad total, sumados los tres epífitarios, es del 33,3% (492 individuos) (Tabla 2) ésta se debe a la constante adaptación al nuevo hábitat y también a causas naturales, ya que, según Zuleta et al. (2016) en un monitoreo de un año de cada 100 epífitas vasculares mueren entre 7 y 8 individuos, es decir el 7,5%. En este sentido, para las1477 epífitas vasculares trasladadas, 221,4 individuos (dos años de monitoreo) podrían estar muriendo por causas naturales, tales como el déficit o exceso de humedad, exposición a la radiación solar, caída de ramas o árboles, fin de sus ciclos de vida o herviboría, pero también se debe tener en cuenta el estrés que se le provoca a la planta durante las actividades de rescate y traslado. En este sentido 66,7% de supervivencia (985 individuos vivos) refleja la necesidad de continuar realizando estas actividades de rescate y traslado de epífitas vasculares, pues se están manteniendo con vida la mayoría de los individuos intervenidos, lo cual es de gran relevancia considerando que estas son un componente importante en los bosques (Rojas y Sanchez, 2015).
Respecto a las especies que más mortalidad presentaron como Scaphyglottis sp. (63 individuos muertos) o Maxillaria sp. (47 individuos muertos) se resalta que estos son muy sensibles a la humedad, siendo los tejidos necrosados una de las mayores causas de su mortalidad, por esta razón se recomienda ubicarlas en las partes más altas del árbol en donde la luz solar evite excesos de humedad en sus tejidos y excluirlas de los riegos programados durante las temporadas lluviosas, esto con el fin de evitar la aparición de bacterias que promuevan pudrición (Freuler, 2007). Se menciona que los individuos de Elleanthus sp. (49 individuos muertos) se adaptan mejor a la base del árbol, cerca al suelo, por lo que se recomienda que se utilice este estrato ya que esto disminuiría estados fitosanitarios desfavorables o su muerte. Por otro lado, a Guzmania gloriosa (44 individuos muertos) es posible rescatarla como epífita y aun así reubicarla en el suelo, ya que en este sustrato presentó una mejor adaptación que al ser ubicada en el árbol, reflejando así su condición de epífita facultativa (Granados-Sánchez et al., 2003).
El estado sin flor (SF) predominó en los tres epifitarios durante el tiempo de monitoreo, sin embargo, se aprecian algunos picos de inicio de floración (IF), floración (FL) y fructificación (FR) con temporadas lluviosas (Anexos 3 y 4: Fig. 15), pero estos apenas son perceptibles, por lo que se considera que el tiempo de monitoreo no fue suficiente para reconocer ciclos fenológicos reproductivos completos. En este sentido, para estudios fenológicos reproductivos de estas especies se requerirá mayor tiempo (al menos 4 años) para identificar si estos ciclos fueron interrumpidos o no. Además, es importante estudiar la relación con otras variables como la temperatura, humedad y precipitación (Zimmerman et al., 2007; Günter et al., 2008), ya que esto permitirá una mejor comprensión del porqué se producen estos cambios (Ordóñez-Blanco y Parrado-Roselli, 2017).
Se recomienda adicionar la variable fruto con cápsula dehiscente o cápsula abierta con el fin de realizar un adecuado seguimiento al ciclo fenológico reproductivo de las epífitas vasculares (Pico-V., 2016), ya que de acuerdo con las observaciones de campo, en varios de los individuos que llegaron hasta el estado de fructificación las cápsulas presentaron pudrición, interrumpiéndose así el ciclo, pero no se conoce con certeza cuántas de las plantas que llegaron hasta fruto pudieron terminar completamente sus ciclos fenológicos reproductivos.
Es necesario adaptar los procedimientos y materiales dependiendo de la zona de estudio (ejemplo bosque húmedo vs. bosque seco) y del alcance y objetivos de los proyectos a desarrollar, además, se recomienda incluir otras variables como interacciones con animales, surgimiento de raíces nuevas, presencia de frutos dehiscentes, las cuales permitirán comprender mejor cómo se desarrollan e interactúan con el medio estas plantas después de ser reubicadas.
Asimismo, es necesario incluir otros grupos taxonómicos en las medidas de manejo de rescate, traslado y reubicación de especies de flora en veda, ya que únicamente se consideran en veda a familias como Orchidaceae y Bromeliaceae, excluyendo a Araceae, Cactaceae, Gesneriaceae, Piperaceae y helechos epífitos en general, las cuales presentan una gran cantidad de especies con este tipo de hábito de crecimiento y además cumplen funciones importantes en el adecuado establecimiento de los ecosistemas (Mayo et al., 1997; Gentry, 1993; Moran et al., 2003).