Introducción
La conducta prosocial se ha considerado en los últimos años una categoría valorada positivamente en el campo de la psicología social (Caprara, Steca, Zelli & Capanna, 2005; Gómez, 2018; 2019a), de manera que se convierte en un tema frecuente de investigación ante la necesidad de abordar la salud mental desde la promoción y no desde el diagnóstico de trastornos, buscando incrementar las estrategias que la fortalezcan (Gómez, 2019a; Gómez y Narváez, 2018; Gutiérrez, Escartí & Baños, 2011).
La mayoría de los autores que han investigado esta categoría (Aguirre-Dávila, 2015; Eisenberg & Fabes, 1998; Carlo, Mestre, Samper, Tur & Armenta, 2010; Gómez, 2019a, 2019c; Richaud de Minzi, 2009), coinciden en afirmar que la conducta prosocial hace referencia a todos los comportamientos relacionados con el apoyo físico y emocional, el altruismo, la protección a otras personas y la empatía, acciones que tienen como característica principal el hecho de ser realizadas de forma voluntaria sin esperar recompensa.
Diversos estudios (Carlo et al., 2010; Mestre et al., 2007a; Plazas et al., 2010; Samper, 2014; Caprara, Alessandri & Eisenberg, 2012) han encontrado que las conductas prosociales tienen efectos positivos sobre el desarrollo emocional en los niños/ as y adolescentes, favorecen los vínculos sociales, a la vez que reducen las expresiones de agresividad física y verbal. Al respecto, el estudio de Caprara et al. (2012) encontró que los niños que son más prosociales, presentan un mejor desempeño escolar y menor probabilidad de desarrollar problemas de comportamiento.
Los adolescentes que presentan altos niveles de prosocialidad, exhiben mayores recursos psicológicos asociados al autocontrol, el manejo de emociones negativas (Alessandri, Zuffiano, Milioni, Vecchione & Caprara, 2014; Caprara & Pastorelli, 1993; Caprara & Steca, 2005; Gómez, 2019a; 2019c;), y son más flexibles cognitivamente en el propósito de enfrentar eventos estresantes, pues tienen más herramientas para adaptarse a las necesidades de los demás y atender a las solicitudes del contexto (Alessandri et al. , 2014).
En la adquisición y el fortalecimiento de las conductas prosociales juegan un papel importante los contextos de referencia: la familia, la escuela y el medio social (Caprara et al., 2010; Mestre et al., 2007b; Mestre, Samper, Tur & Díez, 2001). De igual forma, estos mismos contextos pueden propiciar conductas inapropiadas apoyadas por los mecanismos de desconexión moral. Al respecto, Casey et al. (2017) plantean que las experiencias de socialización parental, mediadas por el maltrato, el abuso y la negligencia, son predictores de comportamientos agresivos y la falta de empatía en los niños y los adolescentes. El estudio de Campaert, Nocentini y Menesini (2018) demostró que el castigo físico estaba asociado a mayores niveles de desconexión moral en etapas posteriores del desarrollo de los niños. También la desconexión moral se ha asociado a experiencias de vulnerabilidad psicosocial y la exposición a la violencia interpersonal (Gómez & Narváez, 2019; Hyde et al. , 2010).
Para Bandura (1990; 1991; 1999; 2002), el comportamiento moral está gobernado por una serie de procesos cognitivos autorregulatorios que les impide a las personas actuar en contravía de los sistemas de valores individuales y los principios de convivencia social. En este sentido, la desconexión moral es una estrategia de reconstrucción sociocognitiva que se realiza con el fin de justificar las acciones inmorales o violentas y, de este modo, evitar la culpa y la autocensura (Bandura, 1999; Caravita, Sijtsema, Rambaran & Gini, 2013; Doyle & Bussey, 2017; Gini, Pozzoli & Hauser, 2011; Giulio, Petruccelli & Pace, 2018; Hymel & Perren, 2015).
De acuerdo con Campaert et al. (2018), la desconexión moral se refiere a los mecanismos cognitivos que desactivan las sanciones personales que siguen a una conducta perjudicial, y se utilizan como una estrategia para alterar la comprensión de las propias acciones inmorales y así justificarlas, incluso hacerlas ver como aceptables (Villegas, Flórez & Espinel, 2018; Giulio et al. , 2018; Gómez y Narváez, 2019). Sin embargo, la desconexión moral no es un constructo unidimensional; por el contrario, se compone de cuatro dominios y ocho mecanismos (Bandura, 1999, 2002; Bandura Barbaranelli, Caprara & Pastorelli, 1996; Villegas et al., 2018) (véase la tabla 1).
Fuente: elaboración propia a partir de la propuesta de Bandura (1999; 2002) y las definiciones de Gómez y Narváez (2019, p. 606).
El uso de uno o más de estos mecanismos tiene por función desvincular las auto-sanciones del comportamiento incorrecto para validarlo y racionalizarlo, lo cual les permite vivir con las consecuencias de sus actos poco éticos (Ortega, Sánchez & Menesini, 2002; Tillman, Gonzalez, Whitman, Crawford & Hood, 2018).
En cuanto a la relación entre las conductas prosociales y la desconexión moral, estudios similares con población adolescente (Bandura 1999; Bandura et al. , 1996; Kokkinos & Kipritsi, 2017; Muratori et al., 2017; Van Noorden, Haselager, Cillessen & Bukowski, 2014; Williford et al., 2015) han reportado de manera consistente que la desconexión moral es un fuerte inhibidor de las conductas prosociales y la empatía, justamente, porque implica un proceso de reajuste cognitivo en el cual se justifican acciones moralmente inaceptables. Al respecto, el estudio realizado por Gómez y Narváez (2019) con sesenta adolescentes infractores de la ley, encontró una asociación significativa, de signo negativo, entre los mecanismos de desconexión moral, las motivaciones prosociales y la empatía. Estos hallazgos llevan a considerar que, a mayor tendencia a la prosocialidad, menor será la necesidad de utilizar los diferentes mecanismos de desconexión moral para justificar actos violentos.
En términos generales, la investigación empírica ha demostrado que la desconexión moral, así como sus dominios y mecanismos, son predictores importantes de la agresión, el acoso escolar, el comportamiento antisocial y delictivo en adolescentes infractores y no infractores de la ley (Gini, Pozzoli & Hymel, 2014; Giulio et al., 2018; Hyde et al., 2010; Kiriakidis, 2008; Kokkinos & Kipritsi, 2017). Asimismo, se ha considerado que la estimulación de comportamientos sociales positivos en la infancia y la adolescencia son un predictor del ajuste psicológico, la estabilidad emocional, la competencia social y el razonamiento moral prosocial, a la vez que modera la agresión interpersonal (Auné, Blum, Abal, Lozzia & Horacio, 2014; Gómez, 2019a).
Ambos constructos psicológicos, en apariencia antagónicos, no son rasgos estables o estáticos; por el contrario, se desarrollan en función de la interacción social, el aprendizaje vicario, el desarrollo socioemocional, la exposición a modelos de cuidado y protección desde la infancia (Correa, 2017; Martínez, Robles, Amar & Crespo, 2016; Mestre, Tur, Samper, Nácher & Cortés, 2007). Por tal motivo, las experiencias de vida, en especial en la infancia y en la adolescencia, juegan un papel importante para la adquisición de comportamientos prosociales o antisociales, o, en su defecto, al utilizar estrategias cognitivas orientadas a legitimar la violencia.
De acuerdo con lo anterior, la exposición de niños, niñas y adolescentes en contextos de guerra y violencia social extrema, es un factor decisivo para el desarrollo de competencias sociales y morales, en los procesos de reincorporación a la vida civil. Sin embargo, son escasos los desarrollos investigativos -a nivel nacional e internacional- en esta línea de trabajo con población adolescente que ha vivido la guerra. La investigación psicológica se ha enfocado más en los efectos de la guerra en la salud mental de los adolescentes, con miras a la patologización del conflicto, y no al estudio de la competencia prosocial y las estrategias cognitivas que legitiman la conducta moral (Gómez & Narváez, 2018; Gómez, 2019b; 2019c), lo que evidentemente se puede considerar un aspecto decisivo para la reintegración a la vida civil y los procesos de acompañamiento psicosocial mediados institucionalmente.
Lo cierto es que la investigación empírica en torno a los correlatos sociocognitivos y motivacionales asociados a las conductas prosociales y la desconexión moral en etapas tardías del desarrollo, posterior a experiencias de vulnerabilidad psicosocial extrema y de exposición sistemática a contextos de confrontación armada, como es el caso de los adolescentes desvinculados de grupos armados, es aún escasa, en especial en Latinoamérica, lo cual sustenta la importancia de este estudio.
En vista de estos vacíos investigativos surge esta investigación, la cual persigue un doble objetivo: describir las principales motivaciones prosociales y los mecanismos de desconexión moral, y analizar la relación entre las motivaciones prosociales y los mecanismos cognitivos de desconexión moral en adolescentes desvinculados de grupos armados ilegales, ubicados en la modalidad Hogar Sustituto Tutor del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), en la ciudad de Manizales (Colombia).
Método
El presente estudio es de tipo cuantitativo, con un diseño no experimental de tipo transversal y su alcance es descriptivo-correlacional.
Participantes
La muestra fue a disponibilidad, conformada por 35 adolescentes desvinculados del conflicto armado, los cuales se encuentran en el programa de restablecimiento de derechos, en la modalidad Hogar Tutor del ICBF, en Manizales (Caldas, Colombia). El grupo estuvo conformado por 19 hombres (54,3 %) y 16 mujeres (47,5 %) cuya edad promedio fue de 16,34 años (DE = 2,02). Dado el reducido número de adolescentes ubicados en esta modalidad y al ser la única en el departamento de Caldas, se tomó el 100 % de la población.
Estos adolescentes procedían de distintas partes del país, de modo que corresponde el mayor porcentaje al Chocó (25,7 %), seguido de Antioquia (17,1 %). El 28,6 % fueron reclutados en el departamento del Chocó.
En cuanto al grupo armado al cual pertenecían, el 45,7 % estaba en el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el 40 % en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y los otros en las bandas criminales (Bacrim), Ejército Revolucionario Guevarista (ERG) y Ejército Popular de Liberación (EPL). El tiempo que permanecieron en estos grupos varía mucho (M = 23,7; DE = 30,81), pero la gran mayoría (69 %) estuvo hasta 26 meses; cuatro adolescentes permanecieron por más de 48 meses en el grupo ilegal.
Después de su desvinculación del grupo armado, los adolescentes fueron acogidos en el programa de restablecimiento de derechos del ICBF, en la modalidad Hogar Tutor. Su tiempo de permanencia también es variable (DE = 22,1), con un promedio de 18 meses.
CUESTIONARIO DE TENDENCIAS PROSOCIALES-REVISADO-PTM-R (CARLO, HAUSMANN, CHRISTIANSEN & RANDALL, 2003; CARLO & RANDALL, 2002)
Es un cuestionario tipo Likert compuesto por 21 ítems con cinco opciones de respuesta (desde 1 = no me describe en absoluto a 5 = me describe muy bien). El adolescente describe su comportamiento ante situaciones que implican seis tipos de motivaciones prosociales:
Conducta prosocial en público. Comportamiento que tiene la intención de beneficiar a los demás, en presencia de otros ("Puedo ayudar mejor a los otros cuando hay personas que están mirando").
Conducta prosocial emocional. Beneficiar a otros solo bajo situaciones o condiciones emocionalmente evocadoras ("Me hace sentir bien cuando puedo dar consuelo a alguien que tiene problemas").
Conducta prosocial en situaciones de emergencia. Busca ayudar a los demás en situaciones de emergencia o crisis ("A menudo ayudo a los demás cuando están de verdad en problemas").
Conducta prosocial altruista. Busca ayudar a otros cuando hay poco o ningún potencial percibido para una recompensa directa ("Creo que donar bienes materiales o dinero conviene más si recibo alguna ventaja" [R]).
Conducta prosocial anónima. Tendencia de ayudar a otros sin el conocimiento de la gente ("La mayoría de las veces ayudo a otros sólo si no saben quién les ha ayudado").
Comportamiento prosocial de complacencia u obediencia. Implica la ayuda a otros cuando la solicitan u ordenan ("Cuando los demás me piden ayuda, no dudo en dársela").
El cuestionario ha sido adaptado y validado al español con adolescentes escolares argentinos, evidenciando un índice de fiabilidad de ,78 (Rodríguez, Mesurado, Oñate, Guerra & Menghi, 2017). De igual manera, la evidencia psicométrica reportada por Mestre, Carlo, Samper, Tur-Porcar y Llorca (2015), en un estudio con 666 adolescentes españoles, confirma que la estructura multidimensional de seis factores presenta un buen ajuste. Los índices de fiabilidad por escalas obtenidos en este estudio oscilan entre ,67 a ,79.
CUESTIONARIO DE MECANISMOS DE DESCONEXIÓN MORAL-MMDS (BANDURA ET AL., 1996; BANDURA, 2002)
Es un cuestionario tipo Likert que contiene 32 ítems distribuidos en ocho sub-escalas, con cinco opciones de respuesta (1 = fuertemente en desacuerdo, hasta 5 = totalmente de acuerdo), cuyo fin es medir la inclinación a utilizar los mecanismos de desconexión moral y el efecto sobre la conducta agresiva. Se utilizó la versión en español validada por Rubio-Garay, Amor y Carrasco (2017), la cual conserva la estructura factorial de ocho dimensiones, tal y como se propone en la versión original. Las subescalas evalúan los ocho mecanismos de desconexión moral:
Justificación moral ("Es correcto usar la fuerza con quien ofende a tu familia").
Lenguaje eufemístico ("Dar empujones es solo una manera de bromear").
Comparación ventajosa ("No es grave insultar a un compañero/a, pues pegarle estaría mucho peor").
Desplazamiento de la responsabilidad ("A los jóvenes que no reciben una educación adecuada no se les puede reprochar que se porten mal").
Difusión de la responsabilidad ("No se puede culpar a un miembro de una banda por los daños que causa la pandilla").
Distorsión de las consecuencias ("Los insultos entre amigos son inofensivos").
Atribución de la culpa ("La gente que descuida sus cosas tiene la culpa si se las roban").
Deshumanización de la víctima ("Algunas personas merecen ser tratadas como animales").
Este cuestionario ha reportado en diferentes estudios, índices de fiabilidad con un alpha de Cronbach que oscila entre ,82 y ,93, tanto para la escala general como en cada una de sus dimensiones (Bandura, Barbaranelli, Caprara & Pastorelli, 1996; Bandura, Caprara, Barbaranelli, Pastorelli & Regalia, 2001; Gini Pozzoli & Hymel, 2014; Gómez & Narváez, 2019; Hardy, Bean & Olsen, 2014; Paciello, Fida, Tramontano, Lupinetti & Caprara, 2008). En el análisis de fiabilidad para este estudio se obtuvo un alfa de Cronbach de ,89 para la escala general, y en el análisis por subescalas la fiabilidad osciló entre ,78 y ,91.
Consideraciones éticas
La aplicación de los instrumentos se realizó en conformidad con las consideraciones éticas establecidas en la Ley 1090 de 2006, por medio de la cual se reglamenta el ejercicio de la profesión de psicología en Colombia y se dicta el Código Deontológico y Bioético, así como la Resolución 008430 de 1993 que establece las normas científicas, técnicas y administrativas para la investigación en salud. Esta investigación obedece a los principios éticos de respeto, intimidad y dignidad, asegurando la confidencialidad y el anonimato de los participantes, tal y como se establece en los artículos 26 y 50. Es importante indicar que se contó con el aval de la Dirección de Protección del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) a nivel nacional, y el ICBF Centro Regional Maniza-les, además del asentimiento informado de los adolescentes participantes.
Procedimiento
La aplicación de los instrumentos se realizó de forma individual en las instalaciones de la institución operadora del servicio, la Asociación Mundos Hermanos, y en algunos casos en los hogares sustitutos tutores. Cada sesión tuvo una duración entre 40 y 70 minutos, con recesos de 10 minutos entre las pruebas.
Para el análisis, se utilizó el paquete estadístico SPSS versión 25. Se realizó inicialmente un análisis de fiabilidad con alfa de Cronbach, seguido de un análisis descriptivo univariado de medias y desviaciones estándar de las tendencias prosociales y los mecanismos de desconexión moral. Con el fin de determinar si las variables tenían una distribución normal se utilizó la prueba Kolmogorov-Smirnov. Una vez hecho esto, se efectuó un análisis comparativo por género utilizando las pruebas T de Student y U de Mann-Whitney, según la normalidad de las variables. Posteriormente, se realizó un análisis de correlación entre las variables de estudio, utilizando el coeficiente R de Pearson. Finalmente, se realizó un análisis de regresión lineal múltiple mediante el método hacia adelante.
Resultados
Análisis descriptivo de las tendencias prosociales y los mecanismos de desconexión moral
Con relación a las tendencias prosociales en los adolescentes, la motivación prosocial basada en la complacencia u obediencia presentó el valor medio más alto (M = 4,07; DE = 0,81) a nivel general y por género (tabla 2). Estos hallazgos indican que los adolescentes asumen comportamientos de ayuda especialmente motivados por el deseo de complacer u obedecer a figuras vinculares o de autoridad en comparación con las demás tendencias. De igual manera, la tendencia prosocial de emergencia (M = 3,74; DE = 1,07) y la altruista (M = 3,66; DE = 1,01) también presentaron puntuaciones altas.
El valor medio más bajo correspondió a la tendencia prosocial pública (M = 2,51; DE = 0,89), lo cual indica que, ante situaciones con presencia de muchos observadores, los adolescentes pueden inhibir la conducta de ayuda.
La tabla 3 presenta las mediciones de las subescalas, en las que se puede observar, con más detalle, las distribuciones para los valores en cada una de ellas. En la subescala de tendencia prosocial pública, el 74,2 % de la muestra presenta puntuaciones iguales o menores a 3, y el 25,8 % obtuvo puntuaciones superiores a 3.
Debido a las condiciones de los adolescentes en el grupo armando sería natural esperar que las mediciones de la subescala de las tendencias prosociales en condiciones de emergencia fueran altas, y, de hecho, según lo observado (tabla 3) se identifica una asimetría negativa, lo cual lleva las puntuaciones hacia el valor 5. Las puntuaciones en valores mayores a tres representan el 74,3 %, lo cual muestra una fuerte tendencia a ayudar en situaciones de riesgo vital. Por otra parte, las escalas de complacencia y altruismo no presentan puntuaciones menores o iguales a 1, y la primera es la que presenta más puntuaciones en los valores mayores a 3 (80 %), lo cual indica una alta tendencia prosocial a complacer u obedecer a los demás.
En cuanto a la desconexión moral, los mecanismos de atribución de la culpa (M = 2,22; DE = 0,79), justificación moral (M = 2,21; DE = 0,89), y distorsión de las consecuencias (M = 2,20; DE = 0,79), presentaron los valores medios más altos. El mecanismo de desconexión moral con menor media fue el de deshumanización de la víctima (M = 1,49; DE = 0,58) (véase la tabla 4).
En la tabla 5 se muestra el análisis comparativo de las variables de estudio en función del género. En términos generales, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas (p < ,05) entre hombres y mujeres.
CONDUCTAS PROSOCIALES Y SU RELACIÓN CON LOS MECANISMOS DE DESCONEXIÓN MORAL
En la tabla 6 se presenta el análisis correlacionai entre las variables que componen el estudio. En términos generales, se encontró que las tendencias prosociales presentan una correlación negativa con los mecanismos de desconexión moral, lo cual indica que en cuanto mayores son las tendencias prosociales menor es la activación de mecanismos cognitivos de desconexión moral.
** La correlación es significativa en el nivel 0,01 (2 colas). * La correlación es significativa en el nivel 0,05 (2 colas).
Nota: DMG = desconexión moral global; JM = justificación moral; LE = lenguaje eufemístico; CV = comparación ventajosa; DR = desplazamiento de la responsabilidad; DifR = difusión de la responsabilidad; DC = distorsión de las consecuencias; AC = atribución de la culpa; Des = deshumanización; CPG = conducta prosocial global; CPP = comportamiento prosocial público; CPA = comportamiento prosocial anónimo; CPEm = comportamiento prosocial emergencia; CPE = comportamiento prosocial emocional; CPC = comportamiento prosocial complacencia; CPAlt = comportamiento prosocial altruista.
Los resultados muestran que la conducta prosocial general correlaciona de manera negativa y significativa con el desplazamiento de la responsabilidad (r = -,337; p < ,°5). La tendencia prosocial a la complacencia u obediencia se correlaciona de manera negativa con la desconexión moral global (r = ,388; p < ,05), la difusión de responsabilidad (r = -,357; p < ,05), la distorsión de consecuencias (r = -,4I2; p < ,05) y, de manera más fuerte, con la atribución de la culpa (r =-,437; p < ,001) y la deshumanización (r = -,453; p < ,001).
De igual forma, la tendencia prosocial altruista se correlaciona de manera significativa y negativa con la desconexión moral global (r = -,462; p < ,001), así como con los mecanismos de comparación ventajosa (r = -,409; p < ,05), desplazamiento de la responsabilidad (r = -,418; p < ,05), distorsión de consecuencias (r = -,362; p < ,05) y deshumanización (r = -,611; p < ,001).
FACTORES COGNITIVOS DE DESCONEXIÓN MORAL CON MAYOR PODER PREDICTOR SOBRE LAS DISTINTAS TENDENCIAS PROSOCIALES
La tabla 7 muestra los resultados del análisis de regresión lineal múltiple, con el fin de detectar los factores con mayor efecto predictor sobre las diferentes conductas prosociales en los adolescentes estudiados. Las diferentes tendencias prosociales son las variables dependientes y los mecanismos de desconexión moral las variables predictoras.
Se logra identificar que el desplazamiento de la responsabilidad explica el 34 % de la varianza de la conducta prosocial (R 2 = ,337), F (1,33) = 4,242, p < ,05, 95 % IC [-,494, -,003]. Mientras que la deshumanización de la víctima explica el 45 % de la varianza de la tendencia prosocial por complacencia u obediencia (R2 = ,453), F (1,33) = 8,519, p = ,006, 95 % IC [-1,065, -,190]; y el 61 % de la varianza de la tendencia prosocial altruista (R2 = ,611), F (1,33) = 19,635, p < ,001, 95 % IC [-1,635, -,606].
El hecho de que el coeficiente beta (3) de las variables de desconexión moral sea negativo, indica que son variables que reducen la probabilidad de comportamientos prosociales en los adolescentes. En este caso, el desplazamiento de la responsabilidad disminuye en un 34 % la probabilidad de que los adolescentes asuman un comportamiento prosocial. Asimismo, la deshumanización de la víctima disminuye la probabilidad de comportamientos prosociales orientados a la complacencia u obediencia en un 45 %, y en un 61 % la probabilidad de conductas prosociales con motivación altruista.
Discusión
Contrario a lo que podría esperarse de los adolescentes que permanecieron en condiciones de confrontación armada y expuestos a condiciones de vulnerabilidad psicosocial durante su permanencia en los grupos armados al margen de la ley, se encontró una serie de tendencias prosociales que prevalecen, en especial motivaciones de ayuda en situaciones de crisis y por complacencia u obediencia.
Estos comportamientos los han encontrado otros investigadores (Cortés & Buchanan, 2007; Gómez, 2019b, 2019c; Lugo, 2017; 2018; Moreno, 2009; Rethmann, 2010; Springer, 2012), quienes han indicado tendencias prosociales como, por ejemplo, la ayuda y la cooperación en situaciones de emergencia y en condiciones que implican obediencia o complacencia. Al respecto, Agudelo y Giraldo (2002) afirman que es posible encontrar de manera simultánea conductas agresivas y prosociales en los niños y adolescentes, como una estrategia que utilizarían para enfrentar las difíciles condiciones tanto del contexto familiar como social en el que están inmersos; también sería una forma para visibilizarse ante un proyecto que los hegemoniza. En este caso, la situación que los hegemonizaba era su pertenencia al grupo armado ilegal.
Otra posible explicación la ofrecen Batson y Powell (2003), quienes plantean que las conductas prosociales contemplan diversas motivaciones diferentes al altruismo y al egoísmo, entre ellas motivaciones colectivistas asociadas a la identificación a grupos específicos, lo que implica ciertos criterios de favoritismo o exclusividad. En el caso de este estudio, las puntuaciones altas en la motivación prosocial por complacencia u obediencia y en situaciones de emergencia estarían asociadas a la pertenencia y adherencia a los grupos armados y, en la actualidad, a figuras de protección en los procesos de reintegración social. De acuerdo con Carlo y Randall (2002), y a Carlo et al. (2003), las acciones prosociales por complacer u obedecer son mucho más frecuentes que la ayuda espontánea sin la mediación de algún tipo de solicitud.
De acuerdo con Springer (2010; 2012) y Gómez (2019b; 2019c), las dinámicas comunes en los grupos armados, especialmente en las FARC, de ejercer sometimiento moral con base en jerarquías sería un factor de instrumentación de las motivaciones prosociales en esta población a favor de la guerra y, en coherencia con ello, a desplegar diferentes mecanismos de desconexión moral para justificar las acciones violentas contra otros y así evitar la autocensura.
En estudios llevados a cabo con adolescentes escolares colombianos, se ha considerado que la identificación con las figuras de autoridad y la aceptación de los pares, así como el reconocimiento de los otros, son factores que han sido asociados con la prosocialidad de una manera positiva, sólo si dichos referentes son también prosociales o ejercen una función de cuidado y protección (Aguirre-Dávila, 2015; Castro y Gaviria, 2005; Guevara, Cabrera, González y Devis, 2016; Plazas et al., 2010; Redondo y Guevara, 2012; Redondo, Rangel & Luzardo, 2015; Sandoval, 2006).
Sin embargo, se ha encontrado en estudios recientes que los adolescentes desvinculados de grupos armados despliegan acciones de protección a favor de sus compañeros, con quienes han construido vínculos significativos, a pesar de los contextos adversos y las ideológicas de guerra (Carmona, 2013; Carmona, Moreno y Tobón; Gómez y Narváez, 2018; Gómez, 2012; 2019b; 2019c; Lugo, 2018). Esto estaría relacionado con lo encontrado en este estudio en cuanto a la tendencia de los adolescentes al apoyo prosocial mediado por una petición de ayuda o en situaciones de emergencia, bien sea en su experiencia vivida en los grupos armados, o bien en los procesos de reintegración social en los hogares sustitutos tutores. Al respecto, el estudio de Gómez (2019b) con adolescentes desvinculados de grupos armados en Colombia encontró que, "a pesar de las experiencias de vulnerabilidad psicosocial, se evidencian potenciales orientados a la construcción de vínculos solidarios, sensibilidad por el bienestar del otro, culpa y arrepentimiento frente al daño" (p. 483).
En contraste con lo expuesto, es necesario considerar que estos adolescentes no nacieron en el grupo armado ilegal; la gran mayoría llevaba dos años, y sólo unos pocos estuvieron cuatro años. Este dato es importante pues da cuenta de que estos adolescentes crecieron con sus familias, en las cuales se instauraron modelos de conducta social, bien fuera orientados a la prosocialidad o bien a la agresión, y, consecuentemente, se fueron modelando en función de sus experienciales relacionales en los grupos armados. Al respecto, diversos estudios psicológicos (Auné, Blum, Abal, Lozzia & Horacio, 2014; Correa, 2017; Gómez, 2019a; Mestre, Tur, Samper, Nácher & Cortés 2006) muestran que la respuesta prosocial se vuelve relativamente estable durante los últimos años de la infancia y los primeros de la adolescencia, y que el aprendizaje vicario y la influencia sociocultural estimulan los procesos asociados a la competencia prosocial, entre ellos, el razonamiento moral prosocial, la autoeficacia emocional, la empatía y la autoestima.
En coherencia con lo anterior, las primeras relaciones de apego con los cuidadores en la infancia temprana son un precursor del desarrollo de la empatía, el reconocimiento de las emociones, el autocontrol, la confianza, la solidaridad, el autoconcepto y la interiorización de normas y valores morales en etapas posteriores del desarrollo (Barresi & Moore, 1996; Correa, 2017; López et al., 1998; Ortega et al., 2002; Richaud de Minzi, Lemos & Mesurado, 2011; Richaud de Minzi & Mesurado, 2016; Zahn-Waxler, Radke-Yarrow, Wagner & Chapman, 1992). Sin embargo, dadas las limitaciones de este estudio, no es posible determinar si las motivaciones prosociales y los mecanismos de desconexión moral con mayor puntaje, son el resultado de un proceso instaurado en la crianza o fue modelado en los grupos armados, o una asociación de ambos. Esto, evidentemente, es un campo de estudio futuro con múltiples aristas por explorar en esta población.
Por otra parte, es durante el proceso de socialización que las personas empiezan a interiorizar las normas y los valores morales que rigen en el medio social en el cual se desarrollan. Esto se da a través de los procesos cognitivos y de aprendizaje implicados en este, que son implícitos y sobre los que se tiene escasa conciencia (Ortega et al., 2002). Esta interiorización progresiva, afirman Ortega et al. (2002),
va ejerciendo control sobre las actitudes y el comportamiento moral, mediante un sistema de autorregulación interna que previene la ejecución de la conducta reprobable y estimula las actitudes y el comportamiento moral-mente aceptable. [...] Si, efectivamente, ante cada decisión moral se activara este sistema de autorregulación del comportamiento, el sujeto emitiría conductas y actitudes siempre coherentes. (p. 38)
Jackson y Sparr (2005) analizaron el militarismo-pacifismo y la desconexión moral. Retoman la definición de militarismo-pacifismo de Cohrs (2004), quien lo define como las actitudes hacia el uso de la fuerza militar, las cuales se refieren a tres puntos principales: preferencias relacionadas con la seguridad, teorías personales sobre el uso y el efecto de la fuerza militar y la evaluación moral del uso de las fuerzas armadas. Una conexión entre los dos conceptos parece plausible si el apoyo o una actitud positiva hacia la guerra se considera un comportamiento dañino (el cual tiene que justificarse) en la medida en que permite infligir pérdida, sufrimiento y dolor a los demás, y se perciben como consecuencias inevitables de la acción militar. Ambos están relacionados con la justificación, la tolerancia y la aprobación de la guerra, y si uno supone que el resultado de los mecanismos de desvinculación moral en una persona son las actitudes, ambos conceptos pueden reflejar actitudes relacionadas con la guerra.
De acuerdo con los resultados encontrados en el presente estudio, los adolescentes desvinculados utilizan con mayor prevalencia los mecanismos de atribución de culpa, justificación moral, distorsión de las consecuencias y difusión de la responsabilidad. El mecanismo de desconexión moral con menor medida fue la deshumanización, el cual mostró la relación inversa más significativa con las motivaciones prosociales. Estos mecanismos de desconexión moral, en general, contribuyen a legitimar la violencia al reducir la conducta prosocial (Hymel, Rocke-Henderson & Bonano, 2005).
La atribución de la culpa motiva al individuo a interpretar el comportamiento propio como causado por la víctima y a eximirse de la gravedad de las consecuencias de la acción. El estudio de Bandura et al. (I996) con adolescentes infractores encontró que la relación entre la desconexión moral y la agresión estaba mediada por factores emocionales, específicamente la ausencia de culpa. Sin embargo, tal y como lo plantean Mockus y Corzo (2005):
El comportamiento compasivo y la renuncia a la crueldad dependen, finalmente, de la confluencia de mecanismos internos y externos. [...] Afirma que las personas no operan como agentes morales autónomos impermeables a las realidades sociales en que están inmersas. La agencia moral está situada socialmente y es ejercida de maneras particularizadas dependiente de las condiciones de vida bajo las cuales la gente gestiona sus asuntos. (p. 5)
Además, esas condiciones de vida que tuvieron los adolescentes durante su permanencia en el grupo armado ilegal, los enfrentaron a una realidad totalmente diferente de la que tenían en sus hogares de origen, lo que les demandó utilizar mecanismos de adaptación que les permitieran sobrevivir en este medio. Finalmente, podría utilizarse el término pluralismo moral que utilizan Mockus y Corzo (2005), y traslapar así el consenso de Rawls en el sentido de que existen distintas justificaciones para unas mismas reglas.
Los otros mecanismos más utilizados de desconexión moral por los adolescentes son la justificación moral, la distorsión de las consecuencias y la difusión de la responsabilidad. El primero se usa para justificar las acciones reprensibles con el fin de protegerse sin contradecir los principios rectores de la redefinición individual del significado de la acción dañina (Bandura, 1999; 2002; 2016). Al respecto, Martínez, Robles, Utria y Amar (2014) plantean que "en los estudios sobre violencia se han destacado las creencias de las personas como invisibilizadoras y legitimadoras de los sistemas en los cuales emergen, las cuales actuarían como factor de riesgo y perpetuación de los modelos de violencia" (p. I4I). Bajo esta idea, la justificación moral tiene por función legitimar las acciones en contra de otras personas o comunidades (Hymel et al. , 2005).
El segundo mecanismo se usa con el propósito de alterar los efectos de un comportamiento dañino a fin de reducir la mala conducta personal y considerar como legal una acción ilegal. Según Martínez et al. (2014), el desarrollo de este y otros mecanismos de desvinculación moral está asociado a la inmersión sistemática de los niños, las niñas y los adolescentes en contextos violentos a nivel familiar y social que funcionan como escenarios de aprendizaje en los cuales se desarrollan creencias normativas sobre la violencia y, en consecuencia, una aceptación y normalización de respuestas de este tipo. Tal es el caso de los niños, las niñas y los adolescentes que hicieron parte de las filas de grupos armados ilegales en Colombia.
De acuerdo con diversos estudios (Carmona, 2013; Gómez, 2019c; Lugo, 2018) e informes gubernamentales (CNMH, 2017; Defensoría del Pueblo, 2006), el reclutamiento por parte de estos grupos ilegales está asociado, entre otros factores, a procesos de instrumentalización moral, sometimiento psicológico, militarización de los territorios, así como legitimación de la violencia social y política como ruta de solución de problemas, lo cual modela de manera progresiva las estructuras de pensamiento orientadas a la obediencia y la desconexión moral a favor de la ideología impuesta.
La difusión de la responsabilidad (otro de los mecanismos de desconexión moral utilizado por los adolescentes) les permite compartir la responsabilidad de las acciones perjudiciales con el grupo, en el propósito de reducir la gravedad de la acción producida por ellos mismos. En este sentido, es clara la influencia de los jefes guerrilleros, quienes emitían las órdenes que las personas bajo su mando debían ejecutar, y llevaban así a cabo las acciones de violencia en muchos casos en contra de su voluntad, so pena de perder la propia vida. Al respecto, Cohrs et al. (2002, citados por Jackson y Sparr, 2005) encontraron influencias directas del militarismo-pacifismo en el hecho de ignorar las consecuencias negativas, rechazar la responsabilidad y creer en motivos humanitarios en el caso de la guerra de Kosovo, mecanismos que pertenecen al modelo de desconexión moral de Bandura.
Ahora bien, una de las cuestiones centrales de la discusión es considerar si las motivaciones prosociales, orientadas a la obediencia y los mecanismos de desvinculación moral con mayor promedio (la justificación moral y la atribución de la culpa) son el resultado de la experiencia vivida en los grupos armados. A pesar de que no se dispone de los datos para confirmar esta hipótesis, sí es posible el contraste con otros estudios y de allí establecer inferencias teóricas. Al respecto, Villegas et al. (2018) estudiaron, mediante una metodología de análisis deductivo del contenido, 367 comunicados emitidos por los grupos armados Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en un rango temporal de 55 meses, y se contrastaron con la teoría de la desconexión moral de Bandura (1999; 2002; 2016). Los resultados del análisis arrojaron que los mecanismos de atribución de la culpa y justificación moral fueron los más utilizados.
De lo anterior se puede considerar que la prevalência de estos mecanismos cognitivos para justificar la acción bélica y la ideológica de guerra por parte de los grupos armados, converge con los mecanismos prevalentes en los adolescentes que hicieron parte de este estudio. Esto apoya la idea defendida a lo largo de la discusión en cuanto a la incidencia que tienen los procesos de instrumentación ideológica de los grupos armados en las estructuras cognitivas de los adolescentes, en lo que respecta la toma de decisiones, sin desconocer la herencia simbólica de un contexto social de violencias o las condiciones de vulnerabilidad a nivel familiar y la precariedad psicosocial.
En cuanto al género, no se evidenciaron diferencias entre hombres y mujeres en las diferentes tendencias prosociales y los mecanismos de desconexión moral. Este hallazgo es contrario a lo encontrado en la literatura científica que muestra cómo las niñas son más prosociales que lo niños (Caprara & Steca, 2005; Gómez, 2019a; Plazas et al., 2010; Richaud de Minzi, 2009). En cambio, en desconexión moral la relación es inversa: los hombres presentan una mayor tendencia a la desconexión moral a fin de justificar actos agresivos en comparación con las mujeres (De Caroli, Sagone & Falanga, 2011; Gómez & Narváez, 2019; Paciello et al., 2008; Thornberg & Jungert, 2014). Una razón de lo encontrado en este estudio, se explicaría en función de los procesos de entrenamiento militar en los grupos armados en cuanto al uso de armas, normas, ideología y exposición a combates, los cuales no diferencian en cuanto a género, tal y como se ha reportado en diferentes informes sobre reclutamiento de niños, niñas y adolescentes en Colombia (CNMH, 2017; ICBF, OIM & Unicef, 2014; Lugo, 2017; Springer, 2012). Sin embargo, esto es una hipótesis que deberá corroborarse en futuros estudios con esta población.
Finalmente, las relaciones negativas encontradas entre las variables de estudio corroboran la idea según la cual, a medida que las tendencias prosociales aumentan, los mecanismos de desconexión moral disminuyen. Las motivaciones prosociales por obediencia o complacencia y altruista, se correlacionan de manera negativa con mecanismos cognitivos de desconexión moral de difusión de responsabilidad, distorsión de consecuencias, atribución de la culpa y deshumanización. Esto se debe, según Bandura (1991; 1996; 2002), a que los mecanismos de desconexión moral se utilizan ante situaciones y acciones que implican actos considerados moralmente incorrectos o reprobables y, en este sentido, la desactivación total o parcial del sistema cognitivo regulador de los comportamientos morales no se da ante respuestas o conductas de tipo prosocial.
Diversas investigaciones (Bandura et al., 1996; 2001; Carroll, 2009; Gianluca, Pozzoli & Hymel, 2014; Gini, Albiero, Benelli & Altoè, 2007; Hyde et al., 2010; Kokkinos & Kipritsi, 2017; Muratori et al., 2017; Ortega et al., 2002) muestran de manera consistente que los niños y los adolescentes con mayor presencia de conductas externalizantes, especialmente de agresión física y verbal, hacen más uso de los mecanismos de desconexión moral, lo cual indica que, a mayor uso de mecanismos de desconexión moral, mayor propensión a la violencia y la agresividad y menor es la tendencia a acciones prosociales y empáticas.
Asimismo, tanto en el análisis de correlación como de regresión se encontró que la deshumanización es el principal mecanismo inhibidor de las conductas prosociales. De acuerdo con Bandura (2002; 2016), la deshumanización implica despojar a la otra persona de su condición de humanidad, lo que inhibiría la empatía y el deseo altruista de ayuda hacia ella. Ahora bien, al considerar la particularidad de la población y los procesos de sometimiento moral a los cuales han sido expuestos, ayudar a otras personas bajo criterios colectivistas, por complacencia u obediencia hacia una persona o un grupo particular, como el caso del grupo armado, puede considerarse una conducta social valorada positivamente, dado que, como se ha indicado, los contextos de violencia en los que los adolescentes estuvieron inmersos en los grupos armados moldean el sistema de creencias normativas de acuerdo con las exigencias de ese medio. Esto implica que comportamientos prosociales que buscan complacer u obedecer a un colectivo específico, pueden no ser prosociales para las personas externas al grupo.
Conclusiones
De acuerdo con lo planteado en este estudio y la discusión con la literatura disponible, se considera que uno de los grandes retos en los procesos de reintegración social en esta población es la descentralización ideológica de la guerra como ruta de vida, lo cual posibilite la construcción de nuevos vínculos con lo social, sin mediaciones de instrumentalización ideológica o sometimiento moral. Así, las intenciones de ayuda prosocial en estos adolescentes no estarán mediadas por acciones de hecho, ni mucho menos por la adherencia a ideologías bélicas.
También se reitera la importancia de considerar los factores motivacionales y sociocognitivos asociados a la competencia prosocial y moral en los procesos de intervención psicosocial mediados institucionalmente con esta población, en procura de una adecuada reintegración a la vida civil. En este sentido, se plantea la necesidad de priorizar estrategias de estimulación del razonamiento moral prosocial en cada uno de los programas especializados de atención a víctimas del conflicto armado que están bajo medida de protección del ICBF.
Limitaciones
Esta investigación presenta varias limitaciones. La primera es que es un estudio transversal y no longitudinal. Para próximos estudios es necesario corroborar los hallazgos mediante metodologías longitudinales. A pesar de que la muestra utilizada fue a disponibilidad, es importante establecer futuros estudios con muestras más representativas y análisis comparativos con otros grupos poblacionales de adolescentes con diferentes características sociodemográficas y psicosociales.
En próximos estudios es importante precisar aspectos asociados a las trayectorias de vida de los adolescentes, con el fin de determinar si las motivaciones prosociales y los mecanismos de desconexión moral son el resultado de un proceso instaurado en la crianza o fue modelado en los grupos armados, o una asociación de ambos o más factores. También determinar si los comportamientos prosociales y la desconexión moral son dependientes o no de factores psicosociales no contemplados en este estudio.