Introducción
El abuso sexual se define como cualquier comportamiento sexual realizado bajo coerción física o psicológica (Franco y Ramírez, 2016; World Health Organization, 2014). El abuso sexual representa un problema de salud pública por la alta prevalencia en el curso de la vida, entre 5 y 30% en población adolescente (Barth, Bermetz, Heim, Trelle y Tonia, 2013; Batista, Vega y Caamaño, 2013; Cyr et al., 2013; Finkelhor, Shattuck, Turner y Hamby, 2014; Pereda, Abad y Guilera, 2016; Radford, Corral, Bradley y Fisher, 2013), y el impacto deletéreo en la salud de las víctimas (Batista et al., 2013; Baytunca et al., 2016; López et al., 2017; Pengpid, Peltzer, Laosee y Suthissukon, 2018; Pereda, Abad y Guilera, 2015; Pereda et al., 2016; Solano et al, 2019; Da Silva y Roncalli, 2018).
El abuso sexual es un estresor importante con implicaciones adversas en la salud mental de la víctima, especialmente en adolescentes. La experiencia de agresión sexual puede asociarse a sentimiento de ira, hostilidad, impotencia o desconfianza (Fatmawati, 2016). A corto plazo, estos sentimientos pueden alterar los juicios, disminuir la capacidad de afrontar el estrés y aumentar las inseguridades, temores y desapego (Finkelhor y Browne, 1988), con consecuencias físicas, cognitivas, comportamentales y sociales (Stoltenborgh et al., 2011). Desde la perspectiva del modelo de dinámicas traumatológicas (MDT) el abuso sexual tiene un impacto multidimensional en la salud mental y explica las diferentes formas que estructura el trauma (Cantón-Cortés, Cortés, y Cantón, 2012). El MDT señala que la experiencia traumática distorsiona el autoconcepto, la visión del mundo y las capacidades afectivas de la víctima. Además, establece cuatro dinámicas, sexualización traumática, traición, autoestigma e impotencia e inducir distrés psicológico (Arboleda, Duarte y Cantón-Cortés, 2011; Fontes, Conceicao y Machado, 2017; Fatmawati, 2017; Gallego, Medina y Montoya, 2008; Makhija, 2014; Wilson y Widom, 2009).
La prevalencia de distrés psicológico varía ampliamente, según las manifestaciones evaluadas (Drapeau, Marchand y Beaulieu-Prévost, 2011; Lee, Lee, Greene y Shin, 2019; Pengpid y Peltzer, 2020). En adolescentes, la frecuencia de síntomas o trastorno de estrés postraumático en el curso de la vida varía entre 9% y 33%, según el tipo de evento y el género (Alisic et al., 2014). La prevalencia de síntomas depresivos se ha observado entre 4% y 41% (Xu et al., 2020) y la de depresión entre 1% y 5% (Polanczyk, Salum, Sugaya, Caye y Rohde, 2015; Xu et al., 2018). La prevalencia de riesgo suicida (idea, plan o ideación) durante la vida o durante el año más reciente es ampliamente variable, según el contexto, se informa entre 1% y 32% (Lim et al., 2019; Quarshie, Waterman y House, 2020; Tran, Le y Nguyen, 2020; Uddin, Burton, Maple, Khan y Khan, 2019).
El abuso sexual es un evento que puede explicar la presencia de trastorno de estrés postraumático (TEPT) en adolescentes; sin embargo, el nivel de impacto guarda relación con el tipo, gravedad, naturaleza y el funcionamiento previo de la víctima (Cantón y Cortés, 2015). En Suiza, se halló que el abuso sexual incrementó seis veces el riesgo para reunir criterios para TEPT (Landolt, Schnyder, Maier, Schoenbucher y Mohler-Kuo, 2013). Asimismo, en Sudáfrica, se reportó que la historia de abuso sexual aumentó dos veces el riesgo de TEPT (Nöthling, Simmons, Suliman y Seedat, 2017), y en México se documentó una probabilidad tres veces más alta de TEPT en casos de abuso sexual (Orozco et al., 2008). En Estados Unidos, se observó que el abuso, sexual y TEPT no se asociaron (Kilpatrick et al., 2003).
En adolescentes, es frecuente observar historia de abuso sexual y síntomas depresivos o depresión (González-Forteza, Ramos, Vignau y Ramírez, 2001; Khadr et al., 2018). En Turquía, se halló que el abuso sexual se correlacionó significativamente y positivamente con depresión (Solakoglu, Driver y Belshaw, 2018). Adicionalmente, en meta-análisis independientes, observaron que la historia de abuso sexual en la infancia incrementó aproximadamente dos y tres veces el riesgo de depresión en la adultez (Hailes, Yu, Danese y Fazel, 2019; Lindert et al., 2014). Sin embargo, en otro estudio el abuso sexual no incrementó el riesgo de depresión en adolescentes estadounidenses (Kilpatrick et al., 2003). Y en un meta-análisis reciente de estudios longitudinales no se encontró asociación significativa entre el abuso sexual en la infancia y trastorno mental en la adultez (McKay et al., 2021). En Colombia, se observó en estudiantes de décimo y undécimo grado que la historia de abuso sexual incrementó nueve veces la probabilidad de síntomas depresivos actuales (Gallego et al., 2008).
Historia de abuso sexual es frecuente en adolescentes con comportamientos suicidas (Solakoglu et al., 2018). Por ejemplo, en Estados Unidos se observó que los adolescentes víctimas de abuso sexual durante el año más reciente mostraron 3,4 veces más ideación suicida durante el último mes (Turner, Finkelhor, Shattuck y Hamby, 2012). Posteriormente, otra investigación documentó que la historia de abuso sexual incrementó tres veces el riesgo de ideación suicida actual (Yoon, Caderbaum y Schwartz, 2018). Finalmente, en un meta-análisis de estudios transversales y longitudinales se concluyó que el abuso sexual infantil se asoció con un riesgo dos veces mayor de intentos de suicidio (Ng, Yong, Ho, Lim y Yeo, 2018).
La asociación entre abuso sexual y distrés psicológico puede tener variables de confusión. En el presente estudio se controla por género dada la mayor frecuencia informada de abuso sexual suele ser en mujeres (Cyr et al., 2013; Finkelhor et al., 2014; Martins y Alencastro, 2015; Radford et al., 2013). Asimismo, estrés postraumático, depresión y los intentos de suicidio son dos veces más notificado por mujeres (Miranda-Mendizabal et al., 2019; Waldrop et al., 2007).
Santa Marta, Colombia, es una ciudad con un contexto social y cultural complejo, es habitual encontrar patrones de violencia intrafamiliar, negligencia, pobreza y consumo de sustancia que se constituye en factores de riesgo asociados al abuso sexual (Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, 2019). Adicionalmente, presenta una considerable desprotección de los menores debido a la negligencia estatal y conflicto sociopolítico, en consecuencia, mayor vulnerabilidad al abuso sexual (Quintero-Aguado, Bonilla-Escobar, Otero-Ospina, Campo-Cabal y Valencia-Upegui, 2013). El presente estudio es relevante para Santa Marta porque, en 2019, se registraron 185 casos de abuso sexual por 100.000 habitantes (Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, 2019). Además, es frecuente la naturalización de la violencia y el estigma y la discriminación de la víctima lo que se traduce en un sub-registro de las agresiones sexuales en todas las edades (Quintero-Aguado et al., 2013).
La asociación entre abuso sexual y distrés psicológico muestra la necesidad de acciones integrales y transversales preventivas y reparativas para las asimetrías de género e inequidades sociales implícitas (Carosio, 2012; Patel et al., 2010; Saxena, Jané-Llopis y Hosman, 2006; Sheppard, Deane y Ciarochi, 2018; Vélez, Henao, Ordoñez y Gómez, 2015). El objetivo del presente estudio fue establecer la asociación del abuso sexual y distrés psicológico en adolescentes escolarizados de Santa Marta, Colombia.
Método
Diseño
Se llevó a cabo un estudio observacional, analítico, transversal. Este diseño metodológico brinda la posibilidad de un conocimiento de algunas características del fenómeno, probar hipótesis causales preliminares y preguntas para futuros estudios analíticos (Hernández-Avila, Garrido-Latorre y López-Moreno, 2000).
Participantes
La población objeto de estudio está conformada por 10.810 estudiantes de décimo y undécimo grado de instituciones educativas públicas y privadas registrados en la secretaría municipal de educación de una ciudad del Caribe colombiano para el año 2017. Se realizó un muestreo probabilístico en diferentes etapas.
El muestreo estratificado por conglomerado representado por cada aula clase. Se estimó en 25 el promedio de estudiantes por aula. Se debía contar con una muestra de 1.948 estudiantes y, en consecuencia, se seleccionaron 80 conglomerados. Este número de participantes posibilitaba el cálculo de asociaciones con intervalos de confianza suficientemente estrechos para evitar un error de tipo II (beta), es decir, aceptar la inexistencia de relación estadísticamente significativa cuando en realidad se presenta asociación importante entre las variables analizadas. Adicionalmente, este tamaño de muestra permitía hacer ajustes en las asociaciones, o sea, controlar posibles variables de confusión hasta con un número de 12 variables (Hernandez, 2006). Se estimaron posibles tamaños de muestra para varias prevalencias esperadas, entre 1% (+ / - 1) y 50% (+ / - 5), para un nivel de confianza del 95%, dada las diferencias esperadas en las frecuencias de las variables analizadas (Hernández, 2006). Para estas prevalencias, una muestra de 384 participantes era adecuada. Sin embargo, para estimar asociaciones con intervalos de confianza del 95% (IC 95%) estrechos y minimizar la probabilidad de error tipo II se multiplicó el tamaño por cuatro (Ventura-León y Valencia, 2020). Adicionalmente, se sumó un 25% para compensar posibles pérdidas por varias razones: negativa de la institución educativa, omisión del consentimiento informado o disentimiento del estudiante.
Finalmente, la muestra contó con la partición de un total de 1.462 adolescentes en edades entre 13 y 17 años (M = 15,98; DE = 0,83). El mayor porcentaje de los participantes se encontraban entre 16 y 17 años, mujeres, estudiantes de décimo grado y residentes en áreas de bajos ingresos.
Instrumentos
Abuso sexual
La historia de abuso sexual se evalúo con un ítem del Cuestionario de Victimización Juvenil, en inglés Juvenile Victimization Questionnaire (Finkelhor, Hamby, Ormrod y Turner, 2005). El ítem es una pregunta sencilla con patrón de respuesta dicotómica.
Depresión
Se cuantificaron síntomas depresivos o depresión con el Índice de Bienestar General, en inglés Well-Being Index (WHO-5). El WHO-5 se compone de cinco ítems y cuatro alternativas de respuestas desde "nunca" hasta "siempre" que se califican de uno a tres puntos. Las puntuaciones totales posibles están entre cinco y veinte, a menor puntuación mayor riesgo de depresión. En el presente estudio, las puntuaciones inferiores a nueve se calificaron como depresión (World Health Organization Regional Office for Europe, 1998). El WHO-5 mostró alta consistencia interna, alfa de Cronbach de 0,70, en adolescentes del Caribe colombiano (Campo-Arias, Miranda-Tapia, Cogollo y Herazo, 2015). En el presente estudio, el WHO-5 mostró alfa de Cronbach de 0,82. Estrés postraumático
Los síntomas de estrés postraumático se cuantificaron con la Escala Breve Davidson para Estrés Postraumático (EBDEP, en inglés SPAN). La EBDEP está compuesta por cuatro ítems los síntomas característicos del trastorno de estrés postraumático (TEPT). Los ítems del EBDEP brinda cuatro opciones de respuesta que se califican de uno a cinco, en consecuencia, las puntuaciones posibles están entre cuatro y dieciséis. Las puntuaciones superiores a doce ser tomaron como estrés postraumático (Meltzer-Brody, Churchill y Davidson, 1999). La versión de 17 ítems mostró alta consistencia interna, alfa de Cronbach de 0,97, en adultos colombianos (Pineda, Guerrero, Pinilla y Estupiñan, 2002). En el presente estudio, la EBDEP mostró alfa de Cronbach de 0,66.
Riesgo suicida
El riesgo suicida se valoró con la escala para ideación suicida del Centro de Estudios Epidemiológicos (CES-D-IS). La CES-D-IS se compone de cuatro ítems que exploran riesgo suicida durante los últimos 15 días. Cada ítem ofrece cuatro opciones de respuestas que se califican de cero a tres (Radloff, 1977). Las puntuaciones superiores a ocho se categorizaron como riesgo de suicidio. La CES-D-IS mostró excelente confiabilidad, alfa de Cronbach de 0,86, en adolescentes del área andina colombiana (Pineda-Roa, Martínez-Chía, Corredor- González, Herazo y Campo-Arias, 2018). Los participantes del estudio actual la escala presentó alfa de Cronbach de 0,75.
Procedimiento
Inicialmente se realizó una socialización con los directores de las instituciones educativas para dar a conocer los objetivos del estudio y solicitar la participación. Posteriormente, los objetivos, procedimientos y consideraciones éticas del estudio se discutieron con los padres de familia. Los padres de familia firmaron un consentimiento informado y los estudiantes dieron asentimiento. Los estudiantes diligenciaron un cuadernillo de investigación en papel en el aula de clase.
Un informe general de los hallazgos se envió a los directores de las instituciones, policía de infancia y adolescencia y a la Secretaría de Educación Distrital. Finalmente, a los directores de colegios, docentes, estudiantes y policía de infancia y adolescencia se les brindó un curso de actualización de abordaje de riesgo en salud mental en el aula de clase.
Análisis de datos
Inicialmente se llevó a cabo un proceso de depuración de los datos, eliminación de los datos atípicos y extremos, y de los patrones inusuales de respuesta. Se calculó consistencias internas de las escalas con alfa de Cronbach y se dicotomizaron las diferentes variables del estudio. La dicotomización de las variables se realizados según criterios teóricos o a partir de la distribución objetiva de los datos, en particular, los datos cuantitativos.
En el análisis descriptivo se observaron frecuencias y porcentajes de las variables categóricas y medidas de tendencia central y de dispersión para las variables cuantitativas. En el análisis bivariado, la historia de abuso sexual se tomó como variable independiente o explicativa y estrés postraumático, depresión y riesgo suicida se manejaron como variables dependientes. Las variables demográficas se tomaron como covariables y potenciales variables de confusión. Se calcularon razones de oportunidad, odds ratios (OR) e intervalos de confianza del 95 % (IC 95%). Estos valores se consideran significativos si el límite inferior del IC 95% no sobrepasa el valor de 1,0 puesto que se trabajaron factores de riesgo y no factores protectores. Finalmente, mediante regresión logística, se ajustaron las asociaciones para historia de abuso sexual, estrés postraumático, depresión y riesgo suicida por las potenciales variables de confusión, basados en las recomendaciones de Greenland (1989), es decir, sólo considerar aquellas variables de confusión que mostraron asociaciones significativas con las variables de interés principal y si producen una variación mayor del 10% en el valor del OR. Para aceptar la plausibilidad de cada modelo se estimó la bondad del ajuste con la prueba de Hosmer-Lemeshow (Hosmer, Taber y Lemeshow, 1991). Esta prueba indica que tan plausible es el modelo más allá de la simple asociación estadística. El análisis se realizó con el programa IBM-SPSS, versión 22.0 (IBM Corp., 2015).
Consideraciones éticas
Este proyecto fue revisado y aprobado un comité de ética de una institución de educación superior pública colombiana. Los padres de familias o tutores firmaron un consentimiento informado y los estudiantes dieron el respetivo asentimiento en congruencia con la norma en investigación colombiana (Ministerio de Salud de Colombia, 1993) y la regulación internacional (World Medical Association, 2018). Dado que la información explorada se manejó bajo condiciones de confidencialidad, era imposible identificar a los adolescentes en alto riesgo de abuso sexual, sin embargo, a los directores de las instituciones educativas públicas y privadas y a la secretaria de educación del municipio se les informó de los resultados globales para activar acciones de prevención e identificación y ruta de atención de los casos en riesgo.
Resultados
De acuerdo a la caracterización sociodemográfica, el 70,93% de los participantes estaban entre 16 a 17 años, el 60,32% eran de género femenino, el 55,33% cursaban décimo grado y el 49,50% residían en barrios de estrato o ingreso bajo. La prevalencia de estrés postraumático fue 19,36%; depresión, 7,05%; riesgo suicida, 13,27%; e historia de abuso sexual, 17,37%.
En el análisis bivariado, el abuso sexual mostró valores de OR entre 2,79 y 2,95 con estrés postraumático, depresión y riesgo suicida, lo que sugirió que la experiencia de abuso sexual incrementó entre 179% y 195% la probabilidad de estrés postraumático, depresión y alto riesgo de suicidio. El género fue la única variable que se comportó como variable de confusión, es decir, indujo variación mayor del 10% en el valor de OR y, en consecuencia, se consideró para un ajuste adicional de las asociaciones. Todas las asociaciones se mantuvieron dentro de valores significativos, OR entre 2,41 y 2,51, con adecuadas bondades de ajuste, todas con p > 0,05. Este valor de p era deseable porque indicaba alta plausibilidad de los ajustes realizados. Detalles de las asociaciones crudas y ajustadas se presentan en la Tabla 2.
Discusión
El presente estudio tuvo como objetivo establecer la asociación del abuso sexual y distrés psicológico en adolescentes escolarizados de Santa Marta, Colombia. Los hallazgos evidenciaron que la historia de abuso sexual incrementa por lo menos dos veces el riesgo de presentar estrés postraumático, depresión y riesgo suicida, después de ajustar por género.
Se observó una asociación estadísticamente significativa entre abuso sexual y estrés postraumático en el presente estudio. El hallazgo es consistente con investigaciones precedentes que mostraron que el abuso sexual puede incrementar entre dos y seis veces la probabilidad de estrés postraumático (Landolt et al., 2013; Nöthling at al., 2017; Orozco, Borges, Beniet, Medina y López, 2008). No obstante, en otra investigación se halló que el abuso sexual no se asoció a estrés postraumático (Kilpatrick et al., 2003). Posiblemente, las características de la población, la técnica de medición y las particularidades del evento expliquen estas divergencias (Cantón y Cortés, 2015; Hailes et al., 2019). Desde otra perspectiva, Fatmawati (2017) señaló que no todas las víctimas de abuso sexual desarrollan problemas psicológicos, dado que abuso sexual es un factor de riesgo no específico; sin embargo, el efecto de la acumulación del estrés por el evento traumático, acompañado de factores contextuales y familiares de riesgo incrementan la probabilidad de estrés postraumático a largo plazo (Mann, Hanson y Thornton, 2010).
El estrés postraumático se puede presentar debido a que la víctima no comprende con claridad el evento, el número de perpetradores y la frecuencia o duración del abuso (Fatmawati, 2017). Además, se deben considerar la vivencia de sometimiento y obligación de satisfacer las necesidades sexuales del abusador (Finkelhor y Browne, 1988). Este contexto es altamente estresante y predispone sentimientos de miedo, desesperanza y evitación los estímulos relacionados con el incidente traumático (Cantón-Cortés y Cortés, 2015). Asimismo, es posible observa otros síntomas de ansiedad e hipervigilancia como dificultad para dormir o irritabilidad de la concentración. Además, las pesadillas o pensamientos repetitivos, se expresan como un mecanismo de re-experimentación del incidente traumático (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013).
De la misma manera, en la investigación que se presenta se halló relación entre abuso sexual y depresión. Esta observación coindice con publicaciones previas que mostraron que el abuso sexual es una experiencia negativa que aumentó el riesgo entre dos y nueve veces de depresión (Gallego et al., 2008; Hailes et al., 2019; Lindert et al., 2014; Solakoglu et al., 2018). Empero, en un estudio y un meta-análisis se llegó a la conclusión de independencia entre la historia de abuso sexual y depresión (Kilpatrick et al., 2003; McKay et al., 2021). Es altamente probable que los diseños de los estudios y las particularidades de las muestras den cuentas de las diferencias observadas. Es necesario tener presente que la depresión es un fenómeno psicológico complejo relacionado con un amplio número de predictores o moduladores (Lu et al., 2019). La relación entre abuso sexual y riesgo de depresión se puede explicar dado que el estrés derivado de la experiencia traumática genera sentimientos de preocupación, tristeza, distanciamiento de amigos y familiares (Cohen, Mannarino y Iyengar, 2011). Estas manifestaciones se constituyen en el sustrato emocional y cognitivo que predispone síntomas o trastorno de depresión (Shapiro, Kaplow, Amaya-Jackson, y Dodge, 2012).
En el presente estudio se documentó la asociación positiva estadísticamente entre abuso sexual y riesgo suicida. El dato es coherente con estudios en el contexto mundial que mostraron abuso sexual en adolescentes puede incrementar aproximadamente de dos a cuatro veces el riesgo suicida entendido como ideación, plan o intento de suicidio (Ng et al., 2018; Turner et al., 2012; Yoon et al., 2018). Es necesario tener presente, aproximadamente en una de cada diez muertes por suicidio es incierta alguna causa de distrés psicológico (O'Connor y Nock, 2014). La asociación hallada entre abuso sexual y riesgo suicida es consistente con observaciones antes anotadas con el estrés postraumático y depresión. Desde el punto de vista clínico la ideación suicida es un síntoma de otros trastornos mentales, particularmente del estrés postraumático y de la depresión. La ideación suicida es posible que aparezca ante situaciones de abuso sexual, como una consecuencia del desasosiego emocional, de la agresión e impulsividad derivado del estrés de la experiencia traumática (Cohen, Mannarino y Iyengar,2011; Shapiro, Kaplow, Amaya-Jackson y Dodge, 2012).
El abuso sexual impacta negativamente a corto y largo plazo el bienestar psicosocial de las víctimas (Finkelhor et al., 2014). El distrés psicológico puede presentar en una amplia gama de síntomas emocionales que menoscaban la calidad de vida (Arboleda et al., 2011; Khadr et al., 2018; Ridner, 2004). Desde la perspectiva de la teoría transaccional del estrés, las características y recursos de afrontamiento de las personas interactúan dinámicamente con entorno y dan cuenta de las diferencias en las reacciones psicológica ante experiencia vitales adversas (Lazarus y Folkman, 1984). Los estresores pueden afectar las habilidades de las personas, capacidad de aprender de las nuevas experiencias, confianza o seguridad en las relaciones personales y la autorregulación comportamental en torno al logro de objetivos o incentivos (Carver, 1998).
Desde otra perspectiva, el MDT el trauma de la víctima derivado del abuso sexual predispone una amplia variedad de problemas de salud mental. El trauma se configura a partir de cuatro dinámicas. La primera, el estrés por el abuso sexual genera sentimientos y actitudes disfuncionales que incrementa el nivel de sexualización traumática en el adolescente (Makhija, 2014). La segunda, las víctimas se sienten traicionadas en los casos que involucran las personas quienes confiaban o amaban. El sentimiento de traición puede extenderse a los familiares cercanos por no haberlos protegido del abuso. A mayor traición mayor vulnerabilidad de abusos futuros (Cuevas et al., 2010). La tercera dinámica, la impotencia, la víctima se siente atrapada por la situación abusiva y la incapacidad para cambiar la situación, lo cual termina comprometiendo la percepción de autoeficacia y autoconcepto. La última dinámica, el auto-estigma o culpa transferida por el abusador, quien hace pensar y sentir a la víctima vergüenza o culpabilidad por la situación (Finkelhor, 1987).
Implicaciones prácticas
La comprensión del impacto negativo del abuso sexual en la infancia y la adolescencia demanda un abordaje amplio e integral (Saxena et al., 2006). Desde una perspectiva sindémica, la historia de abuso sexual converge con otras adversidades e inequidades sociales que incrementan el riesgo de distrés psicológicos en cualquier momento de la vida (Carosio, 2012; Patel et al., 2010; Quintero-Aguado, Bonilla-Escoba, Otero-Ospina, Campo-Cabal y Valencia-Upegui, 2013; Singer, Bulled, Ostrach y Mendenhall, 2017). La adolescencia es una etapa con sus propios retos y estresores; sin embargo, en la atención primaria en salud la identificación de distrés psicológico debe considerar la posibilidad de cualquier abuso o victimización pasado o reciente, cuando es imposible identificar estresores actuales importantes (García y Ortiz, 2016). Además, el reconocimiento de las dificultades en el desempeño académico o del aprendizaje, las pesadillas y la enuresis como posibles signos de identificación del trauma por el abuso sexual en los niños y adolescentes puede contribuir a la atención oportuna (Fergusson, McLeod, Clifford, Ormrod y Turner, 2013). Padres, docentes, trabajadores sociales, trabajadores de la salud, clínica o comunitaria, y otros profesionales juegan un rol crucial en prevención primaria y secundaria en la salud mental durante la adolescencia. La evaluación debe darse en un ambiente que facilite la comunicación y garantice la confidencialidad porque las necesidades psicosociales de los adolescentes son habitualmente subestimadas o desatendidas (Sheppard et al., 2018). Los profesionales de la salud requieren contemplar factores de riesgos familiares y culturales, y la personalidad del adolescente para la prevención de problemas psicológicos a corto y largo plazo (Makhija,2014).
Limitaciones
El presente estudio tiene la ventaja de estudiar la relación entre historia de abuso sexual y distrés psicológico en una muestra probabilística de estudiante de décimo y undécimo grado de una ciudad colombiana y considerar y ajustar posibles variables de confusión. Sin embargo, tiene la limitación que la evaluación de abuso sexual se limitó a una única pregunta y no se consideraron otras características asociadas a la experiencia de victimización. Adicionalmente, se debe considerar las dificultades inherentes a la medición de un tema personal, familiar, social y culturalmente sensible (Goldman y Padayachi, 2000). Asimismo, debe interpretarse con precaución la asociación con estrés postraumático dado que la confiabilidad de la medición fue inferior a lo habitualmente recomendado, menor de 0,70; aunque, valores de alfa de Cronbach superiores a 0,60 puede ser aceptables en algunas circunstancias (Katz, 2006). Para futuras investigaciones se recomienda evaluar características familiares y culturales, como también el estigma discriminación y las barreras para acceder a recursos asistenciales para la atención temprana del abuso sexual. Además, es necesario determinar el tiempo o momento en el cual ocurrió el abuso sexual.
Conclusiones
El abuso sexual es una experiencia devastadora para la víctima con efectos a corto y largo plazo que incrementa el riesgo de sufrimiento emocional y trastorno mental durante toda la vida (Fatmawati, 2017). Se concluye que el abuso sexual es un estresor que incrementa dos veces el riesgo de distrés psicológicos (estrés postraumático, depresión y riesgo suicida) en estudiantes adolescentes en Santa Marta, Colombia. Se necesitan estudios de cohorte para controlar posibles variables de confusión para estas asociaciones.