1. Introducción
Desde fines del siglo pasado, el estudio del bienestar comenzó a adquirir relevancia, y se ha convertido en un eje de debate importante y significativo en la teoría económica. Esto sucede luego de haber perdido por muchos años su lugar frente al estudio de la creación y distribución de la riqueza, considerada como instrumento directo a la felicidad (Bruni, 2004; Bruni y Guala, 2001; Bruni y Porta, 2007; Bruni y Zamagni, 2016; Rojas, 2009; Vivenza, 2007). De acuerdo con la teoría económica dominante (ortodoxa o estándar) reglada por los supuestos de racionalidad ilimitada y preferencias reveladas, el bienestar se identifica plenamente con la utilidad y esta puede ser observada por las acciones o elecciones de los individuos que brindan toda la información necesaria y, por lo tanto, la utilidad no es algo que pueda o tenga que ser medido (Bruni y Guala, 2001; Frey y Stutzer, 2002a, 2002c; Powdthavee, 2007; Varian, 1993). Sin embargo, siguiendo a los autores críticos de la corriente económica estándar, acercarse al estudio de la utilidad desde un enfoque subjetivo aporta elementos importantes para la comprensión de la economía y la búsqueda del desarrollo competitivo; los asuntos económicos importan en tanto y por cuanto hacen más felices a las personas, puesto que este es el objetivo último de la vida. El desempeño económico se vuelve, entonces, un medio para un fin: la felicidad o el bienestar (subjetivo) de las personas, y debe ser investigado (Dixon, 1997; Frey y Stutzer, 2002a, 2002b, 2002c, 2005; Kahneman, 2003; Kahneman y Sugden, 2005; Ng, 1997, 2003; Oswald, 1997; Sen, 1997).
Entender pues la relación que existe entre resultados económicos y bienestar subjetivo, que, como plantean Frey y Stutzer (2002c) y Frey (2018), es el término cien-tífico de felicidad, se convierte en un asunto clave. Específicamente, los hallazgos que puedan obtenerse de la investigación de los determinantes del bienestar subjetivo tienen implicancias en las políticas públicas (Navarro y Sánchez, 2018). Así, según plantean Unanue, Martínez, López y Zamora (2017) , indagar en los estados subjetivos de bienestar del ser humano es de gran relevancia para las políticas públicas, puesto que la subjetividad humana refleja las verdaderas percepciones y sentimientos de los individuos respecto a su calidad de vida, sin limitarse a la evaluación de terceros o a lo que los gobiernos crean que es lo deseable para una buena vida.
En la misma línea, el bienestar es un elemento que ha comenzado a adquirir una destacada relevancia en la literatura sobre el desarrollo económico y, sobre todo, en la literatura referida a la competitividad de los territorios y regiones. Así, se ha llegado a argumentar que el objetivo último del proceso competitivo de una región es generar bienestar (Aiginger, 2006; Aiginger y Firgo, 2015; Huggins, Izushi y Thompson, 2013); incluso se pasa de una visión restringida de los resultados de la competitividad, que pone foco en la productividad o en el producto interno bruto (PBI) per cápita, a una visión más amplia de esos resultados, y se llega a los diferentes aspectos relacionados con el bienestar o calidad de vida de las personas que habitan en el territorio (Aiginger, Bärenthaler-Sieber y Vogel, 2013; Aiginger y Firgo, 2015, 2017; Aiginger y Vogel, 2015; Camacho, 2020a; Camacho, 2020b; Horta, Camacho y Silveira, 2017). Se incorpora además una característica de sostenibilidad1. Comprender, entonces, los elementos que se involucran al hablar de bienestar se torna un trabajo esencial para el estudio de la competitividad y el desarrollo económico en cualquier ámbito territorial.
A grandes rasgos, bienestar es entendido como un “estado” que reporta “satisfacción” a las personas y, por ende, es algo deseable. Se involucran en el concepto, dos elementos indivisibles. Por un lado, un “estado”, un conjunto de condiciones, una situación objetiva en la que se encuentran los individuos. Por otro, la “satisfacción”, o la repercusión que tiene ese “estado” en el grado de confort, o de felicidad, de las personas. Este último elemento, lo que el “estado” genera en los individuos, es intrínsecamente subjetivo y de más difícil aproximación o medición. Podría decirse, entonces, que existe un “bienestar objetivo” -que corresponde al “estado” o situación en el que se encuentran los individuos, cuyas características son observables y pueden ser medidas directa y objetivamente- y un “bienestar subjetivo”, es decir, la reacción de los individuos a partir del estado en el que se encuentran, el nivel de satisfacción al que acceden. El bienestar subjetivo se refiere a la evaluación personal que hacen los individuos sobre su propia vida; es un constructo que refleja hasta qué punto los individuos creen (elemento cognitivo) y sienten (elemento afectivo) que sus vidas son deseables, satisfactorias y gratificantes (Unanue et al., 2017).
En este marco, el presente artículo busca indagar en la relación entre los dos elementos indivisibles del bienestar (objetivo y subjetivo), con el fin de identificar características del ámbito económico que determinan el “estado” o “situación” en el que se encuentran los individuos y que tienen incidencia en su nivel de satisfacción. De esta manera, la pregunta de investigación inicial de este estudio puede definirse como: ¿cuáles son los elementos económicos del bienestar objetivo que tienen incidencia en el nivel de satisfacción (bienestar subjetivo) experimentado por los individuos? Dar respuestas a dicho interrogante se constituye en un aporte relevante al estudio del bienestar, así como a la literatura que estudia la competitividad de las regiones como un proceso que busca generar bienestar.
A partir de la pregunta inicial, y con el fin de especificarla para efectos de las definiciones metodológicas, la investigación se enfocó en ciudades. Este enfoque permitió obtener información sobre un tipo específico de individuos que son quienes residen en las aglomeraciones urbanas y, de esta manera, permitió realizar aportes al estudio de la competitividad territorial en ese ámbito. Si bien algunos estudios hablan sobre la necesidad de obtener resultados competitivos tanto para las personas que residen en las ciudades (regiones) como para las empresas que allí operan (Annoni y Dijkstra, 2013; Benzaquen, Carpio, Zegarra y Valdivia, 2010; Camagni, 2002; Dijkstra, Annoni y Kozovska, 2011; Storper, 1997), en esta investigación se consideró solo el bienestar de los individuos residentes en la ciudad, con base en el enfoque de otros estudios también relevantes (Aiginger et al., 2013; Aiginger y Vogel, 2015; Bailey, Docherty, Turok, 2002; Fagerberg, 1996; Garelli, 2018; Martin, 2003; Meyer-Stamer, 2008). De esta manera, la pregunta de investigación específica de este estudio puede redefinirse de la siguiente manera: ¿cuáles son los elementos económicos del bienestar objetivo que tienen incidencia en el nivel de satisfacción (bienestar subjetivo) experimentado por los residentes urbanos?
Para contestar la interrogante, en la siguiente sección se desarrolla en forma breve el marco conceptual que permite definir las hipótesis sobre las relaciones específicas entre bienestar objetivo y bienestar subjetivo y que serán puestas a prueba de forma empírica. Luego, se presentan los datos y la metodología que fueron utilizados y que permitieron comprobar que existe una relación significativa entre elementos económicos del bienestar objetivo de los residentes urbanos (nivel de ingreso, riqueza y empleo) con la probabilidad de que se autoproclamen felices (bienestar subjetivo). Como se explica en las conclusiones del artículo, estos resultados podrían implicar que, para el desarrollo de la competitividad, entendida esta como el proceso de generar bienestar sostenible (Camacho, 2020a), las variables de ingreso, riqueza y niveles de empleo adquieren relevancia preponderante.
2. Marco conceptual: el bienestar subjetivo desde la economía, la importancia de la felicidad
El estudio del bienestar subjetivo o la felicidad ha sido objeto casi particular de la psicología, que ha utilizado el concepto como un término “paraguas” para referirse a cómo las personas piensan y sienten sobre sus vidas (Dolan, Peasgood y White, 2008; Powdthavee, 2007). Aunque se ha argumentado que la actividad económica (la producción de bienes y servicios) no es un objetivo en sí mismo, sino que tiene valor solo en cuanto contribuye a la felicidad humana (Frey y Stutzer, 2002b, 2005; Oswald, 1997), solo en las últimas décadas ha comenzado a trasladarse el estudio del bienestar subjetivo al campo de la economía moderna. Por lo general, se identifica el aporte de Easterlin (1974) como la contribución que tuvo mayor impacto en el acercamiento de las dos ciencias, aunque su impulso recién tomó fuerza en los últimos años de la década del noventa (Clark, Frijters y Shields, 2008; Di Tella y MacCulloch, 2006; Frey y Stutzer, 2002a, 2002c)2.
De acuerdo con Bruni y Zamagni (2016) , la economía se ha vuelto históricamente conocida como la “ciencia de la riqueza” y, citando a Marshall (1890) , dichos autores afirman que ha sido “con la esperanza que la pobreza y la ignorancia se extinguieran gradualmente” (p. 3). Por ello, los economistas se han volcado al estudio de la naturaleza y las causas de la riqueza, con la esperanza de que, al incrementar la cantidad de personas que disfrutan las necesidades básicas, se incremente la felicidad pública.
La corriente principal de la teoría económica en lo que refiere a la utilidad, durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se centró en la teoría de las preferencias reveladas (Frey y Stutzer, 2002a; Ng, 1997; Powdthavee, 2007). Esta teoría se basa en la premisa de que la utilidad individual puede inferirse del comportamiento (o, en otras palabras, de las preferencias que se revelan de ese comportamiento), bajo los supuestos de que los individuos son racionales, están totalmente informados y buscan siempre maximizar su utilidad. Este enfoque considera que las elecciones que realizan los individuos pueden proveer toda la información requerida para conocer la utilidad, y se aplica tanto a nivel individual como social, para medir el bienestar social (Frey y Stutzer, 2002c). Sin embargo, recientemente, este enfoque ha sido critica-do tanto por sus supuestos fundamentales como por la falta de incorporación de elementos subjetivos3. Una de las mayores críticas que se le hace a la teoría de las preferencias reveladas es que a través de la elección no necesariamente puede desprenderse la conclusión sobre si un individuo está experimentando el mayor nivel de bienestar o, incluso, que las preferencias no necesariamente anteceden la elección (Sen, 1997). Un ejemplo claro de esto puede verse en un interesante estudio de Easterlin (2004) , en el que concluye que, en el transcurso de la vida, las circunstancias familiares y de salud tienen efectos más duraderos sobre el bienestar que el dinero. Sin embargo, luego argumenta que estos resultados no son compatibles con lo que se observa en la realidad de los individuos. Dado que el tiempo es limitado, las personas no distribuyen el uso de su tiempo de forma que maximice su utilidad. Según plantea, las personas basan sus decisiones en una “ilusión del dinero”, y creen que mayores ingresos darán mayor nivel de bienestar. Dados los hallazgos de Easterlin (2004), si se toman en cuenta las preferencias reveladas de que al destinar mayor tiempo a obtener ingreso este tiene una importancia preponderante en el nivel de bienestar, se estaría llegando, quizás, a conclusiones equivocadas.
La necesidad de integrar el bienestar subjetivo en los análisis de desarrollo comienza a ser un enfoque ampliamente aceptado (Domínguez-Martín y López-Noval, 2012). Solo desde hace cuatro décadas los economistas han incursionado en la investigación sobre felicidad (Ferrer-i-Carbonell, 2011), en la línea de lo que se denomina el bienestar subjetivo. Los primeros aportes que se identifican son los de Easterlin (1974) 4 y Scitovsky (1976) , seguidos por aportes como el de van Praag (1977) sobre la desigualdad y la percepción, y el de Layard (1980) sobre las implicancias para las políticas públicas surgidas de los efectos estudiados de variables económicas como el ingreso, el estatus o la inflación sobre la felicidad.
Esta creciente ola de investigaciones ha dado lugar a un nuevo campo en la disciplina económica denominado la economía de la felicidad, en el que hoy en día trabajan en conjunto sociólogos, psicólogos, economistas y otros científicos sociales (Ansa-Eceiza, 2008; Díaz-Vázquez, Portela-Maseda y Neira-Gómez, 2011; Rojas, 2009; Stutzer y Frey, 2012).
Según plantea Rojas (2009) , existen tres modos para abordar el estudio de la felicidad en el área de la economía. El primero consiste en el estudio directo de la felicidad de los seres humanos, en el que han incursionado muy pocos autores, principalmente porque demanda ir más allá de la formación disciplinaria. El segundo modo es el estudio de la relación entre la felicidad y distintas variables económicas como el ingreso, el desempleo y la inflación, que es el que más investigaciones ha generado. El tercero consiste en la utilización de la felicidad como proxy de utilidad, utilizada mayoritariamente para calcular compensaciones monetarias, por ejemplo, ante eventos externos como accidentes o contaminación, o para calcular externalidades ante la construcción de puentes o carreteras (Frey y Stutzer, 2002a).
El segundo tipo de investigaciones de los tres mencionados en el párrafo anterior es el que más ha acaparado la atención de los investigadores. Según Frey (2018) , una de las tareas más importantes de la investigación en la felicidad es determinar, aislar y medir los varios determinantes del bienestar humano. Por su parte, Easterlin (2004) dice que la economía pone especial énfasis en la importancia de las circunstancias del bienestar: particularmente el ingreso y la situación de empleo. En esta línea, Stutzer y Frey (2012) repasa-ron las variables abordadas en las investigaciones y encontraron que el ingreso, el empleo, el capital social y la salud son las variables más estudiadas como determinantes del bienestar subjetivo.
El bienestar subjetivo5 se refiere a la evaluación tanto afectiva como cognitiva de las personas sobre su propia vida (Cuadra y Florenzano, 2003; Diener, 1984, 2000; Diener, Diener y Diener, 1995; Diener, Scollon y Lucas, 2009; Diener y Biswas-Diener, 2002; Diener, Lucas, Oishi, Hall y Donnellan, 2018; Frey, 2018; Frey y Stutzer, 2002c)6. Por un lado, la evaluación afectiva se relaciona con los estados de ánimo y los sentimientos, por lo que puede ser positiva o negativa. Por su parte, la evaluación cognitiva se refiere a la manera racional e intelectual en la que los seres humanos evalúan su bienestar subjetivo.
Según plantean Dolan et al. (2008) , los estudios sobre los determinantes del bienestar subjetivo, de forma general, adoptan la siguiente forma:7
donde el bienestar subjetivo autorreportado (BS reportado ), que generalmente es una respuesta a una pregunta de satisfacción o felicidad a nivel general, es una función de reporte (r) del verdadero bienestar subjetivo (h). Esta función de reporte r se construye en una base multidimensional, que incluye los elementos afectivos de la evaluación de la persona sobre su bienestar. En este sentido, involucra aspectos psicológicos, como los rasgos de personalidad, y hasta emocionales, como el estado de ánimo, al responder la pregunta. Por tal motivo, el estudio de la construcción de la función r escapa a los objetivos de la presente investigación, que pone el foco en la determinación de los factores que se involucran en la función h.
El verdadero bienestar subjetivo (h) puede ser utilizado como proxy de utilidad (felicidad) de la persona y, por lo tanto, puede regresarse en una función econométrica que considere una función de felicidad que dependa de variables sociodemográficas y socioeconómicas conocidas (Frey y Stutzer, 2002c, p. 406 ). En otras palabras, tal como señalan Dolan et al. (2008) , el verdadero bienestar subjetivo está determinado por un rango de factores sociales, económicos y ambientales (X’s) que generalmente se modela empíricamente como una función aditiva:
donde BS it es el verdadero bienestar subjetivo del individuo i en el tiempo t, X nit es el valor del factor n para el individuo i en el tiempo t y ε it captura las diferencias individuales al reportar.
El bienestar pasa a constituirse, entonces, en un constructo que depende de elementos objetivos y subjetivos. Los elementos objetivos (X’s) son todos aquellos que pueden observarse, como el nivel de ingreso, el empleo, la vivienda, la cantidad de necesidades básicas cubiertas, la edad, la educación, etc. Por su parte, los elementos subjetivos son aquellos que permiten “transformar” los elementos objetivos en felicidad (la función h).
De esta manera, el bienestar subjetivo se identifica con niveles de felicidad a partir de cómo se sienten las personas con el bienestar objetivo al que acceden (Veenhoven, 1991). La felicidad es, en consecuencia, una apreciación hecha por el interesado respecto a su experiencia de vida, o a su nivel de desarrollo personal (Rojas, 2009). Por lo tanto, es posible hacer una distinción entre la felicidad (bienestar subjetivo) y el bienestar en sí (bienestar objetivo). Dicho con otras palabras, el estudio del bienestar engloba el bienestar en sí (bienestar objetivo) y la manera en la que las personas sienten ese bienestar (bienestar subjetivo).
A través de una extensa revisión de las investigaciones en el área económica sobre el tema del bienestar subjetivo, Dolan et al. (2008) encuentran que las influencias que han sido identificadas se refieren a las siguientes categorías: 1) ingreso, 2) características personales, 3) características desarrolladas socialmente, 4) manejo del tiempo, 5) actitudes y creencias hacia uno mismo/los otros/la vida, 6) relaciones y 7) el entorno económico, social y político. Asimismo, de acuerdo con lo hallado en la revisión de la literatura y especialmente en los artículos de Easterlin (2004) , Di Tella y MacCulloch (2006, 2008) y, más recientemente, de Stutzer y Frey (2012) , entre los elementos más importantes que determinan la situación económica (bienestar objetivo económico) de una persona se encuentran su nivel de ingreso y su situación de empleo, convirtiéndose en dos de las variables más estudiadas en el campo de la “economía de la felicidad”. Siguiendo este enfoque, ingreso y empleo son las dos variables que se seleccionaron para probar la relación entre el bienestar económico objetivo y el bienestar subjetivo. A partir de lo expresado se definieron las siguientes hipótesis:
H1: El nivel de ingreso tiene un efecto significativo y positivo en el bienestar subjetivo de las personas.
H2: El desempleo o subempleo tienen un efecto significativo y negativo en el bienestar subjetivo de las personas.
3. Las variables económicas que influyen en el bienestar subjetivo: datos y metodología
Para testear empíricamente las hipótesis definidas, se utilizó información referida a la ciudad de Montevideo, Uruguay, proveniente de los microdatos de la encuesta de Latinobarómetro para el año 2017 8. La base de datos original contiene 498 observaciones para la ciudad de Montevideo, pero las diferentes técnicas estadísticas utilizadas para el testeo empírico de las hipótesis, así como la existencia de casos perdidos en algunas observaciones, implicaron una base limpia final de 484 observaciones.
Dado que el bienestar subjetivo puede ser aproximado a través de encuestas con escala ordinal, se utilizó un modelo de regresión logística binomial 9, para intentar predecir los efectos sobre la probabilidad de que una persona se autoproclame “feliz” (satisfecho con la vida) con base en un grupo de variables de bienestar objetivo, controlando por un conjunto de variables sociodemográficas.
La variable dependiente se construyó a partir de la pregunta de la encuesta (Latinobarómetro, 2017) correspondiente al nivel de satisfacción de la persona con su vida10. De acuerdo con la literatura, esta es una de las maneras apropiadas para acercarse a la medición del bienestar subjetivo (“nivel de felicidad”) de un individuo (Di Tella y MacCulloch, 2006; Frey y Stutzer, 2002b). Dado que lo que se busca es el efecto que tienen el ingreso y el empleo sobre la probabilidad de que un individuo se autorreporte como “satisfecho con su vida”, se utilizó una variable dicotómica que adquiere el valor 1 cuando el individuo reporta estar “muy satisfecho” o “bastante satisfecho” y el valor 0 cuando el individuo reporta estar “no muy satisfecho” o “para nada satisfecho”.
El siguiente paso fue operacionalizar las variables independientes, ingreso y empleo. Considerando que el cuestionario de la encuesta de Latinobarómetro no incluye ninguna pregunta específica referente al nivel de ingreso de las personas, se decidió, a partir de la información disponible, construir tres proxies al nivel de ingreso de las personas: a) índice de riqueza del hogar al que pertenece el individuo encuestado, b) capacidad de ahorro y c) suficiencia de ingreso. La primera variable (índice de riqueza) es una variable de stock, es decir, cuán “rico” es un hogar, mientras que las otras dos variables son de “flujo”, puesto que permiten aproximarse al ingreso disponible de los hogares.
En relación con la construcción del índice de riqueza, se ha argumentado en la literatura que los índices basados en gastos son más certeros que los basados en ingresos. Esto se debe a que hay una alta ausencia de respuesta cuando se pregunta por medidas basadas en el ingreso, así como reportes erróneos, tanto hacia arriba como hacia abajo, en las encuestas de hogares o estándares de vida (Córdova, 2009). En cambio, si se realizan índices de riqueza considerando la posesión de determinados activos, se incrementa significativamente la cantidad de observaciones disponibles (no es necesaria una respuesta de ingresos) así como la validez de las respuestas (se reducen los sesgos). Si bien se ha detectado la presencia de sesgos en las respuestas en la posesión de activos, esta es menos frecuente y de menor grado que en la respuesta sobre ingresos (Martinelli y Parker, 2009, como se cita en Córdova, 2009). Debido a estos motivos, se optó por construir un índice de riqueza de hogares de Montevideo (IRHM) basado en la posesión de activos en el hogar (por el hogar, por el entrevistado o por algún habitante del hogar, tal como lo define la encuesta de Latinobarómetro). Estos índices se construyen con variables dicotómicas (u ordinales o cardinales) sobre si determinados activos están presentes en el hogar, o son poseídos por el encuestado (Moser y Felton, 2009)11. Por lo tanto, cada observación tiene asociado un nivel de riqueza del hogar al que pertenece. La construcción del índice requiere luego una decisión sobre la forma de ponderación de la presencia de los bienes, para que el índice posea validez interna, esto es, que sea capaz de discriminar entre individuos con mayor y menor grado de riqueza. En este estudio se optó por seguir la metodología de ponderación de activos mediante pesos no arbitrarios asignados por el método de Análisis de Componentes Principales (ACP); metodología que se está usando con mayor frecuencia (Ateca-Amestoy, Aguilar y Moro-Egido, 2014; Rojas, 2016). Esta metodología fue sugerida por Filmer y Pritchett (2001) para evaluar los efectos de la riqueza, sin datos de gastos, sobre la matriculación en centros de estudios en India. Para la construcción del IRHM, se optó por seguir dicha metodología. De esta manera, siguiendo a Filmer y Pritchett (2001), Córdova (2009) y Hjelm, Mathiassen, Miller y Wadhwa (2017) , el IRHM se construyó siguiendo la siguiente ecuación:
donde x̅ k y s k son la media y el desvío estándar del activo x k , y α k representa el peso de cada variable. Después, se verificó la validez interna del indicador, estudiando si cada quintil de la población establecido de acuerdo al IRHM efectivamente posee más bienes que el quintil anterior (siguiendo el enfoque de Córdova, 2009). Los resultados fueron consistentes con lo que podría esperarse a priori: la pertenencia a un quintil mayor de IRHM significa una mayor posesión de activos. Los activos que resultaron significativos para la construcción del índice fueron 1) habitación distinta entre padres e hijos, 2) casa propia, 3) computador, 4) lavarropa, 5) teléfono fijo, 6) auto, 7) agua caliente de cañería, 8) alcantarillado y 9) smartphones (ver tabla 1).
Además del IRHM, que es un indicador de stock de riqueza de los hogares de Montevideo, se consideró relevante incluir dos variables adicionales que complementaran el efecto del índice de riqueza, siendo dos indicadores que aproximan más al flujo del ingreso y, específicamente, al ingreso disponible. Estas dos variables se construyeron a partir de la pregunta S512 de la encuesta, que apuntaba a categorizar los hogares según el nivel de suficiencia del ingreso. A partir de esa pregunta se generaron las variables dicotómicas: capacidad de ahorro, que toma el valor 1 cuando el entrevistado manifiesta poder ahorrar y 0 en caso contrario, y, en el otro extremo, la variable insuficiencia de ingreso, que toma el valor 1 cuando el encuestado manifiesta tener grandes dificultades para cubrir las necesidades del hogar y 0 en caso contrario.
En resumen, se puso a prueba el efecto en el bienestar de dos variables de ingreso y una de riqueza. Se espera que las variables IRHM y capacidad de ahorro sean significativas con efectos positivos en la variable dependiente, mientras que la variable insuficiencia de ingreso sea significativa, pero que tenga un efecto negativo en la variable dependiente.
Quintiles | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 |
---|---|---|---|---|---|
Activos | |||||
Habitación | 46% | 86% | 96% | 99% | 100% |
Casa propia | 26% | 43% | 68% | 85% | 100% |
Computador | 18% | 59% | 88% | 97% | 100% |
Lavarropa | 70% | 95% | 99% | 100% | 100% |
Teléfono fijo | 18% | 54% | 75% | 93% | 100% |
Auto | 2% | 16% | 19% | 60% | 100% |
Agua caliente cañería | 82% | 99% | 98% | 99% | 100% |
Alcantarillado | 83% | 88% | 92% | 94% | 100% |
Smartphones | 20% | 27% | 57% | 62% | 100% |
IRHM | -1,60 | -0,42 | 0,22 | 0,70 | 1,20 |
N | 96 | 99 | 104 | 105 | 84 |
Fuente: elaboración propia.
En lo que respecta al nivel de empleo, se construyó una variable dicotómica de acuerdo con la formulación y posibles respuestas de la pregunta S18.A 13, relativa a la “ocupación” del entrevistado, que toma el valor 1 cuando la persona responde “temporalmente, no trabaja” y 0 en todos los otros casos.
Además de las variables probadas específicamente (ingreso, riqueza y empleo), se incluyó en el modelo un conjunto de variables sociodemográficas de control: edad, estado civil y nivel educativo. En los tres casos se trabajó con variables dicotómicas. Las variables de control seleccionadas surgieron de la revisión de literatura al ser las más usadas por estudios anteriores con hallazgos de que son significativas y con peso en la determinación del bienestar subjetivo (ver, por ejemplo, Diener et al. 2018). Además de las incluidas en el modelo final, se testearon previamente otras variables, como compromiso religioso, que no resultaron significativas en este caso particular.
En la tabla 2 se presenta un resumen de las variables independientes y sus correspondientes estadísticos descriptivos.
Variable | Descripción | Media | Desv. estándar |
---|---|---|---|
Ingreso | Índice de Riqueza de los Hogares de Montevideo | 0,006 | 1,001 |
Capacidad de Ahorro | 0,148 | 0,356 | |
Insuficiencia del ingreso para cubrir necesidades del hogar | 0,056 | 0,923 | |
Empleo | Personas que no trabajan | 0,043 | 0,204 |
Control* | |||
Edad | Edad 16-25 | 0,174 | 0,379 |
Edad 26-40 | 0,293 | 0,156 | |
Edad 41-60 | 0,283 | 0,451 | |
Edad 61+ | 0,250 | 0,433 | |
Estado Civil | Casado | 0,461 | 0,499 |
Soltero | 0,302 | 0,459 | |
Otro | 0,238 | 0,426 | |
Religión | Muy practicante y practicante | 0,143 | 0,350 |
Practicante y no muy practicante | 0,302 | 0,459 | |
Sin religión | 0,556 | 0,497 | |
Educación | Secundaria (uno o más años) | 0,253 | 0,500 |
Universidad (uno o más años) | 0,308 | 0,462 | |
* Se incluyen descriptivos para todas las variables, aunque no hayan resultado significativas para el modelo, para así brindar más información sobre la muestra bajo estudio. |
Fuente: elaboración propia.
Antes de la aplicación del modelo, se realizó un análisis exploratorio de las distintas asociaciones bivariantes relacionadas con las variables de ingreso, empleo y grado de satisfacción con la vida. Los resultados estuvieron en línea con lo previsto en la teoría. Posteriormente, de acuerdo con las características de las variables de interés y los datos obtenidos, se construyó un modelo de regresión logística (RL) para poder comprobar la significación y dirección (signo) de la relación entre las variables de bienestar objetivo (ingreso, riqueza y empleo) y el bienestar subjetivo (satisfacción), controlando por variables sociodemográficas (edad, estudios, estado civil).
Considerando que la variable que se desea explicar es la probabilidad de ocurrencia de que un individuo se autoproclame “satisfecho con la vida” o “feliz” o con “bienestar subjetivo positivo”, el modelo de RL puede ser representado de la siguiente forma:
donde X es un vector de las variables de bienestar económico objetivo, Z es un vector de las variables de control y p es la probabilidad de estar satisfecho con la vida, o de que la variable tome el valor 1. Dado que la variable “feliz”, por dicotómica, toma dos valores (0,1), el modelo puede reformularse:
Al definir la probabilidad de ser feliz como p, la ecuación puede escribirse:
O lo que es lo mismo:
Por lo tanto, la probabilidad de que la variable dependiente (Y) tome el valor 1 (la persona se autorreporte como “satisfecho” o “feliz”), dado un con-junto de variables X (bienestar económico objetivo) y un conjunto de variables Z (variables de control), se puede expresar como:
Dado que se han analizado las relaciones bivariantes y se ha observado que las relaciones entre la variable dependiente y las independientes son estadísticamente significativas, el modelo se define con los siguientes vectores:
4. Resultados y discusión
Se regresó el modelo propuesto y se obtuvieron los resultados que se presentan en la tabla 3. Para ello, se eliminaron los casos que presentaban residuos estandarizados con ± 2,5 desvíos estándar (se eliminaron dos casos, por lo que se trabajó finalmente con una base de N = 482). A su vez, se testeó la linealidad de la variable continua IRHM; se comprobó que está linealmente relacionada con el logit de la variable dependiente y que no existen problemas de multicolinealidad en las otras variables independientes.
95% IC para-OR | ||||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
B | Error St. | Wald | p | Odds Ratio | Más Bajo | Más Alto | ||
IRHM | 0,359 | 1,33 | 7,255 | 0,007 | *** | 1,432 | 1,103 | 1,860 |
Capacidad de ahorro | 3,050 | 1,03 | 8,830 | 0,003 | *** | 21,124 | 2,825 | 157,962 |
Insuficiencia de ingreso | -1,665 | 0,47 | 12,525 | 0,000 | *** | 0,189 | 0,075 | 0,476 |
No trabaja | -1,079 | 0,53 | 4,076 | 0,043 | ** | 0,340 | 0,119 | 0,969 |
Edad 26-40 | -0,967 | 0,44 | 4,737 | 0,030 | ** | 0,380 | 0,159 | 0,908 |
Edad 41-60 | -1,562 | 0,47 | 10,976 | 0,001 | *** | 0,210 | 0,830 | 0,528 |
Edad 60+ | -0,792 | 0,52 | 2,313 | 0,128 | 0,453 | 0,163 | 1,257 | |
Casado | 0,998 | 0,31 | 9,874 | 0,002 | *** | 2,685 | 1,450 | 4,973 |
Soltero | 0,507 | 0,37 | 1,832 | 0,176 | 1,660 | 0,797 | 3,457 | |
Secundaria | -0,631 | 0,37 | 2,936 | 0,087 | * | 0,532 | 0,258 | 1,095 |
Universidad | -0,932 | 0,43 | 4,819 | 0,028 | ** | 0,394 | 0,171 | 0,905 |
Constante | 2,375 | 0,62 | 14,731 | 0,000 | *** | 10,754 | ||
Estadísticos | ||||||||
R cuadrado de Cox y Snell | 0,161 | |||||||
R cuadrado de Negelkerke | 0,250 | |||||||
Sig. Prueba Hosmer y Lemeshow | 0,823 | |||||||
Porcentaje global de casos correctamente estimados | 80,1 | |||||||
Códigos de significatividad: *** 1%, ** 5%, * 10% |
Fuente: elaboración propia.
Se obtuvo un modelo final estadísticamente significativo, con un χ2 (11) = 84,466, y un p-valor menor a 0,0005. El modelo explica el 25% (R2 de Nagelkerke) de la varianza en el grado de satisfacción reportado. Tiene un porcentaje de clasificación correcta de casos de 80,1%, es decir que el conjunto de variables seleccionadas contribuyó significativamente a explicar la probabilidad de que los individuos se reporten satisfechos con su vida. Asimismo, mediante la prueba de Hosmer y Lemeshow se pudo probar que el ajuste del modelo es adecuado (puesto que su estadístico no es significativo)14.
En lo que respecta a los resultados por variable, la mayoría de ellas resultaron significativas, a excepción de las dicotómicas soltero y edad 60+. Las variables de ingreso (IRHM, capacidad de ahorro e insuficiencia del ingreso) son altamente significativas y tienen los signos esperados. Esto es, las variables IRHM y capacidad de ahorro presentan un coeficiente positivo, lo que implica que, por un lado, cuanto mayor sea la riqueza en el hogar (IRHM) mayor probabilidad de autorreportarse satisfecho tendrá un individuo y, por otro, si el individuo tiene capacidad de ahorro tendrá una probabilidad considerablemente más alta de pronunciarse feliz. En el caso de insuficiencia del ingreso, aquellos individuos que presenten grandes dificultades para cubrir las necesidades del hogar tendrán una probabilidad de autorreportarse satisfechos considerablemente menor. Esta relación positiva entre ingreso y satisfacción es coherente con los hallazgos de investigaciones anteriores al respecto (Ansa-Eceiza, 2008)15.
Por otra parte, la relación entre el empleo y el nivel de satisfacción con la vida, de acuerdo con los resultados del modelo para la variable “no trabaja”, llevan a inferir que existe una relación significativa y negativa entre no trabajar y la probabilidad de autorreportarse feliz. Es decir, las personas que no trabajan tienen menos probabilidad de pronunciarse como satisfechos con la vida. Estos hallazgos son consistentes con lo encontrado en estudios anteriores en la literatura, aunque el nivel de desempleo fue aproximado de forma diferente (Di Tella, MacCulloch y Oswald, 2001, 2003).
Respecto a las variables de control, como se mencionó, la variable que contempla a los individuos de más de 60 años y la variable que contempla a los individuos solteros no resultaron significativas. Las demás variables son todas significativas y la relación que mantienen con el nivel de satisfacción autorreportado se debe observar caso a caso. En lo que respecta a la edad, dado que los coeficientes significativos son negativos y crecientes por grupo etario mayor, podría inferirse que a mayor edad del encuestado menor es la probabilidad de que se autorreporte feliz. En lo que respecta al estado civil, según los resultados del modelo, podría inferirse que los individuos casados tienen mayor probabilidad de autorreportarse como satisfechos con la vida, seguidos por los solteros, en comparación con otros estados civiles (separados, viudos o divorciados). Finalmente, en lo que respecta a la educación según los resultados del modelo, a mayor educación menor es la probabilidad de que la persona se pronuncie como satisfecho con la vida. A este respecto, los hallazgos de esta investigación están en línea con lo encontrado por otros estudios similares, en los que se argumenta que los individuos más educados tienden a ser más conscientes de su propio estado, tienden a autoexigirse más y sus niveles de aspiraciones son mayores, por ende, la vara a alcanzar para autorreportarse felices es mayor.
Si bien el modelo se realizó con el objetivo de probar las hipótesis de relación entre el ingreso, el trabajo y la satisfacción, y no con fines predictivos, se consideró pertinente hacer el análisis de la curva COR como análisis exploratorio de los resultados. Los resultados indican que el modelo tendría un grado de discriminación predictivo satisfactorio.
A partir de los resultados obtenidos, puede inferirse que se verifican ambas hipótesis de trabajo tal y como fueran presentadas en la sección anterior. Esto es, que 1) el ingreso tiene una relación significativa y positiva con la probabilidad de que un individuo se autorreporte como satisfecho con la vida y 2) que el desempleo tiene una relación significativa y negativa con la probabilidad de que un individuo se autorreporte como satisfecho con la vida.
A partir de estos resultados y el análisis realizado previamente, a continuación, se identifican las principales conclusiones de esta investigación.
5. Conclusiones
El bienestar es un concepto clave, es el objetivo último del proceso competitivo. En consecuencia, el diseño de políticas para dar impulso a la competitividad tiene que considerar ese objetivo final de mejora del bienestar de la población. Según el marco conceptual utilizado, puede decirse que existe, por un lado, el bienestar objetivo y, por otro, el bienestar subjetivo. El primero representa la situación objetiva en la que se ve inmerso un individuo, sus circunstancias de vida. El segundo representa la respuesta subjetiva que ese estado genera en la persona, esto es, cuán feliz o satisfecho con la vida está el individuo. Por lo tanto, es la mejora del bienestar subjetivo, o el aumento de la felicidad de las personas, lo que debería ser el fin último de la actividad económica, o de la competitividad. Sin embargo, por su carácter de subjetivo, es un factor muy difícil de medir y solo puede ser aproximado a través de “reportes” de los individuos sobre su nivel de satisfacción con la vida. El elemento que sí es observable y medible es el bienestar objetivo, por lo cual es el elemento que desde la economía puede influenciarse directamente. Entender, pues, cuáles son las variables económicas que tienen peso en la determinación del bienestar subjetivo y de qué manera juegan en la construcción de la felicidad representa un elemento clave en el estudio de la competitividad y el desarrollo económico. Este ha sido el objetivo de esta investigación, referido al ámbito urbano, y testeado con datos de la ciudad de Montevideo.
A través de una regresión logística y controlando por diversas variables sociodemográficas, pudo observarse que aquellas personas con mayores niveles de ingreso y mayor nivel de riqueza en los hogares tienen mayor probabilidad de autorreportarse como satisfechos con la vida. Por otra parte, pero en la misma línea de razonamiento, aquellas personas que manifiestan percibir ingresos insuficientes tienen más baja probabilidad de autorreportarse felices. De acuerdo con esto, puede inferirse que existe una relación positiva y significativa entre los niveles de ingreso y riqueza de un individuo y la probabilidad de que se autoproclame feliz, en línea con lo verificado por Dolan et al. (2008) , Di Tella y MacCulloch (2006, 2008) y, más recientemente, por Stutzer y Frey (2012) . En lo que respecta a la situación de empleo, pudo comprobarse que el desempleo tiene una relación significativa y negativa con la probabilidad de que un individuo se autorreporte como satisfecho con la vida. El testeo empírico, a partir de datos para la ciudad de Montevideo, Uruguay, permitió aceptar las hipótesis que se plantearon en el trabajo, considerando que se trata de un resultado de significación, especialmente en lo que se refiere a la determinación de objetivos de política pública.
Al mismo tiempo, como resultado adicional a las hipótesis testeadas, se pudo observar que a medida que los individuos crecen (aumentan la edad) tienen menor probabilidad de autorreportarse como felices. En lo que respecta al estado civil, los individuos tanto casados como solteros tienen mayor probabilidad de autorreportarse satisfechos con la vida que los individuos viudos o divorciados. Finalmente, respecto al nivel de estudios, es interesante notar que a medida que los individuos avanzan en la educación es menor la probabilidad de que se autorreporten felices, lo que puede deberse a mecanismos de ajuste de las aspiraciones.
De esta manera, de acuerdo con los resultados obtenidos por el modelo, es posible inferir que, en relación con las variables económicas, el aumento del ingreso y la riqueza y el acceso a los puestos laborales tienen una incidencia positiva en el bienestar subjetivo de los residentes urbanos. Esto podría implicar que, para el desarrollo de la competitividad, entendiéndola como el proceso de generar bienestar sostenible, las variables de ingreso y niveles de empleo adquieren relevancia preponderante.
Las conclusiones del estudio tienen implicancias directas para la determinación de políticas. Si lo que se busca es desarrollar la competitividad de la ciudad, apostando a conseguir resultados de incremento de bienestar, este estudio ha aportado elementos que indican que aquellas acciones que permitan aumentar el nivel de ingreso de las personas, acceder a los bienes durables de los hogares urbanos y acceder al empleo de la población tendrán un efecto positivo y significativo en la probabilidad de que los residentes de la ciudad se autorreporten satisfechos con su vida. Esto estaría indicando un mayor nivel de felicidad (bienestar subjetivo) de la población y, por ende, un mayor nivel de bienestar general de los residentes de la ciudad, que es el resultado último de la competitividad urbana (Aiginger y Vogel, 2015 y Garelli, 2018, entre otros).
De igual manera hay que destacar algunas limitaciones. Una de ellas se relaciona con el hecho de que las hipótesis fueron testeadas para una única ciudad y para un año determinado. Futuras investigaciones podrían poner el foco en mediciones para ciudades similares y para otros años, a medida que se vayan obteniendo las mediciones, o, inclusive, por períodos de tiempo. A su vez, se podrían utilizar otras variables de control que no fueron incorporadas en esta investigación por las razones expuestas oportunamente, como el sexo de las personas, el compromiso religioso u otras características demográficas. De cualquier forma, se considera que esta investigación constituye un importante aporte a la literatura relacionada con el bienestar subjetivo y su relación con determinadas variables representativas del bienestar económico objetivo aplicado al ámbito de ciudades.