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Revista de Estudios Sociales
Print version ISSN 0123-885X
rev.estud.soc. no.29 Bogotá Jan./Apr. 2008
Dulzura y Poder: el lugar del azúcar en la historia moderna
Mintz, S. (1996). Dulzura y Poder: el lugar del azúcar en la historia moderna. México: Siglo XXI
Santiago Muñoz*
* Historiador, Universidad de los Andes. Estudiante de la Maestría en Historia de la misma universidad. Correo electrónico: santiagomunoza@gmail.com
En este maravilloso libro, publicado en inglés por primera vez en 1985, Sidney Mintz rastrea la historia del azúcar desde su producción en las economías de plantación de las islas del Caribe hasta su consumo entre un público urbano y asalariado que surgía durante la Revolución Industrial inglesa. Se trata de un libro novedoso, en el que el antropólogo estadounidense propone una nueva manera de entender el surgimiento del capitalismo y su conexión con las colonias, a través del paradigmático caso del azúcar.
Para seguir al azúcar desde su producción hasta su consumo, Mintz se sirve de cinco capítulos. El primero de ellos está orientado a abrir el campo para una antropología de la comida, que en el caso particular del azúcar se traduce en una discusión sobre la dulzura y hasta qué punto ésta responde a necesidades fisiológicas o a aspectos culturales. En este debate, Mintz sugiere que si bien existe una predisposición de la especie humana hacia el sabor dulce, esto no podría dar cuenta, entre otras cosas, de los diferentes sentidos culturales del gusto. Una historia del azúcar, sugiere el autor, debe dar cuenta también de los cambios alimenticios que atraviesan las sociedades modernas. De esta manera, explica que la nutrición de la mayoría de sociedades humanas se basa en un alimento central (como el maíz y la papa) y en alimentos periféricos. Así, pues, mientras que en 1650 en el Reino Unido este tipo de dieta era predominante, en un solo siglo empezó una transformación en la alimentación que estaba relacionada con los cambios que generó la industrialización en la sociedad inglesa. Con el surgimiento de las grandes masas de trabajadores urbanos se generaron demandas de otro tipo de alimentos altamente energéticos, entre ellos, el azúcar.
El segundo capítulo explora la producción de azúcar posterior a 1650, cuando éste dejó de ser un bien escaso y lujoso en Europa y adquirió una gran relevancia en los procesos históricos de esta región. Como muestra Mintz, para el momento en el que los portugueses y los españoles comenzaron a establecer una industria azucarera en sus colonias en las islas del Atlántico, el azúcar era todavía considerado un lujo, una medicina y una especie para la Europa Occidental. A partir de este momento se inició un asombroso incremento de la demanda de azúcar en Inglaterra, que vino acompañado de la expansión inglesa y francesa en las islas del Caribe. Mientras que las plantaciones de caña en las colonias portuguesas, inglesas e, incluso, holandesas se encontraban en auge, en las colonias españolas decayó fuertemente este tipo de cultivo. Lo más interesante de este capítulo es que muestra cómo las economías de plantación de caña de las islas del Caribe y el aumento en el consumo de azúcar en Inglaterra generaron una serie de conexiones mundiales, en las que los productos terminados eran transportados a África, los esclavos africanos eran llevados a las Américas y las mercancías producidas en el Nuevo Mundo (como el azúcar) eran consumidas en Europa. Se trataba de unos circuitos que conectaban los procesos históricos de Inglaterra, África y América; la esclavitud, la deforestación y las economías de plantación, con la industrialización y el surgimiento del proletariado inglés. Pero para repensar estos circuitos, sugiere Mintz, debemos revisar lo que entendemos por capitalismo y lo que entendemos por industria. Las economías de plantación podrían pensarse como formas de organización industrial, si se tiene en cuenta el carácter especulativo de las plantaciones, la combinación de cultivos y fábrica, de trabajadores expertos e inexpertos y la rígida organización del tiempo que tenían lugar en su interior. En este sentido, sería difícil rotular a la economía de plantación simplemente como "capitalista" o "precapitalista", y más bien, sugiere el autor, se debe pensar a partir de sus dinámicas internas y su lugar en la emergente economía mundial.
En el tercer capítulo, Mintz se centra en el consumo, y muestra cómo el azúcar penetró en la vida social inglesa, adquiriendo nuevos usos y nuevos significados. Mientras que antes de 1650 era un lujo, una medicina, una especie e, incluso, una decoración, después de esta fecha atravesó un acelerado proceso de transformación que lo convirtió en un producto endulzante de consumo cotidiano y necesario. A medida que su producción se incrementaba, el azúcar se hizo cada vez más abundante y asequible, y su utilización como un bien de lujo y su poder simbólico declinaron, para dar inicio a un comercio masivo que potenció sus beneficios económicos. Su transformación en un producto común en Inglaterra va de la mano del incremento en el consumo de té, convirtiéndose en la base alimenticia del naciente proletariado inglés. El azúcar, junto con otros alimentos, se ajustaría a los tiempos de trabajo y de descanso de la fábrica, y supliría las necesidades energéticas de trabajadores que no tenían la capacidad de producir sus propios alimentos.
El cuarto capítulo toma como eje el poder. Para ello, Mintz propone una separación conceptual entre significado externo y significado interno. Mientras que el primero hace referencia a los factores de la economía política que generan ciertas tendencias en la circulación del azúcar, el segundo se refiere a las dinámicas cotidianas que moldean los significados específicos que se le atribuyen en la práctica. En este sentido, el significado que adquiría el azúcar en la economía imperial era distinto del que eventualmente habría de adquirir en la vida de los ingleses, pero aspectos como el precio y la accesibilidad del azúcar eran consecuencias de las políticas imperiales que repercutían en el significado "interno" del azúcar. A partir de estos conceptos, ilustra las distintas dimensiones del poder en la historia del azúcar.
Finalmente, el quinto capítulo delinea los caminos futuros de la historia del azúcar, con lo cual Mintz propone que los cambios en la alimentación ocurridos con la industrialización inglesa están relacionados con la experiencia del tiempo en las sociedades modernas, y que, por tanto, este estudio de caso es revelador de un fenómeno de proporciones mayores. Para Mintz, la historia de cómo los ingleses se convirtieron en consumidores de azúcar muestra cómo se relaciona una antropología de la comida con una antropología de la modernidad, pues revela lo que ha significado la vida moderna en relación con la alimentación.
En síntesis, a lo largo del libro se muestra que el incremento del consumo de azúcar en Inglaterra tuvo como base la expansión ultramarina, que posibilitó un robusto comercio de africanos esclavizados e hizo que un creciente número de economías de plantación tuvieran un gran impacto en el devenir de las islas del Caribe. En Inglaterra, el azúcar, antes raro y prestigioso, se volvió una necesidad de los trabajadores industriales y urbanos, prefigurando así unas transformaciones estructurales en términos sociales, económicos y alimentarios.
Dulzura y poder es un libro brillante y bien escrito que arroja distintas perspectivas para abordar problemas históricos y antropológicos, como la historia de la comida, la historia de los objetos e, incluso, la historia del Atlántico. Igualmente, este libro es un excelente exponente de un círculo intelectual que busca conciliar el concepto de cultura con el de economía política1 y que se preocupa por los sistemas mundo y por las conexiones entre las distintas partes del globo.
Comentarios
1 Véase el trabajo de Eric Wolf y de William Roseberry, por ejemplo.