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Revista de Estudios Sociales

Print version ISSN 0123-885X

rev.estud.soc.  no.50 Bogotá Sept./Dec. 2014

 

Presentación

Hugo Fazio*

* Doctor en Ciencia Política por la Université Catholique de Louvain (Bélgica). Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Colombia). Director de la Revista de Estudios Sociales, y miembro del grupo de investigación "Historia del tiempo presente", categoría A en Colciencias. Correo electrónico: hfazio@uniandes.edu.co

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res50.2014.01


En momentos en que la Revista de Estudios Sociales llega a su número 50, es oportuno poner en consideración unas cuantas reflexiones sobre el desarrollo del pensamiento social durante el presente que nos ha correspondido vivir. Para la ocasión, quisiera arrancar recordando a Fernand Braudel, quien, poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuando el Viejo Continente acometía la inmensa tarea de la reconstrucción posbélica, se preguntaba si "la historia es hija de su tiempo [...] si estamos en un nuevo mundo, ¿por qué no en una nueva historia?" (Braudel 2002, 19 y 22). En dicha oportunidad, el historiador galo no sólo afirmaba que un mundo había quedado atrás; mayor era su interés en señalar que los anteriores conceptos intelectuales se "habían encorvado o simplemente roto", que los científicos sociales estaban obligados a adentrarse en otra "aventura del espíritu" y que urgía emprender nuevas exploraciones académicas e intelectuales.

No es una exageración sostener que, en los inicios del siglo XXI, el mundo transita por una coyuntura histórica tanto o más convulsionada que la que le correspondió vivir al célebre historiador francés. No sólo las recomposiciones y reestructuraciones sociales son considerables, más importante es el hecho de que se presentan en todos los ámbitos sociales y atañen a todo el conjunto de las sociedades.

Es tal el vértigo transformador que pareciera que vivimos en un contexto de convulsiones y urgencias permanentes: la revolución tecnológica no deja de sorprendernos en el día a día con sus constantes innovaciones, cada vez son más apretados los intervalos de estabilidad económica, el medioambiente pasa a diario sus cuentas de cobro, las heterogéneas configuraciones sociales se alejan cada día más del esquema industrial al que nos había acostumbrado el siglo pasado, el poder internacional no logra estabilizarse y conserva un carácter indefinido, las esferas culturales dejan de ser campos específicos sin ser completamente nómadas, y las biografías -individuales y colectivas- se pluralizan y transnacionalizan, lo cual repercute en el funcionamiento de la política, ya que la variedad de experiencias vividas difícilmente concuerda con los denominadores fundamentales de esta última.

Es tan complejo el mundo en esta segunda década del siglo, que su figuración se asemeja a un entramado de naturaleza topológica, escenario cuya regularidad se encuentra distante del equilibrio, situación que se presenta en alto grado por la multiplicidad de cargas temporales de los distintos fenómenos sociales que entran en resonancia, y por el vértigo que producen la urgencia, la compresión espacio-temporal y la aceleración. Un retrato existencial de esta angustia social la ofrecía hace algunos años el filósofo italiano Giacomo Marramao, cuando afirmaba que "el mundo al que comenzamos a pertenecer, hombres y naciones, es sólo una 'figura parecida' al mundo que nos era familiar" (Marramao 2006, 11). A ello se suma, además, el hecho de que, a diferencia de lo que acontecía hace algunas décadas, hoy en día, ningún ámbito ni ninguna región geográfica escapan a estas vertiginosas y dispares dinámicas de cambio, lo que fomenta aún más la propensión a la inestabilidad.

Ante tal celeridad que comporta el presente no es extraño que el pensamiento social, a pesar de sus denodados esfuerzos, se mantenga a la zaga de la realidad social. Con su cadencia pausada, inherentemente reflexiva, las ciencias sociales no alcanzan a descifrar un enigma, cuando el problema ya está planteando nuevos y más complejos interrogantes. Esta arritmia, es decir, la no correspondencia entre el vértigo de los cambios sociales y la persistencia de unos enfoques inherentes a contextos histórico-sociales previos, genera perplejidad frente a la capacidad de estas disciplinas para estar a la altura de la inmensidad de la tarea.

El problema de fondo radica en que la figuración de los problemas sociales ha cambiado de manera notable. Con la claridad que lo caracteriza, Ulrich Beck explicaba este asunto cuando recordaba que "una experiencia del proceso globalizador" diverge con respecto a la manera como han sido imaginados los contenedores sociales. Para ilustrar este dilema, el sociólogo recurre a la distinción entre universalismo y globalidad. El primero "hace que esta tenga como conclusión la sociedad", mientras que la segunda ocurre "cuando los sociólogos de todos los países y cosmovisiones analizan sus sociedades con pretensiones conceptualizantes y encuentran explicaciones contradictorias entre sí. Y entonces resulta claro que ya no existe un punto de partida privilegiado desde el que poder estudiar la sociedad" (Beck 2005, 11).

Pero así como se observa una disimilitud entre globalidad y universalismo, también difieren las prácticas entre aquellas que tienden a una mayor homogeneidad y otras que acentúan las diferencias. Al parecer, las primeras pueden ser decodificadas de manera relativamente fácil porque son problemas análogos que requieren interpretaciones y respuestas similares. Las segundas, muy numerosas y de difícil aprehensión, por cuanto son circunstancias que exteriorizan experiencias de registros históricos particulares, lo que quebranta la posibilidad de encontrar mínimos comunes denominadores con validez universal.

Al igual que sostuviera Braudel hace más de sesenta años, también hoy se plantea la urgente necesidad de reconocer que las perspectivas y los conceptos intelectuales habituales "se han encorvado o simplemente roto"; se debe reconocer el inmenso desafío intelectual que suscita nuestra contemporaneidad, es menester zambullirse en nuevas aventuras del espíritu para producir aproximaciones novedosas del mundo y de las sociedades actuales. Los llamados a "deseuropeizar" el pensamiento social (Chakrabarty 2000) y desarrollar un "cosmopolitismo metodológico" (Beck 2000) constituyen importantes impulsos para avanzar en el rumbo señalado.

En la misma dirección se ubican todas aquellas reflexiones que respaldan la importancia ética, formativa, política y cultural del pensamiento social y humanista para el ciudadano del siglo XXI. El conocimiento social alimenta un intelecto activo, provee de pensamiento crítico para asumir un mundo complejo y fortalece la democracia, porque "la facultad de pensar idóneamente sobre una gran variedad de culturas, grupos y naciones en el contexto de la economía global y de las numerosas interacciones entre grupos y países resulta esencial para que la democracia pueda afrontar de manera responsable los problemas que sufrimos hoy como integrantes de un mundo caracterizado por la interdependencia" (Nussbaum 2010, 29).

Los desafíos que se tienen delante todavía son inmensos. Se debe seguir trabajando con tesón para decodificar los intríngulis de nuestra contemporaneidad, para hacer de nuestras sociedades unos lugares mejor habitables y para contribuir a formar ciudadanos creativos, críticos y tolerantes, porque, como dijera Martha Nussbaum, "aunque el conocimiento no garantiza la buena conducta, la ignorancia es casi una garantía de lo contrario" (2010, 115).


Referencias

1. Beck, Ulrich. 2000. The Cosmopolitan Perspective: Sociology in the Second Age of Modernity. British Journal of Sociology 15, n° 1: 79-105.         [ Links ]

2. Beck, Ulrich. 2005. La mirada cosmopolita o la guerra es la paz. Barcelona: Paidós.         [ Links ]

3. Braudel, Fernand. 2002. Historia y ciencias sociales. Madrid: Alianza.         [ Links ]

4. Chakrabarty, Dipesh. 2000. Provincializing Europe. Postcolonial Thought and Historical Difference. Nueva Jersey: Princeton University Press.         [ Links ]

5. Marramao, Giacomo. 2006. Pasaje a Occidente. Filosofía y globalización. Buenos Aires: Katz.         [ Links ]

6. Nussbaum, Martha C. 2010. Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades. Buenos Aires: Katz.         [ Links ]