Introducción
A partir de 1520, con la llegada de Magallanes a las costas de Patagonia meridional, los grupos de cazadores-recolectores que la habitaban comenzaron a emplear materias primas y artefactos nuevos y animales de procedencia europea. El caballo, como tecnología de transporte (Goñi 2011), generó transformaciones en estos grupos, ya que modificó los rangos de movilidad, disminuyendo la frecuencia de movimientos residenciales y aumentando los logísticos (Goñi 2000). Aunque todos los autores coinciden en que este fue uno de los cambios más significativos para las poblaciones de cazadores-recolectores, han sido pocos los trabajos (Goñi 2000; Goñi, Barrientos y Cassiodoro 2000; Goñi y Nuevo Delaunay 2009; Nuevo Delaunay et al. 2017) que han evaluado el cómo, dónde y a qué velocidad se produjeron este y otros cambios asociados. En este sentido, la ubicación geográfica de los grupos debió haber sido un factor determinante en la disponibilidad y abundancia de nuevos recursos (por ejemplo, la cercanía con la costa atlántica, donde ocurrieron la mayoría de los contactos hasta el siglo XIX). Los datos etnohistóricos indican que entre las modificaciones producidas por este contacto habría estado la paulatina disminución en el empleo del arco y flecha como sistema de caza, y su reemplazo por la boleadora, que era mucho más efectiva que los anteriores para su uso con el caballo (Boschín y Nacuzzi 1979; Martinic 1995; Nacuzzi 2005; Palermo 1986).
En este artículo nos proponemos discutir dicha afirmación, empleando para ello los datos arqueológicos provenientes de 38 sitios postcontacto, fechados radiocarbónicamente o por presencia de materiales y/o animales europeos, que se encuentran en el territorio adscripto a los grupos aonikenk y que fueron publicados hasta 2015. Para la delimitación del área bajo estudio se consideró la información provista por Musters (1911) y Lista (2006), que definieron al territorio aonikenk como aquel comprendido desde el sur del río Santa Cruz hasta la costa norte del estrecho de Magallanes. Sin embargo, los rangos anuales de movilidad (Binford 2007) de los grupos cazadores-recolectores que pueden inferirse a partir de la información en las fuentes escritas (ver referencias en Saletta 2015) son más amplios que el “territorio étnico”, por lo que para la pesquisa bibliográfica se seleccionaron todos aquellos sitios que cumpliesen con las condiciones antes enumeradas y que se encontrasen desde la margen sur del río Deseado (aproximadamente 47º S) hasta el estrecho de Magallanes (ver el mapa 1).
En primer término, la baja frecuencia de bolas de boleadora en estratigrafía en sitios postcontacto2 (y también precontacto, Sacchi y Saletta 2017), debido a su tasa de pérdida diferencial y a su reutilización, impide realizar una comparación significativa entre los dos tipos de artefactos, a fin de comprobar la hipótesis de sustitución planteada por la etnohistoria. Por esta razón, nos propusimos analizar, de manera comparativa, las frecuencias de las puntas de proyectil, junto con otros dos tipos artefactuales: los raspadores y las raederas (Aschero 1975; 1983), estos últimos seleccionados por ser instrumentos asociados a los trabajos en localidades de actividades múltiples, también conocidas como bases residenciales (Binford 2007; Borrero 1987). Como segundo paso, analizamos la distribución de estos sitios para determinar si estaban relacionados con algún tipo de geoformas y ambientes.
La hipótesis de este estudio consiste en mostrar que existió una simultaneidad en el uso del arco y fecha y las boleadoras como sistemas de armas: en estepas y espacios abiertos habría predominado el uso de boleadoras, mientras que en espacios cerrados y cañadones, el arco y flecha, que habrían sido más efectivos para la caza por encierro. En este sentido, nos basamos en la propuesta de Aschero y Martínez (2001), que analizaron las estrategias de caza implementadas con diferentes tipos de armas arrojadizas, según los ambientes en los que se encontraban los recursos. De acuerdo con los autores, las estrategias constituyen la manera en que los grupos humanos aplican cada técnica, teniendo en cuenta la interacción entre estos y su medioambiente, y los resultados de interacciones previas (Aschero y Martínez 2001).
Antecedentes y marco teórico
El análisis del momento postcontacto y de los cambios que supuso la introducción de materias primas, artefactos y animales nuevos en las poblaciones nativas fue abordado, en mayor medida, por la etnohistoria y la antropología (Martinic 1995; Martinic y Quiroz 1989; Nacuzzi 2007; Palermo 1986). En parte, esto fue resultado de la existencia de abundantes fuentes escritas sobre los Aonikenk (un número mínimo de 42; ver referencias en Saletta 2015). Sin embargo, coincidimos con Trigger (1981) y Quiroga (2005) en que el predominio de interpretaciones etnohistóricas por sobre las arqueológicas en el análisis puede también ser consecuencia de la división disciplinar entre arqueología e historia (Goñi 2000).
Esta división demarcó los límites, al señalar que la arqueología debía enfocarse en el estudio de la cultura material de las poblaciones previas a la llegada de los europeos, mientras que la historia y la etnohistoria se encargarían de los momentos postcontacto, mediante el análisis del registro escrito. También supuso considerar como entidades esencialmente distintas a las poblaciones precontacto y postcontacto, como si, una vez producido, las sociedades indígenas hubiesen dejado de ser para transformarse en otra cosa (Quiroga 2005). La consecuencia más evidente de esta división disciplinar fue que la arqueología no generó expectativas propias derivadas de la teoría antropológica y/o arqueológica (Binford 1988; Quiroga 2005).
A lo anterior se agrega que la arqueología histórica, en sus comienzos, se enfocó en el estudio de las colonias, al considerar que las poblaciones nativas se vieron afectadas de manera unívoca y unidireccional por la colonización (Buscaglia 2011; Cobb 2003). Por esta razón, fue sólo a partir de la aplicación de la Teoría Poscolonial y la Social que el análisis se enfocó en la contribución de las sociedades indígenas al desarrollo particular de las colonias, modificándose y modificándolas en el proceso (Buscaglia 2011; Cobb 2003; Deagan 1988; Lightfoot 1995). Nuestro trabajo se enmarca dentro de esta línea argumentativa.
El área bajo estudio no estuvo sometida a la presión directa de la metrópoli hasta la mitad del siglo XIX en adelante (Nuevo Delauney 2012), ya que los intentos de establecer colonias al sur del río Deseado fueron escasos, de corta duración y fracasados (Buscaglia 2009, entre otros). De esta manera, los grupos cazadores-recolectores (Aonikenk) establecieron diferentes tipos de contactos: en un principio indirectos (a través de otros grupos o sólo a través de la cultura material europea), luego mediante relaciones directas y más permanentes con las colonias o los grupos de colonos (Buscaglia 2009; Saletta 2015). Esta característica permitió que los grupos cazadores-recolectores que habitaron este espacio tuvieran mayor amplitud sobre qué categorías culturales sometían a una negociación y cuáles no (Sahlins 2008). En coincidencia con este último autor, consideramos que la incorporación de nuevos artefactos, materias primas y tecnologías (como el caballo como medio transporte) debe ser abordada teniendo en cuenta no sólo la dimensión particular de la historia colonial al sur del río Deseado, sino, en mayor medida, la comprensión de los procesos históricos propios de las sociedades indígenas que ocuparon estos territorios (Goñi 2011; Saletta 2015).
Por lo tanto, nuestro planteamiento parte de que los documentos históricos que enfatizaron el abandono del arco y flecha en favor de la boleadora como sistema de armas se corresponden con una narrativa colonial que buscó resaltar el cambio, tal vez por la mayor visibilidad y el considerable atractivo para los cronistas. Al contrario, el sistema de arco y flecha se habría empleado en espacios y momentos en los que los agentes europeos y/o criollos no estaban presentes para documentarlos, quedando subrepresentados en el registro escrito (Saletta 2015). Coincidimos con varios autores (Buscaglia 2011; Cobb 2003; Deagan 1988, entre otros) en que un aporte desde la materialidad de la arqueología nos permite entender las múltiples resonancias del proceso, generando conocimiento desde líneas de evidencia alternativas (Fiore 2004; Saletta 2015) que muestran la agencia de los diferentes actores durante el proceso de contacto.
Lo mencionado no implica que la arqueología no haya abordado el estudio del postcontacto y sus efectos en las sociedades indígenas, sino que la mayoría de los trabajos partieron de expectativas derivadas de la lectura de fuentes histórico-etnográficas, privilegiando la narrativa colonial. Esta postura empleó el registro escrito para generar hipótesis que debían ser contrastadas con el registro arqueológico. Dentro de esta línea de investigación se encuentran trabajos realizados tanto en Chile como en Argentina.
Los trabajos de investigadores chilenos se centraron en contrastar la información escrita con el registro arqueológico, como por ejemplo, en ubicar los paradores de los caciques aonikenk más importantes del siglo XIX, los caminos y rutas indígenas, y en el análisis de artefactos de morfología indígena manufacturados en vidrio o metal (Martinic y Prieto 1976; Martinic y Prieto 1985; Martinic, Prieto y Cárdenas 1995; Massone 1979; Massone 1989; Massone e Hidalgo 1981). Estos trabajos presentan descripciones extensas de los materiales hallados en los sitios.
Por otra parte, las investigaciones realizadas en territorio argentino se caracterizaron más por la generación de hipótesis a partir de información de fuentes escritas, o se proveyeron del contexto interpretativo para la evidencia arqueológica (Aragone y Cassiodoro 2005; Boschín y Nacuzzi 1979; Cassiodoro, Aragone y Re 2004; Gómez Otero 1989; Goñi 2000; Goñi, Barrientos y Cassiodoro 2000; Goñi y Nuevo Delaunay 2009; Nuevo Delaunay 2007; Nuevo Delaunay 2012; Nuevo Delaunay et al. 2017).
Problemática
La adopción del caballo ha sido señalada por la etnohistoria (Martinic 1995; Nacuzzi 2005; Palermo 1986) y por la arqueología (Goñi 2000) como uno de los cambios más importantes para los grupos humanos de Patagonia meridional. Todos los autores citados en los antecedentes han coincidido, sobre la base de la información extractada de fuentes documentales, en que una de sus consecuencias habría sido un descenso en el uso del arco y la flecha como sistema de caza y el ascenso en el uso de las boleadoras, más apropiadas para los jinetes. En efecto, en un análisis de cuarenta fuentes histórico-etnográficas escritas por 42 autores entre 1520 y 1950 sobre los Aonikenk de Patagonia meridional, Saletta (2015) encontró que sólo diez de ellos mencionaron puntas de flecha, en los siglos XVI, XVII (siete autores) y XIX (tres autores), en tanto que no hubo ningún autor de los consultados que las hubiese registrado en los siglos XVIII y XX.3 En cambio, las boleadoras están ausentes en el registro escrito de los siglos XVI y XVII y recién fueron mencionadas por cuatro autores en el siglo XVIII, coincidentemente con el primer registro de caballo en Patagonia meridional (Martinic 1995). Sin embargo, su mayor visibilidad (Saletta 2015) sucedió en el siglo XIX, cuando fueron registradas por doce autores como parte del sistema de caza de guanacos y choiques usado por los Aonikenk en pampas abiertas. Sin embargo, en el siglo XX una informante tehuelche, Patti Chapala, contó que las boleadoras y los arcos y flechas habían sido usados de manera simultánea para la caza hasta 1940 (Aguerre 2000, 63).
Saletta (2015) comparó esta información del registro escrito con el registro arqueológico publicado sobre sitios adscribibles a aonikenk post 1520 AD. Así, de 420 citas que informaron sobre tecnología escritas en cuarenta fuentes, sólo quince de ellas registraron el uso de puntas de proyectil (4%). En el registro arqueológico, de 7.785 artefactos hallados en 35 sitios, sólo 33 eran puntas de proyectil (0,4%). Estas 33 puntas fueron halladas en 124 (31%) de los 35 sitios postcontacto -un promedio de 3,09 puntas por sitio, con mínimo de una y máximo de ocho por sitio-. La baja frecuencia relativa de puntas de proyectil registradas en las fuentes y en los sitios indicaba una corroboración mutua, teniendo en cuenta los distintos procesos de formación de cada uno (Fiore 2004; Saletta 2015).
La comparación de las boleadoras en los registros escritos y arqueológicos arrojó, en cambio, diferentes frecuencias: una mayor cantidad de citas en el registro escrito (44 citas de dieciocho autores) (Saletta 2015), pero muy baja cantidad de bolas (enteras o fragmentadas) en capa5 en cuatro de los 35 sitios postcontacto (Borrero y Franco 2005; Massone 1979; Massone e Hidalgo 1981; Nuevo Delaunay 2012). La autora consideró que el N bajo de boleadoras en el registro arqueológico -estratigráfico- postcontacto no era indicador de una baja frecuencia de uso, sino más bien de su alta tasa de pérdida y/o rotura en estepa o fuera del campamento. Por lo tanto, la concordancia en ambos registros de la baja frecuencia de puntas de proyectil fue interpretada nuevamente como la corroboración de su abandono en pos de las boleadoras a partir de la incorporación del caballo.
Con posterioridad a este trabajo se publicó información sobre tres nuevos sitios postcontacto. Uno de ellos -BLG 2-, excavado y analizado por una de nosotras (Sacchi 2013), motivó un reanálisis, cuyo resultado fue un notable incremento en las frecuencias de puntas de proyectil (ver más adelante). A partir de esto se propuso analizar la particularidad de este sitio, así como agregar variables más específicas que permitieran entender si existieron otros factores antes no considerados -como el emplazamiento de sitio y/o los funcionales- que podrían haber afectado la presencia de cabezales líticos en los conjuntos postcontacto.
De esta manera, se propuso analizar comparativamente las frecuencias de puntas de proyectil, junto con dos tipos artefactuales: los raspadores y las raederas (Aschero 1975; 1983). El objetivo de tal comparación radicaba en comprender si existía una correlación entre la presencia de puntas de proyectil y la funcionalidad asignada a estos sitios, esperando una baja cantidad de raspadores y raederas en localidades de actividades limitadas (LAL) (Borrero 1987).
Para ello se plantearon dos escalas de análisis: la primera, centrada en los artefactos, comparó las frecuencias de estas tres clases artefactuales en los 38 sitios analizados; la segunda, centrada en los sitios, implicó el análisis de sitios de actividades limitadas (LAL) que tuvieran como característica la presencia de estos tres tipos artefactuales (seis sitios de los 38 analizados). Finalmente, estos fueron comparados con cuatro sitios definidos por sus investigadores como de actividades múltiples (LAM) o bases residenciales, para evaluar si se observaba una diferencia en la frecuencia de los artefactos. Bajo de la Laguna 2 -que presenta la característica de ser el sitio con mayor N de cabezales líticos y el único de la muestra que ha sido excavado y analizado por una de nosotras- es usado como referencia para ver si se aleja o no de la muestra total.
Se propuso como hipótesis inicial que la introducción del caballo no produjo un abandono total del sistema de arco y flecha por parte de los grupos cazadores recolectores, sino que existió una simultaneidad en el uso de los dos sistemas de armas: las boleadoras fueron usadas para la caza en las estepas y mesetas (espacios abiertos), mientras que en los ambientes de cañadones y lagunas, en donde los animales pueden ser acechados desde cortas distancias, el arco y flecha habrían sido un sistema de armas más efectivo para la caza que las boleadoras (Aschero y Martínez 2001). De aquí se deriva como expectativa que las mayores frecuencias de puntas de proyectil asociadas a arco y flecha se encuentren en aleros y/o parapetos -sitios LAL (Borrero 1987)- ubicados en cañadones o sistemas lagunares, donde la caza al acecho habría sido más efectiva.
Breve caracterización ambiental del área de estudio
El ambiente al sur del río Deseado es de tipo estepario (Oliva et al. 2001). Presenta una creciente aridización de oeste a este, desde el bosque cordillerano, pasando por el pastizal subandino, la estepa magallánica seca y de mata negra -la parte más árida y seca de la región-, la estepa magallánica fueguina, hasta la faja costera. La productividad media varía de 0,3 ovinos/ha hasta 0,8 herbívoros/ha en las zonas de mayor productividad (el pastizal subandino y la estepa magallánico-fueguina) (Oliva et al. 2001). Tiene una estacionalidad muy marcada y continental, con grandes diferencias de temperaturas entre estaciones, pero también con pronunciadas amplitudes térmicas diarias. Entre sus recursos animales se encuentran los guanacos (Lama guanicoe) -un herbívoro de porte mediano a grande-, y en el bosque, el huemul (Hippocamelus bisulcus) -un herbívoro de tamaño mediano-, entre los de mayor tamaño. A pesar de la creciente aridización hacia el este, el sector meridional de la Patagonia se encuentra jalonado por lagunas y cañadones numerosos que corren en dirección este-oeste pero también transversalmente, con ríos y afluentes de agua que concentran a las poblaciones de animales (Oliva et al. 2001).
Materiales y métodos
Se realizó una búsqueda bibliográfica de sitios postcontacto publicados que estuviesen ubicados entre el sur del río Deseado y la margen norte del estrecho de Magallanes. Esta área fue delimitada a partir de la información obtenida del registro escrito analizado (Saletta 2015). Se tuvieron en cuenta las reservas en torno a la etnización del registro arqueológico, por lo que siempre se hace referencia a sitios en territorio adscripto a aonikenk.
Los sitios fueron seleccionados siguiendo los siguientes criterios (Saletta 2010; Saletta 2013a; Saletta 2013b; Saletta 2015): a) sitios de cazadores-recolectores post 1520 AD (criterio excluyente); b) que posean dataciones radiocarbónicas y/o método alternativo (criterio no excluyente); c) en caso de no haber sido fechados se considerará determinante la presencia de materiales europeos/criollos y/o fauna introducida post 1520 AD (criterio no excluyente); d) los criterios b) y c) son considerados válidos cuando las asociaciones entre artefactos, fauna y/o datación se encuentran bien establecidas por los investigadores;6 e) no se consideraron datos provenientes de sondeos sólo con dataciones radiocarbónicas y ningún registro sobre cultura material, fauna producto de la depositación antrópica y/o restos humanos; f) se incluyen aquellos sitios con restos humanos que respondan a los criterios b) y/o c), y g) que se encuentren publicados en revistas argentinas7 y chilenas, actas de Congresos Nacionales de Arqueología Argentina y Jornadas de Arqueología de Patagonia.8
Criterios de análisis
Se emplearon dos escalas de análisis, una sobre las categorías artefactuales y otra sobre los sitios (Saletta 2015). En la escala del artefacto se analizaron las frecuencias de puntas de proyectil, raspadores y raederas en los 38 sitios de la muestra, diferenciando el sitio BLG 2, a fin de evaluar si se distinguía de la muestra general.
En la escala de sitio analizamos las variables de emplazamiento, ambiente y funcionalidad inferida por los autores de la publicación. Para ello, de la muestra de los 38 sitios postcontacto publicados hasta 2015 se preseleccionaron aquellos que hubiesen tenido al menos una punta de proyectil, lo que dio por resultado trece sitios de los 38 (ver la tabla 1). Sin embargo, al trabajar con datos publicados, detectamos variaciones en su cantidad y calidad, lo que impedía la adecuada comparación de variables. Por esta razón, la cantidad de sitios por comparar se redujo a seis (tabla 1, en gris), que fueron aquellos con los que se contaba con información publicada sobre N de cada categoría artefactual analizada, y además eran catalogados como localidades de actividades limitadas. En ellos se analizaron las frecuencias de puntas, raspadores y raederas, a fin de determinar si había similitud con BLG 2 y con la muestra general. Finalmente, estos seis sitios fueron comparados con cuatro sitios postcontacto -definidos como de actividades múltiples por sus investigadores- para analizar cómo se comportaban estos tres tipos artefactuales.
Nombre sitio/loc | Datación | Capa | Tipo de sitio | N de pta. proyectil | Raspador (Rp) | Raedera (Rd) | Ubicación geográfica |
Dungeness 2 | 360 ± 90 | 1 | cielo abierto | 8* | 8* | * | Cabo Vírgenes |
Pali Aike 2 | 220 ± 45 | 1 | Alero | 6 | 34 | 8 | CV Pali Aike |
Juni Aike 1 | s/f postcontacto | IV | Alero | 1 | 1 | 4 | sur río Gallegos |
Thomas Gould 1 | 250 ± 150 470 ± 170 | Infe U II Sup U II | Alero | 2 | no mencionado por autor | no mencionado por autor | CV Pali Aike |
Alero Dirección obligatoria | 390 ± 110 | 3b | Alero | 5 | 11 | 4 | PNPM |
Alero Gorra de Vasco | 200 AP | 2 | Alero | 3 | 5 | 0 | PNPM |
Cueva Don Ariel | 100 ± 50 200 ± 100 275 ± 70 300 ± 50 | Superiores | Cueva | Presente | no mencionado por autor | no mencionado por autor | Localidad Arqueológica de Pali Aike sur río Chico. SC |
Cerro Pampa 2A Parapeto 4 | 170 ± 40 (240) | nivel 2 | Parapeto | 4 | 6 | 3 | Pampa del Asador. SC |
Laguna Condor Norte | 220 ± 41 187 ± 41 | Superficial | Nma | 2 | 1 | 8 | Laguna Cóndor, Nacientes del río Gallegos |
Puesto Peter | 304 ± 44 | Superficial | Nma | 1 | 0 | 8 | río Coyle |
Sitio Markatch Aike 1 | 154 ± 42 415 ± 60 | Perfil | Nma | no mencionado por autor | no mencionado por autor | no mencionado por autor | CV Pali Aike. Rio Chico. SC |
Cañadón Giménez | s/f postcontacto | 1 | Conchero | no mencionado por autor | 0 | 0 | Puerto Deseado SC |
Bajo de la Laguna 2 | 162 AP | 2 | Alero | 15 | 16 | 5 | Bajo Caracoles Centro Oeste de Santa Cruz |
Nota: el * significa que en esta publicación los instrumentos están agrupados como puntas-preformas y raspadores-raederas, por lo que no pueden ser incluidos en el análisis.
Fuente: elaboración propia.
Alcances y limitaciones del análisis de datos de publicaciones
En este análisis se tendrán en cuenta también las consideraciones sobre los procesos postdepositacionales y los sesgos de investigación que podrían haber afectado la detección de sitios postcontacto y, consecuentemente, la cantidad y las frecuencias de puntas de proyectil, raspadores y raederas en dichos sitios.
En cuanto a los primeros, la naturaleza del registro arqueológico (procesos de erosión, baja frecuencia de sitios a cielo abierto en estratigrafía, huaqueos y otros procesos postdepositacionales culturales) limita la posibilidad de poder adscribir mediante fechados sitios que no presenten material cultural europeo o fauna en el momento de postcontacto, quedando subsumidos dentro del bloque temporal del Holoceno tardío. Consideramos que este factor debe ser tenido en cuenta en nuestro análisis, ya que ocasiona una subrepresentación en el registro total de sitios. Esto es importante sobre todo para el caso de las boleadoras, que en su mayoría son halladas en superficie y sin posibilidad de ser adscriptas cronológicamente, lo cual afecta su frecuencia en los sitios pre- y postcontacto (Sacchi y Saletta 2017).
En cuanto a los sesgos investigativos, si bien han existido y siguen existiendo proyectos de investigación cuya línea de trabajo incorporaba y delimitaba los momentos postcontacto, subrayamos que estos no son la línea de investigación más frecuente en Patagonia meridional, más dedicada a establecer los momentos de exploración y colonización inicial (Borrero 1989) durante el límite Pleistoceno/Holoceno y el Holoceno temprano. Entre los trabajos que han analizado los momentos tardíos se destacan el estudio binacional “Proyecto Arqueológico Conjunto Chileno-Argentino en la Zona Fronteriza (paralelo 52º S.)”, con investigadores argentinos y chilenos a cargo del Dr. Mateo Martinic (Gómez Otero 1989), iniciado en 1986 en la zona del campo volcánico de Pali Aike. Rafael Goñi y equipo han llevado a cabo trabajos desde la década de 1990, que incluyen este momento en las cuencas de los lagos Pueyrredón-Posadas-Salitroso, Cardiel y Strobel (citados en la introducción). También se destacan los trabajos del equipo de Juan B. Belardi en la reserva de Camusu Aike (Carballo Marina et al. 2000; Belardi et al. 2013; Nuevo Delaunay et al. 2017). Otras investigaciones se han focalizado en asentamientos coloniales en las costas de Patagonia con investigaciones subsidiarias sobre interacción con poblaciones indígenas (ver trabajos del equipo de Ximena Senatore y bibliografía en Buscaglia 2009; Senatore et al. 2007a; Senatore et al. 2007b).
De esta manera, se considera que tanto factores postdepositacionales como objetivos de investigación, dirigidos al estudio de momentos previos, podrían haber afectado la posibilidad de recuperación del registro arqueológico de grupos indígenas posteriores a 1520 AD. Suponemos, por lo tanto, que una mayor exploración podría generar una modificación de los datos presentados en este artículo.
Estudio de caso: sitios de actividades limitadas
La información sobre el sitio Bajo de Laguna 2 (ver el mapa 2), publicada en el 2013, no fue incluida en la estimación de Saletta (2015). Al incluirla se notó que la frecuencia de puntas de proyectil excedía la media (3,09) y el máximo (8), lo que motivó su análisis diferenciado. Este sitio es un alero de pequeñas dimensiones con abundante material arqueológico en superficie y algunas evidencias de representaciones rupestres (Sacchi 2013). Se identificaron un total de cuatro capas de origen antrópico. De ellas, la capa dos arrojó una fecha de ca. 169 años A.P. (Aschero et al. 2009; Sacchi 2013; Sacchi et al. 2016), en asociación con material lítico, algunos tiestos cerámicos de manufactura ordinaria gris y, entre los restos faunísticos, la presencia de oveja y guanaco.
Se destaca la alta representación de puntas de proyectil tanto en superficie como en estratigrafía, así como la presencia de raederas, raspadores y fragmentos no diferenciados de filo en toda la secuencia estratigráfica. Estos datos -sumados a la alta representación de desechos de talla de tamaño pequeño y muy pequeño, a una alta frecuencia de lascas de reactivación, una baja presencia de núcleos y los altos porcentajes de fragmentos de filo formatizados y puntas de proyectil- sugieren que el sitio pudo haber sido utilizado como un espacio de actividades limitadas (Borrero 1987). Principalmente, se habrían desarrollado actividades de recambio de puntas de proyectil, reactivación y mantenimiento de artefactos. Esto es concordante con la ubicación del sitio, que presenta un amplio dominio visual del área donde se encuentra emplazado, desde el cual se avistan las lagunas y otras áreas circundantes (Sacchi 2013). A efectos de lo analizado en esta publicación, los fragmentos de filo no fueron considerados para los índices construidos, ya que no podemos asignarlos a un tipo artefactual.
Alero Dirección Obligatoria (ADO) y Alero Gorra de Vasco (AGV) también son aleros de dimensiones reducidas, característica compartida con BLG 2. Tanto ADO como AGV se encuentran ubicados en el Parque Nacional Perito Moreno (PNPM), distante unos 120 km, y unos 50 km de la fuente de obsidiana conocida en Pampa del Asador (Espinosa y Goñi 1999). En términos ambientales, BLG 2 se encuentra en la estepa, mientras que ADO y AGV se encuentran en el ecotono bosque estepa. Visualmente BLG 2 tiene un dominio de una serie de pampas y lagunas (temporarias y permanentes) que lo convierten en un buen lugar para esperar las presas (Sacchi 2013); en tanto que ADO se encuentra situado en una quebrada en la estepa, AGV se ubica en un ambiente de bosque y mallines (Aschero, Bellelli y Goñi 1992; Goñi 1995; Goñi y Guráieb 1996).
Una característica destacable de ADO es su ubicación estratégica, ya que la quebrada en cuestión comunica al actual PNPM con las tierras bajas de la cuenca del Lago Posadas y es una franja de tránsito de diferentes especies animales (Guráieb y Espinosa 1998). Por esto, las autoras plantean al sitio como una localidad en donde se pudieron haber procesado los cueros de los animales cazados en las inmediaciones (Guráieb y Espinosa 1998). Tanto AGV como ADO presentan puntas de proyectil y raspadores a lo largo de toda su secuencia estratigráfica (Goñi y Guráieb 1996). Estos autores atribuyen las características de estos aleros a su uso diferencial teniendo en cuenta el contexto de recursos. Espinosa (1996) analizó los desechos de talla y planteó que tanto los tamaños como los tipos de desechos registrados estarían indicando las últimas etapas de la confección y el mantenimiento de instrumentos.
Dentro del área cercana a BLG 2, el otro sitio con puntas destacable es Cerro Pampa 2 A Parapeto 4, ubicado en la localidad de Cerro Pampa, en las cercanías de Pampa del Asador. Esta localidad posee una marcada estacionalidad, con clima árido-semiárido y una abundante carga nívea en los meses invernales (Aragone y Cassiodoro 2005). El sitio Cerro Pampa 2 A se encuentra en el lado sur del cerro Pampa y consta de una serie de parapetos, de los cuales nos interesa el Parapeto 4, con una cronología de 170 a 310 AP (Goñi, Barrientos y Cassiodoro 2000). Los parapetos están orientados este-oeste, son semicirculares de 4 metros de diámetro y 50 cm de alto en promedio, y se hallan cerca de una laguna (Aragone y Cassiodoro 2005).
En la excavación se recuperó abundante material lítico y óseo. En cuanto al material lítico, se encuentran raederas, raspadores, puntas de proyectil, cepillos, nódulos, bifaces, percutores y abundantes desechos de talla (N = 580). A estos conjuntos se le suma la presencia de veintinueve tiestos cerámicos (Aragone y Cassiodoro 2005). Entre el material faunístico se hallaron restos de guanaco (Lama guanicoe), choique (Rhea pennata), piche (Zaedyus pichiy), liebre europea (Lepus europaeus) y oveja (Ovis aries) (estas dos últimas en muy bajas proporciones) (Rindel, Cassiodoro y Aragone 2007). Estos datos indicarían que la funcionalidad de los parapetos estaría dada por la adquisición y el procesamiento de los recursos faunísticos.
En cuanto al alero Pali Aike 2, se encuentra al SO del Campo Volcánico de Pali Aike (Chile). Según los datos publicados (Massone e Hidalgo 1981), el alero se ubica dentro del cráter de un volcán, y se han detectado dos sitios más en las proximidades. Presenta una gran visibilidad y su entorno es sumamente árido, sin presencia de agua, salvo lagunas temporales y una vegetación del tipo estepa magallánica seca. La capa 1 tiene un fechado aproximado de 220 AP. La materia prima dominante es el basalto, seguido por las rocas silíceas, la calcedonia y la obsidiana. El conjunto instrumental representa el 4,1% del total artefactual hallado en el sitio, y dominan los raspadores frontales pequeños, raspadores laterales de borde amplio, raederas y puntas pedunculadas, entre los más frecuentes. En menor proporción se hallaron también perforadores, cepillos, boleadoras (N=1) e instrumentos de muesca. Los desechos de talla representan el 94,9% de los artefactos y están compuestos en su mayoría por lascas, en mucha menor medida por láminas, y algunos núcleos. Esta capa tiene el mayor número de artefactos de todo el sitio. En cuanto a la arqueofauna, predominan el guanaco (Lama guanicoe), el choique (Rhea pennata), aves indeterminadas, cururo (Ctenomys spp) y zorrino (Mephitidae) (Massone e Hidalgo 1981).
Análisis de caso
Nuestra hipótesis de partida es que la adopción del caballo por parte de los cazadores-recolectores habría generado modificaciones en las estrategias de caza. Sin embargo, esta situación no habría desembocado en una sustitución del arco y flecha por las boleadoras como sistema de caza, sino más bien en una coexistencia de ambos sistemas de armas dependiendo del espacio donde se desarrollara.
Para ello se analizó la frecuencia de las tres categorías artefactuales en el total de los 38 sitios. En el gráfico 1 se muestra la cantidad de puntas de proyectil, raspadores y raederas presentes en los 38 sitios analizados (incluido BLG 2).
Se observa que: a) las puntas representan el 5% de los 894 artefactos analizados aquí (N total de puntas de proyectil, raederas y raspadores); b) los raspadores son la clase artefactual más representada (90% de los 894 artefactos), y c) las raederas son la clase artefactual menos frecuente (4%). Al analizar por categoría artefactual teniendo en cuenta su representación en los 37 sitios y en BLG 2 surgen las siguientes tendencias: a) de las 48 puntas presentes en los 38 sitios, el 31% está en BLG 2; b) de los 809 raspadores de la muestra, el 2% está en BLG 2, y, c) de las 37 raederas de la muestra, el 14% está en BLG 2. De esta manera, a diferencia de otros sitios, BLG 2 se destaca porque las puntas de proyectil son mucho más frecuentes que la media y representan el 41% del total de estos tres tipos artefactuales (N=36), mientras que los 33 cabezales líticos restantes se distribuyen sólo en doce sitios, con un mínimo de uno y un máximo de ocho. Los raspadores siguen siendo la clase artefactual más abundante (44%, todos ellos agotados; ver Sacchi 2013), en consonancia con la muestra general, aunque la tendencia esté más atenuada. Por último, las raederas continúan con una baja representación: el 15% de las tres clases artefactuales analizadas.
La comparación entre BLG 2 y los otros cinco sitios de actividades limitadas que presentaran cabezales líticos, raspadores y raederas (ver el gráfico 2) arrojó la siguiente tendencia: Pali Aike 2 tiene el N artefactual más alto -sumando las tres categorías- de los seis sitios y un N mayor de raspadores (N=34). BLG 2 tiene la mayor frecuencia de puntas de proyectil (N=15), en comparación con los restantes sitios; la segunda mayor frecuencia de raspadores (N=16) y una baja frecuencia de raederas (N=5). Los restantes sitios se comportan de manera similar. Notablemente, para los seis sitios analizados la frecuencia de las raederas es baja y no supera un N de ocho (Pali Aike 2).
Aun teniendo en cuenta los factores postdepositacionales y los sesgos de investigación antes mencionados, en la muestra de sitios postcontacto analizada en este trabajo encontramos que existe una diferencia entre los sitios de la muestra general y el sitio BLG 2, que podría ser explicada por factores que se hallan relacionados con el comportamiento de los grupos que habitaron la región.
Discusión: características de emplazamiento y de funcionalidad de los sitios
De acuerdo con lo expuesto anteriormente, BLG 2 se separa de los sitios presentados en N total de puntas. Sin embargo, más allá de esta diferencia en cantidades, las tendencias aparecen de manera similar (ver el gráfico 3). Es decir, BLG 2 se está comportando de la misma forma que los dos aleros y el parapeto que fueron definidos también como sitios de actividades limitadas, y se encuentran apostados en lugares similares. Esto se ve reforzado al comparar los análisis de los desechos de talla de los sitios, ya que en los tres se encuentran representadas las últimas etapas de la secuencia de producción (Espinosa y Goñi 1999; Guráieb y Espinosa 1998; Sacchi 2013).
Ahora bien, ¿esta tendencia a un bajo N de puntas de proyectil observadas en los 38 sitios de Patagonia continental puede deberse a un reemplazo de estas por bolas de boleadora luego de la introducción del caballo? En este sentido, cabe discutir si en todos los ambientes de Patagonia centro-meridional ha sido igual de efectivo. Como planteó Goñi (2011, 260) refiriéndose al uso de los espacios de una manera mucho más residencial y extensiva, a partir del Holoceno tardío -y sobre todo luego de la Anomalía Climática Medieval- se verificaron cambios climáticos que agudizaron tendencias en la heterogeneidad de la distribución de recursos, entre ellos, la del agua, que pasó a ser un factor crítico. La respuesta de los grupos humanos a estas condiciones habría sido una reducción de la movilidad residencial y un aumento de la movilidad logística y estacional.
Por lo tanto, los sitios analizados concordarían con un uso logístico, aun durante el período postcontacto, en donde las puntas de proyectil continuarían siendo usadas en lugares de actividades vinculadas con el acecho de las presas lejos de las pampas abiertas. Esto concuerda con lo informado por Pati Chapalala, una tehuelche que vivió como cazadora-recolectora hasta la década de 1940: “[…] Es una laguna muy desamparada [mencionó una laguna] […] el animal para cazarlo, bolearlo o cazarlo con flecha […] Cuando el animal lo vio, usted ya está cerca […] Es mejor la roquería, lo mismo que cazar en una pampa, es mejor que haya monte, […]” (Aguerre 2000, 125).
Desde el punto de vista de la evidencia arqueológica, no podemos sostener un decrecimiento de las puntas, sino esta restricción a sitios particulares (en el gráfico 3 puede observarse la presencia de puntas de proyectil en los distintos tipos de ambiente). En momentos postcontacto coexistirían, como plantean distintos autores (Cassiodoro, Re y Rindel 2014; Goñi 1995), dos sistemas de armas (boleadoras y arco y flecha) que tendrían que ver con una utilización diferente del espacio. Las evidencias de bolas en sitios arqueológicos postcontacto (fechadas) son escasas, lo que no ha sido interpretado como desuso, sino como producto de una mayor tasa de pérdida en espacios abiertos que las puntas de proyectil. Lo observado en BLG 2, sumado a las comparaciones con los otros sitios que se comportan de manera similar -en cuanto a la presencia de puntas de proyectil-, podría corroborarlo.
Esto queda aún más en evidencia cuando comparamos los datos de los seis sitios de actividades limitadas (ADO, AGV, BLG 2, CP2P2, Juni Aike 1, Pali Aike 2) con los de cuatro sitios (Dinamarquero -DN [Martinic y Prieto 1985]-, El Mulato -EM [Martinic, Prieto y Cárdenas 1995]-, Puesto Yatel y Puesto Quintillan -PY y PQ [Nuevo Delaunay 2007; 2012]-) que fueron definidos por sus investigadores como del tipo residencial o de actividades múltiples (gráfico 3). Sorprendentemente, en los cuatro sitios residenciales, la única categoría artefactual presente -de las analizadas en este trabajo- es la de los raspadores. No se hallaron ni puntas ni raederas, lo que marca una notable diferencia con los sitios de actividades limitadas. En ellos, salvo AGV, que no tiene raederas, los otros cuatro sitios tienen las tres clases artefactuales en proporciones similares pero en diferentes cantidades, como ya mencionamos, mostrando que son más parecidos entre sí y se diferencian de los de tipo residencial. Esto nos lleva a proponer un uso diferencial de armas según el ambiente y no un reemplazo, algo que ha sido observado en contextos etnográficos actuales (Lupo y Schmitt 2005).
Conclusiones
A lo largo de este trabajo observamos que el registro arqueológico postcontacto no se condice con el registro documental, que enfatiza el uso de boleadoras, como parte de la narrativa colonial. Se propuso, entonces, que había una complementariedad entre dos sistemas de armas: el arco y fecha y el uso de bolas. El registro arqueológico presentado sustenta nuestra hipótesis, ya que no se observa un abandono del sistema de arco y flecha y una mayor presencia de bolas -en el registro estratigráfico-. Si bien la representación de puntas de proyectil sigue siendo minoritaria en el registro adscribible a aonikenk, los nuevos datos estarían indicando que no hubo un abandono total del sistema de arco y flecha sino una restricción de su uso a determinados ambientes asociados con una estrategia de caza vinculada con el acecho y el encierro. Las boleadoras probablemente hayan aumentado su frecuencia de uso en ambientes abiertos (comparados con el periodo pre-ecuestre) asociados al uso del caballo y una estrategia de persecución de grandes tropillas. Es en estos ambientes donde su uso fue registrado por los cronistas (ver referencias Saletta 2015) creando la imagen de los Aonikenk como cazadores con boleadoras únicamente ecuestres.
La baja frecuencia de bolas en los sitios estratificados no puede ser interpretada como la ausencia de este sistema de armas, sino que se asocia con su pérdida en espacios abiertos. En este caso, la baja frecuencia de boleadoras en el registro estratigráfico no contradice la evidencia provista por las crónicas de viajes del siglo XIX, sino que es una evidencia de cómo los procesos de formación de ese registro -culturales y naturales- afectan la posibilidad de interpretación de los comportamientos humanos del pasado. De la misma manera, las evidencias escritas sobre sociedades cazadoras ecuestres que usaban boleadoras deben ser usadas con cautela, ya que también son producto de los procesos de formación propios de las fuentes escritas, por lo que deben ser incluidas en el análisis siempre con una evaluación crítica (Fiore 2004; Saletta 2015).
Estos datos evidencian la necesidad de un estudio más intensivo y extensivo de los sitios de cazadores recolectores postcontacto que no se base en la presencia de fauna y/o materiales europeos sino en fechados radiocarbónicos que ubiquen cronológicamente los sitios en este período. También se hace necesario un mayor énfasis en la construcción de conocimiento desde el punto de vista regional, que integre las evidencias de múltiples sitios, y, así, por lo tanto, poder identificar patrones en el uso del espacio y los ambientes por parte de los grupos cazadores-recolectores. A esto se debe agregar la creación de protocolos de publicación de datos que estandaricen la unidad mínima de publicación, a fin de hacer los datos comparables. Por último, es necesario crear expectativas desde la teoría arqueológica para el periodo postcontacto, que pueden, o no, estar basadas en modelos de origen etnohistórico.
Entonces, la evidencia presentada en este trabajo permite sostener que en los sitios postcontacto existe una continuidad en el uso de las puntas de proyectil, principalmente en ambientes de cañadones y lagunas. En el caso del uso de boleadoras, al no haber evidencia arqueológica -publicada-, su uso en ambientes abiertos sólo se ve sustentado por las fuentes escritas. Este es un pequeño aporte a la discusión sobre el Holoceno tardío y, en especial, el momento postcontacto.