Introducción: uniendo los barrios en torno al barrio
A finales de febrero de 1979, un diario de barrio creado por organizaciones vecinales en Hortaleza, Madrid, encabezaba su crónica local del siguiente modo1: “los Reyes visitaron Hortaleza. Como todos los años, la Asociación de Vecinos organizó la cabalgata de Reyes, que repartió ilusión y buen humor por todos nuestros barrios. Melchor, Gaspar y Baltasar […] tardaron tres horas en realizar todo el recorrido” (Pastor Muñoz 1986, 133).Se trataba del primer registro escrito del proceso de acción colectiva con mayor repercusión histórica en el vecindario, así como de la prueba de su emergencia como la cabalgata popular más antigua de las surgidas en Madrid desde aquel momento (Limón López 2015; Aragón y Rodríguez 2021)2. Transcurridos más de veinte años de organización combinada de la cabalgata por parte de la Junta Municipal del Distrito de Hortaleza y las asociaciones de vecinos, el Ayuntamiento modificó el itinerario y alentó la privatización del evento en diciembre de 2007, proceso frente al cual las asociaciones vecinales decidieron organizarla de forma autónoma, lo que llevó a la construcción del lema: “la cabalgata del barrio, la de toda la vida” (Limón López 2015, 295; “Cabalgata Participativa de Hortaleza” 2022).
La evolución de casi treinta años de organización de las cabalgatas había supuesto una transformación del discurso vecinal, que había pasado de la reivindicación de los barrios del distrito de Hortaleza al barrio asimilado a Hortaleza, de forma que la cabalgata vecinal apelaba al pasado y a la memoria para reapropiarse de un vínculo entre esta celebración, el arraigo y la identificación con un lugar considerado como propio, como su barrio. A su vez, esta práctica en forma de cabalgata ha reformulado la identidad vecinal hortaleña (Limón López 2015, 295) y ha permitido la emergencia de mecanismos de producción del barrionalismo en Hortaleza3.
Durante quince años este barrionalismo se ha visto reforzado y consolidado por diferentes prácticas vecinales. Dentro de estas, la cabalgata siempre ha sido un fenómeno central de agrupación, organización e identificación colectiva barrial, cuya importancia fue reconocida por la propia Junta Municipal del Distrito al establecerse como “evento de especial interés” (Sánchez 2020). Ni siquiera la declaración del Estado de emergencia provocada por la pandemia global de la covid-19 redujo su relevancia, sino que, a pesar de haber agudizado múltiples dimensiones de la vulnerabilidad de distintos espacios barriales en Madrid (Porras-Sánchez y Donati 2021), se ha visto reforzada como discurso autorizado de los itinerarios vecinales (Robles 2020 4; “Cabalgata Participativa de Hortaleza” 2022).
Así, se analiza cómo ha ido transformándose la contestación barrial en un lugar de amplia tradición reivindicativa en el área metropolitana madrileña y se cuestiona si es posible que se estén desarrollando nuevos procesos de identificación en los espacios públicos urbanos. Se observan los fenómenos históricos de construcción de significado local articulados a través de las relaciones entre agentes sociales y políticos arraigados en el territorio, y cuyo significado da sentido a sus experiencias cotidianas y formas de actuación social y política. Uno de los elementos centrales de aprendizaje y socialización en Hortaleza se ve encarnado durante el itinerario y los talleres de preparación de la cabalgata.
En el próximo apartado se esbozan algunos conceptos clave empleados en el análisis de las formas de identificación colectiva y de las identidades políticas constituidas en torno al barrio, y los mecanismos de socialización espacial e incorporación de este como elementos conscientes de esas formas de identificación. Posteriormente, se conceptualiza el barrionalismo como un enfoque de análisis desde el cual explicar la emergencia de las identificaciones colectivas en torno al imaginario de barrio, y cómo puede influir de manera innovadora en las formas de acción colectiva y en los imaginarios geográficos de referencia política.
En tercer lugar y con el fin de comprobar la validez heurística de dicho concepto, se mostrarán los datos analizados recabados del trabajo etnográfico y de entrevistas en profundidad realizadas durante cinco años alrededor de la cabalgata vecinal y participativa de Reyes de Hortaleza, así como durante los dos años siguientes a la declaración del estado de alarma provocada por la pandemia global de la covid-19. Finalmente, se discuten las premisas contrastadas en torno a la contestación barrial y en qué medida estas cabalgatas vecinales pueden estar redibujando la imaginación geográfica del barrio en Hortaleza; y, en último término, si el fenómeno del barrionalismo está surgiendo como un nuevo reto en la agenda municipal madrileña.
Procesos de identificación espacial: identidad y barrionalismo
El concepto de identidad es uno de los más complejos y conflictivos que existen en las ciencias sociales. Ha habido múltiples debates acerca de la aplicación del término, especialmente desde las teorías de los movimientos sociales, la sociología política o la psicología social (Calhoun 1994; Simon y Grabow 2010). La identidad es nuestra comprensión de quiénes somos según atributos individuales; además, remite a nuestra identificación como miembros de uno o varios grupos sociales (Van Stekelenburg, Van Leeuwen y Van Troost 2013). Múltiples estudios señalan la importancia de la identidad colectiva con respecto a la identidad de una persona como miembro de un grupo, lo que comparte con este o lo que implica para ella; también se han investigado los significados emocionales de la pertenencia al grupo y su potencial politización a través de una movilización del consenso y en busca de objetivos conjuntos (Klandermans 2002, 889; Limón López 2015, 105).
Por otra parte, se ha insistido en la conceptualización de las diferencias entre las consecuencias políticas de la identidad colectiva y la identidad colectiva politizada; esta implicaría una unión intencional autoconsciente de su representatividad política (Simon y Klandermans 2001, 323), que a menudo enfatiza las características culturales de ese grupo politizado, o desde la perspectiva de la movilización de recursos (Klandermans et al. 2014), más que las dinámicas y espacios productivos de los procesos de identificación. La importancia de estos también se ha destacado, especialmente en lo relativo a lugares de socialización cultural y su impacto en la creación de referentes simbólicos y de políticas identitarias de diferente alcance (Swidler 1985; Taylor y Whittier 1995, 174; Bernstein 1997; Polletta 2008; Bernstein y Taylor 2013). Por ello, desde la perspectiva aquí sugerida, se propone considerar la identidad como un proceso en disputa en el cual el lugar de socialización política es un elemento inseparable de la configuración de significados y la construcción de las identidades políticas.
Siguiendo a Melucci (1989 y 1996) , se subraya el carácter simbólico y de significación de la acción colectiva, e instamos a estudiar la protesta como un proceso de aprendizaje durante el cual se construyen formas de identificación política (Melucci 1989, 35-36; 1996, 49). Esta elaboración de un nosotros común tiene lugar mediante distintos ámbitos de socialización, donde el espacio desempeña un papel fundamental, tanto en la capacidad de construcción social de la realidad como en la potencialidad subversiva de generar múltiples lugares de contestación y apropiación (Limón López 2015, 93). La identidad política es así entendida como un diálogo, una articulación en conflicto y negociación de diferentes formas de identificación y representación política; “el punto de encuentro o de sutura entre, por un lado, los discursos y prácticas que intentan interpelarnos, hablarnos o ponernos en nuestro lugar como sujetos sociales de discursos particulares y, por otro, los procesos que producen subjetividades, que nos construyen como sujetos susceptibles de decirse” (Hall y Du Gay 2003, 20). Ello no significa que todos esos procesos de construcción de subjetividad sean simétricos en términos de influencia ni que sean considerados igual de importantes por todos los actores políticos implicados en la construcción de identidades colectivas y de procesos de identificación, sino que las identidades se generan a través de la práctica contestataria como un encuentro o diálogo en común, como sucede en los barrios.
El barrio permite ahormar diferentes prácticas de producción de sentido y de seguridad ontológica, en la medida en que territorializa diferentes órdenes morales vinculados a lo popular y simbolizados espacialmente (Sack 1999, 42; Gieryn 2000, 472; Gravano 2005, 54). Es en estos lugares donde proliferan los espacios seguros y libres que garantizan cierto respaldo y cobertura a la contestación, como clubs, bares, parques, itinerarios callejeros o plazas, convertidos en sitios de socialización política, de subversión cotidiana y de reconocimiento público; a ello hay que sumar la importancia que tienen los eventos festivos en la construcción social de las emociones y cómo estas influyen en la acción colectiva (Evans y Boyte 1986; Scott 1990; Fantasia y Hirsch 1996; Gamson 1996; Goodwin, Jasper y Polletta 2001, 13; Polletta y Jasper 2001; Tilly 2005; Limón López 2015, 104-106).
Si la identificación implica un reconocimiento recíproco del origen o las características compartidas de manera colectiva que supone algún tipo de solidaridad o lealtad grupal (Hall y Du Gay 2003, 15), en este análisis se observa cómo esa identificación produce cierta diferencia a partir de una socialización espacial aprendida y arraigada a través de la experiencia barrial (Limón López 2015, 268). Se entiende por socialización espacial el “proceso a través del que los actores individuales y las colectividades son socializados como miembros de entidades territorialmente delimitadas y adoptan formas específicas de pensamiento y acción” (Paasi 2007, 15, citado en Lois 2009, 200). Se analiza así el proceso de socialización espacial vinculada al barrio, y las transformaciones y redefiniciones de los órdenes sociales en relación con los cambios desarrollados sobre dicho lugar, así como en la imaginación geográfica y sociológica de las personas y grupos insertos en este, cuyas representaciones públicas del barrio se verían encarnadas en prácticas cotidianas con significado político (Gravano 2003, 242; Lorenzi 2008; Limón López 2015, 268-269).
La palabra barrio tiene varias acepciones. Primero, es una delimitación administrativa que engloba varias barriadas y que, junto con otros barrios, constituyen un distrito; en este sentido, las delimitaciones administrativas de barrio, barriada y distrito son demarcaciones institucionales. En segundo lugar, y aunque lleve a confusión, la palabra barrio se utiliza en ocasiones como sinónimo de distrito e incluso de vecindario. En tercer lugar, es una articulación ideológica que tiene una connotación de contestación y agencia política difícilmente delimitable, puesto que encarna un significante de disputa o protesta desde abajo no circunscrito a un lugar particular, sino más bien a directrices políticas vinculadas a formas de acción colectiva contrainstitucional. Finalmente, está el significado de barrio como espacio social constituido alrededor de un sentido del lugar propio y delimitado en torno a cuestiones de clase social, experiencia cotidiana y socialización territorial; esta acepción es la mayoritaria entre los movimientos vecinales que proyectan el barrio como una escala protagonista en la contienda política y, por supuesto, es el significado preeminente en las prácticas barrionalistas (Limón López 2015, 269; 2018).
Así, una identidad política se configura alrededor del barrio, entendido como una construcción socioespacial que integra distintos referentes ideológicos, representaciones, valores y prácticas dentro de un campo de disputa; de este modo, se producen diálogos entre prácticas de identificación territorial los cuales derivan en una identidad colectiva barrial que llena de significado la representación política y el imaginario de barrio a partir de la cabalgata (Limón López 2015, 269). El barrionalismo, entonces, es un tipo de identificación basada en un reconocimiento de horizontalidad social con respecto al otro, en una aceptación compartida de un origen común y, finalmente, en una delimitación espacial generalmente aceptada alrededor de un territorio reconocido y nombrado como propio, subsumido en la noción de barrio; parcialmente asemejado al concepto de comunidad imaginada (Anderson [1983] 2007), emerge como una práctica política construida por oposición a la delimitación administrativa barrial, así como a la espacialización urbana basada en distritos, definida en términos de residencia, orígenes comunes y práctica cotidiana de ese espacio considerado como barrio (Limón López 2015, 270).
Aunque en los años setenta las movilizaciones urbanas fueron capaces de convertir algunos espacios públicos poco visibles en la escena política -como los barrios- en ámbitos protagonistas del conflicto y el debate públicos, ello se hizo a partir de una serie de reivindicaciones relacionadas con las necesidades básicas que fueron incluidas en la agenda municipal en sentido amplio (Castells 1987 y [1974] 1991; Walliser 2003; Jiménez Romera 2013). El asistencialismo municipal y la reforma local, así como las transformaciones realizadas a instancias del crecimiento de la planificación urbana, parecieron dibujar la ciudad como un espacio público unitario sujeto a las regulaciones institucionales municipales, lo que oscureció el protagonismo de esos otros espacios públicos urbanos. En el caso madrileño, la presencia de los barrios en la agenda municipal se redujo de manera progresiva durante los años ochenta y principios de los noventa, para volver a la arena política paulatinamente de un modo diferente al anterior (Martínez López 2005; Castells 2008; Uceda Navas 2017; Barañano Cid y Domínguez Pérez 2018); el elemento de solidaridad comunitaria y socialización espacial vecinal se reforzó durante el periodo de la pandemia global provocada por el coronavirus (Porras-Sánchez y Donati 2021).
Dentro de las dinámicas de articulación identitaria se ha destacado la oposición entre la producción de categorías formales por parte del Estado y otros procesos de configuración identitaria centrados más en elementos comunitarios y emocionales (Brubaker y Cooper 2000, 20). En este sentido, se otorgó protagonismo al patrimonio y a los espacios de interacción cotidiana, y los actores institucionales comenzaron a interactuar con nuevos actores vecinales que recuperaron el barrio como imaginario social y político de referencia en la deliberación y pugna por el espacio público; de este modo, lo convirtieron en el epicentro de sus demandas y comenzaron a desarrollarse formas de subjetividad e identificación colectiva arraigadas al espacio barrial.
En el estudio aquí analizado, el hecho de que se pasase de hablar de cabalgatas de “los barrios” a la cabalgata “del barrio”, mediante un tipo de imaginación geográfica que resignificaba la memoria colectiva de un pasado rural de Hortaleza previo a su integración al núcleo urbano de Madrid, ilustra en buena medida cómo se ha ido configurando dicha representación alrededor del barrio como imaginario de contestación vecinal y resistencia a las meras delimitaciones institucionales de los barrios administrativos de los distritos de la ciudad; esto ha dado pie al debate acerca del tipo de movilización vecinal que se estaba reconstruyendo en las últimas décadas. Es más, Hortaleza es otro lugar en el que, como sucede en Vallecas o Villaverde, se apela al barrionalismo de forma expresa para distinguirse de otros lugares por la reivindicación que para sí hace del territorio del barrio ligado a ese reconocimiento comunitario. En el caso hortaleño, este significante de barrionalismo permite distinguir la identificación y el reconocimiento de sentido de pertenencia al barrio de la adscripción administrativa del distrito5.
En algunos casos, estas formas de solidaridad y representación política alrededor de un lugar de socialización primaria han supuesto la consolidación de una identidad política en torno al barrio que sitúa dicho ámbito como escala principal de referencia política a través de prácticas aquí conceptualizadas como barrionalismo. Uno de los lugares en los que esta movilización vecinal ha tenido un impacto creciente en la agenda pública municipal madrileña es Hortaleza, donde la organización de la cabalgata popular de Reyes organizada por los vecinos y vecinas ha impulsado la resignificación del barrio y la emergencia de esa identidad política. No en vano cabría preguntarse: ¿por qué las reivindicaciones expresas de barrionalismo se dieron por primera vez durante la recuperación de las cabalgatas populares en el territorio hortaleño como oposición a la adscripción administrativa del distrito y frente a la privatización de su gestión en Hortaleza por parte del Ayuntamiento de Madrid?
Metodología
Para responder la pregunta anterior, se realizó un trabajo de campo de cinco años en torno a la organización y el desarrollo de la cabalgata, así como durante su realización el año posterior a la pandemia global provocada por la covid-19. La metodología utilizada es el estudio de caso con enfoque cualitativo, ya que, en este trabajo, priman los elementos simbólicos, los significados, las experiencias subjetivas y las representaciones políticas, y los contextos son esenciales para los actores sociales entrevistados (Marsh y Stoker 1997, 145 y ss. ); en otras palabras, se trata de un estudio de caso instrumental o extendido (Burawoy 1991):
un caso particular (o dos) examinado principalmente para plantear una cuestión o plasmar una generalización […] El caso también es visto en profundidad, y el escrutinio de sus contextos y sus actividades ordinarias son bien detallados, por la ayuda que proporciona al perseguir un interés externo […] planificando la investigación para mostrar la convergencia entre intereses empíricos y teóricos. (Denzin y Lincoln 2005, 450)
Por otro lado, se recurre a la interdisciplinariedad en el análisis del estudio de caso ampliado para responder a las necesidades de interpretación múltiple de las investigaciones cualitativas (Ragin 1994, 85).
Se ha procedido a una combinación de técnicas de investigación, no solo por exhaustividad y profundidad, sino por la posibilidad de articular diferentes formas de pensar, analizar y explicar distintos procesos en un mismo estudio; esto con el fin de aportar diversas perspectivas que proporcionen equilibrio o una alternativa de validación, lo que aporta credibilidad, transferibilidad, transparencia, contraste, responsabilidad y validez (Hay y Cope 2010, 348). Las fuentes de información utilizadas para la obtención de material empírico y su posterior análisis fueron cinco entrevistas semiestructuradas realizadas mediante el muestreo bola de nieve a agentes clave en la organización y participación en las actividades vecinales vinculadas al desarrollo de la cabalgata de Hortaleza6. Asimismo, se desarrolló trabajo etnográfico mediante observación participante tanto en los talleres vecinales de preparación de las cabalgatas como en el evento durante el periodo señalado. Finalmente, también se ha hecho uso del análisis documental a partir de fuentes normativas, legislación y planes de ordenación urbanística ligados a la regulación y el planeamiento urbano en relación con el desarrollo de dichas formas de participación política vecinal y/o con la reestructuración barrial del espacio en que se centra este estudio; así mismo, de planos cartográficos institucionales y material de archivo histórico perteneciente a la Junta Municipal del Distrito de Hortaleza y, en última instancia, de documentos e itinerarios procedentes de las propias asociaciones vecinales.
La interpretación del material empírico se ha realizado a partir del análisis cualitativo de contenido y de las líneas metodológicas del análisis crítico del discurso, según el cual “todos los objetos y prácticas tienen un significado […] contextual, relacional y constituido por un orden que es subvertido” (Howarth 2005, 39). El enfoque del análisis de contenido es especialmente pertinente en la investigación de la construcción de identidades políticas, las prácticas de la articulación hegemónica entre los discursos y las subjetividades particulares, el análisis de la transmisión de mensajes o símbolos políticos (López Noguero 2002, 173), la construcción de antagonismos sociales o el establecimiento de fronteras políticas (Howarth 2005, 47), como sucede en torno a la acción colectiva vecinal en Hortaleza.
La cabalgata como herramienta política: el barrionalismo en Hortaleza
Hortaleza es un distrito del noreste del municipio de Madrid, limítrofe con los distritos de San Blas, Ciudad Lineal, Barajas, Fuencarral-El Pardo y el municipio de Alcobendas (ver mapa 1), con una población superior a los 195.000 habitantes7. Formado por los barrios administrativos de Pinar del Rey, Canillas, Valdefuentes-Valdebebas, Piovera, Palomas y Apóstol Santiago (ver mapa 2), fue un municipio independiente de la ciudad de Madrid hasta su integración en 1949.
Fuente: Ayuntamiento de Madrid. https://www.madrid.es/UnidadesDescentralizadas/UDCEstadistica/Nuevaweb/Territorio,%20Clima%20y%20Medio%20Ambiente/Territorio/Mapas%20de%20dist%20y%20bar/16%20-%20Hortaleza/Distrito16-Hortaleza.pdf
Este lugar no solo es importante por los cambios administrativos en todo el distrito, sino que existen formas de contestación que sitúan a Hortaleza como un espacio vinculado al barrio y opuesto al distrito homónimo en un doble aspecto: por un lado, porque a partir de una tradición de movilización vecinal, en el contexto local desde los años setenta del siglo XX (Renes 2008; Del Río y Aparicio 2009; Obispo 2009), se ha generado una contestación creciente a los procesos de gentrificación y renovación urbana generados en Hortaleza desde su emergencia como punto de conexión entre el centro de la ciudad, el aeropuerto de Barajas y los recintos feriales de Ifema (Gea Ortigas 2002; Méndez 2002; López de Lucio 2019; De Santiago Rodríguez 2007; Barrado Timón 2010; Ynzenga Acha 2010; Muñoz Carrera 2011). Por otro, porque, a partir de la recuperación de la memoria barrial en torno a su condición periférica y la historia “rural” del lugar con anterioridad a su integración en el núcleo metropolitano de Madrid (Martín Roda 1999), se han ido produciendo diferentes formas de reivindicación y apropiación del espacio público como contestación a las regulaciones procedentes de los ámbitos institucionales (Castells 2008; Tienda Burgos, Anula Fernández y Pereyra 2009, 116), especialmente tras la consolidación de la Cabalgata de Reyes como una práctica participativa vecinal y un itinerario autogestionado y organizado desde la propia actuación vecinal en Hortaleza.
La Cabalgata de Reyes de Hortaleza es una movilización lúdico-festiva de cierta tradición para el distrito, celebrada desde finales de los años setenta conforme a la organización vecinal del momento y que fue avanzando hacia su progresiva institucionalización por parte del Ayuntamiento de Madrid, hasta su privatización y desplazamiento del itinerario tradicional en diciembre de 2007 (Limón López 2015, 295)8. Desde ese momento, la acción vecinal y el Ayuntamiento de Madrid entablaron un conflicto por la reapropiación y significación del itinerario de la cabalgata9; con ello, comenzó a darse la reivindicación de un espacio considerado como propio y con el cual se identifica el vecindario del barrio. Para este fin se llevaron a cabo diferentes prácticas políticas que han ido configurando una imaginación política barrionalista. De esta forma, todo el proceso de la cabalgata, desde su financiación hasta su organización, difusión y puesta en práctica en la víspera de Reyes, se ha convertido en un fenómeno social de primer orden en Hortaleza; no solo porque se realiza en oposición al itinerario oficial establecido desde las instituciones municipales (y todos los referentes que conlleva dicho recorrido), sino fundamentalmente porque se desarrolla una labor central de enseñanza, aprendizaje y práctica barrionalista, sobre todo a través de los talleres de preparación y la promoción del itinerario de la cabalgata como un recorrido de memoria barrial.
Talleres vecinales navideños: (re)creando reconocimiento y recordando el sentido
Los talleres de preparación de la cabalgata constituyen una herramienta fundamental de reconocimiento y producción de legitimidad del imaginario de barrio a través de este evento. Consisten en una serie de actividades programadas que se celebran entre el 29 y el 31 de diciembre en el parque Clara Eugenia, antiguo parque de inserción, que fue cerrado por el Ayuntamiento y posteriormente rehabilitado. Se trata de un antiguo ateneo, y las personas se organizan dentro de un ágora a modo de anfiteatro, con las asociaciones vecinales situadas en los márgenes, mientras los grupos de vecinos y niños interactúan en el centro. En él se realizan juegos infantiles, además de cuentacuentos, talleres de pintura, huchas populares, y se instalan puestos de comida, a través de lo cual se pretende poner en conocimiento del vecindario distintas prácticas y aprendizajes incorporados y desplegados posteriormente. Aunque están organizados por asociaciones vecinales, son abiertos a todo el vecindario, especialmente a los niños, para quienes se ponen en marcha diferentes juegos, así como distintas actividades lúdico-festivas o gastronómicas. De este modo, se congrega a múltiples colectivos alrededor de un evento asistencial para vecinos y vecinas del barrio, y se enfatiza la necesidad del trabajo colectivo para los niños o el entretenimiento de personas mayores. Además, sobresale el reconocimiento como colectivo político o grupo organizado, pues distintos actores hacen hincapié en “hacer barrio”, en el aprendizaje colectivo de cara a la organización vecinal barrial, cualquiera sea la forma en que imaginan o proyectan el barrio (Limón López 2015, 296-297). Como corroboraba una militante vecinal:
Da igual que sean cuentacuentos o talleres, pintacaras o torneos de fútbol. Lo que cuenta es que […] los niños construyen sus juegos, aprenden a participar colectivamente de las cosas del barrio. […] La gente se ha cansado del modelo-partido, pero para que haya alternativas a eso, para que haya asambleas y participación directa, hay que aprenderla. Y esto es una escuela de aprendizaje participativo y, después, de aprendizaje de lucha. ¿Si no aprendemos a jugar y trabajar colectivamente cómo vamos a luchar todos a una después? (Mujer activista, 28 años, Madrid, taller de la cabalgata en Hortaleza, 31 de diciembre de 2011)
Efectivamente, pese a que la organización y el reparto de folletos de la cabalgata los realizaron asociaciones vecinales concretas10, no se hace alusión a su colectivo particular, sino al barrio, a la naturaleza grupal de la implicación vecinal, al carácter popular de la cabalgata y a la identificación de esa idea barrial, la participación de los vecinos y el espacio practicado propuesto. En cualquier caso y a diferencia de lo que ocurre en otras movilizaciones, no se aprovechan la preparación y el recorrido para reforzar la identidad asociativa, sino el reconocimiento y los mecanismos de identificación barrial (Limón López 2015, 297-298). Como señalaba el folleto distribuido el 30 de diciembre de 2012 por parte de la organización:
¿Por qué una cabalgata participativa? Porque así fue desde el principio, una actividad hecha por y para los vecinos y vecinas. Porque no tiene sentido privatizarlo todo, convertir todo en negocio. Porque luchando por la cabalgata del vecindario queremos también animar las luchas por lo público: sanidad, educación, servicios sociales, el agua, etc. Porque las ciudades, los barrios, los pueblos, son de la ciudadanía. Porque preferimos que lo que se gaste quede entre los comercios del barrio. En definitiva, porque esta es la verdadera cabalgata de Hortaleza, la única, la de toda la vida […] El día 5, a las 18:00h comienza la CABALGATA con el siguiente recorrido: Mar Caspio, Mar de las Antillas, Santa Adela, Santa Susana, Santa Virgilia, Gregorio Sánchez Herráez, Avenida Barranquilla y finaliza en la Glorieta Charalá. (Plataforma Cabalgata de Hortaleza 2012)
Esta información tiene diferentes funciones. En primer lugar, pone en conocimiento de los potenciales participantes el recorrido de la cabalgata, justificado unas líneas antes apelando a la autenticidad histórica de tal itinerario. En segundo lugar, asimila la defensa de lo público con la redistribución social hacia las barriadas y, en este caso, con carácter preferencial para el barrio. Así, sirve también para diferenciar el discurso oficial sobre los barrios del distrito de la retórica empleada respecto al espacio barrial cotidiano; la cabalgata se erige entonces como símbolo de lo auténtico y de su carácter participativo y comprometido. El barrio proyectado también es particular, puesto que se diferencia a quienes participan de la vida de este (con independencia de si forma parte o no de una asociación) de quienes no, y se hace en términos de apego, solidaridad vecinal y autenticidad (Limón López 2015, 298).
El vínculo entre el barrio como espacio de “toda la vida” y la comunidad vecinal se rememora en estas actividades de organización de la cabalgata, así como en otros talleres y fiestas populares que tienen lugar desde finales de año y que remiten a la preparación, financiación y legitimación de la cabalgata, a través de diferentes conciertos o fiestas en locales asociativos que no solo recaudan, sino que recuerdan el significado de tal recorrido festivo. Además, la cabalgata es un modelo para diferentes actividades lúdicas que quedan al margen de la regulación institucional y de la que se encargan colectivos del barrio, o directamente los vecinos a título individual o en pequeños grupos, como las celebraciones que, durante la primavera y tras las fiestas municipales, distintas asociaciones y entidades vecinales llevan a cabo en el área que anteriormente constituía el núcleo del pueblo de Hortaleza. Cobran importancia los diferentes imaginarios esgrimidos alrededor de la memoria tradicional del barrio que han alimentado estos discursos y modos de identificación desarrollados alrededor de la cabalgata. Así, existen múltiples asociaciones vecinales registradas como entes de distrito, y que se identifican como asociaciones del barrio, que realizan talleres de artesanías o fiestas populares alrededor de la cabalgata, así como se hace hincapié en la cercanía vecinal de cualquiera que resida en el distrito hortaleño, pese a distinguirse entre sendos reconocimientos comunitarios, sea a nivel de distrito o de barrio. (Limón López 2015, 299)
En todo caso, la cuestión principal es el tejido barrial alrededor de actividades populares siguiendo la resignificación de la memoria de este espacio desarrollada en la cabalgata, o de diferentes prácticas de imaginación geográfica que lo sitúan en el centro de la agenda social y política; así se erige el barrionalismo como identidad preferencial. Además, se ha de considerar la oposición creciente al Ayuntamiento de Madrid por parte de estas asociaciones y la organización de la cabalgata, desde la convocatoria a modo de manifestación y reunión pública hasta saltarse múltiples prohibiciones por parte de esta entidad. Cuando desde el consistorio se prohibió el reparto de caramelos, confetis y explicaciones entre los vecinos que organizaban la cabalgata, mientras que se hicieron concesiones a otras cabalgatas vecinales como las de Carabanchel o Villaverde, el caso hortaleño fue visto como un objetivo político del mismo Ayuntamiento madrileño (Limón López 2015, 299-300). Esto resultó en una reafirmación por parte de colectivos e individuos a lo largo de dicha marcha (Sánchez 2014) que convirtió el itinerario en un recordatorio de lucha vecinal desde el barrio.
La cabalgata como itinerario de memoria barrial
La cabalgata vecinal de Reyes se celebra en Hortaleza desde 2008 de forma ininterrumpida. Inicia todos los 5 de enero a las 18 horas y reúne a buena parte del vecindario del distrito. El recorrido tiene objetivos políticos manifiestos y un impacto visible sobre la imaginación geográfica urbana. Dicho itinerario es un recordatorio y una práctica espacial que interioriza el barrio rememorado al que se alude, puesto que recorre la gran mayoría del antiguo municipio de Hortaleza, incluyendo viviendas de protección social del barrio administrativo de Pinar del Rey o de autoconstrucción de la Unidad Vecinal de Absorción de Hortaleza (ver mapa 3).
Asimismo, durante la marcha de las carrozas se produce una reapropiación continua del imaginario geográfico-discursivo que asimilaba el barrio a Hortaleza, y se hace una distinción nítida entre espacios de pertenencia a diferentes grupos sociales como razón para el establecimiento de dicho itinerario, tal como se repetía en la propia cabalgata (Limón López 2015, 300-301):
Ha habido follón, porque lo único que estaba claro era la UVA [Unidad Vecinal de Absorción] y San Lorenzo, pasando por la parte vieja. Había gente que quería ir por la parroquia de San Matías y la calle Mar de Japón [en realidad, esa es la parte más vieja y el núcleo del antiguo pueblo de Hortaleza], pero al final tuvimos que ir por el otro lado. Claro, mucha gente se queda fuera, pero es lo que hay. Es casi todo el barrio de Hortaleza, no todo, pero casi, es básicamente la cabalgata histórica; pasamos por el barrio, barrio, no por la Gran Vía de Hortaleza o Canillas. (Hombre activista en las asociaciones vecinales desde 1998 y encargado de la seguridad de la cabalgata, 35 años, Madrid, durante la preparación de la cabalgata, 31 de diciembre de 2011)
Como sucede con otros casos de cartografía crítica articulada desde los movimientos sociales (Canosa Zamora y García Carballo 2017; Reviglione 2020), el itinerario se legitima alrededor de la historia barrial, como acreditan las referencias a la autenticidad histórica del “barrio, barrio”, pero también en torno a una identidad de clase ligada al tipo de vivienda o las características sociodemográficas11; de ahí que se rechace pasar por la Gran Vía de Hortaleza, considerada eje de la renovación urbana hortaleña y, de alguna forma, “externa” al barrio. Por ello se mantuvo la continuidad del itinerario incluso en 2022 (“Cabalgata Participativa de Hortaleza” 2022). También se reivindica una identidad territorial preexistente que, además de resignificar la identificación con el carácter independiente del municipio hortaleño, divide territorialmente espacios de estructura social semejante, como pueden ser Pinar del Rey y Canillas. Paradójicamente, se produce una mecánica inclusiva no solo al hacer partícipe a toda persona que se acerque a la cabalgata, sino que se considera vecino a todo aquel que participe (como asistente, organizador u observador), aunque se trate de personas que vivan en otro barrio; se admite entonces su identificación con dicho espacio público a partir de su participación en el itinerario (Limón López 2015, 302).
El recorrido no es azaroso, sino que se planifica con el objetivo de resignificar la memoria espacial colectiva de las cabalgatas vecinales originarias. Si la memoria social es “un proceso continuo a través del cual los grupos sociales ‘mapean’ sus mitos de sí mismos hacia y a través del lugar y el tiempo, [que] […] si tienen lugar en dominios públicos, [acarrean] resultados bastante políticos” (Till 2003, 90), el itinerario es un proceso político que vincula la cartografía de la cabalgata a la lucha vecinal de los años setenta. Y ello tiene un efecto como recordatorio, y también por la puesta en valor de los recursos del barrio y de la identificación con este, debido a la necesidad de que una memoria colectiva sea compartida, transmitida y construida por el grupo (Halbwachs 2004), y también difundida y/o practicada. En este caso, se recorre un espacio concreto que es identificado como el barrio auténtico o lugar de referencia histórica de acuerdo a la preexistencia de una independencia o autonomía del municipio madrileño, lugar de lucha vecinal y escenario de las cabalgatas vecinales incipientes. En esta acepción, barrio es el territorio delimitado conforme a una memoria histórica de protesta donde la cabalgata tiene el papel fundamental de resignificación, recuerdo y demarcación de un imaginario autónomo y desligado de lo urbano; la cabalgata se asimila a una tradición específica del barrio, que aparece investido de elementos de ruralidad recordados durante el recorrido (Limón López 2015, 303):
Dicen que querían prohibir la cabalgata […] Para una tradición que tenemos que es nuestra, ¿también nos la van a quitar? Si la prohíben va a pasar como con los parquímetros, que los volaron… Esto es Hortaleza, no Madrid. Ya no es un pueblo, pero no está dentro de Madrid, y además la gente no se mueve del barrio […] es una vida apacible, propia, como de pueblo, que nos dejen tranquilos con la cabalgata. (Vecina de Hortaleza, 48 años, Madrid, entre el parque de Clara Eugenia y la parroquia de San Matías, 5 de enero de 2012)
Se trata de una representación sociopolítica de carácter popular y transversal a ciertas dinámicas de planificación institucional, o de cuya oposición a estas también surge una redefinición de la propia identidad colectiva del barrio, como se produjo en el año 2013. Aunque en Villaverde y Carabanchel también se organizaron cabalgatas el día 5 de enero por parte de los vecinos, estas tuvieron que realizarse en horario matinal, mientras que en Hortaleza se llevó a cabo a las seis de la tarde, al igual que la cabalgata oficial en el centro de Madrid. Durante el mes previo a la cabalgata, tanto la delegación del Gobierno como la concejala del distrito amenazaron recurrentemente con suspender su realización. Finalmente, y ante la oposición de las asociaciones vecinales y el respaldo de muchos de los comerciantes hortaleños, autorizaron la cabalgata a la hora fijada el año anterior. De este modo se convirtió en el único distrito que “rivalizó” con la cabalgata oficial, lo cual, al situarse frente a la propuesta municipal, impulsó cierto orgullo por el reconocimiento y la identificación hortaleña (Limón López 2015, 304-305):
Este año somos los únicos que lo hacemos a la misma hora que la cabalgata del centro, ahí estamos, Hortaleza […] Y la gente cada vez apoya más las cosas vecinales, ¿eh? Hace cuatro o cinco años era impensable, pero ahora todo el mundo se siente más parte de este tipo de iniciativas. (Hombre militante vecino de Hortaleza, 32 años, Madrid, parque Clara Eugenia, 31 de diciembre de 2011)
Dentro de ese apoyo creciente a los procesos vecinales, además del reconocimiento de la cabalgata como evento de especial interés por parte de la Junta Municipal del Distrito de Hortaleza (Sánchez 2020), se pueden encuadrar tanto la recuperación de las actividades económicas informales a escala de vecindario durante la pandemia y con posterioridad a los momentos más duros de esta (Morales 2022) como la aceptación del recorrido anteriormente referido como cartografía hegemónica del itinerario vecinal de la cabalgata participativa. En palabras de una de las responsables de la dirección de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid:
Esperábamos que se recuperase la actividad a pequeña escala en los barrios, como tiendas de toda la vida o panaderías y cosas así, pero lo que nos ha sorprendido es que después de todo lo que ha pasado con el coronavirus, la gente sigue teniendo claro cuál es la cabalgata que todo el mundo apoya, tanto en Hortaleza como en otros barrios de Madrid. (Mujer perteneciente a la FRAVM, 36 años, Madrid, sede de la federación, 26 de noviembre de 2021)
De esta forma, el barrio significado como un lugar cotidiano de apropiación vecinal contesta a las divisiones administrativas por parte de las instituciones locales o a las proyecciones de Hortaleza como nueva forma de territorio urbano -ya sea un proyecto de globalización urbana parcial, un distrito, un megabarrio, un megadistrito o un espacio interdistrital-. Emergen así diferentes mecanismos de legitimación barrial dentro de los cuales la cabalgata sería un elemento parcial que por sí sola no articularía ese vínculo vecinal; lo decisivo son el carácter popular y la memoria autónoma y rural de esos espacios.
Por un lado, la imaginación geográfica, en tanto forma en que individuos y colectivos se ubican a sí mismos en relación al espacio y el lugar que habitan y practican (Harvey 2000, citado en Johnston, Gregory y Smith 2000, 321), está centralizada en el barrio; se define en términos de memoria histórica que se retrotrae a la independencia hortaleña, pero cuyos límites son independientes de la barriada, de la categoría administrativa del barrio, del distrito o incluso del territorio anteriormente estatuido para el pueblo de Hortaleza, pues se articula a nuevas formas de territorialidad e identificación desplegadas a través de la cabalgata. Por otro lado, el refuerzo del barrionalismo y la escala barrial tiene lugar tras la reestructuración y gentrificación de la Gran Vía de Hortaleza, de los barrios y del distrito en su conjunto, al igual que la puesta en práctica de nuevas políticas urbanas que afectan al territorio o el desplazamiento de las actividades sociales a nuevos espacios, esencialmente el de la cabalgata, a un lugar liminal entre barrios, como es la Gran Vía de Hortaleza (Limón López 2015, 305-306).
Sin embargo, ese vínculo memoria - historia rural autónoma - lucha de clases fue encarnado en el imaginario y el territorio del barrio; no de los barrios administrativos, como en 1979, sino de uno que pretende recuperar el carácter identitario adscrito a la independencia de Hortaleza respecto de Madrid, como forma de legitimar la lucha vecinal y la organización autónoma frente a la reestructuración urbana municipal en el ámbito distrital. El conflicto se produce también cuando desde determinadas posturas se enarbola la bandera de la autenticidad originaria, puesto que además de recurrir a ciertos itinerarios que no siempre son reconocidos como históricos por los vecinos, la moralización del espacio percibido e imaginado como barrio es tal que, aun tratándose de gente asistente a la cabalgata, quien es considerado perteneciente al espacio barrial es fundamental en esa delimitación del territorio que implica la subjetividad barrial. De ahí que la cabalgata actúe como una herramienta, una práctica de significación y delimitación que recuerda el espacio histórico y legítimo detentador de las cabalgatas vecinales frente a la visibilidad de otros espacios del distrito que, excediendo los límites de seguridad ontológica y legitimación comunitaria, quedan al margen de toda inclusión posible en el movimiento vecinal hortaleño y en la categoría de horizontalidad comunitaria inserta en la práctica política del barrionalismo (Limón López 2015, 306-307).
Conclusión: el barrionalismo como nueva identidad política
En este trabajo se han analizado los mecanismos de identificación configurados alrededor del imaginario de barrio construido por las prácticas desarrolladas en Hortaleza mediante la cabalgata vecinal. Asimismo, se ha cuestionado cómo esa experiencia cotidiana de aprendizaje barrial es aprehendida como una identidad colectiva reseñable en la contienda política, de tal forma que se están configurando prácticas contestatarias insertas en lo que se ha denominado barrionalismo.
En primer lugar, Hortaleza es articulado como un imaginario barrial que evoca la independencia del municipio hortaleño con anterioridad a su incorporación al núcleo metropolitano de Madrid, a través de una cabalgata vecinal que recupera y rememora un pasado de lucha y autoorganización vecinal, aunque mediante la reducción de esa resignificación histórica a la mínima expresión del pueblo viejo de Hortaleza. Los preparativos e itinerarios de la cabalgata, así como los talleres vecinales de difusión de esta se despliegan y apelan simbólicamente a un lugar identificado como espacio cotidiano que retorna al terreno íntimo del territorio considerado o recordado como municipio viejo o pueblo hortaleño, asimilado al barrio de Hortaleza en clave de autoorganización vecinal y recuperación de la autonomía social y política que en su momento tenía como territorio independiente. Además, este imaginario de barrio es articulado como respuesta o actuación contrapuesta a las redefiniciones territoriales desarrolladas sobre el distrito hortaleño de manera simultánea a las dinámicas de gentrificación y renovación urbana, por un lado, y al énfasis dado por el Ayuntamiento de Madrid a los espacios de “excelencia”, situados en zonas limítrofes de barrios administrativos, por otro (Limón López 2015, 320-321).
En este sentido, se generan dos identificaciones con el ámbito de referencia de la experiencia y con la escala primordial de representación de los fenómenos sociales y políticos del barrio, o dos identidades vinculadas al barrionalismo, aunque en los dos casos se apela a la identidad popular y rural de un espacio anteriormente autónomo que legitima el territorio real o auténtico del barrio, si bien difieren parcialmente en los límites. En el caso de los actores sociales que reivindican de manera manifiesta ese carácter barrionalista (asociaciones y prensa, fundamentalmente), el barrio aparece como un “heredero” directo del territorio anteriormente delimitado por el pueblo de Hortaleza, con la incorporación de la UVA y algunas casas del parque de Santa María y de San Lorenzo. En el caso de la gran mayoría del vecindario que respalda y participa de las resignificaciones populares de la cabalgata, el apego a este espacio cotidiano se explica por la herencia histórica de independencia territorial, pero también por la memoria de contestación vecinal y de distinción socioestructural que ese lugar implica.
No en vano, el respaldo masivo de múltiples grupos de vecinos allende los límites del itinerario de la cabalgata remite a una solidaridad horizontal en términos de clase (o populares) y de actuación de colaboración entre vecinos que es excluyente con otros espacios barriales o distritales, fundamentalmente los que han sido renovados. En este sentido, puede decirse que, aunque la protesta vecinal no se ha llevado a cabo contra la reestructuración urbana propiamente dicha, la recuperación de la cabalgata ha instado a un “repliegue” hacia la autenticidad de un barrio heredero del carácter popular (y de alguna forma contrario a la “gran urbe” madrileña) del municipio independiente de Hortaleza. En esta segunda acepción de barrionalismo, la práctica cotidiana vecinal y las formas de acción colectiva analizadas apelan a un espacio que actúa como núcleo legítimo desde el que pensar los procesos y demandas vecinales -el barrio que anteriormente era pueblo-, pero que incluye otros espacios de interacción, producción y rearticulación similares. Desde esta perspectiva, la identificación o el sentido de identificación lugareña del barrio sumaría ese vínculo de clase y de interacción cotidiana a la preexistencia de independencia territorial como elementos esenciales simbólicos y prácticos del barrionalismo (Limón López 2015, 321-322).
En el caso aquí estudiado, la construcción de una identidad política está unida a la configuración de un sentimiento y un imaginario barrial particulares, que suponen la producción de mecanismos de protesta, contestación y reproducción de los significados políticos disputados, así como la redefinición de los significados y referentes políticos locales. Asimismo, está vinculada a las transformaciones históricas desarrolladas en Madrid en relación a Hortaleza, especialmente en cómo sus respectivos procesos de reestructuración urbana han pasado a formar parte del (o han influido en el) significado barrial hortaleño e interactúan con diferentes formas de movilización vecinal.
Las demandas hechas desde finales de los años sesenta no fueron solo una disputa referida a necesidades básicas de los vecinos situados en el barrio, sino que dichos agravios eran inseparables de la identificación con tales barrios y, por ende, con una construcción social de la realidad a través de estos, pese a que posteriormente fuesen integrados en una agenda municipal única (Limón López 2015, 322). Sin embargo, el movimiento vecinal ha retomado ese protagonismo del barrio, un espacio propio construido a través de prácticas rutinarias diarias y la atribución de significado mediante la experiencia cotidiana y los mecanismos de socialización espacial aprendidos, interiorizados y contestados desde el propio entorno, como sucede con la cabalgata vecinal. Se sitúa así dicho espacio público como referencia de una praxis política y una identidad colectiva en auge tras el “repliegue” a los espacios de socialización cotidiana -barrios, vecindarios y distritos- durante la crisis por la pandemia global de la covid-19.
Solo una profundización en los casos nos dirá si esta contestación barrial a través de las cabalgatas vecinales y otras prácticas de apropiación vecinal puede estar redibujando la imaginación geográfica y política, no solo de Hortaleza o de Madrid, sino de otros ámbitos urbanos y qué alcance puede tener. Todo ello daría pistas alrededor de la emergencia del barrionalismo en las prácticas sociales y políticas que estarían emergiendo en múltiples espacios públicos metropolitanos y, cuando menos, pudieran pensarse como un profundo reto a tener en cuenta en las prácticas políticas urbanas a escala global.