Introducción
Llama la atención el gradual interés de la academia por elucidar los engranajes de un proceso tan abstracto como lo es el perdón1. Su estudio es cada vez más amplio y han emergido preguntas con el fin de descifrar su papel en fragosos intentos de construcción de paz en países que han atravesado conflictos sociopolíticos armados (véanse, por ejemplo, Ferguson et al. 2007; Hamber 2007; Shaw, Waldorf y Hazan 2010). Esto se refleja en Colombia en el ámbito regional, donde se han venido desarrollando procesos de construcción de paz en los que el perdón ha adquirido un rol importante (véanse, por ejemplo, CEV 2019; Redacción Aularia 2018).
Por otra parte, actualmente existe un consenso sobre la definición de resiliencia entendida como un proceso dinámico en el que las personas son capaces de superar las situaciones adversas; este se encuentra mediado por la interacción entre las características personales, la familia, la comunidad, entre otras (Luthar, Cicchetti y Becker 2000). Específicamente, en las zonas más golpeadas por la violencia en Colombia han surgido estrategias de resiliencia comunitarias para afrontar el conflicto y sus consecuencias, como la exigencia de justicia y reparación, la búsqueda de desaparecidos, el uso del arte como medio de sanación, entre otros. No obstante, a pesar de que ambos conceptos han sido copiosamente estudiados, al situarse en contextos de conflicto sociopolítico en Colombia, aún no es clara la forma en que interactúan desde la mirada de quienes han vivido en carne propia la guerra. De hecho, al revisar otras investigaciones que estudian estos conceptos de forma separada, es posible advertir diferencias entre lo que allí se dice y la manera como las personas que han sido víctimas ven ambas categorías y su confluencia.
En paralelo, existen reflexiones y narrativas de experiencias que mencionan la resiliencia y el perdón, pero que no los correlacionan directamente (Redacción Aularia 2018; Zea Solano y Díaz García 2012). Así mismo, hay diversas investigaciones sobre los efectos benéficos del perdón como una estrategia que ayuda a sanar y a mirar hacia adelante, algunas en el marco del conflicto armado colombiano; sin embargo, no incorporan la resiliencia como objeto de análisis (Castrillón-Guerrero et al. 2018; Domínguez de la Ossa y Godín Díaz 2007; López-López, Pérez Durán y Pineda-Marín 2016). Adicionalmente, los pocos estudios que se encontraron son de carácter cuantitativo y no permiten una aproximación más fenomenológica a las conexiones entre perdón y resiliencia (Aguilar Monsalve et al. 2017; Crespo Rivera y Mercado 2020).
Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo de este artículo es explorar la concepción del perdón y de la resiliencia a partir de la perspectiva de las víctimas del conflicto armado en el municipio de San Juan Nepomuceno, Montes de María (Colombia). También, se busca dilucidar las conexiones (en caso de que existan) entre el perdón, la resiliencia individual y comunitaria, y los procesos de memoria colectiva que se han venido gestando en esta comunidad. Con este estudio esperamos contribuir a ampliar las concepciones de estas dos categorías, incorporando la visión y la experiencia de las víctimas, que no han sido estudiadas con suficiente profundidad en la producción académica que existe hasta el momento sobre el tema.
La estructura del artículo es la siguiente: primero, se abordarán las definiciones del perdón en procesos de construcción de paz y de la resiliencia en contextos de conflicto armado; segundo, se expondrá el contexto sociopolítico del espacio geográfico en el que se sitúa este artículo y la forma como las comunidades que habitan allí han desarrollado procesos propios de perdón y resiliencia; tercero, se explicará la metodología y el curso de análisis que se usó durante la investigación de la cual se desprende este artículo; cuarto, se describirán los resultados, es decir, las categorías encontradas, que son acompañadas por fragmentos de las entrevistas que dan soporte a cada una de ellas; quinto, se discutirán los resultados, ahondando y contrastando lo que se halló con la bibliografía referenciada; por último, el sexto apartado contendrá las conclusiones y los alcances.
Perdón y construcción de paz
En los últimos años han aparecido varias teorías sobre el perdón. A medida que el campo de estudio crece, se ha logrado circunscribir su definición, diferenciándolo de conceptos como excusar, justificar, olvidar o reconciliarse. En este sentido, hay un consenso entre los teóricos del perdón, que lo definen como un cambio prosocial en pensamientos, emociones, motivaciones o comportamientos (Worthington y Wade 2020). Autores como Wenzel (2020) proponen que perdonar no siempre significa absolver al otro del castigo. Muchas personas pueden tener una idea de justicia que no necesariamente desune lo que pueden considerar como “lo que el otro se merece” y el perdón. En este caso, la víctima no renuncia al derecho de culpar al responsable de la transgresión; de hecho, infligir al responsable un castigo que es justo, desde el punto de vista de algunas comunidades, va de la mano de alternativas de justicia tradicional (que es punitiva y retributiva), y puede traducirse en medidas de reparación y restauración, lo que promueve el perdón. Esto quiere decir que un castigo justo emerge de la justicia restaurativa.
Lo anterior puede equipararse parcialmente a la postura del perdón decisional, en el que la persona decide no tomar venganza hacia quien causó el daño y, en cambio, lo concibe y trata como alguien valioso, a pesar de juzgarlo como responsable (Worthington y Wade 2020). De manera similar, se han desarrollado reflexiones en torno al perdón que parten del modelo condicional, el cual lo entiende como la liberación de una deuda; quien ocasionó el perjuicio debe cumplir con ciertos requisitos para poder ser perdonado, como mostrar arrepentimiento, pedir perdón o no repetir los hechos. Una vez se cumplan estos requisitos, la deuda queda saldada (Nelkin 2013).
En una línea distinta, está el modelo de perdón como distanciamiento emocional, el cual establece que las experiencias de pedir perdón están cargadas emocionalmente, en parte porque las transgresiones morales generan malestar emocional que derivan en consecuencias conductuales. El perdón cambia las dinámicas sociales gracias a que tiene un poder reparador, por lo que se altera también la disposición de la víctima a comportarse de x o y manera ante el responsable. Así, el perdón ayuda a distanciarse de las emociones generadas por la transgresión (Amaya 2019). Esta postura se asemeja al perdón emocional presentado por Worthington (2020), que arguye que al perdonar se reemplazan emociones negativas por emociones positivas, y este cambio emocional incide en la motivación, incentivando a la víctima a considerar actitudes y comportamientos menos retributivos.
Por su parte, Warmke (2016) , así como Pettigrove y Enright (2023), proponen que el perdón puede convertirse en un medio para que se genere un cambio en las dinámicas de interacción entre una víctima y un responsable. Ser víctima, por ejemplo, otorga derechos que moldean las actitudes y acciones hacia los responsables -culpar, resentir-; cuando se perdona, se renuncia a esos derechos. Esta alteración en las normas de interacción puede figurarse como un puente sólido para facilitar procesos adelantados por entidades como las comisiones de la verdad, que abren diálogos entre responsables y víctimas para reconstruir los hechos, esclarecer la verdad y reconciliarse, pero además permean la toma de decisiones concernientes a acciones en pro de la construcción de paz (Warmke 2016).
El papel que se le concede al perdón en los discursos y las acciones en pro de su ocurrencia requiere de esfuerzos para lograr acercarse a las víctimas y a lo que ellas entienden por perdón, pues existen variaciones considerables en las percepciones y actitudes al respecto entre víctimas de un mismo conflicto. Esto a pesar de que el perdón se ha posicionado como un proceso con connotaciones positivas para aportar a la paz en contextos donde ha habido, o aún hay, conflictos sociopolíticos y armados (Baskin y Enright 2004). Ejemplo de esto es Irlanda del Norte, donde el perdón era considerado como sinónimo de impunidad (Ferguson et al. 2007), ya que las víctimas residentes en áreas cercanas al conflicto estaban menos dispuestas a perdonar, contrario a personas que vivían más alejadas. Por su parte, en África del Sur se promovió el perdón desde la Comisión de Verdad y Reconciliación, pero muchas de las personas que testificaron expresaron sentir que las disculpas reiteradas por los responsables eran poco claras y que sentían que se promulgaba una “reconciliación falsa”; además, se tenía una expectativa constante de que ellos, como víctimas, perdonarían (Chapman 2007).
Por tanto, es importante explorar la percepción directa e indirecta de las víctimas sobre lo que para ellas significa el perdón y lo que supone promoverlo como práctica casi que indispensable, puesto que, teniendo en cuenta los estudios previamente mencionados, esto puede variar, incluso en víctimas de un mismo contexto geográfico. De igual manera, una buena parte de la producción académica prominente sobre perdón está enfocada en el tipo de perdón interpersonal, lo que deja por fuera escenarios donde no siempre hay relaciones cercanas entre víctimas y victimarios. En consecuencia, estas investigaciones no amalgaman la coexistencia de distintas concepciones del perdón en una misma persona o comunidad.
Resiliencia y conflicto armado
La mayoría de los psicólogos que han estudiado la resiliencia coinciden en que esta es una respuesta adaptativa, que surge cuando una persona se enfrenta a condiciones adversas o de riesgo. Sin embargo, no se ha determinado si se trata de un resultado o de un proceso, si es un atributo de la personalidad inherente a cada ser humano en tanto ser biológico y social que está a la espera de ser activado por factores internos o externos, si es un aspecto que depende de la forma en que se responde a situaciones externas potencialmente peligrosas o si es producto de la interacción entre un individuo y el ambiente (Piña López 2015).
A pesar de este disenso, una de las definiciones adoptadas actualmente entiende la resiliencia como un proceso dinámico que tiene como consecuencia la adaptación positiva de las personas (Luthar, Cicchetti y Becker 2000). Esta postura tiene tres componentes: el primero se relaciona con la noción de la adversidad, es decir, las definiciones subjetivas y objetivas de esta, y la identificación de la naturaleza del riesgo; el segundo, referente a la superación de la adversidad o adaptación positiva, cuando el individuo es capaz de superar las situaciones hostiles y logra alcanzar los hitos de la etapa del desarrollo en la que se encuentra; el tercero se asocia con el proceso, el cual descarta el concepto de resiliencia como un atributo individual y lo incorpora al contexto social del individuo (familia, escuela, comunidad) que le permite desarrollarse plenamente (Melillo y Suárez Ojeda 2002).
En Colombia, como consecuencia del conflicto armado interno y a partir de la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras de 2011, se inició una serie de esfuerzos por parte del Estado y de la sociedad civil para reconstruir la memoria alrededor del conflicto armado, por ejemplo, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Alineado a esto, surgieron iniciativas como el Programa de Atención Psicosocial y Salud Integral a Víctimas (Papsivi), o programas para la promoción de la reconciliación, que es el caso de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a Víctimas (Uariv), acompañados de un autoagenciamiento por parte las comunidades para generar estrategias de sanación, acompañamiento mutuo y reconstrucción del tejido social.
Este conjunto de contingencias es considerado en crecientes investigaciones que intentan comprender las consecuencias de la violencia en la salud mental y las estrategias de afrontamiento y resiliencia que han adoptado las víctimas. Por ejemplo, hay estudios sobre el conflicto que han dado cuenta de las capacidades comunitarias e individuales para transformar las situaciones de violencia y sus consecuencias, tanto a nivel individual como social. En Soacha, municipio de Cundinamarca en Colombia, Caicedo Montejo y Ladino Herrán (2018) estudiaron cómo a través de la música, el teatro, las risas y el encuentro comunitario algunos jóvenes han contribuido a que su territorio deje atrás la violencia para volcarse en acciones que permitan trascenderla. Por otro lado, en una investigación llevada a cabo por Hewitt et al. (2014) con 677 víctimas del conflicto armado colombiano, los resultados de la escala de resiliencia de adultos arrojaron niveles moderados (61 %) y altos (32 %), y se encontró que las estrategias de afrontamiento más utilizadas eran aferrarse a sus creencias religiosas o esperar que todo se arreglara por su cuenta. Esto concuerda con otros trabajos, en los que se ha encontrado que la religión y el desplazamiento de las cargas hacia una divinidad son estrategias comúnmente utilizadas para afrontar situaciones difíciles (Ano y Vasconcelles 2005; Di-Colloredo Gómez, Aparicio Cruz y Moreno 2007).
Como el contexto en que se sitúa esta investigación es Montes de María, es clave comprender sus dinámicas en el marco del conflicto armado colombiano. Por esta razón, a continuación se hará una breve radiografía de la región, para después revisar algunos trabajos que arrojan luz sobre la resiliencia y el perdón en el territorio.
Contexto sociopolítico de Montes de María
En Colombia ha existido un conflicto armado interno desde hace más de cincuenta años. Según cifras del informe final Hay futuro si hay verdad (2022) de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), entre 1985 y 2018 se registraron 450.664 muertes a causa del conflicto, de las cuales la mayoría corresponden a civiles (90 %). Según estos datos, la mayoría de los responsables de homicidio han sido los grupos paramilitares (acusados de asesinar a 205.028 personas), seguidos por los grupos guerrilleros (122.813 víctimas) y, por último, los agentes del Estado (56.094 víctimas)2.
Una de las comunidades más afectadas por el conflicto ha sido Montes de María. Esta es una subregión del Caribe colombiano conformada por quince municipios, siete en el departamento de Bolívar (Maríalabaja, El Carmen de Bolívar, Córdoba, El Guamo, San Jacinto, San Juan Nepomuceno y Zambrano) y ocho en el departamento de Sucre (Ovejas, Tolú Viejo, Chalán, Colosó, Los Palmitos, Morroa, San Onofre y San Antonio de Palmito). Al oriente limita con el río Magdalena, al occidente con el golfo de Morrosquillo en el mar Caribe, al sureste con La Mojana sucreña, al suroeste con la ciudad de Sincelejo (capital de Sucre), y al norte con el canal del Dique y Cartagena. Según el informe Los Montes de María bajo fuego (2020), este territorio ha sido uno de los más afectados por el conflicto armado interno, lo que ha dado lugar a 3.919 homicidios, 153.734 personas desplazadas, 772 secuestros, 70 masacres, 8 tomas guerrilleras a municipios y 82.656 hectáreas de tierra abandonadas.
La violencia ha estado principalmente dirigida hacia la población civil, como resultado de conflictos no resueltos que se relacionan tanto con la disputa por el territorio entre diferentes actores armados (las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo [FARC-EP], las Autodefensas Unidas de Colombia [AUC] y las fuerzas militares del Estado), así como por cuenta de la inserción de economías extractivas e ilegales. Esto ha dejado graves daños en las comunidades, como la destrucción de las organizaciones existentes en el territorio, la pérdida de confianza y el resquebrajamiento del tejido social, lo que ha reducido las posibilidades tanto locales como regionales de desarrollo comunitario, social, económico y político (Villarraga Sarmiento y Salazar Morales 2020).
En términos de afectaciones psicosociales, estas han sido polimorfas y muy propias de su contexto. La forma en que han atravesado a las víctimas está mediada por las características del entorno, las historias de vida, y la importancia y el papel que la institucionalidad le ha dado a la problemática. Entre las consecuencias psicológicas encontramos altos índices de depresión, trastorno de estrés postraumático (TEP) y ansiedad, y unas menos notorias, que se expresan en la manera en que perciben y afrontan las dificultades o se establecen relaciones con otras personas en el futuro. Adicionalmente, como consecuencia del desplazamiento, el homicidio, las desapariciones forzadas y la violencia sexual, hubo una ruptura abrupta de la rutina cotidiana y la relativa serenidad de las formas de vida de las personas, que requiere de un trabajo constante para ser enmendada (Arango 2021).
Como respuesta ante esta situación, el Estado colombiano ha llevado a cabo diversas iniciativas en aras de esclarecer lo sucedido e impartir justicia. Un ejemplo emblemático fue lo ocurrido en 2012 durante el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos, cuando se propuso realizar un nuevo proceso de paz, que tuvo como objetivo articular a los diversos actores del conflicto con el fin de establecer acuerdos para la construcción de una paz estable y duradera (Gobierno de Colombia y FARC-EP 2016). Sin embargo, ya en varios rincones del país algunas de las comunidades víctimas del conflicto habían comenzado a generar espacios de apoyo colectivo. En el siguiente apartado se detallan estos espacios en el contexto montemariano.
Perdón y resiliencia en Montes de María
Hacer memoria de los hechos vividos se había convertido en una estrategia clave para reunir a las comunidades y compartir experiencias comunes, mucho antes de la firma del acuerdo de paz en 2016. La perspectiva de las experiencias individuales con relación a los hechos vividos, como consecuencia del conflicto y los escenarios para el esclarecimiento de la verdad, consolidó los procesos de memoria colectiva y memoria histórica (CNMH 2017). A estas continuas conversaciones sobre memoria y búsqueda de la verdad, se anudan los esfuerzos por impulsar procesos de reparación que tengan en su eje a las víctimas. En aras de lograrlo, el Gobierno y entidades como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) han empezado a implementar la justicia transicional que, en oposición a la justicia retributiva (que castiga a los victimarios del conflicto armado), busca “reparar el pasado violento de las víctimas” (Zea Solano y Díaz García 2012, 15) desde la investigación conjunta de la verdad, entre los actores del conflicto, las víctimas y la sociedad civil. De igual manera, se espera que esta medida promueva la interacción y el diálogo entre víctimas y victimarios, de tal forma que contribuya a los procesos de reparación. En este sentido, y de acuerdo con Zea Solano y Díaz García (2012), el perdón se contrapone al castigo y se entiende como un componente fundamental para la transición hacia una sociedad que está en constante búsqueda de la convivencia y la paz.
Lo interesante de la justicia transicional, que ha adoptado un papel clave en los procesos de construcción de paz en Colombia, es que incorpora tanto el perdón como la reconciliación en los procesos de reparación de las víctimas. También, estos procesos son percibidos como de resistencia por parte de las mismas comunidades y se vinculan al perdón. Ejemplo de esto son las Tejedoras de Mampuján, un proceso organizativo de mujeres provenientes del municipio Maríalabaja que tejen las memorias del conflicto en telares como estrategia de sanación. Gracias a este y otros esfuerzos, las tejedoras han logrado exponer su arte en distintos espacios e incluso recibieron el Premio Nacional de Paz en 2015 (Redacción Aularia 2018). Una de ellas explicaba que el tejer es un proceso que en sí mismo se convierte en una estrategia para reflexionar sobre la guerra y no olvidar, y les sirve para salir adelante porque viven “con la tranquilidad de haber perdonado” (Redacción Aularia 2018, 116). En esta misma línea, un líder social víctima de la masacre de Las Brisas, corregimiento de San Juan Nepomuceno, contó que llegó a las mesas de reconciliación en 2010 porque, después de años de albergar odio y resentimiento hacia sus victimarios, se dio cuenta de que esto solo lo estaba degradando a él. En el evento tuvo a los responsables frente a frente: “los escuché y les conté todo lo que significaron para mí esas muertes. Al final logramos reconciliarnos” (Redacción Aularia 2018, 114).
Otro ejemplo que ilustra la convergencia entre perdón y sanación colectiva es el Festival de la Reconciliación, que se lleva a cabo desde 2013 en el territorio montemariano. Allí se encuentran y dialogan víctimas con victimarios. A estos últimos se les pide que narren la verdad y ellos piden perdón. En el III Festival, por ejemplo, llevado a cabo en San Onofre en 2019, estuvieron, entre otros, los excomandantes Ubaldo Zúñiga e Ismael Manco, del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) ya desmovilizado, así como Uber Enrique Bánquez, alias “Juancho Dique”, exparamilitar de las AUC, quien le pidió perdón públicamente a una de sus víctimas, Rafael Posso (CEV 2019).
En una investigación realizada por Domínguez de la Ossa y Aleán Romero (2020) en la Unidad de Víctimas de Cartagena, se ratificó que para algunas víctimas del conflicto armado colombiano perdonar suponía una reducción significativa del estrés, puesto que se renunciaba a sentimientos negativos y provocaba el “alivio de las heridas” (2020, 71). Así mismo, en un estudio llevado a cabo en el Atlántico con mujeres víctimas de desplazamiento durante el conflicto armado colombiano, se halló una correlación positiva entre factores personales de resiliencia y disposición a perdonar (Crespo Rivera y Mercado 2020).
A partir de la definición de resiliencia hecha por Luthar, Cicchetti y Becker (2000) , como un proceso dinámico que tiene como consecuencia la adaptación positiva de las personas, sin concebirlo solamente como un atributo individual, sino también como una amalgama de factores que incluye en gran medida el contexto social, las estrategias expuestas de sanación y reconstrucción del tejido social en Montes de María arrojan luces en torno a la resiliencia de las personas en el territorio. De igual forma, se corrobora lo identificado en las investigaciones sobre resiliencia en el marco del conflicto armado en las que se refiere que elementos como el arte y el encuentro comunitario inciden en la adaptación positiva de las personas y en la superación de los hechos traumáticos (Hewitt et al. 2014; Caicedo Montejo y Ladino Herrán 2018). Más importante aún, pareciera que el perdón es un elemento central en los procesos de resiliencia de las comunidades.
Metodología3
El presente artículo sigue una metodología de carácter cualitativo, exploratorio, con un alcance descriptivo e interpretativo. El análisis de resultados fue hecho con base en la teoría fundada en datos (Hernández Sampieri, Fernández Collado y Batista Lucio 2010). Se realizó un muestreo no probabilístico tipo bola de nieve, por lo que la invitación a participar se hizo a un grupo limitado de participantes, para que esto permitiera la convocatoria de otros (Otzen y Manterola 2017). Inicialmente se entró en contacto con dos personas víctimas del conflicto armado en el municipio de San Juan Nepomuceno, se les presentó la investigación y la intención de invitar a otras personas a participar; de estas conversaciones se obtuvo el contacto de otras cuatro personas que aceptaron vincularse al proyecto. Fueron en total seis entrevistas semiestructuradas (a un hombre y cinco mujeres). A todos los entrevistados se les explicó que la investigación tenía la intención de entender lo que para ellos implicaban el perdón y la resiliencia. También se les informó sobre los aspectos más relevantes del proyecto, se aclaró que su participación era voluntaria y que su identidad permanecería anónima; esto se consignó en el consentimiento informado que firmaron. Además, se diligenció una ficha con datos sociodemográficos.
Procedimiento
Durante septiembre y diciembre de 2018 se hicieron cuatro visitas a la comunidad con duración de una semana a lo largo de cuatro meses. Las investigadoras conversaron con personas de la comunidad con el objetivo de conocer a profundidad su historia y su contexto. Al mismo tiempo, se visitaron los lugares de residencia de quienes aceptaron ser entrevistados. Allí, se inició una conversación tranquila, amena y sentida, en la que ellos pudieron expresar sus pensamientos respecto a los temas planteados.
Las entrevistas tuvieron como guía unas preguntas previamente elaboradas4 y su duración fue de dos horas aproximadamente; en caso de que fuera solicitado por los participantes, la conversación continuó por más tiempo. Cabe resaltar que cada entrevista se encaminó de acuerdo a los relatos que cada quien quiso compartir, esto con la intención de generar un espacio de cuidado colectivo, ya que los temas abordados podrían dar pie a que las personas contaran historias ocurridas durante o después de los hechos victimizantes sufridos y que para ellas son neurálgicas. De igual forma, luego de los encuentros, se mantuvo contacto con los participantes para brindar información sobre herramientas de autocuidado, en caso de que las entrevistas hubieran sido detonantes emocionales. También se organizaron sesiones de devolución de información a los participantes para discutir los resultados y las conclusiones obtenidas.
Análisis de resultados
El análisis de los datos se hizo con base en la teoría fundada en datos (Hernández Sampieri, Fernández Collado y Batista Lucio 2010), y se asignaron códigos en vivo por categoría y por dimensión. La estructura de la entrevista aplicada establece unas categorías teóricas preexistentes, provenientes del marco teórico en el que se sustentan los objetivos de la investigación: perdón, resiliencia y consecuencias del conflicto. Por otra parte, a partir de las transcripciones y del análisis a las entrevistas, surgieron categorías emergentes: programas de reparación estatales, intervención a víctimas y percepción de manifestaciones de arrepentimiento por parte de los victimarios, que figuran como una compilación de grandes ejes temáticos comunes en las entrevistas, las cuales nutren la interpretación de los resultados en conjunto con las categorías teóricas (ver tabla 1). Una vez establecidas las categorías de análisis, se extrajeron las dimensiones de cada una, es decir, vertientes de cómo estas se manifiestan (ver tabla 2).
Tabla 1. Números de códigos en vivo por categorías
Categoría | Número de códigos en vivo |
---|---|
Perdón | 42 |
Resiliencia | 79 |
Consecuencias del conflicto | 46 |
Programas de reparación estatales | 7 |
Intervención a víctimas | 14 |
Percepción de las manifestaciones de arrepentimiento de los victimarios | 9 |
Total | 197 |
Fuente: elaboración propia a partir de los datos obtenidos.
Tabla 2. Números de códigos en vivo por dimensión
Dimensión | Número de códigos en vivo |
---|---|
Condiciones para perdonar | 19 |
Concepción del perdón | 9 |
Consecuencias de perdonar | 5 |
Consecuencias de no perdonar | 9 |
Condiciones para la resiliencia | 14 |
Estrategias de afrontamiento individuales | 11 |
Estrategias de afrontamiento colectivas | 23 |
Comportamiento altruista | 7 |
Obstáculos para la resiliencia | 3 |
Concepción de resiliencia | 3 |
Unidad y apoyo familiar | 5 |
Unidad y apoyo comunitario | 13 |
Consecuencias psicológicas del conflicto | 17 |
Consecuencias del conflicto en la familia | 12 |
Consecuencias sociales del conflicto | 15 |
Consecuencias materiales del conflicto | 2 |
Percepción de la eficacia de los programas estatales de reparación a víctimas | 7 |
Acción con daño | 14 |
Percepción de las manifestaciones de arrepentimiento de los victimarios: negativa | 4 |
Percepción de las manifestaciones de arrepentimiento de los victimarios: positiva | 5 |
Fuente: elaboración propia a partir de los datos obtenidos.
Resultados
En este apartado se presentarán algunos fragmentos extraídos de los relatos5, en los que los participantes hacen mención a las categorías de perdón y resiliencia, y que permitieron elaborar las siguientes definiciones:
- Perdón: concebido como una decisión que depende de cada persona y de su forma de pensar. Significa subsanar las heridas y librarse de los sentimientos negativos sin olvidar los hechos del pasado.
- Resiliencia: capacidad que tienen las personas de superar las dificultades y situaciones traumáticas. Significa ver otras posibilidades a partir de lo poco o mucho con lo que se cuenta y fortalecerse para mejorar la calidad de vida.
A continuación se presentarán fragmentos de las entrevistas que permiten sustentar dichas definiciones.
Con relación al perdón, las personas lo definieron como una decisión voluntaria, es decir, que no puede ser forzada por terceros y que se convierte en una forma de subsanar las consecuencias emocionales del conflicto. En algunos casos, perdonar no es igual a olvidar: las personas resaltaron que aún recordaban los hechos, pero cambiaban las emociones negativas asociadas a ellos:
Para mí, el perdón es como la manera [en que] las personas subsanan las heridas que tienen. (O1, octubre de 2018)
Nosotros perdonamos, pero no olvidamos; el perdón es algo que no se obliga, el perdón es individual. (O2b, octubre de 2018)
Uno puede perdonar, pero no puede olvidar, ya me entiendes, o sea, que tú perdonas para no sentir odio, rencor con esas personas. (O3, noviembre de 2018)
Es una decisión que nosotros, quienes hemos pasado por situaciones dolorosas, tomamos en algún momento de la vida. (O5b, noviembre de 2018)
Algunos participantes identificaron diferentes consecuencias de perdonar, entre ellas, la liberación y el alivio de las cargas emocionales, así como el no sentir rencor u odio hacia las personas que les hicieron daño. Por otra parte, también se reconocieron consecuencias de no perdonar, como realizar actos de venganza hacia los victimarios, lo que podría afectar a familiares y a sí mismos, guardar sentimientos de odio y rencor, y coartar el crecimiento personal. Por ejemplo, entre las consecuencias de perdonar, se dijo:
Cuando tú perdonas y perdonas de corazón, quien te salvas eres tú […] el perdón beneficia más a quien lo da que a quien lo recibe, porque tú te liberas y vuelves a nacer, y vuelves a ser esa persona que eras. (O2b, octubre de 2018)
Perdonando ya uno queda aliviado, yo no tengo ese rencor contra nadie. (O3, noviembre de 2018)
El perdón es un sentimiento que nos conlleva a evitar rencores, a limpiar nuestro corazón […] nos lleva a trazarnos nuevas metas. (O5a, noviembre de 2018)
Entre las consecuencias de no perdonar, se mencionó:
Y yo que tenía ese odio, si yo ese odio que me estaba embargando lo materializo, ¿en qué me convierto? En un victimario […] si tú no perdonas, yo no estaría hablando con ustedes aquí, estuviera todavía vengándome… me estaría haciendo daño a mí mismo y le estaría haciendo daño a mi familia. (O2b, octubre de 2018)
Si tú no perdonas, vives todo el tiempo con odio, con rencor y no te [da] paz. (O3, noviembre de 2018)
El odio, la rabia, el rencor son emociones que lo que hacen es frenar nuestro futuro, nos hacen desviar de los planes. (O5b, noviembre de 2018)
Por su parte, los participantes explicaron la resiliencia como la capacidad que tienen las personas para afrontar situaciones difíciles. Esto les permite ver distintas alternativas en medio de las vicisitudes y hacer uso de los recursos, tanto propios como colectivos, para fortalecerse y cambiar las condiciones de vida individuales, familiares y comunitarias. En palabras de algunos de los participantes:
Una persona resiliente es la que convierte el dolor en fortaleza. (O2b, octubre de 2018)
Hay algo que se llama resiliencia y [significa] que tú debes seguir adelante a pesar de todas las situaciones difíciles […] La resiliencia es esa capacidad que tenemos los seres humanos de salir adelante a pesar de las dificultades y las situaciones traumáticas por las que hayamos pasado… es mirar también que hay otras posibilidades y es analizar con qué contamos, no mirar lo que hace falta, sino con qué contamos para seguir, y agarrarnos bien de eso poquito que nos queda y fortalecernos de allí para realmente cambiar nuestra vida y brindarle a los nuestros una mejor calidad de vida. (O5b, noviembre de 2018)
En esta misma línea, los participantes han desarrollado diversas estrategias individuales y colectivas/comunitarias para afrontar su propio proceso de resiliencia a partir de sus experiencias del conflicto. Entre las estrategias de afrontamiento individuales están contar a otros lo que pasó; hacer memoria de los hechos; recrear actividades que en el pasado hacían los seres queridos que fueron víctimas fatales del conflicto; acercarse a Dios para transferir las cargas que pueden derivar de los hechos victimizantes, como la culpa, el odio y el dolor, entre otros; encontrar actividades agradables que les permitan invertir su tiempo y energía, por ejemplo, cuidar las plantas, a las gallinas o salir de paseo.
Cada vez que tú cuentas haces memoria y cada vez que haces memoria te vuelves más resiliente; entonces, eso me ha ayudado a mí a fortalecerme como persona, como ser humano, para poder transmitir ese conocimiento y esas verdades a otras personas. (O1, octubre de 2018)
A todos dos [seres queridos] les gustaba la música, y si tú escuchas esa música que les gustaba, es hacerle un homenaje a esa persona, ¿me entiendes?, no es llorar por lo que le gustaba a él, todo lo contrario. (O2a, octubre de 2018)
Entonces el hecho de creer en Dios, el hecho de asistir a misa… y que de pronto Dios estaba hablándome a través de la homilía y me decía: “ese odio que tú tienes déjalo en mis hombros”. (O2b, octubre de 2018)
Uno no puede estar solo, uno tiene que buscar algo. Yo siempre le digo a la gente: “busquen hacer algo”. [Yo] me pongo a quitarle las hojas a las matas, eso te sirve de terapia, mi terapia es esa. El psicólogo mío fue[ron] Dios y la Virgen… esa fue la forma de afrontar mi dolor. (O3, noviembre de 2018)
Si te duelen [las experiencias] y la única forma de tratar de superarlas es esa, enfrentar… conocer los verdaderos motivos, ¿por qué pasaron? Hasta dónde los tuyos fueron o no fueron culpables, y entre más descubrí que no era culpable, que era un inocente, más descansé yo. (O4, noviembre de 2018)
Por otro lado, entre las estrategias de afrontamiento colectivas destacan el arte (dibujos, canciones, monumentos) y el hacer memoria (colectiva e histórica), que algunos consideraban como formas de resistencia. Los participantes usaron el acervo cultural montemariano y el encuentro con otros para llevar a cabo acciones que les permitieran exigir justicia y luchar contra el olvido de los hechos ocurridos durante la violencia. De ahí que, para ellos y ellas, sea importante poner sobre la mesa la verdad respecto a los acontecimientos, a través de textos elaborados en conjunto con instituciones estatales y no estatales. Sobre esto se dijo lo siguiente:
Ahora hicimos el lanzamiento de un libro, La masacre invisible, tenemos una página [web], la cual se llama la Asociación Luchadora por la Verdad y la Justicia. Ahí está todo lo que nosotros hemos venido haciendo, lo que son las conmemoraciones, el lanzamiento del libro. (O1, octubre de 2018)
[Vemos] el arte como un espacio también de confianza. Es una forma de contarlo con dibujos, canciones, con décimas, con poesías. (O2a, octubre de 2018)
Ese día nació una canción. Hay formas de cantar y [de] dibujar historias. Nosotros siempre hemos hablado de esta forma, nosotros dibujamos, cantamos y contamos para ser resilientes. (O2b, octubre de 2018)
Esto que estaba haciendo individualmente me estaba sanando, me estaba madurando el duelo. ¿Cuál fue la idea? Exorcizar el dolor, pero también hacer resistencia. (O2b, octubre de 2018)
Allí en el parque Olaya [en San Juan Nepomuceno] hay un monumento [que] le hicimos a esas quince víctimas, primero hicimos una placa y ahora la encerramos. (O1, octubre de 2018)
En este mismo sentido, llaman la atención la unidad y el apoyo comunitario. Los participantes mencionaron que trabajar en conjunto figura como una herramienta útil para sanar de forma individual y para reconstruir lazos comunitarios rotos por la violencia. Además, durante y después del conflicto, ha sido la comunidad misma la que ha acompañado a quienes lo necesitan; por ejemplo, compartiendo las estrategias que personalmente fueron útiles para superar los hechos. Así mismo, con respecto a la unidad y el apoyo familiar, varias personas entrevistadas expresaron que la escucha dentro del núcleo familiar y la participación conjunta en procesos contribuye a superar los hechos victimizantes. Con relación a la unidad y al apoyo comunitario, mencionaron:
Para nosotros poder sacar una sentencia tenemos que unirnos, porque más tarde nos damos cuenta que la guerra lo que quiere es fragmentar esos tejidos de los que yo estaba hablando para que no nos juntáramos, porque juntos somos fuertes […] Nosotros nos reconciliamos con los territorios, primero Mampuján y con San Cayetano, nosotros no nos odiamos con Mampuján y empezamos a trabajar de la mano. (O2b, octubre de 2018)
Brindarles de pronto consejos, ayuda psicológica… podemos darles un consejo de cómo nosotros hemos subsanado nuestras heridas desde nuestra experiencia […] Yo he asistido a muchos talleres de resiliencia, de fortalecimiento de víctimas, porque, cuando uno pierde a un ser querido, uno queda supermal y necesita ayuda de otras personas. (O1, octubre de 2018)
En cuanto a la unidad y al apoyo familiar:
La familia, el amor de la familia, la comprensión de la familia y a veces los regaños de la familia, pero sobre todo eso, el núcleo familiar, el que por lo menos se reúnan, y el “no hagas esto”, “mira que te está pasando esto” o “conversemos esto”, y si uno lloró, el otro pataleó, el uno y el otro hacemos lazos. (O4, noviembre de 2018)
Aprendimos a salir adelante, aprendimos a amar a nuestra madre más que a nada, y entre todos, porque aprendimos a luchar en familia. (O5a, noviembre de 2018)
Una forma de responder a la pregunta sobre la relación entre perdón y resiliencia es ver las condiciones que permiten que se presenten. En el caso de la resiliencia, los elementos que emergieron para superar los hechos difíciles fueron el acercarse a Dios, la comprensión de las causas y consecuencias del conflicto, el enfrentarse a los problemas, la voluntad, la fuerza, la disposición, las ganas y el tiempo. Un punto a destacar es la reparación simbólica, ya que, en palabras de un entrevistado, “nos va fortaleciendo y sanando a la vez” (O2b, octubre de 2018).
En el caso del perdón, solo un participante mencionó explícitamente que este puede ser un “don que da Dios para ser resilientes” (O1, octubre de 2018). No obstante, en los relatos es claro que perdonar es visto como una estrategia que permite disminuir algunos sentimientos negativos asociados a los hechos victimizantes y que no perdonar hace que estos sentimientos se mantengan, lo que puede afectar negativamente a la persona que los experimenta. Esto parece indicar que el perdón desempeña un papel muy particular en la resiliencia: no es considerado una estrategia necesaria para superar los hechos victimizantes, pero sí puede contribuir y facilitar que esto ocurra, en la medida en que permite, a quien lo otorga, deshacerse de emociones que causan dificultades personales, familiares y comunitarias.
Por otro lado, algunos de los entrevistados mencionaron que la resiliencia y la preparación, entendida esta última como la adquisición de estrategias y conocimientos acerca del conflicto, precedían al perdón; más aún, se manifestó que, antes de llegar a este y a la reconciliación, se debía tener ciertos procesos, tanto individuales como colectivos. Con respecto a estos procesos, los participantes hicieron referencia a la participación en espacios organizativos comunitarios, de memoria, entre otros:
Antes de llegar a una reconciliación, antes de llegar a un perdón, tú tienes que tener un proceso interno y un proceso con tu comunidad también. (O2b, octubre de 2018)
Yo digo que el perdón viene después de que tú te preparas, porque cuando sucedió el hecho, yo decía que no era capaz porque estaba herida, estaba muy herida, y después que iba pasando el tiempo y uno va como recibiendo esos conocimientos, ya uno cree que es capaz de perdonar. (O1, octubre de 2018)
Superar las cosas antes, porque si no las superas, no perdonas. (O4, noviembre de 2018)
Otras personas no consideraron el perdón como una estrategia indispensable para superar las consecuencias del conflicto, sino que más bien lo perciben como algo que depende de cada uno y de la forma como se desarrolla su proceso de duelo:
Eso es relativo porque todos no tenemos la misma forma de pensar, la misma opinión ni la misma forma de ver la vida. (O4, noviembre de 2018)
Por otra parte, cuando los participantes hablaban sobre el perdón y las circunstancias que lo facilitaban, se destacó el apoyo de familiares cercanos, entidades, instituciones o iglesias, el acercarse a Dios, y el tiempo y la disposición que, al igual que la resiliencia, aparecen como facilitadores del perdón y como formas de subsanar las heridas producto del conflicto. En cuanto al acercase a Dios como facilitador del perdón, señalaron:
Para uno llegar a perdonar necesitamos a Dios, primeramente, porque, si Dios no nos ayuda, no podemos perdonar. (O3, noviembre de 2018)
Esas personas yo algún día que las encuentre yo digo si las puedo perdonar. Yo digo que las personas pueden hacerlo, siempre y cuando busquen la fortaleza en Dios. (O1, octubre de 2018)
Con relación al apoyo familiar, los participantes dijeron:
Entonces, cuando mi mamá empezó a explicarnos, yo siento que a partir de ese momento fue como que entendiendo muchas cosas y eso me ayudó también a limpiar mi corazón. (O5a, noviembre de 2018)
Además, dentro de las entrevistas se pudo constatar que para ciertas comunidades y personas son indispensables algunas acciones. Por ejemplo, que los victimarios le pidan perdón a la naturaleza o que hablen y se enfrenten directamente con ellos.
Ellos dicen que no quieren un perdón, sino una confesión como tal, y que les confiesen ante los mamos [líderes indígenas espirituales], primero los hechos victimizantes que hicieron con estos indígenas en la Sierra, pero también que le pidan perdón a la naturaleza, a las aves, plantas y animales, que de pronto para nosotros es algo que no es muy común, pero para ellos eso es sanación espiritual. (O2a, octubre de 2018)
Las acciones que han estado llevando a cabo los participantes para enfrentar las consecuencias del conflicto, en especial las consecuencias psicosociales, son realizadas por ellos mismos. Esto ha contribuido al fortalecimiento tanto individual como comunitario; incluso han manifestado que “les ha tocado ser su propio psicólogo”, puesto que hay comprensión del otro y motivación por ayudar al otro que se deriva de las experiencias similares y compartidas.
Nosotros, los que sí hemos podido avanzar, estamos ayudando a esas otras personas a que lo hagan también. (O1, octubre de 2018)
Yo estoy trabajando para los demás, pero yo no estoy recibiendo un beneficio económico. (O2a, octubre de 2018)
No obstante, esta situación también se debe a la falta de iniciativas institucionales de calidad para el acompañamiento psicosocial en las comunidades. Algunas personas manifestaban que había ausencia estatal, y otras consideraban que las intervenciones psicológicas y los programas de reparación que sí llegaban al territorio eran en su gran mayoría insuficientes y generaban revictimización. Los siguientes testimonios aluden a la percepción de la eficacia de los programas de reparación a víctimas:
Nosotros más nunca hemos tenido ayuda psicológica del Gobierno, lastimosamente. Hasta ahorita que nos asociamos [en] la Asociación de Luchadores por la Verdad y la Justicia es que hemos sentido de pronto que ya las autoridades nos están prestando atención, que estamos pidiendo que nos manden ayudas psicológicas. (O1, octubre de 2018)
Los programas que existen para las víctimas no son realmente contribuyentes al desarrollo, porque son como pañitos de agua tibia para algo que realmente está fragmentado […] Una psicóloga en la sala no puede atender a cada quien; fue un homicidio, pero a cada uno lo tocó de manera diferente. Son cosas que no se pueden tratar en uno o dos encuentros con la familia ni en grupo […] El Gobierno cree que está funcionando, pero no están tocando donde deben tocar. (O5b, noviembre de 2018)
Todos esos programas, que si cumplen con su propósito, en realidad no lo hacen, pero te van sanando porque tú vuelves a contar. (O2b, octubre de 2018)
Las entidades quieren hacerse ver que están ayudando a las víctimas, van y montan tal, “que vamos a ayudar a las víctimas”, y montan una foto, pero solo es un día o una semana que lo están haciendo. (O1, octubre de 2018)
Así mismo, esto se extiende a organizaciones no gubernamentales e intervenciones de carácter investigativo que se dirigen a las personas de los territorios para recibir información y posteriormente realizar publicaciones sin hacer la debida retroalimentación. En ciertos casos, lo hacen solo por las remuneraciones económicas, sin vincularse a profundidad con las problemáticas de las personas ni realizar intervenciones de manera adecuada; como consecuencia, muchas veces no se concluyen los procesos de intervención psicosocial.
Les estuve comentando que muchas organizaciones también llegan, se aprovechan de las comunidades porque dicen que les van a ofrecer ayuda, a sacar un libro o a ofrecer un documental. Se van y no los volvemos a ver y no nos dejan evidencias, sino que nos dejan daños […] Hoy llegaron ustedes dos, pero mañana me van a mandar otras personas, no hay continuidad, o sea, se fractura un proceso, y cuando se fractura un proceso, es como si tú te fracturaras una pierna, un brazo, no puedes andar. (O2a, octubre de 2018)
Y vienen organizaciones y hacen documentales, hacen libros, se van y tú quedas olvidado. Otra vez fuiste utilizado, porque tú lo que esperas es que cada proceso te dé herramientas. (O2b, octubre de 2018)
Un punto importante en las entrevistas fue la percepción de las víctimas con respecto a las manifestaciones de perdón y arrepentimiento por parte de los victimarios. Aquí se encontraron opiniones polarizadas, ya que algunos participantes sienten que en realidad estas no son sinceras, sino que se hacen para cumplir con el protocolo y obtener beneficios:
Yo siento que ellos hay veces que los victimarios no lo hacen, porque yo he ido a muchas versiones libres y ellos te dicen: “no, yo les pido perdón a esas personas que de pronto les hemos causado ese daño”, pero tú le ves en la cara que no lo están haciendo de corazón porque les ves una sonrisa. (O1, octubre de 2018)
Nunca le he creído su arrepentimiento, no se lo creo porque lo único que a él lo motivó ese día que lo llevaran al campo fue para poder fugarse porque ya tenía la fuga preparada. (O4, noviembre de 2018)
Eso no es un arrepentimiento verdadero, eso es un protocolo para ellos obtener beneficios… ellos deben pedirle perdón a las víctimas para que la rebaja de pena sea favorable para ellos. (O5b, noviembre de 2018)
Contrario a esto, algunas personas manifestaron creer en la veracidad de dichas declaraciones. Esto se evidenció en los casos donde hay cierta empatía entre la víctima y el victimario.
Para nosotros es más importante una verdad que 100 años de cárcel y 1.000 millones de pesos. (O2b, octubre de 2018)
De ese hombre te puedo decir que sí le vi su arrepentimiento en la cara. En él vi que realmente está arrepentido de lo que había hecho. (O4, noviembre de 2018)
Discusión
Dentro de las definiciones del perdón, encontramos que para algunas personas participantes este concepto supone una decisión, mientras que para otras es un proceso. En el primer caso, los participantes hicieron alusión a que el perdón es un acto individual en el que se decide dejar atrás las emociones negativas asociadas tanto al hecho como al responsable. Esto último es importante porque parece concordar con la perspectiva de perdón decisional, desde la cual el perdón es entendido como una acción individual en la que el comportamiento de la víctima hacia el victimario ya no se centra en la búsqueda de venganza o la rabia (Worthington 2020; Wenzel 2020).
En esta misma línea, las personas que enfatizan en el perdón como un proceso coinciden en que, de una u otra forma, este contribuye a liberar los sentimientos negativos producto del conflicto. Esto concuerda con los resultados de la investigación de Castrillón-Guerrero et al. (2018), el modelo de perdón como distanciamiento emocional propuesto por Amaya (2019) y la postura de Warmke (2016) y de Pettigrove y Enright (2023), quienes concluyen que el perdón propicia un cambio en la actitud de la víctima hacia el responsable, de modo que se crea una especie de tránsito de emociones negativas a sentimientos de alivio. Esto también se relaciona con las consecuencias de perdonar, debido a que los participantes comentaban que al hacerlo “vamos a empezar a sentir un peso más liviano que nos va a permitir conquistar esas metas que en un momento nos planteamos” (O5b, noviembre de 2018). Sin embargo, con los resultados obtenidos no es claro si al perdonar la víctima renuncia a los derechos de resentir, como afirma Warmke (2016). Un punto a destacar a partir de las declaraciones de los entrevistados es que el perdón no significa olvidar, lo que encaja con la observación de Worthington y Wade (2020), para quienes el concepto de perdón debe distinguirse de otros como el olvido.
A partir de los resultados expuestos, las condiciones que las víctimas consideraban importantes con relación a los responsables, así como sus percepciones y actitudes hacia los procesos de perdón y reconciliación, permeaban en gran medida su decisión de perdonar o no. Parte de esto alude a la perspectiva de perdón como modelo condicional, el cual establece ciertos requisitos para que las personas perdonen (Wenzel 2020; Nelkin 2013).
Por otro lado, algunas personas consideraban que las manifestaciones de arrepentimiento de los responsables no eran honestas, sino que estaban impulsadas por un interés propio y no por un arrepentimiento genuino, mientras que otras creían que sí eran honestas. Aquí, la línea divisoria entre lo que es genuino y lo que no lo es parece desdibujarse, lo cual plantea retos de cara a esta forma teórica de entender el perdón. Por ejemplo, si dos víctimas de un mismo responsable perciben sus manifestaciones de arrepentimiento como honestas y deshonestas, respectivamente, ¿quiere eso decir que solo quien las percibió como honestas debería tener más razones para perdonar?; ¿eso significa que el victimario sí se ha arrepentido de forma genuina?; ¿ambas percepciones pueden coexistir? Esto también suscita la pregunta de si las personas se refieren a que deben existir las condiciones para pedir perdón genuino o arrepentimiento para poder perdonar, aunque no lo digan directamente.
Igualmente, el tiempo es un factor que resalta como subsanador de heridas; no obstante, se acompasa con estrategias de afrontamiento tanto individuales como colectivas que facilitan la resiliencia. Algunos de los entrevistados mencionaron que el espacio temporal entre el hecho victimizante y escenarios de reconciliación facilitaba la sanación de las heridas causadas por el conflicto.
El hecho de que algunas personas hayan concebido el perdón como una forma de distanciamiento emocional, mientas otras lo entendieron como un medio para saldar una deuda, deja por sentada la importancia de realizar estudios en comunidades diferentes de aquellas con las cuales habitualmente se trabaja, es decir, comunidades no weird6 -formas diversas de conceptualizar que se escapan a las discusiones académicas por el lugar y el contexto en el que se hacen-. Si bien en la teoría los modelos aparecen como opuestos (distanciamiento emocional y condicional), lo cierto es que posar la mirada en los participantes permite evidenciar que para las personas el perdón no tiene líneas divisorias tan tajantes y, por el contrario, ambos puntos de vista convergen en la realidad de la gente.
Con relación a la resiliencia, los participantes entrevistados resaltaron estrategias de afrontamiento individuales y colectivas (por ejemplo, el arte y los monumentos representativos) para superar las consecuencias psicológicas y sociales que les dejó el conflicto armado, así como la unidad y el apoyo comunitario. Por ejemplo, algunos destacaron la comprensión y el apoyo mutuo que se facilitaban por la resonancia de experiencias similares. Esto coincide con la definición de resiliencia propuesta por Luthar, Chicchetti y Becker (2000), que hace énfasis en el papel del contexto social, incluyendo a la familia y a la comunidad como partes fundamentales para la adaptación positiva de las personas y el pleno desarrollo personal.
Esto resuena con algunas experiencias en Montes de María descritas en el informe de la CEV (2019), testimonios recopilados por Redacción Aularia (2018) y en el trabajo de Caicedo Montejo y Ladino Herrán (2018). Allí, las personas adoptaron estrategias para afrontar las consecuencias de la violencia, por ejemplo, el arte y escenarios de construcción colectiva y de reconciliación.
Los procesos y las estrategias de afrontamiento y resistencia en San Juan Nepomuceno y Montes de María tienen muchos matices: la memoria colectiva, el diálogo constante y la cohesión comunitaria han sido clave para que ellos se definan más allá de ser víctimas. De esto se hace eco en los informes coconstruidos con la comunidad de Montes de María sobre conflicto armado, afectaciones y resistencias, como las dos propuestas del CNMH para visibilizar y reconstruir la memoria histórica y las iniciativas de resistencia de la comunidad de El Carmen de Bolívar, a partir del documento Un bosque de memoria viva, desde la Alta Montaña de El Carmen de Bolívar (2017), y las historias de las comunidades Las Brisas (Bolívar) y Tabaco (La Guajira), a partir del documento Del ñame espino al calabazo: objetos que despiertan memorias (2015).
Por su parte, los participantes de esta investigación no identificaron una relación de dependencia entre los procesos de perdón y resiliencia; aunque pueden coexistir, no se necesita el primero para conseguir el segundo. Ellos expresaron que entre las condiciones para tener resiliencia se encontraban la disposición, la voluntad, el tiempo, el enfrentamiento de problemas y la reparación simbólica. Estos resultados son de alguna manera similares a los hallados en el análisis hecho por Aya-Angarita (2012), en donde se destacan ciertos pilares de la resiliencia, tales como la introspección, la iniciativa y la reflexión. Podemos inferir que este proceso se alcanza a partir de mecanismos y capacidades individuales antes de llegar a tomar decisiones como perdonar o reconciliarse, sin desconocer que cada individuo tiene procesos distintos.
Conclusión
De acuerdo con las personas entrevistadas, el perdón constituye un recurso para disminuir los sentimientos negativos asociados a los hechos victimizantes. El concepto del perdón que se construyó a partir de los testimonios recolectados es de carácter amplio, por lo que es posible dilucidar una visión articulada de este proceso con otros que suceden a la par en la cotidianidad de las comunidades. No es gratuito que, por ejemplo, la definición construida incluya perspectivas que en la producción académica figuran como dispares (por ejemplo, perdón condicional versus perdón como distanciamiento emocional). La complejidad del concepto mismo y la necesidad de analizarlo parten de su confluencia en contextos de conflicto armado y de construcción de paz.
En cuanto al concepto de resiliencia, este sí se ajustó mucho más a las definiciones que se encuentran esbozadas en la literatura. Esto puede deberse a que el concepto, tal como se ha venido elaborando, incorpora diferentes dimensiones de la vida de las personas, es decir, tanto en el plano individual como en el colectivo.
Conviene subrayar, con respecto a la relación entre el perdón y la resiliencia, que el primero no fue entendido por los participantes como una condición necesaria e indispensable para la segunda. Esta última se encuentra atravesada por procesos de afrontamiento individual y colectivo que no necesariamente involucran al perdón. Sin embargo, descartar esta relación de forma inmediata podría no ser adecuado, puesto que las estrategias mencionadas por los entrevistados sobre lo que los ayudó a ser resilientes se alinea con las estrategias usadas para perdonar, e incluso con las consecuencias del perdón. En este sentido, en este artículo no se determina con exactitud una relación causal entre el perdón y la resiliencia (o viceversa), pero tampoco es posible negarla. Una hipótesis es que el perdón puede no ser una condición necesaria, pero sí contribuiría a facilitar los procesos de resiliencia.
Otro aspecto relevante que conviene subrayar es la incidencia que tiene el analizar y comprender estas dinámicas sobre la construcción de paz tanto en la región Caribe como en Colombia en el marco del posconflicto. Por ejemplo, los resultados y las reflexiones que afloran en este proyecto ponen de manifiesto las principales debilidades o deficiencias narradas por víctimas directas del conflicto armado sobre los procesos de reparación y reconciliación que se están efectuando. En este sentido, se invita a repensar y reestructurar las estrategias de construcción de paz y reparación que se han venido realizando en las comunidades víctimas del conflicto, de tal forma que cumplan con sus metas iniciales y favorezcan a la población, en vez de generar el efecto contrario.
Finalmente, el presente estudio es una apuesta para aportar a la producción académica sobre el perdón y ampliar el entendimiento de este a partir de las experiencias de personas víctimas de fuertes hechos victimizantes. Mantener la discusión abierta puede, además, ayudar a entidades gubernamentales y no gubernamentales en Colombia que abren espacios de perdón y reconciliación con víctimas del conflicto armado a que tengan en cuenta los contextos y los procesos individuales de las personas, para que así se desarrollen acciones y/o intervenciones conscientes y eficaces. Finalmente, es importante resaltar que este artículo contempla otras formas y estrategias más allá del perdón y la resiliencia que pueden contribuir a los procesos de sanación y reconstrucción del tejido social de las víctimas, las cuales se encuentran consignadas como categorías y dimensiones emergentes.
Alcances
Los resultados obtenidos en este artículo y su discusión son de carácter exploratorio y no se pretende establecer relaciones de correlación o causalidad. De igual forma, debido al tamaño de la muestra, esta no es representativa de la comunidad, por lo que no se pueden generalizar los resultados ni las conclusiones. Si bien con las definiciones emergentes de las entrevistas logramos entender una pequeña parte de lo que significan para algunas personas estas categorías, esperamos contribuir a que se sigan trazando puentes para la investigación sobre el papel del perdón en el territorio y sobre su relación con la resiliencia de sus habitantes.