La adolescencia es considerada como una etapa de transición en la que se presentan grandes cambios a nivel físico, psicológico y social (Gaete, 2015). Durante esta etapa, las relaciones interpersonales, como la interacción con los pares y las relaciones de pareja, son fundamentales para el desarrollo de los adolescentes. Las relaciones de pareja implican desafíos importantes, tales como las responsabilidades compartidas, la negociación ante nuevas formas de intimidad, así como la gestión del conflicto (Luerssen et al., 2017), que pueden favorecer la presencia de comportamientos violentos entre los integrantes de la pareja.
La violencia en las relaciones de pareja durante la adolescencia y la juventud se ha estudiado en el mundo desde hace 40 años, sin embargo, aún no existe un consenso sobre la definición ni la operacionalización (Carrascosa et al., 2018). No obstante, se conoce que la violencia durante la adolescencia se presenta en modalidad cara a cara o digital (Cavalcanti & Coutinho, 2019), y en tres formas principales: psicológica, física y sexual (Rubio-Garay et al., 2017); las cuales se han encontrado altamente correlacionadas (Aizpitarte & Rojas-Solís, 2019) mostrando que es probable que se presente más de un tipo de comportamiento abusivo en la pareja. Además, se sabe que estas conductas violentas están dirigidas a controlar, dominar o lastimar a la pareja (Rey-Anacona & Martínez-Gómez, 2018), y que los adolescentes pueden participar en un solo rol, victimización o perpetración, o en ambos roles durante la misma relación de pareja, es decir, violencia bidireccional, de la cual se ha encontrado un alta prevalencia en adolescentes (Carrascosa et al., 2018; Fernández-Fuertes et al., 2019).
La violencia en las relaciones de pareja en edades tempranas se ha considerado un problema de salud pública por su alta prevalencia (Carrascosa et al., 2018), y por las consecuencias negativas para las víctimas, entre ellas: sintomatología depresiva, ideación suicida y uso de sustancias psicoactivas (Spencer et al., 2020).
La prevalencia a nivel mundial de la violencia en las relaciones de pareja durante la adolescencia se presenta en un amplio rango. Se ha identificado que para la victimización cara a cara es del 17.5 % al 61.7 % para violencia psicológica, del 11.2 % al 25.3 % para violencia física y del 2.8 % al 27% para violencia sexual. En lo que respecta a la perpetración cara a cara, la prevalencia es del 12% al 65.1 % para violencia psicológica; del 6 % al 28.7 % para violencia física y del 0.7 % al 37 % para violencia sexual (Borges et al., 2020; Esparza-Martínez et al., 2019; Heine, 2020; Karsberg et al., 2019; Litz & Holvoet, 2019; Sianko et al., 2019). Para el abuso digital en las relaciones de pareja durante la adolescencia se ha encontrado una prevalencia de 28.6 % a 68.8 % para victimización y de 15 % a 38 % para perpetración (Gracia-Leiva et al., 2020; Javier-Juárez et al., 2021; Peskin et al., 2017; Smith-Darden et al., 2017). El amplio rango en el que oscila la prevalencia es explicado en gran medida por la falta de consenso en la definición conceptual y operacional de la violencia, así como por conductas medidas por cada tipo de violencia (Jennings et al., 2017).
Estudios anteriores sugieren la presencia de diferentes patrones de violencia, tales como las tipologías de Johnson -terrorismo íntimo, resistencia violenta, violencia situational y control violento mutuo-, sin embargo, estas han sido estudiadas principalmente en población adulta (Johnson, 1995). En adolescentes, aunque se conoce que los tipos de abuso y modalidades han presentado alta relación entre ellos (Aizpitarte & Rojas-Solís, 2019), se conoce poco sobre la superposición de estos.
Durante la adolescencia, investigaciones como la de Haynie et al. (2013) identificaron la presencia de patrones de violencia en las relaciones de pareja, dichos patrones fueron victimización y perpetración de conductas solo verbales, y victimización y perpetración de conductas tanto físicas como verbales. Similar al estudio de Choi y Temple (2016) que encontraron los patrones de víctimas emocionales/verbales, y víctimas de violencia física y psicológica. Dichos patrones fueron obtenidos a partir de un enfoque centrado en la persona, en los cuales se agrupan individuos con patrones similares de experiencias de violencia (Adams et al., 2020; McNaughton et al., 2017).
A diferencia del enfoque centrado en las variables, el cual explica las relaciones entre variables de interés en una población, en el enfoque centrado en la persona se categoriza al individuo en subgrupos no observables, que son diferentes entre sí según las características observadas, por lo que permite representar, comprender y modelar la heterogeneidad en la población a través de diferentes análisis estadísticos, por ejemplo, los análisis de clases latentes, análisis de transición latente, modelado de mezcla de crecimiento, entre otros (Collier & Leite, 2017; Howard & Hoffman, 2018; Nylund-Gibson et al., 2019).
El análisis de los patrones de violencia en las relaciones de pareja durante la adolescencia, desde una perspectiva centrada en la persona, ayuda a evidenciar la complejidad de la violencia debido a que antecedentes señalan que durante la adolescencia esta no se presenta en una sola dirección o en un solo tipo de violencia. Se ha observado que, si bien algunas personas pueden exclusivamente ser víctimas o perpetradoras, también otro grupo de individuos pueden ejercer y a su vez recibir agresiones en su relación de pareja, además, la violencia recibida o ejercida puede ser de uno o varios tipos, es decir, violencia multiforme (Cheng et al., 2020; Théorêt et al., 2021). Adicionalmente, se podrá identificar la relación de los patrones con otras variables, la cual puede ser diferente para cada patrón (Reidy et al., 2016; Sessarego et al., 2019).
Hasta donde se tiene conocimiento, no se ha realizado una revisión sistemática de la literatura que sintetice las investigaciones sobre patrones de violencia en las relaciones de pareja durante la adolescencia, la cual situaría a los lectores en un marco general que describa los estudios de patrones de violencia desde una perspectiva centrada en la persona. Además, podría orientar la generación de futuras investigaciones e intervenciones en este periodo crucial para las personas, ya que la calidad de las relaciones durante la adolescencia se ha vinculado con la calidad de la relación en etapas posteriores (Kansky & Allen, 2018), porque tiene implicaciones importantes en el desarrollo y bienestar biopsicosocial de las y los adolescentes (Víllora et al., 2020).
Considerando lo anterior, el objetivo de este estudio fue revisar y sintetizar la evidencia científica sobre patrones de violencia en las relaciones de pareja en adolescentes, a través de una revisión sistemática de la literatura. Con base en la alta relación entre los tipos de abuso, así como la presencia de violencia bidireccional en las relaciones de adolescentes, se hipotetiza que los patrones más frecuentes sean el de violencia psicológica, violencia de varios tipos y violencia bidireccional.
Método
Tipo de estudio
El presente estudio es una revisión sistemática que se llevó a cabo bajo lineamientos de la declaración PRISMA (Preferred Reporting Items for Systematic Reviews and Meta-Analyses;Page et al., 2021).
Criterios de elegibilidad
Se incluyeron artículos científicos que analizaron patrones de violencia desde una perspectiva centrada en la persona -e.g., uso de análisis de clases latentes-; estudios que midieron la violencia en cualquier modalidad, digital o cara a cara en las relaciones de pareja; investigaciones realizadas con muestras de adolescentes y que los estudios estuvieran disponibles en texto completo. Las búsquedas se realizaron sin restricción del año de publicación. Se excluyeron los artículos que incluían a parejas casadas o convivientes; estudios con metodología cualitativa, artículos de revisión, disertaciones y resúmenes de congresos; estudios que incluyeron algún tipo de violencia diferente al de pareja -e.g., violencia entre pares- dentro de los patrones, y en los que los patrones no correspondieran, es decir, que abordaran otras variables como factores de riesgo.
Fuentes de información
La búsqueda se realizó en las siguientes fechas y bases de datos: el 05 de marzo del 2021 se buscó en Web of Science, Scopus y Sage Journals; el 06 de marzo del 2021 en EBSCO, Taylor and Francis Journals y Wiley, y el 09 de marzo del 2021 en Pubmed, SCIELO y en el motor de búsqueda Google Académico. Así mismo, se realizó una búsqueda manual en las referencias de los artículos seleccionados del 10 al 16 de marzo del 2021.
Estrategias de búsqueda
Se utilizaron los siguientes términos en idioma español e inglés con diferentes combinaciones: "dating violence" OR "dating abuse" OR "dating aggression" OR "intimate partner violence" OR "intimate partner abuse" OR "intimate partner aggression"; AND adolescent OR teen OR teenagers; AND patterns OR trajectories OR profiles OR classes OR "latent class analysis" OR typological. Los términos se buscaron en título, resumen y palabras clave.
Proceso de selección de los estudios
De manera independiente dos de los autores (SPJJ y JCRC) revisaron el título y el resumen de todos los estudios encontrados para identificar si cumplían con los criterios de inclusión. Se obtuvo una concordancia fuerte entre los autores (Kappa = .88, IC 95% [.77, .98]). Las discrepancias fueron discutidas entre los dos autores.
Proceso de extracción de los datos
Dos autores de esta investigación, SPJJ y JCRC, realizaron la revisión de los estudios a texto completo. Se extrajo la siguiente información: datos generales de autores, año de publicación, país donde se localizó la muestra de estudio, objetivos, diseño del estudio, tamaño de muestra y edades de participantes, tipo de violencia medida y modalidad, variables relacionadas, instrumentos de medición, análisis estadísticos y se sintetizaron los patrones encontrados y otros hallazgos. Dichos datos se consignaron en una base en Excel previamente revisada por los autores. Las inconsistencias fueron discutidas entre los dos autores.
Evaluación de la calidad
Se describió la calidad de los estudios transversales a través de la herramienta Axis (Downes et al., 2016), que consta de 20 preguntas que se responden con sí, no o no sé, distribuidas en cinco factores -introducción, método, resultados, discusión y otros-. Para la evaluación de los estudios longitudinales se usó la lista de verificación de Tooth et al. (2005), que a través de 33 elementos refleja la justificación del estudio y la población, el reclutamiento, la medición y generalización de resultados. Las opciones de respuesta son sí, no y no aplica. Esta evaluación fue realizada de manera independiente por dos de los autores de esta revisión, SPJJ y JCRC. Se obtuvo una concordancia fuerte entre los autores (Kappa = .94, IC 95%% [.86, .95]). Las discrepancias fueron resueltas entre los dos autores.
Resultados
Se encontraron 232 estudios, de los cuales 32 fueron evaluados para elegibilidad. Cinco estudios fueron excluidos (Bossarte et al., 2008; Chiodo et al., 2012; Liu et al., 2020; Sessarego et al., 2019; Vézina et al., 2015), debido a que se incluían dentro de los patrones a otros tipos de violencia, por ejemplo, violencia entre pares, y porque no se consideró un análisis centrado en la persona, por lo que solo 27 fueron incluidos en esta revisión (Figura 1).
El objetivo de las investigaciones se centraba en la identificación de patrones de violencia en las relaciones de pareja y su asociación con diferentes variables. En la Tabla 1 se muestran los 27 estudios que identificaron patrones de violencia en las relaciones de pareja durante la adolescencia, de los cuales el 56 % fueron transversales. La mayoría de los estudios se realizaron en Estados Unidos de América (78 %) y los años de publicación fueron desde el 2001 hasta 2021.
Nota. Para evaluar la calidad de los estudios transversales se usó la herramienta Axis de 20 ítems (Downes et al., 2016) y para los estudios longitudinales se usó la lista de verificación de Tooth et al. (2005) de 33 ítems. cadri: Conflict in Adolescent Dating Relationships Inventory; tept: Trastorno de estrés postraumático; tdv: Teen Dating Violence; m-cts: Modified Conflict Tactics Scale; cts2: Conflict Tactics Scale-Revised; cts: Conflict Tactics Scale. Tamaños del efecto: para or: 1.68 = pequeña, 3.47 = moderada, 6.71: grande (Chen, 2010). Para anova: .01 = pequeña, .06 = mediana y .14 = grande (Cohen, 1992). Para la b: < .20 = débil, entre .20 - .50 = moderado y > .50 = fuerte (Acock, 2014).
El 89 % de las investigaciones indicaron haber encuestado a estudiantes y las edades oscilaron entre 11 y 20 años.
En el 15% de los estudios se midió solo perpetración, en el 26% solo victimización y en el 59% victimización y Perpetración, los Principales tipos de violencia fueron el psicológico, físico y sexual. En el 37% de los estudios se evaluaron otras formas específicas de violencia tales como la violencia relacional, las amenazas, los celos, el dominio, las intimidaciones, las lesiones, aislamiento y stalking. Solo en dos estudios se midió además el abuso digital.
Respecto a los instrumentos de medición utilizados, en el 37% se implementó el Conflict in Adolescent Dating Relationships Inventory (CADRI; Wolfe et al., 2001), en el 33% las Safe Dates Teen Dating Violence Scales (Foshee et al., 1996) y en el 15% la Conflict Tactics Scale (CTS; Straus et al., 1996; Straus & Douglas, 2004).
En la mayoría de los estudios, los patrones de violencia en las relaciones de pareja fueron estimados con el análisis de clases latentes (63%). Otros análisis estadísticos utilizados fueron el análisis de clúster, análisis de transición latente, modelos de mezcla de crecimiento general, de clases latentes y de factores, modelo de trayectoria basado en grupos y el método de Ward. Los patrones fueron en función del tipo de violencia, el rol, la intensidad y el aumento o disminución en el tiempo.
Dentro de los patrones de violencia más frecuentes estaban el de violencia multiforme (34%), que indica victimización o perpetración de violencia tanto física, psicológica o verbal y sexual (e.g., Hébert et al., 2019; Thulin et al., 2021); el patrón de victimización o perpetración por violencia psicológica y física (26%), que caracteriza a participantes que tuvieron un alta probabilidad de puntuar en violencia psicológica y física, pero una baja probabilidad de puntuar en otro tipo de violencia (e.g., Théorêt et al., 2021; Thulin et al., 2021), y el patrón de violencia bidireccional psicológica/verbal (26%) que se caracteriza por la alta probabilidad de integrar tanto victimización como perpetración por violencia psicológica/emocional (e.g., Grest et al., 2018; Théorêt et al., 2021). Además, se hallaron patrones sobre la intensidad de la violencia, como el de baja violencia (26%) que alude a participantes con baja probabilidad de experimentar o perpetrar violencia (e.g., Orpinas et al., 2012; Théorêt et al., 2021), y el patrón de alta violencia (23%) caracterizado por participantes con alta probabilidad de indicar victimización o perpetración de violencia (e.g., Martin-Storey et al., 2021; Orpinas et al., 2013).
Respecto a las variables relacionadas con los diferentes patrones de violencia, en los estudios de esta revisión predominan las variables de experiencias adversas en la infancia como el maltrato infantil (e.g., Hébert et al., 2019; Thulin et al., 2021); edad y género (e.g., Haynie et al., 2013; Muñoz-Rivas et al., 2021); la relación familiar como el control, la comunicación y la cohesión familiar (e.g., McNaughton et al., 2017; Mumford et al., 2019); e indicadores de salud mental como el estrés pos-traumático, sintomatología depresiva y de ansiedad, así como la autolesión no suicida e ideación suicida (e.g., Adams et al., 2020; Hébert et al., 2019). En cada uno de los estudios, los patrones de violencia y no violencia o violencia baja, diferían respecto a las variables incluidas.
En cuanto a la calidad de los estudios transversales seleccionados (n = 15), el 93 °% tiene objetivos claros y el diseño fue apropiado a los objetivos. El 53%% informó las medidas para clasificar a participantes que no respondieron. Para todas las investigaciones, las variables de estudio estuvieron en función de los objetivos y el 93% utilizaron instrumentos de medida que habían sido probados anteriormente. Todos los estudios describieron los métodos e indicaron la forma de determinar la significancia estadística o las estimaciones de precisión. En referencia a los resultados, estos fueron acordes con los análisis descritos en el método. En todos los estudios se discutieron las limitaciones y se indicó haber obtenido el consentimiento y asentimiento de los participantes. De manera particular, todos los estudios longitudinales (n = 12) enunciaron los objetivos, definieron a la población de estudio y el 92%% indicó las fechas de recolección de datos. El 83%% indicó el número de participantes en cada ola y el 25% señaló las posibles razones de atrición. Todos los estudios establecieron los criterios de elegibilidad y los métodos de recolección de datos, sin embargo, solo el 83% señalaron datos de confiabilidad de los instrumentos de medición. El 75% tomaron en cuenta los datos perdidos en los análisis y el 50% señalaron alguna discusión sobre la generalización.
Discusión
El objetivo del presente estudio fue revisar y sintetizar la evidencia científica sobre patrones de violencia en las relaciones de pareja en adolescentes, a través de una revisión sistemática de la literatura. Los patrones hipotetizados son congruentes con los encontrados más frecuentemente, dichos patrones fueron el de violencia multiforme, el de victimización o perpetración por violencia psicológica y física; el patrón de violencia bidireccional psicológica/verbal, así como los patrones de baja y alta violencia. Estos patrones reflejan que la violencia en las relaciones de pareja durante la adolescencia es compleja y multidimensional (Hébert et al., 2019). Además, la alta participación en estos patrones, reportada por los estudios incluidos en esta revisión, podría indicar una normalización de las conductas de violencia, ya que podrían ser utilizadas en las relaciones de pareja como una forma de solucionar problemas o de mitigar el malestar que podría causar la inseguridad que los celos representan en estas primeras relaciones (Cava et al., 2020).
Respecto a el patrón de violencia bidireccional psicológica/verbal, es congruente con estudios previos que han encontrado que, durante la adolescencia, es un fenómeno frecuente (Carrascosa et al., 2018), el cual se ha asociado con la aceptación de la violencia, con un déficit en las habilidades de solución de conflictos y gestión de emociones (McNaughton et al., 2017). Además, es de resaltar que el abuso bidireccional no necesariamente es simétrico, es decir, aunque ambos miembros de la pareja pueden ser víctimas o perpetradores, un miembro puede ejercer violencia con mayor intensidad o frecuencia que el otro (Paradis et al., 2015).
El hecho de considerar un enfoque centrado en la persona para identificar subgrupos heterogéneos de individuos, por ejemplo, el uso de análisis de clases latentes, permite tener una mayor comprensión del fenómeno, evitando reducir el estudio de la violencia a un solo tipo, modalidad o rol. Además, permite identificar posibles diferencias en función de variables de riesgo o protección entre los diferentes patrones dentro de una determinada muestra (Rosato & Baer, 2012). Este fue el caso de la mayoría de los estudios localizados en esta revisión, en los cuales se reportaron diferencias entre los distintos patrones para las variables relacionadas.
En la mayoría de los estudios se consideraron variables individuales, como las características sociodemográficas o experiencias adversas en la infancia, y variables relacionales, por ejemplo, la comunicación con los padres, las cuales hacen referencia a niveles próximos al individuo. Futuras investigaciones podrían estudiar cómo las variables sociales, culturales o comunitarias explican los patrones de violencia, lo cual puede favorecer una explicación integral de la violencia en las relaciones de pareja durante la adolescencia (Gracia-Leiva et al., 2019; Spencer et al., 2020). La relación de los patrones con los síntomas depresivos y de ansiedad, autolesión no suicida e ideación suicida, muestran que la violencia en las relaciones de pareja puede tener efectos adversos en sus diferentes manifestaciones.
Por otra parte, la mayoría de los estudios fueron realizados en países anglosajones, lo cual evidencia la falta de estudios en diferentes contextos, en los que los patrones de violencia podrían ser distintos, así como la dirección o intensidad de la relación con otras variables debido a las diferencias culturales y sociales, por lo que la adición de estas variables podría ayudar a explicar la violencia en las relaciones de pareja de una mejor manera (Muñoz-Rivas et al., 2021).
Respecto a el instrumento de medición, cabe destacar que el más utilizado fue el CADRI, el cual ha presentado evidencia favorable de propiedades psicométricas (Exner-Cortens et al., 2016; Yanez-Peñúñuri et al., 2019). De los 27 estudios, solo dos midieron tanto la violencia cara a cara como la digital (Thulin et al., 2021; Zweig et al., 2014). Estudios antecedentes han encontrado que ambas modalidades de violencia se presentan en una gran proporción en las relaciones de adolescentes (Cava et al., 2020; Muñoz-Fernández & Sánchez-Jiménez, 2020). Esto puede deberse a que el alcance de la tecnología favorece que los adolescentes mantengan interacciones la mayor parte del día en redes sociales e Internet, convirtiéndose en una herramienta que se ha usado como un medio para abusar de la pareja (Fernet et al., 2019). Considerando que existe un alta probabilidad de que la violencia digital continúe -aun cuando la relación ya haya terminado (Flach & Deslandes, 2019), y que además, se puede ejercer o vivir violencia cara a cara-, futuras investigaciones podrían considerar ambas modalidades.
Aunque la mayoría de los estudios incluidos enunciaron sus objetivos y la metodología era acorde con ellos, el uso de instrumentos que no habían sido probados anteriormente o que no reportaron sus propiedades psicométricas, puede ser una amenaza a la validez interna de los estudios. De igual manera, el considerar a participantes estudiantes podría amenazar la validez externa de los estudios, al no permitir la generalización a la población adolescente que no estuviera escolarizada, no obstante, hay que señalar que en general los estudios incluyen este aspecto dentro de sus limitaciones y especifican que las conclusiones estarían limitadas a población escolarizada, siendo aún relevante los estudios, debido a que en la adolescencia en gran parte de los países el mayor porcentaje de la población de esa edad acude a la escuela.
La presente revisión no está exenta de limitaciones, en primer lugar, solo se incluyeron ocho fuentes de información, aunque son bases de datos relevantes, futuros estudios podrían ampliar la búsqueda en particular en bases de datos de América Latina, así como el contacto con expertos en el campo. Además, solo se incluyeron estudios que analizaron los patrones desde una perspectiva centrada en la persona, que, si bien tiene ventajas, futuras investigaciones podrían identificar las diferencias entre los patrones respecto a los métodos usados. De manera adicional, en futuros estudios se podrían comparar los patrones de violencia en las relaciones de pareja en poblaciones de adolescentes y adultos jóvenes.
Esta revisión aporta al conocimiento, al sintetizar la evidencia que han identificado diferentes patrones de violencia desde una perspectiva centrada en la persona, lo que ayuda a observar las experiencias de violencia en las relaciones de pareja en adolescentes como heterogéneas (Sessarego et al., 2019), las cuales se relacionan de manera específica con diversas variables. Investigaciones futuras podrían tener en cuenta el estudio de la violencia de pareja desde un enfoque centrado en la persona, considerando la mayoría de las características de la violencia, desde tipos específicos como el psicológico, físico y sexual, medios tales como el digital y cara a cara, así como la direccionalidad. Así mismo, es importante señalar la necesidad de que los profesionales de la salud incluyan en la prevención y atención de las personas víctimas de violencia a esta perspectiva heterogénea, de manera que consideren la presencia de patrones y las características de estos, con la finalidad de que puedan ser específicas y así poder tener un mayor impacto en la población adolescente.