Si bien es cierto que la lepra es la menos contagiosa de las enfermedades transmisibles, no deja de ser una enfermedad infecto-contagiosa y como tal debe manejarse. Se debe subrayar que el daño del nervio periférico se presenta en todos los individuos infectados con el Mycobacterium leprae y que en términos cuantitativos se ha reportado que más del 60% de los casos hay daño del nervio periférico al momento del diagnóstico1. Este es un hallazgo lógico, si se tiene en cuenta que el bacilo de Hansen presenta un tropismo exquisito por los nervios periféricos adonde llega invadiendo las células de Schwann, causando su desmielinización2. Por lo tanto el pronto diagnóstico y tratamiento es el único método para impedir que la discapacidad neurológica avance y se torne irreversible3.
Es importante recordar que SIVIGILA reportó en Colombia 444 casos nuevos de lepra en 2014, provenientes de 195 municipios y aunque se considere un número bajo, lo preocupante es que en estos municipios habita el 66% de la población colombiana, lo cual quiere decir que en Colombia casi el 70% de la población estaría expuesta al bacilo y con posibilidad de infectarse. Sin embargo, en nuestro país nos contentamos con repetir que "se eliminó la lepra en Colombia"4, desconociendo que muy seguramente los municipios que no reportan casos nuevos son los más pobres y no tienen la infraestructura y capacidad técnica para hacer la notificación de casos. Es interesante que a escala global, actualmente se haya retomado el tema, por algún tiempo olvidado en los países desarrollados, y es que si revisamos la literatura veremos como en España5, Italia6, Suiza7 y USA8, entre otros, se han incrementado o han resurgido los reportes de casos de esta enfermedad, siendo países en los que había desaparecido y es con certeza que este resurgimiento se puede explicar como resultado de las migraciones.
En este contexto, ya es claro para el mundo, que por ser una enfermedad asociada con la pobreza de las comunidades y por lo tanto desatendida, es necesario contar con herramientas que ayuden a su pronta sospecha y diagnóstico, lo cual sin duda alguna, se lograría realizando vigilancia epidemiológica con pruebas moleculares y especialmente las serológicas9. En tal sentido, un grupo de expertos en lepra, los investigadores que más saben del problema en el mundo, recientemente emitieron el concepto en PLoS NTD10, explicando claramente que para eliminar la lepra se requiere contar con un test serológico con unas características dadas que debe ser aplicado como tamiz a la población expuesta.
Investigadores de los países donde la lepra es endémica, nacionales11 e internacionales12 ya habían visualizado la conveniencia de realizar vigilancia epidemiológica con pruebas serológicas simples y rápidas aplicables a la población a riesgo, como son los contactos intradomiciliarios y de comunidades cerradas como colegios, cárceles, ancianatos etc.13 Un desarrollo del CDFLLA que se encuentra en fase 3 es la herramienta más cercana, no costosa, rápida y de campo14 que Colombia podría usar. Dependemos entonces de que los sectores académicos, gubernamentales y de los prestadores de servicios de salud pública, específicamente de vigilancia epidemiológica para enfermedades infecciosas, decidan usarla, hecho que nos urge puesto que tras el análisis, reflexión y cuantificación del costo social, económico y del estigma que causa la lepra, no se debería seguir ignorando15.
En el presente número INFECTIO, se presentan dos reportes de caso que confirman exactamente lo expuesto en relación con la demora del diagnóstico de lepra y la necesidad de una búsqueda activa. Son dos casos de consulta espontánea, donde el paciente con lepra neural primaria (LNP) demoró 18 años antes de diagnosticarse y en el caso de la glomerulonefritis (GMN) ni siquiera se sospechó y requirieron atención en servicios especializados en neurología y nefrología respectivamente, para lograr el diagnostico e inicio del tratamiento. Como observamos en los dos reportes, los costos para el sistema general de seguridad social se incrementan grandemente, puesto que requirieron un hospital de tercer nivel en los departamentos de Antioquia y Valle, dejando sin duda, varios casos de contactos infectados que seguramente se irán diagnosticando también tardíamente, años después. Terminamos entonces diciendo que es tiempo que desde la academia y las sociedades científicas llamemos la atención al Ministerio de Salud sobre la inversión en las intervenciones de promoción y prevención modernas y actuales que ya han evidenciado ser costo/efectivas, como las aquí propuestas.