INTRODUCCIÓN
La teoría del apego, planteada por Bowlby (1969/1998) y enriquecida con los estudios de Ainsworth (1967, 1969), ha constituido un hito fundamental para comprender el proceso de desarrollo socio emocional de los niños y la manera en la que se relacionan con las personas que les rodean, no solo durante la etapa infantil, sino también a lo largo de su ciclo vital (Esquerro, 2023; Feeney, 2016; Ferré, 2021; Salinas-Quiroz et al., 2023; Shaver et al., 2016). A partir de los postulados de Bowlby, se han llevado a cabo una gran cantidad de estudios sobre el tema del apego en diversos contextos, estudios cuyos resultados han incrementado y fundamentado el conocimiento sobre este importante aspecto del desarrollo y del funcionamiento de las personas en la relación con su entorno.
En la literatura sobre el tema se registran tres tipos básicos de apego que los niños pueden desarrollar: inseguro evitativo, seguro, e inseguro ambivalente, los cuales se presentan en un continuo en función de cuán sensibles y responsivos son los cuidadores a sus necesidades infantiles de consuelo y protección (Ainsworth, 1967, 1969). Main y Solomon (1986) agregaron un tipo adicional, el apego desorganizado, el cual suele evidenciarse en niños que experimentan aprehensión ante el cuidador, figura que tiende a presentar conductas atemorizantes o atemorizadas provenientes de pérdidas o traumas no resueltos (Álvarez-Segura y Lacasa, 2022; Juffer et al., 2005).
Se ha planteado que la calidad de los vínculos de apego con las figuras parentales genera, a lo largo del ciclo vital, un contexto para el establecimiento de nuevas relaciones, con el subsecuente bienestar psicológico que estas pueden proporcionar (e.g., Ortiz-Granja, et al., 2019). Por tanto, en función de las características de la relación con los padres o sus sustitutos, durante la infancia, las personas desarrollan diferentes tipos de apego, los cuales inciden en la calidad de sus relaciones afectivas en la adultez (Hernández et al., 2021; Medina et al., 2016). Sin embargo, lo que se empieza a gestar en las personas con el crecimiento y el desarrollo es la percepción que tienen sobre aquellos vínculos primarios. De hecho, a través de sus estudios Priel y Besser (2000) encontraron que las personas con apego seguro recordaban a su madre y a su padre como cálidos y afectivos; quienes presentaban apego evitativo tendían a creer que sus madres eran frías y rechazantes, en tanto que las personas con apego ambivalente consideraban que sus padres no habían sido justos con ellos. No obstante, según Feeney (2016), aquellos recuerdos podrían estar afectados por experiencias posteriores y no necesariamente corresponder a la relación con las figuras parentales.
En función de las percepciones de los adultos sobre la calidad del vínculo que establecieron con sus padres durante la infancia, Parker et al. (1979) realizaron varios estudios utilizando la técnica de análisis factorial, lo que les permitió identificar dos dimensiones: Cuidado y Sobreprotección. El cuidado hace referencia a la percepción de la calidad de la relación en términos de afecto, calidez, empatía o cercanía, afectuosidad, contención emocional, versus frialdad emotiva, indiferencia y negligencia por parte de los padres. La sobreprotección se relaciona con la percepción de algunas conductas parentales tales como control, rigidez, intrusividad, infantilización y dependencia versus promoción de la autonomía e independencia del individuo (Parker et al., 1979; Robles et al., 2016).
La literatura reporta la incidencia que tienen estas dos dimensiones en el desarrollo del niño; por ejemplo, DeKlyen y Greenberg (2016) afirman que la sobreprotección puede generar vigilancia y ansiedad crónica en el niño, quien tiende a desarrollar apego ambivalente como respuesta al temor de que sus necesidades no sean satisfechas. De igual manera, los trastornos de ansiedad en la adultez parecerían estar vinculados con una percepción retrospectiva negativa sobre la experiencia de cuidado, la cual es percibida con un alto nivel de control (Stovall-McCloug y Dozier, 2016). Asimismo, gran parte de las investigaciones que relacionan las experiencias tempranas de apego con los trastornos alimentarios se basan en la percepción de las personas afectadas sobre la relación con sus figuras parentales durante la infancia, fundamentalmente con la sobreprotección tanto de la madre (Woodside et al., 2002) como del padre (Curiel, 2020).
Con respecto al apego adulto, Hazan y Shaver (1987) extrapolaron hacia esta población los tres estilos de apego infantil descritos por Ainsworth, a partir de la revisión de estudios efectuados acerca del tema. Posteriormente, Bartholomew y Horowitz (1991) propusieron cuatro estilos fundamentados en los planteamientos de Bowlby (1973) sobre los modelos operativos internos de sí mismo y del otro, bajo el argumento de que estos pueden presentarse dicotomizados en positivo y en negativo. Los modelos operativos internos están conformados por las representaciones mentales que los niños construyen sobre sí mismos y sobre los otros, en función de la calidad de las relaciones con sus figuras parentales (Bowlby, 1973); estas representaciones se convierten en el prototipo de las relaciones afectivas posteriores (Urrego et al., 2016).
Sobre esta base, Brennan et al. (1998) propusieron dos factores: Ansiedad (frente a los problemas en las relaciones) y Evitación (incomodidad con la proximidad y la interdependencia), los cuales fueron vinculados al modelo de Bartholomew y Horowitz (1991), dando lugar a cuatro estilos de apego adulto: seguro (modelo positivo tanto de sí mismo como de los otros, bajos niveles de ansiedad y evitación); preocupado (modelo negativo de sí mismo y positivo de los otros, alta ansiedad y baja evitación); rechazante, también llamado evitativo o desatendido (modelo positivo de sí mismo y negativo de los otros, baja ansiedad y alta evitación) y, finalmente, temeroso (modelo negativo de sí mismo y de los otros, altos niveles de ansiedad y evitación).
Existen varios estudios actuales que han relacionado vínculos primarios con calidad de las relaciones de pareja en la vida adulta. Por ejemplo, Rocha et al. (2019) encontraron, en su investigación con 500 universitarios colombianos, una correlación positiva entre estilos de apego con los padres y dependencia emocional en las relaciones románticas. En otro estudio realizado con 614 jóvenes universitarios, igualmente, colombianos, Rocha-Narváez et al. (2019) reportaron que el estilo de apego parental estaba asociado con el nivel de celos en la relación de pareja. Rodrigo (2020) encontró relaciones significativas entre las dimensiones de apego infantil y las dimensiones de apego adulto en su estudio llevado a cabo con 191 participantes españoles; halló también que las personas con estilos de apego seguro, alejado o preocupado encontraban mayor satisfacción en la pareja, que aquellas con apego temeroso. Díaz-Pichardo et al. (2020) reportaron que, tanto el apego evitativo como el ansioso, se correlacionaban con la infidelidad sexual en las relaciones de pareja, en una investigación llevada a cabo con 403 adultos dominicanos. Hernández et al. (2021) hallaron en su estudio con 61 jóvenes mexicanos, que quienes tenían mayor confianza en sí mismos buscaban relaciones de pareja más estables que les garantizaran bienestar, seguridad y apoyo y que, al mismo tiempo, fueran complementarias con ellos; en este sentido, sostienen que el desarrollo de la autoconfianza se asocia con la calidad del apego forjado en la infancia.
Con estos antecedentes, el objetivo del presente estudio consistió en explorar la asociación entre la percepción de vínculos primarios con las figuras parentales y los estilos de apego adulto en un grupo de jóvenes universitarios de Quito, Ecuador. Con los resultados del presente trabajo se busca aportar con conocimiento contextualizado sobre el tema, que pueda contribuir tanto a la prevención como a la intervención en el ámbito de la construcción de relaciones interpersonales más saludables.
MÉTODO
Diseño
Se realizó una investigación no experimental con enfoque cuantitativo, de tipo exploratorio y transversal, que contó con la aprobación de la Dirección de Investigación y del Comité de Ética de la Investigación con Seres Humanos (CEISH) de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), sede Quito.
Participantes
Los participantes fueron seleccionados de manera no probabilística y por agrupamiento casual, pues con la autorización previa de los directivos de la PUCE y de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS), sede Quito, se visitaron las aulas de clase para reclutar a los estudiantes que voluntariamente accedieron a participar. Los criterios de inclusión fueron (a) estar matriculados y asistiendo a cualquier carrera de tercer nivel de una de las dos instituciones de educación superior mencionadas y (b) tener entre 18 y 25 años de edad. Se realizaron 346 aplicaciones de los instrumentos de recolección de información, sin embargo, una vez eliminados los casos con respuestas incompletas, el número final fue de 247 participantes, 137 (55,5 %) de la PUCE y 110 (44,5 %) de la UPS. El promedio de edad de los 247 participantes fue de 20,75 años (DE=2,04); el 41,6 % manifestó ser de sexo masculino y el 58,4 %, de sexo femenino. El 92,3 % (n=228) reportó haber vivido con la madre durante los primeros 18 años, el 72,9 % (n=180) reportó haber vivido, además, con el padre durante el mismo tiempo, y el 46,4 % (n=110) dijo encontrarse en una relación de pareja al momento de la aplicación de las pruebas.
Instrumentos
Se emplearon dos instrumentos validados en el contexto ecuatoriano: la escala Parental Bonding Instrument (PBI) en sus versiones Madre y Padre, para evaluar la percepción de los participantes sobre la calidad de los vínculos primarios establecidos con sus figuras cuidadoras, y la escala Experiences in Close Relationships-Revised (ECR-R) que permite apreciar estilos de apego adulto en relaciones de pareja.
Parental Bonding Instrument (PBI)
El PBI (Parker et al., 1979) es una escala de autorreporte dirigida a personas mayores de 16 años, que evalúa la percepción de la calidad del vínculo con los progenitores durante la infancia y la adolescencia, mediante una serie de afirmaciones a las que el sujeto evaluado responde utilizando una escala Likert de 4 puntos. Se presenta en dos versiones: una para apreciar el vínculo con la madre (PBI versión Madre) y otra, con el padre (PBI versión Padre).
La escala está conformada por dos dimensiones o factores: Cuidado y Sobreprotección, algunos de cuyos ítems están planteados de forma directa (e.g., cuidado: me hablaba con voz amistosa y cálida; sobreprotección: trataba de controlar todo lo que yo hacía) y otros, de forma inversa (e.g., cuidado: parecía emocionalmente frío/a hacia mí; sobreprotección: me permitía decidir las cosas por mí mismo/a). Cada una de estas dimensiones tiene un punto de corte, que permite interpretar los puntajes obtenidos como altos o como bajos, a partir de lo cual se establecen las siguientes percepciones de vínculos parentales (Gómez et al., 2010; Melis et al., 2001; Parker et al., 1979): vínculo óptimo (puntajes altos en cuidado y bajos en sobreprotección), constricción cariñosa (puntajes altos en cuidado y en sobreprotección), control sin afecto (puntajes bajos en cuidado y altos en sobreprotección), vínculo ausente o débil (puntajes bajos en cuidado y en sobreprotección). La aplicación de la prueba puede hacerse de manera individual o colectiva; aunque no hay un límite de tiempo, se calcula un promedio de 15 minutos para responder (Melis et al., 2001).
El PBI ha sido validado en varios países como China (Liu et al., 2011; Sek-yum Ngai et al., 2018), España (García López, 2015), Reino Unido (Xu et al., 2018). En Latinoamérica, sus propiedades psicométricas han sido analizadas y adaptadas en Brasil (Terra et al., 2009), Chile (Melis et al., 2001), Colombia (Gómez et al., 2010), Ecuador (Latorre et al., 2020), Perú (Olivo, 2012), México (Robles et al., 2016).
En la presente investigación se utilizó el PBI validado al contexto ecuatoriano, estudio en el que se reportaron coeficientes de validez aceptables, con rangos de Omega (ω) de McDonald de 0,78 a 0,88 (Latorre et al., 2020). En la versión utilizada, el PBI Madre está conformado por 20 ítems (11 del factor de cuidado y 9 del factor de sobreprotección) y el PBI Padre por 17 ítems (10 del factor de cuidado y 7 del factor de sobreprotección). Las respuestas se emiten en una escala de 1 (muy en desacuerdo) a 4 (muy de acuerdo).
En cuanto a la consistencia interna del instrumento, calculada en el presente trabajo con el alfa de Cronbach, en el PBI versión Madre se obtuvo α=0,851 en el factor de cuidado y α=0,804 en el factor de sobreprotección, en tanto que en el PBI versión Padre se obtuvo α=0,882 en cuidado y α=0,791 en sobreprotección. Estos resultados se encuentran en rangos similares a los reportados en los estudios efectuados en Colombia, de 0,81 a 0,89 (Gómez et al., 2010); Chile, de 0,78 a 0,93 (Melis et al., 2001); México, de 0,79 a 0,86 (Robles et al., 2016); Perú, de 0,69 a 0,81 (Olivo, 2012).
Experiences in Close Relationships-Revised (ECR-R)
El segundo instrumento utilizado fue el ECR-R, que es producto de la revisión que Fraley et al. (2000) realizaron de la prueba original (Brennan et al., 1998), cuya finalidad es evaluar estilos de apego adulto a través de enunciados referentes a estados emocionales asociados a las relaciones de pareja, a los cuales se responde, asimismo, en una escala Likert.
El ECR-R está conformado por dos dimensiones: Ansiedad y Evitación; algunos ítems están planteados en forma directa (e.g., ansiedad: me preocupa que mi pareja me deje; evitación: prefiero no ser muy cercano/a a mi pareja) y otros, en forma inversa (e.g., ansiedad: no me preocupa ser abandonado/a; evitación: es fácil para mí ser cariñoso/a con mi pareja). La combinación de las dimensiones del ECR-R da lugar a cuatro estilos de apego adulto (Fraley, 2012): seguro (baja ansiedad, baja evitación), preocupado (alta ansiedad, baja evitación), rechazante (baja ansiedad, alta evitación), y temeroso (alta ansiedad, alta evitación). Dado que las puntuaciones son continuas, Fraley (2012) afirma que no existe una forma establecida de asignar estilos de apego, pero que, posiblemente, una manera óptima de hacerlo es ubicar a las personas en grupos en función del cálculo de la mediana de las puntuaciones obtenidas.
Las propiedades psicométricas del ECR-R han sido revisadas en varios países; algunos de los estudios más recientes se registran en Checoslovaquia (Hasto et al., 2018), China y Grecia (Mastrotheodoros et al., 2015), España (Fernández- Fuertes et al., 2011), Holanda (Kooiman et al., 2012), Italia (Busonera et al., 2014). En Latinoamérica, el ECR-R ha sido validado en Colombia (Zambrano et al., 2009), Perú (Nóblega et al., 2018), Ecuador (Díaz et al., 2021).
La versión empleada en la presente investigación corresponde al estudio psicométrico realizado en el contexto ecuatoriano, en la cual se registra una fiabilidad entre ω=0,720 y ω=0,910 en el coeficiente omega de McDonald (Díaz et al., 2022). Esta versión está compuesta por 27 ítems que se distribuyen en tres factores: ansiedad (13 ítems), evitación ítems directos (5 ítems) y evitación ítems inversos (9 ítems). El primer factor de la validación ecuatoriana corresponde a la dimensión de ansiedad y, los dos últimos, a la dimensión de evitación de la prueba original. Las respuestas de la versión empleada en el presente estudio se emiten en una escala de 1 (totalmente en desacuerdo) a 5 (totalmente de acuerdo). La aplicación toma un tiempo aproximado de 10 minutos y puede realizarse de manera individual o colectiva.
Con respecto a la consistencia interna de los ítems que conforman cada factor del ECR-R, los índices de fiabilidad obtenidos en el presente estudio con el alfa de Cronbach son los siguientes: ansiedad α=0,919, evitación ítems directos α=0,739, evitación ítems inversos α=0,910, evitación escala total α=0,869 (obtenido con los ítems de los dos factores de evitación). Estos resultados son similares a los reportados en otros trabajos en los que se ha empleado la escala, como es el caso de Colombia, entre 0,798 y 0,877 (Zambrano et al., 2009); Ecuador, de 0,72 a 0,91 (Díaz et al., 2022); Perú, entre 0,71 y 0,91 (Nóblega et al., 2018).
Procedimiento
La recolección de información estuvo a cargo de las investigadoras y de dos estudiantes de los últimos niveles de la carrera de Psicología de la PUCE, quienes fueron capacitadas en el tema. Todos los documentos utilizados con los participantes fueron previamente aprobados por el CEISH de la PUCE, sede Quito.
Para ello, con la autorización previa de los directivos de las dos instituciones de educación superior de la que provenían los participantes (PUCE y UPS) y en coordinación con los docentes a cargo de los grupos, se visitaron las aulas de clase de diferentes carreras para informar a los estudiantes sobre la investigación. A quienes accedieron a participar, se les entregó y explicó un documento de consentimiento informado, en el que se establecía, entre otros aspectos, la voluntariedad de la participación, la confidencialidad de la información, el anonimato en la publicación de resultados y el aporte social de la participación.
Una vez suscrito este documento, se procedió a la aplicación utilizando un código alfa numérico para cada participante. En primer lugar, se les pidió llenar una ficha de datos sociodemográficos. Puesto que el presente estudio formaba parte de una investigación mayor, a continuación, se les repartió un cuadernillo con cuatro pruebas; dos de ellas eran las escalas PBI versiones Padre y Madre, y ECR-R. El proceso de aplicación tomó alrededor de 40 minutos por grupo.
Análisis de Datos
Una vez recogida la información, se procedió a crear la matriz correspondiente con el programa estadístico SPSS versión 25 y se procesó la información sociodemográfica. A continuación, se analizó la consistencia interna de los ítems de los dos instrumentos por factores/dimensiones, utilizando el alfa de Cronbach y se calcularon los estadísticos descriptivos. Puesto que la prueba de Levene reflejó la presencia de varianzas iguales, se utilizó la prueba t de Student para muestras independientes con un intervalo de confianza del 95 %, para apreciar si se presentaban diferencias significativas en función del sexo de los participantes.
Para obtener la percepción del tipo de vínculo establecido con las figuras parentales, se utilizó la suma de las puntuaciones asignadas por cada participante en los ítems correspondientes a los factores de cuidado y de sobreprotección del PBI. Con estos datos, se calcularon la Media y la Mediana. Se observó que los valores de ambos estadísticos se encontraban muy cercanos entre sí tanto en el PBI versión Madre (cuidado: M=36,15, Med=37; sobreprotección: M=20,43, Med=20), como en el PBI versión Padre (cuidado: M=29,42, Med=29; sobreprotección: M=15,02, Med=15), por lo que se estableció el valor del Percentil 50 como punto de corte (e.g., Espinoza, 2016), el cual fue de 37 en cuidado y 20 en sobreprotección en el PBI versión Madre, y de 29 en cuidado y 15 en sobreprotección en el PBI versión Padre. Sobre la base de estos valores se establecieron puntajes bajos y altos para clasificar la percepción de los participantes en vínculo óptimo, constricción cariñosa, control sin afecto y vínculo ausente, según el caso. Para observar la presencia de diferencias significativas por sexo en la percepción de vínculos con las figuras parentales, dado que se encontraron varianzas iguales con la prueba de Levene, se procedió a aplicar la prueba t de Student para muestras independientes, así como la d de Cohen para apreciar la magnitud del efecto de tales diferencias.
Para obtener los estilos de apego adulto, asimismo se empleó la sumatoria de los ítems de las dos dimensiones (ansiedad y evitación) del ECR-R por participante y se calculó la Mediana (Fraley, 2012), la cual quedó establecida en 26 (RI=46) para ansiedad y en 32 (RI=47) para evitación. En función de estos valores, se determinaron puntajes bajos y altos para ubicar el estilo de apego adulto de los participantes en uno de los cuatro grupos: seguro, preocupado, rechazante y temeroso. Del mismo modo, puesto que se registraron varianzas homogéneas con la prueba de Levene, se utilizó la t de Student para muestras independientes a fin de apreciar si se presentaban diferencias significativas por sexo en los estilos de apego adulto, y la prueba d de Cohen para apreciar la magnitud del efecto de tales diferencias.
Para explorar la asociación entre percepción de vínculos con las figuras parentales y estilos de apego adulto, en primer lugar, se realizaron correlaciones bivariadas con la fórmula de Pearson entre los factores del PBI (versiones Madre y Padre) y las dimensiones del ECR-R. Luego de ello, a fin de contrastar las percepciones del tipo de vínculo primario establecido con las dimensiones de ansiedad y evitación del apego adulto, en primer lugar, se estableció la igualdad de las varianzas con la prueba de Levene, se empleó la prueba ANOVA de un factor y se recurrió a la prueba post hoc HSD Tukey para apreciar las diferencias. Finalmente, se correlacionó, con la fórmula de Pearson, el tipo de vínculo establecido tanto con la madre como con el padre, con los estilos de apego adulto.
RESULTADOS
Percepción de Vínculos con los Cuidadores Primarios
Como se puede observar en la Tabla 1, las medias aritméticas del factor de cuidado se presentan más altas, tanto en el PBI versión Madre como en el PBI versión Padre, en comparación con las medias aritméticas del factor de sobreprotección. Por otro lado, en ninguno de los factores se supera el valor crítico de ± 2 en los índices de asimetría y curtosis.
Factores | PBI Madre | PBI Padre | |||||||
M | DE | As | Cu | M | DE | As | Cu | ||
Cuidado | 3.29 | 0.58 | -1.03 | 1.16 | 2.94 | 0.72 | -0.40 | -0.42 | |
Sobreprotección | 2.27 | 0.61 | 0.08 | -0.52 | 2.15 | 0.67 | 0.29 | -0.58 |
Nota: As=Asimetría; Cu=Curtosis.
Respecto de la percepción del cuidado y la sobreprotección en función del sexo de los participantes, con la prueba t para muestras independientes se registraron diferencias significativas con un tamaño mediano del efecto en el PBI versión Madre, en el que los participantes de sexo masculino obtuvieron un puntaje medio ligeramente mayor en cuidado, en tanto que las participantes de sexo femenino obtuvieron un puntaje medio ligeramente mayor en sobreprotección. Este tipo de diferencias por sexo no se presentaron en el PBI versión Padre (Tabla 2).
Versión | Factores | Sexo | M | DE | F | p | d |
Madre | Cuidado | Masculino | 3.38 | 0.47 | 14.141 | 0.028* | 0.580 |
Femenino | 3.22 | 0.65 | |||||
Sobreprotección | Masculino | 2.17 | 0.59 | 0.088 | 0.033* | 0.603 | |
Femenino | 2.34 | 0.61 | |||||
Padre | Cuidado | Masculino | 2.91 | 0.75 | 0.099 | 0.569 | 0.724 |
Femenino | 2.96 | 0.71 | |||||
Sobreprotección | Masculino | 2.05 | 0.68 | 0.072 | 0.068 | 0.662 | |
Femenino | 2.20 | 0.65 |
Nota: *p<0.05.
En referencia a la percepción del tipo de vínculo establecido con las figuras parentales, en la Tabla 3 se presentan los resultados. Con respecto a la figura materna, se puede apreciar un porcentaje mayor en vínculo óptimo en el sexo masculino, y un porcentaje mayor de control sin afecto en el sexo femenino, siendo este último tipo de vínculo con la figura materna el que, en promedio, capta al mayor porcentaje de participantes. En función de la figura paterna, los resultados son similares, con la diferencia que, en el sexo femenino, el porcentaje se presenta igual en control sin afecto y en vínculo óptimo, por lo que es este último tipo de vínculo con la figura paterna el que acoge, en promedio, al mayor porcentaje de participantes. Se observa también un menor porcentaje en vínculo ausente en la relación con la figura materna, en comparación con la figura paterna. La prueba de Chi cuadrado pone en evidencia que existen diferencias significativas en la percepción que los participantes tienen sobre el vínculo establecido con la madre y con el padre.
Tipo de vínculo | Figura materna | Figura paterna | X2 | p | ||||
S Masc% | S Fem% | Total % | S Masc% | S Fem% | Total % | |||
Vínculo óptimo | 35.3 | 23.1 | 28.2 | 35.3 | 29.4 | 31.8 | 57.11 | <0.001 |
Constricción cariñosa | 25.5 | 27.3 | 26.5 | 20.6 | 24.5 | 22.9 | ||
Control sin afecto | 25.5 | 36.4 | 31.8 | 24.5 | 29.4 | 27.3 | ||
Vínculo ausente | 13.7 | 13.3 | 13.5 | 19.6 | 16.8 | 18 |
Nota: S Masc% = Porcentaje de participantes de sexo masculino; S Fem% = Porcentaje de participantes de sexo femenino; Total % = Porcentaje total de participantes.
Para apreciar las diferencias por sexo con respecto a la percepción del tipo de vínculo establecido con las figuras parentales, se utilizó la prueba t para muestras independientes. Se encontraron diferencias marginales con un tamaño grande del efecto, entre participantes de sexo masculino y femenino en cuanto a la percepción del vínculo con la figura materna. Este tipo de diferencias no se presentaron en relación a la figura paterna (Tabla 4).
FIGURA MATERNA | M | DE | T | P | D |
Sexo masculino | 2,18 | 1,066 | -1,679 | 0,094 | 1,021 |
Sexo femenino | 2,40 | 0,987 | |||
FIGURA PATERNA | |||||
Sexo masculino | 2,28 | 1,146 | -0,359 | 0,720 | 1,105 |
Sexo femenino | 2,34 | 1,074 |
Apego adulto
Como se observa en la Tabla 5, las medias aritméticas de las dimensiones de ansiedad y evitación del ECR-R tienden a concentrarse en los puntajes centrales, además, no se supera el valor crítico de ± 2 en los índices de asimetría y curtosis.
DIMENSIONES / FACTORES | M | DE | AS | CU |
---|---|---|---|---|
Ansiedad | 2,11 | 0,80 | 0,72 | -0,09 |
Evitación (promedio) | 2,28 | 0,73 | 0,23 | -0,64 |
Evitación ítems directos | 2,03 | 0,77 | 0,68 | 0,28 |
Evitación ítems inversos | 2,41 | 0,96 | 0,74 | 0,30 |
Nota: As=Asimetría; Cu=Curtosis.
En cuanto a las diferencias por sexo, con la prueba t para muestras independientes se encontró una diferencia significativa con un tamaño mediano del efecto en evitación, dimensión en la que los participantes de sexo masculino obtuvieron un puntaje medio ligeramente mayor que las participantes de sexo femenino (Tabla 6). Estas diferencias no se presentaron en la dimensión de ansiedad.
Dimensiones | Sexo | M | DE | F | p | d |
---|---|---|---|---|---|---|
Ansiedad | Masculino | 2.19 | 0.84 | 2.483 | 0.235 | 0.801 |
Femenino | 2.06 | 0.77 | ||||
Evitación | Masculino | 2.39 | 0.65 | 4.740 | 0.050* | 0.730 |
Femenino | 2.20 | 0.78 |
Nota: *p=0,05.
Con respecto al estilo de apego adulto (Tabla 7), el mayor porcentaje de participantes de sexo masculino se registró en el estilo temeroso, en tanto que el mayor porcentaje de participantes de sexo femenino se ubicó en el estilo seguro. En el promedio se observa una distribución bastante equitativa, en la cual el estilo temeroso ocupa el primer lugar, seguido por el estilo seguro. De hecho, no se registraron diferencias significativas entre estilos de apego, con la prueba de Chi cuadrado.
Estilos de apego | S Masc % | S Fem % | Total % | X2 | p |
---|---|---|---|---|---|
Seguro | 18.6 | 32.2 | 26.5 | 5.96 | 0.114 |
Preocupado | 23.5 | 22.4 | 22.9 | ||
Rechazante | 25.5 | 20.3 | 22.4 | ||
Temeroso | 32.4 | 25.2 | 28.2 |
Nota: S Masc % = Porcentaje de participantes de sexo masculino; S Fem % = Porcentaje de participantes de sexo femenino; Total % = Porcentaje total de participantes.
La prueba t para muestras independientes reflejó la presencia de diferencias significativas con un tamaño grande del efecto de los participantes de sexo masculino sobre las participantes de sexo femenino en cuanto a los estilos de apego adulto (Tabla 8).
Percepción de Vínculos Primarios y Estilos de Apego Adulto
Como se muestra en la Tabla 9, en el PBI versión Madre se presenta una correlación estadísticamente significativa de los factores de cuidado y sobreprotección con la dimensión de evitación del ECR-R. Esta correlación es inversa entre cuidado y evitación, pero directa entre sobreprotección y evitación. Asimismo, en el PBI Madre hay una correlación directa y estadísticamente significativa entre el factor de sobreprotección y la dimensión de ansiedad del ECR-R. Este tipo de correlaciones significativas no se presentaron entre los factores del PBI versión Padre y las dimensiones del ECR-R.
PBI Madre | PBI Padre | ||||
Cuidado | Sobreprotección | Cuidado | Sobreprotección | ||
ECR-R | Ansiedad | -0.046 | 0.203** | -0.113 | 0.066 |
Evitación | -0.226*** | 0.147* | -0.075 | 0.017 |
Nota: *p<0,05; **p<0,01; ***p<0,001.
Para el contraste entre percepción del tipo de vínculo con las figuras parentales y dimensiones del apego adulto se utilizó la prueba ANOVA de un factor. En el caso de la figura materna, se encontró que los vínculos percibidos se asocian marginalmente con ansiedad y significativamente con evitación. En relación a la figura paterna, se observó una asociación marginal entre los vínculos percibidos y la dimensión de ansiedad; este tipo de asociaciones no se presentaron con la dimensión de evitación (Tabla 10).
Dimensiones de apego adulto | Tipo de vínculo | Figura materna | Figura paterna | ||||||
M | DE | F | p | M | DE | F | p | ||
Ansiedad | Vínculo óptimo | 25.20 | 10.49 | 2.406 | 0.068 | 24.96 | 9.40 | 2.417 | 0.067 |
Constricción cariñosa | 29.61 | 10.48 | 28.79 | 9.52 | |||||
Control sin afecto | 28.27 | 10.37 | 28.04 | 11.07 | |||||
Vínculo ausente | 26.15 | 9.26 | 29.34 | 11.48 | |||||
Evitación | Vínculo óptimo | 28.19 | 9.91 | 5.149 | 0.002** | 30.94 | 10.10 | 1.136 | 0.335 |
Constricción cariñosa | 31.92 | 9.32 | 30.81 | 9.68 | |||||
Control sin afecto | 34.36 | 10.87 | 33.64 | 10.69 | |||||
Vínculo ausente | 33.85 | 9.48 | 32.48 | 10.63 |
Nota: **p<0,01
En las pruebas post hoc con HSD Tukey, en el caso de la figura materna se encontró en la dimensión de ansiedad una diferencia marginal (p=0,065) entre vínculo óptimo (M=1,94, DE=0,807) y constricción cariñosa (M=2,28, DE=0,806). En la dimensión de evitación se presentan dos tipos de diferencias significativas; una (p=0,001) entre vínculo óptimo (M=2,01, DE=0,708) y control sin afecto (M=2,45, DE=0,777), y otra (p=0,037) asimismo entre vínculo óptimo y vínculo ausente (M=2,41, DE=0,677). En el caso de la figura paterna no se registraron diferencias significativas entre ansiedad / evitación y tipos de vínculos percibidos.
Finalmente, en cuanto a la correlación entre percepción del tipo de vínculo establecido con las figuras parentales y estilo de apego adulto, en la Tabla 11 se presentan los resultados.
DISCUSIÓN
En lo que respecta a la percepción de los participantes sobre los vínculos infantiles establecidos con las figuras parentales, en este estudio se encontraron diferencias significativas por sexo en la relación con la madre. Los resultados evidencian que existe la percepción de que es la figura materna, y no la paterna, quien establece la diferencia en cuidado y sobreprotección de los hijos varones y mujeres, tema que es concordante con los roles que suelen atribuirse a las personas en función de su sexo (Moreno-Salazar y Stange-Espínola, 2015; Vallejo y Miranda, 2021).
Por otro lado, son las participantes de sexo femenino quienes más recuerdan como sobreprotector el vínculo con sus madres, lo que implica una percepción de control, rigidez, intrusividad y refuerzo de la dependencia psicológica (Parker et al., 1979). Por el contrario, los participantes de sexo masculino reportan más bien un vínculo materno orientado al cuidado, lo cual indica una mayor percepción de afecto, calidez, empatía e intimidad en la relación. Estos hallazgos muestran la manera en que se manifiestan culturalmente las expectativas sobre lo que significa ser hombre o mujer, expectativas que, según Barba y Gómez (2016), tienden a naturalizarse y a replicarse a partir de actitudes y comportamientos modelados por los adultos.
La conformación de grupos de acuerdo con la percepción del tipo de vínculo establecido con las figuras parentales refuerza estos planteamientos. Un porcentaje alto de participantes mujeres percibe que la relación con la madre se ha dado con control y sin afecto; aunque también un alto porcentaje de mujeres describe en términos similares la relación con el padre, un porcentaje similar ha percibido que el vínculo con la figura paterna fue óptimo (hubo alto cuidado y baja sobreprotección). En el caso de los participantes hombres, la mayoría ha percibido que el vínculo fue óptimo con las dos figuras parentales. En lo que respecta a la percepción de un vínculo ausente, este tiende a ser menor con respecto a la figura materna en el total de participantes. De todos los análisis se desprende, sin embargo, que las diferencias por sexo se ubican únicamente en la percepción de vínculos establecidos con la figura materna. Lo que muestran estos resultados reafirma la percepción usual de los roles maternos y paternos a nivel social, en donde a la madre se le atribuye un papel más protagónico, en tanto que al padre se lo ubica como una figura más neutra con respecto a las funciones parentales.
En cuanto a las manifestaciones del apego adulto, se encontró una diferencia significativa por sexo únicamente en la dimensión de evitación, en la cual los participantes de sexo masculino presentaron un puntaje medio mayor que el de las participantes de sexo femenino. Tal resultado es congruente con los hallazgos de Medina et al. (2016), quienes reportaron que los hombres presentaban puntuaciones más altas que las mujeres en apego evitativo. Este tipo de hallazgos podría estar relacionado con atribuciones socio culturales hacia el sexo masculino (Jiménez y Aroca, 2019; Vallejo y Miranda, 2021), pues la dimensión de evitación alude a cierta incomodidad con la proximidad física y con la interdependencia en las relaciones (Brennan et al., 1998; Ortiz-Granja et al., 2019), lo cual estaría vinculado al estereotipo masculino tradicional (Montesinos, 2014).
La diferencia en la dimensión de evitación, en la cual puntúan más alto en promedio los hombres que las mujeres, se plasma en los estilos de apego adulto de este estudio: los estilos que tienen como base la evitación (el temeroso y el rechazante), son aquellos en los cuales se encuentra el mayor porcentaje de participantes masculinos; las participantes de sexo femenino se concentraron más bien en el estilo seguro, caracterizado por baja ansiedad y baja evitación, distribución en la que se registraron diferencias significativas por sexo. Esta tendencia en los estilos de relación podría estar en la base de posibles conflictos de pareja, lo cual ha sido estudiado en varios trabajos (Rocha-Narváez et al., 2019; Rodrigo, 2020; Sánchez, 2017). No obstante, en promedio, se observa en esta investigación una distribución bastante equitativa de los participantes en los cuatro estilos de apego adulto evaluados, lo que, por otro lado, constituye un indicativo del comportamiento de la población general (Fraley, 2012).
En referencia a las particularidades que se pueden apreciar en la relación entre percepción de vínculos primarios y estilos de apego adulto, en los resultados se observan varios indicadores que subrayan la importancia de la percepción del vínculo establecido con la figura materna. En primera instancia, se encontró la presencia de una correlación significativa de los factores de cuidado y sobreprotección maternos con la dimensión de evitación. Lo que nos indica esta correlación son las repercusiones en las relaciones de la persona en la adultez: las personas presentan menos evitación en sus relaciones cuando ha habido mayor percepción de cuidado por parte de la figura materna durante la infancia (correlación inversa) y conductas evitativas en las relaciones cuando ha habido una mayor percepción de sobreprotección, o si el vínculo ha sido percibido como ausente o con control sin afecto, no así cuando el vínculo ha sido percibido como óptimo.
Esta percepción de sobreprotección materna también se encuentra correlacionada con la dimensión de ansiedad en las relaciones adultas. Desde este punto de vista, los resultados del presente estudio, en este tema en particular, son congruentes con los planteamientos de Stovall-McCloug y Dozier (2016), quienes afirman que los trastornos de ansiedad en la adultez estarían vinculados con una percepción negativa de la experiencia de cuidado durante la infancia, experiencia que está matizada por altos niveles de control, en este caso, por parte de las figuras maternas, según la percepción de los participantes. La sobreprotección alude, como se ha mencionado, a actitudes parentales relacionadas con control, rigidez e intrusividad, que son lo opuesto a la dimensión de cuidado que hace referencia a calidez, empatía e intimidad (Parker et al., 1979). Se debe enfatizar que este tipo de correlaciones no se presentaron entre los factores de cuidado y sobreprotección paternos y las dimensiones de ansiedad y evitación, lo que pone en evidencia la mayor importancia que se le concede al vínculo establecido con la figura materna, en comparación con el vínculo establecido con el padre. Otros estudios como el de Ferré (2021) encuentran una asociación positiva entre la expresión de sentimientos y comodidad en las relaciones adultas cuando las personas han experimentado un alto afecto y bajo control de parte de ambas figuras vinculares (madre y padre) en la infancia; esto hace pensar que existe definitivamente una base sociocultural para la diferencia entre el vínculo con la madre y el padre hallada en el presente estudio. En nuestra sociedad, y concordantemente con el estudio de Alzás et al. (2017), se encontró que las atribuciones sociales hacia el sexo femenino se han mantenido a lo largo del tiempo de manera bastante estable.
CONCLUSIÓN
Los resultados reportados en el presente estudio aportan con conocimiento, contextualizado al medio ecuatoriano, sobre la manera en que se manifiesta la asociación entre percepción de vínculos infantiles primarios y estilos de apego en jóvenes adultos. En función del objetivo general del presente estudio y de los resultados encontrados, se ha hallado que, en el grupo de participantes, se presenta una asociación significativa entre ambas variables, de manera particular en lo que respecta al vínculo con la figura materna. Este hallazgo se alinea a los planteamientos de otros trabajos sobre el tema (e.g., Hernández et al., 2021; Rodrigo, 2020; Rocha et al., 2019).
Por tanto, se concluye que el cuidado infantil adecuado contribuye al establecimiento de relaciones más saludables en la adultez, en tanto que la sobreprotección infantil da lugar a dificultades en el establecimiento posterior de relaciones y que, en el desempeño del cuidado y la sobreprotección, a la figura materna se le ha asignado un papel protagónico, lo cual podría estar relacionado con atribuciones socio culturales hacia la figura masculina representada, en este caso, por el padre. Estos hallazgos permiten plantear que el trabajo de prevención y de intervención en cuanto a relaciones adultas, debe tener en cuenta la manera en que los sujetos perciben el ejercicio de las funciones parentales, así como la importancia de que la figura paterna asuma un rol más participativo.
LIMITACIONES Y RECOMENDACIONES
Una limitación del presente estudio es que se focalizó en adultos jóvenes en proceso de formación universitaria, razón por la que no se recomienda extrapolar los resultados a grupos con características diferentes a las de la población estudiada. Se sugiere, por tanto, que estudios posteriores sobre el tema exploren este tipo de asociaciones en jóvenes con otras condiciones de vida y en personas en otras etapas de la adultez, bajo la consideración de que se podrían presentar diferencias por grupos poblaciones.
HIGHLIGHTS (IDEAS CLAVE)
El cuidado infantil adecuado contribuye al establecimiento de relaciones saludables en la adultez, mientras que la sobreprotección infantil fomenta dificultades en el establecimiento posterior de relaciones. Por tanto, el trabajo de prevención y de intervención en el tema de relaciones adultas debe tener en cuenta la percepción de los sujetos sobre el ejercicio de las funciones parentales y la importancia de que la figura paterna asuma un rol más participativo.