Introducción
Múltiples investigaciones han planteado que los partidos contemporáneos han experimentado un creciente distanciamiento respecto a la sociedad civil organizada y una progresiva asimilación con el Estado (Katz & Mair, 1995; Scarrow et al., 2017). Consecuentemente, varios autores han identificado que los partidos, actualmente, no cuentan con las herramientas suficientes para integrar las demandas ciudadanas al sistema político, ni para mediar la relación entre institucionalidad y sociedad civil (Luna et al., 2021; Katz, 1990).
No obstante, estudios recientes han demostrado que los vínculos sociales entre sociedad civil organizada y partidos políticos varían dependiendo de la ideología de cada organización y de la región en la que emergen (Keith & Tsakatika, 2023). Varios partidos contemporáneos ubicados en la izquierda se han caracterizado por poner en el centro de sus estrategias el establecimiento de vínculos con organizaciones sociales (Keith & Tsakatika, 2023). Por otro lado, en contraste con varios casos del norte global, en Latinoamérica distintos partidos han logrado congeniar su inserción institucional con una vinculación estable con movimientos y organizaciones sociales, entre ellos el Movimiento al Socialismo en Bolivia (mas) o el Frente Amplio uruguayo (FAur).
El propósito de este artículo es identificar las explicaciones asociadas al establecimiento y reproducción de vínculos sociales en partidos contemporáneos por medio del análisis del Frente Amplio chileno (fa), una coalición de izquierdas que surge a partir de organizaciones sociales y políticas a inicios de 2017 y que rápidamente logró acceder a espacios institucionales de poder.
Este conglomerado fue seleccionado como caso de estudio por dos razones. Primero, el fa permite analizar la influencia de varias explicaciones comúnmente asociadas al desarrollo de vínculos sociales con los partidos, incluyendo el acceso a la institucionalidad (Dunphy & Bale, 2011), el contexto social y político (Anria, 2018; Bolleyer y Bytzek, 2013; Panebianco, 1990), el modelo organizacional de los partidos (Anria, 2018, Pérez Bentancur et al., 2020) y el efecto de las definiciones adoptadas por las organizaciones políticas (Muller & Strom, 1999). En segundo lugar, el fa emergió directamente de distintos movimientos sociales y contó inicialmente con el apoyo de múltiples activistas. Sin embargo, a pesar de emerger en un contexto aparentemente favorable, el fa ha visto deteriorados sus vínculos sociales en los últimos años, en contraste con otros casos de la región. En específico, este texto busca explicar por qué el fa no logró consolidar sus vínculos sociales, a pesar de contar con un contexto favorable de movilización social y un origen anclado en organizaciones sociales.
Gran parte de la literatura ha intentado explicar el debilitamiento de los vínculos sociales en partidos políticos a través de factores ajenos a las organizaciones, incluyendo cambios en la estructura social (Inglehart & Welzel, 2005), el desarrollo tecnológico (Katz, 1990; Van Dyck, 2014) y como consecuencia de procesos inevitables de oligarquización dentro de las organizaciones políticas (Michels, 1962). No obstante, en los últimos años varios autores han volcado su atención en la agencia de los partidos para explicar tanto su desempeño electoral como su relación con la sociedad civil (Muller & Strom, 1999; Van Dyck, 2014).
En este artículo, argumento que la generación de vínculos sociales no puede explicarse solo a partir de factores contextuales, ajenos a la agencia de los partidos. A pesar de que los vínculos sociales del conglomerado se vieron tensionados por el apartidismo y desconfianza hacia la política institucional por parte de los movimientos sociales, el caso del fa se explica de igual forma por la ausencia de definiciones orientadas a solidificar sus raíces en la sociedad civil organizada, tanto en su diseño organizacional como en su acceso a cargos institucionales.
Dada la existencia de pocos estudios sobre el fa chileno, esta investigación se sustenta en 12 entrevistas semiestructuradas realizadas a actores clave y en fuentes secundarias, incluyendo artículos académicos. En tanto, la vinculación social de la coalición se aborda a través de la existencia de espacios de coordinación y de membresías duales entre partidos y organizaciones sociales.
Por último, este artículo busca contribuir a la literatura de tres formas. Primero, caracterizando un caso poco estudiado, pero políticamente relevante, como es el fa chileno. Segundo, visibilizando a Latinoamérica como una región clave para entender la relación entre partidos contemporáneos y sociedad civil. Y, finalmente, abordando la interacción entre estructura y agencia en el desarrollo de vínculos sociales con el fin de identificar qué condiciones podrían favorecer el desarrollo de organizaciones con más herramientas para integrar demandas ciudadanas dentro del sistema político.
Vínculos sociales en partidos políticos contemporáneos
A raíz de las transformaciones experimentadas por partidos contemporáneos y su progresivo distanciamiento de la sociedad civil, Katz y Mair (1995) identificaron la emergencia y consolidación de lo que denominaron partidos cartel, organizaciones altamente profesionalizadas, con vínculos sociales débiles o inexistentes y una gran dependencia hacia los recursos estatales. En la misma línea, otros autores también han señalado la consolidación de modelos de partidos, pensados como plataformas electorales para políticos específicos, pero con escasa inserción social (Mazzoleni & Voerman, 2017).
No obstante, varias investigaciones han identificado cómo múltiples partidos contemporáneos todavía buscan establecer vínculos con movimientos y organizaciones sociales (Anria, 2018; Keith & Tsakatika, 2023; Pérez Bentancur et al., 2020). En particular, distintos partidos de izquierda destacan por contravenir la tesis de la cartelización y por situar la vinculación con organizaciones sociales en el centro de sus estrategias. En la misma línea, en las últimas décadas varias organizaciones de izquierda han emergido en diversas partes del mundo desde o como consecuencia de movilizaciones sociales (Charalambous, 2022). Acorde con Keith y Tsakatika (2023), la relevancia de los vínculos sociales en partidos de la izquierda radical se explicaría, entre otros factores, por la ideología de esta familia de partidos, la cual históricamente ha buscado construir espacios alternativos de organización al margen de la institucionalidad.
En segundo lugar, buena parte de los estudios sobre las transformaciones experimentadas por los partidos se sustentan en casos del norte global. En contraste, en Latinoamérica pueden encontrarse varias organizaciones que no solamente han emergido de movimientos sociales, sino que, a lo largo de su proceso de institucionalización, han logrado mantener vínculos fuertes con organizaciones sociales (Anria, 2018; Keck, 1992; Pérez Bentancur et al., 2020).
Tres de los casos más destacados en lo que respecta a la izquierda del espectro político son: el mas boliviano, el Partido de los Trabajadores (pt) brasileño y el FAur. Las tres organizaciones presentan además distintos modelos, a través de los cuales han construido vínculos con organizaciones sociales. El mas, por ejemplo, logró establecer una vinculación estable con los principales movimientos sociales del país integrando directamente a organizaciones sociales en su estructura organizacional y permitiéndoles hacer uso del partido como plataforma electoral. Por otro lado, el pt emergió como resultado de la convergencia de varias organizaciones sociales a finales de la década de los setenta, incluyendo el movimiento obrero concentrado en el sureste del país, organizaciones de izquierda e incluso organizaciones de base ligadas a la iglesia católica (Keck, 1992). Dicho origen le permitió al pt sostener vínculos estables con las principales organizaciones sociales del país, al menos hasta el primer periodo del partido a cargo de la presidencia de Brasil, a inicio de los dos mil. No obstante, el pt continuó promoviendo espacios de coordinación semipermanentes con organizaciones sociales, incluyendo la Central Única de Trabajadores y el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (Benetti & Iglesias, 2015). Por último, el FAur se ha destacado por sostener una vinculación estable con organizaciones sociales a través de una estructura institucionalizada y con arraigo territorial, que fomenta la participación y discusión de base de sus adherentes (Pérez Bentancur et al., 2020).
Por otro lado, Latinoamérica también ofrece ejemplos de partidos en la derecha del espectro político que se han destacado por la construcción de vínculos sociales con sectores empresariales, fuerzas armadas y centros de pensamiento dispuestos a defender sus intereses (ver Luna & Rovira-Kaltwasser, 2014). Middlebrook (2000), a partir de varios casos dentro de la región, plantea que, la presencia de partidos conservadores fuertes y con vínculos sociales ha favorecido el desarrollo de democracias más estables, ya que permiten a las élites nacionales canalizar sus intereses pro status-quo a través de mecanismos institucionales. Luna (2010), en tanto, analiza cómo la Unión Democrático Independiente en Chile ha logrado canalizar recursos a través de sus vínculos con sectores empresariales, con el fin de sustentar vínculos no programáticos con sectores de bajos ingresos.
La región ofrece, por tanto, una variedad de casos que permiten observar y profundizar en las explicaciones asociadas al desarrollo de vínculos sociales en el marco de una tendencia general, que apunta hacia una disociación entre partidos y sociedad civil. De igual forma, Latinoamérica permite indagar en posibles alternativas a sistemas de partidos que en general han perdido la capacidad de canalizar demandas provenientes de la sociedad civil.
Vinculación social en partidos contemporáneos
La mayoría de los sistemas de partidos contemporáneos descansan en distintos tipos de vínculos para canalizar las demandas ciudadanas dentro del sistema político. Mientras que los vínculos programáticos han sido identificados como el modelo ideal en el marco de democracias sólidas, la literatura también ha abarcado la existencia de otros mecanismos de vinculación, incluyendo vínculos clientelistas, carismáticos y corporativos o grupales (Morgan & Meléndez, 2016; Morgan, 2011; Luna, 2010; Kitschelt, 2000).
Los distintos mecanismos de vinculación se diferencian entre ellos a partir del tipo de relación forjada con la ciudadanía y el alcance de las políticas impulsadas por cada partido (Kitschelt, 2000). Los vínculos programáticos, por ejemplo, se sustentan en posiciones compartidas entre partidos y ciudadanía en materia de política pública y en la distribución de sus beneficios y costos, con independencia del apoyo recibido por el partido. En contraste, los vínculos clientelares descansan en la distribución de bienes públicos a grupos específicos a partir de lógicas transaccionales, mientras que los vínculos carismáticos dependen de los atributos personales de una o un líder en particular (Morgan & Meléndez, 2016; Kitschelt, 2000).
No obstante, este artículo se enfoca en los vínculos grupales entre partidos y sectores organizados de la sociedad civil, incluyendo movimientos sociales, sindicatos, federaciones estudiantiles, organizaciones barriales, entre otros (Morgan & Meléndez, 2016). Dicho tipo de vínculo ha adquirido relevancia en contextos de alta conflictividad social, como el atravesado por la región durante los noventa e inicios de los dos mil, o tras la seguidilla de protestas a raíz de las políticas de austeridad, impulsadas en Europa tras la crisis financiera de 2008.
Al respecto, el distanciamiento entre partidos y organizaciones sociales ha despertado alarmas en los últimos años por su impacto en la capacidad de los partidos políticos para mediar la relación entre sociedad civil e institucionalidad (Katz, 1990). Luna y compañía (2021) plantean, por ejemplo, que varios partidos contemporáneos pueden describirse como organizaciones disminuidas, debido a su incapacidad de integrar verticalmente intereses desde la sociedad civil dentro del sistema político. Consecuentemente, la incapacidad de varias organizaciones contemporáneas de canalizar demandas ciudadanas de manera institucional ha puesto en jaque al modelo de democracia representativa, el cual depende de los partidos en su rol de mediadores con la sociedad civil.
Las razones detrás de las transformaciones experimentadas por los partidos contemporáneos son variadas. En primer lugar, varios autores han planteado que el desarrollo económico y las mejoras en el acceso a la educación habrían facilitado la movilidad de los individuos entre clases sociales y la posterior emergencia de sociedades más individualizadas y menos dispuestas a suscribir a organizaciones, en general más jerárquicas, como lo son los partidos (Inglehart & Welzel, 2005). Consecuentemente, en las últimas décadas habrían emergido movimientos sociales más reacios al tipo de intermediación que ofrecen los partidos (Melucci, 1980).
En segundo lugar, otros autores han argumentado que el desarrollo de las telecomunicaciones y las redes sociales estarían desincentivando la construcción partidista a la hora de mediar la relación entre autoridades, candidatos y sociedad civil (Katz, 1990). Entre las razones, por la facilidad que ofrecen las redes sociales y otros medios de comunicación para generar vínculos directos entre figuras políticas y electorado, sin la necesidad de invertir recursos y tiempo en la construcción de partidos con inserción social.
Finalmente, ya a inicios del siglo XX, Michels (1962) identificó en partidos socialistas y sindicatos una tendencia a disociarse de sus respectivas bases sociales, en la medida que las organizaciones accedían a espacios de poder. Bajo dicha lógica, en la medida que los partidos acceden a cuotas de poder institucional tienden, inevitablemente, a oligarquizar y a concentrar la toma de decisiones en un número reducido de funcionarios.
Las tres corrientes señaladas comparten entre ellas el supuesto de que el progresivo debilitamiento de los partidos y su alejamiento respecto a la sociedad civil se explican por factores contextuales relacionados con cambios estructurales a nivel social o a procesos inevitables de oligarquización dentro de las organizaciones. No obstante, a partir de la experiencia de partidos de izquierda y de partidos latinoamericanos varios autores han intentado explicar la vinculación social en organizaciones contemporáneas a través de factores relacionados a la agencia de los actores políticos (Van Dyck, 2014; Keith & Tsakatika, 2023).
Este artículo, sin embargo, asume un enfoque intermedio mediante el cual se analiza la interacción entre explicaciones estructurales y aquellas relacionadas a las definiciones (o ausencia de ellas) adoptadas por los partidos al momento de relacionarse con organizaciones sociales. Por consiguiente, aquí se asume que los partidos políticos son agentes capaces de tomar definiciones que afectan su posterior desarrollo bajo las constricciones impuestas por determinados contextos políticos y sociales.
Se explora, en específico, cuatro posibles explicaciones detrás de la conformación y reproducción de vínculos sociales. En primer lugar, autores como Anria (2018) o Pérez Bentancur y compañía (2020) plantean que los arreglos organizacionales de los partidos pueden facilitar la consolidación de vínculos sociales. Así, por ejemplo, el mas boliviano ha sido exitoso generando vínculos con organizaciones sociales permitiendo que estas utilicen al partido como vehículo electoral, al mismo tiempo que se les permite mantener un alto grado de autonomía. Por su parte, el FAur ha logrado mantener una organización fuerte con una alta inserción social, permitiendo que sus organizaciones de base cuenten con espacios formales dentro de su estructura de toma de decisiones.
En segundo lugar, otros autores han señalado el acceso a la institucionalidad como un factor asociado al debilitamiento de los vínculos entre partidos y orga nizaciones sociales (Dunphy & Bale, 2011). Bolleyer (2008), por ejemplo, señala que los partidos nuevos tienden a enfrentar costos mayores al momento de acceder a puestos de gobierno debido a su falta de experiencia en comparación a partidos tradicionales y por la ausencia de canales institucionalizados para resolver diferencias internas. Por otro lado, los partidos -al acceder a puestos de gobierno- enfrentan incentivos que comprometen parte de sus posiciones, en el marco de un contexto institucional que opera a través de la negociación con otros sectores, debilitando los vínculos con organizaciones sociales menos dispuestas a ver comprometidas sus demandas.
En tercer lugar, otro grupo de estudios ofrece explicaciones alternativas enfocadas en los contextos sociales e históricos en los cuales los partidos emergen. Anria (2018), por ejemplo, argumenta que la generación de vínculos entre partidos y organizaciones sociales se explica por el contexto histórico y social en el cual operan los partidos, así como por la capacidad de movilización autónoma de la sociedad civil. En la misma línea, Keith y Tsakatika (2023) argumentan que ciertos eventos históricos favorecen la generación de vínculos estables entre partidos y organizaciones sociales (ver además Levitsky et al., 2016; Rosenblatt, 2018).
Finalmente, estudios previos han indagado en el impacto de las estrategias adoptadas por los partidos a la hora de generar alianzas con organizaciones sociales. Keith y Tsakatika (2023) han identificado una tendencia, en los partidos de izquierda radical, a buscar alianzas estratégicas con organizaciones sociales a partir de principios e ideologías comunes, los cuales facilitan la existencia de agendas convergentes a la hora de impulsar determinadas reformas. Por ejemplo, Van Dyck (2014) describe cómo el pt brasileño impulsó durante su conformación una estrategia orientada a captar a sectores organizados dentro de la sociedad civil como forma de maximizar su desempeño electoral. La presencia de estrategias orientadas a generar vínculos sociales constituye un elemento transversal a las explicaciones señaladas, y se espera que se exprese tanto en la forma en que los partidos se relacionan con el movimiento social en cada país, como en la administración de sus cargos públicos y en la forma en que los partidos deciden organizarse.
A partir de las explicaciones identificadas en la literatura, se espera que contextos álgidos de movilización social y estructuras organizacionales abiertas a las organizaciones sociales se asocien positivamente para la consolidación de vínculos sociales. Por el contrario, el acceso a la política institucional debería tener un impacto negativo en dichos vínculos, producto del cambio de prioridades en los partidos y la reorientación de recursos humanos. Sin embargo, este artículo argumenta que la forma y direccionalidad en que las explicaciones identificadas operan, en el caso del fa, dependerán de las definiciones adoptadas por el conglomerado (o la ausencia de ellas) en sus distintas etapas, con miras a consolidar sus vínculos sociales, así como por la disposición de las organizaciones sociales a la hora de relacionarse con partidos políticos.
Con el fin de indagar en las explicaciones detrás de los vínculos entre partidos y organizaciones sociales, en las siguientes páginas se explora el caso del FA chileno. La coalición representa un caso contemporáneo, que saltó desde la movilización social hasta la administración del Gobierno de la mano del presidente Gabriel Boric (2022-2026) en un plazo relativamente corto de tiempo. Coherentemente, en el fa pueden observarse las explicaciones previamente señaladas relacionadas con la generación de vínculos sociales, incluyendo el acceso a cargos institucionales (Dunphy & Bale, 2011), el carácter de la movilización social y origen de los partidos (Anria, 2018) o la organización partidaria (Pérez Bentancur et al., 2020). La coalición fue seleccionada, además, ya que, a pesar de su origen vinculado a varias organizaciones sociales y la existencia de una movilización social fuerte, no ha logrado consolidar vínculos sociales estables, a diferencia de otros casos latinoamericanos. El fa constituye por lo anterior un caso de estudio que permite testear diversas explicaciones y profundizar en los mecanismos causales existentes en la literatura sobre la vinculación de partidos con organizaciones sociales (ver, Johnson et al., 2019).
Las conclusiones presentadas se sustentan en 12 entrevistas semiestructuradas, realizadas entre marzo y mayo de 2023, a militantes provenientes del FA con distintos grados de responsabilidad, incluyendo miembros de cuerpos colegiados, dirigentes nacionales, autoridades electas y candidatos a cargos de representación. La mayoría de los entrevistados fueron seleccionados, además, por contar con algún grado de experiencia como dirigente social (ver anexo 1). Los testimonios de los entrevistados son representativos de las distintas etapas del fa, pasando por su fundación hasta alcanzar la presidencia del país. Los entrevistados también presentan distintos perfiles etarios e ingresaron a la coalición en distintos momentos. Las entrevistas fueron sistematizadas y analizadas a través del programa MaxQPA. Paralelamente, este artículo también se basa en fuentes secundarias, incluyendo publicaciones académicas relacionadas al fa.
La emergencia del Frente Amplio
El fa es una coalición de partidos y organizaciones políticas fundada a inicios de 2017 con el fin de competir en las elecciones parlamentarias y presidenciales de dicho año. Las organizaciones que fundaron la coalición compartían una crítica común al modelo neoliberal chileno y a las dos principales coaliciones que gobernaron el país desde la transición a la democracia en 1990, la centroizquierdista Concertación de partidos por la Democracia y la derechista Chile Vamos (anteriormente Alianza por Chile).
El fa emerge como coalición en el marco de distintas movilizaciones sociales ocurridas en la década del dos mil diez, entre ellas el movimiento estudiantil, el movimiento No+afp y el movimiento feminista (Rozas Bugueño & Maillet, 2019; Schuster Ubilla et al., 2019). Consecuentemente, al momento de su conformación, a inicios de 2017, el fa logró convocar a distintas redes de activistas a lo largo del país y construir relaciones de confianza y trabajo mutuo con organizaciones sociales, entre ellas No+afp, Modatima,1 sectores del Colegio de Profesores, organizaciones de pobladores y, por cierto, con el movimiento estudiantil universitario aglutinado en la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH).
Originalmente, el fa se componía de 14 organizaciones y partidos con diversos orígenes, prioridades y tamaños, pasando por organizaciones ligadas a la lucha por el derecho a la vivienda, como Ukamau o el Partido Igualdad, e incluso organizaciones que no se identificaban a sí mismas como parte de la izquierda, entre ellas el Partido Ecologista Verde, el Partido Humanista e incluso el centrista Partido Liberal. No obstante, el grueso del fa se componía de organizaciones que emergieron directamente del movimiento estudiantil y en específico de las movilizaciones estudiantiles de 2011, entre ellas Izquierda Autónoma (ia), Movimiento Autonomista, parte de Nueva Democracia, Izquierda Libertaria, Socialismo y Libertad, y Revolución Democrática (rp). Las principales figuras de la coalición también emergieron desde el movimiento estudiantil, entre ellas el actual presidente de Chile Gabriel Boric.2
Las organizaciones que emergieron desde el movimiento estudiantil y posteriormente conformaron el fa se destacaron por varios logros, no solo por haber determinado el debate público en materia educacional a través de la protesta social. Al igual que otros movimientos estudiantiles en la región (Vaillant & Schwartz, 2019), las demandas de los estudiantes chilenos excedieron el ámbito estrictamente educacional y recurrentemente optaron por formas de movilización orientadas a generar disrupciones más allá del sistema educativo, incluyendo movilizaciones masivas e intervenciones en el espacio público. Por otro lado, organizaciones como ia y rp fueron pioneras en dar el salto institucional desde la movilización social a través de candidaturas parlamentarias en 2013 y 2017 de exdirigentes estudiantiles, como Giorgio Jackson, Gabriel Boric, Miguel Crispi o Camila Rojas. Por su parte, rp participó, además, del Ministerio de Educación durante el segundo Gobierno de Michelle Bachelet (2014-2018) e influyó directamente en la elaboración de las reformas educacionales impulsadas por su administración. rp decidió, no obstante, marcar distancia con la administración de centroizquierda para enfocarse en la fundación del fa. La combinación de protestas sociales con la construcción de poder institucional y alianzas dentro del Estado fue un elemento clave en la conformación temprana del conglomerado (Donoso et al., 2023; Somma y Donoso, 2022; 2021; Donoso, 2021).
Paralelamente, en el fa también convergieron distintos partidos críticos de las coaliciones tradicionales, entre ellos el Partido Humanista, el Partido Ecologista Verde y el Partido Igualdad. También se sumaron organizaciones que emergieron a partir de quiebres con partidos de centroizquierda, incluyendo sectores del Partido Progresista, el Partido por la Democracia y principalmente en el Partido Socialista (ps). La inclusión de dichas organizaciones dotó al fa de amplitud ideológica y social. No obstante, en general la coalición siguió ubicándose en la izquierda del espectro ideológico y mantuvo un discurso crítico al modelo neoliberal.
Sin embargo, el fa ha experimentado múltiples quiebres con la salida de varias de sus organizaciones fundantes. En paralelo, la coalición también ha experimentado distintos procesos de fusión entre las organizaciones restantes. A inicios de 2024 el fa estaba conformado por tres partidos y una organización política. En primer lugar, el partido más pequeño de la coalición, Comunes, surgió en 2019 a partir de la fusión de Poder Ciudadano e ia. En segundo lugar, Convergencia Social (cs), partido al cual pertenece el actual presidente Gabriel Boric, emergió a partir de la confluencia del Movimiento Autonomista, Izquierda Libertaria, Socialismo y Libertad, y Nueva Democracia. En tercer lugar, rp surge como iniciativa de dirigentes de la Nueva Acción Universitaria, organización estudiantil de la Universidad Católica de Chile, exmilitantes del ps y algunos activistas ligados a espacios de formación de la Fundación Dialoga, vinculada a la expresidenta Michelle Bachelet (Muñoz & Duran, 2021). Finalmente, Plataforma Socialista es una organización política no inscrita como partido y que surge a partir de una serie de quiebres en el ps.
A pesar de la seguidilla de quiebres que ha experimentado el fa, la coalición se ha mostrado efectiva a la hora de sostener un importante apoyo electoral. En las elecciones de 2017 el fa sorprendió a la opinión pública alcanzando un 16,5% de los votos en las elecciones parlamentarias y un 20,3% en la elección presidencial de la mano de Beatriz Sánchez, periodista independiente sin carrera política previa. El fa logró sostener dicho apoyo electoral en las elecciones a consejeros constitucionales de 2021 con el 18,8% de los votos en el marco de Apruebo Dignidad, pacto electoral que también incluía, entre otras organizaciones, al Partido Comunista de Chile (pcch). El fa nuevamente revalidó su votación dentro de Apruebo Dignidad en las elecciones parlamentarias (21% en la elección de diputados y 20% en el Senado) y presidenciales (25,8%) de 2021. Finalmente, Unidad para Chile, pacto electoral del cual participaban el fa, ps y pcch, obtuvo cerca del 29% de los votos en las elecciones a consejeros constitucionales en mayo de 2023.3
A pesar de la relevancia del fa, todavía son pocos los estudios sobre su emergencia, institucionalización y vinculación con la sociedad civil. De igual forma, a pesar de que gran parte de las organizaciones que conformaron al fa emergen de distintos movimientos sociales, el conglomerado no ha sido capaz de sostener y fortalecer los vínculos sociales que le permitieron surgir en primer lugar. Las siguientes secciones ofrecen un análisis de las explicaciones asociadas a la relación del fa con organizaciones sociales a partir de los testimonios recolectados a través de las entrevistas.
Vinculación social en el Frente Amplio chileno: organización partidaria, acceso al Estado y carácter de la protesta social
El Frente Amplio como organización política
En primer lugar, un elemento presente -tanto en la literatura como en los testimonios recogidos- es la organización partidaria. En concreto, los partidos tienen distintos incentivos para construir organizaciones con algún grado de inserción territorial y vinculación con la sociedad civil organizada (Van Dyck, 2014). En el caso de Latinoamérica, la consolidación de partidos como el pt, el mas y el FAur fue consecuencia de un diseño organizacional pensado para incentivar la participación de las bases militantes y la integración de distintas organizaciones territoriales y sociales (Anria, 2018; Benetti & Iglesias, 2015; Pérez Bentancur et al., 2020).
En lo que respecta a la organización temprana del fa, los entrevistados reconocen la influencia de la participación de varios de sus dirigentes en movimientos sociales. Originalmente, el fa adoptó un modelo organizativo descrito como asambleísta y mucho más horizontal en comparación con partidos tradicionales. El fa se organizó tempranamente en torno a una Mesa Nacional en la cual se encontraban representadas todas las organizaciones que conformaban la coalición, independiente de su tamaño o si constituían partidos legalizados. Dicha Mesa permitió la inclusión de distintos movimientos y organizaciones y evitó que algún sector en particular pudiera obtener una clara dominancia en las discusiones. Sobre este periodo, una entrevistada de CS declaró lo siguiente:
Yo recuerdo muy bien como, por ejemplo, en los 2017 liderazgos muy frenteamplistas como Gonzalo Winter (actual diputado) eran muy cercanos al movimiento No+afp y a Luis Mesina (dirigente sindical y principal figura del movimiento). Eso pasaba en su momento, estábamos muy insertos en la lucha social [...] pero en algún momento decayó. (M. Cottet, comunicación personal, 6 de abril de 2023)
El funcionamiento de la Mesa Nacional, no obstante, fue criticado por varios entrevistados, quienes la calificaron como un espacio poco operativo y en el cual organizaciones pequeñas tenían atribuciones para obstaculizar la toma de decisiones. Una de las entrevistadas de rp describió la Mesa Nacional como un espacio "donde cada detalle era una negociación política" (G. Roa, comunicación personal, 21 de marzo de 2023) y en el cual cualquier organización podía solicitar ingresar y ejercer una posición de veto. No obstante, la existencia de esta Mesa permitió un funcionamiento horizontal y facilitó la inclusión de distintas miradas en la etapa temprana del fa.
En la misma línea, durante su conformación, el fa se caracterizó por una mayor permeabilidad en su proceso de toma de decisiones por parte de organizaciones externas, sus propias bases militantes y grupos de independientes. De cara a las elecciones de 2017 el fa inició un proceso de discusiones territoriales con miras a construir un programa de gobierno, el cual pasó a llamarse el "Programa de muchos" (Nogué & Barozet, 2023). El proceso consistió en discusiones basales realizadas en diversos puntos del país y las cuales fueron abiertas a la ciudadanía. Los participantes podían intervenir en la conformación del programa en una amplia gama de temas, incluyendo educación, modelo económico e incluso relaciones internacionales.
Dicho proceso permitió la territorialización del fa y que grupos de independientes lograrán identificarse con la coalición, a pesar de no pertenecer a ninguna de sus organizaciones. Uno de los entrevistados pertenecientes a CS declaró que en la organización original del fa "sí había cabida para independientes y, por cierto, en esa independencia también para personas por fuera de los movimientos y partidos que sí tenían una causa social clara o eran activistas" (L. Jofré, comunicación personal, 14 de marzo de 2023).
Sin embargo, los testimonios recogidos dan cuenta de un proceso de institucionalización dentro del fa que vino aparejado de la reducción de espacios abiertos a organizaciones sociales y a activistas independientes. A pesar de que algunos de los entrevistados naturalizaron el distanciamiento con las organizaciones sociales más críticas de la institucionalidad, otros testimonios responsabilizan a la falta de definiciones por parte de las dirigencias del fa. Sobre este punto, uno de los entrevistados señaló lo siguiente:
No hubo una decisión, llamémoslo decisión política, de darle espalda a los independientes, a los movimientos sociales, por quizás legítimos temores [...] la respuesta me parece que siempre fue intentar encauzar eso a través de la institucionalidad partidaria o de los movimientos, pero mucho más institucionales, que efectivamente buscar las maneras de darle una flexibilidad que permitiera que esas fuerzas sociales se organizaran dentro del Frente Amplio. (L. Jofré, comunicación personal, 14 de marzo de 2023)
Sumado a lo anterior, al momento de ganar la presidencia, los partidos del fa enfrentaban una crisis organizacional importante, la cual se traducía en direcciones nacionales débiles o interinas y en elecciones internas con bajos niveles de participación (Nogué & Barozet, 2023). En la misma línea, otros entrevistados también dieron cuenta de la debilidad organizacional del fa, la cual se traducía en la ausencia de espacios de formación y en la falta de apoyo a sus respectivas candidaturas.
Los testimonios recolectados describen, por tanto, un proceso de institucionalización enfocado en los partidos integrantes del fa, en el que no se priorizaron espacios de participación tendientes a integrar a sectores independientes y activistas cercanos a la coalición.
El Frente Amplio y el Estado
En segundo lugar, varios autores han señalado los costos asociados a acceder a espacios de poder institucional, especialmente para organizaciones nuevas como es el caso del fa. En concordancia con las expectativas encontradas en la literatura, varios testimonios apuntan a la imposibilidad de sostener vínculos entre partidos y organizaciones sociales y, simultáneamente, participar en instituciones que operan bajo lógicas de consenso con otros sectores políticos.
Por otro lado, los partidos nuevos tienden a contar con menos recursos humanos y experiencia en la administración del Estado, por lo que el acceso a espacios institucionales de poder tiende a ocurrir a costa de trasladar parte importante de sus miembros a labores ajenas a las de sus organizaciones sociales (Dunphy & Bale, 2011). Al respecto, varios entrevistados reconocieron las dificultades que sus partidos han experimentado al destinar militantes a labores de gobierno:
Si hoy no hay movimiento social organizado con potencia en nuestro país, al nivel que era antes, también tenemos que hacernos la pregunta de por qué, si venimos de ese mundo [... ] nuestros mejores cuadros que estaban en un partido político y convivían con el movimiento social hoy día están en Gobierno y eso efectivamente quitó agencia tanto en los partidos políticos como en el movimiento social. (L. Jofré, comunicación personal, 14 de marzo de 2023)
Los entrevistados además reconocieron que el acceso del fa a la política parlamentaria tuvo un impacto en la forma de vinculación de la coalición con organizaciones sociales. El fa tempranamente logró consolidar una bancada tras su primera incursión electoral, alcanzando un total de 20 diputados y un senador para el periodo legislativo 2018-2022. No obstante, acorde con los testimonios, el salto hacia el Congreso vino aparejado de un proceso de "parlamentarización", el cual no solo se tradujo en la priorización de la discusión legislativa, sino, además, en la canalización de los vínculos con organizaciones sociales a través de las autoridades parlamentarias en desmedro de los partidos. En referencia a una autoridad parlamentaria de CS, un ex miembro de dicho partido declaró lo siguiente:
Yo percibía que no había una conexión entre lo bien que lo podía hacer un parlamentario y cómo eso podía trasladarse a un fortalecimiento del partido. Tampoco sé cómo se podría hacer de manera menos mecánica [...] pero creo que igual que no se sume ningún dirigente o un sindicato en todo un año mientras eres presidente de una comisión (legislativa), temática asociada directamente a una línea estratégica de tu partido, habla de que a veces es más cómodo fortalecer la figura antes que fortalecer el partido. (U. Castillo, comunicación personal, 7 de abril de 2023)
Finalmente, acorde con los testimonios, el proceso de parlamentarización y el acceso al gobierno no vino acompañado de definiciones que le permitieran a la coalición utilizar los recursos derivados de su participación institucional en el fortalecimiento de sus partidos y en el desarrollo de nuevos vínculos sociales:
El Frente Amplio no ha sabido usar los recursos que da ser gobierno o ser parlamentario o tener una bancada grande [... ] por ejemplo, teniendo una reforma de pensiones el gobierno podría, creo yo con facilidad, llegar a los centros de adulto mayores, pero no hemos logrado dar ese paso. Teniendo una reforma de las 40 horas podríamos mejorar y profundizar seriamente la relación entre Frente Amplio, gobierno y sindicatos. (M. Cottet, comunicación personal, 6 de abril de 2023)
En definitiva, acorde con los entrevistados, el debilitamiento de los vínculos sociales del fa se asocia tanto la ausencia de definiciones que permitieran capitalizar la participación institucional, como a las tensiones derivadas del acceso temprano de la coalición al Estado.
El Frente Amplio y el contexto de movilización social
La tercera y última explicación -identificada a través de los testimonios recogidos- refiere al contexto y carácter de la movilización social desde el cual emergió el fa. El sistema de partidos chileno históricamente ha sido señalado como un ejemplo de estabilidad al compararse con los niveles de institucionalización en otros países de Latinoamérica. En Chile, tempranamente emergieron partidos con fuertes vínculos a nivel territorial y con organizaciones sociales, principalmente en el sindicalismo (Luna & Mardones, 2017). Coherentemente, durante buena parte del siglo xx, el movimiento social en Chile -asociado al movimiento obrero y posteriormente al movimiento cam pesino- fue protagonizado por dirigentes ligados a alguno de los principales partidos de la época.
No obstante, el sistema de partidos que emergió con el retorno a la democracia, a inicios de los noventa, ha sido cuestionado por su incapacidad para construir y mantener vínculos con organizaciones de la sociedad civil (Donoso & von Bulow, 2017; Luna & Mardones, 2017). Consecuentemente, Chile destaca por ser uno de los pocos casos en donde la participación en protestas sociales no se ha asociado positivamente a otras formas de participación institucional, incluyendo el voto (Medel et al., 2023). Entre las razones esgrimidas para explicar este fenómeno, se encuentra la decisión -tomada por la entonces Concertación, coalición que gobernó el país entre 1990 y 2010- de desmovilizar a sus bases sociales con el fin de resguardar la gobernabilidad en el marco de la transición hacia la democracia (Donoso & von Bulow, 2017). El distanciamiento entre partidos y movimientos sociales ha llevado a varios autores a señalar la creciente autonomización de la protesta social en Chile (Medel & Somma, 2022; Somma & Bargsted, 2014), la cual se reflejaría en el progresivo retroceso de los militantes de partidos tradicionales en dirigencias sociales.
Los testimonios recogidos permiten confirmar la importancia de la independencia partidista en organizaciones sociales, así como la constante desconfianza hacia los partidos en general. Una entrevistada de Comunes que además participaba de una organización social indicó lo siguiente: "cuando llegamos las personas de los partidos a las reuniones, claro, hay un movimiento kinésico incómodo de la gente en Zoom que uno lo puede percibir" (N. Rojas, comunicación personal, 16 de marzo de 2023). En la misma línea, la entrevistada señaló la existencia de una creciente animosidad contra militantes de partidos en su organización social, la cual le ha dificultado su propia participación.
En general, la mayoría de los entrevistados catalogó la tendencia de los movimientos sociales hacia el apartidismo, como resultado de una política individualizada y basada en la desconfianza, la cual sería herencia de la dictadura y el quiebre entre partidos y organizaciones sociales gestado durante la transición hacia la democracia. En la misma línea, varios de los entrevistados reconocieron que, a ojos de las organizaciones sociales, los partidos son considerados como plataformas electorales o como actores con los cuales dialogar bajo una lógica utilitarista. Una de las entrevistadas, planteó lo siguiente: "el mundo independiente en el fondo los ve [a los partidos] como un trampolín, pero después, si ganan no están ni ahí" (N. Rojas, comunicación personal, 16 de marzo de 2023).
Por otro lado, la vinculación temprana del fa con movimientos sociales fue matizada transversalmente por los entrevistados, quienes tendieron a describirla como superficial o parcial durante la etapa de conformación de la coalición. Los testimonios tienden a señalar que la inserción de los militantes del fa en organizaciones sociales se concentraba en el movimiento estudiantil universitario, en desmedro de otros sectores como el sindicalismo u organizaciones barriales, espacios donde otros partidos tradicionales tenían mayor presencia (ver Medel et al., 2023; Medel & Somma, 2022).
Una posible explicación a las dificultades del fa a la hora de construir vínculos sólidos con otro tipo de organizaciones sociales se encuentra en su origen, anclado al movimiento estudiantil universitario, el cual sería representativo de clases medias emergentes y que, por su naturaleza, tiende expresar las prioridades de generaciones más jóvenes. Dicho carácter de clase y la fuerte orientación generacional son dos elementos que han dificultado la construcción de confianza con dirigentes sociales que se forjaron en la lucha contra la dictadura o que no accedieron a la educación superior (Somma, 2021). Sobre las dificultades que ha experimentado el fa para expandirse fuera de su núcleo estudiantil, uno de los entrevistados de Plataforma Socialista declaró lo siguiente:
En realidad había un bache entre las generaciones [...] ahí hay un defecto de fabricación. Yo creo que fue un error que Izquierda Autónoma [una de las organizaciones fundantes del fa] buscara durante largo tiempo mantenerse como un movimiento estudiantil y no asentarse como una fuerza nacional que se abría, que reclutaba. Izquierda nacional en el sentido de completitud, en todos los planos, de otros sectores, sectores sociales, ecológicos, etc. y etarios. Eso se proyectó en el Gobierno. Cuando se ganaron esas elecciones, se ganaron de grupos que venían recién de salir del movimiento estudiantil. [...] no había la posibilidad de acceder a ese mundo sino desde fuera. (J. Arrate, comunicación personal, 30 de marzo de 2023)
Consecuentemente, la vinculación del fa con organizaciones sociales adoptó un carácter informal y se tradujo en espacios de coordinación esporádicos entre ambos tipos de organizaciones y en la existencia de militancias duales entre partidos y organizaciones sociales. No obstante, salvo excepciones, los principales movimientos sociales del país no adscribieron colectivamente a ningún partido, ya sea porque optaron resguardar su independencia política o porque en su interior participaban militantes de varios partidos.
Por último, la vinculación social del fa tampoco ha sido estable en los últimos años. Por el contrario, todos los entrevistados señalaron al estallido social que sacudió al país a finales de 2019 como un punto de inflexión en la relación entre la coalición y movimientos sociales. Durante octubre de dicho año, Chile se convirtió en el escenario de masivas protestas tras un aumento de 30 pesos en el transporte público (0,031 USD). Las manifestaciones iniciaron con un llamado por parte de estudiantes secundarios a evadir el transporte público a modo de protesta, pero el conflicto rápidamente escaló hasta abarcar una amplia variedad de demandas, incluyendo una nueva Constitución. Contrario a estudios previos que sugieren una asociación positiva entre masividad y el uso de tácticas pacíficas (Disi, 2020), el estallido social se caracterizó de igual forma por múltiples hechos de violencia a lo largo del país.
A mediados del mes de noviembre, las distintas fuerzas políticas del país fueron convocadas a discutir una salida política al conflicto social por medio de un proceso constituyente que reemplazaría la Constitución de 1980, redactada durante la dictadura militar. En la madrugada del 15 de noviembre finalmente se zanjó el "Acuerdo por la Paz y la nueva Constitución" con el respaldo de la derecha, la centroizquierda, parte del fa y la ausencia del PCCh. El acuerdo estipulaba la convocatoria a un plebiscito en el cual la ciudadanía podría decidir si deseaba o no una nueva constitución y cómo esta debería ser redactada, incluyendo la opción de una Convención Constitucional electa por la ciudadanía.
Una de las entrevistadas de CS, que durante el estallido social trabajaba como asesora parlamentaria declaró lo siguiente:
Se citó a Unidad Social4 en el ex-Congreso. Me acuerdo de que se juntaron con varias dirigencias del partido, no solo de Convergencia sino también del Partido Comunista y de Revolución Democrática. Pero las confianzas y el ímpetu de lo que estaba pasando en la calle no era manejable, no era abordable. Y yo creo que ellos también tenían muy claro que no iban a conceder a algo que se hacía en un palacio mayor legitimidad a la que la calle impugnaba. (P. Jara, comunicación personal, 26 de marzo de 2023)
Los principales movimientos sociales denunciaron el acuerdo como una negociación entre partidos políticos a espaldas de la ciudadanía. De igual forma, declararon que el proceso propuesto no consideraba una verdadera asamblea constituyente y criticaron duramente a los partidos que suscribieron al acuerdo por haber negociado con el Gobierno del expresidente Sebastián Piñera. Consecuentemente, el fa experimentó una seguidilla de quiebres, con la salida del Partido Humanista, el Partido Ecologista Verde, el Partido Igualdad y el Partido Pirata. Comunes y CS también experimentaron fugas de militantes.
Según los entrevistados, este hito marcó un punto de inflexión entre el fa y los movimientos sociales. Una de las entrevistadas de Comunes y exmilitante de CS describió el año 2019 como: "el quiebre entre el ala del Frente Amplio que estaba ligada a las organizaciones sociales" (M. Aravena, comunicación personal, 12 de marzo de 2023).
A pesar de que varios entrevistados evaluaron críticamente el debilitamiento de los vínculos sociales de sus partidos, no se encontraron recriminaciones asociadas al haber suscrito al acuerdo que dio inició al proceso constituyente. Por el contrario, varios entrevistados comentaron la imposibilidad de lograr acuerdos con las organizaciones sociales debido al contexto de impugnación al sistema político durante el estallido social y debido a la propia lejanía de dichas organizaciones hacia la política institucional.
El Frente Amplio en el contexto latinoamericano
Al igual que el PT brasileño, el MAS boliviano o el FAur, el fa chileno emerge tras la convergencia de varias organizaciones de izquierda y distintas redes de activistas provenientes de movimientos sociales. En el marco de Latinoamérica, el fa chileno presenta, por tanto, continuidades respecto a otros partidos, pero de igual forma elementos distintivos que permiten explicar el reciente debilitamiento de sus vínculos sociales.
En primer lugar, su rápido acceso al Congreso y su temprana victoria en las elecciones presidenciales de 2021 marcan un punto de quiebre respecto a la trayectoria de otras organizaciones que tuvieron varios años e incluso décadas para fortalecer a sus partidos antes de ingresar al gobierno. Sin ir más lejos, entre la fundación del MAS, el PT y el FAur y sus primeras victorias a nivel presidencial pasaron ocho, 23 y 34 años, respectivamente. En contraste, entre la creación del fa y su acceso al gobierno solo pasaron cuatro años. En la misma línea, el fa emerge en un contexto de conflictividad social en la que las principales organizaciones sociales se caracterizaban por su marcado antipartidismo y desconfianza hacia la política institucional.
En segundo lugar, el ascenso del fa no provocó el fortalecimiento de sus partidos y, en general, el proceso de institucionalización de la coalición vino con menos espacios de participación y una estructura menos porosa a la influencia de organizaciones sociales. Dicho diseño organizacional marca una clara diferencia con otros ejemplos dentro de la región, especialmente con el MAS y el FAur.
Finalmente, en contraste con el caso del pt en sus inicios o el mas, acorde con los testimonios recogidos, no se observa que el establecimiento y reproducción de vínculos sociales haya sido una prioridad transversal en todos los entrevistados pertenecientes al fa. Coherentemente, a partir del carácter autónomo de la protesta social, la coalición optó por priorizar el camino institucional en el marco del estallido social de 2019, dadas las constricciones impuestas por el carácter autónomo y apartidista de la movilización.
Conclusiones
En los últimos años, varios autores han señalado con preocupación cómo los partidos han perdido la capacidad de mediar la relación entre instituciones y sociedad civil, especialmente con la sociedad civil organizada. No obstante, en el contexto latinoamericano, múltiples partidos han logrado consolidar una vinculación social estable, incluso después de haber accedido a puestos de gobierno. A partir de dicho debate, este artículo explora las explicaciones asociadas a la generación y mantención de vínculos entre partidos políticos y organizaciones sociales, utilizando como caso de estudio al FA chileno.
A través del fa puede observarse cómo distintas explicaciones identificadas en la literatura interactúan entre sí en el marco de organizaciones contemporáneas que operan en contextos de movilización social. En este artículo se explica por qué el fa no logró consolidar vínculos sociales, a pesar de contar con un contexto de movilización y de haber emergido desde organizaciones sociales.
La evidencia recolectada en este artículo ratifica la influencia del contexto político y social de Chile en la conformación de vínculos sociales por parte del FA. El carácter autónomo de la protesta se explica a partir de un proceso lento de desarticulación entre partidos y organizaciones sociales, que data del inicio de la transición chilena. El contexto en el cual emerge el FA no puede por tanto equipararse mecánicamente al de otras organizaciones de izquierda en la región, incluyendo el MAS boliviano, el PT brasileño o el FAur.
Sin embargo, este artículo también visibiliza las explicaciones relacionadas con la agencia de los propios partidos. Los testimonios recogidos apuntan a que el debilitamiento de los vínculos sociales del fa se explica a través del carácter autónomo y apartidista de la movilización social en Chile, el rápido y costoso acceso de la coalición a la institucionalidad, y un diseño organizacional que progresivamente fue limitando la integración de organizaciones sociales y activistas. También se identifica al estallido social de 2019 como un punto de inflexión en la relación entre las organizaciones sociales y el fa, ante la disposición de este último de impulsar una salida institucional al conflicto. Finalmente, de manera transversal a las explicaciones señaladas, se observa el impacto de las decisiones adoptadas por el fa y la ausencia de una estrategia clara en su vinculación con organizaciones sociales. En definitiva, a pesar de que las explicaciones contextuales juegan un rol relevante, este artículo permite matizar aquellas tesis que responsabilizan a procesos ajenos a los partidos del debilitamiento de vínculos sociales en organizaciones políticas contemporáneas sin considerar su agencia.
Por consiguiente, este artículo dialoga con varias de las explicaciones identificadas en la literatura en torno a la relación entre partidos y organizaciones sociales. Por un lado, el caso del FA viene a confirmar los trabajos previos que apuntan al progresivo distanciamiento de los partidos con respecto a sus bases militantes y organizaciones aliadas, en la medida que se accede a espacios de poder institucional (Michels, 1962; Dunphy & Bale, 2011). No obstante, los testimonios presentados a lo largo del texto son indicativos de las consecuencias de la falta de definiciones y lineamientos claros en los partidos en dicho distanciamiento respecto a organizaciones sociales.
Por otro lado, el fa también ejemplifica cómo el origen de un partido no siempre determina en su totalidad su posterior desarrollo organizacional. A partir del trabajo de autores como Panebianco (1990), Bolleyer y Bytzek (2013) o Levitsky y compañía (2016), se ha sugerido que las condiciones en las cuales un partido emerge son clave para explicar su posterior proceso de institucionalización. A pesar de que este artículo no contradice dicha aseveración, el FA chileno demuestra que los partidos -cuyo origen se encuentra en contextos de movilizaciones sociales- no necesariamente lograrán mantener en el tiempo vínculos estables con la sociedad civil organizada sin contar con un diseño organizacional y definiciones que apunten a dicho objetivo. En la misma línea, a diferencia de otros casos en la región, donde la presencia de una movilización fuerte y autónoma derivó en partidos con vínculos sociales fuertes (Anria, 2018), el carácter apartidista de la movilización aparece como un obstáculo en el caso chileno.
Tanto la disposición de la protesta social hacia los partidos como la priorización que hagan estos últimos respecto a las organizaciones sociales son, por tanto, clave para el posterior desarrollo y consolidación de vínculos sociales estables. Entender el desarrollo de vínculos sociales requiere tomar en consideración la relación y diálogo entre ambas partes por sobre enfoques unidireccionales.
Finalmente, este artículo no tiene por propósito cuestionar las decisiones adoptadas por el Frente Amplio chileno a lo largo de su trayectoria. A pesar de los múltiples obstáculos, el conglomerado ha logrado consolidarse a nivel electoral, posicionar una agenda distintiva y, en general, renovar la oferta partidaria. Por el contrario, este artículo explica la relación del Frente Amplio con las principales organizaciones sociales del país. Futuras investigaciones deberán indagar en las explicaciones asociadas a otras dimensiones igualmente importantes dentro de los partidos contemporáneos y en el Frente Amplio, incluyendo su desempeño electoral y aprobación ciudadana.