Introducción
El ascenso de las nuevas derechas y la presencia de nuevas izquierdas ha transformado significativamente el panorama político global en el siglo XXI. El 22 de octubre de 2023, Argentina eligió como presidente a Javier Milei, un autoproclamado anarcocapitalista libertario que prometió desmantelar el Estado corrupto, derrotar a la casta y eliminar el peso como moneda nacional. Casi un año después, en noviembre de 2024, la reelección de Donald Trump marcó el regreso al poder de las derechas radicales en la primera potencia global y la consolidación del trumpismo, que desplazó a la derecha tradicional del Partido Republicano.
Estas victorias no son anomalías, sino reflejos de una tendencia global que ha transformado las dinámicas políticas: el ascenso de las nuevas derechas radicales (Betz, 1998, 2003). Estas fuerzas, caracterizadas por discursos autoritarios, nativistas y populistas, representan desafíos tanto en democracias consolidadas como en sistemas democráticos más frágiles, marcados por bajos niveles de confianza ciudadana y altos niveles de inseguridad y corrupción (Rovira Kaltwasser & Zanotti, 2023; Scanni, 2024). Este fenómeno ha sido vinculado a crisis económicas y culturales, como las desencadenadas tras la recesión global de 2008 y la pandemia de Covid-19, que potenciaron sentimientos de descontento y resentimiento hacia las élites políticas tradicionales a nivel global (Campion & Poynting, 2021).
Asimismo, en países del Sur Global, estas derechas radicales suelen combinar discursos neoliberales con elementos de autoritarismo y conservadurismo religioso, como se ha observado en el caso de Jair Bolsonaro en Brasil y Narendra Modi en India, cuyos liderazgos se han apoyado en coaliciones de clases medias precarizadas y movimientos religiosos ultraconservadores (Pinheiro-Machado & Vargas-Maia, 2023). Por otro lado, estos liderazgos suelen utilizar estrategias digitales para movilizar a sus bases, amplificando mensajes de odio y desinformación a través de redes sociales, lo que genera un entorno político polarizado y hostil a los valores democráticos tradicionales (Freidenberg, 2023; Abadía et al., 2024).
Por su parte, el estudio de las nuevas izquierdas ha señalado su una diversidad ideológica en el panorama de este espectro político. Estas fuerzas combinan demandas redistributivas tradicionales con preocupaciones postmaterialistas, como la justicia ambiental y la equidad de género, destacando tanto por su carácter inclusivo como por su radicalidad estratégica (Zúquete, 2023). Sin embargo, su ambivalencia entre el compromiso con la socialdemocracia y la adopción de estrategias extremistas o radicales ha generado tensiones internas y externas en las fuerzas políticas de este espectro ideológico.
A esta dinámica se suma una creciente desconexión entre los partidos políticos y los movimientos sociales que constituyen su base, limitando la canalización de demandas ciudadanas y fomentando una fragmentación interna que socava su eficacia política. Movimientos horizontales y descentralizados desconfían de estructuras partidarias jerárquicas, mientras que los partidos, en su intento de institucionalizar agendas radicales, enfrentan la crítica de cooptación y burocratización (Coronel & Donoso, 2024). En casos como el del Movimiento al Socialismo (mas) en Bolivia, analizado por Anria (2018), la integración de movimientos sociales en estructuras partidarias logró mitigar estas tensiones, pero no sin enfrentar críticas sobre la pérdida de autonomía y el riesgo de burocratización. Por el contrario, en contextos menos cohesionados, como los de Chile y Colombia, partidos como el Frente Amplio y el Pacto Histórico han enfrentado dificultades para articular las demandas de movimientos descentralizados y horizontales, que desconfían de las estructuras partidarias jerárquicas (Chaparro, et al., 2024).
Por todo esto, el siglo XXI ha puesto en evidencia el surgimiento y consolidación de las nuevas derechas e izquierdas. De acuerdo con esta realidad, el propósito de este dossier de la revista Desafíos es contribuir al análisis de estas nuevas derechas e izquierdas, con énfasis en la diferenciación que estas fuerzas políticas tienen con las derechas e izquierdas tradicionales, en su relación con el extremismo, el radicalismo, sus dispositivos organizacionales y en las metodologías que pueden ser útiles para su estudio.
A lo largo de la historia, los términos derecha e izquierda han sido utilizados como categorías políticas para clasificar y comprender la diversidad de corrientes en disputa por el poder político. No obstante, en las últimas décadas, se observa la transformación y el surgimiento de nuevas corrientes políticas que suponen dificultades para encajar en estas categorías tradicionales. Ejemplos de estas nuevas corrientes incluyen el Centro Democrático en Colombia, La Libertad Avanza en Argentina, el Movimiento 5 Estrellas en Italia, Unidad para Chile y Unidas Podemos en España, entre otros. Estas agrupaciones políticas -a pesar de sus diferencias ideológicas-, comparten ciertas características distintivas: rechazan los moldes políticos tradicionales, emplean discursos populistas y centran sus reivindicaciones de formas diferenciadas en temas como la identidad nacional, la desigualdad económica y el escepticismo hacia el pluralismo democrático.
Las nuevas derechas e izquierdas se diferencian de sus contrapartes tradicionales en varios aspectos. Por ejemplo, en lo ideológico, las corrientes actuales presentan una combinación de elementos conservadores y progresistas, que desafían las categorías ideológicas tradicionales. Además, comúnmente se las asocia con el extremismo y/o radicalismo político. Si bien es cierto que no todas las corrientes políticas emergentes tienen posturas radicales o extremistas, vemos casos en los cuales estas nuevas fuerzas adoptan posturas radicales, utilizan discursos polarizantes y promueven la exclusión de determinados grupos sociales.
En el marco de este dossier, se plantean preguntas que guían el análisis de las dinámicas globales y locales de las nuevas derechas y las nuevas izquierdas, con el objetivo de avanzar en la comprensión de sus patrones, estrategias de movilización y transformaciones en los sistemas políticos contemporáneos. Estas interrogantes se basan en los aportes empíricos y teóricos de las autoras y los autores incluidos, quienes abordan el estudio de las nuevas derechas e izquierdas en contextos nacionales y transnacionales diversos, ofreciendo una perspectiva panorámica de las formas de organización, resistencia y reivindicaciones ideológicas de estas corrientes políticas emergentes.
Una primera línea de cuestionamiento aborda los mecanismos mediante los cuales las nuevas derechas e izquierdas reconfiguran los sistemas políticos y sostienen estrategias de movilización, tanto en democracias consolidadas como en aquellas más frágiles. Coronel (2024) analiza el caso de Perú, donde una derecha radical logró movilizarse de manera sostenida frente al gobierno de Pedro Castillo, aprovechando tanto redes sociales como un tejido social local preexistente, que articuló la percepción de amenaza como elemento clave para su éxito. En Brasil, Tarouco (2024) demuestra cómo la agenda conservadora ha trascendido la derecha tradicional para permear otros sectores políticos, utilizando enmiendas constitucionales y estrategias legislativas como herramientas de expansión cultural y política. Por su parte, en Colombia, las elecciones presidenciales de 2022 marcaron la emergencia de una derecha antipolítica representada por Rodolfo Hernández, quien, según Kajsiu y Restrepo (2024), combinó un discurso neoliberal con una fuerte crítica antiestablishment, transformando las lógicas tradicionales de competencia política y desafiando tanto a las élites tradicionales como a las izquierdas. Además, Toppi (2024) contribuye con un análisis secuencial de partidos como Podemos en España y el Movimiento 5 Estrellas en Italia, mostrando cómo estas fuerzas -inicialmente antisistema- pierden su identidad disruptiva al integrarse en coaliciones de gobierno en sistemas parlamentarios, revelando las tensiones entre la lógica confrontativa y la capacidad de ser gobierno en democracia.
Un segundo conjunto de preguntas se centra en cómo las nuevas derechas disputan narrativas culturales y construyen hegemonía simbólica a través de estrategias mediáticas y performativas. Este enfoque se refleja en el trabajo de Capasso, Fernández y Camezzana (2024), quienes analizan el uso de intervenciones performáticas por parte de Jóvenes Republicanos en Argentina para amplificar sus mensajes políticos, disputar el control del espacio público y moldear las narrativas culturales de izquierda afines a los postulados de populismo e izquierdismo, en contraposición a una gramática radicalizada desde la derecha. Estas estrategias, combinadas con el uso de redes sociales, evidencian el papel central de las tácticas simbólicas en la construcción de influencia política. En Brasil, según Tarouco (2024), la agenda conservadora ha logrado impactar en la cultura política nacional, atravesando incluso sectores progresistas y reformistas, lo que subraya el alcance de estas disputas en la configuración de valores sociales y políticos. Estas contribuciones resaltan cómo las batallas culturales se convierten en un terreno clave para las nuevas derechas, que buscan consolidar su influencia más allá de la política electoral (Rius-Ulldemolins et al., 2024).
Finalmente, el dossier se interroga sobre las respuestas de las izquierdas ante el ascenso de las nuevas derechas y los desafíos que plantean. Restrepo y Molina-Arroyave (2024) examinan el proceso de profesionalización de las campañas presidenciales de izquierda en Colombia, que se han transformado desde el uso de estrategias tradicionales hacia modelos más modernos y efectivos, como se evidencia en el caso de Gustavo Petro y el Pacto Histórico en Colombia, cuya campaña de 2022 integró asesores externos y herramientas digitales para conectar con un electorado cada vez más fragmentado. Por otro lado, Jean Canezcan (2024) analiza cómo los movimientos de derechos humanos en Argentina han adoptado la memoria histórica como una herramienta de resistencia cultural, frente a las narrativas revisionistas promovidas por las nuevas derechas, resaltando el papel de los discursos simbólicos y éticos en la disputa política contemporánea.
Estas preguntas configuran el contenido del dossier y articulan los aportes de sus autores, ofreciendo una lectura diversa sobre cómo las nuevas derechas e izquierdas contemporáneas se estructuran entre sí y -a partir de su interacción- transforman los escenarios políticos actuales. Este marco de análisis no solo permite identificar patrones comunes y diferencias regionales, sino también profundizar en las implicaciones de estas dinámicas para la estabilidad democrática, el pluralismo y las batallas culturales por los valores, identidades y memoria histórica en las democracias contemporáneas.
Este artículo introductorio se organiza de la siguiente manera para contextualizar estos aportes. En primer lugar, se destacan las diferencias en la conceptualización de las nuevas manifestaciones de derechas e izquierdas; en segundo lugar, se revisan los aspectos teóricos más relevantes de esta discusión, con énfasis en la importancia del debate sobre el radicalismo y el extremismo; y, finalmente, se presenta una mirada acerca de las apuestas metodológicas y principales contribuciones analíticas y empíricas del dossier sobre nuevas derechas y nuevas izquierdas.
Contrastes conceptuales entre nuevas derechas e izquierdas
Norberto Bobbio (1996) propone una distinción conceptual que, pese a las críticas, sigue siendo útil para diferenciar entre la izquierda y la derecha, fundamentada principalmente en su relación con el ideal de igualdad. Según este autor, la izquierda prioriza la reducción de las desigualdades sociales y económicas, al considerar la igualdad un valor esencial. En contraste, la derecha tiende a aceptar o justificar estas desigualdades como naturales, inevitables o incluso necesarias para preservar el orden social. Estas diferencias ideológicas se manifiestan en posturas divergentes sobre temas como la redistribución de la riqueza, el papel del Estado en la economía y las políticas de inclusión social. No obstante, Bobbio destaca que estas distinciones no son rígidas, ya que están sujetas al contexto histórico, político y cultural, lo que implica que las nociones de izquierda y derecha se adaptan a cada época.
En este contexto, los valores de la derecha suelen estar fundamentados en creencias religiosas y tradiciones culturales que legitiman la desigualdad como parte del orden natural. Esta perspectiva influye en la resistencia social hacia temas como el aborto, las diversidades de género, las leyes de discriminación positiva, la eutanasia y las políticas de redistribución universal. Así, los valores de la derecha, basados en nociones conservadoras de género, religión o nacionalismo, tienden a justificar la desigualdad de manera explícita o implícita. Aunque estas posturas se anclan en tradiciones, también demuestran cierta flexibilidad al adaptarse a contextos contemporáneos para mantener su relevancia y legitimidad (Linders et al., 2023). Por el contrario, la izquierda concibe la desigualdad como una construcción social que debe ser abordada y mitigada mediante la intervención del Estado. En oposición, la derecha interpreta la desigualdad como un resultado inherente de las interacciones sociales, considerándola una característica esencial para la estabilidad del orden social y político.
Así las cosas, la literatura reciente sobre las nuevas derechas e izquierdas ha examinado cómo estas corrientes están transformando el panorama político contemporáneo, moldeando agendas y participando en batallas culturales que redefinen valores sociales y políticos. Estas batallas no solo implican un enfrentamiento ideológico, sino que también actúan como un campo de disputa donde las élites intelectuales, a través de sus intervenciones en medios de comunicación y otros espacios públicos, moldean narrativas sobre legitimidad y justicia del orden existente (Undurraga et al., 2023). Las nuevas derechas se distinguen por articular discursos nativistas, autoritarios y populistas, logrando atraer tanto a sectores tradicionalistas como a grupos que, históricamente, habían estado asociados a la izquierda. Por su parte, las nuevas izquierdas enfrentan el reto de equilibrar demandas redistributivas tradicionales con agendas postmaterialistas centradas en la equidad de género, la sostenibilidad ambiental y los derechos de las minorías. Estas dinámicas han permitido una conceptualización más definida y homogénea de las nuevas derechas, mientras que las izquierdas se analizan desde una perspectiva más dispersa debido a la diversidad de sus propuestas y estrategias.
En las últimas dos décadas, el ascenso de las nuevas derechas ha redibujado y desdibujado el panorama político mundial. Figuras como Jair Bolsonaro en Brasil, Viktor Orbán en Hungría, Marine Le Pen en Francia y Giorgia Meloni en Italia ilustran su capacidad no solo para ganar elecciones, sino también para moldear las agendas políticas, influir en debates culturales y, en ocasiones, erosionar instituciones democráticas. Rovira Kaltwasser y Zanotti (2023) destacan cómo estas fuerzas adaptan discursos autoritarios y nativistas a los contextos locales para conectar con las ansiedades sociales específicas (Díaz et al., 2023; Mussi & Bianchi, 2018). Además, Vormann y Weinman (2021) señalan que estas tendencias iliberales representan no solo una contestación al liberalismo, sino una reformulación de las normas democráticas hacia modelos más autoritarios y excluyentes, enmarcados en una política del miedo, que apela a la protección de un demos homogéneo percibido como amenazado.
Lo que distingue a esta ola contemporánea de derechas es su capacidad para abandonar la marginalidad política y posicionarse como actores relevantes tanto en el norte como en el sur global. En América Latina, líderes como Bolsonaro y Milei han logrado conectar con sectores populares utilizando narrativas que combinan autoritarismo, neoliberalismo y apelaciones emocionales al descontento social y económico (Sendra & Marcos-Marne, 2024; Rovira Kaltwasser & Zanotti, 2023). Según Kessler et al. (2024), el discurso de Bolsonaro capturó las frustraciones de sectores medios y bajos a través de un ethos emprendedor, que contrasta con la dependencia estatal asociada a las izquierdas, mientras que su base movilizadora incluía redes evangélicas y discursos de orden y seguridad. Este enfoque le permitió no solo atraer a sectores tradicionales, sino a sectores populares tradicionalmente movilizados electoralmente por las izquierdas.
En Europa, movimientos como el Rassemblement National en Francia y la Liga en Italia han ajustado sus estrategias para explotar las fallas de la integración europea y las desigualdades económicas generadas por el neoliberalismo. Según Jessoula et al. (2022), estas fuerzas han adoptado un welfarismo excluyente, en el que promueven beneficios sociales limitados a los nativos, mientras critican las políticas inclusivas de las instituciones europeas (Jessoula et al., 2022; Scanni, 2024). En el caso europeo, también resalta que las estrategias de estas nuevas derechas se acompañan de una retórica cultural que glorifica imaginarios de una Europa pura y homogénea, apelando al temor existencial frente al cambio demográfico y la inmigración (Miller-Idriss, 2020), al tiempo que rechazan el globalismo señalando, por ejemplo, a las políticas de igualdad de género de la Unión Europea como el ébola de Bruselas enfatizando en la necesidad de proteger los valores tradicionales frente al globalismo.
Mientras que, en Latinoamérica, Kast y el Partido Republicano, en Chile, han adaptado un populismo autoritario y neoliberal que enfatiza la seguridad, el control migratorio y la defensa de valores conservadores. Díaz et al. (2023) argumentan que esta estrategia ha sido eficaz para posicionarse como una alternativa viable a las fuerzas políticas tradicionales en el país austral. Este fenómeno refleja cómo las nuevas derechas radicales globales personalizan sus discursos según los contextos nacionales, una característica que Rovira Kaltwasser y Zanotti (2023) describen como flexibilidad discursiva. Asimismo, estas nuevas derechas comparten la habilidad para manipular los temores sociales y las crisis institucionales, para consolidar el poder, erosionando pilares democráticos, como el pluralismo político, bajo la apariencia de reformas necesarias (Vormann y Weinman, 2021).
A su vez, las derechas tradicionales han transitado de estrategias de confrontación hacia un acercamiento temático a las nuevas derechas radicales, adoptando en ocasiones posiciones similares en temas como la inmigración, la seguridad y el nacionalismo cultural. Un ejemplo paradigmático de esta dinámica es el Partido Republicano en Estados Unidos bajo la influencia de Donald Trump. La llegada de Trump a la presidencia en 2016 marcó la consolidación de una transformación ideológica dentro del partido, que abandonó muchas de sus posturas tradicionales para alinearse con un discurso nacionalista y populista.
Este giro incluyó la adopción de una retórica antiinmigrante, proteccionista y crítica de las élites, elementos que consolidaron el trumpismo como la corriente dominante en el partido. Esta estrategia de acomodo no solo legitimó el discurso de las nuevas derechas, sino que reforzó su atractivo entre los votantes, consolidando su hegemonía dentro del Partido Republicano en las elecciones de 2024. Este caso ilustra cómo las nuevas derechas radicales no solo desafían, sino que transforman a los partidos establecidos, obligándolos a redefinir sus estrategias y posicionamientos ideológicos (López Aguilar & Pino Uribe, 2024).
En términos conceptuales, las nuevas derechas radicales se caracterizan por compartir atributos comunes, independientemente de sus diferencias regionales. Estos incluyen un populismo autoritario, que opone al pueblo puro frente a las élites corruptas; una narrativa nativista, que promueve la exclusión de los otros, percibidos como amenazas; y un enfoque pragmático en la movilización popular mediante el uso de tecnologías digitales y redes sociales (Gold & Peña, 2021). Aunque sus contextos locales varían, estas fuerzas encuentran puntos de convergencia en la instrumentalización del descontento social y la construcción de coaliciones basadas en identidades culturales y económicas que desafían el liberalismo político.
A diferencia de las nuevas derechas, el concepto de nuevas izquierdas se desarrolla en la literatura de manera menos estructurada y uniforme. Mientras las nuevas derechas se destacan -en la mayoría de las investigaciones- por su radicalidad, apelación a lo popular, críticas al pluralismo y énfasis en el nativismo/nacionalismo (Ellner, 2013; Arellano, 2022), las nuevas izquierdas presentan un conjunto más polisémico de fenómenos históricos y políticos. Esto dificulta la identificación de atributos distintivos y transversales que definan el concepto en la literatura. Este desarrollo más heterogéneo se puede analizar a través de tres vertientes conceptuales principales que estructuran su estudio.
En primer lugar, la distinción entre valores postmateriales y las demandas redistributivas tradicionales ha sido clave en la conceptualización de las nuevas izquierdas. Este enfoque, influido por los cambios sociales y culturales de los años sesenta, distingue a las nuevas izquierdas por incorporar temas como la equidad de género, la justicia ambiental y los derechos de las minorías, elementos que se apartan de las prioridades distributivas de las izquierdas tradicionales (Petrovic, 2024). Este cambio ideológico marcó una transición significativa en las demandas políticas, especialmente entre los jóvenes urbanos con actitudes culturales progresistas, lo que también transformó el papel tradicional de los sindicatos en los movimientos de izquierda (Ward & Guglielmo, 2022). Sin embargo, estas prioridades no siempre lograron integrarse de manera coherente con las agendas más materialistas de las izquierdas tradicionales, creando tensiones internas y dificultando una narrativa unificada.
En segundo lugar, en América Latina, las transiciones democráticas y el ascenso de líderes carismáticos como Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa dieron lugar a una conceptualización distinta de las nuevas izquierdas. Ellner (2011) señala que estos líderes adoptaron estrategias de movilización constante y promovieron modelos de democracia radical basados en la participación directa, lo que contrasta con las tácticas más institucionales y moderadas de líderes como Lula da Silva o Tabaré Vázquez. Estas estrategias están influenciadas por legados históricos diferenciados, como las dictaduras militares del siglo xx, las desigualdades estructurales y las luchas sociales que caracterizan a la región. Según Cameron y Goenaga (2023), el segundo ciclo de izquierdas refleja la resiliencia de las democracias latinoamericanas, pero también expone las tensiones entre enfoques redistributivos tradicionales y la incorporación de nuevas demandas sociales e identitarias, en contextos de mayor escepticismo hacia la oferta de izquierdas partidistas.
A diferencia de las nuevas derechas, cuyos movimientos tienden a adoptar narrativas y prácticas transnacionales más homogéneas, estas izquierdas están moldeadas por dinámicas nacionales y contextos locales específicos. En este segundo ciclo, líderes como Gabriel Boric en Chile representan un giro hacia la socialdemocracia, distanciándose de modelos más autoritarios como los de Nicolás Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua (Bellolio, 2023). Esta diversidad interna pone de manifiesto la dificultad de conceptualizar a las nuevas izquierdas bajo un marco uniforme, ya que sus estrategias varían ampliamente dependiendo de las presiones sociales y políticas de cada país (Cameron & Goenaga, 2023). Asimismo, en Europa, las fracturas y disputas en temas de identidades entre partidos como Unidas Podemos y el psoe reflejan tensiones similares entre reivindicaciones distributivas e identitarias.
Finalmente, la conceptualización de las nuevas izquierdas varía significativamente entre Europa y América Latina. Mientras que en Europa se ha tendido a conceptualizar a las nuevas izquierdas en paralelo a las nuevas derechas por su radicalidad y oposición al establecimiento (establishment), en América Latina se observa una mayor heterogeneidad (Ramos, 2017). Bowen (2011) y Arellano (2022) argumentan que esta diversidad refleja tanto los legados históricos como los desafíos contemporáneos en contextos de alta desigualdad social y dependencia económica del extractivismo, así como en compromisos diferenciados hacia la democracia y el pluralismo político. Esta pluralidad conceptual incluye tendencias que abarcan desde izquierdas autoritarias hasta movimientos más liberales y democráticos, lo que resalta las trayectorias políticas divergentes de las izquierdas.
La polisemia que caracteriza a las nuevas izquierdas contrasta marcadamente con la conceptualización más unificada de las nuevas derechas (Katsourides & Ioannidis, 2024; Petrovic, 2024). Esta mayor dispersión conceptual podría explicar por qué la producción académica sobre las nuevas izquierdas es significativamente menor que la que se enfoca en las nuevas derechas.
A pesar de sus diferencias ideológicas, tanto las nuevas derechas como las izquierdas participan en un terreno compartido -como lo muestra este dossier- con relación a las batallas culturales. Estas disputas trascienden los límites ideológicos tradicionales y se configuran como luchas por el control simbólico de la sociedad, el papel del Estado, así como hacia dónde debería desarrollarse la democracia, en esas disputas ambas corrientes buscan moldear el sentido común y definir los valores predominantes en las democracias contemporáneas. Mientras las nuevas derechas radicales enfocan sus esfuerzos en preservar una identidad nacional homogénea, apelando a valores tradicionales como la familia, la religión y la nación, aceptando la dimensión electoral de la democracia, pero rechazando principios liberales como el pluralismo y la tolerancia, las izquierdas articulan demandas relacionadas con la justicia de género, los derechos étnicos, las diversidades culturales y las demandas redistributivas, oscilando entre proyectos de corte liberal y otros con tendencias autoritarias. Estas tensiones convierten a las batallas culturales en un espacio central de confrontación que impacta tanto las políticas públicas como el debate social y el ámbito de lo que es legalmente permitido (Phelan, 2023; Veloz Contreras, 2023).
En este marco, las nuevas derechas han utilizado estrategias discursivas para disputar no solo los valores emergentes, sino también la memoria social y las narrativas históricas. Campañas como "Con mis hijos no te metas", en América Latina, representan ejemplos emblemáticos de cómo estas corrientes utilizan el discurso público para resistir avances progresistas en derechos de género y diversidad, enmarcando estas luchas como una amenaza a la moralidad y el orden social (Herrán-Ávila, 2023). En el ámbito de la memoria, estas batallas culturales también incluyen la negación de las víctimas de las dictaduras en el Cono Sur y España, la justificación de ejecuciones extrajudiciales en Colombia y el silenciamiento de las víctimas de la represión militar. Estas dinámicas refuerzan su capacidad para instrumentalizar espacios públicos, tanto físicos como digitales, generando polarización y consolidando discursos que apelan a emociones colectivas, arraigadas en ideas como la nación, la familia y la gente de bien1 (Argüello & Hurtado, 2024; Santamaría-Velasco & Rodríguez Ortiz, 2023).
Por su parte, las izquierdas enfrentan el reto de articular una narrativa inclusiva, que reconozca tanto las demandas redistributivas como las identitarias, un desafío particularmente complejo en sociedades marcadas por desigualdades estructurales y legados de exclusión, pero también por crecientes demandas de justicia social y reconocimiento cultural (Cameron & Goenaga, 2023). Estas luchas por el sentido común no solo redefinen los valores sociales, sino que también cuestionan las bases del pluralismo democrático. Sin embargo, más que retroceder hacia viejos autoritarismos, estas dinámicas podrían dar lugar a regímenes iliberales, en los que la democracia electoral convive con una creciente erosión de las libertades fundamentales y del respeto a los derechos de las minorías (Brunet Icart, 2023).
El futuro de estas batallas culturales permanece incierto. Mientras las nuevas derechas radicales continúan consolidándose y ganando espacios de poder en América Latina y Estados Unidos, fortaleciendo además sus vínculos transnacionales, las izquierdas enfrentan el desafío de cohesionarse frente a estas disputas simbólicas que reconfiguran el espacio público, lidiando con tensiones internas y fragmentaciones ideológicas que dificultan la construc ción de narrativas unificadas desde este sector del espectro.
Sobre el contexto teórico
El fenómeno de las nuevas derechas e izquierdas ha generado un extenso debate académico que busca comprender las dinámicas ideológicas, estructurales y discursivas que definen a estas corrientes en el contexto contemporáneo. En particular, en la última década las nuevas derechas han sido objeto de un análisis más detallado, dado su impacto visible en la reconfiguración de los sistemas democráticos, mientras que las nuevas izquierdas han recibido menos atención, a pesar de compartir ciertas estrategias y desafíos conceptuales con las derechas radicales y populistas (Albala & Vieira, 2014; Fischer & Plehwe, 2013). Este apartado examina las principales líneas de discusión teórica, centrándose en los enfoques discursivos, las explicaciones estructurales y las limitaciones teóricas actuales, con un énfasis en las tensiones y puntos de convergencia entre los dos espectros ideológicos.
Uno de los puntos más debatidos en la literatura sobre las nuevas derechas es su capacidad para articular discursos que combinan nativismo, autoritarismo y populismo, categorías consideradas pilares de su ideología. El nativismo, entendido como una forma de nacionalismo xenófobo que excluye a aquellos percibidos como no nativos, aparece recurrentemente en los programas políticos de las nuevas derechas europeas y latinoamericanas (Mudde, 2007). El autoritarismo, por su parte, se manifiesta en el énfasis en la seguridad, el orden público y el rechazo a la disidencia, mientras que el populismo, definido como una ideología delgada (thin ideology), articula una dicotomía moral entre un pueblo puro y una élite corrupta, generando narrativas simplificadas y emocionalmente cargadas para movilizar el descontento social (Mudde & Rovira Kaltwasser, 2013).
Sin embargo, el alcance de estas categorías también ha sido cuestionado. Algunos académicos argumentan que estas etiquetas, aunque útiles para describir tendencias generales, no capturan adecuadamente las variaciones locales y las adaptaciones contextuales de estas corrientes políticas. Por ejemplo, mientras que el populismo inclusivo es una característica distintiva de las izquierdas latinoamericanas, el populismo excluyente predomina en las derechas europeas y latinoamericanas (Mudde & Rovira Kaltwasser, 2013; Golder, 2016).
Otro punto de reflexión ha sido sobre si realmente se trata de un fenómeno homogéneo. Aunque comparten ciertas características, como el rechazo al pluralismo político y la crítica a las instituciones tradicionales, sus manifestaciones varían significativamente dependiendo de los contextos históricos, sociales y culturales. En Europa, la crisis de la deuda de 2008 marcó un punto de inflexión, alimentando la radicalización de las críticas contra el globalismo, los avances en equidad de género y la migración, e incluso reivindicaciones abiertas al racismo, que no habían sido tan públicas desde finales de la Segunda Guerra Mundial (Fischer & Plehwe, 2013; Payne, 2005). Este contexto dio lugar a la consolidación de partidos como Fidesz en Hungría y la Alternativa para Alemania (AFD), que adoptaron estrategias ultranacionalistas y discursos que cuestionan los valores como el pluralismo y la tolerancia política, dimensiones importantes de la democracia liberal.
En América Latina, el fin del giro a la izquierda, articulado con el agotamiento del boom de los commodities y el descontento por las promesas incumplidas, allanó el camino para liderazgos conservadores y nuevas derechas. Figuras como Mauricio Macri y Sebastián Piñera representaron un retorno a la derecha tradicional, pero sus gobiernos también sentaron las bases para la consolidación de líderes más radicales como Jair Bolsonaro, Javier Milei y José Antonio Kast en la segunda década del siglo XXI. Estas dinámicas subrayan la necesidad de analizar las nuevas derechas e izquierdas como fenómenos interconectados, pero influenciados por las especificidades de sus contextos.
La literatura sobre las nuevas derechas e izquierdas ha explorado las condiciones estructurales que favorecen su ascenso, destacando factores como las crisis económicas, la globalización y la percepción de una crisis de representación política (Golder, 2016). En Europa, las consecuencias de la crisis de 2008 exacerbaron el descontento con las élites económicas y políticas, creando una ventana de oportunidad para que partidos radicales capitalizaran estas tensiones y reinvindicaran políticas económicas más proteccionistas. En América Latina, el declive de los gobiernos progresistas y la incapacidad de las izquierdas para responder a las demandas emergentes abrieron espacio para discursos que combinan elementos neoliberales con apelaciones conservadoras y nacionalistas.
Por otro lado, el análisis de las nuevas izquierdas sugiere que estas corrientes también han intentado responder a las mismas crisis estructurales. Sin embargo, su capacidad para articular propuestas efectivas y competir con las derechas radicales se ha visto limitada por tensiones internas y la falta de narrativas unificadoras que conecten con las demandas sociales contemporáneas, como también por la desconfianza hacia los partidos políticos por parte de las organizaciones sociales (Svampa, 2017; Molyneux, 2003).
Nuevas derechas e izquierdas ¿Radicales o extremistas?
El extremismo y el radicalismo son conceptos relevantes para comprender las dinámicas de las nuevas derechas e izquierdas, y aunque ambos comparten un rechazo hacia ciertos valores del pluralismo democrático, divergen en sus estrategias y relación con las instituciones. El radicalismo, generalmente, opera dentro de los marcos democráticos, criticando elementos esenciales como los derechos de las minorías o la separación de poderes, sin un compromiso explícito hacia la subversión del orden establecido (Carter, 2018; Rooduijn et al., 2017). Por otro lado, el extremismo rechaza completamente estos marcos, adoptando tácticas que van desde la exclusión sistemática hasta el uso de la violencia, con una visión monista del poder que busca eliminar o cooptar a sus opositores (McClosky & Chong, 1985; Pino Uribe & Cely, 2023).
En el caso de las nuevas derechas, estas han demostrado una notable capacidad para combinar elementos del radicalismo y desdibujar (invisibilizar) su carácter extremista. Por un lado, se presentan como críticas al globalismo y defensoras de un nacionalismo excluyente, utilizando discursos populistas que apelan al descontento social y a la exclusión de "otros" percibidos como amenaza, al tiempo que respaldan la dimensión electoral de la democracia para llegar al poder (Carter, 2018; Miller-Idriss, 2020). Esta dualidad estratégica les ha permitido ganar legitimidad dentro de sistemas democráticos, al tiempo que erosionan los valores pluralistas que caracterizan su dimensión liberal. Ejemplos como la Liga en Italia y el Rassemblement National en Francia ilustran cómo estas fuerzas políticas utilizan estrategias democráticas mientras promueven políticas que desafían los derechos fundamentales de las minorías y refuerzan imaginarios como el "gran reemplazo"2 en Europa o el "marxismo cultural"3 en América Latina (Rooduijn et al., 2017; Rius-Ulldemolins et al., 2024).
Por otro lado, las izquierdas radicales se caracterizan por una mayor diversidad ideológica y estratégica. Estas abarcan desde movimientos tradicionales marxistas-leninistas hasta corrientes que integran temas como el feminismo, la justicia ambiental y los derechos de las minorías, mostrando una capacidad de adaptación a los contextos contemporáneos (Zúquete, 2023). Sin embargo, ciertos sectores de las izquierdas también han transitado hacia formas más autoritarias, particularmente en contextos de crisis o conflictos armados.
En términos más generales, tanto las nuevas derechas como las izquierdas tienden a ser más radicales que extremistas en sus manifestaciones predominantes. Esto les permite operar dentro de los límites democráticos, aunque con agendas que desafían elementos centrales de las democracias representativas liberales.
Sobre las apuestas metodológicas
Los análisis presentados en los artículos que conforman este dossier merecen una mención para destacar la diversidad de enfoques metodológicos, que reflejan tanto la novedad como la complejidad inherente al estudio de las nuevas derechas e izquierdas. En este sentido, se abordan aspectos clave para desentrañar las apuestas metodológicas, centrándose en elementos como los tipos de datos utilizados en las investigaciones, las unidades de análisis y los enfoques metodológicos empleados.
En relación con los tipos de datos de investigación, los artículos dedicados a las nuevas derechas destacan por privilegiar una multiplicidad de fuentes para capturar las dinámicas de los actores estudiados. En este sentido, se emplearon datos provenientes de entrevistas, observación participante, análisis de publicaciones en redes sociales y bases de datos sobre protestas. Esta diversidad de fuentes les permitió comprender tanto las acciones colectivas como las estrategias comunicativas de movimientos sociales y partidos políticos. En contraste, los estudios sobre las nuevas izquierdas presentados en este dossier recurrieron a información de carácter más estructurado, como índices de profesionalización, análisis de contenido de discursos políticos y series temporales de datos legislativos. Estas fuentes les posibilitó abordar los procesos organizativos y discursivos que configuran la actuación de los actores de izquierda.
Respecto a las unidades de análisis, los estudios sobre las nuevas derechas abarcan un amplio espectro, que incluye movilizaciones sociales, movimientos de derechos humanos, legisladores, campañas presidenciales, acciones performáticas y partidos políticos. Por ejemplo, las acciones colectivas de los movimientos de derecha radical en Perú y Argentina son examinadas a través de sus protestas y performances. En el caso de Brasil, el análisis se centra en los partidos políticos, estudiados mediante su actividad legislativa y propuestas de enmienda constitucional. Por su parte, los estudios sobre las nuevas izquierdas se enfocan principalmente en los discursos electorales y las campañas políticas, poniendo especial atención en los procesos de transformación interna y externa de los partidos políticos y sus líderes.
Por último, pero no menos relevante, los enfoques metodológicos reflejan una predominancia de aproximaciones mixtas, tanto cualitativas como cuantitativas, apoyadas en la integración multidisciplinar necesaria para fomentar un pensamiento crítico sobre los tiempos políticos actuales (Bravo, 2020). Los estudios cualitativos, empleados principalmente en el análisis de las nuevas derechas, permiten profundizar en las prácticas, narrativas y acciones de sus actores, recurriendo a métodos como la etnografía y los estudios de caso. Por su parte, los enfoques mixtos son más frecuentes en el estudio de las nuevas izquierdas, al combinar análisis cualitativos con mediciones cuantitativas, como índices y análisis secuenciales, para abordar procesos complejos como la profesionalización política o la evolución ideológica.
Sobre los artículos
Este número especial de la revista Desafíos dedicado a las Nuevas derechas e izquierdas en Latinoamérica y el mundo, publica siete artículos que dan cuenta de este fenómeno para los casos-países de Argentina, Brasil, Perú, Colombia, España e Italia. Como recién se detalló, las apuestas metodológicas de los artículos del dossier activan todo el arsenal tradicional de los enfoques cualitativos, cuantitativos y mixtos, entre ellas, el análisis de contenido y de discurso, etnografía visual y observación participante, y estudios comparados, para explorar las dinámicas de las nuevas configuraciones ideológicas, sus estrategias discursivas y sus implicaciones en los sistemas democráticos.
Si bien el dossier no está organizado conforme a una orientación temática o ideológica particular, esta presentación sí agrupará los artículos desde la perspectiva de las nuevas izquierdas y las nuevas derechas para facilitar una mejor comprensión entre ellos. Cabe resaltar en este momento que, por el lado de las nuevas izquierdas, se incluyen tres artículos, mientras que por el lado de las nuevas derechas se publican cuatro aportes.
Por el lado de las nuevas derechas, dos artículos analizan el caso argentino. El primero de ellos titulado "Estrategias de lucha del movimiento de derechos humanos frente al avance de las nuevas derechas en Argentina (2015-2019)", escrito por Melina Jean Jean, analiza las respuestas del movimiento de derechos humanos a las políticas revisionistas del gobierno de Cambiemos, destacando cómo estas acciones disputaron las narrativas de memoria histórica. El segundo, de Verónica Cecilia Capasso, Mariano Fernández y Daniela Camezzana, lleva por título "Acciones performáticas en contextos contenciosos. Análisis de un caso de jóvenes de derecha argentinos", en él se investigan las estrategias performáticas de colectivos juveniles para influir en el discurso público, utilizando un enfoque etnográfico y visual.
A continuación, Gabriela Tarouco, en "Los partidos brasileños en el siglo XXI y la agenda conservadora de la nueva derecha", examina las dinámicas de los partidos políticos en Brasil, enfatizando la correlación entre las enmiendas constitucionales conservadoras y la posición ideológica de los actores partidarios. Y el último artículo de este bloque, escrito por Omar Coronel, titulado "La nueva derecha radical de base en el Perú", expone la capacidad organizativa de los movimientos de derecha radical frente al gobierno de Pedro Castillo, destacando el papel de un tejido social preexistente en la sostenibilidad de sus protestas.
Ahora, por el lado de las nuevas izquierdas, Hernán Pablo Toppi, en "Los partidos populistas y antisistema en democracia: Podemos (España) y el Movimiento 5 estrellas (Italia) desde un análisis secuencial", ofrece una perspectiva teórica innovadora sobre cómo la pluralidad democrática puede erosionar la identidad antisistema de los partidos populistas de izquierda. Este bloque lo cierran dos artículos que analizan el caso colombiano. Néstor Julián Restrepo Echavarría y Nicolás Molina Arroyave, en "Del idealismo a la estrategia de comunicación política: un análisis comparado de la profesionalización de las campañas presidenciales de izquierda en Colombia (2006-2022)", exploran la evolución de las estrategias de campaña de la izquierda colombiana, destacando la transición hacia un enfoque tecnificado y altamente personalizado. Mientras que Blendi Kajsiu y Ana María Restrepo, aunque centrados en un fenómeno de derecha, contribuyen a la comprensión de la polarización política al comparar la retórica antipolítica de Rodolfo Hernández con el populismo de izquierda de Gustavo Petro, en su artículo "Las elecciones presidenciales de 2022 en Colombia: el surgimiento de una derecha antipolítica".
Estos artículos que componen este dossier permiten alcanzar los objetivos que se propusieron desde el inicio: uno, explorar las nuevas derechas e izquierdas, precisamente, para caracterizar a sus actores políticos desde los partidos políticos, movimientos políticos y outsiders (como se encuentra en Tarouco, en Coronel y en Kajsiu y Restrepo). Dos, dar cuenta de las respuestas de la sociedad civil y los movimientos sociales al ascenso de posturas políticas (como se encuentra en Jean Jean, en Capasso, Fernández y Camezzana). Tres, que -a partir del análisis comparado (como se realiza en Toppi y en Restrepo Echavarría y Molina Arroyave) o de casos países- se pueda profundizar en el análisis del discurso, las agendas políticas y las formas en que las nuevas derechas e izquierdas en Latinoamérica y el mundo se representan en el ámbito político, social y cultural.
Sobre las limitaciones y agendas futuras
El dossier sobre nuevas derechas e izquierdas permite no solo analizar las estrategias y dinámicas de estas corrientes políticas, sino también reflexionar sobre las subjetividades que las alimentan, mostrando cómo estas se construyen más allá de nociones simplistas que las presentan como irracionales o puramente estratégicas. Entender estas subjetividades es crucial para captar las raíces de la radicalización y la polarización política contemporáneas. Las nuevas derechas, por ejemplo, han demostrado una notable capacidad para movilizar emociones como el miedo, la nostalgia y el resentimiento, creando narrativas que apelan a la restauración de un orden social percibido como perdido. Este discurso no se limita a ser una reacción irracional, sino que integra marcos simbólicos ynemocionales que conectan profundamente con experiencias compartidas de precarización, exclusión y amenaza cultural, que requieren más investigaciones, para comprenderlos más que para juzgarlos (Dias et al., 2021). Por otro lado, las izquierdas enfrentan el reto de articular demandas redistributivas tradicionales con luchas postmaterialistas como la justicia ambiental y la equidad de género (Castillo Fell, 2024), lo que refleja tensiones internas en torno a la construcción de identidades colectivas y proyectos políticos unificados, así como sus relaciones diferenciadas frente a las economías extractivistas (Ramírez Gallegos, 2022).
Una de las grandes limitaciones de los estudios actuales es su incapacidad para abordar plenamente estas subjetividades como elementos centrales de la acción política. En muchos casos, las nuevas derechas son vistas únicamente como expresiones de irracionalidad o manipulación populista, mientras que las izquierdas son analizadas en términos de su fragmentación y debilidad estratégica. Estas perspectivas reducen la complejidad de las motivaciones humanas y pierde de vista cómo los actores políticos configuran sus acciones en torno a marcos simbólicos, narrativas históricas y luchas por el reconocimiento y la dignidad. Stefanoni (2021) resalta que, mientras las derechas han sabido imaginar futuros disruptivos y proyectarse como fuerzas transformadoras, las izquierdas parecen atrapadas en una parálisis de la imaginación, incapaces de responder eficazmente a los desafíos de un entorno político profundamente polarizado y protagonizado por continuas crisis económicas.
Otra limitación relevante es el sesgo eurocéntrico en la literatura existente, que no capta las particularidades de contextos como América Latina. Este sesgo, combinado con una falta de estudios comparativos, dificulta la comprensión de cómo las nuevas derechas y las izquierdas interactúan y se adaptan mutuamente en escenarios locales y globales (Castelli Gattinara, 2020). Por lo que este dossier amplía el número de casos de estudios abordando esta temática en varios países latinoamericanos.
En términos de nuevas agendas de investigación, las discusiones planteadas en este artículo introductorio, así como las investigaciones del dossier, permiten señalar la importancia de integrar lo simbólico, lo emocional y lo material en el análisis de las subjetividades radicalizadas de las nuevas derechas e izquierdas. Este enfoque puede hacer posible que se supere las limitaciones de los marcos reduccionistas, que interpretan a los actores políticos como meros reaccionarios o agentes racionales, reconociendo en su lugar la complejidad de las motivaciones que configuran sus acciones. Las subjetividades políticas no solo son el resultado de condiciones materiales o de un cálculo estratégico, sino que se enraízan en imaginarios colectivos, narrativas históricas y marcos emocionales que dan coherencia y legitimidad a las prácticas radicalizadas (Gloria Filho & Modesto, 2019). Sin descartar sus relaciones con sectores económicos y grupos empresariales. Comprender estas dinámicas requiere analizar cómo las percepciones de amenaza, exclusión o injusticia se traducen en estrategias discursivas y organizativas que se articulan con las bases sociales de estas corrientes, lo que finalmente se transforma en capitales electorales y capacidad para transformar la democracia (McCauley & Moskalenko, 2017).
Otra agenda de investigación es la necesidad de superar el sesgo nacional que ha predominado en la literatura sobre nuevas derechas e izquierdas, que tiende a ignorar las lógicas de operación territorial en el ámbito subnacional. Estas corrientes políticas consolidan gran parte de su influencia en contextos territoriales específicos, donde las relaciones de poder, las dinámicas económicas y las características culturales configuran marcos de posibilidad para la acción política y la consecuencia del poder electoral (Castelli Gattinara, 2020). Las narrativas y prácticas de las nuevas derechas e izquierdas se adaptan a estos contextos, generando aspectos políticos y organizativos particulares que refuerzan su legitimidad y movilización en los territorios, lo que les permite proyectarse en el ámbito subnacional. Entender estas lógicas territoriales implica analizar no solo las dinámicas internas de los movimientos, sino también cómo las tensiones o sinergias entre los niveles local, regional y nacional afectan sus estrategias y resultados políticos. Este enfoque abre la puerta a identificar patrones emergentes de hegemonías políticas y culturales que no son visibles en análisis exclusivamente nacionales, y que contribuyen a comprender de manera multinivel su capacidad de articulación y expansión en Latinoamérica y Europa (Sanahuja & López Burian, 2023).
Finalmente, las discusiones recientes subrayan la necesidad de explorar los repertorios transnacionales que configuran el alcance global de estas corrientes políticas. Las nuevas derechas e izquierdas no operan en aislamiento, sino que se articulan a través de redes internacionales, operadores transnacionales y canales discursivos que facilitan la circulación de ideas, recursos y estrategias entre contextos locales, nacionales y globales (Herrán-Ávila, 2023). Estas dinámicas transnacionales no solo refuerzan las narrativas políticas en los territorios, sino que también contribuyen a configurar agendas globales que influyen en los debates sobre democracia, soberanía y gobernanza. La capacidad de estas corrientes para integrarse en marcos globales, ya sea mediante plataformas digitales, alianzas institucionales o estrategias compartidas, subraya la necesidad de investigar cómo estos procesos afectan la configuración de la política en múltiples escalas y cómo responden a tendencias globales como la digitalización, las crisis ambientales o los debates sobre derechos culturales.
Integrar estas dimensiones simbólicas, territoriales y transnacionales en el análisis académico ofrece un marco más robusto para comprender las dinámicas de las nuevas derechas e izquierdas en su complejidad contemporánea. Esto no solo permite captar sus configuraciones actuales, sino también anticipar sus transformaciones potenciales en un mundo en el que las escalas locales y globales están cada vez más entrelazadas. Este enfoque interdisciplinario y multinivel es pertinente para avanzar en el estudio y comprensión de las nuevas derechas e izquierdas.