INTRODUCCIÓN
Los requerimientos nutricionales son un conjunto de valores de referencia establecidos por importantes entidades y organizaciones sanitarias que especifican las necesidades de energía y nutrientes, consideradas como óptimas o suficientes para mantener un buen estado de salud y prevenir el desarrollo de diferentes enfermedades, tanto por exceso como por deficiencia 1. Estos requerimientos pueden diferir según el país y la institución que los establece. En Colombia, se cuenta con las Recomendaciones de Ingesta de Energía y Nutrientes (RIEN), que sirven de guía durante la planificación dietética de los individuos y grupos según su etapa de la vida y sexo 2.
Recientemente se ha despertado un interés por profundizar en los nutrientes; es el caso de algunas vitaminas liposolubles como la D, la K y la E, debido a su importancia para la salud y su relación con diferentes funciones biológicas que antes fueron menos estudiadas. En el caso de la vitamina D, reconocida principalmente hasta hace unas décadas por su relación con el metabolismo del calcio y el fósforo 3, en la actualidad se vincula con funciones en la salud cardiovascular 4, la reducción del riesgo de cáncer 5, la depresión 6, entre otras. También se ha reportado la participación en la función inmunológica de la vitamina E 7, además de su acción antioxidante; así mismo, a la vitamina K, conocida por su rol en la coagulación sanguínea 8, se le atribuye una función en la salud ósea 9, en la salud cardiovascular 10) y en la regulación de la glucosa 11. Las recomendaciones de estas vitaminas según las RIEN se encuentran en la Tabla 1 2.
UI = unidades internacionales.
E α-T = equivalentes de α-tocoferol.
μg: microgramo.
Fuente: tomado de recomendaciones de Ingesta de Energía y Nutrientes (RIEN) para la población colombiana 2.
Adicional al reconocimiento del rol de los nutrientes mencionados en múltiples enfermedades, se hace necesario conocer las dosis suministradas según las investigaciones, ya que en la actualidad las recomendaciones en diferentes condiciones de salud no están plenamente establecidas y los avances en estos campos son de utilidad en la práctica clínica diaria. Por lo tanto, el objetivo de la presente revisión narrativa fue explorar el efecto de dosis dietarias y de suplementos de las vitaminas D, E y K en condiciones especiales de salud y enfermedad.
MATERIALES Y MÉTODOS
Para dar cumplimiento al objetivo propuesto, se realizó una búsqueda de artículos de investigación y de revisiones sistemáticas en las bases de datos PubMed, Scopus, ScienceDirect, Lilacs, SciELO y Ebsco, a partir de palabras clave como “vitamina D”, “vitamina E”, “vitamina K”, “salud”, “enfermedad” y “recomendaciones nutricionales”. Entre los criterios de inclusión se tuvieron en cuenta artículos en inglés y en español y bibliografía de preferencia de los últimos cinco años, aunque no se descartaron publicaciones previas que suministraran información importante a la presente revisión. Respecto a los criterios de exclusión, no se tuvieron en cuenta estudios realizados en modelos celulares o animales, ni aquellas investigaciones o revisiones que no presentaran las dosis ni el tiempo de intervención. La bibliografía encontrada a partir de los criterios de selección fue revisada por todos los autores y posteriormente la información fue extraída teniendo en cuenta la condición de salud estudiada, la dosis reportada y el tipo de estudio.
RESULTADOS
A continuación, se presenta una descripción breve de cada uno de los nutrientes, y la relación de estos en determinadas condiciones clínicas. En las tablas 2, 3 y 4 se describen los efectos de la suplementación o ingesta de los nutrientes de interés sobre las condiciones de salud, teniendo en cuenta el tiempo y dosis utilizadas, respectivamente.
Vitamina D
Más que un nutriente, la vitamina D es considerada una hormona liposoluble 12; esta vitamina se encuentra en dos formas principales: la vitamina D2 o ergocalciferol, que se obtiene principalmente de alimentos de origen vegetal como los hongos y las levaduras, y la vitamina D3 o colecalciferol, que se encuentra naturalmente en el pescado azul y en el aceite de hígado de bacalao, entre otros alimentos.
Esta última, además de que se obtiene de la dieta, también puede ser sintetizada de forma endógena por medio de un metabolito intermedio sintetizado en el hígado a partir del colesterol, llamado 7-dehidrocolesterol, que posteriormente se deposita en la piel y se convierte en D3 en una reacción catalizada por la luz ultravioleta. Una vez sintetizada, la vitamina D3 sale de la piel y pasa al torrente sanguíneo.
Cuando ambas fuentes de esta vitamina, tanto la exógena como la endógena, llegan al hígado, se produce la primera hidroxilación en la posición 25 de la molécula mediante la enzima 25-hidroxilasa, que da lugar a la producción de la 25(OH D, también conocida como calcidiol o 25 hidroxicolecalciferol, que es la forma circulante de la vitamina D, con una vida media de dos a tres semanas. Esta llega al riñón unida a la proteína transportadora de vitamina D y allí se produce la segunda hidroxilación en la posición 1 de la molécula mediante la enzima 1α-hidroxilasa, lo que da lugar a la forma metabólicamente activa, conocida como 1α, 25-dihidroxicolecalciferol o calcitriol, con una vida media de 4 a 6 h 13. La 1α - hidroxilación también se presenta en lugares diferentes al riñón, tales como los macrófagos alveolares, los osteoblastos, los nodos linfáticos, la placenta, el colon, las mamas y los queratinocitos. El calcitriol ejerce su función a través de un receptor de vitamina D que se expresa universalmente en células nucleadas 14.
Teniendo en cuenta que la vitamina D cumple funciones tanto esqueléticas como extraesqueléticas, esta vitamina ha despertado un interés en las últimas décadas por su función en la prevención o tratamiento de diferentes enfermedades 15. A continuación, se resume la evidencia en cuanto a las dosis utilizadas de la vitamina D en diferentes enfermedades y condiciones de salud (Tabla 2).
Vitamina D y salud ósea
La vitamina D desempeña una función esencial en la regulación del metabolismo del calcio y el fosfato, y en el mantenimiento de un esqueleto mineralizado saludable. Es probable que debido a esta importante función que desempeña su deficiencia es la causa más común de raquitismo y osteomalacia 13.
Está bien documentado que el riesgo de fracturas osteoporóticas aumentan con la edad entre las personas mayores de 50 años 16; por tanto, la suplementación con vitamina D y calcio es ampliamente recomendada por el personal médico, con el fin de prevenir y tratar dichas condiciones; sin embargo, se han encontrado resultados inconsistentes.
Bischoff-Ferrari et al. 17 mostraron una asociación positiva entre niveles más altos de 25(OH)D en suero y una mayor densidad mineral ósea; además, algunos estudios de revisión 18 y metaanálisis 19,20 encontraron una eficacia de los suplementos de vitamina D para prevenir la osteoporosis y sus complicaciones. Por el contrario, una revisión sistemática y metaanálisis del 2014 que evaluó la eficacia de los suplementos de vitamina D sobre la densidad mineral ósea no encontró un beneficio significativo en cuatro de las áreas en las que se midió la densidad mineral ósea, solo mostró un pequeño beneficio en el cuello femoral, por lo que los autores sugieren que “Parece inadecuado continuar con el uso generalizado de vitamina D para la prevención de la osteoporosis en adultos que viven en comunidades sin factores de riesgo específicos para la deficiencia de vitamina D” 21, p. 146.
Así mismo, el Grupo de Trabajo de Servicio Preventivo de Estados Unidos declaró la falta de evidencia de la suplementación diaria de al menos 400 UI de vitamina D3 y de por lo menos 1000 mg de calcio para la prevención primaria de fracturas en mujeres posmenopáusicas no institucionalizadas 22, posición que fue ratificada posteriormente en el 2018 23. A su vez, otra revisión sistemática y un metaanálisis tampoco observaron un efecto de la vitamina D para la prevención de fracturas o caídas 24; sin embargo, trabajos posteriores reportaron nuevamente el efecto de la suplementación de vitamina D en combinación con calcio sobre la disminución del riesgo de fracturas o caídas 25-27.
Vitamina D y salud cardiovascular
Existen varias razones por las que la vitamina D se ha relacionado con la salud cardiovascular y el riesgo de enfermedades cardiovasculares, la mayoría de ellas se deben a la expresión del receptor de vitamina D en todo el sistema cardiovascular 28. Se ha descrito que este receptor disminuye la presión arterial mediante la regulación a la baja del sistema renina-angiotensina-aldosterona, inhibe la proliferación de las células de músculo liso vascular, disminuye la inflamación y a su vez inhibe la proliferación de citosinas proinflamatorias 29. También se ha expuesto que la vitamina D disminuye los niveles de hormona paratiroidea, la cual se ha postulado como vasculotóxica, por lo que reducirla podría ejercer efectos positivos sobre la presión arterial 30.
Esta noción está respaldada por evidencia epidemiológica que ha demostrado una asociación inversa entre los niveles de 25(OH)D con el número total de eventos cardiovasculares, como accidente cerebrovascular, infarto al miocardio, cardiopatía isquémica, entre otros 31. Estos hallazgos han sido consistentes con otros metaanálisis 32,33.
En contraste con estos metaanálisis, principalmente de estudios prospectivos 31-33 y con los mecanismos biológicos descritos anteriormente 28-30, algunos ensayos aleatorios controlados 34,35 y metaanálisis 29,30,36 realizados han obtenido diferentes resultados, desde efectos nulos 29,30,34,35, principalmente, hasta efectos positivos sobre la presión arterial 36.
Vitamina D e incidencia y mortalidad por cáncer
En 1980, se propuso por primera vez que la vitamina D tenía propiedades anticancerígenas y se planteó la hipótesis de que esta reducía el riesgo de incidencia y mortalidad por cáncer. Se describió además que las tasas de mortalidad por cáncer de colon eran más bajas en los estados ubicados en climas soleados que en los estados ubicados en climas relativamente más oscuros (37); posteriormente, en modelos celulares y animales se demostró que el calcitriol participa en diversas vías que pueden afectar la progresión del cáncer 38. Adicionalmente, existe evidencia epidemiológica que demuestra una asociación inversa entre los niveles circulantes de 25(OH)D con un menor riesgo de cáncer colorrectal 39; sin embargo, estas asociaciones no parecen ser consistentes con los otros tipos de cáncer 40.
Cuando hablamos específicamente de la incidencia y la mortalidad por cáncer, hay varios estudios que han evaluado este aspecto y han encontrado resultados tanto positivos 41 como nulos 42, y hallazgos que respaldan únicamente un efecto positivo sobre la mortalidad por cáncer y no sobre la incidencia 43.
Vitamina D y depresión
Son diversas las razones fisiológicas por las que la vitamina D puede influir en el estado de ánimo, entre ellas está la capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica en su forma activa como calcitriol uniéndose a sus receptores de vitamina D ubicados en áreas del cerebro involucradas con la depresión; también tiene la capacidad de actuar sobre el ácido γ-amino butírico y participa a su vez en procesos como la síntesis de dopamina y norepinefrina, ya que puede aumentar la expresión de genes que codifican la tirosina hidroxilasa en el paso limitante de la síntesis de estos neurotransmisores 44.
Debido a estos mecanismos biológicos, el consumo y la suplementación de esta vitamina ha sido ampliamente investigada para conocer la eficacia sobre trastornos neurológicos, principalmente la depresión. Sin embargo, al igual que en la mayoría de las condiciones descritas anteriormente, los resultados son inconsistentes. Una revisión que incluyó 61 artículos de estudios de diferente naturaleza reportó una relación entre la vitamina D y la depresión, aunque la direccionalidad de esas asociaciones varía dependiendo del tipo de estudio y del control de los factores de confusión. La evidencia combinada de los estudios reportados como controlados aleatorizados sugieren beneficios terapéuticos de la suplementación con vitamina D en la depresión clínica, en lugar de la subsindrómica 45.
No obstante, para determinar si esta asociación es causal, se han diseñado diferentes ensayos clínicos 44,46,47 y posteriormente revisiones sistemáticas y metaanálisis de ensayos clínicos 48-50 que reflejan hallazgos mixtos, tal y como se describen en la tabla 2.
Vitamina E
La vitamina E está compuesta por ocho moléculas lipofílicas α-, β-, γ-, δ- tocoferol y tocotrienol 51. Las principales fuentes dietéticas de vitamina E son de origen natural, siendo la forma α-tocoferol más abundante en diversos frutos secos, semillas, algunos cereales, aceite de palma y aceite de salvado de arroz, aceite de coco, manteca de cacao, soya, cebada y germen de trigo, y hortalizas como aguacates, aceitunas y legumbres 52. La recomendación de ingesta dietaria para la población colombiana está estimada actualmente para las personas sanas (Tabla 1).
La vitamina E es un nutriente al cual se le atribuye la capacidad de prevenir la lipoxigenación, modular respuestas celulares, incluida la supervivencia, la inflamación, la migración, la secreción y la inmunidad 53,54. La actividad biológica de la vitamina E se ha relacionado con diversas enfermedades como el cáncer, enfermedades óseas, cardiovasculares, oculares, inflamatorias, alérgicas y neurológicas, así como diabetes 52.
Inflamación, enfermedades hepáticas y vitamina E
Publicaciones recientes proponen como enfoque terapéutico prometedor el uso de los metabolitos de la vitamina E para el tratamiento de enfermedades inflamatorias como el hígado graso no alcohólico, por lo que explorar opciones como el compuesto activo de la vitamina E, conocido como metabolito de cadena larga, derivado del metabolismo hepático del α-tocoferol resulta prometedor 53,55.
Un ensayo controlado aleatorizado 56 y una revisión sistemática con metaanálisis 57 coinciden en que, al hablar concretamente de inflamación aguda y crónica, el uso de α-tocoferol como antioxidante, que favorece la reducción de especies reactivas de oxígeno, condujo a una disminución en los niveles de transaminasas, así como a una mejora en la histología hepática. En la tabla 3 se describen los principales hallazgos encontrados con respecto a esta condición de salud.
Enfermedades cardiovasculares y vitamina E
Revisiones del tema han descrito el papel regulador de la vitamina D en el sistema cardiovascular 58. Un estudio demostró que niveles bajos de vitamina E sérica se relacionan con un aumento de la circunferencia de la cintura, el peso, los niveles de colesterol y triglicéridos 59. Así mismo, se encontraron estudios cuyos resultados fueron contradictorios 51,60 y otros que asociaron positivamente la suplementación de vitamina E, particularmente en cuanto a mejoras en los perfiles lipídicos, infarto al miocardio y eventos de tipo cardiovascular 61-63 (Tabla 3).
Neurodegeneración y vitamina E
El cerebro es especialmente vulnerable a las especies reactivas de oxígeno debido a neuronas que poseen niveles relativamente bajos de antioxidantes endógenos para hacer frente a su alta actividad metabólica. Este déficit de antioxidantes da como resultado daño oxidativo a los principales componentes celulares con niveles elevados de marcadores inflamatorios que resultan en apoptosis celular neuronal 64, es por ello que diversos estudios han investigado el rol que tiene la vitamina E en enfermedades neurodegenerativas relacionadas con el estrés oxidativo, como la enfermedad del Alzheimer, en la que se encontró tanto efectos positivos 65 como negativos 66 (Tabla 3).
Cáncer y vitamina E
Los tocotrienoles han mostrado actividades inhibitorias en líneas celulares cancerosas. Además de este nutriente, se ha correlacionado con propiedades antioxidantes que en consecuencia generan una disminución de las especies reactivas de oxigeno, las cuales se asocian con un mayor riesgo de padecer cáncer. A pesar de esto, solo una revisión publicada en 2017 asoció positivamente la suplementación con esta condición 67; por el contrario, la mayoría de los resultados han sido contradictorios 68-70. (Tabla 3)
Vitamina K
La vitamina K es de tipo liposoluble, se puede encontrar de tres formas, como vitamina K1 o filoquinona, que se encuentra presente en alimentos de hojas verdes (col, lechuga, acelga, perejil, brócoli, repollo) y en aceites vegetales (soya, oliva, canola); vitamina K2 o menaquinona, que está en alimentos como las carnes magras, hígado y alimentos fermentados 71; y la vitamina K3 o menadiona, que se encuentra de forma sintética. En la tabla 1 se describe la ingesta recomendada de este nutriente para individuos sanos y por rango de edad.
La vitamina K es un cofactor necesario para la enzima γ-glutamil carboxilasa, que se encarga de catalizar la carboxilación del aminoácido ácido glutámico, el cual le da la habilidad de unir iones de calcio. Esta modificación postraduccional se encuentra en ciertas proteínas que participan en la coagulación sanguínea tales como los factores de coagulación II (protrombina), VII, IX y X, la proteína Z, proteínas C y S; además, también pertenece al grupo de proteínas menos estudiadas que hacen parte de la formación esquelética y prevención de calcificación de tejido blando 72, razón por la que se ha venido estudiando en algunas condiciones de salud en las que se ven involucradas en estos procesos. A continuación, se describirán estos aspectos.
La vitamina K y la salud cardiovascular
La vitamina K es un nutriente importante para la síntesis de proteínas GLA, las cuales protegen de forma efectiva los vasos sanguíneos y pueden prevenir la calcificación dentro de la pared vascular 73; por lo que se ha venido investigando la asociación que tiene la suplementación o la ingesta de vitamina K en la salud cardiovascular. Algunos artículos arrojaron resultados contradictorios 74,75; un ensayo observacional 76 y una revisión 77 demostraron efectos positivos. (Tabla 4).
La vitamina K y el metabolismo óseo
En los últimos años, se ha destacado el rol de la vitamina K en el metabolismo óseo, además se sugiere que esta vitamina podría tener un efecto importante para la prevención de la osteoporosis y el riego de fracturas. Esto sustentado en su participación como cofactor de la enzima γ-glutamil carboxilasa, necesaria para la activación de la proteína osteocalcina, que participa en la síntesis y regulación de la matriz ósea 78. Dos revisiones 79,80, un metaanálisis 81 y un estudio aleatorizado controlado 82 encontraron efectos positivos sobre la salud ósea; otros estudios sugieren que, a pesar de la asociación de la vitamina K con menor riesgo de fracturas, no hay suficiente evidencia para recomendar su suplementación rutinaria en mujeres posmenopáusicas 83,84 (Tabla 4).
La vitamina K y la diabetes
Se ha venido estudiando la función que tiene la vitamina K en la regulación de la glucosa y su implicación en la reducción del riesgo de diabetes y mejora en la sensibilidad a la insulina. Los mecanismos descritos lo relacionan con un efecto insulinotrópico, modificaciones postraduccionales de proteínas dependientes de vitamina K o efectos antiinflamatorios 85,86. Sin embargo, se requieren más estudios que clarifiquen este mecanismo. Los estudios revisados arrojaron efectos nulos 85 y positivos 87,88 (Tabla 4).
DISCUSIÓN
En esta revisión narrativa se hizo una exploración del efecto de diferentes dosis de vitamina D, E y K en algunas condiciones de salud (salud ósea, enfermedad cardiovascular, cáncer, enfermedades neurológicas, entre otras). En lo que concierne a la vitamina D y a la salud ósea, las recientes investigaciones, principalmente revisiones sistemáticas y metaanálisis, han abordado esta cuestión, debido a los resultados mixtos de diferentes estudios y considerando la importancia de obtener resultados mucho más sólidos que arrojen luz sobre diferentes aspectos metodológicos relevantes para el avance científico y la mejora de las recomendaciones diseñadas en guías para la práctica clínica. Estas recomendaciones tienen que ver con los efectos de diferentes tipos de vitamina D (colecalciferol y ergocalciferol), dosis y frecuencia (diaria, semanal, mensual). Por ello, al analizar en general la evidencia disponible hasta el momento, el rango de dosis que mostró mayor eficacia en la mejora de la salud ósea (caídas, fracturas) fue de 400-800 UI de vita mina D al día; esto está respaldado por varios metaanálisis 20,25,26. Sin embargo, este efecto solo fue observado cuando la vitamina D se acompañaba con calcio 25,27 o, en su defecto, los resultados de la combinación de ambos producían resultados más potentes que con la vitamina D sola, principalmente en la prevención y reducción del riesgo de fractura 20,26.
Probablemente estos hallazgos son consecuencia de la sinergia que pueden ejercer estos dos nutrientes, en los cuales la vitamina D, al mejorar la absorción del calcio, podría contribuir a potenciar los efectos en la salud ósea. Adicionalmente, un hallazgo muy común en estos metaanálisis fue una mayor eficacia de la vitamina D3 (colecalciferol) sobre la vitamina D2 26; sin embargo, no se justifica el uso generalizado de suplementos de vitamina D para la prevención de la osteoporosis en adultos que viven en comunidades sin factores de riesgo para la deficiencia de vitamina D 21.
En contraparte con los efectos observados de la vitamina D en la salud ósea, la evidencia científica aún no justifica el uso de esta vitamina para mejorar la salud cardiovascular, pues a pesar de que se ha encontrado una asociación inversa entre los niveles de 25(OH)D y el número total de eventos cardiovasculares 31, la mayoría de ensayos aleatorios y metaanálisis muestran efectos nulos. Estos efectos pueden explicarse en parte por la influencia de diferentes factores, como los niveles basales de 25(OH)D, ya que algunos de los hallazgos positivos reportados en la literatura se han visto principalmente en personas mayores de 50 años, quienes probablemente debido a su edad tengan concentraciones menores de 25(OH)D, lo que los hacen más proclives a obtener beneficios de la suplementación con vitamina D.
Así mismo, parece contradictorio el hecho de que en personas con sobrepeso y obesidad no se haya encontrado un efecto en este estudio 36, teniendo en cuenta que este tipo de población también suele cursar con niveles más bajos de 25(OH)D en suero; sin embargo, es posible que, a diferencia de personas mayores, la suplementación necesaria para obtener un efecto deseado sobre la salud cardiovascular deba ser con dosis más altas, sobre todo porque estos sujetos suelen presentar resistencia a la vitamina D y un “secuestro” alto de vitamina D por parte del tejido adiposo, principalmente por su mayor tamaño, que finalmente desencadena la disminución de estos niveles 36. Estas menores concentraciones en personas mayores o con sobrepeso y obesidad son confirmadas por otros autores 29. Otros posibles factores que probablemente median estos hallazgos son la frecuencia de las dosis con las que se suplementan, que pueden resultar siendo más ineficaces cuando son intermitentes y no diarias, y el estilo de vida de la población investigada, que puede generar confusiones en los resultados 35.
En cuanto a la vitamina D y el cáncer, de manera similar, los criterios de exclusión de participantes con mayor riesgo de deficiencia de vitamina D -aquellos con valores < 25-30 nmol/L de 25(OH)D, periodos de seguimientos cortos e insuficientes, la inclusión de estudios que no evaluaran como resultado principal la mortalidad o la incidencia de cáncer 42, el análisis de la vitamina D junto a otros suplementos como el calcio 43 y el análisis de poblaciones muy heterogéneas 41- son probablemente algunas de las razones que explican en parte los resultados mixtos encontrados. Aun así, el resultado más consistente es el efecto positivo sobre la mortalidad por cáncer, el cual presenta una disminución significativa con dosis entre 400-833 UI/día vitamina D 43, resulta insuficiente la disponibilidad de información para establecer dosis óptimas frente a la mortalidad total por cáncer. Adicionalmente, queda por investigar los efectos de esta vitamina en diferentes tipos de cáncer y posteriormente determinar las respectivas dosis necesarias para tal efecto.
Así, analizando las inconsistencias encontradas en relación con la depresión y la suplementación de vitamina D, los niveles séricos de vitamina D al inicio del estudio son un determinante clave de los resultados, pues a pesar de que Gowda et al. 49 informaron que no se encontraron reducciones significativas en la depresión con la suplementación, no descartaron la posibilidad de que los niveles basales suficientes de vitamina D sérica, en conjunto con los bajos niveles de depresión como característica de la población incluida en la mayoría de estudios abarcados en este metaanálisis, influyeran en los resultados. Lo anterior porque, como bien se concluyó en otro metaanálisis, considerar estudios que evalúen a sujetos con deficiencia de vitamina D al inicio del estudio (< 20 ng/ml), a quienes se les suministró las dosis suficientes de vitamina D para garantizar la corrección de la deficiencia al final de estudio, puede ser tan eficaz como la terapia farmacológica antidepresiva. Por tanto, parece probable que sean aquellas personas con deficiencia de vitamina D y un nivel de depresión alto quienes se beneficien mayormente de la suplementación 45,48. No obstante, es prudente resaltar que en algunos estudios se informaron problemas metodológicos, como un tamaño de muestra insuficiente 46,50 o la falta de evaluación de los sesgos de publicación 48, por lo que estos hallazgos deben ser considerados, en el mejor de los casos, como provisionales. Sin embargo, considerando la relevancia de la salud mental, vale la pena hacer estudios con un mejor diseño sobre la función que pudiera tener en esta vitamina en una respuesta a un problema de nuestra población.
Por otro lado, la vitamina E ha sido revisada por sus funciones fisiológicas o biológicas mencionadas anteriormente, razón por la cual se ha venido investigando sobre sus efectos en las condiciones de salud como las enfermedades hepáticas. De acuerdo con los artículos revisados, Anushiravani et al. 56 y Amanullah et al. 57 mostraron efectos positivos tanto en niños como en adultos sobre las pruebas hepáticas; sin embargo, en ambos las dosis y duración del tratamiento fueron variables, razón por la cual se requiere seguir estudiando acerca del efecto de la suplementación en el hígado graso no alcohólico, por la importancia de evitar la inflamación lobular y el daño hepatocelular que pudieran llevar a fibrosis y cirrosis hepática.
Así mismo, en relación con la suplementación de vitamina E sobre los efectos en enfermedades de tipo cardiovascular, estos se asociaron positivamente con la presión arterial, reducción de niveles lipídicos, infarto al miocardio y la probabilidad de padecer algún tipo de evento cardiovascular, los cuales corresponden a dos metaanálisis 60,62 y dos revisiones 61,63, en las que los participantes de los estudios eran adultos tanto sanos como aquellos que presentaran alguna condición de salud: diabetes, hipertensión, hígado graso, síndrome metabólico, angina espástica coronaria, entre otros. Una revisión publicada en el año 2020, en la cual los estudios incluidos fueron tomados de ensayos clínicos acerca de la suplementación de la vitamina E (300-720 mg/d) en la hipertensión, no mostró una reducción significativa sobre la presión arterial 51, ni en los estudios que tuvieron efectos positivos ni en los negativos. En las enfermedades de tipo cardiovascular, se podría coincidir en que tenían una variabilidad alta en el rango de dosis, duración y lugar donde se realizaron los estudios.
En las enfermedades de tipo neurodegenerativo, se encontraron resultados contradictorios, pues en una revisión sistemática publicada recientemente 66 se demostró que la suplementación de vitamina E (800 a 2000 UI/d) no tendría asociación con la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, la calidad general de la evidencia fue baja, debido a las limitaciones metodológicas, y arrojó resultados inconsistentes hasta la fecha. Por otro lado, un ensayo aleatorizado controlado demostró que dosis específicamente de α-tocoferol (2000 UI/d) tenía efectos positivos en pacientes con enfermedad de Alzheimer leve a moderada 65. No obstante, el tamaño de la muestra de este estudio fue limitado y los participantes pertenecían a distintas etnias.
Los estudios sobre la vitamina E en relación con el cáncer han mostrado una amplia variedad de dosis de vitamina E en su forma α-tocoferol; aunque fue común que dosis más bajas a 400 UI de vitamina E resultaran ineficaces 68,70. No hubo consenso en cuanto a las opiniones de los efectos del consumo de vitamina E en combinación, pues faltan estudios sobre las interacciones nutricionales y de medicamentos.
Respecto a la vitamina K, esta es un nutriente necesario para la función de proteínas carboxiladas, debido a la enzima dependiente de vitamina K por la que participa en la inhibición de la calcificación de los vasos sanguíneos. Sin embargo, en los estudios recolectados en esta revisión no se observó que la suplementación sola de las diferentes fuentes de vitamina K (K1 y/o K2) tuviera resultados positivos en la arterosclerosis, en niveles lipídicos ni en calcificación vascular 74,75. Aunque el riesgo de sesgos en ambos artículos fueron bajos, las dosis y la duración utilizadas fueron variables; además, en ambos, la población intervenida tenía alguna enfermedad de base, rasgo por el cual se sugiere seguir estudiando la suplementación de este nutriente sobre la salud cardiovascular y en especial en pacientes sanos. Por otro lado, tanto el consumo de este nutriente por medio de fuentes dietarias 76 como la suplementación combinada con la vitamina D 77 generaron efectos positivos sobre la salud cardiovascular, pues un consumo de 90 μg /d de vitamina K en las mujeres y 120 μg /día en los hombres redujo en un 22 % el riesgo de morir por eventos de tipo cardiovascular 76. A pesar de ello se debe aclarar que en este estudio no se tuvo en cuenta que los alimentos fuentes de vitamina K también contienen otro tipo de nutrientes que podrían ayudar a contribuir sobre este efecto. El estilo de vida también influyó en estos resultados, pues estilos de vida más sanos ayudan a tener una buena salud.
Por otro lado, la suplementación de este nutriente encontró efectos beneficiosos sobre la salud ósea, aspecto que concuerda con la función de la vitamina K sobre el metabolismo óseo. Una revisión 79 y un metaanálisis 81 coincidieron en que suplementaciones de vitamina K2 de 180 μg disminuyen el riesgo de fracturas. Un ensayo controlado aleatorizado informó que el consumo de vitamina K disminuye en un 3 % el riesgo de fracturas 82 y que la suplementación de vitamina K se asoció con un efecto positivo en la densidad mineral ósea 80. La mayoría de estos estudios intervinieron a mujeres debido a que es la población que presenta mayor riesgo; los artículos revisados tuvieron un riesgo de sesgo alto y una amplia heterogeneidad.
Finalmente, dos artículos de revisión correlacionaron positivamente la suplementación de vitamina K con una mejor respuesta de la insulina 87 y disminución de padecer diabetes tipo 2 88. En ambos estudios se asociaron dichos efectos con la acción de la vitamina K sobre las modificaciones postraduccionales de las proteínas, funciones antinflamatorias y la actividad de la osteocalcina sobre el metabolismo de la glucosa. Por su parte, los estudios informaron una reducción en el IMC, factor coadyuvante para disminuir el riesgo de padecer diabetes. Aunque los efectos fueron positivos, es importante seguir investigando sobre esta condición de salud y la suplementación de la vitamina K, ya que las dosis, la duración, la edad y el sexo fueron variables.
En conclusión, existe una clara evidencia de que la vitamina D y su acción conjunta con el calcio son estrategias dietarias o de suplementación para grupos poblacionales con riesgo de osteoporosis. Asimismo, se han encontrado resultados significativos con la ingesta de vitamina K, tanto de origen dietario como con el uso de suplementos, en mujeres adultas con riesgo de esta enfermedad. Adicionalmente, se empieza a tener evidencia prometedora del uso de la vitamina K en la mejora de la regulación de la glucemia; sin embargo, su rol para prevenir o manejar la enfermedad cardiovascular en población sana aún está por definirse. Por otro lado, no hay certeza en el uso de suplementos de vitamina E como coadyuvantes en los tratamientos de la enfermedad hepática, la enfermedad cardiovascular y los diversos tipos de cáncer, pese a que se han encontrado algunas asociaciones positivas.
Es evidente entonces que aún existen grandes vacíos en la literatura científica que no permiten establecer para estas vitaminas las dosis o cantidades dietarias de consumo estándar que garanticen su eficacia; por tanto, se requieren más estudios de intervención que exploren el efecto de diferentes dosis sobre estas condiciones, teniendo en cuenta la homogeneidad de la población, pero, sobre todo, prestando especial atención en la calidad metodológica. Esto, finalmente, proporcionará una visión más clara y una mayor comprensión de la función de estas vitaminas en dichas situaciones, y permitirá a los sanitarios utilizar nuevas herramientas dietarias o suplementarias en la práctica clínica diaria con sus pacientes, que a su vez favorezcan la recuperación, el tratamiento y en el mejor de los casos la prevención de la enfermedad