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Bitácora Urbano Territorial

Print version ISSN 0124-7913

Bitácora Urbano Territorial vol.30 no.1 Bogotá Jan./Apr. 2020  Epub Apr 06, 2020

https://doi.org/10.15446/bitacora.v30n1.68207 

Dossier central

El retorno a Lefebvre. Ciudad, posibilidad, totalidad

The return to Lefebvre. City, possibility, totality totality

O retorno a Lefebvre. Cidade, possibilidade, totalidade

Le retour à Lefebvre. Ville, possibilité, totalité

Fran Morente1 

1Doctor en Economía, Derecho y Empresa Universitat de Vic fjmp.1984@gmail.com http://orcid.org/0000-0001-6962-5787


Resumen

A raíz de la recuperación y del renovado interés que ha suscitado en la academia anglosajona la obra del filósofo y sociólogo marxista Henri Lefebvre, se plantea en el artículo un retorno a sus escritos. A través de una recuperación sistemática y penetrante de la obra de Lefebvre, el objetivo no será otro que rescatar los conceptos clave y extraer una síntesis de su pensamiento urbano que den, a la sazón, justa medida de la radicalidad del planteamiento de totalidad urbana sugerido por Lefebvre en su aplicación sobre la ciudad contemporánea.

Palabras clave: Henri Lefebvre; geografía urbana; derecho a la ciudad; apropiación; espacio

Abstract

Following the recovery and the renewed interest in the Anglo-Saxon academy by the work of the Marxist philosopher and sociologist Henri Lefebvre, I propose in the next pages a return to his writings. The aim will be no more than to rescue the key concepts and extract a synthesis of his urban thought that give, at the time, a fair measure of the radicality of the approach of urban totality suggested by Lefebvre in its application on the contemporary city.

Keywords: Henri Lefebvre; urban geography; right to the city; appropriation; space

Resumo

Após a recuperação e o renovado interesse pela academia anglo-saxônica pelo trabalho do filósofo e sociólogo marxista Henri Lefebvre, proponho nas próximas páginas um retorno a seus escritos. O objetivo não será mais do que resgatar os conceitos-chave e extrair uma síntese de seu pensamento urbano que dê, na época, uma medida justa da radicalidade da abordagem da totalidade urbana sugerida por Lefebvre em sua aplicação na cidade contemporânea.

Palavras chave: Henri Lefebvre; geografia urbana; direito à cidade; apropriação; espaço

Résumé

Suite à la reprise et au regain d'intérêt que le travail du philosophe et sociologue marxiste Henri Lefebvre a suscité dans l'académie anglo-saxonne, un retour à ses écrits est proposé dans l'article. À travers d'une reprise systématique et pénétrante de l'œuvre de Lefebvre, l'objectif ne sera autre que de récupérer les concepts clés et d'extraire une synthèse de sa pensée urbaine qui, à l'époque, donne une bonne idée de la radicalité de l'approche de totalité urbaine suggérée par Lefebvre dans son application sur la ville contemporaine.

Mots-clés: Henri Lefebvre; géographie urbaine; droit à la ville; appropriation; espace

Nuestro objetivo en este artículo es doble. Por un lado, volver a sus textos y a los de sus mejores exégetas para rescatar sus conceptos principales: la sociedad urbana como objeto posible, la lucha entre la industrialización y la urbanización, el derecho a la ciudad y el potencial emancipador y creador del espacio vivido, que evidencian la capacidad visionaria de abrir nuevos caminos en el urbanismo. Por otro lado, hacer un seguimiento de la evolución del pensamiento lefebvriano con la intención de encontrar la continuidad entre dichos conceptos y mostrar que, aunque a lo largo de su obra se mezclan, solapan y transforman, en conjunto, apuntan hacia una totalidad con la cual será posible pensar en lo urbano.

Introducción

La figura de Henri Lefebvre (1901-1991) en la geografía urbana es singular (Soja, 1996; Stanek, 2011). En tan solo seis años escribe sus seis grandes libros sobre lo urbano: Le droit à la ville en 1968, Du rural à l'urbain en 1970, La révolution urbain en 1970, La pensée marxiste et la ville en 1972, Espace et politique en 1972 y, por encima de todos, La production de l'espace en 1974. A pesar de retener cierto sabor sesentayochista, estas obras debieron esperar años hasta ser redescubiertas por los académicos norteamericanos que, de la década de 1980 hasta el presente, han devuelto a Lefebvre de forma progresiva (Shields, 1999), lo cual atestigua la bibliografía secundaria floreciente (Shields, 1999; Elden, 2004; Merrifield, 2006; Stanek, 2011; Erdi-Lelandais, 2014). A diferencia de otros intelectuales franceses destacados -sobre todo estructuralistas y deconstruccionistas-, su obra permanece parcialmente en inglés -por no hablar de las traducciones desiguales en español-. Brenner y Elden (2001) señalan que su enrevesada sintaxis, sus digresiones y polisemias frecuentes y la densidad del original en francés contribuyen a obstaculizar la traducción diáfana. Su marxismo humanista, lejos de la French theory, tampoco ayudó: Lefebvre nunca estuvo de moda (Shields, 1999). No obstante, el tiempo hace justicia. Poco después de su muerte, Elden (2004), Soja (1996) y otros autodeclarados epígonos, empiezan a rescatar su obra del olvido y a proliferar trabajos y estudios dedicados a su obra (Merrifield, 2006; Stanek, 2011). El presente trabajo se suma a ese retorno, pero lejos de centrarnos en su influencia sobre otros autores, lo cual daría pábulo para numerosos artículos, nuestro retorno es una vuelta a su obra. Al hacerlo estaremos en disposición de leer la ciudad contemporánea a través de un pensamiento capaz de aprehenderla.

Nuestro objetivo en este artículo es doble. Por un lado, volver a sus textos y a los de sus mejores exégetas para rescatar sus conceptos principales: la sociedad urbana como objeto posible, la lucha entre la industrialización y la urbanización, el derecho a la ciudad y el potencial emancipador y creador del espacio vivido, que evidencian la capacidad visionaria de abrir nuevos caminos en el urbanismo. Por otro lado, hacer un seguimiento de la evolución del pensamiento lefebvriano con la intención de encontrar la continuidad entre dichos conceptos y mostrar que, aunque a lo largo de su obra se mezclan, solapan y transforman, en conjunto, apuntan hacia una totalidad con la cual será posible pensar en lo urbano.

Para tal efecto, la metodología pasa por una revisión crítica del trabajo de Lefebvre, distinguiendo las obras urbanas de las enteramente filosóficas (su monografía sobre Descartes o sus comentarios a Hegel) y otras de carácter misceláneo (estudios sobre Hitler o la Comuna). La vuelta a sus escritos urbanos, en compañía de los exégetas y comentaristas, nos aportará una síntesis de su pensamiento a través de sus conceptos clave. Una obra que no se arredra, como veremos, ante la ciudad posible y total de nuestro tiempo.

La sociedad urbana

Nuestro lugar originario, el campo, ha quedado definitivamente relegado a un mero contorno subalterno de la ciudad, anclado en la senilidad productiva y en la ausencia melancólica del vínculo perdido con la naturaleza (Lefebvre, 1970b). En su avance, la ciudad se expande a expensas de la transferencia de renta agraria a los núcleos urbanos (Lefebvre, 1970a). La contraposición entre ciudad (lo urbano) y campo (lo rural) se manifiesta en la medida en que el ser humano difiere de la naturaleza, la cual, escurridiza por definición, escapa a la acometida racional de este (Lefebvre, 1970a; Merrifield, 2006) (Figura 1).

Fuente: elaboración propia a partir de Lefebvre (1968b).

Figura 1 Grandes simbolismos. 

En un pensamiento superficial, ciudad y campo aparecen, simbólicamente, contrapuestas, pero es preciso ir más allá de las apariencias. La explotación de los recursos rurales no se lleva a cabo por las ciudades colindantes y la dominación se da en formas más sutiles (Lefebvre, 1970a). Si bien en la Edad Media el progreso se originaba en el campo gracias al poder feudal y la organización gremial, en la actualidad se hace efectivo por y para la ciudad (Lefebvre, 1968b; Erdi-Lelandais, 2014). El futuro de los restos agrícolas será, por lo tanto, devenir ciudad. El proceso de urbanización, imparable, así lo insinúa (Lefebvre, 1980; Elden, 2004).

Lefebvre (1974; Stanek, 2011) es consciente de la mutación del concepto de ciudad. Las ciudades clásicas (polis griegas, romanas, orientales y medievales) se consideraban obras de arte (œuvres), esto es, lugares monumentales y emplazamientos del ritual, donde imperaba la unidad de uso y se exaltaba el valor simbólico. Por el contrario, la ciudad capitalista es un espacio de especulación y conflicto (Lefebvre, 1968b), fuerzas que definen nuestro espacio (Shields, 1999) y donde lo monumental, lo simbólico y lo artístico queda arrumbado, oculto, comercializado y reducido a piezas instrumentales (Lefebvre, 1968a). Este hecho pone de relieve la gran diferencia entre lo rural y lo urbano: el campo es enteco y pasivo, mientras que la ciudad es, o debería ser, œuvre (Lefebvre, 1970a; Goonewardena, et al., 2008). De esa manera, Lefebvre (1974) entiende la ciudad no como un conjunto de viviendas y usos del suelo, sino donde la sociedad se inscribe de forma profunda. En este entendido, la ciudad es el espejo de la sociedad.

Así pues, en la ciudad contemporánea es donde el progreso halla su camino. En la revolución urbana (révolution urbaine), la industrialización se suplanta solapadamente por el fenómeno de urbanización, en tanto fuerza histórica que articula la acumulación capitalista (Lefebvre, 1970b). Si la ciudad y la sociedad se urbanizan totalmente, la revolución urbana sucederá a la revolución industrial. En consecuencia, para Lefebvre (1974; Elden, 2004), lo urbano es la culminación de lo posible.

Por ello, la revolución urbana marcará un punto de no retorno. Superadas las problemáticas del crecimiento y la industrialización, la sociedad será urbana y la utopía quedará consolidada. No supone la desaparición del campo en favor de la ciudad, sino la aparición de lo urbano. Alcanzar esta revolución está en manos de la sociedad urbana, no tanto como una realidad empírica, más bien, como virtualidad en marcha. La sociedad urbana será, pues, un objetivo posible, un horizonte ideal, pero realizable (Lefebvre, 1974; Merrifield, 2006). Varios lefebvrianos (Goonewardena, et al., 2008; Erdi-Lelandais, 2014) lo secundan: la revolución urbana no es tanto la transformación de la ciudad (urb), como de la propia sociedad (polis).Nuñez (2009) señala que la sociedad urbana de Lefebvre es referencia empírica (lo que surge de la urbanización completa) e hipótesis (la urbanización completa por llegar).

Dicha consecución, lo urbano, en su plenitud de posibilidades que acabará con la sociedad industrial, debe primero sortear ciertos escollos. Lo industrial y lo urbano se dan de forma simultánea, no existen fronteras entre ellos, sin embargo, el mundo continúa siendo industrial, pues la producción material desplaza la transformación social que conlleva las potencialidades de lo urbano (Lefebvre, 1968b). La fragmentación de lo urbano y la pasividad de la sociedad contribuyen al estancamiento del gran cambio (Elden, 2004). La localización mecánica deja escapar toda posibilidad de vida, arrojándola a un espacio de funciones aisladas, fragmentadas y segregada por las veleidades de unas autoridades que no entienden lo urbano (Lefebvre, 1967). La sociedad anestesiada incita a las personas al escamoteo de su papel activo en la decisión (Lefebvre, 1968a). Lo que se obstina a llamarse urbanismo no es sino una ciencia parcelaria e incompleta, que obstruye la práctica urbana, imponiendo coherencias y lógicas de Estado. No sin sorna, Lefebvre (1968b) se referirá a los urbanistas y arquitectos como aquellos que no permiten que la fantasía se exalte.

La sociedad urbana de Lefebvre (1970b); Elden, 2004 no solo es antropológica y fisiológica,1 sino que reivindica su rol creador, en tanto la vida en la ciudad es como la elaboración de una obra de arte. A diferencia de lo manifestado en la Carta de Atenas (1942), lo urbano no se reduce al bienestar material, sino a la consecución de la utopía:2 explotar lo posible sin perder la praxis concreta.

La solución del nudo gordiano pasa por el carácter triple de la revolución urbana: 1) la centralidad (flujos de poder económico, social, creador); 2) la dialéctica de la centralidad; y 3) la praxis urbana. Estos conceptos se recogen, se asimilan y se amplían en el concepto de derecho a la ciudad (droit à la ville). Aún no realizada, la sociedad urbana está por venir (Lefebvre, 1968b) o en un tajante aserto cuasi comtiano: la sociedad futura será urbana o no será (Lefebvre, 1974).

Dialéctica industrialización / urbanización

Por más que se constate la importancia de la ciudad, esta no atraviesa por sus mejores momentos (Stanek, 2011). La industrialización (crecimiento y producción económica) y la urbanización (desarrollo y socialización) se imbrican en el mismo movimiento, inseparables y conflictivas, formando un proceso doble de implosión-explosión (Lefebvre, 1973). La industrialización causa problemas a la urbanización, la cual precisa de aglomeraciones suburbanas y no de ciudades. El carácter urbano, por ende, debe ser deteriorado y extirpado (Lefebvre, 1968a).

A causa de la reducción de costes y de la optimización, se forman núcleos pseudourbanos en las periferias de las ciudades, que se esparcen a su alrededor y desestructuran la fisonomía urbana (Lefebvre, 1970a). Lefebvre (1968b) define tres períodos para ello: 1) la industrialización asalta y desgaja la ciudad tradicional y la realidad social; 2) en parte yuxtapuesto al primer periodo, la urbanización se extiende, aunque impera el riesgo a desaparecer; y 3) la realidad urbana se reinventa y reencuentra, a partir de una centralidad creadora, el modo de convertirse en œuvre. Desde este punto de vista, toda industrialización, lejos de la inanidad espacial, devendrá en urbanización, siendo ese el sentido último de su consecución utopista (Lefebvre, 1968a; 1974). Riquezas técnicas y conocimientos descansan en el seno virtual de lo urbano, que preexiste incluso a la industrialización (Lefebvre, 1972). El valor de cambio convierte a la ciudad en mero producto, mientras que el valor de uso, recreado en las interacciones cotidianas, hace de ella una obra de arte (Lefebvre, 1968a). No debe pasarse por alto este viraje del valor de uso al valor de cambio. La destrucción mercantilista y el sometimiento de la realidad a manos del valor de cambio socava las revelaciones que ocurren con el valor de uso (Lefebvre, 1974). Las tensiones capitalistas tienen su reflejo en la ciudad, que pasa a ser un lugar de consumo y consumo de lugar, remplazándose el valor de uso (vida, cotidianidad) en pos del valor de cambio (producto, consumo, funcionalidad) (Lefebvre, 1968b). La dialéctica solo se supera a través de la superación suprema: la síntesis. Ante tal situación, lo urbano no se reduce a trama, arquitectura, ni morfología (frontispicios, calles, edificios, plazas). La vida urbana, intensa, desagregada e impredecible supone encuentros, conflictos y reconocimientos recíprocos, vida que se halla compuesta de hechos, representaciones, inscripciones e imágenes tomadas de la ciudad antigua, pero en constante transformación, puesta en duda y reelaborada colectivamente, porque toda creación artística es objeto de resistencia (Lefebvre, 1968a).

La apropiación y el derecho a la ciudad

industrialización y el desbordamiento de la urbanización disloca la ciudad (Lefebvre, 1940). Su espacio, en consecuencia, se desmiembra y los ciudadanos quedan sepultados en la monotonía de una cotidianidad programada. En este escenario emerge la alineación, que nada tiene que ver con la simultaneidad de lo urbano en su apogeo (Lefebvre, 1973). Cuando lo urbano se somete a la planificación, los ciudadanos pierdan la capacidad de apropiación de toda obra creadora (Lefebvre, 1968b; 1974). Conflicto que da pábulo a Lefebvre (1968a) para distinguir tres dimensiones de la planificación espacial: material, financiera y espacio temporal. Los aspectos de la segregación social se desglosan en espontáneo (ingresos e ideología), voluntario (establecimiento de espacios separados) y programado (ordenación y planificación). El programa de fuerzas segregativas se efectúa a partir de las acciones del Estado y la empresa, que integran desintegrando y dejan ante nosotros una vida cotidiana castrada y dispersa en fragmentos: trabajo, ocio, vida privada (Lefebvre, 1973; 1974; Shields, 1999).

Sin embargo, ante esta situación crítica, las relaciones urbanas se intensifican y se tornan complejas, mientras se consolida la voluntad de encuentro (Lefebvre, 1968a; 1974). Por un lado, la ciudad impide que las fuerzas segregativas manipulen a los ciudadanos a su antojo y, por el otro, ellos son quienes cuasi clandestinamente retornan el aliento a los centros y emplean el espacio urbano como lugar común de encuentro total, donde los conceptos, las teorías, la economía, los distintos flujos (materiales e informacionales), las personas, los cuerpos y la sociedad confluyen, juegan, se relacionan y se enfrentan (Lefebvre, 1968a; 2004; Goonewardena, et al., 2008).

Aquí entra en juego el concepto clave de apropiación (appropriation): acto revolucionario, acción creadora de los ciudadanos sobre la ciudad, inscripción en el tiempo y el espacio de las vivencias, desarrolladora de la oeuvre que, sin poseer, pone su sello propio (Lefebvre, 1968b). La resistencia de la empresa creadora, la apropiación, deja claro que el (valor de) uso escapa a las exigencias del (valor de) cambio. Es precisamente cuando tiene lugar la apropiación por parte de los ciudadanos cuando lo urbano se convierte en convergencia, en deseo, en juego, en flujo renovador, en fuerza creadora que restablece el lado dionisíaco de la vida en común (Lefebvre, 1968b).

En un marco en el que la industrialización ha perturbado la voluntad social, la capacidad de crear novedades y de reformular la materia, ¿cómo ponderar lo urbano? Lefebvre (1968a) insistente y se pregunta si, ante este funcionalismo parcelario que responde a las demandas procedentes de intereses concretos, la abstracción fragmentaria, de datos estadísticos y de funciones prescritas es la única imagen real de la ciudad. Él mismo se responde: el urbanismo debe justipreciar el valor real de la sociedad y analizarla en su complejidad para que las posibilidades de lo urbano se desplieguen (Lefebvre, 1973). El estudio separado y parcial, nunca sistemático, es incapaz de entender y actuar sobre el espacio (Lefebvre, 1974; 2004; Merrifield, 2006). El conocimiento de la ciudad y de lo urbano no puede ser reducido ni simplificado, se resiste a los corsés metodológicos, no se deja acuartelar. La ciudad es el flujo vivo (Lefebvre, 1968b). Es, asimismo, activa y emite y recibe mensajes mediante su escritura, que no es otra que la inscripción de las vidas de sus habitantes en el tiempo y el empleo del espacio, pues son ellos quienes llevan a cabo la empresa creadora de la ciudad a través de la apropiación (Lefebvre, 1968b; 1974).

La ciencia verdadera capta la realidad en toda su extensión y articulaciones, agrupa y no disemina (Lefebvre, 1980) y permite el doble movimiento de conducir lo imaginario al reino de lo real o, bien, al camino inverso, poblar la imaginación de lo real. Aquella ciencia que no dé un entendimiento capaz de cambiar el mundo, no puede arrogarse el derecho de llamarse así. Para ello, Lefebvre (1968b) presenta un método, la síntesis, práctica intelectiva capaz de abarcar la totalidad de los hechos y virtualidades de la vida urbana, la cual está constituida por: 1) la transducción, que difiere de la deducción y la inducción, así como de la simulación en tanto que a partir de informaciones relativas a la realidad elabora un objeto posible; y 2) la utopía experimental y bien fundada que, soterrada, se halla en el mismo seno de lo real.

En estrecha relación y en clara respuesta a la deshumanización de las ciudades, al funcionalismo y lo que acarrea (simulación y programación, muerte de la calle y, por ende, de los encuentros, de la convivencia y religación y exclusión de la vida) aparece el derecho a la ciudad (droit à la ville). No se trata de un simple retorno a la ciudad tradicional, sino del derecho primordial a la vida urbana, transformada y renovada, que colme las necesidades de espacios de simultaneidad capaces de dar cobijo y arengar los encuentros reales. Con base en este derecho se constituye la verdadera vida y la experiencia urbana. A pesar de tratarse del concepto más popular de Lefebvre, también ha sido el más desvirtuado. Difícil y complejo, ofrece una alternativa y una transformación radical en un entorno caracterizado por el declive democrático (Purcell, 2002; Elden, 2004)

Con el derecho a la ciudad (medio y objetivo) todas las audacias están permitidas (Lefebvre, 1973): la apropiación se rebela contra cualquier tipo de dominación. La ciudad deviene obra de arte por medio de los ciudadanos, pues solo quienes son capaces de iniciativas revolucionarias pueden dar forma a la realización plena de las posibilidades de la ciudad (Lefebvre, 1973).

Aquellas categorías que poseen una capacidad nula de descripción y transformación de la realidad no interesan a Lefebvre. Las proposiciones reales y prácticas que inciden en la realidad urbana son: 1) los programas políticos de reforma urbana profunda y, en su aplicación sobre la trama urbana; y 2) los proyectos y planes urbanísticos osados que contengan modelos orientados al desarrollo de la sociedad urbana. La imaginación, las figuraciones y la pluralidad total han de colonizar la pauperizada realidad urbana, pasto del uso parcelario, la eficiencia y la fría eficacia. El desarrollo de la sociedad solo se concibe en y por la vida urbana (Lefebvre, 1968b). Surge así el llamamiento en pos de la restitución de dicha vida: ¿por qué lo imaginario habría de proyectarse únicamente fuera de lo real en vez de fecundar la realidad? (Lefebvre, 1968a).

Redes, mensajes, circuitos de comunicación, hilos de significados, intercambios y relaciones. La centra-lidad es parte constitutiva esencial de la ciudad, el espacio y la vida urbana (Lefebvre, 1972). No se puede forjar una realidad urbana sin la centralidad, donde todos (sujetos, objetos, recursos, deseos) se concitan, por ello, el derecho a la ciudad puede entenderse como el derecho de los ciudadanos a figurar en todos los flujos y en el corazón de las centralidades urbanas. Consustancial al derecho a la ciudad es la centralidad lúdica, que restituirá el sentido de œuvre y que alcanza a los ciudadanos la factibilidad de las posibilidades urbanas y la capacidad de poner en tela de juicio los usos del espacio, devolviéndonos la ciudad efímera capaz de acoger las inscripciones de nuestras vivencias en el espacio-tiempo (Lefebvre, 1974). Sin centralidad no hay vida urbana (Lefebvre, 1973).

La producción del espacio

En su opus magnum, La production de l’espace (1974), Lefebvre prosigue su proyecto intelectual buscando el concepto en torno al cual graviten todos los otros, aquel que permita comprender y abarcar la totalidad de la ciudad (Stanek, 2011), el alfa y el omega de lo urbano (Elden, 2004): la producción del espacio.

Como sostiene Soja (1989), epígono de Lefebvre, el espacio ha sido marginado recurrentemente a favor del tiempo. Marginado y reducido a receptáculo inerte del tiempo, el espacio ha tendido a reubicarse en el centro del interés de las ciencias sociales. De la producción en el espacio a la producción del espacio, la variación preposicional no es baladí y su momento cero es Lefebvre.

En Lefebvre (1974), el espacio se desprende de la noción hegemónica de lo abstracto, inocuo, pasivo, aséptico, isotrópico y euclidiano y se refuerza. El espacio y su producción son la práctica de la vida. A través del derecho a la ciudad, que aboga por la apropiación creativa en su búsqueda de la unidad espacio temporal contra la fragmentación de la producción industrial, el espacio se satura de experiencias y de posibilidades. En este punto, el concepto de producción se bifurca en dos: la producción de productos (materiales) y la producción de obras (simbólicas) (Lefebvre, 1974; Merrifield, 2006).

En su particularidad, el espacio no es un producto como cualquier otro, sino un lugar de reproducción de las relaciones, con sus conflictos y fricciones y un instrumento transformador y de reinvención. Es por y en el espacio donde detona la fuerza de la vida, con sus coerciones estructurales y sus liberaciones cotidianas. En el espacio, que nada tiene que ver con el espacio simple, plano (Nuñez, 2009) y empobrecido de los tecnócratas (Lefebvre, 1975), tiene lugar la política de la vida (la politique de la vie) (Lefebvre, 1974). En contraposición al espacio de los demiurgos (Lefebvre, 1973), el espacio lefebvriano se trata de la realización e inscripción de la simultaneidad en el mundo de una serie de tiempos y ritmos urbanos. Ritmos, intervalos y acciones que tienen lugar en el espacio y gracias a él (Lefebvre, 2004; Shields, 1999), de lo que se infiere que este se construye socialmente y en él aparecerán las confrontaciones, las colisiones de intereses y los deseos contrapuestos y se pondrán de relieve las distintas representaciones, que irán ligadas a la identidad, a la política y a las estrategias (Lefebvre, 1974). Así, las contradicciones espaciales aparentes resultarían no de su forma, sino de su contenido práctico, social (Lefebvre, 1975; Stanek, 2011). Veamos sus dos vertientes.

En la primera, Lefebvre (1974) dibuja un panorama duro. La economía política ha comprendido más mal que bien que la estabilidad del sistema corresponde a un momento concreto y efímero de la red compleja de flujos espacio temporales. La ciudad y su espacio actúan en confluencia turbulenta. La planificación espacial buscará, entonces, asentar la preponderancia de ciertos flujos que integren en el espacio el mercado y la especulación (Lefebvre, 1974; Goonewardena, et al., 2008). En el centro de la planificación hallamos el binomio empresa privada-Estado, que fortalecen por medio de las fuerzas segregativas la ciudad como centro de poder y decisión política (Lefebvre, 1974) y hacen estallar la vida cotidiana (Lefebvre, 1968a). En otras palabras, la clase dominante industrial y el Estado encajonan y desnaturalizan la vida gracias a la explotación racional del espacio, empleando un doble poder: la propiedad privada del suelo y la estrategia estatal de representación espacial. Estos espacios neutros, apolíticos, vacíos de contenido, de uso netamente instrumental y planificados racionalmente segregan las virtualidades urbanas, despojándolas de simultaneidad con la vida cotidiana (Lefebvre, 1974). De esa coerción, los espacios urbanos, ya sean periféricos o centrales, quedan reducidos a líneas sobre mapas y bosquejos abstractos (Lefebvre, 1975). Desafortunadamente, el espacio se construye desde el autismo del lucro, siendo un sacrificio en nombre de una idea: el dinero produce dinero (Lefebvre, 1974).

La planificación formal y lógica, sostiene Lefebvre (1974), no es la solución para el problema espacial, al contrario, precaria e insuficiente, en tanto que instrumento de manipulación deliberada de intereses particulares, no permite analizar las contradicciones del espacio en la sociedad contemporánea. Así, lo cuantitativo y lo abstracto implantan la rigidez. La naturaleza espacial está politizada y embebe estrategias. En este que marco hay que comprender el urbanismo y la reproducción de la vida urbana (Shields, 1999). La realidad urbana está en crisis. La producción industrial se centra en el crecimiento económico y no en el social. Despedazado por el interés privado, las migajas del espacio se integran, con su valor de cambio, en la madeja de los circuitos de compra-venta (Lefebvre, 1974). El espejismo de la racionalidad caduca e inadecuada a las necesidades actuales no da cuenta de la complejidad urbana (Lefebvre, 1975).

El espacio puede ser yugo, pero también contiene la esperanza de la libertad (Lefebvre, 1974). Todo tiempo, todo modo de producción y toda sociedad producen su espacio (Lefebvre, 1974; Shields, 1999). Aquí empieza la segunda vertiente del espacio, la liberación de la vida cotidiana a través de él. La creación de espacios diferenciales nace como una respuesta a las necesidades de realización concreta de personas que habitan el mundo. Cada ciudad, en su actividad cotidiana, produce su espacio. Entonces, ¿el espacio que se ha descrito anteriormente, es decir, el espacio contradictorio, responde al rostro de nuestra sociedad? Lefebvre (1973; Merrifield, 2006) es meridiano: ese espacio instrumentalista y tecnocratizado no es un espacio social realizado. Dicha realización ha de provenir de la producción del espacio. Esta nueva producción, apunta Núñez (2009), integra la vida cotidiana con sus decisiones, resistencias, acciones e inscripciones.

Es en la integración de la vida cotidiana en un mundo de capital especulativo donde Lefebvre realiza su aportación capital: la trialéctica espacial que introduce en La production de l'espace (Soja, 1989; Shields, 1999; Merrifield, 2006; Goonewardena, et al., 2008). Para Lefebvre (1974), el primero de los espacios es el concebido (espace conçu). Concierne a la representación del espacio a través de un discurso concreto: las magnitudes cuantitativas, objetivas y mensurables sirven al discurso sobre el espacio para imponer una representación concreta de él. El segundo es el espacio percibido (espace perçu). Se trata de la práctica espacial asociada a la imagen mental del espacio, una imagen supeditada a los simbolismos de poder e ideológicamente inculcados. El tercero es el espacio vivido (espace véçu), por el cual los ciudadanos representan su singularidad, sus deseos y resistencias sobre el espacio. Este tercer espacio (thirdspace), como lo llamaba Soja (1996), corresponde al lugar de liberación donde el cuerpo por fin se inscribe en el espacio y en el tiempo y donde el ciudadano experimenta los momentos de plena presencia.3 Para Soja, el lector más fino de Lefebvre, el tercer espacio o espacio vivido es el lugar de la apertura radical (radical openness), de la otredad (otherness), de los márgenes (margins) y de la hibridez (hybridity) (Goonewardena, et al., 2008). El espacio de la propiedad y del cemento no es en modo alguno el espacio vivo. El reduccionismo ontológico del espacio a sus propiedades visuales y materiales lastra la experiencia total, la del conjunto del cuerpo en el espacio. ¿Dónde quedan los momentos de presencia? (Lefebvre, 1974). Lefebvre, en un punto de coincidencia con De Certeau, exalta lo trivial y la excepcionalidad (por irrepetible, por revolucionaria) de la vida cotidiana experimentada en libertad (Erdi-Lelandais, 2014). De este modo, Lefebvre encauza los conceptos de obras anteriores (el potencial virtual de lo urbano, la centralidad y el derecho de la ciudad) hacia un mismo lugar de realización: el tercer espacio (Soja, 1996). Aquí la vida cotidiana puede vivir(se), en su pleno sentido, en la simultaneidad y alcanzar, por fin, el espacio diferencial a través de la apropiación (Lefebvre, 1974).

El espacio, por lo tanto, no es nunca neutral ni apolítico. Lleva siempre implícitamente un enfrentamiento de intereses, estrategias y poderes con el objeto de modelar su forma física, su representación y su significado cultural (Shields, 1999). Definimos, pues, el espacio como una producción y producto social y dicha producción del espacio urbano es fundamental para la reproducción de la sociedad urbana inmersa en el doble proceso de implosión-explosión. El espacio ha dejado de actuar como medio para convertirse en un objeto central de lucha. La producción del espacio no es inocente, es una herramienta de pensamiento y de acción en la exploración de la existencia en comunidad (Lefebvre, 1974).

En Lefebvre (1968a; 1974), las relaciones sociales en el capitalismo (explotación, dominación) se mantienen por el rol del espacio urbano en la yuxtaposición entre el espacio contradictorio y el espacio diferencial, mismo rol que asumió en la transición del capitalismo de mercado al capitalismo industrial. En consecuencia, la subordinación del espacio al uso de cambio y a la planificación estatal espacial es la tónica general en las ciudades de nuestro tiempo. Sin embargo, no todo está perdido. Lefebvre sugiere la transformación revolucionaria auspiciada por la planificación de una economía del espacio (economie de l'espace) con vistas a fortalecer el derecho a la ciudad: derecho a rechazar la organización aniquiladora de las posibilidades, derecho a un espacio complejo, simultáneo y logrado.

Conclusiones

Las lecciones extraídas de las seis grandes obras de Lefebvre proponen una nueva vía de entender filosóficamente la ciudad. Casi más nietzscheano que marxista, por el fervor vitalista y el alegato hacia el lado dionisíaco de la apropiación, Lefebvre destierra para siempre la simplificación del espacio, de la vida cotidiana y de las posibilidades encerradas en lo urbano.

Desde su aporte, la ciudad es contradicción y simultaneidad. Los espacios reificados y troceados, producto de la industrialización, no están a la altura de las exigencias de la vida ni de la complejidad de la ciudad (Lefebvre, 1974; Goonewardena, et al., 2008). La especulación del segundo circuito de capital (valor de cambio) amenaza a la apropiación ciudadana (valor de uso). Esta reificación moderna encuentra su respuesta en la liberación de los ciudadanos que ejercen su derecho a la ciudad. Ellos se apropian de la materialidad y el simbolismo del espacio para convertir la ciudad en una obra de arte, inclusiva y dinámica. Lo urbano es lo contrario a la dispersión, pues no hay urbanismo sin centro ni centralidad, que conjuga la simultaneidad de signos, redes, cuerpos y flujos en el espacio.

La ciudad deja de sernos ajena, dejamos a un lado nuestra pasividad. Desde hoy, lo urbano se nos presenta como posibilidad y totalidad, como la forma de encuentro total.

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1Lefebvre asociaba el hábitat al funcionalismo rígido y a una vida impuesta. Habitar, en cambio, sería apropiarse el espacio. La vida cotidiana se fundamenta en la apropiación de los tiempos y espacios de la ciudad (Le-febvre, 1968a) y, en este sentido, una ciudad habitada equivale a una obra de arte en la que cada ciudadano es un hacedor (Lefebvre, 1974).

2Lefebvre (1968a) distingue entre utopistas y utópicos. Los primeros son soñadores abstractos. Los segundos erigen proyectos concretos que se ma terializan. La utopía, como tal, revela las realidades de sus posibilidades, al tiempo que horizonte concreto hacia el que tender.

3Elden (2004) sitúa el espacio vivido como conexión entre el espacio con cebido (puro idealismo) y el espacio concebido (puro materialismo). Soja (1996) recalca el papel del espacio vivido y su capacidad para transgredir el orden establecido. La autocrítica que, constantemente, el propio Lefebvre imponía a su obra, le ha conferido ese carácter abierto, dando lugar a ‘muchos lefebvres’ (Purcell, 2002).

Autor

Fran Morente Licenciado en Ciencias Ambientales (Universitat Autònoma de Barcelona), postgrado en Diagnóstico Ambiental (Universitat de Barcelona) y curso de postgrado en Technology Watch (Universitat Politecnica de Catalunya), Intensive Summer Course en Climate Change and Spatial Planning (Universidad de Arquitectura de Venecia), Magíster en Geografía (Universitat Autònoma de Barcelona) y Doctor en Economía, Derecho y Empresa (Universitat de Vic).

Cómo citar este artículo: MORENTE, F. (2019). "El retorno a Lefebvre. Ciudad, posibilidad, totalidad". Bitácora Urbano Territorial, 30 (1): 27-37. https://doi.org/10.15446/bitacora.v30n1.68207

Recibido: 12 de Octubre de 2017; Aprobado: 13 de Agosto de 2018

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