Introducción
Emprender a través de iniciar un negocio no solo tiene un impacto positivo en la persona por medio del desarrollo de un proyecto de vida, sino que también aporta en la mejora de la competitividad de los países, por la generación de procesos que estimulan la creatividad, la posibilidad de generar empleo y la creación de empresas sustentables que respondan ante las necesidades de la sociedad (Patiño et al., 2018).
El emprendimiento, entendido de forma holística, podría pensarse incluso como un fenómeno cultural. En tanto que posibilita la transformación y avance de las comunidades. Es así, que autores como Rodríguez (2009) exponen que se requiere un abordaje transversal que involucre variables económicas, sociales, legales y psicológicas, con el fin de mejorar su comprensión y análisis.
El término emprendedor, entendido como aquella persona que realiza la acción de crear empresa (Blanchflower & Oswald, 1998), ha evolucionado a lo largo de los años y se ha concretado en dos aspectos particulares, principalmente la orientación al logro a pesar del riesgo y la necesidad de innovación permanente (Hébert & Link, 2006; Johnson et al., 2018). La orientación al logro es una dimensión personal que mide parte de la motivación del individuo frente al esfuerzo generado para alcanzar un objetivo con éxito (Eison, 1979).
Frente al emprendimiento, la orientación al logro está relacionada con lo expuesto por McClelland (1989), quien la aborda como una competencia que incluye en articular todas las actividades en la dirección adecuada para alcanzar un fin, por lo que comprende el nivel de priorización de tareas y recursos en la creación de la empresa (Martínez y Rubio, 2014). Lo que genera, que la alienación de actividades hacia el cumplimiento de un objetivo, además del esfuerzo puesto en estas, pueden afectar la decisión de pasar de una idea de negocio teórica a su aplicabilidad real.
A nivel de la segunda característica, la innovación aparece como un rasgo fundamental del emprendedor, la cual se comprende como “la implementación de una idea nueva y útil. Es la realización efectiva que logra un cambio en el sistema, con el propósito de mejorar y perfeccionar algún aspecto de su estructura, contenido o funcionamiento” (Vélez y Ortiz, 2016, p. 351).
La innovación entonces se presenta como alternativa para transferir el conocimiento e insertar novedad a una organización, un proceso, un producto o un servicio para generar ventajas competitivas dentro del mercado (Anning, 2018). Jolonch y Ferreira (2016) señalan que la innovación es una actitud clave en el emprendedor y una habilidad necesaria para alcanzar el éxito frente a la idea de negocio, en razón a que aumenta las probabilidades de supervivencia de la organización naciente, especialmente en sectores altamente competitivos (López y De la Garza, 2019) y en empresas de base tecnológica que buscan una integración entre el consumidor y la virtualidad (Nambisan et al., 2019).
Esta relevancia para el avance del sector empresarial y de la sociedad (Barrett et al., 2021), permite que la innovación sea uno de los principales factores que estimulan la creación de empresas en entornos que buscan ser competitivos (Jelonek, 2015), debido a que esta posibilita la transmigración de las comunidades, y proyecta nuevas o mejores formas de satisfacer las necesidades cambiantes, a través de la modificación a los procesos tradicionales en las organizacionales públicos y privadas (Buchheim et al., 2020; Mendling et al., 2020).
De ahí la importancia de investigaciones como las de Castaño et al. (2015, 2016), que hacen énfasis en la importancia de caracterizar los roles y factores que incentivan el emprendimiento como estrategia de desarrollo de las regiones, al considerar que el nacimiento de nuevas organizaciones dinamiza el mercado y favorecen, no solo a los consumidores sino en general a la sociedad.
Así, los sistemas de innovación aparecen como una oportunidad para ser fomentados a nivel local, nacional y regional (Dahesh et al., 2020) como forma de articulación y optimización de los recursos, ya que promueve el estímulo al trabajo colaborativo entre diferentes actores, que aun cuando pueden tener objetivos disímiles, se perciben como participantes que tendrían intereses similares y que, por lo tanto, podrían generar relaciones mutuamente beneficiosas, como las empresas, el estado, la sociedad y las instituciones de educación.
Según Olvera et al. (2019) en la búsqueda de sistemas dinámicos de innovación, la empresa proyecta la estrategia para posicionarse, diferenciarse y competir. El estado prioriza las políticas públicas y destina recursos focalizados para el desarrollo de las comunidades. La sociedad es receptora y promotora de soluciones creativas ante sus necesidades y la academia se convierte en un apoyo al sistema por medio de la investigación y la formación con impacto transformador y aplicación real del conocimiento en el entorno.
Los centros educativos pueden ser parte entonces de un rol clave en la estimulación de la innovación y la creación de una cultura en emprendimiento (Matt & Schaeffer, 2018) que comprenda las actitudes de los interesados en crear empresa. En este marco, la formación en emprendimiento aparece como un medio para el desarrollo de habilidades transversales en las personas (Cantillo et al., 2021), sin importar si hay un interés en los estudiantes en crear empresa, en un ambiente fuera de lo teórico; ya que las competencias como la gestión de los recursos, la planeación, la persistencia, la flexibilidad y la generación de redes de contacto se convierten en pilares ineludibles para cualquier profesional.
Por consiguiente, se vuelve relevante, en primera medida, caracterizar las actitudes que tienen los estudiantes en relación con el emprendimiento (Araya, 2021); lo que permitiría tener una mayor comprensión del fenómeno, en razón a que posibilitará percibir la dimensión más personal e individual frente a un proyecto de vida que beneficie a la persona y a la sociedad.
Un ejemplo de este abordaje llevado a la práctica es el proyecto Global University Entrepreneurial Spirit Student´s Survey (GUESSS) el cual, a través de la aplicación de una encuesta y del análisis de sus resultados, han aportado al diagnóstico y caracterización del emprendedor universitario (Silva et al., 2021), al involucrar variables como la intención de emprender según la carrera, los factores motivacionales, los aspectos generales del ambiente y las características de los emprendedores nacientes, variables que buscan estudiar las actitudes del alumno a raíz de su motivación, contexto y complejidad.
De esta forma, la función y responsabilidad, en relación con la formación en las instituciones de educación superior, toma entonces una transcendencia diferencial al tener el deber de articularse a los intereses formativos de los estudiantes, por medio de la generación de un ambiente que estimule la innovación. Investigaciones como las de Tarapuez et al. (2018) identifican la importancia de los factores instituciones para la creación de una cultura específica, debido a que la intención emprendedora en estudiantes universitarios es influenciada de forma positiva por el tipo y enfoque de las universidades en la que se encuentran estudiando; por consiguiente, la misma predisposición de la academia frente a un compromiso puntual, puede influir en la decisión de los estudiantes sobre la elección de emprender y buscar un desarrollo económico fuera del trabajo tradicional (Matt & Schaeffer, 2018).
Sin embargo, el ambiente, aun cuando es una variable fundamental, no es la única que afecta la intención de emprender. Por tanto, Rey y Corzo (2020) argumentan que, al revisar el perfil de estos individuos, se requiere analizar las actitudes que orientan el comportamiento de la persona, las cuales permiten, no solo la caracterización del espíritu emprendedor, sino también fomentar su estímulo entre la sociedad. Para Carlos et al. (2015), el espíritu emprendedor puede comprenderse como un conjunto de características de la personalidad del individuo que identifican y desarrollan oportunidades de negocio y que se ven estrechamente relacionados con el sentir, pensar y actuar de la persona. De esta forma, es necesario profundizar en si estos rasgos son innatos o si las personas los han desarrollado en sus actividades profesionales o educativas.
En relación con lo expuesto, la literatura demuestra que existen diversos factores que influyen en la actividad emprendedora (Feijó et al., 2019). Una variable importante es el empoderamiento del individuo, el cual parte del acceso y gestión de recursos para fortalecer el desarrollo integral. Lo que le permite la generación de procesos de apropiación, autonomía y libertad financiera para la transformación de comunidades (Díaz y Silva, 2019).
A nivel de las características sociodemográficas, son múltiples las indagaciones que abordan el perfil del emprendedor, principalmente en términos del género y la edad (Pineda, 2014; Global Entrepreneurship Monitor [GEM], 2020). Por otro lado, en lo concerniente al nivel educativo de la persona, Pedraza et al. (2015), demuestran una relación positiva entre el mayor desarrollo de educación formal de los individuos y su propensión a emprender. Sin embargo, autores como Rovayo (2009) y estudios como el de Global Entrepreneurship Monitor GEM Colombia (2021) exponen que, en la región latinoamericana, ante las brechas educativas y de ingreso en las comunidades, los individuos están propensos a emprender por necesidad, aun sin formación o preparación académica. Lo que dificulta las probabilidades de éxito de la empresa naciente.
En cuanto a los factores externos, como la relación familiar con el emprendimiento, Albornoz et al. (2017) exponen que el historial familiar influye en la actitud para emprender, donde la presencia de una empresa en los padres o familia cercana, predispone a la persona para que se vincule a la organización ya existente o, para que comience a buscar oportunidades para emprender por su cuenta.
Además, los incentivos que ofrece la región donde se desea emprender son un factor clave en la motivación del individuo (Marulanda y Morales, 2016). Por lo que las regiones influyen en el desarrollo de un clima favorable o negativo que afecta la creación de empresas, en la medida que los gobiernos priorizan los recursos y la forma de abordar los problemas por medio de las políticas públicas (Sandström et al., 2018).
Asimismo, se han identificado rasgos de la personalidad emprendedora de los individuos que dan cuenta de su actividad para emprender, desde enfoques comportamentales (Gartner, 1985) y cognitivos (Rodríguez, 2009) donde, por un lado, se aprecian evidencias de hábitos y comportamiento como el cumplimiento de logros, la propensión al riesgo y la necesidad de control, y, por otro lado, se asumen capacidades psicológicas e ideas sobre el optimismo, la autoconfianza o la percepción de oportunidades. Por lo que el desarrollo y el estímulo del emprendedor, debería involucrar la caracterización de las actitudes personales.
Allport (1970) define el concepto “actitud” como una disposición mental que tiene un impacto o influencia directa en el comportamiento cotidiano de una persona. La actitud emprendedora es entonces aquella que predispone al individuo para que actúe en concordancia con la creación de una empresa, donde la persona tiende a desarrollar y a fortalecer habilidades asociadas a la persistencia, el logro y la fijación de metas (Fay & Frese, 2001; Rybnicek et al., 2019).
Como se ha expuesto, la literatura demuestra que existen diversos factores que influyen en la actividad emprendedora, como la edad, el nivel educativo, el género, el empoderamiento del individuo, la región y el ambiente en el que se desarrolla (Delgado et al., 2010); factores que parten del acceso y gestión de recursos para fortalecer el desarrollo integral. En consecuencia, la academia tendría una participación directa en el desarrollo de una cultura emprendedora.
Por consiguiente, este reto se vuelve una necesidad directa para la Corporación Unificada Nacional de Educación Superior (CUN), la cual se caracteriza por su eje transversal de emprendimiento ya que, sin importar el programa que estén cursando, los estudiantes tienen créditos transversales en materias como Espíritu Emprendedor, Pensamiento Cunista y Proyecto de Vida; materias obligatorias y que estimulan la cultura emprendedora, no solo desde los lineamientos e intereses de la institución, también para ofrecer un beneficio al proyecto de vida de los estudiantes, además de un valor agregado que oriente y forme en la generación de oportunidades de inversión, para mejorar y presentar opciones que complementen su desarrollo financiero.
Especialmente ante un panorama de contracción económica mundial que puede desencadenar en una recesión (Rivera et al., 2022), problemas en las cadenas de distribución (Goodarzian et al., 2021), así como por el aumento de la alta tasa de desempleo, no solo a nivel local, sino como fenómeno acelerado por la pandemia del COVID-19 (Su et al., 2022), de modo que el emprendimiento se aborda como una opción de desarrollo transversal.
En este sentido, en la búsqueda de actualizar los programas académicos, aportar al sistema de innovación y mejorar la oferta educativa que responda ante las necesidades de los estudiantes, por medio de aumentar el conocimiento sobre estos de su núcleo familiar, y de la forma en que se pueden relacionar con las comunidades, como miembros activos y participativos que ofrezcan soluciones a través de la creación de empresas, se ha identificado la necesidad de caracterizar las actitudes emprendedoras de los estudiantes Cunistas.
Ante este contexto, y por medio de un caso de estudio centrado en la institución expuesta, la estructura del documento parte de la necesidad de argumentar la justificación de la investigación y de compartir los referentes teóricos utilizados, aspectos que permiten la construcción de la introducción. De forma posterior, se explica la metodología utilizada para el desarrollo del estudio, con el fin de mostrar los resultados y conclusiones obtenidas.
Metodología
La metodología de la investigación comprendió un enfoque cuantitativo y de diseño descriptivo; la población objetivo fueron estudiantes de la Corporación Unificada Nacional de Educación Superior (CUN), por tanto, la investigación abordó un estudio de caso centrado en esta entidad educativa, la cual es de carácter privado y funciona bajo la metodología de ciclos propedéuticos.
La CUN es una institución de educación superior con fuerte presencia en el territorio colombiano, ya que cubre la región de Santander, la Caribe, la Andina, el Eje Cafetero y el sur del país, por medio de sus cinco escuelas: Escuela de Ingeniería, Escuela de Ciencias Sociales y Jurídicas, Escuela de Negocios, Escuela de Ciencias Administrativas y Escuela de Comunicación y Bellas Artes. Estas escuelas concentran los 18 programas académicos de pregrado, aspecto que genera en la institución representatividad y variedad de alumnos en el país, lo que la dota de multiculturalidad.
Este proceso constó de tres fases, la primera contempló la revisión documental a partir de los términos de emprendimiento, creación de empresa, estudiantes de educación superior, responsabilidad universitaria y motivación. La revisión de la literatura abordó textos escritos en idioma inglés y español, e involucró la búsqueda en bases de datos y revistas académicas como Google Académico, Dialnet, ScienceDirect, Redalyc y Scielo.
Esta conceptualización permitió dar paso a la segunda fase de la investigación, que partió de la elección de un instrumento de recolección de la información y su aplicación a una muestra. El instrumento seleccionado fue la prueba psicométrica CUNbre de emprendimiento, la cual fue desarrollada y validada por el Centro de Estudios de Bits y Átomos de la CUN (CEBIAC), Unidad Innovación de la CUN.
Esta prueba permite identificar el potencial emprendedor de las personas, a través de 50 afirmaciones focalizadas en medir tres componentes, las cuales a su vez miden de forma global 21 habilidades relacionadas con la creación de empresa. Su estructura se muestra en la Tabla 1. Asimismo, la encuesta no solo fue sometida a un juicio de expertos en su construcción, además se obtuvo un coeficiente Alfa de Cronbach de 0,78, lo que evidencia una consistencia y fiabilidad buena de la prueba (Sánchez y Rodríguez, 2019).
Componente | Dimensión |
Capacidades Personales | Autoeficacia, locus de control, optimismo, persistencia, propensión al riesgo, autonomía, creatividad, identificación de oportunidades, flexibilidad, manejo del estrés, resiliencia y tolerancia a la frustración |
Planeación | Orientación al logro, intención de emprender, planificación, evaluación, eficiencia y eficacia |
Habilidades Sociales | Relaciones estratégicas, trabajo en equipo y negociación |
Fiabilidad | Alfa de Cronbach superiores a 0.70 |
Fuente: elaboración propia con base en Sánchez y Rodríguez (2019).
La primera categoría son las capacidades personales, la segunda categoría mide la planeación de forma integral y la última categoría involucra las competencias necesarias para el desarrollo social en un ambiente empresarial. La prueba permite identificar las fortalezas y habilidades en potencia de la persona que la desarrolla, además de los aspectos por mejorar en relación con su actitud hacia la innovación y el emprendimiento.
Esta prueba parte de la Escala Likert, por lo que involucra cinco opciones de respuesta con el fin de medir que tan de acuerdo o desacuerdo está la persona con cada afirmación, estas estaban categorizadas de 1 a 5, donde 5 es totalmente de acuerdo, 4 es de acuerdo, 3 corresponde a ni de acuerdo ni en desacuerdo, 2 equivale a en desacuerdo y 1 a totalmente en desacuerdo.
De igual forma, el test involucró preguntas de control para medir y validar la consistencia en las respuestas. El cuestionario tomó un promedio de 10 minutos en su realización y no solo posibilitó recolectar datos, sino que también generó un informe automático con los principales resultados de la prueba para cada participante, con el fin de promover la retroalimentación. En este sentido, la prueba permitió hacer una autoevaluación de las personas con base en las habilidades que se midieron, de manera que se pidió sinceridad y se comunicó que no hay opciones de respuesta buenas o malas.
Para la selección de la muestra, se partió del tamaño total de la población de 38.076 estudiantes, mayores de edad, que hacen parte de la institución CUN para el periodo 2021-B y 2022-A, los cuales estaban vinculados y activos al momento del estudio, ya fuera por medio de la metodología presencial, virtual o distancia. Por consiguiente, se definió que la muestra, al seguir la formula y lo expuesto por López (2004) para garantizar la confiabilidad, sería de 1480 estudiantes, con el fin de generar un nivel de confianza del 99% y un margen de error del 3,3%.
La prueba fue enviada a partir de un muestreo aleatorio simple, entre el periodo de agosto de 2021 a mayo de 2022, por medio de correo electrónico y como recurso en la plataforma virtual de la institución, conocida como Campus Digital, a los estudiantes de las materias de la Unidad de Emprendimiento e Innovación (CEMP), con el fin de obtener información de las asignaturas de emprendimiento, las cuales son transversales para todos los programas, en los dos semestres académicos en mención. Para junio de 2022, se obtuvieron un total de 1711 respuestas de la prueba de forma voluntaria.
Al final de esta fase, se obtuvo una base de datos en Excel, la cual se estandarizó y se eliminaron las respuestas que se consideraron no eran confiables, según los estándares de control. De igual manera, se excluyeron de forma aleatoria 205 cuestionarios restantes, con el fin de dejar los 1480 resultados, equivalentes a la muestra definida y finita de forma inicial.
De esta forma, se pasó a la última fase, en la cual se analizaron los resultados de la prueba, con el propósito de generar los resultados y las conclusiones pertinentes, que pudieran dar respuesta al objetivo de caracterizar las actitudes emprendedoras de los estudiantes universitarios Cunistas. El análisis se fundamentó en el promedio de las respuestas, basado en un estándar de 1 a 5. Donde 1 era lo mínimo posible que se podía obtener y 5 el máximo resultado posible.
Resultados
El primer componente analizado fueron las capacidades; dentro de este, las principales debilidades se encuentran en la autonomía (3,41), la creatividad (3,14) y la flexibilidad (2,99), como se muestra en la Tabla 2 y en la Figura 1. Respecto a la autonomía, entendida como aquella capacidad para analizar tanto el entorno, como las competencias internas de la persona para pensar y tomar decisiones frente a realizar una acción o para elegir una postura, se evidencia que hay pasividad en el actuar, ya que su proceso de decisión está altamente influenciado por factores externos, en detrimento de un criterio propio.
Esta situación genera una dependencia ante la opinión y el comportamiento de variables externas, por lo que aun cuando los estudiantes pueden percibir e identificar oportunidades (4,09) para emprender, la percepción de riesgo (3,52) y la dependencia ante la opinión de un tercero, como la familia, impacta en que no actúen alineados con sus creencias, sino sugestionados por variables externas que tienen una posición dominante en su actuar, en razón a que esperan un reconocimiento y una aprobación del otro.
CAPACIDADES | |||||
---|---|---|---|---|---|
Autoeficacia | Locus de control | Optimismo | Persistencia | Propensión al riesgo | Autonomía |
4,26 | 3,98 | 4,13 | 3,70 | 3,52 | 3,41 |
Creatividad | Identificación de oportunidades | Flexibilidad | Manejo del estrés | Resiliencia | Tolerancia a la frustración |
3,14 | 4,09 | 2,99 | 3,59 | 4,15 | 3,89 |
Fuente: elaboración propia
Otra dimensión baja es la creatividad (3,14), situación explicada por la predilección hacia el seguimiento de procesos establecidos, así como al respeto de los lineamientos secuenciales. Aspectos que aun cuando les puede permitir un buen desempeño a nivel laboral, evitan que los estudiantes destaquen todavía más, desde la originalidad y a partir de la toma de riesgos para encontrar caminos nuevos y óptimos para realizar los procesos, en consecuencia, son dimensiones que pueden afectar aspectos como el mejoramiento continuo.
Asimismo, estas características están alineadas con la baja flexibilidad (2,99) existente, debido a que la población estudiada busca evitar cambios inesperados. De esta manera, prefieren un ambiente estable y no tan dinámico en el que puedan desarrollarse, tanto a nivel personal como profesional. Sin embargo, se aclara que no son resistentes a los cambios, pero si desean que estos se desarrollen de forma estructurada y planeada, para la cual evitan son los espontáneos.
Respecto a las fortalezas en el componente de Capacidades, se encuentra que las principales son autoeficacia (4,26), resiliencia (4,15) y optimismo (4,13). De esta forma, se identifica que hay una excelente confianza en las competencias que han desarrollado en sus diferentes ambientes de aprendizaje, lo que está en concordancia con el perfil del emprendedor colombiano (Global Entrepreneurship Monitor GEM Colombia, 2021). Además, aun cuando los proyectos no cumplan con sus objetivos, tienen la capacidad para aprender de forma autónoma y de mejorar a partir de las lecciones que les deja el fracaso. En este sentido, los estudiantes mantienen una buena expectativa frente a los resultados que puedan obtener, sean positivos o negativos, al realizar las actividades y procesos.
Referente al componente de Planeación, se encuentra un bajo nivel de organización, priorización y definición de recursos. Donde la baja planificación (3,09) de los estudiantes, afecta la definición y el cumplimiento de objetivos, como se muestra en la Figura 2. En este sentido, aun cuando hay una fuerte orientación al logro (4,26) que los invita a priorizar recursos y acciones, según sus necesidades e intereses, este se presenta por medio de un enfoque desestructurado por la falta de preparación. Aspectos que dificultan la capacidad de trabajo y la consecución del logro propuesto.
Además, llama la atención, como se expone en la Tabla 3 que, aunque se persiguen objetivos concretos, especialmente motivados por mejorar su situación económica, la dimensión de intención de emprender (3,48) en los estudiantes, tiene una orientación media, por lo que sus propósitos de desarrollo no están siempre alineados con la creación de empresas sino con la búsqueda tradicional de recursos, como el empleo. Este contexto es relevante, ya que aun cuando tienen las capacidades para identificar oportunidades y aprovecharlas, su aversión al riesgo, así como su fuerte sentido para seguir procesos estructurados, les influencia hacia la consecución de recursos de forma estable y con baja incertidumbre, como el empleo tradicional.
Orientación al logro | Intención de emprender | Planificación | Evaluación | Eficiencia | Eficacia |
---|---|---|---|---|---|
4,26 | 3,48 | 3,09 | 3,84 | 3,70 | 4,01 |
Fuente: elaboración propia.
A nivel del componente de habilidades sociales, el trabajo en equipo (4,09) es la principal fortaleza de los estudiantes, la cual la desarrollan por medio de su carisma y empatía. Por lo que esperan que sus relaciones les permitan cumplir con sus objetivos a través de la especialización y división del trabajo, por lo que presentan una preferencia por la colaboración sobre el trabajo individual, como se muestra en la Figura 3.
Frente a la dimensión de negociación (3,69), esta presenta oportunidades de mejora con el fin de progresar y aprovechar el trabajo colaborativo, para buscar relaciones con acuerdos satisfactorios para las partes. Por esta razón, se hace oportuno buscar procesos de comunicación que posibiliten establecer acuerdos de cooperación y de beneficio mutuo. Mientras que la dimensión de relaciones estratégicas (3,53) se identifica como la gran debilidad del componente, debido, a que aun cuando se busca una colaboración para realizar proyectos, esta relación no es estratégica, lo que no permite un crecimiento para los aliados que deciden colaborar, así, aún cuando los estudiantes desarrollan relaciones de contacto, estas tienen la oportunidad de ser más relevantes y complementarias.
Finalmente, se obtuvo la puntuación global, la cual partió de un estudio transversal de los promedios de los tres componentes, capacidades personales (3,74), planeación (3,73) y habilidades sociales (3,77). Este análisis permitió identificar un perfil promedio del estudiante Cunista respecto a su intención y actitud emprendedora. Se encontró que, aun cuando los tres componentes presentan un comportamiento similar, predomina la Planeación junto a las Habilidades Sociales, como se muestra en la Figura 4; lo que significa que los estudiantes tienen una orientación hacia el logro y a la generación de relaciones que les permite cumplir sus objetivos por medio del trabajo en equipo y la creación de redes de contacto. Por este motivo, asumen una aproximación y un favorecimiento para involucrarse en retos colaborativos que les permitan demostrar sus capacidades, como la creación de empresas. Sin embargo, al estar aún en etapa de formación, hay un campo de mejora de sus competencias.
Por consiguiente, el perfil del estudiante Cunista se muestra en la Figura 5. Las actitudes analizadas evidencian una posibilidad de creación de empresa por parte de los estudiantes. Se destacan las fortalezas alrededor de la productividad y en énfasis en los resultados, mientras que los aspectos por mejorar están la flexibilidad, la creatividad y la planificación.
Conclusiones
El rol de la academia en la búsqueda por aportar a los sistemas de innovación y por ofrecer una educación en concordancia con las necesidades de sus estudiantes, aun con sus limitantes, puede establecerse desde la priorización en sus políticas y lineamientos sobre emprender, lo que involucraría el desarrollar factores institucionales, que comprenda la motivación natural de los estudiantes frente al fenómeno. De manera que, el desarrollo de cualquier programa o materia pensada en emprender debe partir, tanto del análisis de las políticas institucionales como de los deseos, actitudes y motivaciones de los alumnos, con el fin de generar una integración entre la oferta y la demanda educativa.
Para el caso específico de la CUN, las actitudes de los estudiantes Cunistas evidencian que estos tienen la potencialidad para crear empresa, por tanto, se encuentra una armonía aceptable entre el perfil de la institución compartido en sus valores y principios, con el perfil del alumno. Por consiguiente, es recomendable trabajar en los programas de emprendimiento, así como en las materias de forma transversal, debilidades que no solo estimulan crear empresa, sino que también mejoran de forma integral las competencias laborales y personales de las personas, como la gestión del riesgo en ambientes controlables, el desarrollo de la creatividad, la flexibilidad a través de la adaptación a los cambios, la estructuración de proyectos por medio de la planificación y la gestión de las relaciones estratégicas.
El componente social es una fortaleza para los estudiantes, especialmente por su vocación hacia el trabajo colaborativo, entonces los proyectos de empresa pueden crearse a partir de asociaciones que les permita complementarse y disminuir sus debilidades. Por lo que es recomendable crear escenarios que posibiliten la creación de redes de contacto estratégicas, no solo al interior de la institución, sino también con personas externas que fortalezcan las debilidades evidenciadas en el perfil Cunista.
Se concluye que la aversión al riesgo sigue siendo un factor clave en el comportamiento, no solo del colombiano, sino también de forma específica en los estudiantes de la institución. Por lo que un cambio gradual debería ir acompañado de una transformación cultural como país. Lo cual requiere un trabajo mancomunado con la sociedad, las empresas, el Estado y la academia, que permita estimular un ambiente basado en el trabajo colaborativo y en la búsqueda de oportunidades, más allá del empleo tradicional.