En todas partes, al lado de las habitaciones más lujosas, entre pantanos hediondos y bichos alevosos, se ven flores y semillas, plantas que arrastran sus penachos y trepadores medicinales. Nacederos y guanábanos, totumos, beldaco y botoncillo, saúco y menta crecen junto a otras verdes y rugosas. (Velásquez 1961, 211)
Introducción1
Este artículo examina la relación que las mujeres afrocolombianas del barrio Bellaluz en Bellavista, Bojayá (Chocó) construyen con sus plantas tras la reubicación de su pueblo en el 2002. El papel de estas como agente mediador de esta transformación disruptiva es importante para la reconfiguración de la vida en este nuevo contexto. Al sembrar plantas en Bellavista Nuevo y realizar un inventario de usos, las mujeres revitalizan el cultivo y, a través de la siembra, otorgan un sentido de lugar acorde con su identidad afrocolombiana en los ajenos espacios urbanizados. El papel de las plantas en este proceso se observa al estudiar su disposición en el espacio físico y sus usos comunes en Bellavista Viejo (antes del 2002) y en Bellavista Nuevo (después del 2002). El contenido simbólico y la estructura de las casas de material (bloque y cemento) construidas para la reubicación de esta comunidad desplazada por la violencia influyen decisivamente en las configuraciones territoriales que se gestan para responder a este nuevo asentamiento.
El 2 de mayo del 2002, durante los enfrentamientos entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y los grupos paramilitares por el control territorial, el grupo guerrillero lanzó una pipeta explosiva artesanal que detonó en la iglesia de Bellavista y resultó en la muerte de 79 miembros de la comunidad afrocolombiana que se refugiaban ahí (Bojayá: la guerra sin límites 2010, 26)2. El accionar de ambos grupos armados, sumado a la intensificación de las lluvias, generó desplazamientos y la posterior reubicación de esta población rural, que pasó de estar asentada en viviendas palafíticas y espacios abiertos a habitar un territorio geoambientalmente contrastante, dominado por viviendas de interés social relativamente compactas y poco adecuadas al entorno natural y comunitario.
Este estudio de caso de los procesos de desplazamiento, retorno y reubicación vividos por los habitantes de Bellavista a partir de los hechos violentos del 2 de mayo da cuenta de las implicaciones ambientales, sociales y culturales de las dinámicas de despojo a las que están expuestas las comunidades del Chocó colombiano. De igual forma, la descripción de la relación con el territorio antes y después de la reubicación y, en especial, las prácticas de siembra realizadas por las mujeres en patios y azoteas permiten comprender la reconfiguración de la vida luego del desplazamiento forzado.
Bellavista Nuevo, como la llaman después de trece años de construcción y entrega oficial por parte del Estado, se encuentra distanciada del río Atrato y las casas tienen sus patios cercados. Por su disposición espacial es un poblado en donde fácilmente se puede olvidar que está en conexión con el río Atrato o rodeado de la densidad de la selva. A pesar de ello, se puede sentir sutilmente el dominio de las plantas que transitan desde la vegetación profusa del monte bravo3, y que crecen en cualquier espacio desocupado entre casas y construcciones, entre inmensos árboles poblados con enredaderas donde habitan heliconias y palmas. En este contexto sobresalen antejardines y patios llenos de plantas ornamentales, alimenticias y de usos medicinales; algunas crecen libremente entre el cemento y otras son cultivadas y cuidadas con esmero por las manos femeninas. Este texto aborda tanto los modos de cultivo y cuidado agenciados por las mujeres, como los distintos roles que las plantas ejercen en sus vidas.
Para los grupos afrodescendientes, el entorno natural es percibido como ese territorio donde se materializa "la vida en sí misma" (Escobar 2008, 40; Pinto y Ramírez 2009). Esta forma de entender el territorio como un espacio multidimensional e histórico en el que la naturaleza y las prácticas culturales "operan como un todo" ha resultado en la definición, por parte del movimiento social de comunidades negras, de biodiversidad como territorio más cultura (Escobar 2008; 1999, 195; Quiñones et al. 2016, 30)4. Las particulares formas de convivencia y apropiación de la riqueza ambiental del Pacífico colombiano por las comunidades afrodescendientes son elementos importantes para comprender la construcción de su territorialidad y la coproducción entre el lugar y las personas que, para las mujeres de Bellavista, está mediada por el desplazamiento violento y la reubicación institucional.
Los estudios de intervención psicosocial realizados en Bojayá a raíz de la masacre y el desplazamiento concluyen que la desreterritorialización es el fenómeno menos comprendido por las instituciones que intervinieron en el reasentamiento (Bello et al. 2005, 150; Millán 2010, 378). Diversos autores conceptualizan la desreterritorialización como un proceso de destrucción y reconstrucción territorial, en el que se resignifica y reapropia un nuevo espacio o el mismo donde se está, lo que da como resultado nuevos ordenamientos y arreglos sobre el territorio (Haesbaert 2013; Ocampo, Martínez y Zuluaga 2015; Rossi 2011; Sánchez-Ayala y Arango-López 2015). En este sentido, la relación geoecoantrópica multidimensional5 como parte del territorio empieza a tomar una posición relevante (Arboleda 2007, 473; Sosa 2012, 19). En este estudio de caso, el enfoque en la construcción y sentido de lugar surge de la intersección entre ambiente, cultura, procesos políticos comunitarios y los efectos del conflicto armado6. El patio es un espacio de confluencia de estos elementos y su observación permite entender y explicar las transformaciones del sentido de lugar7 ocasionadas por el proceso de desreterritorialización.
Recientemente, la antropología crítica, la geografía, la ecología política y sus vertientes feministas han situado las reflexiones en torno al lugar y al paisaje en una posición importante, reconociéndolos como híbridos, flexibles, producto de la historia y en permanente construcción. Están atravesados por las interrelaciones de cultura, poder y procesos sociales, en donde convergen la identidad (mediada por el género, la raza y la clase), la experiencia subjetiva y la resistencia (Escobar 2012; Gupta y Ferguson 2008). Gupta y Ferguson (1997) plantean el vínculo entre la creación de lugares, la identidad y la resistencia a través de la experiencia subjetiva, el autorreconocimiento (selfknowledge) y la agencia8. Para estos autores, la resistencia, entendida como experiencia que construye y reconstruye la identidad, está relacionada con las cambiantes estrategias del poder en necesaria conexión con la práctica colectiva. Esta idea de experiencia transformadora que invita a la agencia puede equipararse al concepto de suficiencias íntimas9, desarrollado por Santiago Arboleda en su esfuerzo por documentar el pensamiento político e intelectual afrocolombiano. La práctica individual de siembra en el hogar agenciada por las mujeres es una suficiencia íntima que hace parte de su identidad femenina y del reservorio de saberes propios afrocolombianos. Las mujeres resisten las opresivas condiciones del reasentamiento a través de la siembra de plantas en sus patios. Esta experiencia colectiva, transformadora de su realidad, busca garantizar y optimizar tanto la vida como la salud.
A través de técnicas etnográficas como entrevistas semiestructuradas, construcción de relatos de vida, representación cartográfica, inventario de plantas y sus usos, registro fotográfico y observación participante, durante los meses de junio y julio del 2017, enero del 2018 y marzo del 2019, construyo seis historias de vida de mujeres que han sobrellevado la guerra y el desplazamiento en el Atrato. Luego de intensos años de intervención, investigación y documentación de la masacre, el trabajo etnográfico en Bojayá se enfrenta a la saturación de sus habitantes y la resistencia a participar abiertamente (Bello y Millán 2005). Como resultado del trabajo sostenido y comprometido del Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CEAF)10 y motivadas por una pregunta de investigación que se distancia de los estudios tradicionales dedicados a su condición de víctimas, ocho mujeres integrantes de Mujeres Resistentes de Bellavista (Murebe) cuentan sus historias: Damiana Romano, Virgelina Mosquera, María Eugenia Velásquez "Mayito", Sobenny Mosquera, Elaine Perea, Jhorlenny Mosquera, Cruz Elena Perea y Arelis Mosquera11. La recopilación de sus trayectorias de vida permitió identificar recuerdos y apreciaciones que dan cuenta de los profundos vínculos con el lugar y de las transformaciones más sentidas por las mujeres a causa de la reubicación12.
Estas mujeres han vivido en diversos lugares del Chocó, tales como Puerto Contó, Murrí, Paimadó, Napipí, Turbo, Quibdó, Pogue y Currulao. Además de su trabajo como líderes comunitarias y su participación en escuelas de género y formación sociopolítica, entre sus diversas labores se destacan la agricultura, la extracción de oro, la pesca, los oficios varios, el trabajo comunitario y la educación. También son jóvenes trabajadoras, adultas alegres, amigas aguerridas, madres, amantes y abuelas. Ellas intentaron reconstruirse en el retorno a su pueblo y luego han asumido las fallidas esperanzas de una vida mejor en la reubicación, por la carencia de servicios públicos eficientes y las pocas posibilidades de empleo. Ahora, en un lugar con condiciones diferentes al anterior, inmersas y con preocupaciones más propias de lógicas urbanas, rehacen la cotidianidad y la existencia de su familia a su manera: haciendo uso de sus saberes, capacidades y energía. Construyen un nuevo territorio para la vida a partir de sus recursos, saberes, legados y experiencias.
Este documento tiene la siguiente organización: a esta introducción le sigue una segunda sección que elabora el contexto de Bellavista y sus transformaciones, y en la que se resaltan aspectos relevantes para la lectura del caso. A través de una rica descripción, la tercera sección sitúa la siembra de plantas en la reubicación y posiciona el pensamiento en torno a las plantas como parte de las resistencias de la comunidad afrodescendiente de Bellavista para garantizar la vida y darle sentido a este nuevo territorio.
La Bellavista del río Atrato, entre la selva y el cemento
Luego de la reubicación de la comunidad de Bojayá, existen dos pueblos: Bellavista Viejo, ahora colonizado por la selva, pertenece a los recuerdos de su gente. Las mujeres están en un nuevo contexto: Bellavista Nuevo, que lleva sobre sí las promesas fallidas de una vida mejor y, aunque aún forma parte de la vida del río y la región, difiere de los tradicionales poblados a orillas del Atrato.
Bellavista Viejo
Bellavista, cabecera municipal de Bojayá, está ubicado en el departamento del Chocó, el noveno más extenso del país (46.530 km2). Situado al noroeste entre la región andina y el océano Pacífico, limita al norte con Panamá y el mar Caribe, lo que le confiere una posición estratégica de interés comercial y conectividad. La región hace parte del Chocó biogeográfico, considerada la más húmeda del neotrópico y con las mayores concentraciones de diversidad de especies del planeta, donde se destacan los niveles de endemismo de escorpiones, mariposas, aves y herpetofauna, y tiene la comunidad de plantas más ricas del mundo (Pérez-Torres, Rodríguez y Vargas 1995). El Chocó está ocupado en su mayoría por bosque tropical húmedo. Allí, el 82,7 % de la población13 se autoidentifica como afrodescendiente y por ello se le conoce como el África en Colombia (Vergara-Figueroa 2018).
El poblado original de Bellavista se encontraba a orillas del Medio Atrato, el río más caudaloso y el tercero navegable de Colombia, después del Magdalena y el Cauca (Corte Constitucional 2016). En su recorrido desde la cordillera Central de los Andes hasta el golfo de Urabá en el mar Caribe, recibe diversas fuentes hídricas de la región, por lo que fue utilizado como ruta de libertad por cientos de cimarrones que escapaban de la esclavitud desde las zonas mineras y madereras para atravesar la espesa selva en los siglos XVIII y XIX (entre 1778 y 1850). El Atrato era una importante ruta económica entre el centro del país y la salida al mar Pacífico (Molano 2017, 182; West [1957] 2000, 194).
La migración de población negra hacia las áreas de bosque húmedo tropical del Chocó se caracteriza por el poblamiento rural disperso y el patrón de asentamiento ribereño lineal, en donde los fértiles diques naturales y las terrazas aluviales son propicios para la agricultura, la pesca y la recolección de crustáceos, moluscos, mamíferos acuáticos y anfibios (West [1957] 2000, 199). Las dinámicas sociopolíticas y ecológicas de la región les permitieron a los afrodescendientes establecerse y relacionarse de manera única con el entorno ambiental del Chocó, adaptación marcada por el fuerte legado cultural africano y siglos de convivencia con las comunidades indígenas que allí habitaban. Al respecto, Arocha (2009) considera que "los estudios sobre el vínculo entre la gente negra y la naturaleza son algo precarios" (87), pero algunas investigaciones de corte etnobotánico y antropológico han permitido, a través de la oralidad, acercarse a la comprensión de la vivencia cultural y las construcciones sociales de los afro-descendientes en su interacción con la naturaleza.
En el Pacífico, las viviendas adaptadas posiblemente del prototipo indígena (West [1957] 2000, 240) son construidas en madera y palma sobre cuatro o seis horcones de guayacán (Tabebuia sp.). Las casas están rodeadas por una primera zona de cultivo en donde se encuentran los patios o huertos, las azoteas14 y las fincas para el cultivo de plantas medicinales y pancoger. En terrenos más alejados y próximos a la selva, el monte se divide en unidades espaciales con usos definidos según el grado de intervención humana. Encontramos las fincas que se dejan enfriar o descansar por alrededor de uno a cinco años y que van dando paso a la sucesión natural15 del bosque húmedo tropical; estas zonas son denominadas monte biche y son seguidas por el monte alzado, en donde se permite el crecimiento de las especies vegetales por un espacio mayor, de diez a quince años. En lo profundo de las colinas aluviales, al respaldo de las casas y sus zonas de cultivo, encontramos el bosque primario: zona de monte bravo, selva húmeda tropical de poca intervención humana con recursos monteros para la recolección de especies vegetales y la caza de mamíferos (Peralta 2012).
El poblamiento de Bojayá responde a un proceso de colonización por arribeños venidos de arriba desde el Alto Atrato, personas que, en busca de "tierras, trabajo y de un lugar donde hacer la vida", fueron juntándose para criar una nueva generación (Quiceno 2016, 36). Según la tradición oral del municipio, Bojayá y su cabecera municipal, Bellavista, fueron creadas en 1961 en un evento comunal e institucional por sus fundadores (Velásquez, Escobar y Vergara 2018, 70). El surgimiento de Bellavista responde a las tradicionales formas de poblamiento en las orillas del río Atrato16. La historia de los pueblos de Bojayá es de trashumancia entre la finca, el monte, las zonas de pesca, la casa y los pueblos cercanos; permanentes movilidades dentro de un territorio que se configura en múltiples y similares territorialidades. Los vínculos con la tierra y con los elementos naturales son aspectos del bienestar y espiritualidad de las comunidades afrocolombianas en Bojayá, como también la fuente tradicional de sustento a través de la agricultura, la pesca, la caza, la cría de animales y la extracción maderera (PNUD 2013). Puede decirse que la vida a lo largo del Atrato se hace de forma similar; hacer un territorio para la vida implica construir la casa, cuidar la azotea, sembrar el colino de plátano17, montar la champa18, coger el pescado, entre otras actividades, y, junto a estas, lo que da cuenta de la pertenencia de alguien a un lugar -ya sea Puerto Contó, Pogue o Bellavista- son la casa y la red de parentelas con las que se ha hecho camino.
En las narraciones de las mujeres acerca de la vida en Bellavista Viejo, toman relevancia la paleadera19 y la trincha20, espacios agenciados por ellas para sus prácticas productivas y de cuidado familiar. Antes de la reubicación, los patios estaban dirigidos y abiertos hacia el monte y podían tener dimensiones variadas de hasta 20 metros de profundidad adicionales a la casa (G. Mosquera 2011, 127)21. En el frente de sus casas, las mujeres tenían árboles como el pichindé para estabilizar el terreno ante deslizamientos, así como plantas ornamentales. En el costado y en la trincha se encontraba la azotea donde sembraban cebolla, tomate, orégano, cilantro, poleo, col, menta, llantén, paico, hierbabuena, siete tipos de albahacas y otras hierbas de uso común. La gente sembraba detrás de sus casas diversos árboles frutales o productos de pancoger esenciales para la subsistencia, como caña blanca, arroz, plátano, yuca, borojó, guanábana, guayaba, achín o papachina, papaya, entre otros. Vivir frente al río y de espaldas a la selva les daba a las mujeres mayor acceso y autonomía para realizar sus labores diarias sin tener que recorrer grandes distancias para obtener los recursos necesarios: agua, tierra y tierra fértil, semillas, productos alimenticios y de uso general. Al hablar de la vida en el río, Damiana, a sus 48 años y reconocida sabedora de plantas en Murebe, resalta la autonomía y tranquilidad que generaba el poder sembrar: "uno vivía muy sabroso y amañao [cerca al río], cuando estaba allá, uno vivía al pie de su trabajo, uno comía lo que uno quería, allá, no faltaba a uno su diario".
Bellavista Nuevo
Luego de los hechos violentos sucedidos en el 2002, el periodo de desplazamiento de la población a la ciudad de Quibdó y el posterior retorno al poblado en Bellavista, las autoridades decidieron reubicar a la comunidad. En los años 2005 y 2006 agencias nacionales y de cooperación internacional iniciaron el proceso de planeación de la infraestructura para el reasentamiento de los habitantes de Bellavista (Red de Solidaridad Social 2004; Secretaría de Prensa de la Presidencia de la República de Colombia 2007), quienes aceptaron las condiciones de la construcción del nuevo pueblo por la conmoción del momento, la presión institucional, la esperanza de mejorar sus condiciones de vida y la necesidad de obtener recursos económicos que solo serían otorgados bajo ciertas condiciones, entre ellas, la reubicación (GMH-CNRR 2010; Quiceno 2016, 218).
El cerro El Fuerte fue el lugar escogido. De acuerdo con las lógicas institucionales, este era el lugar más indicado para evitar riesgos ambientales22, ya que las riberas del río Atrato se inundan periódicamente. Sin embargo, las dinámicas de esta comunidad para sostener la vida se vieron alteradas debido a la incapacidad institucional de realizar diagnósticos participativos que contemplaran las particularidades de las comunidades, los territorios y los ecosistemas que habitan (G. Mosquera 2011)23. La estructura del nuevo Bellavista ya no es lineal, las casas no son de madera ni su frente está dirigido hacia el río. El cerro donde fue construido Bellavista Nuevo debió ser aplanado y fue necesario realizar obras de estabilización del lote, manejo de taludes y de aguas, arborización, adecuación de zonas bajas y otras obras para asegurar el terreno (Secretaría de Prensa de la Presidencia de la República de Colombia 2007). Para aprovechar las zonas planas, los barrios de Bellavista Nuevo están dispersos y desconectados; las instalaciones administrativas (alcaldía, puesto de salud, colegio, polideportivo) son el eje central del poblado. El nuevo ordenamiento espacial modifica la configuración de vida, los anhelos de sus habitantes, las tradicionales dinámicas productivas y los espacios de encuentro y cohesión comunitaria.
La casa es el punto de referencia utilizado por las mujeres para narrar las transformaciones más sentidas a causa de la desterritorialización, así como para la reconstrucción de la vida en la reubicación. El patio en Bellavista Nuevo es un lugar reservado para la intimidad de la familia con acceso limitado a los más cercanos. Al entrar, llaman la atención el sistema de manejo y recolección de agua y el de drenaje. Esto incluye tanques plásticos de 5.000 litros para almacenar el agua lluvia y, en la tierra o en el piso pavimentado, un canal de desagüe hasta el bosque o el pozo séptico. Gracias a la inversión estatal en proyectos productivos para las mujeres, algunos patios tienen galpones de gallinas o corrales para los cerdos que, por la enfermedad de los animales, la dificultad de su limpieza y el restringido acceso al agua para ello, se encuentran vacíos y abandonados.
En la actualidad, el municipio de Bojayá cuenta con una población de aproximadamente 11.000 habitantes, de los cuales el 96,03 % tiene insatisfechas sus necesidades básicas. El 39 °/o no posee ningún nivel educativo formal y solo el 1,3 % tiene educación superior o de posgrado (DANE 2005). Las opciones de empleo más prometedoras son los cargos públicos en la alcaldía, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) o el puesto de salud, pero son inaccesibles para la mayoría. Existe una alta competencia laboral y los procesos de vinculación pública están dominados por el clientelismo político.
Las actividades productivas y económicas tradicionales han sido limitadas por el conflicto armado y el despojo (Ojeda 2016, 21; Velásquez, Escobar y Vergara 2018, 70). Los terrenos baldíos cercanos a las casas son escasos y no son aptos para la siembra. El uso de escopeta y la caza de animales también están restringidos. La pesca se ha visto reducida por el robo de las embarcaciones. Luego de la entrega de las viviendas en Bellavista Nuevo, el Gobierno no restituyó las azoteas, ni mitigó el daño a las prácticas de pesca y agricultura ocasionado por la considerable distancia de este nuevo poblado hasta el río y las tierras productivas, lo cual incrementó la dependencia de recursos monetarios para la subsistencia comunitaria. La casa de material24 y la urbanización construida en Bellavista Nuevo determinaron los límites y posibilidades de la práctica tradicional de cultivo de plantas en el hogar. En otras palabras, el nuevo espacio es un sistema artificial diseñado para fines muy distintos a los del lugar de origen y a las vocaciones de vida de sus habitantes (Sosa 2012, 18).
El proyecto institucional de reubicación en viviendas de material no solo generó un microclima caliente y sofocante (Quiceno 2016, 216), sino que también limitó la capacidad de siembra de plantas en el hogar, debido a la reducción del espacio en los patios, a los escombros dejados por la construcción y a la poca fertilidad. El perfil de suelo de la topografía ondulada en Bellavista presenta un horizonte franco rico en materia orgánica en su superficie (Martínez 2014), pero en la ejecución del proyecto de reubicación se removieron 750.000 m3 de tierra del cerro El Fuerte (Secretaría de Prensa de la Presidencia de la República de Colombia 2007), lo cual dio paso a capas inferiores poco fértiles de suelos franco-arcillosos y arcillosos con alto material ferromagnésico (González 1958, 154). Sin embargo, aun en estas condiciones precarias para la siembra, las mujeres adaptan sus recursos y revitalizan el cultivo, sembrando tanto en el espacio público del andén como en el espacio privado de sus modificados patios.
En este contexto de desplazamiento forzado, la arquitectura de las casas impuso límites al accionar cotidiano de las mujeres (Ojeda 2016, 32); no obstante, también les proporcionó condiciones de bienestar. Luego de once años de reubicación, ellas reconocen la vivienda de material como patrimonio y espacio para reconstruir la vida. La posesión de una vivienda de material, duradera, cómoda y titulada a nombre propio les otorgó cierto grado de seguridad y estabilidad25. Al igual que otras mujeres de la escuela sociopolítica26, Sobenny, jefa de hogar con cinco hijos, valora la posesión de una casa de material que no se deteriora en cada creciente del río y la expectativa de vivir en un territorio que le permite emplearse y obtener recursos económicos de forma independiente a la presencia masculina27. De igual forma, Jhorlenny cree que las personas pueden mejorar sus viviendas y vivir "bien sabroso como vivíamos en Bellavista [Viejo]". Siente que las condiciones históricas, geoambientales y culturales de Bellavista Viejo inciden en la reconfiguración de una identidad específica que se mantiene y se transforma, superando las significativas modificaciones del pueblo y de las casas en la reubicación. En Bellavista Nuevo, la comunidad transformó su forma de vida para mantener o cambiar arreglos específicos en esta nueva reconfiguración territorial urbana (G. Mosquera 2011, 27).
En Bellavista Nuevo, la nueva estructura del patio y los obstáculos para la siembra quebrantaron los procesos de domesticación de especies vegetales provenientes de los ecosistemas que estas comunidades han habitado ancestralmente. Como cuenta Sobbenny:
yo antes [en Bellavista Viejo] tenía la amansa justicia, siempre la he sembrado, tenía la hierbabuena, tenía el paico, tenía la menta, sino que esas hierbas se me murieron. Porque acá sembramos en tierra de hormiga28, entonces, como acá [en Bellavista Nuevo] la sembramos y todo el tiempo no le vivimos echando de esa tierra, se nos mueren. (Entrevista a Sobenny Mosquera, mayo del 2019)
Al ser espacios estériles y foráneos, los patios en las casas de cemento gestan en las mujeres identidades en hibridación ante las formas tradicionales de sustento y las nuevas necesidades. Ellas activan su agencia, adaptan sus recursos y transforman su entorno. A partir de sus decisiones y trabajo sobre el patio en Bellavista Nuevo, el lugar es resignificado pese a las dificultades que impone a sus prácticas cotidianas. En esta reconfiguración territorial, se apropian del espacio, lo construyen y forman una nueva representación del lugar en una simbiosis dialéctica (Sosa 2012, 7).
Aunque algunas mujeres expresan estar cansadas de sembrar debido a que esta actividad en Bellavista Nuevo no es necesariamente exitosa, han intentado recuperar sus patios de manera intuitiva y recursiva. Durante los once años de reubicación, han utilizado este tiempo de aprehensión29 (Arboleda 2016, 262) para darle sentido al patio en Bellavista Nuevo. Cuando los recursos para mantener viva la práctica de azoteas son reducidos, recurren a sus suficiencias íntimas, flexibilizando prácticas ancestrales que resultarían inviables en esta nueva realidad. La siembra de plantas es una expresión de la identidad que abre caminos para posibilitar la vida y la humanidad en medio de los límites impuestos por la urbanización como espacio institucionalizado.
La siembra de plantas en la reconfiguración de la vida
Mayito, educadora y lideresa comunitaria del barrio Bellaluz, se refiere a diversas actividades como quehaceres de la casa, que incluyen mirar las matas. A través de acciones como imaginar, observar, sembrar, cuidar, nutrir, inspeccionar, calcular, planear y decorar, las mujeres activan sus capacidades y revitalizan el cultivo de plantas de uso común30 para reconfigurar la vida en el nuevo territorio. Las plantas climatizan, sazonan y nutren, son despensa alimentaria, ejercitan y enaltecen el alma, construyen espiritualidad, son fuente de productividad y recurso económico, cuidan la salud, educan, adornan y construyen paisaje. En sus distintos roles, refuerzan la conexión de las gentes del Atrato con su terruño.
Para revitalizar las prácticas de siembra en Bellavista Nuevo, las mujeres obtienen partes vegetativas o semillas, y adaptan alternativas frente a la escasez de ciertos recursos utilizados tradicionalmente para elaborar las azoteas, como la tierra de hormiga: este sustrato fértil es recolectado de la entrada del nido de la hormiga arriera (Atta sp.) en los bosques cercanos a las viviendas y utilizado como abono para sus plantas. El uso de la tierra de hormiga, práctica y conocimiento tradicional que las ha acompañado durante generaciones (Camacho 1999, 49), es ahora objeto de intercambio monetario: un costal de tierra es útil para llenar de cuatro a seis materas y cuesta aproximadamente $ 25.000, sin que ello supla las necesidades de sustrato para que una azotea sea productiva para la familia. Algunas también han hecho sus azoteas comprando tierra fértil traída desde la vía entre Bellavista Nuevo y la Ciénaga de Bellavista, o en ocasiones provenientes del mismo Bellavista Viejo, y la mezclan con tierra menos abonada obtenida del monte cercano a las casas.
Ante la lejanía y el alto costo de las tierras fértiles, las mujeres también abonan sus cultivos mediante sencillos procesos de compostaje con los residuos orgánicos de la preparación de los alimentos, como cáscaras de verduras, frutas, tubérculos, restos de la poda, afrecho del café, y de subproductos de otras actividades, como el aserrín de árboles seleccionados o la cascarilla de arroz. Arelis dice: "Cuando rozo el patio, ahí le voy aportando, con tierra, hojas y matorrales podados"; de esa forma elaboran en sus casas tierra orgánica y abono ricos en nutrientes para cuidar sus plantas. Ellas mantienen un circuito de ciclaje de nutrientes que les permiten abonar el suelo para la siembra hogareña. Para la siembra y el compostaje, construyen con tablones de madera cajones sobre el piso. Los zumbos31 son ahora la forma preponderante para cultivar en casa; con estos, transforman el paisaje y el ambiente de sus patios.
También seleccionan la planta a sembrar según los requerimientos y preferencias de la familia: curar enfermedades, sazonar alimentos o embellecer su hogar con sus plantas predilectas. Así lo cuenta Mayito: "Cuando andaba buscando una hierba que me dijeron servía para el cólico, yo fui y vi poleo, y le dije: 'ay, regálame una matica de poleo', y me regalaron una ramita. Y ahí la sembré, hice tres zumbos, la ramita que me dieron a cada una le hice su zumbo [para familiares]. Todas pegaron". Un retoño de la planta es obtenido directamente del monte o a través de la red de intercambios recíprocos (Camacho 2013, 126); a su vez, este intercambio refuerza los vínculos comunitarios. Al sembrar la semilla o la planta, son especialmente cuidadosas y permanecen atentas a su crecimiento: "el vecino me regala, uno va teniendo la semillita, primero se le organiza el sitio donde se va a sembrar, primero hay que limpiar la tierra, que salga la plaga, colocarla al sol, limpiarla bien y ahí sí, a la azotea" (entrevista a Jhorlenny Mosquera, mayo del 2019).
Al mirar las matas, las mujeres las huelen, les hablan, las observan en detalle y las rozan con sus manos, descifran la presencia de alguna enfermedad y quitan hojas secas o afectadas por patógenos. Para poder tener plantas en sus patios, han debido encontrar previamente zumbos disponibles y obtener la tierra para rellenarlos. Antes de regarlas, calculan la cantidad de agua que las plantas necesitan -"en tiempo de verano todos los días amanezco a echarles agua", cuentan-, según la humedad y las lluvias de los días próximos. Ellas deducen la ubicación temporal o permanente de las plantas y calculan el riego requerido según el microclima del patio, la humedad y otras condiciones ambientales durante cada temporada. Cruz Elena, de 37 años, explica: "[se ubican para que] no se agobien con el sol muy duro o el aguacero también".
Para la espiritualidad afrochocoana de legado africano, la selva es el templo sagrado, escenario ritual y lugar vital donde la comunidad habita en compañía de los ancestros, espíritus, las divinidades y las fuerzas naturales y sobrenaturales. Las plantas, en relación con la selva y la siembra, apoyan prácticas espirituales que tienen por finalidad reforzar la vida dirigiendo las fuerzas naturales (S. Mosquera 2000; Quiceno 2016, 97). La tradición de pensamiento de comunidades afrocolombianas del Chocó descrita por Losonczy (1993) reconoce a las plantas como entidades de cruce, gracias a su capacidad para operar como regulador térmico y herramienta de la mediación humana de los estados corporales a través de bebidas, pócimas y ungüentos. Losonczy afirma que "los vegetales son mediadores privilegiados"; las plantas y sus preparaciones actúan como intermediarias, "para debilitar así la rigidez de las oposiciones binarias, en un reconocimiento del carácter cambiante y lábil de los elementos del universo" (55). Los vegetales median entre los estados fundamentales de la existencia: la vida y la muerte; la movilidad y la inmovilidad; lo frío y lo caliente, en las relaciones étnicas e interculturales (Losonczy 1993). En el caso de Bellavista, median también entre las diferentes concepciones ideológicas de la vida, determinadas, por un lado, por el pensamiento afrocolombiano del Chocó y, por el otro, por el pensamiento impuesto a través de las viviendas de interés social y el espacio en los patios (Arboleda 2016; G. Mosquera 2010, 49).
Amplios o comprimidos, los patios de Bellavista Nuevo están adornados por las manos de mujeres que transforman en arte los vestigios de la construcción. Los patios pueden entenderse como paisajes intervenidos y construidos de forma poética (Oslender 2002) por las mentes inquietas de las mujeres que experimentan e imaginan a través del jardín. Esta performancia localizada (Escobar 2012, 175) busca dotar el espacio de sentido, estética, uso y significado. La laboriosa siembra de plantas en los patios de las mujeres de Bellavista se revela como la expresión primordial del arte gestión (Arboleda 2016, 263). Este aspecto puede ser considerado irrelevante ante las diversas dificultades que ellas deben afrontar. Sin embargo, en la tarea de una política de vida (230), ejercen su derecho a la belleza y a la contemplación, aspecto valioso en cuanto transforma al patio en un espacio más almado (263).
Jhorlenny se refiere al crecimiento del cilantro chocoano (Erygium foetidum) de la siguiente manera: "el más bonito es el cilantro chocoano, esa planta cuando crece da unas puyas, ¡se le abren a uno los ojos cuando uno las ve! El cilantro es la planta que me da más alegría". Al sembrar sus huertas, las mujeres hacen del lugar algo propio, no solo un espacio construido por un planificador que desconoce los modos de habitar la región. Mediante el ritual cotidiano de la siembra, ellas comunican sus ideas y sus emociones. La siembra, como parte del proceso de territorialización, "encarna el proyecto de vida" de las comunidades afrocolombianas (Sosa 2012, 24) y la visión del mundo que las mujeres quieren construir.
Además de elaborar el paisaje y climatizar los patios de cemento, las plantas son usadas tradicionalmente como recursos para diversificar la alimentación y suplir necesidades medicinales y terapéuticas. Con la miscelánea de siete plantas, las mujeres elaboran la culinaria bellavisteña, preparaciones que son reivindicadas como saludables, "sin tanto químico". Frente a la carencia de servicios de salud efectivos, recurren a la herbolaria tradicional para tratar las enfermedades más comunes en Bellavista Nuevo: malestares estomacales, inflamación, parásitos, insomnio, fiebres y resfriados, nerviosismo, dolores musculares, hipertensión e hiperglicemia, entre otras. La albahaca y el toronjil son recordados por las mujeres como el recurso para el nerviosismo durante los enfrentamientos acaecidos el 2 de mayo. Mayito cuenta: "hicimos aromática de toronjil y albahaca para los nervios, era lo único que había".
Las mujeres de Murebe recuerdan cómo aprendieron a sembrar plantas en su niñez, al acompañar a sus padres y madres al monte, y asumir tareas en el cultivo. Arelis, de 33 años, oriunda de Pogue y residente estacional entre su lugar de origen, Bellavista, y Quibdó durante sus años de estudio en su juventud, cuenta cómo aprendió a sembrar árboles acompañando a sus padres a la parcela de tierra donde sembraban: "eso lo aprendí con ella [mi madre], ella nos iba indicando cómo debíamos de meterlo [plántula o esqueje de raíz] y así". Reflexiona en torno a lo que dejó de aprender de las plantas debido a que su madre ya no tiene azotea y, aunque "siembra en zumbos, tiene menos plantas que antes". Dado que en las comunidades afrocolombianas se aprende y enseña haciendo, la ausencia de azoteas y huertos en el hogar pone en riesgo la transmisión de estos conocimientos ancestrales a las nuevas generaciones, siendo esta una vulneración adicional a las ya ocasionadas por la masacre. Con la realización de un inventario32, estas mujeres han logrado recuperar más de sesenta tipos de plantas y usos, con lo que proyectan elaborar materiales educativos que les permitan conservar y transmitir estos saberes a las nuevas generaciones.
Las mujeres valoran la actividad física y el desarrollo espiritual33 de cultivar y disfrutar de sus resultados, esfuerzo sustentado en conocimientos ancestrales sobre las plantas. El inventario de plantas y usos es también un insumo para establecer procesos productivos alternativos que puedan ser introducidos en esta realidad urbanizada. Es así como como imaginan y planean usos económicos en la elaboración de productos con valor agregado, como jabones y elementos de cuidado personal, que les permitan adquirir dinero y entrar en las nuevas cadenas de intercambio, ahora monetario. De todos modos, las mujeres están buscando establecer sus propios medios de generación de ingresos y autonomía para sobrellevar un proceso de reubicación que, ante la carencia de empleos dignos y actividades productivas viables hasta el momento, podría resultar en el empobrecimiento legalizado de poblaciones arraigadas territorialmente (Arboleda 2007, 472).
Construyen el patio como la primera despensa del hogar y fuente de productos de alimentación y salud para las familias. El patio es dominio de orden familiar; en este espacio, sus integrantes encuentran su primer escenario productivo, refuerzan su sentido de seguridad y sustentan su vida en el territorio.
Al mirar las matas y los cuidados que esta práctica conlleva, las mujeres reacomodan sus recursos, y al habilitarlos activan una tradición de pensamiento alrededor de las plantas definida por prácticas de siembra y uso que les permite resistir de forma creativa a los escenarios de despojo impuestos a través de la reubicación. El papel de las plantas, como agente mediador de esta transformación disruptiva, es fundamental para la reconfiguración de la vida en este nuevo contexto.
En la búsqueda de garantizar su existencia en esta nueva configuración territorial, las mujeres mantienen y modifican las tradicionales prácticas de siembra de plantas en el hogar. A través de las plantas, resignifican el lugar y lo transforman para que resulte útil a su forma de vida, en profunda conexión con la selva, con el cuidado de la vida y con la pervivencia comunitaria. La experiencia de reubicación en Bellavista aporta a los debates relacionados con la conceptualización de territorio y la construcción de territorialidad. Las mujeres se apropian de este nuevo territorio mediante la actividad e intervención de los patios para mejorarlo, transformarlo o enriquecerlo. Estas prácticas espaciales propias están basadas en la valoración que le dan a este nuevo lugar. Con la apropiación social del espacio en los patios, las mujeres se reterritorializan y al intervenirlo lo dotan de sentido.
Entre los hallazgos también encontramos que, si bien la arquitectura de la casa de material es valorada por las mujeres porque contribuye a su bienestar y autonomía, actúa como un dispositivo de despojo, ya que cuestiona y modifica los comportamientos campesinos y las prácticas tradicionales y de sustento de las comunidades afrocolombianas (G. Mosquera 2011, 27).
Nombre científico | Nombre vernáculo | Origen | Uso | Parte usada | Preparado | ||
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Familia | Género y especie | ||||||
1 | Acanthacea | Justicia cff. Pectoralis | Amasa justicia | Nativa | Hemorragia menstrual | Hojas | Macerada |
2 | Acanthacea | Justicia cff. chlorostachya | Calambombo | Introducida, África | Limpiar el cuerpo y la menstruación | Hojas | Cocinada |
3 | Amaranthaceae | Alternanthera cff. lanceolata | Descancel | Nativa | Bajar la fiebre Baño fresco | Hojas | Macerada |
4 | Amaranthaceae | Alternanthera sp. | Descancelito | Nativa | Fuego cutáneo Salud del corazón | Hojas | Amasada |
5 | Amaranthaceae | Cyathula sp. | Sanalotodo | Naturalizada | Curar heridas | Hojas | Cocinada |
6 | Amaranthaceae | Iresine herbstii | Amaranto | Nativa y cultivada | Regula la presión arterial | Hojas | Té |
7 | Apiaceae | Eryngium foetidum | Cilantro cimarrón | Nativa y cultivada | Aire en el vientre después del parto Inflamación Sazonar | Toda la planta | Cocinada |
8 | Xanthorrhoeaceae (subfamilia Asphodeloideae) | Aloe vera | Sabia | Introducida, Arabia y Mediterráneo | Desintoxicar Cicatrizante | Hojas | Macerada |
9 | Asteraceae | Tagetes cff. erecta | Flor de muerto | Introducida, México Cultivada | Ornamental y aroma Rasquiña en el cuerpo Reumatismo | Ramas | Amasada Preparada |
10 | Asteraceae | Bidens pilosa | Pacunda | Nativa Adventicia | Diarrea Colesterol alto Sereno de los niños en baño | Hojas | Cocinada |
11 | Asteraceae | Acmella ciliata | Botoncillo | Nativa | Analgésico Dolor de muela Curaciones del hígado | Hojas Flores | Cocinada Emplasto |
12 | Basellaceae | Basella alba | Espinaca | Introducida, Asia Cultivada | Alimenticia Contra la anemia Para la sangre | Hojas | Amasada Cocinada |
13 | Euforbiaceae | Euphorbia tithymaloides | Vitamurreal | Nativa | Para los riñones Dolor de oído Inflamación Fragilidad del embarazo Vomitiva y cáustica | Hojas Raíz | Exudada Macerada |
14 | Fabaceae | Senna reticulata | Galve | Nativa | Afecciones de la piel | Hojas | Emplasto Cocinada |
15 | Fabaceae | Senna sp. | La potra | Nativa | Diarrea | Hojas | Cocinada |
16 | Fabaceae | Gliricidia sepium | Matarratón | Nativa y cultivada | Fiebre e infecciones virales Rasquiña del cuerpo Inflamación y hematomas | Ramas Hojas | Cocinada Amasada Emplasto |
17 | Gesneriaceae | Chrysothemis sp. | Cerveza | Nativa | Bebida refrescante | Hojas | Amasada |
18 | Gesneriaceae | Drymonia sp. | Desbaratadora | Nativa | Inflamación o hematoma Refrescante corporal | Toda la planta | Emplasto Cocinada |
19 | Lamiaceae | Hyptis verticillata | Gallinaza orillera | Nativa | Reuma y gripa | Hojas | Té Macerada |
20 | Lamiaceae | Mentha sp. | Hierbabuena | Cultivada | Buena suerte Parásitos estomacales | Hojas | Cocinada Macerada |
21 | Lamiaceae | Mentha rotundifolia | Menta | Cultivada | Parásitos estomacales | Hojas | Macerada |
22 | Lamiaceae | Clinopodium brownei | Poleo | Introducida | Digestivo Afecciones respiratorias | Hojas | Té |
23 | Lamiaceae | Ocimum sp. | Albahaca blanca | Introducida | Digestiva Sazonar Protección para los nervios | Hojas | Té |
24 | Lamiaceae | Ocimum campechianum | Albahaca | Nativa | Nervios Malestar estomacal | Hojas | Té apagado |
25 | Lamiaceae | Plectranthus amboinicus | Orégano Oreganón | Introducida, África Cultivada Naturalizada | Sazonar Dolor de oído Digestivo Afecciones respiratorias Contra parásitos intestinales Antiinflamatoria y sedante Contra hongos y bacterias | Hojas | Amasada Té apagado |
26 | Malvacea | Theobroma sp. | Bacao | Nativa | Alimenticia | ||
27 | Malvacea | Cff. Malvaviscus sp. Cff. Hibiscus rosa-sinensis | Bonche | Nativa y cultivada | Baño fresco | Ramas | Cocinada |
28 | Malvacea | Malachra sp. | Malva | Nativa | Afectaciones del cabello, cuero cabelludo y piel Cicatrizante y antiinflamatorio | Ramas Hojas Flores | Cocinada |
29 | Malvacea | Gossypium barbadense | Algodón | Introducida | Dolor de muelas Pasmo después del parto | Maceta Hojas | Emplasto Macerada |
30 | Oxalidaceae | Oxalis sp. | Doradilla | Nativa | Mal de nacimiento | Hojas | Emplasto |
31 | Petiveriaceae | Petiveria alliacea | Anamú | Nativa | Tos | Hojas | Cocinada |
32 | Phyllanthaceae | Phyllanthus sp. | Dormidera | Nativa | Antiinflamatorio Cálculos renales Diurético Contra el insomnio en baño | Rama | Té apagado Cocinada |
33 | Piperaceae | Peperomia pellucida | Celedonia | Nativa | Dolores de parto Dolor de muelas con pasmo Parásitos intestinales | Hojas | Macerada Emplasto Cocinada |
34 | Piperaceae | Piper peltatum | Santamaría blanca | Nativa | Afectación del vaso en niños Dolor de cabeza Baño fresco Desinfectante | Hojas | Macerada Emplasto Cocinada |
35 | Piperaceae | Piper auritum | Santamaría de anís | Nativa | Pasmo después del parto Aromático | Hojas | Amasada |
36 | Piperaceae | Piper tricuspe | Tres dedos | Nativa, Chocó | Para limpiar el riñón Dolores de cabeza Mordedura de serpientes | Hojas | Amasada Cocinada |
37 | Plantaginaceae | Scoparia dulcis | Escubillla | Nativa | Aumentar apetito | Hojas | Cocinada |
38 | Plantaginaceae | Plantago major | Llantén | Introducida, Europa y Asia | Parásitos estomacales Gastritis Cataratas | Hojas | Té apagado Reposada |
39 | Poaceae | Cymbopogon citratus | Citronela | Introducida | Aromática Repelente de insectos y mosquitos | Hojas | Saumerio Cocinada |
40 | Poaceae | Cymbopogon citratus | Limoncillo o verde limón | Introducida | Gripa y tos Afecciones respiratorias | Hojas | Cocinada |
41 | Selaginellaceae | Selaginella sp. | Carpintero | Nativa | Conjuntivitis | Ramas | Cocinada |
42 | Solanaceae | Cestrum nocturnum | Galán de noche | Nativa | Ornamental y aromática | Flores | Preparada |
43 | Solanaceae | Solanum sp. | Fiegaplato | Nativa | Frialdad en el embarazo | Hojas | Cocinada |
44 | Verbenaceae | Lippia sp. | Chiva grita | Nativa | Digestiva Tos Jaqueca y sistema nervioso Estrés y mal humor Enfermedades del corazón Diabetes | Hojas | Té apagado Cocinada |
45 | Verbenaceae | Verbena sp. | Verbena | Nativa | Insomnio Antiofídico | Hojas | Amasada Té |
46 | Verbenaceae | Lantana sp. | Venturosa | Nativa | Pasmo después del parto | Hojas | Amasada |
47 | Zingiberaceae | Zingiber officinale | Jengibre | Introducida, Asia Cultivada | Afecciones respiratorias Digestivo Antiinflamatorio Dolores musculares Sistema inmunológico | Raíz | Té Cocinada |
* Cff: confirmar especie.
Fuente: resultado del Proyecto Bellavista-Lab y la colaboración del Herbario de la Universidad Icesi.
Conclusiones
Las plantas climatizan, sazonan y alimentan; son despensa; ejercitan y enaltecen el alma; son fuente de productividad y recurso económico; cuidan la salud; educan, adornan y construyen paisaje. En sus distintos roles, al igual que el río, refuerzan la conexión de las gentes del Atrato con su terruño. Las plantas, como símbolo y lenguaje del pensamiento afrocolombiano, se reactualizan. Buscando la salida a nuevos problemas concretos, las mujeres rescatan los saberes y usos pasados, readecuándolos y encontrando nuevas potencias para abrir camino a la expresión de la identidad en espacios institucionalizados. Al sembrar, las mujeres activan sus capacidades y revitalizan sus saberes ancestrales, las plantas son mediadoras en la reconfiguración de la vida en este nuevo contexto urbanizado.
El intercambio de semillas y plantas, los zumbos y el compostaje simple son ahora las formas preponderantes de siembra en los patios de Bellavista Nuevo. El esfuerzo por recuperar las prácticas de cultivo de plantas de uso común es para ellas una necesidad vital. Recurrir a estos saberes surge como una estrategia para reexistir en el despojo, aferrándose a su capacidad de inventiva, resiliencia y su empeño por mantener su humanidad. La documentación de conocimientos en torno a las plantas revitaliza saberes ancestrales y su uso y manejo potencian una identidad en conexión con la naturaleza. Las plantas son el recurso que las mujeres utilizan para cuidar su salud en medio de la ineficiencia de las instituciones; les permiten nutrir y diversificar su dieta, y también se proyectan como una futura activación económica a través de la elaboración de productos con base en las propiedades de sus plantas. En este sentido, son una forma de hacerle frente a la precariedad de este nuevo contexto urbanizado.
Los intercambios recíprocos de información, plantas y alimento entre las mujeres y la política de vida inmersa en la siembra y uso para fines alimenticios y medicinales son potentes mecanismos para contrarrestar la fragmentación comunitaria, la desesperanza y la inacción generadas a causa de las limitaciones impuestas por la urbanización construida en Bellavista Nuevo. Al habitar y territorializar las casas de material, las mujeres resisten las limitaciones impuestas por la configuración de los patios, cuyo sentido de lugar se encuentra en oposición a su identidad campesina. A partir de sus suficiencias íntimas, las mujeres reterritorializan este espacio. Para ello, reacomodan recursos, apelan a sus saberes ancestrales e imaginan escenarios propicios para la vida, acordes con su identidad afrodescendiente.
La urbanización en Bellavista Nuevo es una espacialidad que determina y define las posibilidades para habitar y reterritorializar este nuevo espacio. El nuevo habitar se construye a partir de las relaciones, representaciones, eventos e imaginarios basados en la identidad afrodescendiente y en el desarrollo de actividades productivas y económicas propias, definidas por la relación íntima e histórica con el lugar y las representaciones colectivas. Para las bellavisteñas, la transformación del patio a través de la siembra de plantas desata la memoria ancestral y la imaginación, las conecta con su historia, afianza su identidad afrocolombiana, y otorga cierto grado de autonomía, arraigo y pertenencia a este lugar vaciado.
La siembra de plantas es una práctica tradicional que refleja la pervivencia de la relación con la naturaleza característica de las comunidades que habitan el Chocó. Al dibujar el paisaje con sus zumbos y sus plantas, las mujeres bellavisteñas experimentan a través de la acción y los patios pueden ser entendidos como paisajes construidos. Al imaginar y construir la escena, el espacio es dotado de estética, uso y significado.
La experiencia de las mujeres del barrio Bellaluz en Bellavista cuestiona la construcción de viviendas de interés social como práctica institucionalizada para la reubicación de población vulnerable, y exige políticas públicas destinadas a fortalecer los procesos de planeación y concertación con la comunidad, de modo que la perspectiva interdisciplinar y el trabajo sostenido y profundo sean centrales. Este caso también plantea la necesidad de contemplar reubicaciones en construcciones híbridas que permitan la mixtura entre los proyectos urbanísticos, la cultura propia, las formas productivas tradicionales y las condiciones ambientales del lugar de origen y de recepción.