Introducción
La presente investigación surge como parte de la elaboración de tesis en la maestría de Geografía de la Universidad de Chile, titulada "Segregación residencial e inequidad en el acceso a servicios colectivos de educación, recreación y cultura en Bogotá" (Mayorga, 2017)1. En ella se genera información a partir de análisis espaciales y estadísticos para mostrar cómo las características del modelo urbano de Bogotá, determinado por la informalidad urbanística en el desarrollo del suelo, y la influencia de los precios de este en el marco de un mercado desregulado, han tenido como consecuencia la consolidación de unos patrones espaciales de alta diferenciación social y una gran segregación de grupos socioeconómicos con baja calidad de vida en la ciudad. Esta segregación refuerza las condiciones negativas de los grupos con calidad de vida baja, producto de la inequidad en la accesibilidad a servicios colectivos en la ciudad, principalmente a equipamientos de educación, cultura y recreación, dado que son lugares de producción de capital social y, por tanto, de integración.
En la investigación se concluyó que existe una relación estadística verificable entre la accesibilidad a equipamientos colectivos de educación, cultura y recreación y la calidad de vida en Bogotá, lo cual impone la necesidad de reflexionar conceptualmente sobre ello y la importancia que tienen dichos equipamientos en el mejoramiento de la vida de los habitantes de la ciudad. Como se observa en las Figuras 1 y 2, los patrones espaciales de la distribución de calidad de vida y el acceso a equipamientos colectivos presentan características similares y una relación geográficamente ponderada del 73 %.
Sobre la base de esta investigación surge la reflexión acerca de cómo las posibilidades de acceso a los flujos e interacciones que se materializan en equipamientos colectivos pueden llegar a determinar las condiciones de segregación de individuos y grupos sociales específicos. Por tanto, se resalta la importancia de los equipamientos como lugares que permiten la acumulación de activos de capital social, para reducir la inequidad y la pobreza en un contexto urbano.
Las distintas aproximaciones que se hacen al concepto de equipamientos colectivos tienen como denominador común la definición de espacios que cumplen con la función social de prestar servicios (educativos, recreativos, culturales, administrativos, de abastecimiento, seguridad y de salud, principalmente) para satisfacer las necesidades colectivas de grupos sociales en un entorno urbano.
Al respecto, se pueden citar varias aproximaciones al concepto de equipamientos colectivos. En el ordenamiento urbanístico se tiene en cuenta la destinación de determinadas áreas de suelo para usos específicos de interés colectivo, entendiéndose con estas actitudes proyectuales la necesidad de reservar determinado porcentaje de suelo para usos diferentes a la vivienda o a actividades económicas, pues de esta forma se facilita la aparición o permanencia de estos usos de interés colectivo en localizaciones que se consideren adecuadas y necesarias para los mismos (Noguera, 2011, p. 160).
Desde una aproximación histórica, Fourquet y Murard (1978) indican que los equipamientos colectivos aparecen durante la Revolución francesa como territorio no familiar donde se ejerce la soberanía del Estado, pues lo que se buscaba en un principio con la construcción de estos espacios era dar respuesta a las necesidades que la comunidad ya no podía satisfacer al interior de la familia o en las fábricas. Así, el Estado pretendía, según los autores, apuntarle a la satisfacción de unas necesidades, que a su vez procuran un cumplimiento de los derechos que él debe garantizar, a fin de poder hacer efectiva su autoridad.
La definición de los equipamientos colectivos desde la economía urbana ha hecho énfasis en su entendimiento como activos fijos, que garantizan la prestación o la existencia de bienes públicos en un territorio determinado, pues sus beneficios se distribuyen de manera indivisible entre toda la sociedad y, por lo general, son provistos o regulados por el Estado y su usufructo lo realizan los ciudadanos, de manera no excluyente (Samuel-son y Nordhaus, 2010, pp. 36-37).
La aproximación geográfica a los equipamientos colectivos se ha dado a partir del concepto de accesibilidad, entendida como la cercanía, o también como la probabilidad real en la que unas áreas de demanda pueden interactuar con unos espacios de oferta de prestación de servicios, teniendo en cuenta su localización y los costos de interacción espacial que se generen. De tal forma, no solo se consideran las distancias entre quienes desean acceder al equipamiento y este, sino también la red vial que permite materialmente acercarse al servicio deseado (Salado, 2012, p. 45).
Sin embargo, en la conceptualización de estos lugares fundamentales en la espacialidad de la ciudad, también existe como común denominador la ausencia de una reflexión sobre el rol que cumplen en la vida social, en tanto son productores o inhibidores de interacciones sociales. Se puede afirmar que, en la reflexión sobre los equipamientos colectivos, ha predominado la conceptualización objetiva de su localización y características físicas, sin abordar aún los procesos sociales que se generan en ellos.
Metodología
Con el presente artículo se busca generar una articulación conceptual sobre un elemento urbano que es observado y categorizado de una manera dispersa en las disciplinas que se acercan a lo urbano como objeto de estudio.
Para aportar al debate se resalta la importancia de los equipamientos colectivos como lugares. En términos de Massey (1994), los equipamientos colectivos se entenderán como lugares configurados por procesos de interacción en los cuales se estructuran diferencias sociales, es decir, como lugares que se constituyen en referentes de la cotidianidad de individuos espacial y temporalmente determinados. Con ello, se les atribuye conceptualmente la propiedad de ser espacios de producción de capital social por el tipo de interacciones sociales que se dan en su interior (Mayorga, 2017, p. 26).
En la propuesta de articulación conceptual realizada, al entender los equipamientos colectivos como lugares, se resalta la importancia de las teorías de Giddens (1995) y de Bourdieu (2000), dado que le dan un horizonte teórico más amplio al concepto de lugar, el cual se puede leer bajo los postulados de la teoría de la estructuración y la noción de capital social, como se argumentará más adelante.
La articulación conceptual se hace en tres partes. En la primera se establece una definición más profunda del concepto de lugar, siguiendo los aportes realizados por Massey (1994) y por Castree (2003). Posteriormente, se realiza una revisión del concepto de lugar a la luz de la teoría de la estructuración de Giddens (1995) y su proximidad con la teoría del capital social de Pierre Bourdieu (2000), para poder entender, en la tercera parte, la importancia que tienen los equipamientos colectivos como lugares en los que se producen y reproducen las estructuras sociales, y como lugares que posibilitan cambios en dichas estructuras, a partir del capital social que solo en ellos se construye.
Resultados
El concepto de lugar
En primer lugar, se hace referencia al concepto geográfico de lugar formulado por Massey (1994), el cual hace énfasis en dos elementos claves que configuran su singularidad, el lugar en tanto proceso configurado por la interacción social y la diferenciación social en el lugar.
En A global sense of a place,Massey (1994) plantea que la lectura del lugar en un contexto de compresión del espacio y el tiempo2 se debe realizar como un proceso, dado que no es algo estático. En ese sentido, un lugar es un proceso configurado por interacciones sociales, las cuales tienen influencias locales y globales a la vez. Por tanto, la especificidad de un lugar deriva del hecho de que cada uno es el foco de distintas interacciones sociales que se debaten entre lo local y lo global. Así, el sentido o la especificidad de un lugar solo puede entenderse por las interacciones sociales, locales y externas, que lo estructuran.
El concepto de lugar, como proceso de interacción social, se refuerza por la definición que del mismo ofrece Castree (2003). Dicho autor le da al concepto de lugar tres dimensiones interdependientes. El lugar como localización de un punto específico en la superficie de la tierra; el sentido del lugar a partir de la subjetividad de sentimientos y conocimientos con que los individuos y grupos construyen su identidad, y el lugar como escala en la que los sujetos y los grupos interactúan cotidianamente.
En lógica dialéctica, la tercera dimensión formulada por Castree (2003) contiene a las primeras, por lo cual se enfatiza en el lugar a partir de las interacciones sociales. Si se tiene en cuenta que es en el lugar en tanto escala donde la gente desarrolla su vida cotidiana, se puede entender como la arena objetiva para la acción, la interacción cotidiana y la configuración subjetiva en la que los individuos desarrollan y expresan sus emociones y conocimientos.
El concepto de lugar como escala de interacción cotidiana implica que los individuos son, a la vez, agentes libres capaces de desarrollar y reflexionar sobre sus prácticas en el lugar, y agentes determinados por fuerzas globales. De tal forma, la interacción entre estructuras globales y la agencia del lugar que desarrollan los individuos constituye un proceso que puede ser denominado "estructuración".
El segundo elemento que se destaca del concepto de lugar ofrecido por Massey tiene que ver con la diferenciación social en los lugares; de su definición se infiere que estos se constituyen por procesos de "estructuración" de la diferenciación social.
Bajo este planteamiento, se puede afirmar que hay una vinculación ontológica entre la estructura social y el lugar. Dado que, conceptualmente, en los lugares las relaciones sociales están inevitablemente ligadas a las relaciones espaciales y, por tanto, las conexiones físicas se constituyen en indicadores de conexiones sociales. En consecuencia, la estructura social está interrelacionada con la distribución en el espacio físico de diferentes flujos (económicos, culturales, sociales y simbólicos), y la forma como individuos y grupos sociales determinados espacialmente pueden acceder a ellos. Siguiendo a Massey (1994), se afirma que diferentes grupos sociales tienen diversas relaciones con los distintos flujos e interconexiones, dado que algunos están a cargo y otros no; algunos son beneficiarios o hacen parte de ellos, y otros son prisioneros de ellos.
Los planteamientos de Massey subrayan la importancia de la localización, de la posición y de la movilidad como criterios de evaluación, de descripción y, finalmente, de explicación de los fenómenos sociales. Así, la posición de un individuo o de un grupo se expresa en el espacio físico en que está situado, a través de la conexión con los flujos, los cuales se encuentran inscritos en unas estructuras sociales y se convierten en estructuras espaciales.
De tal forma, la posición y la conexión con dichos flujos naturalizan, organizan y califican socialmente la movilidad de los individuos o los grupos sociales como inclusión o exclusión de un lugar con valor. En consecuencia, un lugar no puede ser apropiado de igual manera por distintos grupos e individuos, ya que el valor y la posibilidad de conexión se establecen en función de jerarquías socialmente creadas y sostenidas que evidencian relaciones de poder asimétricas (Bourdieu, 1999, p. 120).
De esta manera, el concepto geográfico de lugar, como proceso configurado por la interacción social y su determinación de diferencias sociales, tiene sus fundamentos en la teoría de la estructuración de Giddens y una proximidad con el concepto de capital social de Bourdieu. Por tanto, es necesario hacer una breve aproximación a los mismos.
La teoría de la estructuración y el capital social
La teoría de la estructuración de Giddens (1995) parte del dualismo entre sujeto y objeto social, y plantea que se debe reconceptualizar como una dualidad de estructura. Giddens sostiene que, si bien las estructuras sociales no son la creación de sujetos individuales, su producción y reproducción solo es posible por las interacciones cotidianas de agentes que tienen capacidad reflexiva sobre ellas.
Según Giddens (1995), las estructuras sociales existen solo mediante formas de interacción social y se reproducen en el espacio y en el tiempo, es decir, en lugares. De esa manera, las estructuras sociales se consideran situadas en la raíz de la constitución tanto del sujeto como del objeto social, en relación con un espacio-tiempo que las configura.
La teoría de la estructuración de Gidens (1995) reelabora los conceptos de lo micro y lo macro, o lo local y lo global, para que dejen de ser excluyentes y se conviertan en unidad diferenciada. En ese sentido, los conceptos de estructura e interacción social se comprenden de mejor forma en un proceso que involucra mayores extensiones de distancia espacio-temporal.
Bajo los supuestos de la teoría de la estructuración, al conceptualizar el lugar, la constante oposición entre objetivismo y subjetivismo, estructura y acción, o entre una perspectiva macro y una micro, global o local, se puede reconceptualizar en un campo de integración que vea en una dialéctica de los momentos la característica que hace singular al lugar como objeto de estudio. De esa forma, se puede abordar un estudio de los lugares en el cual el individuo deja de ser determinado de forma unidireccional por las estructuras sociales sobre las cuales no posee conocimiento alguno, pero sin presentarse como una parte desintegrada que no se puede reconocer en una lógica colectiva a la cual por sí solo no le puede dar vida.
Ahora bien, si bajo los supuestos de la teoría de la estructuración tiene fundamental importancia la interacción social como proceso, en el cual se producen y reproducen las estructuras sociales, es posible realizar una lectura de dicho proceso a partir del concepto de capital social de Pierre Bourdieu.
La proximidad de los postulados de Giddens y de Bourdieu se observa en que ambos comparten una integración crítica de lo objetivo y lo subjetivo a través de sus conceptos de estructuración y campo social. Como se mencionó, Giddens concibe que las estructuras sociales se producen y reproducen en la interacción social. A la par, para Bourdieu (2000), el campo social se estructura por las interacciones entre distintos actores que entran en conflicto por su control para definir quiénes son los ocupantes legítimos de un espacio determinado.
Según Bourdieu (2000), la posición en el campo social se define dependiendo de los activos de capital económico, cultural y social que tengan los individuos o los grupos. A partir de la acumulación de estos capitales se define qué posición se ocupa en el campo social. De tal forma, Bourdieu va más allá de la lectura estructural de la economía como determinador único, y le asigna a lo cultural y a lo social el mismo peso en la definición de la posición que ocupan los individuos y los grupos sociales en un campo.
Ahora bien, hago especial énfasis en el capital social para entender el concepto de lugar y su proceso de estructuración, dado que es el tipo de capital que se construye a partir de las interacciones sociales.
Siguiendo a Bourdieu, por capital social se entiende:
... la totalidad de los recursos potenciales o actuales asociados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos estructuradas de conocimiento y reconocimiento mutuos. Expresado de otra forma, se trata aquí de la totalidad de recursos basados en la pertenencia a un grupo. (2000, p. 148).
Por tanto, el capital social se refiere a los recursos que uno puede movilizar a través de los miembros de los grupos o de las redes a las que pertenece un individuo. Estos incluyen no solamente bienes materiales o financieros, también información, contactos, colaboración, modelos de rol, etc.3 (Stanek, 2008, párr. 7).
En un sentido analítico, ya que en la realidad es imposible separarlos4, el capital social se puede dividir en tres: individual, colectivo y ciudadano (Mayorga, 2010, p. 32)5.
El primero, el capital social individual, hace referencia a todas aquellas relaciones estructurales y no coyunturales con otros individuos que permiten adquirir las competencias y la información necesaria para la solución de los problemas del desarrollo de la vida cotidiana en distintos ámbitos: laboral, residencial, educativo, cultural, recreacional, etc.
El segundo, el capital social colectivo, se refiere a todas aquellas relaciones estructurales y no coyunturales con otros individuos que permiten la creación de grupos de interés estables (organizacional y temporalmente), con la capacidad de movilizar los recursos suficientes para alcanzar sus metas, ya sean de índole vecinal, cultural, educativo o recreacional.
El tercero, el capital social ciudadano, son todas aquellas relaciones estructurales y no coyunturales con otros individuos que permiten forjar valores en torno a la igualdad, el respeto de las diferencias sociales y, por tanto, los derechos y deberes como ciudadanos, en tanto sustento para adquirir actitudes alrededor de la democracia y su práctica efectiva.
Ahora bien, los dos elementos centrales del concepto de lugar -el proceso de interacción y la diferenciación social- se conjugan adecuadamente con el concepto de capital social, tal como acá se le entiende. Si los lugares son un proceso que se construye a partir de interacciones sociales, entonces el concepto de lugar es determinante en la producción de activos de capital social. Más que contenedores, los lugares se constituyen en determinantes de la producción y acumulación de capital social y, por tanto, la conexión y el acceso a las interacciones en uno u otro lugar se tornan factores que definen diferencias sociales.
Los equipamientos colectivos como lugares
La revisión de los conceptos de lugar, estructuración y capital social se hace para dar un horizonte conceptual claro a los equipamientos colectivos. Como el título del presente texto lo indica, se les entiende como lugares de producción de capital social.
Los equipamientos se pueden entender como lugares, en términos de Massey (1994), dado que su singularidad se configura a través de las interacciones sociales que en ellos se posibilitan. Además, las posibilidades de acceso, movilidad e interconexión con los flujos locales y globales de conocimiento, de cultura, de prácticas, de asignación de valor simbólico se dan de manera diferenciada para distintos grupos sociales e individuos. De tal forma, en tanto lugares, son espacios de interacción y diferencia.
Los equipamientos colectivos presentan los tres aspectos que definen los lugares según Castree (2003). Primero, son lugares objetivos materializados en construcciones específicas que se localizan en puntos concretos de la ciudad, lo cual define las posibilidades de acceso espacial de la población demandante de sus servicios. Segundo, el tipo de actividades y servicios que se realizan en los equipamientos colectivos los constituyen en lugares en los que se llevan a cabo interacciones que permiten la generación de sentimientos de pertenencia e identidad de grupo. Tercero, los equipamientos son lugares en los que los individuos y los grupos interactúan de manera cotidiana en el proceso de estructuración de instituciones sociales que definen la educación, las prácticas culturales, las prácticas deportivas, entre otras. De tal forma, bajo la definición de las tres dimensiones que le da Castree al lugar, es necesario tener en cuenta la interdependencia de las mismas. Si bien las interacciones sociales de las que se habla hacen parte de flujos que superan la objetividad del lugar (flujos educativos, culturales, recreativos), su espacialidad específica es importante como contenedor y posibilitador del acceso de individuos y grupos determinados a dichos flujos.
Bajo la definición de los equipamientos colectivos como lugares de interacción, se puede afirmar que en ellos se generan procesos de estructuración en los cuales los individuos producen y reproducen estructuras sociales. De hecho, los equipamientos colectivos se constituyen en lugares para el aprendizaje de estructuras sociales complejas (normas, valores, política, democracia, religión, etc.), pero igualmente son los espacios de interacción para la generación de cambios sociales estructurales.
Por lo anterior, los tipos de interacciones que propician los equipamientos colectivos son productores de capital social, es decir, de una red duradera y estructurada de relaciones con otros individuos o grupos. Así, se constituyen en lugares que propician la acumulación de activos que definen la posición de un individuo o un grupo en la estructura social.
En la reflexión sobre los equipamientos colectivos como lugares de producción de capital social se destacan con especial importancia aquellos en los que se prestan servicios de educación, cultura, recreación y deporte, pues son aquellos en los cuales se dan con mayor intensidad interacciones sociales y procesos comunicativos que permiten el reconocimiento del otro como parte esencial en la construcción social de la realidad. A continuación, se hace una revisión de los aportes que hacen estos tipos de equipamientos en tanto lugares de producción de capital social.
Equipamientos educativos
Los equipamientos educativos pueden facilitar la construcción de redes de estudiantes de composición social heterogénea. Para los estudiantes, estas redes son depósitos de reciprocidades, confianzas y lealtades que pueden ser activadas en el momento de su incorporación al mercado laboral, gracias a las relaciones construidas con sus pares de mejor posición en la estructura social, que, sin embargo, gracias a las interacciones sostenidas en el ámbito educativo, conocen de sus méritos6 (Katzman, 2001, p. 177).
Sin duda, el sistema educativo es el principal ámbito institucional que tiene la potencialidad de actuar como un lugar de integración. Posee la capacidad de generar escenarios y contextos para que la población pobre (especialmente niños y jóvenes en edad escolar) tenga la posibilidad de relacionarse en la cotidianidad con sus pares de otros grupos sociales. Esto permite que se desarrollen entre distintos grupos sociales códigos comunes y vínculos de solidaridad y afecto bajo condiciones de igualdad (Katzman, 2001, p. 176).
Con este tipo de equipamientos se ayuda al desarrollo temprano de sentimientos de ciudadanía entre los estudiantes. Los estudiantes se benefician al participar, en condiciones de igualdad, dado que emergen identidades compartidas y metas comunes, actitudes positivas de reconocimiento del otro como sujeto de derechos, así como sentimientos de obligación moral que se extienden a compañeros de distinto origen social (Katzman, 2001, p. 177).
Se puede afirmar, con Katzman (2001), que los equipamientos colectivos de educación fortalecen el capital social en los siguientes aspectos:
En el capital social individual fortalecen las formas de reciprocidad y solidaridad, las posibilidades de conocimiento de los méritos de quienes se encuentran en un estado de pobreza y las posibilidades de adquirir modelos de rol de agentes sociales con otras expectativas:
En el capital social colectivo se fomentan las posibilidades de crear grupos de intereses, con una composición social heterogénea.
En el capital social ciudadano se experimenta la pertenencia a un grupo, con iguales derechos y obligaciones, problemas similares y recompensas por méritos con sus pares de otras clases.
Equipamientos culturales
Los equipamientos culturales hacen posible adquirir nuevos conocimientos sobre formas de expresión artística que existen en distintas latitudes del mundo. Igualmente, ayudan a generar canales de expresión artística que permitan a la población expresar su visión del mundo, sus problemas, sus necesidades, sus deseos y sus diferencias con respecto a otros grupos de la sociedad. Con ello, se reconoce su legítimo derecho a expresar su vida colectiva por medio del arte: música, danza, cine, literatura (Mayorga, 2010, p. 39).
Por otro lado, fomentar los espacios para el desarrollo de las expresiones culturales permite que se generen actitudes en torno a la participación y la política, siendo esta la única manera posible de interiorizar los valores de la democracia. Se puede afirmar que los equipamientos colectivos culturales fortalecen el capital social en los siguientes aspectos (Mayorga, 2010, p. 40):
En el capital social individual permiten la apropiación de un capital cultural adecuado, lo cual ayuda a tener conocimiento sobre las distintas expresiones culturales que hay en la sociedad.
En el capital social colectivo ayudan a la creación de grupos que a través del arte expresen su visión del mundo.
En el capital social ciudadano fomentan la creación de una cultura política que entienda los valores y las reglas del juego en una sociedad democrática.
Equipamientos recreativos y deportivos
Los equipamientos de recreación y deporte permiten la generación de valores en torno al cuidado del cuerpo y la sana competencia, de manera que alejen, especialmente a la población joven, del consumo de bebidas embriagantes y sustancias alucinógenas.
Asimismo, este tipo de equipamientos debe ser visto a partir de su importancia en la generación de valores y actitudes que permiten canalizar los conflictos entre distintos grupos, a partir de la resolución pacífica de controversias y desacuerdos y la construcción de identidad como grupo. Es desde el reconocimiento del otro como un rival legítimo, dentro de unas reglas de competencia claras, como se permite a los ciudadanos adquirir valores en torno a la diferencia y al respeto, como premisas de una sociedad democrática (Mayorga, 2010, p. 40).
Se puede afirmar que los equipamientos colectivos de recreación y deporte fortalecen el capital social en los siguientes aspectos (Mayorga, 2010, p. 41):
En el capital social individual fomentan las posibilidades de generar hábitos y costumbres asociados al cuidado del cuerpo a partir de la competencia con pares.
En el capital social colectivo permiten expresar, por medio de la competencia grupal, las diferencias que hay en la vida cotidiana.
En el capital social ciudadano incentivan la creación de valores en torno al juego limpio, a la sana competencia y a los derechos del otro, los cuales son de vital importancia en una sociedad democrática.
La segregación social y los impactos sobre la producción de capital social
Formulada la articulación conceptual entre equipamientos colectivos y producción de capital social, es preciso plantear las consecuencias que traen, en un contexto urbano específico, las diferencias en el acceso a estos lugares. Esto debido a que las posibilidades de acceso, movilidad y conexión que tienen distintos individuos y grupos con las interacciones y los flujos de información que se desarrollan en los equipamientos colectivos determinan decisivamente factores de diferenciación social y de inequidad.
Como punto de partida, desde una lectura estructural, es necesario reconocer que la ciudad no es apropiada de igual manera por los distintos grupos e individuos que en ella habitan, ya que el uso de su espacialidad se establece en función de jerarquías socialmente creadas y sostenidas que evidencian relaciones de poder asimétricas (Bourdieu, 1999, p. 120). Bajo este enfoque, se puede afirmar que lo que caracteriza a la ciudad latinoamericana es la tensión originada por la coexistencia de dos fuerzas contradictoras: una integración física y social, que se origina en la naturaleza misma de la ciudad, y una tendencia hacia la segregación física y social resultante de las relaciones que impone el modo de producción capitalista y la creciente desigualdad urbana impuesta por la globalización (Ramírez, 2003, p. 56).
Así, a medida que se profundizan las disparidades entre sectores socialmente homogéneos, se amplían las distancias entre los grupos sociales, según las posibilidades de acceso que tengan a bienes y servicios en la ciudad. Por ejemplo, las ciudades colombianas, como contexto específico, muestran que la segregación socioeconómica tiene una correlación con el acceso desigual a infraestructura, equipamientos, servicios y espacios públicos. Las consecuencias, como afirma Katzman (2001), son que en un contexto segregado se reducen esos espacios de interacción, lo que debilita la base estructural que sustenta la producción de capital social y, con ello, la capacidad de empatía y los sentimientos de pertenencia a un grupo o a una serie de grupos, que pueden ser locales o globales (p. 185).
La expresión objetiva de este proceso de segregación de los servicios y lugares de encuentro es la escasez de equipamientos colectivos donde se prestan estos servicios. El proceso de urbanización de las ciudades colombianas muestra que los equipamientos colectivos resultan ser elementos residuales, sobre los que se piensa después de llevar a cabo el proceso de diseño y construcción de vivienda, por lo cual su ubicación queda supeditada a los criterios impuestos por el mercado, legal o ilegal, de suelo urbano. Por ende, su papel como elementos centrales en la generación de capital social y como elementos estructurantes del tejido urbano, se ve mitigado tanto por el déficit de existencia como por la mala ubicación.
Por estas razones, amplias zonas de las ciudades presentan fuertes carencias de dotaciones de equipamientos colectivos, entre las que destacan los de educación, cultura, recreación y deporte, pues son aquellos, como se mencionó, en los cuales se dan con mayor intensidad las interacciones intra e intergrupales.
De tal forma, la tendencia a la segregación social y espacial afecta el capital social en la medida en que:
Las interacciones entre la población en estado de pobreza se limitan a otros cuya situación, habilidades y hábitos son similares. Por tanto, se le impide conocer otros estilos de vida y enfocarse en modelos de rol que le brinden metas personales mayores (Katzman, 2001, p. 185).
Se minimizan las posibilidades de sostener interacciones con otros que estén en posibilidades de suministrar información sobre fuentes de trabajo, capacitación, negocios, oportunidades educativas, culturales o recreativas. Al sostener relaciones con otros en la misma condición de pobreza, los canales de información se ven reducidos a solucionar los problemas más urgentes de la vida cotidiana (Mayorga, 2012, p. 27).
Se reduce la exposición a modelos de rol, esto es, a individuos que, por haber alcanzado buenos niveles de vida gracias a su dedicación, talento o disciplina, pueden constituir ejemplos positivos de asociación entre esfuerzos y logros, que debilitan de ese modo el atractivo de los canales ilegítimos de movilidad social como vías para satisfacer las aspiraciones de consumo (Katzman, 2001, p. 185).
Se suprimen los escenarios para compartir con otros grupos sociales experiencias que definan un horizonte de desarrollo común, lo que impide que surjan sentimientos de ciudadanía (Mayorga, 2012, p. 26).
Conclusión: importancia de los equipamientos en una política urbana
De la propuesta de articulación conceptual realizada se puede concluir que las posibilidades de acceso a los flujos y las interacciones que se materializan en equipamientos colectivos pueden llegar a determinar las condiciones de pobreza de individuos y grupos sociales determinados. Por tanto, se resalta la importancia de los equipamientos como lugares que admiten la acumulación de activos de capital social que permitan reducir la inequidad y la pobreza en un contexto urbano.
Esta importancia va en contravía de la escasa producción académica y la poca reflexión conceptual sobre los equipamientos colectivos que hacen las disciplinas que tienen como objeto de estudio el territorio urbano. Para dar inicio al debate, el autor ya había concluido sobre la importancia de vincular los conceptos de capital social y equipamientos colectivos (Mayorga, 2012). Al avanzar en el mismo se plantea que, al vincular el concepto geográfico de lugar, los equipamientos colectivos son categorizados como producto de estructuras sociales (dado que su producción y sostenimiento dependen de políticas públicas y económicas sobre la prestación de servicios sociales) y como producto de interacciones cotidianas en las que se construye la vida social.
Desde el punto de vista estructural, la propuesta conceptual enfatiza en que, al ser la pobreza un problema público, se debe atender la provisión de servicios colectivos a través de una política que parta por entender la importancia de la producción y el mejoramiento de equipamientos en condiciones de accesibilidad efectiva a la población que presenta dichas condiciones de pobreza. Las condiciones de accesibilidad deben estar asociadas a la posibilidad espacial y de uso efectivo que hagan otros grupos sociales, para que se posibilite el cruce de horizontes cognitivos y la interacción entre diferentes grupos en el ámbito de su vida cotidiana.
Desde un punto de vista micro, los equipamientos como lugares deben ser entendidos a partir de su significado, de las historias de vida que propician y de las representaciones sociales que generan. Como lugares de encuentro son productores de capital social dado que, a través de interacciones cotidianas, se construyen vínculos sociales de largo alcance, que pueden ser el sustento para la movilidad social de grupos en condición de pobreza.