Introducción
Este artículo es el resultado parcial de la investigación Entre tipos y topos. Recurrencias de la casa urbana colombiana, desarrollada por el grupo de investigación Arquitectura, Ciudad y Territorio, con la participación de estudiantes vinculados a los semilleros Casa Urbana de Montaña, e Investigación en Arquitectura, adscritos a la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia sede Manizales, con el propósito de develar las relaciones de la casa urbana moderna con el paisaje geográfico en Colombia, país ubicado en la zona intertropical, atravesado por la cadena montañosa de los Andes y la llanura amazónica, limitado por los océanos Atlántico y Pacífico, y donde hay asentamientos urbanos en montaña, altiplano, valle, llanura y litoral.
El paisaje geográfico, escenario formado por una infinidad heterogénea de elementos, en el que se desarrolla la actividad humana y se levanta la arquitectura, ha sido determinante en la concepción y la materialización de la casa a través de la historia. Regularizarlo y delimitarlo son acciones que han permitido al hombre establecer el plano sobre el cual erguirse y determinar los límites horizontales de un espacio que le sea posible abarcar y controlar. Asirse a él con la intención de observarlo, domesticarlo y representarlo ha establecido lógicas bajo las cuales ordenar múltiples sistemas edificatorios. Dicho esfuerzo establece una arquitectura intemporal que se erige en pleno sentido con el lugar donde se dispone, cuyas condiciones geográficas, climáticas y naturales son atendidas a fin de constituir una entidad paisajística entre el hecho natural y el construido.
Considerar la arquitectura en relación con el entorno físico resulta, entonces, fundamental para comprender el conjunto de decisiones proyectuales que se llevan a cabo en una edificación. El lugar, como hecho previo, no se impone con sus particularidades sobre el proyecto: es el arquitecto quien, mediante la definición de una estructura de orden formal y espacial, pone en valor sus cualidades, que con frecuencia permanecen inadvertidas.
[...] La valoración de las circunstancias físicas y espaciales del entorno comienza en la elección del emplazamiento, decisión que se toma desde la conciencia visual del lugar y el conocimiento de los medios arquitectónicos con que cuenta, pero solo se completa al acabar el proyecto. La arquitectura cumple el papel activo de desvelar sus cualidades. El juicio sobre el lugar se elabora con la intercesión del proyecto. (Gastón, 2005, p. 235)
En este contexto, la revisión del proyecto arquitectónico se establece como el punto de partida de la reflexión, en la que se sustenta la hipótesis de que la casa moderna colombiana, y donde sus variaciones tipológicas consiguieron revelar las condiciones geográficas del tópos. Una suposición que se presenta en abierta confrontación con el discurso hegemónico, en el cual se afirma que la arquitectura colombiana de mediados del siglo XX se limitó a reproducir modelos foráneos, de forma acrítica y desvinculados de las condiciones locales.
A fin de comprender la forma del espacio doméstico como resultado de la mirada del hombre sobre lo natural, se presentan cuatro ejemplos de arquitectura residencial en los que se formaliza la relación con el litoral, el valle, la montaña y el altiplano. La casa Mario Santodomingo, de Obregón-Valenzuela (Barranquilla, 1950); la casa María de González, de Borrero-Zamorano-Giovanelli (Cali, 1958); la casa Arturo Botero, de Gutiérrez-Arango-Sanint (Manizales, 1962), y la casa Rafael Obregón, de Obregón-Valenzuela (Bogotá, 1956).
La divulgación de estas experiencias constituye también una valiosa oportunidad para constatar, a través de ejemplos (Grassi, 2003), la manera como la arquitectura colombiana del siglo XX, además de promover la innovación tecnológica, el uso de nuevos materiales, la economía de medios, la solución a problemas de higiene y salubridad, la continuidad del espacio y la austeridad de las formas, atendió, consistentemente, la dimensión topológica de las obras, a través de la incorporación controlada de la naturaleza en las casas, el encuadre del paisaje en el espacio interior (Santos et al., 2018) y el uso de dispositivos de relación entre edificio y suelo, o entre interior y exterior, entre otros procedimientos.
El marco de referencia teórico que guía el estudio es proporcionado por las investigaciones construidas en torno a la Modernidad arquitectónica. Esta, entendida aquí como un sistema universal de coordenadas, brinda un vasto repertorio, claro en soluciones operativas, y cuyo análisis es abordado desde una dimensión y un orden visuales. Las casas seleccionadas, situadas temporalmente entre los años cincuenta y sesenta del siglo XX -momento de desarrollo de la Modernidad colombiana-, apropian nociones estéticas procedentes del proyecto moderno; sin embargo, estas no son asumidas como una regla inalterable que prefija las soluciones, sino como herramienta proyectual que propicia la diversificación de la forma ajustada a las condiciones locales.
En ese sentido, documentos valiosos como Mies: el proyecto como revelación del lugar (Gastón, 2005), Coderch: variaciones sobre una casa (Diez, 2003) y Les Heures Claires (Quetglas, 2009), entre otros, revelan la fuerza que adquiere el lugar en la formalización y la materialización del proyecto, y precisan una ruta de análisis ajustada, coherentemente, a las particularidades de cada caso.
En relación con la arquitectura doméstica de Borrero-Zamorano-Giovanelli (BZG), los profesores Rodrigo Tascón, Pablo Buitrago y Pedro Gómez han reseñado e inventariado gran parte de la obra de la firma en las publicaciones La arquitectura moderna en Cali. La obra de Borrero, Zamorano y Giovanelli (Tascón, 1995) y Casas modernas Cali 1936-1972 (Buitrago & Gómez, 2011). Respecto a las casas de las firmas Obregón-Valenzuela (OV) y Gutiérrez-Arango-Sanint (GAS), se partió de investigaciones previas, como Casas Obregón & Valenzuela años 50. Contribución a la formación de una tipología (Llanos, 2016) y Jorge Gutiérrez Duque Arquitectura (Henao & Llanos, 2020), donde se hicieron las primeras aproximaciones al análisis de la relación entre arquitectura y geografía.
No obstante lo anterior, los avances realizados en estas investigaciones sobre la arquitectura doméstica de OV y GAS están en la obra Entre tipos y tópos. Recurrencias de la casa urbana colombiana, donde se indaga por los procedimientos y las soluciones desarrollados por las firmas locales para adaptar la casa moderna a las condiciones geográficas y naturales del territorio y la ciudad.
En la primera parte del artículo se hace una breve descripción de las condiciones geográficas de los sitios. Posteriormente se hace un análisis de los proyectos en relación con las reglas establecidas por los arquitectos para la implantación de la casa respecto al predio, el sector y la ciudad; también, la valoración de las circunstancias físicas y espaciales del entorno que determinan la estructura espacial interna y la configuración formal de la arquitectura. Finalmente, se establecen los procesos a través de los cuales la arquitectura adquiere un papel activo en la revelación de las cualidades del territorio en el que es dispuesta.
Metodología
La investigación se desarrolla a partir de una mirada intuitiva, reflexiva y analítica en torno a los procedimientos y los resultados manifiestos en las obras y los proyectos de arquitectura doméstica concebidos por tres firmas colombianas durante el siglo XX. Esta indagación parte de la convicción de que el saber arquitectónico está en las obras donde teoría y práctica se desarrollan de manera conjunta y complementaria (Martí, 2005). Con tal fin, se seleccionaron cuatro casas urbanas en ubicaciones distintas a lo largo y ancho de la geografía colombiana. Todas, aunque diversas en las características de las soluciones concebidas, logran ejecutarse con una misma consciência del espacio visual que procura construir una unidad espacial indivisible entre el interior y el exterior, entre arquitectura y geografía.
La información original consultada reposa en los archivos municipales de las oficinas de Planeación, donde se encuentran los documentos presentados para el trámite de las licencias de construcción, así como en las bibliotecas del Banco de la República que cuentan con archivos fotográficos y en el Archivo de Bogotá, donde se han constituido fondos documentales de algunas firmas de arquitectura. El estudio también incluye material fotográfico elaborado durante las visitas a las casas localizadas en Manizales y Barranquilla, las cuales aún se encuentran en pie.
La aproximación a los ejemplos presentados partió de un ejercicio de observación aguda y reconstrucción de los proyectos a partir del material disponible en cada caso. Planos originales, fotografías inéditas de la época en la que fueron construidas las casas, aerofotografías que revelan las condiciones urbanas del emplazamiento y dibujos de los integrantes del equipo de investigación constituyen parte del material base del análisis. Un proceso de intelección visual cuyo sustrato de base es la arquitectura misma; es decir, que encuentra en el ejercicio de proyectar y construir el objeto la materia prima para elaborar una hipótesis sobre la concepción del edificio procedente de la consideración del lugar.
La investigación parte de la caracterización geográfica, climática y paisajística de los lugares. Se hace una descripción analítica de la manera como cada una de las edificaciones es dispuesta en el predio, en el marco de una relación orgánica1 con el territorio; se identifican y se describen elementos y procedimientos particulares llevados a cabo para la concreción de una estructura formal y espacial dinámica, en la que prima la relación casa-ciudad-geografía sobre la concepción aislada y ensimismada del proyecto. Se realiza también un análisis crítico comparativo entre las soluciones dadas en los cuatro casos, y se establece su vigencia en la arquitectura contemporánea.
Esta revisión consciente y deliberada de la arquitectura doméstica colombiana del siglo XX y su relación con la geografía no pretende dar testimonio de un pasado muerto, sino aportar, desde el estudio crítico de la tradición, a construir una teoría del proyecto sin tiempo, activa, sobre la cual, a su vez, construir en la contemporaneidad una arquitectura en pleno sentido histórico. En palabras de T. S. Eliot (2000), el sentido histórico es
[...] un sentido de lo intemporal como de lo temporal y de ambos a la vez, es lo que hace que un escritor sea tradicional. Y es, al mismo tiempo, lo que da a un escritor una conciencia más exacta de su lugar en el tiempo, de su propia contemporaneidad, (p. 540)
Resultados
El territorio en el que se asientan las cuatro casas
La actividad del proyecto arquitectónico debería, a nuestro juicio, servirse más de la nomenclatura geográfica, haciendo así consciente su fundamentación topológica: las primeras y más decisivas opciones de un proyecto hacen referencia a la posición relativa, la orientación, el grado de concavidad-convexidad, etc. Nos gusta pensar en la arquitectura como en una geografía que se instaura artificialmente, en el tiempo, como una forma humana de naturaleza (Frye).(Armesto, 1993, p. 62)
La cordillera de los Andes, una de las más largas y altas del planeta, al entrar a territorio colombiano se divide en tres ramales: cordillera Occidental, cordillera Central y cordillera Oriental; esta última, extendida hasta Venezuela, donde se convierte en la cordillera de Mérida. Entre las tres cordilleras discurren los valles de los ríos Cauca y Magdalena, los cuales nacen en el macizo colombiano, al sur del país, y desembocan en el mar Caribe. Al norte y al occidente, se localizan las llanuras costeras que anteceden al mar Caribe y al océano Pacífico, respectivamente, y que se extienden al interior, hasta alcanzar el piedemonte de los tres ramales de los Andes. Este contexto determinó la selección de las obras para el análisis, ubicadas en lugares de la geografía colombiana claramente diferenciados.
Sin excepción, se optó por estudiar casas en las que se evidenciaran una respuesta a la presencia permanente del elemento natural y su posterior incorporación visual en la espacialidad interior; es decir, a su transformación en el paisaje, como a la ineludible condición urbana que define cada uno de los predios, según se ve en la figura 1. En suma, una doble relación que protege la intimidad de la actividad doméstica y promueve la acción contemplativa del entorno.
La casa para Mario Santodomingo (1950), de la firma OV2, se ubica en el balneario de Pradomar, en el municipio de Puerto Colombia -actualmente, parte integral del área metropolitana de Barranquilla-, sobre el litoral Caribe. El barrio Pradomar, que, a su vez, hace transición entre los sistemas terrestres y marinos, presenta un trazado de manzanas irregulares y calles estrechas y discontinuas, que contrastan con generosos predios, donde el reducido índice de ocupación favorece la relación visual entre las casas y el mar Caribe. Puerto Colombia presenta una temperatura aproximada de 27 C, una precipitación anual promedio de 904 mm y vegetación de tipo desértico, característica del bosque tropical seco; su terreno, suavemente ondulado, tiene una altitud media de 15 m s. n. m., lo que incide en el sistema estético de las construcciones y su dispersión sobre el territorio.
En el barrio La Merced, en el centro tradicional de Cali, y donde la trama en damero se adapta al cauce del río Cali transformando la regularidad de predios y manzanas, sin alterar los altos índices de ocupación, la firma BZG3 proyecta una casa para María de González (1958). Esta ciudad, localizada a una altura aproximada de 1.000 m s. n. m. en el costado occidental del valle del río Cauca, se encuentra geográficamente delimitada por los Farallones de Cali -parte integral de la cordillera Occidental- y las estribaciones de la cordillera Central, en un valle que, a esta altura, mide aproximadamente 35 km de ancho. Muestra un clima cálido y seco, con precipitaciones anuales de 1.468 mm, aproximadamente, así como una temperatura promedio de 25 °C y la profusión natural característica del ecosistema de bosque tropical.
La casa para Arturo Botero (1962), de los arquitectos GAS4, se encuentra localizada en la periferia del centro de Manizales, donde el tejido ortogonal de la retícula, que define la ciudad tradicional, se adapta a la quebrada topografía, mediante la construcción de una mastaba en tierra que soporta los generosos predios y las amplias vías que conforman el barrio La Castellana. Esta ciudad, emplazada en la región centro-occidente del país, a 2.153 n. m. sobre la cordillera Central, presenta una altitud que deviene en un ecosistema de bosque tropical húmedo, altos niveles de precipitación -con un promedio anual de 2.178 mm-, temperatura media de 17 °C y diversidad tanto geomorfológica como ecosistémica, determinada por las fuertes ondulaciones de la montaña, que ascienden hasta 5.321 ms. n.m., altura que alcanza el nevado del Ruiz, parte del Parque Nacional Natural de Los Nevados.
Al norte de la ciudad de Bogotá, en el barrio La Cabrera, cuyo trazado irregular y discontinuo lo componen amplias y arborizadas vías que rematan en parques y avenidas, manzanas de generosos predios con índices de ocupación que contrastan con los de los barrios aledaños, OV proyecta una segunda casa para Rafael Obregón (1956). Con una altura media de 2.630 m s. n.m. y limitada al oriente por un sistema montañoso, en el que se destacan los cerros de Monserrate (3.1 52 m s. n. m.) y Guadalupe (3.250 m s. n. m.), Bogotá se ubica sobre el altiplano cundiboyacense, parte integral de la cordillera Oriental. Su elevada altitud determina el clima de montaña y la cobertura vegetal propia del alto bosque andino. Su latitud reduce la oscilación térmica durante el año a 1 3 °C, en promedio, con un índice anual de lluvias que rodea los 840 mm.
Estas casas, aunque asentadas en entornos de condiciones urbanas, como se ve en la figura 1, y geográficas diversas, tal cual lo muestra la figura 2, tienen en común la aspiración de un grupo de profesionales que, durante la segunda mitad del siglo XX en Colombia, procuraron construir edificaciones en las que el espacio del universo doméstico, creado por el hombre, se integrara tanto a las particularidades de la ciudad tradicional, como a la ciudad bella, la ciudad jardín y sus variaciones, como al horizonte marítimo (A), las estribaciones de las cordilleras (C), la planicie cóncava del valle (B) o la convexa, que descansa sobre el altiplano (D).
Casa en el litoral. Patio y plataforma: conquista del horizonte
A los dos costados de la calle 2-, vía de amplia sección que comunica a Puerto Colombia con Barraquilla, tiene lugar el precario trazado urbano que define las primeras manzanas del barrio Pradomar. En una de las manzanas periféricas, que linda con la orilla del mar Caribe y las estrechas vías de tránsito vehicular y peatonal, se encuentra el predio esquinero de 3.000 m2 de forma irregular y proporción 1:3, en el que OV concibe la casa de fin de semana para la familia Santodomingo.
En el interior del predio se localizan dos masas arbóreas conformadas por palmeras y árboles de gran porte, que, junto con el borde costero del mar Caribe, inciden en la definición del área de ocupación, la disposición del programa de actividades y la implantación del inmueble en el sitio. La casa, desarrollada en una sola planta de forma rectangular, ocupa 400 m2 -el 14% del área total- y se halla dispuesta en el sentido longitudinal del predio, exenta del perímetro y en relación con la vegetación, como se muestra en la figura 3.
La primera masa arbórea, localizada en el costado oriental, es incorporada al antejardín, y desde allí protege la fachada del sol naciente; la segunda, además de resguardar el costado occidental de la casa del poniente, enmarca el camino de piedra que conduce desde la marquesina de acceso hasta el perímetro posterior del predio. En la figura 4 se observa cómo el contacto de la vivienda con el suelo tiene lugar a través de una plataforma (Utzon, 1995), lo que regulariza la leve pendiente del terreno y eleva la casa para tomar posesión del sitio, a la vez que la protege de posibles inundaciones y de embates del mar de leva.
La estructura formal de la casa es muy clara: se compone de dos cuerpos en forma de L, articulados en torno a un patio central centrifugo (Martí, 2008), el cual recibe tangencialmente al visitante y lo conecta con la naturaleza que acompaña el recorrido hasta la puerta de acceso, el cielo y la radiante luz solar, que ingresa cenitalmente, y el indefinido límite que el mar presenta en el horizonte. El cuerpo exterior, resguardado por el antejardín y el muro medianero, contiene los dormitorios y la zona de servicio en un volumen hermético, cuyas aperturas se limitan a puertas, celosías y persianas, dispuestas con la intención de regular el acceso, la ventilación cruzada y la radiación solar. En el cuerpo interior, hall, patio y área social se funden en un gran espacio, iluminado y definido por elementos livianos como mamparas, jardineras y columnas, que, a manera de tamiz, le permiten al visitante desvelar paulatinamente el horizonte marítimo, como se muestra en la figura 5.
Este cuerpo interior refleja la clara intención de reemplazar la masa por la superficie: romper la caja (Wright, 1955) para que el espacio interior fluya sin obstáculos hacia el exterior y la mirada alcance el horizonte marítimo, a fin de incorporarlo en la cotidianidad de la vida doméstica. Basamento y losa se proyectan como terraza y alero, respectivamente. El patio se descubre en su totalidad; la gran vidriera se oculta en el muro pivote de piedra y la persiana se abre procurando el desvanecimiento del límite, y con esto, el fortalecimiento de la relación entre arquitectura y naturaleza.
Los elementos compositivos pasan de ser recubrimientos de materiales que simulan la disgregación del volumen a ser entidades consustanciales a la forma constructiva. Una separación contundente de piezas que quedan sujetas en el vacío, con el claro propósito de manifestar la hegemonía de este: las piezas, en la casa de litoral, están en el espacio, y no este entre las piezas.
Casa en el valle. Patio y terraza: vínculo con la naturaleza
En el centro tradicional de Cali, donde el tejido urbano se deforma al adaptarse al cauce del río que atraviesa la ciudad por el costado norte. Ahí se encuentra una manzana trapezoidal fraccionada en lotes con un único frente urbano. La firma BZG proyecta, en un predio medianero de 472 m2 de área, forma irregular y proporción 1:2, una casa para la señora María de González.
El terreno limita por tres de sus costados con edificaciones tradicionales de baja altura, y por el frente con la calle 6â, vía de reducida sección en la que se impone la frontalidad de las construcciones vecinas, se restringe la relación visual con el entorno geográfico del valle y se expone la intimidad de la vida doméstica de la planta baja. La ubicación urbana y la proporción del predio, en relación con el amplio programa de actividades requeridas por la familia, son determinantes para definir una estructura de orden mediada por la relación entre terrazas, pasarelas y patios.
El programa de la casa, desarrollado en tres niveles y 850 m2, ocupa en el primer piso el 79 % del área disponible. Para compensar el alto grado de ocupación y adecuar climáticamente la casa, BZG ordena el espacio a partir de tres patios verticales: uno destinado a los servicios domésticos, otro localizado en la parte posterior del terreno y el último, ubicado en el centro espacial, mas no geométrico, de la casa. Este último patio, junto con la galería que lo rodea, el hall de acceso de doble altura y el estar del primer piso, conforman un solo espacio de 190 m2, en el que luz y sombra, naturaleza y artificio coexisten en armonía. Un espacio donde se recogen las tensiones visuales surgidas durante el tránsito vertical descrito por los recorridos, según se aprecia en la figura 6.
El orden vertical de la casa se manifiesta desde el acceso. Una vez se atraviesa el umbral5, el espacio se bifurca y el ojo intenta hallar simultáneamente la apertura cenital -cielo-, manifiesta en la refulgente luz sobre el suelo del patio, y la fachada interior del segundo piso. En la planta baja, el fuerte contraste entre luz y sombra y los elementos dispuestos en el patio -estanque y jardinera- tensionan de forma oblicua la percepción del espacio; sucede algo similar en el hall de acceso, donde la doble altura y la escalera conducen hacia el segundo piso. Aquí se expone una cualidad que será constante en la totalidad del itinerario espacial: el contraste con el entorno urbano, en tanto la prevalência del vacío interno se instituye, inesperadamente, como el medio a través del cual se estructura la espacialidad, según se observa en la figura 7.
BZC ordena la casa a partir de dos crujías longitudinales y tres vacíos verticales. En el primer nivel disponen las habitaciones-incluidas las de servicio- abiertas hacia los patios y cerradas a la calle mediante un zócalo hermético de mármol travertino, interrumpido solo por el acceso principal y por una estrecha franja de ventanas, que dilata, con virtud abstracta, los dos cuerpos que conforman la fachada principal.
En el segundo nivel, dos crujías dividen la zona privada y de servicios de la zona social. La primera, muy compartí mentada en razón de las contingencias de su actividad, se abre a la calle a través de un balcón cuya relación oblicua con el estudio permite su proyección espacial sin exponer la intimidad de la vida doméstica. En contraste, la segunda crujía define un espacio continuo, desde el frente hasta el fondo de la parcela, en el que se alternan llenos y vacíos (salón-patio-comedor-patio). Esta suma de piezas, que incorporan luz y sombra, conforma una única estancia sutilmente seccionada por elementos que definen, sin segregarías, cada actividad.
En el tercer nivel, ubicado en la parte posterior del predio, se ubica la terraza (Díaz-y Recasens, 1992), lugar en el que rematan las tensiones verticales que comunican cielo y suelo, a través del patio central. Es allí donde, finalmente, con una sencilla losa que cubre la estancia, consiguen incorporar la esquiva y lejana geografía a la vida cotidiana de la familia. Este pabellón aéreo da lugar a una proyección horizontal ilimitada del espacio, en franca contraposición con el recinto presente en la constitución vertical del espacio interior, como se ve en la figura 8.
Casa en la montaña. Plataforma y proyección panorámica
La necesidad de asumir modelos de ocupación consecuentes con la exigente topografía de Manizales dio lugar a una serie de barrios satélite localizados en la periferia del centro histórico, y cuyo trazado urbano, en armonía con las ondulaciones de la montaña, estableció una relación más inmediata con las condiciones geográficas circundantes. El barrio La Castellana, compuesto, esencialmente, por una gran manzana de forma irregular -de 220 m X 80 m-, se concibió sobre un podio de tierra compactada -preservado por un muro de contención en piedra de canto rodado-, que normaliza el plano sustentante6. Esta radical solución hizo posible que el barrio se levantara aislado del entorno inmediato, para privilegiar las vistas lejanas de los sistemas geográficos del Valle del Cauca y de las montañas que conforman la cordillera de los Andes.
CAS proyecta la casa familiar de Arturo Botero en un predio esquinero, adyacente al muro que rodea el barrio. El terreno, con un área de 966 m2- de forma irregular y de proporción 1:1, presenta una topografía quebrada que desciende 3 m desde el frente hasta el fondo. La residencia limita por uno de sus costados con la medianera vecina y por el frente con la calle 10A, vía de generosa sección que ubica las edificaciones más cercanas a 18 m. Los dos lados restantes se abren al dinámico relieve que gobierna los frentes sur y occidental de la ciudad.
Las excepcionales condiciones dadas por la geografía de la región cafetera, las obras de regularización del barrio y la estratégica disposición del predio en una de sus esquinas, en relación con el amplio programa de actividades planteado por el cliente, constituyen algunas de las determinantes de mayor relevancia en la concepción de una estructura de orden en torno al patio y al servicio de la proyección panorámica, según lo ilustra la figura 9.
Ante la considerable pendiente del terreno, GAS define una plataforma quebrada en dos cuerpos de similar dimensión, separados por un muro de contención transversal y comunicados por dos escaleras. El programa allí dispuesto es desarrollado en dos niveles, con 727 m2, de los cuales 202 m2 están destinados a la zona de juegos, ubicada en el nivel inferior, y los 525 m2 restantes a los servicios, las áreas sociales y privadas, que demandan un incremento en el área del nivel superior, como lo muestra la figura 10.
Con la intención de abrir gran parte de las estancias a las estribaciones de la cordillera Occidental y a patios y jardines interiores, los arquitectos definen la estructura de orden espacial a partir de dos ejes cruzados perpendicularmente. El primero comunica el porche-vestíbulo con el estar-balcón de las habitaciones, un espacio en el que se concreta, de forma contundente, la proyección panorámica. El segundo eje se manifiesta como una crujía en la que patio-comedor-salón-balcón se congregan formando una estancia de 160 m2, continua, transparente y abierta en sus extremos. Un espacio donde la concavidad del volumen, en forma de L, es contrarrestada por las fugas espaciales que se originan en el cruce de eje y crujía, como se ve en la figura 11.
El descenso a la terraza de juegos sucede desde la escalera del ámbito privado o a través del patio contiguo al comedor. La contundencia del cerramiento lateral anexo a la medianera induce, de manera inequívoca, a la percepción oblicua del espacio. El vector diagonal que dibuja la mirada desde la escalera hasta el borde de la terraza, atravesando el espacio interior de la casa, concreta el vínculo entre la naturaleza y la diafanidad de la arquitectura moderna. CAS ordena la casa Botero en torno a un patio cóncavo y centrípeto, en la medida en que lo recinta, y convexo y centrífugo, en tanto lo abre para conseguir la proyección del espacio interior
Casa en el altiplano. Restitución del paisaje geográfico
El barrio La Cabrera, ubicado al norte de Bogotá, a un costado de la quebrada del mismo nombre que lo atraviesa en sentido oriente-occidente, está planteado a partir del modelo de ciudad jardín (Llobet-I-Ribeiro, 2007). Cuenta con una arborización y una cobertura vegetal profusas, sobre un trazado heterogéneo, cuya estructura es definida por dos parques públicos, una ronda de protección, amplias y discontinuas vías de doble carril, antejardines, andenes y manzanas irregulares, en cuyos predios se ubican edificaciones de uno o dos pisos, con retiros de 3 m-5 m y un índice de ocupación inferior al 40%.
Estas condiciones hacen del barrio uno de los lugares predilectos de OV, que proyecta allí varias casas, entre ellas la de Rafael Obregón González. En un predio medianero de 1.052 m2, perímetro rectangular, proporción 1:2, atractivamente arborizado y contiguo al retiro de la quebrada (Martínez, 1957), conciben una casa de un piso y 341 m2, que les permite liberar el 68% del terreno para jardines y retiros. La presencia de un grupo de árboles singulares, la relación del lindero posterior con el costado sur de la quebrada y la proporción del predio, en relación con un compacto programa de actividades, fueron determinantes para la implantación del pabellón urbano que se ve en la figura 12.
La disposición de la casa, a 5 m de la vía, es consecuencia de la normativa urbana; sin embargo, la altura y el área disponible para el desarrollo del programa son determinadas tanto por la posición de un árbol preexistente -a 22 m del lindero frontal y 26 m del posterior- como por la intención de diluir el límite entre casa-jardín-ciudad. Con este propósito, se proyecta un diáfano pabellón que ocupa el ancho de la parcela y se eleva 2,30 m, en tanto su piso sustentante se dispone sobre el suelo sin mediación visible con el plano natural. Aquí, el pequeño patio se acompaña de múltiples perforaciones en cubierta para que la luz y el aire entren a estancias y pasillos. Finalmente, y dada la imposibilidad de dejar abierto el pabellón, se lo recubre con grandes lamas de vidrio, que en el día reflejan y en la noche traslucen, según lo expresa la figura 13.
La estructura formal es definida por tres crujías longitudinales; dos de ellas, ubicadas a los costados, donde habitaciones y servicios discurren, con gran precisión y eficiencia, entre la calle y el jardín. En la crujía del centro, por donde se accede a la casa, se conjuntan acceso-vestíbulo y salón-comedor en 130m2; entre ellos, la tensión visual oblicua es forzada por la disposición en esquinas opuestas de los accesos. Una vez se atraviesa el vestíbulo, camino al salón, la oblicuidad retorna, ahora en dirección al jardín, donde un retorcido árbol atrae la mirada al vértice de la caja de cristal, donde casa y jardín se unen, como se muestra en la figura 14.
Una vez afuera, el jardín se presenta en plena armonía, como si hubiese estado siempre allí. La exuberante recreación del paisaje (Ábalos, 2008), concebida por OV en compañía de Hoshino -jardinero de origen japonés-, compensa la abstracta compacidad de las formas que definen el pabellón. El suelo se moldea de tal forma que el jardín se eleva proyectándose por encima del lindero posterior del predio, hasta alcanzar los árboles dispuestos en la ronda de la quebrada. Así consiguen, nuevamente, desvanecer los límites: ahora parcela y ciudad están vinculadas y el pabellón urbano se realiza.
El jardín recrea el paisaje geográfico, y en su relación con la casa concreta la ciudad-jardín; el vacío rompe el molde de la caja y se convierte plenamente en una sola estancia, que provee el lugar adecuado para la realización del universo doméstico de la familia moderna colombiana; y la elemental materialidad de la casa, resuelta con una tecnicidad efectiva, se establece como sistema constructivo irreductible (Llanos, 2016).
Discusión
La casa orgánica
Algunas de las casas concebidas y construidas por OV, BZG y GAS durante el siglo XX, en el marco de las nociones y los planteamientos formales del movimiento moderno, reflejan una apropiación, una reinterpretación y una adaptación cuidadosas respecto a las diversas condiciones geográficas, climáticas y culturales del territorio colombiano. Aunque cada una de estas firmas estableció variaciones en su manera de operar y definió las reglas sintácticas, a partir de la repetición y la transformación de los mecanismos implementados en las soluciones a problemas proyectuales, es posible identificar en ellas coincidencias en la construcción de un lugar acorde a las condiciones específicas de este.
La diversidad territorial de Colombia estimuló la constante confrontación entre arquitectura y naturaleza. Las características geográficas del litoral abierto al horizonte marino, el valle que discurre entre el río y la montaña, la quebrada topografía de las cordilleras andinas y la amplia sabana que se eleva sobre la particular formación del altiplano renuevan su sentido en el diálogo con la arquitectura que identifica sus potencialidades y las activa; una arquitectura que renuncia a su condición de objeto protagónico para hacer parte de, unirse a, o disponerse en.
Ubicar la casa en el territorio implicó, en todos los casos analizados, el conocimiento preciso del lugar geográfico, la exploración de dispositivos de relación entre las partes que componen el proyecto, la adaptación de elementos de control climático a las condiciones de un país ubicado sobre la línea ecuatorial, el desarrollo de estrategias de proyección espacial como la oblicuidad, y la incorporación de espacios de mediación referidos a tradiciones locales o foráneas. El planteamiento resultante de estas acciones, lejos de ser novedoso, propio de la Modernidad o de la arquitectura colombiana, puede considerarse parte esencial de la tradición universal e intemporal sobre la que ha tenido y tiene sentido construir los escenarios donde transcurre la vida.
La tarea de hacer de la casa parte del todo, y de hacer del todo parte de la casa7, derivó en la construcción de plataformas y pilotes que absorbieran los accidentes del terreno, a fin de regularizarlo y hacerlo habitable (Sandoval, 2019); sin embargo, se presentaron casos excepcionales, como el acontecido en el altiplano, donde el ajuste al suelo fue construido con tal precisión que el nivel interior coincidía con el exterior, como si el tapete que cubría el suelo de la casa hubiese crecido allí junto con el césped del jardín.
Por otra parte, introducir el paisaje en la casa o proyectar la actividad al exterior constituyó también una intención compartida por OV, BZC y CAS. Destruir la caja, levantar la casa, diagonalizar el espacio, reinterpretar el patio, perforar la cubierta, constituir la terraza y desvanecer el límite son solo algunas de las decisiones tomadas por las firmas para tener el afuera dentro8. En el litoral, por ejemplo, la presencia del horizonte marítimo fue determinante en la implantación de la casa, el establecimiento de su estructura de orden y la materialización de la envolvente.
Es preciso aclarar que esta reflexión no intenta establecer la casa como medida de la región geográfica, sino, más bien, poner en evidencia que en sus variaciones se hace consustancial la comprensión del territorio. Una arquitectura anónima, sin pretensiones, en la que es posible identificar rasgos topológicos en armonía con sistemas tipológicos consistentes.
Durante la construcción de su casa pabellón-patio (Martí, 2008), OV encontró en la diversidad geográfica un aliado en el proceso de consolidar una tipología cuyas variaciones surgieron en pleno sentido con el litoral en la casa Santodomingo, y con el altiplano, en la casa Obregón. Para BZC, en cambio, la casa González, en vez de ser una variación más de su consolidada arquitectura doméstica, se manifiesta como una excepción a la regla, una casa cóncava que solo alcanza la convexidad cuando la altura de la edificación le permite superar las limitaciones del entono. Por otra parte, en la casa Botero CAS repite, una vez más, la casa-terraza; en esta oportunidad, sobre una mastaba que la eleva para realizar la proyección panorámica en plenitud. En todos los casos analizados, la búsqueda del paisaje natural y artificial fue determinante en la concepción del proyecto, algo de lo cual aparece en la figura 15.
Conclusiones
El lugar se presenta inadvertido, inapelable en sus cualidades físicas, inabarcable en su estado original y, sin embargo, aprehensible en términos de experiencia visual. La revisión de estas cuatro arquitecturas permite asegurar que otro lugar, uno más activo y cercano, es revelado desde la lógica formal que ordena los espacios interiores, exteriores y transitivos de la casa. Considerar la arquitectura en relación con ese entorno físico resulta, entonces, fundamental para el conjunto de decisiones formales que lleva a cabo el proyecto de arquitectura; no obstante, el lugar, como hecho previo, no se impone con sus particularidades sobre el proyecto, sino que existe una correspondencia, donde el edificio, mediante su sistema de orden formal, pone en valor las cualidades que allí permanecían inadvertidas.
En Colombia, gran parte de la arquitectura realizada a la luz del sistema de pensamiento promovido por la Modernidad ha sido ampliamente acusada de desatender las condiciones físicas, espaciales y culturales de los lugares en los que fue construida; sin embargo, la revisión de algunos proyectos permite determinar que, lejos de la reproducción acrítica de arquitecturas foráneas, se llevó a cabo, en muchas oportunidades, una incorporación activa de lecciones universales, que fueron transformadas a partir de su apropiación, su reinterpretación y su adaptación a la diversidad geográfica y humana.
En esta oportunidad se presentaron cuatro casas de tres firmas locales en las que se concretó una arquitectura en conjunción con el sitio, donde el edificio multiplicó la riqueza del espacio topológico, permeada por la tradición universal y local, y donde subyacen lecciones intemporales y procedimientos propios de uno de los oficios más antiguos de la humanidad. Solo resta decir que esta arquitectura es parte de nuestra tradición; una tradición con plena vigencia, en tanto la relación entre tipos y tópos no ha dejado de ser consustancial al quehacer de los buenos profesionales, aun los contemporáneos.
Este artículo y las investigaciones que lo sustentan hacen parte de una reflexión en construcción, tanto en lo que respecta a verificar, a través del análisis de proyectos, la relación biunívoca entre arquitectura y geografía, como a reconstruir una historia de la arquitectura moderna colombiana que tuvo lugar, de forma diversa, en las distintas regiones del país. Adicionalmente, se suma a la construcción de una teoría del proyecto que aporta al ejercicio de la crítica arquitectónica en el país.