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Revista de Arquitectura (Bogotá)

Print version ISSN 1657-0308On-line version ISSN 2357-626X

Rev. Arquit. (Bogotá) vol.26 no.2 Bogotá July/Dec. 2024  Epub Sep 04, 2024

https://doi.org/10.14718/revarq.2024.26.4030 

Artículos

(Re)construcción arquitectónica del conjunto religioso de La Cruz de Zacate de Tepic: encrucijada de influencias

Architectural (Re)construction of the Religious Complex of La Cruz de Zacate in Tepic: a Crossroads of Influences

Raymundo Ramos-Delgado* 
http://orcid.org/0000-0001-9287-8694

Carlos E. Flores-Rodríguez** 
http://orcid.org/0000-0003-0456-5378

*Tecnológico Nacional de México. Tepic (México) Departamento de Arquitectura, Arquitecto, Instituto Tecnológico de Tepic (México). Maestro en Restauración de Sitios y Monumentos, Universidad de Guanajuato (México). Doctor en Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Nayarit (México). Candidato a Investigador Nacional del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. https://scriolargoogle.com/citations?user=PcTE_8MAAAAJ&N=es © https://orcid.org/0000-0001-9287-8694, rdelgado@ittepic.edu.mx, sokra72@hotmail.com

**Universidad Autónoma de Nayarit. Tepic (México) Unidad Académica de Artes, Arquitecto, Instituto Tecnológico de Tepic (México). Maestro en Ciencias de la Arquitectura, Universidad de Guadalajara (México). Doctor en Periferias Sostenibilidad y Vitalidad Urbana, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Universidad Politécnica de Madrid (España). Investigador Nacional Nivel II del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. https://scholar.google.com/citations?user=yknK4rYAAAAJ&hl=es © https://orcid.org/0000-0003-0456-5378, carlosflores@uan.edu.mx


RESUMEN

El templo de La Cruz de Tepic, y posteriormente el convento del mismo nombre, ha transformado sus espacialidades durante más de cuatro siglos. A partir de la milagrosa aparición de la Santa Cruz de Zacate, descubierta a inicios del siglo XVII, en el camino vecinal que unía a esta ciudad con el convento franciscano de Xalisco, se consolidaría una de las advocaciones más importantes en el occidente del México virreinal. Lo anterior trajo consigo la constante reconstrucción arquitectónica de un centro religioso que renovaba sus tecnologías constructivas y corrientes estilísticas, como un reflejo de las formas de pensamiento de periodos históricos específicos. El presente artículo, a partir de una postura hermenéutica, tiene como objetivo visualizar estas diferentes etapas constructivas, estilísticas e ideológicas del conjunto religioso de La Cruz de Tepic, utilizando para ello los tres estadios del método progresivo-regresivo propuesto por Henri Lefebvre. De esta manera, se advertirán por lo menos seis etapas constructivas y, posteriormente, a partir de dicha reconstrucción arquitectónica, se revelarán las distintas integraciones espaciales que se han tenido a lo largo del tiempo dentro de este complejo religioso.

Palabras clave: arquitectura colonial; edificios religiosos; estilos arquitectónicos; misiones franciscanas; patrimonio arquitectónico

ABSTRACT

The temple of La Cruz in Tepic, and later the convent of the same name, has transformed its spatial configuration over more than four centuries. With the miraculous apparition of the Santa Cruz de Zacate, discovered at the beginning of the 17th century on the village road that connected this city with the Franciscan convent of Xalisco, one of the most important devotions in western colonial Mexico was consolidated. This brought about the constant architectural reconstruction of a religious center that renewed its construction technologies and stylistic currents, reflecting the ways of thinking of specific historical periods. This article, from a hermeneutic standpoint, aims to visualize these different constructive, stylistic and ideological stages of the religious complex of La Cruz de Tepic, using the three stages of Henri Lefebvre's progressive-regressive method. Thus, at least six constructive stages will be identified and, subsequently, through this architectural reconstruction, the various spatial integrations that have taken place over time within this religious complex will be revealed.

Keywords: colonial architecture; religious buildings; architectural styles; Franciscan missions; architectural heritage

Es la ciudad revestida de la pátina tenaz de las edades ya transcurridas.

(Marcel Pöete, 2015, p. 236)

INTRODUCCIÓN

Transcurridos más de cuatro siglos del hallazgo de un montículo de zacate en forma de cruz en la otrora ciudad virreinal de Tepic, se establecería una de las advocaciones más importantes del occidente de la Nueva Galicia y, a la postre, del territorio novohispano. Ello suscitaría, además de la edificación de una ermita para alojar dicha Cruz en el siglo XVII, una serie de relatos y mitos que ayudarían a integrar a este centro de devoción religiosa, como si de un texto novelesco se tratara1, a una red articulada con otros santuarios católicos de la región (García, 2011, pp. 171-173). Si bien desde su origen surgió una vasta literatura que buscaba describir, analizar, interpretar, simbolizar y significar la presencia de esta Cruz en el ámbito de lo religioso, no será hasta el siglo XX cuando se ponga en evidencia tal empresa a partir de sendas compilaciones al respecto2.

Asimismo, y debido a que este centro religioso se constituiría como una referencia geográfica, simbólica e identitaria de su ciudad metrópoli, provocaría simultáneamente la creación de una serie de imágenes en diversos formatos y de diferentes épocas. Esta gran producción de textos e imágenes contribuirían a afirmar en la memoria colectiva el fenómeno religioso y urbano de La Santa Cruz de Zacate de Tepic y, también, permitirían determinar cuáles han sido los cambios que, a través del tiempo, han consolidado al templo de La Santa Cruz no solo como el inmueble que contiene los elementos arquitectónicos más antiguos que se conservan en Tepic, sino también como el de mayor diversidad de corrientes estilísticas en una sola fábrica. Lo anterior, constituye el templo en un imprescindible objeto didáctico, si de distinguir etapas constructivas -y el contexto que lo posibilita-, se trata.

Lejos de concebir un ejemplo más de estratigrafía arqueológica en un conjunto edilicio, sino con la intención de comprender la permanencia de esta heterogeneidad estilística, el presente trabajo tiene como objetivo identificar e interpretar tal materialización del templo y convento de La Cruz de Tepic. Por lo que, desde una postura hermenéutica, se plantea la utilización del método progresivo-regresivo propuesto originariamente por Henri Lefebvre, empleando para ello un conjunto de fuentes de información, especialmente de la historiografía del "milagroso hallazgo", organizadas a partir de una línea del tiempo que permita advertir, en una primera aproximación, las distintas etapas estilísticas del conjunto religioso como hecho histórico de un tiempo y un espacio específicos.

El texto se presenta en cuatro partes. En la primera parte, se explicará cómo interviene la historiografía en el método propuesto y, posteriormente, luego de aplicar el método progresivo-regresivo para presentar lo encontrado a través de sus estadios, se examinará el objeto de estudio por medio de sus identificadas tres fases de estudio. En la segunda -que por naturaleza y objeto es la más extensa-, se describen los resultados, a través de la historiografía regional, sobre el desarrollo que ha tenido este conjunto (descriptiva-progresiva). Ya en la tercera parte, en las discusiones, se presentan gráficamente las diferentes etapas constructivas (analítica-regresiva), mostrando así, finalmente, una línea del tiempo de su evolución espacial (histórica-genética). En la última parte, y a manera de conclusión, se reconstruirá de forma sucinta esta transformación arquitectónica.

METODOLOGIA

Según Bloch (2000), la importancia de la historia se constituye a partir de dos circunstancias: una en la que el presente se comprende por el pasado, y la otra en la que el pasado se comprende por el presente (pp. 45-51). Como hecho, sin embargo, la historia se construirá a partir de una serie causal de acontecimientos entendidos como una flecha del tiempo (Wagensberg, 2003, pp. 29-41); o sea, de manera horizontal e irreversible, aunque, al ser un objeto social, siempre es preferible la interdependencia entre los dos tiempos -pasado y presente- como "premisa de inteligibilidad". Esta relación simbiótica, que se define como dialéctica, sería, empero, la razón por la que se imposibilita otorgarle objetividad a cualquier hecho histórico que se pretenda construir, debido a que este, a pesar de que metodológicamente se alinea su serie de acontecimientos en dicha flecha -o como presumiblemente se cree que están-, al ser un constructo social o colectivo (Halbwachs, 2004, pp. 53-88) se descubrirá en constante (re)construcción, ejercicio que, usualmente, se realiza desde diferentes momentos históricos, es decir, suele llegar a ser asincrónico.

Así que la investigación histórica, incluso de tiempos tan distantes, se remite a que existe la posibilidad de identificar y de comprobar los hechos pasados que se investigan. En lo primero, ningún fenómeno podrá explicarse en su totalidad fuera del estudio del momento o contexto histórico que lo posibilitó, y ello solo sería asequible a través de las fuentes de información creados para la transferencia de conocimientos y pensamientos entre generaciones. En lo segundo, al ser un ejercicio individual de procedencia hermenéutica -inclusive de doble y de triple interpretación- es importante considerar que es justamente la diversidad de fuentes de información de dicha historia lo que permitiría, ahora, una "premisa de confiabilidad".

Por lo anterior, una producción historiográfica del evento es tan sólida como sea posible localizarlo no solo en un tiempo y en un espacio, sino también en un imaginario tanto individual como colectivo. De hecho, el giro historiográfico de los acontecimientos pasados es el que se establece a partir de una nueva distinción entre la historicidad, el desplazamiento de la concepción ontológica del acontecimiento, el relato de la narrativa y la hermenéutica de los hechos como producción historiográfica (Morales, 2005, pp. 14-16). Entonces, sería por medio de esta concepción histórica que se podría crear una relación confiable de los acontecimientos siempre que haya un método que lo medie -precisamente- dialéctico temporal, como podría ofrecerlo el método progresivo-regresivo.

Sartre define que el método de Lefebvre integra a la sociología y a la historia en una misma perspectiva desde la dialéctica materialista3. Por lo que, dicha perspectiva se concreta a partir de "[...] su fase de descripción fenomenológica y su doble movimiento de regresión primero y de progreso después -con las modificaciones que puedan imponerle sus objetos- [...]" (Sartre, 1963, pp. 53-54); a partir de ello, es Sartre quien insinúa la idea (y nombre) de un método progresivo-regresivo, es decir, un método de ida y vuelta por distintas líneas temporales.

En tanto, Lefebvre aspiraba a que, dentro de un marco teórico compartido, se contrastaran una diversidad de métodos individuales o particulares capaces de precisar cuestiones de largo alcance histórico (Stanek & Schmid, 2012, p. 63). De marcado carácter inductivo, y a pesar de esta diversidad, este método lefebvriano se compone de tres fases: (a) descriptiva, (b) analítica-regresiva y (c) histórica-genética (Lefebvre, 1953, pp. 134-135)4. La primera, pone en relevancia a la observación como un estadio previo a la información de la experiencia sobre una teoría en general -describir el fenómeno-; la segunda, hace el esfuerzo por situar cada sustracción del evento u objeto exactamente en el tiempo y que, para nuestro estudio, se añade el espacio de tales acontecimientos -datar el fenómeno-, y la tercera, estudia las modificaciones de la estructura fechada y situada por su desenvolvimiento posterior, entendidas estas como un proceso de conjunto, buscando encontrar lo pasado y lo actual al mismo tiempo, pero de manera comprensible -explicar el fenómeno- (Zamora, 1963, p. 203).

El método progresivo-regresivo, entonces, no implica propiamente una valoración de la calidad de una producción historiográfica o de las fuentes de información de hechos pasados o presentes. Antes bien, se trata del enfrenta-miento de un conjunto de diálogos individuales tendientes a la comprensión de una línea, se insiste, de sucesos verificables y continuos. Desde ahí que se busca tener un flujo temporal y continuo que permita develar y entrever cómo ha sido que las ideologías del fenómeno, y las concepciones del mundo, fueron emergiendo gradualmente de acuerdo con el tiempo en el que dichas individualidades interpretan un acontecimiento pasado. Por lo anterior, no existe la comprensión de una sola causa del evento histórico; existen -eso sí, y como todo imaginario-, diferentes líneas que convergen hacia su producción historiográfica, debido a que pueden convivir diferentes interpretaciones del mismo fenómeno que, como se ha dicho, pueden emerger de manera asincrónica.

RESULTADOS

La Cruz de Zacate de Tepic comprende una trilogía de elementos arquitectónicos que se perciben como una unidad (Luna & Ramos, 2019, pp. 28-29). El conjunto está compuesto por un convento, un templo y una capilla abierta, que es donde se encuentra la Santa Cruz de Zacate, misma que se erige como el elemento cohesionador y dador de toponimia, además del significado de reverencia -que aún conserva- por la milagrosa manifestación5. Por otra parte, las diversas transformaciones espaciales que se han sucedido en la capilla, el templo y el convento, han sido definidas por los distintos auges constructivos en la ciudad.

El origen de este conjunto arquitectónico religioso fue a partir del "providencial hallazgo" de unos parterres naturales que formaban una cruz latina, encontrados en las cercanías del camino que conectaba a Xalisco y Tepic. La primera noticia que se tiene de esta construcción, particularmente de su templo, es la de Domingo de Arregui, presbítero del lugar, quien, en 1619, narra que contigua a La Santa Cruz de Zacate "[.] hízose allí una rramadilla zerca y púsose una cruz, y díxose allí missa, y así quedó hasta oy continuando la jente pía en aprovecharse de la piedra y yerba [.]" (Arregui, 1946, p. 84). Al parecer, dicha nave provisional estaba elaborada con una techumbre de palma sostenida por maderos, ubicada a los pies de esta cruz, que se tenía como altar descubierto porque, según lo menciona el fraile franciscano Nicolás Ornelas un siglo después, "[...] no consiente que le quiten, el influjo del cielo: si lo ponen, se cae [...]" (Ornelas & Valdivia, 1962, p. 151).

Para 1657, otro fraile franciscano, Antonio Tello, dice que "[.] el pueblo de Tepic le hizo un cercado de tapias para que el ganado no llegase a donde está, y todos los años, desde entonces, se le hace fiesta y acuden todos los vecinos del valle a ella" (Tello, 1945, p. 45) (figura 1). Poco después, en 1692, el jesuita Francisco de Florencia expone que Alonso Fernández de la Torre Guimarães construyó una pequeña ermita, anexa a la Santa Cruz de Zacate. Y es que:

Al pie de esta milagrosa Cruz está una Capilla pequeña, pero asseada, dedicada a la Santa Cruz: al lado del Presbyte de ella está esta maravilla cercada de calicanto, como capilla adjunta del altar de ella, aunque sin techo, porque ay experiencia, que hace el verdor de dicha Cruz sentimiento, marchitándose en no estando Cielo descubierto [...] Vése dicha Cruz desde el Presbyterio de la Capilla, porque allí tiene un arco que le sirve de puerta, y una reja que prohíbe la entrada, y no la vista. (Florencia, 1757, pp. 7-8)

En esa descripción se indica que: (a) existe un arco dividiendo lo interior y lo exterior mediante una reja (figura 2); (b) el templo está dispuesto de oriente a poniente con un altar a levante, y (c) la capilla abierta que estaba al lado del Evangelio y la Cruz no era el altar del presbiterio6. Se trataba, al parecer, de un templo plateresco de una sola nave, con muro testero como resguardo del presbiterio, a excepción de la capilla abierta donde se encontraba La Santa Cruz de Zacate.

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 1 La Santa Cruz de Zacate de Tepic contenida en una tapia de calicanto 

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 2 Arco que separa a la nave del templo de la capilla abierta de La Cruz 

Por otra parte, el arco que divide la capilla y la nave es de medio punto labrado en piedra de cantera de tonos piñón. Su corriente estilística corresponde a un incipiente barroco, aunque también tiene rasgos de manufactura indígena. Lo componen dos pilastras molduradas, un cordón franciscano que recorre las dovelas del arco, y una clave con figuras antropomorfas y fitomorfas. Así también se afirma que el rostro que se advierte en el anverso, sosteniendo el intradós de la clave de este mismo arco, es el dios Piltzintli, antigua deidad indígena a la que le dedicaban las cosechas los nativos del lugar (García, 2011, p. 170). En tanto, en el reverso, existe una flor de cuatro pétalos, similar a la que se encuentra en el anverso, rodeada y entrelazada por un cordón franciscano.

Hay también noticias de los franciscanos, quienes habitaron en el lugar. En un documento eclesiástico, signado en 1744, los frailes, y debido a su asistencia habitual al convento de San Juan Bautista de Xalisco desde el templo de La Santa Cruz, dan noticia de la pugna que estos frailes tenían con el Obispado de Guadalajara para tratar de residir en Tepic. Y es que desde la visita hecha por el Obispo de Guadalajara en el mismo año se quejaban de que:

[...] no tienen más que una celda con tras celda, y otras dos pequeñas, y éstas a la calle, sin muro alguno que haya clausura [...] Y la poca material fábrica toda desplomada, sus techos cayéndose, sus paredes abiertas y amenazando tal ruina, sin que guardián alguno de los que han vivido y viven en dicho Tepic, pongan algún reparo en ella [...]. (López, 1981, p. 25)

La extensión geográfica sobre la cual este templo administraría los sacramentos a sus feligreses comprendería el caserío del pueblo de Tepic. Además, una extensión conformada al norte y oriente por el río de Tepic, al oriente la hacienda de La Cofradía, al sur hasta un cuarto de legua distante del templo, y al norte hasta el ingenio de Guimarães y aquellas tierras donde terminaba la doctrina (López, 1981, p. 27).

Será hasta 1777, a partir de la gestión de fray Antonio Alcalde años atrás, cuando empieza a verse la conveniencia de establecer un convento franciscano para la provisión de las misiones de Las Californias y de la provincia del Nayarit (López, 1981, pp. 28-29). Poco después, a partir de la Cédula Real emitida en 1784, se decreta la fundación del hospicio de La Santa Cruz de Tepic, parte de la Provincia de Santiago de Xalisco, con la intención de que desde ahí los religiosos auxiliaran a los sacerdotes de esta parroquia (López, 1981, pp. 29-31).

Paralelamente, entre 1777 y 1780, con el mecenazgo de los hermanos Acevedo, José, Agustín y Bernardo, comerciantes y hacendados de la región, se amplió el templo (Velázquez, 1908, p. 98). Se trataba del primer templo con forma de cruz latina, cubierto con techumbres de terrado, que había en los alrededores de la ciudad de Tepic. Sin embargo, es distinguible en la cartografía realizada por Gonzalo López de Haro, a finales del siglo XVIII (López, 2000a, p. 29), un templo de una sola nave cubierta a dos aguas con una torre emergiendo al centro de ella. El templo quedaría contiguo al claustro por el costado sur y poniente, colindancias que le fueron reforzadas con contrafuertes. Los espacios residuales entre los dos inmuebles se agregaron al templo -actualmente la sacristía, la capilla de la Virgen de Talpa y los aposentos del sacerdote- y se alinearon al corredor norte del mismo claustro.

De esta intervención pueden ser visibles tres enmarcamientos diseñados en un singular manierismo. Uno de ellos es la portada lateral, utilizada a la idea de una puerta porciúncula dispuesta al norte, está ornamentada con pilastras, jambas, enjutas y entablamento (figura 3)7. Del mismo modo, la portada trasera que da acceso a la sacristía desde el corredor norte del claustro del convento, de menor factura ornamental que la anterior, tiene en el reverso un capialzado con triple cortinaje. Por último, en el interior del templo, se aprecia una portada para ingresar desde el presbiterio a la sacristía, la cual tiene un remate mixtilíneo de perfiles simples, con un capialzado de dos líneas en el reverso (figura 4).

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 3 Portada lateral del templo 

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 4 Portada de acceso a la sacristía desde el presbiterio del templo 

Antes de que estallara la guerra de Independencia de la Nueva España, se sustituiría el remate de la torre campanario y el enmarca-miento del acceso principal, debido a que:

[...] con motivo del Jubileo de Porciúncula, entre dos y cuarto y dos y media de la tarde cayó un rayo, que derribó gran parte de la coronilla de la torre, entró en la Iglesia, tiró a la mayor parte de la gente que había en ella, particularmente de la puerta del costado para la puerta principal, que hizo pedazos [...]. (Gazeta de México, 30 de agosto de 1800, p. 177)

Por ello, desde la primera mitad del siglo XIX el templo ya tendría una torre campanario y una portada principal de estilo neoclásico, aunque su remate campaniforme mantiene un lenguaje barroco, totalmente diferente a la portada lateral de estilo manierista. A raíz de esto, el coro, que estaba arriba del antiguo portón, tuvo que demolerse para integrarse un vano en arco de medio punto en el acceso principal, para después adaptarse al nivel de este espacio a partir del arranque de la bóveda, razón por la cual hay un vano que llega a un entrepiso inexistente desde la escalera de la torre.

Incluso la ocupación del espacio conventual no fue exclusiva de los religiosos franciscanos. En 1836, después de que los hermanos Acevedo fundaron un hospicio, anexo al presbiterio del templo, para niños pobres de la ciudad y niños indígenas de la sierra para enseñarlos a leer y escribir, el rector Nicolás Humada informaba que había más de veinte estudiantes de lectura, nueve de escritura y cinco de aritmética con escritura (López, 1981, p. 21).

Para 1845, el templo ya advierte su diversidad compositiva. A partir de un grabado que acompaña los escritos de Vicente Calvo, se observa que la portada principal es neoclásica, que su torre campanario está constituida por dos cuerpos con un remate campaniforme, y que hay una cúpula semiesférica sostenida por un tambor; además de que en el mismo paramento poniente se indican los accesos principales del templo y el convento (Calvo, 1845, p. 369). Poco después, a mediados de ese siglo, estando fray Pablo López como guardián, se remodelaron los altares8 en un estilo neoclásico (figura 5); y se reemplazaron las techumbres de vigas de madera por una bóveda de cañón corrido en sección ojival (figura 6), la cual incluye una serie de lucernarios con arco gótico (Velázquez, 1908, pp. 98-101), todo ello a la usanza de los templos neogóticos del occidente de México (Checa, 2012). De la misma manera, hasta el porfiriato se confirma que existió la renovación de techumbres, donde lo "[...] hizo de bóveda el R. P. Pablo María López [...]" (VV. AA., 1885, p. 21).

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 5 Altar principal dedicado a Cristo Nazareno 

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 6 Las techumbres de la nave del templo 

La orden franciscana abandonaría paulatinamente el convento, alrededor de 1860, como consecuencia de las Leyes de Reforma (López, 1981, p. 41). A raíz de ello, y dadas las condiciones de higiene que proveía el inmueble al estar en un ambiente despoblado, se establecería un sanatorio. Fue así como se planteó utilizarlo como un hospital militar, principalmente para albergar la sección sanitaria que atendía las campañas militares del general Manuel González contra el resto de las gavillas lozadistas. Así, y luego de cinco meses de reparaciones, en 1878 se fundaría el Hospital Militar de Tepic en lo que fuera el convento franciscano de La Cruz de Tepic, cuya atención estaría a cargo de un médico cirujano, un administrador, un cabo y cuatro ambulantes (El Eco de Tepic, 15 de diciembre de 1910, p. 27). Posiblemente, esta serie de adaptaciones espaciales, siempre sujetas al originario número de habitaciones y a la organización central del claustro, se harían a partir de la demolición de muros divisorios, evitando debilitar la estructura principal del inmueble (Ramos, 2014, p. 70).

El servicio comunitario de este nosocomio era muy socorrido por la sociedad tepiqueña. En 1908, había espacios para la guardia y el oficial a cargo, sala de medicina, anfiteatro anatómico, comisaría, salas mixtas para sargentos y oficiales, una cocina que ocupaba dos habitaciones, excusados para oficiales y tropa, varios patios con corredores y un jardín (Velázquez, 1908, p. 101). Dos años después, se menciona que este espacio incluiría una sala de operaciones, cuatro salas para enfermos con cien camas, baño de agua tibia y de ducha fría, botica, cuatro llaves de agua, estufa para calentar la comida y el agua del baño, ambulancia, dirección con biblioteca y aparatos médicos, y en planta alta las oficinas administrativas (El Eco de Tepic, 15 de diciembre de 1910, p. 27).

En 1908, Enrique Barrios, un viajero nacional, narraría la arquitectura de este templo así:

La puerta del costado del templo, la que ve al atrio y a las avenidas [...]. Es la nave de medianas proporciones, y forman su sencilla crucería, aparte de dos de los cruceros, cinco bóvedas ojivales que descansan en arcos empuntados. Penetra en ella la luz del sol a través de vidrios rojos, amarillos, blancos y azules, por góticas ventanas abiertas en el esviaje de las bóvedas, y una en el coro. El templo es cruciforme, y tiene cinco altares: uno en el presbiterio, bajo del ábside, donde se venera a la Purísima Concepción [...] del lado del evangelio; y los demás en los cruceros, dos dedicados también a Nuestra Señora, en sus advocaciones del Refugio y del Tránsito. (Barrios de los Ríos, 1908, p. 120)

Recién iniciado el conflicto armado de la Revolución mexicana, algunas fotografías permiten descubrir cómo eran el templo y el convento de La Cruz (López, 2000b, p. 46). En ellas se distinguen varios elementos arquitectónicos en el exterior del conjunto religioso, como: (a) un pequeño atrio que unifica al templo y al convento, el cual conserva una frondosa vegetación de arbustos y árboles, está cercado por una barda de poca altura que remata con maderos dispuestos en diagonal anclados en pilastras; (b) la casa cural, localizada en la colindancia norte de la capilla abierta de la cruz, está resguardada por el atrio que conduce al acceso lateral del templo; (c) la carpintería de los lucernarios en la techumbres exhiben líneas neogóticas; (d) la base de la torre campanario y el paramento norte del convento mantienen adarajas en sus esquinas, contrastando extraordinariamente con los sillares aparentes de las fábricas de sus muros; (e) el paramento norte y oriente del convento tienen dos niveles; (f) el área de lavaderos techado a dos aguas, y (g) la estructura de un tanque elevado de agua.

Asimismo, otras fotografías revelan gran parte de lo que existía en el interior del convento cuando formaba todavía parte de la milicia, al final de su ocupación (López, 2000b, p. 55). Entre otros elementos: (a) el claustro principal tenía una arquería moldurada, soportada por pilares cuadrados con un diminuto ochavo en sus aristas; (b) el jardín se componía de ocho prados delimitados por ladrillos de barro dispuestos a cartabón, con una fuente central polilobulada en piedra de cantera; (c) existía una antena de radio que estaba montada en las azoteas sobre la sala de operaciones, posiblemente colocada a finales de la segunda década del siglo y; (d) el segundo claustro poseía una simplicidad tal que era propia de un área de servicio.

A partir de 1927, luego de la descrita utilización por varios años como hospital militar, el inmueble pasó a ser propiedad del Gobierno estatal, iniciando así un continuo proceso de destrucción que, a la postre, llevaría al convento a un estado ruinoso:

Este Hospital Militar funcionó por más de treinta años, y después de estar en el Convento de La Cruz fue cambiado a una casa muy grande y vieja que había ocupado el Seminario, o sea la actual ubicación del edificio de la escuela [primaria] Miguel Alemán. Habiendo sido reducido después [en 1935] a una sala que se acondicionó en el antiguo Hospital Civil para instalarse definitivamente una enfermería militar en las actuales construcciones de la "Ciudad Militar" [en 1955]. (Gutiérrez, 1968, p. 17).

Es así como, de 1946 a 1980, el espacio conventual tendría heterogéneos usos. Entre otros, almacén de alimentos, forrajes, enseres, utensilios, mobiliario y vehículos del Gobierno estatal; y, al mismo tiempo, en los espacios del costado oriente, se albergaría una escuela primaria, la Cuauhtémoc (López, 2000b, p. 56). Si bien no se realizó ninguna variación radical en el claustro, la falta de mantenimiento condujo a un deterioro que se manifestó con el desplome de la mayor parte de sus techumbres.

Mientras tanto, a las afueras del templo, desde 1954, se hallaba construida la casa cural sobre lo que era el atrio del templo. La cual, diseñada bajo los cánones del Movimiento Moderno, precisó para su construcción demoler la antigua estancia del presbítero encargado del templo.

En 1962, el presbítero Jesús Esparza se hizo responsable del templo. A su cargo, tres años después, a las oficinas parroquiales y al despacho del sacerdote se agregó un entrepiso más, se adaptó una escalera para comunicar el coro y la azotea con la notaría parroquial, el púlpito que tenía acceso por el convento se cambió al lado de la epístola, y se retiraron los aplanados en los arcos torales del transepto y en los accesos de la sacristía y el púlpito (Ramos, 2014, p. 73). Fortuitamente, a raíz de ello se descubriría el arco atrial del siglo XVII de la capilla abierta donde se encuentra la Santa Cruz de Zacate. Al retirar los exvotos que se encontraban en el muro formero colindante a la ermita, además de la reja que dividía el interior con el exterior, permitiría visibilizar la junta constructiva de la tapia que ocultaba dicho arco. También, a partir de la liberación de aplanados de este muro, se advirtieron distintos diseños de pintura mural.

En 1979, siete años después de que el templo pasó a ser parroquia, luego de ser vicaría fija desde 1891 (Luna, 2008, pp. 128, 138), se iniciarían las gestiones de la que fuera la primera restauración del convento de La Cruz. Visiblemente derruido, su promoción fue realizada por Raúl Romero, con el propósito de que se habilitaran estos espacios para albergar las nuevas oficinas de dicha dependencia estatal (López, 2000b, p. 7). Un año después, siguiendo un proyecto auspiciado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, que tenía como criterio salvaguardar su distribución espacial, así como sus materiales y sistemas constructivos, el ingeniero Juan Francisco Ibarra iniciaría a su cargo los trabajos de intervención del inmueble, en donde:

Las paredes de adobe que estaban desplomadas, se recubrieron con ladrillo, se reforzaron con dalas y castillos de concreto, aplicándose un enjarre de mezcla lo más rústico posible [...]. Se rehicieron [...] arcos de medio punto con columnas toscanas, utilizando para ello ladrillo y molduras de cantera [...] Los muros muy destruidos fue necesario emplastecerlos y ligarlos [...]. Los techos [...] se hicieron de lozas de concreto sobre vigas del mismo material [...]. En el centro del patio se encontró restos de una bella fuente alveolada, [...] se reconstruyó en su trazo original y se instaló un surtidor en el centro. Todos los pisos son de piezas de barro [...] aunque también se utilizó el ladrillo [...]. (López, 1981, pp. 43-44)

No obstante, dicha restauración fue propiamente una remodelación. Como lo afirma el autor, aunque se buscó tener en sus partes "[.] el mismo estilo de las originales [.], de algunos edificios coloniales de construcciones franciscanas del siglo XVIII [.], de algún convento de Querétaro [...]" (López, 1981, pp. 43-44); la intervención modificó, en su mayoría, la forma de los ornamentos del claustro y los alzados del convento (figura 7). Así que, al basarse más en el imaginario del proyectista que en los datos históricos, se produjo una apócrifa corriente estilística.

De la misma manera, al concluir esta obra, se continuó la remodelación del templo con la pretensión -ahora- de obtener una "unidad artística" en el conjunto religioso. Como resultado de esta acción, se alteró la portada principal9 al utilizar losetas de barro para recubrir el extradós de las bóvedas de la nave y al adaptar nuevos espacios en la colindancia sur del atrio con la intención de brindar clases de catecismo. La citada demolición de la casa cural también permitió liberar el paso al acceso principal del templo, al mismo tiempo que se extendía sustancialmente el atrio. Después de todo ello, en 1981 se inauguraron tales trabajos de "restauración" por el gobernador del Estado de ese entonces (López, 1981, contraportada) (figura 8).

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 7 Paramento norte del claustro principal en el convento de La Cruz 

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 8 Acceso principal al convento de La Cruz 

DISCUSIÓN

Luego de poco más de cuatro siglos de narración, es posible establecer las distintas etapas constructivas que se tienen en este conjunto religioso. A través de la larga duración, y de manera regresiva, se han determinado por lo menos seis etapas constructivas en el desarrollo edificatorio de este triduo compuesto por la capilla abierta, el templo y el convento de La Cruz de Tepic. Aquí se establecen, en una serie de plantas arquitectónicas actuales, por medio de la ocultación de espacios de etapas recientes, las construcciones más antiguas de este conjunto. Además, para auxiliar su lectura, se ha establecido un código de colores, en el que los espacios más antiguos tienen los tonos más oscuros.

De esta manera, y hasta finales del siglo XX, el conjunto religioso estaría definido por la integración arquitectónica de dos de sus inmuebles en su contexto urbano. Y es que, a partir de que el convento franciscano se convirtiera en hospital militar en el mil ochocientos, este conjunto religioso se entendería de manera fragmentada, por edificaciones independientes, aunque estuvieran en franca colindancia entre ellos. Así que templo y convento no se verían como una unidad, debido a la utilización de sus espacios hasta que, al realizarse su restauración, la última etapa constructiva, la más reciente realizada en el conjunto religioso, se interviniera con una pretendida igualdad estilística arquitectónica dentro y fuera del conjunto religioso.

Y aunque finalmente el proceso de intervención produciría un falso histórico, el paso del tiempo promovió que este enclave de encuentro de la ciudad se posicionara en la memoria colectiva y en el imaginario tepiqueño como un signo de autenticidad y como un referente simbólico de su historia. Por otra parte, para que este conjunto lograra tener un atrio al norte del complejo se demolería la antigua casa cural, el antiguo cercado del templo y el área de lavaderos, elementos de una etapa constructiva anterior que comprendería los últimos años del porfiriato -a principios del siglo XX- hasta la reconstrucción antes citada (figura 9).

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 9 El conjunto religioso en 1981 y 1910, después y antes de la remodelación 

No obstante, durante el siglo XIX se había transformado estilísticamente la arquitectura de este conjunto religioso. Esta etapa constructiva iniciaría por una contingencia natural que redefinió la torre campanario y la portada principal, adoptando por primera vez la estilística del neoclásico en el templo que, cinco décadas más tarde, se prolongaría a los altares principal y laterales, completando así la pretendida "unidad artística". Simultáneamente, la incorporación del neogótico a partir de una bóveda de cañón corrido, le otorgaría a la nave del templo una cualidad de heterogeneidad estilística -que hasta ahora conserva-, pero sobre todo esa característica de monumen-talidad debido a su verticalidad y articulación paisajística con la periferia sur de la ciudad.

Por otra parte, los cambios sociales, económicos y, sobre todo, políticos de la novel nación de mediados del siglo, hacen, por un lado, admitir nuevos estilos historicistas y, por otro, cambiar el uso del recinto religioso a uno hospitalario. Así que, en esta etapa constructiva, mientras el templo transformó su estilística y conservó su función, contrariamente el convento transformó su función, pero conservó su estilística.

Una de las etapas constructivas más importantes de este conjunto religioso se daría a finales del siglo XVIII. Esta se definiría por la fundación y la materialización del hospicio de franciscanos, que extendió espacialmente hacia el sur todo este complejo arquitectónico. Así, el claustro del convento se adaptaría a la disposición de la nave del templo, ya que el corredor norte colinda justamente con el muro formero sur del transepto.

Anteriormente, se había realizado la ampliación de la nave en forma de cruz latina, así como la fundación de un hospicio para pobres e indígenas de la sierra en el costado oriente del nuevo templo, el antecedente del convento de franciscanos. Asimismo, se incluiría en el templo la portada lateral y el acceso a la sacristía, ambos, de los pocos elementos arquitectónicos con líneas manieristas que transitan al barroco, en sus diferentes expresiones (figura 10).

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 10 El conjunto religioso en 1784 y 1777, después y antes del convento 

Para el siglo XVII, debido al aumento significativo de devotos y peregrinos a La Santa Cruz de Zacate, el templo se vería transformado a partir de su constante ensanche. En esta etapa constructiva se hizo un cercado con tapias de calicanto, donde se dispondría la capilla abierta de la cruz para que desde el interior se siguieran viendo estos parterres de zacate en forma de cruz, como ha sido hasta la fecha, a través de un arco con reminiscencias de indocristiano.

Antes, la alineación de la nave de este a oeste buscaba tener un altar hacia el este, ya que previamente se encontraba dispuesto al norte. Toda esta fábrica se hizo en un estilo plateresco con algunas formas que asomaban, como se ha dicho, un incipiente barroco. Así que la primera etapa constructiva, la originaria, se haría después del milagroso hallazgo a inicios del siglo XVII, en el que el levantamiento de una ramada perecedera, como resguardo de los primeros feligreses, sería el germen de este conjunto religioso (figura 11).

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 11 El conjunto religioso en 1692 y 1619, después y antes de la capilla 

La delimitación de estas etapas constructivas del conjunto religioso es distinguible a través de una línea del tiempo. Para efectos de interpretación, y de forma reversible, como se ha dado lectura anteriormente, se advierte el principio, la articulación y la desarticulación del templo y del convento de La Cruz. En cada una de estas fases se integraba una nueva corriente estilística en el inmueble, por lo que templo y convento se manufacturaron con un estilo arquitectónico y, posteriormente, cada vez que se hacía una intervención o una integración de espacios, se remodelaba de nuevo todo el conjunto bajo los cánones estilísticos de cada época (figura 12).

Fuente: elaboración propia (2024).

Figura 12 Línea del tiempo regresiva de las etapas constructivas del conjunto religioso 

CONCLUSIONS

Un punto inicial tiene que ver con la toponimia del conjunto: permanece inalterada. Ni la modificación del uso de sus espacios -como lo fue el convento- ni de sus sucesivas e intensas intervenciones o modificaciones -como lo fue en la capilla abierta y el templo- han impedido que se reconozca lingüísticamente por la sociedad tepiqueña y asiduos devotos, con el mote de "La Cruz"; lo que demuestra la fuerza de la memoria; aunque, y por lo mismo, paulatinamente haya ido desapareciendo, quizá por economía del lenguaje, el complemento "de Zacate", situación que refuerza revelarlo como un inmejorable objeto didáctico para todo estudioso de la arquitectura, la ciudad, su sociedad y su historia.

De la misma manera, el representar gráficamente cada una de estas etapas constructivas del conjunto religioso permitió: 1) valorar la magnitud de cada una de las ampliaciones; 2) aseverar que el epicentro constructivo de este conjunto religioso sigue siendo, sin lugar a dudas, la capilla abierta donde se encuentra la cruz de zacate; 3) evidenciar la transición formal que tuvo la alineación del templo de norte a sur con una sola nave y de oriente a poniente en forma de cruz latina, asumiendo como guía la ubicación de la capilla abierta; 4) comprender el vínculo entre templo y convento, marcadamente en la colindancia sur del templo, donde se agregaron una serie de habitaciones que ayudarían a delimitar los inmuebles en una sola línea y; 5) localizar, respecto a la capilla, templo y convento, aquellos elementos arquitectónicos que no se han conservado hasta el presente.

Asimismo, debe resaltarse que cada una de estas etapas constructivas albergó una estilística en particular. Este complejo arquitectónico contiene, en parte por la fortuita permanencia y en parte por la anticipada conservación de algunos de sus elementos ornamentales y estructurales: un indocristiano del siglo XVII, un manierismo y un barroco del siglo XVIII, un neoclásico y un neogótico del siglo XIX y, finalmente, un imaginario plateresco conventual del siglo XVI construido en el siglo XX; todos ellos conviviendo en una única armonía solo entendida por la fuerza del tiempo. Estilos, sistemas constructivos, actividades espaciales y todo tipo de adaptación, como un palimpsesto, proyecta a sus creadores, a las ideologías y las formas de pensamiento. Es, nunca mejor dicho, un reflejo dialógico de sus tiempos.

Un último punto que es menester destacar tiene que ver con la pertinencia del método empleado. Su utilización se centra en la etapa regresiva; es decir, en el ejercicio de análisis o de restar espacios al inmueble, evitando sobremanera la acumulación de hipótesis incomprobables cuando se hace el ejercicio de forma tradicional, o sea de síntesis, cuando se suman espacios partiendo del origen de la edificación. Como se ha visto, su empleo ha sido adecuado para explicar y comprender las etapas estilísticas y constructivas de la capilla, templo y convento de La Cruz, inclusive para su interpretación gráfica tanto bidimensional como tridimensionalmente; empero -se reitera-, una de las premisas para utilizarlo debe ser la disposición de una cantidad de textos e imágenes de diferentes tiempos, suficientes para reconstruir su evolución arquitectónica, y en el conjunto religioso de La Cruz de Zacate de Tepic, del mismo modo que sus influencias estilísticas, de eso abunda.

CONTRIBUCIONES Y AGRADECIMIENTOS

Los autores confirman que, además de concebir, investigar y redactar el presente artículo, ambos han contribuido críticamente de forma sustancial en la discusión teórico-metodológica, al igual que en la obtención, análisis e interpretación de las distintas fuentes de información histórica del objeto de estudio.

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1Los pilares de la tierra, de Follet (2010) o Baudolino, de Eco (2006) relatan el surgimiento de enclaves "providencialmente milagrosos" sobre una geografía común. La cruz milagrosa "aparece" entre Tepic, originaria capital de la Nueva Galicia, y Xalisco, lugar de fundación del primer convento franciscano neogallego.

2Aquí se incluyen, solo como ejemplos, los de Cortés (1940), Noriega (1972) y López (1981, 2000a y 2000b), así como de la más reciente de Luna y Ramos (2019).

3El método se asocia también a asuntos epistémicos, señaladamente a los métodos generales de pensamiento. Así se tiene a lo regresivo, o de retroceso, vinculado al análisis, mientras lo progresivo, o de adelanto, a la síntesis (Dacal, 2003, p. 21).

4Lefebvre propone este método para analizar y comprender las estructuras sociales o las sociedades campesinas a lo largo del tiempo: la historia (su historia), define y explica su presente. Trasladar este método a objetos urbano-arquitectónicos, siendo un producto que manifiesta los valores de una sociedad y una temporalidad (o temporalidades) específicas, es nuestra propuesta.

5Por ejemplo, Vicente Calvo en 1832 y Joaquín Herrera en 1889 describieron la loma de La Cruz como parte de un conjunto inseparable, el cual incluye la calzada de La Cruz (Flores & Ramos, 2018, pp. 302-306).

6 Cortés (1940, p. 17) describe que "[...] esta capilla debió estar de norte a sur y no de poniente a oriente [...]", discrepando de lo que dice Florencia: La Cruz se miraba de lado desde el presbiterio, no detrás de él.

7Dicha portada se asemeja al barroco tablerado descrito por González (2006, pp. 119-121, 134), donde el fuste de sus pilastras es un tablero, o tableros superpuestos, grabados en bajo y alto relieve, que utilizan a su vez guardamalletas y trazos mixtilíneos.

8Actualmente, el mayor está dedicado a Cristo Nazareno y los laterales a Nuestra Señora del Refugio de Pecadores y a Nuestra Señora de Guadalupe.

9Aunque desde 1940 se observa, a partir de una fotografía, que el remate de la fachada principal no finalizaba con la cumbre de la bóveda de la nave, para 1981 ya se había incluido otro nivel (Cortés 1940, portada).

CÓMO CITAR Ramos-Delgado, R., & Flores-Rodríguez, C. E. (2024). (Re)construcción arquitectónica del conjunto religioso de La Cruz de Zacate de Tepic: encrucijada de influencias. Revista de Arquitectura (Bogotá), 26(2), 235-254. https://doi.org/10.14718/RevArq.2024.26.4030

Recibido: 14 de Mayo de 2021; Revisado: 19 de Enero de 2024; Aprobado: 18 de Mayo de 2024

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