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Ecos de Economía
Print version ISSN 1657-4206
ecos.econ. vol.16 no.35 Medellín July/Dec. 2012
ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN
Desarrollo económico de América Latina y las integraciones regionales del siglo XXI
Economic Development in Latin America and the regional integrations in the twentieth century
Rodolfo Iván González Molina*
* Profesor titular ''A'', de tiempo completo, en la Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Economía. Correo electrónico: rigmol@hotmail.com
Fecha de recepción: 10/10/2012 Fecha de aprobación: 25/11/2012
Resumen
Las integraciones económicas en América latina, aquí analizadas, son la expresión de la gobernanza en el contexto del neoliberalismo, son también el resultado de los ajustes de segunda generación, en términos de aperturas comerciales, venta de activos estatales, libre movilidad de capitales de corto plazo y las mismas integraciones europeas y asiáticas que precedieron a las regionales. ¿Son las integraciones la salida al desarrollo? ¿Las integraciones del norte toman el mismo rumbo que las gestadas en el sur del continente? ¿A quién debería beneficiar las integraciones? ¿Existe un vínculo entre el desarrollo y la demografía? Son preguntas que este artículo responde.
Palabras clave: Gobernanza, integración, arancel externo común, inmigrantes y remesas.
Abstract
This paper discusses some economic integrations in Latin America, which have become an expression of governance in the neoliberalist context. These integrations are also the results of second-generation adjustments in terms of trade openness, sale of state assets, free short-term capital mobility and Asian and European integrations that preceded the regional ones. In addition to this, this paper provides answers to the following questions: Are integrations aiming to achieve development? Would North- countries integrations take the same endangering course as in South America? Who should benefit from the integrations? Is there a link between development and demographics?
Key words: Governance, integration, common external tariff, and immigrant remittances.
1. Introducción
En este artículo queremos demostrar cómo las integraciones regionales del norte de América Latina en el siglo XXI son muy diferentes, en sus alcances y preocupaciones sociales, a las que se han desarrollado en el sur. Sin embargo, iniciamos haciendo énfasis en la fase recesiva del capitalismo actual. Para este propósito, en primer lugar, centramos la atención en la evolución del PIB de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón; en segundo lugar, comparamos dichos crecimientos con los de China, India y América Latina.
Las integraciones actuales de la región, en el contexto de un nuevo patrón de acumulación, expresan tanto la forma particular en la que se insertan los países latinoamericanos en el mercado mundial, como los nuevos centros de poder o hegemonías regionales. Estos aspectos los ubicamos en una exposición inicial para diferenciar las integraciones contemporáneas de las que se hicieron durante el llamado periodo de la industrialización por sustitución de importaciones (ISI).
Los mecanismos de regulación financiera surgidos después de la Segunda Guerra Mundial, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), hicieron clara su ineficiencia antes de que terminara el siglo XX. En la década de los ochenta se manifestó su impotencia ante el grave desequilibrio financiero provocado a los países en desarrollo por sus grandes deudas externas, y en los años noventa fueron el BM y el FMI los que recomendaron la inversión extranjera directa (IED) para recuperar el crecimiento a partir de la compra de los activos estatales, IED que también se dirigió a la rama de los servicios, particularmente al sector financiero, y el especulativo a las bolsas de valores; IED que, por lo tanto, es el factor explosivo de las crisis en el último decenio del siglo pasado, así como la causa de las ocurridas en el siglo XXI.
La ''globalización'' se manifestó en el subcontinente latinoamericano con los procesos de integración económicos: Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) —Nafta, por sus siglas en inglés— y los tratados de libre comercio (TLC) promovidos desde Estados Unidos frente a las integraciones del sur: el Mercado Común del Sur (Mercosur), la Comunidad Andina (CAN), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP), la Integración de Infraestructura Regional de Sur América (Iirsa), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Son integraciones latinoamericanas que forman parte del siglo XXI, es decir, que aunque se iniciaron en el contexto de la desaparición de la Unión Soviética en 1990, pertenecen a un mundo que evolucionó, en principio, de una organización unipolar, y que ahora tiende esencialmente a la multipolaridad.
La globalización regional depende de la lógica de este capital global y no de la iniciativa del Estado para impulsar esfuerzos de desarrollo locales: el capital global impulsa a los Estados a buscar asociación con otras naciones para mejorar su posición en el mercado mundial. En otros términos, los Estados no actúan por iniciativa propia, sino desde la conjunción de iniciativas empresariales (en algunos casos, nacionales; públicas, en otros, o simplemente por transnacionales). En estas integraciones el mercado desempeña un papel fundamental pero no puede actuar sin la intervención del Estado, en armonía con la nueva gobernanza global.
Para evaluar la globalización regional contrastamos las integraciones del norte con las del sur, con la finalidad de hacer explícito el costo y su impacto económico, político y social en los dos procesos. En el caso particular del TLCAN, por ejemplo, este ha significado que la economía mexicana se convirtió en una plataforma de exportaciones hacia Estados Unidos, con base en maquiladoras, es decir, de compras y ventas intrafirma, con falta de eslabonamientos industriales complementarios internos y el estancamiento de la formación bruta de capital (FBC).
En México se aumentó el comercio extrarregional y se disminuyó la participación del regional, y lo mismo ocurre actualmente en Centroamérica, mientras que el Mercosur, la CAN, el ALBA, el TCP y la Unasur tienen un mayor comercio intrarregional y, en el caso de Brasil, sus exportaciones todavía son de su planta productiva nacional.
No obstante que Brasil y Argentina tienen el 95% del producto interno bruto (PIB) del Mercosur y acaparan el 90% de la IED, el comercio de Uruguay y Paraguay es más del 50% con el gigante del sur (Brasil). Bolivia tiene más del 60% de sus exportaciones dirigidas al país carioca y el ALBA1; además, el país del altiplano ha desarrollado el comercio con Honduras, Nicaragua, Cuba y algunas islas del Caribe. Existe una mayor preocupación por el desarrollo que por la simple relación costo-beneficio de las transnacionales (la ''operación milagro'' atiende, por parte de médicos cubanos, cirugías oftalmológicas a los adultos mayores de escasos recursos, de los países miembros del ALBA; la alfabetización de indígenas bolivianos a cargo de profesores cubanos).
Las integraciones del sur, en contraste con las del norte, mediante la creación del Banco del Sur avanzan en una integración monetaria y de moneda única: el sucre (sistema único de compensaciones regionales), tratados migratorios (de libre movilidad de población), e instituciones supranacionales como el Fondo Andino de Reservas (actual Fondo Latinoamericano de Reservas, FLAR), la Cooperación Andina de Fomento (CAF) y el Tribunal Andino de Justicia (instituciones heredadas de la CAN, o el viejo Pacto Andino).
En términos generales, hay que hacer hincapié en que las integraciones siempre son entre desiguales y, por lo tanto, con economías no necesariamente complementarias. Por eso América Latina, lo mismo que muchos países en desarrollo, tienen que plantear primero una integración con el sur que permita, no solo compartir el mercado, las finanzas y la movilidad de la población, sino también la homogeneidad de muchas políticas económicas, como tasas de interés, tipos de cambio (tal vez hasta una moneda única), control de la inflación y gastos públicos en seguridad, educación y salud, o el reconocimiento a la antigüedad laboral en cualquier país miembro de la integración. Estos elementos básicos proyectarán la región tanto en mayores y más estructuradas integraciones, como en un bloque más fuerte que facilite negociar en mejores condiciones con los otros bloques comerciales, tales como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean, por sus siglas en inglés) o la Cooperación Económica del Asia Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) y la Unión Europea (UE).
A continuación ubicamos históricamente el término globalización y lo diferenciamos de cualquier otra manifestación de expansionismo colonial o de la configuración de un mercado mundial a finales del siglo XIX. Es decir, no confundimos el concepto de globalización con el desarrollo del capitalismo en la región. Acto seguido mostramos el panorama recesivo en el cual se desenvuelve la globalización neoliberal; posteriormente, centramos el análisis en nuestro objetivo fundamental: la presentación y comparación de las integraciones del norte y las del sur de América Latina; y por último, nos interesa mostrar el nuevo patrón de acumulación en América Latina basado en la IED (inversión extranjera directa que se presenta fundamentalmente en fusiones y adquisiciones, más que en nuevas inversiones) y en la configuración de un nuevo ejército industrial de reserva que se alimenta del crecimiento acelerado de la población y la emigración de latinoamericanos hacia el norte del continente.
2. No confundir los antecedentes de un mundo global con el desarrollo del capitalismo
No es la ''globalización'' la que se ha venido gestando desde la conquista del mundo americano2, sino el orden económico, social y político occidental del capitalismo el que ha venido experimentando su gestación, formación y desarrollo en la región: la ''globalización'' es una forma particular que asume el patrón de acumulación mundial a finales del siglo XX, muy distinta del patrón que se gesta después de la Segunda Guerra Mundial, en el contexto de la Guerra Fría, o de la fase del imperialismo clásico de finales del siglo XIX y antes de la Primera Guerra Mundial, fase en la cual la acumulación capitalista mundial pasa por la concentración y la centralización del capital, el monopolio, la formación del capital financiero y la sustitución de competencia interna por la internacional. Antes de esto (1870-1914) no existía una verdadera economía mundial.
La periodización del desarrollo del capitalismo en América Latina (González, 1988) se caracteriza por épocas regulares en las que se instalan y reproducen las relaciones sociales de producción, lo que implica un desarrollo desigual y combinado entre la industrialización europea del siglo XIX y la acumulación originaria en América Latina.
Para empezar, podemos dividir la colonización en dos etapas: una que va de 1492 a 1540, con la conquista, esclavitud y colonización del territorio latinoamericano; y otra que va de 1540 a 1630, época de la minería, de las congregaciones de indios, de la catequización, etc.; de 1630 a 1781, con el asentamiento colonial, el surgimiento de la hacienda, el mestizo, las plantaciones, el peón, el esclavo africano, el indio comunero, los obrajes, el peonaje por deudas, el repartimiento. Las crisis de dominación colonial y de esas relaciones sociales de producción fueron acompañadas por constantes levantamientos indígenas. Sigue el gran siglo de la llamada ''acumulación originaria en la región'', de 1810 a 1910, en el cual se gestan las batallas de independencia, se ''balcanizan'' los virreinatos y la lucha por la tierra signa todo el siglo XIX. No obstante, en ese contexto se forma el ''libre comercio'' para la región con el ''desarrollo hacia fuera''. Desde 1870 aparece el trabajo asalariado y los esfuerzos de industrialización temprana en la región, la monoexportación de productos primarios, o lo que hoy se llama la ''enfermedad holandesa''. El esfuerzo de industrialización se da en el período de 1910 a 1959 y, por lo tanto, la consolidación de un capitalismo manufacturero, con la primera industrialización por ISI. La época de entreguerras admite un fuerte nacionalismo que desemboca en la formación de Estados benefactores, con el desarrollo de la industria ligera (textiles, calzado, aceites, jabones, vidrio, papel, materiales de construcción, la siderúrgica del hierro, el ferrocarril, etc.). En la segunda ISI, de 1944 a 1973, las empresas propiedad del Estado y las multinacionales son protagonistas de las industrias química, petroquímica, comunicación, energéticos y combustibles, automovilismo, fertilizantes, tractores, etcétera3.
La dependencia del exterior y el tamaño del mercado interno limitaron los alcances de esta segunda etapa de la ISI entre 1973 y 1982. Los precios altos y la baja calidad de la industria nacional impidieron la competencia internacional y fomentaron el contrabando. Los tipos de cambio fijos aumentaron las importaciones y disminuyeron las exportaciones, agravando los déficits, tanto el público como el de la balanza comercial. La conformación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) encareció los costos energéticos y fomentó la inflación en muchos de los países que no eran autosuficientes. El ahorro externo fue el recurso, en la segunda mitad de los años setenta, que permitió resarcir los déficits internos, pero la fuga de capitales y el retiro de la IED echaron a perder la década de los ochenta4. El incremento de las tasas de interés a los créditos externos agravó los problemas de liquidez gubernamental y las moratorias regionales pusieron en entredicho el sistema financiero internacional.
Los ajustes recomendados por el FMI y el BM se siguieron al pie de la letra y constituyeron la entrada de políticas neoliberales que insertaron a América Latina en un mundo de ''globalización económica'' a partir de la disminución del gasto público, el control de la inflación, el aumento de las tasas de interés, la separación de los tipos de cambio de las decisiones del Estado para ser valuado en el mercado de capitales, la separación del banco central del Estado y la paulatina desregulación del comercio exterior, en lo que corresponde a los ajustes de primera generación, de un orden cada vez más global que exige liquidez del sector público y puntualidad en el pago de la deuda externa.
Los ajustes siguientes corresponden al Consenso de Washington5, de segunda generación, que consistieron en la venta de los activos estatales, la completa desregulación del comercio exterior y la libre movilidad de capitales de corto plazo. El regreso de la fuga de capitales y de la IED para comprar los activos estatales permitió el crecimiento de los años noventa (v. Figura 1). En el nuevo siglo el eje de la acumulación y, en consecuencia, el crecimiento económico, quedaron expuestos a la vulnerabilidad del comercio exterior, en particular al tipo de inclusión que proliferó en la última década del siglo pasado y en la del presente, a las integraciones con el norte tales como el Nafta, el PPP, el Plan Puebla Panamá (PPP, Plan Mérida o Iniciativa de Mesoamérica), los TLC con Centroamérica, el Comercio Libre de las Antillas (Cafta, por sus siglas en inglés), y las integraciones gestadas desde el sur del continente tales como el Mercosur, la CAN, el ALBA, el TCP, la Iirsa, la Unasur y la Celac.
3. El panorama recesivo de la globalización neoliberal
Desde finales del siglo pasado hasta la presente década, los crecimientos de la economía locomotora de la región han sido magros. La tasa de desempleo en la economía estadounidense rebasa el histórico 4% en el nuevo siglo: llegó a ser más del 6% en el 2003 y del 10% en el 2010.
El comportamiento de la economía de Estados Unidos revela un contexto recesivo6 en 1994-1995, en el 2001 y, la más reciente y grave, en el período 2008-09, con una leve recuperación en el 2010, pues volvió a caer en el 20117.
Si observamos en el comportamiento de la economía mundial a los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), con ingresos altos, y de América Latina y el Caribe así como de la zona euro, en los últimos cuarenta años del siglo pasado, vemos que en las dos últimas décadas todos redujeron su PIB, lo cual significó la década perdida para América latina, el profundo estancamiento de la economía de Japón y el surgimiento agresivo de las economías de China e India (v. Figura 2).
Este escenario es el que está construyendo un mundo global multipolar en el cual lo primero que se manifestó fue la profunda ineficiencia y el mal desempeño de los mecanismos de regulación, heredados de la posguerra, y la necesidad de otra arquitectura financiera mundial.
El comercio mundial, que viene creciendo en los últimos años (2003-2008) a una tasa del 8%, se reparte con porcentajes novedosos en los países en desarrollo de Asia (16,2%), China (20,4%) e India (24,6%), mientras que América Latina y el Caribe (7,5%), están por debajo de la media mundial; sólo Brasil está por arriba de la media, con (9%), y México por debajo, con (6,1%).
El comercio mundial polarizó la inserción del sector externo mexicano en la economía de Estados Unidos y profundizó el intercambio intrarregional en América del Sur. Los bloques comerciales de la Asean, la OPEP y la UE, así como la desaparición de la Unión Soviética en 1990, son los antecedentes tanto de una nueva configuración multipolar como de los referentes de las nuevas integraciones en América Latina.
4. Integración latinoamericana del siglo XXI
Las nuevas integraciones dependen de la lógica del capital global y no de la iniciativa del Estado para impulsar los esfuerzos de desarrollo locales; los territorios, la deslocalización productiva, los distritos industriales, los clústeres y las nuevas cadenas de valor enlazadas en red a nivel mundial8 son elementos novedosos que impulsan a los Estados a buscar asociarse para mejorar su posición en el mercado mundial. Los Estados no actúan por iniciativa propia, sino desde la conjunción de iniciativas empresariales, en algunos casos nacionales, en otras públicas, o transnacionales. Son integraciones en las que el mercado tiene un papel fundamental pero no puede actuar sin intervención estatal.
Al construir un esquema que nos permita contemplar la reciente estrategia de la IED en América Latina notamos que ya no son solo los recursos naturales o el bajo costo de la mano obra los principales atractivos de las inversiones foráneas en la región (v. Figura 3).
Los mercados para la producción manufacturera de la IED, los mercados de servicios y la ubicación estratégica para la exportación se convirtieron, después del Consenso de Washington, en factores determinantes para la preferencia de la IED. Cabe señalar que la IED prefiere la inversión en la producción de bienes de consumo más que en tecnología o bienes de capital, y en esta selección tiene que ver el tamaño del mercado y la concentración del ingreso. Otro criterio novedoso consiste en la fragmentación de la cadena de valor en maquilas próximas al gran mercado de Estados Unidos, lo que convirtió a la cuenca del Pacífico en una verdadera plataforma de exportación. En cuanto a las integraciones en el sur, que no son completamente diferentes de las del norte (pues son las corporaciones translatinas y la IED las que llevan a cabo los negocios en la región) por lo menos se plantean resolver algunas tareas sociales y la distribución de energéticos a bajos costos, entre otros asuntos.
4.1 El Mercosur
Creado en 1991 mediante el Tratado de Asunción, el Mercosur abrió la puerta a un sistema de comercio libre, la adopción de un arancel externo y políticas comerciales comunes, así como la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados partes: Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay.
Dadas las rupturas con respecto a los demás intentos de integración regional a principios de los años noventa (Desse & Dupuy, 2008), el Mercosur puede ser considerado como una doble ruptura con los proyectos precedentes:
- Con el modelo económico proteccionista centrado en el mercado nacional.
- Con el modelo político de la dictadura, promotor de desigualdades sociales.
El objetivo del Tratado de Asunción fue el de conducir a la integración regional, único medio de ampliar las dimensiones actuales de los mercados nacionales y condición fundamental para acelerar el proceso de desarrollo económico y de justicia social.
El proceso de integración regional representado por el Mercosur constituye también una ruptura con respecto a los demás proyectos u organismos más o menos en crisis, hasta esta época. Por su tamaño, el mercado común del Cono Sur es el más importante. A diferencia del Pacto Andino o del Mercado Común Centroamericano (MCCA), nació de la convergencia de intereses de dos países grandes: Brasil y Argentina, a los cuales se juntaron dos países pequeños: Uruguay y Paraguay. La fragilidad de los espacios comunitarios precedentes ha provenido en parte del número de países participantes y de sus asimétricos pesos económicos. En estas condiciones, la definición de una política económica común siempre es difícil o casi imposible.
Es su flexibilidad y pragmatismo lo que le permitirían al Mercosur sobrevivir a las crisis suscitadas por las asimetrías entre países (financieras, económicas, comerciales). Sin embargo, a finales de los años noventa y principios del nuevo siglo las crisis financieras en Brasil y Argentina, y sus repercusiones en Uruguay y Paraguay, van acentuar las tensiones internas.
Entre los objetivos fijados en diciembre el 2004 para la década siguiente, el del establecimiento de una política económica-comercial común parece entonces muy complicado. Los cuatro países del Cono Sur no pudieron establecer reglas comunes; no obstante, juntos supieron hacer frente común en las negociaciones con la Unión Europea y lo renovaron en la Ronda de Uruguay del Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT, por sus siglas en inglés) entre 1986 y 1994, luego de las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio (OMC).
A finales de la primera década del siglo XXI el Mercosur constituyó un bloque importante del comercio mundial. Y es de señalar la importancia bilateral de Argentina-Brasil, pues estos dos países suman el 95% del PIB subregional, lo cual los constituye en el motor fundamental de la integración del Mercosur; en cuanto a la IED en el Mercosur, Argentina y Brasil países acaparan más del 90%, y lo mismo ocurre con el intercambio comercial (v. Figura 4).
Por otra parte, el Mercosur no es una potencia comercial importante a escala mundial. Desse y Dupuy (2008) recalcan:
El valor de sus exportaciones e importaciones no pasa de los 175.000 millones de dólares en 2003. En cuarta posición de los grandes grupos regionales, este espacio no representa ni el 3% del valor de los intercambio de la Unión Europea, 6% de los del TLCAN y 21% del Asean o Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Desse & Dupuy, 2008, p. 99).
Y en el 2006 afirman:
Venezuela se convirtió en el quinto miembro, transformando así el Mercado Común del Cono Sur en un vasto espacio comunitario que corresponde a las 2/3 del territorio latinoamericano y que tiene el 80% del PIB. Este nuevo proyecto de integración parece centrarse más en objetivos políticos que en propuestas económicas. ¡Se trata de oponer al ultraliberalismo un neodesarrollo con contornos todavía imprecisos! (Desse & Dupuy, 2008, p. 55).
De manera que es importante señalar el crecimiento económico de los países que conforman el Mercosur, los cuales, aunque con tasas moderadas, no han dejado de crecer, mientras que la evolución del PIB de los países que forman parte de los tratados del norte no ha tenido el mismo comportamiento.
Desde el punto de vista político, para Lula da Silva, el entonces presidente de Brasil:
Se trataba de crear una fuerza política para que los países en desarrollo fueran escuchados en las organizaciones internacionales que rigen lo económico, lo político y el comercio mundial. De esta manera, durante la Conferencia de la OMC de Cancún en 2003, Brasil toma la dirección del G20 y agrupa particularmente a la India y África del Sur; en Brasilia y Nueva Delhi toman varias iniciativas y logran bloquear las negociaciones. Renuevan la operación en 2005. El objetivo es forzar a Estados Unidos y la Unión Europea a reducir sus subsidios al sector agrícola (Desse & Dupuy, 2008, p. 60).
Las propuestas económicas de Hugo Chávez tienden a alejarse, ideológicamente hablando, de la economía de mercado y del socialismo de Estado. En este tipo de tercermundismo pragmático su programa parece bastante equilibrado entre tanto Estado como sea necesario y mercado como sea posible. Tal vez por su estilo de gobierno Chávez es calificado por sus opositores políticos como ''populista y demagogo''. Al mismo tiempo, sus seguidores ven un poder realmente revolucionario capaz de oponerse a las clases dominantes. De esta manera Chávez se volvió la figura que da mucho de qué hablar en cuanto la política latinoamericana de este nuevo siglo. Según Desse y Dupuy (2008), reforzado por sus reelecciones y su oposición a Estados Unidos, incrementó su liderazgo en América Latina.
El fin de la década de los noventa y los principios del siglo XXI fueron marcados por varias crisis financieras y tensiones comerciales entre los cuatros socios del Mercosur. Una de las formas de contrarrestar estas limitaciones fue la propuesta, por parte del expresidente Lula da Silva, de ampliar el Mercosur e integrar como nuevos Estados miembros a Chile, Perú (hoy socios observadores) y Venezuela.9 De esta manera, varios acuerdos fueron firmados entre Venezuela, Brasil y Argentina. Chávez y Lula comprometieron a sus países en una cooperación petrolera, con la posibilidad para la compañía venezolana PDV SA de desarrollar una prospección en el norte del estado brasileño de Pará. Asimismo, anunciaron el financiamiento, por parte de Venezuela, de la construcción de una refinería de petróleo en el estado brasileño de Pernambuco.
Además, en noviembre de 2005, Chávez y Kirchner anunciaron la firma de acuerdos comerciales bilaterales entre Argentina y Venezuela para la compra de maquinaria agrícola fabricada en Argentina y la venta a PDVSA de una pequeña refinería y su circuito de distribución en el territorio argentino. Después, un acuerdo importante fue firmado entre los dos países acerca de la cesión de una parte de la producción de la empresa española Repsol-YPF (antigua sociedad estatal) a PDV SA, a cambio de poder operar en dos zonas de producción en Venezuela (Desse & Dupuy, 2008).
Chávez lanzó la idea de la construcción de un gaseoducto que atraviese el continente y conecte a Brasil y Argentina con los pozos de gas natural venezolano. Por una parte, garantizaría una mejor seguridad de los aprovisionamientos, y por otra, permitiría a Venezuela reducir la tensión con Estados Unidos, a quien le vende el 80% de sus hidrocarburos (Desse & Dupuy, 2008).
El presidente Chávez multiplicó sus relaciones con el exterior. Ha hecho presencia en casi todas las cumbres latinoamericanas y no olvida su amistad con Fidel Castro. El vínculo entre el mesianismo bolivariano y los altos precios del petróleo ha acentuado esta tendencia de ampliar los compromisos con el exterior, financieros y políticos. Las ayudas venezolanas son muchas: desde la entrega de gasóleo para uso doméstico a los pobres de Estados Unidos y los financiamientos de proyectos en los barrios marginales, hasta el otorgamiento de préstamos de varios miles de millones de dólares a Argentina para que cancelara su deuda con el FMI (Desse & Dupuy, 2008).
La nueva etapa de la Revolución Bolivariana, aceptada por un referendo en el 2004, orientó a la diplomacia venezolana hacia la confrontación con Estados Unidos; la oposición al ALCA ha estado más que nunca a la orden del día: durante las últimas cumbres entre jefes de Estado, como en 2005 en Mar del Plata (Argentina), rechazó las propuestas de Bush y la población argentina consideró triunfal esta posición.
Desde el punto de vista económico, veamos ahora el destino de las exportaciones de los grupos de libre comercio en la región. Hay que llamar la atención en el hecho de que, en el cuadro que se presenta a continuación, en primer lugar la nomenclatura de los grupos está agrupada por las viejas siglas, en particular Aladi, y no aparece de manera desagregada el ALBA; y, en segundo lugar, la CAN ya no tiene en cuenta a Venezuela, que se retiró en el año 2006.
Es importante resaltar también, de las cantidades que ofrece la tabla (v. Tabla 1), que el Mercosur le vende a América Latina más que el TLCAN. La relación comercial entre los miembros del TLCAN suma más del doble de lo que totalizan todas sus compras y ventas en Latinoamérica.
Los grandes negocios del Mercosur los están haciendo los mayores capitales regionales y las transnacionales asociadas a ellos, en particular, con los minerales y los combustibles, que son los más redituables y constituyen el centro de las preocupaciones actuales (v. Tabla 2):
El Mercosur tiene limitantes claras en cuanto a las políticas laborales y sociales internacionales, y además, de alguna manera ha cambiado el comercio intrarregional. Analistas agudos de la integración del sur nos dicen que no debemos confundir el Mercosur actual con ''Mercosur de los pueblos'' (Katz, 2006), porque no se ha discutido un salario mínimo común para los trabajadores de los países miembros ni los derechos laborales, sociales y cívicos de los trabajadores inmigrantes.
Por otra parte, en cuanto a los derechos humanos, la democracia y la autodeterminación de los pueblos (principios de cualquier acuerdo supranacional), no se puede aceptar que en estos tratados de integración se autorice el envío de fuerzas armadas a otro país miembro o de América Latina, como en el caso de Haití en el 2006, donde fuerzas militares de la integración del sur ayudaron a sofocar un levantamiento popular, en nombre de la democracia; Argentina y Brasil participaron en este proyecto para reemplazar a los marines de Estados Unidos.
Entre los cambios significativos del comercio intrarregional está la tendencia a aumentar, desde el 2002 (debido a las diferencias políticas con la vecina Colombia), las exportaciones argentinas a Venezuela, que se triplicaron, particularmente en lo que se refiere a la carne, la leche y la soya.
4.2 El TLCAN
El balance refleja que, a dieciocho años de creado el TLCAN, México en particular se benefició (el peso estuvo depreciado en la década de los noventa) de su frontera con Estados Unidos, pero, aunque aumentaron los flujos comerciales y la IED en los años noventa, se redujeron en la primera década del siglo XXI.
Los derechos laborales fueron señalados en el tratado, no obstante, de manera demasiado superficial y ''sin mecanismos fuertes para hacerlos cumplir, no hubo esfuerzos colaterales para tratar con los derechos laborales de América del Norte'' (Gallagher, Wise & Dussel, 2001).
El TLCAN desarticuló los aparatos productivos internos de las dos economías menores, Canadá y México, porque, entre otras cosas, la nueva industria surgida del TLCAN tiene la misma lógica de las maquiladoras, es decir, produce partes y piezas para la industria que está al otro lado de la frontera norte de México. La falta de eslabonamientos internos, los subsidios fiscales, el estancamiento de la tasa de la formación bruta de capital y la transnacionalización de las propiedades han llevado al mayor estancamiento en la historia de la economía mexicana y al mayor flujo de inmigrantes ilegales. Las migraciones10 por falta de oportunidades de trabajo se ''compensan'' con la importancia de las remesas para la economía mexicana (en varios años, desde la última década del siglo pasado, las remesas han sido mayores que la IED).
En cuanto al TLCAN y el medio ambiente, podemos asegurar que de los tres miembros que suscribieron el tratado México es el país que está pagando el precio más alto, pues como asevera Gallagher Kevin, México se está convirtiendo en el paraíso de la con taminación debido a las firmas estadounidenses sucias que buscan regulaciones del ambiente más débiles:
La diversidad biológica y genética se ha visto cada vez más amenazada bajo el TLCAN por la inundación de importaciones y bioprospectos. La expansión de la agricultura industrial orientada a la exportación ha tenido un costo ambiental muy alto en la forma no sustentable de uso del agua, carga de nitrógeno y otros agroquímicos (Gallagher, Wise & Dussel, 2011, p. 77).
En cuanto a la movilidad entre los países, es muy unilateral, pues existen limitaciones al servicio de carga mexicana al mercado norteamericano. No hay acuerdo migratorio que permita el desplazamiento laboral entre los países miembros, de manera legal. Es necesario advertir que más de 600.000 mexicanos ingresan anualmente de manera ilegal a Estados Unidos. Mientras tanto, Canadá tiene su propia política migratoria y acaba de restituir la necesidad de visa para todos los mexicanos que deseen visitar su territorio; solo recientemente, desde abril del 2012, brinda facilidades de visa para los egresados universitarios que dominen, además del español, el inglés y el francés.
Si no prosperó el ALCA, sí lo han hecho el TLCAN y los TLC bilaterales con Estados Unidos, el Cafta, y los TLC con Centroamérica (de los cuales hablaremos más adelante) y América del Sur: Perú y Chile en particular, porque a Colombia no se le aprobó el TLC con Estados Unidos durante el último gobierno de Álvaro Uribe (por constantes violaciones a los derechos humanos, fue el argumento principal de los demócratas estadounidenses para no aprobarlo en aquella época); apenas entró en vigencia el 15 de mayo del 2012, en el gobierno de Barack Obama.
Necesario es decirlo, los países andinos que tienen TLC con Estados Unidos no podrán hacer parte plena de los esquemas de integración económica suramericana por las diferencias de aranceles.
Los países de la CAN tienen arancel externo común (AEC), como en los casos de Chile, Colombia y Perú, mientras que el Mercosur posee arancel cero; de igual forma pasa con los países que tienen TLC con Estados Unidos. Por este motivo, y la presencia cada vez mayor de Asia en América Latina, la participación de Estados Unidos en las exportaciones de la región ha disminuido significativamente, al pasar de 60% en el año 2000, a 42% en el 2007, con excepción de Venezuela y México.
Las diferencias arancelarias y la falta de regulación del comercio de México con América del Sur ya presentan desproporcionalidades preocupantes. Por ejemplo, en los primeros días de febrero del 2012 (La Jornada, 2012) el gobierno de Brasil difundió la noticia de que consideraba romper el acuerdo automotriz con México debido a que su balanza comercial le resultaba desfavorable: en el 2009 registraba un déficit de 143 millones de dólares y el año pasado se elevó a 1.170 millones. Cabe señalar que México es el tercer exportador de autos a Brasil, con una participación del 13,8%, tras Argentina y Corea del Sur.
Al evaluar la operación en conjunto de las empresas exportadoras mexicanas (o radicadas en México), nos señala el atinado ensayo de Gregorio Vidal:
Sin considerar los ingresos provenientes de las exportaciones de petróleo crudo, los resultados positivos en términos de aporte neto de divisas se reducen significativamente. Un incremento mayor de las exportaciones manufactureras, si esto fuera posible, demanda tal cantidad de divisas que no necesariamente serían generadas por las nuevas exportaciones (Aguilar, 2011, p. 105).
(...)
Si se incluyen otros elementos que acompañan el crecimiento por medio de las exportaciones, como es el incremento de las importaciones de alimentos, de ropa y calzado, de automóviles y otros vehículos automotrices, así como de los diversos bienes de consumo, considerando el mantenimiento de una altísima concentración del ingreso y del desplazamiento hacia actividades comerciales de amplios sectores de empresarios medios y grandes, los requerimientos de divisas se multiplican sin que el aumento de las exportaciones manufactureras puedan proveerlas (Aguilar, 2011, p. 105).
Álvarez (2011), afirma:
El patrón de acumulación neoliberal se muestra agotado... dado que el parasitismo financiero es excesivo sobre las finanzas públicas, que el crecimiento económico es mediocre, que el despilfarro del excedente económico es brutal, que se agrava la profundización de las desigualdades, que la industrialización exportadora está más bien orientada a importar, que... el patrón de comercio externo es[tá] excesivamente concentrado en un solo país y que el campo se encuentra literalmente devastado. Es el colmo, que... México se ha convertido en campeón mundial de exportación de mano de obra (Álvarez, 2011, pp. 81-82).
Por otra parte, y teniendo en cuenta los cambios del comercio mundial, especialmente los nuevos protagonistas asiáticos, China e India han incrementado su participación proporcional como destino de las exportaciones latinoamericanas, y el comercio intrarregional (entendiendo a América Latina como región) han aumentado ligeramente, al pasar de 16% en el año 2000 a 20% en el 2007.
Con este saldo tan negativo del TLCAN para México, no podemos aceptar las conclusiones del ensayo de Rocha, A., ''La integración de ALC ante el TLCAN y el ALCA, el triángulo asimétrico de la hegemonía y las subhegemonías en las Américas'', trabajo publicado en las excelentes compilaciones que hizo José Luis Calva, en el 2007, en la colección de libros publicados por la Editorial Porrúa y la UNAM, titulada Globalización y bloques económicos: Mitos y realidades.
Rocha (2007) asevera:
Para México su eje político sur-norte implica impulsar el TLCAN, atraer a Centroamérica por medio del proyecto de Mesoamérica y mediar las relaciones de América Latina y el Caribe con el TLCAN para conformar el ALCA. Esto es, estamos en una situación de mucho riesgo para toda América Latina y el Caribe, pues el peligro de su división nunca ha estado tan cerca: Sudamérica y Mesoamérica separadas, y el Caribe sin saber por dónde ir (Calva, 2007, p. 260).
Para empezar, por lo menos hay que reconocer que en la América Latina del presente conviven por lo menos tres tendencias políticas, no dos, como sostiene Rocha: 1) una liderada por Venezuela, junto con Ecuador, Nicaragua y Cuba, que se oponen a la injerencia estadounidense; 2) otra que mantiene la alianza con Washington, representada por Colombia y México; y 3) la que encabezan Brasil y Argentina, a la cual se suma Chile, con enfoque moderado, que busca la unidad de la región (Rodríguez, 2009). En segundo lugar, un TLCAN que genera beneficios unilaterales para Estados Unidos es una integración espuria, o un absorción más que integración; y, en tercer lugar, la dolarización de El Salvador o de Ecuador solo ha permitido la mayor concentración del ingreso, la pérdida del poder adquisitivo en los sectores populares y mayor proliferación de la economía subterránea; mayor lavado de dinero y una profunda pérdida de sus soberanías (cultural, política y, en particular, monetaria). ¿En esa integración está pensando Rocha para toda América Latina?
En todo caso, sí coincidimos con las conclusiones del trabajo de Álvarez (2007) en el libro citado de José Luis Calva, en el que concluye:
Estados Unidos, como jugador global y centro del otro gran bloque comercial, vive un deterioro hegemónico que se expresa diferencialmente en los planos económico, monetario y militar, aunque conserva un liderazgo tecnológico en sectores de punta y tiene un liderazgo económico e ideológico en los organismos financieros internacionales (Álvarez, 2007, p. 242).
4.3 El Plan Puebla Panamá, o Iniciativa Mérida, o Plan Mesoamericano
Este plan, diseñado por el Gobierno mexicano (2001), pretende tanto la modernización económica de los nueve estados del sur de México,11 como crear un ''corredor comercial'' con las siete repúblicas centroamericanas12 que permita generar empleos y desarrollar la infraestructura necesaria para detener las corrientes migratorias hacia el norte, así como aproximar la producción de hidrocarburos y el producto de las maquilas a los grandes mercados del TLCAN.13 En lo que concierne al sur de México, se busca crear las condiciones económicas para que los campesinos, las comunidades étnicas y la población en su conjunto puedan enrolarse en los trabajos de las nuevas industrias (petróleo, turismo, monocultivos, selección y clasificación de la diversidad biológica y las maquilas).
Refiriéndose a México en particular, el PPP no da ninguna respuesta a los desequilibrios entre el norte y el sur del país; el PPP está convirtiendo el sureste tanto en una región agroexportadora de productos tropicales, como en un regulador de flujos migratorios mediante la maquila. En cuanto a los recursos naturales, se privatizarán el agua y las fuentes de energía, al igual que la explotación de la biodiversidad para transgénicos, lo que corresponde a los intereses del Grupo Pulsar14 para invertir en Chiapas. La escasez de agua en Estados Unidos convertirá el control de este recurso en un elemento estratégico de su política exterior, por eso es importante señalar la atención que se ha centrado en el estado de Chiapas, que actualmente concentra el 30% del agua del país y se prevé que concentrará el 60% en un futuro cercano debido al proceso de desertificación mundial, que aumenta las precipitaciones pluviales en esta región.
El PPP está generando desarraigo de los campesinos de sus tierras para convertirlos en obreros. Las parcelas abandonadas han permitido la reestructuración de la economía del campo a favor de los proyectos de agroexportación. El éxodo de comunidades indígenas y campesinos en general ha facilitado la modernización y ampliación de carreteras, puertos aeropuertos, hasta finalmente convertir solo en una opción más el istmo centroamericano, al canal de Panamá (con carreteras transístmicas), porque Asia se está convirtiendo en el centro económico mundial (Álvarez, Barreda & Bartra, 2001).
4.4 El Mercado Común de la Comunidad del Caribe (Caricom)
La estructura interna del Caricom fue modificada en el 2001 por el Tratado de Chaguaramas, que estableció la Caribian Community Single Market and Economy (CSME), una agrupación compleja con varios niveles de participación por parte de los países miembros del Caricom.15
Sus actividades más dinámicas, afirman los analistas franceses Desse y Dupuy (2008), y más importantes en término de valor agregado, están centradas afuera del Caribe — turismo y maquiladoras— (Desse & Dupuy, 2008).
Con el Mercado Económico Común creado en el 2006 los Estados o territorios del Caricom/ CSME empezaron un proceso con la finalidad de obtener, en un periodo de tres años, la total libertad de movilidad laboral.
Por otra parte, algunos territorios permanecen fuera de estos procesos de integración regional. Así, los departamentos franceses de Martinica, Guadalupe y Guyana son más unidos a Francia y al mercado de la Unión Europea que a sus vecinos.
Recientemente el Caricom se dotó de una Corte de Justicia caribeña para examinar las diferencias entre los países miembros, mientras que el Banco de Desarrollo del Caribe (BDC) es probablemente su herramienta más útil, con el Fondo de Desarrollo destinado a los países más pobres.
Sus realizaciones comunitarias concretas todavía son escasas. Existen la Universidad del Caricom y la Universidad de West Indies (UWI), cuya sede está en Kingston (Jamaica), con dependencias en otras islas, y otro aporte del Caricom es el de la Federación de Cricket de las Indias Occidentales, deporte de prestigio en el Imperio británico, típicamente anglosajón (Desse & Dupuy, 2008).
4.5 El Mercado Común Centroamericano
Con el Protocolo de Guatemala de 1993 el Mercado Común Centroamericano (MCCA) conoció un relanzamiento de la dinámica de integración. Las guerras civiles de los años ochenta desaparecieron. Las tensiones entre los Estados centroamericanos disminuyeron poco a poco.
A los cinco países de origen: Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, se agregaron Panamá y Belice, por lo cual se constituyó una nueva entidad regional, el Sistema de Integración Centroamericano (SICA). La República Dominicana fue admitida en calidad de país observador (Desse & Dupuy, 2008).
Estados Unidos propuso, en el 2004, un tratado de libre comercio muy importante para el futuro del MCCA: el Acuerdo de Libre Comercio de América Central con Estados Unidos (Aleac). ¿Esta integración en el espacio estadounidense prefigura una extensión del ALCA hacia el sur? En este caso el Caricom será, sin duda, el próximo objetivo de Washington (Desse & Dupuy, 2008).
4.6 La Comunidad Andina de Naciones
Creado en 1969, el Pacto Andino entró en letargo durante los años setenta y ochenta. En 1988, tomó el nombre de Comunidad Andina de Naciones (CAN) (Desse & Dupuy, 2008).
Los flujos intrazonales, luego de haber alcanzado un máximo durante la década de los noventa, volvieron a caer. De esta manera, las exportaciones al interior de la CAN volvieron a subir, alcanzando un 10% en el 2005, año en el que se hubiera tenido que abrir el Mercado Común Andino. Al hacer frente a una inestabilidad política general y a lógicas económicas divergentes, algunos Estados han preferido pensar en un tratado de libre comercio con Estados Unidos (Colombia, Chile16 y Perú); otros, proponer una integración en el Mercosur (Venezuela). Chávez explicó su salida de la Comunidad Andina por miedo de una invasión a su mercado nacional por parte de los productos manufacturados estadounidenses, vía la multiplicación de los tratados de libre comercio: la secesión del país más rico fragiliza el conjunto de la CAN y acelera su desaparición (Desse & Dupuy, 2008).
4.7 La Unión de Naciones de América del Sur
La Unasur viene a sustituir a la Organización de Estados Americanos (OEA) como medio de resolución de conflictos políticos hemisféricos, que son percibidos como avivados desde afuera de los países miembros. El Pacto Andino, que antecedió a la CAN, dejó varias instituciones supranacionales, como el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR, antes Fondo Andino de Reservas), la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Tribunal Andino y varios acuerdos migratorios. Las naciones suramericanas,17 inspiradas en las Declaraciones de Cuzco (8 de diciembre de 2004)18 Brasilia (30 de septiembre de 2005) y Cochabamba (9 de diciembre de 2006), signaron su determinación de construir una identidad y ciudadanía suramericanas y desarrollar un espacio regional integrado en lo político, económico, social, cultural, ambiental, energético y de infraestructura, para contribuir al fortalecimiento de la unidad de América Latina y el Caribe.
La finalidad del proceso en curso es lograr la convergencia de Aladi, el Mercosur y la CAN en una sola institucionalidad suramericana: la Unasur. De esta manera, uno de los pasos concretos para esa integración es la constitución del Banco del Sur, como mecanismo de alianza financiera regional, creado en diciembre del 2007 en Buenos Aires, con la presencia de siete presidentes y el retiro en último minuto de Colombia.
Brasil ha tomado el papel de liderazgo en la región y de contrapeso a la influencia estadounidense y es finalmente el que determina en buena medida la marcha de los esquemas de integración del sur.
Existen otros sistemas de integración en Centroamérica y el Caribe, así como la propuesta de una Unasur más México, que se hizo en febrero del 2010 en la reunión del Grupo de Río en Cancún.
Asia ha desempeñado un papel fundamental en el comercio latinoamericano, mientras que el peso de Estados Unidos como socio comercial se ha visto disminuido, excepto para Venezuela y México, que siguen comerciando mayoritariamente con dicho país.
Una de las consecuencias de las políticas neoliberales de los últimos 27 años ha sido la concentración del ingreso, por un lado, y la pobreza e indigencia por otro. En cuanto al primer efecto, se manifiesta en las empresas translatinas: las inversiones extranjeras en Latinoamérica son cada vez mayores. Algunos grupos mexicanos (Cemex, Grupo México, Bimbo, Carso, América Móvil (la enorme empresa de Carlos Slim, con un valor cercano a los 90.000 millones de dólares), Televisa, etc., son grandes inversionistas en Centro y Suramérica. Asimismo, los grupos chilenos y argentinos han aumentado sus inversiones en la región. Los grandes conglomerados colombianos, como Santo Domingo, han comprado gran parte de las cerveceras latinoamericanas. Los grupos chilenos Luchetti, Parque Arauco y Falabella se han expandido por la región y comprado diversas ramas industriales. Los grupos brasileños Ameristeel, Petrobrás, Odebrecht y Vale do Rio Doce se sitúan entre las veinticinco empresas más grandes del mundo19.
Por otra parte, la pobreza está acelerando el libre movimiento de personas en América del Sur y Centroamérica, lo cual implica que las remesas de dinero se hagan desde la región, pero también que se cuente con las ventajas de similitud cultural y lingüística, así como de cercanía y libertad para el retorno en periodos cortos o en momentos de desempleo.
4.8 El Tratado de Comercio de los Pueblos
El TCP, creado el 6 de mayo de 2006, coincidió con la salida de Venezuela de la CAN y fue suscrito por Bolivia, Cuba y la República Bolivariana de Venezuela.
Su propósito más urgente consistió en extender a Bolivia la modalidad de cooperación sanitaria y educativa que Cuba viene desarrollando en Venezuela en los últimos años.
El TCP surgió como una respuesta a la clara intención de Brasil y Argentina de disminuir la influencia del ALBA y aumentar la del Mercosur para frenar el antiimperialismo de Chávez, sin embargo fue aceptado en el Mercosur para tener un aliado más en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra los subsidios a los productos agrícolas de Estados Unidos y la Unión Europea. El TCP además tiene la finalidad de desarrollar un comercio cooperativo (''no libre''), planificado y dirigido a atender los problemas más acuciantes de los países miembros, como son los de pobreza e indigencia, analfabetismo, mortalidad infantil y materna, educación básica, clínicas o centros de salud periférica y rural, y establecer precios bajos para sus signatarios en la venta de energéticos y trueque de alimentos por petróleo.
El TCP surgió ante la reciente escalada de TLC firmados con Estados Unidos, lo que hizo crisis entre los países de la CAN y precipitó su desmembramiento (Katz, 2006).
4.9 La Alianza Bolivariana para América Latina y el Caribe
El presidente Hugo Chávez propuso la idea de crear la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe (ALBA, hoy llamada Alianza), en el 2002, como una opción de integración regional latinoamericana independiente del proyecto globalizador impulsado por Estados Unidos, el ALCA. Su objetivo es el de una integración autónoma y no subordinada de los pueblos latinoamericanos, basada en la solidaridad y la cooperación entre los países de América Latina y el Caribe.
Se hizo especial énfasis en la lucha contra la pobreza y la exclusión social. De esta forma, se basó en la elaboración de mecanismos para crear ventajas cooperativas entre las naciones que permitieran compensar las asimetrías existentes entre las naciones del hemisferio, y se basó en la cooperación de fondos compensatorios para corregir las disparidades que colocan en desventaja a los países débiles ante las primeras potencias.
En los últimos veintisiete años, y en particular en la primera década del presente siglo, con el ALBA, el Mercosur, el TCP, etc., el comercio intrarregional suramericano creció más que el extrarregional, a diferencia de lo que ocurre con Centroamérica y México. Ahora bien, para saber lo que se está intercambiando se muestra la diversificación de las exportaciones de los países miembros de esas integraciones y lo que corresponde a México en el TLCAN. Al estudiar las exportaciones por tipo de producto y mercado, lo primero que refleja el comercio actual es la reducción en el volumen de las exportaciones de alimentos y aumento en la proporción de las exportaciones de combustibles y minerales, un incremento muy ligero tanto en las exportaciones totales como en el peso relativo de los productos manufacturados.
Mientras que América del Sur fue beneficiada, por ser exportadora de productos básicos (petróleo, minerales y alimentos) e importadora de manufacturas, los países centroamericanos se vieron perjudicados, tanto por su condición de importadores netos de insumos energéticos, como por la competencia que Asia generó en las exportaciones de manufacturas hacia su principal mercado, Estados Unidos (Machinea, 2010, p. 7).
Sin embargo, es importante señalar que por ser mayor el aumento de precios de los bienes comercializables que el volumen de las exportaciones, se incrementaron las exportaciones de esos productos. ''Mientras que en 2008 los precios del petróleo y de los minerales y metales se ubicaban en un nivel 394% y 183% más elevado que en la década de los noventa, respectivamente, los alimentos solo habían aumentado un 57%'' (Machinea, 2010, p. 7). En cuanto al aumento de las exportaciones en alimentos, este tiene que ver con productos que históricamente han formado parte de este comercio, como la carne, el café, el azúcar y los plátanos, principalmente, y más recién, otros productos agrícolas como la palma africana y la soya.
Así como existen diferencias importantes en el comercio, también hay elementos comunes en la mayoría de las naciones que forman parte de estas integraciones suramericanas: las exportaciones de bienes manufacturados representan menos de la mitad de los productos que tienen por destino el exterior. Para señalar un ejemplo, en Argentina, Colombia y Uruguay esta participación representa alrededor de un tercio, mientras que Brasil, a diferencia de la mayoría de países latinoamericanos, tiene la estructura de sus exportaciones más diversificada por tipo de producto y también tiene la ventaja de que sus exportaciones manufactureras se concentran en la base productiva interna y no en la maquila, como ocurre en otros Estados de la región.
En México el peso de las manufacturas aumentó bastante, ya que alcanzó el 76% del total de las exportaciones, a costa de la reducción relativa de los alimentos y del petróleo. Lo preocupante, en el caso mexicano, es que la mayor parte de la producción manufacturera que se vende al exterior es de maquila, la cual ocupa insumos importados y genera poco valor agregado.
La mayoría de los países suramericanos, en el primer lustro del presente siglo, disminuyeron su participación en las exportaciones manufactureras. Por otra parte, las exportaciones de la región a Estados Unidos han disminuido significativamente, al pasar de 60% en el año 2000, a 42% en 2007, con excepción de Venezuela y México. Este deterioro de los términos de intercambio con Estados Unidos se compensó en parte con las remesas de los migrantes a sus países de origen, fundamentalmente a los de Centroamérica y México. En cuanto a los miembros del ALBA, Bolivia y Ecuador, y Paraguay en el Mercosur, ''son los países en los que las remesas tienen una mayor importancia en términos del PIB, en la década de 1990 y 2008'' (Machinea, 2010, p. 7).
Existe marcada desigualdad en la participación en el comercio exterior por parte de las diversas economías, lo cual conduce a que unos cuantos Estados marquen la tendencia general y las variaciones de los países pequeños no se valoren debidamente con respecto a los datos generales. De esta manera, cuatro países han aumentado la participación de sus exportaciones hacia la subregión: Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú (tres de ellos han mantenido más o menos constante la proporción del comercio que se dirige a Brasil, México y Paraguay); cuatro han disminuido su participación relativa en el destino de sus exportaciones hacia la región: Argentina, Chile, Uruguay y Venezuela; los dos países suramericanos con menos comercio regional son Venezuela (solo 5% de sus exportaciones totales) y Chile (con una participación del 12%); México, por su parte, mantiene un comercio marginal con la región (menor al 3%).
Entre 1995 y 1998, Argentina, Paraguay y Uruguay concentraron más del 60% de sus exportaciones regionales en un solo país: Brasil. Actualmente su comercio intrarregional se ha diversificado y Brasil representa un mercado importante pero menor al 50% en los tres casos. Brasil concentraba cerca del 50% de sus exportaciones en Argentina, y en el presente Argentina concentra menos del 40% de las exportaciones brasileñas. Chile, que concentraba más de la mitad de sus exportaciones regionales en Brasil y Argentina, hoy distribuye mejor el destino de sus exportaciones. México concentraba su comercio regional en Argentina, Brasil y Chile, mientras que en el último trienio lo amplió a Colombia y Venezuela. En el caso particular de Colombia, desde hace más de una década tiene una estructura de exportaciones concentrada en Venezuela. En esa misma dirección, Bolivia ha experimentado un proceso de concentración de sus exportaciones y dirige el 60% de ellas a un solo país: Brasil. En términos generales, de 1995 a 1999 el crecimiento promedio anual del conjunto de la región con el mundo fue moderado (7% anual), a la vez que el comercio intrarregional fue negativo (menos del 1%). Entre 1999 y el 2003 aumentó el comercio intrarregional solo en Bolivia, Colombia y Ecuador.
Finalmente, en cuanto al ALBA, habrá que repetir las atinadas reflexiones de Borón, A. A. (2011):
Hay que fortalecer los mecanismos de integración supranacional, esquemas como la ALBA y sus instituciones y proyectos (como Petrosur, Telesur, Banco del Sur, Petrocaribe y tantos otros) que permitan construir un núcleo de resistencia ante las tentativas de las clases dominantes del imperio de descargar el costo de la crisis en nuestros pueblos (Borón, 2011, p. 68).
4.10 Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe
Recién el 4 de diciembre de 2011 surgió la Celac, obviamente sin Estados Unidos ni Canadá, es decir, uno de los objetivos latinoamericanos, el de contrarrestar a la OEA, dependiente de la Naciones Unidas, para dar solución a los problemas latinoamericanos sin la injerencia de Estados Unidos. La Celac entró en escena con comunicados sobre la defensa de la democracia y el orden institucional, la recuperación de las Malvinas, el rechazo al bloqueo estadounidense a Cuba, la seguridad alimentaria para la región, el combate a la especulación financiera, los derechos de los migrantes, el desarrollo sostenible, la solidaridad con Haití, la condición mediterránea de Bolivia, la emergencia que vive Centroamérica por las crisis económicas mundiales, la eliminación de las armas nucleares y la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. Como se puede observar, la Celac, por su infancia, es una comunidad de buenos propósitos, más política que económica, y hasta ahora todo está en el papel y el discurso de los políticos de turno.
4.11 La Integración de Infraestructura Regional de Sur América (Iirsa)
A continuación agregamos algunas reflexiones acerca de la infraestructura vial, fluvial e hidrovías existentes, en proyecto o alternativas, en América del Sur, elemento fundamental para la eficaz integración en la región. Al respecto, el caso más ilustrativo es el de la Unión Europea, donde los Estados buscaron hacer corresponder el trazado de la frontera con los límites naturales. En el ámbito de la multiplicación de los intercambios, el paso de las fronteras suscitó la construcción de obras de ingeniería costosas, particularmente túneles y puentes.
En América del Sur, por razón de la hegemonía de la carretera para el transporte de las mercancías, la vía fluvial es subutilizada, cuando podría constituir una magnífica herramienta que puede acabar con el aislamiento de muchas regiones:
[...] desembocando en el Río de la Plata, el sistema fluvial Tieté-Paraguay-Paraná tiene de largo 6.900 km e integra una parte del Paraguay, el noreste de Argentina, la Bolivia meridional y el sureste brasileño. La circulación marítima llega hasta Rosario, en Argentina, a 300 km de la desembocadura. Río arriba, la navegación fluvial permanece poco desarrollada: los aportes paraguayos son despreciables (tres millones de toneladas). En cambio, los flujos de madera, productos mineros y de soya, de procedencia brasileña hacia los primeros puertos marítimos argentinos sobre el Paraná, totalizan 14 a 15 millones de toneladas por año. Por lo tanto, ese eje de transporte fluvial y marítimo solo [desempeña] un papel menor en la estructuración del espacio. Un proyecto de hidrovía Paraguay-Paraná sí existe. Permitiría reducir de 36 a 10 días el trayecto desde Bolivia hasta el Atlántico. Solamente la porción brasileña es operacional: une sobre 1,600 km, Sao Paulo a Iguazú, por medio de los canales por el Paraná (Desse & Dupuy, 2008, pp. 182-183).
El aumento de los intercambios comerciales de una parte y otra de los Andes evidencia el problema de su franqueo. Al norte y en el centro del continente, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia tienen, a la vez, regiones andinas y regiones amazónicas orientales. El franqueo de los Andes es, antes que todo, un problema de acondicionamiento en el espacio nacional. Recientemente Brasil ha tratado de avanzar hasta el océano Pacífico, al prolongar las vías transamazónicas hasta Perú y Bolivia. Por eso parece que Brasilia tiene el objetivo de integrar sus márgenes amazónicos occidentales y los espacios nacionales vecinos en su espacio económico. Las últimas construcciones de carreteras transandinas financiadas por Brasil pretenden acabar con el aislamiento de estos territorios olvidados al este de cada uno de dichos países; algunas fueron programadas como parte de la carretera interoceánica que une el estado brasileño de Rondonia con el departamento boliviano del Beni. Estos tentáculos brasileños a veces son percibidos como elementos de un nuevo imperialismo, el brasileño, aseguran Desse y Dupuy (2008).
Más al sur, los Andes separan dos países que han tenido la tendencia en su historia a voltearse la espalda: Chile y Argentina. En razón de este obstáculo, las ciudades fueron construidas al pie de la cordillera de los Andes, en las dos laderas, a respetable distancia una de la otra, afirman Desse y Dupuy (2008). No obstante:
El paso a través de los Andes se efectúa a la altura de Mendoza y de Santiago, por un túnel a 3.100 m de altura, y permite la circulación en todas [las] estaciones del año. A principios de los años 2000, el tráfico de los camiones era estimado entre 200 a 400 vehículos al día, cantidad modesta incluso si este paso es uno de los corredores bio-oceánicos más frecuentados (Desse & Dupuy, p. 184).
Así como la integración necesita de organismos supranacionales, la infraestructura para estos procesos debe ser pensada de modo global, más allá de las fronteras nacionales y, por supuesto, rompiendo los centralismos o localismos regionales:
Los trazados de estas infraestructuras están pensados a escala del continente, y privilegian tal o tal enlace, norte-sur u oeste-este y no únicamente lógicas de acondicionamiento de territorios nacionales. (...) Un nacionalismo exacerbado reforzó la polarización de las infraestructuras de transportes sobre la capital del país en cuestión. Estas macrocefalias muy frecuentes hacen de ciertos espacios nacionales una red magnífica de carreteras en estrellas, polarizada en una ciudad (Argentina, Perú) o en algunas ciudades (Colombia, Brasil). En estas condiciones, las lógicas de establecimiento de infraestructuras de transportes a escala del continente están mal aprovechadas y percibidas como una apropiación parcial de la soberanía nacional (Desse & Dupuy, 2008, p. 185).
5. Conclusiones
En la primera década del presente siglo se desató una euforia por firmar tratados de ''libre'' comercio. Sin embargo, en el caso particular de México, uno de los países del mundo que más tratados ha firmado, responde fundamentalmente al interés de muchas naciones por acercarse al gran mercado de Estados Unidos, más que para aliviar las necesidades de la nación mexicana. En el mismo sentido, a mediados del 2011 México impulsó el propósito de la ''liberalización comercial'' con Perú. En este Estado, cuando todavía estaba en el poder Alan García, se incluyó en el grupo de libre comercio propuesto por México, a Colombia y a Chile, con la clara intención de contrarrestar el Mercosur. No obstante, dicho acuerdo es más político que económico, pues México, en primer lugar, tiene un comercio muy reducido con estos países: más del 85% de sus exportaciones e importaciones se dirigen a —provienen de— Estados Unidos. En segundo término, México no acepta la libre movilidad de población, pues se considera ''país de tránsito ilegal'' a Estados Unidos. Y finalmente, tiene arancel externo común con Estados Unidos, mientras que los países del sur tienen arancel cero entre ellos y libre movilidad de población. Son aspectos que hacen muy distintas las integraciones del norte con las del sur, y sus alcances son más útiles a Estados Unidos que a los otros socios del TLCAN.
En términos generales hay que hacer hincapié en que las integraciones siempre son entre desiguales y, por lo tanto, con economías no necesariamente complementarias. Por eso América Latina, al igual que muchos países en desarrollo, tiene que plantear primero una integración con el sur que permita, no solo compartir el mercado, las finanzas y la movilidad de la población, sino también la homogeneidad de muchas políticas económicas, como tasas de interés, tipos de cambio (tal vez hasta una moneda única), control de la inflación y gastos públicos en seguridad, educación y salud. Estos elementos básicos proyectarían a la región tanto en mayores y más estructuradas integraciones como en un bloque más fuerte que faculte negociar en mejores condiciones con los otros bloques comerciales, tales como la Asean, la APEC y la UE.
Las integraciones del sur conducen a la formación de organismos supranacionales, como el Banco del Sur, Telesur, el Fondo Andino de Reservas, la CAF y el Tribunal Andino, mientras que el norte —o los tratados de integración de Norteamérica— no cuenta con ninguna institución de esta índole: ninguno de sus miembros puede, en lo individual, replantear las asimetrías y desventajas del TLCAN mientras Estados Unidos no esté interesado en hacerlo. Se ha desarrollado la dolarización de algunas economías en la región (El Salvador y Ecuador) ante la presión comercial con Estados Unidos, las inflaciones y devaluaciones locales han hecho perder la principal función del dinero local: ''la medida de valor o patrón de precios'', lo que implica que la Reserva Federal es la que cobra el señoreaje20 y no los bancos centrales de estos países, además de significar una profunda pérdida de soberanía e identidad nacional.
En el sur hay acuerdos migratorios, mientras que en el norte ni siquiera lo puede plantear México, amén de que buena parte de la movilidad de población está criminalizada y afronta una de las más cruentas violencias, tales como el feminicidio, la trata de personas, el tráfico de drogas y órganos, el comercio sexual con menores, la venta de armas, etcétera.
Las integraciones en el sur tienen a Brasil como un protagonista importante, lo mismo que el norte a Estados Unidos; sin embargo, el papel de Venezuela en el grupo de países bolivarianos, integrados en el ALBA, contrarrestan la dependencia de los cariocas; el petróleo venezolano, el gas boliviano, la agricultura argentina y las caídas de agua de Paraguay utilizadas en la generación de energía eléctrica para los estados brasileños limítrofes, son elementos de complementación económica entre el Mercosur, el ALBA, la CAN y la Unasur.
Tanto las integraciones del norte como las del sur deben contar con criterios democráticos establecidos y reconocidos, nacional e internacionalmente; es decir, por la OEA, la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH), la Unasur y la Celac. De lo contrario, las oligarquías locales pueden entorpecer los procesos de integración, como ocurrió en Honduras con el golpe de Estado al presidente constitucional Manuel Celaya, o el dado al presidente Fernando Lugo en Paraguay.
El último aspecto, con el cual quiero terminar esta reflexión sobre la integración y el desarrollo en América Latina, tiene que ver con el incontrolable crecimiento demográfico, que se mantiene por encima del crecimiento económico no obstante habernos convertido en la región de mayor expulsión de población del mundo. Tenemos en cuenta también el desmesurado incremento demográfico porque este elemento compromete el crecimiento, posterga el desarrollo y constituye una de las grandes diferencias y limitaciones para la integración con el norte: representa la imposibilidad de establecer un tratado migratorio que permita el libre tránsito de los habitantes latinoamericanos.
Comparemos las cifras del crecimiento demográfico de América Latina con las del mundo, en los últimos sesenta años (v. Tabla 3):
En esas seis décadas la población latinoamericana aumentó 386,6%, a una tasa anual del 6,4%, a la vez que la población mundial creció 272,6%, Europa 133,1% y Estados Unidos 205%, con sendas tasas anuales de 2,2% y 3,4%. Asia, que tiene el 60% de la población mundial, creció 296%, a una tasa del 4,9% anual.
Más allá de una ingenuidad maltusiana,21 ha de advertirse que, si en las últimas tres décadas se concentró el ingreso, se empobreció la clase media y se agudizó la indigencia, el incremento demográfico se convirtió en una losa muy pesada para transformar el magro crecimiento en desarrollo económico.
La emigración de los latinoamericanos configura el nuevo ejército industrial de reserva y, junto con la IED, se convierten en el eje de la precaria acumulación de capital en la región. La población sobrante, que ya no requiere la actual producción en red, engruesa la economía informal, subterránea, o emigra. Los tratados de integración del sur han tenido en cuenta este elemento de movilidad de población. Sin embargo, Estados Unidos, el principal receptor de población de origen latinoamericano, ni siquiera con México ha aceptado discutir un acuerdo migratorio, por el contrario, criminaliza todo intento de cruzar sus fronteras de manera ilegal. Tampoco México, que ha firmado tratados de libre comercio con todos los países centroamericanos, tiene tratados migratorios con ellos. Existen redes de delincuencia organizada que han cometido todo tipo de abusos a las garantías individuales de los migrantes en territorio mexicano. En pocas palabras, tratados de integración sin libre movilidad de población, no solo no permiten la equiparación salarial, sino que han convertido a Estados Unidos en un constante polo de atracción para la población que no encuentra arraigo en sus países natales por la falta de empleo estable y bien remunerado.
Notas al pie
1 El ALBA fue constituido inicialmente por dos países: Venezuela y Cuba. Posteriormente se incorporaron Bolivia, Nicaragua, Dominica, Honduras, Antigua y San Vicente, y como naciones observadoras Ecuador, Uruguay y Saint Kitts. Véase: Valle Baeza, A. & Martínez, G. (2009, febrero). La Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe (ALBA). L'Monde Diplomatique.
2 Aldo Ferrer, en el artículo ''Raúl Prebisch y el dilema del desarrollo en el mundo global'', publicado en el número 101 de la Revista CEPAL (agosto del 2010), sostiene que en América Latina, en los últimos cinco siglos, se pueden identificar varias etapas de la formación del sistema mundial y del dilema del desarrollo en el orden ''global'' (p. 10).
3 Para una mayor explicación de la primera y segunda ISI, véase: Bulmer, T. V. (1998). La historia económica de América Latina desde la Independencia (caps. VIII-XI). México: F. C. E.. También se puede consultar: Cardoso, E. & Helwege, A. (1992). Latin America's Economy. Masachusetts, MA: The MIT Press (existe versión en español por la Editorial F. C. E., cap. IV) y González, R. I. (2010). Crisis de los años treinta e impacto en América Latina. México: UNAM, Facultad de Economía.
4 Concretamente, la famosa ''década perdida'' se explica desde el comienzo del default mexicano en 1982, cuando no pudo afrontar definitivamente los pagos de la deuda externa (eterna) con los organismos internacionales y otros entes, ocasionada principalmente porque los países industrializados decidieron, por diversos problemas económicos, aumentar las tasas de interés, lo cual hizo que los capitales fluyeran hacia mejores posibilidades de rentabilidad a corto plazo.
5 El Consenso de Washington, ''impulsado por los Estados Unidos, por el año 1990 tuvo la idea de marcar un cambio de rumbo en las políticas económicas aplicadas en los países subdesarrollados, con especial hincapié en América Latina. En sí, el Consenso de Washington, es la instrumentación de diez puntos básicos desarrollados para el cambio de dirección en cuanto a los instrumentos de política económica que se habían aplicado, hasta entonces, en esta parte del continente. Estos diez instrumentos eran de corte neoliberal, característica que suscitó a toda la década en general, pues hubo un nuevo cambio de paradigma. Cuando analizamos este punto esencial de la vida económica de Latinoamérica, encontramos varios autores que denotan que este fue un hecho que intentó plasmar aún más, desde la caída de la ex-URSS, el poderío neoliberal en todo el planeta. Económicamente hablando, este consenso tuvo diez puntos básicos sobre los cuales sentó las bases del mismo. Estos puntos son, sin más, los siguientes: Disciplina fiscal de los gobiernos; Reorientar el gasto gubernamental a áreas de educación y salud; Reforma fiscal o tributaria, con bases amplias de contribuyentes e impuestos moderados; Desregulación financiera y tasas de interés libres de acuerdo al mercado; Tipo de cambio competitivo, regido por el mercado; Comercio libre entre naciones; Apertura a inversiones extranjeras directas; Privatización de empresas públicas; Desregulación de los mercados; y Seguridad de los derechos de propiedad. Con estos puntos, lo que buscaba el consenso o los Estados Unidos, era revertir la apremiante estadía que venían sufriendo los países de América Latina. En sí, estas diez recomendaciones en materia de política económica equivalen a una guía que debían seguir las naciones para lograr salir de los problemas que sacudían, hasta ese entonces, al subdesarrollo desde México hasta Tierra del Fuego, Argentina''. Recuperado de http//:es.wikipedia.org/wiki/Consenso_de_Washington
6 L a ''gran moderación'' se refiere a una reducción de la volatilidad del ciclo económico, de la economía de Estados Unidos, la ''moderación'' de las fluctuaciones a partir de mediados de 1980 se cree que fue causada por los cambios institucionales y estructurales en los países desarrollados en la última parte del siglo XX. En algún momento, durante la segunda mitad de la década de los ochenta, las principales variables económicas, como el crecimiento real del PIB, la producción industrial, el empleo de la nómina mensual y la tasa de desempleo, comenzaron a disminuir la volatilidad. Este fenómeno se conoce como la ''gran moderación'', analizada por James Stock y Mark Watson en el 2002. Véase al respecto Great Moderation en el sitio web de la Reserva Federal de Estados Unidos.
7 Algunos estudios no oficiales afirman que hay manipulación de las cifras y, por ejemplo, el desempleo en Estados Unidos es del 20% (Zaki, M. [s. f.]. La fin du dollar Comment le billet vert est-il devenu la plus grande bulle spéculative del'histoire [3ª ed.]. Fabre); en primer lugar, en este último se afirma que el PIB de Estados Unidos está sobrevaluado en un 30%; en cuanto a la inflación, en segundo lugar, la metodología para el cálculo en 1980 es diferente a la de 1990 y existe una tercera modificación a la metodología en el año 2000 que no permite saber cómo ha variado el poder de compra. Por ejemplo, para el cálculo no se tiene en cuenta el mismo producto y la evolución de su precio en el transcurso del tiempo; por lo tanto, el índice de precios al consumidor en Estados Unidos no es un indicador fiable. Verbigracia, el índice de inflación en los años noventa es de 5%, y si se calcula con el método de la década de los ochenta, la inflación es del 10%. Puede verse en el sitio web Shadow Goberment Statistics el recálculo de la tasa de inflación de Estados Unidos con el método de los años ochenta, y que no solo la inflación es el doble de la oficial (10%), sino que la tasa de desempleo es del 20%, igual a la de España, cuando la tasa oficial es del 8%, y la tasa de inflación oficial es del 3%.
8 Sobre este aspecto es interesante leer: Boiser, S. (2005, agosto). Hay espacio para el desarrollo local en la globalización. Revista CEPAL, 86.
9 El 31 de julio del 2012 se ratificó en Brasilia el ingreso de Venezuela al Mercosur.
10 D esde mediados de los años noventa del siglo pasado la emigración a Estados Unidos creció de manera estable hasta el 2007, comenta García Zamora, R., en su artículo ''Migración bajo el TLCAN'', publicado en la p. 94 de El futuro de la política de comercio en América del Norte: Lecciones del TLCAN. Entre el 2000 y el 2007 un estimado de 575.000 mexicanos emigraron cada año. El Banco Mundial establece la cifra más alta: 644.000.
11 Puebla, Guerrero, Morelos, Tlaxcala, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán.
12 Guatemala, El Salvador, Belice, Nicaragua, Honduras, Costa Rica y Panamá. También se contempla a Colombia.
13 México ha firmado tratados de libre comercio con Costa Rica (1995), Nicaragua (1998), así como con el Triángulo del Norte Centroamericano, compuesto por El Salvador, Honduras y Guatemala (signado a partir de marzo del 2001).
14 L íder mundial en semillas de frutas y hortalizas modificadas genéticamente.
15 Trece países del territorio del Caricom, de 15 (excluidos Haití y Bahamas): Antigua y Barbuda, Barbados, Belice, República Dominicana, Granada, Guyana, Jamaica, Monserrat (territorio del Reino Unido), Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y Granadinas, Surinam, Trinidad y Tobago; cinco países asociados firman tratados de libre comercio. Se está en conversaciones con Cuba.
16 Es importante señalar que, en el 2006, Chile firmó tratados de libre comercio con Perú, Colombia y Panamá, además de incorporarse a la CAN con el estatus de miembro asociado. Véase al respecto: Rodríguez, I. (2009). La política de integración regional de Chile y la creación de Unasur. En C. Girault, Intégratins en Amerique du sud. París, Francia: Sorbonne Presses.
17 Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.
18 En diciembre del 2004 los jefes de Estado de América del Sur aprobaron en Perú la Declaración de Cuzco, que creaba la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN), a la que más tarde se le cambiaría el nombre por Unasur.
19 En el último trimestre del 2006 un 70% del ingreso de capitales se explica por un préstamo a Vale Do Rio Doce para comprar una empresa canadiense por 16.700 millones de dólares, lo que también explica la IED negativa de ese trimestre, obviamente sin ningún impacto negativo para la economía brasileña. En este tipo de adquisiciones cabe señalar la compra de Rinker, de Australia, por la mexicana Cemex, en aproximadamente 14.600 millones de dólares, e Inco de Canadá por la brasileña Vale do Rio Doce en aproximadamente 16.700 millones de dólares (Cepal, 2007a). Véase al respecto: Machinea, J. L. (2010). La crisis económica en América Latina, alcances e impactos (pp. 15, 20). (s. l.): Fundación Carolina.
20 El señoreaje corresponde al diferencial del valor del dinero emitido por la Reserva Federal o cualquier banco central, después de la inflación y la devaluación. Esa pérdida del valor la cobra la Reserva Federal de Estados Unidos y no los bancos centrales de cada país.
21 Al respecto sugiero leer a Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft y Mary G. Shelle; Lacerda, M. Amai-vos e não vos multipliqueis (Amaos más y no os multipliquéis tanto), o consultar autores que se denominaron neomalthusianos, como Paul Robin, Madaleine Pellitier, Marie Huot, Luis Bulffi, Francisco Ferrer, Emma Goldman y Eduar Masjuan.
6. Referencias
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