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Revista Gerencia y Políticas de Salud
Print version ISSN 1657-7027
Rev. Gerenc. Polit. Salud vol.9 no.18 Bogotá Jan./June 2010
Historia de la medicina en Colombia. De la medicina ilustrada a la medicina anatomoclínica, 1782-1867 - Tomo II
Claudia Margarita Cortés-García*
* Antropóloga. MsC en Salud Pública. Grupo de Estudios Sociales de las Ciencias, las Tecnologías y las Profesiones, Escuela de Ciencias Humanas, Universidad del Rosario. Correspondencia: Carrera 6ª No. 14-13, Edificio Santafé, Oficina 516, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: claudiam.cortes@urosario.edu.co - clauco4@yahoo.com
El 12 de febrero de 2008 se dio a conocer el primero de cinco tomos que compondrán la obra Historia de la Medicina en Colombia. Este primer volumen se tituló Prácticas médicas en conflicto, 1492-1782 y aborda el encuentro de tres medicinas durante los siglos XVI y XVII y buena parte del siglo XVIII. Se trata de la medicina española de raíz hipocráticogalénica, la de los pueblos americanos y la traída por los africanos. Este proceso fue analizado "desde el escenario médico y sanitario propio del encuentro de dos mundos hasta el alba de la medicina ilustrada, pasando por la medicina de la conquista y la medicina de las ciudades coloniales", como mencionó Juan Carlos Eslava al reseñar este primer tomo. Desde el punto de vista metodológico, el primer volumen enfatizó en "el trabajo de fuentes primarias inexploradas y en una relectura meticulosa de fuentes tradicionales ampliamente reseñadas" (1).
Prácticas médicas en conflicto1492- 1782 ha tenido una gran acogida por parte de los sectores educativos, científicos y gremiales nacionales e internacionales. El coordinador general de la obra, Emilio Quevedo, ha recibido las opiniones expresadas por académicos de diferentes países, opiniones que coinciden, de manera unánime, en cuanto al serio nivel de análisis que sustenta la obra, la riqueza documental y la calidad de la impresión. Flavio Edler, historiador brasileño de la Medicina, al recibir el libro escribió: "Se trata de una contribución fundamental para los estudios de la medicina". El historiador peruano Marcos Cueto simplemente escribió: "¡Impresionante!". La chilena Soledad Zárate lo calificó de "imponente". El historiador australiano de la ciencia Roy MacLeod: "Es un maravilloso, además de hermoso, libro, del cual los autores deben sentirse orgullosos. Comenzaré a leerlo (…) tan pronto me consiga un par de guantes blancos". El primer tomo, como sucederá con los siguientes, ha llegado a las bibliotecas de 33 países de Europa, Asia, América y Oceanía, entre las cuales se destacan las bibliotecas del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad de Johns Hopkins en Baltimore, la Biblioteca para la Historia y la Compresión de la Medicina del Instituto Wellcome de Londres, la National Library of Medicine de Bethesda, y la Biblioteca de la Universidad de McGill de Canadá (2).
Siguiendo esta línea de trabajo, en octubre de 2009 se hizo el lanzamiento oficial del segundo volumen de esta gran obra, volumen titulado De la medicina ilustrada a la medicina anatomoclínica, 1782-1865. Éste fue desarrollado por el mismo equipo de investigación del primero, integrado por médicos, enfermeras, historiadores, sociólogos y antropólogos. Desde una mirada que integra las herramientas de la historia de la Medicina y la historia social, describe y analiza el proceso de nacimiento de una medicina nacional, en el marco de la transición desde las ideas y las prácticas de la medicina española ilustrada hacia la mentalidad anatomoclínica francesa. Los 83 años que juiciosamente analiza el texto se presentan en cuatro capítulos que abarcan los avatares de la Medicina y los médicos frente a los problemas de salud y enfermedad en el tránsito de una colonia a un emergente Estado republicano. La configuración de la Medicina de esos momentos se articuló en los retos que imponían los conflictos de un periodo caracterizado por contradicciones y enfrentamientos de tipo ideológico, político y social, por la formación de una nación donde las élites criollas se consolidaban y donde la realidad se suscribió a coyunturas de tipo religioso y étnico-raciales. Una época marcada por las guerras civiles y de reconquista, en las que los traumas propios del enfrentamiento armado, las enfermedades y especialmente las epidemias, marcaron una senda sobre la cual se transformaron la práctica y el saber médico.
Este segundo tomo comienza el 20 de noviembre de 1782, cuando el arzobispovirrey Antonio Caballero y Góngora anunció oficialmente la presencia en Santafé y sus alrededores de una nueva epidemia de viruela. La explicación predominante fue la centrada en concepciones religiosas de raigambre católica, que la concibió como un castigo divino, además de una calamidad pública. En escena apareció el médico y cirujano gaditano José Celestino Mutis, quien estableció una relación de causalidad directa entre el flagelo epidémico y la actitud revoltosa de los comuneros de Santander en 1781. Asimismo, se presentaron explicaciones relacionadas con las condiciones de vida de la población, explicaciones reflejo del espíritu ilustrado. La pobreza y la falta de higiene, generalizadas dentro de las clases bajas, se consideraron como pilares de la enfermedad y dieron pie para denunciar la existencia de prácticas curativas de origen indígena, africano o mestizo caracterizadas como "supersticiosas" y carentes de base racional. Los autores enfatizan en que con este proceso de lucha contra la viruela se dio inicio a la hegemonía de la medicina universitaria española, y especialmente europea, en Colombia. Por esta época se introdujeron las prácticas de inoculación antivariólica, junto a algunas medidas terapéuticas, además de recomendaciones sobre higiene pública y privada relacionadas con la renovación del aire en espacios cerrados y la necesidad de un régimen alimenticio sano.
En las páginas siguientes, y teniendo como telón de fondo el contexto de la Ilustración, se devela la manera como el Nuevo Reino aceptó la comprensión de la enfermedad y de la higiene como problemas "públicos" que competían al Estado. Las ideas ilustradas, como se analiza en este segundo tomo, fueron abrazadas por las élites criollas y tuvieron expresión en varias líneas de pensamiento de la juventud estudiosa del Nuevo Reino. Recogiendo los debates de Jaime Urueña Cervera y Jaime Jaramillo Uribe, se expone la existencia de tres tendencias de la Ilustración criolla: una ubicada en la línea del pensamiento español; otra que simpatizaba con las versiones francesa e inglesa; y la otra situada en la medianía de las anteriores. En las tres el pensamiento mutisiano fue central. En este contexto, los conflictos entre médicos, cirujanos y sangradores se analizan en relación con las transformaciones de la política, la economía y la decadencia colonial en la Indias. El análisis de la epidemia de viruela de 1801-1802 cierra ese primer capítulo titulado "Medicina ilustrada y crisis de autoridad, 1782-1802".
"La medicina ilustrada en la encrucijada del autogobierno, 1802-1822" es el título del segundo capítulo. La razón se reconoce como la piedra angular que contiene la medida de todas las obras y las acciones humanas. Este acápite inicia rememorando la precaria situación de salud de la población tras las epidemias de viruela. Se resalta cómo las medidas de higiene utilizadas no lograron dar respuesta suficiente a la enfermedad en la cotidianidad. En reacción con este hecho, los médicos de la Nueva Granada propusieron el desarrollo de una educación médica local, acorde con la medicina europea y expresada en planes de estudio integrales y coherentes. Además, se plantea que los médicos y otros practicantes de los oficios relacionados con la salud (cirujanos romancistas y latinistas, sangradores, algebristas, parteras, etc.) tuvieran formación superior, y de ser posible, títulos reconocidos y sancionados por la autoridad del naciente Estado. Los autores recrean la manera en que el aprendizaje y la práctica de la Medicina se inscribieron en la lucha por la hegemonía de la medicina occidental sobre las demás prácticas en el Nuevo Reino. Se resalta el papel de los planes de enseñanza médica formulados por José Celestino Mutis y Miguel de Isla entre 1802 y 1805, y se hace un análisis de los mismos.
Dos acontecimientos marcaron la comprensión de la historia de la Medicina entre 1802 y 1822. El primero de ellos fue el proceso de incorporación de la medicina ilustrada a la medicina académica, proceso que se expresó con la puesta en práctica de los planes anteriormente mencionados en la primera facultad de Medicina en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, institución que logró realizar este propósito después de varios intentos fallidos para establecer cátedras de Medicina en Santafé entre 1636 y 1802. En esta universidad se formaron los primeros galenos neogranadinos, quienes expandieron la medicina ilustrada por las ciudades más importantes del Nuevo Reino de Granada.
El segundo, importante para el proceso de creación de una medicina nacional, fue la reorganización política y social de la nación entre 1808 y 1816, derivada del llamado grito de Independencia y prolongada en los avatares de la Patria Boba y los primeros esbozos de la Gran Colombia. En estas condiciones, los integrantes de la primera generación de médicos universitarios colombianos, formados en los planes mutisianos, avanzaron en el ejercicio profesional, vinculados a las contiendas políticas y militares, y fueron dirigiendo su mirada hacia la Medicina de la Francia revolucionaria; entre ellos se destacaron médicos como José Félix Merizalde, el fraile Antonino Macary, el cartagenero José Fernández Madrid, José María del Castillo y Rada, y Joaquín Camacho.
El tercer capítulo, "La conexión francesa: de la misión Zea a las doctrinas médicas de Broussais (1822-1847)", está centrado en el proceso de transición de las prácticas e instituciones médicas coloniales hacia las republicanas, "con la mirada en Francia y los pies en Colombia", como lo dicen los autores. Durante esta época los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente, pero se destaca el cambio de concepción de la institución hospitalaria: los "conventos-hospitales" coloniales comenzaron a tornarse en "hospitales generales". De esta manera, se observa cómo se reorganiza la enseñanza médica en las nuevas universidades: la Central en Bogotá, la del Magdalena e Istmo en Cartagena, y la del Cauca en Popayán.
En este periodo muchas enfermedades, además de las viruelas, azotaron a los neogranadinos, enfermedades entre las que pueden mencionarse los catarros, las fiebres, el cólera, la lepra, los cotos y las enfermedades venéreas (chancros, blenorragia y la temida sífilis). Algunas contenían una carga cultural y social, además de moral y emocional negativa, relacionada con el castigo, el pecado, la degeneración y los vicios. Las patologías más comunes fueron comprendidas dentro de los esquemas descriptivos y explicativos de la medicina francesa, que experimentaba una metamorfosis responsable de cambios profundos en el saber, la práctica, las instituciones y la formación médicos. Esta nueva medicina ponía en el centro de sus discursos sobre la enfermedad la lesión anatómica, en tanto alteración de la forma y la estructura de los órganos, la cual se expresaba a través de signos físicos. Con ellos surgieron nuevas técnicas de exploración diagnóstica como la auscultación y la percusión, y se reconoció al hospital como espacio para la práctica y la enseñanza, así como para la articulación entre Medicina y cirugía. De esta manera, la medicina universitaria reordenó la enfermedad y la práctica. Esta nueva visión, que no es otra cosa que la mentalidad anatomoclínica, se incrustó con fuerza en la medicina nacional después de 1850, como se muestra en el último capítulo, "Revoluciones y medicina anatomoclínica (1847-1865)".
En este capítulo se dibuja el panorama contextual que contiene la revolución anticolonial de 1850 y el ascenso del radicalismo liberal desde esta época. Se hace alusión a la Ley 15 del 15 de mayo de 1850, que declaró libre el ejercicio de las profesiones sin necesidad de obtener títulos universitarios, lo que generó el cierre de las universidades y trastornó la fragmentada educación médica que existía en ese entonces. Varios jóvenes colombianos viajaron a Francia para cualificarse como médicos y otros ya graduados rehicieron allí sus estudios universitarios. A su regreso, algunos de ellos trabajaron para reorganizar la enseñanza médica y promover publicaciones especializadas en este campo como La Lanceta, en 1852, y la Gaceta Médica de Colombia, en 1864, y así cohesionar a los médicos universitarios en lo que hoy se sigue llamando "el cuerpo médico nacional". En todo este proceso jugó un papel de primer orden el santandereano Antonio Vargas Reyes, quien además promovió la fundación, en 1864, de una escuela de Medicina, privada, que en la práctica fue el pivote para reinstaurar la enseñanza médica. Este recorrido afirmativo de la medicina universitaria en Colombia se completó con la fundación de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá, en 1873.
El tomo finaliza con un análisis desde la sociología de las profesiones, donde se reconoce que la constitución de una profesión moderna se enmarca en tres hechos: la creación de una publicación especializada, la reproducción formalizada del conocimiento por medio de una institución educativa estable, y la conformación de una asociación académico-gremial. De esta manera, los autores concluyen que la medicina colombiana universitaria entró en el camino hacia su constitución como una profesión liberal.
A lo largo de todo el texto se expone, de manera sencilla y agradable, la manera en que el proceso de legitimación de la Medicina y la práctica médica se insertan en la comprensión de la historia nacional y las transformaciones de un país que trataba de convertirse en una nación. Los galenos se formaron así dentro de los planes de estudios conformes con los avances de la medicina europea, especialmente la francesa.
La medicina y los médicos colombianos centraron su acción en un proceso permanente que buscaba construir un cuerpo teórico de saberes, materializado a su vez en prácticas de salud que respondieran a las necesidades y particularidades locales y regionales. Para ello, los propios médicos debieron acceder a las élites sociales para garantizar su legitimación y avanzar hacia la hegemonía, en continuo forcejeo con otras medicinas que seguían teniendo vigencia dentro de las poblaciones, especialmente las de escasos recursos. De esta manera, el tomo reconstruye la transición de una medicina en Colombia a una medicina colombiana.
Otra característica de esta obra es su aproximación temática y gráfica, que desde una profunda investigación histórica recuperó material inédito, elaboró una línea de tiempo a través del seguimiento exhaustivo de la prensa nacional, regional y especializada (publicaciones médicas), además del ya tradicional manejo de los archivos históricos y personales para proponer un recorrido visual por el periodo cubierto.
Este trabajo permite evidenciar una nueva manera de reconstruir la historia de la Medicina en el país, desde una explicación integral y documentada de la práctica y el conocimiento médico nacionales, eludiendo las narraciones descriptivas anteriores. Se denota el esfuerzo colectivo de trabajo que reúne a diversos investigadores, para quienes la Medicina es un hecho histórico y social en el que participan múltiples actores provenientes de diversos y complejos sectores que se interrelacionan ampliamente. El gran dinamismo en la construcción del conocimiento y la transformación de los sistemas de representación social en Colombia entre 1782 y 1865, se reflejan en este tomo permitiendo una profunda reflexión sobre la legitimación e institucionalización de una medicina propia, sus procesos, conflictos y consolidación.
Referencias
1. Eslava Castañeda JC. Una mirada a La historia de la Medicina en Colombia. Tomo I: "Prácticas médicas en conflicto 1492-1782". Reseña. Revista Gerencia y Políticas de Salud. 2008; 7(17): 187-90. [ Links ]
2. Quevedo Vélez E. Discurso de lanzamiento del tomo II. Documento de circulación restringida. 2009. [ Links ]