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Apuntes: Revista de Estudios sobre Patrimonio Cultural - Journal of Cultural Heritage Studies

Print version ISSN 1657-9763

Apuntes vol.25 no.1 Bogotá Jan./June 2012

 

Lo cotidiano, lo social y lo ritual en la práctica del construir. Aproximaciones desde la arquitectura puneña (Susques, provincia de Jujuy, Argentina)

The everyday, the social and the ritual in building practices. An approach from architecture at the Puna of Atacama (Susques, provincia de Jujuy, Argentina)

O quotidiano, o social e o ritual na prática do construir. Aproximações desde a arquitectura puneña (Susques, província de Jujuy, Argentina)

Jorge Tomasi

jorgetomasi@hotmail.com
CONICET - Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Arquitecto (FADU-UBA), Magíster en Antropología Social (ISES-IDAES-UNSAM), Doctor de Universidad de Buenos Aires, área Geografía (FFYL-UBA) y becario posdoctoral del CONICET. Tiene su lugar de trabajo en el Instituto Interdisciplinario Tilcara (FFYL-UBA), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. A partir de 2004 trabaja desde una perspectiva etnográfica con grupos pastoriles en la Puna de Atacama, particularmente en Susques, en la provincia de Jujuy, investigando sobre las características del espacio doméstico, movilidad y territorialidad. Ha participado en distintos congresos y encuentros científicos, y ha publicado diferentes artículos y capítulos de libros sobre la temática. Entre el 2006 y el 2009 formó parte del proyecto de extensión universitaria "Puna y Arquitectura" (FADU-UBA).

Artículo de investigación. Este trabajo surge de una investigación iniciada en 2004 sobre las espacialidades pastoriles, desde un enfoque etnográfico, en las tierras altoandinas en Susques, al norte de Argentina, que resultó en una Tesis de Doctorado en Geografía (2011) a partir del financiamiento del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

Recepción: 1 de agosto de 2011 Aceptación: 25 de noviembre de 2011


Cómo citar este artículo.

Tomasi, J. (2012). Lo cotidiano, lo social y lo ritual en la práctica del construir. Aproximaciones desde la arquitectura puneña (Susuqes, provincia de Jujuy, Argentina). En Apuntes 25 (1): 8-21.


Resumen

Las prácticas constructivas se presentan como un campo fértil no sólo para pensar las problemáticas técnicas, sino también para reflexionar sobre el mundo social. En este texto nos proponemos considerar distintas dimensiones de lo constructivo enfocándonos más en los procesos de producción arquitectónica que en los resultados materiales. Recurriremos al material surgido en el trabajo de campo que venimos desarrollando desde el 2004 en la localidad de Susques, en las tierras altas al norte de la Argentina.

En primer lugar, describiremos las características generales de una lógica constructiva que se basa fundamentalmente en el uso de tierra cruda. En un segundo punto, reflexionaremos sobre las subjetividades de los diferentes constructores en el marco de normativas compartidas. Luego, describiremos cómo el construir se constituye como una práctica más cotidiana que esporádica, y cómo los saberes sobre la materia se encuentran ampliamente difundidos en el conjunto de la población. Finalmente, recorreremos brevemente los distintos rituales que atraviesan el proceso de construcción de una casa para mostrar cómo lo técnico, lo social y lo simbólico están profundamente imbricados.

Palabras clave: arquitectura, construcción de casas, patrimonio cultural inmaterial, adobe, tierras altas.

Descriptores: arquitectura doméstica, construcción de viviendas, patrimonio cultural y urbanístico, construcciones de adobe.


Abstract

Construction practices are a fertile field not just to discuss technical issues but also to think about the social world. In this text we propose to consider the constructive dimensions focusing more on the processes of architectural production than in the material results. We will use the material emerged in the fieldwork we have been developing since 2004 in the town of Susques in the highlands north of Argentina.

First we will describe the general characteristics of a constructive logic which relies on the use of earth techniques. On a second point we will reflect on the subjectivity of the different builders in the framework of shared rules. Then we will describe how building is established as an everyday practice rather than sporadic, and how the knowledge on the subject is widely spread in the whole population. Finally, we will cover briefly the different rituals that go through the process of building a house to show how technical, social and symbolic are deeply embedded.

Key words: architecture, housing construction, intangible cultural heritage, adobe, highlands.

Keywords plus: Architecture, domestic, House construction, Cultural heritage, Building, Adobe.


Resumo

As práticas construtivas apresentam-se como um campo fértil não só para pensar as problemáticas técnicas senão também para reflexionar sobre o mundo social. Neste texto propomos-nos considerar diferentes dimensões do construtivo enfocándonos mais nos processos de produção arquitectónica que nos resultados materiais. Recorreremos i ao material surgido no trabalho de campo que vimos desenvolvendo desde o 2004 na localidade de Susques nas el terras altas ao Norte da Argentina.

o Em primeiro lugar descreveremos as características gerais de uma lógica construtiva que se baseia fundamentalmente es no uso de terra crua. Num segundo ponto reflexionaremos sobre as subjetividades dos diferentes construtores no marco de regulamentos compartilhados. Depois descreveremos como o construir se constitui como uma prática mais quotidiana que esporádica, e como os saberes sobre a matéria se encontram amplamente difundidos no conjunto da população. Finalmente, percorreremos brevemente os diferentes rituales que atravessam o processo de construção de uma casa para mostrar como o técnico, o social e o simbólico estão profundamente imbricados.

Palabras-chave: arquitetura, construção de casas, patrimônio cultural imaterial, adobe, terras altas.

Palavras-chave descritores: arquitetura doméstica, construção de casas, patrimônio cultural, edifícios adobe.

* Los descriptores y key words plus están normalizados por la Biblioteca General de la Pontificia Universidad Javeriana.


Introducción

Habitualmente, lo arquitectónico se constituye como un objeto de estudio o indagación significativo a partir de sus concreciones más que de sus procesos. Es decir, la práctica del construir, las acciones que se desarrollan en el durante más que en el después, no suele ser tan tenida en cuenta a la hora de preguntarse respecto a la producción de los espacios en las distintas sociedades. En los casos en que sí se contempla, pareciera que las prácticas constructivas están asociadas con un universo de conocimientos comprendidos como eminente y exclusivamente técnicos, como una esfera escindida de lo social. De tal manera, estos aspectos técnicos tienden a ser reducidos a una serie de procedimientos para dar respuesta a exigencias físicas y ambientales a partir de una cierta cantidad de recursos disponibles.

Este enfoque nos deja fuera de la posibilidad de comprender que los saberes técnicos son indisociables de un conjunto de conocimientos y están insertos en una trama de significaciones. Debemos partir de comprender, entonces, que estos saberes técnicos están socialmente definidos. Tal como han planteado Dietler y Herbich (1998),

las cosas y las técnicas están embebidas en y condicionadas por las relaciones sociales y las prácticas culturales, y este hecho contiene la promesa de que la comprensión de esta interrelación compleja puede informarnos sobre la sociedad y la cultura en general (p. 235, trad. propia).

La división entre lo social y lo técnico, planteados como esferas independientes, está asociada con una comprensión y construcción de los conocimientos y prácticas que tienden a la disociación más que al reconocimiento de las intersecciones. Lo técnico queda como un campo eminentemente objetivo frente a un universo social pleno de subjetividades. En la práctica, cualquier constructor no sólo evalúa los aspectos técnicos de su tarea sino también, más o menos conscientemente, una serie de implicancias sociales y simbólicas. La preferencia por una determinada técnica, dentro de un conjunto de opciones aceptables, no responde sólo a una evaluación en términos de resistencia de materiales, eficiencia o eficacia.

A lo largo de este artículo nos proponemos aproximarnos a las dimensiones sociales y simbólicas del construir entendiendo que esta práctica está imbricada en los procesos y relaciones sociales. Como hemos expresado en un trabajo anterior, "en las prácticas relacionadas con el construir se expresan, y reproducen, muchos aspectos de la vida social" (Tomasi, 2009, p. 144). Es así como en y a través del construir es posible reconocer aspectos importantes de una determinada sociedad. Aun más, como veremos, cuando esas prácticas están relacionadas con una escala doméstica en torno a la elevación de la casa. Cabe retomar a Arnold (1998), quien, a partir de su trabajo en Qaqachaka, Bolivia, indicó que se podía examinar la casa

(...) como un texto cultural en el cual tanto la tarea práctica de construir una casa como las recitaciones del ritual, las canciones, juegos y, sobre todo, la compleja serie de "ch'allas" que la acompañan, ubican a cada casa individual dentro de un contexto más amplio (pp. 34-36).

Nos basaremos en el trabajo realizado en los últimos años en el área de Susques, una localidad ubicada en las tierras altas en el noroeste de la Argentina, en el marco de una investigación más amplia sobre las espacialidades y arquitecturas asociadas en sociedades pastoriles (Tomasi, 2011). En este contexto, hemos trabajado en conjunto con distintos constructores observando tanto las características de las técnicas usadas, en su inmensa mayoría basadas en el uso de la tierra cruda, como las significaciones de estas prácticas. A su vez, han sido muy importantes las acciones realizadas en el marco de un proyecto de extensión universitaria dependiente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires entre los años 2006 y 2009 (Tomasi y Rivet, 2011).

En un trabajo anterior nos hemos referido a cuestiones como las redes de colaboración y el aprendizaje del construir (Tomasi, 2009); si bien retomaremos algunos de estos temas, a lo largo de este texto iremos recorriendo otros aspectos de las prácticas constructivas con el objetivo de dar cuenta de las distintas dimensiones involucradas. En primer lugar, además de aproximarnos sintéticamente a Susques y su población, nos concentraremos en las lógicas constructivas. Luego, buscaremos marcar y reflexionar sobre las subjetividades que se ponen en juego en el marco de prácticas compartidas. En el siguiente punto, observaremos cómo y por qué el construir es una práctica virtualmente cotidiana y que se extiende a la mayoría de la población. Finalmente, observaremos las diferentes instancias rituales que atraviesan el proceso de construcción de una "casa" desde los cimientos hasta la finalización del techo.

Susques y las técnicas de construcción

Al hablar de Susques, nos estamos refiriendo tanto a una localidad como a un área rural circundante de unas 130.000 hectáreas, en la que distintas unidades domésticas tienen sus territorios domésticos de pastoreo. Está ubicado en la provincia de Jujuy, en el norte de la Argentina, y el poblado es la cabecera del departamento del mismo nombre, además de ser la sede de la Comisión Municipal, el órgano local de gobierno y administración estatal (Figura 1). Si bien efectivamente hoy en día forma parte de la provincia de Jujuy, la incorporación a la Argentina de esta porción de la Puna de Atacama recién se dio en el año 1900, luego de haber formado parte de Bolivia, primero, y de Chile después. En el momento de la anexión formó parte de lo que fue el Territorio de Los Andes, que se disolvió en 1943 cuando Susques fue incorporado finalmente a Jujuy (Benedetti, 2005; Delgado y Góbel, 1995). Actualmente, el pueblo tiene alrededor de 1500 habitantes, habiendo tenido un crecimiento significativo de población primero en la década de 1970, pero especialmente durante la de 1990 en relación con la apertura del Paso de Jama que vincula Argentina y Chile. Susques está a unos 150 km de este paso internacional destinado fundamentalmente al transporte pesado de cargas.

Estando ubicado a una altura de 3650 msnm, Susques está dentro de lo que se conoce como Puna, que se caracteriza en términos ambientales por ser un semidesierto de altura, entre los 3500 y los 4200 msnm, con precipitaciones escasas y concentradas entre noviembre y marzo, y una considerable amplitud térmica diaria. Estos parámetros ambientales brindan adecuadas, aunque inestables, condiciones para el pastoreo extensivo de rebaños de llamas, cabras y ovejas. De hecho, el pastoreo sigue siendo una actividad fundamental tanto desde lo económico como desde lo social y cultural, en tanto estructura desde la vida cotidiana hasta la organización social y los momentos clave del calendario ritual anual.

Hoy en día, alrededor de 100 unidades domésticas sostienen sus tierras de pastoreo y mantienen sus rebaños involucrando a unas 850 personas. Es importante observar que, aunque participan de las unidades domésticas pastoriles en distintos niveles, todas estas personas de ninguna manera están directa y cotidianamente dedicadas al manejo de la hacienda, como se conoce a los rebaños del grupo, siendo que en general residen la mayor parte del tiempo en el pueblo orientadas a otras actividades y sólo algunos miembros de cada unidad doméstica están en las estancias en el campo.

Al igual que en otras sociedades pastoriles, el manejo y aprovechamiento de los rebaños están organizados en torno a la unidad doméstica, algo que es importante también para los efectos de las prácticas constructivas. Es ésta la propietaria tanto de los animales como de los recursos que de estos surgen, y en su seno se definen las estrategias de pastoreo. A diferencia de lo que se ha descrito para otros sectores de los Andes donde el control está en manos de alguna institución comunitaria, en el caso de Susques son también las unidades domésticas las propietarias de un cierto territorio de pasturas, que se conoce como pastoreo. Cada unidad doméstica dentro de su pastoreo tiene una cantidad de asentamientos, entre los que se desplaza junto con el rebaño a lo largo del año. Existe una cierta organización del trabajo por género, siendo las mujeres las que generalmente se dedican en lo cotidiano al cuidado de los animales. Los varones, en cambio, entre otras actividades, son los responsables de todas las tareas relacionadas con la construcción, como levantar nuevas casas y corrales o el mantenimiento de los existentes. Esto no significa que dejen de existir colaboraciones mutuas y, de hecho, las mujeres participan frecuentemente en algunas tareas puntuales de la construcción.

No es el objetivo de este trabajo reconocer las dinámicas pastoriles1, pero sí es interesante observar que cada unidad doméstica tiene una casa principal, llamada domicilio, y un promedio de entre cinco y seis estancias o puestos distribuidos en puntos estratégicos dentro de su pastoreo (2 y 3). Lo significativo de esto, para los efectos de los objetivos que nos hemos propuesto aquí, es que cada grupo doméstico tiene una notable cantidad de construcciones, incluso hasta más de diez, que son usadas durante el año y que deben ser primero edificadas y luego mantenidas.

Si nos adentramos en las lógicas constructivas, lo primero que debemos observar es la notable extensión de las técnicas de construcción basadas en el uso de la tierra cruda en todas las etapas de la edificación de una casa. De acuerdo con el Censo Nacional de Población del año 2001, el 96% de las 199 casas encuestadas en el pueblo tenía el adobe como material predominante en las paredes con o sin revoque2. En el caso de los techos, la proporción como material predominante baja a un 25% por la incidencia del uso de láminas onduladas de cinc -calamina- en los últimos años. De todas maneras, si consideramos nuestra propia muestra basada en 83 asentamientos diferentes, considerando tanto el campo como el pueblo, y dejamos de lado el criterio de material predominante usado por el Censo, el 100% tiene al menos un recinto construido con adobe y el 85% presenta alguno techado con técnicas basadas en la tierra cruda3.

En términos generales, y un tanto esquemáticamente, lo habitual es la realización de un cimiento con un sobrecimiento de hasta un metro de altura y entre 30 y 40 cm de ancho, realizados en piedra con mortero de barro, que por un lado tienen el objetivo de mejorar el asentamiento de la construcción, pero además protegen el muro de la incidencia de la posible humedad ascendente y el rebote del agua de lluvia. Especialmente en el caso de las construcciones más antiguas, era habitual que la totalidad del muro se realizara en piedra con mortero de barro (Figura 4 y 5). En las estancias y en ciertas construcciones específicas como los corrales, por otra parte, es común la realización de los muros con pirca seca, es decir, con piedras unidas por forma sin utilizar mortero de barro (Figuras 2 y 3).

Como hemos indicado, el adobe es la principal técnica para la elevación de los muros, más allá del uso histórico de la piedra y la reciente incorporación, todavía escasa, de bloques de hormigón o cerámicos4. En términos generales, los adobes son cortados por las mismas familias para el uso en sus casas. De esta manera, es posible observar una cierta variación a nivel doméstico en las preferencias de las proporciones en el barro y las medidas resultantes. Es cierto, en todo caso, que existe un proceso creciente de especialización en la realización de adobes. Algunas personas se dedican a la actividad y venden su producción a terceros. Esto ha provocado una cierta estandarización de las medidas en torno a bloques de 40x25x12 cm. Estos bloques se suelen usar de dos maneras: para realizar muros soga, más angostos usando el lado corto, o dobles, colocando el bloque por su lado largo. En los casos en que la cubierta será realizada con láminas onduladas, más livianas que las técnicas basadas en tierra, hoy en día se opta generalmente por los muros soga, lo que provoca no pocas patologías. Es habitual que a lo largo de la elevación de los muros se realicen ciertas alteraciones en las hiladas para generar pequeños huecos, hornacinas para guardar enseres, aberturas de ventilación o algunos detalles fundamentalmente ornamentales (Figuras 6 y 7). Los muros suelen dejarse con los adobes expuestos, sin usar revoque. En las construcciones más antiguas, por el contrario, se detectan rastros de terminaciones realizadas con dos capas de barro, la primera más gruesa, para unificar la superficie, y una posterior, más fina, como acabado. En las casas en el pueblo, las paredes que dan a la calle se suelen revocar hoy en día con mortero de cemento y, posteriormente, son pintadas. Esto no ocurre, en cambio, con los muros que dan al patio.

En el caso de las cubiertas, en armados a una o dos aguas, consisten básicamente en dos técnicas constructivas: la torta de barro y el guayado. Mientras que la primera se basa en la ejecución en toda la cubierta de una o dos capas de barro, mezclado con paja, de entre 5 y 10 cm de alto, la segunda consiste en la colocación sucesiva en hileras de manojos de paja embebidos parcialmente en barro (Figuras 8 y 9). En el caso de los techos a dos aguas, la estructura del techo se conforma a partir de tijeras realizadas con tablas de madera de cardón atadas con tientos de cuero, sobre las que se apoyan las alfajías del mismo material (Figura 10). Luego se despliega una especie de encofrado perdido realizado con tablas de cardón, caña o ramas, sobre las que se ejecuta la torta de barro o el guayado5.

Lo más común es que los pisos de las casas se terminen con tierra apisonada, aunque en ciertos casos también hemos podido registrar el uso de piedras lajas con las juntas llenadas con barro. En el pueblo, las casas poco a poco han comenzado a incorporar terminaciones de los solados con alisados de cemento o, incluso, baldosas. Las casas acostumbran tener aberturas pequeñas que solían ser realizadas por las mismas familias usando tablas de cardón u otras maderas, aunque, como ocurre con el resto de las etapas de la construcción, cada vez más se incorporan aberturas industrializadas traídas de los centros urbanos (Figura 11 y 12). La madera de cardón, si bien se usa intensamente tanto para las aberturas como para los techos, es escasa. Esto lleva a que tanto las tijeras como las aberturas suelan ser trasladadas y reutilizadas en distintas casas.

Subjetividades en la práctica

Si bien la caracterización que acabamos de realizar es útil para efectos de presentar un panorama general respecto a las características materiales de la construcción puneña, también es cierto que, por un lado, brinda una imagen estática y esencializada, y, por el otro, oculta las variaciones significativas que se presentan en las prácticas constructivas entre diferentes familias y especialmente entre distintos constructores. Los discursos sobre las arquitecturas puneñas, entre otras tantas6, han tendido a enfatizar una cierta homogeneidad de las prácticas y producciones, sea como debilidad o fortaleza. De esta manera, se da a entender que las personas actúan y crean sus espacios en forma inevitable como consecuencia de los condicionamientos ambientales, la escasez de recursos o los imperativos culturales. Lo que se está negando, de esta forma, es la capacidad de agencia que las personas tenemos para intervenir en nuestro propio mundo social.

El análisis detallado de cualquiera de las casas en Susques, tanto como el trabajo en conjunto con estos constructores, pone en evidencia y contradice la existencia de estas supuestas homogeneidades. Si hipotéticamente expusiéramos a diferentes personas a resolver problemáticas técnicas similares con los mismos materiales disponibles, los resultados variarían significativamente entre ellos. Probablemente esas diferencias no serían fácilmente reconocibles por un observador con una mirada no acostumbrada; sin embargo, desde la percepción de los distintos constructores, los resultados, aunque posibles y válidos, podrían reconocerse como contrapuestos. Estas diferencias que forman parte de la identidad de los constructores como tales, pueden atravesar desde la selección de los materiales hasta el último de los detalles. El tipo de tierra, la textura y composición del barro por utilizar, las medidas de los adobes, la traba entre las piedras o la preparación y disposición de la paja para el techado son algunos de los infinitos campos en los que pueden expresarse las diferencias. Al mismo tiempo, estas diferencias no surgen de una absoluta subjetividad, sino que tienden a darse dentro un determinado modo de hacer compartido. En todo caso, sí es importante reconocer estas pequeñas diferencias, que muchas veces invisibilizamos en los análisis, porque dan cuenta tanto de la complejidad de los saberes y sus posibilidades, como de las relaciones que se presentan entre quienes los ejecutan.

La teoría de la práctica propuesta por Bourdieu (1980/2007) nos permite aproximarnos a esta relación entre las particularidades individuales, o grupales, y las lógicas compartidas, en tanto ayuda a trascender la tradicional dicotomía entre el mandato de una estructura y la subjetividad de los agentes (Dietler y Herbich, 1998). Más que estar sometidos a reglas externas que nos obligan a comportarnos en una forma específica, las personas partimos de una serie disposiciones, lo que Bourdieu (1980/2007) denominó habitus, que nos predisponen a actuar en un cierto sentido. Estos habitus se producen y reproducen en la práctica misma, creándose nuevas disposiciones y transformando las precedentes en relación con las condiciones de existencia. En este sentido, las disposiciones estructuran tanto como son estructuradas (Bourdieu, 1980/2007).

Las técnicas constructivas surgen y están formadas en relación con el habitus, al igual que cualquier otra práctica social en un grupo. De hecho, están imbricadas y definidas en conjunto con otras prácticas y relaciones tal que no pueden ser consideradas como esferas independientes. Se trata de conocimientos que surgen, se definen, redefinen y legitiman en el concierto de la experiencia colectiva, a partir de las particulares condiciones de existencia del grupo. A su vez, estas técnicas, en tanto acto social, no surgen exclusivamente de las condiciones presentes como una respuesta instantánea, pero tampoco del sostenimiento de las condiciones y prácticas pasadas en una mera reproducción pasiva de lo ya hecho y consolidado. Es necesario, entonces, poner en relación "las condiciones sociales en las que se ha constituido el habitus que las ha engendrado con las condiciones sociales en las que éste opera" (Bourdieu, 1980/2007, p. 91). La conformación de una determinada técnica que un constructor lleva adelante, debe ser comprendida tanto en el marco de su contexto presente y el problema actual que se le plantea, como de las condiciones pasadas en las que se conformó.

Los modos de hacer constructivo que colectivamente se definen y legitiman no obligan a actuar y trabajar de una determinada manera. En cambio, cualquier constructor dispone de una cierta cantidad de opciones y resoluciones técnicas que son consideradas aceptables. Son aceptables porque van a cumplir de un modo eficiente con los requerimientos estructurales para que la construcción se mantenga en pie durante el tiempo necesario, o van a responder a los requerimientos ambientales, pero también porque son válidas dentro de un sistema de valores y significaciones colectivamente ordenado. En este contexto, un constructor dentro de un campo más o menos amplio de opciones posibles, tendrá consciente o inconscientemente determinadas preferencias que podrán ir desde las grandes decisiones respecto a las dimensiones de un recinto o el sistema constructivo general, hasta las "microelecciones" expresadas en las proporciones que deben usarse en un mortero de barro y la textura que se espera obtener7. La práctica de un cierto constructor está mediada por las condiciones colectivas en tanto miembro de un grupo, pero también por sus condiciones particulares de existencia en relación con su trayectoria social.

Lo interesante de esto es que podemos reconocer la riqueza de respuestas diversas que evidencian la heterogeneidad de las prácticas dentro de un cierto "aire de familia". Es por lo demás interesante observar que en las distintas casas hay respuestas diferenciales para, por ejemplo, el armado de las carpinterías usando desde tablas de madera de cardón hasta láminas metálicas que sólo pueden pensarse desde las preferencias de los constructores particulares. En este marco se dan innovaciones técnicas de la mano de un constructor que luego pueden ser retomadas o rechazadas por otros. Claro que esto está en relación no sólo con la pertinencia y eficacia de la resolución, sino también con el mayor o menor prestigio que ese constructor puede tener (Dietler y Herbich, 1998).

Construir como parte del día a día

Para efectos de una cabal comprensión de la significación cotidiana de las prácticas constructivas, debemos detenernos en un aspecto central. En algo que es también común en otros lugares, las casas en Susques están en un proceso de transformación continua tal que la dinámica es inherente a su definición. Esto se da en un contexto en el que los conocimientos constructivos no están sólo en manos de algunos especialistas, más allá de que estos existan, sino que presentan una notable extensión en el conjunto de la población.

Más arriba observamos que cada unidad doméstica pastoril tiene una cierta cantidad de asentamientos dentro de su territorio de pasturas, además de, al menos, una casa en el pueblo. Cualquiera de estos asentamientos, aunque particularmente el domicilio, la casa principal en el campo y la casa en el pueblo, se constituye a partir de una serie de recintos que con una cierta autonomía se distribuyen en torno a un patio (Figuras 13 y 14). La organización de la casa, la cantidad de recintos y su ubicación están íntimamente vinculadas con la historia del grupo familiar. No podemos explayarnos aquí sobre esta relación entre configuración social y configuración espacial, pero lo que sí nos interesa marcar al respecto es que la casa está continuamente en construcción. Se constituye entonces como un hecho inacabado y siempre sujeto a cambios, de manera tal que no es posible hablar de una obra concluida en el sentido de algo definitivo. Nuevos recintos se levantan continuamente y se van sumando a los existentes continuando y modificando el proyecto colectivo (Figura 15).

A lo largo de su vida, una persona en Susques sin dudas le hizo múltiples modificaciones, algunas sustanciales, a la casa familiar. Es muy común ver en la mayoría de las casas que las familias van cortando adobes a lo largo del año o los tienen apilados en algún rincón del patio, listos para ser usados. Es decir, el construir no es una actividad esporádica sino más bien prácticamente cotidiana. Las personas socializan entonces en una cotidianeidad de la que el construir forma parte. El resultado de esto es que el construir no sólo es cotidiano, sino que además forma un cuerpo de conocimientos sumamente extendido en la población, a tal punto que la mayor parte de las personas no sólo podría explicar cualquiera de las técnicas, sino que además podrían, y de hecho lo hacen, levantar su casa.

Desde pequeños, los niños aprenden las distintas técnicas participando en los trabajos de sus casas en la medida de sus posibilidades, o reproduciendo los saberes en distintos juegos que suelen implicar levantar sus propias casas en miniatura (Figura 16). Cuando ese niño reconoce estos saberes, no sólo está aprendiendo a construir, algo que le será necesario en su adultez, sino que además está incorporando las relaciones que se dan en su grupo y un determinado modo de constituir los espacios y entender el mundo.

La ritualidad de las prácticas

Como ha planteado Peirano (2006), los "rituales no se separan de otros comportamientos sociales en forma absoluta" (p. 3) y, de esta manera, permiten observar y pensar sobre otras cuestiones de la realidad social. Lo importante para nosotros en este texto es que los rituales y las prácticas constructivas también están imbricados en la existencia cotidiana. Etnografías en diferentes partes del mundo han puesto en evidencia la importancia de los distintos rituales que atraviesan las etapas en la construcción de una casa. Estas acciones abarcan desde el comienzo de la obra hasta aquellos rituales, particularmente complejos, de la inauguración. En el contexto de las sociedades pastoriles y agropastoriles en los Andes ocurre lo propio, y las investigaciones han dado cuenta de las acciones rituales que se desarrollan antes de habitar la casa en Bolivia y Perú (Arnold, 1998; Metraux, 1931; Morote Best, 1956/1988; Palacios Ríos, 1990), pero también en el norte de Argentina a partir de la significación de la flechada (Bugallo, 1999; Valentié, 1980; Zurita, 2004).

Un caso de ritualidad asociada con una acción constructiva, en este caso con relevancia colectiva más que doméstica, fue detalladamente descrito por Sendón (2004) en Marcapata, Perú. Cada cuatro años se lleva adelante allí el wasichakuy: el repaje del techo de la iglesia local. Sendón planteó que este ritual, además de cumplir con el fin efectivo de repajar el techo, "implica toda una recreación simbólica y social del espacio y de los grupos sociales marcapateños" (2004, p. 6). En el contexto de Susques, la capilla de Nuestra Señora de Belén también debe ser guayada cada cinco o seis años, en el marco de una celebración que también tiene su importancia en tanto en su contexto se hace evidente la existencia de las dos mitades que conforman Susques y se reactualiza la unión presente en los relatos de origen (Tomasi, 2011). Lo interesante es que el guayado de la capilla es una necesidad técnica de reparación del techo del templo tanto como una recreación del colectivo, y de reconstrucción y fortalecimiento de los lazos en el interior de la comunidad.

Volviendo a lo doméstico, la totalidad del proceso de construcción de una casa está también densamente cargado de instancias rituales. Cuando se han marcado con estacas las cuatro esquinas de la casa a partir de las que se tirarán los hilos que guían la elevación de las paredes, se abre un pequeño hoyo en el centro de la futura construcción donde se alimenta a la Pachamama pidiéndole protección para la nueva casa y permiso para comenzar a construir. Las distintas personas que participan de la obra y los miembros de la familia, dando cuenta de las redes de colaboración existentes, van acercando sus ofrendas. De rodillas, y siempre con ambas manos, se ofrecen primero hojas de coca, luego alcohol puro, vino, cerveza y gaseosita, con los que se alimenta a la Pacha. Los trabajos continúan y una vez que se ha excavado el suelo para realizar los cimientos de piedra, se realiza la segunda de las chayas. Antes de colocar la primera de las piedras esquineras, se brindan nuevas ofrendas a medida que el grupo va recorriendo cada una de las cuatro esquinas. Las esquinas de las construcciones, además de su importancia estructural, tienen una fuerte carga simbólica y esto se expresa en distintas celebraciones.

La finalización del techado de la casa es un momento particularmente importante dentro del proceso de construcción y esto queda evidenciado en el ritual de la flechada. Es este el momento en que la casa, desde lo constructivo, está terminada y podría ser usada. Sin embargo, el uso de ese espacio por parte del grupo familiar no puede efectivizarse hasta que se haya "matado la casa". Sintéticamente, en el contexto de la flechada se reúnen todas aquellas personas que participaron de los trabajos y los miembros de la familia de la pareja que ha construido su casa. Luego de una serie de chayas en la boca ubicada en el centro del nuevo recinto, se cuelga un huevo de la cumbrera del techo atado con una serie de lanas y todos los participantes se ubican en ronda sobre las paredes. A partir de ese momento, siguiendo un estricto orden, uno por uno irán tomando las flechas, hechas con pequeñas ramas afiladas en la punta y con lanas de colores atadas, y las tirarán hacia el huevo. Se espera que, una vez partido a flechazos, mientras que la cáscara queda en el techo, la clara y la yema caigan dentro de la boca como ofrenda. A través de la flechada se está matando la casa, si se quiere literalmente, y dotándola luego de una nueva existencia. Esto implica que durante el ritual opera una transformación profunda en la esencia de ese espacio, de manera tal que luego de realizado las personas pueden empezar a vivir ahí.

En relación con lo que hemos planteado en este texto, lo constructivo tiene diferentes sentidos que se superponen. Naturalmente, se espera que una casa brinde una adecuada protección frente a los agentes ambientales, aparte de brindar un espacio confortable y seguro para sus habitantes. Sin embargo, la flechada evidencia que la casa debe además crear un espacio protegido de la acción de agentes negativos que pueden llegar a provocar daños graves en las personas. Se debe evitar que el mal entre en la casa y en ese sentido se dirigen algunas de las acciones de los rituales.

Comentarios finales

A lo largo de este texto hemos buscado presentar distintas aproximaciones a un único problema como es el de las prácticas constructivas, a partir de un caso particular como es el de la población de Susques. En este recorrido hemos considerado desde las características generales del sistema constructivo hasta las dimensiones rituales que están involucradas, en el marco de prácticas constructivas que forman parte de la cotidianeidad de las personas. Naturalmente, cada uno de los temas tratados constituye problemáticas lo suficientemente densas como para ameritar un desarrollo específico. Lo que nos propusimos aquí fue conformar un panorama amplio que nos permitiera mostrar la complejidad de cuestiones que entran en juego a la hora de tomar cualquier tipo de decisión constructiva. Tal como lo hemos planteado, esas decisiones no se limitan a lo estrictamente técnico. En realidad, se trata de decisiones técnicas que deben ser entendidas en el contexto de lo social y no por fuera.

La indagación en torno al caso de Susques, por otra parte, pone en evidencia la importancia que las prácticas constructivas pueden tener en la organización de una sociedad, no como algo aislado, sino más bien dentro de una trama compleja. Este escenario que se nos abre presenta una realidad diferente al de las sociedades urbanas occidentales, por nombrarlas de un modo laxo, en las que tanto la planificación y diseño de los espacios como las resoluciones técnicas suelen descansar en determinados especialistas formados específicamente para esto. Es decir, la inmensa mayoría de las personas suele observar lo constructivo como algo ajeno a su vida cotidiana e, incluso, traumático. Por el contrario, hemos indicado que en Susques esto es parte de un conocimiento extendido que se reproduce y renueva a su vez en la práctica cotidiana. En primer lugar, el guayado periódico de la capilla se presenta como un ritual importante en la constitución de Susques como un colectivo. Mientras tanto, en el contexto doméstico, las redes de colaboración que se establecen a la hora de levantar una casa y la densidad de los distintos rituales que se llevan a cabo, insertan esas prácticas en un determinado modo de ordenar el mundo. En ninguno de estos casos es anecdótico que se trate de un trabajo de construcción. Lo que se nos presenta es la posibilidad, más bien la necesidad, de pensar en las técnicas constructivas como parte de un universo social cargado de significación.


Pie de página

1Al respecto, para el área de Susques, ver Góbel (2002), Tomasi (2011) o Yacobaccio et al. (1998).
2Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
3El tamaño de la muestra no permite hacer extensivos los resultados, pero los datos sí son significativos con un criterio ilustrativo.
4Estos materiales se han incorporado mayormente de la mano de las obras asociadas con las instituciones estatales presentes en Susques.
5Evidentemente, ésta es una simplificación de técnicas mucho más complejas. El material sobre técnicas constructivas en la Puna ciertamente no es abundante. Sin embargo, debemos destacar lo realizado por Rotondaro (1988) y Delfino (2001). También pueden consultarse los distintos trabajos en Tomasi y Rivet (2011); en cuanto al trabajo con piedra, Schilman y Reisner (2011); para el uso del adobe, Barada et al. (2011); sobre las estructuras de techos, Corrales Barboza et al. (2011); respecto al guayado, Daich y Palacios (2011) y, para el torteado con barro, Rivet y Tomasi (2011).
6Efectivamente, debemos observar que estas caracterizaciones suelen extenderse a todo el inmenso e indefinido campo de lo que suele conocerse como arquitectura vernácula.
7Esto se pone evidente de un modo claro en el trabajo conjunto con los constructores. Mientras que algunos prefieren que el barro esté más arcilloso para que esté más plástico, otros prefieren que sea más arenoso para que no se pegue a la cuchara.


Referencias

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