1. Introducción
Los principales abordajes, definiciones y conceptualizaciones de la violencia de pareja en el contexto colombiano, se han centrado principalmente en variables sociales y culturales, siendo escasos los estudios que resaltan el rol que desempeña el componente biológico para la comprensión de este tipo de conducta. Un ejemplo claro de ello, son los fallos o sentencias judiciales emanadas por los jueces quienes en pocas ocasiones tienen en cuenta la variable neuropsicológica al momento de valorar la conducta o comportamientos de violencia de pareja, pese a los resultados obtenidos en investigaciones emprendidas desde las neurociencias, dentro de las cuales se ha puesto de relieve la existencia de un componente neuropsicológico en la génesis y mantenimiento de la conducta violenta, así como un modelo bimodal donde se clasifican las agresiones como premeditadas (proactiva) o impulsivas (reactiva); con un ni vel alto de activación neurovegetativo (Criminal Justice Division, 2013; Stanford, Houston & Baldridge, 2008; Causadías, Zapata, Sanchéz, & Britton, 2010; Almeida et al., 2005; Bufkin & Luttrell; 2005; Andreu, Ramirez & Raine, 2006; Siever, 2008; Arce & Fariña, 2010; Dodge, 1991; García, 2007; Morse, 2004).
La violencia de pareja es un problema social complejo y por tanto para generar estrategias de prevención y disminución es necesario abordarla desde diferentes perspectivas, teniendo en cuenta su tipología (Boira & Tomás-Aragonés, 2011; Cavanaugh & Gelles, 2005).
El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (2015) y Barón (2010), han adelantado investigaciones sobre violencia intrafamiliar y violencia de pareja las cuales han permitido concluir que la violencia de pareja es la principal forma de violencia intrafamiliar con 64,33%, siendo emitida principalmente por los compañeros sentimentales con un 77,58%. Este tipo de comportamientos genera efectos psicológicos y físicos en las personas que los padecen, pero adicional a ello estos actos traen consigo costos económicos para el país, debido a que este fenómeno cuesta el 4% del gasto del producto interno bruto (PIB) (Ribero & Sánchez, 2004; Barón, 2010). Si bien es cierto que se han encontrado evidencias sobre las altas tasas de violencia de pareja ejercida de hombres a mujeres, es de aclarar que esta también es practicada de mujeres a hombres y entre parejas homosexuales (Burke & Follingstad, 1999; Burke, Jordan & Owen, 2002), aunque en menor proporción entre parejas homosexuales, puesto que se desconocen cifras y procesos judiciales (Morse, 1995; Straus, 1993; Straus & Gelles, 1988; Bartholomew, Regan, Oram & White, 2008; Burke & Follingstad, 1999; Burke et al., 2002; Turell, 2000). Por lo anterior, es posible plantear la existencia de conductas con alcance jurídico y desde las cuales la perspectiva normativa parece insuficiente para la comprensión y prevención de la criminalidad, teniendo en cuenta que que el delito se considera como conflicto multicausal dentro del cual se involucran personas en su relación intersubjetiva, en un contexto social determinado (Henry & Plemmons, 2012; Greely, 2008; Procuraduría General de la República, 2005).
El constructo propuesto sobre violencia de pareja, se fundamenta a partir de los resultados obtenidos en investigaciones que han abordado el fenómeno desde diversas perspectivas y áreas de conocimiento, tal como lo presenta Amor, Echeburua y Loinaz, (2009) en su estudio. A pesar que en la actualidad aún no se alcanza la comprensión completa de los mecanismos que la originan, los avances obtenidos en los estudios y la literatura permiten determinar que existe una correlación a nivel genético, neurobiológico, psicofisiológico y social. Por ello, se hace un especial énfasis en las neurociencias, toda vez que en los últimos años se evidencia un incremento significativo en el estudio de su base neurobiológi ca (Ardila & Ostrosky-Solis, 2008), estableciendo un nuevo escenario para su comprensión y abordaje. Ahora bien, así como el flagelo de la violencia de pareja ha presentado un crecimiento, las investigaciones realizadas en este campo en su intento por explorar su génesis presentan la misma situación, lo cual ha permitido la postulación de una gran variedad de clasificaciones y un camino largo para lograr el consenso (Amor et al., 2009). No obstante, desde las neurociencias los hallazgos obtenidos permiten precisar que existe un correlato neuroanatómico, sobre el cual se vienen adelantando acerca de las conductas agresivas tanto premeditadas como impulsivas (Alcázar, Verdejo, Bouso & Bezos, 2010; Stanford et al., 2008; García, 2007).
Frente a los estudios neuroanatómicos, Brower y Price (2001), concluyen que la alteración o disfunción del lóbulo frontal, origina un déficits de las funciones ejecutivas, teniendo como consecuencia un nivel de descontrol agresivo. Así mismo, la conducta agresora de tipo impulsiva se encuentra correlacionado con la corteza prefrontal y el aumento de la agresión con el área orbitofrontal. Los autores expresan que la literatura y los resultados no permiten aún realizar inferencias de reincidencia de manera confiable, lo que sí está claro es que cierto tipo de violencia se encuentra localizada en un área del lóbulo frontal. Los resultados descritos son confirmados por Tovar y Ostrosky-Solís, (2013) en su estudio.
En concordancia con lo anterior, Ardila y Ostrosky-Solis (2008), manifiestan que el fenómeno de la violencia posee un factor neurobiológico, el cual se ubica en el lóbulo frontal y otras zonas del encéfalo como lo son: el cerebro medio y la neocorteza. Por su parte, Alcázar et al., (2010) en su estudio sobre la neuropsicología de la agresión impulsiva, expresan que las conductas violentas se encuentran asociadas con alteraciones funcionales y estructurales de los circuitos cerebrales. Los autores afirman que a partir de las técnicas de neuroimagen, algunos estudios han comprobado el compromiso de la corteza prefrontal y el sistema límbico en la generación de las conductas agresivas
Raine (2002; Hanlon et al., 2013), realizó un estudio con un grupo de sicarios, el cual posteriormente dividió de acuerdo a la naturaleza de la violencia, es decir, agresión impulsiva y premeditada. Los hallazgos le permitieron concluir que los agresores impulsivos presentan una actividad baja en la corteza prefrontal, mientras que el otro grupo presento un desempeño bueno en el lóbulo frontal. Asimismo, el grupo de agresores de tipo premeditado, presentan niveles mayores de autocontrol y planeación contrario al otro grupo. Raine (2001) en su estudio postula que los sujetos con una alteración en lóbulo frontal responden de manera agresiva ante estímulos de tipo trivial.
Para el caso específico de las funciones ejecutivas, se ha encontra do que las personas generadoras de violencia de pareja, presentan dificultades en esta área y poseen carencia en el establecimiento de nuevos repertorios conductuales y monotonía en sus actuaciones, falta de habilidad para utilizar estrategias operativas, limitaciones en la productividad y creatividad, falta de flexibilidad cognitiva, evidenciando cierta dificultad para proponer alternativas de solución en las situaciones presentes, y la incapacidad para la abstracción de ideas diferentes a las que reconoce, las cuales son de tipo negativas principalmente (Moya-Albiol & RomeroMartínez, 2013; Bueso-Izquierdo et al., 2012; Bueso-Izquierdo et al., 2015; Cohen et al., 2003) y distorsiones cognitivas (Saunders, 1995). Este tipo de dificultades va impidiendo que la persona pueda anticipar las consecuencias de su comportamiento y a su vez genera una mayor impulsividad o incapacidad para posponer su respuesta (BuesoIzquierdo et al., 2012; Bernard & Bernard, 1984; Baddeley & Wilson, 1988), condición que se encuentra estrechamente relacionada con el comportamiento que presenta una persona maltratadora y a su vez con otra de las variables, como lo es la teoría de la mente. Dicho constructo, fue acuñado por Premack y Woodruff en 1978, el cual hacía alusión a la capacidad que poseía un organismo para atribuir un estado mental y a partir de este, predecir el comportamiento de otro organismo (Wilde, Astington & Barriault, 2001; Cohen et al., 2003).
Otras áreas importantes del cerebro son el lóbulo frontal y el cortex prefrontal. El primero posee el control de los procesos cognitivos (Tirapu & Luna, 2011; Flores, Ostroksy & Lozano, 2008; Alcázar, et al., 2010), puesto que por medio de evidencia científica se ha podido comprobar que esta región cerebral se encuentra implicada en la ejecución de operaciones cognitivas específicas tales como memorización, metacognición, aprendizaje y razonamiento (Baddeley, DellaSala & Papagno, 1997; Alcázar et al., 2010). El segundo, posee las funciones cognitivas más complejas y evolucionadas del ser humano, y se le atribuye un rol esencial en la creatividad, el desarrollo de las operaciones formales del pensamiento, la conducta social, la toma de decisiones y el juicio ético y moral, actividades indiscutiblemente importantes en el desarrollo cognitivo de los seres humanos (Price, Daffner & Stowe, 1990; Butman, 2001; Hirnstein, Hausmann & Gunturkun, 2008; Ardila & OstroskySolís, 2008) y algunas de las cuales se relacionan con el funcionamiento de la teoría de la mente en hombres que presentan maltrato hacia sus parejas puesto que carecen de estas habilidades o las utilizan de forma inadecuada, por lo cual, en las investigaciones realizadas se atribuye que una lesión en esta área genera alteraciones emocionales, conductuales y cognitivas (Dut ton & Strachan, 1987; Goldstein & Rosenbaum, 1985; Saunders, 1995; Tirapu & Luna, 2011) que motivan la comisión de ciertos delitos, entre ellos los relacionados con violencia intrafamiliar, específicamente la violencia hacia la pareja.
Por lo expuesto, el objetivo del estudio fue evaluar el desempe ño de las funciones ejecutivas en un grupo de hombres que poseen antecedentes por violencia de pareja. A partir de lo anterior, se pretende brindar aportes empíricos y conceptuales para la comprensión de la violencia de pareja desde la neurocriminología al sistema penal colombiano como medio probatorio frente a la toma de decisiones, políticas criminales, estrategias de prevención y promoción, así como la generación de programas de intervención centrado en las necesidades de los victimarios desde el área penitenciaria
2. Metodología
Diseño de la investigación
La presente investigación se realizó sobre la base de un estudio con enfoque cuantitativo, ex post facto, transeccional de tipo correlacional (Hernández, Fernandez & Baptista, 2010). Asimismo, se utilizó un muestreo no probabilístico incidental, el cual participaron 34 hombres (17 maltratadores y 17 no maltratadores). Los criterios de inclusión establecidos para los hombres maltratadores son: mínimo un año de convivencia de pareja dentro de la cual se haya ejercido violencia física, económica y psicológica hacia su cónyuge en más de una ocasión; estar registrados en la comisaría de familia por procesos administrativos relacionados con VIF o tener un proceso judicial en contra por este delito; no presentar comportamiento violento hacia otros familiares; ser mayor de edad y un nivel de educación básico para la comprensión y desarrollo de las actividades asignadas; no poseer antecedentes de consumo de sustancias psicoactivas (SPA) o estar consumiendo SPA.
Los criterios de inclusión para hombres no maltratadores fueron: mínimo un año de convivencia con su pareja dentro del cual no se haya ejercido ningún tipo de violencia la cual fue determinada mediante una prueba de cribado; no hacer parte de procesos judiciales o administrativos; ser mayores de edad y poseer un nivel de educación básico que les permita responder a las actividades en la aplicación de los instrumentos. Asimismo, se les aplicó una prueba de cribado para descartar que fueran agresores en potencia.
Consideraciones éticas
La participación e inclusión de las personas en el estudio: se realizó a través del contacto de posibles participantes; se les explicó el estudio y se invitó a que hicieran parte de la misma de manera voluntaria. La aceptación se plasmó mediante un consentimiento informado, el cual se caracteriza por poseer las condiciones de participación al igual que la forma de devolución de resultados. Asimismo, se tuvieron en cuenta para el desarrollo del estudio los lineamientos del informe Belmont, código deontológico y bioético de psicología (Ley 1090 de 2006) al igual que directrices para el desarrollo de estudios biomédica en seres Humanos (CIOMS, 2002).
Análisis de datos y tratamiento estadístico
El tratamiento de los datos se realizó mediante el paquete estadístico SPSS 22. Se llevó a cabo un análisis descriptivo de las variables involucradas (edad, procedencia y nivel educativo, así como las variables objeto de estudio), se realizaron análisis estadísticos de normalidad y anormalidad, comparación de medias entre grupos, correlaciones bivariadas entre grupos, y análisis descriptivo. Para el análisis de resultados en cada uno de los instrumentos se tienen en cuenta la puntuación total en la muestra normativa y la puntuación por grupos. Las pruebas estadísticas utilizadas para el análisis fueron: la prueba U Mann Whitney y Spearman.
3. Resultados
La muestra estuvo conformada por 34 hombres distribuidos en dos grupos, el primer grupo 17 hombres maltratadores y el segundo grupo 17 hombres no maltratadores. Dentro del análisis de las características sociodemográficas se encontró que las edades de los participantes oscilaron entre 25 y 58 años, con edad media de 40.21 años (9.905).
A nivel educativo, la muestra estuvo distribuida así: 7 de los participantes habían realizado bachillerato incompleto y equivalen al 20.6% de la muestra; 5 tienen bachillerato completo y equivale al 14.7% de la muestra; 18 hombres poseen formación técnica, equivalente al 52.9% de la población y 4 personas tienen nivel de formación profesional que equivalen al 11.8% de la población.
En la tabla 1 es posible evidenciar los estadísticos descriptivos con respecto a las puntuaciones obtenidas en cada una de las pruebas que evalúan las funciones ejecutivas en el grupo de hombres maltratadores y en el grupo de hombres no maltratadores.
TMT-A.
Para el análisis de resultados de esta prueba se tiene en cuenta el tiempo que tardó el participante en finalizarla de forma adecuada.
En el TMT parte A para la muestra normativa los puntajes oscilaron entre 0 y 3, con una media de 2.03 y una SD de 0.834.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de TMTA es la misma entre las categorías de Grupos.
Los puntajes obtenidos por el grupo de maltratadores osciló entre 0 y 3, con una media de 2.18 y una SD de 1.015) (Tabla 1) y en el grupo de no maltratadores entre 1 y 3, con una media de 1.88 y una SD de 0.600 (Tabla 1). Para la validación de hipótesis se utilizó el estadistico U Mann-Whitney y KolmogorovSmirnov con los siguientes resultados U= 0.218 y p = 0.112, razón por la cual se conserva la hipótesis nula.
TMT-B.
Para el análisis de resultados de esta prueba, igual que en el anterior se tiene en cuenta el tiempo que tardó el participante en finalizarla de forma adecuada.
Con respecto al TMT parte B para la muestra los puntajes oscilaron entre 0 y 3, con una media de 1.18 y una SD de 0.936.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de TMTB es la misma entre las categorías de Grupos.
Los puntajes obtenidos por el grupo de maltratadores osciló entre 0 y 3, con una media de 1.47 y una SD de 0.943 (Tabla 1) y en el gru po de no maltratadores entre 0 y 3, con una media de 0.88 y una SD de 0.857 (Tabla 1). En la validación de hipótesis se obtuvo U= 0.073 y p = 0.240, razón por la cual se conserva la hipótesis nula.
Figura de ReyCopia.
En los resultados obtenidos para la figura de ReyCopia en la muestra los puntajes oscilaron entre 1 y 3, con una media de 2.29 y una SD de 0.579.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de Rey es la misma entre las categorías de Grupos.
Los puntajes obtenidos por el grupo de maltratadores osciló entre 1 y 3, con una media de 2.35 y una SD de 0.606 (Tabla 1) y en el grupo de no maltratadores entre 1 y 3, con una media de 2.24 y una SD de 0.562 (Tabla 1). En la validación de hipótesis se obtuvo U= 0.586 y p = 1.000, razón por la cual se conserva la hipótesis nula.
Instrumentos
CONSTRUCTO | DESCRIPCION | VARIABLE | FUENTE |
---|---|---|---|
Funciones Ejecutivas | Capacidades mentales esenciales para llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y aceptada socialmente. | Planeación: Capacidad para integrar, secuenciar y desarrollar pasos intermedios para lograr metas a corto, mediano o largo plazo (Tsukiura, Fujii, & Takahashi, 2001). Control inhibitorio: Capacidad de inhibir o controlar las respuestas automáticas o impulsivas para dar lugar a respuestas que se encuentran mediadas por la atención y el razonamiento. Para llevar a cabo la inhibición de las interferencias se puede realizar a nivel motor, conductual o atencional. Flexibilidad cognitiva: Capacidad que posee el sujeto para detectar la ineficacia de sus conductas en situaciones particulares o novedosas y la consecuente habilidad para sustituirlas por otras más ajustadas a los requerimientos de dichas circunstancias. | Figura del Rey (forma A), STROOP, Wisconsin, TMT, Laberintos de BANFE-2 |
Laberintos.
Para el análisis de resultados en la prueba de laberintos, se retomaron tres puntuaciones teniendo en cuenta las categorías asignadas por la prueba Tocar (en adelan te LABT), Atravesar (en adelante LABA) y Tiempo (en adelante LABTI); puntuaciones que a su vez fueron transformadas en niveles de severidad.
LAB-T.
Para las variables LAB-T los puntajes de la muestra oscilaron entre 0 y 3, con una media de 1.71 y una SD de 0.871.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de LAB-T es la misma entre las categorías de Grupos.
Respecto a los puntajes obtenidos por el grupo de maltratado res en LAB-T oscilaron entre 0 y 3, con una media de 1.82 y una SD de 0.951 (Tabla 1) y en el grupo de no maltratadores LAB-T osciló entre 0 y 3, con una media de 1.59 y una SD de 0.795 (Tabla 1). En la validación de hipótesis se obtuvo U= 0.496 y p = 0.954, por lo cual se conserva la hipótesis nula.
LAB-A.
Para LAB-A los puntajes en la muestra total oscilaron entre 1 y 3, con una media de 1.50 y una SD de 0.826.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de LAB-A es la misma entre las categorías de Grupos.
Respecto a los puntajes obtenidos por el grupo de maltratadores en LAB-A osciló entre 1 y 3, con una media de 1.88 y una SD de 0.928 (Tabla 1) y en el grupo de no maltratadores LAB-A osciló entre 1 y 3, con una media de 1.12 y una SD de 0.485 (Tabla 1). En la validación de hipótesis se obtuvo para LAB-A U=0.022 y p = 0.046, rechazando la hipótesis nula.
LAB-TI.
Para LAB-TI los puntajes en la muestra total oscilaron entre 1 y 3, con una media de 2.82 y una SD de 0.521.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de LAB-TI es la misma entre las categorías de Grupos.
Respecto a los puntajes obtenidos por el grupo de maltratadores en LAB-TI osciló entre 1 y 3, con una media de 2.65 y una SD de 0.702 (Tabla 1) y en el grupo de no maltratadores LAB-TI osciló entre 3 y 3, con una media de 3.00 y una SD 0.000 (Tabla 1). En la validación de hipótesis se obtuvo para LAB-TI U= 0.245 y p = 0.734 y por tanto se se conserva la hipótesis nula.
Tarjetas de Wisconsin.
Los puntajes obtenidos por la muestra normativa en las tarjetas de Wisconsin oscilaron entre 0 y 3, con una media de 0.53 y una SD de 0.929.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de WSCS es la misma entre las categorías de Grupos.
Los puntajes obtenidos por el grupo de maltratadores osciló entre 0 y 3, con una media de 1.06 y una SD de 1.088 (Tabla 6) y en el gru po de no maltratadores entre 0 y 0, con una media de 0.00 y una SD de 0.000 (Tabla 1). En la validación de hipótesis se obtuvo U= 0.009 y p = 0.017, rechazándo la hipótesis nula.
Test de Stroop.
El análisis de resultados para el Test de Stroop se realizó de acuerdo a las categorias asignadas por los autores del instrumento Palabra (en adelante Stroopp), Color (en adelante Stroopc) y Color-Palabra (en adelante Stroopcp), las cuales posteriormente también fueron transformadas a rangos de severidad.
Stroop-P.
Para la variable StroopP los puntajes de la muestra normativa oscilaron entre 2 y 3, con una media de 2.18 y una SD de 0.387.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de Stroop-P es la misma entre las categorías de Grupos.
Respecto a los puntajes obtenidos por el grupo de maltratadores en cada una de las pruebas fue el siguiente: StroopP osciló entre 2 y 3, con una media de 2.35 y una SD de 0.493 (Tabla 1) y en el grupo de no maltratadores StroopP osciló entre 2 y 2, con una media de 2.00 y una SD de 0.000 (Tabla 1). En la validación de hipótesis se obtuvo para StroopP U= 0.079 y p = 0.240, estos resultados permiten conservar la hipótesis nula.
Stroop-C.
Para StroopC los puntajes de la muestra total oscilaron entre 0 y 3, con una media de 1.26 y una SD de 0.963.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de Stroop-C es la misma entre las categorías de Grupos.
Respecto a los puntajes obtenidos por el grupo de maltratadores para StroopC osciló entre 0 y 3, con una media de 1.41 y una SD de 1.326 (Tabla 1) y en el grupo de no maltratadores StroopC osciló entre 1 y 2, con una media de 1.12 y una SD de 0.332 (Tabla 1). En la validación de hipótesis se obtuvo para StroopC U= 0.919 y p = 0.240 y se conserva la hipótesis nula.
MALTRATADORES | NO MALTRATADORES | ||||||||
N | Mínimo | Máximo | Media | Desviación estándar | Mínimo | Máximo | Media | Desviación estándar | |
TMTA | 17 | 0 | 3 | 2,18 | 1,015 | 1 | 3 | 1,88 | ,600 |
TMTB | 17 | 0 | 3 | 1,47 | ,943 | 0 | 3 | ,88 | ,857 |
REY | 17 | 1 | 3 | 2,35 | ,606 | 1 | 3 | 2,24 | ,562 |
LABT | 17 | 0 | 3 | 1,82 | ,951 | 0 | 3 | 1,59 | ,795 |
LABA | 17 | 1 | 3 | 1,88 | ,928 | 1 | 3 | 1,12 | ,485 |
LABTI | 17 | 1 | 3 | 2,65 | ,702 | 3 | 3 | 3,00 | ,000 |
WSCS | 17 | 0 | 3 | 1,06 | 1,088 | 0 | 0 | ,00 | ,000 |
STROOPP | 17 | 2 | 3 | 2,35 | ,493 | 2 | 2 | 2,00 | ,000 |
STROOPC | 17 | 0 | 3 | 1,41 | 1,326 | 1 | 2 | 1,12 | ,332 |
STROOPCP | 17 | 0 | 3 | 1,71 | ,849 | 1 | 2 | 1,24 | ,437 |
Fuente: Elaboración propia.
Stroop-CP.
Para StroopCP los puntajes de la muestra oscilaron entre 0 y 3, con una media de 1.47 y una SD de 0.706.
La hipótesis nula para esta prueba fue la siguiente:
H0: La distribución de Stroop-CP es la misma entre las categorías de Grupos.
Respecto a los puntajes obtenidos por el grupo de maltratadores en StroopCP oscilaron entre 0 y 3, con una media de 1.71 y una SD de 0.849 (Tabla 1) y en el grupo de no maltratadores StroopCP osciló entre 1 y 2, con una media de 1.24 y una SD de 0.437 (Tabla 1). En la validación de hipótesis se obtuvo para StroopCP U= 0.085 y p = 0.240, razón por la cual en las tres categorás se conserva la hipótesis nula.
4. Discusión y conclusiones
Los hallazgos encontrados en las tareas que evaluaron funciones ejecutivas por medio de Wisconsin (Lezak, 1982; Periáñez & Barceló, 2001; Citados por Ramírez & Ostrosky, 2012) reflejan que los hombres maltratadores presentan dificultades de atención sostenida y selectiva, dificultades en planificación, resolución de conflictos y toma de decisiones; dificultades en el cambio de estrategias inhibiendo la respuesta habitual y ofreciendo nuevas alternativas.
Lo anterior, son aspectos que se relacionan con lo expuesto por Alcázar et al., (2010), quienes consideran la impulsividad como la predisposición para la ejecución de una respuesta de manera rápida, sin reflexión, poca planificación generando comportamientos poco adaptativos e inadecuados que conllevan al individuo a un escenario de riesgo delictivo (Andreu et al., 2006); ésta condición impide que las personas puedan anticipar las consecuencias de su comportamiento y de ahí se genera una incapacidad para posponer su respuesta (Bueso-Izquierdo et al., 2012; Bernard y Bernard, 1984; Baddeley & Wilson, 1988).
De acuerdo a los resultados las personas generadoras de violencia de pareja, presentan dificultades en el establecimiento de nuevos repertorios comportamentales y la incapacidad para la abstracción de ideas diferentes a las que reconoce, siendo éstas últimas de tipo negativas (Moya-Albiol & Romero-Martínez, 2013; Bueso-Izquierdo et al., 2012; Bueso-Izquierdo et al., 2015; Cohen et al., 2003).
Para Morse (2004), los avances obtenidos por las neurociencias en lo concerniente a la comprensión de la conducta ha permitido entender sobre qué situaciones y quién puede gozar de capacidad general de juicio racional. De acuerdo a lo anterior, la violencia de pareja es considerada una conducta con alcance jurídico y es tan amplio su impacto en la población que la denominan como uno de los principales problemas en salud pública a nivel mundial (Olaya et al., 2008; Krug et al., 2002).
Por su parte, Anderson (2002) establece que los procesos asociados a las funciones ejecutivas incluyen principalmente la anticipación, planeación, autoregulación, flexibilidad cognitiva y control inhibitorio, cada uno de los cuales coinciden con aquellas funciones que involucran más valores afectivos y motivacionales (Zelazo y Müller, 2002 citado por Lozano & Ostrosky, 2011) y que son determinantes para el desarrollo de conductas violentas.
Raine (2001) quien concluyó que los sujetos con una alteración en lóbulo frontal, responden de manera agresiva ante estímulos de tipo trivial; ésta última afirmación debe ser validada para el caso de las personas evaluadas mediante estudios especializados que permitan aportar evidencia al respecto.
Así mismo, se ha encontrado que las personas generadoras de violencia de pareja, presentan dificultades en el establecimiento de nuevos repertorios comportamentales y la incapacidad para la abstracción de ideas diferentes a las que reconoce, siendo éstas últimas de tipo negativas principalmente (MoyaAlbiol & Romero-Martínez, 2013; Bueso-Izquierdo et al., 2012; BuesoIzquierdo et al., 2015; Cohen et al., 2010).
Los hallazgos encontrados en las tareas que evaluaron funciones ejecutivas mediante las tarjetas de Wisconsin, siendo ésta una de las pruebas más utilizadas para la evaluación de las funciones ejecutivas (Lezak, 1995; Periáñez & Barceló, 2001; Citados por Ramírez & Ostrosky, 2012); permite evidenciar que la distribución de los puntajes en esta prueba es diferente para los dos grupos. Estos resultados indican que a diferencia de los hombres no maltratadores, los hombres maltratadores poseen dificultades de atención sostenida y selectiva, dificultades en la planificación que se encuentra relacionada con la capacidad de pensar alternativas, hacer una evaluación de las mismas y a partir de ello tomar decisiones o resolver problemas. Así mismo de acuerdo a los resultados existe una alta probabilidad que a éste grupo de personas se le dificulte el cambio de una estrategia inhibiendo la respuesta habitual y ofreciendo nuevas respuestas ante las diferentes situaciones que se presenten a lo largo de su vida.
Estos resultados se pueden relacionar con lo propuesto por autores como Alcázar et al., (2010), quienes consideran la impulsividad como la predisposición para la ejecución de una respuesta de manera rápida, sin reflexión, poca planificación que concluye en comportamientos poco adaptativos e inadecuados que conllevan al individuo a un escenario de riesgo delictivo (Andreu et al., 2006); ésta condición impide que las personas puedan anticipar las consecuencias de su comportamiento y de ahí se genera una mayor impulsividad o incapacidad para posponer su respuesta (Bueso-Izquierdo et al., 2012; Bernard y Bernard, 1984; Baddeley & Wilson, 1988).
Por otra parte, el análisis realizado a los puntajes obtenidos en la evaluación de las funciones ejecutivas mediante el TMT parte A y B, la figura de ReyCopia, Laberintos y el test de Stroop en sus tres modalidades, distan de lo mencionado con anterioridad, puesto que reflejan la existencia de una distribución equivalente en los puntajes para los dos grupos y por tanto, sería posible interpretar que en los hombres evaluados existe un desempeño similar en el proceso de cambio de estrategias inhibiendo respuestas habituales para ofrecer nuevas estrategias ante estímulos cotidianos; así como la capacidad de pensar alternativas, sopesar y tomar decisiones ante las situaciones de la vida diaria, realizado un análisis previo sobre las mismas; resultados que motivarían la explicación de la violencia mediante la agresión premeditada.
Si bien es cierto, cada uno de los hallazgos generan alternativas para la compresión de la violencia de pareja, es evidente que la misma no puede ni debe ser explicada únicamente por un modelo unicausal y por tanto para abordarla de manera directa y generar un efecto en las estrategias de mitigación y prevención de la misma, es necesario crear herramientas efectivas, pero a la vez conocer las características de las personas a quien vaya dirigido, puesto que el desconocimiento de las características de la población, podrían estar generando el bajo impacto en los programas de intervención y planeación que han sido practicados en la actualidad.
Los hallazgos del estudio plantean la necesidad de realizar valoraciones de los agresores por el delito de violencia de pareja desde la variable neuropsicológica mediante perfiles neurocognitivos como medio probatorio con el fin de determinar no sólo la influencia que pueda llegar a tener el lóbulo frontal en el desarrollo de conductas punibles, sino también la realización del plan de tratamiento, valoración del riesgo de reincidencia. Lo expuesto representa un aporte para la victimología.
Asimismo, este tipo de investigación aporta a la construcción de marcos de referencia que permitan la formulación de políticas criminales y públicas a partir de los paradigmas de la prevención e intervención al igual que el tratamiento y la toma decisiones por parte de los jueces al reconocer la influencia del factor neuropsicológico.
Estos hallazgos se pueden relacionar con los estudios neuroanatómicos realizados por Brower y Price (2001), los cuales encontraron que la alteración o disfunción del lóbulo frontal, origina un déficit de las funciones ejecutivas, generando un descontrol agresivo como consecuencia. Asimismo, la conducta agresora de tipo impulsiva se encuentra correlacionado con la corteza prefrontal y el aumento de la agresión con el área orbitofrontal.
Finalmente, los resultados de la presente investigación, dan cuenta sobre la importancia de realizar evaluaciones neuropsicológicas para aportar otro tipo de evidencias empíricas en el campo judicial, a partir de las cuales se analicen las dimensiones cognitivas y conductuales de los agresores, orientado desdes esta perspectiva otra visión a la comprensión de los factores etiológicos de este tipo de comportamientos y así mismo, motivar la realización de intervenciones de la conducta agresora ajustadas a la necesidad del sujeto.