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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud
Print version ISSN 1692-715XOn-line version ISSN 2027-7679
Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.4 no.2 Manizales Jul./Dec. 2006
Primera Sección: Teoría y metateoría
Generación XX. Teorías sobre la juventud en la era contemporánea*
Carles Feixa**
** Doctor en antropología por la Universitat de Barcelona y profesor en la de Lleida (Cataluña-España). Correo electrónico: feixa@geosoc.udl.es
Primera versión recibida febrero 22 de 2006; versión final aceptada junio 6 de 2006 (Eds.)
Resumen:
La historia del Siglo XX puede verse como la sucesión de diferentes generaciones de jóvenes que irrumpen en la escena pública para ser protagonistas en la reforma, la revolución, la guerra, la paz, el rock, el amor, las drogas, la globalización o la antiglobalización. En este artículo propongo realizar un paseo por las teorías sobre la juventud en la era contemporánea, poniendo en relación los cambios en la forma de vida de los jóvenes con las reflexiones científicas, filosóficas y literarias en torno a este grupo de edad.
Palabras clave: Adolescencia, juventud, generaciones, teorías, Siglo XX.
Resumo:
A história do século XX pode ser vista como a sucessão de diferentes gerações de jóvens que irrompem no cenário público para serem protagonistas na reforma, na revolução, na guerra, na paz, no rock, no amor, nas drogas, na globalização ou na antiglobalização. Neste artigo proponho realizar um passeio pelas teorías a respeito da juventude na era contemporânea, relacionando as mudanças no estilo de vida dos jovens com as reflexões científicas, filosóficas e literarias ao redor deste grupo de idade.
Palavras chave: Adolescência; Juventude; Gerações; Teorías; Século XX.
Abstract:
The Twentieh Century witnessed the appearance in the public scene of a succession of young generations who led reform, revolution, war, peace, rock, love, drugs, globalization and antiglobalization. The purpose of this paper is to survey the theories on contemporary youth, showing the relationship between the changes which occurred in youth's life styles and the scientific, philophical and literary reflections on this age group.
Keywords: Adolescence, youth, generations, theories, Twentieth Century.
Introducción
- "El descubrimiento de la adolescencia perteneció a las clases medias, que lo monopolizaron hasta comienzos del siglo XX (...) Entonces, de manera simultánea en cada país occidental, el concepto de adolescencia se democratizó, ofreciéndose, o mejor exigiéndose, a todos los adolescentes" (Gillis, 1981)
Según la historiografía canónica, la adolescencia fue inventada al principio de la era industrial, pero no se empezó a democratizar hasta alrededor de 1900, cuando diversas reformas en la escuela, el mercado de trabajo, la familia, el servicio militar, las asociaciones juveniles y el mundo del ocio, permitieron que surgiera una nueva generación consciente de crear una cultura propia y distintiva, diferente a la de los adultos. La historia del siglo XX puede verse como la sucesión de diferentes generaciones de jóvenes que irrumpen en la escena pública para ser protagonistas en la reforma, la revolución, la guerra, la paz, el rock, el amor, las drogas, la globalización o la antiglobalización. Hemos bautizado a cada una de las diez décadas del siglo con las iniciales de determinados conceptos que se pueden considerar metafóricos (de la generación "A" a la generación "R"). En este paseo mostraré cómo se combinan los cambios en la forma de vida de los jóvenes y las jóvenes con reflexiones científicas, filosóficas o literarias en torno a este grupo de edad. Lo que denomino "Generación XX" es fruto de una dialéctica intelectual que fue configurando el juego de miradas y silencios sobre la juventud contemporánea1.
I. Generación A (Adolescente)
- "La adolescencia es un segundo nacimiento... porque es entonces cuando aparecen los caracteres más evolucionados y esencialmente humanos (...) El adolescente es neo-atávico y en él las últimas adquisiciones de la raza resultan poco a poco preponderantes. El desarrollo es menos gradual y más discontinuo, lo cual evoca un periodo anterior de tormenta y estímulo cuando los viejos puntos de anclaje fueron rotos y un nivel superior fue asimilado" (Hall, 1904)
En 1899 se impuso, en la legislación británica, la prohibición de encarcelar a los menores de 16 años al lado de los adultos; en 1908 se instauraron los tribunales de menores: eran medidas que ponían de manifiesto el reconocimiento social de una nueva categoría de edad, situada entre la infancia y la mayoría de edad. Primero en los Estados Unidos y Gran Bretaña, y después en el resto de países occidentales, los jóvenes comenzaron a retrasar su incorporación al mundo laboral y a pasar cada vez más tiempo en instituciones educativas. Escuelas e internados, prisiones y tribunales de menores, servicios de ocupación y bienestar, todo eso formaba parte del reconocimiento social de un único status a quienes ya no eran niños pero que aún no eran plenamente adultos. Reconocimiento no falto de ambigüedad: si por un lado se saludaba el carácter natural del nuevo status - como preparación a la vida de adulto-, por el otro se subrayaba su carácter conflictivo. En el fondo la ambivalencia ponía de manifiesto las reacciones contrapuestas que la implantación de la adolescencia supuso según la clase social. Mientras para los jóvenes burgueses significaba un período de moratoria social dedicado al aprendizaje formal y al ocio, para los jóvenes obreros era una de las consecuencias de la segunda industrialización, que los expulsaba del mundo del trabajo y los condenaba al paro forzoso y a la calle.
En 1904 el psicólogo y educador norteamericano G. Stanley Hall publicó Adolescence: its Psichology and its Relations to Physiology, Anthropology, Sociology, Sex, Crime, Religion and Education. Esta obra monumental se considera el primer tratado teórico sobre la juventud contemporánea. Hall se inspiró en el concepto de evolución biológica propuesto por Darwin, para elaborar una teoría psicológica de la recapitulación, según la cual la estructura genética de la personalidad lleva incorporada la historia del género humano: cada organismo individual, en el curso de su desarrollo, reproduce las etapas que se dieron a lo largo de la evolución de la especie, desde el salvajismo a la civilización. La adolescencia, que se extiende de los 12-13 a los 22-25 años, corresponde a una etapa prehistórica de turbulencia y transición, marcada por migraciones de masa, guerras y culto a los héroes. El autor la describe como un período de storm and stress (tormenta y agitación), concepto equivalente al sturm und drang de los románticos alemanes y utilizado para definir la naturaleza "crítica" de esta fase de la vida. La adolescencia está dominada por las fuerzas del instinto que, para calmarse, reclaman un período largo durante el cual los jóvenes no sean obligados a comportarse como adultos porque son incapaces de hacerlo. Las teorías de Hall tuvieron un enorme eco entre educadores, padres, madres, responsables políticos y dirigentes de asociaciones juveniles. La obra contribuyó a difundir una imagen positiva de la adolescencia como el paradigma del progreso de la civilización industrial, celebrando la creación de un período de la vida libre de responsabilidades, caracterizado por el conformismo social.
II. Generación B (Boy Scout)
- "Juventud que no sólo se encuentra llena de futuro, sino que siente dentro de sí la alegría y el coraje de los nuevos portadores de la cultura... Este sentimiento juvenil ha de convertirse en una forma de pensar compartida por todos, en una brújula de la vida" (Benjamin, 1912)
En 1908 Sir Baden Powell fundó la organización juvenil que marcaría toda una época: los Boy Scouts (su esposa fundó en 1909 les Girls Guides). Este antiguo general de las guerras Boers pretendía utilizar las virtudes militares para adaptarlas a la formación de los jóvenes. La vocación puritana de formación en el ocio se unía a la salvaguarda de los efectos distorsionadores de la vida urbana. Existía un precedente en Alemania, donde en 1901 habían aparecido los Wandervögel (pájaros emigrantes), con unas finalidades parecidas, aunque con una organización menos jerárquica. La ideología del escultismo original era una combinación de patriotismo, darwinismo social y culto a la adolescencia. Baden-Powell se enorgullecía de comprender el "espíritu del chico": su imaginación fue prodigiosa en la producción de rituales, canciones y festivales adaptados a la maleable naturaleza del adolescente burgués; pero tenía poca experiencia con el estilo de vida de los trabajadores. Los pantalones cortos y la segregación de sexos podía imponerse a los chicos de clase media, pero era difícil que fuese popular entre la gran mayoría de los chicos obreros. De hecho, el escultismo eligió un modelo de separación del mundo de los adultos ya establecido en las escuelas privadas de elite. Como organización masculina, hizo virtud del retraso del acceso a los roles adultos, sosteniendo la idea de que el contacto prematuro con el sexo opuesto hacía peligrar la masculinidad de los chicos y corrompía la feminidad de las chicas: "Los chicos han de ser chicos, y las chicas chicas" (Gillis, 1981: 147).
En 1914 un joven estudiante de filosofía, Walter Benjamin, publicó un artículo titulado "Metaphysik der Jugend" (Metafísica de la juventud), en el cual planteaba que las nuevas generaciones habían de encabezar una revolución cultural de naturaleza espiritual. Durante los mismos años en los que se difundían los boy scouts, emergió toda una "literatura edificante", de signo religioso y moral, que al tiempo de "dirigir" y "proteger" a los jóvenes, reconocía la especificidad de su modo de vida. Pero también nacieron nuevos discursos, de carácter progresista, que proclamaban la emergencia de una nueva "cultura juvenil" creada en los ambientes escolares y que habría de renovar profundamente la sociedad. Benjamin había sido influido por sus maestros en las Universidades de Friburg y Berlín, Gustav Wyneken y Heinrich Rickert, fundadores de la "Comunidad escolar libre", que sostenían que el "ser joven" era algo específico y no un mero tránsito de la infancia a la edad adulta. Su reforma consistía en la puesta en marcha de una "cultura de la juventud", donde la escuela jugaba un papel fundamental en poner en contacto a los jóvenes con el espíritu y no con los intereses materiales. En 1912 escribió un artículo titulado "La reforma escolar: un movimiento cultural", en el cual se clausuraba con las siguientes palabras: "Juventud, escuela renovada, cultura: este es el circulus egregius que hemos de recorrer una y otra vez en todas direcciones". En otro texto, publicado en 1915, se avanzaba una concepción de la juventud como metáfora del cambio social: "El significado histórico actual de los estudiantes y la universidad... pueden describirse como una metáfora, como una reproducción en miniatura de un estado histórico más elevado, metafísico".
III. Generación K (Komsomol)
- "Las variaciones de la sensibilidad vital que son decisivas en historia se presentan bajo la forma de generación. Una generación no es un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa: es como un nuevo cuerpo social íntegro con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada. La generación, compromiso dinámico entre masa e individuos, es el concepto más importante de la historia, y, por decirlo así, el gozne sobre el que ésta ejecuta sus movimientos" (Ortega y Gasset, 1923)
En 1920 la sociedad europea vivía abrumada por las consecuencias de la "gran guerra", que había provocado una verdadera sangría demográfica en los renglones de la juventud: los campos de Ypres, Verdun y Somme tomaron la vida de más de 8 millones de jóvenes. Igualmente la retórica de la muerte fue pronto sustituida por la retórica de la "generación". El término se comenzó a vincular al de "quinta": el servicio militar obligatorio se había implantado con la revolución francesa, cuando se estableció la "conscripción", es decir, la obligación para todos los jóvenes que hubiesen cumplido 20 años de defender su patria. La "mili" contribuyó a desarrollar el sentimiento de pertenencia a una misma clase de edad (y a una misma nación). También comenzó a asumir la connotación de rito de paso hacia la edad adulta. Las quintas de guerra, en particular las de la I Guerra Mundial, asumen, al volver a la vida civil, esta dimensión generacional. El triunfo de la revolución soviética, en 1917, con el impacto que tuvo en los jóvenes progresistas de todo el mundo, fue el otro gran "acontecimiento generacional", que provocó la necesaria toma de decisión por parte de los jóvenes de los años 20. Por ello puede tomarse la organización juvenil impulsada por los comunistas soviéticos, el komsomol, como el símbolo de esta nueva conciencia generacional. Se trata de una nueva organización juvenil, inspirada por el modelo boy scout, pero adaptada a las necesidades del estado revolucionario: los chicos y las chicas (la división sexual desaparece) son agrupados en grados de edad que sirven para desarrollar actividades de ocio y formación cívico-militar (Levi y Schmitt, 1996).
En 1923 el filósofo español José Ortega y Gasset publicó un artículo titulado "La idea de las generaciones", donde defendía la idea de que los hombres nacidos en la misma época compartían una misma "sensibilidad vital", que se opone a la generación precedente y posterior, y que define su "misión histórica". En La rebelión de las masas el autor insistiría sobre estos temas, reconociendo que "en todo presente existen tres generaciones: los jóvenes, los hombres maduros y los viejos... El conflicto y colisión entre ellos constituye el fondo de la materia histórica" (1955, IV: 91-2). El filósofo español argumentaba de hecho contra la nefasta influencia de la revolución soviética, pero a la vez se constituía en paradigma de la fuerza regeneradora de los jóvenes. La juventud remplazaba al proletariado como sujeto primario de la historia y la sucesión generacional substituía la lucha de clases como herramienta principal de cambio. Sin embargo, aparte de vagas observaciones sobre la "capacidad orgánica" y la dialéctica elites-masas, Ortega y Gasset nunca se ocupó de cómo los grupos de edad desarrollaban una conciencia común y empezaban a actuar como una fuerza histórica coherente. Fue otro pensador, Karl Manheim, quien en la misma época y de forma independiente desarrolló la teoría de las generaciones, considerando sus estratificaciones internas a partir del concepto de "unidad generacional" (Mannheim, 1928).
IV. Generación S (Swing)
- "La generación 'vieja' cumple siempre la educación de los 'jóvenes'; habrá conflicto, discordia, etc., pero se trata de fenómenos superficiales, inherentes a cada obra educativa... a menos que no se trate de interferencias de clase, es decir, los 'jóvenes' (o una parte importante de ellos) de la clase dirigente (entendida en el sentido más amplio, no sólo económico, sino político-moral) se rebelan y pasan a la clase progresiva" (Gramsci, 1949)
A principios de 1930, Benito Mussolini publicó un libro titulado Cuestiones firmes sobre los jóvenes, donde hacía cuatro propuestas para la formación fascista de la juventud: programa para rejuvenecer el régimen; preparación de los jóvenes para el totalitarismo; orientación de los mismos hacia el aprendizaje político y preparación espiritual para el clima moral del fascismo. El dictador italiano había creado una organización juvenil de estado muy efectiva, constituida también por grados de edad: los chicos pasaban de balilla a vanguardistas (sus actividades se centraban en las actividades deportivas y paramilitares); las chicas de piccole a giovane italiane (la formación era como madres y como cuidadoras de soldados). Todo se envolvía de una escenografía de imágenes, canciones y desfiles. Durante el período de entreguerras, bajo el estímulo de la revolución soviética, la crisis económica y las luchas obreras, tuvo lugar la politización revolucionaria de muchos jóvenes trabajadores, y muchos provenían de la burguesía, lo que contradecía las tesis sobre la pasividad y el conformismo de este grupo de edad. Más que el comunismo, fueron el nazismo y el fascismo las doctrinas políticas que consiguieron movilizar a los jóvenes durante los años 30: las Juventudes Hitlerianas en Alemania y los Balilla Fascistas en Italia fueron espacios de socialización y grupos de choque utilizados por estos regímenes para extender su hegemonía entre amplias capas de la población. Pero algunos grupos juveniles encontraron en la música y el baile un espacio a donde escapar de estas tendencias autoritarias, como sucedió con los famosos rebeldes del swing en Alemania, convirtiéndose a finales de los años 30 en el único referente de disidencia posible en una sociedad alienada en una ideología militarista y totalitaria (Michaud, 1996).
Alrededor de 1930 el pensador italiano Antonio Gramsci, que había estado encarcelado por el régimen de Mussolini, comenzó a redactar clandestinamente sus cuadernos "Cuaderni del carcere", donde reflexionaba sobre temas de literatura, política, arte y cultura. En algunos de los 28 cuadernos que escribió, el autor abordó temas que llamaba "La quistione dei giovani". En el primer cuaderno Gramsci ya planteaba el debate en los términos siguientes: si bien hay muchas "cuestiones juveniles", dos son esenciales: 1) Los conflictos entre la generación "vieja" y la "joven", inherentes en toda la obra educativa; y 2) cuando el fenómeno asume un carácter "nacional", es decir, no aparece abiertamente la interferencia de clase, entonces la cuestión se complica y surge caótica: "Los jóvenes están en estado de rebelión permanente, porque persisten sus causas profundas, sin que sea permitido el análisis, la crítica y la superación, no conceptual y abstracta, sino histórica y real". En estas situaciones el conflicto generacional puede asumir formas como "el misticismo, el sensualismo, la indiferencia moral, degeneraciones patológicas psíquicas y físicas, etc.", pero no las atribuye a la naturaleza interna de la juventud, sino a contextos históricos que determinan la emergencia de "crisis de autoridad".
V. Generación E (Escéptica)
- "El camino que siguieron en 1945 y en años posteriores dependió en gran parte de nuestra edad, pues a partir de ese momento, a partir del momento de tirar las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, las generaciones se dividieron de forma crucial" (Nuttal, 1968).
En 1945, al final de la II Guerra Mundial, la juventud europea parece abatida, desencantada, sin fe. La bomba nuclear inicia los miedos de una nueva era, y se levantan telones de acero entre países, regímenes y generaciones (Jeff Nuttal dedicó tiempo después un bello ensayo a la juventud de posguerra titulado precisamente Bomb Culture). En Alemania se empieza a hablar de la "generación escéptica", que después de sufrir las penalidades de las trincheras ve como se derrumban los ideales de su juventud. En Italia los sociólogos hablaron de los "jóvenes de las 3 M" (Macchina, Moglie, Mestiere: coche, mujer y trabajo). En Francia, el existencialismo recupera la actitud desencantada y nihilista de algunos pensadores de principios de siglo (por bien que frente a las cavas de la rive gauche surgió también una nueva actitud engagé). En España, J. L. Aranguren habla de la "generación abatida" por la necesidad de sobrevivir y despolitizarse tras la guerra civil. Pero este discurso no durará mucho. Con el crecimiento económico de posguerra, la situación comenzará a cambiar lentamente. En un contexto de plena ocupación, con una capacidad adquisitiva creciente por parte de los jóvenes, con la difusión de los medios de comunicación de masas y de la sociedad de consumo, con la escolarización masiva y el nacimiento del mercado adolescente, nace la noción de "cultura juvenil" como categoría autónoma e interclasista, comienza a tener éxito el culto a la juventud, y ésta se convierte en la edad de moda. Al mismo tiempo nace la imagen del "rebelde sin causa".
En 1957 el sociólogo alemán Helmut Schelski publicó Die Skeptische Generation (La generación escéptica), que recogía diversas investigaciones sobre los valores de los jóvenes alemanes de posguerra, realizadas durante la década anterior. Las tesis del autor se desprendían del título de su libro, que desde entonces se convertiría en un lugar común en la investigación empírica sobre la juventud. Schelski oponía los jóvenes de posguerra a tres generaciones que se habían sucedido en Alemania desde principios de siglo: la nueva generación se caracterizaba por su falta de compromiso político y moral, por su conformismo con la sociedad establecida, por su adaptación funcional. Según otro sociólogo alemán: "La juventud procura integrarse en esta sociedad tan pronto como le sea posible, para poder aprovechar plenamente todas las posibilidades que le ofrecen. La pauta dominante de comportamiento es la adaptación. De esta manera la sociedad consigue hacer de las futuras generaciones unos colaboradores dispuestos a jugar el juego del sistema establecido" (Blücher, citado en Allerbeck y Rosenmayr, 1979: 7 y 15). En realidad, las características que Schelski consideraba propias de los jóvenes podían extenderse a adultos, que vivían en plena crisis de identidad provocada por el trauma del nazismo y la deshecha bélica. La visión metonímica de la juventud -atribuirle valores propios de toda la sociedad- era típica del método utilizado por Schelski, que basaba sus interpretaciones en sondeos de opinión promovidos por el Instituto Emnid, que iniciaba el camino largo y no siempre brillante de las encuestas a la juventud, que desde entonces ocuparían un lugar hegemónico en la sociología empírica.
VI. Generación R (Rock)
- "Estos jóvenes hablan otra lengua... que cada vez se diferencia más de la que hablan el resto de los hablantes: la sociedad adolescente cada vez es más fuerte en los suburbios de clase media (...) entre los padres se está extendiendo la sensación que el mundo de los teenagers es un mundo aparte" (Coleman, 1955).
En 1954, en Memphis, la música blues de los negros comenzó a ser cantada por jóvenes blancos: había nacido el rock & roll. Se trataba de un nuevo tipo de música, interpretada por chicos y chicas que no tenían más de 18 años, orientada hacia un nuevo mercado juvenil, que pronto se convertiría en el símbolo de la primera cultura auténticamente internacional-popular. En el período de posguerra, cuando el alargamiento de la permanencia de los jóvenes y las jóvenes en instituciones educativas y la aparición del "consumidor adolescente" consagran el nacimiento de una nueva clase de edad en los países industrializados, las teorías sobre la existencia de una "cultura juvenil" autónoma e interclasista se generalizan y se dotan de legitimidad científica. La escuela secundaria -la high school- se convierte en el centro de vida social de una nueva categoría de edad: el teenager. La escuela no sólo ofrecía una cultura académica, sino un espacio de sociabilidad compuesto por una serie de rituales con los que las películas de esta época nos han familiarizado: deportes, clubes, sonoridades y fraternidades, bailes y fiestas de graduación, cines al aire libre, etc. En definitiva, era "una ciudad dentro de la ciudad", en la cual la edad era mucho más importante que la clase. Quienes tenían menos de veinte años, pero ya no eran niños o niñas, formaban una nueva generación que por primera vez tenían modelos de su edad: estrellas del cine como James Dean (en 1955 estrena Rebel Without a Cause); o de la música como Elvis Presley (en 1956 estrena Rock Around the Clock).
En 1955 el sociólogo norteamericano James Coleman publicó The Adolescent Society, que pronto se convertiría en una obra de referencia sobre la emergente "subcultura adolescente en la sociedad industrial". El autor se había basado en una gran encuesta realizada en diez high schools ubicadas en el Estado de Illinois, que cubrían una amplia gama social que iba desde hijos e hijas de granjeros y obreros hasta las clases medias. El autor llega a la conclusión de que en el entorno de la escuela secundaria estaba emergiendo una auténtica "sociedad adolescente", donde imperaban normas diferentes a las de la "sociedad adulta". En 1942 Talcott Parsons había escrito un artículo ("Age and sex in the social structure of US"), en el cual caracterizaba a la juventud en oposición al estatus de adulto: "En contraste con su énfasis en la responsabilidad, la orientación de la cultura juvenil es, de forma más o menos específica, irresponsable" (1972: 138). Para Parsons el desarrollo de grupos de edad era expresión de una nueva conciencia generacional, que cristalizaba en una cultura autónoma centrada en el consumo hedonista. La imagen predominante se basaba, pues, en la uniformidad de la cultura juvenil, que reflejaba los valores universales que los estructurales-funcionalistas percibían como una sociedad altamente integrada. Su cultura era la de una generación que consumía sin producir, que al estar en las instituciones educativas no sólo se separaba del trabajo, sino de la estructura de clases. El acceso nominal a los estilos de ocio parecía cancelar las diferencias sociales. La adolescencia facilitaba el cambio sin amenazar el consenso.
VII. Generación H (Hippy)
- "Dónde encontrar, si no es entre la juventud disidente y entre los herederos de las próximas generaciones, un profundo sentimiento de renovación y un descontento radical susceptible de transformar esta desorientada civilización. Estos jóvenes son la matriz donde se está formando una alternativa... No me parece exagerado nombrar 'contracultura' a eso que emerge en el mundo de los jóvenes" (Roszak, 1968).
En 1964, en Berkeley, los jóvenes universitarios iniciaban el Free Speech Movement (Movimiento por la Libertad de Expresión). Se trataba de una típica protesta estudiantil que se convirtió en un movimiento para los derechos civiles de amplio alcance, que pronto se difundió a otras muchas universidades norteamericanas (Brandes, 2002). Desde los años cincuenta (On the road, la mítica novela-manifiesto de Jack Kerouak, se había publicado en 1957) la bahía de San Francisco había visto florecer la llamada beat generation, articulada en torno a la música jazz, el consumo de hachís, la vida bohemia y la disidencia artísticocultural. Estos movimientos convergieron, a mediados de los años sesenta, en el flower power que sería universalmente conocido con el nombre de movimiento hippy. La juventud ya no era considerada como un conglomerado interclasista, sino como una nueva categoría social portadora de una misión emancipadora, incluso como una "nueva clase revolucionaria". Bajo el estímulo del mayo del 68, los teóricos más radicales aplicaron las teorías marxistas para analizar las relaciones de producción que los jóvenes mantenían con los adultos; también aplicaron las teorías freudianas para analizar los conflictos edípicos de la sociedad patriarcal. Más que interpretaciones científicas, estos discursos aparecían como herramientas políticas al servicio de los combates sociales que los jóvenes habían de librar, legitimando la revuelta de la nueva generación.
En 1968 -una fecha emblemática- el filósofo norteamericano Theodore Roszak publicó The making of a counterculture (que en España se tradujo como La revuelta de los centauros). Esta obra se convertiría pronto en un auténtico manifiesto generacional, que teorizaba la misión de la juventud como creadora de una cultura alternativa a la dominante en la sociedad, es decir, de una contra-cultura. En este proceso de legitimación uno podía recuperar y releer autores anteriores olvidados, como es el caso de Wilheim Reich, un freudomarxista heterodoxo que había identificado en la represión sexual de los jóvenes una de las bases de la cultura autoritaria. Como Herbert Marcuse, crítico del hombre unidimensional, de la "tolerancia represiva" del sistema, profeta de los movimientos contraculturales y estudiantiles como los gérmenes de un mundo liberado. O como Paul Goodman, lúcido analista de los problemas de los jóvenes en la "sociedad organizada". Pero también podía dar lugar a nuevas teorizaciones, que intentaban aplicar el paradigma freudiano al estudio de la rebelión juvenil, tema que desarrollaría el psicoanalista francés Gérard Mendel en sus obras La révolte contre le père (1968) y La crise des générations (1969). La matriz idealista de este paradigma desemboca en la alternativa fantasmagórica de una "revolución de las conciencias" susceptible de derrumbar el "mito del conocimiento objetivo", fundamento de toda alienación. Su matriz más práctica, después de la deshecha de París, Roma y México, se orientó hacia el movimiento de las comunas, la ocupación de casas y la revolución de las drogas, el sexo y el rock & roll.
VIII. Generación P (Punk)
- "La 'juventud' como categoría surgió en la Gran Bretaña de posguerra como una de las manifestaciones más visibles e impresionantes del cambio social del período. La 'juventud' fue centro de atención de informes oficiales, legislaciones, intervenciones públicas. Fue divulgada como un problema social por parte de los guardianes de la moral -algo sobre lo que se tenía que hacer alguna cosa-" (Hall & Jefferson, 1975).
En 1976, poco después de la explosión de los Sex Pistols, nace en los barrios sudoccidentales de Londres, y en el entorno de King's Road, un nuevo estilo bautizado con el significativo nombre de punk (literalmente: basura, mierda). Su difusión fue rapidísima: con los vientos de crisis, la provocación como bandera, y una música electrizante y simple que recupera "la onda rebelde del rock", los punks se encuentran pronto en Milán, Tokio, San Francisco, México y Santa Coloma de Gramanet. La actitud provocativa de Johnny Rotten, líder de los Pistols, y la trágica epopeya de Sid Vicious, catapultaron el movimiento punk a primera línea del escenario. En el ámbito musical, retomaba elementos que provenían de David Bowie y del glitter-rock, del proto-punk americano, del rock de inspiración mod, del rhytim and blues, del soul, del reggae. Esta alianza de tradiciones musicales diversas y aparentemente incompatibles quedaba ratificada con un estilo de vestir igualmente ecléctico. Este conjunto de cosas literalmente "prendidas" con agujas imperdibles se convirtió en un fenómeno altamente fotogénico, que desde 1977 provisionó a los periódicos sensacionalistas una buena reserva de material. Pero el éxito del estilo punk se debió, en parte, a su capacidad para retratar con colores fuertes el momento histórico que empezaban a vivir las sociedades occidentales (en 1973 había estallado la crisis del petróleo).
En 1975 se publicó Resistance through rituals, un libro editado por Stuart Hall y Tony Jefferson, que recogía el trabajo colectivo del Centre for Contemporary Cultural Studies de la Universidad de Birmingham, donde desde principios de los años setenta se habían unido un conjunto de científicos sociales y jóvenes investigadores e investigadoras, interesados en el estudio de las subculturas juveniles, de los teddy boys a los punks. Huyendo tanto de las teorías funcionalistas sobre la emergencia de una cultura juvenil interclasista, como de las teorías contraculturales que veían en la juventud la nueva clase revolucionaria, los autores de la escuela de Birmingham encontraron la manera de interpretar cómo las experiencias sociales de los jóvenes, situadas en particulares marcos de clase, son expresadas y negociadas colectivamente mediante la construcción de estilos de ocio distintivos, fruto de la interacción entre tradiciones de clase y símbolos comerciales. Con una base marxista de inspiración gramsciana, estudian las subculturas de posguerra como estrategias de "resistencia ritual" generadas en precisos contextos históricos y de clase, que pusieron en crisis el mito del consenso en la sociedad del Welfare State y de la opulencia de los años sesenta. A pesar de la indudable riqueza de las aportaciones de esta escuela, son pertinentes las críticas suscitadas: los estudios culturales se centraron más en algo desviado que en algo convencional, más en los adolescentes de clase obrera que en los de sus coetáneos de clase media, más en los chicos que en las chicas, más en el mundo del ocio que en las instituciones adultas.
IX. Generación T (Tribu)
- "Del conjunto de la sociedad, el grupo de los jóvenes es el más vulnerable a las repercusiones del estancamiento económico, ya que es el primero en sentir los efectos de las condiciones de crisis..." (Unesco, 1983).
En 1985 la Unesco declaró el Año Internacional de la Juventud: era un signo que las cosas no acababan de ir bien en el mundo de los jóvenes. El incremento galopante de la desocupación juvenil, el hundimiento de las ideologías contraculturales, el retorno a la dependencia familiar, generaban discursos que ya no incidían en la capacidad revolucionaria y constructiva de los jóvenes y las jóvenes, sino en la incertidumbre cultural y en los problemas que encontraban en la inserción social. Nació una actitud entre cínica y desencantada, que tuvo múltiples traducciones en los imaginarios juveniles, pero que casi siempre guardaban relación con una K subcultural: punKs, oKupas, sKinheads, maKineros. El sociólogo francés Michel Maffesoli (1990) habló del "tiempo de las tribus" para referirse a esta proliferación de microculturas juveniles, nacidas de la cultura de consumo o de los márgenes contraculturales que ocupaban nichos diferentes en el territorio urbano. Se trataba de una metáfora perfectamente aplicable a las culturas juveniles del fin del siglo XX, fruto de la confluencia de comunidades hermenéuticas donde fluyen los afectos y se actualiza lo "divino social", caracterizadas por reafirmar las fronteras estilísticas, las jerarquías internas y las oposiciones frente al exterior. Sin embargo, era mucho más difícil de aplicar a los estilos juveniles emergentes en ese cambio de milenio, que más que las fronteras enfatizaban los pasajes, más que las jerarquías remarcaban las hibridaciones, y más que las oposiciones resaltaban las conexiones. Vivir la juventud ya no era -como en el complejo Tarzán- transitar de la naturaleza a la cultura, ni tampoco -como en el complejo Peter- Pan-, resistirse a la adultez, sino experimentar la errancia del destino incierto -como en el complejo Replicante, tomado del humanoide de Blade Runner que se rebela porque no tiene memoria del pasado-. Se trata quizá de una de las manifestaciones exteriores de eso a lo que se ha llamado el "fin de las ideologías" y el "fin de la historia" (conviene recordar que la década acabó con la caída del muro de Berlín y del comunismo soviético).
En 1983 la misma UNESCO publicó un informe titulado La juventud en la década de los 80, en el cual se dejaban claros los términos en que se tenía que plantear el debate: "Ni el enfoque ni el lenguaje característicos de la década de los 60 parecen adaptarse a las nuevas realidades que la juventud tendrá que afrontar en la década que empezamos. En el 68 se hablaba de confrontación, protesta, marginalidad, contracultura... en definitiva, era un lenguaje que denotaba una confianza posible en un cambio hacia un mundo mejor. Tal vez en el próximo decenio las palabras claves que experimentarán los jóvenes serán: paro, angustia, actitud defensiva, pragmatismo, incluso supervivencia" (1983: 11). En este contexto, ¿es legítimo pensar en la juventud como una categoría social dotada de una cierta unidad de representaciones y actitudes? La respuesta de Pierre Bourdieu es aparentemente lapidaria: "La jeunesse n'est qu'un mot" (1980). Para Bourdieu la edad no es más que una forma de marcaje social que se aplica a grupos en competencia -"jóvenes" y "viejos"- para marcar simbólicamente su preeminencia actual o futura; el análisis científico de las edades no es irrelevante, pero se limita al estudio de las luchas para la clasificación.
X. Generación R (red)
- "La actual generación de niños y jóvenes es la primera que ha estado educada en la sociedad digital: por eso la llamo generación red" (Tapscott, 1998)
En 1994, en Chiapas (México), el subcomandante Marcos encabeza una revuelta de jóvenes indígenas que, más que las armas, utilizó las nuevas tecnologías de la comunicación para difundir sus denuncias y consignas. Lo que algunos autores y autoras han llamado "la primera guerrilla postmoderna" se convirtió en un referente generacional para aquellos jóvenes que habían entrado en la juventud con la caída del muro de Berlín. En 1999, en Seattle, la década se cierra con una protesta contra una reunión de los poderes económicos mundiales, protagonizada por el llamado Movimiento de Resistencia Global. Paradójicamente, los "antiglobalizadores" son los primeros en utilizar las nuevas tecnologías de la era de la globalización: se trata de lo que algunos autores han llamado "web movements" (movimientos telaraña). Unos años antes, el escritor Douglas Coupland había popularizado el término "Generación X" para referirse a una juventud marcada por las incertidumbres y las paradojas de la sociedad postmoderna, y por la falta de un sistema de valores sólido. Pero hay otra característica de los jóvenes y las jóvenes de fin de siglo que nos parece más reveladora: su acceso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sobre todo su acceso a la red por definición: internet.
En 1998 Don Tapscott, uno de los profetas de la revolución informática, publicó un estudio dedicado a la Generación R (Growing Up Digital: The Rise of the Net Generation). Para este autor, así como los baby-boomers de posguerra protagonizaron la revolución cultural de los años sesenta, basada en la emergencia de los mass-media y de la cultura rock, los niños y niñas de hoy son la primera generación que llegará a la mayoría de edad en la era digital. No se trata sólo de que sean el grupo de edad con el acceso más grande a los ordenadores y a internet, ni de que la mayor parte de sus componentes vivan rodeados de bites, chats, e-mails y webs; lo esencial es el impacto cultural de estas nuevas tecnologías: desde que tienen uso de razón les han rodeado instrumentos electrónicos (de videojuegos a relojes digitales) que han configurado su visión de la vida y del mundo. Mientras en otros momentos la brecha generacional venía marcada por grandes hechos históricos (la guerra civil, mayo del 68) o bien por rupturas musicales (los Beatles, los Sex Pistols), los autores y autoras hablan de la generación bc (before computer) y ac (after computer). Eso genera nuevas formas de protesta, como las marchas antiglobalización, donde jóvenes de distintos países acuden a manifestaciones convocadas por internet, propagadas por flyers y gestionadas por teléfonos móviles. Y también nuevas formas de diversión (como las macroraves), donde se utilizan formas de convocatoria semejantes para finalidades lúdicas. Pero también surgen nuevas formas de exclusión social que podríamos llamar cibernéticas (¡para acceder a la red hace falta tener una llave de acceso!). La red genera comunidades virtuales, pero también nuevas soledades como los hikikomoris, adolescentes japoneses que se encierran en su habitación digital.
Conclusiones: las teorías sobre la juventud desde América Latina
- "Yo os digo con Renan: "La juventud es el descubrimiento de un horizonte inmenso, que es la Vida" (Rodó, 1900)
Un evaluador anónimo del presente manuscrito me hizo ver, con toda la razón, que la historia de las teorías sobre la juventud del siglo XX esbozada tenía un sesgo occidental (europeo y norteamericano para ser más precisos). Por ello me ha parecido oportuno retomar en estas conclusiones una perspectiva latinoamericana, a manera de sucinto resumen del impacto de las teorías señaladas en los países del subcontinente, así como de algunas aportaciones originales al debate teórico sobre la juventud surgidas desde América Latina (cf. Feixa, 2002; González, 2002; Balardini, 2002; Caccia-Bava et al. 2004)2.
En América Latina, el comienzo de la atención teórica hacia los jóvenes se remonta a las primeras décadas del siglo XX. Una fase que puede rotularse como de "ensayística", "especulativa" o "creativa", debido a la naturaleza de las obras y de los autores que las produjeron. Allí se encuentra gran parte de los intelectuales llamados "nacionalistas latinoamericanos" y sus ensayos emancipadores, prescriptivos o edificantes sobre estos actores. Capitales resultan J. E. Rodó, con Ariel (1900), dedicado a "Los jóvenes de América"; J. Ingenieros con El hombre mediocre (1913), J. Vasconcelos con La raza cósmica (1924); J. C. Mariátegui con "La reforma Universitaria" (1928). La "juventud", para el grueso de estos autores, es entendida como un reservorio moral tanto para la construcción de un "nuevo" y "joven" proyecto civilizatorio en la refundación de la nación y la identidad latinoamericana, como para la encarnación de la modernidad "civil" - Reforma Universitaria de Córdoba, Argentina, en 1918- y estética (vanguardias). Preocupan sólo "los" jóvenes (masculinos, de las elites y mesocracias ilustradas) como discípulos, con una misión iluminista. Este proceso se verá interrumpido por el arribo y legitimidad del positivismo en las ciencias sociales, particularmente en la psicología. Así, ya desde la década de los años treinta, aparece la figura de Aníbal Ponce como "cientista social" emblemático, con las obras Sicología de la adolescencia (1938) y Ambición y angustia de los adolescentes (1939). Sus planteamientos convergen con la mayoría de las investigaciones que se estaban desarrollando en Estados Unidos y Europa desde principios de siglo en ese campo disciplinario (la influencia más notable es la obra de S. G. Hall).
A partir de los años cincuenta y sesenta, con la profundización modernizante y desarrollista, unas ciencias sociales precariamente institucionalizadas -como la psicología y la sociología- tuvieron para hacer de la realidad juvenil un fenómeno estudiable. Las miradas y enfoques se prenden de un estructural-funcionalismo norteamericano estigmatizador o de un marxismo europeo instrumental. El primero preocupado por normalizar a los "jóvenes disfuncionales o desviados" derivados de los procesos de industrialización y migración rural-urbana; y el segundo, más interesado por la concientización de clase y la irrupción de los movimientos juveniles, básicamente estudiantiles. Los acentos agotan un arco de énfasis disciplinarios que van desde las perspectivas psicologistas que, en un doble aspecto, intentan comprender los fenómenos producidos a nivel individual en los procesos de conformación y búsqueda de la propia identidad y el tránsito fisiológico (estudios herederos de la obra de E. Erikson); hasta los enfoques sociológicos influidos por la tradición estructural-funcionalista, herederos de las obras de T. Parsons y R. Merton, que tuvieron una gran presencia desde la década de los años cincuenta en América Latina y que tradujeron a la juventud como "problema". En ellos fue relativamente mecánica la aplicación del constructo "desviado", "disfuncional" o "anómico", a un segmento de los jóvenes que en ese momento a la sociedad adulta le preocupaba: migrantes, delincuentes, alcohólicos, revolucionarios, "hippies" o "rebeldes". Pese a ello, estos aportes extendieron los elementos conceptuales suficientes para entender el "período juvenil" como una forma de socialización y moratoria.
Con el advenimiento de los movimientos sociales y "emancipadores" en las décadas de los años sesenta y setenta, los estudios sobre juventud comenzaron a ampliarse e institucionalizarse. Fue esencialmente la sociología la que, la mayoría de las veces bajo el paraguas del Instituto Latinoamericano de Planificación Económico y Social, ILPES (dependiente de la CEPAL), se ocupó "oficialmente" de la temática. La mayor parte de estos estudios estaban focalizados en los procesos de integración y desarrollo social de los jóvenes, intentando sumar dichas situaciones a proyectos modernizadores; como también se detecta un énfasis acusado en indagaciones de carácter político e ideológico en la juventud, básicamente estudiantil. Así, se puede constatar que los estudios sobre procesos políticos desde la perspectiva de la juventud universitaria, monopolizaron la mayor parte de la investigación social sobre estos actores3 . No obstante, tendríamos que convenir que estas obras son marginales en su conjunto con respecto al grueso de las investigaciones hechas en la región, al menos hasta el año Internacional de la Juventud proclamado por la ONU en 1985. Los estudios socioculturales habían tendido a ignorar la dimensión generacional: tanto los estudios sobre las comunidades indígenas, como los centrados en sociedades rurales y urbanas, tendieron a ver a sus sujetos de estudio como indios, campesinos, colonos, hombres, mujeres, burgueses, obreros, pero no como niños y niñas, y todavía menos como adolescentes o jóvenes. La explicación tradicional a estas omisiones pone énfasis en la inexistencia de las categorías de infancia y juventud en las sociedades latinoamericanas más allá de algunas minorías sociales (clases medias) y territoriales y (zonas urbanizadas). Este supuesto se basa en la concepción de que la gran mayoría de latinoamericanos y latinoamericanas pertenecientes a los sectores subalternos tienen una temprana incorporación a la vida adulta (lo que quizá explica por qué "infantólogos" y "juvenólogos" no son comunidades académicas separadas en América Latina).
En la segunda mitad de la década de los años ochenta, con la emergencia de las juventudes urbano-populares y el auge de estudios provocados por el Año Internacional de la Juventud, estas omisiones sociohistóricas y precariedades teóricas comenzaron progresivamente a resolverse. De manera simultánea en varios países latinoamericanos, la reflexión sobre los jóvenes se trasladó al terreno de las bandas y las culturas juveniles, de los territorios nómadas desde los que los jóvenes de la periferia social y territorial accedían al centro del escenario. Al mismo tiempo, algunos referentes de la escuela latinoamericana de estudios culturales (como N. García Canclini, J. Martín-Barbero, C. Monsiváis y B. Sarlo) plantearon reflexiones teóricas e históricas sobre la juventud de amplio alcance, basándose en estudios de campo sobre las culturas juveniles llevados a cabo por nuevas generaciones de investigadores 4 . De este modo, los estudios sobre la juventud pasaron de ocupar un lugar marginal a un lugar central en los debates de las ciencias sociales, convergiendo (a veces de manera espontánea) con las teorías europeas en boga durante la misma época, analizadas con anterioridad, como los estudios subculturales de la escuela de Birmingham, la teoría de la distinción de Bourdieu y el tribalismo de Maffesoli.
En los albores del siglo XXI, la agenda latinoamericana de los estudios sobre la juventud está por construir. Tras una fase ensayística-especulativa en el primer tercio del siglo XX, una fase empírico-modernizadora en los años sesenta y setenta, y una fase etnográficoexperimental después de 1985, es necesario un esfuerzo de reformulación teórica y conceptual que contribuya a resituar la investigación de campo sobre bases más sólidas. Tres son los temas axiales a dilucidar: en primer lugar, la construcción histórica y cultural de la juventud a partir de la diversidad; en segundo lugar, la relectura de las teorías sobre las generaciones en una óptica latinoamericana; y en tercer lugar, la metamorfosis de la juventud en la era de la globalización. Esos pueden ser, precisamente, los retos de las nuevas generaciones de investigadores e investigadoras que, como sucede en Manizales, pueden viajar al siglo XXI con las lecciones del siglo XX aprendidas.
Notas
* Este texto retoma, en forma divulgativa, planteamientos esbozados en trabajos anteriores (Feixa, 1998, 2000, 2002), y prefigura un ensayo en preparación sobre las teorías en torno a la juventud contemporánea.
1 Antes de iniciar el recorrido debo hacer una importante precisión: me centraré en Europa y Norteamérica porque es en ámbitos metropolitanos de estos países donde emergen los actores, autores y escenas de la historia "canónica" de la juventud -occidental, urbana, mesocrática, masculina-. Queda pendiente el reto de construir una historia alternativa que tenga en cuenta a las "otras juventudes" -no occidentales, rurales, trabajadoras, femeninas-. Por ello, termino con unas conclusiones en las que esbozo un posible recorrido latinoamericano sobre la cuestión.
2 Lo que sigue es fruto del trabajo conjunto con el investigador chileno Yanko González, a quien tuve ocasión de dirigir una magnífica tesis doctoral sobre la construcción sociohistórica de la juventud en el sur de Chile, y con quien tenemos el proyecto de trabajar en una historia de los jóvenes en América Latina (cfr. Feixa & González, 2005).
3 Las investigaciones inaugurales serán las de Medina Echavarría (1967); Mattelart (1970); Solari (1971); Gurrieri et al. (1971), entre otras. Un investigador vinculado a CEPAL publicó más tarde un texto con un título significativo: "La juventud como movimiento social" (Faletto, 1986).
4 Entre muchas otras obras, quisiera destacar un artículo trascendental de Martín-Barbero (1998) y diversos estudios y compilaciones: Agurto et al. 1985; Valenzuela 1988; Margulis 1996; Padilla 1998; Cubides et al. 1998; Medina, 2000; Reguillo 2001; Marín y Muñoz, 2002; Caccia-Bava et al. 2004.
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Referencia para citar este artículo: Feixa, C. (2006). Teorías sobre la juventud en la era contemporánea. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 4 (2), pp. 21-45