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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715XOn-line version ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.7 no.1 Manizales Jan.June 2009

 

Primera Sección: Teoría y metateoría

 

 

Contextualización teórica al tema de las juventudes: una mirada desde las ciencias sociales a la juventud *

 

Contextualização teórica ao assunto das juventudes: uma visão a partir das ciências sociais para a juventude

 

Theoretical contextualization on youths: a view from the social sciences to youth

 

 

Sara Victoria Alvarado1, Jorge Eliécer Martínez Posada2, Diego Alejandro Muñoz Gaviria 3

 

1 Directora del doctorado en Ciencias Sociales Niñez y Juventud del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud CINDE- Universidad de Manizales. Doctora en Educación, Universidad de Nova CINDE. Correo electrónico: doctoradocinde@umanizales.edu.co

2 Docente investigador Universidad De la Salle. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales Niñez y Juventud CINDE- U. Manizales. Doctorando en Filosofía Programa Historia de la subjetividad U. Barcelona, Magíster en Desarrollo educativo y Social. CINDE- UPN. Lic en filosofía USB Correo electrónico: jmartinezp2@gmail.com

3 Docente Investigador Universidad de San Buenaventura. Sociólogo de la Universidad de San Buenaventura (USB) Medellín, Especialista en Contextualización Psicosocial del Crimen, Magíster en Psicología, y aspirante al título de Doctor en Ciencias Sociales: Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales y el CINDE Correo electrónico: diegomudante@hotmail.com

 

Primera versión recibida marzo 26 de 2008; versión final aceptada diciembre 3 de 2008 (Eds.)


Resumen:

Presentamos una aproximación a las teorías sociológicas contemporáneas desde la temática de las juventudes, a partir de algunos conceptos desde los cuales las ciencias sociales, y la sociología de manera específica, han entendido las dinámicas juveniles. En este articulo resaltamos la esencia problemática y compleja del concepto de juventud, hecho que evidencia su necesario abordaje desde una perspectiva transdisciplinaria que permita delimitar las especificidades de lo juvenil, y con ello una mejor comprensión de sus mundos de vida, que no conlleven necesariamente la adopción de miradas panópticas como únicas formas de abordaje. Se estudian las dinámicas juveniles entre la proscripción social y la anticipación moral, y las formas de comprensión del sujeto joven, desde el adultocentrismo (considerado como la hegemonía de la interpretación del mundo desde la postura del sujeto adulto/masculino/occidental), el tiempo panóptico (como alusión a la intención de las sociedades del control y autocontrol, de poder vigilar los cursos vitales de los sujetos, operando para ello desde la particularización de momentos en sus vidas, tendiente a la atomización del "espacio-tiempo vital" en relación con el mundo social) y su condición de cronotopo, es decir, de su capacidad constructora de espacios vitales.

Palabras Clave: Jóvenes, adultocentrismo, tiempo panóptico, cronotopo.


Resumo:

Apresentamos uma aproximação às teorias sociológicas contemporâneas desde a temática das juventudes, desde alguns conceitos a partir dos quais as ciências sociais e a sociologia, de maneira especifica, têm compreendido as dinâmicas juvenis. Neste artigo ressaltamos a essência problemática e complexa do conceito de juventude, fato que evidencia a aproximação necessária desde uma perspectiva transdisciplinar que permita delimitar as especificidades juvenis e, conseqüentemente, uma melhor compreensão dos seus mundos de vida, e que não necessariamente conduzcam a uma adoção de olhadas panópticas como as únicas formas de aproximação.
Estudam-se as dinâmicas juvenis entre a proscrição e a antecipação moral, como também as formas de compreensão do sujeito jovem, desde o adultocentrismo (considerado como a hegemonia da interpretação do mundo desde a postura do sujeito adulto/masculino/ocidental); o tempo panoptico (como alusão à intenção das sociedades de controle e autocontrole, de poder vigiar os cursos vitais dos sujeitos, visando à atomização do "espaço-tempo vital com relação ao mundo social) e sua condição de cronotope, isto é, sua capacidade construtora de espaços vitais.

Palavras chave: jovens, adultocentrismo, tempo panóptico, cronotope.


Abstract:

We present an approach to contemporary sociological theories from the theme of youth groups, from the perspective of some concepts from which social sciences and sociology have understood, in a very specific way, the youth dynamics. This paper highlights the questions and complex essence of the concept of youth, a fact that evidences its necessary approach from a transdisciplinary perspective in order to define juvenile specificities and, accordingly, to result in a better comprehension of their lifestyles, which do not necessarily adopt panoptic views as the unique approaching methods. It examines the juvenile dynamic social proscription, anticipation morality as well as the ways to understand the young subject from adult centrism (considered as the hegemony in the interpretation of the world from the adult/ male/western subject), the panoptic time (as an allusion to the attempt of control and self-control societies to monitor the vital subject's vital processes, based upon the particularization of moments in their lives, leading to the fragmentation of `critical space-time' with reference to the social world) and its chronotope status, that is, the construction ability for living spaces.

Keywords: Youths, Adult centrism, panoptic time, chronotope.


"Dime ¿acaso no todo tiempo futuro será mucho mejor?
¿Quién manipula las esperanzas en beneficio propio? Y
prohibido la prestidigitación con ilusión forastera a las
fuerzas que nos rodean, no les ofrezco resistencia ¿cuántos
millones de años formaron estos latidos en los que estamos?
¿Cuál es el punto en que coinciden lo increíble y lo exacto?
La experiencia es la evidencia y las cuestiones mi fortaleza,
lo cotidiano ya no es real, o eso al menos quisiera…"

Héroes del Silencio

Con la intención de realizar un acercamiento comprensivo a la luz de las teorías sociológicas contemporáneas1 al tema de las juventudes, procedemos en este escrito a tematizar algunos supuestos conceptuales desde los cuales las ciencias sociales —en sentido amplio— y la sociología —en sentido restringido— pueden contribuir al entendimiento de las dinámicas existenciales juveniles. Es de resaltar que asumimos el presente trabajo como una contribución para el debate; por ende pretendemos encarnar una postura más al interior o en el contexto de la discusión sobre el complejo tema de los jóvenes y las jóvenes, que como toda mirada ha de ser puesta en cuestión con el ánimo de enriquecer el campo conceptual en el cual se encuentra.

Para iniciar esta disquisición, es conveniente resaltar lo dicho acerca de la esencia problemática y conflictiva de este asunto, razón que motiva y moviliza hacia la consecución de puntos de vista y documentos de trabajo que permitan su conversión académica, es decir, su ubicación en el ámbito de la discusión y el relativismo de discursos reflexivos y comprensivos de las ciencias sociales, entre ellos la sociología de la juventud2.

Los supuestos teóricos desde los cuales pretendemos configurar el referente conceptual de una sociología de la juventud, giran en torno a los siguientes ítems:

    • La tematización de lo juvenil implica un diálogo de discursos entre perspectivas teóricas de las ciencias sociales, a saber: la antropología de la juventud, la sociología de la juventud, la psicología, la pedagogía, la historia de la juventud, entre otras.

    • Las dinámicas juveniles se comprenden desde la perspectiva de la sociología de la juventud a través de la dialéctica existente entre la proscripción social y la anticipación moral, entendida esta última como la agencia humana que en prospectiva intenta subvertir el estado de cosas existente. Los conceptos de adultocentrismo y el tiempo panóptico permiten comprender la lógica intervencionista del mundo adulto en la configuración de los mundos de la vida juveniles.

    • Uno de los puntos centrales para la comprensión del espacio vital de los jóvenes y de las jóvenes es su condición de cronotopos, y con ello cierta relativización del abordaje generacional.

Veamos a continuación en qué podrían consistir dichos supuestos.

 

1. Lo juvenil: diálogo de discursos

El adentrarse en una posible aclaración de la categoría social joven y sus correlatos juventud, juvenil y juvenilización, implica la puesta en marcha de dos condiciones epistemológicas que dan el matiz de relativo a toda construcción científica que se pretenda certera y exacta; éstas son el polimorfismo discursivo y la necesaria contextualización temporal y espacial de los discursos y los fenómenos estudiados.

Acerca del polimorfismo discursivo, se puede decir que, lejos de los sueños utópicos de los cientistas positivistas de la escuela de Viena, que defendían la idea de la consecución de discursos que nombraban con plena certeza y exactitud los fenómenos objeto de estudio, las construcciones conceptuales o los corpus teóricos son simples intentos de acercamiento, queriéndose resaltar con ello, de un lado, la incapacidad de aprehender en su totalidad los fenómenos, y de otro, la complementariedad y/o confrontación entre diferentes tradiciones discursivas.

Así, para el caso del sujeto joven, y lo que se quiere nombrar con ello socialmente, se presenta de manera sugestiva un aparente consenso que procura saltar o dejar de lado la esencia problémica del concepto.

Sobre la contextualización temporal y espacial de los discursos y los fenómenos estudiados, emerge una postura crítica sobre las pretensiones universalistas, legaliformes y ahistóricas, que han querido postular diferentes construcciones científicas y sociales como verdades reveladas portadoras de saberes incuestionables. Ahora bien, esta postura crítica conlleva (en la tematización de lo juvenil) su comprensión como un concepto lleno de contenido dentro de un contexto histórico y sociocultural, y por ende la condición de ser joven, como una simbolización cultural con variaciones fundamentales en el tiempo.

Si se reconoce que el colectivo joven —y por ende lo juvenil— comporta un diálogo de discursos, y que éstos obedecen a condiciones espacio/ temporales específicas, es pertinente proponer una posible ruta temática que reflexione acerca de los imaginarios simbólicos producidos y productores de percepciones y auto percepciones de lo juvenil, y por ende una recuperación de la historicidad de dicho concepto.

De esta forma se puede empezar dicha ruta afirmando que la gente joven, entendida en un sentido amplio, trasciende la mera ubicación psico-evolutiva en un determinado rango de edades, para incluirse en la dimensión de ciertas formas o estilos de vida. Al respecto algunos autores escriben:

    "La juventud es la intermediación de la relación familia-educacióntrabajo", relativizando así la edad en la que se pertenece a ellas, por cuanto dicha interacción genera una "etapa de la vida dedicada a la preparación para el ejercicio de los roles ocupacionales y familiares adultos" (González & Caicedo, 1995)". "El concepto juventud deberá, entonces, ser entendido en un sentido amplio y dinámico, pero no por ello ambiguo: joven es todo aquel o toda aquella a quien la sociedad en la cual vive considera como tal, pero también quien vive como tal, en tanto que posee un imaginario juvenil, es decir, un conjunto de creencias —más o menos cambiantes— que le permiten asignarle sentido al mundo, partiendo de los "datos" básicos de la cultura occidental contemporánea: la existencia de un entorno urbano como marco de referencia (o, al menos, como marco de proyección), una cierta fidelidad a los medios de comunicación de masas, una determinada regularidad de las prácticas sociales, de los usos del lenguaje y de los rituales no-verbales fundamentales. La juventud es, al mismo tiempo, un programa y un resultado que nace y se dirige a la cultura" (Alba, 1997, p. 101).

Desde esta perspectiva simbólica, en cuanto significación de lo juvenil como representación social e individual, hace sus aportes temáticos una de las corrientes sociológicas contemporáneas: el Interaccionismo Simbólico. Este enfoque teórico/metodológico propone una sociología de la cotidianidad juvenil y de las manifestaciones identitarias (self / otro generalizado) creadas y creadoras de ésta, y para ello sugiere las siguientes líneas de indagación:

    1. La interpretación de las construcciones simbólicas o "símbolos significantes" que permiten resignificar intersubjetivamente el mundo convencional ofrecido a los jóvenes, y las deconstrucciones y reconstrucciones emergentes de las dinámicas colectivas juveniles.

    2. La configuración de nuevas formas de sociabilidad (por ejemplo las tribus urbanas: metaleros, punkeros, raperos), acordes con la dromología o ámbito y rapidez de los cambios de la era tecnológica y mediática de la cual hacen parte los jóvenes y las jóvenes.

    3. La comprensión de los procesos de identificación e integración juveniles, y su religación simbólica desde los imaginarios socioculturales (institución - culto) que su condición humana suscita.

Estas rutas de indagación se podrían entonces acercar a las diferentes manifestaciones identitarias juveniles, preguntándose por las cotidianidades construidas socialmente, por el entramado de significaciones que les dan sentido y por las religaciones societales emergentes.

La pregunta (desde este enfoque) por las dinámicas colectivas juveniles ayuda a la construcción de instrumentos y herramientas heurísticas que acerquen a la comprensión de los mundos de vida juveniles y a los "consumos culturales" que les mediatizan: la música, los vestidos, la alimentación, las redes sociales, los espacios de interacción, la semiótica corporal, las simbolizaciones construidas (por ejemplo el parlache3), los desencantamientos y encantamientos producidos, los etiquetamientos que hacen y les hacen, entre otros.

Dichos `mundos de la vida´ juveniles, han sido tematizados por la postura culturalista de la sociología de la juventud, como "culturas juveniles"4, significadas de la siguiente manera:

"En un sentido amplio, las culturas juveniles hacen referencia a la manera en que las experiencias sociales de los jóvenes y de las jóvenes son expresadas colectivamente mediante la construcción de estilos de vida distintivos, localizados fundamentalmente en tiempo libre, o en espacios intersticiales de la vida institucional. En un sentido más restringido, define la aparición de "microsociedades juveniles", con grados significativos de autonomía respecto de las "instituciones adultas", que se dotan de espacios y tiempos específicos, y que se configuran históricamente en los países occidentales tras la segunda guerra mundial, coincidiendo con grandes procesos de cambio social en el terreno económico, educativo, laboral e ideológico" (Feixa, 1999, p. 84).

En el acercamiento a las diferentes culturas juveniles, se presenta una categoría procedente de la antropología urbana que intenta dar cuenta de sus dinámicas colectivas: la tribu urbana, categoría propuesta por Maffesoli (1990).

Sobre "tribus urbanas" se tiene lo siguiente (Maffesoli,1990, pp. 23-32):

    1. Es un conjunto de reglas específicas que diferencian al colectivo joven del resto de la sociedad, confirmando su imagen parcial o global, con diferentes niveles de implicación personal.

    2. Funcionan como una pequeña mitología en donde sus miembros pueden construir con relativa claridad una imagen, un esquema de actitudes y/o comportamientos que les permita salir del anonimato con un sentido de la identidad reafirmado y reforzado.

    3. En una tribu tienen lugar juegos de representaciones que le están vedados a un individuo normal. Cuantitativamente, pertenecer a una tribu es una opción minoritaria en la realidad urbana, pero se hace llamativo, porque es literalmente excesivo, ya que quiere, programáticamente, excederse, superar las limitaciones, es decir, las reglas de la sociedad dominante y uniformadora.

    4. Mediante la tribalización se reafirma la contradictoria operación de una identidad que quiere escapar de la uniformidad y no duda en vestir un uniforme. Se trata, por lo visto, de "impertinentes" símbolos de pertenencia, un juego entre máscaras y esencias.

    5. Todas las "tribus urbanas" inventariadas constituyen un factor potencial de desorden y agitación social, ya que su propio acto de nacimiento representa simbólicamente "desenterrar el hacha de guerra" contra la sociedad adulta de la que, de alguna forma, no se quiere formar parte.

    6. El look más extremado y menos convencional revela una actitud (y una necesidad) autoexpresiva más intensa de lo habitual, y en consecuencia también más activa, pudiendo manifestarse de forma agresiva y violenta.

    7. La relación de pertenencia del individuo al grupo es intensa, globalizadora, y aporta un sentimiento existencial; todas sus maniobras y actuaciones parecen estar dirigidas y justificadas en función de esa pertenencia. Se asiste entonces a un evidente proceso de desresponsabilización personal de las acciones.

    8. Cuando se intenta aclarar en qué canales y con qué modalidades se expresan esas actitudes vitalistas y agresivas, resulta evidente que música y espectáculo deportivo constituyen los canales y las fuentes de inspiración más frecuentes, seguramente por su potencial de agregación masiva y de intensidad emocional.

    9. Sintomáticamente, las actitudes más violentas se acompañan de una "imagen de marca" fácil de reconocer, un uniforme ceremonial, una especie de instrumento simbólico para quien quiere distinguirse por sus actos y su atuendo. A diferencia de las pandillas juveniles tradicionales, en las que el hecho delictivo —o la gamberrada— tendía a ocultarse, en esas tribus la violencia no se disimula; al contrario, se manifiesta y se muestra con orgullo, con satisfacción, y como sistema de provocación.

En conclusión, este primer ítem resalta la esencia problémica y compleja del concepto de juventud, hecho que evidencia su necesario abordaje desde una perspectiva transdisciplinaria que permita delimitar las especificidades de lo juvenil y con ello una mejor comprensión de sus mundos de vida, que no conlleven necesariamente la adopción de miradas panópticas como únicas formas de abordarle.

 

2. Las dinámicas juveniles: entre la proscripción social y la anticipación moral

En la búsqueda de trascender las especulaciones de cierta sociología espontánea, configurada a la luz de algunas credulidades, creencias o sugestiones de los diferentes actores sociales, se terminan proponiendo en un sentido amplio formas de abordaje o estudio de "las mentalidades sociales", y en un sentido restringido las "mentalidades sociales sobre lo juvenil", las cuales ponen en tela de juicio los supuestos consensos sobre los cuales descansan las formas de percibir, interpretar y actuar en relación con el "Mundo de los jóvenes y de las jóvenes". Así, la emergencia de modelos comprensivos de lo social, desde la contextualización —descripción microsociológica— y la crítica —teorización macrosociológica—, complejizan el abordaje de lo social al hacer perceptible la multidimensionalidad de la condición humana. Baratta plantea al respecto que "la sociología jurídico-penal muestra que el progreso de todo sector específico de la sociología está ligado al desarrollo de instrumentos de indagación particulares y a una oportuna delimitación de los objetos específicos de la indagación, pero también, al mismo tiempo, al desarrollo de un modelo crítico de interpretación macrosociológica de toda la estructura económica" (Baratta, 1998, p. 20).

Los desarrollos teóricos e investigativos obtenidos por la microsociología en las voces del interaccionismo simbólico, la fenomenología, la etnometodología, entre otros, permiten comprender los sentidos dados a las construcciones sociales de las múltiples realidades o cotidianidades. Las sociologías de la vida cotidiana se erigen como herramientas e instrumentos heurísticos que operan como puntas de lanza en la develación de los trasfondos y significaciones de las acciones sociales. Para el caso específico de la sociología jurídico-penal, esta perspectiva ha ayudado a la configuración del "labelling aproach" o enfoque de la reacción social, basado en la construcción social y significación del etiquetamiento, como una estrategia simbólica de defensa social (por ejemplo: la desviación), preguntándose: "¿quién es definido como desviado?, ¿qué efecto acarrea esta definición para el individuo?, ¿en qué condiciones este individuo puede llegar a ser objeto de una definición?, ¿quién define a quién?" (Baratta, 1998, p. 87).

Esta postura encarna profundas rupturas con los enfoques positivistas de la etiología criminal, que argumentan la tesis según la cual la desviación tiene su asidero en condiciones individuales de ciertos sujetos que poseen determinadas características biológicas y psicológicas (Pavarini, 1983), y que por tanto son susceptibles de ser corregidos desde las representaciones colectivas y los poderes sociales emanados de las creencias en la "defensa social". En efecto, esta perspectiva correccionista cae en la reificación de las estructuras discursivas que ubican los órdenes sociales existentes como esencias ahistóricas previas al acto humano, y por ende como marcos del `saber/poder´ sobre el `representar/ hacer´ social; en este aspecto reposa la ruptura paradigmática hecha por el enfoque del etiquetamiento, pues este último resignifica el correccionismo y la defensa social en el marco hermenéutico comprensivo que contextualiza las formaciones discursivas y los encantamientos que evocan.

De otro lado, la macrosociología, referida en este escrito principalmente a los aportes de la teoría clásica sociológica (en las voces de Durkheim, Weber & Merton, 1965), a los desarrollos de la teoría crítica (Marcase, 1986, Horkheimer & Adorno, 1987, Haberlas, 1988 y Beck, 1996) y a las consideraciones de los teóricos del conflicto (Dahrendorf, 2006, Coser, 1970, entre otros), posibilita aproximaciones teóricas que en su "universalidad" permiten emitir juicios críticos acerca de los datos hallados en una situación interactiva o contexto determinado. En el caso específico de la sociología jurídico-penal, el abordaje macrosociológico da el perfil a la "nueva criminología" o "criminología crítica", dando el salto cualitativo de la aproximación pragmática a la utilización de perspectivas macro, que integran teoría y práctica, para la interpretación crítica de los llamados fenómenos de desviación (Baratta, 1998, p. 14).

A partir de la integración de la microsociología y la macrosociología en la sociología jurídico-penal, denominada como "criminología crítica", queda abierto el campo de estudio de las relaciones funcionales entre los fenómenos estudiados en determinados contextos, con la estructura socioeconómica global de la cual hacen parte.

Ahora bien, desde el enfoque integrativo propuesto, a continuación daremos paso a un primer acercamiento a las dinámicas colectivas juveniles estigmatizadas o etiquetadas como conductas desviadas y a la consecuente reacción social devenida de ésta (proscripción social). Para esto se trabajará desde las posiciones de los sociólogos Merton (1965) y Dahrendorf (2006).

La visión macrosociológica propuesta desde Durkheim (1985) y Merton (1965), permite acercamientos teóricos entre aspectos psicosociales cotidianos y las estructuras y funciones del sistema social al cual pertenecen; así, la consideración funcional de la anomia permite la incursión investigativa en aspectos como la regulación social, la anticipación moral (posconvencionalidad) y la superación del dualismo individuo/sociedad. Para este enfoque, "el delito forma parte, en cuanto elemento funcional, de la fisiología y no de la patología de la vida social" (Baratta, 1998, p. 57), y por ello, mediante los fenómenos de reacción o disidencia social, hace comprensiva la estabilidad y el mantenimiento de cierto sentimiento colectivo. Esta discusión es profundizada por Lewis Coser bajo las categorías de "cambio de sistema y cambio dentro del sistema".

Es importante destacar en Durkheim (1985) las relaciones establecidas entre las conciencias / representaciones colectivas y las objetivaciones o concreciones de la dinámica social: organizaciones, estructuras de acogida, agrupaciones sociales, acciones sociales, entre otras, desde las cuales se tornan verdad existente los sentimientos colectivos.

La anomia, en cuanto no-acogimiento de ciertas representaciones colectivas y búsqueda de resignificaciones, da paso a la autoalteración de los mundos de vida en lo micro y a la redefinición de los órdenes de vida en lo macro, es decir, posibilita la transformación y la renovación social. Las personas jóvenes y sus dinámicas, bien podrían estar actuando como "agentes reguladores de la vida social", al descentrar imaginarios y deconstruír ciertas sugestiones propias del orden social existente: la creencia en la sociedad del trabajo y su promesa del pleno empleo, la fe en el desarrollo científico, el respeto por el poder político, el acogimiento de las estrategias de socialización y reproducción cultural existentes, entre otras; aunque sin abandonar estructuras de significación devenidas del consumo.

Estas consideraciones conducen al planteamiento de la desviación como eje dinamizador de lo social (parte de la dinámica social), y por lo tanto, posible reguladora y anticipadora de nuevos órdenes y realidades sociales. La desviación podría conducir cierta reconstrucción y deconstrucción continua de las representaciones colectivas y sus concreciones históricas, erosionando la eficacia simbólica del mundo contemporáneo en cuanto animadora del actuar social.

La trilogía `representación/sugestión/actuación´, en cuanto profecía de autorrealización, encuentra fisuras en el momento de la reproducción cultural, tal como lo expone Merton (1965), al existir la incongruencia entre los fines culturalmente reconocidos como válidos (representaciones culturales) y los medios socialmente construidos y significados como legítimos para su consecución. La desviación hace su aparición en cuanto intento reformista de actualización de fines/medios y cambio de fines culturales.

El imaginario sociocultural sugestiona ubicando unidimensionalmente ciertos fines como únicos y válidos; se sigue la construcción sistémica de medios institucionales coherentes con éstos, que propicien la satisfacción de dichas sugestiones o encantamientos. Para Merton (1965), el sistema social no alcanza a abarcar la totalidad de las demandas suscitadas por los actores encantados por los fines culturales reproducidos y socializados, dando con ello cabida, por una parte, a las dinámicas sociales subculturales (reformistas) que proponen nuevos medios para la satisfacción de los fines existentes, desde un cambio dentro del sistema, en cuanto a lo social; y de otra parte, a las dinámicas sociales contraculturales (de cambio) que no se limitan a pelear por la satisfacción de las necesidades devenidas de los fines culturales existentes, sino que proponen nuevos fines y con ello cambios de sistema en lo social y cultural.

Si desde Merton (1965) se puede entender la anomia "como aquella crisis de la estructura cultural que se verifica especialmente cuando existe una fuerte discrepancia entre normas y fines culturales, por una parte, y las posibilidades estructuradas socialmente de actuar en conformidad a aquellos, por la otra" (Baratta, 1998, p. 61), entonces ciertas manifestaciones identitarias juveniles permiten un encuadre con esta postura, al desenvolverse en cierto "neohedonismo" que se rige por un afán en la búsqueda de satisfacción con base en los fines globalizados por los medios de comunicación masivos, consumos la mayoría de las veces insostenibles para buena parte de los estratos sociales (cosa más que evidente en los países del sur). Las posturas de innovación, apatía y rebelión de algunas dinámicas colectivas juveniles, parecen demarcar la búsqueda de medios alternativos para la concreción de los idearios propios de los jóvenes, idearios resignificados a partir de lo socialmente disponible.

Esta postura sociológica permite el robustecimiento de la díada: marginalidad-violencia, y su intensificación en los grupos poblacionales juveniles. Según Canestrari y Battacchi, reforzando lo anteriormente dicho,

    (…) la anomia se presenta cuando el obrar según las normas no se considere ya, en la cultura de una sociedad, como una meta social (la virtud no es reconocida), y las metas sociales se definen en tal forma que el lograrlas con medios lícitos es irrelevante (además de que, con frecuencia, es menos eficiente), pese a que la autoridad de los agentes educativos (los padres, la escuela, la iglesia, el Estado) siga manteniendo como meta social la conducta conforme con las normas, y como metas sociales sólo las que se pueden perseguir, y se persiguen con medios lícitos (Bertolini, 1971, p. 1.382).

Las dinámicas juveniles estarían desde estos estudios signadas por una propensión a entrar en conflicto con las "estructuras adultas", depositarias de la normatividad y la estabilidad social.

Dicha propensión es registrada o significada desde la lógica del etiquetamiento, el cual se relaciona con la teoría estructural funcionalista al develar las implicaciones simbólicas de las estructuras culturales sobre las estructuras sociales, y al ver la resonancia en lo social de las formas simbólicas que motivan ciertas diferenciaciones y dominaciones. Así, la invisibilidad y la proscripción del mundo de la vida juvenil se agencian desde los siguientes etiquetamientos:

    • Delincuentes: en tanto subculturas marginales que en aras de la consecución de los fines culturales de la sociedad del consumo, atentan contra el orden social, entendido como una concreción de ciertos medios para la satisfacción de las necesidades. Esta tensión se ve intensificada dada la actuación de corte irreverente de los jóvenes y de las jóvenes, siendo (hipotéticamente) los grupos de jóvenes de sectores marginales los más propensos a las dinámicas de oposición, confrontación y delincuencia, y quienes por ende entran a ser significados como "delincuentes latentes".

    • Contestatarios: rebeldías o disidencias a las representaciones colectivas y los fines culturales que comportan, y búsqueda de nuevos escenarios o resignificaciones del mundo convencional, ofrecido a partir de lo contracultural.

    • Consumidores: "Neohedonistas" devenidos del mercado y del consumo, críticos del productivismo, pero idólatras del mediatismo, considerados como "sujetos aligerados".

Es válido anotar las falencias interpretativas del modelo Mertoniano para la comprensión de la desviación social; entre ellas, su no acercamiento a los fenómenos delictivos de "cuello blanco" (Bertolin, 1971, p. 65.) Lo importante para esta propuesta es su valoración de las promesas incumplidas socialmente, como un detonante de conflictos y cambios sociales.

De otro lado, autores como Sutherland, Tappan, Reckless y Smith, van a proponer la idea de la "transmisión cultural conflictiva", como la socialización de "valores antisociales" propios de los grupos a los que pertenecen algunos jóvenes y algunas jóvenes, los cuales se encuentran ubicados en "áreas delictivas" de la ciudad. (Bertolin, 1971, p. 1.382)

Desde esta perspectiva y siguiendo a Bertolini (1971), "se podría así afirmar que el concepto de subcultura delictiva hace parte de una integración de los esfuerzos efectuados para evidenciar las fuentes de presión que pueden llevar a una desviación, con los efectuados para analizar ciertas estructuras sociales, a las que se carga en cuenta la reglamentación de la selección y de la evolución de las varias soluciones desviadas y delincuenciales"(Bertolin, 1971, p. 1.382).

En complemento de lo anterior, los desarrollos teóricos de la sociología urbana —los modelos explicativos devenidos de la escuela de Chicago, como la ecología humana y la sociometría (Park & Burgess, 1967)—, han permitido la emergencia de herramientas demográficas y de morfología social, como los censos y los diagnósticos socioeconómicos, desde los cuales se pueden ubicar ciertas "zonas de riesgo social", construyéndose así categorías como: cordones de miseria, zonas marginales, sectores subnormales, periferias, comunas, etc. A partir de estos estudios, se viene considerando la existencia de una lógica relacional y correlacional entre las variables: situación socioeconómica y conflicto social.

La amalgama explicativa configurada, gira en torno a la fusión entre investigaciones sociológicas de corte estadístico, que evidencian particulares campos del fenómeno, y cierta interpretación sociocultural (Bertolin, 1971.) Dicha fusión aporta al estudio de "lo juvenil: entre la proscripción social y la anticipación moral", en la medida en que da cierta visión ambiental o contextual de los fenómenos juveniles y su conflictividad. Es de aclarar que dicha conflictividad, desde este enfoque, queda reducida al ámbito de la violencia y la marginalidad, situación que imposibilita una comprensión más global de este hecho social y que por ende requiere de abordajes más heurísticos.

La propuesta macro de la sociología del conflicto, según Ralf Dahrendorf, podría proporcionar modelos para la comprensión de la relación existente entre las `manifestaciones identitarias juveniles / etiquetamientos sociales (fruto de la concepción del interaccionismo simbólico)´ y las `anticipaciones morales / incongruencias fines y medios socioculturales (esto propio del estructuralfuncionalismo)

Para Dahrendorf, los procesos de plasmación de lo social y cultural, distan mucho de las idealidades utópicas de los mismos; reconoce con esto, la existencia en lo real/cotidiano del conflicto, en cuanto disputa de realización, es decir, intento continuo por modificar lo existente desde la búsqueda de las promesas incumplidas o su rotundo desprecio. En esta teoría, el orden social se edifica en las arenas movedizas de las diferentes tensiones sociales que nunca desaparecen; por ello permite "entender el cambio y el conflicto no ya como desviación de un sistema "normal" y equilibrado, sino como características normales y universales de toda sociedad" (Baratta, 1998. p. 126).

En este autor se encuentra la reivindicación del conflicto como connaturalidad de la condición humana, dando como aporte la trilogía cambio/ conflicto/dominio, para la comprensión de la desviación social. Según este enfoque sociológico para el estudio del conflicto, la integración social basada en consensos universales, es una reificación que opera como sofisma, y por lo tanto se torna incomprensible la dinámica social existente; y en este aspecto ayuda a la complementación o complejización de la propuesta estructural funcionalista, al relativizar el deber ser surgido del consensualismo.

Desde esta perspectiva, las relaciones de dominio son los detonantes de la conflictividad social que suscitan el cambio, y por lo tanto la desviación puede ser entendida como un rechazo y un enfrentamiento a los representantes y a las formas del poder existente. Lo juvenil, en cuanto permanente mutación en función de la inestabilidad de las estructuras en las que se produce, lleva en su basamento la conflictividad o continua ruptura con lo ofrecido socialmente o impuesto desde el "poder adulto".

La sensibilidad polimorfa y polisémica juvenil es reclamada desde las inestabilidades representadas, como modas y tendencias que agencian cambios permanentes a la organización social, vaciando continuamente de sentido algunas de las representaciones modernas de integración social. El poder emanado de las construcciones identitarias modernas como el Estado-nación, los partidos políticos, y los lugares de residencia, es rechazado por las identificaciones transnacionales y topoligamas juveniles, "identidades con temporalidades menos `largas´, más precarias, dotadas de una plasticidad que les permite amalgamar ingredientes que provienen de mundos culturales bien diversos. Atravesadas, por tanto, por discontinuidades, por no-contemporaneidades, en las que conviven gestos atávicos, residuos modernistas, innovaciones y rupturas radicales" (González & Caicedo, 1995).

La conflictividad inherente a toda formación social, permite, como lo expone Dahrendorf, la actualización social, la búsqueda continua de nuevas relaciones fines/medios y con ello emergencias de manifestaciones identitarias discontinuas. Lo juvenil es entendido como espacio vital en el cual se evidencian estos fenómenos sociales, donde la inestabilidad de sus estructuras permite anticipaciones morales o nuevos reflejos de poder social; por ejemplo, las formas gregarias juveniles o tribus urbanas, comparten el desprecio a lo ofrecido socialmente, pero reproducen formas de poder como el autoritarismo, la xenofobia, la iconografía (banderas, imágenes, tipos de música) y la diferenciación.

Dado lo anterior, valdría la pena preguntarse por la emergencia de cierto proyecto de juvenilización agenciado desde las dimensiones de lo corporal, lo político, lo estético, lo ambiental, lo religioso, lo recreativo, lo jurídico, entre otras. Dicho proyecto se mimetiza en lo social como algo propio de lo "juvenil", aunque no siempre parta de allí, caso, por ejemplo, el del "uniforme" que adquiere la gente joven para sentirse "diferente" frente a otros grupos "uniformados", o cuando dicho proyecto es agenciado por discursos del "poder adulto".

Para terminar, es necesario plantear la importancia (para el estudio de los fenómenos de desviación social y anticipación moral, principalmente de las dinámicas colectivas juveniles) de los aportes microsociológicos del interaccionismo simbólico para la comprensión, por una parte, de los procesos de etiquetamiento en cuanto `integración / diferenciación´ de lo subcultural y lo contracultural, como discordia o conflictividad entre grupos que ya no se encuentran integrados ni protegidos dentro del conjunto del cuerpo social; y por otra parte, de la trilogía `conflicto/cambio/dominio´, en cuanto relativización de los contenidos culturales "consensuales" y acercamiento a la comprensión del orden nacido del caos (anticipación moral - estructura disipativa)5.

3. Del adultocentrismo y el tiempo panóptico

Cuando en la vida cotidiana se enuncia la idea de responsabilidad juvenil, y en su desarrollo se termina perfilando al sujeto adulto (llámese padre o persona encargada) como el depositario de la regulación de la actuación del sujeto joven, entonces allí emerge lo que la sociología de la juventud ha denominado como adultocentrismo y tiempo panóptico (Serrano, 2002 , p. 10-25).

El adultocentrismo, considerado como la hegemonía de la interpretación del mundo desde la postura del sujeto adulto/ masculino/ occidental, opera, de un lado, como un dispositivo de control social que estable las mismas relaciones de dominio centro-periferia, y que permite la ilusión de un modelo evolutivo en el desarrollo psicológico de los sujetos, en donde la juventud aparece como un tránsito a la adultez y por tanto un sujeto que "está siendo" sin "ser", y de otro, como una moratoria social en la cual el sujeto es desrresponsabilizado y ubicado en el escenario del ocio "privilegiado" o en la condición del "no futuro".

Este dispositivo, el adultocentrismo, ubica igualmente al sujeto adulto en la condición de lo estático o punto de llegada, que puede fomentar dos actitudes psicosociales: cuando el sujeto joven es visto desde los ojos del riesgo, el vértigo, el "plus vital", éste termina convertido mediante el proceso de juvenilización en un símbolo del consumo, de la diversión; y cuando dicho sujeto joven es interpretado como minoría de edad y/o dependencia, es visto como un ciudadano o ciudadana de segunda mano. En los dos casos se dejan ver ciertas tecnologías de normalización, que bien sea desde la óptica del consumo o del poder, terminan por significar "la juventud como una tecnología desarrollada en la modernidad capitalista para fomentar mediante el control, sujetos de producción y consumo" (Serrano, 2002 , p.14).

El tiempo panóptico hace alusión a la intención de las sociedades disciplinares, tiempo en el que se busca el control y autocontrol para poder vigilar los cursos vitales de los sujetos, operando desde la particularización de momentos en sus vidas, tendiente a la atomización del `espacio-tiempo vital´ en relación con el mundo social. Sobre el modelo de la prisión que diseña Bentham (2003): el panóptico produce generalizaciones que constituyen la figura de la nueva tecnología política. Hay un descentramiento del poder y se hace funcionar de manera difusa, múltiple, polivalente en el cuerpo social entero. Se forma así la sociedad disciplinaria en la vigilancia. "La disciplina es un anti-desorden; y Foucault, a través del ejemplo del panopticon de Bentham, traza un diagrama preciso de su funcionamiento (…) la regla de la detención, del marcaje y de la exclusión, propia del modelo de la lepra, en el cual lo importante es diferenciar al leproso y marginado en una comunidad separada cuya estructura interna no es útil controlar; se ha sustituido la regla de la reticulación propia del modelo de la peste. Se pasa de la lógica de los conjuntos separados a la lógica de un espacio estructurado con coordenadas cartesianas. No se trata ya de trazar una frontera, sino de controlar en permanencia toda la extensión espacial y toda la población desplegada en ese espacio, y vigilarlos en todos sus puntos, de forma continuada y total, o selectiva e intermitente. Todos deben saber que un ojo invisible les observa virtualmente en permanencia, es decir, que en cualquier momento se puede reconstruir la secuencia fílmica de la actuación pasada del sujeto, gracias a la serie de coordenadas identificatorias en las cuales está prendido todo individuo" (Ibáñez, 1983, pp. 106-107).

Se procede a emplear el tiempo disciplinariamente y se toma el modelo de los conventos, de su rítmica. El dispositivo disciplinario que se utiliza implica la vigilancia total del espacio en el que los menores movimientos son controlados, en el que se produce el análisis y la distribución, donde la jerarquía, vigilancia, inspección, escritura, son los elementos del gobierno omnipresente. Se produce la "normalización", que es una forma de adscripción a un cuerpo social homogéneo, donde se obliga a la homogeneidad. La plena luz y la vigilancia permanente caracterizan la nueva forma de castigar, la visibilidad es una trampa —se es visto, pero no se ve; hay información, pero comunicación no—. Saberse vigilado garantiza el funcionamiento del poder. En la prisión se es visto sin ver jamás y desde la torre central se ve todo sin ser visto (Foucault, 1976, p. 311).

Esta compartimentación pensada estratégicamente como estandarización o formas de ordenamiento simbólico que den pie a una eficaz y eficiente vigilancia y castigo, termina siendo afectada por ciertas consecuencias perversas, que en el caso de lo juvenil resultan de la distribución del poder simbólico que se esconde detrás del ser joven. Así, cuando en el orden jurídico se piensa en la tríada `vigilancia/defensa/castigo´ del sujeto joven, lo que se dinamiza en el contexto amplio del entramado social, es la posibilidad de configurar contrapoderes y rutas de escape desde la condición juvenil; en otras palabras, la posibilidad de delinquir y efectuar acciones criminales amparándose en la defensa de su condición juvenil.

Esta distribución del poder simbólico paradójicamente termina por vulnerar aun más al sujeto joven, pues lo hace mercancía o recurso valioso desde los ojos adultocéntricos, para la ejecución de diferentes tipos de acciones bélicas, delictivas o criminales.

4. El cronotopo y la generación

Otra de las formas de comprensión del sujeto joven, es su condición de cronotopo6, es decir, su capacidad constructora de espacios vitales. Con Bajtin (1981) sabemos perfectamente que espacio y tiempo no existen separadamente; que no hay espacio sin tiempo, ni tiempo sin espacio. La noción de cronotopo es mucho más que un término feliz: es un concepto que se resiste a ser pensado, y que insiste en ser vivido, vivenciado, experimentado. El sujeto joven entendido como un cronotopo, comporta las siguientes características: Posicionamiento del sujeto, Configuración de espacios sociales y Movilización en el tiempo. Veamos en términos generales en que consisten.

    • Posicionamiento del sujeto: éste alude a la idea de la "instauración de coordenadas espaciotemporales en las biografías de los sujetos" (Serrano, 2002, p. 20); en otras palabras, de la configuración del ser joven, como un escenario intersubjetivo en el cual confluyen diferentes significaciones del espacio y del tiempo, las cuales permiten el dinamismo de la subjetividad de la persona joven.

    El Posicionamiento es entonces la ubicación constructiva y performante de la condición juvenil, como una constante que implica la incertidumbre tanto de esta categoría social, como de su objetivación individual.

    • Configuración de espacios sociales: esta característica implica la posibilidad de ver la urdimbre o entramado de relaciones sociales que permean lo juvenil, como un espacio o escenario social, con lo cual, el ser joven deja de ser sólo un actor, para integrarse al concepto de escenario.

    La doble implicación juvenil de actor/ espacio, le da el matiz de actor red, miembro de diferentes redes y en sí mismo una red. Por ejemplo: el ser joven hace parte de redes como el consumo de hechos y objetos culturales: la música, la comida, la ropa, etc. De igual forma es en sí mismo una red, integra aspectos de las empresas culturales, de las tradiciones, de los saberes expertos, etc. Así, el joven en cuanto configuración de espacios termina asumiéndose como un mosaico bizantino.

    • Movilización en el tiempo: el sujeto joven se perfila como un trashumante e híbrido del tiempo. La trashumancia en el tiempo implica la movilización del sujeto por diferentes tradiciones y prospectivas, así su figura mosaica conlleva al paso por diferentes visiones del mundo. La hibridación en el tiempo consiste en el sincretismo de posturas temporales, de formas de ver el mundo, las cuales entran en diálogo para producir versiones emergentes, complejas y temporales de la "realidad social y subjetiva".

El cronotopo podría ser entonces la mejor forma de nombrar al sujeto joven desde sus cualidades de posicionamiento, configuración y movilización.

En la interpretación de lo juvenil suele caracterizarse el joven homogéneamente, a la luz del concepto de generación. La generación opera entonces, como una medida estándar de un determinado grupo poblacional que coincide en términos de la cronología objetiva (tiempo de vida expresado en años), y que aparentemente comparten una cronología subjetiva (formas de interpretar el mundo); al respecto algunos sociólogos como Mannheim y Bourdeau, expresan su desacuerdo relativizando la posibilidad de reducir al cronotopo juvenil a la tendencia generacional.

El sociólogo Mannheim, propone para esta relativización el siguiente conjunto de categorías (Mannheim,1961, pp: 48-55):

    • La situación generacional: consiste en el hecho de estar expuesto a ciertos fenómenos socioculturales similares; en otras palabras, a la posibilidad de ser incidido por determinadas sugestiones de la época.

    • Conjunto generacional: se refiere a los agentes que forman cierta unidad en una situación de generación concreta; son los sujetos que asumen tendencias o modas emergentes en el contexto de la producción y construcción cultural.

    • Unidad generacional: es el grupo concreto que se apropia de manera reflexiva de la situación de generación; son los agrupamientos o neocomunitarismos (tribalización) configurados en la madeja de relaciones sociales constructoras y construidas en la producción cultural.

Desde estos aportes se puede plantear que la generación, como categoría de apoyo para la comprensión de lo juvenil, remite a la edad pero como una producción cultural, social e histórica. Así, la adscripción suscitada por una determinada generación (unidad, conjunto y situación), se perfila como un horizonte continuo que persevera en su intento de intensificar la identificación juvenil y con ello la emergencia colateral de diferentes conflictividades, tanto en sí misma, como con otras "generaciones".

Finalmente, es importante destacar que las construcciones sociales adultocéntricas descansan en la idea del "ser joven" en cuanto autonomía, amarre y modo de narrarse y diferenciarse de otros, todo ello con consecuencias previstas como la regulación social, e imprevistas como la distribución del poder simbólico (subculturas y contraculturas).

5. Colorario

Una vez tematizados los aspectos que configuran el corpus teórico de este trabajo, acerca de las representaciones colectivas y la emergencia de imaginarios simbólicos sobre lo juvenil, podemos decir que en aras de tornar realidad existente el viejo sueño de la comprensión, es menester proponer como dinámica de investigación, procedimientos que permitan intersubjetivamente develar el sentido que los sujetos jóvenes le dan a sus acciones desde una perspectiva transdisciplinaria que asuma la esencia problémica y compleja del concepto de juventud, que evidencie un abordaje que permita delimitar las especificidades de lo juvenil y con ello una mejor comprensión de sus mundos de vida, que no conlleven necesariamente la adopción de miradas panópticas como únicas formas de abordarle; pues otras miradas hacen una distribución del poder simbólico que terminan por vulnerar al sujeto joven desde los ojos adultocéntricos.

Por lo tanto, el cronotopo podría ser una forma de nombrar al sujeto joven desde sus cualidades de posicionamiento, configuración y movilización, es decir, movilización en el tiempo en el que "el sujeto joven" se perfila como un trashumante e híbrido del tiempo. Decimos lo anterior con el fin de ubicar un punto de partida teórico-metodológico para la comprensión de los jóvenes y de las jóvenes, que propenda por el reconocimiento de las voces juveniles. De este ejercicio conceptual podemos extraer las siguientes reflexiones para el debate:

    • Lo juvenil comporta una polisemia que sólo le hace posible aprehender a partir de ejercicios investigativos ideográficos.

    • Pensar lo juvenil, es aventurarse en la reconstrucción de mundos de la vida con temporalidades y espacialidades diferentes a las ofrecidas por el mundo "adulto".

    • Las significaciones más recurrentes en los imaginarios simbólicos acerca de lo juvenil, se articulan a la proscripción / criminalización, o a su juvenilización / consumismo.

    • La mirada institucional de lo juvenil parece seguir centrada en el referente panóptico y conservadurista.

    • Las esferas que configuran el espacio vital de los jóvenes y de las jóvenes, pueden ser permeadas por elementos fácticos y virtuales.

    • Los consumos culturales juveniles pueden trascender la mera o simple alienación.

    • Las dinámicas juveniles podrían comportar posturas políticas de la vida o biopolíticas.

    • La desobediencia civil juvenil puede ser una actitud performante o reconstructiva de lo social.

    • La conflictividad juvenil puede ser comprendida una vez tematizados los anteriores aspectos.

    • La transformación de los conflictos en lo juvenil, puede ser comprendida desde la perspectiva del cambio o la dinámica social.


Notas

* Este es un articulo de reflexión producto de la investigación "La escuela como escenario de socialización Política: Actitudes, sentidos y prácticas de participación ciudadana en jóvenes de estratos 1 y 2 de cuatro regiones del país, participantes en el programa nacional "Jóvenes constructores de paz" Financiado por COLCIENCIAS, Codigo1235-11- 17686. El equipo es interdisciplinario, compuesto por: investigadores e investigadoras principales: Germán Muñoz, Patricia Botero, Sara Victoria Alvarado, Héctor Fabio Ospina; coinvestigadores y coinvestigadoras: Julián Loaiza, Martha Gutiérrez, Marta Cardona, Juliana Torres, Diego Muñoz y Jorge Martínez. Esta investigación fue presentada entre la Universidad de Manizales, El Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud de la alianza Cinde- Universidad de Manizales y la Universidad Central. Fecha de inicio: marzo de 2005. Fecha de finalización: marzo de 2008.

1 Entre ellas la sociología de la juventud, del cambio social, del conflicto, del control social y de la vida cotidiana.

2 La sociología de la juventud puede entenderse como el campo sociológico encargado de preguntarse por la producción de subjetividades y sociabilidades en el contexto de la condición cultural juvenil. Al respecto ver (Manheim,1961, pp. 48-55).

3 El parlache es un registro teórico de formaciones discursivas propias de grupos juveniles en la ciudad de Medellín. Este nombre deviene del término "parce" con el cual se designa al "compinche" o al "amigo" en las calles de Medellín.

4 El concepto de cultura juvenil fue introducido por primera vez por el sociólogo Parsons en 1942; luego fue desarrollado por la escuela de Birmingham con un fuerte acento de la cultura juvenil en cuanto emergencia de una nueva clase social, asociada a formas posconvencionales de los mundos del trabajo y del ocio. (Serrano, J. F. Ni lo mismo ni lo otro: la singularidad de lo juvenil. En: Revista Nómadas, No. 16 [Abril de 2002];,p. 13-14).

5 En el artículo titulado "las culturas juveniles: un campo de análisis cultural", escrito por el profesor Orlando Pulido Chaves, se plantea la interpretación de las culturas juveniles como estructuras culturales disipativas, postura cercana a la teoría de la física del caos propuesta por Ilya Prigogine. Ver: Pulido O. Las culturas juveniles: un campo de análisis cultural. En: Universitas Humanística. XXIV (42), 1995.

6 Llamaremos cronotopo, asumiendo la mirada que desde la literatura se da (literalmente, tiempo-espacio) a la conexión intrínseca de las relaciones temporales y espaciales que se expresa artísticamente en la novela. Este término es empleado en matemáticas y fue introducido como parte de la Teoría de la Relatividad de Einstein [...] Lo que nos importa es el hecho de que expresa la inseparabilidad del tiempo y del espacio (el tiempo como cuarta dimensión del espacio). (Bajtin 1981, pp. 84-85).


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