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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud

Print version ISSN 1692-715XOn-line version ISSN 2027-7679

Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.9 no.1 Manizales Jan./June 2011

 

 

Segunda Sección: Estudios e Investigaciones

 

 

Movilización social desde el protagonismo juvenil: experiencias de dos organizaciones rurales argentinas*

 

Mobilização social desde o protagonismo juvenil: experiências de duas organizações rurais argentinas

 

The social movilization process seen from the central role of the youth: experiences of the two argentinian agrarians organizations

 

 

Pablo Vommaro

UBA/Conicet/Clacso/FISyP. Docente de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) en los Departamentos de Ciencias de la Educación e Historia. Co-coordinador del Grupo de Trabajo de Clacso sobre "Juventud y prácticas políticas en América Latina". Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Profesor de Historia (UBA). Investigador del Conicet. Integrante del Programa de Historia Oral (FFyL - UBA). Miembro de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (FISyP). Integra el Grupo de Estudios sobre la Protesta Social y la Acción Colectiva (Gepsac-IIGG, UBA) y el Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (Pled). Correo electrónico: pvommaro@gmail.com

 

 

Artículo recibido en febrero 9 de 2011; artículo aceptado en abril 25 de 2011 (Eds.)

 


Resumen:

En este artículo estudiaré experiencias de organización social de jóvenes, que han sido poco abordadas hasta el momento. Se trata de agrupaciones rurales de la Argentina en los años sesenta y setenta. Según los escasos estudios publicados, estas organizaciones tuvieron un marcado protagonismo juvenil en su constitución y crecimiento.

En el texto mostraré una forma de participación política de las jóvenes y los jóvenes que no siempre fue la hegemónica en aquellos años y que quedaría subsumida en otras modalidades en los años setenta. Sin embargo, estas prácticas se reactualizarían y reconfigurarían en otras experiencias de organización social más recientes, constituyendo una forma alternativa de militancia política que perdura hasta el presente.

Palabras clave: juventud, política, Ligas Agrarias, Argentina.


Resumo:

Neste artigo estudarei as experiências de organização social dos jovens, as quais tem sido pouco abordadas até o momento. Trata-se de agrupações rurais argentinas nos anos sessenta e setenta. Segundo os estudos publicados, estas organizações tiveram um protagonismo juvenil importante na sua constituição e crescimento.

Neste texto apresentarei uma forma de participação política dos jovens a qual não foi sempre hegemônica naqueles anos e a qual ficaria subsumida à outras modalidades nos anos setenta. Contudo, estas práticas reatualizariam- se e re-configurariam-se nas outras experiências de organização social mais recentes, constituindo uma forma alternativa de militância política que perdura ate o presente.

Palavras-chave: juventude, política, Ligas Agrárias, Argentina.


Abstract:

In the present article I will study the social organization experiences of the youth that have been scarcely considered for the time being. This study is about groups that have worked in the rural environment in the sixties and seventies. According to the scarce studies published, these organizations had a prominence of the youth, that was key in their creation and growth.

In the text I will demonstrate a way of participation of the youth regarding politics that has not always been the dominant in those years and that ultimately became subsumed by other ways of political involvement in the seventies. However, these practices would be updated and configured again in other and more recent experiences of social organization, establishing an alternative way of political participation that it is used even today.

Key words: Youth, politic, Ligas Agrarias, Argentina.

 


 

1. Introducción

Durante las décadas del sesenta y del setenta, las jóvenes y los jóvenes fueron protagonistas de diversos acontecimientos políticos, sociales y culturales en la Argentina. Asimismo, constituyeron un componente fundamental en la conformación y el crecimiento de numerosas organizaciones que trabajaron por el cambio social desde diversos ámbitos y perspectivas.

En este trabajo me he propuesto estudiar experiencias de organización social de jóvenes, que han sido poco abordadas hasta el momento. En la Argentina, las formas de participación política y social de las jóvenes y los jóvenes en los años sesenta y setenta fueron abordadas en la mayoría de los estudios desde las organizaciones partidarias, los grupos armados (guerrillas), el movimiento estudiantil, los sindicatos obreros y los espacios artísticos y culturales. Todos los nombrados fueron agrupamientos con un accionar predominantemente urbano.

En cambio, en estas páginas me dedicaré al estudio de organizaciones de jóvenes que se desplegaron en el ámbito rural argentino en los años sesenta y setenta. En efecto, a partir de fines de 1970 se constituyeron diversas organizaciones rurales en las provincias del Nordeste argentino que agruparon a pequeños y medianos productores y a campesinos minifundistas y sin tierra. Según los escasos estudios que se han publicado hasta el momento y el análisis de las fuentes disponibles, estas organizaciones tuvieron un marcado protagonismo juvenil en su constitución y crecimiento. A partir de mi investigación, este protagonismo juvenil definió muchos de los rasgos que las caracterizaron, abonando así una perspectiva generacional de análisis (Alvarado, Martínez & Muñoz, 2009; y Botero, Torres & Alvarado, 2006).

Con gran relevancia en provincias como Chaco (Ligas Agrarias Chaqueñas), Misiones (Movimiento Agrario Misionero, MAM), Formosa (Ligas Campesinas) y Corrientes (Ligas Agrarias Correntinas), y con repercusiones en Santa Fe (Unión de Ligas Agrarias de Santa Fe) y Entre Ríos (Ligas Agrarias Entrerrianas), estas organizaciones fueron conocidas con el nombre de Ligas Agrarias. Tuvieron un gran crecimiento durante los primeros años de la década del setenta, y hacia 1975 se debilitaron hasta su casi desaparición luego del golpe de Estado de 1976.

En la conformación de estas organizaciones tuvo una marcada incidencia el Movimiento Rural de la Acción Católica. Esta agrupación, fundada en 1958, tuvo una estrecha vinculación con los sectores de la Iglesia Católica más receptivos a los cambios, que se produjeron en esta institución luego de la II Guerra Mundial, que se expresaron en la realización del Concilio Vaticano II (1962-1965) y el nacimiento de la Teología de la Liberación y, en la Argentina, del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

A partir de lo dicho, mi principal objetivo en este artículo será analizar un conjunto de experiencias organizativas de los jóvenes y las jóvenes en el ámbito rural, que expresaron formas políticas y modos de subjetivación que años más tarde estarán presentes -actualizados y reconfigurados- en otras organizaciones sociales tanto del campo como urbanas. De esta manera, me propongo acercarme a algunas de las primeras manifestaciones de organización social y política juvenil que esbozaron rasgos que luego se desplegarían más acabadamente en otros ámbitos.

En este trabajo muestro una forma de participación y compromiso de los jóvenes y las jóvenes con la política que no siempre fue la hegemónica en aquellos años y que quedaría subsumida a otras modalidades de implicación política en los años setenta. Sin embargo, estas prácticas se reactualizarían y reconfigurarían en otras experiencias de organización social más recientes, constituyendo una forma alternativa de militancia política que perdura hasta el presente (Vommaro, 2010).

En las décadas del ochenta y el noventa encuentro rasgos de esta forma de militancia política -que denomino político social-, en diversas organizaciones territoriales y comunitarias que he estudiado; por ejemplo, en experiencias de tomas de tierras y asentamientos urbanos y en Movimientos de Trabajadores Desocupados, ambas en la zona sur del Gran Buenos Aires.

 

2. Metodología

Este texto se basa en un trabajo de relevamiento de bibliografía secundaria acerca de las problemáticas abordadas. Asimismo, hago un análisis de documentos de las organizaciones que he estudiado. Estas fuentes primarias se componen fundamentalmente de periódicos, panfletos y otras publicaciones, tanto del Movimiento Rural de la Acción Católica como de las Ligas Agrarias del Chaco, Corrientes y Misiones. Asimismo, trabajo con periódicos locales y regionales publicados entre 1968 y 1975.

También tomo investigaciones propias acerca de las organizaciones urbanas más recientes, cuyos rasgos pongo en relación con las características de las Ligas Agrarias que identifico en este texto (Vommaro 2006, 2008, 2009 y 2010) . Estas investigaciones incluyeron un extenso trabajo de campo que se sostuvo en la metodología de la Historia Oral, es decir, la construcción de fuentes orales a partir de testimonios de diferentes protagonistas o de personas vinculadas a las experiencias de organización social o casos1 que he estudiado. Trabajo con entrevistas situadas que fueron parte y resultado de un trabajo etnográfico (Aguirre Baztan, 1995; Hammersley & Atkinson, 1994; Guber, 2001) que me permitió un acercamiento a la vida cotidiana de las organizaciones sociales estudiadas. Este ingreso etnográfico al campo me posibilitó, además de producir descripciones densas o interpretaciones (Geertz, 1993)2, desplegar un proceso reflexivo de selección de los sujetos entrevistados.

Mis investigaciones fueron predominantemente de tipo cualitativo -aunque hago algunos análisis cuantitativos sobre todo para comprender algunos aspectos del proceso histórico más general3- enfocadas desde una perspectiva interpretativa4 que recoge los aportes de la teoría fundamentada -grounded theory- (Glaser & Strauss, 1967; Jones, Manzelli & Pecheny, 2007; Strauss & Corbin, 1994).

Según Jones, Manzelli y Pecheny (2007), la teoría fundamentada "refiere a que la construcción de la teoría está basada en los datos empíricos que la sustentan, siguiendo un procedimiento de análisis inductivo" (Jones, Manzelli & Pecheny, 2007, p. 47). Estos autores, siguiendo entre otros a Denzin y Lincoln (1994), plantean que "la investigación cualitativa puede ser vista como un bricolage y el investigador como un bricoleur" (Jones, Manzelli & Pecheny, 2007, p. 47).

En efecto, en mis investigaciones combino múltiples métodos, materiales empíricos -aunque el principal fueron las fuentes orales- y perspectivas, para lograr una interpretación que, por ser amplia e integral, no pierda densidad, rigor y profundidad. Coincido con Jones, Manzelli y Pecheny (2007) en que las propuestas provistas por la teoría fundamentada son sumamente útiles para el estudio de los procesos vinculados a la vida cotidiana, ya que "requieren un acercamiento íntimo al área de estudio" (Jones, Manzelli & Pecheny, 2007, p. 48). Asimismo, a partir de este enfoque es posible construir teoría desde la "interacción entre el investigador y sus datos". Es decir, "generar conceptos y desarrollar teoría a partir del material procedente del estudio de casos" (Jones, Manzelli & Pecheny, 2007, p. 48).

Por último, trabajar desde la Historia Oral me permitió acercarme a las percepciones, saberes, capacidades, valores y deseos de los miembros de las organizaciones estudiadas; a la mirada o punto de vista de los sujetos sociales (Necoechea, 2006), a partir de indagar, partiendo de su experiencia directa, en sus proyectos de vida singulares y colectivos. A partir de las técnicas de construcción de fuentes orales abordo las problemáticas de la memoria individual y colectiva en torno a la experiencia de participación o militancia en las organizaciones sociales más actuales, para ponerlas en relación con las del período estudiado en este artículo.

 

3. Presentación del problema:

Existe un consenso en la bibliografía consultada que señala que entre los años 1968 y 1973 se condensaron un conjunto de mutaciones que transformaron las características del sistema capitalista en múltiples dimensiones (Negri, 1980 y 1999; Lazzarato, 1994; Antunes, 2009; Virno, 2002). También en que este proceso de reorganización de la producción capitalista puede interpretarse como parte de una reacción del capital ante la creciente conflictividad de los años sesenta, protagonizada, en gran medida, por los trabajadores y trabajadoras, aunque también por una multiplicidad de sujetos sociales que comenzaban a constituirse o a consolidarse como tales. A partir de este enfoque podemos abordar el proceso abierto a fines de la década del cincuenta, cuando se produjeron una serie de movimientos a nivel mundial que, más allá de que puedan ser caracterizados como derrotados o exitosos en el corto plazo, dejaron profundas consecuencias y enseñanzas tanto para las futuras configuraciones de lo social como para los gobiernos que intentaban reestablecer la dominación5.

En mi análisis, estos movimientos fueron de alguna manera fundantes, ya que actualizaron, resignificaron y crearon elementos que luego tuvieron gran incidencia en los rasgos fundamentales de las organizaciones sociales posteriores. Entre ellos destaco: 1) las formas de organización y toma de decisiones, 2) los escenarios de lucha y movilización, 3) los sujetos organizados y movilizados, 4) la construcción territorial, y 5) el lugar de los vínculos comunitarios.

Podemos analizar al Cordobazo6 como la experiencia que expresó el proceso recién descripto, tanto en cuanto condensación de un conjunto de transformaciones, como de apertura de un nuevo escenario para la expresión del conflicto social. Así, en este acontecimiento se resignificaron y actualizaron elementos que estaban presentes en el proceso histórico anterior. Pienso, sobre todo, en rasgos característicos de la experiencia conocida como Resistencia Peronista (Salas, 2006) y, profundizando el rastreo histórico, de las luchas sociales de comienzos del siglo XX en la Argentina7.

En años posteriores -durante la década del setenta- el sistema capital reconstruyó crisis mediante las relaciones de dominación conmovidas por el crecimiento de la organización social. En la Argentina, la última dictadura militar aspiró a cumplir, con un genocidio brutal, este cometido.

En las próximas páginas, entonces, indagaré en una de las experiencias que me parecen relevantes para estudiar los problemas que describo más arriba. Esta selección se basa en que encuentro en ella rasgos que se proyectaron sobre los casos de mi investigación. Se trata de las Ligas Agrarias que se constituyeron en las provincias del Noreste Argentino (NEA) a comienzos de los años setenta. El proceso de cambio que se desarrolló en la Iglesia Católica en aquella época es uno de los elementos que permiten entender el surgimiento de estas organizaciones.

Así, al abordar las características de las Ligas Agrarias se hace necesaria la referencia a la Teología de la Liberación y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, que expresaron los cambios que se produjeron en la Iglesia Católica luego de la II Guerra Mundial y -especialmente- a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965). Como parte de estos cambios se crearon las Comunidades Eclesiales de Base que fueron fundamentales en la organización, y la consolidación de diversas experiencias de organización social entre fines de los años setenta y comienzos de los ochenta (Vommaro, 2010).

 

4. Las Ligas Agrarias

Examinaré ahora la experiencia de las Ligas Agrarias del Nordeste argentino tanto en cuanto a sus características organizativas, como en lo referido a sus concepciones acerca de la tierra, la construcción de comunidad y las formas productivas. Asimismo, analizaré la participación juvenil en estas organizaciones.

Mi interés por el estudio de las Ligas Agrarias se funda en que en mi proceso de investigación doctoral descubrí la relevancia de las migraciones internas en la definición de algunos rasgos de las organizaciones que estudié8. Las migraciones hicieron que algunos protagonistas de las tomas y los asentamientos de 1981 tuviesen un origen agrario y hayan llegado a la zona de Quilmes provenientes de las provincias del Nordeste argentino (Vommaro, 2010). De esta manera, en el acervo de la experiencia social de los migrantes del Nordeste hacia la zona sur del Conurbano bonaerense, en particular hacia Solano, la memoria y el relato de las vivencias y las formas organizativas desplegadas en su zona de origen y expulsión ocupan un lugar de relevancia. Así, una de las experiencias más directas que refirieron algunos de los sujetos entrevistados, y que me llegó por fuentes secundarias, fue la de las Ligas Agrarias.

Por otra parte, a partir de las entrevistas que realicé comprobé que algunos de los miembros de las Comunidades Eclesiales de Base que impulsaron las tomas y los asentamientos a comienzos de los ochenta, habían participado de las Ligas Agrarias -sobre todo del Movimiento Agrario Misionero, MAM- en los primeros años setenta9. Esta participación en una organización social como las Ligas, sumada al referido origen agrario de muchos tomadores y asentados, contribuyó a definir parte de las características de la experiencia de organización iniciada en 1981, sobre todo respecto de la concepción acerca de la tierra, las formas productivas y las modalidades de organización (Vommaro, 2009). Asimismo, muchos de los integrantes del MTD de Solano -y sus familias- también eran migrantes internos de las provincias del Nordeste argentino. En general, llegaron a la zona en los años ochenta, expulsados de sus lugares de origen por motivos económicos o por las inundaciones ocurridas en esa década. Su experiencia agraria signó algunos rasgos del Movimiento, sobre todo en cuanto a los enfoques con los cuales se trabajaron cuestiones referidas a la salud, a la creación de huertas y a ciertas técnicas de trabajo artesanal que desplegaron en los talleres productivos.

 

5. Nacen las Ligas Agrarias

A partir de fines de 1970 se constituyeron diversas organizaciones rurales en las provincias del Nordeste argentino que agruparon a pequeños y medianos productores y a campesinos y campesinas minifundistas y sin tierra. Estas organizaciones crecieron durante los primeros años de la década del setenta, y se debilitaron hasta su casi desaparición luego del golpe de Estado de 197610. Comentando el caso de las Ligas del Chaco, Galafassi plantea que luego del golpe de marzo de 1976 se produjeron un "sinnúmero de operativos en la zona rural por parte del Ejército, dando como resultado el desmantelamiento de las Ligas y la desaparición de varios de sus dirigentes" (Galafassi, 2005, p. 264).

Con gran relevancia en provincias como Chaco (Ligas Agrarias Chaqueñas), Misiones (Movimiento Agrario Misionero, MAM)11, Formosa (Ligas Campesinas) y Corrientes (Ligas Agrarias Correntinas)12, y repercusiones en Santa Fe (Unión de Ligas Agrarias de Santa Fe)13 y Entre Ríos (Ligas Agrarias Entrerrianas)14, estas organizaciones fueron conocidas con el nombre de Ligas Agrarias.

Galafassi sostiene que las Ligas Agrarias estaban integradas por "campesinos y pequeños productores" de las provincias del Nordeste, con algunas variaciones regionales (Galafassi, 2005, p. 245). En el Chaco, por ejemplo, predominaba el colono, definido por este autor como "un productor directo que contrata mano de obra asalariada de baja calificación en forma esporádica", y también como "un productor familiar" fundamentalmente agrícola (Galafassi, 2005, pp. 245 y 247). En cambio, en Formosa -donde actuaban las Ligas Campesinas- existía un "estrato de campesinos que ocupaban tierras fiscales o bien como aparceros o arrendatarios de grandes terratenientes" (Galafassi, 2005, p. 245). En estos y otros casos fue importante la presencia de agricultores familiares que eran capaces de desplegar "estrategias de subsistencia […] que implicaban la adopción de conductas económicas de autodefensa que, en líneas generales, no pueden utilizar las explotaciones plenamente capitalistas" (Galafassi, 2005, p. 282).

Según Galafassi, quien retoma a Roze (1992), las Ligas Agrarias reunieron -en conjunto- a más de 20.000 familias y 54.000 jóvenes (Galafassi, 2005, p. 251).

Para este autor, las Ligas Agrarias expresaron los intereses de

    (…) un gran sector de productores rurales, tanto colonos como campesinos […] "que irrumpieron en la arena de la lucha política". En su mayoría, los productores rurales que integraron las Ligas habían sido marginados por el "modelo de desarrollo agrario dominante" (Galafassi, 2005, p. 251).

Asimismo, el surgimiento de la primera de estas organizaciones rurales en el Chaco estuvo asociado a la fuerte baja del precio del algodón que se produjo a partir de 1969. Esta caída de los precios generó una crisis en la producción algodonera que se tradujo también en una crisis económica regional, ya que el algodón era la principal producción de la zona15. Por otra parte, este marcado descenso en los precios y en la producción de algodón también perjudicó a las cooperativas algodoneras16, de vasta trayectoria en la provincia del Chaco17.

De esta manera, la crisis del algodón sucedida en los últimos años de la década del sesenta favoreció la concentración económica. Esto tanto en la producción algodonera -los grandes productores hicieron valer su posibilidad de diversificar su producción y comprar los campos abandonados por los campesinos y campesinas que emigraban o no podían afrontar los costos de la producción agrícola ante la baja de precios-, como en la comercialización de la cosecha, ya que los grandes grupos comercializadores intentaban monopolizar la comercialización e imponer precios y normas de pago. Asimismo, esta concentración en la propiedad de la tierra y en la comercialización aceleró el proceso de tecnificación de la producción agrícola, lo que fue otra de las causas de expulsión de mano de obra, degradación de la calidad de vida de los habitantes de las zonas rurales y migraciones (Pozzi & Scaglia, 2008)18.

Ferrara (1973) también considera determinante la concentración de la tierra y explica el gran desarrollo que tuvieron las Ligas Agrarias en el Nordeste, sobre todo por la situación de los campesinos y campesinas minifundistas que, teniendo el 75% de las propiedades, ocupaban sólo el 9% de las tierras; mientras que el 1% de las explotaciones se extendían sobre el 37% de las tierras.

A raíz de esta situación, latifundistas y comercializadores fueron los adversarios fundamentales -junto con el gobierno dictatorial- de las protestas agrarias que se produjeron en el Chaco y en las provincias del Nordeste a comienzos de los setenta19. Por ejemplo, en el periódico Amanecer Agrario de enero de 1972, publicado por el MAM, se decía que los productores no lograrían "justicia social, solución definitiva a nuestros problemas, mientras los monopolios sigan siendo los dueños de nuestra patria, de nuestro trabajo" (Citado en Galafassi, 2005, p. 256).

Tanto Galafassi (2005 y 2008) como Roze (1992) hacen hincapié en la heterogeneidad de las Ligas Agrarias de las distintas provincias. Por su parte, Ferrara (1973 y 2007) las concibe como un movimiento más homogéneo y unitario. En este artículo tomaré el caso de las Ligas Agrarias Chaqueñas como representativo del conjunto de las organizaciones rurales del Nordeste en esos años, por ser la primera organización de este tipo que se crea, y la más numerosa. De todos modos, también incluiré rasgos de las Ligas Agrarias Correntinas, de las Ligas Campesinas Formoseñas y, sobre todo, del Movimiento Agrario Misionero. Estas organizaciones se integraron en la Coordinadora Regional del Nordeste y más tarde en la Coordinadora Nacional de Ligas y Movimientos Agrarios (Galafassi, 2005 y Ferrara, 2007).

 

6. La participación de la Iglesia Católica en las Ligas Agrarias

Los autores consultados coinciden en asociar el surgimiento de las Ligas Agrarias con iniciativas gestadas por sectores de la Iglesia Católica interesados en llevar las tareas pastorales y evangelizadoras a los habitantes del campo argentino (Galafassi, 2005, p. 252; Ferrara, 1973 y Ferrara, 2007, p. 25; Roze, 1992: 113, 116 y 144; Lasa, 1987). La expansión de esta línea de trabajo en la Iglesia estuvo vinculada con los cambios que se produjeron en esta institución luego de la II Guerra Mundial, que se expresaron en la realización del Concilio Vaticano II (1962-1965) y en el nacimiento de la Teología de la Liberación, y en la Argentina, en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

Ferrara menciona como primer antecedente para establecer la relación entre los cambios en la Iglesia y el surgimiento de la Ligas, la decisión que adoptó la Acción Católica Argentina en 1948, de formar "grupos de jóvenes para trabajar en el medio rural" (Ferrara, 2007, p. 23). Diez años más tarde -en 1958- nació el Movimiento Rural de la Acción Católica (Ferrara, 2007, p. 25).

Este Movimiento impulsó y contribuyó al surgimiento de las Ligas Agrarias. Sin embargo, años más tarde el mismo Movimiento las aprisionó y se constituyó en un corsé para las organizaciones campesinas que estaban creciendo (Ferrara, 2007, p. 25). A su vez, el Movimiento Rural, en la medida en que se acercaba a las Ligas Agrarias y se proponía ser fiel a las prácticas que éstas proponían, se alejaba de la línea oficial de la Iglesia.

Ferrara señala que:

    Los responsables del trabajo campesino van apartándose de las estructuras eclesiásticas en un camino marcado por las experiencias que recogen en su contacto con los agricultores, el impacto de las luchas sociales que vienen protagonizando las masas argentinas desde la década del 60 y los reflejos de una situación convulsiva a nivel mundial que se advierten en la propia Iglesia (Ferrara, 2007, p. 25).

Como parte de este proceso signado por las tensiones existentes entre el Movimiento Rural, la Iglesia Católica y los productores rurales pequeños y medianos, a partir de 1963 el Movimiento Rural se concentró en las cuestiones de educación y formación de los campesinos y campesinas. Esta línea dio sus frutos y la organización creció. Para 1966 el Movimiento contaba con al menos 300 grupos en diversas provincias, editaba un periódico mensual (Siguiendo la huella), había construido un Instituto de Capacitación (el San Pablo, situado en Capitán Sarmiento, Provincia de Buenos Aires), y había conformado un Equipo Nacional de ocho miembros rentados que se ocupaban de las tareas de organización en forma permanente. Según Ferrara, el trabajo educativo tenía dos objetivos principales: la formación de líderes campesinos y la promoción de la comunidad (Ferrara, 2007, p. 26).

Durante esos años de crecimiento y conflictos existió en el Movimiento Rural de la Acción Católica una preocupación constante por encontrar un método de trabajo adecuado y fértil para desplegar entre los campesinos y campesinas. Esta búsqueda guió

    (…) las embrionarias organizaciones a comienzos de la década del sesenta, nutrido con las experiencias recogidas y enriquecido con la participación creciente del campesinado […] Este método es el aporte inédito que brindan las Ligas Agrarias […] es lo que permite a estas organizaciones poseer un perfil propio e inconfundible y les ha otorgado la solidez y el arraigo que ostentan (Ferrara, 2007, p. 27).

En un comienzo el método de trabajo del Movimiento Rural ponía el centro en la "elevación pedagógica del campesinado, proponiéndole que se esfuerce por conocer los adelantos técnicos, que se integre en cooperativas y que se guíe por el Evangelio" (Ferrara, 2007, p. 27). En el Nº 89 de Siguiendo la huella se apelaba a los "pequeños y medianos propietarios y obreros rurales" y se planteaba que la realidad del campesino pequeño exigía "soluciones eficaces que nos permitan competir en condiciones de igualdad y obtener lo necesario para una vida verdaderamente humana".20

En esta cita vemos cómo se perfilaban al menos dos adversarios que expresaban sendos conflictos sociales en el agro argentino. Éstos eran, como lo mencioné, los latifundistas que concentraban la propiedad de la tierra, y los acopiadores y comercializadores que monopolizaban la compra y venta de la producción. Ambos estaban protegidos, según el Movimiento y las Ligas, por la complicidad del Estado. Galafassi señala que la centralidad de la dinámica del proceso de comercialización de la producción en el conflicto agrario se debía a que "en este proceso de definía fuertemente la estructura productiva y la trama de relaciones entre las clases y las fracciones de clase presentes en el proceso económico regional" (Galafassi, 2005, p. 249).

Para el Movimiento Rural, la superación de estos conflictos estaba vinculada a la posibilidad de "obtener lo necesario para una vida verdaderamente humana", ligada al Evangelio. Es decir, que la vida "verdaderamente humana" -digna- que se proponía no estaba sólo vinculada a una lucha social, sino que era reinterpretada como realización plena de la palabra de Dios.

En la concepción del Movimiento, los objetivos de mejoramiento de la vida campesina se lograban mediante la creación de cooperativas. Éstas expresaban la "tendencia natural hacia la cooperación" y representaban una "solución a nuestros problemas campesinos"21. Además, generaban "mecanismo de regulación para una distribución más igualitaria de los recursos" (Galafassi, 2005, p. 250).

Las cooperativas campesinas de producción y consumo que impulsó el Movimiento Rural estaban basadas en valores como la solidaridad y los principios que surgían del Evangelio (Ferrara, 2007, p. 28). De esta manera, "el afán de lucro y la competencia serán sustituidos por una inquietud de servicio y una honesta y fraterna cooperación entre las personas de nuestras comunidades". 22

Vemos así cómo, al lado de la cooperación y las relaciones de solidaridad y fraternidad basadas en el Evangelio, aparecía la comunidad entendida como construcción colectiva fundada en los valores que se impulsaban.

El crecimiento del Movimiento Rural en la segunda mitad de los años sesenta, ligado a los procesos de lucha y organización de los campesinos y campesinas, sobre todo en el Chaco, produjo un "proceso muy profundo que ya se operaba en el seno de las colonias campesinas" (Ferrara, 2007, p. 29). Este momento de cambio estuvo vinculado al crecimiento de la "lucha y la organización campesinas". Sin embargo, se encontraba "enchalecado" por los "escollos de las concepciones evangelizadoras" que habían orientado el trabajo del Movimiento Rural de la Acción Católica. Como parte de este proceso de cambio el movimiento campesino descubrió "el cooperativismo como forma de resolver sus problemas" (Ferrara, 2007, p. 29). Confirmamos entonces cómo a medida que el Movimiento Rural crecía y se vinculaba a las luchas campesinas también en aumento, se alejaba de la línea oficial de la Iglesia, en un conflicto que eclosionaría años más tarde.

 

7. La organización del Movimiento Rural y el surgimiento de las Ligas Agrarias

Estos años de expansión del Movimiento Rural fueron también los de la consolidación de su método de trabajo. Éste estaba basado en una tríada: ver, juzgar y actuar23. El ver implicaba "tomar contacto con la realidad y extraer de ella los datos". El juzgar se constituyó en "el momento del cuestionamiento", influido por la interpretación que hizo del Evangelio el Concilio Vaticano II y por el contenido de las nuevas encíclicas papales. El actuar era "la movilización personal o de la comunidad hacia la superación de las situaciones conflictivas" (Ferrara, 2007, p. 29).

A partir de esta tríada se organizaron grupos de reflexión e investigación de la realidad, integrados por campesinos de los diferentes núcleos del Movimiento. Esta práctica, a la vez que formaba a los campesinos y campesinas en el análisis de distintos elementos de la situación en la que vivían, los habituaba a funcionar en grupos (Ferrara, 2007, p. 30).

Coincidimos con Ferrara en señalar que esta "organización grupal constituye uno de los soportes esenciales sobre los que se apoyarán luego las Ligas Agrarias" (Ferrara, 2007, p. 30). El Movimiento Rural puso mucho énfasis en fortalecer la organización de estos grupos e incluyó varias indicaciones para garantizar su buen funcionamiento en su publicación periódica Siguiendo la huella. Estas premisas organizativas trataban de que estos grupos funcionasen con un "método democrático que facilite la participación más amplia de todos los asistentes" (Ferrara, 2007, p. 30).

Por otra parte, el Movimiento Rural propició la organización de los campesinos y campesinas en entidades gremiales constituidas en forma similar a los sindicatos obreros. De esta manera, los grupos campesinos del Movimiento y las cooperativas que habían creado, se integraron a la Federación Agraria Argentina (FAA). Sin embargo, en 1970 los campesinos y campesinas chaqueños se rebelaron contra la Federación y constituyeron la "primera organización independiente de los agricultores del Nordeste: las Ligas Agrarias del Chaco" (Ferrara, 2007, p. 33). Se puso en evidencia entonces que la Federación Agraria Argentina tenía una "absoluta incapacidad para expresar las necesidades de los agricultores pequeños y medios" y estaba ligada a los "latifundistas y monopolios en perjuicio de esos mismos campesinos" (Ferrara, 2007, p. 33). Esta ruptura entre el Movimiento Agrario y la Federación Agraria, que se profundizará con la constitución de las Ligas Agrarias, es señalada también por Lasa (1987) y Galafassi (2005). Este autor coincide en este punto con Ferrara y vincula la separación con la posición vacilante y la "actitud pro-monopolios" y a favor de la "evolución natural del mercado" de la FAA (Galafassi, 2005, p. 260).24

De esta manera, el proceso de crecimiento del Movimiento Rural sobre la base de la organización de los campesinos y campesinas agudizó las contradicciones tanto entre el Movimiento y la institución eclesiástica, como entre éste y las agrupaciones gremiales que habían intentado representar a los pequeños y medianos productores rurales hasta entonces. Dentro de esta dinámica conflictiva, en 1967 se realizó en Salta el 5º Encuentro Nacional del Movimiento Rural de la Acción Católica. Del mismo participaron al menos dos obispos (de Salta y de Goya, Corrientes), dos gobernadores (de Salta y de Jujuy) y delegados del Movimiento Internacional de la Juventud Agraria y Rural Católica (Mijarc)25, al cual estaba afiliado el Movimiento Rural argentino. Las principales resoluciones de este Encuentro estuvieron centradas en las tareas pedagógicas y formativas del Movimiento. No obstante, durante el evento se expresaron las "preocupaciones y las inquietudes" de los campesinos y campesinas provenientes de diferente zonas. Así se hacían cada vez más claros los límites de una organización que había surgido con el objetivo de evangelizar y que "sentía crujir su estructura" ante la convulsionada realidad social y política de la Argentina en aquellos años, frente las transformaciones en la Iglesia postconciliar, y de cara a las aspiraciones postergadas de los campesinos y campesinas que comenzaban a tener una experiencia organizativa y a fortalecer sus relaciones comunitarias en un proceso de politización de su vida cotidiana (Ferrara, 2007, p. 35).

En 1968 se realizó en Medellín la II Conferencia General del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam)26. Este fue el escenario de presentación pública del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo en América Latina. En aquellos años, ésta era una región surcada por movimientos que luchaban por la liberación nacional y social, ya fuese por la vía electoral y dentro del sistema político dominante, o por medio de la acción armada.

Podemos identificar entonces algunos rasgos del proceso de radicalización del Movimiento Rural que llevará a la formación de las Ligas Agrarias a mediados de 1970. En este decurso muchos sacerdotes que integraban el Movimiento en calidad de asesores espirituales, se "sienten más comprometidos con la realidad campesina que con la estructura eclesiástica" (Ferrara, 2007, p. 38).

Esta radicalización se profundizó con los ecos de la II Conferencia General del Celam, con la situación de América Latina y con los cambios en la Iglesia argentina, donde el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo tuvo un rápido crecimiento. Así, la preeminencia de lo educativo cedió paso a la importancia de la acción. En el mismo sentido, las instancias de formación del Movimiento comenzaron a implementar las metodologías que propuso el pedagogo brasilero Paulo Feire27, que se convirtieron en la "respuesta a numerosos interrogantes" que venía formulando el Movimiento desde años atrás (Ferrara, 2007, pp. 38 y 40).

En 1969, año del Cordobazo, que -según Ferrara (1973)- también impactó en las reflexiones del Movimiento sobre su práctica, se realizó en Uruguay una reunión del Mijarc que analizó "la experiencia de aplicación del método de Freire en el medio campesino" (Ferrara, 2007, p. 40). En el documento final se proponía una formación que fuese "integral, que una fe y vida, que personalice. La reflexión conjunta a partir de la realidad vivida, y en cada actividad; buscando hacer continuamente un análisis crítico de la situación, permitiendo una efectiva participación de todos" (Ferrara, 2007, p. 41). En las resoluciones de esta reunión, Ferrara identifica el "núcleo central de la Pedagogía de Paulo Freire: partir de una búsqueda conjunta, extrayendo elementos de la situación vivida, del contexto, para ir ampliando el campo del conocimiento con la acción y la reflexión constantes" (Ferrara, 2007, p. 42).

Este autor señala otro punto que considero central para este análisis. En las conclusiones de este encuentro se incluyó la siguiente formulación:

    (…) aquí surge un problema: si se debe conseguir una horizontalidad, un diálogo, un crecer juntos, ¿cómo realizar una acción liberadora? Esta es la pregunta clave que todos nos estamos planteando, sin tener respuesta hecha. Todos estamos buscando. Sólo podemos encontrar respuestas aproximadas sobre la misma marcha de los acontecimientos […] en la misma praxis (Ferrara, 2007, p. 43).

Esta búsqueda en pos de la horizontalidad, por la institución de relaciones menos jerárquicas, mecanismos más participativos y espacios de reflexión acerca de la práctica, guió buena parte de los proyectos de las organizaciones sociales que estudiamos en años posteriores. Asimismo, éstos constituyen rasgos característicos de las formas políticas y organizativas que estos grupos gestaron en los años ochenta y noventa.

Como dijimos, el Cordobazo tuvo repercusión en el Movimiento Rural que comenzó a interrogarse acerca de las mejores maneras de generar "conciencia crítica y reflexiva para poder asumir un verdadero compromiso" entre los "muchachos" -obreros y estudiantes- que "vivieron y participaron de los mismos"28. En esta línea, la Conferencia Latinoamericana del Mijarc realizada en Chile en julio de 1969 permitió expresar la radicalización del Movimiento Rural en la Argentina y su consecuente alejamiento de la línea oficial de la Iglesia Católica.

Esto se comprueba en varios pasajes del documento final que analiza Ferrara (2007, p. 46 y sigs.). Allí se preguntaba si las organizaciones rurales vinculadas a la Iglesia "¿contribuyen a mantener el sistema actual o marchan a una renovación total?" (Ferrara, 2007, p. 49). La opción por responder afirmativamente el segundo término de la pregunta hizo que muchos laicos y curas que militaban en el Movimiento Rural se alejasen de las estructuras eclesiásticas y confluyesen en la conformación de las Ligas Agrarias.

Otro signo de la radicalización del Movimiento Rural fue el primer esbozo de crítica que realizaron a la propiedad privada. En el Nº 116 de Siguiendo la huella (septiembre de 1969) señalaban que "se dice que la propiedad privada es un derecho natural […] En este caso, lo natural es antihumano según la realidad". Este cuestionamiento de la propiedad privada como antihumana o no cristiana, en tanto refuerza las desigualdades sociales y no es asignada a todos los hombres, aparecerá también en las Comunidades Eclesiales de Base que impulsaron las tomas y los asentamientos de 1981 en Quilmes.

En este proceso de transformación del Movimiento se realizó una nueva reunión de su Comité Nacional en Santa Fe, en septiembre de 1969. Allí se planteó que "es necesario pensar seriamente en un cambio en las estructuras del movimiento (nacional, regional, diocesano, de base, etc.) de manera de permitir más eficacia y funcionalidad dentro del movimiento y lograr una relación más directa con las bases". Al llevar a la práctica este análisis, surgirán las primeras Ligas Agrarias en el Chaco un año más tarde.

La organización de las Ligas Agrarias y el alejamiento de la Iglesia

Los rasgos organizativos de las Ligas Agrarias pueden vincularse con diversas tradiciones y experiencias. Ferrara señala la de los campesinos y campesinas de Paraguay como antecedente de las Ligas Agrarias del Nordeste argentino (Ferrara, 2007, p. 51). La inclusión de la acción de las Organizaciones Campesinas de Paraguay en varios números de Siguiendo la huella como un ejemplo estimulante e inspirador, puede apoyar este análisis. Yo agrego la experiencia de Brasil y su Pastoral de la Tierra, que por aquellos años impulsó los primeros embriones de lo que luego sería el Movimiento Sin Tierra (MST)29.

Por otra parte, a fines de octubre de 1970 se realizó en Río Tercero (Córdoba) el Encuentro Nacional de Jóvenes Agrarios, organizado por la Confederación de Juventudes Cooperativistas Argentinas, de la cual era parte la Unión de Cooperativas Algodoneras del Chaco (Ucal). En este Encuentro apareció claramente la necesidad de crear organizaciones propias, independientes, que pudieran expresar los intereses y anhelos de los campesinos y campesinas. El movimiento cooperativista y el Movimiento Rural30, se constituyeron así en las principales organizaciones que impulsaron la creación de las Ligas Agrarias.

En 1969 el Movimiento Rural estaba organizado en seis zonas a nivel nacional: Noroeste -con sede en Tucumán, que era la más numerosa con unos 1600 miembros organizados en 78 grupos-, Bonaerense, Pampa central, Nordeste, Cuyo y Patagonia (Ferrara, 2007, p. 36).

Fruto del proceso descripto, para fines de 1970 encontramos en vastas zonas rurales del Nordeste argentino diversos grupos campesinos que, impulsados por el Movimiento Rural de la Acción Católica, tenían experiencia en:

- la organización y participación de grupos con un funcionamiento democrático, tendiente a la horizontalidad;
- la discusión de cuestiones de su realidad inmediata y nacional, es decir la reflexión sobre su propia práctica;
- la participación en espacios de formación orientados por las metodologías de la educación popular de Paulo Freire; y
- la creación de cooperativas de producción y consumo.

Como expresión del proceso de lucha y organización del campesinado, y sostenido por el crecimiento del Movimiento Rural y sus relaciones con otras organizaciones, se realizó el Primer Cabildo Abierto de las organizaciones campesinas del Chaco en Presidencia Roque Sáenz Peña, el 14 de noviembre de 1970. Esta reunión, impulsada sobre todo por el Movimiento Rural de la Acción Católica y la Juventud Cooperativista Chaqueña31, contó con la participación de más de cuatro mil "colonos y campesinos" chaqueños, y marcó el nacimiento de las Ligas Agrarias Chaqueñas32 (Ferrara, 2007, p. 52). El detonante que permitió aglutinar al flamante movimiento fue la oposición a la concesión de un millón de hectáreas en el Chaco y Formosa a la firma Agrex, de capitales norteamericanos y argentinos. La parte argentina de la firma era propiedad de la familia del futuro presidente Lanusse, lo que otorgó dimensión nacional a la lucha (Ferrara, 2007, p. 52).

El Estatuto de las Ligas Agrarias Chaqueñas definía la organización como una "entidad gremial y de concientización agraria que agrupa a las Ligas Agrarias de las colonias agrícolas de la provincia del Chaco y zonas vecinas" (artículo 1 del Estatuto de las Ligas Agrarias Chaqueñas, tomado de Ferrara, 2007, p. 204). Entre sus fines se incluía "la toma de conciencia permanente de todos los afiliados", "el desarrollo integral, la formación y la participación activa del campesinado en la decisión de la vida del Chaco, con personalidad propia, con visión de un cambio auténtico, con sentido nacional y popular", y "la renovación del cooperativismo y la creación de cooperativas de producción" (artículos 4, 5 y 8 del Estatuto de las Ligas Agrarias Chaqueñas, tomado de Ferrara, 2007, p. 205).

Como lo expresé antes, una de las cuestiones centrales que sostuvieron las acciones iniciales de las Ligas Agrarias fue la denuncia de los grupos que monopolizaban la comercialización de los productos agrarios. La lucha contra las empresas que detentaban el monopolio de la comercialización -por ejemplo, contra los acopiadores- tenía una larga tradición en la organización de los pequeños y medianos productores rurales argentinos, que podemos remontar al Grito de Alcorta, movimiento originado en la ciudad santafesina de Alcorta en 191233. Este fue el antecedente inmediato del surgimiento de la Federación Agraria Argentina (Grela, 1985).

La presencia de esta tradición de lucha y organización agrarias también está presente en el surgimiento de las Ligas. Por ejemplo, en su discurso del 8 de febrero de 1971, el obispo Di Stéfano, que por entonces apoyaba claramente a las Ligas, manifestó en alusión al Grito de Alcorta, que "si al Chaco no le quedan soluciones, será necesario memorar los tiempos heroicos de las luchas agrarias" (Ferrara, 2007, p. 149).

Por su parte, la Federación Agraria Argentina participó en los momentos previos a la constitución formal de las Ligas Agrarias. Sin embargo, como lo señalé, pronto surgieron los primeros conflictos. En un comienzo el Movimiento Rural confluyó en acciones de protesta y movilizaciones junto a la Federación Agraria, por ejemplo en un acto realizado en septiembre de 1970 en la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña que reunió a más de 5.000 campesinos y campesinas. Sin embargo, ya en ese acto se vislumbraban las diferencias que más adelante se profundizarían entre ambas organizaciones. El Presidente de la Federación Agraria Argentina, Antonio Di Rocco, tuvo un discurso conciliador hacia el gobierno militar y buscó diluir la situación de conflicto34. En cambio, Osvaldo Lovey -referente del Movimiento Rural y luego de las Ligas Agrarias del Chaco, quien en 1970 tenía 21 años- planteó la necesidad de radicalizar la lucha y no dejarse seducir con "promesas vacías" (Ferrara, 2007, p. 126).

La relevancia que cobraba el naciente movimiento agrario se evidenciaba en la solidaridad que recibió de parte de otras organizaciones, tales como sindicatos de obreros urbanos, estudiantes universitarios y pequeños comerciantes. Por ejemplo, luego del mencionado acto realizado en Presidencia Roque Sáenz Peña se produjo un apagón en la mayoría de los comercios de esa ciudad, y en muchos de Resistencia, como señal de apoyo a los productores rurales organizados en las que dos meses más tarde serían las Ligas Agrarias Chaqueñas.

A partir de lo expuesto, comprobamos que las Ligas Agrarias y el Movimiento Rural que las impulsaban, en la medida en que fortalecían un proyecto propio, se alejaban no sólo de la jerarquía y la línea oficial de la Iglesia, sino también del sindicalismo rural que hasta entonces había dominado la organización de los pequeños y medianos productores y los campesinos y campesinas. La "doble fidelidad" -hacia la Iglesia o los sindicatos rurales y hacia el movimiento campesino- se tensionaba al máximo, y esa tensión comenzaba a resolverse a favor de los campesinos y campesinas. Ante el surgimiento de las Ligas Agrarias, el Movimiento Rural mantuvo su existencia, pero reformulado como agrupación de apoyo político a estas organizaciones.

Entonces, el Movimiento Rural de la Acción Católica, al acercarse a las necesidades y aspiraciones cotidianas de los campesinos y campesinas, recorrió un camino que se presentaba cada más divergente respecto de la línea oficial de la Iglesia. El trabajo de Ferrara analiza el caso de monseñor Di Stéfano35 como ejemplo de este proceso de alejamiento entre la jerarquía eclesiástica y el Movimiento Rural, que había impulsado las Ligas Agrarias36.

En efecto, en un comienzo Di Stéfano apoyó el trabajo del Movimiento Rural y avaló el surgimiento de las Ligas. Sin embargo, cuando éstas "revelaron poseer energía propia", el obispo "se esforzó por frenar las Ligas y hacerlas retornar al rol pacifista y reformista con que él las concibiera" (Ferrara, 2007, p. 59)37. Algo similar sucedió en el Movimiento Agrario Misionero, que recibió en sus primeros tiempos el apoyo del obispo de Posadas, monseñor Kemerer, quien luego se alejó de la organización (Galafassi, 2008).

Por otra parte, Ferrara sostiene que las Ligas Agrarias constituyeron "la primer experiencia de organizaciones independientes del campesinado pobre y medio, que ya desde su nacimiento apuntan a convertirse en potentes instrumentos de organización y lucha, aportando como rasgo particular el hecho de inaugurar la aparición del campesinado en la escena política nacional" (Ferrara, 2007, p. 53). Asimismo, este autor resalta el apartidismo (Ferrara, 2007, p. 54) de estas organizaciones.

Al respecto, el documento de formación de las Ligas Agrarias Chaqueñas, de noviembre de 1970, declaraba

    (…) la absoluta prescindencia y libertad política de las Ligas Agrarias a efectos de buscar exclusivamente el desarrollo, la formación y la participación activa del campesinado en la decisión de la vida del Chaco, con personalidad propia en un sentido de cambio auténtico, […] nacional y popular.38

En marzo de 1973, ante la coyuntura electoral, esta misma organización reafirma su "posición de que el movimiento mantendrá su total prescindencia política partidista".39

El Movimiento Agrario de Misiones (MAM) compartía esta perspectiva. En una nota publicada en Amanecer Agrario en enero de 1973 se planteaba que el MAM no debía "meterse en política", pero que eso no significaba que a sus miembros no les interesara la política o no interviniesen en la vida política40. En la misma publicación, no meterse en política se asociaba a no "embanderarse con un partido" y se reivindicaba "hablar de política" distinguiendo "dos políticas". La "de los grandes, de los explotadores, que es la politiquería", y la "otra política. La política del pueblo"41.

Por otra parte, frente a los llamados de Lanusse a celebrar lo que se conoció como el Gran Acuerdo Nacional (GAN)42, que implicaba el llamado a elecciones controladas y restringidas, el referente de las Ligas Agrarias Chaqueñas, Osvaldo Lovey expresó estos cuestionamientos:

    ¿para qué larga las elecciones el gobierno? ¿Será esta la solución? ¿No será que al disputar con mi vecino por este o aquel partido nos vamos a distraer de los problemas que tenemos? Y más aún, ¿no será para dividirnos, para sembrar la división entre nosotros?" (Tomado de Ferrara, 2007, p. 160).

Se expresó así el distanciamiento entre las instituciones de la democracia representativa, liberal, y las prácticas de las organizaciones sociales surgidas a partir de procesos territoriales y que valorizaban la construcción de relaciones de proximidad, comunitarias.

Como dije, la concepción de las Ligas como organizaciones no vinculadas a los partidos políticos y la desconfianza respecto de la participación electoral, no implicaron que aquéllas no estuviesen involucradas en política43. En una entrevista al referente Carlos Píccoli, que publicó el periódico La Comuna el 8 de noviembre de 1972 y que recogen Ferrara (2007, p. 196) y Galafassi (2005, p. 286), el primero señaló que los integrantes de las Ligas "no queremos personería jurídica. Queremos ser dueños de nosotros mismos"44 y rechazó "estar dentro del sistema porque luchamos contra él. En vez de un sistema de explotación y de opresión […] nosotros queremos construir un sistema de liberación". Por otra parte, el punto 6 del documento fundacional de las Ligas declaró "la absoluta prescindencia y libertad política de las Ligas Agrarias Chaqueñas" y su afán por buscar "la participación activa del campesinado en la vida del Chaco, con personalidad propia" (tomado de Ferrara, 2007, p. 201).

Se abrió así un espacio de participación política -en los asuntos públicos, comunitarios, como expresión del conflicto social y organizado colectivamente- que no estaba directamente relacionado con la política clásica concebida en términos partidarios o sindicales. Ferrara da cuenta de esta cuestión y expresa que:

    (…) al tiempo que las Ligas rechazan 'la política', su accionar va abriendo en el campo un camino, antes inexistente, que es político y tiene una dirección política, y que va desbrozando el terreno para arribar, en un plazo no necesariamente largo, a la conclusión de que la política tradicional debe ser reemplazada por otra política, explícita y compartida por el campesinado (Ferrara, 2007, p. 55).

En la misma línea, el periódico Siguiendo la huella en el número de agosto de 1971, se dirigió a los miembros de las Ligas pidiéndoles que "no dejemos que haga otro lo que a nosotros nos toca realizar"45. De esta manera, los campesinos y campesinas descubrieron, en la práctica concreta y en el proceso de lucha cotidiano, sus capacidades, sus posibilidades y su fuerza colectiva. Uno de los documentos preparatorios del Primer Congreso de las Ligas Agrarias Chaqueñas, realizado en enero de 1971, sostuvo que: "el campesino descubrió ahora que es poseedor de una fuerza incalculable, y que tiene todos los medios para ponerla en funcionamiento, organizándose en sus propias colonias" (tomado de Ferrara, 2007, p. 141).

En los años iniciales de estas organizaciones la represión que recibieron por parte del Estado también fue un elemento que fortaleció su construcción. En efecto, cuando fracasaron los intentos por cooptarlas o por apaciguar el conflicto con medidas engañosas, el gobierno militar reaccionó a la creciente organización de las Ligas con represión. Esta represión fue justificada por algunos medios de comunicación. Por ejemplo, en el diario La Prensa del 27 de febrero de 1972 se decía que detrás de las Ligas Agrarias se perfilaba "la mano oculta del comunismo" (citado en Galafassi, 2005, p. 251).

Así como la reacción colectiva frente a la represión estatal contribuyó al fortalecimiento de las organizaciones agrarias en sus primeros años de vida, luego del golpe de Estado de 1976 las persecuciones, secuestros y desapariciones contribuyeron a "liquidar a las organizaciones" (Galafassi, 2005, p. 281). Esta represión sistemática incluyó a varios dirigentes de las Ligas. Por otra parte, la política criminal de la dictadura militar contra las diferentes Liga Agrarias46 encontró una justificación en la relación que algunas de ellas mantuvieron con organizaciones como Montoneros. Por ejemplo, la represión generalizada que se llevó a cabo luego del copamiento del aeropuerto local "El Pucú" y el intento de ocupación del Regimiento de Infantería de Monte Nº 29 de Formosa, por parte de Montoneros el 6 de octubre de 1975, incluyó la detención de numerosos miembros y referentes de las Ligas Campesinas Formoseñas. Esto a pesar de que este movimiento había adherido al duelo declarado por los soldados caídos en esas acciones (Galafassi, 2005, p. 281).

Producto de las tensiones crecientes, la ruptura entre el Movimiento Rural y la jerarquía eclesiástica se formalizó en mayo de 1972, cuando la XXV Asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina resolvió "retirarle al Movimiento Rural la pertenencia a la Acción Católica, prohibiéndole el uso de la denominación de la Acción Católica" (Ferrara, 2007, p. 60; y Lasa, 1987, p. 66). La carta que redactó el Movimiento Rural para defenderse de esta expulsión nos permite conocer la dimensión que había adquirido el trabajo de organización rural que impulsaba. Allí se expresó que había, a mediados de 1972, más de 30.000 familias organizadas en torno a las Ligas Agrarias en las provincias del Nordeste (Ferrara, 2007, p. 60). Además, esta carta lamentó que "los cristianos comprometidos en movimientos son abandonados por sus pastores" (Ferrara, 2007, p. 60). Por su parte, Forni (1987), basándose en el trabajo de Borón y Pegoraro (1985), sostiene que las familias organizadas en las Ligas Agrarias fueron más de 40.000 (Forni, 1987, p. 50).

Otra prueba de la magnitud que adquirieron las Ligas es el número de delegados que concurrieron al Primer Congreso de las Ligas Agrarias Chaqueñas, realizado el 23 y 24 de enero de 1971 en Presidencia Roque Sáenz Peña. De éste participaron 60 delegados que expresaban la voluntad de 27 colonias agrícolas (Ferrara, 2007, p. 142). Asimismo, en la marcha que impulsaron las Ligas Agrarias Chaqueñas hacia Resistencia el 31 de enero de 1972, participaron 10.000 manifestantes, de los cuales 8.000 eran integrantes de las Ligas Chaqueñas y 2.000 habían llegado desde Santa Fe (Ferrara, 2007, p. 168). Por otra parte, las Ligas Chaqueñas editaron su propio periódico a partir de septiembre de 1972. Se denominó El Campesino y alcanzó una tirada de 10.000 ejemplares (Ferrara, 2007, p. 188). Además, para octubre de 1972 ya estaban conformadas las siguientes organizaciones, además de las Ligas Chaqueñas: las Ligas Agrarias del Norte de Santa Fe, el Movimiento Agrario Misionero (MAM)47, las Ligas Campesinas Formoseñas48, las Ligas Agrarias Correntinas49 y agrupamientos más pequeños en Entre Ríos.

Entre las cuestiones que discutió el Primer Congreso de las Ligas Agrarias Chaqueñas destaco el punto acerca de la "organización y funcionamiento de las Ligas". Allí se plantearon tres preguntas disparadoras del debate; éstas fueron: "¿es necesario un organismo central de las ligas?, ¿cómo lo formaremos?, ¿cómo continuar con la promoción de las Ligas en otras colonias?" (Ferrara, 2007, p. 142). Estas preguntas demuestran el lugar central que ocupaba en las Ligas la discusión acerca de las formas organizativas del agrupamiento que estaba surgiendo.

Allí lo organizativo no era concebido como algo dado o ya establecido, sino como expresión de una práctica y de un proceso de reflexión acerca de ella. No era el resultado de un programa único decidido por otros, sino que surgía de la experiencia que se transitaba en forma cotidiana y colectiva. Así, el primer punto del temario del Segundo Congreso de las Ligas Agrarias Chaqueñas, realizado en mayo de 1971, proponía "establecer las bases de organización definitiva de las Ligas", dando cuenta de que la cuestión no se había saldado luego del Primer Congreso desarrollado cinco meses antes (Ferrara, 2007, p. 151).

Ferrara analiza las Ligas Agrarias como "organizaciones de base, nacidas desde abajo y estructuradas sobre métodos democráticos" (Ferrara, 2007, p. 133). Las Ligas estaban organizadas por colonias agrícolas, con comisiones y asambleas que funcionaban en cada una de ellas. Por ejemplo, en los primeros tiempos de las Ligas Agrarias Chaqueñas participaron campesinos de al menos 33 colonias organizados en comisiones de trabajo (Ferrara, 2007, p. 133). Para mayo de 1971 estas Ligas ya nucleaban a más de 60 colonias.

Este autor también subraya los "rasgos comunitarios" que caracterizaron a las Ligas Agrarias desde sus inicios y que éstas contribuyeron a fortalecer (Ferrara, 2007, p. 149). Roze, por su parte, enfatiza las "ideas comunitarias" que se recrearon en Corrientes a través de espacios como los fogones populares50, que eran ámbitos de encuentro en donde se potenciaba el "espíritu de sociabilidad y festivo" y se reforzaba la "acción comunitaria" en cada población rural (Roze, 1992, p. 117). En efecto, las colonias -que como lo dije constituían la base a partir de la cual se organizaban las Ligas- pueden ser concebidas como "verdaderas unidades comunales" en las que se despliegan experiencias cooperativas muy arraigadas en la zona (Ferrara, 2007, p. 154). Lasa también destaca, para el caso del Chaco, la "resemantización de la idea de comunidad agraria" que propuso el Movimiento Rural en su impulso a las organizaciones agrarias (Lasa, 1987, p. 61).

Las colonias estaban conformadas por un número variable de familias. Las personas que componían cada colonia estaban vinculadas por "lazos de amistad o parentesco que dan fluidez a las relaciones" (Ferrara, 2007, p. 155). Fue a partir de estas redes sociales de organización situadas en cada colonia que se originaron las Comisiones de Colonias de las Ligas Agrarias, elegidas en asamblea. De esta manera, en las colonias se superponían redes sociales que instituían lo común, vinculando relaciones de diversos tipos: familiares, de amistad, de afecto, de similar condición productiva, reivindicativas o gremiales, entre otras. Así se produjo un proceso de politización de los vínculos y prácticas cotidianos que masificó las Ligas en la mayoría de las provincias del Nordeste argentino.

Las Comisiones de Colonia, que eran elegidas en las Asambleas de Colonia, conformaban el núcleo organizativo básico de las Ligas Agrarias51. Entre varias Comisiones de Colonia de una misma región se integraba el Comité de Lucha Zonal. Así como las Asambleas de Colonia eran la instancia organizativa inicial, el Congreso General era el espacio que reunía a todos los delegados y delegadas de las diferentes colonias que integraban la Unión de Ligas Agrarias a escala provincial. El Congreso General elegía a los diez miembros de la Comisión Coordinadora Central, que duraban un máximo de tres años en sus funciones y debían tener más de 20 años de edad. A su vez, las diferentes Ligas de cada provincia conformaron la Coordinadora Regional del Nordeste y luego la Coordinadora Nacional de Ligas y Movimientos Agrarios. Ésta impulsó un paro agrario nacional en noviembre de 197452.

De esta manera, el funcionamiento asambleario se constituyó en uno de los pilares de la organización de las Ligas, lo que estimuló la participación de un número creciente de campesinos y campesinas en ellas. Esta participación creciente fue alimentada, además, porque los únicos requisitos estatutarios que debía cumplir un campesino o campesina para ser miembro de una Liga, eran ser mayor de 15 años y abonar una cuota anual por núcleo familiar, que era casi una décima parte de la que cobraba en aquellos años la Federación Agraria Argentina (Ferrara, 2007, p. 157). En varios escritos producidos por las Ligas Agrarias Chaqueñas se resalta la dimensión colectiva, participativa y comunitaria de esta organización. Por ejemplo, en el folleto "Qué son las Ligas Agrarias" -destinado a la formación interna y al conocimiento de la organización por parte de nuevos miembros-, se sostiene que "a la cosa la dirigimos entre todos" y que "siempre se respetan las decisiones tomadas en cada colonia, en las asambleas y en los congresos" ("Qué son las Ligas Agrarias", tomado de Ferrara, 2007, p. 239).

Además, los mecanismos asamblearios para la deliberación y toma de decisiones estaban asegurados por el Estatuto de las Ligas Agrarias Chaqueñas. En su Artículo 16 establecía que "la autoridad máxima de la Liga Agraria de colonia será la Asamblea de socios. Ésta estará integrada por todos los socios y se reunirá por lo menos cada cuarenta y cinco días" (artículo 16 del Estatuto de las Ligas Agrarias Chaqueñas, tomado de Ferrara, 2007, p. 205). Según el Artículo 17, sus atribuciones eran amplias ya que tenía la facultad de resolver "las líneas de acción a seguir en la colonia" y "todo otro tema que se considere de importancia" (artículo 17 del Estatuto de las Ligas Agrarias Chaqueñas, tomado de Ferrara, 2007, p. 206). Además, la Asamblea de Colonia elegía no sólo a los miembros de la Comisión de Colonia -que podían durar en sus cargos hasta tres años-, sino también a los delegados que integraban el Congreso General, que era la "máxima autoridad de la Unión de Ligas Agrarias" (artículo 22 del Estatuto de las Ligas Agrarias Chaqueñas, tomado de Ferrara, 2007, p. 206).

Con el crecimiento de las Ligas Agrarias los principios de "ver, juzgar y actuar" que habían guiado al Movimiento Rural, fueron sustituidos por lo que los referentes agrarios denominan "las cuatro patas de una mesa" (Ferrara, 2007, p. 157). Éstas eran: consulta con la base, organización, concientización, y movilización. Según los miembros más activos de las Ligas, ninguna de estas "patas" debía desarrollarse en desmedro de las otras para evitar que la mesa se desnivelase.

Como ya vimos, un aspecto central en el proyecto desplegado por las Ligas era la capacitación, que se realizaba bajo el lema de que "capacitarse no es aprender muchas cosas, sino saber lo que nos hace falta para llevar adelante nuestra tarea" (tomado de Ferrara, 2007, p. 153). En el Segundo Congreso de las Ligas Chaqueñas se le otorgó un lugar clave a los cursos y actividades de capacitación dentro del proceso de fortalecimiento de la organización. Por su parte, el Estatuto fundacional del MAM estableció entre los objetivos de la organización "la capacitación y la renovación y el sano desarrollo del cooperativismo" (artículo 5 del Estatuto de fundación del Movimiento Agrario Misionero, citado en Galafassi, 2008).

A pesar de las rupturas y cambios que produjeron las Ligas Agrarias en cuanto a proyecto político, formas organizativas y vínculo con el Estado, los espacios de capacitación y formación estaban concebidos de acuerdo con el propósito de la "toma de conciencia". Esto era una expresión de las concepciones políticas de la época, de las cuales a las Ligas les costaba alejarse en muchos aspectos.

Por otra parte, en el seno de las Ligas Agrarias también se debatió la posibilidad de desplegar su práctica política a través de la acción directa, y no sólo mediante el reclamo al Estado. Como parte de las acciones de lucha que discutió el Quinto Congreso de las Ligas, realizado en junio de 1972, se incluyeron las ocupaciones de rutas y las tomas de los galpones de los acopiadores (Ferrara, 2007, p. 186). En este sentido, los paros generales de agricultores que organizaron las Ligas Chaqueñas en octubre de 1972, y que recibieron el apoyo de organizaciones agrarias de las provincias vecinas, incluyeron cortes de ruta en varias ocasiones y lugares (Ferrara, 2007, p. 192).

Galafassi también señala que a medida que las acciones se radicalizaban, se multiplicaban las "medidas de acción directa como el corte de rutas o su bloqueo con clavos 'miguelito'" (Galafassi, 2005, p. 263). Por ejemplo, el paro organizado por el MAM en enero de 1972, en medio de una fuerte crisis de la producción tealera, incluyó medidas de acción directa y un acuerdo con los obreros rurales que trabajaban en la cosecha del té53. Los productores que integraban el Movimiento no entregaron el té a los secaderos y se aliaron a los trabajadores y trabajadoras rurales nucleados en la Fatre, para impedir que los grandes productores pudieran colocar su cosecha. Para no perder sus jornales, los obreros y obreras no dejaron de cosechar, pero informaban a los miembros del MAM cuando un camión estaba cargado y listo para partir desde los campos tealeros hacia los secaderos, para que éstos impidieran el transporte, incluso apelando al vuelco del té sobre la ruta (Galafassi, 2008). Otro ejemplo de la relación que se estableció entre el movimiento agrario y los sindicatos obreros fue la integración de las Ligas Agrarias Correntinas a la CGT de Goya en 1972 (Roze, 1992, p. 119).

La posibilidad de tomar tierras también estuvo presente en el horizonte de las Ligas, aunque con distintas variantes54. En las Ligas Chaqueñas se trató más de reafirmar los derechos de quienes ocupaban tierras fiscales o de frenar el avance de la concentración de la propiedad de la tierra en manos de los monopolios. Por su parte, las Ligas Campesinas Formoseñas impulsaron algunas tomas de nuevas tierras55 -que según Galafassi tuvieron un carácter espontáneo (Galafassi, 2005, p. 265)- y desplegaron diversas acciones en torno a esta cuestión56. Por ejemplo, en julio de 1973 se produjeron en Formosa

    (…) una serie de tomas y ocupaciones por parte de campesinos en forma individual, y ante las cuales, sólo en algunos casos intervienen las Ligas Campesinas Formoseñas, siempre después de haberse producido las ocupaciones y sólo para gestionar ante los organismos correspondientes la legalización de dichas ocupaciones, que eran reprimidas por la policía (Galafassi, 2005, p. 280).

Roze también comenta los episodios de tomas de tierras sucedidos en Formosa (1992, p. 165). En todos los casos, la defensa de las tierras ya ocupadas o las tomas de nuevas tierras, se justificaban en términos de reparación de una injusticia y de recuperación de las tierras por parte de sus legítimos dueños (Galafassi, 2005, p. 265; Roze, 1992, p. 166). Esto era sostenido además por una concepción cristiana que proponía la fidelidad a las disposiciones de los Evangelios. Un documento de las Ligas Campesinas Formoseñas planteaba que:

    (…) ¡la tierra debe ser del que la trabaja! Es decir, no debe constituir más un bien de renta, un bien que se alquila para producir una renta. La concepción cristiana sostiene que la tierra debe entregarse a aquellos que la trabajan, y no ser de señores que sólo cobran alquiler a fin de mes, o a fin de año (Documento "La ley de tierras en la provincia de Formosa", producido por las Ligas Campesinas Formoseñas en 1971. Tomado de Galafassi, 2005, p. 268).

El acceso, la tenencia y el usufructo de la tierra no eran concebidos entonces sólo en términos jurídicos o de derecho ciudadano, sino que eran vistos como formas de cumplir la palabra divina y de restablecer relaciones más justas e igualitarias entre los campesinos. Así, las Ligas Campesinas plantearon que distribuir la tierra entre quienes la trabajan significaba "conseguir la justicia en el campo"57. Para Roze, estas tomas de tierras significaron para sus protagonistas "una recuperación de lo que les pertenecía […], es decir un acto de justicia realizado por sí mismos, sin mediación alguna" (Roze, 1992, p. 166).

En un sentido similar, en la misma entrevista que cito unos párrafos más arriba, C. Píccoli señaló que:

    (…) la tierra es para quien la trabaja. Hay que expropiar los latifundios, entregar la tierra a los campesinos y a sus hijos. ¿Cómo se hará el trabajo después? La gente lo dirá: en forma cooperativa, en forma comunitaria, en forma individual. Pero la tierra será únicamente para quien la trabaje (Tomado de Ferrara, 2007, p. 196).

Se adelantaban así ideas acerca de otras formas de organizar la producción agraria, aún embrionarias, pero alternativas a la lógica capitalista. Y también se esbozaba, con la frase "la tierra será únicamente para quien la trabaje", la noción de que quien tiene tierra debe "merecerla". Estas concepciones sostenían la posibilidad de tomar tierras como una acción legítima y reparadora, que en este caso se podía producir en el ámbito agrario58, pero que casi una década más tarde se desplegó en zonas urbanas.

 

8. La participación juvenil en las Ligas Agrarias

Ferrara destaca que las Ligas Agrarias estaban constituidas por "jóvenes ruralistas" (Ferrara, 2007, p. 55). Por ejemplo, Osvaldo Lovey tenía 21 años cuando asumió como uno de los principales referentes de las Ligas Agrarias Chaqueñas. Además, en el temario del Cabildo Abierto a partir del cual surgieron las Ligas Agrarias Chaqueñas (en noviembre de 1970), se incluyeron discusiones acerca de la mujer campesina y sobre la juventud, junto a las problemáticas de tierras, la comercialización y los créditos, entre otras (Ferrara, 2007, p. 135).

Por otra parte, la "notoria juventud" de los referentes de las Ligas se comprueba en la composición etaria que tuvo la primer Comisión Central de las Ligas Agrarias Chaqueñas. Ésta estaba conformada por siete miembros, de los cuales cuatro tenían menos de 30 años y dos de ellos menos de 25. Así, el promedio de edad de los integrantes de esta Comisión era de 31 años (Ferrara, 2007, p. 143).

Además, los trabajos de capacitación y formación -fundamentales en el proyecto de las Ligas Agrariasestaban especialmente dirigidos a la juventud con el objetivo de "acrecentar la capacidad de decisión, participación y conducción" de los jóvenes campesinos (artículo 14 del Estatuto de las Ligas Agrarias Chaqueñas, tomado de Ferrara, 2007, p. 205). Reforzando la importancia de la participación juvenil en las Ligas, Roze señala que, junto al Movimiento Rural, "el canal de incorporación de las organizaciones agrarias al proceso liguista serán los centros Juveniles Cooperativistas, tomando el modelo de participación de la Ucal en el Chaco" (Roze, 1992, p. 137).

Por su parte, el Movimiento Rural también era una organización con un alto grado de participación juvenil. Desde su creación estuvo estrechamente relacionado con la Asociación Juvenil de la Acción Católica (Roze, 1992, p. 147). Además, como lo señalé, integró el Movimiento Internacional de la Juventud Agraria y Rural Católica (Mijarc).

El lugar de la mujer en la organización también era importante. El periódico Amanecer Agrario, que publicó el MAM desde 1972, tenía una página fija dedicada a la problemática de la mujer campesina. Asimismo, es destacable en este punto el caso de Norma Morello, una maestra secuestrada por fuerzas del gobierno militar, quien se convirtió en un símbolo de la lucha de las Ligas durante los meses en los que permaneció privada de su libertad, y fue la principal oradora en el acto que celebró su liberación (Ferrara, 2007, p. 57; Vommaro, 2010). Ferrara menciona también que una de las oradoras centrales del acto que organizaron las Ligas Agrarias Chaqueñas en febrero de 1971 en Presidencia Roque Sáenz Peña, era mujer, y que su discurso fue muy aplaudido (Ferrara, 2007, p. 147).

Por otra parte, este autor también enfatiza que las Ligas eran organizaciones que incluían a toda la familia. Estaban construidas, en buena medida, con base en vínculos familiares, de afinidad y afecto.

Esto se expresó en un documento producido por las Ligas Campesinas Formoseñas. Allí se decía que estas organizaciones eran "de todas las familias del campo". El texto era un folleto de formación dirigido a niños y niñas, en el que se defendía el paro activo como herramienta de lucha (Ferrara, 2007, p. 258). Y también se plasmó en otro documento que defendía el paro activo que impulsaron las Ligas Agrarias Chaqueñas en octubre de 1972. Allí se apelaba a la "fuerza y la unidad que tenemos las familias del campo organizadas" (Tomado de Galafassi, 2005, p. 262).

Bidaseca (2008) también subraya la participación juvenil y femenina en las Ligas Agrarias. Para esta autora "los cadres intelectuales del movimiento fueron las/os jóvenes". Asimismo, Bidaseca afirma que:

    (…) algunas mujeres se destacaron por su aparición en la esfera pública provocando un cambio cultural importante. A pesar de la impronta eminentemente machista del lema liguista "no hay hombres sin tierra ni tierra sin hombres", lo cierto es que las Ligas habilitaron nuevos espacios para la participación política de las mujeres que pudieron llegar, por primera vez en la historia política de la/os colonas/os, a emitir sus discursos en el espacio público colonizado por los varones (Bidaseca, 2008, p. 130).

Sin duda, el discurso que Norma Morello pronunció en Goya tras su liberación, fue una expresión de los señalamientos citados.

 

9. Comentarios finales

En este artículo presento los principales elementos que caracterizaron a las distintas Ligas Agrarias de las provincias del Nordeste argentino desde su creación a fines de 1970, hasta su disolución a mediados de 1976.

Entre los puntos característicos de las Ligas que vinculo con otras experiencias de organización en las que el protagonismo juvenil es un elemento central en la configuración de sus características distintivas, destaco los siguientes:

    - Relación con sectores de la Iglesia Católica en los momentos iniciales de la organización, y luego distanciamiento y ruptura entre ambos.

    - Desarrollo de experiencias de producción cooperativa (sobre todo en los casos de Chaco y Misiones, distintos entre si59). La organización cooperativa se lleva también a la esfera de la circulación y el consumo.

    - Institución del territorio como dimensión privilegiada de la práctica política y social. La territorialización de la acción de las Ligas es referida por todos los autores y autoras consultados, especialmente por Galafassi (2005 y 2008) y Roze (1992).

    - Despliegue de la acción directa como modalidad de expresión del conflicto social territorialmente situado.

    - Protagonismo juvenil en la dinámica de las organizaciones liguistas. Encuentro esta importante participación de los jóvenes y de las jóvenes en otro tipo de organización -distinta a los partidos políticos y a los sindicatos-, tanto en el Cordobazo como en otras experiencias que estudiamos de los años ochenta y noventa (Vázquez & Vommaro 2008 y 2009).

    - Construcción de vínculos comunitarios como sustento principal de la organización. Estas relaciones se desplegaban en el territorio. En su constitución, los grupos asociados a la Iglesia Católica tuvieron un lugar fundamental.

    - Concepción de que la tierra debe ser para quien la trabaja y para quien la merece. Esto se relaciona con la visión cristiana acerca de que la tierra, como creación divina, debía ser para todos los seres humanos. Era, además, un requisito para lograr la situación de justicia e igualdad que debía guiar la práctica del buen cristiano, según las líneas eclesiásticas que se expandieron luego del Concilio Vaticano II.

    - Establecimiento de vínculos transversales entre distintas clases y grupos sociales (campesinos, proletariado, clases medias). Más adelante observaremos la confluencia entre trabajadores y trabajadoras urbanos y sectores medios (por ejemplo, estudiantes) en el Cordobazo. Esto contribuyó a la constitución de un sujeto social múltiple, sin filiaciones de clase únicas o excluyentes.

    - Estas relaciones interclasistas expresaron, también, un estrecho vínculo entre la dinámica rural y la urbana. Los múltiples lazos entre los procesos del campo y la ciudad se expresaron también en las tomas de tierras y los asentamientos (por ejemplo, en las migraciones internas que llevaron a muchos habitantes de las provincias del Nordeste a protagonizar estas ocupaciones, y en la concepción acerca de la tierra que se configuró al calor de la práctica histórica), y en varios movimientos de trabajadores y trabajadoras desocupados, como el MTD de Solano, que mantuvo vínculos con organizaciones campesinas como el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) o la Red Puna.

De esta manera, también podemos establecer relaciones entre algunas de las características de las organizaciones agrarias que existieron en los años noventa y aún continúan, y las Ligas Agrarias de los setenta. En este sentido, un referente del MAM expresaba en un testimonio de 2003 citado en Ferrara:

    (…) la garantía está en la organización solidaria. La relación que antes teníamos con la gente era más a partir de la política […] hoy la relación es más mano a mano, más jugando nuestro cuero con la suerte de los compañeros. Al final, así nacimos nosotros, creo que estamos llegando a donde habíamos empezado (Ferrara, 2007, p. 270).

Este "llegar a donde habíamos empezado" nos habla de una práctica que es recuperada, reactualizada, y también transformada, tendiendo puentes con las experiencias de los primeros años setentas interrumpidas por la dictadura militar.

Todos los textos relevados coinciden en que para mediados de 1976 las Ligas se hallaban sumamente debilitadas o muy dispersas. Sin embargo, la disolución de las Ligas luego del golpe de 1976 no puede vincularse sólo con la fuerte represión que sufrieron estas organizaciones desde su mismo nacimiento.

Es necesario considerar diversos conflictos internos que atravesaron las Ligas, y también los posicionamientos distintos que existieron frente al gobierno peronista de 1973 y los cambios que se produjeron en él luego de 1974. Por ejemplo, el MAM tuvo en 1974 al menos dos escisiones: la del movimiento de Agricultores Misioneros Agremiados (AMA), por derecha; y la de las Ligas Agrarias Misioneras (LAM), por izquierda (Galafassi, 2008 y Bartolomé, 1982).

Por otra parte, los conflictos internos por los que atravesaban las Ligas Agrarias se expresaron también en el Parlamento Agrario que se realizó en Villa María (Córdoba) a mediados de 1974. Allí se enfrentaron, según el análisis de Roze, dos líneas: la política y la gremial (Roze, 1992, p. 141). Esta fue la última reunión conjunta de las Ligas Agrarias y marcó el "comienzo de la liquidación de las Ligas Agrarias" (Roze, 1992, p. 143). Los cambios políticos que se produjeron en la época generaron condiciones adversas tanto para quienes sostenían la posibilidad de un acuerdo con el gobierno peronista, como para quienes se inclinaban por los reclamos gremiales y corporativos, crecientemente rechazados y reprimidos a raíz de la política de acercamiento a los intereses del capital financiero y de represión del conflicto social que se expandió a partir de fines de 1974 (Roze, 1992, p. 143).

Finalizo este trabajo con la caracterización de las Ligas que formulan Buzzela, Percíncula y Somma (2008). Esta autoras definen las Ligas Agrarias como "experiencias de autonomía y solidaridad" (2008, p. 5). Para ellas las Ligas:

    (…) rebasaron la visión corporativa y su accionar se extendió a toda la vida comunitaria. Interpeló a la familia en su conjunto y densificó las relaciones sociales, reconfigurando los sentidos y las prácticas. De esta manera, se consolidaron valores como la solidaridad, la identificación con el par, la preponderancia del interés colectivo por sobre el individual, el espíritu crítico y la organización colectiva (2008, p. 6).

Sostengo que muchos de estos valores y prácticas están presentes en las experiencias de organización de base territorial y comunitaria de las décadas del ochenta y noventa que estudiamos. Desde ya, las relaciones que establecemos no son lineales, sino que están necesariamente mediadas por los diferentes momentos históricos en los que despliegan su proyecto cada una de las organizaciones.

 


Notas:

* Este artículo de reflexión es parte de la investigación que fue presentada en la Tesis doctoral "Política, territorio y comunidad: las organizaciones sociales urbanas en la zona sur del Gran Buenos Aires (1970-2000)", defendida en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en julio de 2010. La misma fue financiada en parte por una beca doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) que se extendió entre abril de 2005 y diciembre de 2010.

1 Para Coller (2000), "un caso es un objeto de estudio con unas fronteras más o menos claras que se analiza en su contexto y que se considera relevante bien sea para comprobar, ilustrar o construir una teoría o una parte de ella, bien sea por su valor intrínseco" (Coller, 2000, p. 30).

2 Para Geertz (1993), la descripción densa o interpretación reconoce los marcos de interpretación dentro de los cuales los actores clasifican el comportamiento y le atribuyen sentido. Este autor propone que el investigador o investigadora debe aprehender las estructuras conceptuales con las que la gente actúa y hace inteligible su conducta y la de los demás (Geertz, 1993).

3 Bericat (1998) define la utilización de metodologías cualitativas y cuantitativas en forma independiente, pero orientadas hacia un objetivo único y un mismo aspecto de la realidad, como convergencia o triangulación metodológica (Bericat, 1998).

4 Para Vasilachis de Gialdino (2006), el paradigma interpretativo es aquel "cuyo supuesto básico es la necesidad de comprensión del sentido de la acción social en el contexto del mundo de la vida y desde la perspectiva de los participantes" (Vasilachis de Gialdino, 2006).

5 Podemos incluir en este proceso a los diferentes movimientos de descolonización y de liberación nacional en Asia y África, la Revolución Cubana, la independencia de Argelia, los movimientos en Hungría y Checoslovaquia, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, el mayo francés y los movimientos estudiantiles de 1968 (como el de México), los movimientos pacifistas (contra la guerra de Vietnam), los ecologistas, los de mujeres, los denominados nuevos movimientos culturales, los de homosexuales, entre otros. Todos estos pueden ser analizados dentro de esta reorganización y ascenso de las luchas sociales, en distintas regiones y continentes, entre fines de los cincuenta y comienzos de los setenta.

6 Se conoce como Cordobazo al conjunto de masivas movilizaciones callejeras que ocuparon la Ciudad de Córdoba los días 29 y 30 de mayo de 1969. Este acontecimiento puede ser considerado como una rebelión popular que abrió un período "auge de masas" que terminó abruptamente con el golpe militar de 1976 (Pozzi & Schneider, 2000, p. 49). Por otra parte, el Cordobazo formó parte de un ciclo de protestas y movilizaciones populares que incluyó los Rosariazos de mayo y septiembre de 1969, y diferentes rebeliones o puebladas que se produjeron en distintas provincias argentinas (hasta 1973 podemos destacar el Viborazo o segundo Cordobazo, el Cipolletazo, el Mendozazo, el Tucumanazo, el Choconazo y el Neuquenazo, entre otros).

7 Sobre todo las llevadas adelante por grupos anarquistas y anarcosindicalistas.

8 En mi Tesis doctoral estudié sobre todo las experiencias de tomas de tierras y asentamientos urbanos que se produjeron en Quilmes a partir de 1981 y el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano que se creó en la zona en 1997.

9 Entre ellos mi entrevistado J., que era originario de Misiones y había participado en el MAM. Él refirió el caso de Raúl Aramendi, quien luego se vinculó al Serpaj y al que no he podido entrevistar aún.

10 Diversos trabajos plantean la relación que existe entre las organizaciones campesinas que surgieron a fines de los ochenta y durante la década del noventa, y las Ligas Agrarias de los setenta. Tanto el MAM como el Mocase son las expresiones más cabales de este vínculo, aunque también existen otros movimientos. Ver, por ejemplo, Ferrara (2007).

11 Para ampliar acerca del MAM consultar Galafassi (2008).

12 Para profundizar sobre las Ligas Agrarias Correntinas, formadas en enero de 1972, consultar Roze (1992) y Buzzela, Percíncula y Somma (2008).

13 Para ampliar acerca de las Ligas Agrarias de Santa Fe consultar, por ejemplo, Archetti (1988) y Roze (1992, p. 134 y sigs.).

14 En Roze (1992, p. 136 y sigs.) se puede encontrar un análisis de las Ligas Agrarias Entrerrianas. El mismo autor menciona también las Ligas Tamberas, que conformaron productores lecheros de Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe (Roze, 1992, p. 137).

15 Galafassi, tomando datos de 1984 elaborados por la Bolsa de Cereales, explica que para 1957/58 la producción de algodón alcanzó las 550.000 toneladas sembradas en 732.000 hectáreas; mientras que entre 1969/71 429.000 hectáreas produjeron 369.500 toneladas (Galafassi, 2005, p. 248). Ferrara indica que mientras que en 1963 Chaco aportaba el 72,6% de la producción algodonera nacional, en 1968 este porcentaje descendió al 55% (Ferrara, 2007, p. 131).

16 Ferrara (1973) señala que el porcentaje del total del algodón desmotado y comercializado por las cooperativas descendió de casi un 40% en 1964/65 a casi un 18% en 1967/68. Mientras tanto, las desmotadoras y comercializadoras privadas incrementaron su participación de un 48,3% en 1964/65 a casi un 74% en 1967/68, lo que habla de una presencia decisiva de los grandes grupos privados en esta rama decisiva de la economía regional. Estas cifras son retomadas por Galafassi (2005, p. 249).

17 El movimiento cooperativo chaqueño nació a comienzos del siglo XX, impulsado por inmigrantes llegados a la zona. La primera cooperativa se creó en Margarita Belén en 1905. En 1949 se produjo un gran crecimiento de las cooperativas de crédito en detrimento de las grandes casas comerciales. Entre 1953 y 1956 el 60% de la producción algodonera de la Argentina pasaba por las cooperativas chaqueñas, en su mayoría nucleadas en la Unión de Cooperativas Algodoneras (Ucal). Para 1972 ese porcentaje había bajado al 21,4%, a pesar de que en el Chaco habían comenzado a operar otras organizaciones cooperativas como la Asociación Cooperativas Argentinas (ACA) y la Federación Argentina de Cooperativas Agrarias (Faca). Para ampliar, ver Ferrara (1973 y 2007, pp. 229-230).

18 Esto está referido en las alusiones al trabajo del PRT-ERP en la zona del Chaco por aquellos años, que se incluyen en la entrevista a Humberto Tumini citada en este trabajo de Pozzi y Sacaglia (2008).

19 Claro que la producción algodonera era fundamental en el Chaco y el Norte de Sana Fe. En otras provincias, el conflicto se produjo alrededor de otras producciones. Por ejemplo, en Misiones estuvo vinculado a la crisis de la producción yerbatera y la diversificación forzosa hacia otros cultivos como el tung y el tabaco. En 1972 se produjo una caída de los precios del té, lo que reactivó la movilización y dio un nuevo impulso al MAM (Galafassi, 2005, p. 255). En Corrientes la producción tabacalera y los precios pagados por los acopiadores ocuparon el centro de la escena, mientras en Formosa el conflicto giró en torno a la tenencia de la tierra, en una provincia signada por el latifundio y la expansión ganadera (Galafassi, 2005, pp. 256-257; Buzzela, Percíncula & Somma, 2008, p. 1).

20 Siguiendo la huella, Nº 89, agosto 1966, citado en Ferrara (2007, p. 27).

21 Ibídem (2007, p. 28).

22 Ídem.

23 Según el sitio web del Movimiento Internacional de Jóvenes Agrarios y Rurales Católicos, esta metodología está basada en la propuesta del cardenal Joseph Cardijn (1882-1967), quien fue fundador del Movimiento de Jóvenes Trabajadores Cristianos. Se la conoce como revisión de vida, reflexión/acción o ver, juzgar, actuar. En el mencionado sitio web se dice que "esta metodología permite no sólo entender mejor los problemas, sino también contribuir a la solución de los problemas por la acción. La metodología ver juzgar actuar hace que los jóvenes sean capaces de analizar sus condiciones de vida y de actuar a través de proyectos locales, actividades de formación y capacitación o acciones políticas" (tomado de http://www.mijarc.org).

24 Ambos autores también recogen una publicación de las Ligas Agrarias Chaqueñas de 1972, en la que se define a los "funcionarios y directivos de la Federación Agraria Argentina" como los "traidores al movimiento algodonero chaqueño" (Ferrara, 2007, p. 231 y Galafassi, 2005, p. 260).

25 Entidad creada en 1954, que tenía su sede en Bélgica, y agrupaba a más de cien organizaciones rurales católicas. Estaba reconocida por la FAO, la OIT y Unesco como miembro consultivo, y también por el Vaticano como una Organización Católica Internacional. Más información en http://www.mijarc.org.

26 El Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) celebró su Primera Conferencia en 1955 en Río de Janeiro, Brasil, impulsada sobre todo por los obispos Helder Camara (Brasil) y Manuel Larraín (Chile).

27 Paulo Freire (1921-1997) fue un educador y pensador brasilero. Trabajó como alfabetizador y llegó a ser coordinador general del Plan Nacional de Alfabetización de Adultos de Brasil. También fundó el Movimiento de Educación de Base, patrocinado por el Episcopado brasilero. Una de sus obras principales, Pedagogía del oprimido, fue publicada en 1970 y sentó las bases para lo que se conocería como Pedagogía de la Liberación o Educación Popular. En sus obras Freire critica el sistema tradicional de la educación al que denomina educación "bancaria". En cambio, propone un método para que los estudiantes y las estudiantes sean activos y puedan tomar conciencia de su propia situación. Esta toma de conciencia (que él denomina "concientización") sirve como un paso hacia la auto-liberación de los oprimidos. De esta manera, los sujetos se convierten en protagonistas de su propia liberación.

28 Siguiendo la huella, Nº 116, septiembre de 1969, citado en Ferrara (2007, p. 45).

29 Para ampliar acerca de la formación de la Pastoral de la Tierra en Brasil y sus raíces bíblicas y religiosas, ver Barros Souza y Caravias (1988).

30 Todavía ligado a la Iglesia Católica.

31 Vinculada a la Unión de Cooperativas Algodoneras (Ucal).

32 Como señala Ferrara (2007), la tradición cooperativista en el Chaco se remonta a los primeros inmigrantes europeos que llegaron a la provincia en la primera mitad del siglo XX. La dimensión del movimiento cooperativo chaqueño se puede descubrir al leer, por ejemplo, que para 1963 había 83 cooperativas en el Chaco que agrupaban a 15.000 productores medianos y pequeños (datos de la Dirección Nacional Cooperativa tomados de Ferrara, 2007, p. 130).

33 Para ampliar acerca del Grito de Alcorta, ver Grela (1985).

34 Antonio Di Rocco fue Ministro de Agricultura y Ganadería durante el gobierno militar de Alejandro Agustín Lanusse.

35 Ítalo Di Stéfano fue obispo de San Roque (Presidencia Roque Sáenz Peña) entre 1964 y 1980. Según algunas fuentes, este obispo tuvo actitudes de complicidad con la última dictadura militar (ver http://www.desaparecidos.org/arg/iglesia/complice/4.html). Monseñor Di Stéfano falleció en octubre de 2002.

36 Roze también analiza este enfrentamiento para el caso de las Ligas Correntinas, donde se produjeron tomas de iglesias por parte de los fieles por los conflictos abiertos entre la "Iglesia oficial y los sacerdotes del Tercer Mundo" (Roze, 1992, p. 116).

37 Claro que hubo sacerdotes que siguieron apoyando y participando del Movimiento Rural y luego de las Ligas. Por ejemplo, a fines de junio de 1971 el cura del pueblo de Tres Isletas (en el Chaco) inició una huelga de hambre para exigir la liberación de tres campesinos miembros de las Ligas que habían sido detenidos luego de una manifestación. La huelga duró más de dos días y fue levantada cuando los colonos salieron en libertad (Ferrara, 2007, p. 159).

38 Tomado de Ferrara (2007, p. 54).

39 "Manifiesto a la Opinión Pública, a todo el campesinado y futuros gobernantes", publicado en El Campesino (Presidencia Roque Sáenz Peña, marzo de 1973, p. 3). Citado en Galafassi (2005, p. 263).

40 Amanecer Agrario, segunda quincena de enero de 1973, tomado de Ferrara (2007, p. 253).

41 Ídem. Asimismo, luego del triunfo de Cámpora el 11 de marzo de 1973, el MAM llamó a "apoyar y controlar el gobierno popular" en consonancia con la consigna de la llamada Tendencia Revolucionaria del peronismo (Vilá, 2000; citado en Galafassi, 2005, p. 256).

42 El Gran Acuerdo Nacional fue un intento de salida política de la dictadura militar que Lanusse impulsó en julio de 1971. Consistía básicamente en el establecimiento de un calendario que concluía con la realización de elecciones de las cuales quedaba excluido el peronismo. Tanto este partido como la mayoría de las fuerzas políticas rechazaron el plan de Lanusse, que fracasó antes de poder desarrollarse. El 11 de marzo de 1973 se realizaron las elecciones presidenciales que ganó la fórmula Cámpora-Solano Lima, representando al Frejuli, el Frente Justicialista de Liberación Nacional que expresaba al peronismo y sus aliados. Para ampliar acerca del GAN, ver, entre otros, Tortti (1998).

43 Galafassi señala, además, que existieron vinculaciones entre las Ligas Agrarias y sectores de la izquierda peronista, particularmente la Juventud Peronista. Esto sobre todo en los meses previos y luego del triunfo de Cámpora en marzo de 1973 (Galafassi, 2005, p. 254).

44 Podemos vincular esta frase al conflicto que se generó en los asentamientos de Quilmes en 1984, cuando el gobierno exigió la conformación de Sociedades de Fomento que reemplacen a las asambleas y comisiones existentes, como condición para dialogar con los vecinos asentados. Éstos rechazaron en un primer momento esta exigencia, aunque luego cedieron a la constitución de las formas legales solicitadas. En varias entrevistas realizadas se pueden comprobar estas contradicciones. Por ejemplo, J.C. señala la desconfianza que existía hacia la conformación de las Sociedades de Fomento y la concepción de que ellos ya estaban organizados según modalidades propias que el Estado despreció.

45 Tomado de Ferrara (2007, p. 56).

46 Ejecutada a través de operativos militares específicos como el Toba IV (Galafassi, 2008).

47 Que nació el 28 de agosto de 1971 en una asamblea reunida en la ciudad de Oberá, de la que participaron 95 delegados representando a 65 colonias (Galafassi, 2008).

48 Que surgieron en septiembre de 1971.

49 Que se conformaron en julio de 1972.

50 Esta iniciativa puede vincularse con la experiencia de organización territorial a través de encuentros denominados "fogones comunitarios" que fueron impulsados a mediados de los ochenta por, entre otros, Agustín Ramírez en Quilmes (Vommaro, 2010).

51 Para esta descripción nos basamos en las características de las Ligas Agrarias Chaqueñas. El funcionamiento de otras organizaciones era similar, como se demuestra en el análisis del Movimiento Agrario Misionero que realiza Galafassi (2008). Allí también la forma asamblearia y la participación directa, junto al rol central de los delegados de cada colonia, constituían la base de la organización del Movimiento.

52 Ver Galafassi (2005, p. 281) y Diario La mañana del 1º de noviembre de 1974.

53 Si bien la relación más importante se estableció con la Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Fatre), Galafassi menciona que en Misiones existió un sindicato clasista de trabajadores rurales que se llamó Movimiento de Obreros Rurales Independiente Misionero (Morin), que mantuvo relación con el MAM (Galafassi, 2008).

54 Para un trabajo acerca de procesos de tomas de tierras agrarias en la misma época en Chile, consultar a Marín (1973).

55 Según el Censo Agropecuario de 1960, el 68% de las tierras cultivables de Formosa estaban en manos del Estado y una gran parte de ella se encontraba improductiva en ese año. Dato tomado de Galafassi (2005, p. 269).

56 Según Buzzela, Percíncula y Somma (2008, p. 5), las Ligas Agrarias Correntinas también plantearon "la expropiación de las tierras improductivas". En el mismo sentido, Roze menciona que el lema del II Congreso de las Ligas Agrarias Correntinas, realizado en mayo de 1974, fue "ni hombres sin tierras, ni tierras sin hombres" (Roze, 1992, p. 126).

57 Documento de las Ligas Campesinas Formoseñas de diciembre de 1971, citado en Galafassi (2005, p. 271).

58 Si bien Galafassi señala que las Ligas no tomaron tierras como práctica sistemática, el acceso a la tierra "implicaba una cuestión de peso para aquellos productores no propietarios" (Galafassi, 2005, p. 250). A su vez, el problema de la tierra era más profundo en provincias como Corrientes o Formosa, y en esta última hubo algunas experiencias de toma de tierras para la producción agraria (Galafassi, 2005, p. 254).

59 Mientras en el Chaco existía la Ucal, una unión de cooperativas, en Misiones se había conformado una Federación de cooperativas, lo que otorgaba menos unidad al movimiento cooperativo y posibilitó, según Galafassi (2008) y Roze (1992), que en este último caso se conformase una "capa burocrática de dirigentes que terminaban defendiendo intereses propios sin consultar al conjunto" (Galafassi, 2008).

 


 

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Referencia para citar este artículo: Vommaro, P. (2011). Movilización social desde el protagonismo juvenil: experiencias de dos organizaciones rurales argentinas. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 1 (9), pp. 191 - 213.


 


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