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Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud
Print version ISSN 1692-715X
Rev.latinoam.cienc.soc.niñez juv vol.10 no.1 Manizales Jan./June 2012
Primera sección: Teoría y Metateoría
Adaptación y validación del Faces-20-ESP: Re-conociendo el funcionamiento familiar en Chillán, Chile*
Adaptação e validação do Faces-20-ESP: re-conhecendo o funcionamento familiar em Chillán- Chile
Adaptation and validation of faces 20-ESP: family functioning awareness in Chillán, Chile
Nelson Zicavo1, Claudia Palma2, Gustavo Garrido3
1 Profesor de la carrera de Psicología, Universidad del Bío Bío, Chillan, Chile.Psicólogo, Master en Psicología Clínica. Correo electrónico: lnzicavo@ubiobio.cl
2 Profesora Instituto Profesional Valle Central, Chillán, Chile. Psicóloga. Correo electrónico: clapalmafer@gmail.com
3 Departamento de Acción Fraterna, área Social, diócesis de Chillán, Chile. Psicólogo. Correo electrónico: gugarrid@yahoo.es
Artículo recibido en agosto 9 de 2011; artículo aceptado en octubre 14 de 2011 (Eds.)
Resumen:
En este artículo presentamos el proceso de adaptación y validación al contexto local de la Escala Breve de Evaluación Familiar Faces 20 ESP realizada en la ciudad de Chillán, Chile. Los resultados obtenidos nos demostraron una semejanza altamente significativa frente a los encontrados en la versión original, lo que da cuenta de la fiabilidad y validez del instrumento para el estudio del funcionamiento familiar, sentando importantes precedentes académicos para posteriores investigaciones. Con base en el análisis comparativo, pudimos observar que en las familias estudiadas no existen diferencias estadísticamente significativas tanto en cohesión como en adaptabilidad, entre los tipos ensambladas y nucleares. Esto evidencia empíricamente que no es posible atribuir un tipo de funcionamiento determinado a una configuración familiar específica, lo que posiblemente contenga implicancias teóricas futuras.
Palabras Clave: funcionamiento familiar, familia, terapia familiar, adaptación, validez, Faces 20 ESP, estudio comparativo.
Resumo:
Este artigo apresenta o processo de adaptação e validação ao contexto local da Escala Breve de Avaliação Familiar - Faces 20 ESP, realizada na cidade de Chillán, Chile. Os resultados obtidos demonstraram uma semelhança altamente significativa aos encontrados na versão original, o que atesta a confiabilidade e validade do instrumento para o estudo do funcionamento familiar. Também, apresenta importantes precedentes acadêmicos para posteriores investigações. A análise comparativa dos dados aponta que nas famílias estudadas não existem diferenças estatisticamente significativas nos aspectos coesão e adaptabilidade entre famílias rearranjadas e nucleares. Isto evidencia que não é possível atribuir um tipo de funcionamento determinado a uma configuração familiar específica, o que pode resultar em implicações teóricas futuras.
Palavras-chave: funcionamento familiar, família, terapia familiar, adaptação, validade, Faces 20 ESP, estudo comparativo.
Abstract:
This article examines the process of adaptation and validation to the local context of the Short Scale of Family Evaluation Faces 20 ESP carried out in Chillan, a Chilean central southern city. Results showed a highly significant resemblance with those of the original version, which accounts for the reliability and validity of the study instrument for the study of family functioning, thus setting an important precedent for future research. Based on the comparative analysis of the results, we found that among the families studied there are no statistically significant differences in cohesion and adaptability, something that applies both for assembled and nuclear families. This provides empirical evidence that it is not possible to attribute a specific type of functioning to a specific family setting, something that might have theoretical implications in the future.
Key words: family functioning, family, family therapy, adaptation, validity, faces 20 ESP, comparative analysis.
I. Introducción
Los fenómenos socio-familiares, tales como el aumento en la tasa de divorcios, separaciones y nulidades, entre otros, han dado cuenta de la relevancia del estudio de las nuevas configuraciones familiares, razón por la cual resulta necesario generar estudios que permitan obtener descripciones del funcionamiento de las diversas tipologías familiares, utilizando instrumentos que cuenten con propiedades psicométricas fiables.
En Chile se usa actualmente la versión Faces III (instrumento que mide funcionalidad familiar) traducido del inglés, y que no ha sido adaptado a nuestro contexto; a raíz de esta circunstancia surgió la necesidad de su adaptación para poder comprender y estudiar cómo la dinámica de los cambios sociales influye tanto a nivel estructural como funcional en el estudio de las familias de nuestro contexto socio-cultural.
En el presente artículo abordamos los resultados y alcances de la investigación realizada en tres grandes momentos: inicialmente abordamos los elementos conceptuales, entregando al lector o lectora orientación respecto a los supuestos teóricos que subyacen a este trabajo; a continuación describimos la metodología empleada y el análisis de datos; posteriormente exponemos las conclusiones inferidas a partir de la información recogida de la aplicación del instrumento, así como las implicancias psicosociales de los hallazgos.
1. Hacia una conceptualización de familia
Hablar de familia es referirse a muchos y variados significados. Desde una perspectiva psicológica se debe tener en cuenta el mundo de significados ligados a la experiencia de cada sujeto en concreto (Roche, 2006). Desde este punto de vista, lo importante es la percepción que tenemos de ella, es decir, a quiénes consideramos familia en sentido próximo, con quiénes compartimos vínculos de afecto e intimidad y en quiénes confiamos más allá de la distancia y de los lazos de sangre (Gimeno, 2008).
El concepto de familia no es un concepto único para toda época o cultura, de manera tal que es posible apreciar diferencias transculturales sustanciales en los miembros que se consideran parte de una familia, así como los roles y funciones que debe cumplir cada uno de ellos y el sistema en su conjunto (Gracia, 2000).
Existen tres ejes de análisis que permiten conceptualizar de manera general a la familia: uno de ellos es la consanguinidad, es decir, se entiende por familia a "todas aquellas personas que son de mi sangre o tienen un nexo legal conyugal o de adopción" (Arés, 2002). Otro eje de relación es la convivencia; este criterio comprende todas aquellas personas que viven bajo un mismo techo. A ese grupo se le denomina familia de convivencia u hogar. La convivencia determina que la familia coexista bajo un mismo techo y que tengan un presupuesto común de gastos (Arés, 2002). No obstante, el criterio más importante es el afectivo, pues trasciende los límites de los vínculos consanguíneos y de convivencia. Bajo este eje de análisis es posible definir a la familia en cuanto a los aspectos relacionales, quedando conformada por las personas a las cuales queremos y con las que podemos contar (Arés, 2004).
La diversidad de los modelos familiares a través del tiempo, y en las diferentes culturas, hace difícil consensuar una definición única de familia (Arés, 2004). Desde los grupos tribales a los modelos de familia tradicionales, y de éstos a los actuales nucleares, monoparentales y ensambladas, las familias han transitado un recorrido histórico que acompañó el desarrollo paralelo de los países y de la misma humanidad (Artola, 2000).
2. Las tipologías familiares
El presente estudio abarca dos tipologías de familias básicas (no siendo las únicas existentes ciertamente) como centro de interés: las nucleares y las ensambladas. La familia nuclear es aquella en la cual los miembros pertenecen a un solo sistema familiar que tiene límites bien definidos, se sabe a quiénes incluye y a quién excluye, las fronteras son biológica, legal y geográficamente evidentes (Pereira, 2009). Alude a una familia en donde todos y todas viven en el hogar, donde los roles son claros y definidos y el ciclo de la dinámica de la pareja resulta lineal: desde el matrimonio, seguido por la llegada de los hijos e hijas, llegando luego la viudez y con ella el hogar uniparental (Jiménez, 2005). En este tipo de familia está claro a quién corresponden las obligaciones conyugales y parentales.
En tanto la familia ensamblada se constituye cuando el padre o la madre vuelve a casarse, o a conformar una nueva pareja, y trae a la nueva unión a por lo menos un hijo o hija de su matrimonio o relación anterior (Berger, 2004; Visher, 1998); una de las características fundamentales es que son familias en transición, es decir, tienen que asumir un número importante de cambios en breve lapso temporal, al menos más corto que lo habitual en las familias convencionales, y por lo tanto no figuran en la expectativa vital de sus miembros (Boyd, 2000).
3. El fenómeno de la funcionalidad familiar
La familia es la base del bienestar de los niños y niñas en tanto garantice el crecimiento, el desarrollo normal y el equilibrio emocional que facilite su enfrentamiento a los hechos de la vida. En el grupo familiar se dan las condiciones para que la familia sea una unidad de análisis de los procesos de la salud mental, por cuanto evidencia en su organización, estructura y funcionamiento el estilo de vida individual y grupal, las costumbres, los hábitos, la posición social y la dinámica de interacciones (Mendoza, 2009).
Un funcionamiento familiar saludable implica el desarrollo de una dinámica adecuada en la familia. Al hablar de dinámica familiar, nos referimos al establecimiento de determinadas pautas de interrelación entre los miembros del grupo familiar, las que se encuentran mediadas o matizadas por la expresión de sentimientos, afectos y emociones de los miembros entre sí, y en relación con el grupo en su conjunto (Hernández, 2005).
El funcionamiento familiar saludable posibilita a la familia cumplir exitosamente con las funciones que le están histórica y socialmente asignadas, para lo cual se hace necesario el desarrollo de una dinámica familiar apropiada (Hernández, 2005). Por familia funcional se considera aquella que es capaz de propiciar el desarrollo integral de sus miembros y que promueve el crecimiento tanto individual como grupal de los mismos, de forma tal que sus interacciones y relaciones le permiten enfrentar adecuadamente las situaciones de crisis, manteniendo la armonía familiar (Herrera, 1997).
Por otra parte, cuando una familia no cumple o no logra las tareas antes descritas surge el concepto de "disfuncionalidad", que hace referencia al funcionamiento relacional deficiente a lo largo del tiempo, el cual no permite el desarrollo de las funciones culturalmente establecidas para ella afectando significativamente tanto al grupo familiar como al desarrollo individual de sus miembros (Vargas-Mendoza, 2009).
4. La evaluación del funcionamiento familiar
Diversas escuelas de terapia familiar han planteado en diferentes ocasiones la necesidad de contar con instrumentos que permitan estudiar y valorar el funcionamiento familiar. Dentro de la amplia gama de modelos que existen para estudiar este aspecto de la vida familiar, uno de los que tiene mayor relevancia actualmente, respecto a la comprensión de los sistemas familiares, es el Modelo Circumplejo desarrollado por Olson y cols. (1979).
Con base en este modelo se desarrolló el Faces (Family Adapatbility and Cohesion Scales) en el año 1980 (Martínez-Pampliega & cols., 2006).
El modelo Circumplejo de Sistemas Familiares y Maritales (Olson, 1979), y los instrumentos Faces, creados a partir de éste, son herramientas ampliamente utilizadas y probadas para investigar el funcionamiento familiar en diversos campos de estudio. Por ejemplo, Mendoza-Solís (2006) llevó a cabo un estudio que permitió la evaluación de los factores de la dinámica familiar relacionados con su funcionamiento, el cual aportó antecedentes teóricos aplicables al ámbito de la terapia familiar. Por otra parte, Mora y cols. (2005), en Colombia, estudiaron el funcionamiento familiar, las pautas de crianza y la relación con el desarrollo evolutivo en niños y niñas con bajo peso al nacer, lo cual contribuyó al desarrollo investigativo de la psicología evolutiva y al estudio de las dinámicas familiares asociadas a disfunciones psicosociales.
Dichos antecedentes comprueban el carácter de referente teórico del instrumento en un gran número de publicaciones y con una gran variedad de áreas de estudio de las ciencias sociales y de la salud (Kouneski, 2000). Sin embargo, dicho instrumento necesariamente debía ser adaptado para su uso en otros contextos, considerando las diferencias en el idioma y los factores socioculturales propios de cada población de estudio. A partir de lo anterior es que Zegers y cols. (2003) construyen la escala breve de análisis del funcionamiento familiar a partir de la escala americana Family Adaptability and Cohesion Evaluation Scale (Faces II). Si bien dicha escala recoge los elementos teóricos correspondientes al modelo, no se adapta al contexto chileno presentando niveles de confiabilidad inferiores al estadísticamente aprobado, razón por la cual resultó necesario un proceso de revisión de sus ítems que permitiera asegurar de manera empírica las propiedades psicométricas de la escala utilizada.
Respecto al funcionamiento familiar, resulta igualmente necesario considerar también un criterio común de clasificación de la tipología familiar, que permita entender las características propias de cada configuración a partir de un modelo conceptual.
II. Método
Perfilamos la presente investigación como un estudio basado en la metodología cuantitativa, teniendo como referencia el modelo explicativo, buscando no solo describir la presentación de los fenómenos estudiados sino también establecer la existencia de diferencias entre ambas configuraciones familiares, atribuyendo una relación de causalidad entre el tipo de familia y el estilo de funcionamiento familiar (Olson, 1983).
El diseño investigativo fue de tipo no experimental, es decir, buscamos estudiar el fenómeno tal y como se presentaba, tomando en consideración la ausencia de manipulación deliberada de las variables, de manera tal que no hubo control sobre la variable independiente (Hernández, 2003). En relación con el alcance de éste, fue un estudio transversal, ya que se realizó sólo una medición de las variables estudiadas de acuerdo con los objetivos de investigación.
Nuestro objetivo general era establecer si existían diferencias significativas en el estilo de funcionamiento familiar percibido entre familias nucleares y ensambladas de la ciudad de Chillán; esto, a través de la medición del nivel de cohesión y adaptabilidad de ambos tipos de familia, según las categorías propuestas en el Modelo Circumplejo de Sistemas Familiares y Maritales de Olson y cols. (1983).
Nuestros objetivos específicos fueron: adaptar y validar el cuestionario breve de funcionamiento familiar Faces 20 ESP en la población de la ciudad de Chillán; identificar y describir los niveles de cohesión y adaptabilidad que perciben las familias ensambladas y las familias nucleares de la ciudad de Chillán; describir el tipo de funcionamiento familiar percibido por familias ensambladas y nucleares de la cuidad de Chillán; y, finalmente, determinar si existían diferencias significativas en cuanto al nivel de cohesión y adaptabilidad percibido por familias ensambladas y nucleares de la cuidad de Chillán.
a) Muestra:
Obtuvimos la muestra considerada para el estudio de validación a partir de un muestreo intencionado; la muestra estuvo constituida por 200 padres, madres y apoderados de ambos sexos, representantes de un mismo número de grupos familiares correspondientes a un establecimiento educacional de la ciudad de Chillán, cuyas edades fluctuaron entre 29 y 59 años.
En cuanto al estudio comparativo contamos con la participación de 100 parejas de padres, madres y apoderados, correspondientes al tipo de familias nucleares, y 20 parejas de padres y madres correspondientes a familias ensambladas, identificadas a partir del cuestionario sociodemográfico aplicado.
b) Instrumento:
En primera instancia utilizamos el cuestionario socio-demográfico, el cual nos permitió recabar datos referentes al rango etario, a la escolaridad, a la actividad económica, a la cantidad de integrantes que componen la familia así como a la relación existente entre los miembros del grupo familiar, de manera tal de clasificar a los distintos tipos de familia según su parentesco.
Por otra parte aplicamos una versión adaptada de la escala breve de funcionamiento familiar Faces 20 ESP (Martínez-Pampliega & cols., 2006), la cual fue desarrollada en España tomando como base el Faces II (Olson & cols., 1983); mediante procesos estadísticos seleccionamos los 20 ítems que presentaban una mayor correlación con el constructo teórico que subyace al modelo Circumplejo de Sistemas Familiares y Maritales (Olson, 1979); de esta manera pretendimos corregir los errores conceptuales y de traducción que presentaba el instrumento Faces III (Olson & cols., 1985).
Esta prueba consta de 20 ítems. Al analizar la distribución interna se cuenta con 10 ítems para la dimensión cohesión, y con 10 para la de adaptabilidad (Olson, 1988). En cuanto a la dimensión de cohesión, los ítems corresponden a las siguientes variables del funcionamiento familiar: los ítems 11 y 19, evalúan unión emocional, que se refiere al grado de conexión que el individuo percibe en relación con su sistema familiar; los ítems 1 y 17 refieren el apoyo o soporte emocional; los ítems 5 y 7 apuntan hacia los límites familiares (tanto internos como externos); mientras que los ítems 3 y 9 representan el tiempo dedicado a la familia, el espacio físico disponible para encuentros familiares a los amigos y amigas en común que tenga la familia, etc. Por último, los ítems 13 y 15 implican el grado de participación individual en las actividades e intereses compartidos por el grupo familiar.
Mientras que en la dimensión de adaptabilidad se incluyen los ítems 8 y 18 referentes al liderazgo, los ítems 2 y 12 evalúan el grado de control. La variable disciplina es evaluada en los ítems 4 y 10; por último, consideramos los roles y reglas incluidos en los ítems 8, 14, 16 y 20. Cabe mencionar que el Faces 20 ESP fue empleado después del estudio de la confiabilidad y validez de dicha prueba en una muestra de padres, madres y apoderados de un establecimiento educacional de la ciudad de Chillán, Chile.
c) Estrategia de análisis
Para determinar la confiabilidad del instrumento empleamos el método de las medidas de consistencia interna, específicamente el cálculo del Alfa de Cronbach, en conjunto con el análisis factorial para obtener la saturación de los ítems considerados en cada factor (Aron, 2001). Posterior a los análisis descriptivos de las medidas de la tendencia central y al análisis de variabilidad, utilizamos la prueba T-student para grupos independientes, evaluando si ambos grupos difieren entre sí de manera significativa en relación con sus niveles de cohesión y adaptabilidad. Para todos los análisis estadísticos mencionados empleamos el programa estadístico computacional SPSS.
III. Resultados
a) Características psicométricas de la escala
En primera instancia llevamos a cabo el análisis de confiabilidad (Alfa de Cronbach) para evaluar el grado en que los ítems de una misma dimensión median un concepto común, basándose en la variación respecto a la media de cada ítem de las escalas con el total de la misma.
En cuanto al análisis de los resultados obtenidos para ambas escalas, sus valores fueron de un α 0,89 en Cohesión, un α 0,87 en Adaptabilidad, fundamentándose en que existe una buena consistencia interna cuando el valor de alfa es superior a 0,7 en ambas dimensiones teóricas.
A nivel general consideramos un valor de Alpha de Cronbach de 0,93 en la escala total, lo cual da cuenta de sus altos niveles de confiabilidad, valor que comprobó sus propiedades métricas en cuanto a consistencia interna (Merino, 2003).
b) Análisis factorial
Posteriormente llevamos a cabo el cálculo de la varianza, como una forma de demostrar el nivel de dispersión de los datos con respecto a los promedios obtenidos, de forma tal de comprobar empíricamente el porcentaje que representa cada ítem con respecto al total de ítems de la prueba.
La tabla 1 muestra la varianza total explicada por cada uno de los ítems de la prueba, elemento que nos permitió determinar el número de factores que componen la escala.
Posteriormente, para verificar la bidimensionalidad teórica subyacente al instrumento, sometimos los ítems a análisis factorial de tipo exploratorio (AFE) de componentes principales con rotación varimax, a partir del cual obtuvimos las comunalidades de los diferentes ítems. Consideramos como criterio de exclusión, de acuerdo con Kline (1994), presentar un nivel de comunalidad inferior a 0,4 (<0,40). En este caso sólo el ítem 1 presentó dicha condición; sin embargo, al ser eliminado de la escala no produce un aumento significativo del nivel de confiabilidad del instrumento (>0,03), por lo cual tomamos la decisión metodológica de mantenerlo en el total de ítems que componen la prueba.
Luego de analizar la comunalidad de cada ítem dimos paso al análisis de componentes principales, obtenidos mediante AFE. Consideramos aquellos factores con valores propios superiores a 1, obteniendo así tres factores que logran explicar el 58,3 % de la varianza total del instrumento.
A continuación, en la tabla 2 mostramos la matriz de componentes principales que da a conocer la carga factorial de cada uno de los ítems y la saturación que presentaron en cada uno de los 3 factores encontrados, mediante el AFE con varimax.
La tabla 2 muestra el peso que tiene cada afirmación en el componente al que se asocia. Por otra parte, el análisis de los datos arrojó que las afirmaciones 1, 8, 9, 10, 11, 13, 14, 15,19 se agrupan en el primer factor, y las afirmaciones 2, 4, 5, 6, 16, 17, 20, en el segundo, mientras que las afirmaciones correspondientes a los ítems 7, 12, 3 y 18 corresponden al tercer factor.
El primer factor obtenido logró explicar el 43 % de la varianza total. De acuerdo a los ítems que saturaron significativamente en este factor, es posible señalar que 7 de los 10 ítems correspondientes a la escala de cohesión se encuentran recogidos en el mismo; con base en esto y teniendo en consideración el constructo teórico subyacente, hemos llamado a este factor cercanía afectiva y tiempo compartido, debido a que abarca aquellos ítems que hacen referencia a elementos centrales de la dimensión de cohesión, tales como: ligazón emocional, intereses, espacios y tiempo compartido y compromiso afectivo percibido entre los integrantes del grupo familiar.
El segundo factor logró explicar el 8,79 % de la varianza total. En cuanto a los ítems que saturaron significativamente en este factor, encontramos 7 de los cuales 4 están incluidos en la escala de adaptabilidad. En relación con esto cabe señalar que dichos ítems hacen alusión a elementos centrales de esta dimensión, dentro del Modelo Circumplejo (Olson & cols., 1979). Es así como en este factor se reúnen conceptos tales como la estructura de poder dentro de la familia y las relaciones de roles en su interior, principalmente desde la perspectiva práctica, es decir, el establecer normas y reglas dentro del sistema familiar y a su vez la capacidad de modificar dichas pautas ante situaciones emergentes tanto de carácter situacional como evolutivo.
Teniendo en consideración lo antes expuesto, hemos denominado al factor dos resolución de conflictos, debido a que alude a los elementos necesarios para enfrentar este tipo de situación al interior de la familia.
Por último, el factor tres logró explicar el 5,89 % de la varianza. Al igual que el segundo factor, los ítems que saturaron significativamente son 4, los cuales corresponden exclusivamente a aquellos que componen la escala de adaptabilidad. En relación con esta dimensión del funcionamiento familiar, el factor tres reúne aquellos ítems que apuntan a explorar los estilos de negociación existente dentro de la familia, y la capacidad de modificar reglas y normas en respuesta al estrés evolutivo o situacional al que ésta se vea enfrentada.
Desde este punto de vista, este factor alude a dos de los elementos centrales de esta dimensión que tienen directa repercusión en el nivel de funcionalidad que presente determinado sistema familiar. A raíz de esto lo hemos nombrado capacidad de negociación.
Si bien es cierto que en los factores antes descritos no se alude directamente a elementos de la dimensión de cohesión como fronteras y coaliciones (Olson y cols., 1983), sí consideramos que éstos se encuentran implícitos en tres factores encontrados en el análisis y en los respectivos ítems que lo componen.
Lo mismo acontece con el concepto de control (Olson y cols. 1983) que se encuentra incluido en la dimensión teórica de adaptabilidad.
De esta manera reafirmamos la validez de constructo del instrumento, al establecer una estrecha relación entre las dimensiones teóricas de cohesión y adaptabilidad con los elementos medidos en los distintos ítems que componen la prueba, asegurando la fiabilidad de los resultados que pudiésemos obtener a partir de ella.
c. Estilo de funcionamiento familiar percibido
El modelo Circumplejo de Olson (1983) propone tres tipologías al combinar en cuatro niveles las dimensiones de cohesión y adaptabilidad, los cuales se identifican para la dimensión adaptabilidad como flexible y estructurado, y representan los niveles balanceado, rígido y caótico reconocidos como niveles extremos; mientras que en la dimensión cohesión identificamos cuatro niveles en un continuo que va desde el nivel bajo de cohesión (desligada) hasta una cohesión extrema (aglutinada). Hemos denominado a los niveles balanceados o intermedios separada y conectada.
De la asociación de ambas categorías surgen los estilos de funcionamiento familiar percibido. El primero de ellos corresponde a las familias balanceadas, que son aquellas que presentan ambas dimensiones en niveles medios; la segunda categoría la forman aquellas en las cuales una de las dimensiones se encuentra balanceada y la otra en un nivel extremo, recibiendo el nombre de familias de rango intermedio; y finalmente, se encuentran las familias extremas, en donde ambas dimensiones están en las dimensiones extremas del modelo.
El gráfico 1 muestra la distribución de las familias nucleares en dichas categorías de estilos de funcionamiento:
El gráfico 1 muestra que 36% de los sistemas familiares se ubicó en niveles intermedio y extremos del modelo, mientras que un 28% lo hizo en los niveles balanceados.
A continuación, el gráfico 2 muestra el tipo de funcionamiento familiar que presentaron las familias ensambladas estudiadas a partir de la interacción de las dimensiones antes descritas.
Pudimos observar un amplio porcentaje de familias que se ubican en el nivel intermedio, correspondiendo a un 45% del total; por otro lado, el 25% de estas familias presentó un tipo de funcionamiento extremo o disfuncional.
Por último, en la tipología balanceada se ubicó el 30% de las familias participantes, las cuales alcanzaron puntuaciones correspondientes a un tipo de funcionamiento familiar balanceado.
d) Estudio Comparativo
La tabla 3 muestra la distribución de los niveles de cohesión percibidos por ambas configuraciones familiares:
De acuerdo con el valor obtenido en el test de Levenne, que no es significativo, asumimos que existe homogeneidad de varianza, por lo cual se cumplen los requisitos para comprobar la hipótesis que afirma la existencia de diferencias estadísticamente significativas tanto en los niveles de cohesión como de adaptabilidad percibidos por ambas tipologías familiares.
Al observar que el valor de t calculado (1.35) fue menor al nivel esperado en la región crítica de α 0.05, no nos fue posible, con base en los resultados de la muestra, establecer que existía evidencia estadística suficiente para rechazar Ho al nivel de α 0,05; es decir, no contamos con evidencia estadística suficiente para concluir que existen diferencias significativas en el nivel de adaptabilidad percibido entre familias nucleares y familias ensambladas.
IV. Conclusiones
Uno de los objetivos que nos propusimos en esta investigación fue adaptar y validar el instrumento Faces 20 ESP, comprobando de manera empírica sus propiedades psicométricas con respecto a las dimensiones de cohesión y adaptabilidad, respectivamente, propuestas por Olson y cols. (1983) en el modelo Circumplejo de Sistemas Maritales y Familiares.
Con base en la información obtenida de la muestra antes descrita, el instrumento nos demostró poseer buenas cualidades psicométricas al obtener en primer lugar un adecuado nivel de confiabilidad en ambas dimensiones teóricas -α 0,89 para cohesión, α 0.87 para adaptabilidad y α 0.93 para la prueba total-, lo que implica un grado de consistencia interna muy superior a los obtenidos en otras versiones del Faces empleadas en nuestro país (Zegers & cols., 2003).
Determinamos la validez de constructo del estudio realizado por un procedimiento de factorización de tipo exploratorio, el cual nos reflejó una estructura de tres factores: en el primero de ellos consideramos principalmente conceptos comprendidos en la dimensión teórica de cohesión, mientras que en los dos restantes recogimos los constructos teóricos operacionalizados principalmente en la dimensión de adaptabilidad.
El valor de las correlaciones de cada ítem con su respectivo factor, sobre 0,4, dieron cuenta de una estrecha relación entre la teoría propuesta por Olson y cols. (Modelo Circumplejo), especialmente en lo que refiere a las dimensiones que lo componen, con los elementos considerados y medidos a través de dicho instrumento, lo cual nos garantizó que los resultados efectivamente dieran cuenta de cómo observamos estas dimensiones en un determinado grupo familiar.
Lo anteriormente expuesto resultó un punto de inflexión respecto a la tendencia de utilizar instrumentos de evaluación que no se encuentran adaptados a los contextos en los cuales serán y son utilizados; de esta manera, sentamos un precedente para continuar adaptando y validando instrumentos que permitan evaluar de manera fiable diversos elementos tanto del funcionamiento como de la dinámica familiar.
Posteriormente realizamos una segunda recogida de datos, en la cual incluimos 120 participantes correspondientes a ambas tipologias familiares, entre los cuales contábamos con 100 parejas de cónyuges de familias nucleares, y 20 de familias ensambladas. En el caso de las familias nucleares la mayoría se encontraba casada, mientras que en el grupo de las familias ensambladas detectamos un aumento en las parejas en situación de convivencia, siendo conformadas principalmente a partir de la triada madre-hijo(s)-nueva pareja, lo cual coincide con los estudios realizados sobre el tema (Street, 2007).
De acuerdo con los resultados obtenidos, nos fue posible establecer que las familias de configuración nuclear que participaron de este estudio tendieron a percibir un nivel de cohesión del tipo aglutinada, caracterizada por la inexistencia de límites claros y de una adecuada definición de los roles que debe cumplir cada uno de sus integrantes, lo cual implica mayor dificultad para alcanzar una adecuada separación de lo que corresponde a la vida familiar de la vida personal de cada uno (Hernández, 2005).
Lo anterior implica que sólo un 33% de los sujetos participantes correspondientes a familias nucleares, percibieron un nivel de cohesión ubicado en los niveles balanceados del modelo, que corresponden al separado y conectado, lo que en términos prácticos implicó que percibieron que al interior de sus familias existe un adecuado nivel de cercanía afectiva, que los roles se encuentran definidos y por sobre todo, que existe una clara definición de los límites en lo que respecta a elementos propios de la vida familiar y a elementos personales e individuales de cada uno de los integrantes (Polaino & Cano, 1998).
En relación con la dimensión de adaptabilidad, las familias nucleares participantes mostraron una marcada tendencia a la percepción correspondiente a las dimensiones balanceadas, esto es, flexible o estructurada, aunque el tipo flexible se presentó con mayor frecuencia en este tipo de familia.
Esto indicaría que las familias presentan una mayor apertura al cambio, y mayor capacidad, como sistema, de modificar sus pautas de normas y reglas de acuerdo con los requerimientos a los que se vean enfrentados, además de tratar de incluir a los hijos e hijas en la construcción de dichas pautas de manera tal de que éstas sean satisfactorias para todos los sujetos integrantes de la familia.
Sin embargo, a pesar de lo anterior un porcentaje importante de la tipología familiar consideró que no logra desarrollar esta capacidad, percibiendo la dimensión de adaptabilidad en los niveles rígidos o caóticos, es decir, que las pautas y normas que rigen el funcionamiento familiar tienden a ser extremadamente rígidas, existiendo un baja disposición a modificar estas pautas preexistentes aun cuando la situación amerite algún grado de flexibilización. En el otro extremo se encuentran aquellas familias que perciben un caos en relación con este aspecto, lo que implica que en la familia no existe una estructura base que rija sus reglas de funcionamiento, presentando serias dificultades para responder adecuadamente ante los requerimientos internos y externos a los cuales se ven enfrentados al no tener claridad respecto de cómo deberían actuar (Hidalgo, 2002).
En las configuraciones familiares nucleares participantes en este estudio, ambas dimensiones tendieron a ubicarse en las tipologías extremas e intermedias del modelo, lo cual implicó que al menos una o ambas fuesen percibidas como disfuncionales o poco adaptativas, encontrándose un mayor índice de disfuncionalidad en la dimensión de cohesión.
Por otra parte, sólo un 28% de este tipo de familia percibió de forma equilibrada su funcionamiento en ambas dimensiones, lo cual se asocia a cierto balance entre la cercanía afectiva y la apertura al cambio por parte del sistema familiar.
En cuanto al otro tipo de familias participantes de la investigación, correspondiente a las familias ensambladas, éstas tendieron a mostrar, al igual que las familias nucleares, una marcada tendencia a percibir el nivel de cohesión dentro de los niveles extremos, predominando principalmente la del tipo aglutinada.
Esto conlleva una fuerte ligazón emocional entre sus miembros, lo cual actúa como influencia negativa en el proceso de individuación de sus integrantes, al fomentar un excesivo apego hacia el grupo familiar (Olson & cols. 1983).
A pesar de lo anterior, un porcentaje no menos importante (40%) percibió esta dimensión dentro de los niveles balanceados, indicando que sus sistemas familiares logran establecer equilibrio entre los aspectos que conforman esta dimensión del funcionamiento familiar.
En cuanto a la adaptabilidad, esta tipología familiar se caracterizó por una percepción orientada hacia los niveles balanceados, predominando el nivel estructurado por sobre los niveles disfuncionales que sólo representan al 30% de las familias. Con base en los resultados, es posible señalar que la configuración ensamblada posee una mayor apertura al cambio y una mayor capacidad de flexibilizar normas y reglas, de acuerdo con los requerimientos a los que se vea enfrentado a la familia. Dicha condición pudiese estar relacionada con sus características estructurales, ya que al ser la unión de dos sistemas familiares se hace necesaria la existencia de mayor capacidad de negociación para poder conciliar reglas y pautas de relación que rijan este nuevo sistema (Contreras, 2006).
Lo anteriormente descrito no implicó que la disfuncionalidad en esta dimensión se encontrara ausente en este tipo de familia, ya que alrededor del 30% de las mismas percibieron en su familia una estructura de carácter rígido y poco flexible, o bien notorias dificultades para concretar acuerdos y negociaciones satisfactorias dentro del sistema, lo cual puede conducir -por un lado- a la ausencia de normas y reglas dentro de la familia, o bien a un patrón cambiante que no es capaz de enviar un mensaje consistente a los integrantes de la familia respecto a cómo deberían funcionar.
El tipo de funcionamiento que caracterizó a esta configuración familiar, de acuerdo con los resultados encontrados en ambas dimensiones, predominó entre los niveles intermedios y balanceados; alrededor del 55% de estas familias logró clasificar en las categorías propuestas del modelo. Esto involucró que al menos una o ambas dimensiones se presentaran dentro de los tipos adaptativos, y que sólo una de ellas se ubicara en los tipos disfuncionales. De esta manera, dichos sistemas familiares se percibieron a sí mismos como equilibrados, lo cual indica capacidad de conciliar adecuadamente las necesidades propias de la familia y satisfacerlas adecuadamente, sin que esto repercuta de manera significativa en la vida personal de sus integrantes.
En la tipología extrema de funcionamiento, encontramos un porcentaje importante de familias, cercano al 25%, donde apreciamos que al igual que en las familias nucleares la cohesión apareció como la dimensión con tendencia a ser percibida (en mayor medida) como disfuncional, predominando el tipo aglutinada.
Implicancias de la investigación
Al comparar cómo se presentaron ambas dimensiones en las configuraciones familiares, no encontramos diferencias estadísticamente significativas ya que en uno y otro análisis el valor obtenido de T no resultó significativo al valor de α 0,05. De manera tal que rechazamos las hipótesis planteadas para esta investigación.
Sin embargo, a pesar de no considerar diferencias en la manera cómo éstas se presentan, nuestra investigación permitió establecer que ambas configuraciones familiares difirieron en la forma en que tendieron a asociarse, lo cual explicaría que al analizar el tipo de funcionamiento las familias ensambladas principalmente correspondieron a los extremos intermedios y balanceados, a diferencia de las nucleares, que correspondieron a los tipos extremos e intermedios.
A partir de lo anterior es que reconocemos las características únicas de la tipología ensamblada, la cual no sólo debe afrontar las funciones propias correspondientes a la familia sino también un complejo proceso de adaptación y adecuación de sus normas de funcionamiento, por lo que se hace necesario poseer una mayor capacidad de adaptación dentro del sistema familiar (Contreras, 2006); mientras que las familias nucleares deben afrontar situaciones evolutivas y socialmente determinadas, lo cual explicaría la presencia de una estructura rígida y en alguna medida más resistente al cambio.
De esta forma, nos es posible afirmar que al contrario de lo que proponen autores como Craig (2001), quien sostiene que en las familias ensambladas es difícil conservar las distancias y poder resolver adecuadamente los conflictos, los hallazgos empíricos obtenidos en este estudio nos permitieron sostener que en esta tipología familiar se da una mayor capacidad para manejar las distancias afectivas y emocionales, además de poseer recursos tales como la flexibilidad y la capacidad de negociación que les permiten resolver satisfactoriamente los conflictos que se producen al interior del núcleo familiar.
Por otro lado, los resultados obtenidos en la investigación se diferenciaron de lo planteado por Alcántara (2005) en su estudio sobre los límites funcionales, ya que de acuerdo a lo que plantea el autor, las familias ensambladas presentarían mayor dificultad para establecer límites funcionales al interior del sistema familiar, al contrario de lo que sucedería con las familias nucleares.
El estudio que desarrollamos reflejó que tanto las familias nucleares como las ensambladas presentan tendencias a percibir un tipo de cohesión aglutinado, lo cual se asocia a una mayor dificultad para constituir límites entre sus miembros sin que haya sido posible establecer diferencias significativas en este aspecto entre ambas configuraciones familiares.
De esta manera podemos establecer que la caracterización de las familias, en vez de ser realizada a partir de categorías asignadas a priori en función de un tipo de configuración familiar especifico, debe desarrollarse desde una perspectiva acotada al contexto y temporalidad de la aplicación de su estudio.
Es así como el funcionamiento familiar es entendido como un fenómeno dinámico propio de las configuraciones familiares, las cuales desde una perspectiva sistémica se encuentran en constante proceso de cambio, crecimiento y adaptación, tanto en los elementos propios de su dinámica como en su estructura.
En última instancia, con el presente estudio aportamos antecedentes relevantes al ámbito de la terapia familiar y a la intervención psicosocial, entre otros, ya que nuestros hallazgos pueden considerarse punto de partida para el conocimiento de la estructura y funcionamiento de la multiplicidad de configuraciones familiares. Desde la perspectiva evolutiva, este trabajo puede contribuir a comprender la relación existente entre los distintos factores asociados a la dinámica familiar de la población infantojuvenil, y a entender cómo éstas han afectado su funcionamiento, puesto que, aun cuando es una afirmación habitual que la crisis de la familia es la que ha provocado los problemas de la juventud actual, existen en nuestro medio pocos trabajos empíricos que demuestren tales afirmaciones (Chamblás & cols., 2000). De forma tal que la creación y perfeccionamiento de instrumentos de evaluación posibilita el desarrollo de investigaciones en nuevas áreas de estudio e intervención, permitiendo abordar y comprender la dinámica y funcionamiento de las diversas configuraciones familiares a través de cada una de las etapas de su ciclo evolutivo.
Notas
* El presente es un artículo corto que hace parte del Proyecto de Investigación denominado "Trabajo femenino y vida familiar en el contexto de la modernización rural. Realidades y representaciones en la Provincia de Ñuble" Proyecto Fondecyt inscrito con registro No. 1100506 (financiado por ésta entidad) de fecha 16 marzo de 2010 al 2012 actualmente en curso en la Universidad del Bío Bío, Chillán, (Ñuble), Chile.
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Referencia para citar este artículo: Zicavo, N., Palma, C. & Garrido, G. (2012). Adaptación y validación del Faces-20- ESP: Re-conociendo el funcionamiento familiar en Chillán, Chile. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 10 (1), pp. 219-234.