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Eidos

Print version ISSN 1692-8857On-line version ISSN 2011-7477

Eidos  no.36 Barranquilla July/Dec. 2021  Epub May 14, 2022

https://doi.org/10.14482/eidos.36.110 

Artículos originales

"LA METAFÍSICA DEL SILENCIO" COMO UNA FILOSOFÍA INTEGRAL EN MAX PICARD

"The Metaphysics of Silence" as an Integral Philosophy in Max Picard

1ORCID ID: orcid.org/0000-0001-7929-8772 Universidad Anáhuac México (Estado de México, México), katalina.elena@yahoo.com.mx


RESUMEN

Este artículo se propone recuperar un acercamiento peculiar en la comprensión de la realidad a través del concepto del silencio. A pesar de que sobre el silencio hay varías indagaciones, la mayoría relacionadas con la obra de Martín Heidegger, Ludwig Wittgenstein o Merleau-Ponty, este artículo tiene la intención de extender la comprensión de una filosofía del silencio que no sería completa sin la contribución de Max Picard. Siendo este último un pensador original y el autor de una obra peculiar, el objetivo de estas páginas es analizar el silencio, para comprender por qué el filósofo suizo lo entiende como una realidad originaria y positiva y no como una ausencia, creando así una metafísica del silencio como una filosofía integral (en la cual la realidad es entendida como unidad); una filosofía en la cual el silencio une, a través del lenguaje, al hombre con lo divino, creando una relación de complementariedad

PALABRAS CLAVE: Max Picard; silencio; lenguaje; metafísica; realidad originaria; Dios

ABSTRACT

This article aims to recover a peculiar approach in the understanding of reality through the concept of silence. Although there are several inquiries about silence, mostly related to the work of Martín Heidegger, Ludwig Wittgenstein or Merleau-Ponty, this article intends to extend the understanding of a philosophy of silence that would not be complete without the contribution of Max Picard. Being an original thinker and the author of a peculiar work, the purpose of these pages is to analyze the silence, to understand why the Swiss philosopher understands it as an original and positive reality and not as an absence, thus creating a "metaphysics of silence" as an integral philosophy (in which reality is understood as unity); a philosophy in which silence unites, through language, the human and the divine, creating a relationship of complementarity.

KEYWORDS: Max Picard; silence; language; metaphisichs; original reality; God

INTRODUCCIÓN

Creador de una filosofía expresada en una obra poética por excelencia y alejándose de ciertas tradiciones, Max Picard es uno de los más importantes pensadores en cuanto se trata de la comprensión de la persona humana en su fundamentación antropológica y ética de la modernidad, en su proceso de pérdida de sentido y de la revalorización del mundo como una continuidad de Dios a través de realidades invisibles como son principalmente el silencio y el lenguaje.

Alfonso López Quintás (1998) afirmaba precisamente que

en la línea de pensamiento -que inspiró en buena medida la antropología filosófica europea del último cuarto de siglo- se mueve Max Picard, escritor suizo que ha vivido siempre en contacto estrecho con la naturaleza y en fidelidad estricta con los ritmos naturales. Sus bellas obras sobre el lenguaje, el silencio, la vida matrimonial, la huida de Dios, adquieren a la luz de la interpretación ambital del lenguaje toda su hondura y se elevan muy por encima de la mera literatura edificante. (p. 350)

Max Picard es un filósofo original, con una obra única1 que inspiró el pensamiento de figuras como Emmanuel Lévinas, Gabriel Marcel, Martín Heidegger, Maurice Merleau-Ponty, Thomas Merton, Hans Urs von Balthasar y Alfonso López Quintás, así como varias obras literarias. Siendo hoy prácticamente olvidado por lo cánones filosóficos (realidad confirmada por la escasa bibliografía que existe en relación con su pensamiento), Picard, desde mi punto de vista, tiene mucho que enseñarnos, su obra se une a la labor de pensadores como Max Scheler, Martin Buber o Emmanuel Lévinas, para quienes el mundo no es un mero objeto de estudio, sino una unidad y una totalidad.

Sus reflexiones se enfocan en el ser humano, en su rostro, en el silencio, en el lenguaje con la intención de recordar lo sagrado de la existencia, pero también en una drástica crítica a la modernidad que a través del progreso ha descuidado lo sagrado de la existencia. Por lo que las preocupaciones del filósofo suizo sobre temas como el silencio, el lenguaje, Dios y el ser humano no son una casualidad, sino el resultado de la inquietud general de la época. Apreciado por Gabriel Marcel (Marcel y Picard, 2006) como "uno de los pensadores más originales de nuestros tiempos" (p. 17), la paradoja es que, a la vez, es uno de los filósofos contemporáneos menos conocidos. Al no ser el autor de una obra filosófica sistemática o académica, la filosofia de Picard es del estilo de los grandes "marginados", como Pascal, Kierkegaard, Nietzsche o Lev Shestov; un estilo que surge de una conciencia contemplativa. Las preocupaciones del filósofo suizo sobre temas como el silencio, el lenguaje, Dios y el ser humano no son una casualidad, sino que representan el resultado de esta necesidad de buscar la comprensión de la realidad más allá de la ciencia, más allá de las estructuras abstractas de la racionalidad.

Lo poco que se conoce hoy en día sobre Max Picard hace referencia a él como "el filósofo del silencio", porque es de los pocos que analizaron el sentido del silencio. Cabe decir que en cuanto la idea de una "filosofía del silencio" existen otras valiosas intervenciones, ya que el silencio ha sido siempre una presencia discreta, muy profunda, siendo el resultado de la conciencia que algunos filósofos tuvieron en cuanto la importancia del silencio para la relación del hombre consigo mismo y con Dios (como en el caso de Kierkegaard), con la constitución del lenguaje (como en el caso de Heidegger2 o Wittgenstein), o como fenomenología (como en caso de Merleau-Ponty). A diferencia de estos pensadores, la originalidad de Max Picard consiste en elevar el silencio a un estudio integral que lo une con toda una tradición filosófica, a la vez abriendo nuevas perspectivas sobre esta categoría.

Cuando en 1948 se publicó El mundo del silencio (Die Welt des Schweigens), tuvo un eco inmediato en el mundo filosófico de aquel entonces y llamó la atención en especial de Martín Heidegger (que ya tenía varías indagaciones sobre el silencio), Maurice Merleau-Ponty, Gabriel Marcel, Emmanuel Lévinas y también de Martin Buber, entre otros. Para este año, Max Picard era ya un autor conocido, leído y respetado sin ser una estrella académica, sino, más bien, una presencia discreta y retirada. A pesar de esto, el libro fue recibido como un verdadero enfoque revolucionario en el ámbito de la filosofía, sobre todo por proponer una comprensión de la realidad a través del silencio como una dimensión fundamental de la existencia. Como afirma Jean-Luc Pouliquen (2013):

La originalidad del enfoque de Picard, su alcance revolucionario, consiste precisamente en resaltar la presencia del silencio en todos los aspectos centrales de la existencia y de la realidad para restaurar la consistencia de las cosas y preservar la dignidad del habla. En otras palabras, el silencio no es, ante todo, el remanso de paz en el que buscar refugio, sino que es el fundamento de la objetividad del mundo, el garante de la sustancialidad de las cosas y las palabras (p. 1).

El traductor de Picard al inglés, Stanley Godman escribió en el New English Weekly, con la ocasión de celebrar la publicación de El mundo del silencio: "Este libro posee la virtud benéfica del silencio sobre el cual habla; es en sí mismo una creación del silencio (...). Pocos libros se identifican tanto con la esencia del tema que están tratando. Este libro lo hace y como el título lo menciona es en sí un mundo del silenció" (cfr. Marcel y Picard, 2006, p. 72)

Sin tener un enfoque analítico o metódico, el libro entreteje las idea de Picard en un diálogo con filósofos, poetas, escritores, evidenciando el ámbito panorámico del silencio en relación con el conocimiento, la poesía, arte, la naturaleza, la religión, la fe, etcétera; por esta manera de pensar el silencio, su obra es única en la literatura filosófica, porque se trata de un análisis original que ofrece una mirada diferente si tomamos en cuenta que las investigaciones que se han hecho sobre el silencio han sido más desde una perspectiva fenomenológica y hermenéutica.

El objetivo de estas páginas se enfoca en el análisis de uno de los conceptos más importantes de la filosofía picardiana: el silencio, para comprender por qué el filósofo suizo lo entiende como una realidad originaria y positiva y no como una ausencia. En este sentido hablaremos de una "metafísica del silencio" que rompe con la idea de una metafísica tradicional a través del modo como Picard entiende el silencio y su manifestación en relación con el ser humano y el lenguaje, es decir, como una filosofía integral.

I. LA METAFÍSICA DEL SILENCIO COMO FILOSOFÍA INTEGRAL

El silencio es uno de esos misteriosos intangibles que, cuanto más nos fijamos, más entendemos que se disipan, a través de nuestros dedos, como la arena. ¿Es el silencio una ausencia o una presencia? ¿Un vacío o una plenitud? ¿Un espacio negativo o un espacio positivo? ¿Algo o nada? ¿Metafísico o sustentable? ¿El preludio o la final? (Bindeman, 2017, p. 1)

Con estas preguntas empieza Steven L. Bindeman (2017) su obra Silence in Philosophy, Literature and Arte, evidenciando, a través de estos interrogantes, que el silencio es un misterio que todavía no logramos comprender, sobre todo porque traspasa la realidad, transcendiendo la lógica, la racionalidad, invitándonos a entrar en el ámbito de lo incomunicable, de aquello que nos atrae y nos aleja a la vez.

Si pensamos en una "filosofía del silencio", desde los griegos hasta la contemporaneidad varios filósofos intuyeron la importancia del silencio (sin mencionar que en la escuela pitagórica era una regla de oro para los iniciados), e intentaron dedicar algunas reflexionas en torno al mismo. Por otro lado, es verdad que el tema del silencio ha sido más relacionado con la mística que con la filosofía. Por eso, considero que el escrito de Max Picard es único precisamente por abrir al silencio un espacio singular en la filosofía. En este sentido, Kristina Grob (2014) afirma que "El escrito El mundo del silencio de Max Picard es reconocido como el primer intento filosófico de explorar el fenómeno del silencio mismo" (p. 5).

Cuando se habla de silencio, de inmediato la manera de pensarlo es como "ausencia de lenguaje", olvidando que para que el lenguaje tenga presencia se necesita del silencio; es más, el silencio tiene que envolver el leguaje. Sin embargo, al entender el leguaje como una manifestación de la experiencia mental, como pensaba Aristóteles, nos hemos apartado de la presencia metafísica a favor del lenguaje como la información que invade todo, pero que en sí misma carece de profundidad o significado último (Bindeman, 2017, p. 4).

Consciente de que nos hundimos cada vez más en un mundo cuyo significado y sentido hemos perdido, ante la fragmentación Max Picard se propone reconstruir una continuidad a través de una realidad tan cercana y a nuestra alcance y, a la vez, tan alejada: el silencio.

Picard, como un pensador de su época, no podía ignorar el contexto en el cual surge un pensamiento singular, tratándose de aquel giro lingüístico; momento en el que filósofos como Wittgenstein, Walter Benjamín, Ernst Cassirer, Merleau-Ponty o Heidegger, para dar algunos ejemplos, estaban planteando un nuevo acercamiento a la comprensión de la realidad mediante el lenguaje como constitutivo mismo de la existencia del hombre. Se trataba de la exigente labor de corregir la errónea idea de la funcionalidad del lenguaje para la comunicación, intentándose argumentar que el lenguaje no está al servicio de la comunicación mundana, sino que representa una manifestación del Ser mismo. En otras palabras, se trataba de plantear el tema del lenguaje como "el lenguaje de Dios" y no limitarlo al ámbito de lo humano.

El filósofo suizo se suma a esta labor sin hacer una teoría elaborada del lenguaje, sino partiendo de la comprensión de una realidad que va más allá del lenguaje y que, a la vez, lo sustenta: el silencio entendido como un fenómeno originario. Y así como no hay una "teoría del lenguaje", tampoco encontramos en su escritura una teoría para argumentar la superioridad del silencio sobre la realidad, sino que, en su estilo meramente poético, a veces con un lenguaje críptico que recuerda a los primeros sabios de la Antigüedad, Picard habla del silencio como continuidad y como apertura de la realidad misma.

Siendo un crítico de su tiempo, y consciente de que en una cultura logocéntrica la mayoría considera el silencio como algo "negativo", su análisis parte de un argumento muy importante: el silencio no se reduce a la "falta de", al contrario, el silencio es presencia. A través de un estilo lleno de sensibilidad, Max Picard nos invita a contemplar y a profundizar la importancia del silencio, presentando diferentes facetas de este sin limitar su manifestación al ámbito de lo humano.

A la pregunta ¿qué es el silencio?, la respuesta inmediata siempre tiene que ver con una "falta del habla", con "callar". Sin embargo, a través de las reflexiones del filósofo suizo descubriremos que el silencio no es la negación del hablar, no es mutismo, y tampoco ausencia de ruido.

La negatividad con la cual se suele asociar el silencio evidencia la incapacidad de escuchar el silencio; rasgo que Picard identifica en su filosofía con lo que él llama el mundo de la discontinuidad, de la fragmentación, cuya característica es una habladuría sin sentido y, por lo tanto, es ruido.3 Resaltando así una paradoja cuyo reflejo vivimos hasta hoy en día: es decir, asociamos el ruido, la habladuría con un hecho positivo, y el silencio con algo negativo, tratando desesperadamente de llenar los espacios de silencio con más y más ruido. Esto demuestra la falta de interioridad y el vacío en el que vivimos.

"El silencio no es simplemente lo que pasa cuando dejamos de hablar", afirma Max Picard (1964, p. ix), para indicarnos que el silencio va más allá de las limitaciones de nuestro propio lenguaje instrumentalizado; el silencio es un ámbito lleno de riqueza, una fuente de vida, de interioridad y de conciencia. Para el filósofo, el silencio tiene esta capacidad de elevarnos más allá de las limitaciones intelectuales hacia nuevos horizontes del sentir y el pensar. Para lograr esto se necesita un acercamiento a las cosas, a la realidad; implica apertura y capacidad de escuchar el silencio que nos invita a descubrir una reflexión originaria.

Con la intención de hacernos entender qué significa silencio, Picard destaca algunas características importantes: una de ella es su autonomía. Esto significa que el silencio no depende de la naturaleza humana, la sobrepasa; es en sí un fenómeno originario, no alterado por la utilidad y por la "productividad" y, por lo mismo, no es parte de las cosas que podemos usar; al contrario, el silencio tiene una existencia pura, independiente de nosotros, sin inicio y sin fin.

A través de esta característica del silencio, el filósofo criticaba los valores pragmáticos de la modernidad y la fe abstracta en las evidencias, sobre todo porque la existencia no se reduce a la mera utilidad: no todo lo que existe tiene que ser útil y tiene que responder a un razonamiento. Es decir, el silencio no tiene un propósito práctico para nuestra existencia, y tampoco es el resultado de alguna abstracción; pero la falta de silencio puede representar un signo de alarma, porque muestra la tremenda ruptura tanto del hombre consigo mismo como con lo divino.

Al ser autónomo, inútil, también es invisible y, por lo mismo, es presencia eterna en el tiempo; por eso cuando hay silencio se hace sentir como algo que está en nosotros o ante nosotros y que a la vez exige atención. En calidad de presencia se vuelve incomunicable, porque cuando se hace sentir es difícil describirlo con palabras, y la única forma de conocerlo es escuchándolo. Estas características que identifica Max Picard lo hace pensar en el silencio como estructura fundamental y originaria de la realidad.

Al ser incomunicable, el silencio nos aleja a primera vista del lenguaje, pero a la vez nos regresa a nosotros mismos. A través del silencio "experimentamos una restauración de la unidad entre uno mismo y el mundo, y aprendemos a morar extasiada y verticalmente dentro de la simplicidad del momento" (Bindeman, 2017, p. 4).

Para entender de mejor manera esta realidad originaria que es el silencio podemos relacionarlo con otros fenómenos que tienen este valor inestimable y fuera de cualquier utilidad, como el amor, la lealtad, la vida o la muerte. Al igual que estos, el silencio no necesita ser sostenido por otra cosa, sino que es una realidad que tiene su propia esencia y, por lo mismo, una existencia en sí, independiente de nuestra elección. Es decir, el silencio no existe porque uno u otro decide callar. Existe porque es, porque tiene una existencia en sí que a veces nos interpela y nos exige escuchar. Esta idea de Picard nos regresa un poco a la tradición antigua, cuando presocráticos como Heráclito o Parménides hablaban del Lôgos o del Ser como principios fundamentales y originarios de la realidad que dan unidad y sentido.

Una lectura atenta de El mundo del silencio permite percibir que Picard comprende el silencio como una realidad originaria, preexistente y eterna; una realidad que existe independiente del ser humano o del lenguaje. Antes mencionamos que el silencio es presencia que se manifiesta en la temporalidad y es accesible para todos ya que todos, lo pueden sentir y escuchar. Resulta que el silencio para Picard es una realidad primordial que existe fuera del tiempo, lo que nos revela que el silencio puede ser pensado como un fundamento metafísico.

La pregunta que surge es: ¿cómo entender una metafísica del silencio? Para pensar una metafísica del silencio, el primer paso es tomar distancia de la tradición. Es decir, acostumbrados en general a que la tradición metafísica está fundamentada en un principio racional, esta propuesta puede levantar sospechas. Sin embargo, lo originario de Picard, en este sentido, consiste en que para él la realidad no se reduce a lo visible y a lo comprensible por la racionalidad. Existe la otra cara de esta realidad, que complementa lo visible, que él denomina lo invisible. La realidad así es entendida en su doble manifestación, representando la unidad, la relación entre lo visible y lo invisible.

Con esta idea, el filósofo suizo propone lo que desde mi punto de vita entiendo como una filosofia integral y, a la vez, como una crítica al dualismo que ha acabado en una ruptura, en una fragmentación misma de la realidad. Para Picard hay una continuidad entre el aquí (lo visible) y el allá (lo invisible); no son dos ámbitos separados, sino dos aspectos de la misma realidad. El problema que identifica es que en el mundo utilitarista de la modernidad la realidad está totalmente separada, ya que lo único que se ve y es importante es "lo visible".

Al ignorar lo invisible, surge una ruptura que el hombre moderno ve como algo normal, descuidando el hecho de que precisamente la presencia no significa lo visible, lo que a veces de manera violenta se da a conocer. Presencia tiene aquello que no se ve: lo originario, lo auténtico, la verdadera existencia. Lo invisible, lo que no se puede decir pero que está presente; es aquello que da sentido a lo visible y lo complementa. Esta unidad o relación está sostenida por lo que Picard llama un fundamento objetivo de la realidad, siendo el único fenómeno no alterado por la utilidad del mundo: el silencio, que logra unir lo visible con lo invisible.

El silencio integra, unifica, dos mundos aparentemente opuestos: el visible y el invisible; sin que esto representara para Picard una dialéctica en sentido hegeliano. El silencio no es una síntesis, sino una fuerza invisible que estructura la realidad; representando la prueba de la objetividad del mundo. Es decir, a través del silencio que se hace presente, lo invisible tiene continuidad en lo visible; lo complementa y le da sentido.

En la modernidad conceptos como silencio y habla, o silencio y lenguaje, son totalmente disociados; hay un tipo de vacío verbal, o como dice Zucal Silvano (2011), hay una "fuga del lenguaje" (p. 54). Para Picard, silencio y lenguaje están totalmente relacionados. Como un fenómeno originario y puro, el silencio representa el contrapeso de este mundo derrotado por la utilidad, por la inmediatez y por la palabra aislada.

Como lo concibe el filósofo suizo, el silencio es como un escudo ante la decadencia, ante la discontinuidad y la ruptura que caracteriza el mundo moderno. Es importante especificar que para Picard el mundo de la continuidad es el mundo de la unidad, de la relación, mientras que la discontinuidad representa una terrible decadencia caracterizada por el ruido, la velocidad, la artificialidad y la falta de autenticidad.

Si hablamos de la negatividad del lenguaje, esta no es el silencio, sino precisamente el ruido que nos aparta de nuestro ser. Debido al apego al ruido, el lenguaje va perdiendo su cualidad espiritual, como dice el pensador suizo, y con ello surge la transformación de la palabra, que tenía originariamente un sentido espiritual, en mero ruido (Picard, 1964, p. 168). El ruido, al ser el enemigo del silencio, contribuye a aumentar la ruptura interior del hombre consigo mismo y con la realidad circundante. El ruido borra la memoria que teníamos sobre un sentido originario de la realidad; la memoria de una pertenencia espiritual, de una relación que teníamos con lo divino y con el silencio. La presencia de la charla, el hablar por hablar, el vivir en un estado de ruido permanente o hacer ruido; todo esto es signo de nuestra propia decadencia y del abandono total no solo del lenguaje sino del silencio.

En su época, el autor se lamentaba del ruido producido por la radio, viendo en esto un signo de la deshumanización. Si hacemos una comparación, nos damos cuenta de que hoy vivimos la apoteosis del ruido: hay ruido en las calles, en las casas, en los espacios públicos mucho más, en el trabajo y los mass-media lo multiplican. Al invadir nuestra intimidad, nuestro espíritu y nuestro lenguaje, el ruido nos ha transformado en seres narcisistas y egoístas, porque al olvidar el silencio, "el hombre se ve a sí mismo en miles de imágenes en la pantalla y en las fotografías, como si intentará asegurarse de que aún existe, y que todavía se parece al hombre" (Picard, 1964, p. 175). Olvidarse del silencio no significa otra cosa que olvidamos de nosotros mismos.

Cuando el lenguaje ya no viene del silencio, sino que se vuelve un medio para producir más ruido, entonces perdemos la capacidad de tener una relación con nosotros mismos, un reconocimiento y una transformación de nuestra propia interioridad. Es decir, el ser humano se vuelve indiferente y las palabras pierden sentido y realidad porque no reflejan compromiso y responsabilidad. Afirma el filósofo: "Hoy el hombre ha hecho palabras solitarias al separarlas del silencio. Este repudio al silencio es un factor de culpa humana" (Picard, 1964, p. 22).

El alejamiento del silencio es la muestra de nuestro distancia-miento con lo divino, y a la vez, es lo que ha determinado la tiranía de la palabra: cualquiera pueda decir hoy lo que sea sin ninguna responsabilidad sobre su palabra, pensando que se desvanecerá a través del ruido y de la velocidad de la inmediatez. Sin embargo, la palabra es inseparable del silencio; cada palabra no surge de la nada, sino del silencio; por ello, el silencio es el soplo del lenguaje, la fuente de la cual se alimenta para que luego regrese de nuevo, con fuerza y con sentido.

II. PALABRA, SILENCIO, Dios Y LENGUAJE: UNA RELACIÓN DE COMPLEMENTARIEDAD

Palabra y silencio no son opuestos, sino que representan una unidad: la palabra se hace comprensible desde el silencio, y viceversa. Se encuentran en una relación de complementariedad, aunque aparentemente parecen estar tensión y oposición. Podemos pensar que el silencio es lo invisible de la palabra y la palabra lo visible del silencio, y que juntos forman una unidad. Dice Picard (1964): "Hay algo silencioso en cada palabra como un símbolo permanente del origen del discurso. Y en cada silencio hay algo del mundo hablado, como un símbolo permanente del poder del silencio de crear discurso" (pp. 8-9). La palabra surge del silencio, lo expresa y regresa a él. Continua diciendo Picard: "La palabra viene del silencio, de la plenitud del silencio. Esta plenitud incluso sería expulsada en sí misma si no pudiera fluir en la palabra. La palabra que surge del silencio es como si se hubiera transformado en una misión" (p. 38). Hay, así, una coexistencia entre silencio y palabra (lenguaje). Subrayando la relación entre silencio y lenguaje, la idea de este filósofo es que hablar es lo opuesto al silencio, pero no como su enemigo, sino como su reverso, como una continuación, porque tiene que ver con la eternidad, ya que tanto el silencio como el lenguaje son manifestaciones de lo eterno.

Picard comprende que la palabra es un regalo, porque viene enriquecida con el silencio, del cual recibe simplicidad, inocencia, originalidad, pero también fragilidad. Por lo mismo, cuando el silencio no está presente en el lenguaje, este se deshace, y con esto, nuestra existencia pierde consistencia y valor.

Cuando, al contrario, el lenguaje está cargado de silencio, nuestro ser se revela de modo absoluto, se ofrece al otro como apertura total en la cual se entrevén simultáneamente diversas realidades, además de que da sustento a todas las cosas que se dejan habitar por él. El silencio representa un firme sustento para la interioridad como apertura hacia el mundo y hacia el otro. La falta de silencio sería precisamente la causa del aislamiento. Pero una vez que el silencio se vuelve una parte esencial de lo que uno es, su comunicación con el otro se transforma en un diálogo, en un saber decir y saber escuchar; porque la palabra viene del silencio y se regresa en el silencio cuando se es escuchada.

En la comunicación auténtica, que tiene como condición el silencio, la más compleja es la comunicación con Dios, que el filósofo suizo llama oración. La oración es el recogimiento, el regreso hacia dentro, donde la palabra empieza con el silencio. En la oración no hablamos, ni pedimos, sino que nos transformamos en oyentes del silencio a través del cual Dios habla con nosotros. La oración es la manera a través de la cual nos acercamos a Dios de manera íntima, necesitados de hablar solo con Él, sin dejar que nada se interponga. Esto porque la oración es el lenguaje silencioso que nos aleja de la mundanidad, del mundo de "los demás"; nos hace reflexionar sobre nuestra existencia, que nos invita a la contemplación de esta.

Mediada por el silencio, la oración es la comunicación más honesta que se da entre el hombre y Dios. En la oración no hablamos, ni pedimos, sino que nos transformamos en oyentes del silencio a través del cual Dios habla con nosotros. Dios es el eterno oyente, como diría Picard, y si este oyente faltara, toda conversación sería un mero monólogo.

En este acto dialógico sagrado, el silencio disuelve las palabras hasta que se pierden, se desvanecen, quedándose solo el escuchar traducido en el regreso hacia Dios. Afirma Picard (1964): "La oración puede ser de nunca acabar, pero la palabra de la oración siempre desaparece en el silencio" (pp. 231-232).

Escuchar solo es posible cuando el silencio habita dentro de nosotros. Para escuchar el silencio, uno debe tener una disposición para apartarse de la lógica racional. El silencio nos enseña cómo ver y entender todo lo que nos rodea: la totalidad que es el mundo.

Solo un ser humano que tiene contacto con la vida de su espíritu es capaz de escuchar, amar el silencio y asumirlo como el imperativo de su propia existencia; y para esto se necesita de una preparación espiritual, ya que solo un ser humano que tiene contacto con la vida de su espíritu es capaz de escuchar, amar el silencio y asumirlo como el imperativo de su propia existencia.

Desde la perspectiva de Max Picard, el silencio es tan de Dios como el lenguaje es tan nuestro, y este silencio que viene de Dios hace que el lenguaje tenga realidad y sentido. En este sentido, el silencio es una realidad metafísica porque "nos regresa a Dios y nos ofrece posibilidades meta -o sub- discursivas, para comprender nuestro mundo y la realidad" (Grob, 2014, p. 5). Y la oración, la escucha, representa este tipo de posibilidad.

El silencio se vuelve así la Palabra Divina, absoluta (Das Absolute Wort), cuyo reflejo se encuentra en la palabra humana. Como diría Picard, porque existe precisamente esta Palabra absoluta, la palabra humana no se desvanece en el aire, porque tiene sustento. Vivir sin silencio es vivir sin Dios, ya que el alejamiento del mundo del silencio que constituye nuestro verdadero lenguaje significa el alejamiento de Dios.

Mediante el silencio y la palabra, Picard quiere poner bajo juicio toda una tradición de índole aristotélica que limitaba el lenguaje, y por ende, la palabra, a los mecanismos de la razón, considerando que para el filósofo griego las palabras eran símbolos de la experiencia mental (cfr. Bindeman, 2017, p. 429). A diferencia de Aristóteles, para el filósofo suizo, el lenguaje tiene su propio modo de ser y extiende su ámbito más de lo que somos capaces de usarlo. Afirma Picard (1963): "Si el lenguaje no fuera más que un instrumento para la transmisión de información útil, el silencio sería puro vacío" (p. 12). Jean-Luc Egger (2014), unos de los más destacados especialistas en la filosofía de Picard, observaba con claridad que

contra una visión estrictamente racionalista que hace de la palabra un instrumento más eficiente, más transparente y esclavizado a la expresión de los conceptos a los que se adhiere el lenguaje sin el más mínimo temor (...), Picard afirma la pertinencia filosófica de la polisemia de la palabra debido a su íntima correlación con el silencio, mediante un acto electivo concreto. (p. 93)

Sin ser un instrumento de la razón, para el filósofo suizo la palabra es como un hilo que se desenvuelve desde el silencio, abriendo el camino hacia el lenguaje. Es decir, la palabra, por estar cargada de silencio, es creativa y jamás un mero mecanismo para expresar los razonamientos de la mente. Por eso conversar no significa simplemente una alineación de palabras, de códigos, sino que las palabras adquieren una relación de sentido, de tal manera que el lenguaje mismo que se expresa pueda crear un ámbito de comunión, de diálogo que envuelve a los que comunican, ya que "el verdadero hablar es, de hecho, nada más que la resonancia del silencio" (Picard, 1964, p. 11).

Gabriel Marcel en el prefacio de El mundo del silencio considera que el acercamiento de Picard hacia el tema del silencio es un acercamiento metafísico, y enfatizaba que para este filósofo el lenguaje no se puede reducir a un sistema de signos, ya que en él habita el silencio.

Este lenguaje que surge en el hombre desde el silencio, lo eleva por encima de sí mismo y le ofrece la capacidad de escuchar. La palabra protege al hombre y ayuda siempre a empezar y recrear de nuevo su existencia. Picard (1964) afirma: "En el silencio el hombre se confronta una vez más con el inicio original de todas las cosas: todo puede empezar otra vez; todo puede ser recreado" (p. 6). De aquí este carácter creador del silencio que hace que el hombre -el único ser que puede comunicar directamente con el silencio- puede no solo participar, puede estar con la existencia, sentirla, escucharla.

Así como el silencio no es lo opuesto de la palabra, el lenguaje no representa lo opuesto al silencio; al contrario: se complementan en un intento de crear la unidad de la realidad. Continuador de otros pensadores como Heráclito, que invitaba a escuchar el Lôgos; san Agustín, que invitaba a escuchar el "Verbo interior"; de Pascal, que se angustiaba ante el silencio del universo, o de Kierkegaard, quien confesaba que se dejaba educar por el silencio, Picard invita al lector, que vive en un contexto ruidoso y distraído de la cotidianidad, a regresar a la fuente de la existencia, de su propia conciencia, para comprender que su lenguaje primordial fue siempre el silencio. En este sentido, y subrayando la relación entre silencio y lenguaje, el filósofo afirma:

El silencio es un fenómeno autónomo. Por lo mismo no es idéntico con la suspensión del lenguaje. No es una condición negativa (...). Es creativo, como el lenguaje mismo lo es; y es formativo para el ser humano como el lenguaje es, pero no de la misma manera. El silencio pertenece a la estructura básica del ser humano. (Picard, 1964, p. ix)

Todo lo que tiene que ver con la estructura básica del ser humano le ha sido otorgado desde un principio, y el lenguaje es algo que ha recibido a priori. De ello resulta que primero es el lenguaje y después el ser humano, como bien se afirma en los textos sagrados: "Al principio era el Verbo (Lôgos) y el Verbo (Lôgos) estaba con Dios, y el Verbo (Lôgos) era Dios" (Juan 1:1)

Pero hay que resaltar que para Picard hay, así, una complementariedad del silencio y el lenguaje. El Lôgos se identifica con el silencio y deja de ser un principio racional, pero sí un principio activo a través de la creación. Es el silencio divino que está presente en el lenguaje y penetra la realidad; es lo invisible que se hace visible en el Lôgos.

El lenguaje representa para Picard un regalo que el hombre recibe antes siquiera de poder hablar. Entendemos que existe un origen divino del lenguaje, porque viene de un ámbito que está por encima de hombre. Es más, el lenguaje siempre está allí, esperando por él. Para ser más explícito, el filósofo nos ofrece el ejemplo de un niño que al inicio no usa palabras sino sonidos, pero que poco a poco aprende a decir palabras porque viene al mundo con la disposición de hacer presente esta palabra en el lenguaje.

A pesar de la ilusión que la racionalidad nos ha inculcado de que el ser humano crea y es "dueño" de su lenguaje, para Picard es precisamente al revés: lo que sostiene al ser humano, lo que moldea su ser es el lenguaje, ya que, al descender del ámbito de lo invisible, está cargado de objetividad y de eternidad porque su fuente es el silencio. "El hombre en ningún lado está más cerca de Dios que en el lenguaje" (p. 6), escribía Picard (1963), y con esta idea se acerca a la de aquel verbo interior, Verbo Cordis, así como san Agustín lo expresaba en su escrito De Magister (Sobre el lenguaje) cuando afirmaba que el lenguaje viene de la interioridad, y por eso a través del lenguaje podemos comunicarnos con Dios. Picard (1963) afirma:

El lenguaje, saltando del silencio, irrumpe de repente en la existencia. Causa y existencia son una unidad. El lenguaje no evolucionó; fue creado por un solo acto. No fue adquirido por el hombre lenta y gradualmente, sino que se le dio como un todo completo. (p. 22)

Lo eterno está siempre presente en el lenguaje, y cada vez que nos comunicamos "desciende" dentro del lenguaje humano y logra borrar toda diferencia que hay, dando lugar a una relación intersubjetiva. Es así como se explica la comprensión, ya que los seres humanos hablan los unos con los otros desde esta relación que es unidad.

Mediante el lenguaje, el ser humano se exterioriza y se da al otro, creando no solo la esfera del yo, sino el ámbito del nosotros. El lenguaje crea un puente entre los seres humanos, crea una unidad y una relación porque es presencia y eternidad.

Para el filósofo suizo, el lenguaje y el silencio representan, como relación, la estructura metafísica de la realidad, tienen una validez eterna y, a la vez, fundamentan antropológicamente nuestro modo de ser. El asombro ante su propio ser hace que el ser humano sea el único consciente de la presencia dentro de sí mismo de algo que lo supera y que a veces es incomunicable. Ante su propia inteligibilidad, el lenguaje se retira y da lugar al silencio. Esto significa que el desenvolvimiento del ser humano, su propia subjetividad, está en relación con la objetividad de lo invisible (silencio y lenguaje).

Lo interesante de esta idea es que para Picard lo invisible no tiene una estructura racional, como ya he mencionado anteriormente, sino que es algo que complementa, que envuelve, que está en nuestra proximidad mediante una presencia. A través de esta postura, para Picard, el lenguaje es el modo mediante el cual el hombre participa de la realidad, se la apropia, se relaciona con ella y la comprende.

Con otras palabras, el lenguaje no es una herramienta para dominar la realidad, sino, al contrario, el lenguaje tiene, debido al silencio, un poder unificador. Es más, el hombre mismo se desarrolla espiritualmente a través del lenguaje. Si el lenguaje hubiera sido un mero instrumento, el ser humano hubiera sido un autómata que usaría el lenguaje para decir algo. Pero el lenguaje viene del silencio, es su continuidad, y por eso, "el hombre está involucrado en el lenguaje inclusive cuando está en silencio" (Picard, 1963, p. 46); por lo mismo, el lenguaje tiene una fuerza creadora.

Silencio y lenguaje no se pueden separar en Picard. El silencio hace desaparecer los límites entre el mundo y el lenguaje. Sin el silencio no habría ni mundo ni lenguaje ni nada. El silencio es la esencia que hace que el mundo sea un mundo, es la gramática imperativa del Ser, como afirma Bindeman (2017, p. 15).

III. CONCLUSIONES

Ha pasado, tiempo desde que Picard escribiera El mundo del silencio. Era un momento trágico -cuando la maquinaria rugiente de la Segunda Guerra Mundial todavía hacía un terrible ruido-, pero este libro ofrecía una vía mediante la cual era posible recuperar el sentido, el lenguaje y, con él, el diálogo.

Robert E. Wood (1994) afirmaba:

El silencio no es un simple estado subjetivo. Es la palabra de Picard para un ámbito que abarca todo y en la que entramos. Entrar en este silencio no es hundirse en nosotros mismos, sino salir de nosotros mismos en la región de la profundidad y la unidad de todas las cosas, incluidos nosotros mismos. (p. 122)

Es por lo mismo que no hay que confundir esta idea de metafísica del silencio con un sistema metafísico, ya que, como hemos visto, Picard no se propone fundamentar racionalmente la realidad; él tiene, más bien, una sensibilidad metafísica al ser capaz de percibir lo eterno en lo temporal, lo absoluto en las cosas, lo infinito en lo finito, lo invisible en lo visible, el silencio en el lenguaje; creando así una relación fundamental de complementariedad y continuidad de todas las cosas; una relación que hay que recuperar para establecer precisamente la armonía, y así poder hacer frente a la discontinuidad, a la ruptura de un mundo que se ha olvidado de la presencia de lo sagrado en las cosas. El silencio es, así, precisamente esta presencia sagrada, discreta, a la que todo ser humano tiene acceso, porque está presente en nuestro lenguaje, y porque es lo único que nos comunica con lo divino.

A pesar del paso del tiempo, y desde mi punto de vista, Max Picard es un escritor actual, cuya obra es una invitación para considerar el silencio como una fuente de ser muy necesaria para poder recrear nuestra interioridad; es la fuente de donde surge el lenguaje, así como el único modo de relacionarnos, tanto con nosotros mismos, con el mundo y con Dios. Al ser fuente de la vida, el silencio, tal como señala este filósofo, es creativo y formativo para el ser humano, es lo que abarca todo.

Tenemos, así, el argumento para decir que Picard se posiciona a sí mismo en lo que hemos llamado una filosofía integral (dialógica, de complementariedad, de continuidad) que nos regresa a una forma de entender la realidad sapiencial en su modo de ser prístino, que no divide la realidad, sino que es integrante. Así, las aparentes dualidades; el arriba y abajo; el aquí y allá; el cielo y la tierra, el hombre, Dios y el mundo se encuentran en una armónica continuidad que el silencio es capaz de entrelazar y unir con un hilo invisible, sutil, pero para siempre indestructible.

REFERENCIAS

Bindeman, S. L. (2017). Silence in Philosophy, Literature and Art. Boston: Brill Rodopi. [ Links ]

Egger, J.-L. (2014). Dire il silenzio. Lafilosofia di Max Picard. Trento, Italia: Il Margine. [ Links ]

Grob, K. (2014). Moral Philosophy and the Art of Silence. (Tesis doctoral Loyola University Chicago, EE. UU.). Recuperado de: http://ecom-mons.luc.edu/luc_dissLinks ]

López Quintás, A. (1998). Estética de la creatividad. Madrid: Rialp. [ Links ]

Marcel, G. y Picard, M (2006). Correspondance 1947-1965. París: L'Harmattan. [ Links ]

Picard, M. (1963). Man and Language. Chicago: Gateway. [ Links ]

Picard, M. (1964). The World of Silence. Chicago: Gateway . [ Links ]

Pouliquen, J.-L. (2013). Le souvenir de Picard. Recuperado de: http://loiseaudefeudugarlaban.blogspot.mx/2013/03/le-souvenir-de-max-picard.htmlLinks ]

Wood, R. E. (1994). Silence, Being and Between: Picard, Heidegger, and Buber. Man and World, vol. 27 (pp. 121-134). [ Links ]

Zucal, S. (2011). L'uomo e la parola: Picard e la dialogica autentica. En S. Zucal y D. Vinci (Eds.), Come all'inizio del mondo. Ilpensiero di Max Picard (pp. 45-68). Teologica di Sardegna: Pontificia Facoltà Il Pozzo di Giacobbe. [ Links ]

1Desde su obra más famosa El mundo del silencio, pasando por obras como Hitler en nosotros, El rostro humano o La huida ante Dios, etcétera.

2Cabe decir que a pesar de la aparente similitud en las perspectivas sobre el silencio de Heidegger y Picard, hay a la vez una diferencia que se puede identificar. Desde mi punto de vista, Heidegger limita el silencio al tema del lenguaje del decir y no-decir del Dasein; es decir, de su capacidad de guardar silencio que lo acerca de su conciencia, siendo esta la voz que escucha al guardar silencio. Para Picard, en cambio, el silencio rebasa el ámbito de lo humano, siendo, como veremos, aquella realidad originaria y objetiva que fundamenta la existencia.

3Así como lo expresa en Hitler en nosotros o La huida ante Dios.

Recibido: 06 de Marzo de 2020; Aprobado: 26 de Febrero de 2021

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