Presentación
La desaparición de personas es un fenómeno que se ha incrementado en México durante el siglo XXI. En este país se registraron 1,584 expedientes de personas desaparecidas desde la década de los 60 hasta el 2005; mientras que del 2006 a 2019 la cifra de denuncias fue de 60,053 (Secretaría de Gobernación, 2020). El fenómeno constituye una violación compleja y múltiple hacia la personas que se encuentra desaparecida y sus derechos humanos, pero además hacia su familia, que sufre al no saber el paradero y estado de su ser amado (Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2017).
Las personas pueden desaparecer de forma voluntaria o involuntaria. En la primera no hay delito que perseguir por referirse a una ausencia, pero en la involuntaria no existe consentimiento de la víctima para no estar donde desea, lo que se puede equiparar a una privación ilegal de la libertad. Se trata, entonces, de un crimen cometido por quien sustrae a la víctima. El término de desaparición involuntaria suele ser usado como sinónimo de desaparición forzada (Cervantes, 2015).
La desaparición forzada empezó a ser identificada como un crimen durante la década de 1970. La Asamblea General de las Naciones Unidas (1978), formuló la Resolución 33/173, la cual constituyó la primera condena política en el mundo para esa práctica, aunque no era un instrumento judicial (Pelayo, 2012). En la Resolución se hizo un llamado a los Estados a aplicar la ley y atender la problemática de personas no localizadas y las violaciones a sus derechos humanos, y se solicitó, en 1978, a la Comisión de Derechos Humanos, de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que se indagara sobre el tema (Pelayo, 2012; Robledo, 2016). La Asamblea General de las Naciones Unidas no estableció una definición conceptual de la desaparición ni de la desaparición forzada, pero estableció elementos importantes como el que son un ultraje a la humanidad y genera sufrimiento hacia la víctima directa y las indirectas, que son sus familiares (Pelayo, 2012).
El Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos (2017) expidió la Ley General en materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas. En esta ley se establecen diferencias conceptuales, en las que se considera que:
Comete el delito de desaparición forzada de personas, el servidor público o el particular que, con la autorización, el apoyo o la aquiescencia de un servidor público, prive de la libertad en cualquier forma a una persona, seguida de la abstención o negativa a reconocer dicha privación de la libertad o a proporcionar la información sobre la misma o su suerte, destino o paradero (Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, 2017, p. 8).
En tanto,
...incurre en el delito de desaparición cometida por particulares quien prive de la libertad a una persona con la finalidad de ocultar a la víctima o su suerte o paradero (Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, 2017, p. 10).
El fenómeno de las desapariciones
Aunque se piensa que las desapariciones han estado presentes desde el inicio de la humanidad, los precedentes históricos sitúan el fenómeno en la década de 1930, cuando la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), institucionalizó un mecanismo de represión para inhibir la verdad y la memoria al esconder la huella de algún crimen y de sus responsables (Robledo, 2016). Adolfo Hitler dictó en 1940 la orden militar conocida como “balance del terror”, que implicaba que por cada militar alemán muerto, habría como consecuencia el asesinato o desaparición de un civil, sin que se diera información de la detención o el estado en que se hallaba. Esta orden para reprimir las acciones de resistencia es uno de los precedentes más conocidos de la desaparición forzada (Álvarez & Rodríguez, 2015). En España, entre los años 1936 a 1975, desaparecieron entre 114 mil y 130 mil personas como medida de represión contra grupos ideológicos contrarios al golpe militar que buscó vencer al gobierno de la II república, y a partir de 1939 la dictadura de Francisco Franco (Amnistía Internacional, 2012; Escudero & Pérez, 2013).
Tras las guerras por la independencia, América Latina experimentó un nuevo ciclo de violencia a partir de la segunda mitad del siglo XX, debido a las dictaduras militares, regímenes autoritarios y, por supuesto, a las guerras civiles. Estos movimientos dejaron como saldo muertes y desapariciones en países como Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia y México. Las dictaduras en Argentina, Chile y Guatemala, la guerra de cárteles en Colombia, y el enfrentamiento a la dictadura en México fueron movimientos significativos para pensar las desapariciones como una forma de control (Allier-Montaño & Crenzel, 2015). La comunidad internacional refirió que la desaparición es un crimen que violenta los derechos humanos (Robledo, 2016).
Posterior a la masacre del 2 de octubre del año 1968, en Tlatelolco, territorio mexicano, la desaparición forzada comenzó a pensarse como una forma de represión política. Se trataba de una medida para ejercer represión y así diluir los movimientos sociales que resistían al poder (Robledo, 2016). Otro hito de las desapariciones en México ocurrió durante la jornada del 26 y 27 de septiembre de 2014, cuando por parte de autoridades se asesinó a seis personas y fueron desaparecidos 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, en Iguala, Guerrero (Vargas, 2015).
A partir del 2006 el Gobierno de México puso en marcha el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas ([RNPDNO], Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2017), un instrumento electrónico que concentra las denuncias que se han presentado ante la autoridad ministerial en el país, tanto en las agencias del fuero común, y del fuero federal. La Secretaría de Gobernación (2020) reportó que en México hay un registro de 61,637 personas que se encuentran desaparecidas; de las cuales, 60,053 ocurrieron en este siglo XXI.
Las entidades federativas con mayor incidencia de personas desaparecidas son: Tamaulipas, con 10,032 casos; Jalisco, con 9,286; Estado de México, 6,887; Chihuahua, con 3,907; Nuevo León, con 3,799; Sinaloa, 3,137; seis entidades federativas que con- centran el 60 por ciento (37,048) de la incidencia de esta grave violación de derechos humanos en el país (Secretaría de Gobernación de México, 2020). En las características sociodemográficas, se identificaron 45,618 (74 %) hombres y 15,835 (25.69 %) mujeres. Además, 11,072 (17.96 %) de las personas desaparecidas son niñas, niños y adolescentes (Secretaría de Gobernación de México, 2020).
Familiares: víctimas indirectas
En las desapariciones, además de la persona que experimenta la violencia de primera mano, la familia se vuelve víctima indirecta, ya que enfrenta la ausencia y desconocimiento del paradero de la persona sustraída (Castro & David, 2018). Mantilla (2015) llamó a los familiares de la víctima directa, víctimas secundarias. Estas familias viven sufrimiento e incertidumbre basados en la necesidad de respuestas (Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, 2017). Para categorizar a alguien como víctima se debe entender que no es en términos unívocos, sino variables, dada la condición que se forma con base en un proceso social, cultural, histórico, económico y político. “La expresión máxima de la categoría víctima es la figura del detenido-desaparecido, que se extiende a sus familiares”, (Guglielmucci, 2017, p. 86).
La presente investigación se justifica en la necesidad de conocer la experiencia psicológica que viven las víctimas indirectas o secundarias frente a la desaparición, que puede resultar tan trágica para la persona cuyo paradero se desconoce, como para sus familiares y amigos cercanos, quienes pueden vivir por años en la incertidumbre de no saber dónde y en qué condiciones se encuentra la persona y atormentados por la esperanza de que será una situación reversible (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014). Este delito afecta profundamente a las víctimas secundarias en casi todos los aspectos de su vida y el desconocer el paradero de un ser amado se convierte en una fuente inagotable de sufrimiento, dejando secuelas emocionales y psicológicas (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Human Rights Watch, 2013).
De acuerdo con el Comité Internacional de la Cruz Roja (2014), las víctimas secundarias experimentan efectos que tienen semejanza con un hecho traumático. Sin embargo, se desencadenan reacciones psicológicas distintas. “Un hecho traumático se caracteriza por la violencia y por su duración limitada, mientras que la situación que viven los familiares de los desaparecidos no tiene una duración fija y el dolor y la angustia que sufren son constantes” (p. 44). Cuando una persona desaparece, la familia llora una pérdida ambigua en la que subyace la esperanza potencial de un regreso. La pérdida que se experimenta cuando una persona desaparece ha sido poco investigada, si acaso se menciona de forma transitoria en la literatura sobre el duelo y las complicaciones específicas de este tipo de pérdida no se descubrieron al revisar la literatura sobre el duelo (Wayland et al., 2015).
El objetivo de este estudio es conocer la experiencia psicológica, a nivel personal, familiar, comunitario y social que viven las víctimas secundarias o indirectas de desaparición.
Método de análisis
Materiales
Se analizaron artículos de investigación teórica y empírica publicados en revistas científicas arbitradas, libros, tesis e informes institucionales que abordaban las consecuencias psicológicas en víctimas secundarias de desaparición. Se incluyeron textos en idiomas inglés y español, publicados entre 2011 y 2020.
Para realizar esta investigación, se tomó como base la Declaración PRISMA (Preferred Reporting Items for Systematic reviews and Meta-Analyses), que brinda información sobre aspectos clave para realizar revisiones sistemáticas, como metodología, formulación de pregunta de investigación, reconocer estudios, calidad de estudios, extraer los datos, analizar y verificar consistencia de los mismos (Urrútia & Bonfill, 2010).
Tipo de estudio: revisión sistemática de publicaciones especializadas
Desarrollo
La revisión bibliográfica se llevó a cabo con el desarrollo una hoja de cálculo para capturar y luego analizar los estudios significativos, con base en el objetivo de la investigación. La información se obtuvo de bases de datos en línea, artículos de revistas y textos específicos, localizados en Annual Reviews, Big One, Cambridge University Press, eBooks, Ebsco Information Services, Google Académico, ProQuest, Scopus, SpringerLink y Web of Science. Los términos de búsqueda fueron: desaparición, desaparición forzada, pérdida ambigua, tratamiento psicológico a familiares de desaparecidos, víctimas secundarias de desaparición y narcotráfico.
Como criterios de inclusión se consideraron que fueran artículos, libros e informes, teóricos y empíricos, escritos en inglés y en español, publicados en revistas científicas arbitradas, que la publicación se hubiera realizado dentro de los pasados 10 años de antigüedad (2011-2020), que el objetivo principal fuera estudiar el fenómeno de las desapariciones desde perspectivas psicológica, histórica, familiar, comunitaria y social. En tanto, como criterios de exclusión se consideró que las investigaciones fueran de una ciencia distinta a la psicología, que no tuvieran metodológica explicada.
Análisis de la información
La búsqueda a profundidad dio como resultado 86,827 documentos tanto en idioma inglés, como español, de los cuales 18,044 estaban duplicados. Lo anterior permitió un proceso de cribado con los criterios de inclusión para conservar 1,986 de estos, 75 se analizaron a texto completo para su elegibilidad y se eliminaron 59 por no encontrarse la metodología usada. Para el presente trabajo de investigación se conservaron un total de 12 documentos, entre artículos, libros e informes institucionales. Véase Figura 1. diagrama de flujo.
Las víctimas secundarias de desaparición experimentan afectaciones en diversas áreas de su vida, se trata de una pérdida multidimensional (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Human Rights Watch, 2013; Lenferink, De Keijser, Wessel & Boelen, 2018; Wayland, Maple, McKay & Glassock, 2015), por ello, para el análisis de la información se realizó desde el Modelo Ecológico de Bronfenbrenner (1971), que ofrece una perspectiva teórica para investigar el desarrollo humano ante una problemática. El modelo ecológico propone cuatro estructuras seriadas: microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema, que se interconectan para impactar el desarrollo psicológico.
El microsistema es el nivel interno, es el nivel personal; el mesosistema refiere el conjunto de relaciones entre los entornos donde la persona participa de forma activa; el exosistema comprende a dos o más entornos, pero a diferencia del sistema previo, aquí la persona no se incluye como participante activo; y el macrosistema describe la coherencia dentro de una cultura y subcultura determinada (Bronfenbrenner, 1971).
Resultados
En el presente estudio se seleccionaron 12 documentos, entre artículos, libros e informes institucionales, publicados en América y Europa, en los que se encontró información referente a las consecuencias psicológicas que presentaron familiares/víctimas secundarias de desaparición (Tabla 1).
Autores y año | Título | Objetivo | País de publicación | Método | Hallazgos relevantes en el sentido de esta investigación |
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Human Rights Watch (2013) | Los Desaparecidos de México. El persistente costo de una crisis ignorada | Proteger los derechos humanos de víctimas directas e indirectas. | Estados Unidos de América | Cualitativo: entrevistas | Esperanza, trauma, culpa, temor, angustia, insomnio/disturbios del sueño, congoja, sufrimiento, agotamiento, problemas económicos, transformación de roles dentro de la familia, desencuentros familiares, sufrimiento familiar, recriminación, incompetencia y hostigamiento por parte de autoridades, estigma social, aislamiento. |
Comité Internacional de la Cruz Roja (2014) | Acompañar a familiares de las personas desaparecidas. Guía práctica | Asesorar a personas que ayudan a frente a la desaparición de un familiar. | Suiza | Cualitativo: entrevistas con familiares de personas desaparecidas, y miembros de asociaciones que ayudan y acompañan a las familias. | Esperanza, trauma, dolor, culpa, ansiedad, tristeza, estado de alerta, temor, angustia, evitación, evocación, desesperación, irritabilidad, rabia, reproche, autoreproches, pérdida de interés en otras actividades, obsesión, confusión mental, parálisis, problemas de relaciones familiares, problemas económicos, transformación de roles familiares, búsqueda de persona desaparecida, problemas de relación entre familia y comunidad, desacuerdos sobre la suerte corrida por la persona desaparecida, lucha contra el olvido, aislamiento, ausencia de rituales, apego a creencias religiosas, evasión, retraimiento, prejuicios hacia los hijos de desaparecidos, sufrimiento silencioso, creencia ciega en sueños y presagios, supersticiones. |
Wayland, Maple, McKay & Glassock (2015) | Holding on to Hope: A Review of the Literature Exploring Missing Persons | Extrapolar y criticar la literatura revisada por pares y no publicada. | Reino Unido | Revisión de literatura | Esperanza, dolor, ambigüedad. |
Kajtazi-Testa, & Hewer (2018) | Ambiguous loss and incomplete abduction narratives in Kosovo | Delinear algunos de los problemas sociales, políticos y psicológicos que resultan de la ambigüedad y la incertidumbre de las pérdidas. | Reino Unido | Cualitativo: 10 madres de personas desaparecidas en Kosovo | Esperanza, ambigüedad, estrés, incertidumbre, tensión emocional, enojo, angustia, frustración, perciben a autoridades incompetentes, desconfianza hacia autoridades. |
Mejía y Aguirre (2014) | Desaparición forzada y duelo; un acercamiento a la luz de la teoría psicoanalítica | Explorar la relación entre la desaparición forzada de personas y el duelo. | Colombia | Cualitativa: entrevista a tres mujeres | Esperanza, dolor, ansiedad, angustia, incertidumbre, impotencia, deseos de morir. |
Obando, Rodríguez y Palacios (2012) | Subjetividades de género en mujeres con experiencias de familiares víctimas de desaparición forzada | Reflexionar sobre elementos de género en víctimas secundarias de desaparición forzada. | Colombia | Cualitativa, de carácter exploratorio: entrevistas semiestructuradas a cuatro mujeres | Esperanza, dolor, ambigüedad, culpa, hipervigilancia, estrés, negación del hecho trágico, incertidumbre, problemas económicos, cambio de roles familiares, rezar. |
Lenferink, Eisma, Keijser & Boelen (2017). | Grief rumination mediates the association between self-compassion and psychopathology in relatives of missing persons | Examinar si mayor autocompasión se relaciona con niveles disminuidos de síntomas de depresión, estrés postraumático, duelo prolongado, y rumia. | Países Bajos | Cuantitativo: 134 familiares holandeses y belgas de personas desaparecidas | Trauma, dolor, ansiedad, estrés, autocompasión, injusticia. |
Parr, Stevenson & Woolnough (2016) | Searching for missing people: Families living with ambiguous absence | Explorar cómo se actúa sobre la ausencia humana y no solo el espacio "en el medio" del dolor y pérdida. | Reino Unido | Cualitativa: entrevistas a 25 familiares | Trauma, búsqueda de la persona desaparecida. |
Robins (2016) | Discursive Approaches to Ambiguous Loss: Theorizing Community-Based Therapy After Enforced Disappearance | Proporcionar aportes teóricos, desde el modelo de Pérdida ambigua, para la articulación de aspectos relacionales y sociales, así generar aplicaciones prácticas novedosas. | Estados Unidos de América | Revisión | Trauma |
Castro y David (2018) | Impacto psicosocial del conflicto armado en familias víctimas de la desaparición forzada | Reconocer el impacto psicosocial a nivel individual, familiar y social en familias víctimas de desaparición forzada. | Colombia | Cualitativo, enfoque hermenéutico. Mediante grupos focales e historias de vida | Inestabilidad emocional, transformación de los roles dentro de la familia, sentimientos de inferioridad, impotencia, familia se convierte en red de apoyo, agresión, negación, falta de autonomía, estigma social. |
Almanza-Avendaño, Hernández-Brussolo & Gómez-San Luis (2020) | Pérdida ambigua: madres de personas desaparecidas en Tamaulipas, México | Entender la experiencia de pérdida ambigua en madres con hijos e hijas en desaparición forzada. | México | Cualitativo: entrevistas semiestructuradas a cinco participantes | Trauma, tristeza, incertidumbre, cambian roles dentro de la familia, tensiones entre los miembros, sobrecarga de responsabilidades, ineficiencia institucional y el aislamiento social. |
Almanza, Gómez & Hernández-Brussolo (2019) | Sufrimiento social de madres con hijos desaparecidos en Tamaulipas: implicaciones para el ámbito clínico | Conocer la experiencia de madres cuyos hijos han desaparecido, y las implicaciones que se plantean para el ámbito de la psicología clínica. | México | Cualitativo: entrevistas | Ruptura en la vida de los familiares, culpa, tristeza, añoranza, amargura, lamento y coraje, impotencia, deseos de morir, soledad, aislamiento, perciben autoridades ineficientes, evasión/evitación. |
Fuente: elaboración propia
Los familiares de las personas desaparecidas son quienes viven la ausencia y consecuencias. Se trata de una experiencia que no es equiparable a ninguna otra, ya que se encuentran en un limbo debido a la incertidumbre de no tener información del desaparecido, si la separación será temporal o permanente y mantienen la esperanza del regreso (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Human Rights Watch, 2013; Lenferink et al., 2018; Wayland et al., 2015).
La desaparición provoca en las víctimas secundarias reacciones en el plano individual, familiar, comunitario y social (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Human Rights Watch, 2013), que en el marco del Modelo Ecológico de Bronfenbrenner (1971), se pueden abordar como consecuencias en el microsistema, mesosistema, exosistema y macrosistema (Figura 2).
Discusión
Las repercusiones psicológicas que experimentan las víctimas secundarias de desaparición, se reflejan en su funcionamiento individual, familiar, comunitario y social (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Human Rights Watch, 2013). En la búsqueda de dar apoyo para la salud mental, los efectos se han explicado desde la clínica hegemónica, como síntomas de patologías mentales individuales, lo cual resulta problemático debido a que es un sufrimiento de origen social y producido políticamente (Almanza-Avendaño, Hernández-Brussolo & Gómez-San Luis, 2020).
Resulta conveniente discutir si las patologías clínicas que se diagnostican son adecuadas para apoyar el proceso de recuperación de los familiares de personas desaparecidas. La salud mental individual suele ser valorada mediante conceptos clínicos, que resultan útiles para el entendimiento del lenguaje de clínicos profesionales. Sin embargo, presenta complicaciones y limitaciones cuando el problema es psicosocial (Beristain & Dona, 1999).
Las desapariciones involuntarias no pueden entenderse sin el contexto ni los procesos implicados, además de su experiencia de interacción social, como de las circunstancias y elementos socioculturales de las personas violentadas, ya sea de género, clase u otras pertenencias o elementos de identidad (Almanza, Gómez & Hernández-Brussolo, 2019).
Para atender los procesos de salud mental, las repercusiones que experimentan las víctimas secundarias de desaparición se han diagnosticado como trastornos psiquiátricos, tales como duelo (Córdova, 2015; Lenferink et al., 2017; Morbiato, 2017; Piasek, Noailles & Gutiérrez, 2016; Rodríguez, 2016), depresión (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Human Rights Watch, 2013, Lenferink et al., 2018; Lenferink et al., 2017; Obando et al., 2012) y estrés postraumático (Human Rights Watch, 2013; Lenferink et al., 2018). Sin embargo, las categorías preestablecidas ante situaciones emergentes, poco documentadas o atendidas, no parten de comprender la experiencia de las víctimas y el contexto sociopolítico en el que surgen (Almanza, Gómez & Hernández-Brussolo, 2019).
Los diagnósticos del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, quinta edición ([DSM-5], APA, 2013), no se han elaborado de forma específica para atender la sintomatología de las víctimas secundarias de desaparición; además, tienden a patologizar el dolor (Boss, 2016).
En la Clasificación Internacional de Enfermedades, onceava revisión ([CIE-11], Organización Mundial de la Salud [OMS], 2019), se aborda el trastorno por duelo prolongado, que acontece después de la muerte de una persona cercana al doliente, que experimenta dolor persistente y nostalgia por la persona fallecida. Esta respuesta de dolor debe haber durado más de seis meses para poder hacerse el diagnostico.
La muerte de una persona significativa es el primer criterio para poder diagnosticar el duelo (APA, 2013; OMS, 2019), pero en el caso de gente desaparecida no existe información completa, objetiva y veraz sobre lo ocurrido (Vargas, 2015). No hay una validación oficial, o no oficial, que establezca la defunción de la persona no localizada. Hacer duelo sin un cuerpo enfrenta a la familia a un problema emocional, ya que aunque se acepte la posibilidad de que un ser amado esté muerto, no se pueden realizar rituales ante la falta de un cuerpo (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014).
El impacto psicológico de la desaparición tampoco coincide del todo con el diagnóstico de trastorno de estrés postraumático, que está vinculado a un evento específico de trauma. La ansiedad expresada por las familias se relaciona con la persona desaparecida, no con el evento de su desaparición (Robins, 2010). Es un error definir como estrés postraumático el sufrimiento de las víctimas secundarias, debido a que no refleja la singularidad de las experiencias de desaparición, ocasionada por la ambigüedad en cuanto al conocimiento de la pérdida, así como por la incertidumbre (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014).
El duelo y duelo complejo persistente no se puede realizar debido a la falta de información sobre el estado del familiar (puede o no estar con vida), así como la carencia de rituales o símbolos asociados (Boss, 2016; Heeke & Knaevelsrud, 2015; Hollander, 2016; Robins, 2016). En el diagnóstico diferencial, el duelo se separa de la depresión porque la última relaciona la tristeza con una autopercepción de inutilidad, es una patología en la que el malestar se deriva de quien la padece (American Psychiatric Association [APA], 2013), y en el estrés postraumático el trauma ocurre por un evento pasado, con recuerdos intrusivos sobre el mismo, que en el caso de las víctimas secundarias de desaparición, desconocen cómo ocurrió y el trauma sigue existiendo en el presente (Boss, 2016; Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Robins, 2010).
Tanto en el trastorno por duelo, como depresión, estrés postraumático y estrés postraumático complejo, existen criterios que complican hacer estos diagnósticos a las víctimas secundarias de desaparición. Empero, no existe un consenso entre los profesionales de la salud mental sobre cuál es el diagnóstico idóneo al respecto, si es que éste existe, que permita a los familiares llevar un tratamiento adecuado para mitigar su malestar psico- lógico por la desaparición. La documentación es incipiente.
El espacio liminal “entre la vida y la muerte” en el que se encuentran las personas desaparecidas, hace que su ausencia se convierta en una pérdida no finita, en la que la existe la posibilidad de una resolución abierta. Por ello está limitada la literatura que aborda cómo las personas “que se quedan atrás” manejan las pérdidas no resueltas (Wayland et al., 2015).
Conclusiones
La desaparición es un delito que limita la vida de la víctima directa. Además, tiene graves repercusiones en la salud mental de las víctimas secundarias o indirectas. “Ser familiar de una persona desaparecida es una experiencia que no se puede equiparar a ninguna otra” (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014, p. 34).
Los esfuerzos para abordar los efectos psicológicos en familiares de personas desaparecidas han fallado en gran medida debido al acercamiento desde enfoques clínicos hegemónicos que tienden a conceptualizar la experiencia y centrarla en lo individual, cuando se trata de una problemática en la que interactúan factores sociales y políticos, que perpetúan el sufrimiento. Se trata de un malestar producido políticamente, que escapa a los manuales clínicos.
Existe una diferencia importante en la atención a víctimas indirectas de la desaparición forzada y la atención a víctimas directas e indirectas de otros delitos o actos violentos: el Estado ha participado pasiva o activamente en la desaparición forzada. Esta situación limita la respuesta del Estado ante las víctimas directas e indirectas de la desaparición, por lo tanto, afecta el proceso de recuperación de los familiares (Almanza, Gómez & Hernández-Brussolo, 2019, p. 48).
Como reportan estudios previos (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014; Córdova, 2015; Human Rights Watch, 2013; Lenferink et al., 2017; Lenferink et al., 2018; Morbiato, 2017; Obando et al., 2012; Piasek et al., 2016; Rodríguez, 2016) familiares de personas desaparecidas experimentan síntomas asociados con trastornos como duelo, depresión y estrés postraumático.
El acercamiento de enfoques clínicos presenta tendencia a patologizar la experiencia personal, sin considerar el significado social del hecho, la naturaleza colectiva y política, por lo que corren el riesgo de estigmatizar y aislar a la gente que es agrupada en un trastorno (Beristain & Dona, 1999).
Las experiencias de violencia no pueden reducirse a un conjunto de síntomas, como habitualmente tienden a restringir algunos enfoques clínicos. La desaparición de las organizaciones y rutinas comunitarias, las pérdidas simbólicas, etc., son generalmente tanto o más importantes que las pérdidas físicas y los síntomas psicológicos (Beristain & Dona, 1999, p. 51).
El área en la que Beristain & Dona (1999) coinciden con los clínicos es que las perturbaciones violentas ocasionan un trauma que tiene tres aspectos básicos: sentimiento de desamparo, ruptura con la existencia propia, y estrés negativo extremo. Igualmente, subrayan que esa conceptualización de trauma está sujeto a variables culturales.
Martín-Baró (1988) describió que cuando hay un daño infligido a un ser humano, es un trauma psíquico, en tanto, existe un trauma social cuando hay procesos históricos que afectan poblaciones enteras. Esas dos variantes dan lugar al trauma psicosocial, que se alimenta por la relación entre la persona y la sociedad y la afectación del mismo depende de las experiencias personales. Recuperar a la víctima primaria no está directamente en las manos de la familia, sino que existen condiciones externas que perpetúan el dolor y lo vuelven un trauma psicosocial.
Las personas víctimas secundarias de desaparición viven en un limbo jurídico y político, al que se someten de forma involuntaria al estar sin respuesta a su situación durante mucho tiempo e incluso con la posibilidad de nunca volver a tener información (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2014, p. 34).
Entre las limitaciones de este estudio se encuentra la escasa literatura que aborde el fenómeno de las desapariciones desde la perspectiva psicológica y, en específico, cómo manejar las pérdidas no resueltas (Wayland et al., 2015). Se requiere realizar investigaciones con diseño experimental y cuasi experimental para tener un mayor número de estudios que provean con modelos de intervención que resulten efectivos, eficaces y eficientes.