Introducción
Las pandillas o el pandillismo son un fenómeno presente en la mayoría de las grandes ciudades de América: gangs en Estados Unidos, jorgas en Ecuador, maras en El Salvador, chavos en México y pandillas en Colombia. Más allá del punto de la geografía que se observe, los apelativos se aplican para dar cuenta de las expresiones estigmatizadas de asociatividad juvenil en los barrios pobres y marginales. En el discurso común, se trata de grupos de jóvenes consumidores de droga, que habitan en los sectores populares, responsables de la sensación de riesgo e inseguridad en calles y barrios de las ciudades (Bosh, Vanegas, González y López, 2017)
Muchas pandillas surgieron en la búsqueda de identidad, por la imposición de comportamientos y estilos de vida juveniles globalizados, relacionados con formas de vestir, de llevar el cabello, de usar el lenguaje, de sus particulares gestos y señas. Otras se convirtieron en una estrategia de defensa frente a otros jóvenes y frente al mundo adulto. Es decir, las pandillas, además de favorecer la construcción de identidad, se pueden considerar como un mecanismo de defensa grupal (Ávila, 2016).
Al partir de la clave de lo generacional, las pandillas emergen como una forma de asociación diferenciadora que reta los dispositivos de autoridad, conocimiento, ética y estética, en los cuales discurre la sociedad. Decir pandillas, a la manera como Pierre Bourdieu (1990) comprende las juventudes, es nombrar las diferencias que operan como formas de transmisión, reforma y/o transformación de los ámbitos de vida, en una relación amalgamada de cooperación y conflicto entre distintas generaciones, que se expresa en la vida social urbana de distintas formas.
Un dispositivo útil para instituir el orden es señalar aquellos que lo amenazan. Por esa vía, las pandillas juveniles han sido consideradas la cabeza de turco responsable, no solo de los delitos que en realidad protagonizan, sino de la inseguridad ciudadana y de los problemas de convivencia que se presentan en las ciudades: "una fórmula simple y feliz para un problema complejo". Es necesario, sin embargo, ampliar el espectro de sujetos e interrelaciones que producen la inestabilidad y las falencias en la integración social, para ser más asertivos tanto en los diagnósticos como en las intervenciones. La relación generaciones - jóvenes - juventud - sociedad, es el ámbito en el que es posible generar una comprensión amplia de los fenómenos asociados a la noción de pandillas juveniles. Este ámbito de aproximación posibilita superar la tendencia a señalar de manera unilateral a los jóvenes en relación con el delito, la contravención y el crimen.
Un breve rastreo de la producción académica sobre jóvenes y pandillas juveniles permite señalar cuatro líneas de análisis. La primera línea se encuentra en buena parte de los estudios sobre gangs, término que podría aglutinar la idea de la academia estadounidense sobre el tema. Desde la década de 1920, varios estudios señalan la relación de pandillas con componentes raciales (Thrasher, 1927). Posterior a la década de 1950, las investigaciones de corte criminológico se ocuparon por entender sus lógicas, plantearon que los contextos en los que se desenvuelven son claves para la comprensión de las actividades delictivas. Hacia la década de 1980, se le sumó a esta idea el argumento de que la criminalidad era inherente a su comportamiento (Klein, 1995). Como respuesta a esta interpretación, los de Bursik y Grasmick (1993) cambiaron los acentos y plantearon que las condiciones criminales no son la característica específica de las gangs. Consideraron los contextos constitutivos como factor determinante para su intervención, y resaltaron que la condición criminal no es el elemento sustantivo de sus configuraciones, sino la voluntad de sobrevivencia en entornos de criminalidad (Liebel, 2005).
La segunda línea plantea que las pandillas deben ser estudiadas desde la comprensión de contextos internos (las prácticas culturales de su actuación) y externos (las lógicas transnacionales que las permean) a su configuración. Para Cerbino (2011), las pandillas en las sociedades contemporáneas son un síntoma de la derrota del pacto social de la modernidad, toda vez que expresan nuevos modos de relacionamiento que chocan con los patrones de intervención institucional. Además, estas sociedades definen a los jóvenes como una población con carencias y, de ninguna manera, como actores clave de transformación social.
En esta línea, se rescata la idea de vincular la historia constitutiva (violencia, conflicto, autoritarismo) como agente configurador de una cultura de la delincuencia, que debe ser reprimida por el Estado. Isla (2011), plantea para Argentina que los jóvenes en contextos de vulneración social vinculados a las pandillas, se expresan como un código de enemistad con el orden público; por lo tanto, ellas y sus prácticas delictivas, han sido vistas por el Estado como enemigos del orden. Circunstancia con la que se justifica la intervención institucional. Este mismo elemento se encuentra en Sanz (2011) en su estudio sobre las pandillas en El Salvador, cuando señala que el Estado ha dejado de atender a los jóvenes desde sus necesidades y los considera como agentes de inestabilidad que merecen ser intervenidos desde la represión. La misma lógica se encuentra en el trabajo de Villegas (2005) sobre pandillas en Lima, Perú. Las acciones violentas de estos grupos (responsables de un tercio del total de las acciones violentas) llevaron al Estado peruano a aprobar la Ley contra el Pandillaje Pernicioso e intervenir estas acciones. En Guatemala, el texto de Cerón (2013) plantea que la historia de los regímenes autoritarios y violencia ha hecho de la violencia juvenil un problema de atención institucional.
La tercera línea de análisis intenta debatir la construcción negativa alrededor de las pandillas, sin desconocer que sus acciones delincuenciales son un problema de seguridad. En ese sentido, Stephenson (2011) plantea que las pandillas juveniles rusas tienen su explicación en las lógicas transnacionales y en las condiciones locales. Estos grupos tienen mecanismos de solidaridad y producción mutua, que van más allá de las prácticas criminales. Un énfasis similar se observa en un estudio para España de Scandroglio, López, García y Delgado (2011), en el que sostienen que la configuración de las pandillas depende de los fenómenos sociales que las afectan. Además, señalan que las pandillas se constituyen en espacios donde prevalece la solidaridad, en especial, para defenderse de las actuaciones estatales que las reprimen. Los objetivos de las pandillas, dicen estos autores, no son delinquir sino divertirse, y la violencia se usa para prevalecer sobre pandillas rivales.
La cuarta línea, con alguna relación con la anterior, está representada por estudios que consideran que los contextos histórico, social, económico, político y cultural, son claves para la comprensión del fenómeno. En esta línea se encuentran los estudios realizados en Colombia. El vínculo entre violencia, criminalidad, narcotráfico, debilidad institucional para la atención de problemas sociales, las carencias y el peso demográfico de los jóvenes, son los factores que prevalecen en estas investigaciones.
Por supuesto, hay matices. Por ejemplo, para Perea (2004) las pandillas son grupos que administran de manera visible la violencia, lo que hace que sean considerados los responsables de la sensación de inseguridad ciudadana; se deja de lado conflictos urbanos relacionados con los actores armados (guerrillas, bandas criminales), las limpiezas sociales, otras formas de delincuencia, por mencionar algunos. Echeverry, Hernández y Gómez (2016) entienden las pandillas como un fenómeno desencadenado gracias a la intimidación y el miedo. Para Ramírez (2008), más que los contextos sociales, las pandillas, en especial en Cali, se configuran como comunidades emocionales en las que se integran vivencias y cotidianidades. Existe una potencia subterránea que les otorga identidad para apropiarse de un espacio físico, define una sociabilidad dispersa que les permite estructurar una cierta concepción del mundo.
Bosh, Vanegas, González y López (2017), en su investigación para el Ministerio de Justicia y del Derecho sobre pandillas juveniles en siete ciudades colombianas, concluyen que cada ciudad posee sus particularidades. En algunas ciudades las pandillas tienen expresiones muy localizadas y disputan pequeños territorios de los barrios marginales, exhiben una fenomenología convencional; en unas más, las pandillas han sido fagocitadas por las organizaciones criminales del mundo adulto; en otras, tienen nexos con grupos organizados y algunos de sus miembros se alquilan para acciones específicas de sicariato. Sin embargo, todas disputan contra las fuerzas del Estado, se arrogan el control sobre un territorio, se enfrentan a otras pandillas, son objeto de limpiezas sociales y son consideradas una de las principales amenazas a la seguridad y la convivencia. Esta investigación evidenció que los jóvenes no solo son victimarios, sino también víctimas de las espirales de violencia presentes en el país.
En conclusión, las pandillas pueden ser consideradas como espacios de subsistencia (por la carencia, la débil atención de sus necesidades o por afinidad cultural) que van más allá de las lógicas de la criminalidad, las cuales utilizan y necesitan, no para configurarse desde ahí, sino para resistir en sus entornos.
Luego de estas breves referencias, conviene señalar que este es un documento de carácter exploratorio, que llama la atención sobre el vacío de la investigación social sobre pandillas juveniles en las ciudades intermedias. Valga recordar que siempre se ha considerado a las pandillas como un producto de la densificación, marginalidad y pobreza presentes en las grandes ciudades. La ausencia de investigaciones construye al joven pobre como peligroso, amenazante e intimidante; en consecuencia, el tipo de intervención estatal es la mayoría de las veces represivo. Al mismo tiempo, la institucionalidad pública de estas ciudades intermedias carece de insumos y herramientas para intervenir con creatividad los desafíos que proponen las pandillas juveniles, desafíos que sin duda van más allá de la seguridad.
¿De qué hablamos cuando hablamos de pandillas?
Aquí se utiliza la noción de pandilla que propone el trabajo publicado por el Bosh,Vanegas, González y López (2017), según la cual:
Las pandillas juveniles son agrupaciones de jóvenes, típicas de ámbitos urbanos caracterizados por la fragilidad de los mecanismos de integración socialmente acordados (como el trabajo, la familia o la educación), donde los jóvenes encuentran su espacio de identificación y supervivencia, mientras entran en relaciones de cooperación o conflicto con grupos similares e instituciones del mundo adulto. (p. 33)
Es decir, las pandillas juveniles son grupos ligados por lazos emocionales íntimos, directos, espontáneos, capaces de ofrecer las primeras y más completas experiencias de relación social, en las que resaltan la solidaridad, una cierta moral, y la pertenencia al grupo. Están conformadas en su mayoría por jóvenes y tienen un nombre que las distingue. Tienen conflictos con grupos similares, se implican con frecuencia en actividades ilegales y violentas y pueden llegar a controlar mercados y algunas dinámicas sociales. Se identifican con un territorio que constituye su espacio vital de relación e identificación, además defienden sus entornos vecinales a los que consideran como propios. Se trata de jóvenes que han compartido en sus vecindarios experiencias comunes como crecer juntos, pasar el tiempo libre, imaginar y experimentar la vida, incluyendo el consumo de alcohol y drogas. En la mayoría de las ocasiones sus vidas están signadas por la escasez, la falta de oportunidades y la fragilidad en los mecanismos sociales convenidos para potenciar sus capacidades.
En 2013 el Centro de Estudios y Análisis de Convivencia y Seguridad Ciudadana y la Alcaldía Mayor de Bogotá registraron en esa ciudad la presencia de l20 de estos grupos, con un poco más de l.800 jóvenes. En otras ciudades como Medellín, el desafío es más complejo toda vez que los jóvenes están implicados en estructuras criminales más organizadas y, en consecuencia, más desafiantes (Bosh, Vanegas, González y López, 2017). Popayán, con una población cercana a los 300 mil habitantes en 2018 (DANE, 2005), exhibe altos niveles de inseguridad y criminalidad, relacionados con la acción de pandillas juveniles.
La Policía Metropolitana de Popayán en trabajo conjunto con su Grupo de Infancia y Adolescencia y la Unidad de Responsabilidad Penal para Adolescentes, en su informe sobre los problemas de la ciudad, identificó l8 pandillas en las nueve comunas de la ciudad, en su mayoría ubicadas en barrios con estrato socioeconómico 1 y 2 (Policía Metropolitana de Popayán, 2015).
Campañas como el "Plan Desarme" de la Policía Metropolitana en conjunto con la Alcaldía de Popayán, las cuales pretenden la entrega voluntaria de armas blancas y armas de fuego de los jóvenes pertenecientes a pandillas, así como los planes de desarrollo de la ciudad, han creado programas que buscan la inclusión de los jóvenes a la educación y fuentes de empleo para posibilitar su reinserción. Sin embargo, se carece de evaluaciones rigurosas que permitan establecer los reales impactos que estas iniciativas han tenido.
Metodología
Dar cuenta de las pandillas juveniles en Popayán, implica considerar dimensiones micro y macro. Así, este documento indagó en principio por las condiciones socioeconómicas y sociales de la población juvenil (de 14 a 28 años) en las distintas comunas de la ciudad, a partir del análisis de la base de datos del Sisben a 2015. Del mismo modo, se revisaron las estadísticas de la Dirección de Investigación Criminal e Interpol en el Sistema de Información de la Policía Nacional sobre hurtos a personas en Popayán desde el 2016 a agosto de 2018. Se trata de incorporar las bondades del análisis estadístico descriptivo, toda vez que la base de datos del Sisben se comporta como un censo y no como una muestra probabilística.
En lo cualitativo, se entrevistaron seis informantes claves de las cuatro comunas con mayor presencia de pandillas en Popayán. Al tiempo, se compiló y analizó información de los archivos de prensa del diario E Nuevo Liberal, la cadena Radio Súper e informes institucionales brindados por la Alcaldía de Popayán. Como se advierte, se trata de una aproximación que pretende una comprensión amplia a partir de la utilización de distintas herramientas metodológicas.
Resultados
Condiciones socioeconómicas de los jóvenes en Popayán
Qué es la juventud y a quién se denomina joven, han sido discusiones presentes en las instituciones públicas, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales en Colombia. Por lo pronto, en el 2013 el Gobierno Nacional en la Ley Estatutaria 1622 del 2013 considera jóvenes a la población comprendida entre los 14 y los 28 años, que representan el 27% de la población total (Dirección del Sistema Nacional de Juventud, 2013, p. 3). En el caso de Popayán y con base en la información del Sisben, se advierte que el peso de este grupo respecto de la población total es de 9,2%, con una mayor participación de las mujeres.
Desde el año 20l0, Popayán ocupa el puesto 22 en el Indice del Desarrollo Humano Nacional. Esta es una ciudad con un nivel medio en cuanto a la calidad de vida de su población (PNUD, 2011).
La Figura 1 muestra el porcentaje de ingresos mensuales por comunas de la población joven. Se observa que a medida que disminuyen los ingresos aumenta la participación de este grupo de edad. Llama la atención que el promedio de la participación porcentual de jóvenes sin ingresos es cerca de 70% y, de manera complementaria, el 30% recibe entre menos de un salario mínimo y más de un salario mínimo. Dada la heterogeneidad socioeconómica de las comunas, no se advierten diferencias significativas entre ellas. Es evidente el bajo porcentaje de la población joven que genera ingresos. De paso, este es un indicador indirecto de la escasa vinculación al mercado laboral. En relación con lo anterior, el DANE señala que la tasa de desocupación para el trimestre enero - marzo del 2017 en Popayán era de 14,9%, que estaba por encima de la tasa nacional que para el mismo período era de 10,6% (DANE, 2017).

Fuente: Sisben Popayán 2015. Elaboración propia.
Figura 1 Ingresos mensuales por comunas de la población entre 14y28 años (Popayán, 2015-2016)
Según el plan de desarrollo de Popayán (2016-2019), el desplazamiento forzado ha sido el hecho victimizante del conflicto armado con más impacto en el municipio al ser el principal receptor de esta población en el departamento. Por esta razón, la administración municipal tiene como reto ahondar en sus causas y así mismo, proponer y ejecutar como alternativa empleo formal y de calidad para los habitantes del municipio.
Como pilar, el alcalde electo César Cristian Gómez (2016-2019) añade su apuesta hacia el emprendimiento como posible salida al desempleo en la ciudad (Alcaldía de Popayán, 2016, p. 16).
Frente a los altos porcentajes de desempleo, también se argumenta que el conflicto armado que por más de 50 años azotó el departamento del Cauca ha generado poca inversión de entidades que generen empleo. En este punto, es necesario indagar a qué se dedica la población joven desempleada que no genera ingresos. Como se entenderá, muchos legos y profanos establecen una rápida asociación entre desempleo y delincuencia, que coloca a esta población en el centro de todas las miradas. El cuadro se completa con los asentamientos subnormales, el consumo del alcohol y de drogas, las pandillas, las barras bravas y la falta de denuncias de los delitos (Concejo Municipal de Popayán, 2017, p. 7).
En la Figura 2 se observa que los jóvenes con edades comprendidas entre los 14 y 18 años se encuentran en su mayoría en actividades educativas. En los 14 años se encuentra la tasa más alta de escolarización que corresponde al 86,9%. A medida que las edades aumentan cambian los patrones, hay una menor vinculación al sistema escolar, crece la condición de Oficios del hogar, lo mismo que Sin actividad.
Pandillas juveniles en Popayán
Clifford Shaw y Mckay Henry, en 1940, a partir de su estudio del comportamiento criminal en Chicago (Estados Unidos), forjaron lo que un par de años después se denominaría teoría de la desorganización social. Se trataba de entender los problemas sociales en función de las características de los barrios (carencias económicas, migración, poca cohesión social). En ese sentido, en el siguiente apartado de caracterización de las pandillas en Popayán resulta válido seguir este modelo frente a la información obtenida.
Los jóvenes infractores de la ley suelen residir en zonas marginadas, con altos índices de violencia intrafamiliar, con expendios de sustancias psicoactivas (SPA) y en ambientes proclives a la delincuencia, lo que facilita la inserción al mundo criminal. Hasta agosto de 2018, este grupo poblacional ha sido víctima del 52,4 % del total de homicidios registrados en la ciudad y del 49 % del total de lesionados por riñas (Policía Nacional de Colombia, 2018). Estas son evidencias de su vulnerabilidad y de la necesidad de atención institucional. Valga señalar de paso que, en la mayoría de los casos, los agresores son coetáneos de las víctimas.
En sus contextos más próximos, los jóvenes de Popayán son víctimas del 29.8% del total de casos de violencia intrafamiliar. En todos estos casos, las mujeres son el 76,8% víctimas de este delito. Se evidencia que en sus hogares el maltrato es común denominador. Resulta paradójico que el ámbito de la socialización primaria, del cuidado y la protección, sea el primer espacio en que son vulnerados sus derechos.
En algunos casos, los jóvenes consumen SPA y las causas son muchas, entre ellas: mal manejo y poca supervisión del uso del tiempo libre, pares negativos, falta de metas y proyectos de vida, alta permanencia en la calle, baja autoestima, alta oferta de SPA, facilidades para el consumo e inducción. La Secretaría de Salud Departamental del Cauca, estimó en 2015 que cerca del 40% de los consumidores de SPA son jóvenes.
Para la Policía Nacional, cuando los jóvenes se involucran en el consumo y la venta de estupefacientes establecen relaciones con las bandas delincuenciales de la ciudad y con grupos armados como el Clan del Golfo que hacen presencia en el departamento del Cauca. Si bien se habla de una cadena en la que los jóvenes empiezan por el consumo, se vinculan a las bandas criminales, ejecutan hurtos y escalan con rapidez hasta convertirse en sicarios; hay que tener cuidado con este tipo de regularidades que tiende a simplificar lo que de suyo es más complejo, porque hay una gran cantidad de situaciones que empujan a los jóvenes a la delincuencia, pero no todos terminan vinculados a ella. La campaña denominada «abre tus ojos» dirigida a adolescentes y jóvenes con el fin de contrarrestar el consumo de sustancias tuvo 50 mil beneficiados en la ciudad (Concejo Municipal de Popayán, 2017, p. 4) y fue un programa bien valorado, que desafortunadamente no se evaluó de manera rigurosa.
Según el informe de 2017 de la Policía Metropolitana, las pandillas están presentes en siete de las nueve comunas de Popayán y las comunas cinco, seis y siete son las que registran mayor presencia de pandillas. Estos grupos tienen estructuras ya establecidas y llegan a tener hasta veinte integrantes. Cuentan con armas de fuego para perpetrar los delitos, responder en enfrentamientos y controlar pequeños territorios, en los que también prevalece el expendio y consumo de estupefacientes. La comuna cinco, cuenta con estructuras organizadas, vinculadas con bandas delincuenciales en la ciudad, se enfrentan a la policía y a otras pandillas del sector por el control territorial que deja muertos y heridos tanto de jóvenes pertenecientes a las pandillas como de ciudadanos al margen de estos asuntos (Policía Metropolitana de Popayán, 2015).
Tabla 1 Pandillas juveniles por barrios y comunas (2017)
Comuna | Barrio | Pandilla |
---|---|---|
Comuna dos | Santiago de Cali | Los Santiagueños |
Bello Horizonte | Los Prefa | |
Comuna tres | Barrio Bolívar | El Planchón |
Comuna cuatro | Los de las calles de Humo | |
Barra brava "Barón Rojo" | ||
Comuna cinco | María Oriente | Los Gemelos |
Los Sauces | Los Piambas | |
Colgate Palmolive | Los Ovejos | |
Comuna seis | K-15 | |
Comuna siete | Las Brisas | Los Chichotes |
El Mirador | ||
Los Solís | ||
Los 34 | ||
Los del 31 de Marzo | ||
Los Papas | ||
Santo Domingo Savio | Los de Santo Domingo | |
Comuna nueve | Los Pubucientos | |
Las Palmas | Los Mechudos | |
La María Occidente | Barra brava "Barón Rojo" |
Fuente: Policía Metropolitana de Popayán (2017).
En entrevistas realizadas en los barrios Los Sauces y Santo Domingo pertenecientes a las comunas cinco y siete respectivamente, los líderes manifestaban la existencia de pandillas en sus barrios y reconocían sus frecuentes acciones delictivas. Según uno de los líderes, "En el barrio existen muchas pandillas, roban en el centro, asaltan apartamentos en el norte de la ciudad. Los muchachos tienen la idea de hacer el mal siempre, aunque tenemos programas de deporte, pero la alcaldía y la policía no ayudan" (Entrevista No. 1. Líder barrial comuna siete. Popayán, 2019). Otro líder agrega, "Se necesitan más apoyos por parte de la Alcaldía y la Policía. Se necesita trabajo con los muchachos que patrocinen los equipos de fútbol, los eventos artísticos. Y mejorar la comunicación entre autoridades porque la Policía se tarda en responder a los llamados de los habitantes del barrio y los aledaños" (Entrevista No. 2. Líder barrial comuna siete. Popayán, 2019).
Según funcionarios de la Policía Metropolitana de Popayán, "en la comuna cinco existe un enfrentamiento entre pandillas que quieren apoderarse del negocio del microtráfico, razón por la cual se vienen presentando enfrentamientos entre estos sujetos que generan inseguridad en la ciudad" (Radio Súper Popayán, 2018). Para los líderes y habitantes de la comuna cinco, la acción de la policía, la educación y la presencia del Estado mediante programas culturales y deportivos son los caminos para mejorar la seguridad y contrarrestar la vinculación de jóvenes en las pandillas juveniles: "Se necesita mejor educación y que los muchachos puedan trabajar dignamente con oportunidades de cambio y más empleo, con empleo, trabajo y educación se puede mejorar la seguridad de nuestra comunidad" (Entrevista No. 3. Líder barrial comuna cinco. Popayán, 2019).
La comuna seis, ubicada en el sur de la ciudad, tiene barrios como Alfonso López, Comuneros, Nuevo Japón y Loma de la Virgen, reconocidos por ser los sitios donde con mayor frecuencia se comenten delitos y son además los lugares de habitación de organizaciones que delinquen en la ciudad1. En el barrio Comuneros, un profesor de la comunidad señala que la presencia policial es importante en sitios específicos donde las pandillas hacen mayor presencia: "Que la policía acompañe en la salida de los colegios y que la familia sea responsable de que los jóvenes tengan valores y eviten consumir droga" (Entrevista No. 4. Docente centro educativo comuna seis. Popayán, 2019). Otra habitante del barrio exige "Más policías y campañas de la Policía para atacar la venta de droga" (Entrevista No. 5. Habitante comuna seis. Popayán, 2019).
La venta y consumo de drogas son acciones frecuentes de las pandillas y son los problemas que más preocupan a los habitantes de los barrios más afectados por este fenómeno: "Vienen pandilleros de otros barrios a consumir drogas. Han llegado personas a vender droga y se consume mucho" (Entrevista No. 6. Habitante comuna cinco. Popayán, 2019). La poca presencia policial en estas zonas, las riñas por el control de territorios y microtráfico y fronteras invisibles también son percibidas por la ciudadanía a la hora de responder sobre la situación de seguridad: "El barrio es peligroso de noche porque vienen a pelearse muchachos que consumen droga y los vecinos no podemos hacer nada porque la policía no sube siempre hasta este barrio" (Entrevista No. 5. Habitante comuna seis. Popayán, 2019).
Al occidente de la ciudad se encuentra la comuna nueve, donde están los Pubuáentos, la pandilla juvenil más grande con cerca de 30 integrantes y con acciones que incluyen el hurto, la venta y consumo de estupefacientes, homicidio, homicidio en grado de tentativa, fabricación de estupefacientes y porte ilegal de armas de fuego. El control de territorios y las fronteras invisibles son generadoras de riñas entre los Pubucientos y los Mechudos. Esta comuna tiene una topografía de difícil acceso y, además de las pandillas, es sitio de concentración de varias barras bravas de equipos de fútbol (Policía Metropolitana de Popayán, 2015).
Si bien en estas comunas hay pandillas, no quiere decir que otros sectores de la ciudad no experimenten su presencia o estén exentos de la ocurrencia de delitos. La información suministrada por la Policía Nacional en 2018 evidencia que la comuna cuatro con el 25,4% del total de hurtos, la comuna tres con 14,7% y la comuna siete con 12% son las que mayor porcentaje de hurtos a personas registran. Las dos primeras comunas agrupan sectores como el Centro Histórico y la zona residencial más extensa en el centro norte.
La Figura 3 muestra que los hurtos son una actividad delictiva de alta frecuencia en Popayán. En ese sentido, es posible relacionar estas dinámicas delictivas con la presencia de pandillas. Según datos de la Policía Nacional (2018), entre el 2016 y 2018, se presentaron 5.258 hurtos2. A manera de intervención, la Policía Nacional de la mano con las juntas de acción comunal llevaron a cabo 120 campañas contra el hurto a personas (Concejo Municipal de Popayán, 2017, p. 14).

Fuente: Policía Metropolitana de Popayán (2015-2018). Elaboración propia.
Figura 3 Hurtos a personas en Popayán (2016-2018)
Aunque pareciera ser un delito menor, las conductas punibles de adolescentes en Colombia son un problema que crece de forma constante. Según la Fiscalía, en el país 2.158 menores están en Centros de Internamiento Preventivo del ICBF, de los cuales el 39% de los casos son reincidentes de conductas delictivas. En algunos meses corridos del 2016, según datos de la Policía Metropolitana de Popayán, se han atendido 131 casos delictivos cometidos por niños, niñas y adolescentes, de los cuales el 25% corresponden a hurto y el resto a otros tipos de delito. Para el 2017, la Policía Metropolitana de Popayán consideraba que "El 34% de las conductas delictivas que se cometen en Popayán son por cuenta de menores y adolescentes, es decir, una tercera parte de los delitos y el 90% de ellos se les atribuyen a pandillas" (Diario E Nuevo Liberal, 2017)
En relación con la teoría de la desorganización social referida en líneas precedentes cabe indagar la relación de las comunas de Popayán más afectadas con el fenómeno del pandillismo y su estrato socioeconómico. Según el DANE, los estratos socioeconómicos 1 y 2 son los que albergan a las personas con menores recursos (DANE, 2011). La revisión evidencia que las comunas más afectadas por las pandillas en la ciudad son las comunas cinco, seis y siete, la Figura 4 muestra que esas mismas comunas son las que su estrato socioeconómico predominante es el 1 y el 2, es decir, las comunas donde menos recursos e ingresos hay.
Discusión
El siguiente apartado deriva tanto de la lectura de documentos e investigaciones como del propio material empírico que se utilizó. El primer elemento que se debe subrayar es que las pandillas son un fenómeno de la sociedad contemporánea de la modernidad tardía al que se liga un orden discursivo que aparece en el siglo XX. Si bien se pueden rastrear algunas referencias a organizaciones delictivas con presencia de personas jóvenes en novelas de caballería, en los cuerpos militares de las sociedades feudales y en obras de literatura cuya figura más recordada es quizá Robín Hood, las pandillas son un producto reciente. Aunque la referencia se antoja familiar, hay que cuidarse del uso de categorías del presente para entender unos hechos que no necesariamente aluden a los rasgos que tienen los fenómenos contemporáneos que aquí interesan. Es un intento por acomodar la realidad a las categorías que terminan en simpáticas e imprecisas alegorías. Previo a la formulación de la noción contemporánea de pandilla juvenil, se forjó la del delincuente juvenil, que desde entonces le acompaña. Matza (2014) sostiene que en 1899 cuando se redactó en Illinois, Estados Unidos, un código especializado y se creó el tribunal de menores de edad, se sentaron las bases para construir la identidad de un personaje o figura histórica que "no existía, en el sentido actual, antes de ese reconocimiento oficial: el delincuente juvenil" (p. 23). Con esto lo que se quiere decir es que las pandillas juveniles se deben comprender a la luz de la manera como se expresan aquí y ahora, de lo contrario siempre se interpelará este fenómeno desde viejas miradas y con intervenciones que no consultan su actual configuración.
En las sociedades complejas los procesos instituyentes de las normas de integración operan en medio de una gran competencia entre los dispositivos de socialización, las agencias de autoridad y los dispositivos de producción de los arreglos normativos que resultan contradictorios, confusos y débiles. Esto no queda sin efecto, lo que se propicia es un campo fértil para que surjan las pandillas que son entre otras cosas una expresión de estos conflictos.
Además, debe recordarse que las relaciones intergeneracionales todo el tiempo discuten con el orden normativo y reclaman su necesaria actualización. Si bien en la siguiente afirmación no hay novedad alguna, conviene recordarlo: en cada relevo generacional existen modelos de comprensión de la sociedad que se vuelven inadecuados y modelos emergentes que nunca llegan a constituirse del todo y que cuando se cree que ya están constituidos empiezan a ser obsoletos; de ahí derivan buena parte de los problemas de la orientación de algunas prácticas sociales. No hay, en esa dirección, una sola sociedad; habría varias creadas en relación con las prácticas generacionales en las que se cruzan los más diversos antagonismos.
Este énfasis en lo generacional para la comprensión de las pandillas y de la preocupación social por su existencia, implica la necesaria pluralización de la mirada. Debe entenderse que las prácticas asociadas a su surgimiento y génesis están también atravesadas por las marcas territoriales, de etnicidad, de género y, en consonancia, requieren un reconocimiento de sujetos y de intersubjetividades cruzados por situaciones de demanda y tensión sociopolítica y cultural que en el marco de un Estado social de derecho deben ser reflexionadas y asumidas por los diversos actores de la cadena de reproducción social tales como la familia, la escuela, la comunidad, los dispositivos de comunicación, el consumo, las industrias culturales, las instituciones de justicia y de operación de las políticas y servicios sociales.
Conclusiones
En suma, este ejercicio nos permite decir que en Popayán como en otras ciudades la presencia, las dinámicas y características de las pandillas juveniles, guardan relación con los contextos de pobreza, desempleo y la desescolarización, agravadas por un entorno que ha estado signado por la presencia de todo tipo de actores armados ilegales. Además, los datos permiten colegir que las pandillas son asociaciones conformadas por 10 a 15 jóvenes, cuyas edades van de los 12 a 24 años y pertenecientes en su mayoría a los estratos bajos de la ciudad. Desatan riñas por el control territorial en espacios públicos, controlan el territorio que declaran como propio. Se dedican, además de la realización de la cultura juvenil, a la venta y consumo de estupefacientes y están implicados en hurtos, lo cual lleva a considerarlas responsables de la inseguridad en barrios y comunas.
Los homicidios, las lesiones personales, el maltrato intrafamiliar y el abuso sexual son fenómenos que afectan de forma directa a la población juvenil. La apuesta de las siguientes investigaciones debe girar en torno a una lectura que reconozca el entramado más amplio para advertir las lógicas mayores y más estructurales que determinan la magnitud y fenomenología de las pandillas. Todo lo anterior propone un reto institucional más exigente, que reclama nuevas y creativas maneras de comprensión del fenómeno y de atención prioritaria a la juventud y en especial a las pandillas juveniles.
También es importante construir políticas públicas que trasciendan a las administraciones, evaluar las distintas intervenciones e iniciativas para aprovechar las sinergias que indudablemente se desatan y finalmente, hay que aportar por la acción interinstitucional en la idea de alcanzar mayores y mejores impactos. Por último, es importante considerar que las pandillas juveniles ya no son un rasgo exclusivo de las grandes ciudades y hoy proponen en ciudades intermedias y pequeñas desafíos inéditos a la seguridad y la convivencia ciudadanas; agravadas, dicho sea de paso, por los procesos de desarticulación de grupos paramilitares y guerrilleros, que encuentran en los jóvenes pobres, marginados y excluidos un ejército de reserva para nuevas iniciativas al margen de la ley.