Introducción
La evaluación de factores asociados al comportamiento antisocial en la etapa de la adolescencia reviste una gran complejidad, al tratarse de una problemática en que se relacionan variables psicosociales de manera dinámica en el curso vital. La adolescencia, como etapa vital, presenta características esperables, individuales y familiares, además de otras singulares, según los diversos contextos de desarrollo de mayor o menor vulnerabilidad social.
La evidencia da cuenta de que en esta etapa del ciclo vital se cometen gran número de transgresiones a las normas, constituyéndose como un “período crítico” para el inicio de conductas delictuales (Vinet, Alarcón et al., 2011). Aun así, la criminología, desde una perspectiva evolutiva y biográfica, ha distinguido principalmente dos perfiles delictuales: delincuencia limitada a la adolescencia y delincuencia persistente (Caspi & Moffitt, 1995), identificando y ponderando factores estáticos y dinámicos que se relacionan con estos perfiles distintivos (Andrews et al., 2011). Actualmente los estudios criminológicos no solo intentan generar instrumentos y evidencias, con el fin de determinar factores asociados a la delincuencia y al mantenimiento de ésta, sino que, además, intentan determinar factores protectores, aspectos que permiten el desistimiento y que logran prevenir elinicio delictual, contemplando variables moderadoras claves como la edad, el género, la etnia, zona geográfica y diferencias culturales (Alarcón et al., 2017).
La caracterización de diferentes complejidades delictuales, si bien es uno de los aspectos que considerar, permite reconocer a jóvenes que se encuentran en contextos de mayor riesgo y vulnera- bilidad que aumentan la probabilidad de continuar con esta conducta contemplando criterios como la edad de inicio, frecuencia de las conductas ilegales, polimorfismo, versatilidad y compromiso delictual (Alarcón et al., 2018).
En Chile, el total de la población entre los 14 y 18 años es de 971.352 jóvenes (Instituto Nacional de Estadísticas, 2018). El número de ingresos por infracciones a la ley corresponde a 33.836 adolescentes entre 14 y 17 años; de ellos, el 17% de los jóvenes comete la mitad de los delitos (Fiscalía Nacional, 2019). Con respecto a las causas ingresadas, el 77,6% corresponde a varones (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) & Defensoría Penal Pública, 2020).
Investigaciones desarrolladas en Chile han aportado a caracterizar a la población infractora de ley juvenil (Alarcón, et al., 2018; Alarcón et al., 2017; Pérez-Luco et al., 2012; Alarcón et al., 2012; Pérez-Luco, Alarcón et al., 2014; Vinet et al., 2011; Alarcón et al., 2009; Alarcón et al., 2005) y, por otra parte, desarrollado el Modelo Multidimensional de Intervención Diferenciada con Adolescentes (MMIDA; Pérez-Luco et al., 2014) que permite comprender el inicio y mantenimiento de los jóvenes en el delito, diferenciarlos por trayectorias delictivas, distinguiendo factores de riesgo y protección para luego tomar decisiones de cara a la intervención. La riqueza de este modelo radica en que se basa en las evidencias y experiencias internacionales y nacionales, siendo en coherencia con el espíritu de la Ley 20.084 (2005), que requiere de una justicia especializada para adolescentes y los derechos del niño (Pérez-Luco et al., 2012).
De esta forma, en Chile se ha logrado determinar criterios para la delincuencia limitada a la adolescencia y por tanto de menor riesgo: (a) inicio durante la adolescencia de la conducta infractora, mayor o igual a 13 años, (b) bajo número de delitos judicializados, no superior a dos; (c) bajo número de delitos reportados por el adolescente, hasta 12 delitos; (d) bajo compromiso o enganche delictivo; (e) reportar tensión al momento de la comisión del ilícito. Para caracterizar la delincuencia persistente se consideran los siguientes criterios: (a) edad de inicio precoz, antes de los 12 años; (b) polimorfismo o variabilidad aumento de gravedad o especialización delictiva; (c) medio a alto auto reportado delictivo, 13 o más delitos auto reportados; (d) medio a elevado compromiso o enganche delictivo; (e) presencia de variables psicológicas asociadas a la persistencia de la conducta delictiva (Pérez-Luco et al., 2014).
La delincuencia persistente implicaría una mayor complejidad puesto que estarían presentes varios factores de riesgo, tales como; una historia de vida asociada a la conducta antisocial, desarrollo de características de personalidad antisocial y relación del joven con pares que delinquen (Andrews & Bonta, 2010). Además, se observaría desenganche escolar, baja supervisión parental y alto consumo de drogas y alcohol (Pérez-Luco et al., 2014).
En jóvenes que persisten en el delito, las conductas transgresoras se expresarían tempranamente en los entornos más cercanos; de esta forma, los contextos de desarrollo como unidad de análisis son claves para valorar factores de riesgo y protección, con el fin de diseñar intervenciones atingentes y adecuadas, que permitan prevenir que los factores contextuales manteniendo o haciendo más complejos en el tiempo los problemas de conducta de los niños (Moffitt, 1993).
Se estima que un tercio de los niños que externalizan problemas de conducta y que inician tempranamente en el delito mostrarían características del desarrollo de la personalidad con altos niveles de dureza e insensibilidad (Frick et al., 2000; Frick, 2016; Frick & Ray, 2015). Por otra parte, los adultos en cumplimiento de condena que presentan psicopatía muestran un patrón severo, violento y distintivo de comportamiento antisocial que comienza en la niñez (Frick & Marsee, 2018).
De lo anterior emerge la necesidad de valorar características socioafectivas en niños con problemas de conducta, especificando si estuviesen presentes emociones prosociales limitadas (Glenn, 2019) operacionalizadas en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, quinta edición (DSM-5, American Psychological Association, 2014).
Si bien las características de dureza e insensibilidad en adolescentes, vinculadas a la dimensión afectiva e interpersonal de la psicopatía (Frick, 2016), serían predictoras de desarrollo de personalidad psicopática en la adultez (Frick et al., 2014; Kimonis et al., 2014), estudios recientes (ej. Andershed et al., 2018) advierten de la importancia de evaluar no solo las características de dureza e insensibilidad sino todas las dimensiones que componen la psicopatía como constructo, puesto que existirían distinciones específicas para la prevención en el enganche de la conducta antisocial de los adolescentes y en intervenciones específicas (Frogner et al., 2016). Es así como la psicopatía debe ser comprendida como un trastorno de la personalidad y un constructo multidimensional (Lilienfeld, 2018).
Hare (1991) propone, basado en la conceptualización de Cleckley (1976), autor clásico de la psicopatía, un modelo de cuatro dimensiones: afectiva, interpersonal, estilo de vida y conducta antisocial. En el 2003 adapta su modelo para adultos en adolescentes, desarrollando el instrumento Psychopathy Checklist: Youth Version (PCL: YV; Forth et al., 2003), que consiste en una entrevista semiestructurada individual, idealmente video- registrada, y, más producción de información colateral, se identifica la presencia de atributos en una pauta de chequeo. El modelo de Hare (1991) de psicopatía consiste en cuatro dimensiones con características específicas: la dimensión afectiva involucra manejo de la imagen, sentido grandioso de sí mismo, egocentrismo, utilización de la mentira y manipulación. La dimensión interpersonal contempla la limitada capacidad de empatizar, experimentar arrepentimiento y culpa, vincularse profundamente con quienes le rodean e incapacidad para aceptar la responsabilidad de las acciones. La dimensión estilo de vida involucra la necesidad de estimulación y tendencia al aburrimiento, orientación parasitaria, falta de metas realistas irresponsabilidad e impulsividad. En cuanto a la conducta, se consideran los problemas conductuales precoces, conducta delictual, versatilidad, dificultad del manejo de la rabia y el no cumplimiento de las sanciones.
Existe cierto consenso en que un modelo de tres dimensiones; afectivo (experiencia afectiva deficiente), estilo interpersonal (arrogante y mentiroso) y un estilo de comportamiento impulsivo e irresponsable, pareciera ser más adecuado para adolescentes (Cauffman et al., 2009) e igualmente consistente con la conceptua- lización de psicopatía de Cleckley (1976) y Hare (1991; 2003). Se han construido instrumentos para adolescentes basado en tres factores, uno de ellos es el Youth Psychopathic Traits Inventory (YPI, Andershed et al., 2002), que considera los criterios del instrumento PCL: YV, aborda el “núcleo” de la psicopatía a través del autorreporte del adolescente, y es el instrumento utilizado en esta investigación para valorar características psicopáticas.
Los niños que presentarían características psicopáticas tendrían mayores dificultades conductuales y aumentos en la agresión proactiva durante la adolescencia (Romero et al., 2016). Los jóvenes que presentan características psicopáticas cometen mayor número de delitos y verían afectada su empatía afectiva (Decety et al., 2013).
Es importante señalar que la valoración de psicopatía en población infanto-juvenil es de suma responsabilidad y cuidado, por varios motivos: primero, solo es posible describir características psicopáticas en desarrollo y se debe evitar realizar diagnósticos, debido a que las características de personalidad no se estabilizarían hasta la adolescencia tardía o el inicio de la adultez (Seagrave & Grisso, 2002), la utilidad predictiva de los instrumentos utilizados en adolescentes podría limitarse al corto plazo (Edens et al., 2001) y, a diferencia de la población adulta, en adolescentes se advierten correlaciones débiles entre características psicopáticas y reincidencia violenta (Cauffman et al., 2009). La presencia de estas características en niños y adolescentes solo puede ser un indicador de la necesidad de observar e intervenir los contextos de desarrollo de los niños, realizando intervenciones preventivas. Los instrumentos presentan limitaciones en predecir conductas a largo plazo; por tanto, no es posible tomar decisiones legales con base en los resultados de las evaluaciones, es decir, sancionar a iniciar un tratamiento clínico o restringir su libertad mediante una pena efectiva (Cauffman et al., 2009).
Por otra parte, además de los contextos de desarrollo, es importante tomar en consideración que las características psicopáticas van estructurando una forma de ser, una personalidad que es flexible, no fija en la etapa infanto-juvenil y, por tanto, sujeta a importantes cambios. Echeburúa et al., (2014) plantean que las características de personalidad pueden tener para los niños y jóvenes una utilidad adaptativa, puesto que les permiten hacer frente a adversas condiciones contextuales de desarrollo.
Anteriormente se han descrito distintos factores de riesgo criminológicos y respuestas de los niños, niñas y adolescentes frente a estas condiciones que, si se mantienen en el tiempo, se podrían hacer más complejas en el curso del desarrollo, situando a los niños, niñas y adolescentes en un escenario de mayor vulneración con el paso del tiempo.
En relación con lo anteriormente señalado, surge la pregunta que guía este estudio: ¿Existen diferencias en el desarrollo de características de personalidad psicopáticas según complejidades delictuales de adolescentes varones que cumplen condena?
El estudio de características psicopáticas en adolescentes que transgreden la ley es un ámbito que comenzó hace aproximadamente una década en Chile, el cual ha centrado sus objetivos, primero, en explorar los conceptos (León-Mayer & Zúñiga, 2012; Vinet, 2010) y propiedades psicométricas de instrumentos; posteriormente, en determinar diferencias entre grupos específicos y establecer asociaciones con factores de protección (Concha & Muñoz, 2014; Zúñiga et al., 2011; Zúñiga et al., 2019). No se han realizado estudios que permitan explorar características psicopáticas desde el modelo de tres factores según diferentes complejidades delictuales, desde un enfoque de riesgo, necesidad y receptividad (Andrews, et al., 2011), utilizando los criterios del MMIDA (Pérez-Luco et al., 2014) que permiten valorar riesgos criminogénicos en adolescentes chilenos y perfilarlos según su complejidad. Como antes se ha señalado, en Chile los adolescentes de sexo masculino son los que con mayor frecuencia ingresan al sistema judicial por infracciones de ley; por esto se decide seleccionar varones para explorar esta relación, caracterizar y cumplir los objetivos.
Es posible que este estudio permita ampliar la mirada de un trastorno altamente estigmatizante, complementándola con propuestas desde la criminología evolutiva, donde se incorporan elementos biográficos y factores de riesgo contextuales, que aportan a la comprensión del desarrollo de estas características de la personalidad.
Por otra parte, este estudio pretende aportar evidencia en la valoración de características de personalidad específicas, características psicopáticas, contemplando sus dimensiones, según las complejidades delictuales que el modelo MMIDA propone (Pérez-Luco et al., 2014) y que requerirían necesidades de intervención especializadas. Lo anterior es relevante, puesto que en América Latina aun es considerado un desafío avanzar en la diferenciación de adolescentes que cumplen condena, así como también, y de acuerdo con sus características, diseñar intervenciones pertinentes y efectivas (Alarcón et al., 2017). El objetivo de la presente investigación es determinar si existen diferencias entre adolescentes varones que presentan delincuencia persistente, limitada a la adolescencia y grupo control, que no reporta conductas transgresoras de ley, en el desarrollo de características psicopáticas.
Para el logro de este objetivo se persigue: (a) identificar por criterio de experto a los jóvenes de delincuencia persistente, limitada a la adolescencia y grupo control; (b) determinar características psicopáticas en el grupo de delincuencia persistente, limitado a la adolescencia y grupo control; (c) determinar si existen diferencias entre los grupos en características psicopáticas.
A modo de hipótesis, es de esperar que existan diferencias entre jóvenes de delincuencia persistente, limitada a la adolescencia y grupo control en características psicopáticas, presentándose diferencias significativas entre los grupos, siendo los de mayor complejidad delictiva los que desarrollen, en mayor medida, características de personalidad psicopática. La hipótesis se fundamenta en los elementos antes señalados, el grupo persistente reviste mayor complejidad, puesto que se asocia a factores criminó-genos mantenidos en el desarrollo, descritos en la literatura como: inicio temprano en la conducta criminal, experiencias de baja supervisión parental, consumo de drogas, desenganche escolar. Además, los adolescentes persistentes en la conducta criminal son aquellos en que se observan los criterios descritos por el MMIDA antes señalados (Perez-Luco et al., 2014).
Método
La investigación es de enfoque cuantitativo, se utiliza un diseño de encuesta correlacional, siendo el alcance correlacional (Fontes, et al., 2010). El diseño muestral corresponde a un tipo no probabilístico intencionado, puesto que no pretende representar a la población sino a casos tipo específicos, adolescentes con complejidades delictuales específicas.
Participantes
La muestra se constituye por 49 adolescentes hombres, entre 14 y 18 años (M = 16,08, DE = 1,06), que aceptan participar voluntariamente del estudio. Veintitrés de ellos corresponden al grupo control (M = 15,78, DE = 1,09), jóvenes escolarizados sin reporte de conducta infractora de ley, pertenecientes a un establecimiento educacional y comuna de alta vulnerabilidad social de Santiago de Chile. Mientras que 26 sujetos corresponden a adolescentes que se encontraban judicializados, en cumplimiento de condena en programas en libertad en la misma localidad que el grupo control. De ellos, 11 fueron caracterizados como en delincuencia limitada a la adolescencia (M = 16, DE = 0,78) y 15 como persistentes (M = 16,6, DE = 1,06).
Variables e instrumentos
Características psicopáticas
Youth Psychopathy Traits Inventory (YPI; Andershed et al., 2002) Instrumento que proviene de la conceptualización de Hare (1991), para medir características de psicopatía en adolescentes de 12 a 18 años. Es un instrumento de autoreporte de 50 ítems que se responden en una escala de Likert de cero 0 = en desacuerdo; 1= medianamente en desacuerdo; 2= medianamente de acuerdo; y 3= muy de acuerdo. Los ítems se agrupan en tres factores: Factor 1 Gandiosidad/Manipulación, Factor 2 Dureza/Insensibilidad, Factor 3 Impulsividad- Irresponsabilidad. Cada factor pertenece a una dimensión de la psicopatía (modelo de tres factores) y es definido por 10 sub escalas cada una compuesta por ítems (Tabla 1).
La consistencia interna es alta (α = ,66 a ,93). En Chile se realizó una caracterización psicométrica del YPI (Concha & Muñoz, 2014), en la que se observó una adecuada confiabilidad y validez del test. La congruencia interna con el coeficiente de Cronbach para el puntaje total fue alta 0,98 y significativa (p < 0,001). Además, se encontró una correlación moderada entre el puntaje total del Psychopathy Checklist Youth Version (PCL- YV; Forth et al., 2003) y el puntaje total del YPI (r = 0,396 y p <0,01). En este estudio realizado en Chile (Zúñiga, 2017) se obtiene un alfa ordinal de 0,97 contemplando los 50 ítems de la escala y una consistencia interna que oscila entre 0,86 y 0,97 en las dimensiones del instrumento. Además, las características psicopáticas (YPI) se relacionan de forma directa, media y significativa (r = 0,51, p < 0,01) con la escala de dureza e insensibilidad (ICU; Essau, et al., 2006).
Complejidades delictuales
Con el fin de caracterizar a los participantes según su complejidad: delincuencia limitada a la adolescencia y persistente, se utilizan los criterios del Modelo Multidimensional de Intervención Diferenciada con Adolescentes (MMIDA) y reportados en el Manual de Evaluación Diferenciada (Pérez-Luco et al., 2014). Esta valoración contempla la aplicación de la Escala de Delincuencia Autorevelada (EDA; Pérez- Luco, Lagos et al., 2014), que consiste en una guía de entrevista estructurada que indaga en el modo de actuación delictiva y contiene 63 ítems. Además, se aplica la Escala de Enganche Delictivo (EGED; Pérez-Luco, et al., 2011), escala de chequeo que se completa mediante juicio profesional estructurado y que consta de 12 ítems que apuntan a evaluar conductas desadaptativas asociadas a trasgresión de ley y características específicas asociadas. La aplicación de estos dos instrumentos, sumada a información desde otras fuentes, permite a los profesionales caracterizar a los jóvenes en diferentes complejidades delictuales.
Procedimiento
En primer lugar, el proyecto fue visado por el Comité de Ética de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Se solicitó la autorización a las instituciones: Unidad de Estudios del Servicio Nacional de Menores, Promesi y un establecimiento educacional. Mediante consentimientos informados de los padres y asentimientos informados de los jóvenes, se registró la autorización e intención de estos últimos de participar del estudio.
Los profesionales del programa de cumplimiento de condena en medio libre (Promesi), de donde es extraída la muestra, utilizan en su quehacer profesional el Protocolo MMIDA (Pérez-Luco, Lagos, et al., 2014); por tanto, éstos, a través de la aplicación de los instrumentos y mediante criterio de experto, caracterizan a los participantes adolescentes que cumplen condena en delincuencia limitada a la adolescencia y persistentes perfilado. Una vez caracterizados los participantes según complejidades delictuales por parte de los profesionales del Servicio Nacional de Menores y Promesi, se les aplica el instrumento YPI.
Resultados
Los resultados se describirán primero reportando las diferencias entre complejidades delictuales en características psicopáticas aludiendo a la escala general (YPI puntaje total), luego por dimensiones del instrumento y, por último, por subescalas específicas. Se advierten diferencias entre los grupos delictuales en características psicopáticas escala general (F (2, 40) = 3,45, p = ,04). En el contraste post hoc es posible observar diferencias entre el grupo persistente y control, siendo las características psicopáticas de mayor magnitud en el primer grupo.
Según dimensiones, se advierten diferencias significativas en la dimensión afectiva Dureza/Insensibilidad (F (2, 41) = 4,41, p = ,02) específicamente entre grupo persistente y control, siendo la media poblacional mayor en el grupo persistente (véanse las Tablas 2 y 3).
* Se utiliza Shaffé en post hoc cuando la diferencia es significativa a nivel ,05.
** Complejidad delictiva: Limitado a la adolescencia = A / Persistente = P / Control = C.
Por otra parte, respecto de los factores específicos que componen cada dimensión, se advierten diferencias en las sub escalas Falta de Remordimiento (F (2, 41) = 8,17, p = ,001) correspondiente al factor 2 y Dureza/Insensibilidad e Irresponsabilidad (F (2, 44) = 5,69, p = ,01) correspondiente al factor 3 Impulsividad- Irresponsabilidad, observándose estas diferencias entre los adolescentes de delincuencia persistente y control (véanse las Tablas 4 y 5).
Discusión
Conforme a la hipótesis planteada, se observan diferencias estadísticamente significativas entre el grupo control y el grupo persistente en relación con las características psicopáticas evaluadas, tanto en la escala general (YPI) como en el factor 2 de Dureza/ Insensibilidad, más específicamente, en las subescalas de Falta de Remordimiento e Irresponsabilidad. No se advierten diferencias significativas entre el grupo control y el grupo limitado a la adolescencia; tampoco entre el grupo persistente y el limitado a la adolescencia. Por tanto, la hipótesis planteada no es posible de sostener en su totalidad; aun así, es posible considerar al grupo persistente una población distintiva en contraste con jóvenes que no infringen la ley en el desarrollo de su personalidad.
Es posible interpretar este resultado señalando que efectivamente los adolescentes caracterizados como persistentes a través del modelo MMIDA pertenecen a una población con mayores niveles de características de personalidad psicopática general y desarrollan mayores niveles de dureza e insensibilidad, sin sentir remordimiento por sus acciones, además de mantener conductas irresponsables, esto a diferencia del grupo control. Esto cabría de esperar en jóvenes persistentes en el delito, considerando que se inician precozmente en estas conductas, inclusive antes de los 13 años, y que además presentan: polimorfismo, aumento de gravedad o especialización delictiva, auto reporte delictivo, compromiso o enganche delictivo y presencia de variables psicológicas asociadas a la persistencia de la conducta delictiva, además de no reportar ansiedad al momento de cometer ilícitos (Pérez-Luco, Lagos, et al., 2014).
Esto es un primer elemento que discutir, en el sentido de que la caracterización de complejidades delictuales a través de criterios que surgen de estudios empíricos sistemáticos en población infractora de ley juvenil en Chile permite distinguir a un grupo de adolescentes con características psicológicas más complejas que requieren una intervención especializada pertinente y de alta intensidad que, al tratarse de características en desarrollo de la personalidad, considere los contextos de desarrollo.
Consistente con los resultados, Frick y Ray (2015) proponen que los adolescentes que inician tempranamente actividades delictuales presentarían dificultades en la dimensión afectiva y características de dureza e insensibilidad (Frick, 2016). Hare (1991) define estas características como aquellas que hacen que el sujeto se desentienda de su componente básicamente humano, su capacidad para tratar bondadosamente a los otros y de establecer vínculos significativos. Los jóvenes que presentan dureza e insensibilidad cometerían mayor número de delitos y verían afectada su empatía afectiva en mayor medida que el componente cognitivo (Decety et al., 2013). Por otra parte, los jóvenes persistentes en el delito que presentan características de dureza e insensibilidad pueden ser más violentos en sus conductas, presentar mayor número de delitos y nivel de agresión proactiva (Romero et al., 2016).
Además de observar diferencias entre adolescentes persistentes y control en el desarrollo de características psicopáticas, específicamente en las características de dureza e insensibilidad, los jóvenes de mayor complejidad muestran falta de remordimiento e irresponsabilidad, lo cual es descrito por Hare (1991) como el fracaso en la apreciación de la gravedad de sus acciones, de las consecuencias y del sufrimiento de las víctimas o el daño a la comunidad; además, la irresponsabilidad se manifestaría en una variedad de áreas, inclusive en el cumplimiento de sanciones.
Es posible que esta diferencia observada entre los jóvenes persistentes y aquellos que no refieren cometer ilícitos se manifieste en la afectividad, por ejemplo en la dificultad para experimentar remordimiento y mostrar irresponsabilidad en el cumplimiento de obligaciones, lo cual sitúa al joven en un contexto de vulnerabilidad, en donde es menos probable cursar procesos de desistimiento (Laub & Sampson, 2001).
La afectividad ha demostrado ser un importante factor protector para el inicio, mantenimiento y desistimiento de la conducta criminal. Los procesos afectivos están involucrados en el reconocimiento de las emociones, la toma de perspectiva, inteligencia emocional, establecimientos de relaciones significativas con los demás, todas variables descritas como protectoras (Torrado et al., 2021).
En este estudio, a través del modelo MMIDA es posible distinguir estas características en los jóvenes con una delincuencia persistente, no así con los limitados a la adolescencia, quienes no se diferencian del grupo control, ni del persistente. Aún así, en la escala general de psicopatía y en algunas dimensiones de ella se advierten diferencias descriptivas, lo cual tendrá que ser explorado en futuras investigaciones procurando una muestra más amplia. Por otra parte, es posible que el grupo de adolescentes persistentes sean precisamente los distintivos en cuanto a las características psicopáticas y, como señalan Pérez- Luco et al. (2014), las intervenciones especializadas estarían destinadas específicamente para adolescentes más complejos, al tratarse de adolescentes que comienzan muy tempranamente con problemas de conducta en sus entornos más cercanos, familiares y escolares (Moffitt, 1993). Para adolescentes que limitan su conducta delictual a su etapa, una intervención psicoeducativa y acompañamientos serían intervenciones más adecuadas.
De vuelta a la idea de Echeburúa et al. (2014), los adolescentes persistentes desarrollarían características de personalidad que les permiten adaptarse a condiciones contextuales adversas y que son una respuesta para hacer frente a sus experiencias y aprendizajes. Por lo general, se trata de adolescentes que concentran un gran número de transgresiones a la ley, con escalada y enganche delictivo, que reciben un gran número de sanciones y respuestas judiciales. En este sentido, Farrington et al., (2010) observan que los castigos y la coerción en las prácticas educativas favorecen el desarrollo específico de rasgos de dureza e insensibilidad emocional. Esto nos hace reflexionar acerca de las prácticas institucionales relacionadas con el castigo y la relación de la justicia con los jóvenes que comenten acciones fuera de la ley que podrían resultar iatrogénicas, es decir, no ser de utilidad para revertir las dificultades afectivas y de comportamiento, específicamente en posibilitar la toma la perspectiva hacia las víctimas, los procesos de responsabilización e iniciar desistimiento.
La utilidad de realizar valoraciones de características psicopáticas tempranamente, en la niñez y adolescencia, radica en prevenir que estas características se tornen más complejas en el curso del desarrollo, puesto que cuando se presenta dureza e insensibilidad es probable que éstas continúen hacia la adultez (Frick et al., 2014; Kimonis et al., 2014). Desde una mirada contextual, sería preciso intervenir en las relaciones y en los factores de riesgo y protección presentes en los contextos familiares, comunitarios e institucionales. Se debe evitar de manera enfática realizar diagnósticos a partir de las valoraciones de psicopatía en la etapa de la niñez y la adolescencia, además de utilizar este constructo como argumento en el establecimiento de sanciones o intervenciones judiciales, puesto que, como se ha señalado, la utilidad predictiva de los instrumentos es limitada, además de que los niños y adolescentes son flexibles conforme a sus experiencias (Cauffman et al., 2009).
Este estudio presenta limitaciones. Primero, el número muestral según complejidad delictiva es limitado; por tanto, este estudio puede ser considerado una exploración preliminar, siendo el alcance correlacional. El número muestral por complejidad ha sido una limitación porque las diferencias entre los grupos puedan llegar a ser significativas y no solo descriptivas. Otra limitación se encuentra en relación con la utilización de un instrumento de auto reporte, en lugar de utilizar más de uno que utilice otro procedimiento de producción de información, con el fin de disponer de una medida de contraste que otorgue mayor sustento a nuestros resultados.
Futuras investigaciones podrían continuar investigando y valorando características del desarrollo de la personalidad de los jóvenes según complejidades delictuales, con muestras más amplias.
Además, es importante valorar factores protectores y contextos resilientes, desde una perspectiva de curso vital, que permitan, por una parte, prevenir, y por otra, revertir el desarrollo de características afectivas, conductuales y relacionales implicadas en la conducta antisocial. Continuar investigando factores como la sensibilidad y la empatía, asociadas a los procesos de cambio y desistimiento, permitiría relevar la importancia del cuidado en etapas de vida sensibles para el desarrollo, como lo son la niñez y la adolescencia.
El desarrollo de características de personalidad psicopáticas en la infancia y la adolescencia alerta de un contexto que no ha podido proveer de los cuidados pertinentes y muestra que los procesos de victimización y criminalidad se desdibujan cuando estamos en presencia de jóvenes que comienzan a delinquir en la niñez y crecen siendo expuestos a experiencias adversas, riesgos y vulnerabilidades que, como respuesta, han desarrollado cierto nivel de dureza e insensibilidad.