Introducción
Y precisamente, al mismo tiempo que descubre su humanidad, comienza a bruñir sus armas para hacerla triunfar.1
La investigación en la cual se basa el presente texto trenza una narrativa en torno a aprendizajes basados en vivencias, desde voces pacíficas de mujeres-negras-afrodescen-dientes en Cali, munac.2 Proponemos reconocer familiaridades y ancestralidades compartidas en luchas afrodiaspóricas: mujeres herederas de aquellas a quienes se les impuso la esclavización. Como gente con "leyes de libertad" a posteriori, dada su historia de limitación de autonomía, sometimiento económico y político, las memorias, muchas dolorosas, afirman humanidades y posibilidades, en un entramado de mundos que componen el país -desde el Caribe hasta el Pacífico Sur, pasando por los valles interandinos. Desde los caracteres que abuelas y abuelos han sembrado en sus familias, sentipensar la paz3 orienta a hilvanar un sentido de justicia, donde mujeres negras afrodescendientes y sus pueblos libertarios desentrañan la raíz negra pacífica.4
¿Qué traen las voces de quienes, en reexistencia histórica, luchan contra las opresiones?5 Las entrevistadas (integrantes adultas de familias racializadas y etnizadas) cuestionan las narrativas oficiales. Buscamos entender, en concordancia, actualmente, con la proclama de que: "La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento" (Artículo 22 de la Constitución Política de Colombia, CPC, 1991), cómo divisa la paz este país que plebiscitariamente la niega y, en el mismo 2016, en cabeza del presidente de turno, acuerda -formalmente- la búsqueda de una convivencia pacífica. ¿Cómo parar el genocidio cultural?6
El texto dispone tres partes y apura conclusiones. La primera describe sucintamente la investigación que cimienta este artículo; bosqueja dimensiones importantes para la comprensión de vivencias de quienes participan del estudio. En la segunda, preguntamos por lo que acarrea sentipensar; la escucha de voces pacíficas en su lugar cotidiano de enunciación reconoce la tarea de identificar prácticas y situaciones que impactan. Como expresión del muntu, acercar las memorias; éstas, muchas dolorosas, afirman humanidades (en relatos de Zapata, 1992, desentrañar la raíz afrodescendiente -pacífica-). La sección tres reconoce afirmar aprendizajes desde las experiencias de hechos victimizantes, la re-existencia histórica y las luchas contemporáneas.7 Finalmente, a modo de conclusión subrayo que sin justicia social, étnico-racial y de género no puede haber paz. En tanto, la exigencia de quienes al persistir vivir en condiciones dignas reparan su -la- humanidad negada, las ópticas deliberativas feministas negras aproximan una comprensión completa de la tal paz que incorpore pluralidad de mundos.
Orígenes y complejidad del estudio8
Me pasa que cuando tengo una nueva situación de discriminación se me reviven todas las anteriores... No soy a la única que le pasa. Juntarme con otras personas que viven las mismas experiencias ha sido importante. Que no es personal, que es político9.
El presente artículo se enmarca en la investigación académica titulada: "Caminos de paz y voces pacíficas de mujeres negras afrodescendientes en Santiago de Cali. Sentipensar vivencias de -en- cimarronaje", en curso desde 2013. Esta analiza la apuesta que como sociedad se construye desde la experiencia de nos-otras10. El argumento central es que se debe atender a las voces pacíficas de las mujeres racializadas; la óptica de la paz posibilita tejer rutas biográficas que descubren memorias veladas y vivencias históricas que perviven como pueblo negro en Colombia (Muñoz, 2014; Palacios, 2018). Visiona tejer las reexistencias que germinan desde biografías de munac, y descubrir las memorias veladas de vivencias históricas que perviven en el seno del pueblo negro en Colombia.11
El racismo, la desigualdad y la violencia se reflejan en altos índices de destierro de la población del Pacífico, así como en el desamparo que históricamente ha vivido el pueblo negro en otras regiones del país, particularmente el Caribe. El estudio se comprende en este contexto de injusticias a granel. Importa visibilizar el desamparo que viven la mayoría de niñas, jóvenes y adultas, integrantes de comunidades étnicas racializadas. Hablamos de dimensiones,12 que conllevan aprendizajes de las vivencias en un sentido holístico con toda la complejidad que implica una modernidad impuesta con la lógica patriarcal, racista y capitalista que sostiene la guerra. En este escenario, tres dimensiones estudiadas permiten renovar algunas preguntas en las investigaciones académicas. Estas dimensiones responden a interrogantes acerca de vivencias de mujeres afrodiaspóricas,13 y sirven como horizonte metodológico biográfico y narrativo centrado en los encuentros entre la investigadora y las munac. En el estudio propuesto describo el tejido investigativo (Ocaña, 2006; Bolívar, 2010);14 pensamos en los orígenes de quienes sufren hechos victimizantes, en un sentido amplio: mujeres independientes, provenientes de sectores populares, quienes expresan su rechazo a las condiciones limitantes en una realidad donde no se puede ocultar el poder que indigna y niega la ciudadanía. Las munac son diversas: hermanas, primas, abuelas e hijas, amigas, ahijadas, sobrinas caminan las calles, limpian casas, en el centro, en el sur, al norte y al oeste de la ciudad; venden chontaduro, chance o periódicos; cantan o bailan, marchan en colectivos diversos; cuidan a la infancia o a las personas mayores en patios u hospitales; palpitan con la telenovela y preguntan por hijos desaparecidos; se plantan en aulas educativas; se ríen con sus dolores; amarran su cabeza; reaccionan ante situaciones de violencias sutiles y abiertas.
En la investigación no inquirimos por la expresión memoria, o memoria histórica; más bien hablamos de "hacer memoria" ("abrir la memoria") desde las cotidianidades. Visionamos a quienes, entre muertes distintas, inician relatos de semblanzas de vidas en torno a un paisaje húmedo recordado. Nos preguntamos por el saber de las entrevistadas acerca de sus abuelas y madres (dimensión uno). Sus vivencias y voces explican fenómenos de racialización, en nexo con distintos marcadores de exclusión (dimensión dos). De otra parte, en definitiva, de los discursos que nos habitan, de prácticas, saberes y de hechos o situaciones, particularmente, como contribución a comprender el conflicto y avanzar en el camino a la paz (dimensión tres)15.
Dimensión uno de las munac: vivencia personal y ámbito familiar correspondiente a lugares de las cotidianidades (munac en colectivo. Movimiento y reinvención en Cali cultural).16
Dimensión dos de las munac: comprensión de ser mujer negra afrodescendiente en Santiago de Cali, correspondiente con lugares del caminar (munac diversas y en desigualdad. Tránsito por las orillas de cemento).17
Dimensión tres de munac: comprensión de la paz y la solución de conflictos, correspondiente a lugares de resistencias múltiples (munac desde abajo en reexistencia. Pasos silencios y canto).18
Con la propuesta de tejer una perspectiva para la paz, las mismas participantes orientaron las preguntas del estudio. En el proceso rastreamos posibilidades de aprendizajes acerca de reexistencias, del cimarronaje histórico a radicalizar.
En búsqueda de la libertad, en diáspora, emigrando de los lugares donde se hacía flagrante la violación de derechos humanos a sus comunidades, una población rica culturalmente, descendiente de quienes se levantaran ante la opresión de la institución esclavista, construyen territorios pacíficos, o territorios de poblaciones negras, donde con frecuencia se limitan las posibilidades vitales (Mosquera R., 2007; Lozano, 2009; Grueso, 2010). Desde la matriz africana articulada por las mujeres, aprendemos del cimarronaje, en acuerdo con la fuerza de las Orishas que impele a renovar un tejido roto por el despojo.19 Prorrumpe la memoria de los territorios donde se forjaron palenques y comunidad.
Este trasfondo es esencial para reconstruir lo ocurrido en la guerra que ha vivido el país, y con la esperanza de que actúe la Justicia especial para la paz (JEP) justo para lo que fue concebida. La "Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición" tiene un reto similar, en tanto que indaga sobre lo que ha pasado y tiene el objetivo de contribuir al reconocimiento de las víctimas y promover la convivencia en los territorios. Nuestro propósito es contribuir a edificar una agenda nacional de paz afrocolombiana desde el cuerpo, el corazón y lamente de las mujeres negras afrocolombianas, palenqueras y raizales (Ver Grunner, Blandón, Gómez y Mina-R., eds.; 2016).
Las lecturas de feministas -antiracistas- abonan a la comprensión de voces desconocidas y, en la escucha deliberativa y crítica, ayudamos a concebir agendas propias. Así, inquirimos por las afectaciones del racismo; en esa búsqueda de la libertad, en diáspora, hasta el presente, figuramos a una población grande en los tiempos de creación de palenques para la emancipación del régimen colonial. En esta óptica, se pregunta por cuál es nuestra comprensión del racismo. Aunque en un contexto siempre racista, a propósito de la legislación última, se han acuñado conceptos que podrían ayudar a cambiar el chip a gente alejada de imaginarles con libertad, como personas y colectivos. Incluso hablar de racismo en Colombia pareciera que es un invento de quien se atreve a enunciar que existe tal lacra, aun cuando está la ley que lo proscribe y penaliza (Ley 1482 del 2011). Se trata de entender el momento histórico en el que se da el debate. En décadas anteriores, antes de 1991(CPC) y 1993 (Ley 70), las negras y sus comunidades eran pensadas como "campesinas" ("tribales" e "indígenas", según el convenio OIT 169 de1989).20 Mediante una visión crítica, y coincidiendo con que es importante comprender el contexto y ubicar la discusión desde el territorio, al sugerir que los momentos de las sociedades son distintos, -con la etnización- nombrarse afro pareciera "lo chévere" hoy para quienes reclaman derechos como 'afrodescendientes'.21
La gente en la diáspora continúa buscando la libertad, migrando a lugares selváticos inhóspitos y a las grandes capitales del occidente y el Caribe, donde es flagrante la violación de derechos humanos. Aquí, como antes, se observa que las comunidades negras construyen este territorio pacífico.
Colombia, el tercer país de mayor población afrodescendiente en las Américas (después de Brasil y los Estados Unidos) es el escenario de mayores disputas en el campo político afrolatinoamericano. El primer Congreso Nacional Afrocolombiano celebrado en Quibdó, Chocó, en agosto de 2013, producto de 35 congresos locales a través del territorio colombiano, reunió a todas las tendencias en el vasto y variado movimiento social afrocolombiano
(...) Pocos han observado que el Decenio [de lxs Afrodescendientes declarado por Naciones Unidas] es producto de la agenda impulsada por los movimientos afrolatinoamericanos en el contexto de la Tercera Conferencia Mundial Contra el Racismo celebrada en Durban, Sudáfrica, en el 2001, y mucho menos que la idea de representación en la ONU fue primero planteada por Malcolm X como vocero de la Organización de Unidad Afroamericana (Laó Montes, 2015).
En Colombia, las personas y colectivos de pertenencia a comunidades negras, con raíces afrodescendientes aún son vistas como migrantes en ciudades que las marginan. Desde la colonia la racialización mantiene la entronización de una cultura y la mirada hacia sectores sociales que son vistos como aptos para la "inclusión" cultural, como parte del folclor, o para trabajos en la llamada seguridad, para los varones, y en el servicio doméstico para las mujeres. En esta óptica, convengo con argumentar que en Colombia ha existido una cierta división racial y sexual del trabajo (cierta "pigmentocracia" y patriarcalismo) que se manifiesta, particularmente, en aquellas labores que muestran un orden racial y que están en la base de la pirámide social (Lozano, 2009-2010). Mujeres negras: o putas y/o sirvientas; o matronas. Es clave acercarse a los lugares de las mujeres racializadas (Carneiro 2001), las más empobrecidas, y su despiadada condena histórica -normalizada- en las ciudades colombianas (Lozano y Peñaranda, 2007; Curiel, 2002).
Con la categoría de comunidad negra y, consecuentemente, con la Ley 70 de 1993 se postularon derechos colectivos territoriales y culturales para los grupos afro-descendientes (Campo, 2015).22 Sin embargo, la categoría raza continúa siendo correlato fundamental del "proceso y propagación de esta bio-racionalización y de la difusión de tecnologías de poder para la administración de la población" (Viveros, 2010: 3). Para Ofir Muñoz, "los términos afrodescendientes, afroamericanas/ os, afrolatinas/os, afrocolombianas/os, hacen referencia a un origen, a la raíz de personas y pueblos que han reconocido a África no solo como origen de su humanidad, sino también como cuna de su cultura ancestral (2014: 13).
El maestro Manuel Zapata Olivella da pistas a este respecto. En el capítulo "Memoria de los ancestros" de su libro El árbol brujo de la libertad; trae a la memoria a "los abuelos afroespañoles", "griegos romanos y vándalos", a la "aculturación berberistica", "los padres libres reesclavizados", "los padres afroamerindios", "los muiscas", "la gran familia multietnica", "caribeños", "orientales", "oceánicos", "andinos", "surandinos" (Zapata O.; 2002:105). Nos sugiere maneras de leer el conflicto y caminos diversos de reexistencias continuas; son todas estas voces deliberantes heredadas en la diáspora de "los africanos en las conquistas y primeras fundaciones" (Zapata O.; 2002:125).23 Zapata Olivella rememora el tránsito del muntu, en un tiempo transhistórico. La memoria para la gente negra está anclada no a una identidad nacional sino a una identidad racial e histórica.24
Al reconocer las identidades, la politóloga caleña Natalia Ocoró Grajales expresa que llegó a resignificar su "negritud" por las personas negras con las que se relacionó en la universidad, entre otros lugares. Considera que lo que es definitivo en esa jerarquía de opresiones es la racialidad.25 Con la matriz moderna colonial racista de género, no solo sufrimos la exacerbación de la sexualidad de los cuerpos tratados como mercancías para la producción capitalista; la vertiente "raza" es eje de todas las opresiones.26 La compañera se nombra como mujer negra porque "entra" desde otros lugares de la identidad, crítica con respecto al país, y recuerda que es una persona negra con todas las personas negras de la diáspora en el mundo, independientemente de cuáles hayan sido las fronteras nacionales.
Podríamos mapear la generación de los ochenta o inicios de los noventa, época de una fuerte migración a ciudades como Cali. Desde esa época comienza la oleada del reconocimiento de la diversidad, al mismo tiempo que arrecian los conflictos, la desigualdad, la represión y la intolerancia en el mundo. Lo que estaba en retazos se recoge en la formulación de lo "pluriétnico" y "multicultural" (Arboleda O., 2002-2015). La gente negra migrante es victimizada por esas otras guerras no mencionadas, tales como la expansión del cultivo de la caña en el Norte del Cauca (el "monstruo verde"), el despojo de la región marítima de Buenaventura, o la industrialización que contamina los territorios y expulsa a la gente. Así nos lo narra la munac Estela:
-Voz Estela: Bueno, una situación en Cali, y que es totalmente invisible, es que los jóvenes hombres negros -afro, digamos-, los están asesinando, los están exterminando, los criminalizan; arrinconados en las posibilidades de desempeño laboral (por la racialización que se hace también de los territorios de la gente negra); estadísticamente los hombres jóvenes afro son los que más mueren, y eso pareciera que no fuera nada, como ver llover. Esto está relacionado con la llamada limpieza social; ¿por qué mueren estos jóvenes? ¿Por qué estos jóvenes se ven involucrados en esos espacios (que llaman "pandillas")?: no hay posibilidades de acceso a la educación, no hay educación de calidad que te enganche desde que estás en la primera infancia, en primaria, secundaria, ¿cómo seguir estudiando mientras que tu familia está aguantando hambre? ¿Cómo seguir en esos procesos de la educación formal si no hay condiciones? Eso es en la ciudad, pero refleja parte de lo que se está viviendo en toda Colombia. Esos chicos son hijos, tienen madres, a sus madres les duele; puede ser que al resto no nos duelan porque no han importado para la sociedad, pero son seres humanos, y esa es la lógica para mí que atraviesa todo (Entrevista a munac 14/4/2016)27
Como lastre de la colonización y sus patriarcados, la gente y los territorios de los pueblos negros han padecido el engendro patriarcal que a veces se expresa como violencia estatal, sea de derecha o de izquierda, con la división por "raza".28 "Lo blanco" aun opera como un capital y "lo negro" como sinónimo de déficit. Esto tiene consecuencia directa sobre las discusiones para la paz.
De aquí la importancia de sentipensar la paz a partir de la memoria de las opresiones y el lastre colonial, y también del cimarronaje que ha persistido durantesiglos, para construir geografías de la esperanza que nos permitan descolonizar los futuros posibles. Una mirada a los recorridos institucionales, durante dos siglos de "república" y más de cinco décadas de "búsqueda de la paz", nos indica la importancia de la tarea a realizar, en este Sur global: desentrañar la lógica de esta sociedad de tantas opresiones juntas, en colaboración, ayuda mutua y en vínculo con la tierra como símbolo de libertad.29
Todo esto exacerbado por el neoliberalismo como fase más reciente de una llamada modernidad que tenemos que seguir escudriñando (Castro, 2005). Dicha modernidad hace que lo que cada quien vive y en las comunidades sea dictado por una racionalidad donde predomina lo masculino autoritario, que jerarquiza el espacio social. Nos conmovemos, movilizamos y ponemos en tela de juicio este contexto: cuál ciudadanía.30
Al menos tenemos un techo acá en Marroquín pa los que llegan del río.
Esa es la vida ahí en la casa: se la pasa uno ahí sentado, porque la mayoría están manicruzados, sin camello, sin estudio; a mi mama ahora le toca muy duro, ella no se gana sino el mínimo, ella tiene su edad y con el tiempo va a decaer. En este momento yo estoy trabajando en una empresa que se llama EMAS, es de barrido; yo no quisiera que esa fuera mi forma de vida, yo he estudiado y pues allá, lo único que hago es barrer y barrer, y recibir un mínimo. Al sol y al agua trabajamos. (Botero, Ed., 2009-2015: 50)
En esta investigación, caminamos con las munac al encuentro de otras personas afrodescendientes del norte, del oriente, del sur y occidente del país; compartimos ser descendientes de gente grande; heredamos también dolores no rememorados y reexistencias en las cotidianidades como mujeres racializadas de la diáspora afro en este lado del mundo. Como lo ha manifestado la maestra Claudia Mosquera Rosero-Labbé, todos los territorios donde se dio la trata son esenciales para las reparaciones, y por tanto, para "abrir la memoria" (2009, 2015). En sus territorios las mujeres han sido paridoras de vida y reexistencias.
Finalmente, en la tarea de ubicar el contexto de complejidad, no podemos olvidar la relación con los otros seres vivos (naturaleza): la tala de árboles, la contaminación de los ríos, la devastación de los territorios por los megaproyectos extractivistas; la indiferencia en la transformación de los residuos del consumo capitalista. Al presente, diríamos que abuelas y renacientes, en los pueblos de la diáspora, han parido la potencia para reevaluar el avance desarrollista del libre mercado y transformar-nos hacia los "buenos vivires".31
Sentipensar la paz: re-conocer voces pacíficas en los lugares de vida
Ubuntu: Soy porque somos
En esta segunda parte, retomo el camino que orienta a escuchar con el corazón las voces pacíficas desde lugares del país con presencia afrodiaspórica, en toda su diversidad (Mosquera R. y Barcelos, eds. 2009). Esta presencia con frecuencia se da en territorios biodiversos, donde se manifiestan las injusticias y el irrespeto a la dignidad histórica de los pueblos. Es allí donde es importante tejer rutas de convivencia pacífica en red con mujeres racializadas en el país, ayudando a la deliberación crítica, en procura del vivir en la "casa común", con óptica feminista antiracista.
Buscar la paz propone sentipensar: poner luz sobre las raíces de violencias atávicas que mantiene la lógica capitalista, patriarcal, racista del modelo civilizatorio dominante (Lorde, 1983); enfocar las memorias en los territorios desde la espiritualidad, el cultivo del agua y de la vida (Escobar 2018). Sentipensar la paz propone retornar a las raíces afrodiaspóricas combatiendo así injusticias normalizadas; acercar discernimientos de vivencias de mujeres de comunidades que, aún en Cali, con ascendencias de raíces ribereñas podríamos nombrar "anfibias" (Fals Borda, 1978). Como siempre, en este momento histórico, el pueblo negro que ha tejido territorio en los lugares donde ha permanecido en diáspora continúa en la reinvención del vivir, trayendo a la memoria el equilibrio con la naturaleza, en paisajes húmedos (Zapata O., 2010; Arocha, 1999). A sentipensar también alude el reconocido narrador de historias del Caribe colombiano David Sánchez Juliao (a propósito de lo que somos, de la trashumancia, la afirmación y la "colombianidad")32, recordando la obra de Manuel Zapata Olivella. En busca de la raíz negra ribereña libertaria se rememora así una visión crítica de los procesos de destierro de los paisajes conocidos (Arboleda S., 1998-2002; Arboleda Q., 2011; Fals Borda, 1978-2000; Mosquera R., 2007-2009-2015; Zapata O., 1989). Los lugares cartografiados igualmente aluden a las cotidianidades entretejidas por Eduardo Galeano (1970), quien ha popularizado el sentido de sentipensar, que manifiesta el sentido de ir a allu33- en la trama de las decisiones colectivas; profundizar en la selva inmensa de saberes de las comunidades; así, sentipensar constituye la tarea de cultivar la complejidad de los modos de decir en clave de munac.
Estos olores de tierra húmeda/mar/ríos/ciénagas/saltos/olores de surcos, nubes, selvas y cocodrilos/olores son de tierra fecundada/por las aguas de la madre Yemayá/después de parir a los Orishas/sus catorce hijos/en un solo y tormentoso parto. (Zapata Olivella, 2010, p. 51).
Con este dibujado paisaje, ¿qué encarnan los procesos de búsqueda de la ciudadanía y la participación, los derechos de las personas negras y su capacidad de actuar política y administrativamente, sin vulneración? ¿Qué paisaje des/dibuja a una población que sobrevive ante las adversidades? (Gruner, Blandón, Gómez, Mina, Eds., 2016).
Voz Estela: En Bogotá se siente más la violencia racista... en los lugares donde he estado... hay más prejuicio y la gente lo expresa de formas más sofisticadas y sutiles.34
Reinventando la convivencia, los movimientos sociales reimaginan la esperanza. Se trata de sentipensar cómo divisa la paz el pueblo colombiano en toda su diversidad; teniendo en cuenta el impacto desproporcionado de la guerra en las comunidades negras e indígenas, lo que constatan organizaciones de derechos humanos y organizaciones antiracistas y feministas, a tal grado que se podría hablar de un genocidio cultural (Arocha 1998).
Dado el proceso de verificación del acuerdo para una paz estable y duradera, consideramos esencial la participación de todos pueblos que conforman el país. Como bien lo afirma la lideresa de la comunidad de La Toma, en el Norte del Cauca, Francia Márquez:
En el marco de la diversidad étnica y cultural establecida en la Constitución de 1991, y de los tratados internacionales que reconocen el derecho a la autodeterminación de los pueblos y el gobierno propio, como el derecho a la consulta previa y el consentimiento previo libre e informado, se hace necesario que exista una relación directa entre el Gobierno y los pueblos afrodescendientes. Estos hechos me ponen a preguntarme si, como comunidades negras, tendremos el placer de gozar también de la paz. O si es una paz sin nosotros, como ha pasado con muchos hechos históricos de este país; o si el proceso de paz es a costa de nosotros (Márquez, 2016; 138).
¿Cómo se puede lograr una paz sostenible y duradera si el modelo económico y la concentración de la tierra que dieron origen al levantamiento armado no se discuten? ¿Cómo lograr la paz para nuestros y nuestras renacientes bajo las mismas situaciones que continúan violentando nuestros derechos como pueblos étnicos? ¿Cómo podemos tener paz las mujeres, si nuestros cuerpos y territorios, que son lugares del cuidado de la vida, se están enfermando a causa de la contaminación y la degradación ambiental?; ¿si nuestros territorios están siendo entregados a empresas multinacionales, bajo el discurso de erradicación de la pobreza y el desarrollo? ¿De qué manera pronunciar paz, si nos están exterminando? Estos y otros interrogantes los compartimos con gente de la academia, del liderazgo de comunidades y en diferentes ámbitos de lucha en movilización por la vida digna, a propósito del último acuerdo de paz.
¿Cuál igualdad compartimos? ¿Qué sentido tiene para las munac la ciudadanía plena dentro de este estado Nación? El ya antiguo discurso del multiculturalismo inserta, con todo, un nuevo sentido común. La cultura hegemónica (blanco, católico, con poder económico, y en la heteronormatividad) señala cuál es el patrón para el estado nación -¿asesina la diferencia? Los que no tienen ese patrón tienen que "civilizarse".35
Un "caballito de batalla" de la nueva realidad legal es la ley 70, de comunidades negras, en cuyos territorios ancestrales continúan los actos guerreristas. Impele la necesidad de su reglamentación y su exigibilidad política. La secuencialidad del terror de los armados mantiene los poderes de unos cuantos. Hoy como ayer, vemos que no todas las personas viven una ciudadanía libre, como lo demandan muchas lideresas y líderes sociales (que sufren amenazas y desapariciones)36 No podemos permitir que la Ley 70 sea desconocida por "inversionistas" que tienen permisos para la explotación en los ricos territorios.
Frente a esta institucionalidad, se precisa desentrañar la raíz negra pacífica de las diversas regiones, especialmente aquellas con gran presencia afrodiaspó-ricas (Vergara, 2013a; 2013), como el Caribe y el valle geográfico del río Cauca, verdaderos entramados de mundos alimentados por los saberes de las comunidades. Otras fuerzas deliberativas justifican salir de los límites de la "episteme moderna" para explicar el silenciamiento de saberes. Esta sería la base de transiciones hacia los buenos vivires, según el mandato de los pueblos originarios (Escobar 2010, 2018), de cuyo sentipensar y densidad inmensa de saberes emergen los mundos ribereños. Destella el sentipensar en selvas, valles, playas y montañas, en mundos del adentro y del afuera, del arriba y abajo, de aquellos mundos biodiversos y complejos. Sentipensar invita a rumiar, con pedagogíasdecoloniales, un "proyecto crítico sentipensante andino-sudamericano" (Walsh 2017:19). Porque sentipentipensar vivencias de las munac trae a la memoria el muntu, convoca a participar a las pluralidades negra-afroandina-sudamericana;37 pregunta por unas vivencias desconocidas (Palacios, Palacio y Palacios, 2014). Así concebimos pedagogías para la vida, la alegría y la re-existencia, pedagogías de mujeres-negras que curan y vinculan (Lozano, 2013; 2017). Al poner en movimiento toda una ontología política (Escobar, 2014) se convoca a aprender de esas vivencias de mujeres racializadas, quienes son centrales en sus familias-comunidades-país.
¿Existe una "praxis para la paz"? ¿Podría este -nuestro- registro inicial de voces otras contribuir a orientar estudios de mayor alcance con otras colectividades y personas representativas, por ejemplo, en otras regiones del país como el Caribe?; ¿qué cabida tienen las memorias y herencia pacífica, con sus tejidos y quehaceres de re-existencia, dentro y fuera de la academia, como procesos de paz? ¿Qué sentido tienen los programas de atención a conflictos y de cooperación?; ¿a qué llevarían ceremonias que recrean prácticas de sabedoras tradicionales de las comunidades ancestrales y sus producciones comunitarias, musicales, teatrales, audiovisuales? ¿Existe la posibilidad de la equidad en la educación? ¿Cuál enseñanza-aprendizaje se posibilita a partir de las des-conocidas historias de gente que ha vivido las opresiones? ¿Qué nociones son re-conocidas y cuáles son útiles a un proyecto civilizatorio, que presume de "conocer", mediante supuesta "neutralidad" u "objetividad" y que prima en los ámbitos educativos (que la escuela afianza)?
La opción fue reinventarnos en el cimarronaje y en clave de feminismo negro, a sabiendas de que no basta un decenio, ante una historia que nace del genocidio de los seres humanos, del colonialismo que etiquetó a seres humanos como negrxs y del epistemicidio38 de su pensamiento. (Campoalegre, 2018: 22)
Estos relatos no registrados posibilitarían tejer dialogo con la academia colonizada (sin registro de emociones, alejada de los tambores), convocarla para llevarla a sus límites y que pueda escuchar voces acalladas, para así contribuir a reconstruir otras formas de conocer y aprender de las vivencias, llegar a comprender la vivencia de lo que las mujeres relatan, desde lo que se vive en las localidades.
Aprender de vivencias afrodiaspóricas de -en- cimarronaje
-¿Qué ABC conformaría permitiría vivir en equidad y avanzar en la construcción de la paz?39
Voz Nancy: A: reconocer las humanidades- con dignidad (humanidad que se materializa con la armonización de los cuerpos que habitan el mundo; dignificar la vida).
B: renacer al comadreo (Transformar los paisajes y lugares del vivir). Que las mujeres -niñas, jóvenes y mayoras- pudieran caminar las calles sin temor; habitar sus cuerpos en reconexión con los lugares y elementos de la naturaleza.
C: democratizar el poder (redistribución de la toma de decisiones, con justicia para las mujeres racializadas y sus familias).
Repasar un discurso en referencia al pueblo negro es parar en la deliberación respecto a los quehaceres, la vivencia histórica,40 y el lugar de la academia: qué educación puede ayudar a responder frente al abismo entre un ente presupuesto, conceptual, y un ente real (Mena, 2010; 2015).41 Qué hay de posibilitar interpelaciones, interpretaciones y aprendizajes de prácticas otras, desde zonas que se reconocen pacíficas, con otros relatos de gente que permanece en pie, en levantamiento, en prácticas de cimarronaje, ocultada (por decir lo menos), y que ha afrontado pasajes difíciles en reexistencia desde antaño (Palacios, Hurtado y Benítez, 2010). Sentipensar la paz lleva a otra comprensión del conflicto, a narrativas nuevas por aprender que se expresen mediante voces pacíficas. 42
A propósito de unas reexistencias que se mantienen. Qué evoca y le traen las siguientes expresiones, relacionándolas entre sí: "acuerdo", "amor" y "caminos" en este "país" (Entrevista 15/06/2016).43
Voz Dora: Palabras que están en distintas voces. Si se pudiera estudiar en el discurso, en este contexto, narrativamente, ¿qué cuerpos mencionan qué palabras? Son unos cuerpos referidos, históricos.
En esos territorios, caminos sí; éstos refieren con cómo la gente mide el tiempo; tiene que ver con la forma narrativa de reconstruir geográficamente los espacios. Algo materialmente inalcanzable. Con respecto al amor, no sé...
Con el levantamiento libertario inicial, al dignificar la vida las mujeres han tejido comunidad, en emancipación que se aprende (Freire, 1980). A través de prácticas de vida que las familias afrodescendientes han asumido frente a situaciones de multiopresividad, durante siglos, al celebrar la vida y, con sus vivencias, con la exigencia de sentipensar en Colombia, algunas preocupaciones se manifiestan en la intersección entre academia y práctica política:
En este contexto, los noventa representan quizás la década de mayor publicación de trabajos individuales o corporativos, que impulsados desde lógicas netamente académicas o de posicionamiento de lugares políticos en torno y desde las comunidades negras aportan a una mejor comprensión de la dimensión que para este momento adquieren las diferenciaciones culturales como conducto comunicante entre unos intereses investigativos y algunas búsquedas políticas de corte comunitario, que encuentran en las etnicidades y/o racialidades el campo que orientará sus respectivos quehaceres (Arboleda Q., 2011: 40).
En esta vivencia de racialización, la gente ha re-existido. La reexistencia alude, como ya se ha venido dibujando desde la opción decolonial, a re-existir, que no es solo el aguante; indica algo más que "resistir": re-existir es crear y recrear, transformar y conquistar autonomía en pro de la vida (Galeano, 1970). Ejemplo de reexistencia han sido las abuelas, de la mano de los abuelos del pueblo en cimarronaje, en situaciones de persecución criminal a quienes han luchado por la libertad. Es preciso recordar que antes no pensaban en términos de "feminismo" y, empero, en su época, hicieron ejercicio de autonomía individual y colectiva.44
Ante esta complejidad, surgen inquietudes que se agolpan, luego de escuchar a quienes dan su testimonio del entramado en que viven y desde el cual intuyen cómo crear tejido comunitario, con la diáspora histórica, con los movimientos sociales de las comunidades y sus construcciones de mundo. Justamente, reflexionando sobre las limitaciones de una cierta "ideología del mestizaje", la maestra Claudia Mosquera Rosero-Labbé (2017; 2007) se acerca al tema de las reparaciones, y alude al universo de víctimas en Colombia (un aproximado de nueve millones de personas), y al pueblo negro en particular; aun con los postulados de la etnicidad, ella plantea que las categorías "raza" y "etnia" no se abordan fácilmente, lo cual causa que las reparaciones sean conceptos "dificultosos" de tratar; tal tarea se plantea en términos de pronunciar los horrores que las comunidades requieren sanar(Vergara 2013a).45
Pronunciarse respecto a hechos victimizantes no ha sido sencillo para la gente negra. La maestra Mosquera referencia, en uno de sus formidables estudios en comunidades del pueblo negro, raizal y palenquero, una conversación con gente del pueblo Libertad (cerca de San Onofre, en el departamento de Bolívar), a partir de la cual advierte que "abrir la memoria" -mandato del pos acuerdo por parte de la Comisión de verdad integral, justicia, reparación, reconciliación y no repetición- no es tarea fácil; sin embargo, el ejercicio de tejer relatos de lo vivido parece esperanzador.46 ¿De qué manera destapar tantas heridas por sanar? Hay dolores no traducibles, difíciles de "traer": ¿algún día podremos hablar en términos de sanar lo que pasó en la gran Cartagena de Indias, centro del mayor comercio de "piezas de indias"? Porque hablar de reparaciones implica hablar de esclavitud, tema que causa dolor o vergüenza, dadas sus aristas políticas y ontológicas. No hay tradición en Colombia de estudios de esclavitud, como hay en Cuba y Brasil (Mosquera R. y Barcelos, eds. 2007; Mosquera R. 2017): "pregúntele a los porteros, ellos sí saben..." El decir "vivir como negro" (expresión racista que se refiere a vivir en precariedad) parece normal y no es mal visto. Como decimos las feministas antirracistas, se normalizan las violencias (Butler, 2001).
Resalto el papel de la conversación como una herramienta de enseñanza, como decía bell hocks (2016)47. Se refería a interpelar críticamente acerca de lo que mueve al estudio de la convivencia pacífica, a ir más allá de leer las representaciones establecidas; de qué manera los relatos dominantes diseñan unas respuestas (Castro, 2005). Como se enuncia críticamente en la creación de una escuela alrededor del Decenio Internacional de los Pueblos Afrodescendientes48, no faltaron las miradas patriarcales al dar voz a las mujeres. Hubo que vencer "mitos y prejuicios raciales que descalificaban la necesidad y pertinencia del proyecto, así como determinados desencuentros entre el Movimiento negro y la academia en torno al tema" (Campoalegre, 2018: 27).
¿Cómo entender que, a partir de las vivencias de las comunidades, al Pacífico se lo denomine como territorio-región? ¿Qué contenidos y formas han condicionado las visiones dominantes? ¿Qué inferimos del conflicto y su relación con otros conflictos, a nivel mundial? ¿Qué significa que existan unos derechos colectivos para Comunidades Negras e Indígenas en el país, con amparo en la estructura normativa internacional? ¿No es el "posconflicto" la continuación del conflicto, y de la guerra, por otros medios? ¿Qué significa construir la paz, con la posibilidad de vivir dignamente y en convivencia pacífica? ¿Qué encarnan las reparaciones para el pueblo negro víctima de la Trata trasatlántica, de la colonización/extracción de recursos en territorios biodiversos? ¿Qué características tendrían tales reparaciones a personas, colectivos, territorios?
Comprender lo que significa reparación es haber sufrido o estar sufriendo actos victimizantes por parte de un modelo de desarrollo particular. ¿Podría ser esta una oportunidad de contribuir a la coexistencia de muchos mundos y de avizorar un horizonte más allá del constructo dominante de nación? ¿Cómo vamos a superar las opresiones sin cuestionar el modelo de desarrollo? Por qué este modelo soporta esa desigualdad tan estructurante, tan metida en el arte de gobernar. Responder a estas preguntas requiere, justamente, reconocer que es en los territorios de las comunidades étnicas donde nace el agua y también donde se buscan los hidrocarburos, el carbón, el oro, el coltán para ser explotados; conocer de los tejidos colectivos y de las memorias de arraigo, para develar lo que está pasando y no permanecer indiferentes ante la miseria que constatamos.
Para que haya garantía de verdad, justicia y reconciliación, es preciso sentipensar y reconocer acciones históricas pacíficas por parte de sectores importantes de mujeres-negras-afrodescendientes en sus lugares. "Y es que dentro del conflicto armado, al igual que dentro de las diferentes dimensiones de la sociedad colombiana, las mujeres negras son sujetos siempre de especial maltrato, especial violencia y especial victimización" (Perea, 2016: 166).
A partir de nuestra historia de violencias y de transitorios pactos de paz, se entiende y se justifica la urgencia de visualizar reparaciones históricas a quienes son víctimas de la guerra. Como lo afirma Francia Márquez, defensora de Derechos Humanos en Colombia (premio 2016):
No se puede generalizar sobre los pueblos afrocolombianos, que han vivido hechos victimizantes de manera diferente al resto de las víctimas, por cuanto los impactos de la violencia son sistemáticos, históricos y racistas. En su gran mayoría, tienden a afectar de manera colectiva la integridad étnica y cultural, el gobierno propio, las formas organizativas propias, y sus territorios colectivos y ancestrales. Es decir, que estas violencias han apuntado al exterminio cultural y físico de los pueblos negros. Por tanto, cuando se habla de procesos de paz y víctimas, eso implica tener en cuenta la aplicación de un proceso étnico con enfoques diferenciados. (Márquez, 2016: 136)
Al visualizar la diversidad de voces y sentidos de la paz, lo primero es ver en qué escenario estamos. Continuando con el relato de la Premio Medioambiental Goldman (2018):
"Señor presidente, avanzar en la paz implicaba honrar la palabra y yo estuve en el Congreso Nacional Afrocolombiano realizado en la ciudad de Quibdó, en el año 2013, donde usted se comprometió con las comunidades afrocolombianas en que, terminando el año 2013, se reglamentaría la Ley 70 de 1993. Y estamos en el 2016 y la ley no ha sido reglamentada. En tal sentido, creo que usted ha faltado a su palabra". Santos me respondió: "La ley no estaba reglamentada porque las comunidades negras no se pusieron de acuerdo", olvidando que la reglamentación de una ley no está en cabeza de las comunidades, sino que es una tarea constitucionalmente asignada al presidente y sus ministros. (Márquez, 2016; 137).
Muchas de estas reflexiones aplican tanto a la ciudad como al campo. Por ejemplo, la consulta previa debe ser aplicable a las zonas urbanas y tener en cuenta el arraigo cultural roto por el desarrollo capitalista. En las ciudades el pueblo ha ido retejiendo lugares de reexistencia, con retazos de la cultura africana, con estrategias y rutas de comprensión, por fuera de la institucionalidad, entre el mestizaje que resaltaba el maestro Zapata Olivella, con gente indígena, con formas particulares de ver la política, el medio ambiente, y la vida en los territorios. La guerra tiende a borrar todo eso. Seguimos siendo una cifra para los votos.
Con todo, atendiendo al tema de justicia para las comunidades y pueblos étnicos, la representante de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, CPI, Fatou Bensouda, se pronunció sobre la impunidad en el conflicto armado: "Seguimos preocupados de cara a una posible impunidad en el futuro" (Revista Semana. 13/09/2017). La funcionaria subraya su sospecha de que estos crímenes y sus responsables sientan el favor de un estado que no ha garantizado a las víctimas sus derechos. Como se plantea en la prensa nacional, en una visita de la funcionaria, la paz echa raíz con más fuerza cuando se planta con firmeza en el terreno de la justicia.49
En suma, es preciso sentipensar con -y acerca de- las mujeres más empobrecidas y más vulnerables de la población, con sus voces en deliberación. Esto llevaría a denunciar las múltiples formas en que "el desarrollo", que no se pone en cuestión, sigue creando desigualdad y condiciones para la reproducción del conflicto. Tenemos que hacerlo "en montonera", como dice el pueblo Nasa del norte del Cauca (Escobar, 2018: 209), en defensa de la vida, en el tránsito histórico que vive Colombia.
A modo de conclusión50
Yo prefiero parir mis hijos en cuclillas (Zapata, 1992: 359)
En definitiva, impele reconocer que la condición de indignidad e indignación para las mujeres negras afrodescendientes es mayúscula, por la estructura de género y de racialidad instalada y naturalizada en el lenguaje y las acciones cotidianas. Tal reconocimiento provoca, como he sugerido, trazar posibilidades de avanzar en pro de condiciones de equidad y, por tanto, de condiciones de paz, con justicia para quienes despliegan un cimarronaje histórico.
La perspectiva feminista antiracista también nos ayuda a visualizar alcances y limitaciones que, en sus situaciones específicas, presentan las mujeres negras afrodescendientes; ver cómo, mediante sus relatos, como colectivo étnico, se configura el entramado de re-existencias ante las realidades de los ciclos de violencia estructural en que han sobrevivido muchos sectores sociales. ¿Cómo creamos las condiciones, en nuestras sociedades, para saber de sus voces? ¿Cuáles son las memorias de resistencias intergeneracionales de mujeres negras afrodescendientes en ciudades como Cali, Cartagena, Barranquilla, Medellín y Bogotá?; ¿cómo dar opciones para la construcción de paz y vida digna desde ellas, para el pueblo negro, raizal y palenquero en el país? ¿Qué hace que sean o no saberes feministas y por qué tendría sentido preguntar, según sus voces? ¿Cuáles han venido siendo sus características, y de qué manera retomarlas como descripción de sus mundos y vivencias? ¿Cuál es la relación entre estas acciones y la noción de un tal feminismo otro?51
Con Zapata O., decimos que "las culturas africanas comienzan a surgir de su propio nicho continental; crecen a expensas de sus necesidades biológicas y sociales y se expanden en virtud de su fuerza interior hasta encontrar las fronteras de otras ondas culturales, estableciéndose los intercambios ineludibles experimentados por todas las civilizaciones." (1989: 80). Nos encontramos con las munac y con otras de lugares como el puerto del Atlántico, donde se dio el mayor comercio y tráfico de seres humanos. Saber de vivencias de mujeres negras en cimarronaje abona a radicalizar la herencia afrodiaspórica de aquellas renacientes de las batalladoras traídas a la memoria, con sus voces pacíficas, portadoras de vivencias de las que podemos aprender.
¿Pero por qué dices "afro-descendiente" pero no "afrocolombiana", ¿por qué?
Voz-Nancy: cuando este sea un país justo, equitativo, solidario, donde los afro y las afro vivamos en otras condiciones, donde no hayan esas brechas de desigualdad tan fuertes, donde seamos las mujeres afrodescendientes y las familias nuestras las que estén ... más empobrecidas; cuando eso cambie, allí podré ser afrocolombiana.