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Diversitas: Perspectivas en Psicología
Print version ISSN 1794-9998
Diversitas vol.5 no.2 Bogotá July/Dec. 2009
La sabiduría y la psicología del desarrollo moral **
Wisdom and the psychology of moral development
Jaime Yáñez Canal; Javier Corredor; Laura Pacheco *
Universidad Nacional de Colombia
** Artículo de investigación documental.
Recibido: 2 de diciembre de 2008 Revisado: 15 de febrero de 2009 Aceptado: 19 de mayo de 2009
Resumen
A partir del análisis de algunas concepciones éticas y del desarrollo psicológico se busca presentar la evolución de la teoría de Lawrence Kohlberg y de la psicología del desarrollo moral. Las posiciones deontológicas y formalistas de la filosofía moral determinaron las primeras conceptualizaciones en el estudio de la moral en psicología. Posteriormente, y de manera paralela al debate en la ética, la psicología y el mismo Kohlberg fueron más receptivos a posiciones que proponían contemplar las significaciones sociales y los juicios de una forma más contextual y flexible. El comunitarismo y algunas reflexiones no-cognitivas ejercieron alguna influencia en el estudio psicológico de la moral, campo que reconsideró igualmente nuevas edades para estudiar el desarrollo moral, al igual que incorporó las teorías del ciclo vital y las nociones de sabiduría.
Palabras clave: ética, desarrollo, cognición, deontología, comunitarismo, ciclo vital, sabiduría.
Abstract
Starting from the analysis of some ethical conceptions and the psychological development we introduce the evolution of Lawrence Kohlberg's theory and the psychology of moral development. The deontological and formalist positions rooted in the moral philosophy shaped the first conceptualizations in the study of morals in psychology. Thereafter, and parallel to the debate in ethics, Psychology and Kohlberg himself became more receptive to those positions which proposed to contemplate social significations and judgments in a more contextual and flexible manner. Communitarianism and some non-cognitive reflections had some influence on the psychological study of morals; a field that also reconsidered new ages for the study of moral development, as well as it incorporated the life-cycle theories and the notions of wisdom.
Keywords: ethics, development, cognition, deontology, communitarianism, life-cycle, wisdom.
La psicología del desarrollo moral y el problema de la justicia
Con la obra de Lawrence Kohlberg se constituyó un campo de investigación y se establecieron los cimientos sobre los que habría de desarrollarse la investigación psicológica sobre la moral desde finales de los cincuenta (Kohlberg, 1958) hasta finales de los ochenta (Kohlberg, 1969/1992, 1976, 1978, 1981a, 1981b, 1986, 1992, 2000; Kohlberg & Armon, 1984; Kohlberg, Higgins & Howard, 2000; Kohlberg, Levine & Heder, 1983a, 1983b; Kohlberg, Snarey & Reimer, 1983; Kohlberg, Shulik & Higgins, 2000). Estos cimientos están siendo cuestionados al igual que se están posibilitando diferentes abordajes para los problemas clásicos que han caracterizado el campo de la investigación psicológica de lo moral. Intentaremos mostrar algunas de estas discusiones y algunas preguntas que nos conducen a buscar otras fuentes teóricas para dar cuenta del desarrollo moral de los seres humanos. La obra de Kohlberg nos permitirá establecer los supuestos tradicionales de la investigación en psicología moral, como identificar las nuevas preocupaciones y las nuevas vías hacia dónde se dirige la investigación actual.
En su tesis doctoral y en sus primeros años de investigación, Kohlberg (1958, 1969, Heidbrink, 1991, 1992, Peltzer, 1986) estableció dos aspectos centrales que deberían tenerse en cuenta para la investigación en desarrollo moral:
-
Lo moral debería evaluarse en términos de formas de razonamiento según principios morales universales.
-
El desarrollo debería proponerse según un modelo de progresión, en el que los estadios más avanzados podrían caracterizarse de acuerdo con el manejo de formas abstractas y principios morales universales. Veamos con más detalle estos dos aspectos.
-Lo moral como formas de razonamiento. Para caracterizar el juicio moral, Kohlberg (1969/1992, 1978, 1981a, 1981b) se remite a dos propuestas conceptuales diferentes y complementarias. Por un lado retoma la tradición cognitivista de las posturas deontológicas de Kant (1785/1959), Rawls (1971) y Hare (1963, 1996); y por el otro las ideas cognitivo-evolutivas de Piaget (1932/1987, 1945/1961), G.H. Mead (1934), Baldwin (1897) y Dewey (1911, 1916).
Kant y toda la tradición deontológica de la ética conducen a establecer como preocupación central de lo ético la imposición de formas de razonamiento y el manejo explícito de intenciones y principios generales. Remitiéndonos a algunos ejemplos de Kant (1785/1959) o de Hare (1963, 1996) podremos entender con más claridad nuestra anterior afirmación. Si analizamos el comportamiento de un tendero que de manera voluntaria decide mantener los mismos precios para todos sus clientes, podríamos pensar algunas cosas: si el tendero realiza esta acción por intereses egoístas o mezquinos, porque de esta manera podrá mantener su clientela o generar una imagen positiva que puede conducir al aseguramiento de ésta, pensaríamos que su conducta no puede calificarse de correcta en términos morales. Si en cambio, las razones que mueven a este comportamiento se deben a que el tendero cree que él debe tratar a todos sus clientes actuales o futuros de la misma manera y que él está obligado a no utilizar a nadie para su propio beneficio, nuestro juicio sobre este mismo personaje sería muy positivo. De la misma manera, no podríamos calificar a una persona con limitaciones cognitivas como correcta moralmente, en la medida que esta persona no tiene otra opción que la de presentar un comportamiento automático o motivado por el miedo al castigo.
En estos ejemplos de la tradición cognitiva y formalista de la ética (para entender el comportamiento moral de las personas) tenemos que atender a las razones e intenciones que estas personas esgrimen para justificar su acción. Sólo al entender las razones que una persona pueda tener para realizar una acción logramos evaluar su nivel de desarrollo moral. Sin embargo, estas razones tienen que caracterizarse de alguna manera para poder calificar o valorar la conducta de los sujetos según una escala de mayor o menor adecuabilidad moral.
Los principios son las maneras que desde algunas perspectivas cognitivas se proponen para evaluar si ciertos juicios son correctos moralmente. Sean los principios del imperativo categórico kantiano, los principios de la justicia de Rawls, u otro cualquiera que se proponga, éstos deben cumplir los siguientes supuestos (Kohlberg, 1976, 1994; Kohlberg et al., 1983):
El supuesto del universalismo. Emitir un juicio moral implica hacer una declaración válida para todo tiempo y espacio.
El supuesto del prescriptivismo. Las prescripciones morales son imperativos que obligan a actuar de determinada manera y que se convierten en un deber interno.
El supuesto de la autonomía. Lo moral, como problema de "deber" sólo puede plantearse en seres libres que, determinando las reglas que habrían de regular sus relaciones sociales, se autoimponen su cumplimiento como una obligación.
El supuesto de la justicia. Los juicios morales deben considerar, sin excepción, a todos los seres humanos como seres iguales y libres. De la misma manera se debe garantizar a todos el libre desarrollo de sus procesos de realización personal y se deben establecer procedimientos imparciales para juzgar ante conflictos particulares.
Todas estas características le permiten a Kohlberg establecer las diferentes formas de razonamiento de los seres humanos en su desarrollo. De acuerdo con esto, Kohlberg presenta a los sujetos dilemas que permiten inferir el manejo de los principios y los supuestos que tienen los seres humanos de acuerdo con su nivel de desarrollo psicológico.
El último momento del desarrollo estaría representado por la justicia como equidad, donde se cumplirían los supuestos de universabilidad, prescriptividad y de autonomía, además de presentarse la reversibilidad operatoria (en el sentido piagetiano). Este último estadio se propone como referencia ideal a partir del cual se establecen los niveles más elementales de desarrollo.
La sabiduría y el desarrollo moral como un proceso de expertización
A pesar de dominar durante varias décadas las preocupaciones investigativas en la psicología del desarrollo moral, el paradigma kohlbergiano fue objeto de innumerables cuestionamientos. Presentaremos aquellas críticas que consideramos más esenciales y que nos permitirán contextualizar algunas ideas que orientan el desarrollo de este artículo. Su presentación se hará teniendo en cuenta los dos pilares que se esbozaron anteriormente para caracterizar la perspectiva kohlbergiana.
El juicio como un proceso de valoración de supuestos de una tradición
En la filosofía y en la psicología moral existen una serie de conceptualizaciones que cuestionan la idea formalista y cognitiva de la teoría de Kohlberg y de toda la tradición deontológica kantiana. El comunitarismo de MacIntyre (1987), Sandel (2000), Taylor (1997) y Walzer (1993), al igual que el neopragmatismo de Rorty (1994), o algunas ideas del postmodernismo de Vattimo (1993), o la fenomenología de Dreyfus (1972/1989, 1993) en filosofía, además de algunas teorías psicológicas (Shweder, 1982; Gergen, 1996; Killen & Hart, 1999; Erikson, 1964/1966, 1959/1968, 1969/1971, 1977, 1980; Fowler. 1976, 1981; Broughton, 1978; Loevinger, 1977; Loevinger, Wessler, & Redmore, 1970; Sullivan, 1977; Puka, 1982, 1990, 1991; Medrano, 1999) cuestionan que los juicios de los sujetos operen según ciertos procedimientos formales o según ciertas indicaciones establecidas por principios universales. Veamos la argumentación de MacIntyre y Sandel en contra de ciertas ideas deontológicas en la filosofía para ilustrar de manera rápida este tipo de cuestionamiento. Los dos aspectos que se van a analizar son: el establecimiento de criterios o principios racionales que garanticen la decisión ética y el análisis de las implicaciones de una teoría sobre la justicia tal como la plantea Rawls (autor que fue fundamental para el desarrollo de la concepción ética en Kohlberg).
En su proceso de argumentación en contra de las ideas que afirmaban que el proceso de decisión moral depende de principios morales y de procesos de deducción racional, MacIntyre (1987) presenta los casos del aborto, el suicidio y de la justicia. Veamos algunos de ellos:
Si pensamos en el aborto encontramos diferentes posiciones claramente irreconciliables, que se diferencian no por el respeto de ciertos principios o procedimientos morales, sino por una serie de supuestos no necesariamente racionales. Los elementos que generan las posiciones irreconciliables se establecen de acuerdo con el supuesto del que partan para afirmar en qué momento del desarrollo embrionario podemos hablar de persona humana, y de manera derivada, cuándo este ser es merecedor de todo el tratamiento y consideración que debemos a nuestros semejantes. Las posiciones que condenan el aborto establecen que desde el mismo momento de la fecundación tenemos que hablar de persona humana; por su parte, los defensores del aborto pueden proponer edades posteriores para la asignación de estos derechos al embrión. Estas dos posiciones son completamente inconmensurables y es imposible establecer un criterio externo -de universal aceptación-, que pueda determinar en qué momento un embrión debe ser considerado una persona digna de igual consideración. Ni la iglesia, ni la ciencia, ni ningún otro tipo de autoridad civil o política pueden establecer de manera concluyente una perspectiva que sea aceptada por todas las posiciones que participan en este debate. Los principios simplemente se aplican después de que se ha definido en qué momento o cómo debe caracterizarse a una persona humana. Con este ejemplo, MacIntyre argumenta que los principios morales son completamente inoperantes, o completamente anti-intuitivos.
De la misma manera, MacIntyre (1987) y Sandel (2000) muestran que las ideas liberales y el concepto de justicia de Rawls no conllevan necesariamente a una aceptación universal, además de partir de una serie de supuestos polémicos. Al igual que en el aborto, cualquier concepción política parte de unos supuestos que determinan sus formas de argumentación. Estos supuestos expresan tradiciones políticas particulares que resaltan la idea de la libertad o los derechos o resaltan al contrario la satisfacción de las necesidades. Veamos con algo de detalle la argumentación de MacIntyre y Sandel para poder entender cómo en la filosofía y en la psicología se han cuestionado las ideas liberales y deontológicas que fueron de tanta importancia para las primeras décadas de investigación en la psicología del desarrollo moral.
MacIntyre (1987) inicia su análisis sobre la justicia, presentando dos casos particulares que reflejan sendas concepciones opuestas a este concepto. El primer caso, llamado caso "A" es de un trabajador (puede ser el dueño de una tienda, ser policía, o trabajar en la construcción) que con mucho esfuerzo ha logrado comprar una casa, enviar a sus hijos a estudiar y pagar un seguro médico para sus padres. Este trabajador considera que el cobro de los impuestos es excesivo e injusto, además de ser un obstáculo para el desarrollo de sus proyectos y planes personales. Esta indisposición se acompaña con el reclamo de que él tiene derecho a lo que ha obtenido con enorme esfuerzo y que nadie podría llevarse lo que ha ganado legítimamente. El segundo caso (llamado "B") puede ser el de una persona que ha heredado cierto bienestar, o alguien que tiene una profesión liberal. Esta persona considera que las riquezas, las oportunidades y los ingresos no se distribuyen de manera igualitaria y justa. La molestia en esta persona incluso se hace más notoria cuando piensa en las desigualdades en la distribución del poder y en las dificultades que tienen los marginados y pobres para cambiar su situación o para mejorar sus condiciones sociales. Considera toda la situación injusta y reclama que el Estado asuma como obligación el mejoramiento de la condición de los pobres y marginados. Por esta obligación, considera este personaje, el Estado debe aumentar sus ingresos aumentando los impuestos a los ciudadanos. Solo de esta manera se garantizaría una distribución equitativa de las riquezas sociales.
Los dos casos, que representarían tanto la posición de Nozick (1990)1 (el caso "A") como la de Rawls (el caso "B"), no se pueden sopesar de manera neutral según un procedimiento imparcial. MacIntyre, a través de estos ejemplos, intenta criticar que pueda proponerse algún tipo de principio racional para solucionar el conflicto entre las partes. Obviamente la argumentación se hace evidente si pensamos en ciertas condiciones económicas donde se exija algún tipo de sacrificio para cualquiera de los casos presentados. Por ejemplo "A" podría sostener que bajo el principio de propiedad lícita y derecho adquirido podrían establecerse límites a las políticas de redistribución del ingreso social; si el garantizar el derecho a la propiedad y al usufructo de bienes lícitamente adquiridos produce una grave desigualdad sería una consecuencia soportable de la aplicación de la justicia. "B", al contrario, reclamaría como acto de justicia una mayor redistribución de las riquezas e incluso aceptaría la injerencia del Estado (a través de expropiaciones o del establecimiento de un monto alto en los impuestos) en lo que "A" consideraría eran sus derechos de usufructuar los resultados de su trabajo. Lo que Rawls o Nozick presentan como producto de un procedimiento racional, que se pretende imparcial, se evidencia a través de los ejemplos de MacIntyre como un conflicto de intereses y concepciones difícilmente conmensurables.
Los conceptos o supuestos que sostienen la argumentación de cada autor son tan opuestos que es difícil, dice MacIntyre, identificar dónde y cómo puede establecerse un debate racional. "A", o mejor Nozick, supone como fundamento de la justicia el partir de la propiedad privada y del derecho "legítimo" que tiene cada persona a disponer de sus bienes y de los productos de su trabajo. Rawls, o nuestro personaje ficticio "B" -al contrario- parte de aquel fundamento que establece que todos los seres humanos somos iguales y que todos tenemos derecho a satisfacer nuestras necesidades básicas y a exigir los medios o condiciones que nos garanticen el restablecimiento de esa igualdad. La discusión sobre los principios es tan sólo un debate derivado después de que se hubiera establecido cuál de los fundamentos ofrecidos debe tener más peso. Obviamente no habría ningún criterio claro que conduzca a un acuerdo universal sobre cuál de los dos derechos debe tener más fuerza, o cuál de ellos debe ser el fundamento de una teoría de la justicia universalmente aceptada2. Con toda seguridad cada supuesto dirige su argumentación hacia ciertos problemas que generan una aceptación más fácil, pero el convencimiento no se debe a un procedimiento racional, sino a un ejercicio de constitución de un horizonte de sentido, o de narraciones constituyentes.
Con estos argumentos MacIntyre muestra que los conceptos de igualdad, libertad y reciprocidad están lejos de ser conceptos unificados y que propicien acuerdos fáciles3. Pero además de que estos debates de la filosofía moral y política nos llevan a dudar de un procedimiento universal que garantice las decisiones imparciales y justas; este movimiento comunitarista posibilitó cuestionar a su vez una serie de supuestos propios de toda la tradición cognitivo-deontológica sobre la que se erige todo el edificio conceptual de Lawrence Kohlberg.
Los procesos de evaluación o decisión moral, además de no proponerse en términos universales, se establecen de manera opuesta a las tradicionales dicotomías entre forma y contenido, individual-colectivo, interesado-desinteresado, universal-relativístico, imparcial-comprometido, etc.
Estas discusiones tuvieron una influencia directa en la psicología del desarrollo moral. Al contrario de las primeras formulaciones de Kohlberg, algunos teóricos de la psicología (Shweder, 1982; Medrano, 1999) proponen incorporar en las discusiones morales otras concepciones sobre la justicia. El ideal del desarrollo no habría de establecerse a partir de la concepción de justicia de Rawls, sino que puede verse que el máximo nivel de desarrollo se establece por el reconocimiento de las múltiples demandas.
Así como el análisis de MacIntyre sobre la discusión entre Rawls y Nozick nos mostró cómo las diferencias en el juicio dependen de supuestos irreconciliables, otras concepciones sobre la noción de justicia reclaman la consideración de otros supuestos diferentes a los formulados por Rawls. El papel del Estado y los compromisos de éste para garantizar la igualdad y la libertad (Nozick, 1990) son puntos polémicos, al igual que los relacionados con el concepto de libertad, la concepción de igualdad (Dworkin, 1984, 2000), la consideración de las necesidades humanas y los procesos de significación y valoración personal de aquellos bienes dignos de reconocimiento (Van Parijs, 1995; Elster, 1988, 2001; Taylor, 1997; Kymlicka, 1996). Este debate en la filosofía política entre las concepciones liberales, el comunitarismo, el libertarianismo y las posturas del marxismo analítico tienen que conducir a ampliar la idea del juicio y la concepción de justicia que se ha trabajado en la psicología. El juicio de justicia no depende, como creía Kohlberg, de procesos formales y universales, sino de supuestos que se encierran en las diferentes concepciones morales y políticas y que deben expresarse según sean las significaciones o el nivel de pertenencia de los sujetos a una determinada tradición.
El juicio debe operar como las diferentes concepciones éticas y políticas. Es decir, el juicio opera según una serie de presuposiciones que determinan qué, o cómo entender un particular problema y qué tipo de insumos o elementos deben retomarse para analizar una particular situación. Las diferentes concepciones existentes en los debates sobre la justicia deben presentarse a través de una confrontación que cada sujeto habrá de evaluar. El juicio moral debe ser estudiado de acuerdo con los conflictos que pueden presentarse entre valores o entre diferentes intereses que reclaman igual consideración.
Si los juicios morales dependen de una serie de supuestos no universalizables ni formalizables, es claro que en esta posición los acuerdos son procesos de negociación que se logran en la comunicación permanente, sin que ninguna posición se proponga como externa a este proceso y sin que se plantee un procedimiento que pueda arbitrar ante intereses en conflicto. Lo universalizable son acuerdos sobre ciertas situaciones específicas que los participantes aceptan como de obligatorio cumplimiento. De la misma manera, todo juicio debe buscar el acuerdo sin negar la perspectiva propia y sin ofrecerse como carente de perspectiva para lograr su aceptación.
Además de lo expuesto, es necesario resaltar que el comunitarismo propuso entender al ser humano como un ser social y por tanto movido en sus acciones para mantener los lazos de apoyo y solidaridad con sus semejantes. Si el ser humano se entiende como un ser social, es claro que el actuar moral se hace posible porque el individuo está preocupado por mantener sus relaciones sociales y garantizar el bienestar de sus semejantes. Al contrario de la justicia (como es entendida por Kohlberg), las concepciones no deontológicas proponen rescatar los proyectos de "vida buena", y los sentimientos de comunidad y de pertenencia a un horizonte de significación particular (Sandel,2000; Taylor, 1997).
En otras palabras, la referencia a la comunidad en estas posturas éticas tiene el propósito de rescatar los proyectos de vida personales y colectivos, ya que sólo al hacer parte de una colectividad es posible el intercambio razonable y el entendimiento en todo proceso de negociación. Si el intercambio es parte de un horizonte de significaciones no delimitable, ni organizable por procedimientos que pretendan operar independientemente de cualquier tipo de determinación, lo razonable debe depender del uso adecuado y contextual de una determinada cadena de sentidos y valoraciones particulares.
Son precisamente estas ideas las que han conducido en psicología a otras conceptualizaciones del juicio moral. Y como lo habíamos planteado al inicio de esta exposición de la psicología del desarrollo moral, el mismo Kohlberg (2000) al final de su vida consideró estas nuevas posibilidades conceptuales. Pero antes de ver cómo fueron retomados estos planteamientos en su teoría pasemos a analizar los debates realizados sobre su concepto de desarrollo.
El desarrollo como un camino de múltiples vías
En los debates sobre la idea del desarrollo propuesta por Kohlberg es necesario focalizar sobre algunos aspectos centrales que son fundamentales para nuestra exposición. El primero es el planteado por el proceso de diferenciación entre lo social y lo moral, y sobre las diferencias en el desarrollo dadas según sea el manejo de principios universales.
Kohlberg planteaba en los anteriores aspectos una idea del desarrollo que consistía en un proceso progresivo de diferenciación y separación entre los juicios basados en intereses personales y los juicios imparciales de justicia. En el último estadio del desarrollo, el sujeto sería capaz de emitir juicios postconvencionales, significando con esto que el sujeto es capaz de juzgar de acuerdo con sus principios e independientemente de las costumbres o reglas sociales, al igual que independientemente de sus relaciones afectivas o sus intereses personales.
Este primer punto es debatido por varios autores (Turiel, 1966, 1974, 1978, 1983; Nucci, 1981, 1982) quienes muestran que desde edades tempranas (edad preconvencional) los niños son capaces de separar las demandas de tipo moral de aquellas que se refieren a las normas sociales y a los intereses personales. Los niños en edad preescolar son capaces de calificar como incorrectas conductas como golpear o herir al otro, independientemente de la existencia de reglas que lo estipulen o no. De la misma manera, estos mismos niños pueden reconocer que existen ciertas reglas (como comer con las manos, saludar de cierta manera a sus maestros) que pueden presentarse dependiendo de si es parte de la costumbre o la reglamentación de comunidades particulares.
La temprana diferenciación entre juicios de tipo moral y social, pone en cuestión (además de la consideración de los niños pequeños como inferiores en cuanto a capacidades morales) el modelo de desarrollo de Kohlberg. El desarrollo, con los estudios anteriores, no puede proponerse según una vía ascendente de diferenciación entre lo social y lo moral. Esto que sugiere que los juicios de los sujetos parecen operar de acuerdo con dominios independientes y que el desarrollo no sigue una y única vía de progreso. Lo moral se puede diferenciar, desde muy temprano en el desarrollo, de lo social y de los juicios que tienen que ver con las opciones y decisiones personales.
Si se establecen los juicios de acuerdo con dominios diferentes, no podría establecerse un único criterio de evaluación del desarrollo, sino deberían especificarse parámetros diferenciales para determinar el nivel de avance del juicio socio-moral. De manera relacionada, si el juicio depende de campos particulares de conocimiento o de demandas diferenciadas en dominios, necesariamente el juicio debe calificarse de acuerdo con el nivel de experiencia, conocimiento, suficiencia o experticia que tenga cada sujeto en cada uno de estos campos. Estas ideas sugieren que el desarrollo humano deba entenderse como un proceso de expertización que recorre diferentes y variadas vías.
Obviamente son muchas las preguntas y las líneas de investigación en la psicología del desarrollo moral, pero consideramos que el problema del juicio y su desarrollo son dos de los problemas más fundamentales hacia donde deben y habrán de dirigirse muchos esfuerzos investigativos. La importancia de estas vías investigativas fue reconocida por el mismo Lawrence Kohlberg, quien al final de su vida intentó ofrecer nuevas posibilidades heurísticas para su investigación.
Kohlberg, la sabiduría y el desarrollo del ciclo vital
Kohlberg intentó recoger muchas de las ideas expuestas en el apartado anterior en sus últimos textos, y especialmente en el último (2000)4 donde formuló lo siguiente.
El juicio moral debe expresarse teniendo en cuenta las significaciones culturales, el horizonte de significación de los sujetos y las concepciones de "vida buena", al igual que las valoraciones religiosas y políticas que determinan que los sujetos establezcan un determinado compromiso con una causa social o de justicia. En esta reflexión, Kohlberg retomó algunas ideas sobre el concepto de sabiduría (que es entendido en la psicología como la experticia del mundo social) y la psicología del ciclo vital.
De acuerdo con estas ideas el autor citado formuló, en contra de lo que había defendido durante tres décadas, que el estadio seis, o nivel más elaborado de juicio moral, sólo era posible después de los 40 años de vida y era más probable en sujetos que habían abordado sistemáticamente reflexiones de tipo ético, o habían hecho de su vida un instrumento por la restauración de la justicia social5. Esta idea, que es planteada desde la psicología del ciclo vital (especialmente en Erikson, 1959/1968) se acompaña de una noción del desarrollo totalmente diferente de la tradicional visión cognitivo-evolutiva.
Al Retomar la psicología del ciclo vital Kohlberg propone vías diferentes, paralelas y complementarias en el desarrollo humano. El juicio moral correría paralelo al pensamiento religioso, al desarrollo del self y otras posibilidades relacionadas con las reglas e interacciones humanas. Igualmente, con esta nueva visión del desarrollo, el juicio no dependería de estructuras formales sino de organizaciones de sentido y de particulares valoraciones que podrían organizarse de una manera particular.
Al igual que lo exponíamos más arriba, al hablar del comunitarismo, los conflictos morales y políticos no pueden dirimirse recurriendo a un procedimiento imparcial y formal que opere por encima de las demandas particulares expresadas en cada concepción. La idea de juicio a partir de las concepciones comunitarias se entiende como un proceder flexible y lleno de significaciones y presupuestos que una tradición valida o establece como sensatos, sin pretender imponer reglas o maneras precisas de proceder cuando de evaluar una situación se trata.
Asimismo, en contra de la psicología del desarrollo, que ubicaba el final de la progresión humana (en términos de la adquisición de las estructuras básicas) al término de la educación formal (17 ó 25 años de vida), Kohlberg sugiere, al final de su trabajo investigativo, estudiar el desarrollo humano hasta la vejez y los últimos momentos de vida. La vejez, caracterizada por el momento en que un sujeto se enfrenta a la muerte y se plantea la evaluación de su vida, puede generar reflexiones sabias o completamente desesperadas y sin sentido. Estas características del final de la vida, que son retomadas de Erikson, establecen un final del desarrollo incierto y abierto a muchas posibilidades.
La sabiduría, o la experticia social6, refiere a una vida que ha estado caracterizada por un compromiso permanente por la justicia o el bienestar de los otros y que se ha visto enfrentada a analizar múltiples conflictos y múltiples posibilidades interpretativas en una enorme variedad de dilemas morales. Posibilidades que hacen del sabio una persona flexible, sin rigideces en la resolución de sus conflictos, sin principios universales y con una gran sensibilidad para la consideración de infinidad de elementos contingentes.
Lamentablemente, estas formulaciones de Kohlberg se dieron de manera bastante desorganizada, ya que establecía paralelos entre muchas teorías, sin asumir de manera clara una propia y particular posición integradora, o al menos distante con afanes eclécticos. Posiblemente, estos errores en su última obra se hayan debido al poco tiempo que tuvo para organizar sus últimas ideas, o talvez esta presentación ecléctica de su último trabajo haya podido deberse a los editores. En estos momentos no es importante entender el porqué de algunas de las dificultades que generan su último texto, ni tampoco intentar hacer una exégesis de las verdaderas intenciones de su autor. Actualmente, lo importante es recoger sus indicaciones y su visión de pionero para orientar la investigación en la psicología moral, hacia nuevos derroteros que nos ofrezcan una gran riqueza heurística.
La psicología del desarrollo moral, bajo la idea de la sabiduría y el ciclo vital podrá encaminarse a indagar por diferentes vías de interpretación, cómo las variadas posturas en la filosofía política han sido asumidas por la población en general. Igualmente, el modelo de la sabiduría permitirá ver en los debates y decisiones éticas un conflicto de intereses y de supuestos que demandan una mayor flexibilidad y sensibilidad de aquellos que se establezcan como poseedores del mayor desarrollo del juicio. El complejo debate actual de la ética y la filosofía política debe impactar las concepciones psicológicas que intentan estudiar las maneras en cómo se toman aquellas decisiones morales que tienen que ver con el establecimiento de la justicia y la igualdad de todos los seres humanos.
Al igual que Kohlberg cuando establece en los años setenta el estadio final del desarrollo moral según las indicaciones de la justicia como equidad, los psicólogos actuales deben considerar este estadio final del desarrollo teniendo en cuenta los intensos y nuevos debates dados en la filosofía moral y política. El comunitarismo, los debates sobre la justicia, sobre la libertad, la igualdad u otros conceptos morales y políticos deben tener un efecto directo en la manera como los psicólogos entendemos el desarrollo. De la misma forma los nuevos modelos de la cognición humana tienen que armonizarse con todo lo expuesto para hacer del estudio del desarrollo moral algo más que el simple señalamiento de los logros de un adolescente sobre conflictos de carácter general. La búsqueda constante e interminable por las maneras en que se debe constituir una sociedad justa, o por determinar las condiciones irrenunciables de la obligación moral deben conducir a la psicología al establecimiento de aquellos niveles que sólo logran aquellos que se han convertido en actores activos de la constitución de una sociedad moderna y civilizada. Es ese el camino que está recorriendo la psicología del desarrollo moral, el camino que nos permitirá entender el juicio sabio e incierto de todo conflicto que se presente cuando se trata de garantizar la dignidad y libertad humanas.
Pie de Página
1 Nozick, al igual que Hayek son reconocidos como los ideólogos del neoliberalismo económico. Independientemente de la carga emotiva del término, en filosofía política sus propuestas tienen un especial reconocimiento. Nos referiremos a Nozick ya que es el autor sobre el que se desarrolla la argumentación de MacIntyre, y quien aboga por el establecimiento de un estado mínimo. Un Estado que se ocupe de evitar las intromisiones en la vida personal y en los intercambios libres entre las personas. Las políticas de redistribución deben ser tarea de organismos particulares o civiles, ya que, de manera semejante a la caridad, estas acciones no pueden establecerse como obligatorias moralmente. Al igual que Rawls, Nozick intenta retomar las ideas de las teorías del contrato social. Pero a diferencia de Rawls su preocupación principal es establecer como función central del estado el garantizar la libertad y el ejercicio libre de la acción productiva de los individuos.
2 Obviamente la argumentación de MacIntyre hasta este momento se ha dirigido hacia los supuestos que identifican dos posiciones centrales en las perspectivas liberales. Las consecuencias, las contradicciones, o las incoherencias en las que caen estas posiciones necesariamente, son otros problemas en la argumentación que no vamos a presentar, porque no son cruciales para nuestros propósitos.
3 Obviamente esto sólo se está ejemplificando sobre el concepto de justicia. Este concepto ha generado tal cantidad de posiciones en la filosofía y la ciencia política que nos exigirían mayor prudencia al intentar proponer una perspectiva como universal. Sean las posiciones neo-utilitaristas de Hart (1983), las ideas "libertarianas" de Nozick (1990) y Hayek (1985), las ideas igualitaristas de Dworkin (1984, 2000), Van Parijs (1995), Elster (1988, 2001), Amartya Sen (2000a; 2000b), o algunos otros autores del marxismo analítico, los conceptos de igualdad, libertad y justicia están lejos de tener un único significado y están lejos de conducir acuerdos de cómo garantizar la legitimidad de ciertas formas de funcionamiento social.
4 Este texto se editó después de la muerte de Kohlberg (en 1987) y fue editado en alemán. Dos investigadores alemanes, que habían participado de muchas de sus enseñanzas (Garz y Althof) recogieron una serie de manuscritos que Kohlberg había escrito en el año 1986 y los organizaron. La selección y edición de esos manuscritos fue realizada por los editores, que sacaron el texto en el año 2000.
5 El estadio seis en la obra de Kohlberg fue eliminado y reintroducido en su descripción del desarrollo varias veces. Al Anal de la década de los setenta lo eliminó por algunas dificultades metodológicas en su evaluación. Igualmente, en esos años en su reflexión educativa y en sus preocupaciones políticas consideró que dicho estadio no debería ser un objetivo de la educación, debido a que era suficiente que las personas aprendieran a respetar la ley y el orden, o que alcanzaran como objetivo de la educación el estadio cuatro. En sus últimos textos, como ya lo dijimos volvió a introducir el estadio seis, pero como logro de aquellas pocas personas dedicadas toda una vida (sólo después de los 40 años se alcanzaba) a actividades de justicia social, o que mostraban un compromiso político o religioso. En poco tiempo habremos de presentar un texto sobre la historia intelectual de Lawrence Kohlberg.
6 El concepto de sabiduría tiene una larga historia en la filosofía y religión oriental y occidental. Pero en la psicología este término se reintrodujo en dos vertientes de pensamiento diferentes. Por un lado, en la obra de Erikson y sus primeras formulaciones del ciclo vital, y por otro, como un campo particular de la experticia estudiada en la ciencia cognitiva. Pasando por encima las diferencias entre estas posiciones, lo fundamental de este concepto fue el establecer una distancia con los análisis formalistas de la psicología cognitiva y del desarrollo. El hombre sabio simplemente es aquel que ha logrado una flexibilidad para analizar las situaciones y es aquel que tolera la incertidumbre en todo proceso de decisión.
Referencias
Baldwin, J. (1897). Social and ethical interpretations in mental development. New York: Mac millan. [ Links ]
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* Correspondencia: Jaime Yáñez Canal, profesor asociado, Departamento de Psicología, Universidad Nacional de Colombia. Grupo Estudios en desarrollo socio-moral. Correo electrónico: jyanezc@unal.edu.co. Dirección Postal: Departamento de Psicología. Universidad Nacional de Colombia. Javier Corredor, profesor asistente, Universidad Nacional del Colombia. Laura Pacheco, estudiante de noveno semestre de Psicología, Universidad Naiconal de Colombia.