Introducción
La violencia en la pareja es un problema que afecta tanto a mujeres como a hombres sin importar raza, cultura, religión, clase social o edades. Al tratarse de un fenómeno que está muy arraigado en la sociedad, ha generado interés en la investigación debido a la gravedad de sus efectos tanto en las víctimas indirectas como en las directas (Rey-Anacona, 2008). Por otro lado, muchas investigaciones han apuntado a la violencia intrafamiliar y se han centrado en la violencia marital y el abuso infantil, no obstante, en las últimas décadas, los estudios se han preocupado también por la violencia en el noviazgo (Lewis y Fremouw, 2001; Rey-Anacona, Mateus-Cubides y Bayona-Arévalo, 2010; Rey-Anacona, 2013).
Es importante tener en cuenta el espacio y el contexto familiar del individuo porque es allí donde se empiezan a establecer los parámetros de las conductas y las formas de relacionarse violentamente, donde estos comportamientos pueden llegar a ser normales y, a veces, hasta se legitiman (Díaz et al., 2006; González y Fernández, 2010), dificultando el reconocimiento en el ámbito social. Además, la familia es el modelo primario donde se representan los roles de pareja y la violencia vivida en la infancia podría llevar a la posterior violencia en la pareja (González y Fernández, 2010; Kinsfogel y Grych, 2004; Muñoz-Rivas, Gámez-Guadix, Graña y Fernández, 2010).
Aunque se han realizado numerosos estudios sobre la prevalencia y las consecuencias del maltrato en el noviazgo en adolescentes y jóvenes, existe poca investigación centrada en las diferencias de edad con las posibles formas de violencia ejercidas y las experiencias de victimización en este tipo de maltrato. En este sentido, la violencia de género en el noviazgo requiere de atención, ya que existe un gran número de jóvenes y adolescentes que se ven afectados por las consecuencias de este fenómeno (Alleyne-Green, Coleman-Cowger y Henry, 2012; Bonache, Ramírez-Santana y González-Méndez, 2016; Cuevas, Bell y Sabina, 2014; Orpinas, Hsieh, Song, Holand y Nahapetyan, 2013). Es ampliamente aceptado que la adolescencia es un periodo crítico del desarrollo, especialmente en lo que respecta a la identidad personal y a las relaciones interpersonales, por lo que la comprensión de las diferencias de edad durante este tiempo es fundamental en el desarrollo. En este sentido, a finales de la adolescencia se presentan los mayores picos de violencia entre parejas (Brooks-Russell, Foshee, y Ennett, 2013; Close, 2005; Humphrey y White, 2000; Orpinas et al., 2013).
En este orden de ideas, la edad es una variable moduladora tanto en la violencia cometida como en la sufrida en el noviazgo. Los datos respecto a la presencia de maltrato en el noviazgo en edades tempranas o tardías no son consistentes (Capaldi, Knoble, Shortt y Kim, 2012; Karakurt y Silver, 2013; Rivara, Anderson, Fishman y Thompson, 2009).
Así, algunas investigaciones realizadas sobre diferencias de edad en el maltrato en el noviazgo en jóvenes indican que la incidencia de este fenómeno aumenta a medida que las personas envejecen. Por ejemplo, Silverman, Raj y Clements (2004) llevaron a cabo un estudio en Estados Unidos con jóvenes con edades comprendidas entre los 14 y 18 años, encontrando que las mujeres más jóvenes tienen menos riesgo de sufrir maltrato en el noviazgo que las de más edad, concluyendo que este tipo de abuso comienza en edades posteriores (Noonan y Charles, 2009; Sabina, Cuevas y Cotignola-Pickens, 2016). También se ha encontrado que las personas que sufren violencia en el noviazgo en la adolescencia tienen más probabilidades de experimentar violencia en su noviazgo más adelante (Foshee, Reyes, Simon y Suchindran, 2015; Smith, White y Holand, 2003). Una explicación para este aumento del maltrato en el noviazgo con la edad podría justificarse por otros factores que se asocian con la edad, como el aumento en el número de relaciones y de los niveles de duración, así como la relación de compromiso (Magdol, Moffitt y Silva, 1998; Rey-Anacona, 2008). Estos hallazgos sugieren que las diferencias de edad en la violencia de pareja son probablemente desarrolladas por múltiples factores y requieren una mayor exploración.
Por el contrario, existen otras investigaciones que indican que a menor edad existe mayor riesgo de maltrato en el noviazgo en las mujeres (Bonomi et al., 2012; Halpern, Spriggs, Martin y Kupper, 2009; Rivara et al., 2009), de manera que se hallan más conductas violentas en la adolescencia media y tardía, decreciendo de forma notable pasados los 25 años (Capaldi et al., 2012; Muñoz-Rivas, Graña, O'Leary y González, 2007b; Palmetto, Davidson, Breitbart y Rickert, 2013). Por ejemplo, una investigación realizada por Smith, White y Holland (2003) encontró que la victimización en las relaciones de noviazgo durante la adolescencia fue el mejor predictor de la victimización en los años universitarios (Cortés-Ayala et al., 2015; Gagné, Lavoie y Hébert, 2005; Sabina, Cuevas y Cotignola-Pickens, 2016). Es decir, las mujeres universitarias que fueron agredidas durante la secundaria tenían mayor riesgo de victimización durante sus primeros años de universidad, incluso aumentando ese riesgo cada año.
En todo caso, cuando se comparan grupos de edad, el meta-análisis realizado por Archer (2000) muestra que, tanto en mujeres como en hombres, a mayor edad existe mayor tendencia a ejercer maltrato hacia su pareja (Muñoz-Rivas, Graña, O'Leary y González, 2007b; O'Leary, Slep, AveryLeaf y Cascardi, 2008; Rivera-Rivera, Allen, Rodríguez, Chávez y Lazcano, 2007).
En Colombia existen pocas investigaciones publicadas que se centren exclusivamente en el maltrato en el noviazgo durante la adolescencia y la juventud (Rey-Anacona, 2008; Rey-Anacona, Martínez-Gómez, Villate-Hernández, González- Blanco, y Cárdenas-Vallejo, 2014). El informe de 2006 del Instituto Colombiano de Medicina Legal y Ciencias Forenses (2014) evidencia 25 563 casos de violencia de pareja, realizadas a personas entre 15 y 29 años de edad (52 % del total de casos), por lo que se podría concluir que este fenómeno se produce en numerosas ocasiones en estas edades de la población colombiana.
Por ello, la importancia de esta investigación cuyo objetivo es manifestar la presencia de violencia en la pareja en una muestra de estudiantes de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia Bolivariana, seccional Bucaramanga, comparando por edades las posibles formas de violencia ejercidas. Para ello, se examinó la realización de actos de maltrato y experiencias de victimización de tipo relacional, verbal-emocional, y física.
Método
Tipo de estudio
La investigación se realizó desde un paradigma cuantitativo, con un diseño no experimental de corte descriptivo y transversal donde se pretende describir los principales comportamientos violentos y las experiencias de victimización asociadas al maltrato en el noviazgo según la edad de los participantes (Hernández, Fernández y Baptista, 2010).
Participantes
Para la realización de este trabajo se realizó un muestreo incidental no probabilístico. La muestra estaba compuesta por 236 estudiantes de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia Bolivariana, seccional Bucaramanga (hombres N = 32, mujeres N = 204), con edades comprendidas entre 16 y 28 años (M = 22.27 años y DT = 2.6 años).
Instrumentos
Escala de violencia en las relaciones de pareja en adolescentes (CADRI) (adaptación de Fernández- Fuertes, Fuertes y Pulido, 2006). El CADRI (Wolfe et al., 2001) fue creado para detectar la existencia de comportamientos violentos y las experiencias frente al maltrato en las relaciones de pareja de los jóvenes, a través de 3 subescalas que se agrupan en 6 factores: violencia relacional, violencia verbal-emocional, violencia física, victimización relacional, victimización verbal-emocional y victimización física. El rango de respuesta de la escala consta de cuatro opciones que van desde "nunca" (esto no ha pasado en nuestra relación), con un valor de cero, hasta "con frecuencia" (esto se ha dado en 6 o más ocasiones), otorgando una puntuación de tres.
La consistencia interna de la escala original es de .83 (Wolfe et al., 2001) encontrándose adecuadas propiedades psicométricas en estudios realizados con adolescentes españoles (Fernández-Fuertes et al., 2006). En nuestra muestra, los análisis realizados muestran coeficientes de fiabilidad (alpha de Cronbach) para la subescala de comportamientos violentos hacia la pareja de .85 y para la subescala de victimización de .88.
Procedimiento
Los posibles participantes fueron contactados en sus salones de clase donde se les dio toda la información relacionada con la investigación como objetivos, procedimiento, la voluntariedad y anonimato de respuesta, así como la confidencialidad de la información obtenida. La aplicación del instrumento fue a través de un cuestionario online lo que facilita su administración, al mismo tiempo que se protege su identidad, ya que no se les solicitó ninguna información personal, salvo género, edad y semestre cursado en la Facultad de Psicología. De los 475 estudiantes inscritos en el primer periodo de 2016, 236 respondieron completamente al cuestionario.
Se creó una base de datos que fueron analizados a través del SPSS, versión 21. En este orden de ideas, se utilizó la prueba chi-cuadrado para comparar si había algún tipo de relación entre la edad de los estudiantes y llevar a cabo conductas de maltrato y victimización. Además, se utilizó el ANOVA de un factor para comparar si la conducta promedio era significativa entre la edad de los participantes y los comportamientos violentos, así como las experiencias de victimización.
Resultados
Los resultados relacionados con el comportamiento violento hacia la pareja indicaron que el 34.7% de los participantes refirió haber ejercido violencia relacional, frente a un 94.9 % que expresó violencia verbal con su pareja. Del mismo modo, el 22 % de los estudiantes expresó haber llevado a cabo algún tipo de violencia física.
En lo que respecta a la experiencia de victimización, se encontró que el 45.3 % de los participantes sufrió de victimización relacional, el 91.9 % de victimización verbal y el 17.8 % de victimización física. Solo se encontraron diferencias estadísticamente significativas en cuanto a la edad en la victimización física (x2 [1, 234] = 8.173, p = .045) (ver tabla 1).
En promedio, se halló que el comportamiento violento más frecuente fue el verbal emocional, seguido por el físico y el relacional, encontrándose diferencias estadísticamente significativas en cuanto a la edad en la violencia física (F[1,234] = 2.40, p = .047). Respecto a las experiencias de victimización, los resultados también muestran que la victimización verbal emocional fue más frecuente que los otros tipos de victimización (física y relacional, en ese orden). En ese caso, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas respecto a la edad (ver tabla 2).
En la tabla 3 se presenta el promedio general por edad de la frecuencia en la práctica de los diferentes comportamientos violentos llevados a cabo por los participantes. Considerando el punto de corte de una desviación típica por encima de la media general (.751) se encontró que los comportamientos violentos hacia la pareja más frecuentes fueron: "hice algo para poner a mi chico/a celoso/a"; "saqué a relucir algo malo que él/ella había hecho en el pasado"; "le dije algo solo para hacerle enfadar"; "le hablé en un tono de voz fuerte u ofensivo"; "le culpé por el problema" y "le acusé de ligar o coquetear con otro/a"; todos estos comportamientos están relacionados con la violencia verbal-emocional.
Además, en la misma tabla se pueden evidenciar diferencias estadísticamente significativas en el promedio del comportamiento "le culpé por el problema" (violencia verbal-emocional), (F[1,234] = 2.54, p = .041), en el sentido de que hubo diferencias entre los grupos de edad, destacando mayores promedios entre los 25 y 27 años.
Respecto a las experiencias de victimización, con un punto de corte de una desviación típica por encima de la media general (.776) estas experiencias vividas más frecuentemente fueron las siguientes: "trató de apartarme de mi grupo de amigos"; "hizo algo para ponerme celoso/a"; "sacó a relucir algo malo que yo había hecho en el pasado"; "me dijo algo solo para hacerme enfadar"; "me habló en un tono de voz fuerte u ofensivo"; "me culpó por el problema" y "me acusó de ligar o coquetear con otro/a". En este caso, todas las experiencias vividas por los participantes, respecto a la violencia de pareja, tienen que ver con la verbal-emocional y una con la relacional (ver tabla 4).
Además, en la tabla 4 también se evidencia que existen diferencias estadísticamente significativas entre edades en el promedio de las experiencias relacionadas con "me acusó de ligar o coquetear con otro/a" (violencia verbal-emocional) (F[1,234] = 2.25, p = .044). Nuevamente, se presentan mayores promedios en las diferencias encontradas en las experiencias de victimización entre los 25 y 27 años.
Discusión
El objetivo de esta investigación fue analizar la presencia de violencia en la pareja en una muestra de estudiantes de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia Bolivariana, seccional Bucaramanga, revisando por edades, tanto las posibles formas de violencia ejercidas como la experiencia vivida ante estas.
Se encontró que el 34.7 % de los participantes refirió haber ejercido violencia relacional, el 94.9 % violencia verbal y el 22 % algún tipo de violencia física. Además, en promedio, se halló que el comportamiento violento más frecuente fue el verbal emocional, seguido por el físico y el relacional. En cuanto a la edad, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas en comportamiento violento hacia la pareja, salvo en la conducta relacionada con la violencia física.
Estos resultados son parecidos a los encontrados en otros estudios, donde se evidencia que este tipo de agresión es la más común, tendiendo a consolidarse como una práctica habitual en las relaciones de pareja jóvenes, tal vez como una forma de hacer frente a los conflictos que se presentan en la pareja (Gómez, Delgado y Gómez, 2014; Fernández-Fuertes y Fuertes, 2010; Rojas-Solís, 2013).
Además, los resultados destacan la presencia del maltrato de pareja en el noviazgo entre los adolescentes y jóvenes como un fenómeno que se da a menudo, a veces más de lo esperado, y que presenta graves consecuencias de tipo físico, emocional e incluso trastornos del comportamiento en sus víctimas (Saldivia y Vizcarra, 2012; Rodríguez- Franco, Antuña, López-Cepero, Rodríguez-Díaz y Bringas 2012). Asimismo, está muy desarrollado en la población colombiana, así como en algunos estudios realizados en otros países (Del Ángel, y Barraza, 2015; Hoefer, Black y Ricard, 2015). En cuanto a los tipos de comportamiento violento, los resultados de esta investigación se asemejan a los de otros estudios que encontraron que el tipo de maltrato más común es el psicológico, el físico y el sexual (Rivera et al., 2007; Sauce y Solís, 2015; Sears et al., 2007).
En lo que respecta a la experiencia de victimización, se encontró que el 45.3 % de los participantes sufrió de victimización relacional, el 91.9% de victimización verbal y el 17.8 % de victimización física, encontrándose diferencias estadísticamente significativas en la victimización física. Los resultados también indican que la victimización verbal emocional fue más frecuente que los otros tipos de victimización. Respecto a las diferencias en función de la edad, se evidencia, por lo general, una disminución de los comportamientos violentos conforme aumenta la edad, mientras que en menores edades se reportan más experiencias de victimización.
De acuerdo con otras investigaciones, este tipo de violencia entre las parejas más jóvenes podría deberse a que ciertos comportamientos más agresivos, tales como darse golpes, empujarse, etc., sean interpretados como señales aceptables dentro de los estilos de interacción o entendidos como bromas o juegos en sus contextos (Muñoz-Rivas, Graña, O'Leary y González, 2007a; Gómez, Delgado y Gómez, 2014). Además, también puede deberse a los cambios que se producen en las relaciones de pareja, en el sentido de que en los periodos de edad tempranos predominarían las primeras citas que suelen darse dentro de los grupos formados para pasar el tiempo libre, al contrario de los periodos de edad posteriores, donde imperan las relaciones de pareja donde se da más importancia a factores como la intimidad, el compromiso, entre otros, y que van aumentando de manera gradual.
Con respecto a esto, existen investigaciones que demuestran que las formas positivas de resolución de conflictos están asociadas negativamente con los comportamientos agresivos y su victimización (Antônio y Hokoda, 2009; Butovskaya, Timentschik y Burkova, 2007). Así, la forma como los jóvenes gestionan los conflictos se relaciona con la violencia. En este sentido, Feldman y Gowen (1998) encontraron diferencias significativas de edad en la resolución positiva de conflictos. Es decir, los adolescentes más jóvenes tienden a resolver los conflictos utilizando principalmente estrategias negativas tales como la agresión, pero a medida que maduran, utilizan estilos más positivos (por ejemplo, de discusión y de compromiso) para resolver el conflicto (Hokoda, Martin del Campo y Ulloa, 2012; Laursen, Finkelstein y Betts, 2001; Wied, Branje y Meeus, 2007).
Teniendo en cuenta los resultados, se puede concluir que existen tanto comportamientos violentos de pareja como experiencias de victimización de manera creciente en la población universitaria estudiada, que pueden llegar a afectar hasta porcentajes preocupantes según el tipo de estos comportamientos.
Nuestros resultados tienen implicaciones para la organización de programas destinados a la prevención primaria de la violencia de género en el noviazgo, dirigidos en momentos que sean relevantes para los jóvenes (por ejemplo, primeras citas), antes de que la mayoría de estos jóvenes hayan experimentado problemas de conducta con sus parejas, promoviendo el fomento de comportamientos positivos que sean protectores de este tipo de violencia.