Introducción
Actualmente las formas de comunicación han cambiado debido a la rápida evolución de las nuevas de tecnologías, que se han constituido como herramientas útiles, e incluso fundamental, permitiendo a las personas mantenerse en continua comunicación con los diferentes acontecimientos sociales, económicos, políticos, laborales y personales (Cabra & Marciales, 2012; Correa & Cervantes, 2012; Spiegel, 2007). Al mismo tiempo, estas herramientas han llevado a que se ejerza una violencia de tipo simbólica sobre niños, niñas y adolescentes, caracterizada por la intimidación, la discriminación, el hostigamiento, la suplantación y la agresión a través de internet y del celular (Cuevas, 2006; Monks et al., 2009; Buelga & Pons, 2012).
Este fenómeno es denominado por algunos autores como ciberacoso (Campbell, 2005; Smith, Mahdavi, Carvalho, & Tippett, 2006; Ortega, Calmaestra, & Mora, 2008; Garaigordobil, 2011; Redondo, Luzardo, & Rangel, 2016). Lo definen como aquella conducta agresiva e intencional, ejercida por un individuo o grupo de manera reiterativa en el tiempo, por medio de dispositivos electrónicos -especialmente internet y el teléfono celular-, sobre una víctima que no puede defenderse fácilmente. Además, en algunas situaciones o circunstancias, se caracteriza por la protección de la identidad del agresor, quien realiza este tipo de acciones de forma anónima o seudónima, facilitando la agresión y poniendo a la víctima en un situación indefendible (Smith et al., 2008; Monks et al., 2009; Tokunaga, 2010; Lanzillotti & Korman, 2014).
En este sentido, Garaigordobil (2011), al analizar diferentes estudios que han investigado los efectos y la prevalencia del ciberacoso, encontró que en los países estudiados se constata una alta prevalencia de este tipo de violencia. Designó a los protagonistas implicados en esta agresión como: agresores, víctimas y observadores (Félix, Soriano, Godoy, & Sancho, 2010; Garaigordobil & Oñederra, 2010; Garaigordobil, 2011; Martínez, 2013). En cuanto a los agresores, estos se caracterizan por el deseo de manifestar su superioridad y dominio dañando a alguien; esto lo hace mediante amenazas, humillación, denigración, suplantación, entre otros. Además, también se destaca su capacidad y dominio ante las nuevas tecnologías como: internet, el teléfono celular, videoconsolas, webcam, entre otras. Para los ciberagresores, estos dispositivos o tecnologías se convierten en una herramienta de socialización, para bien o para mal, y en un elemento decisivo y diferenciador en sus relaciones interpersonales, así como en sus capacidades personales (Avilés, 2013; Ybarra & Mitchell, 2004; Keith & Martín, 2005; Marciales, & Cabra, 2011; Williams & Guerra, 2007; Ybarra & Mitchell, 2007).
Este fenómeno ha sido estudiado mayormente en estudiantes de primaria y secundaria (Hoyos, Aparicio, & Córdoba, 2005; Álvarez-García, 2011; León del Barco, Castaño, Fajardo, & Gómez, 2012; Amemiya et al., 2013). En Colombia hay pocos estudios de este tipo, ya que la mayoría de estudios se han centrado específicamente en el análisis y estudio del acoso (bullying) (Chaux, Molano, & Podlesky, 2009; Paredes, Sanabria-Ferrand, González-Quevedo, & Moreno, 2010; Chaux, 2011).
A pesar de que el ciberacoso se puede encontrar tanto en primaria como en universidades, la mayoría de la investigación se ha centrado en el acoso cibernético en la secundaria (Avilés, 2009; Wang, Ionnotti, & Nansel, 2009; Tokunaga, 2010; Olweus & Limber, 2010). Las investigaciones sobre acoso tradicional revelan que disminuye generalmente entre el 7° y 11° grado, no obstante, la mayoría de los estudios sobre las diferencias de edad y de grado en el ciberacoso no son concluyentes al respecto (Tokunaga, 2010; Slonje, 2011; Mishná, Khoury, Gadalla, & Daciuk, 2012).
Aunque la mayoría de los estudios sobre ciberacoso no han encontrado diferencias claras entre los grados (Werner, Bumpus, & Rock, 2010), varias investigaciones revelan que los jóvenes en secundaria experimentan más el acoso cibernético. Williams y Guerra (2007) sugieren que los picos más altos se dan en octavo grado, pero luego disminuyen en el undécimo grado (Vandebosch & Van Cleemput, 2009b). Del mismo modo, Slonje y Smith (2008) encontraron tasas más altas de ciberacoso en los jóvenes entre edades de 12 y 15 años (Vandebosch & Van Cleemput, 2009b). Roberts et al. (2009) indicaron que estudiantes de los grados 10o y 11o reflejaron un mayor porcentaje en la experimentaron del ciberacoso comparado a los grados 6o a 9o.
En este punto, parece que no hay ninguna conclusión que pueda establecer una clara relación entre el grado educativo y las experiencias de acoso cibernético. Las investigaciones futuras deberían seguir abordando esta cuestión mediante otro tipo de medidas que discriminen variables como la edad y el grado. En este orden de ideas, es esencial la realización de este trabajo, en donde se pretende analizar y describir la incidencia del cibera-coso, examinando las posibles diferencias que se pueden presentar respecto al grado educativo.
Método
La investigación se realizó desde un paradigma cuantitativo, con un diseño no experimental de corte exploratorio y transversal, donde se pretende analizar la incidencia del ciberacoso a través de las TIC, examinando las posibles diferencias que se pueden presentar respecto al grado educativo (Hernández, Fernández, & Baptista, 2010).
Participantes
Se llevó a cabo con adolescentes de secundaria en instituciones educativas de la ciudad de Bucaramanga y zona metropolitana. Una vez determinados los centros de estudio en Bucaramanga y su zona metropolitana, a saber, los colegios Normal Superior de Bucaramanga, Cabecera del Llano de Piedecuesta, José Elías Puyana de Floridablanca y Juan Cristóbal Martínez de Girón, se seleccionaron los adolescentes, estudiantes de las jornadas de la mañana, con edades comprendidas entre los 11 y 17 años.
El total de sujetos reclutados en Bucaramanga y zona metropolitana fue de 1080 estudiantes de 6° a 11° Grado; de ellos 46 fueron excluidos por no pertenecer al rango de edad estimado para la investigación (edades de 10, 18 y 19 años). Por tanto, el total de sujetos se compuso de 816 estudiantes, en un rango de edad de 11 a 17 años (M = 13.61; DT = 1.75).
En la Tabla 1 se puede evidenciar el número y porcentaje de sujetos clasificados por género y grado.
Tabla 1 Número y porcentaje de sujetos de la muestra, clasificados por género y grado educativo.
Grado educativo | Género | Total | |
Hombre | Mujer | ||
Sexto | 95 | 147 | 242 |
(9%) | (14%) | (22%) | |
Séptimo | 84 | 118 | 202 |
(8%) | (11%) | (19%) | |
Octavo | 75 | 111 | 186 |
(7%) | (10%) | (17%) | |
Noveno | 69 | 107 | 176 |
(6%) | (10%) | (16%) | |
Décimo | 67 | 91 | 158 |
(6%) | (8%) | (15%) | |
Undécimo | 47 | 69 | 116 |
(4%) | (6%) | (11%) | |
Total | 437 | 643 | 1080 |
(40%) | (60%) | (100%) |
Nota: Por medio de la prueba chi cuadrado de independencia entre las variables se comprueba que no existe relación estadísticamente significativa entre las variables de grado educativo y género (X2 = .616; p = .987).
Instrumentos
Los instrumentos de recolección de datos que se utilizaron fueron los siguientes:
Cuestionario sociodemográfico. Se obtuvieron datos como la edad, género, grado, horas que se conectan a internet a diario, dónde participan (chats, foros...), si disponen de teléfono celular y desde cuándo, entre otras.
Escala de victimización a través del teléfono celular y de internet. Escala adaptada por Buelga, Cava y Musitu (2010), a partir de la Escala de victimización entre iguales de Cava, Musitu y Murgui (2007) y de la clasificación de Willard (2006; 2007). La escala mide, con un rango de respuesta de 1 a 4 (nunca, pocas veces, muchas veces y siempre), el acoso experimentado durante el último año. Dicha escala de victimización evalúa comportamientos que implican agresiones de hostigamiento, persecución, denigración, violación de la intimidad y exclusión social. El coeficiente de fiabilidad α de Cronbach en el presente estudio es de .77.
Intensidad de victimización a través del teléfono celular y de internet. La intensidad del acoso se evaluó por medio de preguntas con 6 opciones de respuesta en cada una de ellas. Las opciones de respuesta incluían: nunca, 1 sola vez, 2 o 3 veces, 1 o 2 veces al mes, 1 o 2 veces a la semana y todos o casi todos los días. Las cuatro últimas modalidades de respuesta permiten evaluar el acoso moderado (menos de una agresión por semana) y el acoso severo (más de una agresión por semana) (Smith et al., 2006).
Duración de victimización a través del teléfono celular y de internet. La duración del ciberacoso se evaluó con una pregunta con 4 opciones de respuesta. Las opciones de respuestas eran: nunca, 1 mes (o menos), entre 3 y 6 meses y 1 año (o más).
Procedimiento
Se llevó a cabo una entrevista con los coordinadores y rectores de los centros educativos participantes para exponer los objetivos de la investigación, describir los instrumentos de evaluación, solicitar permiso y promover su colaboración. Posteriormente, se envió el consentimiento informado por escrito a los padres de los participantes. Una vez se contó con el consentimiento informado debidamente firmado, se llevó a cabo la aplicación del instrumento.
Los cuestionarios fueron contestados de forma colectiva, voluntaria y anónima en el aula. Después, se indicó que completaran los datos de identificación (género, edad, grado y centro educativo); se leyeron en voz alta las instrucciones, recalcando la importancia de no dejar ninguna pregunta sin contestar. Finalmente, se aclararon las dudas, procurando no influir en la respuesta de los sujetos. Los investigadores estuvieron presentes durante la administración de las pruebas para proporcionar ayuda si era necesaria y para verificar la aplicación independiente por parte de los sujetos.
Una vez obtenida la información, se realizó el análisis estadístico apoyado en el programa SPSS V-23. Se comenzó con un análisis descriptivo, a partir de distribuciones de frecuencias que permitiera conocer la composición de la muestra bajo estudio. Con la prueba chi cuadrado se verificó la posible relación entre la variable género y grado educativo. Por otro lado, se llevaron a cabo análisis multivariantes de varianza, conocida como MANOVA, con las puntuaciones de cada uno de los ítems de ciberacoso, con la finalidad de ahondar en el análisis según el grado educativo.
Resultados
En cuanto a si existen diferencias entre la presentación del ciberacoso de acuerdo con el grado educativo, los resultados demuestran que no existen diferencias estadísticamente significativas en las agresiones a través del teléfono celular. Respecto a internet, la conducta de mayor victimización corresponde a la violación de la intimidad ("Han compartido mis secretos con otros") (F(5, 327) = 3.157, p < .008).
En lo que concierne a las diferencias entre el tipo de acoso por internet, presentado de acuerdo con los grados educativos, los datos muestran diferencias entre 6° y 11° grado educativo. Así, los estudiantes de 11° grado puntúan estadísticamente más bajo que los de 6° grado en los ítems: agresión de hostigamiento ("Me han dicho o enviado cosas cochinas para molestarme") (F(5, 327) = 2.519, p = .029). Además, existen diferencias altas entre 10°, 6° y 8° grado, en violación de la intimidad ("Han compartido mis secretos con otros") (F(5, 327) = 3.157, p = .008). En las demás formas de agresión cibernética, los resultados muestran que no hay diferencias estadísticamente significativas en la presentación de cibe-ragresiones entre los estudiantes de los diferentes grados educativos (ver Tabla 2).
Discusión
De acuerdo con la literatura, la secundaria parece ser el momento crítico en el que surgen los problemas de acoso cibernético, ya que en la adolescencia a menudo se trata de encajar en los grupos de pares, lo que puede producir rechazo y menosprecio a otros estudiantes que son diferentes, haciendo sentir superior al acosador (Brooks, 2011).
El objetivo del presente estudio fue analizar y describir la incidencia del ciberacoso a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, examinando las posibles diferencias que se pueden presentar respecto al grado educativo.
Los resultados mostraron que no existen diferencias estadísticamente significativas en las agresiones a través del teléfono celular e internet. La conducta de mayor victimización se relaciona con el acoso a través de la violación de la intimidad. Por consiguiente, aunque existen muchas investigaciones que muestran variaciones en la prevalencia del ciberacoso en cuanto al grado educativo (Tokunaga, 2010; Olweus & Limber, 2010 Wang et al., 2009), en esta investigación no se evidenciaron diferencias claras respecto a los grados educativos, como sí ocurre en otros trabajos (Mishná, Khoury-Kassabri, Gadalla, & Daciuk, 2012; Slonje, 2011).
Por ejemplo, Williams y Guerra (2007) mostraron que los picos más altos de ciberacoso se dan en octavo grado, para luego disminuir en undécimo grado (Vandebosch & Van Cleemput, 2009a). Del mismo modo, Slonje y Smith (2008) encontraron tasas más altas de ciberacoso en jóvenes con edades entre 12 y 15 años, a diferencia de los jóvenes entre 15 y 18 años (Vandebosch & Van Cleemput, 2009a).
Algunas investigaciones también han encontrado que los jóvenes de mayor edad son más propensos a estar involucrados en acoso cibernético, frente a los más jóvenes (Mishná et al., 2012; Tarapdar & Kellett, 2011). Se podría pensar que esto puede deberse a que los jóvenes de mayor edad tienen mayor acceso a la tecnología y más experiencia para saber cómo manejarla, tanto de manera positiva como negativa.
Es importante destacar, sin embargo, que el ciberacoso no se limita solo a los adolescentes. Aunque la investigación de este fenómeno entre poblaciones mayores de edad es limitada, existen estudios que demuestran que el acoso electrónico también se evidencia en estas poblaciones, especialmente entre estudiantes universitarios (Hoff & Mitchel, 2009; Kowalski et al., 2012; Redondo, Luzardo, & Rangel, 2016). En un estudio realizado por Kowalski et al. (2012), el 35% de estudiantes universitarios dijo que su primera experiencia de ciberacoso fue durante la universidad. Entre los que habían sido ciberacosados, el 44% informó que la mayoría de la intimidación se produjo durante la universidad, el 30% durante la secundaria, y el 26% durante la primaria; probablemente porque en la universidad existe un mayor uso de medios digitales para lograr comunicación y vínculos sociales positivos, que contribuyen a la rapidez y practicidad de las interacciones. Así, cuando existe un mal uso de las tecnologías, los estudiantes pueden presentar interrelaciones no tan positivas, lo que genera la aparición de nuevas formas de intimidación.
Es importante que futuras investigaciones se centren en poblaciones de todos los niveles educativos (tanto en primaria, secundaria, así como población universitaria). No obstante, se debe intervenir de forma preventiva desde edades tempranas en todas las formas de ciberacoso, teniendo en cuenta el contexto escolar y el familiar, a través de la promoción de aprendizajes sociales positivos y ambientes universitarios saludables, con el fin de evitar situaciones de riesgo durante la formación profesional de los estudiantes.
La presente investigación presenta varias limitaciones que se deben tener en cuenta para futuras investigaciones. En primer lugar, aunque el muestreo empleado garantiza la representatividad de la muestra, los resultados no se pueden generalizar a estudiantes de otros niveles educativos. En segundo lugar, esta investigación presenta las limitaciones típicas de las investigaciones que utilizan un diseño transversal, por lo que en otras investigaciones sería muy interesante usar una perspectiva longitudinal. En tercer lugar, la utilización de medidas de autoinforme conduce a sesgos debido a la deseabilidad social. En este sentido, otras investigaciones deberían emplear diferentes procedimientos de evaluación.
Conclusiones
Cabe destacar que la comparación de los resultados obtenidos en esta investigación con otros trabajos es difícil, ya que existen diferencias considerables en los otros trabajos, principalmente en las metodologías empleadas.
En este estudio no se evidencian diferencias estadísticamente significativas en ciberacoso entre los estudiantes en los grados educativos estudiados. Sin embargo, es necesaria la intervención de prevención contra este fenómeno, además de la creación de modelos teóricos multidimensionales partiendo de la edad y el grado en que se encuentran los jóvenes. Lo anterior podría comprobar cómo factores sociales y culturales explicarían la forma en que este problema se incrementa en nuestra sociedad.
Para el estudio del ciberacoso es importante que se tengan en cuenta aspectos como las diferencias culturales, las variables psicológicas y los diversos contextos, entre otros (Redondo, Luzardo, & Rangel, 2016). También es fundamental que para hacerle frente al ciberacoso se involucren tanto a los estudiantes como a los demás actores de la comunidad educativa (profesionales, profesores, padres de familia y las mismas instituciones educativas) en la prevención mediante la aplicación de programas contra este fenómeno.