Introducción
El funcionamiento de la corteza frontal y su función coordinadora a nivel conductual, afectiva y cognitiva en los seres humanos ha sido el campo de estudio más amplio dentro de la neuropsicología moderna. El punto de partida para la comprensión de algunos fenómenos del ser humano, como la conducta antisocial y delictiva, dependen en gran medida de la explicación de las funciones emergentes de la corteza frontal y su capacidad de acoplamiento y orientación de los demás circuitos a nivel cortical y subcortical. Así pues, es común a la mayoría de las teorías actuales en la neuropsicología la hipótesis de que la corteza frontal es el punto intermedio entre los procesos y meta-procesos físicos que dan cuenta de los fenómenos psicológicos (Blackmore & Choudhudr y, 2006; Calle, 2017). A partir de la hipótesis de la corteza prefrontal como organizadora de los procesos psicológicos, una de las líneas de investigación en la que más se ha ahondado en el campo de la neuropsicología y las neurociencias es la que tiene que ver con el comportamiento antisocial. Según Antolín (2011), con conducta antisocial se hace referencia a “aquellas conductas que infringen reglas sociales o constituyen una acción contra los demás” (p. 31).
Estudios sobre conducta antisocial han concluido que tanto conducta antisocial como delictiva son consecuencias de factores socioambientales, dentro de los que destacan el ambiente familiar y las condiciones sociales y familiares que afecta el normal desarrollo del sujeto (Álvarez-García et al., 2016; Calleja et al., 2018; Peralta et al., 2018; Cortés & Chaves, 2018). A partir de lo anterior, la neuropsicología, propiamente, postula que la conducta antisocial y delictiva son consecuencia de factores biológicos, primordialmente de déficit en las funciones ejecutivas, las cuales expresan componentes tanto genéticos como estructurales del funcionamiento de los micro y macroprocesos cerebrales. Específicamente, la función ejecutiva que más destaca en la comprensión de la conducta antisocial es la del control inhibitorio, sobre el cual residen funciones específicas como el control autonoético y la impulsividad o control conductual (Flores, Ostrosky & Lozano, 2014).
La exploración de la conducta antisocial desde un enfoque neuropsicológico ha evolucionado. Uno de los primeros intentos fue la teoría general de la delincuencia (Gottfredson & Hirschi, 1990); en esta teoría, el sujeto que refiere conductas antisociales y delictivas tiene problemas específicos en su capacidad de autocontrol, siendo la regulación conductual la etiología de la conducta antisocial. Por otro lado, investigadores más actuales como de De Brito et al. (2009) estudiaron el funcionamiento cortical y subcortical de personas con conducta antisocial manifiesta mediante su estudio por tomografías por resonancia magnética funcional. La presente investigación se ancla en la hipótesis de que daños en el funcionamiento ejecutivo se reflejan en el comportamiento antisocial, asumiendo que las personas con antecedentes penales podrían exhibir déficits neuropsicológicos, principalmente en el autocontrol o control inhibitorio.
La exploración más adecuada de las funciones ejecutivas que emana de dicha hipótesis plantea un diseño de investigación en el marco de la observación de los procesos mentales como módulos (Benedet, 2002); en esta explicación, la conducta antisocial, así como el resto del repertorio conductual, son el producto del funcionamiento de regiones específicas de la corteza frontal y prefrontal. A su vez, los procesos o funcionamiento de la corteza frontal y prefrontal están influenciados en su desarrollo por factores ontogénicos y filogénicos. Uno de estos procesos que resulta ser objeto de gran atención para la investigación neuropsicológica, pues esgrime factores filogenéticos muy propio de los seres humanos, es el de la teoría de la mente. Si bien la presente investigación precisa el estudio del funcionamiento ejecutivo, se ahondará en la teoría de la mente como un proceso que a nivel cortical sintetiza buena parte de las funciones ejecutivas.
La teoría de la mente es la capacidad de comprender, inferir y actuar en función de los estados mentales de otro (Premack & Wooudruff, 1978); ella requiere de una serie de competencias mentalistas (López, 2007), las cuales se van desarrollando en las diferentes etapas de la niñez. Para Zegarra-Valdivia y Chino (2017), la teoría de la mente tiene dos características: el desarrollo metarepresentacional y la capacidad de reconocimiento y etiquetado de las emociones propias y de los otros. Para los autores, la capacidad de reconocimiento de emociones es la que más se asocia con el término de empatía. Es así que la empatía y la teoría de la mente son al parecer entidades símiles, en las que subyacen procesos biológicos tendientes a la conciencia autonoética y el etiquetamiento emocional del otro.
La teoría de la mente ha sido una variable importante en la comprensión de las conductas antisociales; tal es el caso de los supuestos de Baron-Cohen (Baron-Cohen, Leslie & Frith, 1985). Según la comprensión de este teórico, la teoría de la mente es una habilidad específica que falla en las personas con autismo, y que se relaciona con la capacidad que tienen los niños de crear una teoría en su mente sobre las representaciones del mundo y de las intenciones de los demás.
Las descripciones tanto de la teoría de la mente como de la empatía, para Baron-Cohen (2012), permiten una comprensión de la conducta antisocial. Baron-Cohen (2012) logra distinguir la maldad como “empatía cero”, dando gradientes a la empatía a partir de una escala apreciativa de procesos emocionales y cognitivos de representación emocional del otro. La empatía va desde el cero hasta el nivel siete; quienes puntúan cero pueden ser positivos o negativos; quienes presentan cero empatía negativa corresponden a personas con síntomas clásicos de nosologías psiquiátricas de personalidad como narcisistas y limítrofe; por otro lado, las personas con cero empatía positiva son personas con síntomas del espectro autista. La gran diferencia estriba en la capacidad de sistematización y adaptabilidad, además del trato hacia el otro como un objeto, pues quienes tratan personas como objetos presentan indicios de maldad. A partir de los experimentos de Baron-Cohen (2012), es posible considerar que la teoría de la mente, vista como la capacidad de empatía, puede predecir la conducta antisocial, así como la conducta delictiva.
A nivel de las neurociencias, existen varias formas de indagar por la teoría de la mente y su relación con la conducta antisocial. Algunos autores han optado por su estudio predictivo en la patogénesis de la conducta antisocial (Dolan & Fullam, 2004) mediante tareas de falsa creencia y tareas de reconocimiento de emociones; paulatinamente se han incluido variables neurobiológicas, como el estudio de funciones ejecutivas específicas como control inhibitorio, memoria de trabajo y flexibilidad cognitiva (Restrepo et al., 2015; Urquijo et al., 2017)
En consonancia con lo anterior, el funcionamiento ejecutivo y la teoría de la mente, evidencian una relación directa con la conducta antisocial y también con la conducta delictiva. Conclusión fundamentada en estudios de grupos de personas con antecedentes de conducta antisocial y delictiva que indican problemas de regulación conductual, control inhibitorio y control autonoético y que presentan fallos en la teoría de la mente (Broche-Pérez & Cortez-González, 2015; Gil-Fenoy et al., 2018; Romero & Orozco, 2017). A su vez, se ha evidenciado una afectación entre el bajo funcionamiento familiar y condiciones de vulnerabilidad socioeconómica con el rendimiento ejecutivo (Muñoz-Vinuesa et al., 2018; Sarsour et al., 2011; Vargas-Rubilar & Arán-Filippetti, 2013).
Es así que la variable principal del estudio es la teoría de la mente. Sobre ella se encontró un amplio espectro de estudios, sin embargo, no existe un amplio bagaje sobre su capacidad de predicción de la conducta antisocial y delictiva en mujeres, sobre lo que, si se encuentra de manera amplia, es la diferencia entre géneros. La diferencia en teoría de la mente entre hombres y mujeres reside en la posibilidad de comunicación hemisférica de la mujer, también debe considerase la influencia hormonal en ciertos periodos críticos del desarrollo, como la infancia y la adolescencia, y particularmente es el desarrollo de las conexiones del sistema límbico (Echavarri, Godoy & Olaz, 2007; Otero, 2013). No obstante, tal como apunta Trelles (1987): “Las diferencias cerebrales anatómicas intergenéricas fáciles de demostrar a nivel del sistema límbico son más difíciles de poner en evidencia a nivel de las estructuras cerebrales cognitivas, pues su análisis es complejo” (p. 133).
Sumado a lo anterior, Baron-Cohen (2009) considera que existen dos tipos de características cerebrales en función de la teoría de la mente, el autor hace alusión a la empatía cognitiva y la sistematización, referidas al proceso de información emocional y toma de decisiones. Los cerebros masculinos son altamente sistematizadores y los cerebros femeninos altamente empáticos. Sin embargo, cuando no se evidencian fallos o sesgos empáticos, hay un equilibrio de dichas diferencias. En suma, la posición teórica de Baron-Cohen (2012) ayuda a comprender los procesos neurobiológicos de la cognición social y de la teoría de la mente, específicamente los relacionados a la teoría de la mente y cómo es posible entender que los fallos a nivel empático son problemas cognitivos asociados a déficits en la interpretación emocional, en este caso en el reconocimiento de emociones. Pero, tal como los demás estudios expuestos, los estudios no distinguen géneros y no permiten comprender qué sucede en la teoría de la mente en mujeres y, aún más específico, en mujeres con conductas delictivas y antisociales.
La teoría y la evidencia disponible, si bien ha indagado la diferencia entre géneros, no se ha enfocado particularmente en las mujeres, siendo este grupo de interés para las ciencias criminológicas y las neurociencias. Parafraseando a Sánchez (2004), son escasos los estudios sobre la evolución y las características asociadas a la delincuencia femenina, habida cuenta de que en la mujer hay variables diferenciadoras respecto a los hombres sobre la comisión de conductas antisociales. Estudios más actuales (De la Peña, 2015; Roth & Zegada, 2015; Yugueros, 2013) confirman dicho vacío en la investigación, afirmando que es un fenómeno por indagar.
En general, los estudios sistemáticos sobre la mujer y las conductas antisociales concluyen que hacen falta estudios que ahonden, no de manera global, sino de manera particular en las mujeres y las condiciones asociadas al delito. Otro elemento significativo es que, en Colombia, no se evidencian estudios sobre los factores asociados al fenómeno de la delincuencia; en cambio, sí existen estudios descriptivos sobre el panorama de la delincuencia de las mujeres en Colombia (González, González & Moscoso, 2012; Norza-Céspedes et al., 2012).
Las estadísticas de la delincuencia de mujeres en Colombia indican que la prevalencia de mujeres que participan en conductas delictivas en Colombia se ha mantenido en una tasa de crecimiento de 8.07% (Instituto Nacional Penitenciario de Colombia, 2020). La población de mujeres privadas de la libertad para agosto del 2020 corresponde a un total de 6.7% (6832), respecto al 93.3% que corresponde a hombres. En el grupo de mujeres, según se indica en cifras de agosto de 2020, el delito de mayor comisión fue el de tráfico, fabricación o porte de estupefacientes, con un total de 3151 de mujeres sindicadas y condenadas, seguido de concierto para delinquir, con un subtotal de 2433, a continuación, el hurto con 1205 y homicidio con 1036.
Es así como, si bien existen estudios descriptivos de la conducta antisocial en mujeres colombianas, carecen de modelos predictivos que permitan delimitar variables que expliquen el fenómeno de la antisocialidad en mujeres. Asimismo, son escasos los estudios en otros países que también apoyen la construcción de modelos predictivos de la antisocialidad, teniendo en cuanta que no es posible encontrar regularidades ontogenéticas, salvo las predisposiciones filogenéticas, las cuales son susceptibles a los factores ambientales.
El presente estudio se plantea abordar la teoría de la mente como predictora de la conducta antisocial en mujeres, en función del vacío teórico que se ha evidenciado, el cual tiene que ver específicamente con dos aspectos, por un lado, la presentación de estudios de factores predictivos de la conducta antisocial en mujeres, y, por otro lado, el que dentro de los escasos estudios sobre la psicobiología de la criminalidad en mujeres no se ha incluido la teoría de la mente como un factor predictivo.
No obstante, ya que el fenómeno en mujeres no ha sido particularmente expuesto en la literatura disponible, sino que se ha estudiado de manera global, los demás factores incluidos, como la edad, nivel de estudio y consumo de sustancias, dependen de estudios generales que sí han encontrado correlaciones y que podrían incluirse en el presente modelo predictivo. Por tanto, la diferencia entre la empatía entre hombres y mujeres considera que la edad es un factor fundamental para entender dicha diferencia (Chapman et al., 2006; Michalska, Kinzler & Decety, 2013; Retuerto, 2004). En las mujeres se haya más empatía que en hombres, pero se encuentra que la diferencia se atenúa en la adolescencia (Álvarez, Carrasco & Fustos, 2010; Montoya & Arango, 2015; Donohue, Achata & Okuyama, 2008). Se estima entonces que, a mayor edad, mayor posibilidad de que se expongan diferencias a nivel de procesamiento emocional que subyace a la teoría de la mente.
El presente estudio formula como variable predictora de la conducta antisocial el nivel de teoría de la mente en mujeres. La evidencia asocia diferentes variables que potencian los sesgos o deterioros en la teoría de la mente que podrían estar relacionados también con la posible aparición de conductas antisociales y delictivas; además de los ya mencionados, la teoría de la mente estaría comprometida por el consumo de sustancias psicoactivas ya que, como concluyen Romero-Martínez y Moya-Albiol (2015), las sustancias psicoactivas afectan indirectamente la cognición social y la teoría de la mente al deterior significativamente la química cerebral. Esta conclusión nutre los postulados de la investigación al incluir el consumo de sustancias como una variable del contexto que podría determinar el nivel o puntaje de teoría de la mente. Otro factor que desde la literatura estaría modulando la capacidad de teoría de la mente son los antecedentes psicológicos familiares (Quemada, Ruso & Fonseca, 2017) y el nivel de escolaridad (Wellman, 2016). Los estudios indagados dan cuenta de un avance en los estudios de la teoría de la mente y su relación con la conducta antisocial.
A partir de estos datos empíricos y el contexto teórico, la presente investigación se plantea determinar si existen diferencias en la resolución de una tarea que implique la teoría de la mente en mujeres con y sin antecedentes penales y determinar si los sesgos en la teoría de la mente predicen la conducta antisocial y delictiva en mujeres, ya que, si bien se ha establecido que existe tal predicción, no se ha realizado en un grupo de mujeres particularmente. El estudio se resuelve responder, si bien la mujer tiene, mayor capacidad de teoría de la mente, si la teoría de la mente predice que exista conducta antisocial en mujeres.
Metodología
Tipo de estudio
El estudio se llevó a cabo desde un enfoque cuantitativo, propiamente, el tipo de estudio es comparativo con alcance predictivo. Los estudios de objetivo predictivo se orientan desde modelos experimentales; en el caso presente, se llevó a cabo un ejercicio cuasiexperimental, en donde se observó la relación de variables y su capacidad de predicción.
Diseño
La presente investigación se planteó mediante un diseño transversal causal. El diseño propuesto da cuenta de dos niveles en el análisis de los datos para la comprobación de hipótesis, por un lado, la comparación entre las mujeres con y sin antecedentes penales, asumiendo la equivalencia de grupos como factor para la elección de la muestra. El segundo nivel predictivo transversal se utilizó para indicar la relación entre las variables de estudio, tal como lo describen Ato, López y Benavente (2013): “Cuando el objetivo de la investigación es explorar una relación funcional mediante el pronóstico de alguna variable criterio a partir de uno o más predictores se aplica un diseño predictivo transversal” (p. 1051). Haciendo la salvedad que, si bien la relación funcional de las variables está identificada en la introducción, se hará un estudio particular en mujeres. La variable predictora es la teoría de la mente en mujeres y la variable criterio será la conducta antisocial-delictiva.
Participantes
La población general del estudio fueron mujeres del departamento del Quindío, la muestra se eligió mediante un muestreo no probabilístico por conveniencia. El muestreo por conveniencia según Otzen y Manterola (2017): “Permite seleccionar aquellos casos accesibles que acepten ser incluidos. Esto, fundamentado en la conveniente accesibilidad” (p. 230). En el presente caso, el factor de conveniencia principal fue el acceso al grupo de mujeres en situación de reclusión penitenciaria y un grupo de mujeres sin antecedentes penales o de conducta delictiva para realizar las comparaciones. Los grupos estuvieron conformados por 34 mujeres en ambos casos. La muestra estuvo compuesta en total por 68 mujeres. Dentro de los criterios de inclusión están: firma de consentimiento informado, no haber consumido sustancias psicoactivas al momento de la presentación del estudio y no presentar alteraciones cognitivas de base.
Instrumentos
Para llevar a cabo los objetivos del presente estudio, se eligieron los siguientes instrumentos de evaluación:
Ficha de caracterización (ad hoc): Se construyó un cuestionario de 6 preguntas que abarcaron la edad, estado civil, escolaridad, antecedentes médicos y psicológicos y consumo de sustancias psicoactivas. Cada uno de los reactivos indagados en la ficha de caracterización, están sustentados en los factores que potencialmente influyen en la configuración de conductas antisociales y también en los sesgos de la teoría de la mente en mujeres, que pueden funcionar como variables de control en el modelo predictivo.
Test de las miradas: es una prueba unidimensional en el que se presentan imágenes de miradas y el sujeto debe, dentro de cuatro posibles respuestas, indicar la emoción que mejor se identifique con la mirada presentada. La prueba fue creada por Baron-Cohen, Wheelwright y Hill (2001) y traducida al español por Serrano y Allegri (2006). El objetivo del instrumento es realizar un reconocimiento de las emociones mediante tarea de reconocimiento emocional. En sujetos de habla española ha demostrado adecuada consistencia (Ortega, Tirapu & López-Goñi, 2012), también en población latinoamericana (Román et al., 2012), lo que incluye a sujetos colombianos (Vélez & Blandón, 2014).
En el presente estudio se usó la versión validad por Román et al. (2012), la cual corresponde a la primera versión de la prueba. Consta de 36 figuras y cuatro posibilidades de respuesta, así, el puntaje máximo de puntuación es de 36 puntos. Para la interpretación, siguiendo los baremos para población en español (Román et al., 2012), que también han sido usados en población colombiana, se considera que 24 puntos es la puntuación intermedia, puntuaciones inferiores indican problemas en la teoría de la mente o posibles sesgos empáticos y puntajes superiores se representa como alta capacidad de teoría de la mente.
Procedimiento
La determinación de consumo de sustancias psicoactivas al momento de presentación de la prueba, así como la alteración cognitiva de base, fue información permitida por el Consejo de Evaluación y Tratamiento (CET) del INPEC de la Reclusión de Mujeres (RM) de Armenia (Quindío) en el caso del grupo 1. Para el grupo 2, se explicitó el no estar bajo sustancias psicoactivas al momento de la presentación de la prueba y no presentar alteraciones cognitivas de base en el consentimiento informado.
El grupo de mujeres con antecedentes penales en actual estado de reclusión, fueron contactadas a través del CET, a quienes se les presentó el aval y protocolo ético de la investigación. Dicho cuerpo colegiado del INPEC permitió trabajar con un grupo de mujeres que actualmente se encuentra en la primera fase de trabajo de reinserción a la sociedad; además, se les solicitó trabajar con mujeres que se encuentran en estado de condena. La prueba y el cuestionario se aplicaron de manera individual; en promedio, resolver la prueba de las miradas tomó 12 minutos por participante. El segundo grupo fue contactado igualmente por el grupo de investigadores en una convocatoria abierta, hasta tener un grupo equivalente a las mujeres en estado de reclusión. El trabajo de campo tomó 4 meses (Segundo semestre de los años 2019 y primer semestre del año 2020).
Condiciones éticas
La presente investigación contó con el aval del comité de investigaciones y bioético de la Universidad de San Buenaventura, Medellín. Además, el ejercicio de investigación se realizó siguiendo las recomendaciones dispuestas en la Ley 1090 de 2016, específicamente en su capítulo VII. Se orientó a los participantes sobre las consideraciones éticas propias: secreto y buen manejo de la información, derecho a la no participación, derecho a la información, al acompañamiento y respeto por la intimidad y buen uso de la información. El aval ético por parte del comité de Bioética de la Universidad de San Buenaventura fue remitido al CET del INPEC, quienes autorizaron la investigación, habida cuenta de las restricciones en cuanto al acceso de información a las historias de vida de las reclusas. En este caso, el permiso para la obtención de información por parte del CET del INPEC se enfocó exclusivamente a las entrevistas y a la aplicación de los instrumentos.
Estrategia analítica
El análisis de los datos se realizó en el software estadístico SPSS (Versión 23); se realizó estadística descriptiva e inferencial. Acerca de la estadística descriptiva, se extrajeron las principales medidas de tendencia central. Sobre la estadística inferencial, se realizó la hipótesis de normalidad (Kruskall-Wallis); se encontró que las variables se comportaban de manera anormal y se encaminaron el resto de los análisis hacia estadística no paramétrica. Para el caso de las diferencias de medias se utilizó la U de Mann Whitney; para la correlación se utilizó el Rho de Spearman, y para el caso de la regresión, por la naturaleza categórica de la variable predictora (dicotómica), se procedió a realizar una regresión logística binaria, en la que se realizaron dos modelos: el primero incluía como variables predictoras la edad, consumo de sustancias, nivel educativo y teoría de la mente sobre la variable criterio (en este caso la conducta antisocial); el segundo modelo incluyó exclusivamente como variable predictora la teoría de la mente sobre la misma variable criterio. En ambos modelos, para estimarse significativo, la Chi cuadrada debía ser menor que (<) 0.05.
Resultados
Sobre los resultados más importantes, el primer grupo fueron los relacionados con la descripción de la muestra. La edad de las mujeres encuestadas es de 28 años en promedio (DT = 7.83). En la Tabla 1 se muestran resultados de los demás datos sociodemográficos.
Total | Antecedente penal | ||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|
N = 68 | Sí N= 34 | No N= 34 | |||||
N | % | N | % | N | % | ||
¿Cuál es su estado civil? | Soltera | 42 | 61.8 % | 19 | 55.9 % | 23 | 67.6 % |
Unión libre | 16 | 23.5 % | 11 | 32.4 % | 5 | 14.7 % | |
Comprometida | 1 | 1.5 % | 1 | 2.9 % | 0 | 0.0 % | |
Viuda | 2 | 2.9 % | 2 | 5.9 % | 0 | 0.0 % | |
Casada | 7 | 10.3 % | 1 | 2.9 % | 6 | 17.6 % | |
¿Cuál es su escolaridad? | Ninguna | 1 | 1.5 % | 1 | 2.9 % | 0 | 0.0 % |
Primaria | 8 | 11.8 % | 8 | 23.5 % | 0 | 0.0 % | |
Bachiller | 28 | 41.2 % | 19 | 55.9 % | 9 | 26.5 % | |
Técnico o tecnólogo | 10 | 14.7 % | 4 | 11.8 % | 6 | 17.6 % | |
Pregrado | 18 | 26.5 % | 1 | 2.9 % | 17 | 50.0 % | |
Posgrado | 3 | 4.4 % | 1 | 2.9 % | 2 | 5.9 % | |
Actualmente ¿padece alguna enfermedad? | Ninguna | 38 | 55.9 % | 16 | 47.1 % | 22 | 64.7 % |
Enfermedad de otro tipo | 23 | 33.8 % | 14 | 41.2 % | 9 | 26.5 % | |
Padecimiento mental enfermedad del SNC medular o cerebral | 7 | 10.3 % | 4 | 11.8 % | 3 | 8.8 % | |
¿Consume alguna sustancia psicoactiva? | Sí | 17 | 25.0 % | 16 | 47.1 % | 1 | 2.9 % |
No | 51 | 75.0 % | 18 | 52.9 % | 33 | 97.1 % |
Como datos importantes que se observan en la Tabla 1, se encontró una alta prevalencia de consumo de sustancias psicoactivas en el grupo de mujeres con antecedentes penales. Además, entre quienes no tienen antecedentes hay mayor prevalencia de mujeres en estado de soltería.
Total | Antecedente penal | |||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
N = 68 | Sí N= 34 | No N= 34 | ||||||
Media | DT | Media | DT | Media | DT | U | P | |
Test de las miradas | 24.31 | 4.28 | 22.97 | 4.75 | 25.50 | 3.87 | 406.500 | 0.03 |
Nota: DT= desviación típica; U= valor estadístico de la U de Mann Whitney; P= significación
Según se indica en la Tabla 2, en general, las participantes tuvieron una puntuación promedio en la teoría de la mente. Se encontró una diferencia significativa (U= 406.500; P = 0.03 ≤ 0.05), por tanto, se corrobora la hipótesis según la cual hay diferencias en la teoría de la mente en mujeres con y sin antecedentes penales. En el caso de la información obtenida por la diferencia de los grupos, las mujeres con antecedentes penales puntuaron en promedio 22.97 puntos, lo que significa que se encuentran por debajo del promedio, lo que podría significar problemas o sesgos en la capacidad de teoría de la mente. Contrario a lo anterior, las mujeres sin antecedentes penales obtuvieron 25.5 puntos, refiriendo, en general, una puntuación por encima del promedio.
A continuación, se muestran los resultados del estudio según los objetivos de la investigación. El primer objetivo de la investigación fue indagar la diferencia en teoría de la mente entre mujeres con y sin antecedentes de conducta antisocial y delictiva. En la Tabla 2 se expresan los resultados descriptivos y el estadístico de la comparación.
El segundo objetivo de la investigación fue indagar la relación predictiva entre la teoría de la mente y la conducta antisocial en mujeres. Para ello se indagó las relaciones entre variables. Se encontró una correlación moderada entre los antecedentes penales y la teoría de la mente (Rho = .258; P = .03 ≤ .03). Se observó adicionalmente que la teoría de la mente tuvo las siguientes correlaciones: inversa con la edad (Rho = -.260; P = .04 ≤ .03), la escolaridad indicó una relación directa proporcional (Rho = .351; P = .00 ≤ .00) y con el consumo de sustancias psicoactivas (Rho = .366; P = .00 ≤ .00).
Por último, se realizó un análisis de regresión para estimar la probabilidad de aparición de conductas delictivas distribuido en dos modelos; el primero que incluyera edad, consumo de sustancias, nivel educativo y promedio en la prueba de las miradas; el segundo modelo que incluyera exclusivamente el promedio en la prueba de la teoría de la mente. El primer modelo no fue estadísticamente significativo (X² =14.11 (P = <0,30), por tanto, se desestima el primer modelo.
El segundo modelo de regresión logística fue estadísticamente significativo, X² =7.13 (P = <0,01). El modelo explica el 10.4 % (R² de Nagelkerke) de la varianza en la probabilidad de aparición de conducta delictiva y clasifica correctamente el 56 % de los casos. El valor predictivo positivo fue del 38.2 %, y el valor predictivo negativo fue del 61.8 %. La teoría de la mente reportada mediante la prueba de las miradas se mostró como una variable predictora (OR = 1,152; IC 95 % [1,017 a 1,306] P = .02).
Discusión
Los hallazgos encontrados por medio del análisis de la información corroboraron los supuestos de los investigadores, dando cuenta, además, de los objetivos de la investigación. Por un lado, se encontró diferencia significativa entre mujeres con y sin antecedentes de conducta delictiva; por otro lado, se corroboró el valor predictivo de la teoría de la mente sobre la conducta delictiva.
La teoría de la mente es un factor importante en la configuración de la personalidad ya que además de implicar procesos representacionales de las intenciones de los otros, es, junto con los demás procesos de la cognición social, una parte importante de la estructura psicológica del individuo (Lotero & Londoño, 2018). Se entiende de lo anterior que los déficits en teoría de la mente que se traducen en sesgos empáticos son además un síntoma que se comparte entre diferentes nosologías de orden psicopatológico (Arango et al., 2014; Gómez, et al., 2010).
Los resultados encontrados en la investigación confirman, junto con la hipótesis de investigación, las conclusiones de otras investigaciones, como la llevada a cabo por Mestre, García y Frías (2002), quienes, como en el presente caso, encontraron que problemas en la teoría de la mente predicen la conducta antisocial. Otras investigaciones han encontrado que existe una correlación significativa con factores ontogenéticos, y es probable que condiciones ambientales y relacionales adversas promuevan alteraciones en la configuración de la cognición social evidenciada en sesgos empáticos (Garaigordobil et al., 2013; Hueda, 2018). Las condiciones filogenéticas de la cognición social tienen que ver con la especialización a nivel cortical del lóbulo frontal. Las porciones a nivel frontal que se consideran fundamentales en la cognición social son la dorsolateral, orbitofrontal y frontal-medial, siendo la primera la más importante porque tiene efectos en las funciones ejecutivas más complejas, como control regulación autonoética, control inhibitorio, flexibilidad cognitiva y metacognición (Flóres & Ostrosky, 2008; Jodar, 2004; Kikyo, Ohki & Miyashita, 2002). La cognición social como un meta-proceso dentro del funcionamiento ejecutivo agrupa cuatro procesos: la teoría de la mente, el procesamiento emocional, la percepción social y el sesgo atribucional (Barceló-Martínez et al., 2018). La teoría de la mente es jerárquicamente, el proceso que tiene mayor implicación de procesos corticales, pues envuelve los otros tres procesos y requiere además de la planeación y regulación conductual (Arán, López & Richaud, 2012). La teoría de la mente, como variable de investigación, se ha indagado, tal como el presente estudio, mediante tareas de procesamiento emocional (Baron-Cohen et al., 2001; Pfabigan, Alexopoulos & Sailer, 2012).
Sobre las mujeres, específicamente, se ha evidenciado un mayor peso de los factores ambientales y que la teoría de la mente tiende a ser mucho más variable que en hombres; así, gran parte de las investigaciones sobre teoría de la mente en hombres y mujeres apuntan a un análisis individual de la influencia de factores ambientales (Javdani, Sadeh & Verona, 2011; Schiffer et al., 2017), esto es una recomendación para futuros estudios. Los resultados corroboraron que la teoría de la mente se correlaciona con la edad, el nivel de escolaridad y consumo de sustancias psicoactivas; esto comprueba el peso de los factores ambientales.
Los diversos procesos ejecutivos que subyacen a la teoría de la mente son descritos por Baron-Cohen (2009) como el factor diferenciador entre hombres y mujeres. En las mujeres el factor sistematizador se equilibra con la capacidad de teoría de la mente, entonces, es más notable la problemática de que existan fallos empáticos en mujeres. No obstante, se explicaría en función de las condiciones ontogenéticas, tal como se ha descrito previamente, los factores sociales determinan la configuración de las funciones ejecutivas.
Por otro lado, se encontraron factores que se relacionan de manera significativa con la teoría de la mente, los cuales podrían dar cuenta de variables que determinan el valor predictor de la teoría de la mente sobre la conducta delictiva. En primer lugar, la edad se correlacionó con la teoría de la mente. En la literatura disponible, la relación entre teoría de la mente y la conducta antisocial-delictiva ha sido ampliamente indagada según grupos etarios, dado que se ha evidenciado que la teoría de la mente y la cognición social tiene un tiempo de establecimiento en la niñez y en la pubertad y sus condiciones culturales, como la adolescencia (Bernuz & González-Álvarez, 2020; Gómez & Nar váez, 2019; Grecia, 2018; Mason, et al., 2019).
Otro elemento que impacta la configuración de la habilidad de teoría de la mente es la educación, ya que uno de los alcances del sistema académico es la formación afectiva y emocional de toda persona. Se debe aclarar que, tal como se obser vó en la descripción de las muestra, las mujeres del grupo sin antecedentes penales en su mayoría son universitarias, por tanto una comparación es innecesaria por la heterogeneidad de los resultados en el nivel académico, el resultado significativo tiene que ver con su correlación, confirmando diversos antecedentes empíricos que ya habían descrito dicha relación (Arango et al., 2014; Wellman, 2016), lo que es explicado probablemente por el doble efecto del sistema educativo en el sujeto, por un lado, el fortalecimiento del pensamiento lógico-formal del sujeto y, por el otro, la capacidad socializadora (Flórez, Arias & Torrado, 2011; Serrano, 2013).
Otro de los factores que indicaron una relación significativa sobre la teoría de la mente fue el consumo de sustancia, corroborando los antecedentes disponibles que indican que hay una relación causal entre el elevado nivel de consumo de algunas sustancias psicoactivas y la teoría de la mente (Salcedo, Ramírez & Acosta, 2015; Zapata, 2017). Esta relación de variables se puede explicar posiblemente porque el consumo de sustancias se ha relacionado con un déficit en determinadas funciones ejecutivas, puntualmente, con la memoria de trabajo y la inhibición (Mariño, Castro & Torrado, 2012); a su vez, el control inhibitorio y la flexibilidad producto de la memoria de trabajo e inhibición también están relacionados con la teoría de la mente.
Dentro de las limitaciones del estudio, se debe considerar que no se usaron otras medidas de análisis a nivel neuropsicológico que dieran cuenta de información más amplia sobre los procesos a nivel de funcionamiento ejecutivo que subyacen hipotéticamente a la teoría de la mente. Además, no hubo un análisis por delito, lo que hubiese sido interesante indagar por las implicaciones de las diferentes tipologías de delitos, ya que existen delitos en donde la teoría de la mente tiene mayores implicaciones de empatía. Se sugiere, entonces, a partir de estas limitaciones realizar sobre estos hallazgos nuevos estudios en pro de conocer los aspectos que explican la comisión de conductas delictivas, estos estudios deberían ahondar específicamente sobre las condiciones neurobiológicas subyacentes a la conducta antisocial e incluir más variables en el modelo estadístico, como tipo de delito y análisis del funcionamiento de las cortezas cerebrales.
Se concluye que la teoría de la mente es una variable predictora en la conducta antisocial, para el presente estudio. Dicha predicción, además, se sustenta en la diferencia encontrada entre mujeres y con sin antecedentes de conducta antisocial, por otro lado, en las correlaciones entre edad, consumo de sustancias y nivel de escolaridad con la teoría de la mente como la variable predictora.