Introducción
Las sustancias psicoactivas, entre las que se encuentran el tabaco, el alcohol y otras drogas normalmente prohibidas, al ser consumidas generan en las personas cambios que inciden no solo en la forma en que ellas se sienten, sino también en la manera de pensar y de actuar o comportarse (Fernández-Cruz et al., 2016). Estas sustancias, SPA, consideradas agentes químicos y que, según su origen o uso, se califican como legales o ilegales, al ser consumidas provocan varios efectos negativos en el cuerpo, tanto desde el punto de vista fisiológico como psicológico. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud clasificó entre los 20 principales causantes de una mala salud al alcohol, las drogas ilícitas y el tabaco. En general las SPA se consideran como estimulantes del SNC, depresores y alucinógenos (Zapata et al., 2021).
Aunque los jóvenes, en especial los adolescentes, son considerados el grupo poblacional más vulnerable y mayormente afectado por el consumo de estas sustancias, también es cierto que las SPA pueden incidir negativamente en todos los grupos y personas sin discriminación de edad, sexo o nivel socioeconómico. El efecto que las sustancias psicoactivas puede tener en el cerebro humano es crítico, especialmente si tenemos en cuenta que el desarrollo del cerebro se inicia desde el momento mismo de la fertilización y se da hasta los primeros años de la edad adulta de las personas. Durante este tiempo cualquier elemento que altere su normal desarrollo, como las SPA, es crítico para la salud mental del ser humano (Admasu-Basha et al., 2023). La parte cognitiva del cerebro no está suficientemente desarrollada aún a los 18 años de edad, de ahí que un joven muchas veces no reconoce los comportamientos errados que puedan afectar su salud y su futuro. En este sentido, su parte cognitiva, al ser aún considerada inmadura, lo lleva a no tener control total de sus impulsos, pensamientos, planificación y toma de decisiones, pues, la misma inmadurez y la falta de juicio los lleva a asumir y experimentar comportamientos diferentes, sean perjudiciales o no, como es el caso del consumo de psicofármacos (Admasu-Basha et al., 2023).
El consumo de estas sustancias, y por los efectos de adicción que modifican el pensamiento, la mente y el espíritu del adicto, no solo está generando un riesgo latente que afecta la salud de las personas, también trae consecuencias negativas para la sociedad misma. En este sentido, el tema que más inquieta sobre el abuso en el consumo de estas sustancias es que se está desbordando, al punto de adquirir características de epidemia a nivel global (Nachinaab, 2018). Varios estudios han comprobado que el consumo de las SPA trasciende ya de lo individual a lo público, lo que además está derivando en efectos psicosociales, como la reducción de la escala de poder y de la capacidad para afrontar problemas, pérdida de fuerza de voluntad y la pérdida del interés por mantener un buen estado físico, una buena salud y lograr mayores niveles educativos (Seçim, 2017).
A nivel global los jóvenes son actualmente el grupo más afectado por el consumo de las SPA, y por eso hoy en día esta situación y los efectos que, para la salud mental y física, así como desde el punto de vista psicológico, psicosocial y las dificultades interpersonales que generan, son considerados como problemas de salud pública mundial (Ferrel et al., 2016). Pese a los efectos nocivos que para la salud implica el consumo de sustancias psicoactivas, esta situación se debe abordar no solo desde el punto de vista médico, sino también desde lo social, psicológico y, dado el mismo significado que le dan las personas, desde lo cultural. Independiente del análisis que se haga, esta es una situación crítica y que sigue creciendo, pese a la gran cantidad de campañas y programas preventivos que las naciones vienen implementando (Álvarez et al., 2020).
El consumo de las sustancias psicoactivas trae consigo diversos tipos de trastornos que, de acuerdo con sus consecuencias, se pueden clasificar de la siguiente manera: trastorno por consumo, este es un patrón desadaptativo que por las sustancias conlleva a un malestar significativo; intoxicación y abstinencia inducidas por sustancias, y, finalmente, trastornos mentales inducidos por sustancias (Zachar et al., 2022).
Son varios los factores que de alguna manera han incidido en el aumento del consumo de sustancias psicoactivas, tradicionales y nuevas, entre ellos, los procesos de industrialización, la urbanización y la migración que, adicionalmente, contribuye a la transformación del entorno social. Este fenómeno sigue creciendo ahora con la llegada de drogas sintéticas y el consumo de otras sustancias que se administran de manera intravenosa, situación que le da otra perspectiva a esta delicada problemática (Fatima, 2017). En general, el uso y consumo de las SPA, además de alterar el pensamiento y el juicio de las personas, trae otras consecuencias nefastas, entre ellas, altos riesgos durante el embarazo y la posibilidad de adquirir enfermedades infecciosas (Shau y Zhou, 2022).
En la adolescencia, tiempo durante el cual y como parte del desarrollo natural las personas experimentan cambios radicales que influyen en su comportamiento a nivel emocional, psicológico y social, los jóvenes se ven expuestos más fácilmente a sucumbir en el consumo de sustancias prohibidas. Esta situación es propiciada durante los permanentes encuentros sociales, entre ellos, la mayoría de las veces sin la adecuada supervisión de un adulto (Arteaga-Zambrano y Mendoza-Alcívar, 2022). Por razones como estas es que se considera que la adolescencia es la etapa en la que mayor riesgo existe de que una persona, en su afán de experimentar, se inicie o se exponga al consumo de sustancias psicoactivas que alteran su conciencia, con el gran riesgo de que finalmente se vuelva adicto a una droga y no pueda superar fácilmente dicha adicción (Arteaga-Zambrano y Mendoza-Alcívar, 2022). Son varios los factores que se suman para que un joven se inicie en el consumo de las SPA, entre ellos, el temperamento, la dificultad para controlar sus impulsos, alguna influencia negativa de un familiar cuando alguno de sus miembros son alcohólicos o entre ellos aceptan el uso de las drogas, además, relaciones familiares conflictivas, débiles e inadecuadas prácticas de crianza, conductas violentas, dificultades en el estudio y, entre otros, según lo afirman Carrasco-Cifuentes et al. (2020), la influencia negativa de los amigos cercanos que consumen SPA (Carrasco-Cifuentes et al., 2020).
El objetivo del presente estudio consistió en evaluar las estadísticas relacionadas con el consumo de sustancias psicoactivas (SPA) a nivel mundial en las últimas dos décadas.
Método
Diseño
El estudio es de tipo descriptivo comparativo de tipo longitudinal. Lo anterior se justifica estadísticamente debido a que se utilizó toda la información existente en las últimas tres décadas, utilizando el Modelo Lineal General, en el cual se incorporó la técnica multivariada MANOVA, con el fin de comparar las diferentes regiones del mundo (Arnau y Bono, 2008).
Variables
La información se recopiló de la Organización Mundial de la Salud, Our World in Data, Global Burden of Disease. Las variables evaluadas fueron: tasa de mortalidad por sobredosis por cada 100 000 habitantes, tasa de mortalidad por sobredosis de opioides por cada 100 000 habitantes, tasa de mortalidad por sobredosis de cocaína por cada 100 000 habitantes, proporción de la población con trastornos por consumo de drogas, trastorno por consumo de alcohol y drogas, tasa de mortalidad por trastornos de salud mental y consumo de sustancias psicoactivas, carga de mortalidad, muertes por consumo de sustancias psicoactivas por rango de edad, riesgo de desarrollar trastorno por consumo de drogas, comparación de consumo de drogas entre sexos.
Participantes
Todas las personas reportadas en las bases de datos de la Organización Mundial de la Salud, Our World in Data, Global Burden of Disease, en las últimas tres décadas a nivel orbital.
Procedimiento
La información, recopilada entre los años 1990 y 2020 de las bases de datos, se compiló en una tabla Excel versión 10, elaborando un control de calidad sobre los datos con el fin de que la información fuera la reportada realmente. Ulteriormente, se exportó al paquete estadístico con el fin de elaborar los procedimientos estadísticos correspondientes. Cabe anotar que los datos se generaron teniendo en cuenta las diferentes regiones del mundo.
Resultados
La drogodependencia es definida por la Clasificación Internacional de Enfermedades como la presencia de tres o más indicadores de dependencia durante al menos un mes en el año anterior. La Tasa de mortalidad por trastornos relacionados con el consumo de drogas incluye opioides, cocaína, anfetamina y cannabis. Las cifras no incluyen las muertes por suicidio que, de otro modo, podrían estar relacionadas con trastornos por consumo de drogas. Los trastornos por consumo de alcohol y drogas, como proporción de la carga total de morbilidad, se miden en años de vida ajustados en función de la discapacidad por los años de vida perdidos por muerte prematura y años vividos con una discapacidad.
La mayor tasa de mortalidad por el consumo de sobredosis de cocaína se da en América; en este sentido, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Perú presentan las mayores estadísticas. La menor incidencia se registra en el continente africano. En lo relacionado a las muertes por anfetamina, Norteamérica y Asia ocupan las primeras posiciones; similar comportamiento se da en las personas fenecidas por opioides, donde Asia y Oceanía han aumentado el número de víctimas. El mayor porcentaje de trastorno por consumo de drogas se presenta en Norteamérica, de manera especial en Estados Unidos (véase Figura 1).
Fuente: elaboración propia con base en la información de Our World in Data, Global Burden of Disease.
La salud mental es hoy en día un factor de riesgo de dependencia o abuso de drogas ilícitas. Se presenta mayor riesgo de desarrollar un trastorno de drogodependencia o abuso de drogas ilícitas en individuos con un determinado trastorno de salud mental en relación con aquellos que no lo padecen. Un valor de 3.9 para el TEPT (Trastorno por Estrés Postraumático), por ejemplo, indicaría que los individuos con TEPT tienen 3.9 veces más probabilidades de desarrollar drogodependencia que los que no lo padecen. Las tasas de mortalidad directa por trastornos de salud mental y consumo de sustancias incluyen el consumo de alcohol, el consumo de drogas y los trastornos alimentarios. Las cifras no incluyen las muertes resultantes de suicidio, que en algunos casos están relacionadas con trastornos de salud mental y consumo de sustancias.
En América y Asia se presenta el mayor número de personas con trastorno por consumo de drogas y de alcohol; a la vez, estas dos regiones registran las tasas más altas de mortalidad. Al evaluar de manera conjunta el número de casos de personas fallecidas por el consumo de opioides, cocaína, anfetamina y cannabis, Estados Unidos concentra las mayores estadísticas asociadas (véase Figura 2).
Fuente: elaboración propia con base en la información de Our World in Data, Global Burden of Disease.
La dependencia del consumo de alcohol o drogas se define en la Clasificación Internacional de Enfermedades como la presencia de tres o más indicadores de dependencia durante al menos un mes en el año anterior. No se incluye el tabaquismo. La drogodependencia incluye todas las drogas ilícitas y no incluye el tabaquismo. Las muertes por trastornos originados por consumo de sustancias se refieren a muertes directas por sobredosis de drogas. Las muertes por consumo de drogas se clasifican en dos frentes: muertes directas por drogodependencia y sobredosis, y muertes indirectas, que resultan por el consumo de drogas ilícitas que actúan como factor de riesgo para el desarrollo de diversas enfermedades y lesiones.
El mayor consumo de sustancias psicoactivas se presenta en Estados Unidos, Reino Unido, Nueva Zelanda y Canadá para ambos sexos. A nivel de Sudamérica, Brasil encabeza las estadísticas. Los mayores riesgos de desarrollar trastornos se dan por hiperactividad, desordenes bipolares y explosividad de la persona. Al evaluar estadísticamente los diferentes rangos de edad se detectó diferencia estadística significativa asociado con el número de defunciones por trastornos relacionadas con el consumo de SPA, donde las personas menores de 49 años de edad poseen los mayores valores (véase Figura 3).
Fuente: elaboración propia con base en la información de Our World in Data, Global Burden of Disease, Organización Mundial de la Salud.
Los factores de mayor incidencia relacionados con el efecto por consumo de SPA son: presencia de desorden intermitente, déficit de atención e hiperactividad, desorden bipolar (véase Figura 4).
Fuente: elaboración propia con base en la información de Our World in Data, Global Burden of Disease, Organización Mundial de la Salud.
Al evaluar de manera conjunta todas las variables objeto del presente estudio, se encontró que Norteamérica difiere estadísticamente de las demás regiones del mundo, como se puede apreciar en la Tabla 1.
Prueba | Valor p | |
---|---|---|
Wilks' Lambda | < 0.0001 | |
Pillai's Trace | < 0.0001 | |
Hotelling-Lawley Trace | < 0.0001 | |
Roy's Greatest Root | < 0.0001 | |
Análisis contraste canónico | ||
Norteamérica a | Sudamérica c | Letras distintas indican diferencia estadística (p < 0.05). |
Asia b | Oceanía b | |
Europa d | África d |
Fuente: elaboración propia de la investigación.
Discusión
A nivel mundial existe una alerta y gran preocupación por la manera como viene creciendo exponencialmente la problemática del consumo de drogas, situación que se vive cada vez con mayor fuerza en la población escolar. Esta realidad y el hecho de que se evidencie un crecimiento en el consumo de drogas por parte de adolescentes menores y cada vez en edades más tempranas, con los consecuentes efectos adversos para su salud y desarrollo, han convertido a esta en una problemática de salud pública a nivel mundial (Toro et al., 2018). Se estima que en el año 2016, un total de 275 millones de personas, en edades que fluctúan entre los 15 y los 64 años, consumieron al menos una vez una sustancia psicoactiva. De esa cantidad y consecuencia directa de dicho consumo, unas 31 millones de personas sufren algún tipo de trastorno (Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito, 2018). De acuerdo con estudios estadísticos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, entre los años 2010 y 2019 y en parte debido al crecimiento de la población mundial, el total de personas que consumen drogas, especialmente marihuana, cocaína, anfetaminas y heroína, se incrementó en un 22 % (Arteaga-Zambrano y Mendoza-Alcívar, 2022). Este incremento acelerado de consumo de drogas legales y prohibidas, que es una tendencia mundial y se evidencia en diversos sectores de la sociedad, tanto políticos como académicos e inclusive en el ámbito de la salud, afecta el bienestar de la persona, el de su familia y el de la sociedad misma (Abeldaño et al., 2014).
Un estudio comparativo sobre el uso de sustancias psicoactivas por parte de estudiantes de secundaria en los países de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay determinó que un 51.9 % de los estudiantes en Colombia consume alcohol, seguido de Uruguay con el 50.1 %. En consumo de tabaco, Chile presenta el mayor porcentaje con un 38.3 %, especialmente entre mujeres; asimismo, se encontró que hay un porcentaje de inicio de consumo precoz en jóvenes de 14 o menos años de edad (Carrasco-Cifuentes et al., 2020).
Durante los últimos 10 años se viene presentando un notable incremento en el consumo de sustancias psicoactivas en el continente africano, entre ellas, la más utilizada es el cannabis, cuya prevalencia está entre el 5.2 % y el 13.5 % en África Occidental y Central. Igualmente, este incremento se presenta en el uso de estimulantes tipo anfetamínico y las benzodiacepinas. Esta situación ha hecho que este continente, que antes se consideraba como una región de tránsito de las drogas que pasaban de América Latina a Europa, sea ya reconocido por el consumo y destino de las mismas (Onaolapo et al., 2022). Como en muchas otras naciones, en Nigeria esta es una problemática de gran preocupación; no obstante, en este caso en particular, esta situación registra mayor inquietud por la falta de adecuadas normas y leyes, la poca respuesta legislativa y la falta de verdaderas campañas educativas, lo que agrava aún más esa compleja realidad. De acuerdo con evidencias que se han registrado sobre la problemática, el incremento desmedido del consumo de SPA entre los jóvenes nigerianos ha influido en el incremento de las tasas de mortalidad, los intentos de suicidio y las actividades de culto entre ellos. El consumo de alcohol, codeína, tramadol y cigarrillos es muy común entre los estudiantes de una universidad nigeriana, de acuerdo con un estudio realizado por la misma universidad (Adesida et al., 2022).
Estudios sobre el consumo de sustancias prohibidas mostraron cómo, por ejemplo, en Oslo, esta tendencia está asociada con la edad de 61 a 70 años (OR 2.40; IC 95 %: 1.61 a 3.58) comparativamente con la edad de 18 a 40 años, y con el malestar psicológico (OR 2.61; IC 95 %: 2.06 a 3.30). Esta misma causa del malestar psicológico está asociada al consumo de medicamentos psicoactivos en Moscú (OR 1.68; IC del 95 %: 1.18 a 2.39), y fue menos común entre los pacientes de 41 a 60 años (OR 0.62; IC del 95 %: 0.43 a 0.88) que entre los de 18 a 40 años (Gamboa et al., 2020).
Diferentes estudios basados en encuestas nacionales en el mundo sobre el consumo de estas sustancias ilícitas han permitido establecer una relación entre las tasas de consumo por grupos poblacionales, encontrando que las tasas de los asiático-americanos son las más bajas, mientras que las de los americanos y nativos de Alaska (AIAN) estaban cuatro veces por encima, y la de los adolescentes AIAN estuvieron un poco más de dos veces por encima que las de los adolescentes estadounidenses de origen asiático. Por su parte, las mayores tasas de consumo se detectaron entre los adultos mestizos, con un 11.1 % por encima de otros grupos étnicos, mientras que la tasa de adolescentes mestizos equivalente al 11.6 %, no difería sustancialmente de la de los europeos. Por su parte ,los hispanoamericanos y afroamericanos mostraron tasas notoriamente por debajo de las que presentaban adolescentes de otras regiones del mundo (Price et al., 2002).
Al evaluar el consumo de SPA por rango de edad, las proyecciones actuales sugieren un incremento del 11 % en el número de personas que consumen drogas en todo el mundo para el año 2030, especialmente entre la población joven (Arteaga-Zambrano y Mendoza-Alcívar, 2022). En el presente estudio se detectó divergencia estadística entre rangos de edad, donde las personas menores a 49 años presentan las mayores cifras de defunción relacionadas con el consumo de SPA, en comparación con las personas más longevas que registran menores índices. Las cifras a lo largo del tiempo de evaluación, en general, poseen un patrón creciente en las diferentes regiones del mundo. El consumo de SPA es un importante problema de salud pública a nivel orbital que afecta a la salud de las personas, las familias y la comunidad en su conjunto.
Los trastornos por consumo de SPA son comunes y a menudo persistentes, y muchos se derivan a una edad temprana. Pese a ello y ante esta situación, se ha dado menor atención en adolescentes en comparación con personas adultas (Tena et al., 2018). Entre los adultos mayores, el consumo de SPA generalmente está mal identificado, constituyendo un importante problema de salud pública porque, además de impactos negativos en la salud y el bienestar de los individuos que afectan su calidad de vida, también influye en los aspectos socioeconómicos de la comunidad, además de factores sanitarios y calidad de vida de las personas que consumen SPA (Diniz et al., 2017). Aunque factores como la edad, el tabaquismo y el tipo de sustancias consumidas aumentan el riesgo de sufrir consecuencias sociales y personales del uso o abuso de SPA, se requieren estudios que permitan determinar la incidencia de múltiples variables, que conduzcan a tratar y minimizar las consecuencias adversas del abuso del consumo de SPA (Ballestar-Tarín et al., 2022).
Es una realidad que las sustancias psicoactivas están llegando sin mucha restricción a todos los estratos sociales, esto se debe, entre muchas otras razones, al incremento en la producción de dichas sustancias, el incremento desmedido de la difusión de estas temáticas en los medios de comunicación masiva, a lo que se suma la distribución sin control de las SPA que, por ser de más fácil acceso, actúan y pueden crear dependencia entre quienes las utilizan (Mendoza-Carmona y Vargas-Peña, 2017). Es innegable que la dependencia que estas sustancias crea entre los consumidores de las diferentes naciones actúa de manera exponencial en los problemas sociales y de salud. Una de las principales consecuencias negativas para la salud de la población, y en buena medida por el uso de drogas intravenosas, está relacionada con el incremento de las infecciones de transmisión sexual (ITS), especialmente el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) (Silva-Monsalve et al., 2018). Es un reto para las naciones y sus políticas de salud pública entender y tratar de cambiar los comportamientos poco saludables que se dan en la etapa de adolescencia, entre ellos, el consumo sin control de las SPA, lo que sin duda tiene un impacto en la vida de los adolescentes, sus familias y comunidades. Los efectos de esta situación incrementan los costos y gastos de los servicios de salud (Das et al., 2016).
Uno de los factores que de acuerdo con la neurociencia incide de manera especial en la adicción a las SPA tiene que ver con los cambios que de manera permanente enfrenta el cerebro humano, conocido también como fenómeno de neuro-plasticidad duradera. Esta situación se presenta por el consumo repetitivo y constante de dichas sustancias, asimismo, por la predisposición genética y las asociaciones de carácter ambiental que se establecen con el consumo de drogas (Sanz, 2019). No cabe duda de que los sistemas asistenciales de muchos países se ven afectados y enfrentan grandes repercusiones económicas y de capacidad de atención ante el incremento del consumo de drogas (Berrocal-Narváez et al., 2018).
El consumo secuencial o, al mismo tiempo, de varios tipos de drogas por parte de las personas es un fenómeno complejo que tiene su origen en lo social y en otros factores relacionados con el nivel de vida que la persona haya tenido desde el punto de vista familiar, el relacionamiento social y el desarrollo académico. Por estas razones, y con el fin de alejar a las personas de esas adicciones que afectan su salud y deterioran su calidad de vida, las acciones que se adelanten deben estar enfocadas a actuar sobre estos factores, fortaleciendo las habilidades interpersonales y para la vida (Guerrero-Aragón et al., 2020). Hacerlo adecuadamente será recibido por el individuo como un apoyo real y facilitará el camino para que se reduzca su vulnerabilidad hacia el uso y abuso de drogas psicoactivas. En este sentido, deben tenerse en cuenta algunas estrategias, como la de pares que facilita el acercamiento con el joven; igualmente, son efectivas las redes de apoyo que orientan y facilitan el establecimiento de una ruta de vida y marcan la pauta para el manejo de situaciones específicas que viven los estudiantes. En este proceso, el papel de los docentes y maestros es fundamental, de ahí que sea necesario que estén preparados y capacitados para enfrentar y manejar este tipo de problemáticas; esto facilitará su papel como guías que ayuden a reducir situaciones de riesgo entre la población escolar (Guerrero-Aragón et al., 2020).
Aunque la adicción al consumo de sustancias psicoactivas es una amenaza global para las personas, sin importar su condición, cultura, edad o sexo, no es un secreto que la población adolescente es el grupo de personas más vulnerable y puede ser arrastrada más fácilmente por el ciclo y momento de la vida que enfrenta (Perea-Machado y Rodríguez-Flórez, 2020). Los cambios emocionales y físicos que viven los adolescentes, y que son los que dan forma a su personalidad e identidad, van acompañados de procesos de experimentación y se construyen además a través de procesos de socialización y de interacción con el medio y de relacionamiento social, lo que conlleva una exposición a momentos y situaciones que pueden representar un riesgo, de manera especial si se encuentran en la etapa escolar. Esta realidad implica un papel responsable de los padres que deben estar presentes y apoyar de manera permanente a sus hijos durante este ciclo (Perea-Machado y Rodríguez-Flórez, 2020).
En conclusión, el acelerado incremento y abuso en el consumo de sustancias psicoactivas está generando altos índices de morbilidad y mortalidad a nivel global. No solo muchas personas morirán como consecuencia de su adicción a las drogas y al alcohol, muchas más que tienen fácil acceso a ellas se volverán adictas y se convertirán en consumidores frecuentes de las SPA. Es una prioridad actuar con urgencia desde todos los frentes profesionales de la salud, al igual por parte de los diferentes líderes políticos y comunitarios, entes educativos y núcleo familiar, con el fin de controlar esta problemática y tratar de disminuir el consumo y abuso de sustancias psicoactivas, tema que sigue siendo complejo y de una magnitud inimaginable.