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Entramado

Print version ISSN 1900-3803

Entramado vol.9 no.1 Cali Jan./June 2013

 

El desplazamiento forzado y la pobreza de la mujer colombiana1

Forced displacement and Poverty of the colombian woman

O deslocamento forçado e a pobreza da mulher colombiana

Diana Ochoa Díaz*
Marcela Orjuela Ortiz**

*Economista de la Universidad Militar "Nueva Granada", Bogotá. Colombia. Integrante semilleros de Investigación de la línea de investigación en Demografía y Economía Laboral del Grupo de Estudios Macroeconómicos -GESMA. u2100808@unimilitar.edu.co.
**Economista de la Universidad Militar "Nueva Granada", Bogotá. Colombia. integrante semilleros de Investigación de la línea de investigación en Demografía y Economía Laboral del Grupo de Estudios Macroeconómicos -GESMA. u2100809@unimilitar.edu.co

• Clasificación JEL: D74, I31, I32, J16

Fecha de recepción: 09-08-2012 Fecha de aceptación: 20-10-2012


Resumen

Este artículo analiza la relación del desplazamiento forzado con las condiciones económicas de las mujeres que son víctimas de este fenómeno, con respecto a las demás mujeres colombianas. Con tal propósito se construyen modelos econométricos con base en la información recogida por la Encuesta Nacional de Demografía y Salud -DHS (2010); en estos se incluyen variables que representan las condiciones socioeconómicas de los desplazados forzados y que determinan circunstancias de vulnerabilidad particulares para una persona en situación de desplazamiento. De esta forma, este artículo evidencia que la probabilidad de ser pobre y desplazada es mayor frente a otras migrantes y nativas, no por el carácter forzado de la migración, sino por las precarias condiciones socioeconómicas con las que llegan a los lugares de destino, específicamente las que tienen que ver con el nivel educativo, tanto individual como del jefe de hogar, así como con el número de hijos.

Palabras clave: Desplazamiento forzado, pobreza, migración, género, calidad de vida, índice de riqueza.


Abstract

This article analyzes the relationship of forced displacement to the economic conditions of women who are victims of this issue, as compared with other Colombian women. For this purpose, econometric models are constructed based on information gathered from the National Survey of Demography and Health - (Spanish acronym: DHS) (2010). These models include variables that represent the socioeconomic conditions of those who are forcibly displaced and which determine particular circumstances of vulnerability for individuals in a situation of displacement. In this way, this article shows that the probability of being poor and displaced is greater as regards other migrants and native persons, not because of the forced nature of the migration, but rather because of the precarious socioeconomic conditions with which they arrive at their destinations, specifically those that have to do with educational level, both individual and head of household, as well as the number of children.

Keywords: Forced displacement, poverty, migration, gender, quality of life, wealth index.


Resumo

Esse artigo analisa a relação do deslocamento forçado com as condições econômicas das mulheres que são vítimas deste fenômeno com relação às outras mulheres colombianas. Com esse propósito, são construídos modelos econométricos com base na informação recolhida pela Pesquisa Nacional de Demografia e Saúde - DHS (2010); nesses são incluídos variáveis que representam as condições socioeconómicas dos deslocados forçados e que determinam circunstâncias particulares de vulnerabilidade para uma pessoa em situação de deslocamento. Dessa forma, este artigo evidencia que a probabilidade de ser pobre e deslocada é maior relativamente a outras migrantes e nativas, não pela natureza coerciva da migração mas pelas condições socioeconômicas precárias com que chegam aos locais de destino, especificamente as que têm a ver com o nível educacional, tanto individual como do chefe de família, bem como com o número de filhos.

Palavras-chave: Deslocamento forçado, pobreza, migração, gênero, qualidade de vida, índice de riqueza.


Introducción

El desplazamiento causado por la violencia y su relación con la condición de pobreza en los hogares es un fenómeno persistente. Aunque se han realizado diversos estudios que buscan comprender el problema y motivar la discusión de las necesidades y soluciones que contribuyan a la superación del mismo, no se ha traducido en diagnósticos oportunos que propicien el fortalecimiento del apoyo y la protección de esta población vulnerable.

Los movimientos migratorios a través de la historia en diferentes lugares del mundo surgen como respuesta a diversas situaciones a las cuales se enfrentan los individuos. En Colombia particularmente, una parte de la migración se ha dado como respuesta a la violencia generada por grupos armados que han obligado al desplazamiento de los habitantes de sus lugares de residencia, dejando sus pertenencias, sus trabajos, apartándolos de las redes sociales y la cultura construida en comunidad. Esta población ha tenido que reubicarse y generalmente lo hace en condiciones de pobreza puesto que han dejado atrás sus fuentes de ingresos (Ibáñez, 2006). Además, suelen ser discriminados y estigmatizados en los sitios de recepción (GTD, 2001).

El hecho de que la reubicación de la población desplazada se presente en esas condiciones de precariedad, permite hipotetizar que la pobreza es causada por el desplazamiento forzado. Sin embargo, se evidencia un efecto causal de desplazamiento o migración debido a la situación de pobreza, ya que algunos hogares o algunos de sus miembros han buscado migrar con la motivación de encontrar oportunidades laborales, educativas y de mejorar sus condiciones de vida en áreas fuera de su lugar de residencia (Profamilia, 2010). Por lo tanto la pobreza es a su vez causal de fenómenos migratorios.

Definir el desplazamiento forzado a través de las causas que lo generan permite realizar una rigurosa delimitación que resulta conveniente al momento de diseñar herramientas de política (Franco, 1998). En este sentido, el desplazamiento forzado será entendido como el causado por condiciones de violencia proveniente de grupos armados, el cual se aborda de este modo, a partir de las preguntas realizadas en la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (DHS) del 2010 y considerando el conflicto armado que atraviesa el país y que se encuentra como parte de la definición adoptada por el gobierno y la del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (Franco, 1998).

Adoptar un concepto de pobreza es necesario para analizar si existe alguna relación entre esta y el desplazamiento forzado. Aunque no se desconoce que la discusión del concepto de pobreza es amplia, en este documento se adoptará la definición del Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo por lo que se entenderá que "la pobreza es una situación que afecta la calidad de vida de las personas y las familias, que recorta sus posibilidades en la salud, empleo, ingresos, educación, crédito, vivienda y activos" (DNP, 2006ª, p.16). En esta no deben considerarse únicamente los ingresos, puesto que tanto el ejercicio de las libertades básicas como la posesión y goce de bienes materiales básicos, hacen posible el desarrollo participativo de las personas en una sociedad.

El presente artículo explora, describe y evalúa la relación entre el desplazamiento forzado y la condición de pobreza. Para hacerlo, se analizan las condiciones de vida de las mujeres desplazadas forzadas, buscando hacer una diferenciación en los niveles de pobreza con quienes migraron por otros factores, o con quienes nunca cambiaron de residencia. Como primer paso, se hace una identificación conceptual y empírica del desplazamiento forzado y la pobreza, además de una revisión de las variables asociadas, la fuente de información y se delimita el universo de estudio.

Adicionalmente, se construyen los hechos estilizados que permiten determinar cuáles pueden ser los factores asociados a la pobreza y se estima un modelo econométrico tipo logit que tiene en cuenta variables que describen características socioeconómicas de la población en estudio, de acuerdo con la información recogida en la Encuesta de Demografía y salud (DHS 2010), de tal forma, la hipótesis que se plantea es que el desplazamiento forzado está relacionado con bajas condiciones de calidad de vida del hogar en los lugares de destino. Por tanto, se considera relevante identificar las condiciones asociadas a la mayor vulnerabilidad, en este caso específico, de las mujeres desplazadas y la reproducción de la pobreza.

Cabe aclarar que en este trabajo de investigación sólo se tendrá en cuenta la población de mujeres que fueron desplazadas por la violencia generada por grupos armados, según la definición del fenómeno que se adoptó inicialmente. Así mismo, se evaluará la relación del desplazamiento forzado con la pobreza de las mujeres encuestadas en la DHS2 aplicada en Colombia durante el 2010.

En este estudio la pobreza será medida a través del índice de riqueza, desarrollado por Shea O. Rutstein en colaboración con el Banco Mundial, para las encuestas de demografía y salud hechas por Profamilia en Colombia. Es construido a partir de variables asociadas con la posición del hogar en una distribución del factor de riqueza como variable subyacente no observada, toma en cuenta todos los elementos posibles correlacionados con la situación económica del hogar; entre estos se hallan el tipo de vivienda, los materiales de construcción y los servicios con los que cuenta la vivienda, los bienes de consumo durable que posee, hogares con servicio doméstico o sin él, hogar en o fuera del sector agropecuario. La variable está construida por quintiles, desde muy pobre a muy rico, a nivel individual y del hogar (Rutstein y Johnson 2004).

El artículo se dividide en cinco secciones, la primera de estas es la presente introducción. En la segunda parte se realiza una revisión de la literatura sobre el fenómeno migratorio y su relación con la pobreza, con un enfoque especial a la dinámica que existe en cuanto al género. En la tercera se construyen los hechos estilizados de la pobreza y el desplazamiento forzado en Colombia, para posteriormente identificar las condiciones económicas de las mujeres desplazadas; en la cuarta se detalla un modelo econométrico que estima la probabilidad de encontrarse pobre dado el estatus migratorio y otras características, finalmente se concluye.

1. Caracterización del desplazamiento forzado y la pobreza

De acuerdo con Pérez K.et al (2000), el desplazamiento forzado en Colombia responde a un fenómeno causado por la presencia de conflicto armado interno, el cual se origina cuando una colectividad no logra conciliar sus intereses y entra en un estado de violencia física ante la imposibilidad de confrontar las diferencias. Entre los costos económicos que genera, el mayor tiene que ver con el deterioro en el capital social, debido a que se han dado pérdidas de productividad y, en general, un impacto negativo sobre el crecimiento económico de largo plazo (Echeverry et al., 2001).

Para el caso colombiano, existen varios tipos de desplazamiento; pueden ser por grupos campesinos, por familias o por individuos. Los grupos campesinos son generalmente atendidos más fácilmente por las autoridades, mientras que las familias o los individuos pueden pasar desapercibidos o la atención que reciben puede ser ineficiente (Franco, 1998; González, 2002).

Para acceder a las ayudas que brinda el gobierno, es necesario encontrarse incluido en el Registro Único de Victimas -RUV, cumpliendo con la definición de desplazado adoptada mediante la Ley 387 de 1997 y presentada por el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, la cual resalta la importancia de las causas de la migración definiendo al desplazado como:

Toda persona que se ha visto obligada a migrar dentro del territorio nacional, abandonando su localidad de residencia o sus actividades económicas habituales, porque su vida, integridad física o libertad han sido vulneradas o se encuentran amenazadas, debido a la existencia de cualquiera de las siguientes situaciones causadas por el hombre: conflicto armado interno, disturbios o tensiones interiores, violencia generalizada, violaciones masivas a los derechos humanos u otras circunstancias emanadas de las situaciones anteriores, que pueda alterar o alteren drásticamente el orden público (Franco, 1998, p.15).

Debido a que la población víctima abandona sus actividades económicas de subsistencia en los lugares de origen, la situación de pobreza que enfrentan los hogares en los lugares de destino requiere ser estudiada, para evidenciar si existen condiciones de pobreza diferenciadas. Cabe resaltar que la pobreza se trata de un fenómeno multidimensional que dispone de medidas subjetivas y objetivas que llevan a la construcción de variados indicadores (DNP, 2006b)

En este sentido la pobreza es definida por el DNP y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo como: "Una situación que afecta la calidad de vida de las personas y las familias, que recorta sus posibilidades en la salud, en el empleo, en acceso a educación, crédito, vivienda y activos" (DNP, 2006a, p.16).

Dentro de las medidas de pobreza, los indicadores de ingresos no captan todas las características que la representan, por ejemplo, se omiten factores asociados con la discriminación de género, etnias y grupos sociopolíticos, y factores de riesgo entre los que figuran el servicio de salud y las condiciones de vulnerabilidad (DNP 2006a).

De otra parte, el DNP (2006a) precisa que el indicador de Necesidades Básicas Insatisfechas NBI, considera como pobre a una persona u hogar que no supla al menos una de cinco necesidades definidas como básicas, y como estado de miseria a aquellas personas u hogares que tengan al menos dos necesidades no satisfechas. Para dicha medición se estiman como necesidades básicas insatisfechas: vivienda inadecuada, vivienda sin servicios, hacinamiento crítico, inasistencia escolar, alta dependencia económica. Este indicador define la situación de los hogares en forma de conjunto, evidenciando una pobreza estructural.

Otro indicador es el índice de condiciones de vida, que según el DNP (2006b) tiene un alcance más integrado y brinda mayor información sobre la satisfacción de las necesidades básicas y calidad de vida que el índice de NBI, debido a que combina bienes físicos, como son las condiciones de la vivienda y el acceso a servicios públicos, con el capital humano presente en los individuos que conforman el hogar.

Ahora bien, para el presente análisis se utilizará como referente el índice de riqueza desarrollado por Shea O. Rutstein en colaboración con el Banco Mundial, para las encuestas de demografía y salud realizadas por Profamilia en Colombia. Este indicador mide la pobreza desde "el nivel socio económico de los hogares y de la población en términos de activos y riqueza, a cambio de los ingresos o el consumo" (Ordóñez, 2005, p.7). Aprovecha la información que recoge rigurosamente la encuesta para construir un índice que tiene en cuenta factores asociados con las condiciones socioeconómicas, como el tipo de vivienda, los servicios con los que cuenta la vivienda y los bienes de consumo durables que tiene (Ordóñez, 2005).

Además, el índice brinda diversas ventajas para un análisis más riguroso debido a que minimiza los errores en la recolección de datos de consumo, ingresos y gastos, que son los que generan mayores sesgos en la información, dado que tanto la población pobre como la rica miente ante preguntas directas de alguno de estos tres temas, en el caso de la población pobre para garantizar que les brinden los subsidios que solicitan y por el lado de la población rica para reducir el pago de impuestos. Así, el índice es construido a partir de variables que están asociadas con la posición del hogar en una distribución del factor de riqueza como variable subyacente no observada, el cual toma en cuenta todos los elementos posibles, correlacionados con la situación económica del hogar (Rutstein y Johnson, 2004).

En la DHS se pregunta específicamente por bienes y servicios, de los cuales se tiene evidencia o es posible comprobar, entre ellos se encuentran bienes como: tipo de suelo, abastecimiento de agua, instalaciones de saneamiento, electricidad, radio, televisión, teléfono, refrigerador, tipo de vehículo, personas por dormitorio, propiedad de las tierras agrícolas y empleado doméstico. Al igual que la línea de pobreza, el índice utiliza percentiles para delimitar a la población, determinando las variables indicadoras y asignándoles un peso o ponderación a cada una. Este índice es calculado tanto para cada uno de los miembros del hogar, como para el hogar en su conjunto (Rutstein y Johnson 2004, Ordóñez 2005).

Adicionalmente, se limita el número de categorías a tabular con el uso de quintiles en lugar de otros percentiles, los cuales se basan en la distribución de la población y no de los hogares porque para Rustein la pobreza guarda una mayor relación con la población pobre que con los hogares pobres. De esta manera, el puntaje obtenido por el hogar es influido ponderadamente según el puntaje de cada miembro del hogar (Ordóñez, 2005).

2. Desplazamiento en Colombia

En Colombia, el desplazamiento es un fenómeno caracterizado por diferentes tipos de violencia, que a su vez hacen que se agudice con el tiempo en vez de mejorar. Franco (1998) señala que el conflicto armado, la delincuencia común, la ineficacia del sistema judicial, la violación de los derechos humanos, entre otros; hacen a la población más vulnerable.

El desplazamiento por violencia se enmarca en el conflicto armado descrito como persistente y perpetuo, siendo Colombia el país en el cual la violencia ha sido más duradera y constante. Por otro, lado la tenencia de la tierra, como factor de riqueza y estrategia de guerra, ha sido fundamental para los actores del conflicto, por lo que la persistente inequidad en la distribución de tierras explica en gran medida la situación de violencia en Colombia (Kay, 2001).

El conflicto armado, la tenencia de la tierra y la delincuencia común son algunas de las causas del desplazamiento; la población afectada señala que los responsables son las guerrillas, las autodefensas y el ejército (Franco, 1998; Meertens y Stoller 2001; González, 2002). Es por esto que un gran volumen de población se ve obligada a abandonar sus tierras porque en las zonas afectadas se violan permanentemente los derechos humanos, a través de: "Asesinatos, masacres, desapariciones forzosas, secuestros, torturas, bombardeos, destrucción de viviendas, detenciones ilegales, allanamientos sin requisitos legales y abuso sexual de las mujeres" (Vargas1994 citado por Franco, 1998, p. 16).

La tenencia de la tierra despierta el interés de los grupos al margen de la ley, por lo que intimidan a la población mediante los hechos victimizantes señalados anteriormente, lo que desencadena un creciente problema de refugiados internos, los cuales son, por lo general, campesinos y trabajadores rurales que se han visto obligados a migrar huyendo de la guerrilla, los paramilitares e incluso del ejército, que en la lucha con el narcotráfico destruyen miles de hectáreas de cultivos y desalojan a quienes viven en los sectores de mayor producción, despojándolos de sus medios de ingresos y subsistencia (Kay, 2001).

Ibáñez y Vélez (2007) mencionan cómo en la mayoría de los casos, la apropiación de tierras no sólo constituye la principal causa de desplazamiento forzado sino que además impacta el patrimonio de los hogares que se desplazan. Por otro lado, afectando los métodos mediante los cuales la población se fortalece y apoya en comunidad, impidiendo la acción colectiva, dañando redes sociales y produciendo miedo e intimidación a la población civil. Es en este momento cuando el capital humano pasa de ser un factor de protección a ser un factor de riesgo.

Es importante resaltar que la mayoría de la población desplazada son campesinos con pequeñas propiedades que antes de la migración obtenían de la tierra justo lo necesario para vivir, las mujeres se dedicaban a labores domésticas o al cuidado de los animales mientras sus esposos o padres se dedicaban a trabajos agrícolas y no se movilizaban más allá de sus veredas. El acceso a la información, a los medios de comunicación y, en general, a la dinámica del resto de la sociedad es limitado, ya que el desplazamiento cambia su estilo de vida de manera violenta y difícil de asimilar (Meertens y Stoller, 2001).

Las dificultades que enfrentan los desplazados forzados lleva a las familias a desplegar diversos mecanismos de sobrevivencia para conseguir recursos, este hecho implica una reflexión sobre el círculo vicioso en el que se convierte la migración por la violencia, la cual genera más violencia en los lugares de arribo de los desplazados cuando algunos de ellos delinquen para satisfacer sus necesidades básicas (Kirchhoff e Ibáñez, 2001).

Por otro lado, en los lugares de origen las principales actividades económicas eran las del trabajo en el campo, por lo que la tierra se constituía en fuente directa de ingresos y trabajarla era su medio de subsistencia. En el desplazamiento hacia las ciudades, el acceso a la tierra para la producción agrícola es prácticamente nulo, por lo que las oportunidades de empleo para los desplazados se reducen considerablemente y se limita así su posibilidad de obtener ingresos fijos, esto les impide mantener su nivel de vida en los lugares en los que se reubican (Kirchhoff & Ibáñez, 2001).

3. Factores asociados al desplazamiento forzado en Colombia

El desplazamiento en Colombia encierra factores que inciden directamente sobre el bienestar de la población afectada, pues las víctimas pierden su equilibrio emocional por el miedo con que viven, se enfrentan a la pérdida de seres queridos y son obligados a asimilar la violencia como su realidad, factores que influyen en la capacidad de adaptarse a las nuevas condiciones de vida en el lugar al que arriban e insertarse de nuevo en la sociedad intentando pugnar por la restitución de sus derechos como ciudadanos (Serrano, 2007).

A diferencia de la migración voluntaria, cuando la migración es consecuencia de un proceso violento y expulsión forzosa del sitio de residencia, las personas jóvenes y en edad económicamente activa son los principales blancos de amenaza, reclutamiento y violencia, lo cual aumenta no sólo los incentivos a desplazarse con mayor rapidez, sino que también disminuye las probabilidades de encontrarse con un escenario positivo en el lugar de llegada (Czaika y Kis-Katos, 2007).

Con el objetivo de mejorar sus condiciones al migrar, los desplazados han conformado una nueva colonización en las ciudades buscando sustento para sus familias mediante diversos oficios en la economía informal (Guevara, 2003). El ciudadano se ha acostumbrado a esta situación, encontrando ventajas en los precios, ya que son más bajos en la informalidad, lo que a su vez genera choques con el sector formal y con quienes demandan una ciudad con espacios libres. De este modo, el desplazamiento se convierte en un problema que le es indiferente a la población o que da lugar a estigmatizaciones (González, 2002).

Así, el desplazado es una víctima de la estigmatización y la discriminación en Colombia (GTD, 2001); esto hace más difícil la reubicación de las familias, puesto que la dinámica social y económica no permite que haya lugar para los desplazados, es por esto que tienen que recurrir a actividades informales y no aceptadas socialmente (Guevara, 2003; Serrano, 2007).

En la ciudad, la mayoría de la población desplazada vive en arriendo o en albergues, y tan sólo unos pocos cuentan con vivienda propia. Por otro lado, en sus lugares de origen, se desempeñaban principalmente en actividades agrícolas o ganaderas, y por esta razón gran parte de los jefes de hogar están desempleados. Sumado a esto, los esfuerzos realizados hasta hoy son insuficientes para satisfacer las necesidades de los desplazados, dado que los programas del distrito presentan debilidades en la atención a las familias desplazadas (González, 2002; ACNUR, 2003). Entonces, se despierta el interés de agencias y entidades internacionales y locales, pero cuando la guerra continúa y el número de víctimas aumenta, los esfuerzos siguen siendo escasos (Wilson, 1994).

Un ejemplo de esta asistencia limitada lo presenta Audefroy (1997), quien evidencia el limitado acceso a la vivienda que tienen las personas pobres, mencionando cómo las políticas de créditos para vivienda favorecen el financiamiento especialmente de las clases media y alta. Por tanto, al desplazarse, la población tiene una baja posibilidad de acceder a una vivienda propia, al financiamiento y a alcanzar la calidad de vida que tenían cuando podían trabajar en áreas rurales, en donde no sólo tenían garantizado lo necesario para subsistir sino que generaban excedentes para comerciar.

Ahora bien, teniendo en cuenta que el retorno o reasentamiento de las familias a su lugar de origen es parte fundamental en las políticas gubernamentales que buscan la restitución de los derechos de las víctimas del conflicto armado, Meertens (2003) e Ibáñez (2006) señalan que el retorno es visto como una opción poco realista e inviable debido a la subsistencia de las causas que generaron el desplazamiento; así, el reasentamiento no es una opción para quienes han sido desterrados.

Esto hace que las ciudades deban destinar mayores esfuerzos hacia los desplazados internos en atención de recursos y servicios sociales mientras la producción en el campo sigue cayendo (Meertens, 2003). No obstante, las autoridades locales no tienen los incentivos suficientes para invertir en la población desplazada prefiriendo destinar los recursos hacia los pobres nativos. De esta forma, es limitada la atención integral en los lugares de recepción ampliando las dificultades del desplazado de reubicarse y superar la pobreza en la que queda tras el desplazamiento (Ibáñez, 2006).

Para Meertens y Stoller (2001) el proceso de reubicación depende de la condición social antes del desplazamiento y de la gravedad del trauma sufrido por la migración y su contexto. Otro factor diferenciador en la reubicación es el género, para los hombres es mucho más fácil conseguir empleo puesto que la mujer siempre ha estado aislada de las actividades económicas y aún más alejada de la dinámica social desde su condición de ama de casa (Meertens y Stoller, 2001; Pedraza, 2005).

4. Desplazamiento y pobreza

Es necesario reconocer que la situación de escasez y precariedad material está directamente relacionada con la reproducción de la violencia. Contrario a lo que ocurre con la migración voluntaria, la cual se da por el incentivo a mejorar las condiciones de vida de una población, la migración forzada colombiana no alivia las carencias, sino que las aumenta al hacer a la población más pobre y vulnerable (Ruiz, 2007).

La urbanización como efecto del desplazamiento se efectúa de manera arbitraria y desorganizada, esto hace que en los barrios pobres de las ciudades a las que arriban los desplazados se agudicen los problemas sociales (Ceballos y Cronshaw, 2001; González, 2002).

Los menores de edad son especialmente vulnerables al conflicto armado, ya que son frecuentemente víctimas de abusos sexuales y de reclutamientos, entre otros riesgos; lo que detona rápidamente el desplazamiento, por lo que interrumpen sus estudios y se les dificulta un desarrollo normal de su proceso de aprendizaje (Hick, 2001; Meertens y Stoller, 2001). La población desplazada es especialmente propensa a la pobreza, teniendo un fuerte impacto en su calidad de vida, especialmente en los niños, quienes deben enfrentar condiciones materiales críticas, además del drama psicológico que afrontan.

Frente a la falta de acompañamiento integral del Estado y a la llegada a zonas periféricas de las ciudades, los desplazados forzados pasan de ser campesinos a víctimas de la violencia, aumentando las filas de pobreza urbanas; las condiciones adversas no mejoran después del desplazamiento, los niños presentan cuadros de desnutrición, gran parte de la población desplazada no accede fácilmente a los servicios de salud y, por lo general, los ingresos de un núcleo familiar son inferiores al salario mínimo (González, 2002).

El desplazamiento forzado aumenta la pobreza, por la exclusión a la que se somete la población desplazada, por su difícil acceso a servicios públicos, de salud y de elementos que les permitan sanear sus necesidades básicas. De esta forma, estas condiciones adversas conducen a una constante violación de sus derechos humanos que no cesa cuando se reubican en otras ciudades; el impacto social se refleja en la violencia al interior de los hogares, la desestructuración del núcleo familiar y las dificultades para la integración social de los jóvenes, lo que a su vez genera más pobreza y reproduce el ciclo de violencia (González, 2002; Ibáñez, 2006).

En este sentido, Serrano (2007) argumenta que el empobrecimiento de la población se debe tanto a factores externos como a fallas estructurales que aumentan la desigualdad y alteran los sistemas económicos o las formas de producción locales de las cuales dependen las comunidades.

Se rompe pues el vínculo con la tierra para la producción de bienes o capital, de tal forma que se obligan a introducirse al mercado laboral para poder obtener los bienes que antes ellos mismos producían, ofreciendo fuerza de trabajo que es explotada y subvalorada, situándolos en un contexto de vulnerabilidad. Muestra de ello es que los desplazados forzados manifiestan que aunque antes del desplazamiento no generaban excedentes de dinero, no sentían la carencia de ninguna necesidad básica (Serrano, 2007).

De otra parte, conseguir empleo se vuelve una tarea difícil, debido a que el conocimiento propio de la vida rural no tiene validez alguna en los empleos demandados en las zonas de destino. Además, las personas deben aprender que en la ciudad todo tiene un valor económico, el dinero es necesario así como la generación de ingresos mediante la realización de una labor. Por ello, los empleos a los que pueden acceder los desplazados son generalmente mal pagados y pocas veces incluyen la seguridad social. Los oficios más comunes como albañilería, construcción y trabajos domésticos, la mayoría de veces no garantizan unas condiciones de vida digna convirtiéndose en una fuente de pobreza (Ibáñez, 2006; Serrano, 2007).

Una consecuencia de la dificultad de conseguir empleo es la escasez de ingresos con la cual cubrir la alimentación, lo que genera problemas de salud con los que aunados a la carencia de atención en servicios de salud, medicinas y tratamiento, el desplazamiento se vuelve un problema de subsistencia. El hacinamiento es otro factor que se refleja tras la migración, el acceso a una vivienda digna es limitado, lo que hace que las familias se vean obligadas a iniciar procesos de invasión, sólo para conseguir un lugar de resguardo Ahora bien, esos procesos se dan en sitios en donde las condiciones de tierra y seguridad, entre otros factores de vulnerabilidad, también son precarias. De esta manera, estos lugares están asociados a altos riesgos de inundación, deslizamientos e incluso a derrumbes del lugar de habitación por los materiales de construcción, lo que a su vez representa un riesgo constante para la salud física (Pedraza, 2005; Serrano, 2007).

Las condiciones de vida, vivienda, salud, acceso a servicios públicos y educación cambian por la marginalidad a la que se somete la población desplazada en las ciudades de arribo. Generalmente, aumenta el hacinamiento y se reduce la posibilidad de vivir en una casa o apartamento propio o alquilado, el grado de desempleo es notable y eso genera aumentos considerables en la inserción a la informalidad (Kirchhoff e Ibáñez, 2001).

5. Desplazamiento y género

El género ha estado presente como estructurador de las dinámicas sociales y culturales durante los periodos de guerra, aunque los hombres siguen siendo los principales actores del conflicto, la participación de las mujeres se ha incrementado. También ellas han sido históricamente vulnerables, pues los asesinatos, la tortura, la violación y la mutilación de las mujeres embarazadas son prácticas frecuentes en la guerra (Meertens y Stoller, 2001).

La violencia toca de manera diferente a hombres y mujeres. Antes y después del desplazamiento forzado el impacto es distinto de acuerdo con la edad y el sexo. Previo a la migración, la mujer se encuentra más aislada de la sociedad, en medio de la guerra es más vulnerable que los hombres a hechos violentos como las violaciones. Después del desplazamiento se modifican los roles, se ve afectada la división del trabajo y la ruptura de las expectativas de los hombres de ejercer como proveedores del hogar deteriora las relaciones dentro de la familia (Segura y Meertens, 1997).

Los factores de conflicto que corresponden a aspectos públicos y colectivos se relacionan más frecuentemente con los hombres, mientras que se asume que las mujeres son afectadas por la violencia en el ámbito doméstico o que solamente son perseguidas a causa del hostigamiento sexual como estrategia de guerra. No obstante, la violencia política también afecta a la mujer y su rol en la sociedad (Segura y Meertens, 1997).

La mayoría de la población desplazada forzada se compone de mujeres y niños que provienen de grupos sociales en los que hay discriminación hacia la mujer. Tras la migración los roles de género cambian en el corto y largo plazo; los cambios inmediatos hacen referencia a la separación de la familia y a la falta de educación para las niñas, en el largo plazo se presentan cambios en la división del trabajo, ya que las mujeres asumen responsabilidades que no tenían antes (Pedraza, 2005). También se abre para las mujeres la posibilidad de participar en organizaciones políticas y de socializar con otras mujeres. Aunque la mayoría de los cambios de roles tras el desplazamiento son negativos, algunas veces representan mejores condiciones para la mujer mediante la oportunidad de ser autónomas y tomadas en cuenta (IDMC, 2005).

Segura y Meertens (1997) no consideran lo mismo, pues afirman que la mujer tiene una menor participación que los hombres en la organizaciones de desplazados, por el mayor impacto del desplazamiento que muchas veces se dio en medio de la pérdida de seres queridos. Así, esta situación es más difícil de asimilar para la mujer, que llega con temor y resentimiento, lo que le impide integrarse satisfactoriamente a nuevos grupos.

La descomposición del hogar producida por el desplazamiento puede ser permanente o momentánea, en algunos casos ante las extremas condiciones a las que se deben someter las familias, los hombres deciden abandonar el hogar; otros sólo lo hacen durante el periodo de transición y algunos hogares se dispersan desde la migración ante la dificultad de movilizarse juntos, con la intención de reunirse cuando alguno pueda establecerse (Pedraza, 2005).

Para muchas mujeres el jefe de hogar fue asesinado y se convirtieron en viudas de la violencia que deben responsabilizarse del hogar; además como son expulsadas de su lugar de residencia la situación se torna más difícil de asimilar. De este modo, la mujer es afectada en tres sentidos: el impacto que le genera la pérdida de su cónyuge, la pérdida de sus bienes de subsistencia y el desarraigo emocional y social que el desplazamiento representa (Segura y Meertens, 1997; Meertens y Stoller, 2001).

En cuanto a la división del trabajo, los hombres desplazados se dedican a labores informales como la venta de frutas callejera o a la construcción, labores radicalmente distintas que las que desempeñaban en las zonas rurales. La ocupación de la mujer se convierte en un factor indispensable para la supervivencia del grupo familiar, las mujeres encuentran trabajo más fácilmente en labores domésticas, esto hace que el desplazamiento no signifique para ellas un cambio drástico en sus actividades cotidianas (Meertens y Stoller, 2001).

El que la mujer asuma la jefatura de hogar o adquiera responsabilidades económicas dentro del hogar es un hecho ligado al desplazamiento más que a la ausencia de un hombre en el hogar, ya que una alta proporción de mujeres jefas de hogar se encuentran en unión libre. En cualquier caso las mujeres suelen tener varias obligaciones, pues aunque trabajen no dejan de ser las encargadas de las labores domésticas dentro del hogar, y si delegan lo hacen a sus hijas menores que desde muy jóvenes aprenden las actividades del hogar e incluso se encargan de la crianza de los niños más pequeños (Pedraza, 2005).

Ante esto, es importante mencionar que las mujeres jefas de hogar no siempre son esposas, pueden ser abuelas, hermanas o tener otro parentesco, incluso cuando no hay ausencia del esposo sino que este no logra conseguir medios de ingresos para asumir la mayor responsabilidad económica y no toma las decisiones más importantes dentro del hogar (Segura y Meertens, 1997). También cabe aclarar que desde el punto de vista cultural, no siempre que la mujer provea la mayor parte de los recursos se le denomina como la cabeza del hogar, pues en ocasiones pesa más la tradición de la figura masculina como el responsable por naturaleza de la familia (Segura y Meertens, 1997).

Por otro lado, Pedraza (2005) comenta que la violencia intrafamiliar aumenta después del desplazamiento, casi siempre en episodios en los que el maltratador se encuentra en estado de embriaguez, condición frecuente de algunos integrantes de las familias desplazadas y que puede ser explicada como una forma de evadir la crisis emocional desencadenada por el desplazamiento.

Frente al deseo de retornar, Segura y Meertens (1997) revelan que las mujeres jefas de hogar se rehúsan a volver a su lugar de origen en mayor medida que los hombres por diferentes razones. Una de ellas, es el temor de regresar sin que se haya superado las condiciones que generaron el desplazamiento (este argumento es común tanto en hombres como en mujeres). Por otro lado, el sentimiento de miedo y rencor generado en la mujer hace que no quiera regresar al lugar en el que fue víctima de múltiples violaciones a sus derechos. Por último, la independencia que logran, aún en medio de las carencias que tienen, las motivan a querer radicarse en los lugares de arribo.

6. Las mujeres desplazadas forzadas y la pobreza en Colombia (2010)

El análisis empírico de si existe relación entre el desplazamiento forzado y la pobreza en Colombia se realiza a partir de la información recolectada por la DHS 2010. La encu

se entrevistaron efectivamente 51.447 hogares con una cobertura del 92 por ciento; 53.521 mujeres en edad fértil (13-49 años) con una cobertura del 94 por ciento; 13.887 mujeres entre 50 y 69 años con una cobertura del 94 por ciento; además de 162.331 personas, de 0 a 64 años, con una cobertura del 85 por ciento. (Profamilia, 2010).

Ahora bien, esta encuesta tiene como universo de estudio el 99% de la población civil residentes en hogares de zonas rurales y urbanas del país (6 regiones, 16 subregiones y cada uno de los departamentos de forma independiente), excluyendo solamente a la población dispersa de la Amazonia y la Orinoquia, debido a los altos costos que implicaba su inclusión dentro de la encuesta. La muestra comprende más de 50.000 hogares ubicados en zonas urbanas y rurales de 258 municipios, es probabilística, de conglomerados, estratificada y polietápica (Profamilia, 2010).

Se establecen tres grupos para los que se analizan las condiciones socioeconómicas, el primero de ellos es el de las desplazadas, conformado por aquellas mujeres que en la encuesta afirmaron haber cambiado de lugar de residencia durante los últimos seis años a causa de la violencia por grupos armados, quienes respondieron que se mudaron por otras causas constituyen las migrantes por otras causas; finalmente quienes negaron cambiar de residencia durante el periodo indagado son consideradas como las nativas. Para esta encuesta, las nativas representan el 80,4% mientras que el 19,6% de las encuestadas son migrantes, de las cuales 7,6% se desplazaron a causa de la violencia y 92,4% por otras razones.

De acuerdo con el Gráfico 1, en Colombia de una muestra de migrantes por diferentes causas se evidencia que la mayoría de hogares lo hacen por razones familiares o personales no especificadas, seguida por la migración laboral, búsqueda de condiciones favorables, y en quinto lugar está la migración motivada por desplazamiento forzado, lo que puede estar sugiriendo que cuantitativamente la migración causada por la violencia presenta una proporción significativa de las migraciones en el país según esta encuesta.

Con respecto a la relación entre desplazamiento forzado y pobreza, vale la pena destacar varios aspectos. El primero es que cuando se compara la situación de pobreza en general por razones o causas de la migración, se evidencia una mayor proporción de pobres en los migrantes que lo hacen como respuesta a la violencia por parte de los grupos armados. Del mismo modo, el 65% de las desplazadas forzadas se ubican en los dos quintiles inferiores del índice de riqueza, demostrando que, en proporción, la mayoría de refugiados internos viven en condiciones precarias, el 21% están en el quintil medio, el 10% son ricas y únicamente el 4% de ellas son muy ricas, siendo este último porcentaje el menor, comparado con las otras migrantes y las nativas. Es decir, una de cada tres desplazadas forzadas vive en condiciones de pobreza. (Gráfico 2).

Las mujeres migrantes y nativas encuestadas tienen en su mayoría roles de jefas de hogar y cónyuge, teniendo el primero una mayor proporción en el caso de mujeres desplazadas por violencia que en el resto de las mujeres, debido a que como lo mencionan Meertens y Stoller (2001) y Pedraza (2005) la jefatura de hogar en mujeres está fuertemente ligada al desplazamiento forzado. (Gráfico 3).

Las mujeres desplazadas por violencia presentan una mayor proporción de personas no educadas y con educación primaria, en comparación con las mujeres migrantes por otros factores y las nativas. Por otro lado, la proporción de personas con secundaria y educación superior es menor para las desplazadas por violencia que para los otros dos grupos. Según Pedraza (2005) las obligaciones económicas y del hogar que adquieren las mujeres en condición de desplazadas es un factor determinante para evitar alcanzar niveles más altos de educación. (Gráfico 4).

Al analizar la posición en el hogar de las desplazadas por violencia en cada quintil del índice de riqueza, se evidencia que en los quintiles más bajos se presenta una mayor proporción de jefas de hogar desplazadas por la violencia, en comparación con las otras migrantes y las nativas. (Tabla 1).

Para las mujeres encuestadas se evidencia una relación negativa entre tener un nivel superior de escolaridad y el nivel de pobreza. Sin embargo, la diferencia en magnitudes se observa entre quintiles de riqueza; así, mientras que en el quintil inferior del índice de riqueza el 30% de las mujeres desplazadas cuentan con educación secundaria y superior, en el quintil más alto el 89% tienen este nivel de escolaridad.

Al comparar los tres grupos se encuentra que para las desplazadas muy pobres el 70% no tiene educación o sólo tiene primaria, mientras que en el mismo quintil esta proporción es de 46% para las migrantes por otras causas y de 54% para las nativas; esto demuestra que la relación entre el nivel educativo y la pobreza es mayor en el grupo de desplazadas que en los otros dos grupos.

En el Gráfico 5 se evidencia una mayor proporción de mujeres en unión libre dentro del grupo de mujeres desplazadas, comparadas con las otras migrantes y las nativas; así mismo, las desplazadas por la violencia solteras representaron un 37% del total, mientras que las otras migrantes y nativas representaron 46% y 48% respectivamente. Las desplazadas por la violencia divorciadas representaron tan sólo un 0,25%, esto contrasta con algunos estudios que hablan de la fragilidad de los hogares desplazados. No obstante, se debe tener en cuenta que este es el estado civil en el momento de responder la encuesta, por lo que algunas mujeres que se han divorciado pueden haber cambiado su estado civil, por ejemplo a unión libre o se pudieron separar y volver a unir rápidamente como estrategia para aunar esfuerzos para la sobrevivencia.

Aunque la proporción de viudas desplazadas encuestadas sólo alcanza el 3%, triplica la proporción de los otros dos grupos de mujeres, lo que indica que junto con el desplazamiento por la violencia, las mujeres se enfrentaron con mayor frecuencia a la pérdida de su cónyuge.

De acuerdo con el Gráfico 6 en el panel de la izquierda no se evidencia una diferencia significativa entre la proporción de población empleada o no empleada de los tres grupos; sin embargo en el panel de la derecha se observa que el tener empleo no refleja mejorías en las condiciones socioeconómicas de los hogares desplazados por la violencia.

Con respecto a la distribución etaria, los grupos de edad más altos concentran una mayor proporción de mujeres nativas, mientras que el porcentaje es menor para las desplazadas y aún más para las migrantes por otras causas. Por otro lado, las migrantes por otras causas pertenecieron en su mayoría a los grupos de edad más bajos. Las jefes de hogar desplazadas no se identificaron dentro de un grupo tan joven, como en el caso de las migrantes por otras causas, ni tan envejecidas como las nativas. La mayoría de las mujeres desplazadas cabeza de hogar se encuentran entre los 30 y 44 años, tan sólo el 2% están entre los 15 y 19 años. (Gráfico 7).

El Gráfico 8 permite establecer que en todos los grupos poblacionales (migrantes y nativos) se encuentra una mayor proporción de hogares con jefatura masculina. Particularmente, en el caso de los hogares desplazados, el 66% tienen jefe de hogar hombre y el 34% mujer; cuando se contrasta con el índice de riqueza no se evidencian diferencias sustanciales entre la proporción del sexo del jefe de hogar y el quintil que ocupan los hogares.

Los jefes de hogar desplazados son los que representan una mayor proporción de individuos no educados y con educación primaria, frente a los migrantes por otras causas y los nativos. El grupo con mayor proporción de jefes de hogar con educación superior son las nativas, mientras que las desplazadas forzadas sólo cuentan con un 6% de jefes de hogar con educación superior, así como la proporción de jefes que han alcanzado la educación secundaria alcanza el 43%. Adicionalmente se evidencia que a medida que aumenta el quintil de índice de riqueza la proporción de jefes de hogar con secundaria y educación superior también lo hace, de este modo se reafirma la relación existente entre el nivel educativo y el nivel de pobreza. (Gráfico 9).

6.1. Estimación de la relación entre pobreza y desplazamiento forzado en Colombia

Con el objetivo de conocer si la probabilidad de encontrarse en situación de pobreza es mayor para las desplazadas forzadas, comparadas con quienes han migrado por otras razones y con las nativas, se implementa un modelo probabilístico tipo logit, en el que la variable dependiente es la pobreza del hogar.

Cada estimación se plantea con base en la información recogida por la DHS (2010); en éstas se incluyen variables que representan las condiciones socioeconómicas de los desplazados forzados y que determinan circunstancias de vulnerabilidad particulares para una persona en situación de desplazamiento, tales como la educación, el empleo, las características del jefe de hogar, el número de hijos a cargo, entre otras. Varios autores han mencionado éstas como condiciones especiales de los hogares desplazados (Kirchhoff e Ibáñez, 2001; González, 2002; ACNUR, 2003; Ibáñez, 2006; Ruiz, 2007; Mendoza, 2012).

Los desplazados pobres se someten a condiciones más precarias que otros pobres en los lugares de recepción por sus características socioeconómicas como el número de hijos en el hogar, dotaciones de capital humano y el desempleo entre otras; esto hace que los hogares desplazados no puedan ser considerados como un grupo homogéneo (Ibáñez y Moya, 2007).

Se plantea asíun modelo logit binomial, donde la variable dependiente es ser pobre, es decir, aquella persona que se ubica en los dos quintiles inferiores del índice de riqueza estimado en la encuesta. Los resultados de las estimaciones presentados en el anexo son confiables, dado que el pseudo R² como medida de ajuste de la regresión, está dentro del rango requerido para este tipo de estimaciones y los regresores global e individualmente resultaron significativos. Además, se construye como línea base una mujer desplazada, sin educación, desempleada, jefa de hogar, en unión libre, y cuyo hogar cuenta con un cabeza de hogar que no tiene educación, tal como Silva y Sarmiento (2013).

La Tabla 2 muestra que al comparar las desplazadas con las nativas y otras migrantes, los dos últimos grupos tienen una menor probabilidad de ser pobres, en 9,6 y 8,5 puntos porcentuales respectivamente, de igual forma, se compara la jefatura en el hogar asumida por las mujeres y se encuentra que cuando ellas tienen otra posición en el hogar, la probabilidad de encontrarse en pobreza es menor que cuando asumen la jefatura; para las cónyuges por 8,8 puntos porcentuales y para las hijas por 13,09 puntos.

En ese mismo sentido, al comparar una mujer en unión libre con una mujer casada, soltera, viuda o divorciada, se encuentra que el hecho de estar casada o divorciada reduce considerablemente la posibilidad de estar en condición de pobreza que cuando se es soltera o viuda, sin que estos dos últimos estados civiles impliquen mayor pobreza.

Al respecto, es importante señalar que la condición en el hogar de una mujer y su estado civil, cambian la situación económica que vive de acuerdo con el apoyo que le presta su cónyuge y al hecho de no llevar la responsabilidad de su núcleo familiar (Meertens, 2001).

En la Tabla 3 se tienen en cuenta variables adicionales como la educación tanto de la mujer como del cabeza de hogar y el número de hijos en el hogar. En este caso el estatus migratorio ya no es significativo, puesto que la pobreza de las desplazadas forzadas está explicada en mayor medida por estas características socioeconómicas con las cuales llega el desplazado a su lugar de arribo.

Estas condiciones especiales son resaltadas por Mendoza (2012) quien manifiesta que los desplazados tienen una mayor proporción de niños y jóvenes menores en relación con la población económicamente activa, por lo que conforman hogares con alta dependencia económica del jefe de hogar, así mismo afirma que son factores significativos de vulnerabilidad en los hogares desplazados, el nivel educativo, en especial el del jefe de hogar.

En la Tabla 3 se evidencia que alcanzar un mayor nivel de escolaridad, comparado con no tener ninguna educación, reduce significativa y gradualmente la probabilidad de ser pobre; específicamente para quienes tienen primaria en 16,8 puntos porcentuales, para quienes tienen secundaria en 36 puntos porcentuales y para quienes cuentan con educación superior se reduce en 43,6 puntos porcentuales. Un efecto similar se presenta con el nivel educativo del jefe de hogar, esto evidencia la necesidad de garantizar la educación para quienes migran por violencia y la trampa de pobreza relacionada estrechamente con los niveles de educación con el que llegan los desplazados forzados.

Ibáñez y Moya (2007) insisten en el bajo nivel educativo que caracteriza a la población desplazada y afirman que se encuentran en peores condiciones que los pobres urbanos, lo que termina siendo un obstáculo para la superación de la pobreza y un mecanismo de transmisión intergeneracional de la misma.

En cuanto a la posición en el hogar, se evidencia que cuando la mujer ocupa una posición diferente a jefe de hogar, la probabilidad de la mujer desplazada de encontrarse en pobreza disminuye; de manera análoga, ser casada, divorciada o viuda reduce la posibilidad de ser pobre en comparación con quienes viven en unión libre, lo cual podría indicar que para las mujeres es importante tener un compañero o miembro del hogar que las apoye económicamente y reduzca la posibilidad de mantenerse inmersa en la pobreza.

7. Conclusiones

Este artículo se realizó basado en la DHS de 2010, dicha encuesta proporciona información detallada de características asociadas a la situación socioeconómica de los hogares, así como información acerca de si hubo migración y la causa de la misma. Se evidencia que el 7,6% de los encuestados que migraron son desplazados por la violencia, lo cual es un porcentaje considerable dado que la encuesta está diseñada para medir salud sexual y reproductiva y no desplazamiento. Esta es una proporción mayor que la de migrantes por salud, desastres naturales y pobreza.

Además, el desplazamiento está relacionado con la condición de pobreza de las mujeres que han padecido este fenómeno, ya que el 65% de las desplazadas forzadas encuestadas son pobres o muy pobres.

Por otro lado, la proporción de desplazadas forzadas no educadas es tres veces mayor que la de las nativas y las migrantes por otras causas; de igual manera, la proporción de las desplazadas forzadas con educación primaria es casi el doble que la proporción de las mujeres que migraron por otras razones o que nunca lo hicieron. Se evidencia una relación entre el bajo nivel educativo, el desplazamiento forzado y la pobreza, lo cual indica que elevar la educación es determinante para la disminución de los índices de pobreza en los hogares, especialmente de desplazados forzados.

Del mismo modo, la proporción de jefes de hogar sin educación o con primaria resulta superior para los desplazados forzados en comparación con los nativos y otros migrantes, además tienen la menor proporción entre los tres grupos de personas con educación superior. En el transcurso del documento se evidencia que los hogares conformados por desplazados forzados son más pobres debido a que tienen menor educación, ya que la probabilidad de ser pobre cuando cuentan con educación superior se reduce en 43%.

En contraste, al tener en cuenta si las mujeres se encontraban ocupadas o no, no se observan diferencias significativas entre las desplazadas forzadas y los demás grupos; por tanto se evidencia que ser empleada no es un determinante para mejorar las condiciones económicas de sus hogares.

Frente a la dinámica de los hogares, tras la migración, los roles de género cambian en el corto y el largo plazo, la jefatura de hogar en cabeza de la mujer y la pérdida de su cónyuge están relacionadas con el desplazamiento forzado; así cuando la mujer asume la jefatura tiene mayor posibilidad de encontrarse en condición de pobreza, lo cual puede cambiar si tiene apoyo económico, ya sea de un compañero sentimental u otro miembro de la familia, que asuma responsabilidades de tipo económico.

La probabilidad de ser pobre de las desplazadas es mayor, no por causa de la migración sino por las condiciones socioeconómicas con las que cuentan en los lugares de destino, específicamente las que tienen que ver con el bajo nivel educativo, tanto propio como del jefe de hogar, otro factor significativo es el número de hijos que por lo general es alto en hogares desplazados.

En futuras investigaciones se recomienda incorporar las condiciones previas al desplazamiento, con el fin de evaluar el impacto que genera este fenómeno, realizando la evaluación de los hallazgos antes y después del desplazamiento forzado, lo cual contribuiría a conocer la causalidad de las condiciones tras el desplazamiento. Adicionalmente, con el fin de disminuir la brecha de desigualdad el gobierno debe plantear mecanismos de política que permitan un mayor acceso a empleo formal y educación a las mujeres víctimas de este fenómeno.


Notas

1Artículo producto del proyecto de investigación Desplazamiento frozado y pobreza en Colombia.
2 Las iniciales DHS corresponden a la encuesta Demographic and Health Survey, realizada en Colombia por Profamilia cada cinco años.


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Anexo