1. Introducción
Los deslizamientos y las inundaciones constituyen las amenazas naturales que mayores afectaciones causan a las poblaciones colombianas, esto se debe a la amplia diversidad geológica, geomorfológica, hidrológica y climática del país, sumado a la intervención humana sobre el territorio y el deterioro ambiental que traen como consecuencia un conjunto de peligros para las comunidades y su desarrollo tanto social como económico (Campos et al., 2012). Además, eventos asociados a fenómenos naturales como las avenidas torrenciales afectan en mayor medida a las comunidades debido al rápido crecimiento del nivel de agua de los ríos y quebradas de alta pendiente acompañadas por flujo de sedimentos que pueden causar grandes daños en infraestructura y conllevar a la pérdida de vidas humanas (Castaño, 2023).
Según Campos et al. (2012) entre 1970 y 2011 el 36% de muertes por eventos naturales se les atribuye a los deslizamientos, siendo el de mayor porcentaje en comparación con otros eventos, y, a las inundaciones se les hace responsables del 43% de la destrucción de las viviendas. Este tipo de fenómenos de creciente súbita y de flujo de escombros altamente estudiados en Colombia, han evidenciado la falta de un marco de actuación técnico y normativo en programas de promoción y atención de desastres en la planificación de los territorios, sumado al poco conocimiento y clasificación del grado de vulnerabilidad ambiental, político y económico de muchas de las comunidades que se asientan en las riberas de los ríos y quebradas, que ante el suceso de algún fenómeno natural les es más complejo anticipar, sobrevivir, resistir y recuperarse del impacto del mismo (Blaikie, Canon, David y Wisner, 1996).
Frente a esto, se identificaron antecedentes acerca del conocimiento para la reducción del riesgo, la vinculación de diferentes actores con este propósito y las relaciones de las comunidades con su entorno. Al respecto, Sandoval-Díaz, Navarrete Muñoz y Cuadra Martínez (2023) analizan la incorporación teórico-metodológica en diversas investigaciones del componente de resiliencia comunitaria como una capacidad de adaptación frente a los desastres asociados a fenómenos naturales en América Latina y El Caribe, donde se evidencia como principales problemas enfrentados por las comunidades las vulnerabilidades económicas, políticas y sociales que abren una brecha para desarrollar estrategias de afrontamiento, por ello, invitan a potenciar la participación ciudadana y el aprendizaje social como ejes fundamentales para superar la crisis, ya que el conocimiento del riesgo permite a las comunidades hacer frente, adaptarse y gestionar el peligro.
Frente a esto, González-Gaudino y Maldonado-González (2017) precisan un enfoque de la educación como canalizador para reducir las vulnerabilidades y lograr la resiliencia comunitaria, donde es posible desarrollar habilidades para la gestión del riesgo a través de la reconstrucción de la red de relaciones entre sociedad y ambiente, y de la organización social, teniendo en cuenta la memoria colectiva de las comunidades y el aprendizaje de las experiencias previas, incluso, estos conocimientos que tienen las comunidades pueden colaborar con el conocimiento científico, pues como explican Iwama et al. (2021) para avanzar en la comprensión de los efectos del cambio climático, es necesario tener en cuenta las observaciones de las comunidades y el conocimiento histórico que tienen de sus entornos.
En este sentido, la respuesta de las comunidades tiene que ver con sus conocimientos frente al riesgo, como en el caso de Moreno, Lara y Torres (2019) quienes estudian el caso del Tsunami ocurrido en 2010 en Chile y explican cómo una pequeña comunidad pesquera pudo sobrevivir utilizando recursos locales para hacer frente al evento, debido a la ausencia de respuesta gubernamental, donde las pérdidas fueron menores gracias a la rápida actuación de la comunidad.
Por su parte, Monge (2004) se orienta al análisis territorial para comprender cómo las poblaciones al ser conscientes de la relación sostenida con los cuerpos de agua buscan crear prácticas de acción directa y redes comunitarias para la reducción de riesgo. Dentro de este entramado el autor destaca los diferentes actores de orden comunitario, gubernamental e institucional que le apuestan a procesos de prevención, mitigación y atención de desastres, creando de esta forma, lazos de apoyo y acompañamiento técnico y humanitario.
Por su parte, el abordaje de las redes comunitarias propuesto por Montero (2006) se constituye en un entramado de relaciones constantes que permiten mantener el flujo de información y mediaciones con los diferentes miembros de la comunidad para lograr una meta común encaminada al fortalecimiento de las relaciones en un contexto particular, pero también con escenarios institucionales y comunitarios sólidos para soportar la pérdida o prepararse para algún tipo de amenaza o evento catastrófico asociado a fenómenos naturales. Respecto a esto, Landau (2004) explica la resiliencia comunitaria como la capacidad colectiva que desarrollan las comunidades para superar las dificultades, esto les permite intuir que son capaces de sobrellevar el trauma y trascender la pérdida gracias a herramientas y habilidades adquiridas durante toda su vida para afrontar los problemas.
Sin embargo, el objetivo de la resiliencia no es promover personas que se adapten a las adversidades sin un agenciamiento crítico frente a las situaciones, por el contrario, busca la reflexión frente a los recursos disponibles para ganar autonomía (Llobet y Wegsman, 2004) valiéndose no solo de sí mismos y entendiendo el poder que conlleva la integración con otros para la actuación en conjunto.
Esta capacidad es fundamental para las comunidades, pues tal y como lo señala Smith et al. (2017) al momento de presentarse un desastre las instituciones realizan intervenciones de emergencia cuando ya ocurre el evento o llevan a cabo soluciones de ingeniería civil destinadas a prevenir un posible evento, pero se olvidan de estrategias para afrontar de manera concertada los riesgos, lo que impide el desarrollo de acciones en el corto, mediano y largo plazo en aras de identificar estrategias que vinculen a los diversos actores en la gestión del riesgo.
Teniendo en cuenta lo anterior, el presente artículo tiene como objetivo contrastar las redes de apoyo comunitarias en contextos vulnerables reconociéndolas como expresiones de resiliencia comunitaria en dos municipios del departamento de Antioquia, el primero es el municipio de Salgar, donde luego de la avenida torrencial ocurrida en el 2015 que dejó como resultado la muerte de 104 personas, 10 desaparecidos y más de 500 damnificados (Frog-Corradine, 2022) se logra reubicar a las familias víctimas del desastre a través de un despliegue de esfuerzos sin precedentes en el que intervinieron organizaciones gubernamentales, corporaciones, fundaciones sociales y la sociedad civil, un evento que dejaría grandes marcas entre la población afectada y en la que es posible evidenciar formas de resiliencia sustentada en su misma historia; el segundo es el municipio de Barbosa, específicamente el asentamiento La Primavera, un gran receptor a nivel departamental de población vulnerable, en su mayoría víctimas de desplazamiento forzado (Euse-Bermúdez, 2015), además de tener una ubicación riesgosa al estar sobre las antiguas vías del ferrocarril de Antioquia, por lo que se encuentran en alerta de evacuación debido al proyecto de reactivación conocido como -Tren del Río- , también están junto a la zona inundable del Río Aburrá y sobre un sistema de transporte de hidrocarburos que puede en algún momento poner en peligro su integridad.
Ambas comunidades se eligieron debido a la particularidad de los casos: una población ex ante desastre (La Primavera) y otra, ex post evento desastroso (Salgar), pues su relación con el riesgo se entiende de una forma distinta, por un lado, se tiene una comunidad que ya ha sido víctima de un fenómeno donde se modificaron las condiciones de vida, y por el otro, una población que aún no ha vivido un desastre de gran magnitud a pesar de estar en un riesgo constante.
Además, las dinámicas sociales de cada comunidad y sus historias de resiliencia son diferentes, por tanto, permiten examinar las diversas formas de afrontamiento y cómo se tejen las redes de apoyo, así como los actores que se involucran en las mismas. Para lograrlo, se proponen los siguientes objetivos: en un primer momento, identificar las redes de apoyo que se gestan en cada una de las comunidades seleccionadas, posteriormente caracterizar los procesos de resiliencia comunitaria surgidos en estos contextos, y, por último, determinar la relación entre las redes de apoyo y las dinámicas de resiliencia comunitaria en ambos territorios.
Valga aclarar que la vulnerabilidad es un componente crucial en la investigación, no obstante, el análisis se centra en la resiliencia comunitaria, por tanto, la descripción de las condiciones de vulnerabilidad de cada población se toma como parte de la comprensión de sus circunstancias para entender mejor por qué las redes de apoyo comunitario en estos contextos se constituyen en un punto central en la forma cómo funcionan y se desarrolla la resiliencia comunitaria en las comunidades objeto de investigación.
Así las cosas, para el desarrollo del estudio se toman los conceptos de vulnerabilidad, resiliencia comunitaria y redes de apoyo comunitarias como categorías centrales que permiten leer las realidades de ambas comunidades. Con respecto a la vulnerabilidad, se remite a la definición de Blaikie et al. (1996) entendida como "una combinación de diferentes factores que determinan el grado hasta el cual la vida y la subsistencia de alguien queda en riesgo por un evento distinto e identifiable de la naturaleza o de la sociedad" (p.14), pues si bien los desastres asociados a fenómenos naturales se vinculan con las condiciones geofísicas de los lugares donde se presentan, la vulnerabilidad también es ocasionada por condiciones socioeconómicas y políticas que influyen en el grado de afectación y la intensidad como los grupos afrontan el desastre.
Así las cosas, el modelo de Presión y Liberación (PAR) de Blaikie et al. (1996) "se basa en la idea de que una explicación del desastre requiere que nosotros encontremos una progresión que conecte el impacto de un desastre sobre la población a través de una serie de niveles de factores sociales" (p.3) estos factores describen que la vulnerabilidad tiene sus raíces en dos componentes, el primero son las causas de fondo, entendidas como un conjunto de procesos sociales, económicos, demográficos y políticos (sistemas políticos, ideologías, estructuras) que afectan la asignación y distribución de los recursos, esto da origen a la vulnerabilidad y su prolongación en el tiempo; y el segundo son las presiones dinámicas, que canalizan las causas de fondo hacia formas específicas de inseguridad lo cual se relaciona con los tipos de amenaza afrontadas por las personas
Estos incluyen reducido acceso a los recursos como un resultado de la forma en que presiones regionales o globales tales como un crecimiento rápido de la población, enfermedad epidémica, urbanización rápida, guerra, deuda externa y ajuste estructural, promoción de la exportación, minería, desarrollo hidroenergético y deforestación se manifiestan en localidades específicas. (Blaikie et al., 1996, p. 5)
Los conceptos anteriormente explicados son un precedente para analizar cómo las condiciones inseguras, es decir, formas específicas en la que se expresa la vulnerabilidad como las localizaciones peligrosas, bajos niveles de ingresos, falta de preparación para el desastre, entre otros, se transforman en desastres dada su exposición. El modelo permite evidenciar factores de estrés biofísicos, sociales, políticos y económicos que a menudo pueden estar bastante alejadas del propio acontecimiento del desastre (O'Brien et al., 2008).
En este sentido, la vulnerabilidad puede considerarse como un asunto multidimensional y diferencial, ya que depende del espacio, el individuo y los grupos. También es dinámica, pues sus características y las fuerzas que la impulsan cambian con el tiempo (Vogel y O'Brien, 2004), esto permite entender que no todas las poblaciones son vulnerables a los mismos riesgos o incluso no todas tienen un riesgo real de ocurrencia de un evento desastroso por el simple hecho de ser vulnerables, pues la amenaza, que es la posibilidad de la ocurrencia de un evento desastroso, es un determinante necesario del riesgo, entendido este como los daños o pérdidas potenciales luego de la ocurrencia de un desastre. Es decir, se debe tener una combinación de vulnerabilidad y amenaza para que exista un riesgo; si hay una amenaza o peligro de que ocurra un desastre, pero la población no es vulnerable, entonces no hay riesgo de desastre, de igual forma si no existe una amenaza, pero sí una población vulnerable, el riesgo no existe. (Cardona et al., 2012; Blaikie et al., 1996).
Partiendo de lo anterior, la vulnerabilidad tiene relación con "la predisposición, las susceptibilidades, la fragilidad, la debilidad, las deficiencias, o la falta de capacidades que favorecen los efectos adversos de los elementos expuestos" (Cardona et al., 2012, p. 5), de allí que los factores que influyen en el desastre a menudo son el resultado de la falta de atención prestada al manejo de la vulnerabilidad, no necesariamente las poblaciones son conscientes de las amenazas a las que están expuestas, pero este desconocimiento no los exime de ser objeto de un evento desastroso, ya que la vulnerabilidad no es solo un estado actual, es un estado continuo de peligro inminente de condiciones presentes que repercuten en el futuro y que afectan la calidad de vida de quien la padece, por ello Anderson (1985) expresa que la mejor manera de reducir la vulnerabilidad es satisfacer las necesidades básicas de los seres humanos tanto para el consumo actual como para sostener a las comunidades durante un evento desastroso, de lo contrario, las poblaciones pueden llegar a condiciones de enfermedad, hambruna y crisis.
Entre tanto, la capacidad organizativa de las comunidades para hacer frente a las crisis se constituye en un aspecto tan importante como la capacidad material. En este sentido, Anderson (1985) explica que las comunidades a pesar de tener escasos recursos materiales, pero con una estrecha unidad y una buena vecindad, pueden resistir o recuperarse del desastre con mayor eficacia que una comunidad más rica, pero sin estrechos lazos sociales. Esto se podría medir en términos del capital social que tiene un grupo, entendido como aquellos aspectos de las organizaciones sociales como las redes, las normas y la confianza, que facilitan la acción y la cooperación, para beneficio mutuo (Putnam, 1993). De esta manera, las redes sociales se convierten en un elemento fundamental para que las comunidades interactúen en pro de la ayuda mutua y así poder superar las barreras de la vulnerabilidad para la prevención y recuperación efectiva ante un desastre, por consiguiente, en la experiencia comunitaria es posible evidenciar la presencia de modos de relación en red que favorece la organización y la cohesión social, tan naturalizado que las mismas comunidades no son conscientes de este proceso (Montero, 2006), a esto se le conoce como red comunitaria.
Así pues, la red comunitaria es una estructura que permite a las sociedades encontrar refugio y apoyo además de recursos, creando un sistema abierto de relaciones entre actores, estos comienzan a comunicarse para lograr fines de utilidad. Un aspecto clave en las redes de apoyo es la complejidad de las relaciones (entramado), dada la diversidad de actores implícitos (diversidad de edades, género, formación), la multiplicidad de estilos para establecer y mantener dichas relaciones, y la movilidad de los elementos o aspectos de intercambio en pro del objetivo previsto que se vincula al desarrollo comunitario. En este punto Montero (2006) aclara que los procesos organizativos no involucran necesariamente a todos los miembros de la comunidad, y entre los que participan suelen existir individuos u organizaciones que asumen la dirección de ciertas actividades desde un estilo propio e incluso a raíz de diferentes ideologías (sean religiosas, vecinales, académicas, partidistas, entre otras), pero esto no le resta valor al proceso comunitario.
Esta multiplicidad de maneras en las cuales se construyen las redes hace que se desprenda una serie de características para identificar una red comunitaria como: la interrelación de los miembros, que supone un intercambio constante de información; la interdependencia, donde cada uno de los actores de la red establece una relación con los otros reconociendo la importancia de la participación para el funcionamiento de la misma; el intercambio de experiencias, información y servicios, donde la riqueza de la red está en la cantidad de recursos con el que cuenta para el desarrollo de acciones, evaluable en la medida en que los miembros pueden compartir sus logros y participar de las acciones que se hacen en conjunto; y la cogestión, la red supone que los diferentes actores involucrados mantienen una relación de colaboración y cooperación (Montero, 2006). A partir de lo expuesto, en esta investigación se entiende como actores comunitarios a sujetos individuales, familias, organizaciones no gubernamentales de base comunal, organizaciones de carácter privado y gobiernos locales (Monge, 2004).
Teniendo en cuenta los contextos estudiados, se priorizan dos tipos de redes, una son las redes combinadas que involucran cualquiera de las entidades mencionadas anteriormente y se unen para trabajar en torno a las necesidades que tiene la población; la segunda, son las redes circunstanciales, que surgen en un momento particular para sobrellevar una situación específica y desaparecen cuando la situación se resuelve o se cumple la meta común (Montero, 2006).
Finalmente, Fuentes Aguilar, Alzugaray Ponce y Basabe (2021) reconocen el uso de estrategias y recursos por parte de las comunidades para sobreponerse a las condiciones de adversidad que generan procesos resilientes a través de la regulación de emociones compartidas, la disposición y uso de recursos tanto materiales como humanos y la eficacia colectiva que se traduce en la percepción de la competencia y capacidad de la comunidad para afrontar los desafíos y obtener determinados logros. A pesar de ello, los autores resaltan que no existe un consenso frente a la evaluación de la resiliencia comunitaria, por lo que es necesario estudiar el concepto en ámbitos específicos para determinar las experiencias y cualidades de la resiliencia, por esta razón, este atributo se convierte en una oportunidad para comprender los contextos sociales y la formación de relaciones que ayuden a solventar las dificultades que las poblaciones deben afrontar.
En efecto, las relaciones sociales son fundamentales para sobrellevar las crisis, y sumado a esto, la capacidad de resiliencia de las comunidades se convierte en una actitud inherente a las relaciones que se tejen, pues ante la crisis, la capacidad de afrontamiento y de reorganización demuestran las fortalezas y recursos con los que una comunidad cuenta, pues como lo explica Carrasco Tapias (2011) la crisis es un asunto compartido, ya que tanto la familia como la comunidad que enfrentan el desastre son fuente de ayuda, incluso, el afrontamiento del trauma es más efectivo cuando se convive con personas que pasaron por eventos similares. Por consiguiente, la resiliencia se trata de una capacidad adquirida a raíz de las vivencias en un complejo sistema social y "se refiere a aspectos de afrontamiento de los traumas y conflictos colectivos por los grupos humanos en los cuales influyen otros aspectos psicosociales, además de las respuestas individuales al estrés" (Uriarte, 2013, p9).
En lo que sigue, se presenta la metodología de la investigación, seguida por los resultados y la discusión en donde se definen las particularidades de cada uno de los territorios priorizados, se identifican y analizan las redes emergentes de solidaridad y cooperación en contextos de vulnerabilidad ambiental y antropológica, y finalmente, de cara a la producción de sistemas y programas para la gestión del riesgo, se presentan algunas conclusiones derivadas del proceso investigativo.
2. Metodología
Esta investigación es de carácter cualitativo y trabaja bajo un método hermenéutico el cual hace hincapié en la comprensión, reconstrucción e interpretación de momentos, hechos, situaciones y acciones desde las voces de los sujetos que vivencian determinados fenómenos, elaborando con ellos un "todo- con-sentido", de acuerdo con sus historias, trayectorias y subjetividades (Ramírez Robledo, Arcila, Buriticá, y Castrillón, 2004).
Con el objetivo de rastrear las redes de apoyo emergentes en zonas con vulnerabilidad ambiental y expuestas a desastre por amenaza natural y antrópica, se seleccionaron dos territorios con características similares de catástrofe por avenida torrencial, un caso ex ante y uno ex post, para ser contrastados en el marco de la resiliencia comunitaria. Este enfoque permitió comprender las formas de respuesta, organización y autogestión de las comunidades, al igual que explicar las relaciones que se construyen entre ellas y con su entorno desde una mirada dialógica de intercambio y reconocimiento de las múltiples significaciones (Galeano, 2003).
Con lo anterior en mente, se implementaron técnicas de revisión documental y entrevistas semiestructuradas, así como la aplicación de instrumentos de caracterización de actores y redes. La búsqueda de información estuvo orientada a la revisión de documentos e informes de base comunitaria e institucional que pudiera relatar algunas de las formas de solidaridad y cooperación colectiva y ciudadana nacientes en las etapas de fundación y construcción del territorio. Esta revisión parte de escenarios de construcción social del riesgo, entendido este como la posibilidad de reconocer las capacidades tanto individuales como comunitarias para la generación de estrategias en atención y respuesta, para la promoción y prevención del riesgo, y para la generación de redes y alianzas estratégicas en clave de procesos de participación amplios establecidos entre las instituciones gubernamentales, empresas privadas/mixtas y demás actores comunitarios.
Asimismo, se implementaron talleres y grupos focales para la identificación de actores estratégicos, con un promedio de 60 actores rastreados entre los sectores de incidencia institucional, privados, ONG's y comunitarios, al igual que la aplicación de entrevistas semiestructuradas para el reconocimiento y clasificación de redes de apoyo mutuo emergentes, con una muestra universal de entre l50 y 200 pobladores, aproximadamente. La recolección de información primaria se llevó a cabo con la comunidad en general y líderes y lideresas de cada uno de los territorios. En cada uno de los ejercicios con las comunidades e instituciones se emplearon protocolos de consentimiento informado, mediante los cuales se autorizó el uso de los nombres y de los testimonios recolectados en el marco del trabajo de campo.
Finalmente se emplearon matrices de codificación y se utilizó el software Nvivo, para la clasificación y sistematización de la información, a partir de las categorías avenida torrencial, gestión del riesgo, redes de apoyo, resiliencia comunitaria y vulnerabilidad.
3. Resultados y discusión
En este apartado se presentan los casos de estudio, discutidos a la luz de los contextos de vulnerabilidad y las condiciones que hacen posible el trabajo en red y la resiliencia comunitaria.
Caso Ex post: Municipio de Salgar
El municipio de Salgar está ubicado en el sueste antioqueño, en este se encuentra la cuenca del Río Cauca y la Subcuenca del Río San Juan, aguas recibidas por el Río Barroso, afluente principal del municipio (Ver Figura 1). También lo atraviesan 15 quebradas, siendo las de mayor importancia: La Liboriana, La Fortuna y La Hondura, lo cual demuestra la riqueza hídrica del territorio.
Además, se le suman accidentes geográficos como el Cerro Plateado y el Alto de los Alpes, combinación que lo hace susceptible de la ocurrencia de eventos desastrosos como las avenidas torrenciales, que pone en riesgo los centros poblados. Su principal fuente económica viene de los cultivos de café, por lo que en los meses de agosto y diciembre los campesinos se dedican a la recolección del grano, tiempo durante el cual el municipio es receptor de un gran número de personas, ya que llegan cientos de recolectores de otras regiones en busca de trabajo (García y Gómez, 2018). Este tipo de cultivos, cuando son manejados inadecuadamente, puede generar degradación del suelo haciéndolo vulnerable a la ocurrencia de eventos desastrosos.
Por otra parte, el municipio ha sufrido diversos periodos de violencia que se recrudecieron debido a la presencia de grupos paramilitares a mediados de la década de los noventa. El informe Suroeste antioqueño, un conflicto silenciado 1984 - 2016, indica que unas 10.423 personas del municipio son víctimas reportadas en el Registro Único de Victimas (RUV), es decir un 60% de la población, este documento también explica cómo la región se caracterizó por el silenciamiento y señalamiento a la comunidad, en donde se produjeron amenazas y asesinatos de miembros pertenecientes a organizaciones sociales y sindicales, dichos crímenes fueron encubiertos por elites políticas que exteriorizaban una imagen de paz en el territorio a través de la interferencia en los medios de comunicación para que los hechos no fueran conocidos, lo que devino en un profundo distanciamiento de la población en términos de participación y temor por asumir liderazgos.
Durante la investigación, varios de los testimonios revelaron a una población profundamente afectada por el desplazamiento forzado, masacres, secuestros y despojo de tierras. A lo anterior se suma las condiciones de pobreza, pues según el Departamento Nacional de Planeación (DNP) el municipio cuenta con una tasa de pobreza multidimensional del 75% (DNP, 2005).
Con este panorama de vulnerabilidad, se tiene la avenida torrencial ocurrida en la madrugada del 18 de mayo de 2015, cuando un fuerte estruendo despertó a los habitantes del corregimiento Las Margaritas quienes quedaron sorprendidos al percatarse del desbordamiento de la Quebrada La Liboriana, que estaba borrando poco a poco las casas que se encontraban en las veredas del Mango y Escuela Vieja (Gómez y García, 2017). Así la cosas, comienza la llegada de organismos para atender a la población, en medio de lo cual intervinieron actores de orden municipal, departamental y nacional y se identificaron diferentes instituciones a las que se hará mención más adelante en el texto, las cuales hicieron parte de la reconstrucción y unificación de los afectados, a través de las etapas de atención a la tragedia, reconstrucción y post evento. En este sentido, la importancia de los actores dentro de una red se encuentra en los recursos que ponen a disposición para solventar las dificultades, los primeros recursos aportados por las organizaciones tenían que ver con la asistencia a los afectados. Al territorio llegaron Bomberos, Defensa Civil, Ejército Nacional y Cruz Roja; la comunidad también apoyó fuertemente en las labores de búsqueda y rescate de familiares y vecinos. Los testimonios apuntan a un despliegue de esfuerzos para que las personas pudiesen tener un lugar donde estar y satisfacer sus necesidades básicas, "algunos nos pagaban el arriendo. (...) Y otro se llevó para el coliseo." (Celina Cardona, comunicación personal, 2022), así como la importancia de las redes familiares, pues muchos afectados tuvieron que vivir con parientes tras la tragedia.
De esta forma, las redes comienzan a tejerse en la cooperación con las organizaciones, así como la tranquilidad que le generó a la población el poder trabajar con estas, en las que depositaron su confianza
porque miren que, en poco tiempo, a pesar de que hubo personas que quedaron desaparecidas, que nunca se encontraron, pero en muy poco tiempo lograron encontrar a la mayoría de la gente que se perdió. (Mariluz Céspedes, comunicación personal, 2022)
Pasado el primer momento de atención a la emergencia, se identificaron esfuerzos en el ámbito psicosocial, a cargo de la Corporación Antioquia Presente, que implementó estrategias de acompañamiento y afrontamiento psicológico que condensaron varias líneas de acción para promover el fortalecimiento comunitario y la resiliencia. Esta misma organización también llevó a cabo procesos de fortalecimiento comunitario a través de la reestructuración de cinco Juntas de Acción Comunal (JAC) en el municipio, lo cual es importante porque solidifica los lazos comunitarios y motiva la participación. Dentro del trabajo con las comunidades también destaca la Fundación Horus, encargada de procesos comunitarios enfocados en el medio ambiente y el cambio climático, a través del proyecto ADAPTO1 por medio del cual se construyeron huertas comunitarias y semilleros ambientales en instituciones educativas, lo que alentó a las personas a movilizarse a favor de acciones para la mitigación y adaptación al cambio climático.
No obstante la variedad de propósitos, la máxima prioridad estaba encaminada a la construcción oportuna de las viviendas, por ello la Fundación Bertha Martínez recibió como operador principal el contrato de reasentamiento y adjudicación de vivienda, activando, como una de las primeras acciones, el censo habitacional y de impactados/beneficiarios, con la intención de validar las afectaciones y priorizar la reubicación a través de albergues, vivienda temporal, social, arrendamiento, etc. (Juan Sebastián, comunicación personal, 2022).
Sin embargo, se evidencia una ruptura en el tejido social, ya que en el reasentamiento muchas personas no fueron ubicadas con sus antiguos vecinos, de suerte que las relaciones vecinales se fueron debilitando e incluso la sectorización y nuevas formas de habitar detonaron conflictos en el ámbito privado y cotidiano. Este proceso se dio en dos sectores, el primero denominado La Aldea en el corregimiento de Las Margaritas, construido con un prototipo de vivienda rural unifamiliar que semejaba las condiciones de vida antes del evento de desastre, y el segundo en edificaciones con características urbanas y diseño multifamiliar en los asentamientos La Florida y La Habana, que en la actualidad presentan problemáticas de convivencia asociados a temas de inseguridad, mal uso de instalaciones, espacios comunes y conflictos entre vecinos. Este efecto es recurrente en procesos de reasentamiento donde el cambio entre las dinámicas rurales y urbanas impactan las relaciones productivas, familiares y comunales históricas con su territorio, estableciendo nuevas formas y prácticas de intercambio económico, sociales y culturales de aprehensión desigual para muchas de las comunidades.
Retomando a las organizaciones involucradas, se evidencia tres componentes dentro de las metas de los actores: la consecución de vivienda, la atención social y la integración comunitaria, estas líneas responden a las necesidades puntuales de la comunidad, pues como lo expresa Montero (2006) una característica de las redes comunitarias es la multimodalidad o multidimensionalidad de la intervención al buscar integrar y articular dimensiones, estrategias y visiones para alcanzar una meta común, en este caso la recuperación material, psicológica y social de la comunidad. Cabe resaltar una característica fundamental de la relación institución- comunidad para la configuración de la red, la cual es la confianza, pues este atributo hace que las comunidades e instituciones puedan construir lazos duraderos. En Salgar, los lazos se mantuvieron hasta la superación de la crisis, correspondiente con el tipo de red identificado para este caso como es el circunstancial.
Además, una particularidad importante de este caso es su capacidad de solidaridad y ayuda mutua, no solo desde las organizaciones que se instalaron en el territorio, sino a partir de una característica reiterativa en el municipio:
Yo creo que el valor más grande que ha tenido la gente es la solidaridad y el apoyo entre las mismas familias, las mismas comunidades. De la avenida torrencial se obtuvo mucha solidaridad por parte de todo Colombia es que uno escucha de tragedias en todas partes, pero la solidaridad que hubo con el municipio de Salgar, usted no se alcanza a imaginar lo que era ir al coliseo la cantidad de donaciones (Luz Marina, comunicación personal, 2022).
Esta forma de solidaridad es propia en los contextos rurales, donde las comunidades se reúnen para hacer convites con la intensión de reparar y mejorar las condiciones de vida. Con la avenida torrencial se evidenció el trabajo conjunto de la comunidad para brindar apoyo en los esfuerzos de rescate y en la recuperación de las víctimas
Bueno, y ya nos quedamos todo el día por allá. Los muchachos: - ay mamá yo tengo hambre - vamos a tomar agua de panelita -. Ya después, ¿y entonces qué? ¿Nos vamos a quedar manicruzados? este tierrero y esto aquí, ¿pues qué? Entonces el esposo de Charo se fue y nos puso agua del otro lado, y cogimos y entre el esposo y yo, porque todo el mundo se fue para allá [...] porque entonces ya la pusimos para que la gente cargara agua e hiciera de comer. Unos vecinos muy queridos por allá...- vengan para acá, vengan para que amanezcan aquí, no se queden... (Olga Lucía, comunicación personal, 2022)
En suma, gracias a estas redes la comunidad tuvo herramientas para sobreponerse al desastre. Como lo explica Alzugaray et al. (2018) el uso de estrategias colectivas eficaces permite la regularización de las emociones a través de sentimientos colectivos, la disposición y uso de recursos tanto materiales como humanos, y la capacidad de la comunidad para afrontar los desafíos. Estas características se evidenciaron en la comunidad salgareña, en términos de uso de recursos materiales y humanos, el hecho de que las viviendas fueran construidas en poco tiempo hizo que las personas se sintieran seguras y pudieran sobrellevar mejor la pérdida, además de afrontar las carencias que trajo consigo la avenida torrencial.
Por su parte, en cuanto a la regulación emocional se presentó una dicotomía, por un lado, muchas personas manifestaron que recibieron apoyo psicosocial y las corporaciones apuntaron a una gran participación de los afectados en estos espacios, en los que se implementaron estrategias de trabajo psicológico individual y colectivo con la creación de grupos de apoyo (Antioquia Presente, comunicación personal, 2022). Sin embargo, otras personas dijeron no haber tenido un apoyo permanente o insuficiente, además de aquellos que se negaban a hablar sobre la tragedia, ya que, debido a sus convicciones personales, no tenían la intención de recibir apoyo de un profesional.
Estas vivencias contrarias tienen sentido en tanto, como ya se mencionó, la comunidad tenía una participación baja debido a los hechos violentos ocurridos en el municipio, haciendo que fueran reacios a expresar sus emociones o estar en entornos participativos, el afrontamiento entonces se estaba dando desde una negación de las emociones que muchas personas no pudieron superar.
Ellos de alguna manera, buscaron esa forma de darse como, - listo, yo tengo que seguir mi vida, porque es lo que me toca, yo tengo que continuar - porque es lo que les toca, porque si no lo hacen, entonces, ¿qué es de ellos? - ¿Para dónde cogemos? - (Tatiana Guerra, comunicación personal, 2022)
A pesar de este ser un aspecto a simple vista negativo, la idea de vivir el día a día ha hecho a las personas de Salgar resilientes, ya que debido a la violencia vivida en el territorio las redes de apoyo que emergieron en este contexto se basan en la cooperación, solidaridad y el trabajo, logrando consolidar su capacidad de absorción ante una adversidad y capacidad para recuperarse de un daño (Twiggs, 2007), que los ha hecho desarrollar perseverancia, autoeficacia y capacidad de afrontamiento.
Ahora bien, las redes que se construyeron durante y después del evento desastroso materializaron acciones de prevención a los desastres. Esta capacidad para anteponerse a los riesgos, así como la de recuperarse tras las adversidades, se constituye en una forma de resiliencia comunitaria (Twiggs, 2007), en tanto las comunidades aprenden de los hechos por los que han pasado y son capaces de sobreponerse a las dificultades futuras, además de desarrollar herramientas para la actuación ante un desastre. Para esto, en Salgar, se han implementado instrumentos como el Plan Municipal de Gestión del Riesgo, Estrategia de Respuesta a Emergencias (EMRE), Plan de Contingencia Lluvias, Fondo Municipal para la gestión del Riesgo y el Sistema de Alerta Temprana. Todos estos instrumentos apuntan a la preparación de la población ante los desastres, que no serían posible sin la articulación de instituciones que hicieron presencia en el territorio a raíz de la avenida torrencial, ya que probablemente sin la ocurrencia de este evento, la gestión de riesgo no se hubiera convertido en un asunto importante para la agenda política del municipio.
Así pues se observa que la relación entre las redes de apoyo y las dinámicas de resiliencia en el territorio se evidencian desde dos puntos: (i) resiliencia intrínseca previa, debido al conflicto armado que hizo a la población compartir vínculos de cooperación y solidaridad, así como desarrollar capacidad de afrontamiento; y después del desastre, se basó en el relacionamiento y la colaboración entre actores orientado por la confianza para sobrellevar las dificultades que se presentaron, pues la articulación entre los miembros de la comunidad y a su vez con las distintas organizaciones fue determinante para que las personas afrontaran la tragedia; (ii) en términos de gestión de riesgo, ya que la comunidad desarrolló capacidades y adquirió conocimientos para que no se presente un nuevo suceso de esta magnitud en el territorio.
Caso Ex ante: Asentamiento La Primavera
El asentamiento La Primavera está ubicado en el kilómetro 28 de la Autopista Norte en el corregimiento del Hatillo, municipio de Barbosa, al norte del Área Metropolitana del valle de Aburrá. Por su ubicación, el asentamiento tiene varias condiciones de vulnerabilidad física entre sus pobladores, pues las viviendas se encuentran cerca a la rivera del Río Aburrá lo cual tiene como consecuencia inundaciones en época de lluvias y socavamiento; también, se encuentra sobre un poliducto de Ecopetrol y un gasoducto de Transmetano, por lo que la población está en constante peligro ante la eventual fuga de gas o combustible; además, al estar cerca de una avenida de alto flujo vehicular como es la Autopista Norte, existe la amenaza de accidentes de tránsito y el desagüe de la doble calzada ha generado inundaciones. A ello se suma las condiciones de pobreza, desempleo y microtráfico, más la ocupación de las áreas de influencia de los meandros como factores de riesgo antrópico y ambiental que afectan a la comunidad. (Ver Figura 2)
Por su parte, un porcentaje significativo de las personas que viven en La Primavera son víctimas de desplazamiento forzado con ocasión del conflicto armado interno. De acuerdo con las encuestas realizadas en el marco de la investigación2, 53% de los entrevistados se reconocían como desplazados tanto rurales como urbanos, y solo el 21% estaban inscritos en el RUV. En el censo elaborado en el marco del presente proyecto se relacionan 322 viviendas, un crecimiento exponencial en solo cuatro años del 93% con relación al censo de 2018 llevado a cabo por la Corporación Región, que registraba una línea base de 168, duplicando la población. La llegada en los últimos años de migrantes venezolanos, la ampliación de la línea de ocupación prístina adicional a la construcción progresiva en altura que ha generado mayor acumulación del riesgo antrópico sobre el terreno de amortiguación, es decir, sobre la capacidad de carga de la zona de inundación definida, ha estimulado problemáticas en la buena convivencia, formas emergentes de intimidación y expulsión de pobladores, cambio de los liderazgos y moradores históricos, y consecuentemente, el debilitamiento de las redes vecinales de apoyo mutuo y tejido social.
Asimismo, los habitantes de La Primavera se encuentran en incertidumbre por el proyecto Tren del Río una apuesta estatal para impulsar la reactivación del Ferrocarril de Antioquia aunado a la recuperación de las vías férreas del departamento y del resto del país. Al estar ubicados sobre las antiguas vías, este nuevo proceso de desalojo da lugar a una posible revictimización y desplazamiento por obra pública, pues en la actualidad no es claro el proceso de reasentamiento, ni las acciones en condición de derechos que garantice la permanencia en el municipio de Barbosa a cada una de las familias.
Con este panorama, la forma como se han gestado las redes de apoyo en este lugar puede remontarse a los vínculos vecinales establecidos con la llegada de los primeros pobladores en 1978, las formas de organización y los convites dominicales se vuelven ritual para la autoconstrucción de las viviendas y adecuación del asentamiento, las relaciones de vecindad se vuelven fundamentales para sobrellevar las carencias económicas, ya que en su mayoría al ser desplazados, crean lazos de gratitud entre quienes viven en el territorio y quienes llegan.
Eso no se ha perdido, gracias a Dios, esta comunidad es muy solidaria. Si alguien tiene una dificultad, ahí está el vecino, el vecino le cuenta al otro y ahí se va como una cadena y ahí estamos ayudando todos. Esa esencia de colaboración no se ha perdido, si alguien tiene una dificultad el vecino le ayuda, nos vamos en una cadena y ahí estamos para ayudar a esa persona. (Luz, comunicación personal, 2022)
Este tipo de acciones han permanecido y se hacen evidentes en situaciones donde se materializa el riesgo, algunos de los entrevistados afirmaron que en el momento en que se ha presentado inundaciones del Río Aburrá sobre el asentamiento se ponen en marcha acciones colectivas de solidaridad y cooperación orientadas a la recepción de donaciones en mano de obra, materiales y financiación para la reconstrucción de los lugares y viviendas afectados.
Tales vínculos fueron creando lazos de familiaridad comunitaria que permitían construir socialmente acciones de acompañamiento y cuidado, pues muchas familias se convierten en el apoyo de la otra debido a sus vivencias similares por la violencia a la que fueron sometidos en sus lugares de origen. Posteriormente emergen liderazgos y organizaciones de base social a favor de la autogestión, participación y en algunos casos, la articulación con actores institucionales. Así, se abre paso la junta de vivienda comunitaria, la Asociación de Víctimas y Desplazados Los Meandros Nuevo Amanecer y la JAC, que han logrado acciones e intervenciones en alianza con algunos entes gubernamentales fundamentales para el mejoramiento de la calidad de vida, como por ejemplo la instalación de servicios básicos sanitarios de alcantarillado, tuberías y tanques del acueducto veredal, postes y alambrados para la conexión de energía eléctrica (Eleazar, comunicación personal, 2022). A la par, han surgido prácticas veredales de acción directa y mantenimiento asumidas por los pobladores, líderes y lideresas como habilitación y limpieza de espacios comunes y vías, sensibilización para la disposición y buen manejo de basuras, y de manera reciente, prácticas relacionadas con la prevención y atención frente a las posibles consecuencias de las crecientes del río que los cerca.
El fortalecimiento de los colectivos y liderazgos en general, fue forjando alianzas con comunidades aledañas para llevar a cabo proyectos articulados y vinculantes en el territorio. Con el fin de entender estas relaciones, vale mencionar que el municipio de Barbosa se encuentra dividido administrativamente en diez aldeas rurales y una urbana, la aldea Los Meandros, de la cual hace parte la comunidad estudiada está integrada por 11 veredas cada una con una JAC, cada aldea elige tres representantes para hacer parte de un Comité Coordinador que se encarga de visibilizar las problemáticas del territorio a través de un informe presentado al Concejo Municipal, este tipo de estrategias de organización permite la movilización de recursos, ya que como explica Montero (2006) las redes comunitarias no son en sí misma un fin de la organización sino una estrategia para lograr beneficios para las comunidades.
Así pues, tras varias décadas de lucha y un llamado por la defensa del territorio, instituciones de ciudad, en particular la Corporación Región3, promueven escenarios de participación ciudadana en los procesos de planeación y ordenamiento y en este caso, se aviva el debate y control social a la gestión pública por el derecho a la ciudad. La Corporación Región llega al asentamiento en el año 2013 y manifiesta un interés por el fortalecimiento y capacitación de los liderazgos comunitarios, además de acompañar las acciones y estrategias de reivindicación de cientos de poblaciones afectadas en sus condiciones de vida. Este escenario legitimado por las comunidades y de confianza mutua, se convierte en diálogo y oportunidad de praxis transformadora y de mejoramiento de La Primavera.
De esta manera, la Corporación Región se vuelve puente para la llegada de diferentes actores sociales, académicos, gubernamentales; tanto nacionales como de cooperación internacional al asentamiento, construye y teje redes para el diseño y puesta en marcha de estudios, planes y programas orientados al conocimiento, mitigación y gestión del riesgo. Así,
En unas ciudades cada vez más complejas, por la misma intensidad y variedad de la evolución económica, así como por la diversificación social y la movilidad de población ( ) Todos seguimos siendo actores en la escena urbana, en la ciudad; pero unos pueden actuar más que otros, y poseer mayor visibilidad, lo que tiene que ver como es lógico, con la posición en la estructura social y también con la capacidad para hacer presente públicamente sus demandas, aspiraciones e interés (Capel, 2013, p s. 29).
En este circuito de iniciativas, nace la Mesa Interinstitucional para el Reasentamiento de La Primavera como una figura de alianza a escala macro, para la participación política establecida con miras a la gestión pública-comunitaria y que concreta a cada uno de los actores que tienen responsabilidad social por sus prácticas industriales y productivas de impacto ambiental directo al interior del territorio. Esta Mesa reúne instituciones como: empresas manufactureras, Transmetano, Ecopetrol S.A., Empresas Públicas de Medellín (EPM), Universidad Nacional de Colombia, Universidad de Medellín, Universidad San Buenaventura, Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia, Consejo de Las Aldeas Los Meandros y El Hato, las Juntas Administradoras Locales (JAL), JAC, Asociación de Víctimas y Desplazados Los Meandros Nuevo Amanecer, además de grupos religiosos, organizaciones juveniles, mesas ambientales de Barbosa, organizaciones de mujeres y organizaciones campesinas, alcaldía municipal, concejo municipal y Personería, Corporación Autónoma Regional y autoridades de seguridad pública asignadas, Instituto Nacional de Vías (Invías), Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) y el principal operador del proyecto Tren del Río, la Empresa Ferrocarril de Antioquia.
Esta Mesa se constituye en el escenario de articulación y confrontación con actores que impactan el territorio, una característica a resaltar de este espacio es que permite la vinculación de la comunidad en los temas tratados, por lo que la participación de sus líderes es fundamental para implementar las estrategias y soluciones que la Mesa propone, pues la existencia de esta sin la participación efectiva de la comunidad no tendría sentido.
De esta forma, se construye el tipo de red combinada, al converger diversos actores públicos y privados para intentar solventar las dificultades que la comunidad enfrenta, estos nuevos actores se vinculan con los grupos ya existentes en el territorio y logran crear lazos de confianza que llevan a procesos de autogestión y al fortalecimiento de la comunidad en términos de gestión del riesgo, pues si bien como se ha mencionado, La Primavera no ha vivido un evento desastroso de grandes proporciones, la llegada de estas entidades contribuye a que la comunidad comprenda su propia vulnerabilidad y tome consciencia de la necesidad de implementar estrategias que amortigüen un eventual desastre.
Entre estas estrategias se encuentra la instalación de alertas en el territorio por parte del SIATA, capacitaciones y talleres en relación con la gestión del riesgo y primeros auxilios, un sistema de alerta voz a voz en la que existe un delegado que avisa la ocurrencia de algún riesgo, así como la construcción de un Plan Comunal de Gestión del Riesgo. En estas acciones de gestión del riesgo se observa cómo las redes de apoyo desarrollan la capacidad organizativa para hacer frente a las crisis, lo cual se constituye en un aspecto de resiliencia comunitaria, pues la asociación y la colaboración aumenta las posibilidades de superar desafíos abrumadores.
3. Conclusiones
Al contrastar ambas comunidades, se evidencia diferencias notorias, entre ellas, el tipo de red en el que se inscriben. Por una parte, en el municipio de Salgar se tejieron redes circunstanciales, ya que las organizaciones que llegaron al territorio, una vez terminada la emergencia, no continuaron con su presencia en el mismo, esto debido a que su función se orientó a la ayuda humanitaria; solventada la crisis, no tendría sentido permanecer. Aún así se evidencia un esfuerzo por mantener lazos comunitarios, que en este caso no se basaron en la organización institucional, sino en la solidaridad intrínseca de las comunidades, pues los vínculos interpersonales se basan en las relaciones vecinales y familiares construidas por generaciones.
Por su parte, en el asentamiento de La Primavera, se observa una comunidad más comprometida con la participación, la organización comunitaria y la integración, por lo que es posible evidenciar las redes combinadas, en las cuales intervienen múltiples actores, que se han mantenido en el tiempo y aún buscan solventar las problemáticas colectivas. Es importante resaltar que las organizaciones de La Primavera son propias, nacen de la comunidad, las externas que han llegado paulatinamente lo hacen a partir de la vinculación con las ya existentes. A pesar de esto, la variable que condensa todo el sentido de las redes es el apoyo mutuo, por ello, se llaman redes de apoyo comunitario, ya que independiente de su tipología buscan ayudar, apoyar y aliviar las situaciones de dificultad que rodean a los diferentes miembros de la comunidad. En ambos casos se evidencia la crisis como un elemento compartido por las comunidades, ya que la forma de confrontar los desastres o las dificultades colectivas se hace desde la ayuda y cooperación. Por ello la respuesta de las redes familiares como primer lugar para afrontar las adversidades es un factor fundamental en la recuperación y la resiliencia; cuando estas dinámicas se extrapolan al contexto comunitario aumentan las probabilidades de que todo un grupo humano supere de forma efectiva las complicaciones que trae el desastre. También es posible evidenciar la solidaridad, cooperación y confianza como valores que emergen luego de un pasado en común producto de la violencia y que encuentran en sus vecinos, amigos y organizaciones la posibilidad de crear lazos que les permita sobrellevar las dificultades que puedan presentarse, no solo en la gestión del riesgo, sino los problemas de la vida diaria.
Así las cosas, se tiene que las redes de apoyo comunitario como una estructura compleja en la que convergen diferentes actores y se pueden vincular en pro de una meta en común, son expresiones de resiliencia comunitaria, pues esta es una capacidad adquirida que se desarrolla a partir de las vivencias compartidas de un grupo, donde se busca la mejora de su vida en contextos donde solo se pueden valer de los recursos gestionados por sí mismos, creando un sistema de relacionamiento para lograr un mismo objetivo, la supervivencia.
Finalmente, es importante aclarar que la resiliencia no es el opuesto de la vulnerabilidad, más bien ambos atributos coexisten, ya que tanto personas como comunidades son capaces de desarrollar la resiliencia a partir de sus vivencias en entornos estresantes. Sin embargo, se insiste en que las personas y comunidades responden de forma diferente a los contextos desfavorables, por lo cual, estar en este tipo de escenarios no sugiere que se desarrollará una capacidad de afrontamiento per se, más bien, lo que se intenta plasmar es que la influencia de múltiples factores hace que solo esto se pueda explicar a partir de una compleja interacción de factores culturales, sociopolíticos y de relacionamiento.