Introducción
Durante el seguimiento a la Declaración de la Conferencia de Beijing de 19951, en los años 2005 y 2010, junto con el esfuerzo de grupos de la sociedad civil, el sector privado y los gobiernos, se tuvo como propósito liderar un cambio transformador en las realidades de los países. Sin duda, desde ese entonces y en la actualidad, el gran reto ha sido poner fin a la violencia contra las mujeres. Las y los expertos concluyen que para no caer en reduccionismos y en malas interpretaciones, esta acepción debe ser planteada como Violencia Basada en Género (en adelante, VBG), expresión que identifica cualquier daño que se cometa contra una persona como resultado de las desigualdades de poder que se basan en los roles de género. Asimismo, el grupo temático de género del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, 1998), definió que la VBG es
violencia que incluye tanto a hombres como a mujeres, en la cual ella es usualmente la víctima, y se deriva en el seno de relaciones de desigualdad de poder entre hombres y mujeres, y, además, incluye la violencia perpetuada o tolerada por el Estado.2 (UNFPA, 1998)
En ese mismo documento se describen las posibles formas de violencia: violencia física y/o sexual en las relaciones de parejas; violencia psicológica/emocional dentro de la familia; violencia sexual hacia niñas y niños; violación sexual; violación matrimonial; acoso sexual en el lugar de trabajo y en instituciones educativas; prostitución forzada; tráfico de niñas, niños y mujeres y mutilación genital femenina. Es importante recalcar que los hombres también pueden ser víctimas de la VBG, sin embargo, la gran mayoría de los victimarios son hombres y las víctimas están representadas mayoritariamente por mujeres (Heise et al., 1995; citado en Interagency Gender Working Group, 2008).
La ONU ha establecido que las altas y extensas cifras de VBG en mujeres y niñas son consideradas una pandemia, ya que esta problemática se presenta en casi todos los países del mundo y, haciendo referencia a la Organización Mundial de la Salud (OMS et al., 2013), describe que el 35 % de las mujeres del mundo fue víctima de una agresión física y/o sexual por parte de su compañero o excompañero sentimental. Datos más contundentes evidencian que hasta el 70 % de las mujeres ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental. Si la víctima no logra salvarse de los ataques, es muy probable que entre a engrosar las cifras de feminicidio, tanto así que, en la mitad de los casos de mujeres asesinadas en el mundo durante el año 2012, el victimario fue su compañero sentimental o un familiar cercano a ellas. Si estos crímenes se realizan de manera repetida, no se denuncian ni se castigan, entran a formar parte de la cultura de muchas de las sociedades, lo cual asegura una naturalización de la VBG (Organización Panamericana de la Salud, s. f.; Pineda & Otero, 2004).
Siguiendo a la Unicef (2014a), si para una mujer adulta la negociación del uso de preservativo o de métodos anticonceptivos durante las relaciones sexuales se convierte muchas veces en una batalla perdida, esta situación es aún más compleja cuando se trata de adolescentes o de niñas, más aún si han sido forzadas a mantener relaciones sexuales, lo que las pone en un estado de alta vulnerabilidad ante un embarazo temprano y no deseado. Además, ellas son susceptibles de convertirse en portadoras de infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH. Las cifras son tan alarmantes que la Unicef (2014b) indicó que cerca de 120 millones de jóvenes y niñas de todo el mundo han sido forzadas a soportar un coito no deseado. Aún más grave y doloroso es el hecho de haber sido agredidas por sus novios, exparejas o por algún miembro de sus familias.
De acuerdo con la Iniciativa de las Naciones Unidas para la Educación de las Niñas (Unesco, 2015; United Nations Girls’ Education Initiative [Ungei], 2014), el entorno escolar para la población joven muchas veces no es un espacio seguro, sobre todo si se trata de niñas y adolescentes. Los datos demuestran que cerca de 246 millones de jóvenes, niñas y niños sufren violencia sexual, acoso y explotación en estos escenarios. Esta situación trae consecuencias contraproducentes, tanto en la psiquis como en la salud sexual y reproductiva de quienes han sido víctimas de este tipo de agresiones.
Cuando los jóvenes y adolescentes deciden tener relaciones afectivas, se producen tensiones que muchas veces se desencadenan en situaciones violentas. Autores como Weisz et al. (2007) afirman que uno de los tantos factores de riesgo que sustentan estas situaciones es que las y los adolescentes no están preparados para responder a las dificultades y diferencias que se presentan en las relaciones de pareja. Las y los autores afirman que en los Estados Unidos se reporta una prevalencia de alguna forma de violencia por parte de adolescentes víctimas de violencia por parte de su pareja, entre 18 % y 32 %. Sin embargo, las y los investigadores afirman que cuando en la investigación de dicha prevalencia se tiene en cuenta la agresión de tipo verbal, esta prevalencia puede incrementarse hasta en 88%.
Asimismo, de acuerdo con la Revista Forensis, del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (2017), se confirma que la estructura familiar es en sí misma un horizonte protector, pero, contradictoriamente, también se constituye en uno de los mayores factores de riesgo en cuanto a la seguridad de sus integrantes, sobre todo para niñas, niños y adolescentes. Por esta razón, es un caldo de cultivo para el desarrollo de otras formas de violencia, como por ejemplo la VBG. Según el informe, el porcentaje del total de lesiones personales intencionales en las familias durante el año 2016, incluyendo el homicidio, llegó a 38,58 % (77.457). Es importante aclarar que el sistema forense solo consigna casos que han sido denunciados y han sido objeto de reconocimiento médico legal, lo cual obliga a dejar por fuera otros actos de maltrato, como pueden ser el verbal y el emocional, sin olvidar la violencia económica.
Al respecto cabe mencionar que uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta es que las violencias que se generan dentro de las relaciones afectivas de pareja tienen efectos a largo plazo en la psiquis de las personas involucradas, que también repercuten en sus familias y, a su vez, estas familias afectan y permean las dinámicas sociales. Ahora bien, aunque se pueden identificar varias formas de maltrato -emocional, verbal, físico o sexual-, García-Moreno etal. (2005) afirman que muy a menudo se presentan al mismo tiempo: la violencia emocional (incluye insultos, agresiones verbales, amenazas y gritos) va acompañada de agresiones físicas, y esta última, muy seguramente, desencadena en un abuso sexual.
Ante esta situación, informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en asocio con la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2014), aseveran que en la región de América Latina y el Caribe la VBG debe ser reconocida, identificada y resuelta por los Estados, ya que determinantes como las desigualdades económicas, sociales y culturales presentes en estas sociedades se convierten en un caldo de cultivo que favorece y promueve el ejercicio de las relaciones asimétricas y de poder, y por lo general estas son ejercidas por los varones contra las mujeres, las adolescentes y las niñas. Los informes agregan que este tipo de violencias también puede manifestarse en contra de otros hombres que se identifiquen con masculinidades no hegemónicas (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, 2014; Unicef, 2014a).
El Observatorio de Igualdad de Género (2008) de la Cepal indica que la situación es desalentadora en América Latina, ya que, a pesar de tener avances legislativos en favor de los derechos de niñas y niños, adolescentes y mujeres en la región, los países continúan en deuda frente a la lucha contra la VBG y el feminicidio. En un comunicado de prensa, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, 2015) informó que 1.678 mujeres fueron asesinadas por razones de género durante el año 2014. Estas cifras corresponden a catorce naciones de la América Latina continental y a tres del Caribe, por lo cual se considera que este crimen contra las mujeres latinoamericanas “debe ser enfrentado íntegramente por los Estados, considerando los factores de desigualdad económica, social y cultural que operan en las relaciones de poder entre hombres y mujeres” (Cepal, 2015, p. 84).
En Colombia, los datos presentados por la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (Ministerio de Salud de Colombia & Profamilia, 2015) revelan que la violencia que viven las mujeres en el entorno familiar deja en evidencia las expresiones extremas de violencia física y psicológica, situaciones que están afectando seriamente la calidad de vida de las mujeres. Otros resultados indican que el 31,9 % de las mujeres manifestaron haber sido víctimas de algún tipo de violencia física por parte de su pareja o expareja, con el empujón o el zarandeo como las formas más frecuentes de agresión (28 %). Asimismo, se reportaron agresiones físicas muy graves, como los golpes o intentos de estrangulamiento, además de que el 8,7 % de las mujeres ha sido pateada o arrastrada por su pareja, y el 4,4 % ha sido víctima de intento de estrangulamiento o de quemaduras. Estos datos confirman las cifras provenientes del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (2014), las cuales muestran que, en promedio, en Colombia se presentan 117 casos de violencia de pareja al día y que por cada hombre que denuncia ser víctima de violencia por su pareja, seis mujeres lo hacen. El informe añade que los departamentos con el mayor número de casos registrados fueron: Bogotá (10.144), Antioquia (5.992), Cundinamarca (4.779), Valle del Cauca (3.845) y Santander (2.626). Las ciudades capitales con el mayor número de casos fueron: Bogotá (10.144), Medellín (2.999), Cali (1.958), Barranquilla (1.485) y Neiva (1.106).
Con respecto a la ciudad de Cali, los datos provenientes de la Secretaría de Salud Pública Municipal (“Cali revela sus cifras de feminicidio”, 2014) indican que durante el primer trimestre del 2013 se presentaron 1.165 casos de violencia, de los cuales 947 fueron de violencia contra la mujer (81,3 %). De estos 947 casos registrados, se encontró que 286 fueron perpetrados en contra de jóvenes entre los 10 y 19 años (30,2 %). La información de las denuncias ante los Centros de Unidad Integral para la Atención de Víctimas de Abuso Sexual (Caivas), de la Fiscalía de Cali, evidencia que en el periodo comprendido entre enero y agosto de 2013 se presentaron 800 casos por delitos sexuales, de los cuales 635 (79,38 %) fueron cometidos en contra de menores.
Al respecto, Andrea Carolina Prada Olivares (2012) comenta que, de acuerdo con Jorge Corsi3, la reproducción social de la VBG está determinada por múltiples factores que explican la existencia de agresores, así como la réplica de las víctimas. En este panorama se identifican modelos patriarcales que aceptan y hasta promueven la aceptación social de la violencia, así como patrones de familias que asignan roles a sus integrantes de acuerdo con la división sexual. Se trata de un contexto en el cual se validan pautas culturales que mantienen la desigualdad entre los géneros, que favorecen al mantenimiento de la VBG cuando se suman factores estresores como bajos ingresos económicos, inadecuadas circunstancias laborales, determinantes sociales desfavorables y estilos de vida como el consumo de alcohol y de drogas.
Aunque la VBG se manifiesta en todas las edades, es entre la adolescencia y la juventud cuando se afianzan los valores y principios adecuados para la construcción de la ciudadanía y el ejercicio de la sexualidad. Ahora bien, aunque la adolescencia no puede ser vista como un hecho meramente biológico (Vargas, 2014), la OMS define, con fines prácticos, al grupo de adolescentes como aquella población que está comprendida entre los 10 y los 19 años, y como jóvenes, al grupo comprendido entre los 15 y los 24 años. Esta etapa vital inicia con la pubertad, que se caracteriza por cambios anatómicos, fisiológicos, hormonales, sexuales, reproductivos, mentales y emocionales, los cuales desestabilizan en cierto modo la personalidad de las y los adolescentes, de manera que los hace proclives a las acciones violentas. Además, la adolescencia no es estable y su duración es muy variable, sin límites identificables de inicio o de finalización.
Por estas razones, la juventud, en sí misma, es un tema apropiado por las ciencias sociales y humanas, dado que se trata de una categoría de construcción social muy reciente de las sociedades modernas, ya que estas conciben la juventud como una etapa particular del desarrollo del ser humano, permeada por una serie de normas y de estructuras socioculturales que orientan el paso de la infancia a la edad adulta. Sin embargo, no se podrá llegar muy lejos en la formación integral de las y los jóvenes adolescentes si no se tiene en cuenta la influencia que ejerce la presión de los iguales en su desarrollo y comportamiento. Tan es así, que no se puede desconocer la relación entre la presión del grupo de iguales y la violencia juvenil. Por ejemplo, autores como María José Díaz-Aguado (2004) afirman que la probabilidad de que un adolescente se vea inmerso en actos o grupos violentos será mayor si no ha sido protegido por su entorno familiar. Más que comportamientos agresivos, violentos o antisociales, la violencia que interesa en esta investigación es la violencia verbal en las relaciones afectivas de jóvenes, así como las manifestaciones que se puedan identificar en el seno de sus familias.
Dicho lo anterior, la educación entre pares es, sin duda, una de las estrategias pedagógicas más eficaces para trabajar con jóvenes adolescentes, ya que se genera una comunicación en doble sentido por el uso del mismo lenguaje, la confianza y la libertad de expresión (Estrada, Escobar & Briceño, 2011).
Respecto al contexto de la investigación, vale la pena aclarar que en el 2018 existen 22 comunas en la ciudad de Cali, y que estas son divisiones político-administrativas, creadas mediante acuerdos oficiales. De acuerdo con documentos de la Alcaldía de Santiago de Cali, que describen el Plan de Desarrollo para el cuatrienio 2008-2011, la Comuna 6 se ha desarrollado, en su gran mayoría, a través de migraciones internas en el país, que han creado urbanizaciones clandestinas mediante la adecuación de tierras pantanosas por la desecación de humedales y sin cumplir con normas de urbanización, como puede ser la cesión de vías, zonas verdes y dotación de servicios públicos. En la actualidad, esta comuna está conformada por dieciocho barrios legalmente constituidos y cinco invasiones o asentamientos subnormales habitados por el 10 % de la población de Cali. Finalmente, cabe anotar que el desarrollo urbano de la Comuna 6 se ha realizado por procesos de autoconstrucción, situación que indica la ausencia de Estado.
Asimismo, según el Plan de Desarrollo de la Comuna 18 de la Alcaldía de Cali, esta se encuentra en el sur-occidente de la ciudad. Está compuesta por catorce barrios y seis urbanizaciones. Cuenta con una zona plana y otra de ladera, con aproximadamente 70.000 habitantes. Los barrios de la comuna, en su mayoría, corresponden a los estratos 1 y 2, están ubicados en la zona de ladera y tienen problemas de saneamiento ambiental, marginamiento y deficiencia de los recursos públicos. Tanto en esta comuna como en la 6 se han desarrollado diversos programas de vivienda de protección social ofrecidos por el Instituto de Crédito Territorial y por el Instituto de Vivienda de Cali (Invicali), así como constantes planes de reubicación para familias provenientes del desplazamiento que genera la guerra interna en Colombia.
En estas dos comunas, el Departamento de Salud Pública y Epidemiología de la Universidad Javeriana Cali, a través de convenios Docencia-Servicio, estableció territorios de práctica para las y los estudiantes de tercer semestre de Medicina, en la asignatura de Salud Sexual y Reproductiva. El grupo estudiantil hace prácticas en dos instituciones educativas (IE) situadas en cada una de las comunas para abordar temas relativos a la salud sexual y la salud reproductiva con perspectiva de género.
En este contexto, las profesoras e investigadoras responsables de la asignatura universitaria observaron que, de manera habitual, las y los adolescentes de las dos IE se relacionaban entre sí con actitudes, comportamientos y expresiones verbales propios de una cultura asimétrica y machista. A partir de ahí, se planteó la necesidad de investigar y explorar más ampliamente este fenómeno cultural que afecta la vida y el bienestar de estas dos colectividades.
Aspectos metodológicos
Este es un estudio cualitativo, de tipo descriptivo-interpretativo, aprobado por la Oficina de Investigaciones de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali. Se consideraron dos estrategias de investigación cualitativa para desarrollarlo: i) la educación entre pares (en adelante, EEP) y ii) el sociodrama, visto como técnica de intervención socio-educativa.
En el contexto de la salud pública, la EEP es considerada una herramienta educativa potente cuando se trabaja con población joven y adolescente. Al respecto es importante resaltar que esta estrategia incorpora funciones relacionadas con la docencia que se imparten en el ámbito educativo. En este sentido, la EEP apoya la actividad docente -sin sustituirla- para favorecer las capacidades de aprendizaje y para que se construyan espacios de exploración, reflexión, adquisición de conocimientos, actitudes y posteriores prácticas que se orienten a mejorar la calidad de vida de las y los involucrados. Diversos autores ya han escrito y demostrado sus bondades, sobre todo si se trabaja con y para población joven y adolescente en temas de salud sexual y reproductiva (Estrada-Montoya et al., 2011).
De acuerdo con Estrada et al. (2011), la EEP es una poderosa estrategia pedagógica que busca educar adolescentes y/o jóvenes que tengan en común factores como: la edad, los proyectos de vida, experiencias en relaciones afectivas de pareja, el uso de un lenguaje común, prácticas de ocio activo -como el baile, la música, etc.-, prácticas de deporte y ser estudiantes activos, factores que describen intereses de vida comunes. En este contexto, el grupo estudiantil universitario fue orientado, capacitado y sensibilizado en temas de sexualidad, reproducción y construcción de ciudadanía, con el fin de generar aprendizajes y reflexiones en los grupos de estudiantes de cada una de las IE de las comunas abordadas.
En cuanto a los sociodramas, se trata de una técnica que parte de un análisis de la realidad social para trabajar en contextos comunitarios, en los cuales, según Paulo Freire, citado por Pérez y Sánchez (2005), se intenta formar aprendizajes significativos y experienciales, los cuales favorecen el proceso de crecimiento y desarrollo, tanto personal como colectivo. De acuerdo con Bezanilla y Miranda (2012), quienes reflexionan sobre el psiquiatra y psicosociólogo Jacob Levy Moreno, los sociodramas establecen una relación entre el drama y la curación, de allí que este famoso psiquiatra elaborara el llamado Teatro Terapéutico. Levy Moreno da por supuesto que en el sociodrama se evidencian roles sociales y culturales, dimensiones con las cuales se identifican los miembros de una cultura. Por esta razón se puede afirmar que el método sociodramático permite estudiar las interrelaciones sociales y culturales de un determinado grupo de personas.
El desarrollo de la investigación, por su parte, tuvo dos fases: en la primera se exploraron las percepciones que giran en torno a la VBG, en el seno de las relaciones de pareja afectivas conformadas por adolescentes jóvenes, mientras que la segunda fase trató sobre la VBG que ocurre en el entorno familiar desde la mirada de estos jóvenes.
Para implementar estas dos fases se contó, por una parte, con jóvenes tutores universitarios previamente informados y orientados en temas de sexualidad, reproducción y construcción de ciudadanía, y por la otra, con 165 jóvenes estudiantes que pertenecen a dos IE, situadas en las comunas 6 y 18 de la ciudad de Cali. En el caso de estos 165 participantes, los criterios de inclusión fueron los siguientes: ser estudiantes activos de los grados noveno y décimo (o sea, estar matriculados) y tener 17 años o más.
La conformación de los grupos de trabajo de EEP tuvo en cuenta los siguientes aspectos: el grupo de jóvenes tutores universitarios fue previamente formado en temas relativos a género, igualdad de género, relaciones igualitarias, construcción de ciudadanía desde una óptica de derechos y acceso de oportunidades, así como en prevención y manifestaciones de la VBG, según los lineamientos del Programa de Educación para la Sexualidad y la Construcción de Ciudadanía del Ministerio de Educación Nacional (2008). También fueron informados y formados en habilidades y técnicas comunicativas.
Ahora bien, para asegurar la estabilidad de las intervenciones en EEP, se establecieron las siguientes pautas de trabajo:
Se conformaron 37 grupos de trabajo constituidos por: i) una pareja de jóvenes tutores universitarios de tercer semestre y ii) 4-5 estudiantes de las IE.
Las y los jóvenes tutores identificaron la importancia del diálogo de saberes para asegurar un aprendizaje mutuo.
En cada uno de los 37 grupos de trabajo se buscó promover la circulación de conocimiento, constituido por intercambio de ideas, sentires, creencias, nociones, conceptos, prácticas e historias que lograran alcanzar la prevención y la comprensión de la VBG.
Se establecieron circuitos de retroalimentación entre los pares tutores y el grupo de investigadoras(es), para identificar y fortalecer los temas claves en torno a la VBG.
Se promovió la reflexión en los grupos de trabajo mediante la escucha activa y la actitud positiva de parte de las parejas de tutores.
Cada encuentro entre los pares tutores y los estudiantes de las IE tuvo una duración de dos horas por semana y, en total, las sesiones tomaron un semestre académico de veinte semanas en el segundo periodo académico de 2016. Tanto los pares tutores, como los estudiantes de las dos IE establecieron relaciones basadas en la confianza y en el conocimiento mutuo que permitió una efectiva transferencia de conocimientos, debates reales y reflexiones en torno al fenómeno de la VBG.
Con este horizonte, las parejas de pares tutores pidieron a sus homólogos de las IE que estructuraran con total libertad guiones que dieran vida a sociodramas y, de esta manera, explorar la primera fase: expresión de las tensiones en las relaciones de pareja en torno a un conflicto regular (con la condición de que representaran personajes ficticios, construidos desde su imaginación).
Posteriormente, los pares tutores filmaron los sociodramas con el objetivo de tener el insumo necesario para desarrollar las reflexiones posteriores entre los grupos de trabajo. Es muy importante aclarar que, para asegurar el enfoque de la EEP, el grupo de investigadoras(es) no intervino en los análisis de los sociodramas.
En la segunda fase, los estudiantes de las IE prepararon sociodramas que representaran conflictos en el seno de las familias y que tuvieran las mismas condiciones del ejercicio anterior, es decir, las y los estudiantes de las IE debían estructurar un guion imaginativo que pudiera ser representado en un sociodrama e interpretar personajes de familias ficticias.
Las representaciones también fueron filmadas y analizadas por cada uno de los grupos de trabajo, en tanto que sus reflexiones fueron plasmadas y entregadas al grupo de profesoras(es) investigadoras(es).
Finalmente, en cuanto a las implicaciones éticas, cabe mencionar que el proyecto de investigación fue avalado por el Comité de Ética de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Pontificia Universidad Javeriana Cali.
Hallazgo de resultados
Los resultados más relevantes de esta investigación se relacionan con el desarrollo de la dinámica planteada: i) los aspectos que evidenciaron situaciones de relaciones asimétricas o machistas entre las jóvenes parejas afectivas y ii) la representación de los conflictos en el seno de las familias.
Expresión de las tensiones en las relaciones de jóvenes parejas afectivas en torno a un conflicto regular
Los siguientes relatos, fruto de las reflexiones de parte de los pares tutores universitarios, evidencian que existe un lenguaje agresivo y violento de parte de los jóvenes de las IE hacia sus compañeras y de estas hacia ellos, muy propio de la manera como se establecen las relaciones sociales en culturas machistas, situación que distorsiona la comunicación y dificulta los acercamientos.
Las niñas manifiestan que los compañeros son muy agresivos en palabras, y es la forma como se dirigen a ellas. Hubo expresiones recurrentes como las siguientes:
“No queremos a las niñas por sapas”.
“No queremos que los niños sepan nuestra vida sexual porque nos molestan”. [ANVL9 C-18]
Pudimos percibir que los estudiantes de grado once son bastante rudos en el trato con sus compañeros, sin importar el sexo, y esta es una de las razones por las que han distorsionado cómo debe ser una relación de pareja sana. [ANV2 C-18]
Dado que el lenguaje es una de las herramientas más potentes que conforman la cultura en las sociedades, se puede afirmar que las expresiones violentas observadas entre los grupos de jóvenes, muy seguramente, son el resultado de costumbres agresivas que tienen lugar en el seno de sus familias y/o en sus entornos sociales más cercanos. Al respecto, Yolanda Ruiz (2002) afirma que cualquier acto violento, tanto verbal como físico, indica un comportamiento social inadecuado que se inicia, sobre todo, desde la infancia hasta la adolescencia que se debe a factores familiares, sociales y culturales.
Continuando con el análisis, aparte del lenguaje ofensivo, también se evidenció cómo las y los estudiantes de las IE representaron la infidelidad por parte del hombre como un estatus de hombría. Respecto a lo anterior, los pares tutores comentan:
La problemática más frecuente que hay en la vida en pareja es la infidelidad. Es por parte del hombre; y que la mujer en la posición de engañada, lo que hace es permitir y acolitarle al hombre la infidelidad. [ANV1 C-18]
Había mucho machismo en estos jóvenes, con los hombres siempre mostrando un comportamiento de mucha superioridad sobre las mujeres. Un ejemplo de esto es que ven como algo normal que los hombres sean infieles, pero rechazan totalmente que la mujer tenga más de una pareja sentimental. [ANV3 C-18]
Pero no solo la infidelidad es una constante en las relaciones de pareja, sino que esta población también inicia las relaciones sexuales desde muy temprana edad, de manera que, a partir de ahí, establecer una pareja es tan solo un paso. La falta de aspiraciones personales limita sus horizontes y ven en la pareja una forma de proyecto vital:
Es frecuente que las relaciones de convivencia se den desde edades jóvenes, lo cual es aceptado socialmente [...] sin que se presenten cuestionamientos, pues es lo socialmente aceptado y validado. [MCQ1 C-6]
Los y las jóvenes van a vivir junto con su pareja desde muy temprana edad, considerando normal este comportamiento y acogiendo desde niños la idea de que esto es lo correcto [.] pues así lo hicieron sus padres. [AN4 C-18]
Los fragmentos anteriores confirman la necesidad de que las y los estudiantes de las IE reciban orientación específica en cuanto a la sexualidad y a la reproducción. Reflexiones como las siguientes así lo reflejan:
La información que reciben los muchachos (de las IE) está llena de mitos y es difícil para ellos acceder a espacios donde puedan resolver sus inquietudes. [DCL-M4]
La conversación con los padres es más de advertencia para que se cuiden de un embarazo, no sobre qué pueden hacer para evitarlo. [ANVL-M6]
La queja más frecuente que se detecta, en casi todos los muchachos (de las IE), es que no pueden tratar temas en torno a la sexualidad con sus familias. [MDC-M4]
Los vacíos y la falta de orientación en la adolescencia explican, en parte, el comportamiento agresivo y hostil. Así lo evidencia el siguiente relato:
Ellos tienen muchos vacíos en cuanto a los valores que buscan en los demás y en los que deben construir como personas; de hecho, sus relaciones interpersonales se basan en instintos que muchas veces los involucran en situaciones de riesgo. [ANVL-M4]
Finalmente, las y los adolescentes mostraron que se perpetúan no solo las relaciones cargadas de agresiones entre hombres y mujeres -en las cuales se vislumbra una gran ausencia de proyectos de vida-, sino además la construcción de masculinidades controladoras y feminidades sumisas, o en su defecto, feminidades reactivas a los actos violentos que reciben de parte de sus iguales y que aceptan la infidelidad masculina como una sintomatología de un machismo recalcitrante. La resolución de los conflictos recorre la vía violenta y amenazante. El uso de un lenguaje agresivo y sexista se convierte en un caldo de cultivo que genera conflictos y roces entre las y los jóvenes, reflejo de sus entornos más cercanos, como los núcleos de amistades y hasta de sus mismas familias.
Representación de los conflictos en el seno de las familias
Cuando las y los jóvenes de las IE realizaron los sociodramas sobre los conflictos en familias ficticias, aparecieron en el escenario imaginativo relaciones tradicionales basadas en la división sexual del trabajo. Los relatos de los pares tutores universitarios se refieren a esto:
Se evidencian los pensamientos tradicionales sobre los cuales se rigen: la mujer se queda en la casa y el padre sale a trabajar. [SLC C-6] [...] En otras ocasiones, es la mujer quien se queda con los hijos. El papá los abandona totalmente, sin ayudar económicamente para el sostenimiento de los hijos.
De la misma forma, se identifica una forma de autoridad severa y autócrata, ejercida por lo general por el padre, quien no admite diferencia de opiniones ni de gustos de parte de los demás miembros de la familia:
En el sociodrama se evidencia la falta de respeto por los derechos y gustos de los diferentes miembros de la familia y esto es un desencadenante de conflictos. [MCG MH2 C-6]
En este ejercicio también emergieron situaciones patológicas, como la intolerancia, el lenguaje agresivo y violento, signos particulares de estructuras familiares patriarcales, como se confirma en el siguiente relato:
Los estudiantes (de la IE) decidieron representar la falta de comprensión por parte del padre hacia su hijo, por sus gustos diferentes a la música, a lo que el padre reaccionó agrediendo a este verbalmente, preguntándole por qué no podía ser “normal”. Se evidenció la falta de tolerancia por tener gustos diferentes y la agresión verbal como la manera de resolver los conflictos. [LMR MR1 C-6]
Asimismo, la falta de caricias, la ausencia de expresiones de afecto, sobre todo por parte del padre hacia los hijos varones, se constituyen en una de las muestras frecuentes de autoritarismo y control que él ejerce hacia los demás miembros de la familia:
Se observó que la comunicación con los padres no es adecuada y, mucho menos, afectiva. [DCL6-C18]
A partir del video realizado con los niños de grado décimo podemos observar que un factor desencadenante de la violencia es producto del dominio masculino, por mantener el control sobre los miembros de la familia, que son más débiles. [MCQ-G3]
En este caso podemos observar que la VBG es principalmente causada por el machismo del padre, quien quiere ejercer su dominio, específicamente sobre su hija, tratándola inadecuadamente y usando un vocabulario poco adecuado [...] la madre no hace ningún esfuerzo para que el padre de su hija las respete, permitiendo el maltrato y optando por una actitud sumisa, lo que incrementa la violencia intrafamiliar y el maltrato. [LI CM4 C-6]
Sin embargo, y a pesar de las tensiones que se viven en las familias, estas siguen siendo el espacio perfecto en el que no pocos de los y las adolescentes buscan apoyo:
Para ellos la familia tiene un valor muy alto que trasciende muchas cosas, la unidad de la familia es lo que los hace más fuertes. [DCL5-C18]
En varias ocasiones mostraron que sus familias los apoyaban, a pesar de todo. Sobre todo, cuando se portaban bien en el colegio, los padres los felicitaban. [JMS C-6]
El reconocimiento familiar es, sin duda, una herramienta emocional que potencia el desarrollo y la estabilidad en la adolescencia, lo cual fortalece, sin duda, el desarrollo personal.
Discusión de los resultados
La conformación de parejas de las y los jóvenes adolescentes se establece de manera muy temprana, casi paralelamente con el inicio de sus primeras relaciones sexuales, o sea, a la edad de 14 o 15 años. Estas relaciones no solo están basadas en modelos afectivos desiguales, sino que, además, espacios como la familia, el ámbito escolar, los medios de comunicación y las redes sociales fomentan el desarrollo de este modelo de pareja, de manera que se naturaliza e incluso se acepta una fuerte atracción hacia aquellos varones que responden al modelo de una masculinidad hegemónica, basado en el ejercicio del poder y en la desigualdad. Tres grandes hechos ilustran este fenómeno: i) la infidelidad masculina, ii) la consecuente resignación de parte de la mujer y iii) el uso constante de un lenguaje violento y agresivo, que confirman claramente el modelo de relaciones afectivas machistas y patriarcales.
Sin lugar a dudas, la naturalización de un lenguaje violento y de relaciones asimétricas, tanto en la familia como en el seno de las relaciones afectivas, se convierte en un potente vector de transmisión de la cultura machista. Sin embargo, y a pesar de que existen normativas y leyes que propenden por el desarrollo de sociedades igualitarias en Colombia, el país no ha logrado llegar al nudo del problema. Expresado de otra manera, aún no se logran desarrollar “capacidades” o “agencias” en los individuos o en las y los adolescentes jóvenes, como es el caso particular de este trabajo. Se desatiende, entonces, el horizonte de la libertad humana (Sahui, 2008), que es entendida como “poder hacer” y que se relaciona directamente con capacidades o agencias, con proponerse un desarrollo humano y un goce efectivo de la calidad de vida.
Frente a estos hallazgos, una de las propuestas es implementar estrategias de coeducación, vista como una herramienta eficaz para transmitir valores de respeto, igualdad e inclusión social entre los miembros del espacio educativo. Es decir, si bien sigue vigente un activismo académico, político y social, aún se deja de lado un acercamiento real al interior de las familias y a la cotidianidad de las y los jóvenes adolescentes. De la misma manera, se considera necesario la realización de capacitaciones sobre género y educación a los actores responsables de la educación de jóvenes y adolescentes, como son la familia y la comunidad educativa, por cuanto la eliminación de estereotipos y sexismos tan arraigados en nuestra sociedad, sobre todo en el lenguaje, debe ser una acción de rápida ejecución. Como lo afirma Gómez (2011), haciendo referencia a Ong (1994), el lenguaje debe ser apreciado como un desarrollador del pensamiento y no meramente como su expresión.
Ahora bien, el hecho de conformar parejas a temprana edad sugiere muy seguramente que estas se establecen desde una concepción biologicista y hormonal de la atracción (Flecha, 2012; citada por Mayor, 2012), y las y los jóvenes adolescentes, por lo general, lo confunden con el amor. De esta forma, si la o el joven no tiene un proyecto de vida claro, se aferrará a la relación, aunque la otra persona no le trate bien. Desafortunadamente, en Colombia, y a pesar de luchas serias y profundas, aún se vive un modelo cultural machista, en el cual se permiten y arraigan numerosos comportamientos de tipo micromachista: los hombres ejercen microabusos y las mujeres, por su parte, o reaccionan de manera violenta, o no los identifican o, sencillamente, los naturalizan. Como lo denuncia Octavio Giraldo (1972), se sabe que el machismo es una característica común a todas las clases sociales y culturales, aunque sus manifestaciones cambien de algunas sociedades a otras. Por lo tanto, no es exagerado afirmar que en muchos sectores de la sociedad colombiana se considera como un “verdadero” hombre a aquel que cumpla con ciertas características, como, por ejemplo, con una evidente heterosexualidad y una marcada agresividad.
Asimismo, el uso de un lenguaje violento y agresivo en las relaciones de amistad o de pareja en las y los jóvenes demuestra la realidad a la que están sometidos. Como bien lo dice Michel Foucault (1992; citado por Maysa, 2013), es en el discurso donde ocurren las cosas y donde surgen los diversos ordenamientos de realidad, de manera que en el lenguaje se sustentan las prácticas violentas (Maysa, 2013) y es en donde, muchas veces, las y los jóvenes naturalizan ciertos comportamientos agresivos.
En ese sentido, es importante recalcar que la VBG es producto de una construcción social y cultural y que, como lo confirma Esther Ramos Matos (1999; citada por Silva, 2006), las consecuencias negativas que tiene para las y los jóvenes y adolescentes se deben a que han sido testigos y/o víctimas de violencia (abuso o maltrato) desde sus mismas familias de origen. Así lo confirman los relatos recogidos en los casos de abusos de poder de parte de los padres y la intolerancia ante gustos y preferencias diferentes.
La cultura patriarcal en las familias se identifica por la conservación de los roles tradicionales de género, que establecen deberes, prohibiciones y expectativas acerca de los comportamientos masculinos y femeninos. Cabe agregar que el rol se define como una categoría del análisis sociológico referida a las asignaciones que se les otorgan tanto a mujeres como a hombres en sus formas de ser, de sentir y de actuar (Aguado, 2004). En el caso particular de este estudio, entonces, en la familia patriarcal es el varón quien ejerce el poder y el control para que estas normas sociales no se infrinjan y, por tanto, estas caen en las diferentes expresiones de la VBG.
A modo de conclusiones
Con referencia a las relaciones de pareja de adolescentes jóvenes
Se encontró que existen expresiones de la VBG en las y los adolescentes y jóvenes, específicamente en las formas en las que se relacionan, lo cual no solo se evidencia en el trato y en las expresiones agresivas, sino que además se traduce posteriormente en una forma naturalizada de comunicación.
Además, la necesidad de conformar parejas desde muy temprana edad, como se constató, es el reflejo de una búsqueda afectiva y del logro de un posicionamiento importante en la vida de otros(as). Además, en la pareja se acepta la infidelidad por parte del hombre, aspecto que no es cuestionado socialmente, pero que contrasta cuando es la mujer quien es infiel, pues existe rechazo y estigmatización social.
Con referencia a las estructuras y relaciones familiares
De acuerdo con los análisis derivados de los sociodramas, se encontró que la estructura familiar que se presenta es patriarcal, caracterizada por unos roles tradicionales, en los cuales el hombre es quien “manda” en la familia, mientras que las mujeres asumen el papel de cuidadoras y, en muchos casos, también de proveedoras. Vale la pena afirmar que en Colombia la cultura machista, junto con la cultura patriarcal, es uno de los factores determinantes que descomponen las relaciones entre hombres y mujeres, lo cual no solo deteriora la convivencia social, sino que además constituye una de las causas de morbi-mortalidad que afectan más a mujeres que a hombres. Es evidente que una cultura que favorece la VBG en el seno de las familias y en las relaciones de pareja se perpetuará mientras que no se establezca una estrategia educativa transversal que deconstruya las desigualdades, violencias y agresiones que afectan a hombres y mujeres.
La VBG que viven las familias ha sido permeada, muy seguramente, por la violencia política que ha caracterizado a la sociedad colombiana, de tal forma que esta última se ha robado el interés de las(os) investigadores. Solo en los últimos años, el fenómeno de la VBG se ha tornado interesante para las y los investigadores y ha empezado a emerger a la luz política y social de la sociedad.