Introducción
No cabe duda de que el siglo XX y específicamente sus primeros cincuenta años fueron capitales para el establecimiento de los servicios de inteligencia. Es más, resulta complicado identificar estructuras de inteligencia consolidadas antes del periodo comprendido entre 1914 y 1945. Para la historiografía, es normal estudiar redes de espionaje, e incluso de inteligencia, en momentos tempranos de la historia, y se han datado este tipo de estructuras en la plenitud medieval (Preto, 2004). Debido a la inexistencia de estructuras jurídico-administrativas semejantes a un Estado, no fue hasta la Edad Moderna cuando aparecieron por primera vez estructuras consolidadas en la captura de información o en la generación de ruido conducente a la mejora competitiva en la toma de decisiones políticas, económicas o militares (Juárez, 2015). Pero aun con estos desarrollos tempranos, solo fue en el siglo XX cuando las estructuras de inteligencia experimentaron un profundo desarrollo y estabilización asociados a la competencia entre Estados, primero, y alianzas supranacionales, posteriormente (Navarro, 2015).
En ese paradigma evolutivo de competencia política, económica, militar y, especialmente, estratégica, los conflictos bélicos desarrollados durante la primera mitad del siglo XX fueron un caldo de cultivo excepcional para someter estas organizaciones secretas a un proceso de perfeccionamiento (García, 2019). La Guerra Civil española, acaecida entre 1936 y 1939, cuando los regímenes totalitarios europeos consolidaban sus políticas agresivas y las democracias se hallaban en declive entregadas al apaciguamiento (Ferguson, 2007; Rivas, 2014), se convirtió en un escenario propicio para el desarrollo de estas vitales estructuras de información. Como preámbulo de muchos de los argumentos esenciales en el conflicto general desatado en septiembre de 1939, la Guerra Civil contó con la participación de agencias, redes, instituciones y estructuras secretas, ya fuera apoyando a alguno de los bandos implicados en la guerra o compitiendo entre ellas por el control del conocimiento estratégico o de sus canales de comunicación (Ledesma, 2013; Díaz, 2006; Pastor, 1977).
Así, el objetivo de este artículo es analizar estructuralmente las organizaciones que participaron de algún modo en la Guerra Civil española, sus objetivos de partida y las consecuencias que su presencia tuvo tanto en este conflicto bélico como en el desarrollo posterior de las grandes estructuras de inteligencia enfrentadas desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial hasta el final de la Guerra Fría. Para ello, se desarrolla un análisis comparado de las estructuras resultantes, como base para comprender las instituciones presentes dedicadas a la gestión de la información privilegiada más allá de su relación con un bando u otro, tendencia claramente desarrollada en la bibliografía existente.
En lo que se refiere a las fuentes empleadas para la consecución del objetivo de este artículo, hay que tener presente el interés generalizado que este campo de la investigación ha suscitado y suscita en la actualidad. Se ha tratado de manejar la bibliografía más actualizada posible, especialmente en lo referente a la metodología de encriptado, el uso de máquinas para ello y la constitución estructural de redes de espionaje y servicios de información, y se ha apoyado asimismo en la documentación custodiada en archivos públicos y privados españoles. A partir de esto, la investigación se ha centrado en la búsqueda de esquemas, organigramas y estructuras cooperantes y antagonistas incluso dentro del mismo bando, asumiendo que, desde el inicio del proceso de investigación, la obtención de información reservada ha sido un activo político. Para ello, con base en el Archivo Histórico Nacional, el Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), el Archivo Histórico del Partido Comunista de España, el Archivo General Militar de Ávila y el Archivo de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, así como los trabajos específicos publicados en los últimos años, el presente artículo trata de mostrar en un mismo contexto la organización de las estructuras de inteligencia activas en ambos bandos durante el conflicto con la intención de profundizar en el éxito o fracaso de su implantación y la inclusión de esta lucha por la información, su encriptado y traslado en un conflicto de mayor envergadura al desarrollado en España.
Estructuras de inteligencia versus redes de espionaje
Llegado el momento de analizar la competencia desatada en el marco de la Guerra Civil española, resulta imperioso comprender el modelo de las estructuras implicadas. Primero, hay que reconocer las múltiples facetas de aquella guerra, puesto que los intereses enfrentados establecieron muchos de los objetivos de dichas estructuras durante todo el conflicto. En ese sentido, la Guerra Civil española debe ser considerada un enfrentamiento político, ideológico, identitario, estratégico y económico (Zaragoza, 2007), por lo cual las estructuras presentes en este proceso debieron asociar su presencia a alguna de las causas citadas. Dicho de otra manera, la especial idiosincrasia de la Guerra Civil española motivó el desarrollo de las redes presentes en el conflicto (Viñas, 2020; Paz, 1976; Heiberg & Ros, 2006; Núñez, 1992; Alcalde, 1995). Mas, debido al enfrentamiento global al que estaban sometidas las potencias implicadas, la profundidad de las redes establecidas varió necesariamente según la importancia de estos intereses. Por tanto, resulta obligatorio analizar conceptualmente las posibilidades estratégicas y la profundidad de las redes de información.
Especialmente en el caso de las redes extranjeras en territorio español, ya fuera rebelde o republicano, se debe establecer la conexión entre las bases establecidas en la península y el desarrollo de redes de información asociadas. Aun teniendo como objetivo la generación de inteligencia, este tipo de organizaciones no constituyen per se una estructura de inteligencia. Lógicamente, al estar en territorio extranjero y sometidas a cierta presión tanto por los competidores como por las propias estructuras autóctonas, es complicado encontrar algo más que redes de espionaje en estos casos. Dichas redes, temporales y asociadas a objetivos concretos, a lo largo de la historia tendieron a constituir núcleos permanentes en territorio extranjero que aunaban los intereses relativos a las relaciones internacionales con los objetivos de información estratégica precursora de la inteligencia.
De modo que es necesario comprender que el proceso de constitución de las estructuras de inteligencia ha seguido un proceso evolutivo, desde su aparición en el Medievo como respuesta para la defensa de factores económicos, militares o políticos de carácter estratégico (Vivo, 2007; Juárez, 2013) hasta su consolidación en el siglo XX con las diferentes vicisitudes geopolíticas sobrevenidas desde las luchas hegemónicas hasta las dos guerras mundiales y la posterior Guerra Fría (Juárez, 2017; 2018a; 2018b; 2019a; 2019b; Gómez, 2006; D'Orgeix, 2018; Avilés & Herrerín, 2008; Baquero, 2015). En esta tendencia evolutiva se encuentra una sucesión de estructuras fundamentadas en redes de espionaje consolidadas en instituciones más o menos temporales, de fuerte implantación política, convertidas actualmente en organismos esenciales para la gestión política de lo público y privado (Figura 1).
Por consiguiente, los diversos objetivos presentes en cualquier conflicto, incluida la Guerra Civil española, acabaron por conformar un horizonte de múltiples redes de información, ya fueran de captación, distribución o desinformación, que precisaron de una superestructura organizativa que normalizara el flujo eficiente de información reservada y que ofreciera las garantías básicas necesarias para incorporar todo ese conocimiento en la toma de decisiones estratégicas (Figura 2).
Con todo, en un entorno casi reticular, es importante comprender que el desarrollo de la Gran Guerra había potenciado la militarización de estos sistemas de información, lo que generó embriones que luego articularían todas las redes en superestructuras de espionaje durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y la aparición del mundo de bloques de la Guerra Fría. En este contexto, durante la Guerra Civil española se viviría un proceso de evolución de las estructuras de información, al pasar de redes de espionaje e información desestructuradas a grandes estructuras de inteligencia centralizadas y constituidas por la articulación de redes de espionaje e información. Por ello, en el proceso de consolidación e institucionalización de estas estructuras que se evidenciaría en la Segunda Guerra Mundial, resultó esencial la experiencia iniciada durante el conflicto español (Ros, 2016).
Estructuras y redes de inteligencia europeas previas a la guerra
El impacto de la Gran Guerra en la constitución de redes de carácter militar (García, 2014) y su preeminencia sobre las estructuras de información para combatir la violencia política afectó luego el desarrollo de estas organizaciones durante la Guerra Civil española. La evolución de estructuras de información a redes de espionaje que aportaran inteligencia a la planificación estratégica y política de los Estados, en permanente conflicto en los años veinte y treinta del siglo XX, conllevó la aparición de estructuras centralizadas en las principales potencias europeas. Además, la fusión de redes de espionaje y competencia internacional con las redes internas de información y prevención sobre cualquier movimiento social o político se incrementó en aquellos países donde triunfó algún tipo de modelo totalitario fascista o comunista. En esos entornos políticos, donde estaban ausentes las garantías democráticas, la gestión de la información secreta conseguida de forma clandestina provocó la aparición de las primeras estructuras de inteligencia globales, un modelo que se generalizó durante ese siglo, basado en la centralización de competencias. Este modelo fracasaría más adelante por la diversidad tecnológica y la excesiva politización de los objetivos primigenios.
En el caso de la Unión Soviética, una vez estabilizado el modelo y reafirmado el liderazgo de Iosif Stalin, se empezó a consolidar una institución de carácter político en la gestión del secreto: la VCheká. Esta organización expandió las redes de espionaje en un escenario donde fracasaban las democracias por la gran depresión (Linz, 1991) y la expansión de los fascismos era una amenaza. Constituida para contener cualquier desviación del proceso revolucionario, la VCheká contó desde el principio con secciones destinadas a combatir la contrarrevolución y la subversión sociopolítica. Ya en 1922 era una organización capaz de explotar inteligencia y política militar, aunque su expansión estaba más centrada en el control social del proceso revolucionario. Con un carácter reticular adherido a los sóviets, esta primera estructura se multiplicó en diferentes células, todas coordinadas por directorio político. A sus funciones de prevenir la subversión y la desinformación, se añadieron la clasificación y la gestión social en relación con los campos de reeducación y concentración llamados gulags.
Posteriormente, la proliferación de chekás por el Estado soviético condujo a la constitución de una estructura superior de inteligencia que superara el carácter interior de la Cheká y posicionara los intereses soviéticos en un entorno internacional, amén de sugerir un control de la inteligencia que trascendiera a Feliks Dzerzhinski, fallecido repentinamente en 1926. Esa institución depositaria de la red de inteligencia fue el NKVD, Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, fundado en 1934 (Andrew & Gordievski, 1991; Contest, 1985). Su salto a la inteligencia exterior le sobrevino con la organización de la Comintern y la necesidad de gestionar la unión de los partidos comunistas presentes en aquella III Internacional (Puigsech, 2006). Dirigido sucesivamente por Yagoda, Yezhov y Lavrenti Beria, el NKVD hubo de afrontar el ascenso de los fascismos, el fracaso de las democracias ante la gran depresión y la aparición de conflictos civiles de fuerte carga ideológica como la Guerra Civil española, o más estratégicos, como la lucha con Alemania por el territorio polaco (Rienzo, 2015).
Antes de esta estructura soviética, en Alemania se había construido otra más especializada y de carácter eminentemente militar, que luego estaría al servicio de los intereses estratégicos nazis. Conocida como Abwehr, esta estructura había sido constituida en el contexto de la llamada República de Weimar (Delibes, 2017). La radicalización política europea, unida al caos económico global sobre el que se sustentó el ascenso nazi, llevó esta estructura de inteligencia a un contexto de gestión de la información secreta sin el freno que conforman las instituciones democráticas (Ruiz, 2002). Dirigida sucesivamente por Friedrich Gempp, Konrad Patzig y, desde 1935, Wilhem Canaris, la Abwehr fue una tradicional estructura de inteligencia militar, más centrada en el espionaje y la contrainteligencia que en procesos de control de la información interna, como era propio del NKVD (Saña, 1981). A diferencia del resto, la Abwehr hubo siempre de, si no competir, sí trabajar bajo la amenaza de otras estructuras de inteligencia social y policial como la Gestapo y las SS, causa final de su desaparición (Waller, 1996). Aún así, durante sus años de existencia, la Abwehr compitió con las estructuras soviéticas tanto en el plano de la colaboración forzada como en la competencia del campo de batalla español. Altamente especializada, la Abwehr contaba con tres secciones: la primera dedicada a la penetración de estructuras extranjeras; la segunda, a la infiltración y el sabotaje, y la tercera, a la contrainteligencia y la inteligencia industrial asociada con el proceso de rearme. A estas tres secciones se sumó otra, unida al alto mando del ejército y deslocalizada en función de los intereses militares, conocida como Amtsgruppe Ausland (Cipitria, 2013).
Frente a estas dos complejas y significativas estructuras, el Reino Unido desplegó diferentes secciones desde su sistema de inteligencia que pudieran competir en aquel escenario. El Secret Service Boureau (SSB), constituido en 1909 y dirigido por el comandante Mansfield Cumming y el capitán Vernon Kell, fue completado en 1914 con la sección 5, más conocida como Military Operations Directory (MO5), en cuya estructura se anidó desde 1916 el archiconocido MI5, la Military Intelligence Section 5, dirigida por Vernon Kell. La complejidad de las operaciones y la gran competencia continental derivada de la constitución de las estructuras de inteligencia alemana y soviética provocaron la aparición del Defence Security Service en 1929 y la evolución del Security Service (Jeffery, 2010) en 1931, que dotó la estructura original del desarrollo de la contrainteligencia, esencial en el contexto de la Europa de los años treinta.
Servicios de inteligencia del lado de la República
Frente a estas estructuras de inteligencia europeas en franca evolución y ampliamente dotadas de recursos, el Estado español, constituido desde 1931 como República democrática, contaba con una estructura de inteligencia de escasa profundidad y leve diversificación, más enlazada con intereses estratégicos asociados a la presencia en el norte de África que con la constitución de una estructura que defendiera la posición internacional en el contexto europeo (Soler & López-Brea, 2008; Corrales, 1999). A ello habría que sumar, desde 1886, la Dirección General de Seguridad (DGS), adscrita al Ministerio de la Gobernación, que había brotado del embrión constituido de forma efímera en 1858. Reforzada en 1912, la DGS acabó convirtiéndose en uno de los factores determinantes en la gestión del orden público español, y fue vital para la lucha contra la violencia política desde 1921. En 1930, Emilio Mola asumió su dirección y diversificó la policía en cuerpo de vigilancia y cuerpo de seguridad, en el primero de los cuales había una instancia dedicada a la inteligencia que subordinaba el cuerpo de seguridad a la vigilancia (Mola, 1933).
Así, el ejército español creó en 1933 una sección dentro del Estado Mayor para atender las necesidades de información, denominada Sección del Servicio Especial (SSE). Esta fue el origen de una estructura de inteligencia de base militar sobre la que evolucionaron las estructuras constituidas en ambos bandos contendientes (Viñas, 2020). A la SSE habría que añadir el Negociado de Información Comunista en el Ejército, NICE, base de dicha sección. Una vez iniciada la guerra, el gobierno de la República, tras disolver por decreto el ejército y volver a constituir como tal solo el asociado al régimen republicano, conformó el Estado Mayor del Ejército el 20 de octubre de 1936 como la estructura sobre la que habrían de desarrollarse las redes de información constitutivas de la estructura de espionaje e inteligencia al servicio de la Segunda República (Alpert, 2007). Subdividido en seis secciones, el Estado Mayor contaba con dos de ellas para capitalizar la gestión de la información y la creación de inteligencia que compitiera con el bando rebelde.
La Segunda Sección del Estado Mayor constituía el núcleo de la estructura de inteligencia republicana. Subdividida a su vez en secciones especializadas, aún carecía de la es-pecialización presente en las grandes instituciones de inteligencia europeas. La primera de las subsecciones estaba destinada a la información militar general. La segunda subsección estaba centrada en la infiltración y acción clandestina, conocida como servicio secreto o sección de información militar especial. Por último, contaba con una tercera subsección de contrainformación militar especial o contrainteligencia (Rodríguez, 2012; 2016).
Esta estructura respondía a las características generales de un servicio de información militar genérico que poco o nada podía adaptarse a las necesidades de una institución inmersa en una guerra civil. Con el inicio de la guerra, las evidentes carencias provocaron una explosión de instancias que convirtieron esta estructura de inteligencia excesivamente burocratizada en un mastodonte de difícil funcionalidad, fácilmente penetrable y de compleja gobernabilidad (CDMH, 1936-1939) (Figura 3).
En ese sentido, el nombramiento del Coronel Manuel Estrada Manchón como director de la inteligencia militar republicana conllevó un cambio profundo en el diseño de la estructura de inteligencia (Navarro, 2007) (Figura 4). Partiendo del "Reglamento para la organización y funcionamiento del servicio de inteligencia militar" (CDMH, 1936-1939, Estrada Manchón, Manuel, Sección Incorporados leg. 675, carpeta 9, ff. 2831), Estrada estableció un Servicio de Inteligencia Militar (SIM) sobre cinco servicios autónomos, que habrían de participar en la creación de la inteligencia que sería decisiva en el desarrollo del conflicto bélico y que redujera las múltiples instancias presentes en la estructura original.
De las cinco secciones planificadas por Estrada y que debían haber constituido el SIM republicano, fue el Servicio de Información Especial Periférica el que más desarrollo alcanzó, asociado a la Segunda Sección del Estado Mayor (Rodríguez, 2016; Soler & López-Brea, 2008). Con cuatro secciones, el SIEP fue planteado para fomentar la infiltración tras las líneas rebeldes, recabar información y desarrollar actividades clandestinas que minaran la estabilidad del enemigo. Para desgracia del planteamiento de Estrada, en 1937, el nuevo ministro de Defensa Nacional Indalecio Prieto cambió sus planes de organización y centralización de las redes de inteligencia republicanas. Así, en marzo de 1937, tras la caída del gobierno de Francisco Largo Caballero (Aróstegui, 2010), el ascenso a la presidencia del gobierno de Juan Negrín detuvo la reforma iniciada en los servicios de espionaje por causas que aún son un debate historiográfico. Impelido a ello por la presión soviética, hubo de aceptar la constitución de nuevas estructuras que protegieran la acción republicana en el transcurso de la guerra (Soler & López-Brea, 2008), a decir del decreto nacional correspondiente, donde se justifica su creación por la perentoria necesidad de constituir una estructura de contrainteligencia dentro del Ministerio de Defensa Nacional (Decreto de constitución de Servicio de Investigación Militar, 1937). A ello hay que sumar la actitud intervencionista de Indalecio Prieto en el diseño de la fracasada ofensiva sobre Segovia, que derivó en la batalla de La Granja (Juárez, 2008; 2014), lo que afectó la constitución del proyecto de estructura de inteligencia planificado por Estrada.
Habiendo destinado un presupuesto de 22 millones de pesetas (unos 20 millones de euros) y entre seis y siete mil efectivos, Indalecio Prieto conformó el SIM como núcleo de la contrainteligencia militar en la España republicana, pero sin concentrar una estructura de inteligencia solvente (Figura 5). Con clara influencia organizativa y estructural de los soviéticos presentes, como Aleksandr Orlov (Volodarsky, 2014), el SIM de Prieto contó con tres secciones: inteligencia militar, contrainteligencia y represión política. A semejanza del NKVD, ese nuevo SIM convertía la estructura de inteligencia más en una herramienta de control interno y unificación de la acción política republicana que en una estructura de inteligencia militar. El caso de la eliminación del trotskista Andreu Nin podría servir como ejemplo (Pagés, 2010).
La dirección de este servicio de información, más político que militar, recayó desde su fundación en Ángel Díaz Baza, militante socialista carente de formación militar, al igual que su sucesor, Prudencio Sayagües. No fue hasta 1938 que un militar de carrera ocupó la dirección de aquel SIM. El nombramiento del Teniente Coronel Manuel Uribarri Barutell pudo significar el cambio de tendencia de una institución de información y represión política a una estructura de inteligencia. Ahora, la implicación de Aleksandr Orlov en este servicio y la aplicación de las técnicas propias del NKVD impidieron consolidar un servicio de inteligencia, ya que la mayoría de sus agentes eran militantes, como José Astigarraga Fernández1, o policías, como Francisco Arroyo López2. Incluso el último director del servicio, Manuel Uribarri Barutell, había desarrollado una vida de militancia antifascista y literaria compartida con su carrera militar (Juárez, 2019a). La desaparición de Uribarri poco antes de finalizar la guerra, acusado por algunos del desfalco de parte de los fondos asignados al servicio, además de la desafección producida por la presión soviética sobre este (Barba, 2015), dio al traste con el servicio de información. Lo mismo pasó con cualquier red de espionaje republicana, a excepción del Departamento de Información Diplomática, relacionado únicamente con la creación de inteligencia (Juárez, 2019a). El SIM de Prieto fue pasando de Uribarri al socialista Santiago Garcés Arroyo -panadero de profesión que alcanzaría el grado de capitán al militarizarse las milicias-, Gustavo Durán y Ángel Pedrero García (Godicheau, 2002), en una deriva hacia el control represivo, muy alejado de la efectividad que para la consecución de objetivos se esperaría de un servicio esencial para la estrategia militar3.
Servicios de inteligencia del lado de los rebeldes
En el caso de la gestión del secreto en el bando rebelde, dada la idiosincrasia del régimen establecido tras el golpe de estado de julio de 1936, la constitución y organizaciones destinadas al espionaje fueron conformadas forzosamente desde el prisma militar. A diferencia de lo ocurrido en el bando republicano, los rebeldes liderados por el General Franco y la Junta Burgos articularon las estructuras de espionaje en una estructura básica de inteligencia que eliminó cualquier tendencia a la diversidad de acción e interés. Las estructuras esenciales con que se dotaron los rebeldes fueron el Servicio de Información Militar (SIM) asociado a la Junta de Burgos, el Servicio de Información del Nordeste de España (SIFNE) unido al Estado Mayor del General Emilio Mola, todo ello dentro de la Segunda Sección del Estado Mayor del Cuartel General del Generalísimo, dirigida por el Coronel Luis Gonzalo Vitoria, que aglutinaba, a lo ya citado, toda la información obtenida por las segundas secciones de los ejércitos sublevados4 (Figura 6).
Además, habría que sumar las redes locales de espionaje conjugadas por Falange Española y las JONS, constitutivas más adelante del Servicio de Información e Investigación, más relacionado con la represión y el control social, al estilo del NKVD (Ros, 2016). La primera de estas estructuras, el SIM, fundada en septiembre de 1936, sirvió de matriz para la concentración de actividades del resto de redes de espionaje. Los diversos decretos de reunificación emitidos por el General Franco en 1937 para controlar y centralizar cualquier acción política o militar (Franco, 1937) acabaron por simplificar la actividad de las unidades de inteligencia, lo que provocó el nacimiento del Servicio de Información y Policía Militar, más conocido como el SIPM, según la orden reservada del 2 de abril de 1938 (Soler & López-Brea, 2008). En lo que se refiere al SIFNE, creado en agosto de 1936 por Emilio Mola, experto en la constitución de servicios de información dada su experiencia en la DGS, fue un núcleo esencial en la constitución de una red básica de inteligencia que, en los primeros momentos de la guerra, se conectó con la Gestapo, según lo explicado por el primer director, José Bertrán y Musitu, en sus memorias (Bertrán, 1940).
En consecuencia, en noviembre de 1937, la recién constituida Junta Técnica del Estado, remedo de estructura de decisión política creada por Franco, transformó el SIM en el SIPM, asumiendo las redes propias creadas por el SIFNE (Alcalde, 1995). Esta estructura de inteligencia franquista asumió todos los frentes abiertos por la actividad del espionaje, contraespionaje y control social y político de la retaguardia, en un evidente intento de constituir una gran estructura a semejanza de las desarrolladas en los estados carentes de garantías democráticas, como la Abwehr o el NKVD (Díaz, 2006) (Figura 7).
Toda esta concentración de las actividades de espionaje franquistas debe asociarse con la actividad del Coronel José Ungría Jiménez. Teórico del funcionamiento de la Segunda Sección del Estado Mayor (Ungría, 1929), Ungría hizo su carrera militar vinculado a la gestión de la información y la creación de inteligencia. Con amplia experiencia formativa internacional, fue para el bando rebelde lo que pudo haber sido Manuel Estrada en la construcción de la estructura de inteligencia republicana. La unidad de acción política y el centralismo en que se sustentó la construcción del nuevo estado fruto de la rebelión de 1936 le permitieron diseñar una institución con competencias perfectamente definidas, bien dotada y dispuesta a cumplir con la generación de inteligencia sin que ninguna intromisión política pudiera desviar la influencia del SIPM. Esta nueva organización estaba bien sustentada, por la citada Segunda Sección del Estado Mayor del Cuartel General del Generalísimo, en cabeza del Coronel Luis Gonzalo Vitoria (Gomá, 1950).
Asumiendo y controlando la actividad de espionaje, de represión y de control social llevada a cabo por el Servicio de Información e Investigación de la Falange, el SIPM de José Ungría constaba de dos secciones para cumplir con su función esencial. La sección de Información Estratégica, que servía de enlace con el Estado Mayor franquista al asumir las funciones de la tradicional Segunda Sección; generaba inteligencia alimentándose de la información captada por las redes de espionaje desplegadas por todo el territorio nacional, constituidas por los cerca de treinta mil integrantes del SIPM (Puell, 2019) (Figura 8).
La segunda sección estaba dedicada a la protección de la propia institución, esto es, a la contrainteligencia, pues sabían de las redes de espionaje desplegadas por las estructuras de inteligencia republicanas y por el resto de las organizaciones europeas presentes durante los años de conflicto. Hay que señalar la creación de una tercera sección dentro del SIPM de importancia capital, utilísima en determinadas localizaciones, principalmente en el Madrid asediado. Alentada la acción clandestina basada en la infiltración por las estrategias de Emilio Mola, la constitución de redes formadas por elementos infiltrados en territorio republicano fomentó el desánimo mediante el sabotaje o la desinformación permanente. La llamada Quinta Columna pasó, así, a ser una actividad esencial en la guerra por la información que se desató entre las diferentes estructuras de inteligencia, y fue un problema recurrente para Juan Negrín desde el momento en que accedió a la presidencia del gobierno (Moreno, 2013; Soler & López-Brea, 2008; Fernández, 2005; Alía, 2015).
Finalizada ya la guerra, en septiembre de 1939, Ungría pasó a dirigir el Servicio Nacional de Seguridad que había liderado Eduardo Comín Colomer desde 1938, y fue integrado posteriormente en la Dirección General de Seguridad, institución más relacionada con el control de la información interior durante el proceso represivo que vino tras la guerra (Sáez, 2019).
Espías en acción: las redes internacionales en suelo peninsular
La presencia de fuerzas italianas y alemanas que formaron parte del conjunto del ejército sublevado desde el mismo momento en que comenzó la guerra conllevó el establecimiento obligatorio de estructuras de inteligencia y espionaje. No obstante, esta presencia no implicó la instalación de una estructura de inteligencia, sino más bien una expansión de aquellas asociadas a un interés concreto. Así, atendiendo a las estructuras desarrolladas, italianos, alemanes, soviéticos y británicos constituyeron redes de espionaje e infiltración en el contexto general de la guerra, con objetivos muy específicos.
En el caso italiano, las fuerzas expedicionarias enviadas por Mussolini contaron con una sección propia de inteligencia (Ponce, 2015), integrada en el Corpo de Truppe Voluntario, que destinó hasta 35 000 efectivos bajo la dirección del General Mario Roatta (Murias et al., 2010). Esta sección contó con una subsección cartográfica, dirigida por el Mayor Pietro Dossola, para elaborar recursos cartográficos de calidad, inexistentes en aquel momento (Urteaga et al., 2002); y de una sección llamada D, dedicada al descifrado de códigos y cifras. Centrada en la inteligencia de señales, la sección D contaba con una máquina Wheatstone basada en el viejo sistema ideado por Decius Whadsworth a principios del XIX (Fernández, 2004). Esta máquina de cifrado mecánico fue compartida por el ejército franquista y utilizada hasta bien entrados los años cuarenta, a pesar de haber sido reventada por los británicos y compartido con los estadounidenses en 1942 (Soler & López-Brea, 2008). En general, esta sección de codificación y descodificación fue empleada por el bando franquista para comunicarse con las fuerzas destacadas en el frente del norte desde 1937, empleando, según José Ramón Soler, un número ingente de claves (Soler & López-Brea, 2008), como la denominada LUCI, descifrada por Carmelo Estrada Manchón desde la Sección de Información del Estado Mayor republicano hacia 19375.
Con estas estructuras de inteligencia foráneas implicadas en la lucha por el control de la información, centrada en la inteligencia de señales (SIGINT) como objetivo esencial del combate, el desarrollo de protocolos de cifrado estanco y seguro se convirtió en la clave de la presencia estratégica de cualquier organización. Respecto a la inteligencia nazi al servicio de la Legión Cóndor, con unos 16 000 efectivos desde 1936 (Molina, 2005), contaba con una infraestructura mucho más compleja que la italiana, dado el desarrollo alcanzado por el Abwehr antes del inicio de la guerra civil (Figura 9). Esta red de espionaje, inserta en la sección de espionaje exterior o Auslandorganisation, estaba conformada por el Buró Grau, e integraba el Gruppo Korn (Rodríguez, 2016).
Igual que la red italiana, la estructura nazi cumplía con misiones dispares. Por un lado, asistía a las tropas presentes y asesoraba al bando franquista en el desarrollo general del conflicto; pero, por otro lado, parece evidente que la función esencial de estas redes se centró en la protección de las comunicaciones del ejército rebelde y en romper la protección de las comunicaciones antagonistas. Por ello, pensar en la Guerra Civil de España como una lucha por la codificación y búsqueda de un cifrado seguro que permitiera afrontar desafíos estratégicos y sus desarrollos tácticos puede ser considerado paradigmático.
Asumiendo que las fuerzas italianas y las franquistas disponían de máquinas Wheatstone, se podría presumir que las fuerzas alemanas hubiesen trabajado con máquinas Kryha. No obstante, su debilidad y la evidencia de la adquisición republicana en Berlín hacia 1932 de al menos dos de aquellas máquinas (Soler & López-Brau, 2016) empujaría a pensar en el uso de las Enigma por parte del Buró Grau en España, lo que es confirmado por el hallazgo reciente de 23 de estas en el Estado Mayor del Ejército español. La red nazi en España contó con al menos una de aquellas máquinas en el buque Canarias, al mando del Almirante Francisco Moreno (Figura 10).
Aún así, el proceso de intercambio de información dentro del bando franquista debía someterse a tres ámbitos de comunicación distintos, lo que exigía un protocolo que involucrara a la Sección D italiana, la red nazi centralizada en el Burõ Grau y el SIPM franquista dirigido por José Ungría. El resultado fue el llamado código DEI, que conectaba dicha red desde Cádiz a Burgos, pasando por Ferrol y Salamanca. En el caso de Cádiz, al interés del tráfico naval habría que sumar la proximidad de la base británica de Gibraltar. En Ferrol también debía considerarse la presencia de la inteligencia nazi para proteger la explotación del tungsteno, básico para el ejército alemán (Castro, 2020). Las estaciones de Salamanca y Burgos deben ser consideradas centros asociados al gobierno rebelde y a la centralización capitalizada en el SIPM (Gómez, 2017).
Del mismo modo que había ocurrido durante el desarrollo de la Gran Guerra, España se convirtió en un hervidero de espías (García, 2014) compitiendo por el éxito o fracaso de diversas estrategias bélicas y por la captura y descifrado de las varias máquinas codificadoras desplegadas por diferentes redes. Si bien puede entenderse que la presencia del NKVD, dirigido por agentes como Aleksandr Orlov, se relacionaba con el liderazgo de la Comintern en la gestión del movimiento internacional que eclosionó en las Brigadas Internacionales (Pozharskaya, 2003; Carr, 1986), la lucha por el control del secreto y el establecimiento de estructuras de inteligencia afines debió pesar igualmente en su despliegue. Pero, en últimas, se destaca su protagonismo en la purga de trotskistas (Volodarsky, 2013; Pagès i Blanch, 2010), la gestión del traslado de las reservas de oro del Banco de España a Moscú y la preparación de unidades republicanas para la infiltración y la guerrilla, dirigida por Grigori Syroyezhkin (Marco, 2020). Esto obliga a relacionar la presencia en territorio español del GRU, estructura de inteligencia militar soviética, con la lucha por el control de la información cifrada, el asesoramiento y abastecimiento del ejército republicano, la debilitación del bando franquista y la unión de fuerzas contra la amenaza nazi, objetivo de las actividades diplomáticas lideradas por el embajador Marcel Rosenberg (Puigsech, 2012) (Figura 11).
La presencia de unidades de espionaje británicas en España durante este periodo, asumido el bloqueo de acción directa por el Comité de No Intervención respaldado por el Reino Unido (Avilés, 1994), debía responder a otros parámetros alejados del conflicto desatado desde 1936. La participación de unidades de codificación italianas y alemanas en apoyo a las comunicaciones del ejército rebelde y de los intereses estratégicos nazis justificaban el despliegue de unidades del Secret Intelligence Service (SIS). La existencia de máquinas Enigma en el buque Canarias constituía un objetivo esencial para los británicos y, en general, para todas las unidades de señales presentes en la península. Incluso el Departamento Especial de Información del Estado, el Dedide, conocía la existencia de las máquinas Enigma usadas por la Legión Cóndor. La experiencia en la lucha contra la decodificación de aquellas máquinas le valió a Faustino Antonio Camazón Valentín participar en el equipo de Alan Turing, que derrotó tamaño ingenio durante la Segunda Guerra Mundial (Soler et al., 2013). No resulta extraño, por tanto, considerar la presencia de una red de espionaje instalada por el SIS (Figura 12).
Liderada por Guy Burgess, esta red con sede en Gibraltar debió trabajar en la consecución de los objetivos estratégicos británicos: infiltración y penetración de las redes antagonistas y la lucha contra las máquinas codificadoras enemigas. La actividad del buque Canarias en la cercanía de Gibraltar durante buena parte de la guerra inducía aquella presencia localizada en la colonia británica, además de las razones inherentes a la soberanía británica del peñón. La actividad del NKVD en cuestiones de infiltración debe considerarse también como altamente significativa, puesto que la construcción de una red de agentes dobles soviéticos en el SIS comenzó durante aquellos años. Es muy probable que Guy Burgess ya fuera agente soviético infiltrado cuando captó a Kim Philby, otro doble agente soviético, en el transcurso de sus actividades en la Guerra Civil española (Foot, 2002). Es más, cuando Burguess y Philby se contactaron cerca de Gibraltar durante los años de la guerra, este último, según sus propias confesiones (Philby, 2002), ya era operativo del NKVD. Así, la Guerra Civil fue el escenario donde comenzó la construcción del Círculo de Cambridge (Juárez, 2019a), que trabajaría durante decenios al servicio de los soviéticos infiltrado en la estructura de inteligencia británica (Figura 13).
Con todo, la actividad de aquellos agentes británicos se asocia a otros muchos objetivos estratégicos tanto de acción directa como de preparación de grandes acciones tácticas. Las extrañas circunstancias relativas a la muerte de Emilio Mola y la presencia cercana de Philby siempre han intrigado a los investigadores (Silva, 1981). Además, las recientes desclasificaciones de la CIA relacionadas con la Segunda Guerra Mundial muestran el plan para una invasión del territorio español en caso de que este se incorporara a las potencias del Eje, con el fin de proteger tanto la base de Gibraltar como las actividades navales de los aliados en el estrecho y el norte de África (Marquina, 2014).
Conclusiones
Por lo expuesto en este artículo, resulta lógico pensar que la Guerra Civil española fue teatro de acción de las principales estructuras de inteligencia europeas. Así como ocurrió durante la Gran Guerra, España se convirtió en el escenario donde se constituyeron y pusieron a prueba las grandes estructuras de inteligencia destinadas a luchar por el control, la gestión y el acceso a la información, esencial para la toma de decisiones tácticas y estratégicas a corto y medio plazo. En todo caso, hay que puntualizar algunos aspectos que la presencia de estas unidades de información tuvo como consecuencia para la historia de la inteligencia:
Si en algo se potenciaron las estructuras de inteligencia durante la Guerra Civil española fue en la diversificación y en la subdivisión de capacidades de actuación. Es impactante el desarrollo de las actividades de infiltración durante el conflicto, ya que toda estructura implicada lo practicó según diferentes objetivos. El desarrollo del quintacolumnismo se puede considerar la consecuencia más importante de la presencia de este tipo de unidades de información; la infiltración masiva para la desinformación, el sabotaje y la desmoralización del enemigo constituyó una fase de actividad capital. Si bien es cierto que la desinformación y la infiltración han sido argumentos para este tipo de unidades a lo largo de la historia, hacerlo de forma masiva y publicitada como argumento desinformador en sí es un hito en la historia del espionaje.
La fuerte represión inherente al enfrentamiento en la retaguardia desarrolló también actividades de inteligencia destinadas al control de la información ya establecida como esencial desde tiempos de Fouché. Con todo, la clasificación sistemática de la población y la constitución de unidades de segregación social también experimentaron una importante consolidación en los años de la guerra de España que serían capitales durante la Segunda Guerra Mundial y los años de la Guerra Fría.
Las diferentes necesidades estratégicas obligaron a que las estructuras evolucionaran a su diversificación coyuntural y estructural. El caso de la inteligencia soviética, con dos estructuras presentes, NKVD y GRU, es un buen ejemplo. Así mismo, la necesidad de establecer unidades de codificación/descodificación tomó un cariz fundamental durante esta guerra, por lo cual fue esencial el desarrollo de máquinas de cifrado de todo tipo, y la lucha por el canal de transmisión se convirtió en uno de los factores esenciales para la inteligencia durante los años siguientes.
Respecto al modelo de estructura de la inteligencia española, lo puramente militar, regulado estratégicamente, representado por el modelo de Manuel Estrada Manchón, fracasó en su implantación. En lugar de ello, la estructura de inteligencia politizada y asentada sobre la contrainteligencia y el control social se convirtió en eje de las estructuras desarrolladas tanto por el gobierno republicano como por la junta militar franquista. La construcción del SNS y de la DNS sobre el trabajo de José Ungría y su equipo constituyó el embrión de la estructura de inteligencia desarrollada por el Estado franquista posterior a la guerra.
En el marco de la guerra se desarrolló un esfuerzo de todas las estructuras de inteligencia implicadas en penetrar las redes antagonistas con agentes dobles, especialmente el NKVD y el SIS. Así, la aparición de agentes dobles como los integrantes del Círculo de Cambridge o la supuesta transición de Canaris a los servicios de inteligencia británicos pudo tener como escenario el conflicto bélico español.
En definitiva, la Guerra Civil española, como ocurrió en otros campos de la información como el periodismo, supuso un entorno de transformación de las estructuras propias de este ámbito del conocimiento. La consolidación de las estructuras, su diversificación y la ampliación de horizontes con nuevos campos de competencia, convirtieron la Guerra de España en un campo de batalla básico para comprender muchos de los aspectos esenciales del espionaje, que fueron capitales para la consecución del proceso histórico y necesarios para entender la lucha actual por el control y la gestión de la información.